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JP Tapa.

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ión
Latinoamericana de Filosofía, una de las ic

Alejandro Cassini
revistas profesionales más destacadas del EL JUEGO
ed Alejandro Cassini
ámbito hispanoamericano. DE LOS PRINCIPIOS ª
Ha participado en numerosos congresos
de su especialidad, tanto en la Argentina
2.
como en el exterior, donde ha visitado ins-
tituciones académicas de Bélgica, Brasil,
España, y los Estados Unidos de América.
Desde el tiempo de los antiguos griegos,
el método axiomático ha fascinado a cien-
tíficos y filósofos de todas las épocas.
ción nueva, el método axiomático formal,
que tuvo su gran defensor en la figura de
Hilbert, y que, en su versión contempo-
EL JUEGO
DE LOS PRINCIPIOS
Sus primeras publicaciones tratan acer- Aristóteles lo concibió por primera vez, ránea, es el que se expone en este libro.
ca de la lógica y la filosofía de la ciencia todavía de manera imperfecta, pero, poco La axiomática formal se desarrolló con
en Aristóteles. Posteriormente, su traba- después, este nuevo método tuvo su rea- rapidez desde comienzos del siglo XX y
jo de investigación se concentró en la fi- lización más espectacular en los Ele- nos permitió comprender, a la vez, las po-
losofía de la ciencia, en particular, de las mentos de Euclides, una obra que durante sibilidades y limitaciones de este método.
ciencias físicas. Ha publicado artículos siglos sirvió como modelo y como criterio En esta obra se exponen tanto la historia
sobre temas tales como el realismo epis- de perfección de todo tipo de conoci- y la filosofía del método axiomático como
temológico, la subdeterminación de las
teorías, la lógica del descubrimiento cien-
mientos. Los medievales, además de uti- muchas de sus realizaciones en el campo Una introducción
lizarlo en la aritmética y la mecánica, de la lógica y la matemática. Además se
tífico, la teoría de la confirmación y de la
probabilidad. En la actualidad sus investi-
hicieron los primeros intentos de apli-
carlo a la filosofía y a la teología. Durante
compilan y traducen, en algunos casos
por primera vez, muchas de las fuentes
al método axiomático Alejandro Cassini nació en la ciudad de
gaciones versan sobre el uso de modelos Buenos Aires en 1959. Se doctoró en Fi-
la modernidad, Descartes y Spinoza lleva- históricas esenciales de la axiomática losofía en la Universidad de Buenos Aires
en las ciencias fácticas y sobre la filoso-
ron a su culminación la idea de practicar antigua y moderna. El libro comienza con en 1990. Durante los años 1998 y 1999
fía de la experimentación y la medición
en la física y la cosmología. También se la metafísica al modo de los geómetras. una introducción esquemática a la historia realizó estudios posdoctorales en la Uni-
ocupa de la historia de la ciencia, en par- Por su parte, Pascal y Leibniz soñaron del método axiomático. Presenta, luego, versidad de Columbia en Nueva York. Re-
ticular de la obra de Einstein. con un sistema axiomático universal, ca- una exposición amplia y sistemática de tornó a esa universidad en 2000 y 2001,

EL JUEGO DE LOS PRINCIPIOS


paz de demostrarlo todo. Mientras tanto, la estructura y las propiedades de los y allí dictó varias conferencias y partici-
Galileo inició la nueva mecánica inercial sistemas axiomáticos formales que se pó en diversos cursos y seminarios.
con un intento de axiomatización que ilustra con numerosos ejemplos. Final- En 1985 se inició como becario del Con-
OTROS TÍTULOS DE ESTA SERIE Newton, en sus Principia, desarrolló con mente, hace un análisis epistemológico y sejo Nacional de Investigaciones Científi-
todos su detalles técnicos. Simultánea- filosófico del alcance y de los límites del cas y Técnicas de la Argentina. En 1992 in-
Las desventuras del conocimiento científico
Una introducción a la epistemología mente, muchos políticos y moralistas mo- método axiomático. Incluye también una gresó a la Carrera de Investigador de dicha
Gregorio Klimovsky dernos acariciaban la quimera de lograr bibliografía sumamente completa y ac- institución, donde actualmente se desem-
De las tortugas a las estrellas un saber práctico que alcanzara el rigor tualizada sobre el tema. En su conjunto, peña como Investigador Independiente.
Una introducción a la ciencia axiomático. resulta la obra más comprensiva acerca Ha enseñado Historia de la Ciencia y Filo-
Leonardo Moledo Una de las razones esenciales de esta del método axiomático disponible en sofía de la Ciencia en la Facultad de Fi-
Noticias del planeta Tierra fascinación por el método axiomático era lengua española, la cual en esta segunda losofía y Letras de la Universidad de Bue-
Galileo Galilei y la revolución científica la promesa de un conocimiento necesa- edición presenta numerosas correcciones nos Aires desde 1995. En la actualidad
Guillermo Boido
rio, dotado de certeza absoluta, acerca del y adiciones. Interesará por igual a cien- es Profesor Adjunto Regular del Departa-
La inexplicable sociedad mundo real. Esta ilusión perduró hasta tíficos, filósofos e historiadores, así como mento de Filosofía de esa Facultad. Fue
Cuestiones de epistemología
el siglo XIX, pero con el surgimiento de a todo aquél que quiera conocer el desa- Director de dicho Departamento entre los
de las ciencias sociales años 2009 y 2011. Allí dicta regularmente
Gregorio Klimovsky - Cecilia Hidalgo las geometrías no euclídeas entró en rrollo y el estado actual de esta parte ejem-
cursos y seminarios especializados, tanto
Los partidos políticos crisis. De esta crisis surgió una concep- plar de la cultura universal.
de grado como de posgrado.
Teoría y análisis comparativo Fue uno de los miembros fundadores de
Torcuato S. Di Tella
la Revista de Filosofía de Buenos Aires en
Las desventuras del conocimiento matemático Serie 1986 y participó de su Comité de Direc-
Filosofía de la matemática: una introducción
Gregorio Klimovsky - Guillermo Boido La ciencia y la gente ción hasta 1998. Desde ese año es miem-
bro del Comité Editorial de la Revista
Mis diversas existencias
Apuntes para una autobiografía
Gregorio Klimovsky 027-0009 (Pasa a solapa de contratapa.)
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Latinoamericana de Filosofía, una de las ic

Alejandro Cassini
revistas profesionales más destacadas del EL JUEGO
ed Alejandro Cassini
ámbito hispanoamericano. DE LOS PRINCIPIOS ª
Ha participado en numerosos congresos
de su especialidad, tanto en la Argentina
2.
como en el exterior, donde ha visitado ins-
tituciones académicas de Bélgica, Brasil,
España, y los Estados Unidos de América.
Desde el tiempo de los antiguos griegos,
el método axiomático ha fascinado a cien-
tíficos y filósofos de todas las épocas.
ción nueva, el método axiomático formal,
que tuvo su gran defensor en la figura de
Hilbert, y que, en su versión contempo-
EL JUEGO
DE LOS PRINCIPIOS
Sus primeras publicaciones tratan acer- Aristóteles lo concibió por primera vez, ránea, es el que se expone en este libro.
ca de la lógica y la filosofía de la ciencia todavía de manera imperfecta, pero, poco La axiomática formal se desarrolló con
en Aristóteles. Posteriormente, su traba- después, este nuevo método tuvo su rea- rapidez desde comienzos del siglo XX y
jo de investigación se concentró en la fi- lización más espectacular en los Ele- nos permitió comprender, a la vez, las po-
losofía de la ciencia, en particular, de las mentos de Euclides, una obra que durante sibilidades y limitaciones de este método.
ciencias físicas. Ha publicado artículos siglos sirvió como modelo y como criterio En esta obra se exponen tanto la historia
sobre temas tales como el realismo epis- de perfección de todo tipo de conoci- y la filosofía del método axiomático como
temológico, la subdeterminación de las
teorías, la lógica del descubrimiento cien-
mientos. Los medievales, además de uti- muchas de sus realizaciones en el campo Una introducción
lizarlo en la aritmética y la mecánica, de la lógica y la matemática. Además se
tífico, la teoría de la confirmación y de la
probabilidad. En la actualidad sus investi-
hicieron los primeros intentos de apli-
carlo a la filosofía y a la teología. Durante
compilan y traducen, en algunos casos
por primera vez, muchas de las fuentes
al método axiomático Alejandro Cassini nació en la ciudad de
gaciones versan sobre el uso de modelos Buenos Aires en 1959. Se doctoró en Fi-
la modernidad, Descartes y Spinoza lleva- históricas esenciales de la axiomática losofía en la Universidad de Buenos Aires
en las ciencias fácticas y sobre la filoso-
ron a su culminación la idea de practicar antigua y moderna. El libro comienza con en 1990. Durante los años 1998 y 1999
fía de la experimentación y la medición
en la física y la cosmología. También se la metafísica al modo de los geómetras. una introducción esquemática a la historia realizó estudios posdoctorales en la Uni-
ocupa de la historia de la ciencia, en par- Por su parte, Pascal y Leibniz soñaron del método axiomático. Presenta, luego, versidad de Columbia en Nueva York. Re-
ticular de la obra de Einstein. con un sistema axiomático universal, ca- una exposición amplia y sistemática de tornó a esa universidad en 2000 y 2001,

EL JUEGO DE LOS PRINCIPIOS


paz de demostrarlo todo. Mientras tanto, la estructura y las propiedades de los y allí dictó varias conferencias y partici-
Galileo inició la nueva mecánica inercial sistemas axiomáticos formales que se pó en diversos cursos y seminarios.
con un intento de axiomatización que ilustra con numerosos ejemplos. Final- En 1985 se inició como becario del Con-
OTROS TÍTULOS DE ESTA SERIE Newton, en sus Principia, desarrolló con mente, hace un análisis epistemológico y sejo Nacional de Investigaciones Científi-
todos su detalles técnicos. Simultánea- filosófico del alcance y de los límites del cas y Técnicas de la Argentina. En 1992 in-
Las desventuras del conocimiento científico
Una introducción a la epistemología mente, muchos políticos y moralistas mo- método axiomático. Incluye también una gresó a la Carrera de Investigador de dicha
Gregorio Klimovsky dernos acariciaban la quimera de lograr bibliografía sumamente completa y ac- institución, donde actualmente se desem-
De las tortugas a las estrellas un saber práctico que alcanzara el rigor tualizada sobre el tema. En su conjunto, peña como Investigador Independiente.
Una introducción a la ciencia axiomático. resulta la obra más comprensiva acerca Ha enseñado Historia de la Ciencia y Filo-
Leonardo Moledo Una de las razones esenciales de esta del método axiomático disponible en sofía de la Ciencia en la Facultad de Fi-
Noticias del planeta Tierra fascinación por el método axiomático era lengua española, la cual en esta segunda losofía y Letras de la Universidad de Bue-
Galileo Galilei y la revolución científica la promesa de un conocimiento necesa- edición presenta numerosas correcciones nos Aires desde 1995. En la actualidad
Guillermo Boido
rio, dotado de certeza absoluta, acerca del y adiciones. Interesará por igual a cien- es Profesor Adjunto Regular del Departa-
La inexplicable sociedad mundo real. Esta ilusión perduró hasta tíficos, filósofos e historiadores, así como mento de Filosofía de esa Facultad. Fue
Cuestiones de epistemología
el siglo XIX, pero con el surgimiento de a todo aquél que quiera conocer el desa- Director de dicho Departamento entre los
de las ciencias sociales años 2009 y 2011. Allí dicta regularmente
Gregorio Klimovsky - Cecilia Hidalgo las geometrías no euclídeas entró en rrollo y el estado actual de esta parte ejem-
cursos y seminarios especializados, tanto
Los partidos políticos crisis. De esta crisis surgió una concep- plar de la cultura universal.
de grado como de posgrado.
Teoría y análisis comparativo Fue uno de los miembros fundadores de
Torcuato S. Di Tella
la Revista de Filosofía de Buenos Aires en
Las desventuras del conocimiento matemático Serie 1986 y participó de su Comité de Direc-
Filosofía de la matemática: una introducción
Gregorio Klimovsky - Guillermo Boido La ciencia y la gente ción hasta 1998. Desde ese año es miem-
bro del Comité Editorial de la Revista
Mis diversas existencias
Apuntes para una autobiografía
Gregorio Klimovsky 027-0009 (Pasa a solapa de contratapa.)
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ión
Latinoamericana de Filosofía, una de las ic

Alejandro Cassini
revistas profesionales más destacadas del EL JUEGO
ed Alejandro Cassini
ámbito hispanoamericano. DE LOS PRINCIPIOS ª
Ha participado en numerosos congresos
de su especialidad, tanto en la Argentina
2.
como en el exterior, donde ha visitado ins-
tituciones académicas de Bélgica, Brasil,
España, y los Estados Unidos de América.
Desde el tiempo de los antiguos griegos,
el método axiomático ha fascinado a cien-
tíficos y filósofos de todas las épocas.
ción nueva, el método axiomático formal,
que tuvo su gran defensor en la figura de
Hilbert, y que, en su versión contempo-
EL JUEGO
DE LOS PRINCIPIOS
Sus primeras publicaciones tratan acer- Aristóteles lo concibió por primera vez, ránea, es el que se expone en este libro.
ca de la lógica y la filosofía de la ciencia todavía de manera imperfecta, pero, poco La axiomática formal se desarrolló con
en Aristóteles. Posteriormente, su traba- después, este nuevo método tuvo su rea- rapidez desde comienzos del siglo XX y
jo de investigación se concentró en la fi- lización más espectacular en los Ele- nos permitió comprender, a la vez, las po-
losofía de la ciencia, en particular, de las mentos de Euclides, una obra que durante sibilidades y limitaciones de este método.
ciencias físicas. Ha publicado artículos siglos sirvió como modelo y como criterio En esta obra se exponen tanto la historia
sobre temas tales como el realismo epis- de perfección de todo tipo de conoci- y la filosofía del método axiomático como
temológico, la subdeterminación de las
teorías, la lógica del descubrimiento cien-
mientos. Los medievales, además de uti- muchas de sus realizaciones en el campo Una introducción
lizarlo en la aritmética y la mecánica, de la lógica y la matemática. Además se
tífico, la teoría de la confirmación y de la
probabilidad. En la actualidad sus investi-
hicieron los primeros intentos de apli-
carlo a la filosofía y a la teología. Durante
compilan y traducen, en algunos casos
por primera vez, muchas de las fuentes
al método axiomático Alejandro Cassini nació en la ciudad de
gaciones versan sobre el uso de modelos Buenos Aires en 1959. Se doctoró en Fi-
la modernidad, Descartes y Spinoza lleva- históricas esenciales de la axiomática losofía en la Universidad de Buenos Aires
en las ciencias fácticas y sobre la filoso-
ron a su culminación la idea de practicar antigua y moderna. El libro comienza con en 1990. Durante los años 1998 y 1999
fía de la experimentación y la medición
en la física y la cosmología. También se la metafísica al modo de los geómetras. una introducción esquemática a la historia realizó estudios posdoctorales en la Uni-
ocupa de la historia de la ciencia, en par- Por su parte, Pascal y Leibniz soñaron del método axiomático. Presenta, luego, versidad de Columbia en Nueva York. Re-
ticular de la obra de Einstein. con un sistema axiomático universal, ca- una exposición amplia y sistemática de tornó a esa universidad en 2000 y 2001,

EL JUEGO DE LOS PRINCIPIOS


paz de demostrarlo todo. Mientras tanto, la estructura y las propiedades de los y allí dictó varias conferencias y partici-
Galileo inició la nueva mecánica inercial sistemas axiomáticos formales que se pó en diversos cursos y seminarios.
con un intento de axiomatización que ilustra con numerosos ejemplos. Final- En 1985 se inició como becario del Con-
OTROS TÍTULOS DE ESTA SERIE Newton, en sus Principia, desarrolló con mente, hace un análisis epistemológico y sejo Nacional de Investigaciones Científi-
todos su detalles técnicos. Simultánea- filosófico del alcance y de los límites del cas y Técnicas de la Argentina. En 1992 in-
Las desventuras del conocimiento científico
Una introducción a la epistemología mente, muchos políticos y moralistas mo- método axiomático. Incluye también una gresó a la Carrera de Investigador de dicha
Gregorio Klimovsky dernos acariciaban la quimera de lograr bibliografía sumamente completa y ac- institución, donde actualmente se desem-
De las tortugas a las estrellas un saber práctico que alcanzara el rigor tualizada sobre el tema. En su conjunto, peña como Investigador Independiente.
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Leonardo Moledo Una de las razones esenciales de esta del método axiomático disponible en sofía de la Ciencia en la Facultad de Fi-
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Guillermo Boido
rio, dotado de certeza absoluta, acerca del y adiciones. Interesará por igual a cien- es Profesor Adjunto Regular del Departa-
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Cuestiones de epistemología
el siglo XIX, pero con el surgimiento de a todo aquél que quiera conocer el desa- Director de dicho Departamento entre los
de las ciencias sociales años 2009 y 2011. Allí dicta regularmente
Gregorio Klimovsky - Cecilia Hidalgo las geometrías no euclídeas entró en rrollo y el estado actual de esta parte ejem-
cursos y seminarios especializados, tanto
Los partidos políticos crisis. De esta crisis surgió una concep- plar de la cultura universal.
de grado como de posgrado.
Teoría y análisis comparativo Fue uno de los miembros fundadores de
Torcuato S. Di Tella
la Revista de Filosofía de Buenos Aires en
Las desventuras del conocimiento matemático Serie 1986 y participó de su Comité de Direc-
Filosofía de la matemática: una introducción
Gregorio Klimovsky - Guillermo Boido La ciencia y la gente ción hasta 1998. Desde ese año es miem-
bro del Comité Editorial de la Revista
Mis diversas existencias
Apuntes para una autobiografía
Gregorio Klimovsky 027-0009 (Pasa a solapa de contratapa.)
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ión
Latinoamericana de Filosofía, una de las ic

Alejandro Cassini
revistas profesionales más destacadas del EL JUEGO
ed Alejandro Cassini
ámbito hispanoamericano. DE LOS PRINCIPIOS ª
Ha participado en numerosos congresos
de su especialidad, tanto en la Argentina
2.
como en el exterior, donde ha visitado ins-
tituciones académicas de Bélgica, Brasil,
España, y los Estados Unidos de América.
Desde el tiempo de los antiguos griegos,
el método axiomático ha fascinado a cien-
tíficos y filósofos de todas las épocas.
ción nueva, el método axiomático formal,
que tuvo su gran defensor en la figura de
Hilbert, y que, en su versión contempo-
EL JUEGO
DE LOS PRINCIPIOS
Sus primeras publicaciones tratan acer- Aristóteles lo concibió por primera vez, ránea, es el que se expone en este libro.
ca de la lógica y la filosofía de la ciencia todavía de manera imperfecta, pero, poco La axiomática formal se desarrolló con
en Aristóteles. Posteriormente, su traba- después, este nuevo método tuvo su rea- rapidez desde comienzos del siglo XX y
jo de investigación se concentró en la fi- lización más espectacular en los Ele- nos permitió comprender, a la vez, las po-
losofía de la ciencia, en particular, de las mentos de Euclides, una obra que durante sibilidades y limitaciones de este método.
ciencias físicas. Ha publicado artículos siglos sirvió como modelo y como criterio En esta obra se exponen tanto la historia
sobre temas tales como el realismo epis- de perfección de todo tipo de conoci- y la filosofía del método axiomático como
temológico, la subdeterminación de las
teorías, la lógica del descubrimiento cien-
mientos. Los medievales, además de uti- muchas de sus realizaciones en el campo Una introducción
lizarlo en la aritmética y la mecánica, de la lógica y la matemática. Además se
tífico, la teoría de la confirmación y de la
probabilidad. En la actualidad sus investi-
hicieron los primeros intentos de apli-
carlo a la filosofía y a la teología. Durante
compilan y traducen, en algunos casos
por primera vez, muchas de las fuentes
al método axiomático Alejandro Cassini nació en la ciudad de
gaciones versan sobre el uso de modelos Buenos Aires en 1959. Se doctoró en Fi-
la modernidad, Descartes y Spinoza lleva- históricas esenciales de la axiomática losofía en la Universidad de Buenos Aires
en las ciencias fácticas y sobre la filoso-
ron a su culminación la idea de practicar antigua y moderna. El libro comienza con en 1990. Durante los años 1998 y 1999
fía de la experimentación y la medición
en la física y la cosmología. También se la metafísica al modo de los geómetras. una introducción esquemática a la historia realizó estudios posdoctorales en la Uni-
ocupa de la historia de la ciencia, en par- Por su parte, Pascal y Leibniz soñaron del método axiomático. Presenta, luego, versidad de Columbia en Nueva York. Re-
ticular de la obra de Einstein. con un sistema axiomático universal, ca- una exposición amplia y sistemática de tornó a esa universidad en 2000 y 2001,

EL JUEGO DE LOS PRINCIPIOS


paz de demostrarlo todo. Mientras tanto, la estructura y las propiedades de los y allí dictó varias conferencias y partici-
Galileo inició la nueva mecánica inercial sistemas axiomáticos formales que se pó en diversos cursos y seminarios.
con un intento de axiomatización que ilustra con numerosos ejemplos. Final- En 1985 se inició como becario del Con-
OTROS TÍTULOS DE ESTA SERIE Newton, en sus Principia, desarrolló con mente, hace un análisis epistemológico y sejo Nacional de Investigaciones Científi-
todos su detalles técnicos. Simultánea- filosófico del alcance y de los límites del cas y Técnicas de la Argentina. En 1992 in-
Las desventuras del conocimiento científico
Una introducción a la epistemología mente, muchos políticos y moralistas mo- método axiomático. Incluye también una gresó a la Carrera de Investigador de dicha
Gregorio Klimovsky dernos acariciaban la quimera de lograr bibliografía sumamente completa y ac- institución, donde actualmente se desem-
De las tortugas a las estrellas un saber práctico que alcanzara el rigor tualizada sobre el tema. En su conjunto, peña como Investigador Independiente.
Una introducción a la ciencia axiomático. resulta la obra más comprensiva acerca Ha enseñado Historia de la Ciencia y Filo-
Leonardo Moledo Una de las razones esenciales de esta del método axiomático disponible en sofía de la Ciencia en la Facultad de Fi-
Noticias del planeta Tierra fascinación por el método axiomático era lengua española, la cual en esta segunda losofía y Letras de la Universidad de Bue-
Galileo Galilei y la revolución científica la promesa de un conocimiento necesa- edición presenta numerosas correcciones nos Aires desde 1995. En la actualidad
Guillermo Boido
rio, dotado de certeza absoluta, acerca del y adiciones. Interesará por igual a cien- es Profesor Adjunto Regular del Departa-
La inexplicable sociedad mundo real. Esta ilusión perduró hasta tíficos, filósofos e historiadores, así como mento de Filosofía de esa Facultad. Fue
Cuestiones de epistemología
el siglo XIX, pero con el surgimiento de a todo aquél que quiera conocer el desa- Director de dicho Departamento entre los
de las ciencias sociales años 2009 y 2011. Allí dicta regularmente
Gregorio Klimovsky - Cecilia Hidalgo las geometrías no euclídeas entró en rrollo y el estado actual de esta parte ejem-
cursos y seminarios especializados, tanto
Los partidos políticos crisis. De esta crisis surgió una concep- plar de la cultura universal.
de grado como de posgrado.
Teoría y análisis comparativo Fue uno de los miembros fundadores de
Torcuato S. Di Tella
la Revista de Filosofía de Buenos Aires en
Las desventuras del conocimiento matemático Serie 1986 y participó de su Comité de Direc-
Filosofía de la matemática: una introducción
Gregorio Klimovsky - Guillermo Boido La ciencia y la gente ción hasta 1998. Desde ese año es miem-
bro del Comité Editorial de la Revista
Mis diversas existencias
Apuntes para una autobiografía
Gregorio Klimovsky 027-0009 (Pasa a solapa de contratapa.)
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El juego
de los principios
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Alejandro Cassini

El juego
de los principios
Una introducción al método axiomático

Prólogo de Gregorio Klimovsky


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La reproducción total o parcial de este libro –en forma textual o modificada,


por fotocopiado, medios informáticos o cualquier otro procedimiento–
sin el permiso previo por escrito de la editorial viola derechos reservados,
es ilegal y constituye delito.

1.ª edición: julio de 2007


2.ª edición: junio de 2013

© A-Z editora S.A.


Paraguay 2351 (C1121ABK)
Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Argentina
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Fax: (011) 4961-0089
Correo electrónico: az@az.com.ar

www.az.com.ar

Cassini, Alejandro
El juego de los principios : una introducción al método
axiomático. - 2a ed. - Buenos Aires : AZ, 2012.
220 p. ; 24x17 cm.

ISBN 978-987-35-0042-8

1. Enseñanza Universitaria. I. Título


CDD 378
A-Z, la editorial argentina
orgullosa de ser Marca País.

Fecha de catalogación: 13/08/2012


Libro de edición argentina
Hecho el depósito de la ley 11.723
Derechos reservados
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Índice general

Lista de símbolos - 7.

Prólogo - 9.
Introducción a la primera edición - 13.
Introducción a la segunda edición - 17.

Capítulo 1. Breve historia del método axiomático - 19.


1.1 Introducción - 19.
1.2 La axiomática antigua - 19.
1.3 La axiomática moderna - 29.

Capítulo 2. La estructura de un sistema axiomático - 55.


2.1 ¿Qué es un sistema axiomático? - 55.
2.2 Elementos de un sistema axiomático - 57.
2.3 Ejemplo de un sistema axiomático - 62.
2.4 Sistemas equivalentes - 69.
2.5 Lógica de primer orden - 70.
2.6 Teorías de primer orden - 73.

Capítulo 3. La interpretación de un sistema axiomático - 81.


3.1 Introducción - 81.
3.2 Los conceptos de interpretación y modelo - 82.
3.3 Interpretaciones y modelos de la teoría de grupos - 85.
3.4 Interpretaciones y modelos de la teoría de los anillos - 89.
3.5 Estructuras y modelos - 91.

Capítulo 4. Las propiedades de un sistema axiomático - 95.


4.1 Propiedades de los sistemas axiomáticos en general - 95.
4.2 Propiedades de las teorías formales de primer orden - 112.

Capítulo 5. Teorías axiomatizadas - 117.


5.1 Introducción - 117.
5.2 La teoría de conjuntos - 118.
5.3 La topología general - 127.

5
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EL JUEGO DE LOS PRINCIPIOS

5.4 La teoría de la probabilidad - 134.


5.5 La teoría de la medición - 143.

Capítulo 6. Ventajas y dificultades del método axiomático - 153.


6.1 Introducción - 153.
6.2 Ventajas generales de la axiomática - 154.
6.3 Dificultades generales de la axiomática - 160.
6.4 El método axiomático en las ciencias formales - 162.
6.5 El método axiomático en las ciencias naturales y sociales - 165.
6.6 Pensamiento axiomático, intuición y certeza - 170.

Apéndice 1. Las pruebas de consistencia - 175.

Apéndice 2. Axiomas y sistemas axiomáticos: de Aristóteles a Kolmogorov - 183.


2.1 Los tres axiomas de Aristóteles - 183.
2.2 El sistema de Euclides - 184.
2.3 Los axiomas de Arquímedes para la estática - 186.
2.4 La astronomía axiomática de Aristarco - 186.
2.5 La estática de Jordano de Nemora - 187.
2.6 La aritmética axiomática de Jordano de Nemora - 188.
2.7 Los axiomas de la mecánica en Galileo - 189.
2.8 Las leyes del movimiento en Newton - 190.
2.9 La óptica de Newton - 191.
2.10 Los axiomas de Frege para la lógica de primer orden - 193.
2.11 Los axiomas de Peano para la aritmética - 193.
2.12 La axiomática de Hilbert para la geometría euclídea - 194.
2.13 Los axiomas de Huntington para la teoría de las magnitudes continuas - 197.
2.14 Los axiomas de Zermelo para la teoría de conjuntos - 198.
2.15 La topología general de Hausdorff - 199.
2.16 La lógica intuicionista - 199.
2.17 La lógica modal - 201.
2.18 Los axiomas de Kolmogorov para la teoría de la probabilidad - 203.

Apéndice 3. El concepto de función - 205.

Bibliografía - 209.

6
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Lista de símbolos

Lógica Conjuntos

¬ Negación {x: ϕ(x)} Abstracción de conjuntos


& Conjunción ∈ Pertenencia
v Disyunción ∉ No pertenencia
→ Condicional ∅ Conjunto vacío
↔ Bicondicional U Clase universal
∀ Cuantificador universal ⊆ Inclusión
∃ Cuantificador existencial ⊂ Inclusión propia
= Identidad ∪ Unión
≠ Diferencia ∩ Intersección
l– Deducibilidad ~ Complemento
℘A
〈x, y〉
|= Consecuencia lógica Conjunto potencia
⁄ Conclusión Par ordenado

Las definiciones van precedidas por el símbolo ◊, y los metateoremas por el sím-
bolo . El final de una demostración se indica con el símbolo .
Cuando se yuxtaponen varios cuantificadores del mismo tipo escribo de manera
abreviada ∀(xyz...) en vez de ∀x ∀y ∀z..., y ∃(xyz...) en vez de ∃x ∃y ∃z...
Otras variantes de la notación y definiciones de los principales conceptos de la
lógica y la teoría de conjuntos pueden encontrarse en el breve diccionario de De-
tlefsen, McCarty y Bacon (1999). La obra de Mosterín y Torretti (2010) es más am-
plia y también incluye conceptos matemáticos. Todos los términos matemáticos o ló-
gicos empleados en este libro también se hallan definidos, de manera breve pero
precisa, en el diccionario de matemáticas de Borowski y Borwein (2006).

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Prólogo

os antiguos filósofos y matemáticos griegos advirtieron que en la mate-

L mática había algo especial que la diferenciaba de las demás ciencias. En


tanto estas últimas se fundamentaban en la experiencia y brindaban un
conocimiento aproximado y cambiante, la matemática ofrecía información nítida,
eterna y absoluta. Uno de los primeros resultados de la investigación matemáti-
ca (obtenido por Tales de Mileto a comienzos del siglo VI A.C.) establecía que
un diámetro divide a un círculo en dos partes iguales. Si el método matemático
fuera igual al de las demás ciencias, lo que en realidad se habría establecido es
que “tomando un objeto lo más circular posible y un trazo lo más aproximado
que se pudiera a un diámetro, el objeto quedaría dividido en dos partes casi
iguales”. Pero eso no era lo que afirmaba el matemático, que mencionaba círcu-
los perfectos, diámetros exactos y partes nítidamente iguales, con la idea de
que sobre eso no podría haber cambios y su validez sería eterna.
¿Cuál era la razón por la que el matemático poseía esa perfección? ¿Qué mé-
todo permitía obtener conocimiento con tales características óptimas? Las res-
puestas fueron muchas y muy diversas, dependiendo de las convicciones filosó-
ficas de cada pensador que reflexionara sobre esta cuestión.
Para Aristóteles (siglo IV A.C.) existían dos fuentes para la obtención de es-
te tipo de conocimiento. La primera era de naturaleza lógica y relacionada con
la idea de deducción. Como se sabe, un razonamiento es un salto que va de
ciertas premisas a una conclusión. Si el razonamiento es correcto, su estructu-
ra es tal que garantiza la transmisión de la verdad de las premisas a la conclu-
sión. Dicho de otro modo, debe quedar garantizado que si todas los premisas
son verdaderas, la conclusión es verdadera. Adviértase que no se afirma que las
premisas sean verdaderas, sino que si lo son, la conclusión debe serlo tam-
bién. Un razonamiento correcto suele denominarse una deducción (de las pre-
misas a la conclusión). De acuerdo con esto, una manera de obtener una ver-
dad matemática es deduciéndola de verdades ya obtenidas. Esta es una metodo-
logía típica de la matemática, y es por ello que se dice que ésta es una ciencia
deductiva.
Sin embargo, esto no basta para obtener todas las verdades matemáticas.
Aristóteles percibió claramente que si dispusiéramos únicamente de la deduc-
ción, se produciría un regreso al infinito. Pues tendríamos el problema de saber
que las premisas son verdaderas, para lo cual deberíamos haberlas deducido de
otras premisas ya conocidadas como verdaderas, y así repetidamente. Para que

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EL JUEGO DE LOS PRINCIPIOS

no se produzca este regreso al infinito, deberían existir premisas cuya verdad


se conociera de manera no deductiva. Y esta es la segunda fuente del conoci-
miento matemático. Se trataría de encontrar afirmaciones que por su simplicidad
y obviedad pudieran considerarse evidentes. Estas son las que tomaríamos al co-
mienzo. A partir de ellas, por medio de diferentes etapas deductivas, obtendría-
mos las restantes verdades matemáticas.
La metodología pertinente, según Aristóteles, consiste, entonces, en partir de
los principios (las afirmaciones evidentes) y luego deducir las demás afirmacio-
nes, que serían los teoremas. El razonamiento complejo que lleva de los princi-
pios a los teoremas se llama una demostración. Aristóteles cree, además, que
esta metodología es válida para cualquier ciencia, la que estructurada de este
modo se llama “ciencia demostrativa”. Actualmente, diríamos que estamos ante
un “sistema axiomático clásico” y el método en cuestión sería el “método axio-
mático clásico”. Cuando se habla de este modo es porque la costumbre nos ha
habituado a llamar axiomas a los principios (Aristóteles no usa “axioma” en es-
te sentido general).
El método aristotélico se consideró paradigmático durante más de dos mile-
nios. Pero ya durante el siglo XIX se hizo claro que este procedimiento no ga-
rantizaba la obtención de conocimiento científico. La dificultad estaba en la con-
dición de “evidencia” para aceptar los principios. La evidencia es un fenómeno
psicológico que no asegura la verdad y puede con frecuencia llevar al error. Un
cambio prudente fue que para los principios se exigiera únicamente que fueran
buenas hipótesis. De este modo, al menos para las ciencias fácticas o empíricas,
el método se transformó en “hipotético-deductivo”, y los “sistemas axiomáticos
clásicos” cedieron su lugar a los “sistemas hipotético-deductivos”.
Pero si bien esta estrategia fue muy oportuna para la física, la química y, en
general, para las ciencias naturales, era claro que no podía utilizarse en el cam-
po de la matemática, donde las afirmaciones (principios y teoremas) no pueden
ser hipótesis. En la primera mitad del siglo XIX, cuando se descubrieron las
geometrías no euclídeas, la aparición de la noción de “sistema axiomático for-
mal” proporcionó una nueva visión de la naturaleza del lenguaje matemático y
de la metodología correspondiente. Se trata de entidades pertenecientes a la ló-
gica aplicada cuyas aplicaciones a las investigaciones contemporáneas son tan
importantes que justifican el esfuerzo de examinar con detalle su compleja es-
tructura y sus múltiples usos.
No abundan en lengua española los libros dedicados al análisis y discusión
del método axiomático formal. Alejandro Cassini ha querido proporcionarnos un
libro de texto sistemático que sirva, a la vez, como introducción a la historia de
esta metodología. Nos ofrece numerosos ejemplos de sistemas de este tipo, pa-

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PRÓ́LOGO

ra que se pueda apreciar su utilidad en la matemática moderna, y, además, la


discusión de diversas cuestiones lógicas y epistemológicas planteadas por este
método.
Tenemos que agradecer a Cassini haber logrado una exposición de muy alta
calidad y de alto valor informativo acerca de la estructura y de las propiedades
de los sistemas axiomáticos formales. Su lectura ubicará al lector de un modo
claro y completo en el espíritu del estado actual de la ciencia. No cabe duda de
que este libro se transformará en poco tiempo en un clásico sobre el tema.

Gregorio Klimovsky
Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires

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Introducción a la primera edición

ste libro es el producto de una necesidad pedagógica. Hay muy pocos

E libros específicos dedicados al método axiomático, no sólo en español,


sino en cualquier otra lengua, que traten el tema a un nivel relativa-
mente introductorio, pero de manera completa y detallada. Resulta difícil, por
consiguiente, encontrar un texto adecuado para un curso dirigido a estudiantes
universitarios que se encuentran en los primeros años de su carrera. He escri-
to este trabajo pensando especialmente en estudiantes de filosofía y de humani-
dades que asisten a cursos o seminarios de lógica, de epistemología o de filo-
sofía de la ciencia. He presupuesto por parte del potencial lector un conocimien-
to elemental del lenguaje de la lógica de primer orden y de la teoría intuitiva
de conjuntos. No obstante, todos los temas tratados se explican desde el princi-
pio, por lo que cualquier persona interesada con alguna aptitud para el pensa-
miento formal podrá seguir el núcleo de la exposición sin mayores obstáculos.
He mantenido de manera deliberada algunas repeticiones con el fin de facilitar
la asimilación de ciertas ideas claves. Esta obra no se propone reemplazar a nin-
gún tratado o manual de lógica, sino complementar los libros de texto usuales,
que generalmente dedican poco espacio al método axiomático. También puede
utilizarse como texto principal o secundario en un curso de filosofía de la ma-
temática. Espero, además, que resulte interesante para todos aquellos que gus-
tan de la matemática y de las ciencias en general.
En la presentación de los temas he tratado de lograr un balance entre los
elementos históricos, la formulación de sistemas formales lógico-matemáticos y
las reflexiones filosóficas o epistemológicas sobre el método axiomático. Tam-
bién he procurado equilibrar el rigor formal con la exposición informal, pero no
me propuse alcanzar el grado de precisión propio del lógico o el matemático
profesional. He comentado con cierta extensión las propiedades metateóricas de
los sistemas formales axiomatizados, pero no he brindado las correspondientes
demostraciones, que en general son extensas o difíciles y caen fuera de los ob-
jetivos de un libro introductorio como éste. En cambio, he ofrecido numerosos
ejemplos de sistemas axiomáticos, casi siempre, aunque no exclusivamente, de
primer orden; entre otros, de lógica proposicional y cuantificacional, teoría de
grupos y anillos, álgebra de Boole, aritmética de los números naturales, geome-
tría euclídea, teoría de la probabilidad, teoría de conjuntos y muchos otros.
También he dado varios ejemplos de demostraciones de teoremas en algunos
de estos sistemas. Por último, he traducido numerosos sistemas axiomáticos

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EL JUEGO DE LOS PRINCIPIOS

que tienen interés histórico como representativos de las diversas etapas en el


desarrollo del método axiomático. Al final de cada capítulo he incluido breves
comentarios sobre lecturas ulteriores que remiten a la bibliografía final. En di-
cha bibliografía, que ya es bastante extensa, sólo presento obras generales y co-
lecciones de artículos, pero, salvo excepciones, no incluyo artículos especializa-
dos ni fuentes históricas anteriores al siglo XX. Muchos de los libros allí cita-
dos tienen un carácter más avanzado que el de esta obra. En ellos pueden en-
contrarse otras referencias bibliográficas más especializadas. He tratado de to-
mar en cuenta la bibliografía sobre el tema escrita originalmente en lengua es-
pañola. Sólo he incluido referencias a traducciones en los casos en los que las
he utilizado. Las citas de las fuentes traducidas en el Capítulo 1 y en el Apén-
dice 2 se indican de manera completa en el lugar correspondiente.
Los contenidos del libro son los siguientes. En el Capítulo 1 hago una bre-
ve síntesis de la historia del método axiomático, necesariamente esquemática y
simplificada, que se complementa con los textos presentados en el Apéndice 2.
En el Capítulo 2 analizo la estructura sintáctica de los sistemas axiomáticos for-
males y presento varios ejemplos de sistemas de primer orden y de demostra-
ciones de teoremas dentro de estos sistemas. En el Capítulo 3 introduzco los
elementos esenciales de la semántica de los sistemas formales y los ejemplifi-
co con sistemas axiomáticos de álgebra elemental. El parágrafo final de este ca-
pítulo contiene algunas nociones más precisas de teoría de modelos, pero esta
exposición dista mucho de ser exhaustiva y no pretende reemplazar a un texto
de esta disciplina. En el Capítulo 4 analizo las propiedades metateóricas de los
sistemas axiomáticos y enuncio las principales relaciones que existen entre es-
tas propiedades. La presentación de este tema es fundamentalmente informal y
no desarrolla cada una de las pruebas metateóricas. En el Capítulo 5 presento
cuatro teorías matemáticas axiomatizadas y las analizo con mayor detalle que
los ejemplos de los capítulos anteriores. Estas son la teoría de conjuntos, la to-
pología general, la teoría de la probabilidad y la teoría de la medición. Este ca-
pítulo tiene un carácter un poco más técnico que los restantes del libro y, en
una primera lectura, puede omitirse sin pérdida de continuidad. Finalmente, en
el Capítulo 6 ofrezco algunas reflexiones epistemológicas sobre las ventajas y
desventajas del método axiomático en las ciencias formales, sobre sus posibles
aplicaciones al campo de las ciencias empíricas y sobre los límites del pensa-
miento axiomático en general. En el Apéndice 1 analizo con algún detalle el te-
ma de las pruebas de consistencia, aunque no brindo ejemplos completos de es-
ta clase de pruebas, que deben buscarse en obras más especializadas. En el
Apéndice 2 traduzco las bases axiomáticas de varios sistemas antiguos y moder-
nos que tienen interés histórico. En el Apéndice 3 caracterizo el concepto de
función, que es el único concepto matemático presupuesto en el texto. En su

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INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA EDICIÓN

conjunto, estos capítulos y apéndices ofrecen una síntesis histórica y sistemáti-


ca sobre el método axiomático. El lector que sólo esté interesado en los aspec-
tos históricos puede leer el Capítulo 1 y el Apéndice 2. El que desee entrar di-
rectamente en la axiomática formal moderna puede empezar por el Capítulo 2 y
continuar hasta el Apéndice 1.
Al escribir este texto he contraído numerosas deudas intelectuales. La ma-
yor es con Gregorio Klimovsky, de quien aprendí mucho sobre el método axio-
mático, aunque probablemente él no suscribiría todas mis afirmaciones. Estoy
especialmente agradecido a Roberto Torretti, que leyó una versión anterior de
este libro y me envió por escrito extensos comentarios críticos. Sus observacio-
nes me permitieron no sólo corregir varios errores o imprecisiones conceptua-
les, sino también mejorar la presentación de diversos temas. Por su parte, el
propio Klimovsky leyó la versión final del manuscrito y me ayudó a corregir de-
talles técnicos y eliminar imprecisiones en algunas definiciones. Por ello tam-
bién le estoy muy agradecido. El profesor Edward Grant, de la Universidad de
Indiana, respondió amablemente a mi pedido de informaciones sobre los textos
de Jordano de Nemora que traduzco en el Apéndice 2. Newton C. A. Da Costa
y Jesús Mosterín colaboraron involuntariamente con esta obra enviándome, a lo
largo de los años, muchos de sus trabajos. También me he beneficiado de con-
versaciones sostenidas en diferentes momentos de la preparación de este libro
con mis colegas de la Universidad de Buenos Aires Javier Legris y Alberto Mo-
retti. Varias estadías en la Universidad de Columbia en Nueva York, entre los
años 1999 y 2001, me permitieron el acceso a gran parte de la bibliografía aquí
empleada y me proporcionaron el tiempo libre y la tranquilidad necesaria para
redactar una buena porción de este trabajo. Desde entonces lo he revisado va-
rias veces agregándole nuevos ejemplos y referencias actualizadas. Durante to-
do ese tiempo tuve el respaldo decisivo del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas de la Argentina, sin el cual difícilmente podría haber con-
cluido este libro. A Eleonora Cresto le debo no sólo la discusión de muchos de-
talles técnicos, sino también el apoyo necesario para llevar a cabo toda la tarea
que demandó esta obra desde sus modestos orígenes como borrador. Finalmen-
te, quiero agradecer a Eduardo Barrio que me alentó a publicarlo. Por supues-
to, yo soy el único responsable de los errores que haya en el texto. En todo
momento tuve presente que quería escribir el tipo de libro sobre el método
axiomático que me hubiera gustado leer y nunca pude encontrar. Espero que
los lectores disfruten al leerlo.

Alejandro Cassini
Buenos Aires, julio de 2007

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Introducción a la segunda edición

a primera edición de este libro se agotó en poco menos de tres años.

