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GERMÁN G . PRÓSPERI
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL
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La tesis fue defendida en noviembre de 2003 ante un Jurado constituido por las Dras. Mclehora Romanos y
Edith Litwin y el Dr. Roberto Rctamoso.
G o y t i s o l o o el contagio c o n m o v e d o r
Juan G o y t i s o l o se ha referido en n u m e r o s a s oportunidades al Quijote. En 1 9 9 1 , postula
la escritura de Cervantes c o m o una contrateoría de las poéticas de la novela, las que según
G o y t i s o l o no p u e d e n existir. En relación con Cervantes, postula:
Don Quijote, como todos nosotros, salió a los caminos tratando de escapar, no al canto
hechicero y prometedor, sino al silencio de las sirenas. También nosotros quisiéramos
encontrar algo que vaya más allá de esc silencio, pero es evidente que hemos olvida
do, quizá para siempre, la capacidad de forjar el pacto simbólico que nos permita rom
per ese silencio que es universal, aunque algunos, con el pretexto de haber oído el
canto, que en verdad ya sólo es leyenda, hagan de ese supuesto conocimiento la justi
ficación, inverificable desde todo punto de vista, de su intento de dominio. De ahora en
adelante, por lo que duren el mar, el aire y las estrellas, seguiremos viviendo en el silen
cio de las sirenas, debatiéndonos en la realidad material bruta, y chapaleando en el pan
tano de lo empírico. Nuestra única lucidez posible consiste en reconocer que, como el
personaje de Kafka, simbólicamente hemos perdido. En cambio, Don Quijote, él, ganó.
(Saer, 1999: 53-54)
F e d e r i c o J e a n m a i r e : escribir la lectura
El recorrido crítico de Federico J e a n m a i r e (2004) parece n o tener desvíos en relación con
un plan perfectamente trazado. E n la estela de Goytisolo, Jeanmaire parece decir que porque
ha leído puede escribir, especie de lección inaugural de un m o d o de escribir crítica m á s cerca
no a Barthes que a los autores que fundaron el c a m p o del hispanismo. Jeanmaire cuenta una
lectura, escribe su m a n e r a de leer y la particulariza, su lectura es ' u n a lectura' del Quijote.
La p r e g u n t a q u e el texto de J e a n m a i r e genera es si ese m o d o de leer c o m p o r t a a d e m á s
una p r o p u e s t a generalizable, si es posible encontrar una m e t o d o l o g í a que p u e d a operar en la
entrada a cualquier texto. La p r o p u e s t a es m u y clara en este p u n t o al advertir acerca de la
excepcionalidad del texto cervantino. Sólo el Quijote p e r m i t e esa r a z ó n de la lectura crítica,
fundada en la dificultad, sólo temporal, que conlleva su lectura. Por este m o t i v o , J e a n m a i r e
define su trabajo c o m o un intento por facilitar un p o c o m á s el trabajo del lector.
Esta confianza tiene que ver t a m b i é n con las m a r c a s que v e n i m o s d e s c r i b i e n d o . ¿ D e
d ó n d e p r o v i e n e ese m o d o de leer? ¿ Q u é o quién lo posibilita? La respuesta está t a m b i é n en
el cruce con el r e c o n o c i m i e n t o de la d i m e n s i ó n didáctica que el texto arrastra, que n o tiene
que ver con el m o d e l o m e d i e v a l sino con el h e c h o de que el Quijote n o e n s e ñ a a leer, sino a
escribir esa lectura, incluida la dificultad. Al ser un libro sobre los libros, el Quijote funda
t a m b i é n la escritura crítica en la m o d e r n i d a d en la sucesión de lecturas, continuidad que se
interrumpe con el lector, p e r o q u e el texto c o n d u c e sin vacilaciones:
Buscamos, entonces, las figuraciones del lector en la literatura; esto es, las representa
ciones imaginarias del arte de leer en la ficción. Intentamos una historia imaginaria de
los lectores y no una historia de la lectura. No nos preguntaremos tanto qué es leer, sino
quién es el que lee (dónde está leyendo, para qué, en qué condiciones, cuál es su histo
ria). Llamaría a este tipo de representación una lección de lectura, si se me permite
variar el título del texto clásico de Lévi-Strauss e imaginar la posición del antropólogo
que recibe la descripción de un informante sobre una cultura que desconoce. Esas esce
nas serían, entonces, como pequeños informes del estado de una sociedad imaginaria
-la sociedad de los lectores- que siempre parece a punto de entrar en extinción o cuya
extinción, en todo caso, se anuncia desde siempre. (Piglia, 2005: 24-25)
Las escenas q u e Piglia recupera pertenecen a textos de diversa índole c o m o Una excur-
sión a los indios ranqueles, Hamlet, Anna Karenina, cartas de Kafka, textos de P o e , diarios
del C h e , el Ulises. El Quijote no ocupa ningún capítulo en particular, sólo es r e c u p e r a d o para
potenciar los a r g u m e n t o s que el resto de los textos g e n e r a n en la lectura. C r e e m o s advertir
en esta p o s i c i ó n una cierta m a r c a de la escritura de la crítica en A r g e n t i n a para quien la lite
ratura e s p a ñ o l a es sólo ejemplo del ejemplo. Los textos objeto de análisis p e r t e n e c e n al
campo argentino o latinoamericano, pero siempre hay espacio p a r a que el Quijote ejemplifi
que los m o d o s de la ficción o El Conde Lucanor brinde las claves de la narración fragmen
tada, p e r o siempre desde el margen, el borde que ilumina p e r o q u e no p u e d e ser e x p l i c a d o .
Piglia a d m i t e y refuerza esta posición c u a n d o se refiere al Quijote en su texto al r e c o n o c e r
que no vuelve a él p o r la sencilla razón de que las escenas que b u s c a son escasas en el texto.
En efecto, Piglia nos h a c e notar que a pesar de ser un libro sobre los libros y la lectura, d o n
Quijote n o ostenta su caudal libresco. El lector sabe d e s d e el capítulo VI de la p r i m e r a parte
que los libros de Quijano son m u c h o s , "entraron dentro todos, y la a m a con ellos, y hallaron
más de cien cuerpos de libros grandes, m u y bien e n c u a d e r n a d o s , y otros p e q u e ñ o s " (I, 5:
2
5 8 ) , p e r o sólo lo v e m o s leer una vez:
En toda la novela nunca vemos a don Quijote leer libros de caballería (salvo en la breve
y maravillosa escena en la que hojea el falso Quijote de Avellaneda donde se cuentan las
aventuras que él nunca ha vivido. II, 59). Ya ha leído todo y vive lo que ha leído y en un
punto se ha convertido en el último lector del género. Hay un anacronismo esencial en
don Quijote que define su modo de leer. Y a la vez su vida surge de la distorsión de esa
lectura. Es el que llega tarde, el último caballero andante. (Piglia, 2005: 189)
Bibliografía
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