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La danza permanece

Silverio Orduña Cruz*


silverio.oc@hotmail.com

SOBRE EL ESCENARIO, desnudos, dos cuerpos en movimiento perturban la mirada, dislocan


lo cotidiano. Así transcurre Dance Dance Dance, una pieza coreográfica de Magdalena Leite
(Montevideo, 1977) y Aníbal Conde (Tacuarembó, 1982) en la que se reflexiona acerca del
cuerpo como un archivo, y para tal finalidad, se hace visible el cruce entre dos disciplinas:
la danza y el cine. ¿La película permanece mientras que la experiencia dancística se esfuma?
Estos dos artistas de origen uruguayo seleccionaron y aprendieron un conjunto de
secuencias de baile que aparecen en varios filmes con el objetivo de llevarlas a escena por
medio de su propia corporalidad. ¿Cuál es la diferencia entre la danza registrada en un
soporte físico y la danza “en vivo”?

Compuesta por una setlist que incluye fragmentos de catorce cintas, Dance Dance Dance se
empeña en darle guiños al espectador para evocar la procedencia cinematográfica de las
acciones escenificadas por los dos bailarines. La información del programa de mano,
algunos subtítulos, diálogos entre los performers, ambientaciones sonoras y de iluminación,
pero sobre todo el cuerpo desnudo en movimiento, hacen memoria sobre películas de
Gaspar Noé, Stanley Kubrick, David Lynch, Sam Mendes, François Ozon, Jean-Luc Godard,
Quentin Tarantino, John Badham, Adrian Lyne, Oliver Hardy y Stan Laurel, Jared Hess, Ming-
liang Tsai y Jørgen Leth. El recuerdo y las referencias de personajes y escenas fílmicas son
activados por la danza.

Radicados en México y miembros del Colectivo AM, Leite (coreógrafa y bailarina) y Conde
(artista visual y performer) insertan su trabajo en el contexto de la danza contemporánea
que pone énfasis en una experiencia de carácter intelectual. La escena como un territorio
de reflexión teórica. Una de las propuestas estéticas de Dance Dance Dance es la crítica de
la fugacidad del hecho dancístico frente a la cualidad material del archivo.

Aníbal Conde y Magdalena Leite, bailarines y coreografos de Dance Dance Dance. Foto:
Leonardo Martins.

Archivo-película, archivo-cuerpo

Desde el punto de vista cinematográfico la danza está construida a partir de la edición de


sus huellas materiales, vertidas en imágenes y sonidos. La película se presenta como un
producto que une partes e hilvana cortes. Selecciona, jerarquiza y excluye el material para
crear un todo. La danza en el cine está constituida por medio de trozos de cuerpos, de
tiempo y de espacio que son registrados en encuadres, planos y movimientos de cámara
específicos para después ser montados y sometidos a una lógica audiovisual.

En el concepto de huella que el filósofo Jacques Derrida establece, “aquello que parte de
un origen pero que se separa de él y permanece como traza”[1], se pueden encontrar
explicaciones sobre el fenómeno de archivo presente en el cine. De todas las huellas que
quedan registradas en el proceso de filmación –trazas separadas de su referente físico, de
su origen–, se privilegian sólo algunas para conformar un archivo, que según Derrida no
implica únicamente un conjunto de huellas, sino también que las huellas se apropien, se
controlen, se organicen políticamente.

En la cinta Flashdance (1983), una de las referencias de la pieza de Leite y Conde, se


muestran imágenes de acercamientos a los pies, al torso y al rostro de la protagonista
cuando baila; mediante ello, a partir del trabajo de edición, de unión de cortes, se logra
crear la ficción de una danza completa y continua. Fuera de la película, del archivo, el hecho
dancístico pudo nunca haber existido. Cuando estos dos artistas ponen en escena las huellas
fílmicas de esa danza ficticia, todo cambia. La coreografía, supeditada originalmente al
montaje fílmico, se transforma y adquiere otras cualidades. La espectacularidad que el cine
le propicia se diluye cuando lo performático ocupa el lugar de éste. ¿Y cómo hacerlo más
evidente? Con el desnudo.

Aníbal Conde (artista visual y performer) y Magdalena Leite (coreógrafa y bailarina). Foto:
Leonardo Martins.

La danza, en su aspecto escénico, deviene una experiencia cuerpo a cuerpo. La relación


entre el bailarín y el espectador es orgánica. Esta particularidad ha generado la idea de lo
dancístico como algo efímero, que desaparece luego de ser representado. Pero según
Derrida, la huella existe desde que se produce una experiencia, “el reenvío a lo otro”.[2] Por
lo tanto, el movimiento y su significación dancística se archivan en el cuerpo de quien baila
y de quien ve bailar. El cuerpo deviene archivo de experiencias corporales. De esta forma,
Dance Dance Dance pone en tensión el archivo-película, compuesto por huellas materiales
que de ninguna forma son más cercanas al origen que las huellas intangibles constitutivas
del archivo-cuerpo.

Para Rebecca Schneider, teórica del teatro y el performance, el archivo es algo común en la
cultura occidental. Pero siempre asociado a los documentos, a las huellas tangibles que
pueden ser guardadas y consultadas ocularmente. Por tal motivo, en las propuestas
performáticas, la idea de una huella “original”, tan valiosa para los archivos, se vuelve
imposible, mítica. ¿Cómo asir el cuerpo y sus acciones? Este interés por los archivos ha
hecho del performance una disciplina relacionada con la desaparición, la pérdida, lo fugaz.
Schneider señala que los restos adquieren su cualidad mediante la desaparición. La
separación del origen le otorga la significación a la huella. “El performance no desaparece
–explica– aunque sus restos sean inmateriales: el conjunto de actos y significados
espectrales que acechan el material en constante interacción colectiva, en constelación.”[3]
A partir de la idea de Schneider sobre el performance, se puede sostener que la coreografía
Dance Dance Dance logra demostrar que la danza, al igual que el archivo-película,
permanece, pues las huellas que genera, las experiencias, sus restos intangibles son
archivados por el cuerpo, retando así la hegemonía ocular de los documentos y las huellas
materiales.

Magdalena Leite, coreógrafa y bailarina. Foto: Leonardo Martins.

*Estudiante de la Maestría en Historia del Arte, UNAM.

Inserción en Imágenes: 04.09.14.

Imagen de portal: Aníbal Conde y Magdalena Leite, coreógrafos de Dance Dance Dance.
Detalle. Foto: Leonardo Martins.

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[1] Jacques Derrida, “Huella y archivo, imagen y arte. Diálogo”, en Artes de los visible
(1979-2004), Pontevedra, Ellago Ediciones, 2013, p. 107.

[2] Ibid., p. 115.

[3] Rebecca Schneider, “El performance permanece”, en Diana Taylor y Marcela Fuentes,
Estudios avanzados de performance, México, FCE, 2011, p. 233.

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