L Me complace saber que se lo ha utilizado en diversos cursos universi-


tarios para filósofos y humanistas, ya que esa era su finalidad principal.
Desde el momento mismo de su aparición fui consciente de que necesitaba
revisiones y correcciones, en algunos casos importantes. Tuve, además, la
suerte de recibir extensos comentarios, críticas y sugerencias de filósofos, lógi-
cos y matemáticos que me estimularon y me hicieron reflexionar sobre muchos
temas. No he podido incorporarlas todas en esta nueva edición, ya que en
algunos casos exceden el nivel técnico de la obra o el espacio asignado a cada
tema, pero las agradezco sinceramente. La lista de personas que contribuyeron
con sus observaciones y discusiones orales o escritas es demasiado larga como
para exponerla aquí y, si lo hiciera, seguramente, cometería alguna omisión
involuntaria. Quiero, sin embargo, agradecer explícitamente la ayuda que me
brindaron Eleonora Cresto, Hernán González, Javier Legris y Diego López
Rosende en la revisión del manuscrito y la preparación de las correcciones
incorporadas.
En esta segunda edición revisada he mantenido la estructura original del
libro, sin agregar capítulos nuevos. He corregido todas las erratas detectadas y
he reescrito numerosos párrafos de todos los capítulos con el fin tanto de eli-
minar errores e imprecisiones como de expresar más claramente algunas ideas
y conceptos. He actualizado la bibliografía y he agregado al Apéndice 2 un pará-
grafo nuevo, dedicado a la lógica modal, y he ampliado el parágrafo dedicado a
la lógica intuicionista. También he suprimido algunos pasajes que me parecían
redundantes o inadecuados a lo largo de toda la obra. Entre los cambios más
importantes que presenta esta edición se cuentan los siguientes: he revisado y
reescrito, y en algunos casos ampliado considerablemente, los párrafos dedica-
dos a las paradojas de Russell y de Cantor, a los teoremas de Gödel y de
Löwenheim y Skolem, a la lógica intuicionista, al axioma de elección de la teo-
ría de conjuntos, a la teoría de la probabilidad y a la extensión y revisión de

cuencia demostrativa, de decidibilidad formal y de κ-categoricidad, que no apa-


teorías. Finalmente, he agregado una explicación de los conceptos de conse-

recían en la primera edición.


La obra conserva su carácter introductorio y su enfoque clásico, esto es, pri-
vilegia a las teorías de primer orden formuladas en el marco de la lógica cuan-
tificacional clásica. Creo que el conocimiento de este terreno tradicional y ya

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EL JUEGO DE LOS PRINCIPIOS

bien explorado es una condición indispensable para aventurarse en regiones


menos conocidas, como las teorías de segundo orden o las lógicas no clásicas.
No se sigue de ello, sin embargo, que considere que la lógica clásica de primer
orden sea la única posible, ni tampoco que sea suficiente para la formulación
axiomática de todas las teorías matemáticas o empíricas. Seguramente, el cono-
cimiento científico es demasiado amplio y complejo como para expresarlo
mediante una sola lógica.
Al volver a leer el propio trabajo luego de algún tiempo se siente la tenta-
ción de reescribirlo completamente, pero no siempre resulta factible o conve-
niente hacerlo, pues el resultado no sería una edición revisada, sino un nuevo
libro. Por otra parte, la experiencia indica que no es posible satisfacer simultá-
neamente las expectativas de todos los posibles lectores interesados en un
mismo tema general, ya que ellas resultan frecuentemente incompatibles entre
sí. En cualquier caso, es seguro que esta edición contiene algunos errores
menos que la primera. Los que subsisten son, por supuesto, de mi entera res-
ponsabilidad.
En abril de 2009, precisamente cuando comenzaba a preparar las primeras
revisiones y correcciones para esta edición, se produjo el fallecimiento de
Gregorio Klimovsky, quien me hizo el honor de escribir el prólogo para la pri-
mera edición de mi libro. A él dedico, entonces, esta segunda edición.

Alejandro Cassini
Buenos Aires, junio de 2013

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Breve historia
1 del método axiomático

1.1 Introducción
a historia del método axiomático se extiende desde la antigua Grecia del

L siglo IV A.C. hasta nuestros días. El relato de este largo proceso, que
presenta rupturas significativas pero también continuidades sorprenden-
tes, constituye el tema de todo un libro. Aquí sólo ofreceremos una introducción
histórica con el fin de señalar las principales etapas que llevaron a la construc-
ción del método axiomático formal tal como se practica en la actualidad. La ex-
posición es deliberadamente retrospectiva y nos servirá para introducir de ma-
nera informal los componentes de un sistema axiomático, que luego se estudian
con más detalle en los capítulos posteriores.

1.2 La axiomática antigua


Aristóteles
Las ideas esenciales del método axiomático surgieron en el seno de la civi-
lización griega, asociadas a los problemas suscitados por el concepto de demos-
tración, especialmente en las ciencias matemáticas. Desde los tiempos de los an-
tiguos griegos se consideró que el conocimiento demostrado era el saber más
seguro. Pero, ¿qué es una demostración? Esta es una pregunta para la cual to-
davía no tenemos una respuesta unánime y definitiva. Los griegos tuvieron el
mérito de planteársela por primera vez y de sugerir una respuesta que reinó en
el pensamiento occidental por más de dos milenios. La demostración de un
enunciado o proposición consiste en deducirlo de otros enunciados cuya verdad
se conoce previamente. Dado que las inferencias deductivas preservan la verdad
de las premisas y la transmiten a la conclusión, las proposiciones deducidas de
proposiciones verdaderas, si han sido correctamente deducidas, necesariamente
resultarán también verdaderas. Esta idea de demostración tuvo su origen en la
matemática griega, especialmente en la práctica de las pruebas geométricas, pero
fue Aristóteles, en el siglo IV A.C., el primero en expresarla claramente y pre-
sentarla de un modo sistemático. Aristóteles descubrió, además, el hecho funda-
mental de que las inferencias deductivas correctas preservan la verdad de las

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

premisas en razón de la mera forma o estructura de la inferencia. Con ello ini-


ció el estudio de la lógica formal.
El primer problema que plantea la idea griega de demostración es, sin du-
da, el de distinguir entre las inferencias deductivas correctas e incorrectas. Pla-
tón y su escuela se ocuparon de analizar diferentes tipos de argumentos y cla-
sificarlos según su corrección o incorrección. Pero sólo Aristóteles construyó la
primera teoría general de las inferencias formalmente válidas. En su obra Pri-
meros analíticos (aproximadamente 340 A.C.) estudió detenidamente una clase
de inferencias deductivas, que hoy llamamos silogismos, y consiguió determinar
claramente la forma de las inferencias que preservaban la verdad de las premi-
sas. Además, mostró cuáles eran las formas inválidas de silogismos mediante el
método de los contraejemplos. Este consistía en probar que una forma de silo-
gismo era inválida construyendo un ejemplo de esa forma que tuviera premisas
verdaderas y conclusión falsa. De esta manera, se descartan una a una las for-
mas de silogismo que no garantizan la transmisión de la verdad de las premi-
sas a la conclusión. Las formas aceptadas son aquellas que no tienen contrae-
jemplos, es decir, aquellas para las cuales no es posible construir un razona-
miento que tenga premisas verdaderas y conclusión falsa. ¿Pero cómo podemos
saber que esas reglas de inferencia realmente no tienen contraejemplos o no los
tendrán en el futuro? Aristóteles nada dice al respecto. Y, en sentido estricto,
todavía no lo sabemos, ya que el problema de la justificación de las reglas de
inferencia es una cuestión abierta en nuestros días.
La segunda dificultad de la idea griega de demostración aparece cuando se
pretende que todo conocimiento sea demostrado. En su obra Segundos analíti-
cos (aproximadamente 330 A.C.) Aristóteles se ocupó con todo detalle de este
problema, que perturbaba a sus antecesores y contemporáneos. Como vimos, la
demostración de un enunciado consiste en deducirlo de otros enunciados pre-
viamente conocidos como verdaderos, que operan como premisas de la demos-
tración. Sin embargo, también se puede pedir una demostración de esas premi-
sas, para lo cual será necesario deducirlas de otros enunciados. Es evidente,
pensaba Aristóteles, que este procedimiento no puede seguir indefinidamente,
pues nos conduce a una regresión al infinito en las demostraciones, formándo-
se una cadena deductiva que no tiene comienzo. Esta situación le pareció ina-
ceptable porque dejaba a toda la secuencia de demostraciones sin un fundamen-
to último y seguro. Pero hay otras posibilidades. Una de ellas consiste en de-
mostrar todos los enunciados deduciéndolos de sí mismos. Aristóteles la llama
demostración recíproca y la descarta rápidamente porque la considera trivial.
Por cierto, no es objetable desde un punto de vista puramente lógico (por el
contrario, actualmente consideramos que el hecho de que todo enunciado se
deduce de sí mismo es una propiedad esencial de la relación de consecuencia
lógica). Pero sí es epistemológicamente trivial, porque una demostración exige

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LA AXIOMÁ́TICA ANTIGUA: ARISTÓ́TELES

partir de premisas conocidas como verdaderas, de modo que para probar de-
ductivamente la verdad de cada enunciado ya deberíamos conocerla de antema-
no. La tercera posibilidad consiste en aceptar demostraciones circulares (pero
no recíprocas), donde las premisas de ciertas demostraciones aparecen como
conclusiones de otras y viceversa. Se forman así cadenas deductivas finitas pe-
ro cerradas. Aristóteles considera que esto implica un círculo vicioso inadmisi-
ble, que nuevamente dejaría sin fundamento, y por tanto sin una razón, a toda
la secuencia de demostraciones.
La última posibilidad que Aristóteles analiza es la que dará origen a la idea
de pensamiento axiomático. Aristóteles pensó que era posible evitar el escepti-
cismo respecto de la demostración aceptando que no todo conocimiento es de-
mostrativo. Toda secuencia de demostraciones debe ser finita y terminar en al-
gún momento en un conjunto de enunciados fundamentales que no se conocen
por medio de demostración. Aristóteles los llamó principios, o mejor primeros
principios, y los consideró no meramente como enunciados no demostrados, sino
en sí mismos indemostrables. Los concibió como verdades necesarias que no
pueden ser demostradas. Nunca afirmó explícitamente que fueran verdades evi-
dentes, pero ya los comentadores griegos tardíos lo interpretaron de esa mane-
ra, y la idea de que los principios son evidentes se convirtió en un lugar común
del aristotelismo medieval y así pasó a la Modernidad. Aristóteles no resolvió
claramente el problema de cómo se conocen los principios indemostrables, pe-
ro dejó indicaciones muy escuetas de que se trata de un proceso en el que in-
tervienen tanto la generalización inductiva a partir de casos de percepción como
la intuición intelectual de los conceptos universales. Los principios son verdades
que naturalmente se conocen por sí mismas y, como tales, son el objeto de una
forma de conocimiento superior a la ciencia, que Aristóteles llamó nous o intui-
ción intelectual. A partir de estas ideas se forjó la concepción tradicional según
la cual los principios de un sistema axiomático son verdades autoevidentes.
Se puede considerar a Aristóteles como el padre fundador del método axio-
mático porque fue él quien presentó por primera vez la idea de sistematización
deductiva de una teoría tomando como punto de partida un conjunto reducido
de principios, de los cuales se infieren los restantes enunciados de la teoría. Los
Segundos analíticos contienen un análisis verdaderamente detallado, aunque no
siempre claro, del concepto aristotélico de demostración científica y de las con-
diciones requeridas para la organización deductiva de una teoría. Aristóteles no
llamó axiomas a todos los principios de una teoría, sino únicamente a aquellos
que son comunes a todas las ciencias, como los principios lógicos de no contra-
dicción y de tercero excluido, o el principio que afirma que “si de iguales se
sustraen iguales, los restos son iguales” (Véase el Apéndice 2.1). A los princi-
pios específicos de cada ciencia particular los denominó principios propios, y
los concibió como definiciones reales o esenciales acerca de las entidades que

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

cada ciencia toma como objeto de estudio. Cada ciencia particular se refiere, en
efecto, a un determinado género de entidades reales. Actualmente no hacemos
esta distinción y llamamos genéricamente axiomas a todos los enunciados que
se aceptan sin demostración y constituyen el punto de partida de las demostra-
ciones en una teoría determinada.
Una teoría científica, según Aristóteles, es una estructura ordenada deducti-
vamente formada por los principios o verdades indemostrables y por todos los
enunciados deducidos válidamente de tales principios. Esto último supone que
se han codificado las reglas de inferencia que permiten realizar deducciones vá-
lidas a partir de los principios. Aristóteles creó para ello su teoría del silogismo,
que constituye un fragmento pequeño, pero perfectamente válido, de la parte de
la lógica formal básica que hoy denominamos lógica cuantificacional. Conse-
cuentemente, exigió que todas las demostraciones científicas tuvieran la forma
lógica de un silogismo, más precisamente de uno de la primera figura, el llama-
do Barbara, al que consideraba el silogismo más perfecto. Desde el punto de
vista actual, esta idea constituye una seria limitación, ya que la teoría silogísti-
ca resulta insuficiente como herramienta lógica para construir un sistema axio-
mático. Dejando de lado este defecto, podemos advertir que el modelo ideal de
ciencia que Aristóteles propone contiene tres elementos esenciales del método
axiomático, que hoy denominamos, respectivamente, axiomas, teoremas, y reglas
de transformación. Los axiomas corresponden a los primeros principios aristoté-
licos, que él concibió como enunciados necesariamente verdaderos y en sí mis-
mos indemostrables. Los teoremas, por su parte, corresponden a los enuncia-
dos demostrados mediante deducciones que toman a los principios como premi-
sas. Finalmente, la teoría del silogismo proporciona las reglas de transforma-
ción, es decir, las reglas de inferencia que permiten deducir los teoremas de
los axiomas.
Como veremos más adelante, hay otros elementos esenciales de un sistema
axiomático que no aparecen en el modelo aristotélico de ciencia, por lo que no
puede decirse que Aristóteles haya presentado de modo completo una teoría del
método axiomático. No obstante, Aristóteles también tuvo la intuición, aunque
no la formuló precisamente, de otra idea fundamental del pensamiento axiomá-
tico. Este es el concepto de clausura deductiva de una teoría, según el cual, en
una teoría axiomática todos los enunciados deducibles de los axiomas pertene-
cen a la teoría. Adviértase, sin embargo, que si definimos a una teoría axiomá-
tica como el conjunto de todos los enunciados deducibles de los axiomas, esto
excluye a los propios axiomas de la teoría dentro del modelo aristotélico. La ra-
zón de ello se encuentra en la teoría del silogismo, ya que silogísticamente no
es posible deducir un enunciado de sí mismo (en un silogismo ningún enuncia-
do puede aparecer a la vez como premisa y como conclusión). Por consiguien-
te, ningún axioma se deduce de sí mismo. Esta es una de las limitaciones del

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LA AXIOMÁ́TICA ANTIGUA: EUCLIDES

silogismo como herramienta lógica para un sistema deductivo. Para ser más
precisos, debemos caracterizar a una ciencia aristotélica como la unión de dos
conjuntos de enunciados: el de los principios y el de todas las consecuencias ló-
gicas que mediante un silogismo en Barbara se obtienen de los principios.

Euclides
Aristóteles representa el comienzo del pensamiento axiomático porque pro-
porciona una teoría de la ciencia que contiene algunos de los elementos esen-
ciales del método axiomático. Con todo, él mismo no construyó ningún sistema
axiomático, ni aplicó consecuentemente su teoría de la ciencia en sus investiga-
ciones científicas concretas, por ejemplo, en sus lecciones de física o en sus tra-
tados biológicos. La primera realización del método axiomático corresponde a
Euclides, quien en su obra Elementos (aproximadamente 300 A.C.) axiomatizó la
geometría de manera más o menos completa y acabada. Esta fue la primera teo-
ría axiomatizada y durante muchos siglos el único ejemplo de una axiomatiza-
ción verdaderamente satisfactoria. La relación entre los modelos deductivos de
Aristóteles y Euclides ha sido muy discutida. Existen al respecto dos hipótesis
interpretativas tradicionales que ya no tienen consenso entre los especialistas.
La primera es la que afirma que la obra de Euclides es una aplicación de la teo-
ría aristotélica de la ciencia. La segunda sostiene que, a la inversa, la teoría aris-
totélica está inspirada por la práctica de los geómetras, de la cual la obra de Eu-
clides sería una síntesis. Ambas hipótesis presuponen que las teorías del méto-
do axiomático de Aristóteles y Euclides son esencialmente semejantes, pero los
estudiosos del tema han revelado diferencias importantes, que aquí sólo pode-
mos indicar someramente. En suma, ninguna de estas dos hipótesis resulta ac-
tualmente sostenible y sólo pueden aceptarse ambas como parcialmente verda-
deras. Es muy probable que no exista una relación simple y directa entre la teo-
ría aristotélica y la realización euclídea, pero carecemos de las fuentes históri-
cas necesarias como para precisarla.
En la obra de Euclides encontramos otro componente esencial de un siste-
ma axiomático, las definiciones nominales de los términos técnicos del sistema,
que no estaba explícito en el modelo aristotélico. Euclides comienza sus Ele-
mentos introduciendo numerosas definiciones de diversos términos técnicos de
la geometría, tales como los de “punto”, “superficie”, “recta”, “figura”, “diáme-
tro” y muchos otros. Reconoce de esta manera que toda teoría científica, y en
particular un sistema axiomático, tiene un vocabulario específico que debe ser
cuidadosamente explicitado. Nuevamente se presenta aquí una dificultad, ya que
si intentamos definir todos los términos del lenguaje de una teoría nos veríamos
envueltos, como en el caso de la demostración, en un círculo lógico, o bien en
la necesidad de introducir cada vez más términos llegando así a una regresión

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

al infinito en las definiciones. La solución de este problema consiste en distin-


guir dos clases de términos específicos del vocabulario de una teoría axiomáti-
ca: los términos primitivos o no definidos, que se aceptan sin definición ni expli-
cación aclaratoria alguna, y los términos definidos, que se definen explícitamen-
te por medio de los términos primitivos (empleando además ciertos signos lógi-
cos y de puntuación). Es fácil advertir la analogía que existe entre axiomas y
teoremas por un lado, y términos primitivos y definidos por el otro. Aristóteles
y Euclides tuvieron clara conciencia de la primera de estas distinciones entre
dos tipos de enunciados de la teoría, pero respecto de los términos se expresa-
ron de manera más confusa. En particular, no reconocieron la necesidad de
brindar una lista exhaustiva de términos primitivos de cada teoría, algo que es
una exigencia indispensable del método axiomático. En los Elementos, Euclides
ofrece 132 definiciones de términos geométricos, pero no proporciona una enu-
meración siquiera parcial de los términos primitivos. Probablemente tomara co-
mo no definidos a ciertos términos de su propio lenguaje natural, el griego, cu-
yo significado considerara suficientemente claro para todo lector de su obra.
Ejemplos de sus definiciones son las siguientes: 1. “Punto es lo que no tiene
partes”; 2. “Línea es una longitud sin anchura”; y 5. “Superficie es lo que sólo
tiene longitud y anchura” (véase el Apéndice 2.2 para una lista completa).
Para construir el lenguaje de un sistema axiomático formalizado no basta
con especificar los términos que componen el vocabulario, sino que es necesa-
rio precisar cómo se han de formar los enunciados que se considerarán bien
construidos en el sistema. Este papel lo desempeñan las reglas de formación,
que nos indican la manera correcta de construir enunciados con los términos
del vocabulario del sistema. Ni Aristóteles ni Euclides incluyeron en sus obras
este componente de los sistemas axiomáticos. La razón de esta ausencia es fá-
cilmente explicable. Las teorías axiomáticas de los griegos no eran sistemas for-
malizados, es decir, no se expresaban en un lenguaje artificial desprovisto de
significado y estrictamente regimentado. Empleaban, en cambio, el lenguaje na-
tural que hablaban sus autores, complementado con algunos términos técnicos
definidos. El papel de las reglas de formación lo desempeñaban, de manera im-
plícita, las reglas gramaticales de la lengua griega, más precisamente, las reglas
sintácticas que indicaban cómo formar oraciones combinando las palabras co-
rrectamente. Las reglas de formación de un sistema axiomático formalizado son,
en efecto, semejantes a las reglas sintácticas de una lengua natural. La formali-
zación no es un requisito esencial de un sistema axiomático en general. Aunque
a veces sea conveniente, no es siempre necesario formular el sistema en un len-
guaje artificial regimentado. La geometría de Euclides es a la vez un ejemplo de
un sistema axiomático no formalizado y no abstracto o formal, sino concreto o
material. Más adelante, cuando estudiemos el surgimiento de la axiomática for-
mal contemporánea, aclararemos estas distinciones.

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LA AXIOMÁ́TICA ANTIGUA: EUCLIDES

Euclides, a diferencia de Aristóteles, no hizo explícitas las reglas de transfor-


mación o de inferencia que podían emplearse en su sistema para realizar las de-
mostraciones geométricas. No utilizó el silogismo aristotélico, pero sus demos-
traciones muestran una variedad muy amplia de procedimientos inferenciales
que presuponen reglas de tipo proposicional. El método de prueba más famoso
de Euclides, quien seguramente lo tomó de la práctica de los geómetras de va-
rias generaciones anteriores, es la demostración por el absurdo, que consiste en
partir de la negación del enunciado que se quiere probar, deducir de allí una
contradicción, y concluir, entonces, con la afirmación del enunciado original-
mente negado. La regla de reducción al absurdo es la que permite esta clase de
razonamiento: ¬ χ → (ψ & ¬ ψ) / χ (donde χ y ψ son dos proposiciones cua-
lesquiera y el símbolo / indica la conclusión). Aquí encontramos una diferencia
importante con las reglas de inferencia aceptadas por Aristóteles, quien sostuvo
enfáticamente que toda demostración debía ser afirmativa y directa, y rechazó las
pruebas indirectas y negativas como las que emplean la reducción al absurdo.
Euclides incluyó en su sistema tres clases de principios: las definiciones, los
postulados y los axiomas. La distinción entre postulado y axioma se correspon-
de, de manera bastante imperfecta, con la distinción aristotélica entre principios
propios y principios comunes o axiomas. El criterio de la distinción euclídea es
poco claro y ha sido muy discutido. Los postulados son enunciados que se re-
fieren a la construcción de rectas y círculos mediante regla y compás con el ob-
jetivo aparente de garantizar la existencia de los correspondientes objetos geo-
métricos. Euclides enuncia cinco postulados, de los cuales citaremos el prime-
ro: “Trazar una línea recta desde cualquier punto hasta cualquier punto”, y el
célebre quinto, o postulado de las paralelas: “Si una recta que cae sobre otras
dos rectas hace a los ángulos interiores de un mismo lado menores que dos
rectos, entonces, si las dos rectas se prolongan indefinidamente, se encuentran
del lado en el que los ángulos son menores que dos rectos”. El cuarto postula-
do es diferente de los restantes porque no se refiere a construcciones (véase el
Apéndice 2.2). Los axiomas, por su parte, son enunciados muy generales aplica-
bles a diversas disciplinas matemáticas, no sólo a la geometría. Euclides no lis-
ta todos sus axiomas al comienzo de su obra, por lo que el número total de
ellos ha sido discutido. Hoy se acepta generalmente que dichos axiomas son seis,
de los cuales citaremos los cinco primeros, que aparecen en la lista con que
empiezan los Elementos: 1. “Las cosas que son iguales a una misma cosa son
iguales entre sí”; 2. “Si iguales se añaden a iguales, los totales son iguales”; 3.
“Si iguales se sustraen de iguales, los restos son iguales”; 4. “Las cosas que
coinciden entre sí son iguales entre sí”; 5. “El todo es mayor que la parte”.
Los Elementos contienen 465 demostraciones. Euclides divide a las proposicio-
nes demostradas en dos clases: problemas y teoremas. Ambos se demuestran a
partir de los primeros principios, pero los problemas se refieren a la construcción

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

de figuras geométricas, mientras que los teoremas establecen las propiedades


esenciales de dichas figuras. Por esta razón, los problemas se deducen funda-
mentalmente de los postulados, mientras que los teoremas se deducen de las
definiciones y los axiomas. En la axiomática contemporánea, no se ha manteni-
do la distinción euclídea entre postulados y axiomas, ni entre problemas y teo-
remas. Actualmente llamamos simplemente axiomas a los enunciados que se
aceptan sin demostración y teoremas a los enunciados demostrados tomando a
los axiomas como premisas.
Euclides pensó, al igual que Aristóteles, que los axiomas y postulados eran
enunciados verdaderos que no necesitaban demostración. La tradición matemática
griega también atribuyó el carácter de evidentes a los principios de la geometría
euclídea, e inició un largo debate acerca del quinto postulado, cuestionado preci-
samente por su falta de evidencia. Los restantes principios euclídeos se conside-
raron como enunciados necesarios que proporcionaban verdades evidentes acerca
del espacio físico real. Los teoremas, por su parte, representaban una descripción
de las propiedades necesarias del espacio físico. La geometría euclídea fue duran-
te más de dos milenios un ejemplo de conocimiento necesario acerca del mundo
real. La creencia de que tal conocimiento era posible se apoyó en la obra de Eu-
clides e influyó decisivamente en los filósofos racionalistas de la Modernidad.
El tratado de Euclides fue de hecho la más importante realización concreta
del método axiomático legada por la Antigüedad. A la vez, fue la teoría científi-
ca más exacta y rigurosa hasta el siglo XIX, constituyendo un canon pedagógi-
co empleado hasta principios del siglo XX. La axiomática euclídea tiene, sin em-
bargo, algunos defectos importantes cuando se la analiza desde el punto de vis-
ta actual. En muchos aspectos es incompleta y sus demostraciones no son sufi-
cientemente rigurosas. Euclides no ofrece términos primitivos en sentido estric-
to, sino que intenta definir todos los términos geométricos fundamentales, como
“punto”, “recta” y “plano”. Los comentadores de los Elementos han advertido
que no se las puede tomar como definiciones precisas, porque como tales se-
rían defectuosas, sino como elucidaciones parciales del significado de estos tér-
minos. Por otra parte, hay definiciones explícitas que se enuncian al comienzo
de la obra, pero luego no se usan en ninguna demostración. A la inversa, hay
demostraciones que emplean como premisas ciertos enunciados no demostrados
que no se encuentran en la lista de principios, lo cual constituye un defecto
más grave. Finalmente, no hay una caracterización de qué es una demostración
ni de cómo reconocerla. Si se suma a ello el hecho de que Euclides no hace
explícitas las reglas de inferencia de su sistema, se obtiene la consecuencia de
que las pruebas euclídeas resultan casi siempre bastante informales, mucho más
que lo admisible en la matemática actual.
Cualesquiera sean los defectos de la axiomática antigua, no cabe duda de
que Aristóteles y Euclides deben considerarse como los fundadores del método

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LA AXIOMÁ́TICA ANTIGUA: DE ARISTARCO A PROCLO

axiomático. Ambos reconocieron la característica esencial de este método que


consiste en postular ciertos enunciados que se aceptan sin demostración y de-
ducir de ellos los restantes enunciados que componen una teoría. Será necesa-
rio que pasen muchos siglos para que las realizaciones de los griegos sean per-
feccionadas y extendidas a otros dominios.

De Aristarco a Proclo
El método axiomático tuvo su mayor logro en el campo de la geometría
griega, y la identificación entre ambos llegó hasta tal punto que desde la época
helenística se llamó estilo o modo geométrico a la presentación axiomática de
cualquier teoría. El método axiomático surgió entre los griegos como una forma
de obtener certeza en el conocimiento. Esencialmente fue el resultado de un es-
fuerzo por encontrar una forma de argumentación rigurosa que pudiera oponer-
se al discurso meramente persuasivo de la retórica y de la sofística. Visto de es-
ta manera, el método axiomático resulta característico del conocimiento científi-
co en general y lo distingue de otras formas de conocimiento. Que los griegos
lo entendieron de esta manera lo prueba el hecho de que intentaron extender
la aplicación de este método más allá del campo de la geometría. Ya Aristóte-
les, por cierto, lo había considerado como el método apropiado para toda cien-
cia empírica, aunque de hecho no construyera ningún sistema axiomático con-
creto en ninguna ciencia en particular. Euclides, en cambio, es autor de un bre-
ve tratado de óptica escrito al modo axiomático. La Óptica de Euclides emplea
7 postulados y prueba 58 proposiciones. Los postulados aparecen bajo el título
de “definiciones”, pero es evidente que no son definiciones. No aparecen lista-
dos axiomas ni auténticas definiciones. Se trata, en suma, de una obra mucho
menos lograda que los Elementos, pero notable por el hecho de aplicar el mé-
todo axiomático a cuestiones de óptica que exceden el campo de la pura geo-
metría.
Aristarco de Samos nos es conocido principalmente por haber concebido un
sistema planetario heliocéntrico precursor del de Copérnico. Sin embargo, la
única obra de Aristarco que se ha conservado, el breve tratado Sobre los tama-
ños y las distancias del Sol y la Luna (escrito probablemente en el primer tercio
del siglo III A.C.), consiste en una aplicación del método axiomático a la astro-
nomía. Ello no es inesperado dado que en la antigüedad la astronomía se con-
cebía como una parte de la matemática. Aristarco se propuso demostrar riguro-
samente algunas proposiciones acerca de las distancias relativas del Sol, la Lu-
na y la Tierra, tales como, por ejemplo, la siguiente: “La distancia del Sol a la
Tierra es mayor que 18 veces, pero menor que 20 veces, la distancia de la Lu-
na <a la Tierra>”. Para ello apeló al estilo geométrico enunciando 6 axiomas, a
los que llama hipótesis, y demostrando 18 teoremas a partir de tales axiomas

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

(véase el Apéndice 2.3). Los resultados de Aristarco son groseramente erróneos


desde nuestra perspectiva actual (por ejemplo, la distancia entre la Tierra y el
Sol es, según nuestras mediciones, aproximadamente 390 veces mayor que la
distancia entre la Tierra y la Luna). Sin embargo, todavía nos resulta sorpren-
dente la audacia de su intención de emplear el método axiomático en un domi-
nio en el que todavía hoy no hemos conseguido aplicarlo.
Después de Euclides los mayores aportes al método axiomático los realizó
Arquímedes. Arquímedes nació y murió en Siracusa en el siglo II A.C., pero es-
tudió matemáticas en Alejandría, donde evidentemente se formó en la tradición
euclídea. En la Antigüedad, y hasta los tiempos modernos, las ciencias matemá-
ticas incluían a la física y a la astronomía, y estos temas se estudiaban conjun-
tamente. Exceptuando la astronomía, Arquímedes realizó contribuciones impor-
tantes en todas las ramas de la matemática de su tiempo. En una serie de tra-
tados, como Sobre la esfera y el cilindro, Sobre la medida del círculo, o Sobre co-
noides y esferoides, demostró una amplia variedad de teoremas acerca de las su-
perficies y volúmenes de figuras y cuerpos limitados por líneas y superficies
curvas. Entre otros, el teorema según el cual “La superficie de una esfera es
igual a cuatro veces la del círculo máximo en ella” (que es equivalente a la for-
mulación actual como S = 4 π r2).
Hasta donde sabemos, Arquímedes fue el primero en aplicar el método axio-
mático, incluyendo los métodos geométricos de demostración, a la estática y a
la hidrostática. Con todo, es posible que haya tenido anónimos predecesores en
el estudio de la mecánica, cuyas obras no nos han llegado. Las obras de Arquí-
medes Sobre el equilibrio de los planos y Sobre los cuerpos flotantes intentan una
presentación axiomática de estas partes de la mecánica general (véase el Apén-
dice 2.4). El rigor alcanzado en las demostraciones es todavía imperfecto y los
axiomas enunciados no resultan suficientes para probar todos los pretendidos
teoremas. No obstante, el simple hecho de aplicar la demostración geométrica
a problemas de mecánica hace de Arquímedes un precursor de la física mate-
mática moderna.
La extensión del método axiomático fuera del dominio de las ciencias mate-
máticas fue siempre un ideal regulativo del pensamiento griego. En el siglo II
D.C., el médico Galeno, que también fue un lógico consumado, recomendó rei-
teradamente la aplicación del método axiomático (al que llama simplemente
“pruebas de estilo geométrico”) a la anatomía y a la medicina. En un opúsculo
autobiográfico llamado Mis propios libros, expresó esta idea de una manera que
revela cuál era en ese momento el campo de aplicación usual de la axiomática:
“He observado la verdad indiscutible que se manifiesta (y no sólo a mí mismo)
en las predicciones de los eclipses, en la construcción de relojes de agua y en
toda clase de cálculos realizados en el contexto de la arquitectura, y he deci-
dido que este tipo geométrico de prueba es el mejor que ha de emplearse”.

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LA AXIOMÁ́TICA MODERNA: APORTES MEDIEVALES

Galeno se explayó largamente en su obra Las afecciones y errores del alma acer-
ca de cómo aplicar el método axiomático a cuestiones empíricas, pero, hasta
donde sabemos, nadie consiguió axiomatizar una teoría médica.
El prestigio del método axiomático y su carácter de modelo para la exposi-
ción rigurosa de todo conocimiento científico se mantuvieron hasta el final de la
Antigüedad. Todavía Proclo, en el siglo V D.C., insiste en su comentario al Ti-
meo de Platón sobre la necesidad de emplear pruebas de estilo geométrico en
el dominio de la cosmología, aunque, nuevamente, no sabemos que se haya
axiomatizado nunca una teoría cosmológica.

1.3 La axiomática moderna


Aportes medievales
Durante la Edad Media, a partir del siglo XII, se inicia el proceso de traduc-
ción y asimilación en Occidente de las grandes obras de la ciencia griega. Pe-
ro el papel desempeñado por los medievales no se limita al comentario de los
textos de Aristóteles, Euclides y Arquímedes, sino que incluye desarrollos origi-
nales, entre ellos, nuevas aplicaciones del método axiomático a la aritmética y
la mecánica.
Las obras de Aristóteles, Euclides y Arquímedes fueron bien conocidas y co-
mentadas por los árabes, que aportaron, entre otras cosas, nuevos intentos de
demostración del quinto postulado euclídeo. En Occidente su difusión fue más
tardía y dependió de un lento proceso de traducción al latín, que se inicia en el
siglo XII con las obras de Aristóteles. No podemos dar aquí un relato detallado
del complejo itinerario de los textos griegos en el mundo medieval. Señalemos
simplemente algunos hitos en la transmisión de los tratados lógicos de Aristó-
teles, los Elementos de Euclides y las obras de Arquímedes.
La primera traducción latina completa de las obras lógicas de Aristóteles la
realizó Boecio a principios del siglo VI D.C., pero no se conservó en el Occiden-
te medieval. A comienzos del siglo XII comienzan a traducirse nuevamente. En-
tre 1130 y 1140 un grupo anónimo de traductores italianos vierte del griego los
Segundos analíticos; y alrededor de 1150 se traducen los Primeros analíticos.
Unos años después, Gerardo de Cremona traduce del árabe numerosas obras,
entre ellas los Segundos analíticos. Pero la traducción de mayor importancia es
la Guillermo de Moerbecke, quien, desde la década de 1240 aproximadamente,
virtió del griego casi toda la obra de Aristóteles, incluyendo todos los tratados
lógicos. Esta traducción fue la que utilizaron Tomás de Aquino y muchos otros
escolásticos como base para sus detallados comentarios. Hacia fines del siglo
XIII todas las obras de Aristóteles estaban disponibles en latín, junto con nume-
rosas copias, glosas y comentarios. Cuando se publicó en Venecia la primera

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

edición impresa del texto griego, la célebre edición Aldina de 1495-1498, el pen-
samiento de Aristóteles había sido asimilado desde mucho tiempo atrás, y el
aristotelismo medieval ya estaba en decadencia.
La primera traducción latina de los Elementos se atribuye a Boecio. Era una
traducción parcial realizada probablemente a comienzos del siglo VI D.C., pero
no se ha conservado. Las primeras traducciones medievales de los Elementos
proceden del árabe y no son del todo precisas. Tales son la de Adelardo de
Bath en 1142, que tuvo escasa difusión, la más conocida de Gerardo de Cremo-
na hacia 1160 y la más cuidada de Campano de Novara, de alrededor de 1290.
Esta última tuvo buena difusión y fue también la primera versión impresa en
1482. En 1505 B. Zamberti publicó una nueva traducción latina hecha sobre el
texto griego. La primera edición impresa del texto griego la publicó S. Gryna-
ceus en Basilea en el año 1533. En 1572 F. Commandino realizó la mejor tra-
ducción directa del griego de los Elementos. En 1574 el matemático alemán C.
Clavius publicó una nueva y autorizada traducción (más bien una paráfrasis del
texto) que resultó sumamente exitosa y contribuyó a difundir los estudios de la
geometría axiomática. Hacia esa época, los Elementos ya formaban parte de la
cultura europea.
El texto griego de las obras de Arquímedes se conservó en la cultura bizan-
tina, mientras que parte de su obra se tradujo al árabe. Las primeras traduccio-
nes latinas del siglo XII también proceden del árabe. La primera se atribuye a
Platón de Tívoli y se considera poco acertada. Mucho más importante fue la tra-
ducción de Gerardo de Cremona, después de 1150, de algunas obras matemáti-
cas, que tuvo amplia difusión. En 1269 Guillermo de Moerbecke, tal vez el ma-
yor traductor de la Edad Media, tradujo del griego, utilizando los manuscritos
bizantinos, todas las obras conservadas de Arquímedes. La traducción latina de
Gerardo alcanzó una sorprendente difusión, pese a la crónica escasez de manus-
critos. La primera versión impresa de esta traducción apareció recién en 1503,
y luego siguieron otras ediciones, entre ellas, la de N. Tartaglia en 1543.
El aporte medieval al método axiomático no se reduce, sin embargo, al me-
ro comentario de los clásicos de la ciencia griega. Podemos mencionar al me-
nos tres desarrollos originales de los matemáticos de la Edad Media.
L. Fibonacci (o Leonardo de Pisa) es bien conocido por sus contribuciones
a la teoría de los números, entre ellas, el descubrimiento de la famosa secuen-
cia de Fibonacci. En 1220 Leonardo escribió un tratado axiomático titulado La
práctica de la geometría, en el que expone muchos de los resultados ya alcan-
zados por Euclides. Ofrece, no obstante, algunas demostraciones novedosas de
teoremas ya conocidos. Además, extiende la clasificación euclídea de los núme-
ros irracionales, mostrando que era incompleta. También prueba resultados de
Arquímedes, como la determinación del número π. En todas sus demostracio-
nes exhibe un notable rigor deductivo y elegancia.

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LA AXIOMÁ́TICA MODERNA: LA REVOLUCIÓ́N CIENTÍ́FICA

Hacia mediados del siglo XIII, Jordano de Nemora (Jordanus Nemorarius),


de quien tenemos pocos datos biográficos, realiza el mayor aporte medieval a la
axiomática. En su obra Sobre la teoría del peso utiliza 7 postulados para demos-
trar 45 teoremas (véase el Apéndice 2.5). Por ejemplo, su primer teorema afir-
ma que “Entre cuerpos pesados cualesquiera, las fuerzas son proporcionales a
los pesos”; mientras que el quinto sostiene que “Si los brazos de una balanza
son desiguales, entonces, si pesos iguales se colocan en sus extremos, la balan-
za descenderá del lado del brazo más largo”. Esta obra representa un induda-
ble avance sobre la estática de Arquímedes, y entre otras cosas, introduce nue-
vos dispositivos experimentales para el estudio del equilibrio de los cuerpos. Pe-
ro su obra más importante es la Aritmética, escrita alrededor de 1250. Es esta
la primera obra en formato axiomático dedicada íntegramente a la aritmética, y
sin duda, la obra cumbre de la matemática medieval (véase el Apéndice 2.6). El
modelo de sus demostraciones, que frecuentemente usan figuras geométricas,
lo proporcionan los libros aritméticos de los Elementos. Jordano utiliza 14 defi-
niciones, 3 postulados y 8 axiomas, y mediante ellos demuestra más de 400 teo-
remas. Ejemplo de las proposiciones demostradas son el sexto teorema, que dice:
“Si la unidad se multiplica por cualquier número, o el mismo número se multi-
plica por la unidad, se produce a sí mismo” (es decir, a x 1 = 1 x a = a); y el
octavo teorema, que dice: “Si se hace una multiplicación alternada de dos núme-
ros, el mismo número resulta en cada caso” (o sea, a x b = b x a = c). Este tra-
tado axiomático fue sumamente exitoso y se lo adoptó durante mucho tiempo
como texto para la enseñanza de la aritmética. Su lenguaje, sin embargo, es
bastante oscuro y no se ha conservado en la matemática moderna.
Por último, mencionemos la obra de T. Bradwardine, que utilizó el método
axiomático no sólo en la matemática y la física, sino también en la teología. En
su Tratado sobre las proporciones de las velocidades en los movimientos, publica-
do en 1328, el método axiomático se aplica por primera vez a la cinemática, el
estudio de los cuerpos en movimiento, cosa que, hasta donde sabemos, no ha-
bía sido realizada en la antigüedad. Este tratado tendrá profunda influencia so-
bre los mecánicos italianos, influencia que puede detectarse hasta en Galileo. En
el Tratado sobre el continuo, escrito hacia 1335, Bradwardine utilizó 24 definicio-
nes y 10 postulados para demostrar 151 teoremas acerca de las magnitudes con-
tinuas en matemática y física. Y en su obra teológica, Sobre la causa de Dios, ha-
cia 1340, intentó incluso dar un formato axiomático a las pruebas de la existencia
y propiedades de Dios, camino que después seguirían Descartes y Spinoza.

