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Compuesta por una setlist que incluye fragmentos de catorce cintas, Dance Dance Dance se
empeña en darle guiños al espectador para evocar la procedencia cinematográfica de las
acciones escenificadas por los dos bailarines. La información del programa de mano,
algunos subtítulos, diálogos entre los performers, ambientaciones sonoras y de iluminación,
pero sobre todo el cuerpo desnudo en movimiento, hacen memoria sobre películas de
Gaspar Noé, Stanley Kubrick, David Lynch, Sam Mendes, François Ozon, Jean-Luc Godard,
Quentin Tarantino, John Badham, Adrian Lyne, Oliver Hardy y Stan Laurel, Jared Hess, Ming-
liang Tsai y Jørgen Leth. El recuerdo y las referencias de personajes y escenas fílmicas son
activados por la danza.
Radicados en México y miembros del Colectivo AM, Leite (coreógrafa y bailarina) y Conde
(artista visual y performer) insertan su trabajo en el contexto de la danza contemporánea
que pone énfasis en una experiencia de carácter intelectual. La escena como un territorio
de reflexión teórica. Una de las propuestas estéticas de Dance Dance Dance es la crítica de
la fugacidad del hecho dancístico frente a la cualidad material del archivo.
Aníbal Conde y Magdalena Leite, bailarines y coreografos de Dance Dance Dance. Foto:
Leonardo Martins.
Archivo-película, archivo-cuerpo
En el concepto de huella que el filósofo Jacques Derrida establece, “aquello que parte de
un origen pero que se separa de él y permanece como traza”[1], se pueden encontrar
explicaciones sobre el fenómeno de archivo presente en el cine. De todas las huellas que
quedan registradas en el proceso de filmación –trazas separadas de su referente físico, de
su origen–, se privilegian sólo algunas para conformar un archivo, que según Derrida no
implica únicamente un conjunto de huellas, sino también que las huellas se apropien, se
controlen, se organicen políticamente.
Aníbal Conde (artista visual y performer) y Magdalena Leite (coreógrafa y bailarina). Foto:
Leonardo Martins.
Para Rebecca Schneider, teórica del teatro y el performance, el archivo es algo común en la
cultura occidental. Pero siempre asociado a los documentos, a las huellas tangibles que
pueden ser guardadas y consultadas ocularmente. Por tal motivo, en las propuestas
performáticas, la idea de una huella “original”, tan valiosa para los archivos, se vuelve
imposible, mítica. ¿Cómo asir el cuerpo y sus acciones? Este interés por los archivos ha
hecho del performance una disciplina relacionada con la desaparición, la pérdida, lo fugaz.
Schneider señala que los restos adquieren su cualidad mediante la desaparición. La
separación del origen le otorga la significación a la huella. “El performance no desaparece
–explica– aunque sus restos sean inmateriales: el conjunto de actos y significados
espectrales que acechan el material en constante interacción colectiva, en constelación.”[3]
A partir de la idea de Schneider sobre el performance, se puede sostener que la coreografía
Dance Dance Dance logra demostrar que la danza, al igual que el archivo-película,
permanece, pues las huellas que genera, las experiencias, sus restos intangibles son
archivados por el cuerpo, retando así la hegemonía ocular de los documentos y las huellas
materiales.
Imagen de portal: Aníbal Conde y Magdalena Leite, coreógrafos de Dance Dance Dance.
Detalle. Foto: Leonardo Martins.
[1] Jacques Derrida, “Huella y archivo, imagen y arte. Diálogo”, en Artes de los visible
(1979-2004), Pontevedra, Ellago Ediciones, 2013, p. 107.
[3] Rebecca Schneider, “El performance permanece”, en Diana Taylor y Marcela Fuentes,
Estudios avanzados de performance, México, FCE, 2011, p. 233.