You are on page 1of 4

Evento o problema social elegido, generado como noticia el durante la

primera quincena de marzo 2018:

“Niño de 12 años saca el arma de su abuelo y ataca a niño de 9 años,


disparándole y partiendo el hígado en dos”

Es sabido que uno de los problemas en nuestro país es la violencia que


azota cada día las calles y enluta hogares guatemaltecos. Vemos
constantemente en medios de comunicación a jóvenes delincuentes detenidos
por portación de armas de grueso calibre, adultos causando zozobra en la
población. Pero noticias que implican como presunto agresor a un niño de 12
años, en contra de otro de menor edad y que casi le cuesta la vida, son hechos
que sacuden las conciencias en los distintos estratos sociales y deben ser
investigados y analizados desde distintas aristas. Estamos hablando de
situaciones graves que envuelven no sólo a adultos irresponsables sino también
a niños que, o bien son víctimas de violencia intrafamiliar, falta de disciplina
asertiva o atención, o sólo replican las acciones de padres violentos.

Desde el punto de vista legal, se considera niño a todo menor de edad


que aún no cumple los 12 años según la Ley de Protección Integral de la Niñez
y Adolescencia. Inclusive a partir de los 15 años ya los adolescentes pueden ir a
juicio especial por volverse adolescentes en conflicto con la ley penal, mas no
son aún penalmente responsables. El cuestionamiento de la sociedad en este
sentido y frente también al fenómeno de los llamados niños sicarios, es si ya
debería juzgárseles como adultos porque “ya entienden la gravedad de sus
hechos”. El primer linchamiento social que sufrió la familia del niño culpable fue
en redes sociales, debido a varias interrogantes que quedan en el aire: ¿Dónde
estaban los padres o en su caso los encargados de cuidarlo? ¿por qué el arma
de grueso calibre se encontraba en un lugar accesible y sin llave? ¿cómo se
había tratado a este niño en el hogar y en la escuela si ya presentaba signos de
ira?. La respuesta más lógica es muy sencilla: Somos una sociedad en la que la
mayoría y las autoridades sólo se preocupan hasta que sucede una tragedia; no
somos una sociedad que trabaje para el manejo de la ira; se depende cada día
de un periodismo amarillista que manipula a quienes con morbo buscan fotos,
videos y noticias sangrientas: a más fotos explícitas de sangre, más ejemplares
vendidos; y esto automáticamente se reflejará en el comportamiento porque todo
lo que dejamos entrar por los ojos al final influenciará las actitudes.

Qué decir de los videojuegos, de los programas televisivos para “niños”


que les enseñan a cómo manejar armas automáticas, a cómo “asesinar” a
personajes de fantasía pero que al final, enseñan a matar y ser insensibles ante
la muerte violenta de un personaje, que al final, muerte es. Vemos en noticieros
a muchos niños alrededor de la escena de un crimen, a veces hasta sonriendo y
saludando a la cámara, y ya no sabemos si es por la misma inocencia o porque
ya sus almas empiezan a cauterizarse ante tanta maldad y dureza que les rodea.

Y es aquí donde precisamente la Psicología Social viene a estudiar no al


conglomerado social sino a ese individuo menor de edad, que está desarrollando
emociones no sanas influenciado por la insensibilidad de los adultos. Una
pregunta que emerge aquí es la siguiente: ¿dónde están los padres o tutores de
los niños que están enganchados a la cinta amarilla del MP, al lado del cadáver
de una persona asesinada? ¿dónde están cuando el niño pasa la tarde
“asesinando a soldados enemigos” en el “inocente juego” que le regalaron en
Navidad? ¿Cuándo publica en redes sociales que va a vengarse?.

Entramos necesariamente a observar un círculo de violencia: Madres


golpeadas por los mismos padres, padres que amenazan al vecino cuando su
perro ladra en la noche, hijos que ven a sus padres desenfundar un arma si
alguien le bocina en pleno tráfico. Nuestros niños están recibiendo como
esponjas lo que la sociedad les lanza y les está robando la inocencia, el juego
sano, el amor a sus semejantes. Pero desde el punto de vista social, este hecho
impactó notablemente al chapín, ya que nunca se esperaría que un niño pudiera
alcanzar tan graves signos de cólera contra otro de menor edad. Dos posturas
se levantaron en nuestro conglomerado social: La primera en relación al clima
de violencia que ya está afectando a la niñez. La segunda, la falta de atención
de los padres a la formación de sus hijos. Saco a colación acá, una frase que se
hizo popular en Facebook: “En casa se aprenden valores, en la escuela se
enseña Matemática, Estudios Sociales, Ciencias Naturales”.

A raíz de este suceso, distintos estratos de la sociedad civil que trabajan


en pro de la niñez y adolescencia, se movilizaron con el fin de exigir a la Comisión
de la Niñez del Congreso una iniciativa de ley para regular este tipo de acciones
con penas mayores para los adultos que tengan armas en casa sin la debida
supervisión. Como vemos, esta noticia causó un impacto fuerte no sólo en los
distintos estratos sociales sino además estremeció a otros sectores que son
parte importante del acontecer social de cada día en esta nación.

En todo este contexto de una presunta psicopatología en el menor


victimario, creo que una de las mejores armas de la Psicología Social frente a
estos hechos, es ofrecer opciones preventivas frente a la debacle de la niñez
víctima de los errores de los adultos. Analizar dentro del ámbito guatemalteco,
las causas por las que menores de edad desarrollan comportamientos violentos
y buscar soluciones eficaces a corto y largo plazo. Tiene que haber un consenso
entre profesionales de la salud mental, padres, colegios y escuelas, autoridades
educativas estatales y de los mismos entornos sociales, para alejar a nuestros
niños de toda situación que pueda trastocar su psique, que pueda influenciarlos
al punto de responder violentamente al ser sometido a situaciones ambientales
que le causen frustración, enojo, ansiedad, etc.

Y aún agrego más: la solución no es, como lo plantean algunos


“flamantes” diputados: reformar la Ley de Protección Integral de la Niñez y
Adolescencia para que la edad de imputabilidad penal sea desde los 12 y no
desde los 15 años. Desde el punto de vista legal sería inconstitucional pero el
tema de este ensayo es estrictamente desde la visión de la Psicología Social por
lo que esta solución difiere totalmente de los parámetros de la Psicología para
tratar a menores de edad y además, se necesitan medidas preventivas más que
correctivas. Cito una frase que me gustó del Director de la Liga de Higiene Mental
durante una entrevista acerca de la violencia en Emisoras Unidas: “Nadie nace
Violento”. Y precisamente, un niño nace inocente, sin miedo, sin frustración, sin
ira. Es el ambiente, la cultura o su sociedad inmediata que es la familia y la
escuela o colegio, quienes lo hacen violento. No se necesitan más colegios con
última tecnología, no se necesitan cursos para ser emprendedores. Necesitamos
más padres responsables que generen hijos sanos y felices. Necesitamos más
educación preventiva. Necesitamos construir una sociedad pacífica.
Necesitamos empezar la nueva generación del amor. No culpemos a los niños,
culpemos a los adultos que no han sabido sanar sus heridas emocionales del
pasado y han reflejado su ira y frustración en la niñez.

You might also like