La revolución científica
Durante la llamada “revolución científica” el método axiomático se extendió
de manera exitosa mucho más allá de las ciencias matemáticas, concretamente,

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

a la física en su conjunto y a la filosofía. En todos los casos, como hemos vis-


to, había importantes antecedentes antiguos y medievales, pero en esta época el
formato axiomático pasó a ser un ideal para todas las ciencias. Incluso se con-
cibió por primera vez el sueño de un único sistema axiomático unificado que
abarcara todo el conocimiento, una idea que nunca se había presentado en el
pensamiento griego.
La aplicación del método axiomático a las teorías físicas resurge con los me-
cánicos italianos del siglo XVI, que estudiaron y comentaron las obras de Arquí-
medes y de Jordano de Nemora. De esta manera se establece una tradición
más o menos discontinua, pero nunca extinta, que conecta a autores antiguos
medievales y modernos. A los problemas tradicionales de la estática, los mecá-
nicos italianos agregaron otros derivados de la ingeniería y las artes militares.
N. Tartaglia presentó en su Ciencia nueva, publicada en Venecia en 1537, un
tratamiento axiomático de la mecánica que empleaba una amplia variedad de de-
finiciones, postulados y axiomas. Por ejemplo, sólo en el primer libro de su
obra, Tartaglia usó 15 definiciones, 5 postulados y 4 axiomas para demostrar so-
lamente 6 proposiciones o teoremas. Sus demostraciones no sólo apelan a esta
base axiomática, sino que frecuentemente recurren a resultados ya establecidos
por Euclides. Consecuentemente, el sistema de Tartaglia no resulta demasiado
económico.
Guidobaldo dal Monte en su Libro de las mecánicas, publicado en Pesaro en
1577, intentó una axiomatización mucho más simple, basada en 1 definición, 3
postulados y 3 axiomas. A partir de ese reducido conjunto de principios, Guido-
baldo consiguió demostrar un elevado número de teoremas (algunos de los cua-
les son problemas) acerca de balanzas, palancas, poleas, ruedas y engranajes. El
número de proposiciones demostradas alcanza un total de 53. Esta obra se con-
sideró por mucho tiempo como el mejor tratado de estática. Guidobaldo sostu-
vo la tesis de que la estática y la dinámica son ciencias que no admiten un tra-
tamiento unificado mediante el mismo conjunto de principios. La obra de Gali-
leo, que fue su discípulo, puede verse como un intento por superar esa posición
y construir una mecánica unificada y completa. Ese proyecto de unificación es
el que culmina en la obra de Newton.
En 1638 aparece la obra cumbre de Galileo, sus Discursos y demostraciones
matemáticas en torno a dos ciencias nuevas. La tercera parte de este libro (la
“Tercera Jornada”) contiene el tratado denominado Sobre el movimiento local,
que es en realidad una obra independiente del resto del libro. En ella Galileo
establece los fundamentos de aquella parte de la mecánica que hoy conocemos
como cinemática. Por cierto, Galileo tuvo numerosos precursores medievales
que escribieron extensamente sobre el movimiento de los cuerpos terrestres y
anticiparon algunos de sus resultados. Como hemos visto, no faltaron en la
Edad Media escritos sobre mecánica presentados al modo axiomático. Casi con

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LA AXIOMÁ́TICA MODERNA: LA REVOLUCIÓ́N CIENTÍ́FICA

seguridad Galileo conoció algunos de ellos. Todas estas obras reflejan la in-
fluencia de Euclides y Arquímedes, ya ampliamente conocidos y comentados en
el siglo XVI. Con todo, la influencia más importante es la obra de su maestro
Guidobaldo dal Monte. Galileo comienza su obra con definiciones como la si-
guiente: “Por movimiento igual o uniforme entiendo aquel en el que los espa-
cios recorridos por un móvil en tiempos iguales cualesquiera son iguales entre
sí.” Y luego enuncia axiomas como el primero: “En el mismo movimiento uni-
forme, el espacio recorrido en un tiempo más largo es mayor que el espacio re-
corrido en un tiempo más breve” (véase el Apéndice 2.7). Finalmente procede
a demostrar un total de 44 proposiciones, entre las que diferencia, igual que Eu-
clides, entre teoremas y problemas.
Esta obra de Galileo, que influyó decisivamente sobre Newton, tiene los mis-
mos defectos que la de Euclides (carencia de términos primitivos y de reglas
de transformación) y resulta mucho menos acabada y completa que los Elemen-
tos. Sin embargo, representa un logro considerable, porque avanza en la aplica-
ción del método axiomático a una ciencia empírica como la mecánica. Galileo
suponía, siguiendo la concepción tradicional, que los axiomas eran enunciados
verdaderos, pero no los considera necesariamente evidentes. Trata incluso de
ofrecer ejemplos experimentales que confirmen la verdad de sus axiomas. Afir-
ma explícitamente que las consecuencias que se deducen de los axiomas deben
ser verificadas por medio de la experiencia, lo cual aportará una confirmación
ulterior de los axiomas. Mediante esta concepción Galileo llega a vislumbrar la
idea esencial del método hipotético-deductivo, según el cual los axiomas de una
teoría empírica son hipótesis que pueden confirmarse experimentalmente me-
diante las proposiciones deducidas de ellos. La justificación de los axiomas de
un sistema físico ya no se encuentra en su pura evidencia, sino en la verifica-
ción de sus consecuencias por medio de la experiencia.
La otra novedad importante del siglo XVII es el ensayo de presentar axiomá-
ticamente las teorías metafísicas, en una suerte de intento de hacer de la filoso-
fía una ciencia tan exacta como la geometría. El racionalismo filosófico, desde
Descartes hasta Leibniz, pensó que el método axiomático constituía un ideal de
rigor y precisión que era deseable, y posible, extender a todo el conocimiento
humano. La aplicación de este método a la filosofía primera, la ontología y la
teología, representaba también la esperanza de terminar con las permanentes
disputas filosóficas sobre los problemas fundamentales.
Descartes hizo el primer ensayo de axiomatización de la metafísica. En sus
Respuestas a las segundas objeciones a las Meditaciones Metafísicas, publicadas
en 1641, presentó en forma axiomática su demostración de la existencia de
Dios, que en las Meditaciones Metafísicas había dado de manera bastante in-
formal. La sección axiomática llevaba por título “Razones que prueban la exis-
tencia de Dios y la distinción que existe entre el espíritu y el cuerpo humano

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

dispuestas de un modo geométrico”. La expresión “modo geométrico” es en es-


ta época, y desde hace siglos, sinónima de “método axiomático”, y la encontra-
mos repetida por muchos autores. Descartes empleó 10 definiciones y 10 axio-
mas para demostrar sólo 4 proposiciones. Por ejemplo, su primera proposición
demostrada afirma que “La existencia de Dios se conoce a partir de la sola con-
sideración de su naturaleza”, mientras que la última es que “La mente y el cuer-
po se distinguen realmente”. Un ejemplo característico de sus axiomas es el
cuarto: “Toda la realidad o perfección que existe en una cosa se encuentra for-
malmente, o eminentemente, en su causa primera y total”. Descartes intenta
atenerse al estilo euclídeo de demostración, pero el rigor deductivo logrado es
evidentemente menor. Por otra parte, sus axiomas no parecen en modo alguno
verdades evidentes.
Inspirado por el ejemplo cartesiano, Spinoza se propuso reconstruir de ma-
nera axiomática toda la filosofía de Descartes. Lo hizo en 1663 en su obra Prin-
cipios de la filosofía de Descartes, demostrados al modo geométrico, que dejó in-
conclusa. Evidentemente este fue un ensayo previo a la axiomatización de su
propia filosofía, que expuso de manera completa en la Etica, demostrada según
el orden geométrico, de 1677. Allí se ofrece un sistema completo de metafísica,
deducido de una multitud de axiomas y definiciones. Spinoza enuncia 26 defini-
ciones y 17 axiomas como principios, pero además emplea otros lemas, axiomas
y definiciones auxiliares. El resultado es el más importante de los sistemas me-
tafísicos de la historia escrito en forma axiomática. Sin embargo, sus demostra-
ciones no suscitaron el consenso unánime de la geometría euclídea. La razón de
ello no se encuentra tanto en la imperfección de sus demostraciones, sino en la
naturaleza de sus principios. Spinoza postuló como axiomas enunciados metafí-
sicos como los siguientes: I. IV “El conocimiento del efecto depende del cono-
cimiento de la causa y lo implica”; y I. VI “La idea verdadera debe concordar
con lo ideado por ella”. Sus axiomas están lejos de ser claros y precisos, y es
verdaderamente difícil sostener que son verdades evidentes. No resultaron cla-
ros ni evidentes para los propios contemporáneos de Spinoza. Por otra parte,
tampoco son enunciados que tengan consecuencias empíricas, como los axio-
mas de la física, y que puedan confirmarse por medio de la experiencia.
La Etica de Spinoza representa la cumbre y a la vez el último de los gran-
des intentos de hacer metafísica al modo axiomático. En lo sucesivo, todos los
supuestos axiomas metafísicos resultan cuestionados por su falta de precisión y
de evidencia. Con toda seguridad, hay un obstáculo en la naturaleza misma del
tema que impide aplicar satisfactoriamente el método axiomático a las cuestio-
nes filosóficas. Parece claro que no se puede exigir la misma precisión y rigor
demostrativo en todos los temas. Después de Spinoza el método axiomático pro-
ducirá éxitos significativos en las ciencias físicas y matemáticas, pero nada ver-
daderamente importante en el campo de la filosofía.

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LA AXIOMÁ́TICA MODERNA: LA REVOLUCIÓ́N CIENTÍ́FICA

Esto es algo que sólo nos resulta claro retrospectivamente. Durante el siglo
XVII los racionalistas mantuvieron una confianza total en la universalidad del
método axiomático, es decir, en su aplicabilidad a todas las ciencias y a todo co-
nocimiento en general. En su opúsculo Sobre el espíritu geométrico, escrito alre-
dedor de 1656, Pascal elogiaba sin reservas la perfección del método demostra-
tivo de los geómetras considerándolo infalible. En esta obra Pascal advierte que
no es posible definir todos los términos del vocabulario de un sistema axiomá-
tico, y consiguientemente reconoce la necesidad de introducir términos primiti-
vos. Aquí aparece por primera vez una distinción clara y explícita entre térmi-
nos definidos y no definidos de un sistema. Pascal concibe a los términos pri-
mitivos, en analogía con los axiomas, como incapaces des ser definidos en ra-
zón de su extrema evidencia. Así como la verdad de los axiomas se capta inme-
diatamente, el significado de los términos primitivos se comprende por sí mis-
mo, sin necesidad de ulterior aclaración. En ambos casos sólo se requiere el
ejercicio de la luz natural de la razón. Con base en estos supuestos, enunció
una serie de reglas metodológicas que resumió de la siguiente manera:

Reglas necesarias para las definiciones: No admitir ninguno de los términos un po-
co oscuros o equívocos sin definición. No emplear en las definiciones más que
términos perfectamente conocidos o ya explicados.

Reglas necesarias para los axiomas: No pedir en los axiomas más que cosas per-
fectamente evidentes.

Reglas necesarias para las demostraciones: Probar todas las proposiciones, sin em-
plear en sus pruebas más que axiomas muy evidentes por sí mismos o proposi-
ciones ya demostradas o aceptadas. (De l’esprit géometrique, Paris, Flammarion,
1985, p. 91)

En 1662, A. Arnauld y P. Nicole, en el muy difundido tratado La lógica o el


arte de pensar (la llamada Lógica de Port-Royal), repitieron estas reglas casi al
pie de la letra. Desde entonces, esta concepción racionalista del método axiomá-
tico gozó de amplia aceptación.
En la década de 1670, Leibniz alumbra la idea de una lengua universal, a la
que llamó característica universal, y realiza una serie de intentos nunca conclui-
dos de precisar la estructura de ese lenguaje. Su objetivo es disponer de una
herramienta simple y exacta para emplear en la formulación de cualquier siste-
ma deductivo de modo tal que las demostraciones resulten claras y fáciles. La
meta última del sueño racionalista, bien expresada por Leibniz, es la construc-
ción, jamás intentada siquiera, de un saber universal o mathesis universalis. Es-
te consistiría en un único y gigantesco sistema axiomático, en el cual a partir

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

de unos pocos principios evidentes se demostraran todos los conocimientos hu-


manos. En otras palabras, puede decirse que se trataba de un proyecto de uni-
ficación de todas las ciencias en un solo sistema deductivo completo y acabado.
El ideal de la mathesis universalis excedía lo que Aristóteles y Euclides habían
pensado y, además, contenía un aspecto antiaristotélico. Para Aristóteles, en
efecto, cada ciencia poseía sus principios propios e indispensables, de modo que
no era posible unificar ciencias diferentes. La diversidad de las ciencias es para
Aristóteles irreductible porque refleja la multiplicidad de los géneros en que se
dividen las entidades del mundo real. Para los racionalistas, en cambio, la frag-
mentación del saber en diferentes ciencias y disciplinas es meramente transito-
ria y simple reflejo de la imperfección de nuestro conocimiento.
Leibniz, siguiendo ideas ya bastante antiguas de R. Lulio y T. Hobbes, desa-
rrolla también la idea de un método general para mecanizar cualquier razona-
miento. Mediante esta ars combinatoria, sería posible realizar automáticamente
todas las demostraciones de un sistema axiomático, sin apelar a la intuición o a
algún proceso creativo. El proyecto de Leibniz incluía la representación de los
términos del lenguaje del sistema mediante números y la realización de opera-
ciones entre números para producir demostraciones. Mediante estas ideas visio-
narias, nunca concretadas, Leibniz anticipa ideas contemporáneas como la de
aritmetización de los lenguajes y la posibilidad de un algoritmo general capaz
de resolver cualquier problema matemático. La investigación de los sistemas
axiomáticos contemporáneos mostrará, como veremos más adelante, que hay lí-
mites insuperables para la realización de ese proyecto.
En 1687 se publica la obra cumbre de la ciencia moderna, los Principios ma-
temáticos de la filosofía natural, de I. Newton, que para muchos intérpretes
constituye el verdadero final de la imagen antiguo-medieval del cosmos y el co-
mienzo de la imagen moderna. Newton produce por primera vez la unificación
de la física terrestre y la física celeste en una teoría simple y poderosa, que
transformó profundamente nuestra imagen del universo. Esta obra monumental
esta organizada al modo axiomático, siguiendo de cerca el modelo de Euclides.
Es evidente, además, que Newton recibió la influencia de los ensayos axiomáti-
cos de Galileo y Descartes. Comienza con 8 definiciones y 3 axiomas, que son
seguramente los más conocidos en toda la historia de la ciencia (véase el Apén-
dice 2.8). También distingue, entre las proposiciones demostradas, entre proble-
mas y teoremas. Las demostraciones ascienden a un total de 193. Newton em-
plea, además de sus axiomas, un conjunto muy amplio de lemas, hipótesis y da-
tos auxiliares para la realización de sus demostraciones. En conjunto la obra im-
presiona a primera vista como menos rigurosa que los Elementos euclídeos. Sin
embargo, los mejores especialistas contemporáneos han señalado que todas las
pruebas de los Principia son concluyentes y difícilmente mejorables con las he-
rramientas matemáticas que Newton tenía a su disposición.

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LA AXIOMÁ́TICA ABSTRACTA O FORMAL

Newton llama leyes a sus axiomas (“axiomas o leyes del movimiento”), y es-
te nombre es síntoma de un cambio en la concepción de los axiomas de una
teoría física, cambio ya insinuado en la obra de Galileo. El primero de los axio-
mas es la ley de inercia, ya vislumbrada por Galileo y enunciada precisamente
por Descartes a mediados de la década de 1630. La versión newtoniana dice:
“Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o de movimiento uniforme en
línea recta, a menos que sea compelido a cambiar ese estado por fuerzas impre-
sas”. Difícilmente se podría tomar a este principio como una verdad evidente.
Por otra parte, tampoco se lo puede verificar directamente por la experiencia,
porque ello supondría observar el movimiento uniforme de todos los cuerpos en
todo momento y lugar, cosa manifiestamente imposible. Newton se oponía a lla-
mar “hipótesis” a sus principios, pero desde nuestro punto de vista éstos deben
considerarse como hipótesis empíricas que son confirmables o refutables por
medio de sus consecuencias observacionales (o, más bien, de las consecuencias
observacionales de todo el sistema). Aparece así la idea, todavía implícita, de
que la naturaleza de los axiomas de un sistema físico es diferente de la de un
sistema puramente matemático.
En la Óptica, publicada en 1704, Newton también adoptó el formato axiomáti-
co. Presentó 8 definiciones, que explicaban términos tales como “rayo de luz”,
“reflexión”, “refracción”, “ángulo de incidencia”, “ángulo de reflexión”, y otros. El
concepto fundamental de su teoría era el de rayo de luz, al que definió de la si-
guiente manera: “Por rayos de luz entiendo sus partes mínimas, tanto las sucesi-
vas en la misma línea como las contemporáneas en diversas líneas”. Luego enun-
ció 8 axiomas, de los cuales transcribiremos aquí solamente los dos primeros:
“Los ángulos de reflexión y refracción están en uno y el mismo plano que el án-
gulo de incidencia.”; “El ángulo de reflexión es igual al ángulo de incidencia”
(véase el Apéndice 2.9 para una presentación completa). Newton mantiene la di-
visión euclídea de las proposiciones demostradas en teoremas y problemas. Pro-
cede, entonces, a demostrar 39 proposiciones, pero en tales demostraciones no
emplea generalmente sus axiomas y definiciones. Muchas de las demostraciones
son de tipo experimental y se fundan en observaciones y experimentos detallada-
mente descriptos por Newton, pero no deducibles de sus axiomas.

La axiomática abstracta o formal


Desde Aristóteles hasta Newton los sistemas axiomáticos fueron concebidos
como teorías verdaderas acerca del mundo real. La geometría euclídea, por
ejemplo, se consideraba como una descripción verdadera de las propiedades del
espacio físico, mientras que la teoría de Newton, por su parte, se tenía por una
descripción igualmente verdadera del movimiento de los cuerpos celestes y te-
rrestres. A veces se denomina axiomática material a esta concepción tradicional

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

de los sistemas axiomáticos. Durante el siglo XIX surge y se desarrolla una con-
cepción diferente de la naturaleza de los sistemas axiomáticos. Según esta idea,
que denominamos axiomática abstracta o formal, un sistema axiomático es una
teoría puramente formal que no se refiere a ningún objeto o entidad real y, por
consiguiente, no es por sí misma verdadera ni falsa. En un sistema axiomático
formal los términos primitivos no tienen referencia, es decir no nombran o de-
notan objetos o propiedades determinadas. Por consiguiente, los axiomas de un
sistema formal no son verdaderos o falsos hasta que no se asigne un significa-
do o referencia a sus términos primitivos. Lo que hace abstracto a un sistema
de esta clase es el hecho de que es posible asignar diferentes significados a los
primitivos del sistema. Esto tiene la consecuencia de que el mismo sistema de
axiomas puede ser verdadero respecto de determinados conjuntos de objetos y
falso respecto de otros.
Un sistema axiomático formal o abstracto se diferencia de un sistema axio-
mático material por el hecho de que no se refiere a un conjunto determinado
de objetos, de los cuales se asume que el sistema es verdadero. Un sistema for-
mal no necesita estar formalizado. Un sistema axiomático formalizado es aquel
que se formula en un lenguaje artificial (como, por ejemplo, el de la lógica de
primer orden) en el cual la formación de expresiones está estrictamente regi-
mentada. Un sistema formalizado es un sistema puramente sintáctico, en el que
todos sus términos y expresiones carecen de significado. Todo sistema formali-
zado es obviamente formal, pero no a la inversa. Un sistema formal no formali-
zado se formula en una lengua natural enriquecida con algunos términos técni-
cos primitivos y definidos. La geometría de Hilbert y la teoría de conjuntos de
Zermelo son ejemplos de sistemas axiomáticos formales pero no formalizados
(véanse los Apéndices 2.12 y 2.14). La lógica de primer orden, tal como se pre-
senta en los textos usuales, es un ejemplo de sistema formalizado (véase el Ca-
pítulo 2.5). Todos los sistemas axiomáticos tradicionales, desde Euclides hasta
Newton, son sistemas materiales, que, por supuesto, no son formales ni forma-
lizados (véanse los Apéndices 2.2 a 2.9).
Más adelante estudiaremos con detalle los componentes de un sistema axio-
mático formal y la manera en que tales sistemas se interpretan o adquieren sig-
nificado. Ahora veremos cómo se llegó a concebir a los sistemas axiomáticos de
esta manera.
La axiomática formal alcanza su realización en la segunda mitad del siglo
XIX. Influyen decisivamente en este hecho el surgimiento de las geometrías no
euclídeas, de la lógica matemática y de la teoría de conjuntos. Este es un pro-
ceso histórico rico y complejo, que aquí ni siquiera podemos esbozar, y del que
apenas mencionaremos algunas etapas significativas.
La primera de estas etapas es la invención de sistemas geométricos diferen-
tes del de Euclides, que por muchos siglos se tuvo por la única geometría posi-

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LA AXIOMÁ́TICA ABSTRACTA O FORMAL

ble. Algunas de estas nuevas geometrías no rechazan los principios del sistema
de Euclides presentado en los Elementos, pero sus teoremas tienen consecuen-
cias antiintuitivas, ya que no son visualizables y no admiten representación grá-
fica por medio de diagramas y figuras. Un ejemplo importante es el de la geome-
tría proyectiva, que tiene antecedentes desde el Renacimiento, pero que J. Pon-
celet expuso por primera vez en su Tratado sobre las propiedades proyectivas de
las figuras, de 1822. La geometría proyectiva no implica la negación de ninguno
de los postulados de Euclides, y por ello se consideró compatible con la geome-
tría euclídea. Sin embargo, los axiomas y postulados de Euclides no son suficien-
tes para axiomatizar a la totalidad de la geometría euclídea, como se verá más
adelante. Cuando se considera una axiomatización más satisfactoria, como la de
Hilbert, resulta que la geometría proyectiva es incompatible con la euclídea.
Las llamadas geometrías no euclídeas, en cambio, son manifiestamente incom-
patibles con la de Euclides porque toman como punto de partida la negación de
alguno de sus cinco postulados. El primer postulado que se rechazó fue, como
era de esperar, el quinto, ya cuestionado desde la Antigüedad. Una versión
equivalente a este postulado, formulada por J. Playfair en 1795, dice que por un
punto exterior a una recta pasa una y sólo una paralela a dicha recta. Muchos
matemáticos destacados de todas las épocas intentaron demostrar este postula-
do deduciéndolo de los otros cuatro. El intento más notable fue el del italiano
G. Saccheri en su obra Euclides vindicado de toda mancha, escrita en 1733. Sac-
cheri se propuso probar que el quinto postulado se deducía de los restantes
mostrando que si la negación del quinto postulado se agregaba como axioma a
los otros cuatro, se obtenía como resultado una contradicción. El método de
Saccheri era correcto porque es evidente que si en un sistema axiomático un
enunciado χ se deduce de un conjunto de axiomas β, y a β se le agrega como
axioma el enunciado ¬ χ, se producirá una contradicción porque ese sistema
contendrá a la vez los enunciados χ y ¬ χ. Saccheri dedujo rigurosamente una
serie de teoremas no euclídeos, hasta que creyó, erróneamente, encontrar una
contradicción. Concluyó, entonces, que el quinto postulado de Euclides era de-
ducible de los otros cuatro, cuando podría haber sospechado que dicho postu-
lado era lógicamente independiente de los restantes. Saccheri construyó la pri-
mera geometría no euclídea, pero no logró reconocer que lo había hecho.
Un siglo después, N. Lobachevsky en 1829 y J. Bolyai en 1832 construyeron
de manera independiente el sistema de geometría que Saccheri había anticipa-
do y que C. F. Gauss ya había desarrollado antes de 1824. Esta es la llamada
geometría hiperbólica, que tomaba como axiomas a los cuatro primeros postula-
dos euclídeos más el axioma según el cual por un punto exterior a una recta
pasa más de una paralela a dicha recta (una manera de negar el quinto pos-
tulado euclídeo). Los teoremas que se deducen de este conjunto de axiomas
son claramente inconsistentes con la geometría de Euclides. Entre otras cosas,

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

se deduce que la suma de los ángulos interiores de un triángulo es siempre


menor que 180 grados; que dicha suma no es invariable sino que decrece cuan-
do el área del triángulo aumenta y que se aproxima a 180 grados cuando el
área del triángulo tiende a cero. En la geometría hiperbólica, a diferencia de la
euclídea, no existen figuras semejantes, es decir, figuras que tengan la misma
forma pero diferente tamaño. Ni Lobachevsky ni Bolyai encontraron contradic-
ción alguna entre los enunciados de este nuevo sistema geométrico. Incluso Lo-
bachevsky consiguió mostrar que su sistema era consistente, dando una prueba
relativa de la consistencia de su geometría respecto de la trigonometría esférica
euclídea (véase el Apéndice 1). Demostró que si la geometría euclídea es con-
sistente (esto es, está libre de contradicciones), también la geometría hiperbóli-
ca es consistente; o, lo que es equivalente, que si la geometría hiperbólica es
contradictoria, también la geometría euclídea necesariamente debe serlo. Me-
diante esta prueba notable, Lobachevsky puso a ambas geometrías en un mis-
mo nivel de legitimidad desde el punto de vista lógico.
Poco tiempo después se produjo la extensión del campo de la geometría a
espacios de más de tres dimensiones. En 1844 H. Grassmann publicó su obra
Teoría de la extensión lineal, en la cual introducía la idea de espacios vectoria-
les de n número de dimensiones. En 1854 B. Riemann pronunció su conferen-
cia de habilitación en la universidad de Gotinga, “Sobre las hipótesis que yacen
en los fundamentos de la geometría”, donde realizó una extensión notable del
dominio de la geometría. Riemann generalizó la teoría de las superficies curvas
de Gauss extendiéndola a espacios de n dimensiones. Mostró cómo definir la
curvatura intrínseca de un espacio de n dimensiones y cómo medir la distancia
entre puntos de cualquiera de estos espacios. El resultado de ello fue una ge-
neralización de la geometría a una teoría de muy amplio alcance, conocida co-
mo de los espacios de Riemann, que contiene como casos especiales a la geo-
metría euclídea y a diversas geometrías no euclídeas. En general, los espacios
de Riemann son espacios n-dimensionales de curvatura variable, donde la curva-
tura K del espacio es diferente de un punto a otro. La geometría euclídea y la
hiperbólica de Lobachevsky, entre otras geometrías no euclídeas, son casos es-
peciales de espacios de Riemann en los cuales la curvatura es constante, es de-
cir, la misma en todo punto. La geometría hiperbólica constituye el caso en el
que la curvatura es constante y negativa (K < 0). Otras geometrías no euclídeas,
como la elíptica, son casos de un espacio de Riemann con curvatura constante
y positiva (K > 0). Finalmente, la geometría euclídea es el caso más especial en
el que la curvatura del espacio es nula en todo punto (K = 0). El alcance de la
teoría de Riemann sólo se comprendió después de la publicación póstuma de su
trabajo en 1867.
En 1868 E. Beltrami descubrió un modelo euclídeo de una parte de la geo-
metría hiperbólica de Lobachevsky. El modelo permitía representar en el espa-

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LA AXIOMÁ́TICA ABSTRACTA O FORMAL

cio euclídeo diversos teoremas de esta geometría no euclídea. Posteriormente,


F. Klein en 1871 y H. Poincaré en 1881 encontraron otros modelos euclídeos
para la totalidad de la geometría hiperbólica. La existencia de estos modelos
proporcionó otra prueba de consistencia relativa de la geometría hiperbólica res-
pecto de la geometría euclídea (véase el Apéndice 1). Además, demostró que la
geometría hiperbólica era traducible a la geometría euclídea, en el sentido de
que a todo teorema de la geometría hiperbólica le corresponde un teorema de
la geometría euclídea, que representa la traducción de ese teorema en términos
euclídeos.
La creación de las geometrías no euclídeas y su generalización a espacios n-
dimensionales tuvo muchas consecuencias importantes. En primer lugar, surgió
la idea de que los diferentes espacios caracterizados por las diferentes geome-
trías eran entidades puramente abstractas sin relación directa con el espacio fí-
sico real. Además, se tuvo conciencia de que la evidencia de los axiomas no era
un criterio adecuado para la elección de un sistema axiomático. Los hechos
mostraban que era perfectamente posible elaborar una geometría consistente
partiendo de axiomas que no son evidentes. Había ahora múltiples sistemas de
geometría incompatibles entre sí, pero todos ellos aparentemente libres de con-
tradicciones internas. Esta situación sugirió que la determinación de la estructu-
ra geométrica del espacio físico no era una cuestión puramente matemática que
pudiera decidirse a priori, sino un problema empírico que en principio podría
resolverse experimentalmente. La tradición atribuye a C. F. Gauss el origen de
esta idea, que luego se encuentra explícita en Bolyai, Lobachevsky y Riemann.
Lobachevsky señaló correctamente que la estructura geométrica del espacio fí-
sico debería determinarse mediante mediciones astronómicas, e incluso realizó
él mismo tal clase de mediciones. Por otra parte, la existencia de geometrías de
cualquier número de dimensiones introdujo un concepto abstracto de espacio,
desligado del espacio físico real. Con ello estaban dadas las bases para la dis-
tinción entre geometría matemática y geometría física, que llevará a concebir a
la primera como un sistema puramente formal que no describe la estructura del
mundo real. Ya en 1844 H. Grassmann, en su obra Teoría de la extensión lineal,
señalaba que la geometría no es una descripción del espacio físico, sino una
teoría de la matemática pura, una “doctrina de las formas”.
En 1870 H. Von Helmholtz escribió un breve trabajo titulado Sobre el origen
y significado de los axiomas geométricos, que puede considerarse como el primer
manifiesto de la geometría como ciencia formal. Helmholtz concluía su trabajo
señalando que los axiomas de la geometría no representan relaciones entre co-
sas reales, sino que son como un molde vacío en el que se puede encajar cual-
quier contenido empírico. Esto vale tanto para los axiomas euclídeos como para
los de todas las geometrías no euclídeas. La geometría matemática o formal no
es, entonces, un sistema de enunciados o proposiciones capaces de ser verdade-

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

ros o falsos respecto del mundo real. Únicamente cuando se hace corresponder
a los axiomas ciertos principios físicos (por ejemplo, relativos al comportamien-
to de los cuerpos rígidos) se obtiene un sistema de proposiciones significativas,
una geometría física, cuyos enunciados tienen valor de verdad y se pueden ve-
rificar o refutar por la experiencia. Helmholtz anticipaba de este modo la noción
de interpretación de un sistema formal, que más adelante estudiaremos con de-
talle.
La situación planteada por la existencia de geometrías alternativas a la de
Euclides tuvo también como efecto la revisión más rigurosa del propio sistema
euclídeo. A la vez, se planteó la necesidad de axiomatizar las nuevas teorías
geométricas. El primer sistema axiomático de una geometría diferente de la de
Euclides lo elaboró M. Pasch en su obra Lecciones de geometría moderna, publi-
cada en 1882, donde axiomatizó la geometría proyectiva. Allí ofreció una lista
completa de los términos primitivos y de los axiomas que empleaba en su sis-
tema. Pasch, sin embargo, no renunciaba todavía a la idea tradicional según la
cual la fuente de la que se obtienen los axiomas de la geometría es la intuición,
o incluso la experiencia. Siguiendo esta inclinación empirista, afirmó que los tér-
minos primitivos de un sistema geométrico se refieren a la forma, el tamaño y
la posición recíproca de los cuerpos. El significado de estos términos no nece-
sita ser definido porque se hace evidente mediante la simple ostensión de los
objetos físicos apropiados. Los axiomas, por su parte, enuncian aquello que se
ha observado en las figuras más simples. Una vez determinados los axiomas, la
intuición no interviene en el proceso de prueba, según Pasch, porque todo el
sistema geométrico debe desarrollarse mediante puras inferencias deductivas,
independientemente del sentido de los conceptos geométricos del sistema.
Algunos años después, en 1899, M. Pieri y D. Hilbert construyeron, de ma-
nera independiente uno del otro, dos axiomatizaciones diferentes de la geome-
tría euclídea, en las que intentaban ofrecer una presentación más rigurosa que
la de los Elementos de Euclides. Pieri adopta sólo 2 términos primitivos (“pun-
to” y “movimiento”) y 20 axiomas. Hilbert, por su parte, en su gran obra Fun-
damentos de la geometría, se vale de 8 términos primitivos (entre ellos, “punto”,
“recta” y “plano”) y 20 axiomas separados en 5 grupos (axiomas de conexión,
orden, congruencia, paralelismo y continuidad). En la segunda edición de su li-
bro, en 1903, Hilbert agrega un nuevo axioma, que eleva el total a 21. Todos
los expertos en el tema coinciden en afirmar que la axiomatización de Hilbert
es superior a la de Euclides en tanto resulta suficiente para deducir la totalidad
de la geometría euclídea sin recurrir a supuestos no explicitados. De hecho, se
convirtió enseguida en el paradigma de axiomatización de una teoría matemá-
tica (véase el Apéndice 2.12). Pronto aparecieron otros sistemas axiomáticos
de geometría euclídea, como el de O. Veblen en 1904 y el de E. V. Huntington
en 1913, que utilizaban términos primitivos y axiomas muy diferentes de los de

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LA AXIOMÁ́TICA ABSTRACTA O FORMAL

Hilbert. Con ello quedó claro que el mismo sistema formal se puede presentar
mediante distintos conjuntos de axiomas, independientemente del hecho de que
éstos sean evidentes o no. Simultáneamente, se produjeron rápidos avances en
la axiomatización de otras teorías matemáticas. E. V. Huntington y, de manera
independiente, E. H. Moore axiomatizaron en 1902 la teoría de grupos, teoría ya
ampliamente desarrollada y utilizada desde mediados del siglo XIX. También la
geometría no euclídea se axiomatizó siguiendo el paradigma de Hilbert, cuando
G. Halsted en 1904 y G. Hessenberg en 1905 crearon sistemas axiomáticos pa-
ra la geometría elíptica. En 1914 F. Hausdorff axiomatizó la parte básica de la
topología, conocida como topología de conjuntos de puntos (véase el Apéndice
2.15). Durante esta época el método axiomático formal produjo resultados ver-
daderamente alentadores, no sólo en geometría, sino en ramas muy diferentes
de la matemática. El mismo Huntington, por ejemplo, axiomatizó en 1902 la teo-
ría de las magnitudes continuas, base del análisis matemático, mediante 6 axio-
mas muy simples (véase el Apéndice 2.13).
Hilbert no se limitó a presentar axiomáticamente la geometría euclídea cons-
truyendo un sistema formal, aunque no formalizado. Además, analizó detallada-
mente las propiedades de su sistema. Probó que es consistente, es decir libre de
contradicciones, relativamente a la teoría de números reales; y demostró tam-
bién que sus axiomas son independientes, o sea, que ninguno se deduce de los
restantes (en el Capítulo 4 estas propiedades se definen con mayor precisión).
De esta manera, inauguró la disciplina conocida como metamatemática, que se
ocupa del estudio de las propiedades de los sistemas formales.
La concepción que Hilbert tiene de los sistemas axiomáticos es esencialmen-
te abstracta. Su idea principal es que los términos primitivos de una teoría axio-
mática no se refieren a ningún tipo determinado de entidad concreta o abstrac-
ta. Los términos “punto, “recta” o “plano” no denotan a algún objeto geométri-
co en particular, sino a una clase no determinada de objetos cualesquiera. Una
consecuencia importante de esta concepción formalista de Hilbert es que un
mismo sistema axiomático puede ser verdadero respecto de sistemas de objetos
muy diferentes y de distinta naturaleza, sean concretos o abstractos, dependien-
do del significado que se asigne a sus términos primitivos. La misma teoría ma-
temática (o el mismo formalismo lógico) admite múltiples realizaciones o mode-
los (en el Capítulo 3 estudiaremos este punto más de cerca y veremos varios
ejemplos).
P. Bernays, uno de los principales discípulos de Hilbert, en un artículo de
1922, “El significado de Hilbert para la filosofía de la matemática”, resumía la
concepción formal del método axiomático con las siguientes palabras:

De acuerdo con esta concepción, los axiomas no son en modo alguno juicios de
los que se pueda decir que son verdaderos o falsos; sólo tienen sentido en el

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

contexto de todo el sistema de axiomas. E incluso el sistema de axiomas como


un todo no constituye el enunciado de una verdad; más bien, la estructura lógi-
ca de la geometría axiomática en el sentido de Hilbert, análogamente a la de la
teoría abstracta de grupos, es puramente hipotética. Si hay en alguna parte de la
realidad tres sistemas de objetos, así como determinadas relaciones entre esos
objetos, tales que los axiomas valen respecto de ellos (esto significa que median-
te una adecuada asignación de nombres a los objetos y relaciones, los axiomas
se convierten en enunciados verdaderos), entonces, todos los teoremas de la geo-
metría también valen respecto de esos objetos y relaciones. Por tanto, el sistema
de axiomas mismo no expresa algo fáctico; más bien, presenta solamente una for-
ma posible de un sistema de conexiones que debe investigarse matemáticamente
de acuerdo con sus propiedades internas. (Traducido en Mancosu 1998, p. 192.)
De acuerdo con la concepción tradicional, los axiomas de la geometría euclí-
dea son proposiciones autoevidentes que expresan verdades acerca del espacio
físico, y, en general, los axiomas de un sistema axiomático son proposiciones
verdaderas acerca de alguna clase de objetos concretos o abstractos. Para Hil-
bert, en cambio, los axiomas de la geometría o de cualquier otro sistema axio-
mático no son verdades evidentes acerca de ninguna especie de objetos o enti-
dades determinadas. Un sistema de axiomas, si es consistente, caracteriza a un
cierto tipo de estructura abstracta que puede tener múltiples realizaciones o mo-
delos, es decir, que puede ser verdadera respecto de diferentes sistemas de ob-
jetos o entidades determinadas. Los axiomas de la geometría euclídea, por ejem-
plo, caracterizan la estructura que llamamos espacio euclídeo. El espacio físico
real puede ser uno de los modelos de esta estructura, pero los axiomas de la
geometría formal no se refieren a este espacio concreto, ni a ningún otro obje-
to o entidad. En la concepción formalista de Hilbert, la totalidad de los axiomas
de un sistema axiomático puede considerarse como una definición explícita del
término que se refiere o nombra a una estructura abstracta. Así, por ejemplo,
los axiomas de Hilbert para la geometría euclídea definen el término “espacio
euclídeo”. Igualmente, los axiomas de la teoría de grupos definen el término
“grupo”, el que a su vez se refiere a la estructura abstracta de grupo. Y lo mis-
mo vale para otras estructuras matemáticas caracterizadas axiomáticamente, ta-
les como las de como espacio vectorial, espacio topológico, y muchas otras.
Una consecuencia fundamental de la concepción abstracta del método axio-
mático consistió en el abandono de la evidencia como criterio de elección y jus-
tificación de los axiomas de un sistema. Los axiomas de un sistema formal no
son enunciados verdaderos y, por consiguiente, no puede decirse que sean ver-
dades evidentes. Todavía en 1902, Huntington distinguía entre postulados y
axiomas, considerando que estos últimos eran verdades autoevidentes. Sin em-
bargo, en pocos años esta distinción fue definitivamente abandonada, y la con-
cepción formalista de los axiomas se impuso de manera casi unánime.

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LA AXIOMÁ́TICA ABSTRACTA O FORMAL

El éxito que Hilbert obtuvo con su axiomatización de la geometría euclídea


lo llevó a recomendar la aplicación del método axiomático mas allá del campo
de la matemática. En el congreso internacional de matemáticos celebrado en Pa-
rís en 1900, Hilbert leyó una célebre comunicación, titulada “Problemas mate-
máticos”, en la cual presentó una lista de 22 problemas que ejercería una nota-
ble influencia en el desarrollo de la investigación matemática. El sexto de esos
problemas consistía en ofrecer un “tratamiento matemático de los axiomas de la
física”, en primer lugar, sostenía allí Hilbert, “de la teoría de la probabilidad y
de la mecánica”. Significativamente, ambas teorías serían axiomatizadas en los
años subsiguientes, aunque no de manera inmediata. En 1909 G. Hamel publi-
có un artículo notable llamado “Sobre los fundamentos de la mecánica”, en el
que daba la primera axiomatización precisa de toda la mecánica clásica. Hamel
siguió evidentemente el ejemplo de Hilbert y presentó sus axiomas divididos en
grupos: axiomas sobre el espacio y el tiempo, los sistemas materiales, el movi-
miento, las fuerzas externas e internas y otros. En total empleó 16 axiomas di-
vididos en 7 grupos. Después de deducir de sus axiomas algunas de las leyes
fundamentales de la mecánica, procedió a demostrar la consistencia de su siste-
ma axiomático y la independencia de todos sus axiomas. Ese mismo año C. Ca-
rathéodory publicó su trabajo “Sobre los fundamentos de la termodinámica”, en
el que axiomatizó la termodinámica clásica empleando solamente 2 axiomas. La
teoría de la probabilidad, por su parte, recién fue axiomatizada por A. Kolmogo-
rov en 1933 (véase el Apéndice 2.18) luego de varios intentos anteriores, no
muy satisfactorios, por parte de otros matemáticos.
Durante la segunda mitad del siglo XIX se produce otro desarrollo importan-
te relacionado con el método axiomático: la creación de la lógica matemática.
Este es un proceso que comienza con la obra de G. Boole El análisis matemá-
tico de la lógica, de 1847, y alcanza un primer estadio axiomático en la Concep-
tografía de G. Frege, publicada en 1879. Esta obra, subtitulada Un lenguaje for-
mal del pensamiento puro copiado del aritmético, introducía el primer lenguaje
formalizado para la lógica formal. Frege fue también el primero en presentar un
sistema de lógica de manera axiomática. Su sistema era de lógica de segundo
orden, pero incluía un conjunto de axiomas suficientes para deducir todas las
verdades de la lógica de primer orden con identidad (véase el Apéndice 2.10).
La lógica de primer orden de Frege se deducía de 9 axiomas sumamente sim-
ples, pero expresados en una notación simbólica difícil de leer, que pronto ca-
yó en desuso. Frege era ya bien consciente de que la elección de los axiomas
involucraba aspectos convencionales y de que sería posible construir otro siste-
ma de lógica equivalente al suyo empleando otros axiomas. En su propia selec-
ción se guió por el principio heurístico de que era más natural partir de enun-
ciados simples como axiomas y deducir luego los más complicados como teo-
remas. No obstante, Frege seguía aferrado a la concepción tradicional de los

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

axiomas, y los concebía como enunciados verdaderos que no necesitan demos-


tración porque son autoevidentes. Un sistema axiomático es para él un conjun-
to de enunciados verdaderos y no un mero formalismo sin interpretar. Por con-
siguiente, no es necesario probar la consistencia de un sistema axiomático,
puesto que ésta ya se encuentra asegurada por la verdad de los axiomas. Fre-
ge polemizó sin éxito contra la concepción formalista de Hilbert, que en poco
tiempo se iba a imponer sobre la suya, de carácter más tradicional.
La obra de Frege contenía otro logro destacable, como ya indicamos, la for-
malización completa del lenguaje en el que se presentaba el sistema. Construía
por primera vez un lenguaje completamente formalizado, que él llamó “escritu-
ra conceptual”, y que estaba dirigido a reemplazar a los lenguajes naturales en
la formulación precisa de las teorías científicas. Frege se propuso caracterizar
cuidadosamente todos los símbolos y reglas de este lenguaje: términos primiti-
vos y definidos, reglas de formación y de transformación. Mediante este lengua-
je se podía también definir de manera precisa en qué consiste una prueba o de-
mostración de un teorema del sistema. La propiedad esencial de este lenguaje
artificial es que posee reglas explícitas que, en un número finito de pasos, per-
miten determinar lo siguiente: a) si un símbolo es o no un término primitivo de
ese lenguaje; b) si un símbolo es o no un término definido; c) si un conjunto
de símbolos es o no un enunciado o fórmula de ese lenguaje; y, por último, d)
si una secuencia de enunciados o fórmulas es o no una prueba de una fórmula
de ese lenguaje. Un lenguaje que tiene estas características es un lenguaje for-
malizado, y una teoría axiomática expresada por medio de éste es un sistema
axiomático formalizado.
La Conceptografía de Frege es el primer sistema axiomático formalizado, y,
aunque no tuvo influencia alguna hasta dos décadas después de su publicación,
sirvió como modelo para otros sistemas posteriores, como la obra monumental
de A. N. Whitehead y B. Russell, Principia mathematica, publicada en tres vo-
lúmenes entre 1910 y 1913.
Mientras tanto, Frege concibió un ambicioso programa de fundamentación
de la matemática, luego conocido como logicismo. La tesis fundamental del logi-
cismo de Frege es, según sus propias palabras, que “la aritmética es una rama
de la lógica”. De acuerdo con esta idea, todos los conceptos de la aritmética
son definibles mediante conceptos puramente lógicos y todas las verdades de la
aritmética, que son proposiciones analíticas, son deducibles exclusivamente de
leyes lógicas. En su libro Los fundamentos de la aritmética, publicado en 1884,
Frege expuso con todo detalle la justificación de su programa logicista (que no
extendió a la geometría) y consiguió dar una definición satisfactoria del concep-
to de número natural en función de términos lógicos. La siguiente etapa del
programa consistía en deducir los teoremas fundamentales de la aritmética de
un conjunto de axiomas puramente lógicos. Frege dedicó veinte años de su vi-

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LA AXIOMÁ́TICA ABSTRACTA O FORMAL

da a esta empresa, que finalmente resultó un fracaso. En 1893 publicó el primer


volumen de Las leyes fundamentales de la aritmética, donde construía un siste-
ma axiomático de lógica de orden superior del cual deducía los principales teo-
remas de la aritmética de los números naturales. El segundo volumen, publica-
do en 1903, hacía lo propio con la teoría de los números reales. Sin embargo,
para consternación de Frege, B. Russell había descubierto que el sistema era in-
consistente. La célebre paradoja de Russell (que comentamos más adelante en
este capítulo) mostró que la lógica de Frege implicaba contradicciones. Frege
no consiguió encontrar una solución a esa paradoja y en los últimos años de su
vida terminó por renunciar a la tesis logicista.
Desde fines del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX se produjeron
los mayores progresos en la aplicación del método axiomático, así como en la
investigación metateórica de las propiedades de los sistemas axiomáticos. En
1889 G. Peano, adaptando resultados ya obtenidos por R. Dedekind, publicó la
primera axiomatización formal de la aritmética elemental, que perfeccionó en
1895, utilizando sólo 5 axiomas específicos (véase el Apéndice 2.11). El sistema
resultante era notoriamente simple y brindaba una base axiomática clara y pre-
cisa para la aritmética de los números naturales, que durante siglos se había
usado de manera puramente intuitiva. Peano introdujo, además, una notación
simbólica para el lenguaje formal mucho más clara y sencilla que la de Frege.
Con diversas variantes, la notación de Peano se impuso rápidamente y es la que
todavía está en uso en la mayoría de los textos de lógica.
El mayor logro del método axiomático contemporáneo ha sido, probablemen-
te, la axiomatización de la teoría de conjuntos, que se consideró como la parte
más básica y fundamental de la matemática. El desarrollo histórico de esta teo-
ría es algo complicado, por lo que aquí mencionaremos someramente sus tres
etapas fundamentales. La primera es la creación de la teoría intuitiva (o “inge-
nua”) de conjuntos por G. Cantor; la segunda es el descubrimiento de las lla-
madas antinomias, esto es, el hecho de que la teoría de Cantor implica contra-
dicciones; y la tercera y última es la axiomatización de la teoría con el fin de
eliminar las antinomias.
Entre los años 1874 y 1897 G. Cantor publicó de manera progresiva todos
los principales resultados de la teoría de conjuntos. La exposición de Cantor no
seguía el modelo axiomático ni estaba expuesta en un lenguaje formalizado. Por
estas razones se la conoce como teoría intuitiva o informal de los conjuntos. Su
obra suscitó al comienzo notable oposición entre los matemáticos porque Can-
tor no sólo introducía los conjuntos infinitos (que contienen un número infinito
de elementos) como actualmente existentes, sino que postulaba una jerarquía
infinita de conjuntos infinitos de diferente tamaño. Era necesario aceptar que
había infinitos mayores que otros infinitos. Esta idea resultó bastante extraña,
pero nadie logró al principio probar que fuera contradictoria o implicara contra-

