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Mª Reyes Núñez.
Doctora en Medicina del trabajo
Licenciada en filosofía y ética
Daniel Goleman narra en su segundo libro sobre Inteligencia Emocional su propia experiencia de
"mobbing", en un precioso capítulo titulado "cuando el trabajo se convierte en un infierno". Todo
empezó cuando desembarcó en su departamento un jefe con todas las características del
síndrome MIA (mediocridad inoperante activa), tan gráficamente descrito por González de Rivera.
Un día, este jefe le explicó que no estaba contento con la calidad de su trabajo -con su anterior jefe
había sido seleccionado para varios premios científicos importantes- y le amenazó con el despido
si no mejoraba. Esta amenaza le produjo una profunda angustia, pues perder ese puesto le
plantearia un problema económico insuperable.
Además, como psicólogo, Goleman sabía que trabajar bajo tal estrés iba a repercutir
negativamente en la calidad de sus investigaciones. Asi que se impuso como técnica de
afrontamiento media hora de meditación diaria antes de ir al trabajo, con lo que consiguió superar
bastante bien su estrés. Pero lo que de verdad le salvó fue que a su jefe le promocionaron a otro
departamento, y, a partir de ese momento, el ahora prestigioso Daniel Goleman volvió a respirar
tranquilo.
En 1997 fui invitada por la Asociación Francesa de Medicina del Trabajo a sus XXXIV jornadas
nacionales, cuyo tema fundamental fue la violencia en los hospitales europeos. Los médicos de los
hospitales de Estrasburgo presentaron una ponencia sobre el mobbing (fue la primera vez que oí
ese término) en la que explicaron las ideas del profesor Heinz Leymann y nos alertaron ante lo que,
afirmaban, seria uno de los mayores problemas laborales del futuro. Aunque yo presenté un trabajo
sobre los tipos de violencia registrados en mi hospital en los dos años anteriores, la violencia
psicológica en las relaciones laborales era para mi un terreno de arenas movedizas.
Bastantes problemas tenía yo con los riesgos laborales tradicionales como para complicarme más
la vida. Además, esto del mobbing me pareció algo propio de la idiosincrasia nórdica, algo tan
intangible que dudosamente podria llegar a España. Me equivoqué totalmente: no sólo pasó las
fronteras, sino que sufrí personalmente los efectos del acoso.
Dos años después de este congreso, los dirigentes políticos de mi hospital decidieron fusionarse
con otros para crear el centro hospitalario más grande de la zona. Esta fusión produjo un clima de
precariedad e incertidumbre que, unido a una forma de gestión autoritaria, hizo que el absentismo
Con estos dos ejemplos quiero poner de manifiesto que casi todo el mundo puede encontrarse en
esta situación. Basta con que haya un caldo de cultivo ( estrés, tareas mal definidas, estructura
muy jerarquizada y autoritaria), que nos topemos con alguien sin escrúpulos, un mediocre
inoperante activo o un perverso, y que formemos parte, quizás, del grupo de riesgo que describe
Gonzalez de Rivera, para que la pesadilla se ponga en marcha.
Uno de los problemas que los profesionales aducimos para no implicarnos en esta forma de
violencia consiste en convencernos de que es un tema poco objetivable; sin embargo tenemos
herramientas que nos pueden ayudar a diagnosticarlo. Uno de los capítulos más interesantes del
libro "El Maltrato Psicológico" se refiere al tratamiento del síndrome de acoso, que se define como
"una respuesta adaptativa, de lo más normal, a una situación anormal traumática y estresante". Al
igual que otros expertos, Gonzalez de Rivera considera que son muy pocas las personas que
pueden conservar su equilibrio psíquico en estas circunstancias. Y aquellas que lo consiguen es
gracias a una excepcional fortaleza, y, sobre todo, a una comprensión rápida del problema. Por ello
es fundamental que estemos documentados sobre este tema.
En otras páginas de su libro, afirma Gonzalez de Rivera que, "como es médico y no reformador
social, no quiere comentar la trágica situación del mundo actual, en el que la gente brillante e
inocente se consideran enfermos, y los trepas psicópatas, el parangón de la salud y el éxito social.
Sin embargo, todo el libro apunta en la dirección de la ética y de los valores fundamentales del ser
humano.
Así vemos, por ejemplo, cómo rinde homenaje a un niño español que se enfrentó solo contra un
grupo de vándalos, por defender su derecho a no ser intimidado ni extorsionado en la escuela. Este
acto heroico, que estuvo a punto de costar la vida a este niño, desencadenó en Francia una
Resume asi Gonzalez de Rivera su ética social, con la que concurro plenamente: "Lo importante es
la decisión formal y colectiva de vivir con justicia y con honor, de proteger el bien frente al mal, de
no consentir ni tolerar, cerrando los ojos ante el abuso y la prepotencia, la animalidad del triunfo de
la fuerza sobre la razón y la decencia. Entonces, no hará falta denunciar nada. Hasta que esos
logros hayan sido conseguidos, denunciar es arriesgarse a la represalia, ante la mirada inhibida,
servil, a veces cómplice, de los mismos que están siendo salvados por la rebelión de los héroes".