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

dicción. Sin embargo, poco antes de fines del siglo XIX, se descubrió que la
teoría de Cantor conducía a auténticas contradicciones o antinomias. La prime-
ra paradoja se produjo con el conjunto de todos los números ordinales, llamado
Ω, puesto que se demostró que Ω + 1 es mayor que Ω y, a la vez, que Ω + 1
no es mayor que Ω. Esta es la llamada paradoja de Burali-Forti, quien fue el pri-
mero en publicarla en 1897. Sin embargo, hoy sabemos que Cantor ya la había
descubierto en 1895 y se la había comunicado a Hilbert en una carta del año
1896.
El propio Cantor encontró en 1899 otra contradicción en su teoría, conocida
como paradoja de Cantor, que afecta al conjunto de todos los conjuntos o clase
universal U. Previamente, Cantor había demostrado un célebre teorema (luego
conocido como teorema de Cantor) según el cual el conjunto de todos los sub-
conjuntos de un conjunto dado A (llamado conjunto potencia de A y simboliza-
do como ℘A) es mayor que A mismo, es decir, es un conjunto que tiene más
elementos que A (si A tiene n elementos, ℘A tiene 2n elementos). El resulta-
do puede expresarse como |℘A| > |A| (esto es, el número cardinal de ℘A es
siempre mayor que el de A, por lo que para cualquier cardinal siempre existe
uno mayor). En la teoría de conjuntos de Cantor se puede deducir, entonces,
tanto que el cardinal de U es menor que el cardinal del conjunto de todos los
subconjuntos de U y a la vez que no es menor que él (o sea, |℘U| > |U| y
|℘U| ≤ |U|), lo cual es obviamente contradictorio. En efecto, por el teorema de
Cantor |℘U| > |U|. Pero, además, dado que U es el conjunto de todos los con-
juntos, ℘U debe estar incluido en U, y es evidente, que un subconjunto de un
conjunto dado no puede contener más elementos que dicho conjunto (pues, si
B ⊆ A, entonces, |B| ≤ |A|). Se sigue, entonces, que |℘U| ≤ |U|, con lo cual
queda probado que la teoría de Cantor implica una contradicción. Otra manera
de arribar a la paradoja es advertir que todo subconjunto de U debe ser tam-
bién elemento de U, por lo que la clase universal debe tener al menos tantos
elementos como subconjuntos. Sin embargo, el teorema de Cantor implica que
U, como cualquier otro conjunto, tiene más subconjuntos que elementos.
Finalmente, en 1902 B. Russell halló una paradoja fundamental que involu-
craba a los conceptos de conjunto y pertenencia de un elemento a un conjunto
(que simbolizamos como ∈). La paradoja de Russell afectaba tanto a la teoría de
conjuntos de Cantor como a la lógica general de orden superior que Frege había
elaborado en su obra Las leyes fundamentales de la aritmética. Russell le comu-
nicó su descubrimiento a Frege en una carta, que éste hizo pública en un
apéndice del segundo volumen de Las leyes fundamentales de la aritmética, pub-
licado en 1903. E. Zermelo, por su parte, ya la había descubierto independiente-
mente en 1901, pero no la había publicado. El contenido de la paradoja de
Russell se puede resumir así: si designamos como y al conjunto de todos los
conjuntos que no son elementos de sí mismos, podemos deducir la siguiente

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LA AXIOMÁ́TICA ABSTRACTA O FORMAL

equivalencia: y ∈ y ↔ y ∉ y. Es decir, el conjunto y pertenece a sí mismo si y


sólo si no pertenece a sí mismo, lo cual es evidentemente contradictorio. La
explicación de este resultado paradójico es simple, pero no siempre intuitiva. Se
sigue simplemente de la definición de y, el llamado conjunto de Russell, como el
conjunto de todos los conjuntos que no son elementos de sí mismos. Si y es ele-
mento de sí mismo, por definición no debe serlo; si y no es elemento de sí
mismo, por la misma definición debe serlo. El conjunto de Russell es contradic-
torio y, como tal, no puede existir. Veamos cómo la paradoja se produce en la
teoría de conjuntos de Cantor.
Cantor había considerado como conjunto a cualquier reunión en un todo de
determinados objetos bien distinguidos de nuestra intuición o pensamiento.
Podemos suponer, entonces, que dada una propiedad cualquiera ϕ, existe el con-
junto correspondiente formado por todas los objetos que tienen esa propiedad,
es decir, por la extensión de ϕ. Esta afirmación se conoce como principio de
comprensión, y puede formalizarse de la siguiente manera: ∃y ∀x (x ∈ y ↔ ϕx).
Este principio es la fuente de las paradojas, pues, si elegimos ϕ = x ∉ x, arrib-
amos a la paradoja de Russell. La deducción se puede presentar así: sea ϕ = x
∉ x, y sea y = {x : ϕx}. Ahora bien, si y ∈ y , entonces, por el principio de com-
prensión debe valer ϕy, o sea, debe valer y ∉ y. Pero, por otra parte, si y ∉ y,
entonces, por el principio de comprensión y la definición de y debe valer y ∈ y.
Así llegamos a una contradicción patente. El principio de comprensión implica
que el conjunto de Russell es también un conjunto. Y dicho conjunto es contra-
dictorio porque tiene la propiedad de que es un elemento de sí mismo si y sólo
si no es un elemento de sí mismo.
Sobre este punto es necesario señalar que Cantor no suscribió el principio de
comprensión de manera irrestricta, ya que no aceptó como conjuntos a las tota-
lidades de objetos que no pudieran concebirse sin contradicción como existen-
tes. Este es el caso del conjunto de Russell y de otros a los que Cantor llamó,
en una carta a R. Dedekind de 1899, “pluralidades absolutamente infinitas o
inconsistentes”. Cantor considera conjuntos sólo a las pluralidades consistentes,
por consiguiente, el conjunto de Russell no es un conjunto en el sentido canto-
riano del término. La propiedad ϕ = x ∉ x no determina un conjunto, contra lo
que afirma el principio de comprensión en su formulación irrestricta.
En cualquier caso, la paradoja de Russell alcanzaba a la teoría general de las
clases y a la lógica de orden superior. Una vez conocida la paradoja de Russell
la teoría intuitiva de conjuntos entró en crisis, y esta crisis afectó también a los
fundamentos de la matemática en general, puesto que de la teoría de conjuntos
se deducen todas las partes básicas de la matemática, como la teoría de los
números cardinales y ordinales, los números reales e imaginarios, las funciones
y muchas otras. En el año 1908 se propusieron de manera casi simultánea dos
intentos de solución para las antinomias de la teoría de conjuntos: la teoría de

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

los tipos de B. Russell y la teoría axiomática de conjuntos de E. Zermelo. Ese


mismo año, J. E. Brouwer presentó una nueva manera de concebir la matemáti-
ca, el intuicionismo, que lo llevaría a formular una teoría de conjuntos alternati-
va a la de Zermelo. Aquí nos ocuparemos especialmente de la solución de
Zermelo, que desde el punto de vista histórico fue la que tuvo mayor importan-
cia, pero antes haremos algunas observaciones generales sobre la teoría de los
tipos y sobre la matemática intuicionista.
La solución propuesta por la teoría de los tipos consiste en estratificar el len-
guaje en diferentes niveles. Las reglas de este lenguaje estratificado impiden afir-
mar proposiciones tales como x ∉ x, las cuales resultan simplemente fórmulas
mal formadas. Russell empleó esta solución a las paradojas para proseguir el pro-
grama logicista de deducir la aritmética a partir de una lógica libre de contradic-
ciones. En la inmensa Principia mathematica Whitehead y Russell consiguieron
demostrar un enorme conjunto de teoremas matemáticos. Pero el costo de esta
empresa fue alto porque el sistema lógico del cual se deducía la aritmética era
bastante más complicado que el de Frege y las correspondientes demostraciones
mucho más laboriosas. Además, fue necesario introducir dos axiomas especiales,
el de infinitud y el de reducibilidad, que no parecían ser leyes puramente lógi-
cas y que muchos matemáticos encontraron inaceptables. Debido a su compleji-
dad y a sus dificultades de aplicación, los matemáticos profesionales nunca adop-
taron la teoría de los tipos. Desde entonces, el programa logicista ha quedado in-
concluso, aunque sus ideas esenciales todavía tienen adeptos. La teoría de los ti-
pos tampoco ha perdido su interés filosófico, a pesar de haberse revelado como
un instrumento matemático de escasa utilidad.
En 1908, el mismo año en que Zermelo axiomatizó la teoría de conjuntos, J.
E. Brouwer publicó su primer trabajo sobre la concepción intuicionista de la
matemática, de la cual resultarían una teoría de conjuntos y una lógica alterna-
tivas a las clásicas. Para Brouwer las entidades matemáticas no existen por sí
mismas, sino que son construcciones mentales del sujeto individual. La existen-
cia de una entidad matemática sólo puede afirmarse cuando se posee una
demostración constructiva de tal entidad, esto es, cuando es posible especificar
un procedimiento para construirla en un número finito de pasos. Consecuente-
mente con esta posición, Brouwer rechazó la teoría de conjuntos de Cantor,
donde se consideraba a los conjuntos infinitos como entidades completas y ac-
tualmente existentes, esto es, como individuos. En particular, rechazó el princi-
pio de comprensión, tanto en la versión generalizada atribuida a Cantor, que
conducía a paradojas, como en la formulación restringida de Zermelo, que era
aparentemente consistente. Sólo una concepción constructiva de los conjuntos,
que no les asignara una existencia independiente de los matemáticos, era acep-
table para Brouwer como fundamento de la matemática. Esta idea constituyó la
base del programa de reconstrucción intuicionista de la matemática, que se pre-

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LA AXIOMÁ́TICA ABSTRACTA O FORMAL

sentó como una alternativa a la matemática clásica y, sobre todo, a la teoría de


conjuntos de Zermelo. En la matemática intuicionista, las paradojas de la teoría
clásica de conjuntos no podían siquiera formularse, de manera que no había
necesidad de procedimientos para evitar las contradicciones, como los emplea-
dos por Russell en la teoría de los tipos o por Zermelo en la teoría axiomática
de conjuntos.
Brouwer desconfió muy tempranamente de la utilidad de los lenguajes for-
males y del método axiomático formal tal como lo practicaban Hilbert y sus
seguidores. Rechazó, por consiguiente los programas formalista y logicista de
fundamentación de la matemática. Consideró que la lógica no constituía el fun-
damento de la matemática, sino que, a la inversa, era una aplicación de ésta.
Más precisamente, la lógica sólo surge como resultado de un proceso de abs-
tracción y generalización de los procedimientos matemáticos constructivos.
Estos muestran, según Brouwer, que algunos de los principios lógicos clásicos,
como el de tercero excluido (χ v ¬ χ) y el de doble negación (¬ ¬χ → χ) no
son válidos. Se sigue de ello que la matemática constructiva no debe emplear
la demostración por el absurdo, que presupone estas leyes de la lógica clásica.
El intuicionismo obliga a abandonar el uso generalizado de las demostraciones
por el absurdo, que es práctica usual de los matemáticos desde los tiempos de
Euclides. En el intuicionismo la regla del absurdo sólo puede usarse para pro-
bar conclusiones negativas, es decir, para refutar proposiciones (la regla adop-
ta, entonces, la forma χ → (ψ & ¬ ψ) / ¬ χ). No resulta aceptable, en cambio,

clásicas rechazadas por los intuicionistas (en efecto, la regla ¬ χ → (ψ & ¬ ψ) / χ


para establecer conclusiones positivas, puesto que en ese caso hace uso de leyes

presupone la ley de doble negación). La lógica intuicionista resulta así un siste-


ma más débil que la lógica clásica, puesto que no hay ningún teorema de la
lógica intuicionista que no tenga su contrapartida en la lógica clásica, pero hay
muchos teoremas clásicos (de hecho, infinitos) que no son válidos en la lógica
intuicionista. En 1930 A. Heyting, discípulo de Brouwer, consiguió axiomatizar la
lógica proposicional intuicionista mediante un sistema de axiomas simples y claros
(véase el Apéndice 2.16). Desde entonces, la lógica intuicionista quedó constituida
como una alternativa o rival de la lógica clásica, y el estudio de sus mutuas rela-
ciones formó parte de las discusiones habituales de lógicos y filósofos.
Por su parte, el programa de la matemática intuicionista, lo continuaron
Heyting y otros matemáticos constructivistas hasta nuestros días. Sin embargo,
su popularidad siempre fue escasa en la comunidad matemática. Los matemáti-
cos profesionales, en su gran mayoría, no se han mostrado dispuestos a acep-
tar las mutilaciones de la matemática clásica que propone el intuicionismo, tales
como el abandono de partes considerables de la teoría de conjuntos. Por otra
parte, la matemática intuicionista incluye teoremas que son incompatibles con la
matemática clásica. Finalmente, la deducción de las partes de la matemática

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

clásica que se conservan en la matemática intuicionista es a menudo más com-


plicada. Por todas estas razones, la matemática intuicionista ha permanecido
como una corriente minoritaria dentro de la comunidad de los matemáticos. El
intuicionismo ha mantenido, sin embargo, su interés filosófico y sus aplica-
ciones en el campo de la teoría de la demostración y la metateoría de los sis-
temas formales.
La solución a las paradojas aportada por la teoría axiomática de conjuntos es
la que goza de mayor aceptación porque es la que combina la mayor simplici-
dad con la mayor fertilidad y facilidad de aplicación. Zermelo se propuso refor-
mular rigurosamente la teoría de conjuntos de modo tal que no se produjeran
paradojas y a la vez se conservara la mayor parte posible de la teoría intuitiva
de Cantor. Para ello presentó un sistema de 7 axiomas, que se reveló insuficien-
te para deducir ciertas partes de la aritmética de los números ordinales. En
1922 A. Fraenkel completó el sistema de Zermelo con un nuevo axioma, llama-
do axioma de reemplazo, que es un esquema de axioma (véanse los Capítulos
2.3 y 5.2). Ese mismo año, Th. Skolem propuso, de manera independiente, el
mismo axioma. En 1930 Zermelo presentó una nueva versión de su sistema en
la que modificaba uno de sus 7 axiomas originales, excluía otro, adoptaba el
axioma de reemplazo de Fraenkel e introducía un nuevo axioma (el de funda-
mentación o regularidad). El sistema completo de 9 axiomas (Zermelo-Fraenkel
o ZF) resultó adecuado y sin contradicciones aparentes. A partir de dicho siste-
ma, todos los resultados fundamentales de la matemática clásica se pueden de-
ducir con relativa facilidad (véase el Apéndice 2.14 para la formulación original
de Zermelo y el Capítulo 5.2 para mayores detalles sobre el sistema ZF).
Este sistema utilizaba sólo 2 términos primitivos: el predicado monádico
“conjunto” y el predicado diádico “pertenece” (∈). Zermelo empleó como primer
axioma un principio ya utilizado por Cantor, según el cual dos conjuntos son
idénticos cuando tienen todos sus elementos en común. Este se conoce como
axioma de extensionalidad y tiene la siguiente forma: ∀(xy) (∀z (z ∈ x ↔ z ∈ y)
→ x = y). Luego, postuló como axioma (el tercero en su lista) a una versión mo-
dificada del principio de comprensión. Se lo denomina axioma de separación (o
de subconjuntos) y se lo escribe así: ∀z ∃y ∀x (x ∈ y ↔ (x ∈ z & ϕx)). La idea
fundamental de este axioma (en realidad, un esquema de axioma) es limitar la
formación de conjuntos, de manera tal que no ocurra que para toda propiedad
exista un conjunto que es su extensión. La restricción de Zermelo consiste en
requerir que el nuevo conjunto determinado por la propiedad ϕ sea un subcon-
junto de un conjunto ya dado. Esto se expresa en el axioma mediante la condi-
ción de que todos los elementos del conjunto y, determinado por la propiedad
ϕ, sean elementos de otro conjunto previamente existente z. Esta condición im-
pide que puedan formarse conjuntos “demasiado grandes”, que son los que ori-
ginan paradojas. Los restantes axiomas son, a su vez, modificaciones del axio-

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LA AXIOMÁ́TICA ABSTRACTA O FORMAL

ma de comprensión que limitan la formación de conjuntos, pero permiten tratar


con conjuntos infinitos. En el sistema de Zermelo-Fraenkel no existen, por ejem-
plo, ni la clase universal U, ni conjuntos que sean elementos de sí mismos. Por
consiguiente, no se producen las paradojas de Cantor y de Russell.
Posteriormente se construyeron diversos sistemas axiomáticos de la teoría
de conjuntos diferentes del de Zermelo-Fraenkel. En 1925 J. Von Neumann pre-
sentó, bajo la forma de una teoría de las funciones, otra teoría axiomática de
conjuntos, que luego fue perfeccionada por P. Bernays y por K. Gödel, y se co-
noce como Von Neumann-Bernays-Gödel (VNBG). En 1937, W. Quine propuso
un sistema muy sencillo, conocido como NF (New Foundations), que empleaba
sólo 2 axiomas. En 1955 A. Morse creó otra axiomatización diferente de las an-
teriores. Las relaciones entre estos diferentes sistemas axiomáticos han sido es-
tudiadas con detalle, pero no pueden exponerse aquí. Digamos simplemente
que no son sistemas equivalentes (en el sentido preciso que se define en el Ca-
pítulo 2.4). Además, el concepto de conjunto que se emplea en cada uno de
ellos es en parte diferente, y los conjuntos construibles en cada sistema no son
los mismos (por ejemplo, en los sistemas de Von Neumann-Bernays-Gödel, de
Quine y de Morse existe la clase universal, pero no en el de Zermelo-Fraenkel).
Por último todos los sistemas axiomáticos de teoría de conjuntos tienen en co-
mún el hecho de que no se ha demostrado la consistencia absoluta de ninguno
de ellos. Hasta el momento no se han presentado contradicciones en estos sis-
temas, pero no hay garantía de que en el futuro no aparezcan antinomias (para
más detalles véase el Capítulo 5.2).
Los éxitos obtenidos por la axiomatización de teorías matemáticas a comien-
zos del siglo XX hicieron crecer el optimismo sobre la aplicabilidad del método
axiomático. En su artículo “Pensamiento axiomático”, publicado en 1918, Hilbert
consideraba que toda la matemática debía axiomatizarse y que el método axio-
mático podía extenderse también a las ciencias físicas, o al menos a todas las
teorías de la física en las que la matemática desempeñara un papel importante.
El llamado “programa de Hilbert” era el proyecto de axiomatizar todas las teo-
rías de la matemática en un lenguaje completamente formalizado, y demostrar
que los sistemas resultantes eran consistentes. Las pruebas de consistencia de-
bían ser absolutas y realizadas por medios estrictamente finitarios (véase el
Apéndice 1), esto es, que pudieran verificarse concluyentemente en un número
finito de pasos. El ideal de Hilbert consistía en obtener para cada rama de la
matemática un sistema axiomático formalizado que fuera a la vez consistente y
completo.
El célebre teorema de incompletitud, descubierto por K. Gödel en 1931, de-
mostró que este ideal era irrealizable. Gödel probó que cualquier sistema axio-
mático formalizado que fuera lo suficientemente rico como para incluir a la arit-
mética elemental, es necesariamente incompleto (e incompletable), dado el su-

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BREVE HISTORIA DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

puesto de que es consistente. Como corolario de este resultado, demostró tam-


bién que si un sistema axiomático de este tipo es consistente, su consistencia
no puede ser probada dentro del propio sistema. Estos dos resultados afectaban
severamente al programa de Hilbert, al menos en su formulación original, por-
que mostraban que los sistemas axiomáticos formales tienen limitaciones inter-
nas insuperables. No se sigue de ello, sin embargo, que el método axiomático
sea inaplicable o carezca de utilidad. Por el contrario, el empleo de este méto-
do mismo fue el que hizo posible el descubrimiento de sus propias limitaciones
(véase el Capítulo 4 y especialmente el Apéndice 1, para mayores detalles y una
exposición más matizada del tema).
Con los teoremas de Gödel comienza una nueva etapa del método axiomáti-
co, caracterizada por la investigación metateórica rigurosa de las propiedades de
los sistemas formales, así como por el replanteo de los métodos de prueba ad-
misibles en la metateoría de tales sistemas. Esta etapa llega hasta nuestros días,
por lo que parece conveniente terminar en este punto nuestra breve historia del
método axiomático.

Notas bibliográficas
No se ha escrito todavía, hasta donde conozco, una obra dedicada exclusiva-
mente a la historia del método axiomático. Se pueden encontrar informaciones
en las obras generales de historia de la lógica, sobre todo la de Kneale (1984),
y de la matemática: Collette (1973-1979); Rey Pastor y Babini (1985); Dahan-
Dalmedico y Peiffer (1986), Boyer y Merzbach (1989); Wussing (1989); Kline
(1990), y Gratan-Guinness (1994) y (1997). Son obras con enfoques muy diferen-
tes, que no siempre reservan el espacio merecido al método axiomático. Tam-
bién son útiles Bourbaki (1974), Kline (1980) y especialmente Eves (1990), que
es la obra que más se aproxima a un esbozo de historia del método axiomático.
La amplia obra filosófica de Suppes (2002) también contiene información históri-
ca sobre la axiomática. Benacerraf y Putnam (1983) y Tymoczko (1998) son dos
amplias antologías de trabajos originales sobre la filosofía de la matemática en el
siglo XX. Shapiro (2000a) es una introducción histórica a la filosofía de la mate-
mática que también incluye una exposición detallada de la situación actual.
Mueller (1981) es el estudio moderno más completo sobre los Elementos de
Euclides. Beaney (1997) contiene una traducción de casi todos los escritos im-
portantes de Frege. Ferreirós (2006) es una traducción comentada de trabajos y
correspondencia de Cantor. Hilbert (1930) es la realización clásica de la axiomá-
tica formal. Kolmogorov (1933) es otra obra clásica. Garciadiego (1992) es un es-
tudio histórico detallado de la paradoja de Russell. La presentación original de la
teoría de los tipos está contenida en Russell (1956). Los Principia de Whitehead

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NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

y Russell (1910-1913) son posiblemente el tratado de lógica más extenso y difícil


que se haya escrito, pero los primeros capítulos del primer volumen, que contie-
nen la presentación axiomática de la lógica, todavía resultan muy legibles. Sobre
la historia de la geometría no euclídea Gray (1989) presenta un esquema gene-
ral y Torretti (1978) un tratamiento detallado del desarrollo axiomático. Bonola
(1955) es una obra clásica, ya antigua, pero todavía útil (la edición inglesa, pero
no la española, contiene como apéndices traducciones de las memorias origina-
les de Bolyai y Lobachevsky). Torretti (1998), Mosterín (2000) y Grattan-Guin-
ness (2000) ofrecen mucha información sobre el desarrollo de la lógica, la teoría
de conjuntos y la fundamentación de la matemática en los siglos XIX y XX. So-
bre ese tema también son útiles Tiles (1989) y (1991) y Gray (2000). Van Heije-
noort (1967), Ewald (1996) y Mancosu (1998) contienen numerosas traducciones
de textos fundamentales de la historia de la lógica y la matemática.

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La estructura
2 de un sistema axiomático

2.1 ¿Qué es un sistema axiomático?


n sistema axiomático es una teoría organizada axiomáticamente. Las

U teorías, por su parte, están formadas por enunciados o proposiciones


(aquí tomaremos enunciado y proposición como sinónimos). Una teoría
es, como primera aproximación, un conjunto de proposiciones organizadas siste-
máticamente. A veces se llama teoría, en un sentido un poco vago, a cualquier
conjunto de proposiciones que tratan acerca de un tema o dominio determina-
do. Sin embargo, desde un punto de vista lógico, la característica esencial de
una teoría consiste en que ésta es un conjunto de proposiciones cerradas res-
pecto de la relación de consecuencia lógica, esto es, toda proposición que sea
consecuencia lógica de una teoría también pertenece a esa teoría (en el parágra-
fo 2.6 de este capítulo trataremos con más detalle el concepto de teoría). Por
cierto, no toda teoría es una teoría axiomática. Para obtener una teoría axiomá-
tica es necesario determinar un subconjunto A de las proposiciones de una teo-
ría tal que todas las proposiciones de la teoría sean consecuencias lógicas de A.
El conjunto A es el conjunto de los axiomas de la teoría. Con estos elementos
ya podemos dar una definición de sistema axiomático:
◊ Un sistema axiomático S es un conjunto de proposiciones en el cual se dis-
tingue un subconjunto A (los axiomas), tal que toda proposición que pertenece
a S es consecuencia lógica de A, y toda proposición que es consecuencia lógi-
ca de A pertenece a S.
Esta definición vale para cualquier sistema axiomático, como los Elementos
de Euclides, que esté compuesto por proposiciones o aseveraciones, es decir,
oraciones significativas que tienen valor de verdad y, por consiguiente, son ver-
daderas o falsas. Sin embargo, aquí nos interesa tratar con sistemas axiomáticos
formales, que no son conjuntos de proposiciones, sino de proposiciones forma-
les. Una proposición formal es una expresión que contiene uno o más términos
carentes de significado. Como consecuencia de ello, no tiene valor de verdad,
no es verdadera ni falsa hasta que no se otorgue significado a dichos términos.
Cuando se asigna un significado determinado a todos los términos de una pro-
posición formal, ésta se convierte en una proposición. Así, por ejemplo, la expre-
sión 1) “Hay al menos cuatro puntos que no están en un mismo plano”, es una

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ESTRUCTURA DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

proposición (que además es verdadera respecto del espacio de Euclides). En


cambio, la expresión 1’) “Hay al menos cuatro F que no están en un mismo G”
es una proposición formal, porque contiene los términos F y G, cuyo significa-
do no está determinado. Por consiguiente, no es verdadera ni falsa. Si conveni-
mos en que el término F signifique “punto” y el término G signifique “recta”, la
proposición formal 1’) se transforma en la proposición 1). Por otra parte, si asig-
namos otros significados a F y G, por ejemplo, “libro” y “biblioteca”, 1’) se con-
vierte en la proposición 2) “Hay al menos cuatro libros que no están en la mis-
ma biblioteca” (la cual es falsa respecto de la oficina de mi padre, que guarda
todos sus libros en la misma biblioteca, pero verdadera respecto de mi departa-
mento, que tiene varias bibliotecas, además de libros dispersos por todas par-
tes). Un sistema axiomático formal es, entonces, una teoría axiomática com-
puesta por proposiciones formales conectadas entre sí por la relación de
deducibilidad.
◊ Un sistema axiomático formal S es un conjunto de proposiciones formales
en el cual se distingue un subconjunto A (los axiomas), tal que todas las pro-
posiciones formales que pertenecen a S son deducibles de A, y toda proposición
formal deducible de A pertenece a S.
Un sistema formal puede formularse en una lengua natural no formalizada,
como el español o el inglés, siempre que todos sus axiomas sean proposiciones
formales, es decir, contengan al menos un término carente de significado. Es-
tos términos sin un significado determinado pueden ser tanto palabras del len-
guaje corriente a las que se ha despojado de todo sentido usual (como, por
ejemplo, “punto”, “recta” y “plano” en la axiomatización de Hilbert de la geome-
tría euclídea expuesta en el Apéndice 2.12), como signos especiales introduci-
dos en el lenguaje natural (por ejemplo, F, G y H en vez de “punto”, “recta” y
“plano”). Este último procedimiento es preferible porque evita las connotacio-
nes significativas que puedan conservar los términos de las lenguas naturales.
En un sistema formal no formalizado la construcción de proposiciones formales
se encuentra implícitamente regulada por la gramática de la lengua natural en
la cual se expresa ese sistema. Por otra parte, la manera de transformar unas
proposiciones formales en otras (la deducción correcta de unas a partir de
otras) no está determinada por reglas explícitas, sino que se realiza de un mo-
do intuitivo.
Los sistemas formales formalizados se expresan en un lenguaje artificial, co-
mo el de la lógica, la matemática o la computación. En un sistema formalizado
los signos que lo componen se relacionan entre sí mediante reglas de tipo sin-
táctico, pero no tienen significado alguno en el sentido preciso de que no se re-
fieren a ningún objeto o entidad. En esta clase de sistemas la manera de com-
binar los signos para construir proposiciones formales, y la manera de transfor-
mar unas proposiciones formales en otras (la deducción correcta de unas a par-

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ELEMENTOS DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

tir de otras) están especificadas explícitamente por reglas sintácticas (las reglas
de formación y transformación, respectivamente).
A veces se emplea la expresión “sistema axiomático material” para caracteri-
zar a los sistemas no formales constituidos por proposiciones significativas y di-
ferenciarlos de los sistemas axiomáticos formales compuestos de proposiciones
formales sin significado. En este trabajo preferiremos evitar esta terminología.
Llamaremos simplemente sistemas axiomáticos no formales a los que están
compuestos por proposiciones, y sistemas axiomáticos formales a los que están
compuestos por proposiciones formales. Los sistemas axiomáticos formales, a su
vez, pueden ser formalizados o no formalizados, según se expresen en un len-
guaje artificial regimentado o en una lengua natural enriquecida con algunos
términos técnicos. De aquí en adelante nos ocuparemos de la estructura, inter-
pretación y aplicación de los sistemas formales. En el Apéndice 2 incluimos la
traducción de diversos sistemas axiomáticos no formales, desde Aristóteles has-
ta Newton, así como de algunos de los primeros sistemas axiomáticos formales,
que tienen especial importancia histórica.
Comenzaremos por analizar detenidamente cómo es la estructura de un sis-
tema axiomático formal, esto es, cuáles son los elementos que lo componen y
cómo se relacionan entre sí estos diferentes elementos.

2.2 Elementos de un sistema axiomático


0) Lógica subyacente. Todo sistema axiomático se formula en el marco de
una determinada lógica, que en la mayoría de los casos es alguna porción de la
lógica clásica.
La lógica subyacente puede estar meramente supuesta y no hacerse explíci-
ta dentro del sistema. Esto es lo que sucede en la mayoría de los sistemas
axiomáticos de matemática. Por su parte, la lógica subyacente también puede
estar axiomatizada, aunque generalmente se prefiere, por razones de simplicidad
y utilidad, emplear una lógica no axiomatizada. Si el sistema axiomático que se
construye es un sistema de lógica elemental, usualmente no tendrá una lógica
subyacente, pues, él mismo es un sistema de lógica. En los sistemas matemáti-
cos, la lógica de primer orden constituye el requisito mínimo para una lógica
subyacente. Hay, sin embargo, muchas teorías matemáticas que no se pueden
axiomatizar mediante la lógica de primer orden porque requieren herramientas
lógicas más potentes. En esos casos se emplea como lógica subyacente a la
teoría de conjuntos o bien a una lógica de segundo orden o incluso de orden
superior. Los matemáticos casi siempre prefieren a la teoría informal de con-
juntos como lógica subyacente por su mayor simplicidad y facilidad de apli-
cación. Sin embargo, cuando se trabaja en temas de fundamentación de las
teorías matemáticas la teoría axiomática de conjuntos resulta preferible, ya que

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ESTRUCTURA DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

minimiza los riesgos de que se produzcan paradojas, aunque no los elimina


totalmente.
Puede decirse que, en cierto sentido, la lógica de primer orden es la
lógica subyacente fundamental de todo sistema axiomático. En efecto las lógicas
más potentes, como la teoría de conjuntos y las lógicas de orden superior se
pueden presentar a su vez como sistemas axiomáticos que tienen a la lógica de
primer orden como lógica subyacente. Por su parte, la lógica de primer orden
también se puede emplear de manera axiomatizada, pero un sistema axiomático
de lógica de primer orden no tiene a su vez una lógica subyacente presupuesta.

1) Vocabulario. Es el conjunto de todos los símbolos mediante los cuales


se construyen las cadenas y fórmulas que componen el lenguaje del sistema. El
vocabulario de un sistema axiomático contiene diferentes clases y categorías de
símbolos. Daremos aquí un esquema básico de clasificación con la advertencia
explícita de que la terminología varía mucho de un autor a otro, sin que haya
un consenso unánime entre los lógicos y matemáticos sobre cómo llamar a ca-
da clase de símbolo.
1a) Símbolos lógicos: son las conectivas lógicas, los cuantificadores y los sig-
nos de puntuación, como los paréntesis y corchetes. Se toman del lenguaje
de la lógica subyacente al sistema.
1b) Símbolos no lógicos: genéricamente se los denomina términos o términos
descriptivos. Son aquellos símbolos que pueden usarse para denotar indivi-
duos, propiedades o relaciones y funciones. Pertenecen a esta clase las va-
riables proposicionales y predicativas, así como las constantes individuales y
predicativas, los operadores y funtores. En un sistema axiomático formal nin-
guno de estos términos tiene significado. Pero cada uno de ellos pertenece
a una categoría gramatical bien determinada. Por ejemplo, las constantes
predicativas (y variables, si las hubiera) se distinguen por su grado: predica-
dos monádicos, diádicos, triádicos, etc., según se apliquen a uno, dos o tres
individuos. En general, el número de símbolos no lógicos de un sistema
axiomático es infinito.
Entre los términos descriptivos del sistema se eligen algunos que forman el
vocabulario específico del sistema axiomático del que se trate. Estos son los
términos técnicos del sistema, que se dividen en dos clases fundamentales:
1b1) Términos primitivos: son los términos no definidos que se introdu-
cen especificando únicamente la categoría gramatical a la que pertene-
cen. Por ejemplo, si las constantes predicativas P y Q son los primitivos
de un sistema, es necesario indicar si son predicados monádicos, diádi-
cos o del grado que fuere. La elección de los términos primitivos de un
sistema axiomático es completamente convencional; se realiza sobre la

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ELEMENTOS DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

base de criterios de simplicidad, utilidad, o elegancia estética. En princi-


pio, se procura introducir la menor cantidad posible de primitivos o de
clases de ellos, pero este criterio no es absoluto. Frecuentemente, por ra-
zones de facilidad de uso, se prefiere introducir una mayor cantidad de
primitivos que lo que sería estrictamente necesario.
En el caso de un sistema axiomático de lógica, la totalidad de su vocabu-
lario está constituido por símbolos lógicos (incluyendo entre estos a las
variables), de modo que la distinción entre términos primitivos y definidos
se establece entre los propios símbolos lógicos del sistema.
1b2) Términos definidos: son los términos que se definen mediante los
primitivos (junto con los símbolos lógicos que sean necesarios). Las de-
finiciones son estrictamente nominales y tienen la forma: t = def ti...tk,
donde t es un término definido y ti...tk es una lista finita de términos pri-
mitivos (junto con símbolos lógicos). La presencia de términos definidos
en un sistema axiomático no es imprescindible. Todas las expresiones
del lenguaje del sistema pueden construirse empleando solamente térmi-
nos primitivos y símbolos lógicos. Los términos definidos se introducen
con el fin de simplificar el lenguaje del sistema y hacerlo más claro e in-
teligible. No obstante, siempre se los puede eliminar reemplazándoselos
por su correspondiente definición en función de los términos primitivos.
Las definiciones de un sistema formal deben satisfacer dos condiciones:
i) eliminabilidad y ii) no creatividad. Las definiciones son eliminables
cuando cualquier expresión de un sistema axiomático que contiene térmi-
nos definidos se puede reemplazar por otra expresión equivalente que só-
lo contiene términos primitivos y símbolos lógicos, pero ningún término
definido. Por otra parte, las definiciones son no creativas cuando no per-
miten probar como teoremas expresiones que no son demostrables ex-
clusivamente a partir de los axiomas, cuando se han eliminado de ellas
los términos definidos. Esto significa que si tenemos como teorema una
expresión χ que emplea el término definido t, y en la prueba de χ se ha
utilizado la definición de t, es posible demostrar sólo a partir de los axio-
mas una expresión equivalente χ’ que no contiene términos definidos. Es-
tas dos condiciones establecen que las definiciones son meras estipulacio-
nes o abreviaciones terminológicas, y por consiguiente, no dan lugar a la
demostración de nuevos teoremas. En caso contrario, tendrían el carácter
de axiomas.

2) Reglas de formación. Son reglas de tipo sintáctico o gramatical que in-


dican cómo combinar los símbolos del vocabulario de un sistema para obtener
proposiciones formales bien construidas. Todo sistema axiomático requiere de
un número finito de reglas de formación. Cualquier secuencia finita de símbo-

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ESTRUCTURA DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

los de un sistema es una cadena. En un sistema axiomático generalmente hay


infinitas cadenas. Pero no todo elemento de este conjunto será aceptable como
una proposición formal, porque no cualquier cadena se considerará como una
fórmula bien construida. Llamamos fórmula bien formada (fbf), o simplemente
fórmula, a toda cadena obtenida mediante la aplicación de una o más reglas de
formación del sistema a los símbolos del vocabulario. Las reglas de formación
son las que permiten diferenciar dentro de un sistema las cadenas de símbolos
que son fórmulas bien formadas de aquellas que no lo son. El conjunto de las
fbf de un sistema generalmente también es infinito. Las fbf de un sistema axio-
mático formal son meras proposiciones formales que no tienen significado, y,
por consiguiente, carecen de valor de verdad. No son verdaderas ni falsas has-
ta tanto no demos una interpretación de ese sistema.

3) Reglas de transformación. Son reglas lógicas que indican cómo obte-


ner una fbf a partir de otra u otras fbf. Más precisamente, establecen que una
fbf es inmediatamente deducible como conclusión a partir de un conjunto finito
de fbf tomadas como premisas. Las reglas de transformación, son, en suma,
reglas lógicas de inferencia. Frecuentemente no se las enuncia de manera
explícita, sino que están presupuestas como reglas completas de primer orden.
En el caso de un sistema axiomático de lógica elemental, es necesario especifi-
carlas explícitamente. La elección de las reglas de transformación también es
convencional y se guía por criterios pragmáticos. Todo sistema axiomático ne-
cesita al menos una regla de transformación, pero no hay un límite superior pa-
ra el número de reglas con tal de que éste sea finito. Una sola regla resulta su-
ficiente (por ejemplo, la regla de separación o modus ponens, que se formula en
el Capítulo 2.3), pero generalmente se emplea más de una con el fin de hacer
que las demostraciones sean más simples y breves.
Todas las reglas de transformación deben satisfacer el requisito de correc-
ción, que consiste en la conservación de la verdad de las premisas a las que se
aplican. Esto es, una regla de inferencia es correcta cuando a partir de proposi-
ciones verdaderas sólo permite inferir proposiciones verdaderas. Una regla de
inferencia correcta garantiza, en razón de la mera forma lógica de la inferencia,
la transmisión de la verdad de las premisas a la conclusión. En general, un sis-
tema axiomático es correcto cuando todas las fórmulas deducibles de los axio-
mas son también consecuencia lógica de los axiomas, es decir, si A es el con-
junto de los axiomas y χ es una fórmula cualquiera, entonces, si A l− χ, enton-
ces, A l= χ. La corrección de las reglas de transformación de un sistema axio-
mático nos asegura que, cuando interpretemos ese sistema, si los axiomas re-
sultan verdaderos, también los teoremas serán verdaderos.

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ELEMENTOS DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

4) Axiomas. Constituyen un subconjunto de las fbf de un sistema axiomáti-


co. Son las proposiciones formales no demostradas que se adoptan sin prueba
o justificación alguna. También se eligen convencionalmente, pero no sería ade-
cuado decir que su elección es totalmente arbitraria. Los axiomas deben ser lo
suficientemente fructíferos como para poder deducir de ellos todas las fórmulas
que constituyen el sistema en cuestión. Por ejemplo, no cualquier conjunto de
fbf de la lógica proposicional es adecuado como base axiomática para un siste-
ma de lógica de este tipo, porque no cualquier conjunto de fbf permite deducir
todas las tautologías de la lógica proposicional. Existe, con todo, una amplia li-
bertad de elección para los axiomas de un sistema. Por esta razón es posible
construir, como veremos más adelante, sistemas equivalentes a partir de dife-
rentes conjuntos de axiomas. Por ejemplo, hay muchos sistemas equivalentes de
lógica proposicional tales que ciertas fbf que aparecen como axiomas en un sis-
tema, son teoremas en otro sistema y viceversa. Esto nos muestra la relatividad
de la noción de axioma. Una determinada proposición formal es axioma respec-
to de un determinado sistema axiomático, pero puede no ser axioma, y general-
mente no lo es, en otro sistema equivalente (o no) al primero.
Los axiomas, como cualquier otra fbf de un sistema formal, no tienen signi-
ficado ni valor de verdad. En particular, no son enunciados verdaderos y, por
tanto, no se los elige por su evidencia, por el hecho de que sean verdades au-
toevidentes. Son meras proposiciones formales de las cuales se deducen otras
proposiciones formales mediante la aplicación de las reglas de transformación
del sistema.
El conjunto de los axiomas de un sistema axiomático no necesariamente de-
be ser finito. Como veremos luego, hay teorías que no son axiomatizables me-
diante un número finito de axiomas y requieren un número infinito de ellos. Si
el número de axiomas es finito se los puede presentar mediante una lista, una
secuencia numerada de ellos. En cambio, si un sistema tiene infinitos axiomas,
evidentemente no es posible dar una lista de ellos. En ese caso debe proporcio-
narse un medio efectivo para identificar si una fbf cualquiera del sistema es o
no un axioma. Un sistema de este tipo se presenta mediante esquemas de axio-
ma, formulados con metavariables, cada uno de los cuales comprende como ca-
sos a infinitos axiomas. Por ejemplo, si A → A se toma como axioma esquema,
p → p; (p v q) → (p v q); y otras infinitas fbf serán casos de sustitución de ese
esquema. Toda fbf que se obtenga sustituyendo de manera uniforme las metava-
riables de un axioma esquema por cualquier fbf será, entonces, un axioma del
sistema. Por supuesto, el número de esquemas de axioma debe ser finito.
Idealmente, en la construcción de un sistema axiomático se tiende a reducir
el número de axiomas o de esquemas de axioma al mínimo posible. Pero éste
tampoco es un requisito irrevocable. Con frecuencia se emplean más axiomas
que los estrictamente necesarios con el fin de que éstos resulten más breves y

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ESTRUCTURA DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

sencillos y las demostraciones a partir de ellos sean más fáciles. Más adelante
nos encontraremos con ejemplos de esta situación.

5) Teoremas. Son las fbf de un sistema que se deducen de los axiomas me-
diante la aplicación de alguna regla de transformación.
Los axiomas se consideran fbf deducibles de sí mismas (pues la reflexividad
es una propiedad esencial de la relación de deducibilidad: toda fórmula se de-
duce de sí misma). Luego, todo axioma es también teorema. Así, el conjunto de
los axiomas de un sistema está incluido en el de los teoremas; y a su vez el
conjunto de los teoremas está incluido en el conjunto de las fbf de ese sistema.
Casi siempre el conjunto de los teoremas de un sistema axiomático es infinito.
Por supuesto, en la práctica no podemos conocerlos a todos, sino que nos limi-
tamos siempre a un conjunto finito de teoremas efectivamente demostrados.

Una vez que hemos descripto todos los elementos que componen un siste-
ma axiomático podemos caracterizar las nociones de demostración formal y de
deducción en un sistema axiomático.

◊ Una demostración formal en un sistema axiomático S es una secuencia fi-


nita de fbf de S, tales que cada una de ellas o bien es un axioma, o bien es una
fbf inmediatamente deducible de algunas de las fbf que la preceden en la se-
cuencia. En una demostración formal toda fórmula deducida de los axiomas de-
be obtenerse por medio de la aplicación de alguna regla de transformación del
sistema a los axiomas. La última fbf de la secuencia es la conclusión o teorema
demostrado.

◊ Una deducción a partir del conjunto G de premisas en un sistema axiomá-


tico S es una secuencia finita de fbf, tales que cada una de ellas es un axioma,
o un miembro de G, o es una fbf inmediatamente deducible de algunas de las
fbf que la preceden en la secuencia. La última fbf de la secuencia se denomina
teorema deducible del conjunto de premisas G.

De estas dos definiciones la segunda es más general y abarca a la primera.


En efecto, una demostración formal es un caso particular de deducción: es una
deducción en la que el conjunto G de premisas es vacío.

2.3 Ejemplo de un sistema axiomático


Veremos ahora cómo se construye un sistema axiomático simple y daremos
algunos ejemplos de demostración de teoremas dentro de ese sistema. Con ello

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EJEMPLO DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

se aclararán muchos de los conceptos que acabamos de caracterizar de una ma-


nera abstracta. Presentaremos, en una versión ligeramente modernizada, un sis-
tema axiomático de lógica proposicional que fue creado por el lógico polaco J.
Lukasiewicz en 1929 (traducido en Lukasiewicz 1963). Introduciremos uno por
uno los diferentes elementos y los iremos comentando.
Los sistemas axiomáticos de lógica fundamental representan un caso ligera-
mente atípico dentro de los sistemas axiomáticos formales. Ante todo, esta cla-
se de sistemas no tiene una lógica subyacente presupuesta que sea diferente
del sistema mismo. Dado que se trata sistemas de lógica básica, la lógica sub-
yacente está dada por el propio sistema, el cual puede usarse a su vez como ló-
gica subyacente para otras teorías axiomáticas. Sin embargo, la mayoría de los
sistemas axiomáticos formales tiene una lógica subyacente que no está axioma-
tizada. El ejemplo de la lógica proposicional es particularmente simple y, ade-
más, nos resulta útil para introducir la estructura de un lenguaje formalizado y
para conocer la manera en que se demuestran teoremas dentro de un sistema
formal. Más adelante (en el Capítulo 2.6) presentaremos otros ejemplos de sis-
temas axiomáticos formalizados, la aritmética de Peano y la geometría elemen-
tal de Tarski, que representan casos más típicos de empleo del método axiomá-
tico en las ciencias formales.

Lógica proposicional (Łukasiewicz 1929)

1) Términos primitivos

a) Símbolos lógicos
Constantes lógicas: ¬ , →
Signos de puntuación: ( )

b) Símbolos no lógicos
Variables proposicionales: p, q, r, ...p1, q1, r1 ...

2) Reglas de formación
Las letras mayúsculas A, B, C..., que emplearemos en las reglas de forma-
ción y transformación, son en realidad metavariables que representan a cual-
quier fórmula del sistema. Así, por ejemplo, A puede representar a un símbolo
proposicional p, pero también a la fórmula p → q o a cualquier otra de cual-
quier extensión.

RF1. Toda variable proposicional es una fórmula bien formada (fbf).


RF2. Si A y B son fbfs, entonces, ¬ A y (A → B) son fbfs.

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ESTRUCTURA DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

RF3. Sólo son fbfs las cadenas de símbolos que resultan de la aplicación
(posiblemente reiterada) de RF1 y RF2.

Estas son todas las reglas de formación del sistema.

Todas las reglas se enuncian en un nivel metalingüístico. Estas reglas nos


permiten construir un número infinito de fórmulas bien formadas de cualquier
extensión finita. Por ejemplo, p, y q son fbf por RF1; (p → q) es una fbf por
RF2; ¬ (p → q) es una fbf por RF2; (¬ (p → q)) → (¬ (p → q)) es una fbf por
RF2, y así sucesivamente. La oración final es una cláusula de cierre, que se
emplea para excluir la posibilidad de que se agreguen nuevas reglas de forma-
ción o se las suponga tácitamente.
Para simplificar la notación y eliminar el uso de paréntesis adoptaremos la con-
vención de suprimir los paréntesis externos de cada fórmula. De este modo, escri-
biremos A → B en vez de (A → B); y (A → B) → C en vez de ((A → B) → C)).
También escribiremos ¬ A en vez de ¬ (A) cuando la fórmula A no contenga
otras constantes lógicas.

3) Términos definidos
Definición de “v”: A v B ↔def ¬ A → B.
Definición de “&”: A & B ↔def ¬ (A → ¬ B).
Definición de “↔”: A ↔ B ↔def ¬ ((A → B) → (¬ (B → A))).

Los términos definidos no son necesarios dentro del sistema, ya que todas
las fbf de la lógica proposicional pueden escribirse solamente con las conectivas
de negación y condicional. Se los introduce por razones prácticas para simplifi-
car la escritura y para traducir al lenguaje del sistema otras formulaciones de la
lógica proposicional.

4) Reglas de transformación
RT1. Dadas las fbf A y A → B, la fbf B se deduce inmediatamente de am-
bas.
RT2. Dado un teorema A, se deduce inmediatamente otro teorema B sus-
tituyendo en A una cualquiera de sus variables, en todas sus apari-
ciones, por una misma fbf cualquiera.

Estas son todas las reglas de transformación del sistema.

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EJEMPLO DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

La regla RT1 es la regla de separación o modus ponens: A, (A → B) / B, co-


nocida ya por los antiguos griegos. La regla RT2 es la regla de sustitución uni-
forme de variables, que en este sistema se aplica sólo a los símbolos proposi-
cionales. A veces, para simplificar las demostraciones, se introducen reglas de-
rivadas de inferencia, pero aquí no lo haremos.

5) Axiomas

Ax1. (p → q) → ((q → r) → (p → r)).

Ax2. (¬ p → p) → p.

Ax3. p → (¬ p → q).

Ninguna otra fórmula es un axioma.

Por razones de elegancia, casi siempre se prefiere utilizar sólo términos pri-
mitivos en la formulación de los axiomas, como ocurre en este caso, aunque
ello no es indispensable.

6) Teoremas
T1. (((q → r) → (p → r)) → s) → ((p → q) → s).

Demostración:

1. (p → q) → ((q → r) → (p → r)) [Axioma 1]

2. ((p → q) → ((q → r) → (p → r))) → ((((q → r) → (p → r)) → s) →


((p → q) → s)) [De 1 por RT2, sustituyendo p por (p → q);
q por (q → r) → (p → r); y r por s]

3. (((q → r) → (p → r)) → s) → ((p → q) → s) [De 1 y 2 por RT1]

Todo teorema demostrado se puede usar a su vez como axioma de las si-
guientes demostraciones.

T2. (p → (q → r)) → ((s → q) → (p → (s → r))).

Demostración:

1. (((q → r) → (p → r)) → s) → ((p → q) → s) [Teorema 1]

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ESTRUCTURA DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

2. ((((q → r) → (s → r)) → (p → (s → r))) → ((s → q) → (p →(s → r)))) →

((p → (q → r)) → ((s → q) → (p → (s → r))))

[De 1 por RT2, sustituyendo q por (q → r); r por (s → r);


y s por ((s → q) → (p → (s → r)))]

3. (((q → r) → (s → r)) → (p → (s → r))) → ((s → q) → (p → (s → r)))

[De 1 por RT2, sustituyendo p por s; y s por p → (s → r)]

4. (p → (q → r)) → ((s → q) → (p → (s → r))) [De 2 y 3 por RT1] •

Estos dos teoremas se deducen del Axioma 1 exclusivamente. Veamos aho-


ra una demostración que emplea los tres axiomas conjuntamente.

T3. p → p

Demostración:

1. (p → q) → ((q → r) → (p → r)) [Axioma 1]

2. (p → (¬ p → q)) → (((¬ p → q) → r) → (p → r))


[De 1 por RT2,
sustituyendo q por (¬ p → q)]

3. p → (¬ p → q) [Axioma 3]

4. ((¬ p → q) → r) → (p → r) [De 2 y 3 por RT1]

5. ((¬ p → p) → p) → (p → p) [De 4 por RT2, sustituyendo q por p;


y r por p]

6. (¬ p → p) → p [Axioma 2]

7. p → p [De 5 y 6 por RT1]

Observemos que cada una de estas secuencias de fórmulas es una demostra-


ción porque satisface las condiciones enunciadas antes: cada línea es un axioma
o una fórmula que se deduce de alguna línea precedente por medio de la apli-
cación de una regla de transformación. La clave para encontrar una prueba de
un teorema cualquiera está en hallar la sustitución adecuada para cada uno de
los símbolos proposicionales p, q y r, que aparecen en los axiomas. La única res-

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EJEMPLO DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

tricción para este procedimiento es que la sustitución debe ser uniforme en ca-
da línea, o sea, que si, por ejemplo, en el Axioma 2 el símbolo p se reemplaza
por la fórmula r → q, todas las apariciones de p en ese axioma deben reempla-
zarse por r → q. Ello no impide que en otra línea de la demostración p sea rem-
plazada uniformemente, en cualquier axioma, por otra fórmula cualquiera.
Actualmente se prefiere formular los sistemas axiomáticos de lógica median-
te esquemas de axiomas. El número de axiomas del sistema se vuelve, enton-
ces, infinito, porque cada esquema representa a un número infinito de axiomas.
Este hecho no constituye un problema porque comparando la forma lógica de
los esquemas de axiomas con la forma lógica de cualquier fbf, podemos deter-
minar si esa fbf es o no es un axioma. Por otra parte, este procedimiento tiene
varias ventajas: se puede prescindir de la regla de sustitución, las demostracio-
nes se vuelven más simples y los resultados obtenidos son más generales. La
idea de emplear esquemas de axiomas la introdujo J. Von Neumann en 1927,
pero el procedimiento sólo se generalizó años más tarde. Un ejemplo de esta
clase de formulación es el sistema de lógica proposicional que A. Church pre-
sentó en 1956, inspirado en otro sistema de lógica proposicional de J. Łukasie-
wicz. El sistema emplea los mismos términos primitivos, reglas de formación y
términos definidos; una sola regla de transformación, el modus ponens (RT1), y
los siguientes axiomas:

5’) Axiomas

Ax1. A → (B → A).

Ax2. (A → (B → C)) → ((A → B) → (A → C)).

Ax3. (¬ A → ¬ B) → (B → A).

Ninguna otra fórmula es un axioma.

Estos axiomas son en realidad esquemas de axiomas formulados con me-


tavariables. Las letras A, B, C,..., representan fórmulas cualesquiera, no ne-
cesariamente distintas entre sí. Cada esquema de axioma tiene un número
infinito de casos de sustitución, por lo que cada uno de ellos representa a in-
finitos axiomas. Así, por ejemplo, las tres siguientes fórmulas: p → (q → p);
(p → q) → (q → (p → q)); y ¬ p → (¬ p → ¬ p), son todos axiomas ob-
tenidos por sustitución del esquema de axioma Ax1.

Veamos dos ejemplos de demostración en este sistema.

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ESTRUCTURA DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

6’) Teoremas

T1. A → A.

Demostración:

1. A → ((A → A) → A) [Axioma 1]

2. A → ((A → A) → A)) → (((A → (A → A)) → (A → A)) [Axioma 2]

3. (A → (A → A)) → (A → A) [De 1 y 2 por RT1]

4. A → (A → A) [Axioma 1]

5. A → A [De 3 y 4 por RT1]

Hemos probado un teorema de la lógica proposicional que puede identificar-


se con el clásico principio de identidad. Pero, puesto que hemos usado esque-
mas de axiomas, hemos demostrado en realidad un esquema de proposición
formal que representa a infinitos teoremas de la misma forma, por ejemplo: p →
p; q → q; (p → q) → (p → q); etc.

T2. ¬ A → (A → B).

Demostración:

1. (¬ B → ¬ A) → (A → B) [Axioma 3]

2. ((¬ B → ¬ A) → (A → B)) →
(¬ A → ((¬ B → ¬ A) → (A → B))) [Axioma 1]

3. ¬ A → ((¬ B → ¬ A) → (A → B)) [De 1 y 2 por RT1]

4. (¬ A → ((¬ B → ¬ A) → (A → B))) →
((¬ A → (¬ B → ¬ A)) → (¬ A → (A → B))) [Axioma 2]

5. (¬ A → (¬ B → ¬ A)) → (¬ A → (A → B)) [De 3 y 4 por RT1]

6. ¬ A → (¬ B → ¬ A) [Axioma 1]

7. ¬ A → (A → B) [De 5 y 6 por RT1]

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SISTEMAS EQUIVALENTES

2.4 Sistemas equivalentes


Se dice que dos sistemas axiomáticos son equivalentes (o equipolentes)
cuando permiten demostrar el mismo conjunto de teoremas. Por ejemplo, dos
sistemas de lógica proposicional serán equivalentes si en ambos se prueban co-
mo teoremas todas las tautologías de la lógica proposicional. La equivalencia en-
tre dos sistemas axiomáticos se determina definiendo los términos primitivos de
uno mediante los del otro, y demostrando que los axiomas de cada uno son teo-
remas en el otro sistema. Más precisamente, los sistemas S1 y S2 son equiva-
lentes si y sólo si, i) los términos primitivos de S1 son términos definibles en S2
y los primitivos de S2 son definibles en S1; y ii) los axiomas de S1 son teore-
mas en S2 y los axiomas de S2 son teoremas en S1. Cuando se cumplen estas
dos condiciones decimos que S1 y S2 no son dos teorías diferentes, sino dos for-
mulaciones diferentes de la misma teoría.
Existen numerosos sistemas axiomáticos de lógica proposicional que son
equivalentes entre sí. Por ejemplo, el sistema elaborado por D. Hilbert y W.
Ackermann en 1928 emplea en los axiomas las conectivas lógicas de disyunción
(v) y condicional (→), aunque esta última es un término definido, como regla
de transformación al modus ponens, y como axiomas a las siguientes fórmulas:

Ax1. (A v A) → A.

Ax2. A → (B v A).

Ax3. (A v B) → (B v A).

Ax4. (A → B) → ((C v A) → (C v B)).

Este sistema es equivalente al de J. Lukasiewicz de 1929, que expusimos an-


tes. Para probarlo hay que proceder en dos pasos. Primero traducimos los axio-
mas de Hilbert y Ackermann al lenguaje del sistema de Lukasiewicz, reempla-
zando de manera uniforme el término lógico “v” por su definición mediante “→”
y “¬”. El primer axioma se traduce, entonces, como: (¬ A → A) → A. Los res-
tantes axiomas puede reescribirlos el lector. Luego se demuestra cada uno de
los cuatro axiomas traducidos a partir de los tres axiomas del sistema de Luka-
siewicz. Las pruebas correspondientes también quedan como ejercicio para el
lector. Con ello se ha probado que el sistema de Lukasiewicz implica al de Hil-
bert y Ackermann, pero para probar la equivalencia entre ambos sistemas hay
que demostrar que la implicación se da en sentido inverso. Ahora es necesario
traducir los axiomas de Lukasiewicz al lenguaje del sistema de Hilbert y Acker-
mann y luego deducirlos de los cuatro axiomas de este sistema.
Cuando dos sistemas axiomáticos emplean reglas de inferencia diferentes la
deducción de los axiomas debe hacerse empleando las reglas propias de cada

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ESTRUCTURA DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

uno. Por ejemplo, el sistema de lógica proposicional que H. Reichenbach cons-


truyó en 1953 emplea como términos primitivos a las conectivas de negación
(¬) y disyunción (v); pero en vez del modus ponens usa como regla de inferen-
cia la regla del silogismo disyuntivo: A v B, ¬ A / B. Los axiomas de ese sis-
tema son los siguientes:

Ax1. ¬ ¬ (A v (¬ A v B)).
Ax2. ¬ ¬ (¬ (A v B) v (¬ (¬ B v A) v A)).
Ax3. ¬ ¬ (¬ (A v B) v (¬ (¬ B v C) v (A v C))).
Ax4. ¬ A v A.
Ax5. ¬ (A v B) v (A v ¬ ¬ B).

Para probar la equivalencia de este sistema con cualquiera de los dos ante-
riores es necesario traducir los axiomas de éstos al lenguaje del sistema de Rei-
chenbach y luego demostrarlos a partir de sus cinco axiomas empleando sólo la
regla del silogismo disyuntivo. Después hay que traducir los axiomas de Rei-
chenbach a los lenguajes de cada uno de los otros dos sistemas y demostrarlos
a partir de los axiomas de cada uno de ellos usando sólo la regla del modus po-
nens. Aquí tiene el lector un ejercicio más largo y complicado que le demanda-
rá, probablemente, más tiempo de trabajo.

2.5 Lógica de primer orden


El sistema axiomático de lógica proposicional que presentamos antes se pue-
de ampliar hasta obtener un sistema completo de lógica de primer orden con
identidad. Para ello es necesario incorporar nuevos términos primitivos y defini-
dos, reglas de formación y de transformación, y una serie de nuevos axiomas.
El sistema que expondremos es, con variantes de detalle, el que A. Church
construyó en 1956, uno de los más conocidos y utilizados en los subsiguientes
tratados de lógica. Su estructura es la siguiente:

Lógica de primer orden con identidad (Church 1956).

1) Términos primitivos
a) Símbolos lógicos
Conectivas lógicas: ¬ ; →
Cuantificador universal: ∀
Símbolo de identidad: =
Signos de puntuación: ( )

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LÓ́GICA DEL PRIMER ORDEN

b) Símbolos no lógicos
Variables proposicionales: p, q, r, ...p1, q1, r1 ...

Constantes predicativas: P1, Q1, R1, ...


P2, Q2, R2, ...
P3, Q3, R3, … (el superíndice indica el grado
del predicado).

Funtores: f 11, f 12, f 13, ...


f 21, f 22, f 23, …
f n1, f n2, f n3, ... (el superíndice indica el grado del funtor).

Constantes individuales: a, b, c, ...

Variables individuales: x, y, z, ...

El vocabulario incluye un número infinito contable de variables proposiciona-


les, predicados, funtores, constantes individuales, variables individuales y signos
de puntuación.

2) Reglas de formación

Definición de término: i) una constante individual es un término; ii) una va-


riable individual es un término; iii) un funtor n-ádico seguido de n-términos es
un término; iv) ninguna otra fórmula es un término.

Variables libres y ligadas: una variable individual se llama ligada cuando cae
bajo el alcance de un cuantificador. Una variable no cuantificada se llama libre.
Así, en la fórmula ∀x (Fxy), x está ligada, pero y está libre.

RF1: Toda variable proposicional es una fórmula bien formada (fbf).


RF2: Si P n es una constante predicativa n-ádica y t 1…t n son términos,
entonces, Pn t1…tn es una fbf.
RF3: Si A es una fbf y u es una variable individual, entonces, ∀u A es una fbf.
RF4: Si A y B son fbfs, entonces, ¬ A y (A → B) son fbfs.
RF5: Si t1 y t2 son términos, entonces, t1 = t2 es una fbf.
RF6: Sólo son fbfs las cadenas de símbolos que resultan de la aplicación
(posiblemente reiterada) de RF1-RF5.
Estas son todas las reglas de formación del sistema.

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ESTRUCTURA DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

3) Términos definidos

Definición de “v”: A v B ↔def ¬ A → B.

Definición de “&”: A & B ↔def ¬ (A → ¬ B).

Definición de “↔”: A ↔ B ↔def ¬ ((A → B) → (¬ (B → A))).

Definición de “∃”: ∃u A ↔def ¬ ∀u ¬ A.

Un lenguaje L construido mediante el vocabulario y las reglas de formación


que acabamos de enunciar es un lenguaje de primer orden.

4) Reglas de transformación

RT1. A, A → B / B [Modus ponens].

RT2. A → Pu / A → ∀u Pu (u no aparece libre en A.)


[Generalización universal].

5) Axiomas
Ax1. A → (B → A).

Ax2. (A → (B → C)) → ((A → B) → (A → C)).


Ax3. (¬ A → ¬ B) → (B → A).
Ax4. (A → Pa) → (A → (∀u) Pu) [a no aparece libre en A].
Ax5: ∀u (Pu → Pa).
Ax6: ∀u (u = u).
Ax7: ∀u ∀w ((u = w) → (Pu → Pw)).

6) Teoremas
Entre otras, son teoremas las siguientes fórmulas:

T1. ¬ (A & ¬ A).


T2. (A & ¬ A) → B.
T3. A v ¬ A.
T4. A ↔ ¬ ¬ A.
T5. (A → B) ↔ (¬ A v B).

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TEORÍ́ AS DE PRIMER ORDEN

T6. (A v B) ↔ ¬ (¬ A & ¬ B).


T7. (A & B) ↔ ¬ (¬ A v ¬ B).
T8. (¬ A → B) → (¬ B → A).
T9. ((A → B) → A) → A.
T10. ∀u A ↔ ¬ ∃u ¬ A.
T11. ∃u A ↔ ¬ ∀u ¬ A.

No daremos la demostración de estos teoremas, que el lector puede intentar


por sí mismo. Todos estos teoremas son característicos de la lógica clásica. Los
tres primeros son, respectivamente, el principio de no contradicción, el principio
fuerte de Pseudo Escoto y el principio de tercero excluido. El hecho de que es-
tas tres fórmulas sean demostrables nos asegura que el sistema no es una lógi-
ca no clásica de tipo paraconsistente o paracompleta, en las cuales algunas de
estas fórmulas, o todas ellas, no son teoremas. El cuarto teorema es la ley fuer-
te de doble negación, cuya demostrabilidad asegura que el sistema en cuestión
no es una lógica no clásica disminuida, como la lógica minimal o la intuicionis-
ta. Tampoco T3, el tercero excluido, es demostrable en ninguna de estas dos ló-
gicas; mientras que T2, el principio fuerte de Pseudo Escoto, es demostrable en
la lógica intuicionista, pero no en la minimal. Los restantes teoremas T5 - T11,
expresan leyes clásicas de tipo fuerte que no son teoremas en la lógica minimal
ni en la intuicionista.

2.6 Teorías de primer orden


El sistema axiomático de lógica de primer orden que hemos expuesto, o
cualquier otro equivalente, es apto para emplearse como lógica subyacente de
una amplia variedad de teorías matemáticas. Toda teoría se formula en un de-
terminado lenguaje L. Cualquier teoría formulada en el lenguaje de la lógica de
primer orden con identidad se llama en general teoría de primer orden. Aquí
nos interesa caracterizar en particular a las teorías axiomáticas de primer orden.
Antes de poder hacerlo es necesario definir las nociones de teoría y de teoría
axiomatizable.
Ante todo, caracterizaremos la noción de procedimiento efectivo, que será
empleada en las definiciones. Un procedimiento efectivo es una receta o conjun-
to de instrucciones que provee un método mecánico para obtener en un núme-
ro finito de pasos la respuesta a una pregunta de tipo determinado. En ningu-
no de los pasos deben aparecer procedimientos aleatorios o azarosos de deci-
sión, tales como arrojar una moneda o cualquier otro de este tipo. Las tablas de
verdad en la lógica proposicional, por ejemplo, constituyen un método efectivo

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ESTRUCTURA DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

para responder si una fórmula bien formada cualquiera del lenguaje proposicio-
nal es una tautología o no lo es. La respuesta concluyente, por sí o por no, se
puede obtener siempre en un número finito de pasos, esto es, realizando un nú-
mero finito de operaciones. En principio, una máquina adecuadamente progra-
mada siempre puede ejecutar las operaciones indicadas en un procedimiento
efectivo.
Al comienzo de este capítulo caracterizamos a una teoría como un conjunto
de proposiciones cerrado respecto de la relación de consecuencia lógica. Ahora
tenemos que precisar esta idea.
En primer lugar, dado un lenguaje formal L, decimos que una teoría formula-
da en ese lenguaje es una L-teoría. Llamamos (Prop)L al conjunto de todas las
proposiciones de L (es decir, fbf que no contienen variables libres). Luego defini-
mos la clausura lógica de un conjunto de proposiciones de la siguiente manera:
si G es un conjunto cualquiera de proposiciones de L (es decir, G ⊆ (Prop)L),
llamamos clausura lógica de G al conjunto de todas las proposiciones de L que
son consecuencia lógica de G. Esto es: Cn(G) =def {χ ∈ (Prop)L : G |= χ}.
Ahora podemos dar la siguiente definición de teoría:

◊ Sea L un lenguaje formal. T es una L-teoría si y sólo si T ⊆ (Prop)L y pa-


ra toda proposición χ ∈ (Prop)L, se cumple que χ ∈ T si y sólo si T |= χ.

Utilizando la noción de clausura lógica podemos dar otra definición equiva-


lente: una L-teoría es un conjunto T ⊆ (Prop)L tal que T = Cn(T ). En ambas
definiciones expresamos la idea de que una teoría es un conjunto de proposicio-
nes cerrado respecto de la relación de consecuencia lógica.

Nos interesa ahora definir una cierta clase de teorías, las teorías axiomatiza-
bles:

◊ Una teoría T es axiomatizable si y sólo si cumple con las siguientes con-


diciones:

1. Hay un subconjunto A de axiomas que está incluido en T (A ⊆ T).


2. El conjunto de las consecuencias lógicas de A es igual a T (Cn(A) = T ).
3. A es decidible.

La teoría se dice finitamente axiomatizable, si el conjunto A es finito. De lo


contrario, decimos que es infinitamente axiomatizable. En este caso, se debe ga-
rantizar independientemente que A sea decidible, es decir, que sea posible deter-

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TEORÍ́ AS DE PRIMER ORDEN

minar si una fbf cualquiera χ es o no es un axioma de la teoría T (véase el Ca-


pítulo 4.1 para una caracterización más precisa de la decidibilidad). Tal garantía
no es necesaria en el primer caso, puesto que siempre se puede decidir en un
número finito de pasos si una cierta fbf χ está incluida o no en una lista finita A.
S. Kleene probó en 1952 que una clase importante de teorías de primer
orden (aquellas que no tienen modelos finitos) siempre son finitamente axiom-
atizables, si se enriquece adecuadamente su vocabulario original. No obstante,
por razones de simplicidad y utilidad, se prefiere con frecuencia presentar a los
sistemas axiomáticos de primer orden mediante esquemas de axiomas, o sea,
de una manera no finitamente axiomatizable. Ya lo hemos hecho al exponer la
lógica de primer orden. En general, si el conjunto de esquemas de axiomas es
reducido, no presenta ninguna desventaja respecto de una axiomatización finita
de la misma teoría.
Una teoría axiomática de primer orden se compone de un número infinito
de fórmulas, cada una de las cuales es una secuencia finita de símbolos. Los
símbolos y fórmulas de esta clase de teorías deben satisfacer cuatro condicio-
nes de efectividad:
a) La noción de símbolo es efectiva, o sea, hay un procedimiento efectivo
para decidir si un símbolo cualquiera es o no es un símbolo del lengua-
je de la teoría.
b) La noción de fórmula bien formada es efectiva, o sea, hay un procedi-
miento efectivo para decidir si una secuencia finita cualquiera de símbo-
los es o no una fórmula bien formada.
c) La noción de axioma es efectiva, o sea, hay un procedimiento efectivo pa-
ra decidir si una fórmula cualquiera es o no un axioma.
d) La noción de inferencia es efectiva, o sea, hay un procedimiento efectivo
para decidir, dada una secuencia finita cualquiera de fórmulas, si cada
miembro de la secuencia se puede inferir o no de los precedentes.

Para decidir si un símbolo pertenece al lenguaje de una teoría determinada,


debemos recurrir a la lista de símbolos que especifica el vocabulario de la teo-
ría y comprobar si ese símbolo pertenece o no a la lista. Para decidir si una se-
cuencia finita de símbolos del lenguaje de la teoría es o no una fórmula bien
formada de la teoría, debemos apelar a las reglas de transformación y verificar
que esa secuencia de símbolos se puede construir aplicando exclusivamente di-
chas reglas. Para decidir si una fórmula bien formada de la teoría es un axio-
ma de esa teoría debemos consultar la lista de los axiomas y comprobar si di-
cha fórmula tiene la misma forma lógica que alguno de los axiomas o esquemas
de axiomas. Consultando esta lista podemos decidir siempre si una fórmula bien
formada es o no un axioma del sistema. Finalmente, las reglas de transforma-

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ESTRUCTURA DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

ción proporcionan un método efectivo para las inferencias (deducciones o de-


mostraciones en el sistema). Dada cualquier secuencia de fórmulas bien forma-
das siempre es posible decidir si una fórmula se infiere de las precedentes, y,
por tanto, si la secuencia constituye una deducción o una demostración de la úl-
tima fórmula. Todos estos procedimientos se pueden realizar en un número fi-
nito de pasos no azarosos y, por tanto, proporcionan métodos efectivos para de-
cidir acerca de los signos, fórmulas, axiomas y teoremas de la teoría.
En la práctica usual de los matemáticos la formulación de un sistema axio-
mático formal en la mayoría de los casos no se hace en un lenguaje formaliza-
do. Cuando el lenguaje es efectivamente formalizado, generalmente no se hace
explícito todo su vocabulario y sus reglas de formación, sino que se las presu-
pone conocidas. La parte explícita del sistema axiomático consiste fundamental-
mente en una lista de términos primitivos descriptivos específicos del sistema,
junto con una lista de axiomas o esquemas de axiomas.
Como primer ejemplo de una teoría axiomática de primer orden presentare-
mos la aritmética de los números naturales de Peano en una versión ligeramen-
te modificada (para la presentación del sistema original, que no incluye el nú-
mero 0, véase el Apéndice 2.11).

La aritmética elemental (Peano 1889).

El lenguaje en que se formaliza la teoría es el de la lógica de primer orden


con identidad. La lógica subyacente del sistema es la teoría intuitiva de conjun-
tos. Los términos primitivos específicos son: la constante individual 0 (cero), el
predicado monádico N (número natural), y el funtor unario Sx (sucesor de x).
Los axiomas del sistema son los siguientes:

Ax1. N(0).
[Cero es un número natural].

Ax2. ∀x (N(x) → N(Sx)).


[El sucesor de un número natural es un número natural].

Ax3. ¬ ∃x (N(x) & 0 = Sx).


[Cero no es el sucesor de un número natural].

Ax4. ∀(xy) ((N(x) & N(y) & Sx = Sy) → x = y).


[Si dos números naturales tienen el mismo sucesor,
entonces, son el mismo número].

78
TEORÍ́ AS DE PRIMER ORDEN

Ax5. (ϕ(0) & ∀x (ϕ(x) → ϕ(Sx))) → ∀x ϕ(x). [Donde x es la única


variable libre que aparece
en la fórmula ϕ].

Adviértase que este último axioma es un esquema de axioma. Por consi-


guiente, la aritmética de Peano no es finitamente axiomatizable cuando se la for-
mula como teoría de primer orden. Si se quiere obtener una axiomatización fi-
nita de esta teoría es necesario formularla en un lenguaje de segundo orden,
donde se cuantifica el predicado ϕ. El último axioma debe, entonces, reempla-
zarse por el siguiente:

Ax5’. ∀P ((P(0) & ∀x (P(x) → P(Sx))) → ∀x P(x)).

La aritmética de Peano es, así, finitamente axiomatizable cuando se la formu-


la como una teoría de segundo orden (Ax1-Ax5’), pero no lo es cuando se la
formula como teoría de primer orden (Ax1-Ax5).
Tomaremos como segundo ejemplo de teoría axiomática de primer orden a
la teoría de la geometría elemental axiomatizada por A. Tarski en 1959 y pre-
sentada en su artículo “¿Qué es la geometría elemental?” (en Henkin, Suppes y
Tarski 1959). Se trata de un sistema axiomático simple y elegante que permite
deducir un fragmento de la geometría euclídea tradicionalmente identificado co-
mo geometría elemental. Tarski considera elemental a aquella parte de la geo-
metría euclídea que puede formalizarse y desarrollarse sin apelar a recursos de
la teoría de conjuntos.

La geometría elemental (Tarski 1959).

La lógica subyacente del sistema es la lógica de predicados de primer orden


con identidad. Las variables individuales del sistema, x, y, z,… recorren elemen-
tos de un conjunto fijo, el espacio, que se denominan puntos. Los términos pri-
mitivos específicos de la teoría, las constantes descriptivas, son dos predicados
relacionales: el predicado triádico β que denota la relación de ‘estar entre’, y el
predicado tetrádico δ que denota la relación de equidistancia entre puntos. Em-
pleando estos símbolos son fórmulas bien formadas del sistema β(xyz), que se
lee como ‘y está entre x y z’, y δ(xyuz), que se lee como ‘x es tan distante de y
como u de z’. Los axiomas del sistema son los siguientes:

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ESTRUCTURA DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

Ax1. Axioma de identidad para estar entre:


∀(xy) (β(xyx) → (x = y)).

Ax2. Axioma de transitividad para estar entre:


∀(xyzu) (β(xyu) & β(yzu) → β(xyz)).

Ax3. Axioma de conectividad para estar entre:


∀(xyzu) (β(xyz) & β(xyu) & (x ≠ y) → β(xzu) v β(xuz)).

Ax4. Axioma de reflexividad para la equidistancia:


∀(xy) ((δ(xyyx)).

Ax5. Axioma de identidad para la equidistancia:


∀(xyz) (δ(xyzz) → (x = y)).

Ax6. Axioma de transitividad para la equidistancia:


∀(xyzuvw) (δ(xyzu) & δ(xyvw) → δ(zuvw)).

Ax7. Axioma de Pasch:


∀(txyzu) ∃(v) (β(xtu) & β(yuz) → β(xvy) & β(ztv)).

Ax8. Axioma de Euclides:


∀(txyzu) ∃(vw) (β(xut) & β(yuz) & (x ≠ u) → β(xzv) & β(xyw) & β(vtw)).

Ax9. Axioma de los cinco segmentos:


∀(xx’yy’zz’uu’) (δ(xyx’y’) & δ(yzy’z’) & δ(xux’u’) & δ(yuy’u’) & β(xyz)
& β(x’y’z’) & (x ≠ y) → δ(zuz’u’)).

Ax10. Axioma de construcción del segmento:


∀(xyuv) ∃(z) (β(xyz) & δ(yzuv)).

Ax11. Axioma de la dimensión inferior:


∃(xyz) (¬β(xyz) & ¬β(yzx) & ¬β(zxy)).

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TEORÍ́ AS DE PRIMER ORDEN

Ax12. Axioma de la dimensión superior:


∀(xyzuv) (δ(xuxv) & δ(yuyv) & δ(zuzv) & (u ≠ v) → β(xyz) v β(yzx) v β(zxy)).

Ax13. Axioma esquema de continuidad elemental:


∀(vw…) (∃(z) ∀(xy) (χ & ψ → β(zxy)) → ∃(u) ∀(xy) (χ & ψ → β(xuy))).

[Donde χ representa una fórmula cualquiera en la cual las variables x, v,


w,… aparecen libres, pero y, z, u no aparecen libres; y lo mismo para ψ, con x
e y intercambiadas.]

En el trabajo donde expone estos axiomas, Tarski también demuestra que


su sistema de geometría elemental es consistente, completo y decidible, pero no
finitamente axiomatizable, puesto que emplea un esquema de axioma.
Existen muchas teorías matemáticas importantes que se pueden axiomatizar
en el lenguaje de la lógica de primer orden. Hay que tener en cuenta, sin
embargo, dos limitaciones importantes del proceso de axiomatización:

1. No toda teoría matemática axiomatizable se puede axiomatizar mediante la


lógica de primer orden, algunas requieren el uso de lógica de segundo orden o
de órdenes superiores.
2. No toda teoría axiomatizable en primer orden es finitamente axiomatiza-
ble, algunas teorías de primer orden sólo se pueden axiomatizar mediante es-
quemas de axiomas, es decir, empleando un número infinito de axiomas.

Toda teoría contiene un número infinito de proposiciones (en particular, toda


teoría contiene a todas las tautologías de la lógica de primer orden, que son
deducibles del conjunto vacío). La definición de teoría axiomatizable que hemos
ofrecido admite el caso en el cual A = T, esto es, el conjunto de los axiomas
de la teoría es idéntico al de sus teoremas. Esta clase de axiomatización no
es necesariamente trivial, porque, en ese caso, la teoría debería ser decidible
(dado que la base axiomática A debe ser decidible). De todos modos, una teoría
así axiomatizada no es particularmente útil. Las axiomatizaciones razonable-
mente útiles de una teoría son aquellas en las que A ⊂ T. Entre ellas, son espe-
cialmente interesantes aquellas en las que A es finito, y más aun, aquellas en
las que A consta de un número muy reducido de proposiciones. En el caso
ideal, A contiene un único axioma que es simple y fácilmente intuible. Un con-
junto finito y reducido de axiomas simples y suficientes para axiomatizar una
teoría proporciona la máxima economía de pensamiento en un sistema axiomáti-
co. Pero, como hemos de ver, sabemos que este ideal no siempre es realizable.

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ESTRUCTURA DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

Por lo demás, a menudo no se sabe cómo axiomatizar una teoría previamente


disponible de manera no axiomática. La axiomatización eficaz y simple de una
teoría ya conocida es siempre un descubrimiento científico notable.

Notas bibliográficas
Descripciones breves del método axiomático, con distinto grado de tecnici-
dad y a veces con terminologías diferentes, se pueden encontrar en: Carnap
(1958); Church (1956); Mates (1972); Tarski (1994); Torretti (1993) y Wang
(1962). Mayores detalles y ejemplos en: Beth (1965); Schoenfield (1967); Stoll
(1979) y Wilder (1965). Klimovsky y Boido (2005) ofrecen una presentación no
técnica muy clara y amplia. Blanché (1955) y De Lorenzo (1980) son dos obras
dedicadas al método axiomático que incluyen diferentes reflexiones filosóficas.
Cavaillès (1938) es más avanzado y todavía útil, pero ya desactualizado. Hilbert
y Ackermann (1959) y Lukasiewicz (1963) son ejemplos clásicos del enfoque
axiomático de la lógica de primer orden. Dopp (1965) incluye una colección en-
ciclopédica de más de 50 sistemas axiomáticos de lógica proposicional formula-
dos hasta 1965. Epstein (1995) hace lo propio con una amplia variedad de lógi-
cas no clásicas: modales, intuicionistas, polivalentes, paraconsistentes y otras. So-
bre lógicas no clásicas debe consultarse también la obra de Priest (2001).

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La interpretación
3 de un sistema axiomático

3.1 Introducción
n sistema axiomático formal no es un conjunto de enunciados significa-

U tivos, sino de proposiciones formales que carecen de significado. Cuan-


do se da significado a los términos de un sistema axiomático formal se
dice que se ofrece una interpretación de ese sistema. El sistema pasa a ser, en-
tonces, un sistema semántico o interpretado. Un sistema formal no interpretado
es puramente sintáctico. Establece meras relaciones entre símbolos que no tie-
nen significado, sino que sólo pertenecen a ciertas categorías lógicas o gramati-
cales. Por consiguiente, no se refiere a ningún tipo de objetos ni hace afirma-
ción alguna acerca de la realidad. Las proposiciones formales que lo componen
no son verdaderas ni falsas, simplemente carecen de valor de verdad. Un siste-
ma interpretado, en cambio, se compone de proposiciones significativas que se
refieren a un determinado ámbito de objetos concretos o abstractos. Las propo-
siciones de dicho sistema hacen afirmaciones acerca de esos objetos y tales afir-
maciones tienen un valor de verdad, son verdaderas o falsas respecto de esos
mismos objetos.
Las proposiciones formales de un sistema formal pueden resultar proposicio-
nes verdaderas o falsas cuando se da una determinada interpretación de ese sis-
tema. Un mismo sistema formal admite muchas interpretaciones. Sólo algunas
de estas interpretaciones tendrán la característica de que todos los teoremas del
sistema resulten verdaderos en esa interpretación. A esta clase de interpretacio-
nes se las denomina modelos. En el caso de los sistemas axiomáticos, los mode-
los de un sistema son las interpretaciones bajo las cuales resultan verdaderos
todos los axiomas del sistema (y, en consecuencia, también todos los teoremas).
Un sistema formal interpretado que tiene un modelo se puede considerar como
una teoría (provisoriamente) verdadera acerca de un ámbito de la realidad. Un
sistema formal no interpretado, en cambio, no es por sí mismo una teoría fácti-
ca que haga afirmaciones acerca de la realidad.

Consideremos con más detalle estas nociones.

83
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INTERPRETACIÓ́N DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

3.2 Los conceptos de interpretación y modelo


Comencemos por caracterizar de manera informal el concepto de interpretación.

◊ Una interpretación de un sistema axiomático S es una asignación de signi-


ficado a los términos primitivos de S.

Esta es una caracterización muy vaga hasta tanto no se precise el concepto


de significado. Ante todo, por significado de un término entenderemos exclusi-
vamente la referencia o denotación de ese término. Así, el significado de un tér-
mino dado será la entidad o conjunto de entidades a los cuales se aplica dicho
término. Una interpretación, pues, fija la extensión de cada término primitivo de
un sistema axiomático.
La manera de asignar significado a los términos de un sistema formal con-
siste en introducir una función interpretación (a la que llamaremos I). La inter-
pretación es una función que asigna un solo significado a cada término primiti-
vo de un sistema S. No es posible asignar dos o más significados a un mismo
término primitivo, ni tampoco, en el marco de la semántica clásica, dejar a algu-
no de ellos sin significado. Además, cada significado debe estar asignado de
manera precisa, de modo que el significado de cada término primitivo se distin-
ga claramente del significado de los restantes primitivos. Es posible, sin embar-
go, que una interpretación asigne el mismo significado a dos o más términos di-
ferentes (o sea, la interpretación admite que haya términos que son sinónimos).
Una vez que se ha dado significado a los términos primitivos de un sistema, au-
tomáticamente adquieren significado todos los restantes términos y fórmulas del
sistema, que no son otra cosa que agrupaciones de términos primitivos conec-
tados entre sí por símbolos lógicos y de puntuación.
Cuando se interpreta un sistema axiomático formal sus axiomas y teoremas
dejan de ser proposiciones formales y se convierten en proposiciones significa-
tivas, que como tales tienen valor de verdad. En un sistema interpretado cada
proposición es verdadera o falsa. En cambio las proposiciones formales de un
sistema formal carecen de significado y por consiguiente no tienen valor de ver-
dad, esto es, no pueden ser verdaderas ni falsas. Un sistema interpretado deja
de ser un sistema puramente sintáctico y se convierte en un sistema semántico
o significativo.
Para fijar la extensión de los términos de un sistema formal se delimita un
dominio de objetos o entidades, el conjunto no vacío D, y se determina la refe-
rencia de cada término primitivo de S respecto de los objetos del dominio D.
Esto es precisamente lo que hace la función interpretación I. La asignación de
significado debe respetar la categoría lógica y gramatical de los términos primi-
tivos de S. De este modo, la interpretación hace corresponder individuos u ob-

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LOS CONCEPTOS DE INTERPRETACIÓ́N Y MODELO

jetos singulares a los términos singulares, propiedades a los predicados monádi-


cos, relaciones a los predicados poliádicos y funciones a los funtores.
Una interpretación de un sistema formal puede verse como un diccionario
que establece los significados para cada uno de los términos primitivos del sis-
tema. Es importante insistir en el hecho de que toda interpretación es extensio-
nal y, por tanto, determina solamente una de las dimensiones del significado, la
referencia o extensión de los términos. La extensión de un término está consti-
tuida por todos los objetos a los que se aplica ese término. En el caso de los
lenguajes formales la categoría lógico-gramatical de cada término determinará
diferentes tipos de extensiones. Así, la extensión de cada término singular será
un individuo u objeto; la extensión de cada predicado monádico será un conjun-
tos de objetos; la de cada predicado díadico será un conjunto de pares ordena-
dos de objetos; y, en general, la de cada predicado n-ádico será un conjunto de
n-tuplas (un conjunto ordenado) de objetos. Por último, la extensión de cada
funtor de grado n será un conjunto de pares ordenados de n-tuplas de objetos
y un objeto del dominio.
Podemos, entonces, definir más precisamente a la interpretación de un siste-
ma formal de la siguiente manera:

◊ Una interpretación de un sistema axiomático S es un conjunto ordenado


〈D, I 〉, donde el dominio D es un conjunto no vacío de objetos cualesquiera, y
la función interpretación I es una función tal que:
1. I asigna a cada símbolo proposicional del lenguaje de S un valor veritati-
vo (verdadero o falso, pero no ambos).
2. I asigna a cada constante individual del lenguaje de S un objeto del do-
minio D.
3. I asigna a cada predicado n-ádico del lenguaje de S una relación n-ádica
definida sobre objetos del dominio D (un conjunto de n-tuplas de objetos
del dominio D).
4. I asigna a cada funtor del lenguaje de S una función que tenga argumen-
tos y valores en el dominio D (pares ordenados de objetos 〈a,b〉, si es un
funtor de grado 1; pares ordenados de pares ordenados de objetos y ob-
jetos 〈〈a,b〉, c〉, si es un funtor de grado 2; y, en general, pares ordena-
dos de n-tuplas de objetos y objetos, si es un funtor de grado n).

Las conectivas lógicas reciben su significado habitual en la lógica clásica, y


también los cuantificadores, que se consideran referidos exclusivamente al do-
minio de interpretación D. Aquí no consideraremos fórmulas con variables li-
bres, cuyo procedimiento de interpretación es más complicado y se basa en la

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INTERPRETACIÓ́N DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

noción de satisfacción de una fórmula por una secuencia contable de objetos. El


procedimiento completo se puede encontrar en los textos corrientes de lógica y
teoría de modelos, como los que se citan al final del capítulo.
La interpretación de un sistema formal proporciona un conjunto de proposi-
ciones significativas, cuyos términos carecen de toda ambigüedad y vaguedad,
características de los lenguajes naturales. La función interpretación asigna a ca-
da término primitivo del sistema un único significado, eliminando de este modo
cualquier ambigüedad. Además, este significado está precisamente determinado,
por lo que para cualquier objeto del dominio se puede decidir concluyentemen-
te si tiene o no una cierta propiedad o relación con otros objetos, es decir, si
se le aplica o no un cierto predicado del lenguaje del sistema. De esta manera,
desaparece toda posible vaguedad del significado de los términos. Esta es la di-
ferencia esencial que el lenguaje de un sistema formal interpretado tiene sobre
los lenguajes naturales. Para los fines del conocimiento científico, esto constitu-
ye también una importante ventaja.

Caractericemos ahora el concepto de modelo.

◊ Un modelo de un sistema axiomático S es una interpretación de S respec-


to de la cual todos los axiomas de S son verdaderos.

El hecho de que los axiomas sean verdaderos en un modelo garantiza que


también todos los teoremas serán verdaderos en ese modelo, ya que éstos son
proposiciones que se deducen de los axiomas, y la deducción asegura la trans-
misión de la verdad de las premisas a la conclusión.
No toda interpretación de un sistema es un modelo de ese sistema. Algunas
interpretaciones no hacen verdaderos a todos los axiomas. Basta que un solo
axioma de S no sea verdadero bajo una interpretación I para establecer que I
no es un modelo de S.

La noción de modelo se emplea habitualmente para definir el concepto de


consecuencia lógica entre oraciones.

◊ Una oración Φ es consecuencia lógica de un conjunto de oraciones Γ si y


sólo si Φ es verdadera en todo modelo de Γ.

Este es el llamado concepto modelo-teórico de consecuencia lógica, que se


aplica, en sentido estricto, a proposiciones. Otra manera usual de expresar la
misma idea consiste en decir que Φ es consecuencia lógica de Γ si y sólo si
todo modelo de Γ es también un modelo de Φ. En el caso de un sistema axio-

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INTERPRETACIONES Y MODELOS DE LA TEORÍ́A DE GRUPOS

mático, la definición afirma que una proposición Φ, que pertenece a un sistema


S, es consecuencia lógica de los axiomas de S si y sólo si Φ verdadera en todo
modelo de S. Si las reglas de transformación empleadas en un sistema son
correctas, todos los teoremas deducidos de los axiomas serán consecuencia
lógica de ellos. Así, los teoremas de un sistema axiomático S resultan proposi-
ciones verdaderas en todo modelo de S. Por consiguiente, si encontramos algu-
na proposición del lenguaje de S que no es verdadera en al menos algún mode-
lo de S, sabemos, entonces, que esa proposición no es un teorema en S.
Existe otro concepto de consecuencia lógica, llamado consecuencia demostra-
tiva, que se aplica a las fórmulas de un sistema formal y que, por tanto, no
emplea la noción de modelo.

◊ Si S es un sistema axiomático formal formulado en un lenguaje L, Γ es un


conjunto de fórmulas bien formadas de L, y Φ es una fórmula bien formada de
L, entonces, Φ es una consecuencia lógica de Γ si Φ es deducible de Γ en S,
esto es, si es posible inferir Φ de Γ mediante las reglas de transformación del
sistema S.

En un sistema axiomático formal S las consecuencias lógicas del sistema


son, pues, todas las fórmulas bien formadas que son deducibles de los axiomas
de S, esto es, todos los teoremas demostrables en S.
En principio, los conceptos demostrativo y modelo-teórico de consecuencia
lógica son independientes entre sí. Para un sistema axiomático formal no inter-
pretado, es necesario apelar al concepto de consecuencia demostrativa; para los
sistemas interpretados, en cambio, podemos emplear también el concepto mode-
lo-teórico, o semántico, de consecuencia.

3.3 Interpretaciones y modelos de la teoría de grupos

La existencia de diferentes interpretaciones para un sistema axiomático for-


mal se puede ejemplificar de manera muy adecuada mediante la teoría de gru-
pos, una teoría de álgebra abstracta con numerosas aplicaciones tanto en la ma-
temática como en la física. Un grupo está constituido por un conjunto C de ob-
jetos cualesquiera, en el que se ha distinguido un elemento neutro y se ha de-
finido una operación binaria que a cada par ordenado 〈a, b〉 de elementos de C
le asigna un elemento de C, llamado el producto de a y b (habitualmente, esto
se escribe como: C x C → C). El elemento neutro y la operación binaria deben
cumplir las condiciones enunciadas en los axiomas. Todo esto se puede expre-
sar en el lenguaje formalizado de la lógica de primer orden con identidad. Es

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INTERPRETACIÓ́N DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

necesario elegir una constante individual (por ejemplo, e) para designar al ele-
mento neutro y un funtor de grado 2 (por ejemplo, ƒ1) para nombrar a la ope-
ración binaria. Para facilitar la lectura, designaré al elemento neutro con el sím-
bolo “n” y escribiré “x * y”, en vez de “ƒ1 xy”. Podemos ahora definir el concep-
to de grupo de la siguiente manera:

◊ Dado un conjunto de elementos cualesquiera C, una operación binaria *


sobre los elementos de C, y un elemento distinguido de C (el elemento neutro
n), G = 〈C, *, n〉 es un grupo si y sólo si satisface los siguientes axiomas:

Ax1. ∀(xy) ∃z (x * y = z) [Clausura de la operación *].

Ax2. ∀(xyz) (((x * y) * z) = (x * (y * z))) [Asociatividad de la operación *].

Ax3. ∀x ((x * n = x) & (n * x = x)) [Existencia de un elemento neutro].

Ax4. ∀x ∃y ((x * y = n) & (y * x = n)) [Existencia de un elemento inverso


para cada elemento de C].

A partir de estos axiomas se puede demostrar un teorema que afirma que el


inverso de cada elemento, cuya existencia se postula en el Ax4, es único.
Un grupo se llama conmutativo o abeliano si además satisface el siguiente
axioma:

Ax5. ∀(xy) ((x * y) = (y * x)) [Conmutatividad de la operación *].

Una manera más económica de definir un grupo, usada habitualmente en los


textos de lógica, permite emplear menos términos primitivos y axiomas.

◊ Dado un conjunto de elementos cualesquiera C y una operación binaria *


sobre los elementos de C, G = 〈C, *〉 es un grupo si y sólo si, satisface los si-
guientes axiomas:

Ax1. ∀(xyz) (((x * y) * z) = (x * (y * z))).

Ax2. ∀(xy) ∃z ((x * z = y)).

Ax3. ∀(xy) ∃z ((z * x = y)).

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INTERPRETACIONES Y MODELOS DE LA TEORÍ́A DE GRUPOS

Si se adopta esta axiomatización, es necesario probar como teoremas la exis-


tencia del elemento neutro n y del elemento inverso único para cada elemento.
Ambas axiomatizaciones son equivalentes, pero en nuestros ejemplos de inter-
pretaciones de la teoría de grupos emplearemos la primera, que es la más co-
mún en los libros de texto de álgebra.
Cualquier estructura que satisfaga los axiomas Ax1-Ax4 es un grupo. Es sen-
cillo dar una interpretación de este sistema axiomático, pues solamente hay que
dar significado a los términos primitivos C, *, y n, es decir, hay que designar
un conjunto de elementos como referente de C, una operación binaria como re-
ferente de * y un elemento distinguido de C como referente del elemento neu-
tro n. Ofreceremos tres interpretaciones diferentes de este sistema y verificare-
mos en cada caso si los axiomas resultan verdaderos bajo cada una de las in-
terpretaciones.

Interpretación 1: En primer lugar, designamos como referente de C al con-


junto ⺞ de los números naturales (los enteros positivos) incluyendo el cero, de
modo que ⺞ = {0, 1, 2, 3,...}. Luego establecemos como referente de * a la ope-
ración de suma (+) entre números naturales. Finalmente, designamos al núme-
ro 0 como referente del elemento neutro. Nuestra primera interpretación es en-
tonces I1 = 〈⺞, +, 0〉. Podemos verificar que I1 no es un modelo de la teoría de
grupos porque no hace verdaderos a todos los axiomas simultáneamente. Ax1,
Ax2 y Ax3 resultan verdaderos: la suma entre dos números naturales siempre
es otro número natural (Ax1); la suma entre números naturales es asociativa
(Ax2); y existe un elemento neutro, el cero, tal que sumado a cualquier núme-
ro el resultado es igual a ese número (Ax3). Sin embargo, Ax4, el último axio-
ma, no es verdadero en esta interpretación, porque los números naturales no
tienen inverso. No hay para cada número natural otro número natural tal que
sumado a éste el resultado sea cero, el elemento neutro. Esta interpretación no
es un modelo de la teoría de grupos y, por consiguiente los números naturales
con la operación suma no forman un grupo.

Interpretación 2: I2 = 〈⺞, –, 0〉, o sea, el conjunto de los números naturales


con la operación resta y el número cero. I2 tampoco es un modelo de la teoría
de grupos porque no hace verdadero a Ax1, el primer axioma. En efecto, la res-
ta entre números naturales no cumple con la clausura o cierre, porque el resul-
tado de restar dos números naturales no siempre es un número natural. Si res-
tamos 3 – 5, el resultado es -2 que no es un número natural, sino un número
negativo. Basta que un solo axioma de un sistema no sea verdadero bajo una
interpretación para probar que dicha interpretación no es un modelo de ese sis-
tema. El lector puede comprobar por su cuenta cuáles de los restantes axiomas

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INTERPRETACIÓ́N DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

Ax2 - Ax4 resultan falsos dada la interpretación I2.

Interpretación 3: I3 = 〈⺪, +, 0〉. C tiene ahora como referente al conjunto de


los números enteros, es decir ⺪ = {0, 1, -1, 2, -2,...}. Esta interpretación hace ver-
daderos a todos los axiomas de la teoría de grupos, y constituye por consiguien-
te un modelo de dicha teoría. La suma entre números enteros es cerrada (Ax1);
es asociativa (Ax2); existe un elemento neutro, el cero, (Ax3); y, por último,
también hay en el conjunto de los enteros un elemento inverso para cada núme-
ro entero (Ax4). El inverso de cada entero es el correspondiente número ente-
ro con el signo opuesto, el de 4 es -4; el de -99 es 99, y así sucesivamente. Se
puede comprobar fácilmente, por ejemplo, que 4 + (-4) = -4 + 4 = 0. Los núme-
ros enteros con la operación suma forman un grupo que constituye un modelo
de la teoría de grupos. Observemos que también forman un grupo abeliano, por-
que la operación suma es conmutativa (Ax5).
La teoría de los grupos es una rama del álgebra abstracta que tiene amplias
aplicaciones en el campo de la física. Constituye la estructura matemática subya-
cente del concepto de simetría, el cual es uno de los conceptos claves para com-
prender las leyes físicas. No debe pensarse que los axiomas de la teoría de gru-
pos se pueden interpretar solamente en el ámbito de las teorías matemáticas. El
conjunto C contiene elementos cualesquiera que no tienen por qué ser números
u objetos matemáticos, ni la operación * una operación entre este tipo de obje-
tos. La teoría de grupos admite diversas interpretaciones físicas, en las cuales el
dominio de la interpretación es un conjunto de objetos físicos y la operación *
se refiere a alguna transformación aplicada a esos objetos físicos. Esta clase de
interpretación es especialmente importante en la física de partículas elementales,
donde la teoría de grupos permitió el descubrimiento de muchas leyes físicas
novedosas. La teoría de grupos también tiene muchos otros modelos físicos, co-
mo ocurre, por ejemplo, en los campos de la cristalografía y la espectroscopía.
Todo esto nos muestra las múltiples posibilidades de interpretación de un
sistema axiomático. Las interpretaciones pueden referirse a objetos de muy di-
ferente naturaleza, abstractos o concretos, físicos o no físicos. Algunas interpre-
taciones que sean modelos de un sistema axiomático ya conocido pueden ser
completamente inesperadas, como ocurrió en el caso de la aplicación de la teo-
ría de grupos a la física de partículas. Un sistema formal que tiene un modelo
tiene en general infinitos modelos, concretos y abstractos, pero ello no implica
que podemos conocerlos (nada nos garantiza que podamos hallar siquiera uno
de ellos), ni que sea fácil descubrir modelos interesantes de una teoría. Por es-
ta razón, el hecho de encontrar un nuevo modelo de una teoría formal consti-
tuye por sí mismo un auténtico descubrimiento científico.

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INTERPRETACIONES Y MODELOS DE LA TEORÍ́A DE LOS ANILLOS

3.4 Interpretaciones y modelos


de la teoría de los anillos

Otra teoría algebraica axiomatizada es la teoría de los anillos, que puede


concebirse como una extensión de la teoría de grupos. En efecto, la teoría de
los anillos se obtiene agregando nuevos axiomas a los de la teoría de grupos.
Aquí tenemos como términos primitivos a un conjunto C de elementos cuales-
quiera, a dos funtores que denotan operaciones binarias * y # entre los elemen-
tos de C, y a dos elementos distinguidos de C, n y m, que son dos elementos
neutros diferentes. La lógica subyacente será también la lógica de primer orden
con identidad, y emplearemos las mismas convenciones de notación que utiliza-
mos para la teoría de grupos. Una definición de anillo es la siguiente:

◊ Dado un conjunto de elementos cualesquiera C, dos operaciones binarias


* y # sobre los elementos de C y dos elementos distinguidos de C, n y m, A =
〈C, *, #, n, m〉 es un anillo si y sólo si satisface los siguientes axiomas:

Ax1. ∀(xy) ∃z (x * y = z) [Clausura de la operación *].

Ax2. ∀(xyz) (((x * y) * z) = (x * (y * z))) [Asociatividad de la operación *].

Ax3. ∀x ((x * n = x) & (n * x = x)) [Existencia de un elemento


neutro para la operación *].

Ax4. ∀x ∃y ((x * y = n) & (y * x = n)) [Existencia de un elemento


inverso para cada elemento de C].
Ax5. ∀(xy) ((x * y) = (y * x)) [Conmutatividad de la operación *].

Ax6. ∀(xy) ∃z (x # y = z) [Clausura de la operación #].

Ax7. ∀(xyz) (((x # y) # z) = (x # (y # z))) [Asociatividad de la operación #].

Ax8. ∀x ((x # m = x) & (m # x = x)) [Existencia de un elemento


neutro para la operación #].

Ax9. ∀(xyz) (((x # (y * z)) = [Distributividad de la operación #


= ((x # y) * (x # z))) & (((y * z) # x) = respecto de la operación *].
= ((y # x) * (z # x))))

91
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INTERPRETACIÓ́N DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

Los primeros cuatro axiomas son los de la teoría de grupos. Ax5 establece
que la operación * es conmutativa, y por tanto, que se trata de una teoría de
grupos abelianos. Los axiomas Ax6 y Ax7 introducen la nueva operación # de-
terminando que es cerrada y asociativa. Ax8 afirma la existencia del elemento
neutro. El axioma Ax9 enuncia la propiedad distributiva de la operación # res-
pecto de la operación *. Este axioma tiene dos partes porque la teoría de los
anillos no establece que la operación # sea conmutativa, por tanto, la operación
# por la izquierda no es la misma que la operación # por la derecha.
Un anillo se llama anillo conmutativo si además satisface el siguiente axioma:

Ax10. ∀(xy) ((x # y) = (y # x)) [Conmutatividad de la operación #].

La interpretación de la teoría de los anillos también es simple. En este caso


tenemos que asignar referentes al conjunto C, a las dos operaciones * y # y a
los dos elementos distinguidos n y m. Daremos dos interpretaciones diferentes
de esta teoría y comprobaremos si constituyen o no modelos.

Interpretación 1: I1 = 〈⺞, +, x, 0, 1〉. Aquí C es el conjunto de los números


naturales y las dos operaciones son la suma y la multiplicación, respectivamen-
te. Los elementos distinguidos son el número cero y el número uno. Podemos
comprobar fácilmente que esta interpretación no es un modelo del sistema axio-
mático de los anillos porque no hace verdaderos a todos los axiomas. El axio-
ma Ax4 resulta falso. Todos los restantes son verdaderos bajo esta interpreta-
ción.

Interpretación 2: I2 = 〈⺪, +, x, 0, 1〉. C es ahora el conjunto de los números


enteros, las dos operaciones la suma y la multiplicación, y los dos elementos
distinguidos el número cero y el número uno. El lector podrá verificar que ba-
jo esta interpretación todos los axiomas de la teoría de los anillos son verdade-
ros. Tenemos por consiguiente un modelo de este sistema formal abstracto. Los
números enteros con las operaciones de suma y multiplicación forman, pues, un
modelo de la teoría de los anillos. También el axioma Ax10 resulta verdadero,
por lo que el sistema es un anillo conmutativo.

Si observamos los axiomas de las teorías de grupos, de grupos abelianos y


de anillos, advertiremos que todo anillo es un grupo abeliano, y que todo gru-
po abeliano es un grupo. Las relaciones inversas no son válidas, pues no todo
grupo es un grupo abeliano, ni todo grupo abeliano es un anillo. Teniendo en
cuenta estas relaciones podemos deducir que si una interpretación no constitu-
ye un modelo de la teoría de grupos, tampoco lo será de la teoría de los ani-

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ESTRUCTURAS Y MODELOS

llos. Este es el caso de I1 en nuestros ejemplos de interpretación de la teoría


de grupos y de anillos.

3.5 Estructuras y modelos


Definiremos ahora el concepto de isomorfismo entre modelos. Para ello es
necesario definir primero el concepto de estructura. El término estructura tiene
muchos significados diferentes, incluso dentro del ámbito de la lógica o la ma-
temática. Aquí sólo nos interesa uno de esos sentidos, según el cual se llama
estructura a un conjunto ordenado que consta de los siguientes elementos: i)
un conjunto no vacío de elementos cualesquiera, al que denominaremos D; ii)
una familia de relaciones definidas sobre los elementos de D; iii) una familia de
funciones definidas sobre los elementos de D; y iv) algunos individuos distingui-
dos del conjunto D.
El conjunto de objetos D es el dominio o universo de la estructura. Una es-
tructura puede tener más de un dominio, pero aquí no consideraremos ese ca-
so. Cualquier subconjunto de elementos de D es una propiedad o relación mo-
nádica en el dominio D. En general, cualquier subconjunto de D x D x D x...x
D (o sea, cualquier conjunto de n-tuplas de elementos de D) es una relación n-
ádica en D. Además, cualquier aplicación de D en D (D → D) es una función
en D. Finalmente, cualesquiera elementos de D que distingamos son individuos
distinguidos en D. Una estructura E estará formada, entonces, por todas las re-
laciones, R1...Rn, distinguidas en el dominio D, todas las funciones ƒ1... ƒn dis-
tinguidas en D, y todos los individuos a1...al distinguidos en D. Por cierto, no
todos estos elementos deben estar conjuntamente presentes en toda estructura.
Una estructura requiere al menos un dominio y al menos una relación o fun-
ción o individuo distinguido en ese dominio. Podemos ahora dar una definición
formal de estructura:

◊ E = 〈D, R1...Rn, ƒ1... ƒm, a1...al〉 es una estructura si y sólo si:

1. D ≠ ∅.
2. Ri ⊆ Dr (donde 1 ≤ i ≤ n, y r es un número entero positivo que depende
de i).
3. ƒj : Ds → D (donde 1 ≤ j ≤ m, y s es un número entero positivo que de-
pende de j).
4. ak ∈ D (donde 1 ≤ k ≤ l).

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INTERPRETACIÓ́N DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

Caractericemos ahora el concepto de isomorfismo entre estructuras.


El isomorfismo es una relación que se da entre estructuras que son simila-
res entre sí. Decimos que dos estructuras son similares cuando tienen el mismo
número de dominios, relaciones n-ádicas, funciones n-ádicas e individuos distin-
guidos. Por ejemplo, las estructuras E1 = 〈D1, R2〉 y E2 = 〈D2, S2〉 son similares
porque ambas tienen un solo dominio, una relación binaria (el grado de la rela-
ción lo indica el superíndice) y no tienen funciones ni individuos distinguidos.
En cambio, las estructuras E3 = 〈D3, R2, ƒ3〉 y E4 = 〈D4, S2 h2, b〉 no son simi-
lares porque una posee una función ternaria (el grado de la función lo indica
el superíndice) y no tiene individuos distinguidos, mientras que la otra posee
una función binaria y un elemento distinguido. Si dos estructuras no son simi-
lares, no pueden ser isomorfas. Pero no todo par de estructuras similares son
isomorfas. Dos estructuras similares son isomorfas si además cumplen ciertas
condiciones:

◊ Dos estructuras similares E1 = 〈D1, R1...Rn, ƒ1... ƒm, a1...al〉 y E2 = 〈D2,


S1...Sn, h1... hm, b1...bl〉 son isomorfas si y solo si hay una función f tal que:

1. f es una función biyectiva de D1 en D2 (f: D1 → D2).


2. Para todo x1...xr ∈ D1: 〈x1...xr〉 ∈ Ri si y sólo si 〈f (x1)... f (xr)〉 ∈ Si (don-
de 1 ≤ i ≥ n, y r es el número ario de Ri).
3. Para todo x1...xr ∈ D1: f (ƒj (x1...xr)) = hj (f (x1)... f (xr)) (donde 1 ≤ j ≤ m,
y r es el número ario de ƒj).
4. f (ak) = bk (donde 1 ≤ k ≤ l).

 La relación de isomorfismo entre estructuras es una relación de equivalen-


cia, o sea, es reflexiva, simétrica y transitiva.

El concepto de isomorfismo entre estructuras, que hemos definido antes de


manera general, se aplica igualmente a todas las interpretaciones y modelos de
un sistema axiomático, ya que éstos no son más que cierta clase de estructu-
ras. Un modelo M de un sistema axiomático S es una estructura respecto de la
cual todos los axiomas de S son verdaderos. Dos modelos M1 y M2 de un sis-
tema axiomático S son isomorfos cuando existe una aplicación biyectiva entre
sus dominios y todo enunciado de S es verdadero en M1 si y sólo si es verda-
dero en M2. Observemos que toda estructura, y por consiguiente todo modelo,
es un conjunto, es decir, una entidad abstracta.
El homomorfismo es una relación más débil entre estructuras o modelos. Sa-
tisface las mismas condiciones que el isomorfismo, con excepción de la prime-
ra, ya que la función f: D1 → D2 no necesita ser biyectiva. Así, todo isomorfis-
mo es también un homomorfismo, pero no a la inversa.

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ESTRUCTURAS Y MODELOS

La teoría de los modelos constituye una de las ramas más desarrolladas y téc-
nicas de la lógica contemporánea. Muchos de los resultados que se han obteni-
do en este campo tienen importantes aplicaciones en la metateoría de la lógica y
de la matemática, así como interesantes consecuencias epistemológicas y filosófi-
cas. Aquí no podemos exponer con detalle estos temas (el lector interesado pue-
de consultar las obras citadas en la nota bibliográfica al final de este capítulo).
Nos limitaremos a mencionar dos metateoremas especialmente importantes. El
primer resultado fundamental es el llamado teorema de Löwenheim-Skolem, cuya
demostración tiene una larga historia. L. Löwenheim en 1915 y Th. Skolem en
1919 demostraron versiones de este teorema para el cálculo de predicados de pri-
mer orden, sin emplear el concepto de modelo, que A. Tarski definió recién en
1928. Al propio Tarski se debe la versión corriente de este teorema:

 Teorema de Löwenheim-Skolem: Si una teoría de primer orden tiene un


modelo, entonces, también tiene un modelo contable.

Para aclarar el significado de este teorema debemos definir antes algunos


términos matemáticos. Un conjunto es infinito si tiene n elementos (donde n es
algún número natural) y es infinito si y sólo si no es finito. Un conjunto se
llama contable si es biyectable con el conjunto de los números naturales o con
algún subconjunto propio de éste. Todo conjunto finito es contable, pero no todo
conjunto infinito lo es. Un conjunto infinito que no es contable se denomina
incontable. Así, por ejemplo, como lo demostró G. Cantor, tanto el conjunto de
los números enteros como el de los racionales son contables, pero el conjunto
de los números reales es incontable. Un modelo se llama finito si su dominio es
un conjunto finito y se llama infinito si dicho dominio es un conjunto infinito. El
teorema de Löwenheim y Skolem afirma, entonces, que todo sistema axiomático
formulado en un lenguaje de primer orden que tenga modelos tiene un modelo
que es finito o infinito contable. Esto es, el sistema no tiene únicamente mode-
los infinitos que sean incontables. Puede tener sólo modelos finitos, pero si
tiene modelos infinitos, entonces, tiene al menos uno que es contable, es decir,
cuyos elementos no son más que los números naturales. Este último resultado
se conoce como la versión descendente del teorema de Löwenheim y Skolem y
se formula habitualmente de la siguiente manera:

 Versión descendente del teorema de Löwenheim-Skolem: Si una teoría de


primer orden tiene modelos infinitos, entonces, tiene un modelo infinito con-
table.

Este teorema origina la llamada paradoja de Skolem, la cual consiste en el


hecho de que las teorías matemáticas que tratan, o pretenden tratar, acerca de
dominios incontables de objetos, como la teoría de los números reales y com-

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INTERPRETACIÓ́N DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

plejos o la teoría de conjuntos, si son satisfacibles, deben tener un modelo con-


table, por ejemplo, en el dominio de los números naturales.
Otro resultado fundamental de la teoría de modelos es la llamada versión
ascendente del teorema de Löwenheim y Skolem, que A. Tarski demostró en 1928
y constituye un teorema aparte:

 Versión ascendente del teorema de Löwenheim-Skolem: Si una teoría de


primer orden tiene un modelo infinito, entonces, tiene modelos de cualquier
cardinalidad infinita.

Este teorema establece que toda teoría de primer orden que tenga algún
modelo infinito, tiene modelos infinitos incontables de todas las cardinalidades.
Intuitivamente, se trata de conjuntos más grandes que el de los números natu-
rales. Los modelos contables e incontables, evidentemente, no pueden ser iso-
morfos entre sí, por lo que este teorema implica, entonces, que cualquier teoría
de primer orden que tenga modelos infinitos, es polimórfica, es decir, tiene
modelos no isomorfos. Se llama modelos no standard a los modelos de una
teoría que no son isomorfos con el modelo que se pretende construir. Por ejem-
plo, la aritmética de Peano de primer orden pretende tener modelos contables,
en el dominio de los números naturales, pero si los tiene, también debe tener
modelos incontables. En síntesis, toda teoría de primer orden que tenga algún
modelo infinito necesariamente tiene también modelos no standard. Esta es una
consecuencia inevitable del teorema de Löwenheim y Skolem. Por consiguiente,
ninguna teoría matemática de primer orden puede caracterizar de manera unívo-
ca una determinada estructura matemática.

Notas bibliográficas
Los conceptos de interpretación y modelo de una teoría formal se exponen
en la mayoría de los textos de lógica matemática de nivel intermedio, entre ellos:
Boolos, Burgess y Jeffrey (2007); Enderton (2001); Enderton (1972); Hamilton
(1988); Kleene (1967); Margaris (1990); Mates (1972) y Zalabardo (2002). Para
una introducción a la teoría de modelos véase Bridge (1977); y para un tratado más
amplio Manzano (1989). Hodges (1997) es un texto avanzado de teoría de mode-
los con un enfoque matemático. Tarski (1956) recopila algunos de sus trabajos
pioneros sobre teoría de modelos, que todavía pueden leerse con provecho. Stoll
(1979) y Stewart y Tall (1979) tratan la teoría de grupos y anillos desde el pun-
to de vista axiomático. Durbin (1992) contiene mayores detalles y ejemplos de
estructuras algebraicas. Rosen (1995) muestra la aplicación de la teoría de gru-
pos a diversos campos de las ciencias físicas.

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Propiedades
4 de un sistema axiomático

4.1 Propiedades de los sistemas


axiomáticos en general
os sistemas formales y los axiomáticos en particular se caracterizan por

L ciertas propiedades importantes que expresan atributos del sistema co-


mo un todo. En este capítulo analizaremos las seis propiedades funda-
mentales de todo sistema axiomático, que son las siguientes: la consistencia, la
completitud, la decidibilidad, la satisfacibilidad, la categoricidad y la independencia
de los términos primitivos y axiomas. Todo sistema axiomático formal necesaria-
mente tiene o no tiene cada una de estas propiedades. Es consistente o no lo
es (en cuyo caso se llama inconsistente), es completo o no lo es (entonces es
incompleto), es decidible o no lo es (entonces se llama indecidible), es satisfaci-
ble o no (en ese caso es insatisfacible), y lo mismo con las restantes propieda-
des. No se sigue de este hecho que siempre podamos conocer cuáles de estas
propiedades posee un sistema axiomático determinado y cuáles no. Como vere-
mos enseguida, en muchos casos no podemos conocerlas y, por tanto, no esta-
mos en condiciones de afirmar, por ejemplo, si un sistema dado es consistente
o inconsistente.
La demostración de que un determinado sistema axiomático posee o no po-
see cada una de estas propiedades corresponde al campo de una disciplina co-
nocida como metamatemática. Esta toma a los sistemas formales como objeto
de estudio y se desenvuelve entonces en un plano metateórico; es una teoría
acerca de teorías. En el ámbito que nos interesa aquí es una teoría acerca de
sistemas axiomáticos formales. En el caso de que el sistema estudiado sea un
sistema lógico se adopta el nombre de metalógica, la cual constituye una rama
de la metamatemática en general. La investigación metateórica de los sistemas
formales ha descubierto que las seis propiedades que acabamos de enunciar no
son todas independientes entre sí. Existen importantes relaciones de implicación
y de incompatibilidad entre ellas para determinados tipos de sistemas formales.
En el transcurso de nuestra exposición mencionaremos algunas de estas relacio-
nes, pero no ofreceremos ninguna prueba de ellas. Por lo general, las demostra-
ciones metamatemáticas no son sencillas y exceden el nivel de esta obra. Nos
limitaremos, entonces, a señalar las propiedades de algunos sistemas formales y

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PROPIEDADES DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

a mencionar a modo de ejemplo ciertos resultados metamatemáticos. El lector


que desee conocer la justificación de esas afirmaciones puede dirigirse a las
obras citadas en la nota bibliográfica que cierra este capítulo.
Definiremos ahora cada una de las propiedades de un sistema axiomático
formal.

1. Consistencia
La propiedad de consistencia de un sistema se relaciona con el hecho de que
no haya contradicciones dentro de ese sistema, y, por consiguiente, no se pro-
duzcan en él antinomias o paradojas de ningún tipo. Definiremos dos conceptos
de consistencia, el de no contradictoriedad y el de consistencia generalizada.

◊ a) No contradictoriedad. Un sistema axiomático S es consistente si y só-


lo si no existe en S una fbf χ tal que χ y ¬ χ sean ambas teoremas en S.

◊ b) Consistencia generalizada. Un sistema axiomático S es consistente si


y sólo si al menos una fbf de S no es teorema en S.

Empleamos dos definiciones de consistencia porque un sistema formal


podría no contener un símbolo para la negación en su lenguaje. Todo sistema
formal cuyo lenguaje no contiene negación es (vacuamente) no contradictorio,
por lo que la definición a) no permite, en estos casos, discriminar entre siste-
mas consistentes y no consistentes.
Si un sistema no es consistente, en cualquiera de los dos sentidos, se dice
que es inconsistente. Las definiciones de inconsistencia son, pues, la negación
de las definiciones de consistencia.

◊ a) Contradictoriedad. Un sistema axiomático S es inconsistente si y sólo


si, existe en S al menos una fbf χ tal que χ y ¬ χ sean ambas teoremas en S.

◊ b) Inconsistencia generalizada. Un sistema axiomático S es inconsisten-


te si y sólo si, toda fbf de S es teorema en S.

Los sistemas que carecen de negación sólo pueden ser inconsistentes en el


sentido b) de consistencia generalizada, ya que su lenguaje no admite la forma-
ción de contradicciones. Si un sistema dotado de negación es inconsistente en el
sentido a) de consistencia, también lo es en el sentido b). La implicación inver-
sa también es verdadera. Podemos expresar esta relación diciendo que un siste-
ma formal S cuyo lenguaje incluye negación admite como teoremas una fórmula

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PROPIEDADES DE LOS SISTEMAS AXIOMÁ́TICOS EN GENERAL

χ y su negación ¬ χ si y sólo si, toda fórmula bien formada de S es teorema en


S.
La implicación de (b) hacia (a) es evidente, pues si toda fórmula bien for-
mada de un sistema con negación es teorema en el sistema, también serán teo-
remas una fórmula cualquiera χ y su negación ¬ χ, ya que ambas son fórmu-
las bien formadas del sistema. Probemos ahora la implicación en la dirección
contraria, o sea, que si un sistema S es inconsistente en el sentido (a), también
lo es en el (b). Esta relación está expresada en el principio de la lógica tradi-
cional llamado ex contradictione sequitur quodlibet (literalmente “de una contra-
dicción se sigue cualquier cosa”) o ley del Pseudo Escoto: (χ & ¬ χ) → ψ
(donde χ y ψ son fórmulas cualesquiera), una ley de la lógica clásica cuya de-
mostración, que sólo emplea lógica proposicional, es así:

1. χ & ¬ χ [premisa]
2. χ [de 1 por simplificación]
3. χ ∨ ψ [de 2 por adición]
4. ¬ χ [de 1 por simplificación]
5. ψ [de 3 y 4 por silogismo disyuntivo]
6. (χ & ¬ χ) → ψ [cancelación de la premisa 1] 

Una demostración de esta ley, no formalizada pero exactamente igual a la


que hemos dado, la realizó un lógico del siglo XIV conocido como Pseudo Es-
coto (llamado así por el hecho de habérselo confundido durante muchos siglos
con el filósofo Juan Duns Scoto). La expresión “de una contradicción se sigue
cualquier cosa” debe tomarse con cuidado porque se presta a confusión. En rea-
lidad, en un sistema inconsistente se pueden probar como teoremas todas las
fórmulas bien formadas que admita el lenguaje de ese sistema, pero no se pue-
den probar cadenas de símbolos que no sean fórmulas de ese sistema. Por
ejemplo en un sistema formal inconsistente de lógica proposicional no se puede
demostrar la expresión “x + y = y + x”, porque ésta no es una fórmula bien for-
mada de la lógica proposicional (puesto que emplea símbolos como “+” que no
pertenecen al vocabulario de esta parte de la lógica).
La consistencia o coherencia es la propiedad más importante que debe tener
un sistema formal. Se dice que un sistema inconsistente es trivial porque en él
todas las fórmulas del sistema son teoremas. Un sistema de este tipo carece de
interés lógico porque no permite discriminar entre las fórmulas que son teore-
mas y aquellas que no lo son. En virtud de la ley del Pseudo Escoto, que aca-
bamos de probar, cualquier sistema axiomático que admita una contradicción de

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PROPIEDADES DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

la forma χ y ¬ χ (donde χ es una fórmula cualquiera) resultará trivial porque


toda fórmula bien formada de su lenguaje se podrá demostrar en ese sistema.
La ley del Pseudo Escoto es válida en la lógica clásica y también en muchas ló-
gicas no clásicas, como la intuicionista. Por consiguiente, cualquier sistema for-
mal que emplee una lógica subyacente (lo usual es que se emplee la lógica clá-
sica) en la que vale la ley del Pseudo Escoto se volverá trivial si se demuestra
en él una sola contradicción. Dicha contradicción, por así decir, se propaga a la
totalidad del sistema porque a partir de ella se pueden demostrar todas las con-
tradicciones posibles en ese sistema (χ y ¬ χ; ψ y ¬ ψ; etc.).
Existen ciertos sistemas de lógica no clásica, denominados paraconsistentes,
en los que la ley del Pseudo Escoto no es válida y, por tanto, no ocurre que a
partir de una contradicción se pueda demostrar cualquier fórmula de una teoría.
La lógica paraconsistente permite que un sistema formal sea contradictorio (es
decir, inconsistente en el sentido a)) y sin embargo no sea trivial (inconsisten-
te en el sentido b)). Una lógica de este tipo se puede emplear como lógica sub-
yacente de las teorías inconsistentes y no triviales, porque garantiza que a par-
tir de una contradicción no es posible demostrar cualquier fórmula del lengua-
je de la teoría. Las lógicas paraconsistentes tienen, sin embargo, la dificultad de
que para conseguir este resultado emplean un concepto de negación que no es
el clásico. La correspondiente conectiva de negación no tiene las propiedades
de la negación de la lógica clásica. Queda, entonces, abierto el problema de ele-
gir entre dos conceptos diferentes de negación y de justificar esta elección con
criterios adecuados y precisos. La situación de la lógica paraconsistente, como
la de las otras lógicas rivales de la clásica, es un tema debatido que está muy
lejos de su esclarecimiento o solución definitiva. En todas las consideraciones
que siguen siempre hemos de suponer que la lógica subyacente de un sistema
axiomático es la lógica clásica.
Las pruebas de consistencia de un sistema formal constituyen la parte esen-
cial de la metateoría de ese sistema. Ello es así porque todos los sistemas axio-
máticos importantes utilizan a la lógica clásica como lógica subyacente, por lo
cual si fueran inconsistentes serían igualmente triviales y por consiguiente inu-
tilizables. En general, para probar la consistencia de un sistema formal es sufi-
ciente con mostrar que hay una fórmula bien formada que no es teorema en
ese sistema. Con ello se ha mostrado que el sistema no es inconsistente en sen-
tido b) y por tanto que no es trivial. Si el lenguaje del sistema tiene negación
y su lógica subyacente es la clásica, la prueba anterior también implica que di-
cho sistema no contiene contradicciones, o sea, que no es inconsistente en el
sentido a). Sin embargo, ésta no es la manera más práctica de proceder. Más
adelante en este capítulo estudiaremos otra forma de probar la consistencia de
un sistema formal, que consiste en encontrar un modelo de ese sistema (véase
también el Apéndice 1).

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PROPIEDADES DE LOS SISTEMAS AXIOMÁ́TICOS EN GENERAL

La investigación metateórica acerca de la consistencia de los sistemas forma-


les ha llegado a dos resultados fundamentales. El primero es que la lógica de
primer orden (con o sin identidad) es consistente. La prueba definitiva de este
metateorema la dieron D. Hilbert y W. Ackermann en 1928. El segundo resul-
tado, de carácter negativo, es que no es posible demostrar, dentro del propio
sistema, la consistencia de la mayoría de los sistemas matemáticos, como la teo-
ría de conjuntos, que son más amplios que la lógica elemental. Esta es una con-
secuencia de uno de los célebres teoremas que K. Gödel demostró en 1931. Da-
da la importancia que tienen las pruebas de consistencia les dedicamos un tra-
tamiento aparte en el Apéndice 1, donde se podrán encontrar más informacio-
nes, así como una breve reseña histórica acerca de cómo se llegó a estos resul-
tados.

2. Completitud
La completitud de una teoría se relaciona con el hecho de que dicha teoría
sea suficiente para deducir todos los enunciados o formas de enunciados que se
esperan de ella. En este sentido, un sistema axiomático es completo cuando
permite demostrar todas las fórmulas que se quieren obtener como teoremas.
Por ejemplo, en el caso de un sistema de lógica, deseamos obtener como teo-
remas todas las verdades lógicas o tautologías; y en el caso de un sistema arit-
mético, todas las fórmulas de la aritmética que consideramos intuitivamente ver-
daderas. Esta caracterización vaga será enseguida reemplazada por definiciones
más precisas.
Hay por lo menos tres conceptos diferentes de completitud que se han de-
nominado de manera diferente: a) la completitud respecto de la negación; b) la
completitud fuerte o saturación; y c) la completitud semántica. Definiremos cada
uno de estos sentidos de completitud precisando la manera en que se relacio-
nan entre sí.

◊ a) Completitud respecto de la negación. Un sistema axiomático S es


completo respecto de la negación si y sólo si para cada fbf χ que sea cerrada (sin
variables libres), o bien χ, o bien ¬ χ es un teorema en S.

La idea que se expresa en este concepto de completitud es que un sistema


completo es siempre capaz de escoger una entre dos fórmulas contradictorias.
Podemos imaginar una lista de todas las fórmulas bien formadas de un sistema
S ordenadas de a pares (χ y ¬ χ; ψ y ¬ ψ; etc.). Un sistema completo respec-
to de la negación permitirá demostrar, para todo par de fórmulas ordenadas de
esta manera, una u otra de cada par.

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PROPIEDADES DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

◊ b) Completitud fuerte o saturación. Un sistema axiomático S es com-


pleto si y sólo si para cada fbf χ, o bien χ es un teorema, o bien S se vuelve in-
consistente si χ se le agrega como axioma.

La completitud fuerte significa que el sistema S no puede extenderse a uno


más amplio por medio de la adición de nuevos axiomas, ya que si se le agrega
una fórmula que no se deduce de los axiomas (o sea que no es teorema) el sis-
tema pierde su consistencia. A veces se llama saturación a la propiedad de com-
pletitud fuerte, y se dice que un sistema axiomático que cumple esta condición
es saturado o maximal. Este segundo concepto nos permite aplicar la idea de
completitud a sistemas formales cuyo lenguaje no incluye negación.
Observemos que de las definiciones de completitud que hemos dado se si-
gue que un sistema inconsistente es trivialmente completo respecto de la nega-
ción y vacuamente saturado o maximal. En efecto, en tal sistema no sólo ocu-
rre que, para cualquier fórmula χ, se demuestre que χ es teorema o que ¬ χ es
teorema, sino que ambas, χ y ¬ χ, son teoremas. Por consiguiente, tampoco es
posible agregarles una fórmula que no sea teorema (porque no hay tal fórmula).
Los sistemas inconsistentes son super-completos, y este hecho es el que los
vuelve triviales. En ellos toda fórmula es demostrable, por lo que no es posible
distinguir entre fórmulas que son teoremas y fórmulas que no lo son. Los sis-
temas completos útiles e interesantes son aquellos en los que toda fórmula es
demostrable o refutable, pero además, hay fórmulas que no son teoremas. Esto
último equivale a decir que son consistentes. Se advierte, entonces, que la con-
sistencia de un sistema es una propiedad más fundamental e importante que la
completitud.
La relación entre estos dos sentidos de completitud es la siguiente. Si un
sistema S es completo respecto de la negación (a) y, además, es consistente, es
también maximal o saturado (b). La prueba de ello es claramente intuitiva, por-
que si S es consistente y completo respecto de la negación y se le agrega una
fórmula cualquiera χ, que no es teorema en S, se producirá una contradicción.
Precisamente por ser completo respecto de la negación, si χ no es teorema en
S, entonces ¬ χ debe ser teorema en S. Luego, si le agregamos al sistema la
fórmula χ como axioma, tendremos como consecuencia χ y ¬ χ entre las fór-
mulas demostradas de S. La relación conversa también es válida, porque si un
sistema S es maximal y no es posible agregarle sin inconsistencia una fórmula
cualquiera χ que no sea teorema, entonces ¬ χ es teorema en S. Luego, S es
completo respecto de la negación. Podemos afirmar, la siguiente equivalencia:

 Un sistema axiomático S es completo respecto de la negación si y sólo si


S es maximal o saturado.

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PROPIEDADES DE LOS SISTEMAS AXIOMÁ́TICOS EN GENERAL

Hay pocos sistemas formales que son completos respecto de la negación o


maximales. Por ejemplo la lógica proposicional no es completa respecto de la
negación, porque ningún símbolo proposicional p, ni su negación ¬ p, es teore-
ma. Tampoco lo es la lógica de predicados, donde fórmulas como ∀x Fx y ¬ ∀x
Fx no son teoremas. Sin embargo, existe un teorema, demostrado por A. Lin-
denbaum, que afirma que si un sistema axiomático es consistente, entonces hay
una extensión de ese sistema que es maximal consistente. Se lo conoce como
lema de Lindenbaum:

 Lema de Lindenbaum. Todo sistema axiomático consistente admite una ex-


tensión maximal consistente.

El significado de este teorema es que cualquier sistema axiomático que sea


consistente se puede enriquecer con nuevos axiomas, sin perder la consistencia,
hasta transformarlo en maximal.
En 1930 Gödel probó que la lógica de primer orden es completa, lo cual fue
ciertamente un resultado alentador para la investigación metateórica de los sis-
temas formales. La lógica de primer orden no es completa respecto de la nega-
ción, y por ello no es maximal o saturada. Es completa en un sentido más res-
tringido que los anteriores, que generalmente se llama completitud semántica.
En este tercer sentido se dice que una lógica es completa cuando es capaz de
deducir todas las fórmulas que son verdaderas en ella. En el caso de la lógica
de primer orden tales verdades son las tautologías y todas las fórmulas lógica-
mente verdaderas (a veces se las llama también “válidas”, o “universalmente vá-
lidas”). En general esta forma de completitud significa que todas las consecuen-
cias lógicas de un cálculo deductivo son deducibles en él mediante sus reglas
de transformación. Podemos definir en general la completitud semántica de un
cálculo deductivo de la siguiente manera:

◊ c) Completitud semántica. Un cálculo deductivo es semánticamente


completo si y sólo si para cualesquiera fórmulas χ y ψ, si χ |= ψ, entonces,
χ l− ψ.

El concepto de completitud semántica se aplica en sentido estricto a un cálcu-


lo deductivo. Una lógica se llama semánticamente completa si posee un cálculo
deductivo semánticamente completo. En el caso de los sistemas axiomáticos, es
la lógica subyacente del sistema la que puede o no ser semánticamente comple-
ta. Generalmente la lógica subyacente de un sistema axiomático no está a su
vez axiomatizada. En el caso de que lo estuviera, diremos que esa lógica es
semánticamente completa si todas las consecuencias lógicas de los axiomas

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PROPIEDADES DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

son demostrables como teoremas. A veces, por extensión de este sentido de


completitud, se dice que un sistema axiomático es semánticamente completo si
su lógica subyacente es semánticamente completa. Así, por ejemplo, toda teoría
axiomatizada que tenga como lógica subyacente a la lógica de primer orden se-
rá semánticamente completa. La lógica de segundo orden o de orden superior
no es completa en sentido semántico, por lo que toda teoría axiomática que ten-
ga como lógica subyacente a una lógica de orden superior será semánticamen-
te incompleta.
La completitud semántica de una lógica no implica a ninguna de las otras
dos formas de completitud. Por tanto, si se prueba que una lógica es completa
en sentido semántico, no se sigue que sea completa respecto de la negación ni
tampoco que sea saturada o maximal. Pero si se demuestra, en cambio, que
una lógica es semánticamente incompleta, también se habrá probado que es in-
completa respecto de la negación. La prueba de ello es la siguiente. Suponga-
mos que el cálculo lógico CL es consistente, correcto y semánticamente incom-
pleto. Supongamos también que la fórmula χ es consecuencia lógica de CL pe-
ro no es deducible en CL. Dado que CL es consistente, ¬ χ no es una conse-
cuencia lógica de CL. Y dado que CL es correcto, ¬ χ no es deducible en CL.
Por tanto, ni χ ni ¬ χ son fórmulas deducibles en CL. El cálculo CL, entonces,
es también incompleto respecto de la negación.
Hay muy pocas teorías que son completas respecto de la negación. Para pro-
bar que un sistema axiomático S es incompleto respecto de la negación resulta
suficiente encontrar dos modelos de S, M1 y M2, y una fórmula bien formada
χ, tal que χ sea verdadera en M1 y ¬ χ sea verdadera en M2. Con ello se ha
probado que hay al menos una fórmula χ tal que ni χ ni ¬ χ son teoremas en
S, y, por tanto, que S es incompleto. En efecto, los teoremas de S deben ser
verdaderos en todo modelo de S (por definición misma de modelo), y es evi-
dente que ni χ ni ¬ χ son teoremas en S, porque no son ambos verdaderos en
los dos modelos M1 y M2 (χ es falso en M2 y ¬ χ es falso en M1).
En 1931 Gödel obtuvo una demostración de imposibilidad de extraordinaria
importancia. Demostró que cualquier sistema axiomático formal suficientemente
rico como para contener a la aritmética elemental, si es consistente debe ser
incompleto respecto de la negación. En cualquier sistema axiomático que per-
mita deducir la aritmética elemental hay, por tanto, alguna fórmula del lenguaje
de la aritmética tal que ni ella ni su negación son teoremas. Un corolario de
este metateorema de Gödel sostiene, además, que una fórmula que expresa la
consistencia del sistema es precisamente una de esas fórmulas que no pueden
demostrarse dentro del propio sistema. Resulta, entonces, que en ningún sis-
tema axiomático con las características antes señaladas, por ejemplo, las teorías
de conjuntos, es posible ofrecer una prueba de consistencia mediante los recur-
sos formales del propio sistema (para más detalles véase el Apéndice 1). La

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PROPIEDADES DE LOS SISTEMAS AXIOMÁ́TICOS EN GENERAL

investigación metateórica posterior reveló que muy pocas teorías matemáticas


interesantes son completas y que la mayoría de los sistemas axiomáticos, como
los de las diferentes teorías de conjuntos, son incompletos. La incompletitud en
sentido lógico-formal no debe entenderse como una falta de desarrollo, es decir,
como si la teoría fuera puramente parcial y pudiera completarse enriqueciendo
su lenguaje o incorporando nuevos axiomas. Se trata de una incompletitud por
principio que no se puede superar mediante estos recursos; aunque se agregue
cualquier número de axiomas que se quiera (y se pueda, mientras se preserve
la consistencia) la teoría resultante siempre seguirá siendo incompleta.
Podemos describir el resultado de este teorema de Gödel diciendo que esta-
blece la imposibilidad de construir un sistema axiomático, suficientemente rico
como para formular la aritmética elemental, que sea a la vez consistente y com-
pleto. Si dicho sistema es consistente, será incompleto; y si es completo, será
inconsistente. Obviamente, los sistemas inconsistentes son inútiles, por lo cual
la única alternativa viable es sacrificar la completitud de los sistemas matemáti-
cos axiomatizados.
La completitud es una propiedad deseable pero no indispensable de los sis-
temas axiomáticos y de las teorías formales en general. Una teoría incompleta
no es inútil ni trivial en ningún sentido. Se puede trabajar perfectamente con
ella demostrando un número indefinidamente grande de teoremas. No obstante,
si un sistema axiomático es incompleto, contendrá fórmulas tales que ni ellas ni
sus negaciones podrán probarse como teoremas a partir de los axiomas del sis-
tema.

3) Decidibilidad
La decidibilidad de un sistema formal se refiere al hecho de que exista en
el sistema un procedimiento mecánico de decisión para establecer si una fórmu-
la pertenece o no pertenece a ese sistema. Si tal procedimiento no existe, el sis-
tema es indecidible. Para el caso de los sistemas axiomáticos definiremos estos
conceptos de la siguiente manera:

◊ Un sistema axiomático S es decidible si y sólo si existe un procedimiento


algorítmico tal que para toda fbf χ permite determinar si χ es o no es un teore-
ma en S.

◊ Un sistema axiomático S es indecidible si y sólo si S no es decidible.

Un algoritmo o procedimiento efectivo en general es un método mecánico


para resolver un problema, llegando a la solución mediante un número finito de

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PROPIEDADES DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

operaciones. En ninguna de las operaciones de un algoritmo intervienen proce-


sos aleatorios o azarosos, como elegir arrojando una moneda o un dado. En el
caso de los sistemas axiomáticos el problema en cuestión será el de determinar
si una fórmula del lenguaje de un sistema dado es o no es un teorema en di-
cho sistema. El sistema es decidible cuando existe un algoritmo de este tipo pa-
ra toda fórmula bien formada del sistema. Las tablas de verdad para la lógica
proposicional, por ejemplo, constituyen un procedimiento algorítmico para deter-
minar si una forma proposicional es o no lógicamente verdadera, es decir, si es
una tautología de la lógica proposicional o no lo es. Observemos que el méto-
do de las tablas de verdad nos permite decidir esto respecto de cualquier for-
ma proposicional bien formada, por más extensa o complicada que sea. La tabla
de verdad de una forma proposicional compleja podrá ser muy larga, pero siem-
pre tendrá una extensión finita, y este hecho garantiza que será posible llegar
a un resultado concluyente, por sí o por no, en un número finito de pasos. Otro
ejemplo de algoritmo bien conocido son los procedimientos que aprendemos en
la escuela elemental para sumar, restar, multiplicar y dividir números enteros o
reales. Mediante ellos podemos resolver, en principio, cualquier problema que
involucre estas operaciones con números. Por supuesto, en la práctica habrá
operaciones que no podamos resolver por su extensión o complejidad, por ejem-
plo multiplicar dos números de 500 millones de dígitos cada uno. Sin embargo,
la existencia de un algoritmo nos garantiza que la operación se puede resolver
en un número finito de pasos, y, por tanto, en un tiempo finito.
El resultado metateórico más importante acerca de la decidibilidad de los
sistemas formales lo obtuvo A. Church en 1936, y es conocido como teorema de
Church. En él se demuestra que la lógica de predicados de primer orden (con
o sin identidad) es indecidible. La lógica proposicional es decidible. Hay un
fragmento del cálculo de predicados que es decidible, el de predicados monádi-
cos, pero cuando se emplean predicados poliádicos (de dos o más argumentos)
no hay procedimiento de decisión. Ello significa que la lógica de primer orden
como un todo es indecidible y que no hay, entonces, un algoritmo que permita
determinar para cualquier fórmula de la lógica de predicados si es o no lógica-
mente verdadera. Todo el que haya empleado algún método de demostración,
como las tablas semánticas o los árboles lógicos, recordará que estos métodos
permiten decidir en un número finito de pasos si fórmulas con predicados mo-
nádicos (como ∀x (Fx → Gx)) son o no teoremas de la lógica de primer orden.
Pero si la fórmula incluye predicados de dos o más argumentos (como, por
ejemplo, ∀x ∀y (Fxy → Gyx)) las tablas o los árboles lógicos pueden volverse
infinitos y, entonces, la prueba no logra concluir en un número finito de pasos.
Esto no significa que no sea posible hacer demostraciones en lógica de predicados
poliádicos, cosa obviamente falsa, sino únicamente que no podemos resolver de
una manera mecánica todos los problemas de esta rama de la lógica elemental.

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PROPIEDADES DE LOS SISTEMAS AXIOMÁ́TICOS EN GENERAL

El propio Church y J. B. Rosser extendieron este resultado y también consi-


guieron demostrar que la aritmética elemental de Peano es indecidible. Poste-
riormente, la investigación metateórica probó que existen muchas otras teorías
matemáticas importantes, como la teoría de grupos y la teoría de conjuntos (su-
poniendo que es consistente), que no son decidibles. También se descubrió que
son decidibles muchas teorías matemáticas, como la teoría de las álgebras de
Boole y la geometría hiperbólica.
La consecuencia más significativa de los resultados de indecidibilidad es que
muestran que la lógica y la matemática no son completamente mecanizables. Si
una teoría es decidible, en principio es posible construir una máquina computa-
dora y programarla para que de manera automática pruebe si cualquier fórmula
bien formada que se le suministre es o no deducible en esa teoría, es decir, si
es o no un teorema. Esto se consigue desde hace tiempo con la lógica proposi-
cional, por ejemplo. Pero si la teoría no es decidible no hay manera de compu-
tar sus teoremas de manera automática, y, por tanto, no es posible construir
una máquina que demuestre si una fórmula de la teoría es o no un teorema de
esa teoría. No se trata de una limitación técnica que pueda ser superada cons-
truyendo máquinas más potentes y veloces. Es una imposibilidad lógica intrín-
seca a las teorías indecidibles e insuperable por principio.
La decidibilidad de una teoría formal se prueba ofreciendo un algoritmo o
procedimiento de decisión para esa teoría. Así, por ejemplo, las tablas de ver-
dad prueban que la lógica proposicional es decidible (hay, además, muchos
otros métodos de decisión más simples). Para los sistemas axiomáticos existe
una relación entre completitud y decidibilidad que nos permite obviar la cons-
trucción de algoritmos para probar que el sistema es decidible:

 Si un sistema axiomático S es completo respecto de la negación, entonces


S es decidible.

Así pues, la completitud de un sistema axiomático implica su decidibilidad, por


tanto, si ya hemos probado que es completo respecto de la negación, no es necesa-
rio probar que es decidible. Este metateorema, demostrado por A. Turing en 1936,
sólo es válido para las teorías axiomatizables. Si una teoría formal no es axiomati-
zable no se puede inferir su decidibilidad a partir de la prueba de su completitud.
La conversa de esta relación es falsa: hay sistemas que son decidibles e
incompletos, como lo muestra el ejemplo de la lógica proposicional.
Es importante no confundir la completitud respecto de la negación con la
decidibilidad de una teoría. La completitud respecto de la negación nos dice
que para cualquier par de fórmulas bien formadas contradictorias χ y ¬ χ una
de ellas es deducible en la teoría, pero esto nada nos dice acerca de la mane-
ra de encontrar la demostración de una de esas fórmulas. Puede ocurrir que de

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PROPIEDADES DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

hecho no encontremos una prueba de ninguna de las dos, aunque sepamos que
tal prueba existe, y debamos permanecer en estado de incertidumbre al respec-
to. La decidibilidad de una teoría nos asegura que existe un procedimiento pa-
ra determinar si una fórmula dada es o no es un teorema en una teoría deter-
minada. Pero es perfectamente posible que la respuesta sea que ni esa fórmula
ni su negación son teoremas, lo cual nos indica simplemente que tal teoría es
incompleta respecto de la negación. Si una teoría o sistema axiomático es deci-
dible las dificultades para arribar a la solución de un problema sólo pueden ser
de tipo práctico, por ejemplo, cuando la prueba de un teorema sea tan larga que
una máquina resulte incapaz de terminarla en un tiempo humanamente razona-
ble; o bien cuando sea tan complicada que no seamos capaces de programar a
una máquina para que la resuelva. Estas dificultades son meramente de hecho
y pueden superarse progresivamente a medida que se desarrollan el conoci-
miento y la tecnología industrial de las computadoras. Por el contrario, si la teo-
ría es completa pero indecidible (en cuyo caso no podrá ser una teoría axioma-
tizable) es imposible por principio construir una máquina que en un tiempo fi-
nito demuestre que para cualquier fórmula χ o bien χ o bien ¬ χ pertenece a la
teoría (es teorema) y la otra no. Tal prueba depende exclusivamente de la crea-
tividad humana y no se puede mecanizar de manera que se garantice su descu-
brimiento automático.

Existe otro concepto de decidibilidad que se aplica a las fórmulas de un sis-


tema axiomático y que debe distinguirse del anterior. Siguiendo la terminología
de Gödel lo llamaremos decidibilidad formal y lo definiremos de la siguiente
manera:

◊ Una fórmula bien formada χ, que pertenece al lenguaje de un sistema


axiomático S, es formalmente decidible en S si y sólo si o bien χ o bien ¬ χ
son teoremas en S.

La indecidibilidad formal de una fórmula se define, entonces, como la


negación de la decidibilidad:

◊ Una fórmula bien formada χ, que pertenece al lenguaje de un sistema


axiomático S, es formalmente indecidible en S si y sólo si ni χ ni ¬ χ son teo-
remas en S.

La existencia de fórmulas formalmente indecidibles en un sistema axiomático


es una consecuencia inmediata del hecho de que dicho sistema sea incompleto
respecto de la negación. Podemos afirmar, entonces, la siguiente equivalencia:

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PROPIEDADES DE LOS SISTEMAS AXIOMÁ́TICOS EN GENERAL

 Existen fórmulas formalmente indecidibles en el lenguaje de un sistema


axiomático S si y sólo si S es incompleto respecto de la negación.

Por su parte, los dos conceptos de indecidibilidad que hemos definido se


relacionan de la siguiente manera. Si un sistema axiomático es decidible puede
contener o no fórmulas formalmente indecidibles, pero si es indecidible deben
existir en su lenguaje fórmulas formalmente indecidibles, ya que si no existie-
ran, el sistema sería completo respecto de la negación y, por consiguiente, tam-
bién sería decidible.

4) Satisfacibilidad
◊ Un sistema axiomático S es satisfacible si y sólo si S tiene al menos un
modelo.

La satisfacibilidad es una propiedad importante porque está relacionada con


la consistencia de un sistema. Un sistema inconsistente no puede tener un mo-
delo; por tanto, si el sistema es satisfacible, entonces es consistente.

 Si un sistema axiomático S es satisfacible, entonces S es consistente.

Esta relación general entre satisfacibilidad y consistencia vale para cualquier


teoría o sistema axiomático. La relación conversa sólo es válida para los siste-
mas axiomáticos de primer orden. Para los sistemas de segundo orden o de or-
den superior en general, puede darse el caso de que un sistema axiomático sea
consistente y, sin embargo, no tenga un modelo, es decir, no sea satisfacible.
La equivalencia entre consistencia y satisfacibilidad vale en general para to-
da teoría de primer orden, por lo que podemos afirmar que:

 Toda teoría consistente de primer orden tiene un modelo.

Este es un resultado extremadamente importante porque asegura la satisfa-


cibilidad de cualquier teoría consistente de primer orden. Por ello, el hecho de
no poder encontrar un modelo para una de estas teorías se debe siempre a una
limitación de las capacidades humanas pero no de la teoría en sí misma. En
1930 K. Gödel probó este resultado como parte de su demostración de la com-
pletitud de la lógica de primer orden. Sin embargo, ya había sido encontrado
por Th. Skolem en 1929, e independientemente por J. Herbrand en 1930.
La satisfacibilidad de un sistema axiomático se prueba simplemente encon-
trando un modelo de ese sistema. Al hacerlo se habrá probado también que di-
cho sistema es consistente.

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PROPIEDADES DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

Resulta inevitable preguntarse por qué razón un sistema inconsistente no


puede tener un modelo. En términos informales, la respuesta se encuentra en
el presupuesto de que el principio clásico de no contradicción, ¬ (χ & ¬ χ), es
una ley lógica válida sin restricciones ni excepciones. Supongamos que Sn sea
un sistema axiomático inconsistente en el sentido de que permite deducir de
sus axiomas dos teoremas de la forma χ y ¬ χ. Si Sn tuviera un modelo M, to-
dos los teoremas de Sn deberían ser enunciados verdaderos en M. Consiguien-
temente, χ y ¬ χ serían verdaderos en M, pero por la ley de no contradicción
esto no puede ocurrir en ningún caso. Por tanto, Sn no tiene modelos, ya que
no existe ninguna interpretación posible en la que todos sus teoremas sean
enunciados simultáneamente verdaderos.

5) Independencia
Hay dos conceptos de independencia para un sistema axiomático S: i) in-
dependencia de los axiomas de S, y ii) independencia de los términos primitivos
de S.
i) Independencia de los axiomas

◊ Los axiomas de un sistema axiomático S son independientes si y sólo si


ninguno de ellos es deducible de los restantes.

Si un axioma de un sistema axiomático S es deducible de los restantes axio-


mas de S se dice que no es independiente. Para probar que un determinado
axioma no es independiente basta con demostrarlo como teorema a partir de
los otros axiomas del sistema. En cambio, para probar que un axioma es inde-
pendiente resulta necesario ofrecer una prueba de tipo semántico mediante la
construcción de un modelo. La independencia de un determinado axioma Ax de
un sistema axiomático se prueba encontrando un modelo en el cual sean ver-
daderos todos los axiomas del sistema excepto Ax, que, consiguientemente, será
falso en dicho modelo. Por ejemplo, supongamos que en el sistema S = {Ax1,
Ax2, Ax3} deseamos probar la independencia del axioma Ax3. Para ello es nece-
sario construir un modelo del sistema S’ = {Ax1, Ax2, ¬ Ax3}. Si encontramos
dicho modelo, habremos probado que S’ es consistente, ya que la satisfacibili-
dad de un sistema implica su consistencia, como se indicó en el parágrafo ante-
rior. Y el hecho de que S’ sea consistente prueba que Ax3 no se deduce de los
axiomas Ax1 y Ax2. En efecto, si Ax3 fuera deducible de los otros dos axiomas,
el sistema S’ sería inconsistente (ya que contendría como teoremas a Ax3 y a
¬ Ax3) y, por tanto, no podría tener un modelo. Para probar la independencia de
los otros axiomas del sistema se procede de la misma manera, esto es, encon-
trando modelos en los que resulten verdaderos todos los axiomas del sistema
salvo aquél cuya independencia se quiere probar.

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PROPIEDADES DE LOS SISTEMAS AXIOMÁ́TICOS EN GENERAL

Existe otro sentido más fuerte de independencia según el cual una fórmula
χ se dice independiente de un conjunto de fórmulas Γ si y sólo si ni χ ni ¬ χ
son deducibles de Γ. Para probar la independencia, en este sentido del término,
de un axioma de un sistema axiomático es necesario encontrar dos modelos. En
nuestro ejemplo, un modelo del sistema S y otro modelo del sistema S’. El
modelo de S prueba que ¬ Ax3 no es deducible de los otros dos axiomas del
sistema. En general, siempre que se hace referencia a la independencia de los
axiomas de un sistema axiomático se la entiende en el sentido más débil que
mencionamos al comienzo, por lo cual no se requiere una prueba de consisten-
cia de todo el sistema.

ii) Independencia de los términos primitivos

◊ Los términos primitivos de un sistema axiomático S son independientes si


y sólo si ninguno de ellos es definible mediante los demás primitivos de S.

La prueba de independencia de un término primitivo t de un sistema S se


realiza por el llamado método de Padoa (creado por el matemático italiano A.
Padoa). Este consiste en encontrar dos modelos de S, M1 y M2, tales que ambos
tengan el mismo dominio y la interpretación de cada primitivo de S, excepto t,
sea la misma, pero la interpretación de t sea diferente en cada modelo. Esto
muestra que t es definicionalmente independiente de los restantes términos primi-
tivos de S, porque si no lo fuera debería tener forzosamente la misma interpreta-
ción en M1 y en M2 (es fácil construir algún ejemplo sencillo para comprobarlo).
La independencia de los axiomas y de los términos primitivos de un sistema
axiomático no es una propiedad indispensable. Por razones de simplicidad, eco-
nomía de expresión y elegancia resulta deseable que el conjunto de los axiomas
y términos primitivos de un sistema sea reducido al mínimo posible. Si algún
axioma o término primitivo no es independiente se introduce información redun-
dante en los puntos de partida del sistema, pero de ello no se sigue ningún per-
juicio para la capacidad demostrativa del sistema, ni se afecta a su consistencia
o a otras propiedades metateóricas. Frecuentemente, por razones prácticas, es
conveniente introducir términos o axiomas redundantes para mejorar la com-
prensibilidad de un sistema. La axiomática de la lógica proposicional brinda un
buen ejemplo de esta situación. H. M. Sheffer probó en 1913 que todas las co-
nectivas lógicas pueden definirse utilizando una sola como término primitivo, la
barra “” o funtor de Sheffer, que es la incompatibilidad conjunta de dos propo-
siciones (“pq” es verdadero si y sólo si p y q no son ambos verdaderos). Sin
embargo, las definiciones y fórmulas construidas con esta conectiva no son cla-
ras ni fáciles de manejar a la hora de hacer deducciones. Por su parte, J. Nicod
construyó en 1918 un sistema axiomático de lógica proposicional que empleaba

111
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PROPIEDADES DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

un solo axioma y esta única conectiva. Pero el axioma era largo y poco in-
tuitivo, como puede verse: (p(qr))((s(ss))((tq)((pt)(pt)))). Posterior-
mente se inventaron muchos sistemas equivalentes de un único axioma, con
una o dos conectivas, pero ninguno resultó sencillo y fácil de utilizar.
En general, la independencia de los axiomas se considera un requisito más
importante que la independencia de los términos primitivos. Al construir un sis-
tema axiomático se adoptan casi siempre términos primitivos redundantes (por
ejemplo, dos o más conectivas proposicionales) para facilitar la claridad de ex-
presión. También se prefiere emplear varios axiomas breves y claros en vez de
pocos largos y complicados. Así, se han construido sistemas axiomáticos de ló-
gica proposicional, como el de D. Hilbert y P. Bernays de 1934, o el de H. Her-
mes y H. Scholz de 1952, que emplean cada uno quince axiomas independien-
tes. Cuando el sistema a construir no es elemental, la independencia de los
axiomas puede ser difícil de probar e incluso se la puede sacrificar por razones
pragmáticas sin que se afecte más que la elegancia del sistema. No obstante,
cuando un determinado axioma de un sistema es cuestionado, la prueba de que
es independiente de los restantes axiomas del sistema tiene importancia teórica.
Esto ocurrió históricamente con el quinto postulado de Euclides, cuya indepen-
dencia tardó muchos siglos en ser reconocida, o con el axioma de elección de
la teoría de conjuntos de Zermelo-Fraenkel, que P. Cohen probó como indepen-
diente en 1963 (véase el Capítulo 5.2).

6) Categoricidad
◊ Un sistema axiomático S es categórico si y sólo si S es satisfacible y todos
sus modelos son isomorfos entre sí.

Ya hemos definido precisamente el concepto de isomorfismo entre estructu-


ras en el Capítulo 3.4. El isomorfismo entre modelos se puede caracterizar de
manera intuitiva diciendo simplemente que dos modelos son isomorfos cuando
poseen la misma cantidad de elementos en sus respectivos dominios y estos
elementos están relacionados entre sí de la misma manera en cada modelo.
Un sistema axiomático formal que es satisfacible no tiene un único modelo,
sino un número infinito de modelos (lo cual no significa que podamos conocer
ni siquiera uno de ellos). Si el sistema es categórico y conocemos al menos un
modelo del sistema, podemos saber además que todos los otros modelos tienen
la misma forma que ése. Los modelos isomorfos difieren solamente en la natu-
raleza de sus elementos, pero en lo demás son idénticos ya que tienen la mis-
ma cantidad de elementos, y además, las propiedades y relaciones que existen
entre los elementos de un modelo son las mismas que existen entre los elementos
correspondientes del otro modelo (o semejantes a ellas). Por esta razón, los

112
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PROPIEDADES DE LOS SISTEMAS AXIOMÁ́TICOS EN GENERAL

lógicos y matemáticos frecuentemente tratan a los sistemas o teorías categóri-


cos como si tuvieran un único modelo. En realidad, tienen infinitos modelos, pero
éstos sólo difieren en la naturaleza de sus elementos, algo que desde el punto
de vista matemático es inesencial.
La categoricidad de un sistema es una propiedad importante porque está re-
lacionada con la completitud, pero ambas no son equivalentes, porque no ocu-
rre que todo sistema categórico sea completo y a la vez que todo sistema com-
pleto sea categórico. La implicación entre categoricidad y completitud se da en
un solo sentido:

 Si un sistema axiomático S es categórico, entonces S es completo respec-


to de la negación.

La relación inversa es falsa, ya que hay sistemas completos que no son ca-
tegóricos. Un sistema completo es categórico sólo en el caso de que tenga al-
gún modelo finito.

 Si un sistema axiomático S es completo y tiene un modelo finito, entonces


S es categórico.

Ejemplos de sistemas axiomáticos categóricos son la aritmética elemental de


Peano, la geometría euclídea de Hilbert y la teoría de los números reales de
Tarski. Todas ellos requieren, sin embargo, que se los formule en el lenguaje
de la lógica de segundo orden. Cuando se los formula como teorías de primer
orden no son categóricos.
El teorema de Löwenheim y Skolem (que formulamos en el Capítulo 3.4)
tiene una consecuencia muy importante respecto de la categoricidad de las teo-
rías. Esta consiste en el hecho de que ninguna teoría de primer orden que tenga
algún modelo infinito es categórica. Como ya hemos visto, la isomorfía entre
modelos requiere que todos ellos tengan dominios con el mismo número de
elementos, esto es, dominios cuyos elementos se puedan poner en correspon-
dencia uno a uno entre sí. Ahora bien, por la versión ascendente del teorema
de Löwenheim y Skolem, toda teoría de primer orden que tiene un modelo infi-
nito contable, tiene también modelos infinitos no contables. Los modelos infini-
tos contables y no contables no pueden ser isomorfos, porque los elementos de
su dominio no son coordinables uno a uno. Dicho de manera informal, sus
dominios no tienen el mismo número de elementos. Por consiguiente, tales
modelos no son isomorfos.
Esta es la razón por la cual sólo las teorías de primer orden que tienen úni-
camente modelos finitos son susceptibles de ser categóricas. Podemos afirmar,
entonces la siguiente implicación entre estas dos propiedades:

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PROPIEDADES DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

 Si una teoría de primer orden es categórica, entonces, todos sus modelos


son finitos.

La implicación conversa no es en general válida, ya que una teoría puede


tener sólo modelos finitos y, sin embargo, no ser categórica porque tiene mode-
los de diferente cardinalidad finita.
Las teorías de primer orden que tienen algún modelo infinito no pueden ser
categóricas. Las teorías de segundo orden, en cambio, sí pueden serlo. Esto se
debe a que en la lógica de segundo orden (aquella que permite cuantificar
variables predicativas) no es válido el teorema de Löwenheim y Skolem. Las
teorías formuladas en un lenguaje de segundo orden pueden así ser categóricas
y, como, consecuencia de ello, también completas. Muchos lógicos y filósofos
las consideran apropiadas para caracterizar de manera unívoca una determinada
estructura matemática, como la aritmética de Peano, ya que no tienen modelos
no standard.

Una noción más débil, pero sumamente útil, de categoricidad es la llamada


κ-categoricidad. Ante todo, decimos que un modelo tiene cardinalidad κ cuando
su dominio tiene un número κ de elementos (donde κ es un cardinal cual-
quiera, finito o infinito). Mediante este concepto podemos definir, entonces, la
κ-categoricidad de la siguiente manera:

◊ Un sistema axiomático S es κ-categórico si y sólo si: a) S tiene al menos


un modelo de cardinalidad κ; y b) todos los modelos de S de cardinalidad κ son
isomorfos entre sí.

Existen muchas teorías de primer orden que no son categóricas, pero, sin
embargo, son κ-categóricas, por lo cual pueden caracterizar de manera unívoca
sus modelos hasta el cardinal κ. Suele decirse, entonces, que dichas teorías
tienen un único modelo de cardinalidad κ, ya que todos los modelos de esa car-
dinalidad tienen la misma estructura y pueden considerarse, desde el punto de
vista matemático, como si fueran el mismo.

4.2 Propiedades de las teorías formales


de primer orden
A lo largo de este capítulo hemos mencionado numerosos ejemplos de siste-
mas axiomatizados de lógica y matemática que ejemplificaban cada una de las
propiedades metateóricas que definimos. No hemos ofrecido prueba alguna de
estos resultados, ni podemos hacerlo aquí, pero es conveniente resumir de ma-

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PROPIEDADES DE LAS TEORÍAS FORMALES DE PRIMER ORDEN

nera sistemática cuáles son las propiedades conocidas de las teorías fundamen-
tales de primer orden. Por tratarse de teorías de primer orden, sabemos que si
son consistentes, también son satisfacibles. Igualmente, sabemos que ninguna
teoría de primer orden que tenga algún modelo infinito es categórica, por lo
que no mencionaremos esta propiedad en cada caso.
La lógica proposicional, que es la parte básica de la lógica de primer orden,
es consistente, completa en sentido semántico y decidible. No es maximal ni
completa respecto de la negación. La demostración de todas estas propiedades
metateóricas se debe a E. Post, quien lo hizo en su tesis doctoral escrita en
1920.
La lógica de predicados monádicos, que es un fragmento de la lógica de pri-
mer orden es consistente, completa en sentido semántico y decidible, pero no
es maximal ni completa respecto de la negación. Todas estas propiedades me-
tateóricas las demostró L. Loewenheim en 1915.
La lógica de primer orden en su totalidad es consistente, completa en senti-
do semántico e indecidible. No es maximal ni completa respecto de la negación.
La consistencia de la lógica de primer orden la demostraron D. Hilbert y W. Ac-
kermann en 1928; la completitud semántica la demostró K. Gödel en 1930; y la
indecidibilidad la probó A. Church en 1936.
La lógica de primer orden satisface la propiedad esencial de los sistemas for-
males, la consistencia, y tiene también la fortuna de ser semánticamente comple-
ta. Observemos, además, que la lógica de primer orden como un todo es indeci-
dible, pero hay un fragmento de ella, la lógica de predicados monádicos, que es
decidible. Por otra parte, ningún fragmento de esta lógica es completo respecto de
la negación.
La aritmética elemental (la teoría de los números naturales con las operacio-
nes de suma y multiplicación y el concepto general de número natural) es con-
sistente. La primera prueba de consistencia absoluta la dio G. Gentzen en 1935,
pero se trata de una prueba que no es estrictamente finitaria (véase el Apéndi-
ce 1) y por esa razón muchos la consideran poco segura o menos rigurosa que
una prueba finitaria. No existe ninguna prueba finitaria de su consistencia. K.
Gödel demostró en 1931 que si la aritmética elemental es consistente, entonces
es incompleta respecto de la negación. A. Church demostró en 1936 que si es-
ta teoría es consistente, entonces también es indecidible. Los resultados meta-
teóricos muestran, pues, que la aritmética elemental es una teoría menos segu-
ra que la lógica de primer orden, ya que no podemos estar completamente cier-
tos de haber probado su consistencia. No obstante, la mayoría de los matemá-
ticos considera que la consistencia de la aritmética elemental, aunque no la po-
damos proclamar con certeza absoluta, está más allá de toda duda razonable.
Finalmente, la teoría de conjuntos (en las versiones axiomáticas de Zermelo-
Fraenkel y de Von Neumann-Bernays-Gödel) carece de prueba de consistencia

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PROPIEDADES DE UN SISTEMA AXIOMÁ́TICO

absoluta. Se ha demostrado que si es consistente, entonces es incompleta y que


es indecidible. El primer resultado lo dio K. Gödel en 1931, y el segundo A.
Church en 1936. La teoría de conjuntos es, desde el punto de vista metateóri-
co, la más insegura de las teorías matemáticas de primer orden porque no sa-
bemos si es consistente o no. Existen pruebas relativas de la consistencia de
una axiomática respecto de la otra, pero es perfectamente posible que ambas
teorías sean inconsistentes (véanse el Capítulo 5.2 y el Apéndice 1). Por otra
parte, no cabe duda de que ésta es la más importante de las teorías axiomáti-
cas de primer orden en razón de su potencia deductiva. En efecto, la teoría de
conjuntos es mucho más potente que la lógica de primer orden o que la arit-
mética elemental porque permite deducir muchas otras teorías matemáticas
(teorías del álgebra, el análisis y la geometría) que las otras dos no implican.
Por ello, es una herramienta de fundamental importancia para el trabajo mate-
mático, que se ha empleado hasta nuestros días sin que aparezcan contradiccio-
nes, pero sin la seguridad de que no se presentarán en el futuro.

Notas bibliográficas
Hunter (1996) es una introducción detallada a la metateoría de la lógica de
primer orden. Las pruebas de consistencia y completitud de la lógica de primer
orden están expuestas, con diferentes medios y grados de dificultad, en casi to-
dos los tratados de lógica, por ejemplo, Church (1956); Enderton (2001); Kleene
(1952) y (1967); Machover (1996); Margaris (1990); Schoenfield (1967); Smullyan
(1995) y Zalabardo (2002). Priest (2001) es un texto detallado sobre lógicas no
clásicas, incluyendo la lógica paraconsistente, que se menciona al discutir el prin-
cipio del Pseudo Scoto. Epstein (1995) es una obra enciclopédica que contiene
mucha información sobre la lógica proposicional clásica y sobre las más diversas
lógicas no clásicas.
El teorema de incompletitud de Gödel, y su corolario acerca de la inde-
mostrabilidad de la consistencia, son difíciles de probar de manera completa
y minuciosa. Nagel y Newman (1986) es una presentación no técnica. Cross-
ley (1972) incluye una demostración breve y más detallada, pero accesible.
Hamilton (1988) y Machover (1996) son otras presentaciones simplificadas,
pero más precisas. En la nota bibliográfica al final del Apéndice 1 se indican
otras obras más avanzadas.
La indecidibilidad de la lógica de primer orden la prueban, entre muchos
otros textos, Enderton (2001); Hunter (1996); Kleene (1952) y (1967). Los
trabajos pioneros sobre la indecidibilidad de la lógica y la matemática se re-
copilan en Davis (1965). El problema de la decidibilidad de los sistemas for-
males se trata hoy en términos de la teoría de las funciones recursivas, que

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NOTAS BIBLIOGRÁ́FICAS

es una parte de la teoría de la computabilidad en general. Para introduccio-


nes amplias a este tema, pero muy diferentes, véanse las obras de Boolos,
Burgess y Jeffrey (2007), Kunen (2009), Hermes (1971) y Wang (1993). Cu-
tland (1986) es un tratado sistemático de nivel más avanzado.
Sobre la teoría de conjuntos véase la nota bibliográfica al final del Capí-
tulo 5.
Introducciones a la lógica de segundo orden (tema que no tratamos en
esta obra) se hallan en Church (1956), Enderton (2001), Boolos, Burgess y
Jeffrey (2007) y Alchourrón, Méndez y Orayen (1995). Shapiro (2000) es un
texto avanzado sobre lógica de segundo orden y cuestiones filosóficas acer-
ca de las teorías de segundo orden.

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5 Teorías axiomatizadas

5.1 Introducción
n este capítulo presentaré cuatro teorías axiomatizadas, todas ellas per-

E tenecientes al campo de la matemática, que ofrecen ejemplos acabados


del empleo del método axiomático. No demostraré de manera sistemáti-
ca un conjunto amplio de teoremas de cada una de estas teorías, como se hace
habitualmente en los libros de texto, sino que sólo ofreceré algunas demostra-
ciones selectas a modo de ejemplos. En cambio, caracterizaré a los axiomas de
estas teorías de una manera más detallada que lo habitual, introduciendo forma-
lizaciones precisas de cada axioma y comentarios de tipo histórico y epistemo-
lógico. No hay ninguna secuencia lógica entre estas teorías, por lo que pueden
leerse en cualquier orden.
La primera teoría que presentaré es la teoría de conjuntos de Zermelo-Fraen-
kel con el axioma de elección. A este axioma en particular, dada su importan-
cia histórica, le dedicaré una sección aparte. Luego, mencionaré otras axiomati-
zaciones rivales de la teoría de conjuntos, como la de Von Neumann-Gödel-Ber-
nays, la de Kelley-Morse y la de Quine. No formularé los axiomas de estas teo-
rías, con excepción de la de Quine, que sólo contiene dos axiomas sencillos.
La segunda teoría axiomatizada que presentaré es la topología general o to-
pología de conjuntos de puntos. Esta es una de las aplicaciones más exitosas de
la teoría de conjuntos y, aunque ya la inició el propio Cantor, recibió su prime-
ra formulación axiomática en la obra de Hausdorff en 1914. Definiré algunos de
los conceptos principales de la topología general y formularé los axiomas que
caracterizan a las estructuras de espacio topológico y espacio métrico. También
formularé los axiomas que definen a determinados tipos de espacios topológi-
cos, tales como espacio de Hausdorff, espacio regular y espacio normal.
La tercera teoría axiomatizada que expondré es la teoría de la probabilidad.
Incluiré la formulación conjuntista de Kolmogorov, tanto con aditividad finita co-
mo con aditividad contable. Luego, introduciré la noción abstracta de espacio de
probabilidades. Finalmente, ofreceré una axiomatización equivalente de la teoría,
pero formulada en el lenguaje de la lógica proposicional clásica en vez del len-
guaje de la teoría intuitiva de conjuntos.

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TEORÍAS AXIOMATIZADAS

La cuarta y última teoría que presentaré es la teoría abstracta de la medi-


ción. La primera formulación axiomática de esta teoría la hizo H. Von Helm-
holtz hacia fines del siglo XIX, pero desde entonces se ha refinado y perfeccio-
nado hasta alcanzar un alto grado de sofisticación. Aquí ofreceré la axiomatiza-
ción de una parte modesta, pero fundamental, de la teoría de la medición, las
llamadas métricas combinatorias extensivas positivas. Existen muchos otros ti-
pos de métricas, pero no sería oportuno intentar exponerlas aquí.
En su conjunto, las cuatro teorías que presentaré ofrecen un ejemplo concre-
to y preciso de la manera en que el método axiomático se emplea en las cien-
cias matemáticas.
El contenido de este capítulo es algo más técnico y difícil que el de los pre-
cedentes. En una primera lectura es posible omitirlo sin pérdida de continuidad.
Sin embargo, la formulación axiomática de la teoría de conjuntos, a la que se
aludió muchas veces a lo largo de esta obra, me parece esencial para compren-
der tanto las aplicaciones del método axiomático como sus limitaciones.

5.2 La teoría de conjuntos


Hemos dicho reiteradamente que la axiomatización de la teoría de conjuntos
representa uno de los mayores logros del método axiomático formal. Ya es ho-
ra, entonces, de que hagamos una presentación más detallada de este tema.
Existen diversas axiomatizaciones de la teoría de conjuntos, pero la más exi-
tosa ha sido la de Zermelo-Fraenkel, que es el producto de la teoría original
propuesta por E. Zermelo en 1908 (tal como aparece en el Apéndice 2.14) jun-
to con las adiciones y correcciones introducidas por A. Fraenkel en 1922 y por
el propio Zermelo en 1930. El sistema axiomático completo consta de 9 axio-
mas. Se lo puede formalizar como una teoría de primer orden, que tiene como
lógica subyacente a la lógica de primer orden con identidad, y un único térmi-
no primitivo específico, el predicado diádico “pertenece” (∈).
Los axiomas Ax1-Ax8 forman la teoría de Zermelo-Fraenkel propiamente di-
cha, que se abrevia usualmente como ZF. Los axiomas Ax1-Ax9 constituyen la
teoría de Zermelo-Fraenkel con el axioma de elección, que abreviamos como
ZFE. El sistema contiene dos esquemas de axiomas, y por consiguiente, no es
una axiomatización finita de la teoría de conjuntos. Como puede apreciarse, los
axiomas Ax1-Ax6 son prácticamente idénticos a los axiomas introducidos por
Zermelo en 1908 (compárese con el Apéndice 2.14). El axioma de reemplazo
(Ax7) lo propusieron, de manera independiente, A. Fraenkel en 1922 y Th. Sko-
lem en 1923. Por esta razón, muchos autores afirman que la teoría debería lla-
marse de Zermelo, Fraenkel y Skolem, para hacer justicia al aporte del célebre
matemático sueco. Sin embargo, ya en 1917 D. Mirimanoff había formulado ese
axioma, que en realidad fue redescubierto por Fraenkel y Skolem. El axioma de

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LA TEORÍA DE CONJUNTOS

regularidad (Ax8), también llamado de fundamentación, es el más tardío, ya que


lo introdujo Zermelo en 1930, cuando reformuló su axiomatización de 1908, aun-
que Von Neumann en 1925 lo había formulado al dar otra axiomatización de la
teoría de conjuntos. Por último, el axioma de elección (Ax9) ya se hallaba en el
sistema de Zermelo de 1908, pero hoy se lo considera separadamente del resto
de la teoría. Por su importancia histórica, este axioma merece un comentario
aparte.
La estrategia general de ZF para la formación de conjuntos se conoce como
limitación de tamaño y, de manera intuitiva, se puede caracterizar diciendo que
se admite la existencia de conjuntos que no sean demasiado grandes como pa-
ra generar antinomias. Ya hemos visto que el principio de comprensión utiliza-
do por Cantor: ∃y ∀x (x ∈ y ↔ ϕx) permitía deducir enunciados contradictorios
dentro de la teoría. La razón de ello es que era sumamente potente como para
formar conjuntos arbitrariamente grandes. Zermelo se propuso limitar este prin-
cipio de modo que no se produjeran antinomias, pero a la vez trató de preser-
var la mayor parte posible de las instancias de este principio, es decir, de los
resultados de la teoría de conjuntos de Cantor. Los axiomas que introdujo para
reemplazar al principio de comprensión pueden considerarse como instancias o
casos particulares de este principio, con excepción del axioma de elección
(Ax9), que tiene un carácter diferente.
Zermelo y sus seguidores presentaron a la teoría de conjuntos como un sis-
tema axiomático formal, pero escrito en un lenguaje no formalizado. Posterior-
mente se advirtió que el sistema ZF puede ser formalizado en un lenguaje de
primer orden con identidad, que es la manera en que se lo presenta actualmen-
te en los tratados de lógica, aunque los matemáticos prefieren a menudo la ver-
sión no formalizada. Aquí ofreceremos ambas formulaciones de cada axioma,
primero un enunciado informal y luego su versión formalizada. Como resultará
evidente, esta última formulación es más complicada y menos intuitiva. También
haremos un breve comentario informal de cada axioma y, dada su importancia,
algunas observaciones adicionales acerca del axioma de elección. Los axiomas
de ZF son los siguientes:

Ax1. Axioma de extensionalidad. Si dos conjuntos x e y tienen los mis-


mos elementos, entonces x = y.

∀(xy) (∀z (z ∈ x ↔ z ∈ y) → x = y).

El primer axioma de la teoría afirma simplemente que si dos conjuntos tie-


nen todos sus elementos en común, entonces son idénticos, es decir, uno y el
mismo conjunto. Cada conjunto está determinado exclusivamente por sus ele-
mentos. Dos conjuntos son diferentes cuando hay al menos un elemento que no

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TEORÍAS AXIOMATIZADAS

es común a ambos. Este principio ya había sido empleado por Cantor en la


construcción de la teoría intuitiva de conjuntos. Zermelo y sus sucesores lo
adoptaron sin cambios.

Ax2. Axioma de los pares. Para cualesquiera objetos x y y existe un con-


junto {x, y} que contiene como elementos exactamente a x y y.

∀(xy) ∃z ∀u (u ∈ z ↔ (u = x) v (u = y)).

De acuerdo con este axioma, dados dos objetos a y b (sean o no conjuntos),


se puede asegurar la existencia del conjunto llamado el par de a y b, escrito co-
mo {a, b}. Este es un par no ordenado, por lo que {a, b} = {b, a}. Dado el con-
junto {a, b}, el axioma de los pares autoriza la formación de otros conjuntos de
dos elementos, como por ejemplo, {{a, b}, a}; {{a, b}, b}, etc.

Ax3. Axioma esquema de separación. Si ϕ es una propiedad, entonces


para todo conjunto x existe un conjunto y que contiene a todos los elementos
de x que tienen la propiedad ϕ.

∀x ∃y ∀z (z ∈ y ↔ (z ∈ x & ϕ(z)) [Suponiendo que y no es una variable libre


en ϕ].

Este es seguramente el axioma más original y característico de la teoría ZF.


Es evidentemente una modificación del axioma de comprensión de Cantor. Zer-
melo lo llamó axioma de separación, pero también se lo conoce como axioma
de subconjuntos. La idea intuitiva detrás de este principio es que garantiza la
existencia de los subconjuntos de un conjunto dado, aquellos determinados por
la propiedad ϕ. Luego, si el conjunto previamente existente no es demasiado
grande, tampoco lo será ninguno de sus subconjuntos. De acuerdo con este
axioma, toda propiedad ϕ determina un conjunto, a condición de que éste sea
un subconjunto de un conjunto ya dado. Por tanto, en ZF ya no ocurre que pa-
ra toda propiedad existe un conjunto que es su extensión.
Zermelo, en su formulación original de 1908, había enunciado la condición
de que ϕ debía ser una propiedad bien definida, esto es, que un enunciado de
la forma ϕ(z) fuera verdadero o falso respecto de cualquier objeto del dominio
de la teoría. Esta noción un poco vaga fue clarificada por Th. Skolem en 1922,
quien propuso considerar a ϕ(z) como una condicion sobre z, o sea, como una
fórmula bien formada del sistema en la cual la variable z está libre. Esta es des-
de entonces la manera usual de entender la expresión ϕ(z) en el axioma de se-
paración.

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LA TEORÍA DE CONJUNTOS

El axioma de separación resulta por consiguiente un esquema de axioma,


que tiene tantas instancias como casos de sustitición posibles tiene ϕ(z), esto
es, infinitas. Se ha probado que este esquema de axioma no puede sustituirse
por un número finito de axiomas, y, por consiguiente, que ZF no es finitamen-
te axiomatizable.

Ax4. Axioma de unión. Para todo conjunto x existe un conjunto y que


contiene como elementos exactamente a todos los elementos de los elementos
de x.

∀x ∃y ∀z (z ∈ y ↔ ∃u (u ∈ x & z ∈ u)).

Este axioma afirma que, dado un conjunto de conjuntos a, existe otro con-
junto ∪a (el conjunto unión o conjunto suma) que tiene como elementos a to-
dos los elementos de los conjuntos contenidos en a. Esto es, si el conjunto a
tiene como elementos a los conjuntos b, c, d,... entonces todos los elementos de
b, c, d,..., y sólo ellos, están contenidos en ∪a.
Este axioma permite construir, a partir de dos conjuntos dados a y b, la
unión a ∪ b, que también es un conjunto. En efecto, si a y b son conjuntos, el
axioma de los pares afirma que existe el conjunto c = {a, b}; y de acuerdo con
el axioma de unión ∪c = a ∪ b.

Ax5. Axioma del conjunto potencia. Para todo conjunto x existe un con-
junto y que tiene como elementos exactamente a todos los subconjuntos de x.

∀x ∃y ∀z (z ∈ y ↔ ∀u (u ∈ z → u ∈ x)).

Este axioma afirma que dado un conjunto a existe otro conjunto ℘a que
contiene como elementos a todos los subconjuntos de a y sólo a ellos. ℘a es
un conjunto de conjuntos, del cual también existe el conjunto potencia, y así su-
cesivamente: b = ℘a, ℘b = ℘℘a, etc. De este modo, el axioma del conjunto
potencia permite generar un número infinito de conjuntos a partir de un conjun-
to dado a, formándose una secuencia infinita: a, ℘a, ℘℘a, ℘℘℘a ... .

Ax6. Axioma de infinitud. Existe un conjunto x que satisface las siguien-


tes condiciones: i) ∅ ∈ x; ii) para todo conjunto y ∈ x también y ∪ {y} ∈ x.

∃x (∅ ∈ x & ∀y (y ∈ x → y ∪ {y} ∈ x)).

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TEORÍAS AXIOMATIZADAS

Este axioma afirma la existencia de al menos un conjunto que contiene infi-


nitos elementos. Sin este axioma resulta imposible probar que existen conjuntos
infinitos en ZF. Además, todo conjunto que satisfaga las condiciones i) y ii) es
infinito. Por ejemplo, un conjunto z que cumple con estas condiciones es el que
contiene como elementos a: ∅, {∅}, {∅, {∅}}, {∅, {∅}, {∅, {∅}}}, ... etc.

Ax7. Axioma esquema de reemplazo. Si ƒ es una función, entonces, pa-


ra todo conjunto x existe un conjunto y tal que y = ƒ (x).

∀x ∃y (ƒ(x, y) & ∀z (ƒ(z, y) → z = y)) → ∀x ∃y ∀t (t ∈ y ↔ ∃u (u ∈ x & ƒ(u, t))).

Esto quiere decir que si el dominio de una función es un conjunto, el codo-


minio de esa función también constituye un conjunto. Dado que el codominio
de la función debe ser un conjunto que no tiene más elementos que el domi-
nio, si el dominio no es demasiado grande tampoco el codominio será un con-
junto demasiado grande.
Este axioma lo propusieron de manera independiente A. Fraenkel y Th. Sko-
lem en 1922. En una forma algo diferente ya había sido sugerido por D. Miri-
manoff en 1917. Este axioma es necesario para asegurar la existencia de con-
juntos infinitos de cardinalidades grandes (como ℵω), que ya se encuentran en
la teoría de Cantor. También es indispensable para probar diversos teoremas de
la aritmética de los números ordinales, que requieren el método general de in-
ducción transfinita.

Ax8. Axioma de fundamentación: Todo conjunto no vacío x contiene al


menos un elemento cuyos elementos no pertenecen a x.

∀x (∃y (y ∈ x) → (∃y (y ∈ x & ¬ ∃z (z ∈ y & z ∈ x)))).

Una forma más intuitiva de escribir este axioma, empleando términos defi-
nidos de la teoría de conjuntos, es la siguiente: ∀x ((x ≠ ∅) → (∃y (y ∈ x) &
(y ∩ x = ∅))).
El significado de este axioma, también llamado axioma de regularidad, es
que los conjuntos están bien fundados con respecto a la relación de pertenen-
cia, de modo que pueden disponerse en capas o estratos: individuos, conjuntos
de individuos, conjuntos de conjuntos de individuos, y así sucesivamente. Una
consecuencia de este axioma es que no existen conjuntos que pertenecen a sí
mismos, es decir, no hay ningún conjunto a tal que a ∈ a. Tampoco hay con-
juntos a y b tales que (a ∈ b) & (b ∈ a); ni secuencias (finitas o infinitas) de
conjuntos tales que a ∈ b ∈ c ... ∈ a.

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LA TEORÍA DE CONJUNTOS

Ax9. Axioma de elección. Todo conjunto de conjuntos no vacíos tiene


una función de elección.

◊ Una función de elección sobre un conjunto de conjuntos no vacíos a es


una función f cuyo dominio es a, tal que para todo x ∈ a, f (x) ∈ x.

∀t (∀x (x ∈ t → ∃z (z ∈ x) & ∀y (y ∈ t & y ≠ x → ¬ ∃z (z ∈ x & z ∈ y))) →


∃u ∀x (x ∈ t → ∃w ∀v (v = w ↔ (v ∈ u & v ∈ x)))).

El significado intuitivo de este axioma es que dado un conjunto de conjun-


tos no vacíos, existe un conjunto selectivo que se obtiene eligiendo exactamente
un elemento de cada elemento del conjunto de partida. Esto es, si a es un con-
junto de conjuntos tal que ∅ ∉ a, entonces, existe el conjunto c tal que, para
cualquier x ∈ c, la intersección c ∩ x tiene exactamente un elemento.

El axioma de elección y sus dificultades


Este axioma tiene una larga y debatida historia y ha sido examinado con mu-
cho detalle. Aquí sólo podemos limitarnos a algunas observaciones importantes.
La primera formulación explícita del axioma de elección la hizo G. Peano en
1890, aunque el axioma ya lo había usado Cantor, sin reconocerlo como un
principio. En 1904 Zermelo lo utilizó en su célebre demostración del teorema
del buen orden, según el cual todo conjunto puede ser bien ordenado (un con-
junto está bien ordenado cuando todo subconjunto no vacío tiene primer ele-
mento). En 1908 Zermelo lo incluyó entre sus axiomas para la teoría de conjun-
tos. Desde ese momento se lo reconoce como un principio indispensable para
la matemática, porque es necesario para probar diversos teoremas básicos de la
aritmética. Pronto se probó que el teorema del buen orden y el axioma de elec-
ción son lógicamente equivalentes. Posteriormente, se descubrieron muchos
otros teoremas de la teoría de conjuntos que son equivalentes al axioma de
elección, por ejemplo, el principio maximal de Hausdorff (1914), el lema de
Zorn (1935) y el lema de Tukey-Teichmüller (1939-40) (para referencias preci-
sas sobre este punto véase la bibliografía indicada al final de este capítulo).
El axioma de elección no es, a diferencia de otros axiomas de ZF, una ins-
tancia del principio de comprensión. Es un postulado puramente existencial que
afirma la existencia de un conjunto sin caracterizarlo como la extensión de una
propiedad previamente especificada. Esto lo hizo sospechoso para muchos ma-
temáticos, especialmente intuicionistas o constructivistas. En efecto, el axioma
no indica cómo construir el conjunto selectivo. Dado un conjunto de conjuntos

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TEORÍAS AXIOMATIZADAS

hay muchas maneras de elegir un elemento de cada elemento para formar el


conjunto selectivo. Por otra parte, pronto se advirtió que tenía consecuencias
contraintuitivas. Una de ellas es la llamada paradoja de Banach y Tarski (descu-
bierta por estos autores en 1924), la cual, entre otras cosas, tiene como conse-
cuencia que es posible descomponer una esfera en un número finito de partes
congruentes y luego reunirlas para formar otra esfera cuyo radio es el doble del
radio de la esfera original.
Durante mucho tiempo se pensó que el axioma de elección (y sus equiva-
lentes) podía deducirse de los restantes axiomas de ZF. Ahora sabemos que es-
to es posible cuando se trata de conjuntos finitos, pero no para el caso de con-
juntos infinitos. Hay dos hitos fundamentales en el análisis de este axioma. En
1938 K. Gödel demostró la consistencia relativa del axioma de elección respec-
to de los restantes axiomas de ZF. Esto es, si ZF es consistente, entonces, ZFE
también lo es, lo cual prueba que la negación del axioma de elección no se
deduce de los restantes axiomas de ZF. Dicho axioma puede tener consecuen-
cias extrañas pero no introduce contradicciones en la teoría de conjuntos. Por
su parte, en 1963 P. Cohen probó que el axioma de elección no se deduce de
los demás axiomas de ZF. Por consiguiente, la negación del axioma de elección
tampoco lleva a contradicciones, de modo que si ZF es consistente, también lo
es ZF & ¬E. Así, Cohen demostró que el axioma de elección es independiente
de los restantes axiomas de ZF. De allí se sigue que es posible construir teorías
de conjuntos alternativas, con y sin el axioma de elección, las cuales serán
ambas consistentes, suponiendo que ZF lo sea. Conjuntamente, los resultados
de Gödel y de Cohen implican que el axioma de elección no puede ser proba-
do ni refutado mediante los recursos de la teoría de conjuntos ZF. Constituye
una proposición formalmente indecidible para esta teoría. En este aspecto, la si-
tuación es comparable a la de la existencia de diferentes geometrías euclídeas
y no euclídeas, que se obtienen negando el axioma de las paralelas (del cual
también sabemos que es independiente de los otros axiomas euclídeos). Si nos
preguntamos cuál de las teorías de conjuntos (ZFE o ZF¬E) es la correcta o
verdadera, la respuesta es que no sabemos cómo determinarlo, o incluso pode-
mos dudar de si tal pregunta tiene sentido.

Propiedades generales de la teoría de conjuntos


Para concluir, podemos repasar brevemente las propiedades metateóricas co-
nocidas de la teoría de Zermelo-Fraenkel.
La consistencia absoluta de ZF no ha sido probada. Ya hemos dicho que, co-
mo consecuencia del segundo teorema de Gödel, no es posible demostrar la
consistencia de este sistema mediante recursos formalizables dentro del mismo
(véase el Apéndice 1). Toda prueba absoluta de consistencia de ZF (o de cual-

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LA TEORÍA DE CONJUNTOS

quier otro sistema axiomático de conjuntos) deberá hacerse empleando otro sis-
tema formal cuya consistencia será, por lo menos, igualmente dudosa. Un ejem-
plo de este tipo de prueba es el ofrecido por Quine, de acuerdo con el cual se
puede probar en el sistema de su Mathematical Logic (Quine 1951) que ZF es
consistente. El sistema de Quine es más potente que ZF, pero su consistencia
no está asegurada. Hay muchas pruebas relativas de la consistencia de ZF, o de
partes de él, respecto de otros sistemas formales. La más importante es la ob-
tenida de manera independiente por I. Novak y por B. Rosser y H. Wang en
1950, quienes demostraron que si el sistema ZF es consistente, entonces tam-
bién lo es el sistema VNBG (Von Neumann, Bernays y Gödel). Esto implica
que no puede ocurrir que VNBG sea inconsistente y ZF no lo sea.
ZF es incompleto, suponiendo que sea consistente. Esta es una consecuen-
cia del primer teorema de Gödel, que prueba que cualquier sistema axiomático
formal que contenga a la aritmética elemental (como es el caso de ZF), si es
consistente, entonces es incompleto.
ZF es indecidible. Esta es una consecuencia del hecho de que ZF contiene
a la aritmética elemental. Church demostró en 1936 que la aritmética elemental
es indecidible. Por consiguiente, también será indecidible todo sistema formal
que permita expresar a la aritmética elemental.
ZF no es categórico. Los axiomas del sistema postulan la existencia de con-
juntos infinitos y aseguran la posibilidad de construir conjuntos infinitos de con-
juntos infinitos, y así sucesivamente. Por tanto, si ZF tuviera algún modelo, el
dominio de ese modelo debería ser infinito, esto es, tener infinitos elementos.
Ya hemos visto que ningún sistema de primer orden que tenga modelos infini-
tos puede ser categórico. Esta es una consecuencia de la versión ascendente
del teorema de Löwenheim y Skolem (véase el Capítulo 4.1).
Los axiomas de ZF no son todos independientes entre sí. El axioma de los
pares se deduce de los axiomas de reemplazo y del conjunto potencia. Además,
el axioma de separación se deduce del axioma de reemplazo. El propio Zerme-
lo demostró estos resultados en 1930. Los restantes axiomas son todos indepen-
dientes.
El sistema axiomático de Zermelo-Fraenkel ha sido siempre el preferido por
la mayoría de los matemáticos profesionales hasta la actualidad. No obstante,
como dijimos en el Capítulo 1, existen muchas otras axiomatizaciones de la teo-
ría de conjuntos, las cuales no son equivalentes entre sí. La alternativa más im-
portante al sistema ZF es el sistema de Von Neumann, Bernays y Gödel
(VNBG), cuyos axiomas no vamos a exponer aquí (véanse las referencias al fi-
nal de este capítulo). La teoría VNBG parece en primera instancia muy diferen-
te del sistema ZF porque admite la existencia de conjuntos muy grandes, ta-
les como la clase universal, que no pueden construirse en el sistema ZF. A es-
tos conjuntos se los denomina clases últimas porque no pueden a su vez ser

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TEORÍAS AXIOMATIZADAS

elementos de otros conjuntos. Sin embargo, una vez que se estudiaron las pro-
piedades metateóricas de este sistema y sus relaciones con el sistema ZF, se
advirtió que las diferencias no son en realidad tan grandes. Ante todo, el siste-
ma VNBG es finitamente axiomatizable, mientras que ZF no lo es porque no
puede axiomatizarse sin emplear al menos un esquema de axioma. También se
probó, como ya dijimos, la consistencia relativa de VNBG respecto de ZF, de
modo tal que si ZF es consistente, VNGB también lo es. Finalmente, el resulta-
do más importante fue la prueba de que el sistema VNBG es una extensión con-
servativa (véase el Capítulo 6.2) del sistema ZF, esto es, si χ es una fórmula de
ZF, entonces, si χ es un teorema de VNBG, es también un teorema de ZF.

Otros sistemas axiomáticos


Existen muchos otros sistemas axiomáticos para la teoría de conjuntos, de
los cuales mencionaremos solamente los de W. Quine y A. Morse, formulados
por primera vez en 1937 y 1955, respectivamente.
El sistema de Quine, conocido como New Foundations o NF, se basa en la
estratificación del lenguaje en diferentes niveles jerárquicos. La idea de estrati-
ficación de una fórmula es la siguiente. En una fórmula estratificada ϕ(y) cada
variable de ϕ(y) lleva como rótulo un número entero, de tal manera que en to-
da fórmula atómica que sea parte de ϕ(y) y tenga la forma x ∈ y, el número
que rotula a y es el sucesor del número que rotula a x. En un lenguaje estrati-
ficado de este tipo se evitan las paradojas como la de Russell, ya que una fór-
mula como ϕ = x ∉ x no se puede construir porque no está estratificada. Con-
siguientemente, no existe la clase {x : x ∉ x}. Los axiomas del sistema NF son
variantes de los principios de extensionalidad y de comprensión empleados por
Cantor:

Ax1. ∀(xy) (∀z (z ∈ x ↔ z ∈ y) → ∀u (x ∈ u ↔ y ∈ u) [Axioma de extensio-


nalidad].

Ax2. ∃x ∀y (y ∈ x ↔ ϕ(y)) (donde ϕ(y) es una fórmula estratificada


cualquiera en la que x no aparece libre)
[Axioma esquema de comprensión].

El sistema de Quine permite deducir una parte importante de la matemática.


Sin embargo, E. Specker demostró en 1953 que dicho sistema admite la refuta-
ción del axioma de elección, lo cual lo hace muy poco interesante para los ma-
temáticos, dada la importancia de este axioma en la matemática actual. La con-

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LA TOPOLOGÍA GENERAL

sistencia del sistema de Quine no ha sido probada, como ocurre con todas las
teorías de conjuntos.
El sistema de Morse lo presentó inicialmente J. Kelley en un libro de texto
sobre topología general (Kelley 1955). Se trata de una variante del sistema
VNBG, variante que consiste en admitir que para toda fórmula ϕ(x) es posible
formar la clase {x : ϕ(x)}. Emplea ocho axiomas, entre los cuales se encuentra
el axioma de elección, y un esquema de axioma. Es una teoría de conjuntos su-
mamente potente, acerca de la cual se ha demostrado que no es una extensión
conservativa de ZF. En la teoría de Morse se puede demostrar la propia consis-
tencia de ZF. Por supuesto, la consistencia del sistema de Morse no se ha pro-
bado, y, dado que se trata de una teoría más potente que ZF, su propia consis-
tencia es aun más dudosa que la de ZF.

5.3 La topología general


La topología general o topología de conjuntos de puntos es una rama de la
matemática que estudia las propiedades del espacio que se conservan cuando se
realizan transformaciones continuas. Esta es una caracterización algo inexacta,
que enseguida haremos más precisa. Por el momento, consideremos algunos
ejemplos. Una esfera y un cubo son topológicamente equivalentes, es decir, tie-
nen las mismas propiedades topológicas, porque es posible obtener uno de es-
tos cuerpos deformando de manera continua el otro (esto es, sin cortar partes
unidas ni unir partes separadas). En cambio, un toroide (un cuerpo con la for-
ma de una dona o una cámara de neumático) no es topológicamente equivalen-
te a una esfera o un cubo. Ninguna deformación continua de una esfera o un
cubo puede producir un toroide, ni a la inversa. La esfera y el toroide tienen al-
gunas propiedades topológicas muy diferentes. Por ejemplo, si se traza una cir-
cunferencia sobre la superficie de una esfera, siempre es posible trazar otra cir-
cunferencia dentro de ella, que tenga el mismo centro pero un radio menor. So-
bre la superficie de la esfera no existen circunferencias de radio mínimo. Sobre
la superficie de un toroide, en cambio, hay algunas circunferencias que no pue-
den contraerse más allá de un radio determinado, como ocurre con las que ro-
dean al agujero central.
Las transformaciones topológicas, llamadas homeomorfismos, son las que pre-
servan la continuidad de los puntos del espacio o de cualquier conjunto de pun-
tos en general. No siempre conservan la distancia entre puntos, ni los ángulos,
ni el paralelismo entre rectas. Hay, sin embargo, muchas propiedades que per-
manecen invariantes cuando se deforma de manera continua un cuerpo o una
figura. Por ejemplo, el número de dimensiones del respectivo cuerpo o figura.
La topología general se ocupa de estudiar estas propiedades invariantes y la ma-
nera en que se relacionan entre sí.

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TEORÍAS AXIOMATIZADAS

La topología general, o topología de conjuntos de puntos, es una de las apli-


caciones más fructíferas de la teoría de conjuntos de G. Cantor. Muchos de los
teoremas fundamentales de esta disciplina los descubrió el propio Cantor en las
décadas de 1880 y 1890. La primera axiomatización de la topología general la
realizó F. Hausdorff en su célebre libro Fundamentos de la teoría de conjuntos
publicado en 1914 (véase el Apéndice 2.15), obra que contribuyó notablemente
a la aceptación de la teoría de conjuntos por parte de la comunidad de los ma-
temáticos. Después se propusieron muchas axiomatizaciones diferentes, todas
equivalentes entre sí, que empleaban términos primitivos distintos de los de
Hausdorff. Durante la primera mitad del siglo XX la topología de conjuntos de
puntos se desarrolló vigorosamente, hasta convertirse en la base (esto es, en un
presupuesto necesario) no sólo de la geometría, sino también del análisis y de
otras ramas de la matemática. Una de las razones de tal desarrollo es que la to-
pología general presupone una parte relativamente elemental y segura de la teo-
ría intuitiva de conjuntos. Una parte que parece estar a salvo de la amenaza de
las paradojas o contradicciones que acechan a la teoría de conjuntos tomada en
su totalidad.
Aquí sólo ofreceremos los axiomas más habituales que se emplean para de-
finir la estructura de espacio topológico, junto con las definiciones de algunos
términos importantes de la topología general. Definiremos, entonces, la noción
de homeomorfismo, que acabamos de emplear de manera informal. Luego ca-
racterizaremos mediante axiomas específicos otros espacios topológicos, como
el espacio de Hausdorff, el espacio regular y el espacio normal. Para concluir,
introduciremos la definición axiomática del concepto de espacio métrico.

Los espacios topológicos


Los conceptos fundamentales de la topología general son los de conjunto
abierto, conjunto cerrado y entorno de un punto. En la mayoría de las axiomati-
zaciones corrientes de la topología uno de estos términos se toma como primi-
tivo y los otros dos se introducen como términos definidos. Aquí seguiremos la
práctica más usual y tomaremos “conjunto abierto” como término primitivo. La
lógica subyacente del sistema será (una parte de) la teoría intuitiva de conjun-
tos. Con estos elementos definiremos la noción de espacio topológico de la si-
guiente manera:

◊ Si E es un conjunto no vacío de elementos cualesquiera, y T es una fami-


lia de conjuntos abiertos tal que T ⊆ ℘E, 〈E, T〉 es un espacio topológico si y
sólo si cumple con los siguientes axiomas:

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LA TOPOLOGÍA GENERAL

Ax1. E ∈ T.
Ax2. ∅ ∈ T.
Ax3. Si A y B ∈ T, entonces, A ∩ B ∈ T.
Ax4. Si A1, A2, ... Ak ∈ T, entonces A1 ∪ A2 ∪ … ∪ Ak ∈ T.

Estos axiomas afirman que el espacio E y el conjunto vacío ∅ son dos con-
juntos abiertos que pertenecen a la familia de conjuntos T. Que la intersección
de dos conjuntos cualesquiera de T también pertenece a T. Y que la unión de
cualquier número finito o infinito de conjuntos de T también pertenece a T.
Los elementos de E se llaman, convencionalmente, puntos. La familia de con-
juntos abiertos T se llama una topología de E. Se dice, entonces, que T topolo-
giza a E. Hay diversas maneras de topologizar un conjunto de puntos como E.
Si la topología T contiene a todos los subconjuntos de E (esto es, si T = ℘E),
la topología se llama discreta. Si, en cambio, T contiene solamente al conjunto
vacío y a sí mismo (esto es, si T = {∅, T}), la topología se llama indiscreta o
trivial. Las topologías discreta e indiscreta de E son, respectivamente, las topo-
logías máxima y mínima de E. Toda topología de E está contenida en la topo-
logía discreta y, además, toda topología de E contiene a la topología indiscreta.
Dadas dos topologías T1 y T2 de un mismo conjunto E tales que T1 ⊆ T2,
se dice que T2 es más fina que T1 y que T1 es más gruesa que T2. Si T1 債 T2
y T2 債 T1, se dice que T1 y T2 no son comparables. Como puede advertirse por
estas definiciones, la topología discreta es la más fina de todas las topologías
posibles de un conjunto de puntos, mientras que la topología indiscreta es la
más gruesa. Una topología más fina que otra contiene más conjuntos que aqué-
lla y posee, por así decir, un mayor poder de resolución, tal como una fotogra-
fía de grano fino de un objeto respecto de otra de grano grueso del mismo ob-
jeto.
La topología de un conjunto E se puede especificar describiendo la colección
completa T de conjuntos abiertos. Dado que, en general, es bastante difícil ha-
cer esta descripción completa, usualmente se especifica una colección más pe-
queña de subconjuntos de E que tiene la capacidad de definir a la topología T
en su totalidad. Se la llama la base de T y se la define de esta manera:

◊ Dado un espacio topológico 〈E, T〉, una base para la topología T es una
familia B de subconjuntos de E (llamados elementos básicos) tales que: (i) Para
todo punto x ∈ E hay al menos un elemento básico B tal que x ∈ B¸ (ii) para
todo punto x ∈ E, si x ∈ B1 ∩ B2 entonces, existe un elemento básico B3 tal
que x ∈ B3 y B3 ⊆ B1 ∩ B2.

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TEORÍAS AXIOMATIZADAS

B se llama una base para la topología T y se dice que T es generada por


B . Una consecuencia de la definición anterior, que no probaremos ahora, es
que B es una base para T si y sólo si todo elemento de T es una unión de ele-
mentos de B . Esta propiedad a veces se utiliza como definición de base. Hay
también otras definiciones posibles, que pueden encontrarse en la bibliografía
sobre el tema.
Los términos conjunto cerrado y entorno se introducen por definición de la
siguiente manera:

Definición 1. A es un conjunto cerrado si y sólo si E ~ A es un conjunto


abierto (para todo A ⊆ E).

Definición 2. Ux es un entorno del punto x si y sólo si,


i) Ux ⊆ E.
ii) Hay un conjunto abierto U’x tal que U’x ⊆ Ux.
iii) x ∈ U’x.

La primera definición afirma que un conjunto cerrado es el complemento de


un conjunto abierto, de modo que si A es abierto en E, ~A es cerrado, y vice-
versa. El conjunto vacío ∅ y el espacio E son a la vez abiertos y cerrados. En
efecto, según el axioma 1, E es abierto, y, según la definición 1, su complemen-
to ∅ es cerrado. Pero, de acuerdo con el axioma 2, ∅ es abierto y, por la mis-
ma definición 1, su complemento E es cerrado.
La segunda definición afirma que el entorno de un punto es un conjunto que
contiene un conjunto abierto al cual pertenece ese punto. Según esta definición,
un entorno puede ser tanto un conjunto abierto como un conjunto cerrado. Por
otra parte, todo conjunto abierto es entorno de cada uno de sus puntos. Más
aun, puede probarse como teorema que un conjunto es abierto si y sólo si es
entorno de cada uno de sus puntos.
La topología general habitualmente emplea muchos otros términos definidos,
como “clausura”, “interior”, “frontera”, “punto de acumulación” y otros, cuyas
definiciones no necesitamos dar aquí, pero pueden encontrarse en cualquier tra -
tado de topología (véase la nota bibliográfica al final de este capítulo).
La transformación entre espacios topológicos que preserva la continuidad en -
tre los puntos de cada espacio se denomina homeomorfismo. Un homeomorfis-
mo es una función biyectiva y bicontinua (véase el Apéndice 3 para la caracte-
rización de estos conceptos) entre dos espacios topológicos. Se la define de la
siguiente manera:

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LA TOPOLOGÍA GENERAL

◊ Un homeomorfismo es una función de un espacio topológico A en un espa -


cio topológico B (ƒ: A → B) tal que:

i) ƒ es biyectiva.
ii) ƒ es continua.
iii) ƒ -1 es continua.
La topología general puede caracterizarse como el estudio de las propieda-
des geométricas del espacio, o más en general, de conjuntos de elementos cua-
lesquiera, que son invariantes bajo homeomorfismos.

Definamos ahora la noción de espacio de Hausdorff.

◊ Un espacio topológico 〈E, T〉 es un espacio de Hausdorff si y sólo si satis-


face el siguiente axioma:

Ax5. Si x e y son dos puntos cualesquiera de E tales que x ≠ y, existen dos


entornos de x e y, Ux, Uy, tales que Ux ∩ Uy = ∅.

Este axioma, introducido por F. Hausdorff, es uno de los llamados axiomas


de separación. Por esta razón, el espacio de Hausdorff se llama también espacio
separado. El axioma afirma que para dos puntos diferentes cualesquiera existen
dos entornos disjuntos de esos puntos. Como es obvio por la propia definición,
todo espacio de Hausdorff es un espacio topológico, pero no a la inversa.
Otros espacios topológicos separados son el espacio regular y el espacio nor -
mal, a los que definiremos de la siguiente manera:

◊ Un espacio topológico 〈E, T〉 es un espacio regular si y sólo si satisface el


siguiente axioma:

Ax6. Para todo punto x ∈ E y todo conjunto cerrado A ⊆ E tal que x ∉ A,


existen dos conjuntos abiertos, Ux y O, tales que x ∈ Ux, A ⊆ O y Ux ∩ O = ∅.

◊ Un espacio topológico 〈E, T〉 es un espacio normal si y sólo si satisface el


siguiente axioma:

Ax7. Para todo par de conjuntos cerrados A, B ⊆ E tales que A ∩ B = ∅, exis -


ten dos conjuntos abiertos, O1 y O2, tales que A ⊆ O1, B ⊆ O2 y O1 ∩ O2 = ∅.

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TEORÍAS AXIOMATIZADAS

Los axiomas Ax6 y Ax7 son axiomas de separación más fuertes que el axio-
ma de Hausdorff Ax5, en el sentido de que ambos lo implican, pero no son im-
plicados por éste. Como es evidente por las definiciones, todo espacio regular
es un espacio de Hausdorff y todo espacio normal es un espacio regular.
Los tres axiomas de separación expresan de manera precisa las nociones in-
tuitivas de proximidad y separación entre puntos del espacio.

Los espacios métricos


La noción de espacio métrico la introdujo M. Fréchet en 1906 como parte de
su estudio de los “espacios abstractos”, como se los llamaba en ese momento.
El nombre “espacio métrico” se debe a F. Hausdorff (Hausdorff 1914, p. 211).
Intuitivamente, un espacio métrico es un conjunto de objetos donde está deter-
minada la distancia entre dos elementos cualesquiera de ese conjunto.
Un espacio métrico es un conjunto de objetos cualesquiera E, entre los cua -
les se define una función binaria que a cada par ordenado 〈a, b〉 de elementos
de E le asigna un número real. La distancia δ es esta función que asigna un nú-
mero real a cada par de puntos próximos del conjunto E (δ: E x E → ⺢). Co -
mo lógica subyacente se emplea, como es habitual en casi todas las teorías ma-
temáticas axiomatizadas, la teoría intuitiva de conjuntos. En el lenguaje formal,
la función distancia está representada por un funtor de segundo grado ƒ2(xy),
pero aquí lo escribiremos simplemente como δ(x, y). Las condiciones que debe
cumplir la función distancia están dadas por los axiomas. Tomando como primi-
tivo al término “distancia” se puede definir el concepto de espacio métrico de la
siguiente manera:

◊ Si E es un conjunto no vacío de elementos cualesquiera, y δ es una fun-


ción binaria que asigna un número real a cada par de elementos de E (δ: E x
E → ⺢), 〈E, δ〉 es un espacio métrico si y sólo si satisface estos axiomas:

Ax1. δ(x, y) = 0 ↔ x = y.
Ax2. (δ(x, y) + δ(y, z) ≥ δ(z, x)).

Los elementos de E se llaman, convencionalmente, puntos. El número real


δ(x, y) se denomina la distancia entre los puntos x e y. La función δ se llama la
métrica o función distancia de E.
El primer axioma afirma que la distancia entre dos puntos sólo es igual a ce-
ro cuando esos dos puntos son idénticos, de modo que siempre ocurre que δ(x,
x) = 0. El segundo axioma, llamado axioma de desigualdad triangular, dice que
la distancia sobre uno de los lados de un triángulo es siempre menor o igual
que la suma de las distancias sobre los otros dos lados. O, de manera más ge-

134
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LA TOPOLOGÍA GENERAL

neral, que la distancia entre dos puntos cualesquiera nunca es mayor que la su-
ma de las distancias de cada uno de ellos respecto de un tercer punto. Gene-
ralmente, δ(z, x) es menor que δ(x, y) + δ(y, z). En ambos axiomas, todas las
variables deben considerarse cuantificadas universalmente (es decir, para todo
x, y, z ∈ E), aunque en la práctica matemática usualmente se omiten estos
cuantificadores.
A menudo se incluyen en la definición de espacio métrico otros dos axio-
mas: el de simetría (δ(x, y) = δ(y, x)), que afirma que la distancia entre dos pun-
tos es simétrica; y el de positividad (δ(x, y) ≥ 0), que afirma que la distancia en-
tre dos puntos nunca es negativa. Sin embargo, estos axiomas no son indepen-
dientes de los dos anteriores, por lo que su inclusión es redundante. Probare-
mos ahora que estos axiomas se deducen de Ax1 y Ax2.

Teorema 1 δ(x, y) = δ(y, x).


Demostración:
1. δ(x, y) ≤ δ(y, z) + δ(z, x) [De Ax2]
2. δ(x, y) ≤ δ(y, x) + δ(x, x) [De 1, sustituyendo z por x]
3. δ(x, x) = 0 [De Ax1]
4. δ(x, y) ≤ δ(y, x) [De 2 y 3]
5. δ(y, x) ≤ δ(x, w) + δ(w, y) [De Ax2]
6. δ(y, x) ≤ δ(x, y) + δ(y, y) [De 5, sustituyendo w por y]
7. δ(y, y) = 0 [De Ax1]
8. δ(y, x) ≤ δ(x, y) [De 6 y 7]
9. δ(x, y) = δ(y, x) [De 4 y 8]

Teorema 2 δ(x, y) ≥ 0.
Demostración:
1. δ(z, x) ≤ δ(x, y) + δ(y, z) [De Ax2]
2. δ(x, x) ≤ δ(x, y) + δ(y, x) [De 1, sustituyendo z por x]
3. 0 ≤ δ(x, y) + δ(y, x) [De 2 y Ax1]
4. δ(x, y) = δ(y, x) [Teorema 1]
5. 0 ≤ 2δ(x, y) [De 3 y 4]
6. δ(x, y) ≥ 0) [De 5]

135
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS

El espacio euclídeo es el ejemplo más conocido de un espacio métrico. En


dos dimensiones, es decir, en el plano euclídeo la distancia entre dos puntos se
define como: δ(x, y) = (x1 - y1)2 + (x2 - y2)2. En un número n de dimensiones
la función distancia tiene la siguiente forma general: δ(x, y) = ∑ i = 1 (xi - yi)2.
n

Hay muchos otros espacios métricos, como, por ejemplo, el conjunto de los nú-
meros reales ⺢, donde la función distancia se define como: δ(x, y) = x - y .
Todo espacio métrico es un espacio de Hausdorff. Este teorema fundamen-
tal puede probarse cuando se admite como entorno de cada punto x de un es-
pacio métrico a una esfera abierta que contiene a x. Una esfera abierta es el
subconjunto de todos los puntos de E tales que δ(x, y) < r, donde r es un nú -
mero real positivo. Los entornos de E constituidos por las esferas abiertas de E
satisfacen los cuatro axiomas que definen un espacio de Hausdorff. La relación
entre espacios topológicos y espacios métricos constituye uno de los capítulos
principales de la topología general, pero ese es un tema que excede los alcan-
ces de este libro.

5.4 La teoría de la probabilidad


Consideremos ahora un ejemplo de un sistema axiomático formulado en un
lenguaje no formalizado, tal como la teoría matemática de la probabilidad, axio-
matizada por primera vez en 1933 por el gran matemático ruso A. Kolmogorov.
Nos detendremos con más detalle en esta teoría con el fin de observar en ac-
ción el desarrollo de una teoría axiomática formal expuesta en un lenguaje no
formalizado. Además de exponer los axiomas del sistema, presentaremos varios
teoremas importantes, de los cuales sólo daremos la demostración de uno.
Comencemos, ante todo, presentando de manera intuitiva los conceptos fun-
damentales del lenguaje de esta teoría. “Evento” y “probabilidad” son términos
primitivos de la teoría. Denotamos los tipos de eventos con letras mayúsculas,
como A, B y C. La probabilidad de que ocurra un evento A la escribiremos co-
mo P(A). Introducimos también un evento especial Ω, al que llamamos espacio
de muestra. El espacio de muestra Ω se puede caracterizar como el conjunto de
todas las posibilidades o de todos los eventos elementales. Por ejemplo, si el
evento en cuestión consiste en arrojar un dado, puede ocurrir que el resultado
sea E1 = un uno, o bien E2 = un dos, y así hasta seis. Ω contendrá, entonces,
las seis posibilidades o posibles resultados de una tirada, Ω = {E1, E2, E3, E4,
E5, E6}. Por su parte, los eventos, A, B, C, etc., son subconjuntos del espacio
de muestra Ω. Es fácil advertir que Ω es un evento cierto o necesario, ya que
al tirar un dado siempre ocurrirá algún evento que está incluido en Ω, o sea,
siempre saldrá un número comprendido entre uno y seis. Por su parte, denota-
mos como ∅ al evento que es imposible que ocurra, al cual lo definimos como
el complemento del evento necesario Ω (∅ = ~Ω). En nuestro ejemplo, ocurriría

136
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LA TEORÍA DE LA PROBABILIDAD

∅ si al tirar un dado no saliera un número entre uno y seis, lo cual es obvia-


mente imposible. Ω puede tener un número finito o infinito de elementos, pero
comenzaremos por el caso en que Ω es finito.
Los eventos son conjuntos. El evento elemental A que consiste, por ejemplo
en obtener un as en una tirada será A = {1}; mientras que el evento compues-
to B consistente en obtener un número impar en una tirada será B = {1, 3, 5}.
Finalmente, Ω ha de ser Ω = {1, 2, 3, 4, 5, 6}. El espacio de muestra Ω es el
conjunto de todos los resultados posibles en un determinado contexto o univer-
so de discurso. Un evento, en general, es un conjunto de resultados posibles
que es un subconjunto del espacio de muestra.
Dado que los eventos son conjuntos, podemos introducir entre ellos las ope-
raciones de intersección (∩), unión (∪) y complemento (~). A ∩ B afirma que
los eventos A y B ocurren simultáneamente. A ∪ B afirma que ocurre el even-
to A o el evento B (o bien ambos a la vez). Por último, ~A afirma que no ocu-
rre el evento A. Los eventos A y ~A son eventos opuestos, ya que son exclu-
yentes entre sí y no pueden ocurrir ambos a la vez. Cumplen, por tanto, las si-
guientes leyes: i) A ∩ ~A = ∅; y ii) A ∪ ~A = Ω; leyes en las que el lector re-
conocerá a los tradicionales principios lógicos de no contradicción y de tercero
excluido. Dos eventos A y B se llaman disyuntos cuando no pueden ocurrir si -
multáneamente, es decir, cuando A ∩ B = ∅.
La probabilidad es una función que asigna a cada evento un único número
real r comprendido entre cero y uno. La expresión P(A) = r afirma que la pro-
babilidad de que ocurra el evento A es igual al número r.
La teoría matemática de la probabilidad se hallaba ya ampliamente desarro-
llada cuando Kolmogorov consiguió axiomatizarla después de varios intentos fa-
llidos de otros matemáticos (véase el Apéndice 2.18 para la formulación origi-
nal). Aquí presentaremos una versión simplificada de ese sistema, que se debe
al propio Kolmogorov, y emplea sólo tres axiomas. La lógica subyacente del sis-
tema es la teoría intuitiva de conjuntos y el lenguaje en el que se lo formula no
está formalizado. El espacio de muestra Ω es un conjunto no vacío que contie-
ne un número finito de eventos elementales. La teoría aquí axiomatizada es la
teoría de la probabilidad con aditividad finita.

Axiomas
Ax1. Para todo evento A,
0 ≤ P(A) ≤ 1.
Este axioma, llamado axioma de normalización, establece que la probabilidad
es una magnitud normalizada, esto es, que sólo puede tomar como valores a los
números reales positivos comprendidos entre 1 y 0. La elección de este particular

137
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS

intervalo es puramente convencional y se funda en razones de simplicidad. Es


un axioma que contiene información redundante, ya que puede reemplazarse,
como hacen muchos autores, por otro axioma más débil, el de positividad,
según el cual, para todo evento A, P (A) ≥ 0, esto es, que la probabilidad de
cualquier evento es siempre un número positivo. De este axioma, junto con los
otros dos que siguen, puede deducirse como teorema que para todo evento A,
P (A) ≤ 1, y de las dos últimas fórmulas se sigue evidentemente el axioma Ax1.

Ax2. Para todo espacio de muestra Ω,


P(Ω) = 1.
Este axioma nos dice que la probabilidad del evento necesario Ω es 1, nú-
mero que es la cota superior de toda probabilidad.

Ax3. Para todo par de eventos disyuntos A y B,


P(A ∪ B) = P(A) + P(B).
Este axioma se puede generalizar a cualquier número finito de eventos A1...
An, disyuntos, de modo que, en general, P(A1 ∪ ... ∪ An) = P(A1) + ... + P(An).
En él se afirma el carácter aditivo de las probabilidades, es decir, el hecho de
que las probabilidades se pueden sumar cuando los eventos son excluyentes en-
tre sí. Es el axioma de aditividad finita. Se lo conoce también como regla espe-
cial de adición.

Teoremas básicos
Los tres axiomas de Kolmogorov permiten demostrar una gran cantidad de
teoremas sobre probabilidad inicial o absoluta. Se denomina de esta manera a
la probabilidad de un evento respecto de un espacio de muestra cuando dicha
probabilidad no depende de ningún otro evento de ese espacio de muestra. Se
escribe como P(A/Ω), pero si el espacio de muestra es el mismo para todos los
eventos que estamos considerando podemos escribirla simplemente como P(A).
Algunos teoremas importantes sobre probabilidad absoluta son los siguientes:

T1. P(∅) = 0.
La probabilidad del evento imposible es nula.

T2. P(A) + P(~A) = 1.


La suma de las probabilidades de los eventos opuestos es igual a 1.

T3. P(~A) = 1 - P(A).

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LA TEORÍA DE LA PROBABILIDAD

La probabilidad de un evento es igual a 1 menos la probabilidad del evento


opuesto. Este teorema se conoce usualmente como la regla de negación y se si-
gue inmediatamente del teorema anterior por pasaje de términos.

T4. Para cualquier par de eventos A y B,


P(A ∪ B) = P(A) + P(B) – P(A ∩ B).
Este es el teorema general de adición. A diferencia del Axioma 3, vale tam-
bién para sumar las probabilidades de eventos no disyuntos. Cuando A y B son
disyuntos, el teorema se reduce al Axioma 3, ya que en ese caso P(A ∩ B) =
0. Es posible generalizar este teorema a cualquier número finito de eventos.

T5. P(A ∩ B) ≤ P(A) + P(B).


La probabilidad de que dos eventos (disyuntos o no) ocurran nunca es mayor
que la suma de las probabilidades de cada evento. Se sigue del teorema ante-
rior y del Axioma 1. Dado que toda probabilidad es no negativa, P(A ∩ B) ≥ 0.

Introduciremos ahora la noción de probabilidad condicional. Se llama de es-


ta manera a la probabilidad de un evento relativa a otro evento. La escribimos
como P(A/B). En esta fórmula se expresa la probabilidad del evento A dado el
hecho de que el evento B ha ocurrido (ocurre u ocurrirá), o, más simplemen -
te, la probabilidad condicional de A respecto de B. Se la define de la siguiente
manera: P(A/B) = P(A ∩ B) / P(B), suponiendo que P(B) ≠ 0. Esta es una
definición lo suficientemente importante como para ocupar el lugar de cuarto
axioma de la teoría de la probabilidad, como veremos más adelante. La proba-
bilidad condicional de dos eventos que pertenecen a un espacio de muestra Ω
se escribe de manera completa como P(A/Ω, B), pero cuando presuponemos
que el espacio de muestra es el mismo en todas nuestras fórmulas la escribi-
mos simplemente como P(A/B).
La probabilidad condicional nos permite definir la independencia entre even -
tos. Decimos que dos eventos A y B son independientes cuando la ocurrencia
o no ocurrencia de uno de ellos carece de efectos sobre el otro. Es decir, A y
B son independientes si y sólo si P(A/B) = P(A). La independencia entre even -
tos es recíproca: si A es independiente de B, éste también lo es de A. También
vale para los eventos opuestos, es decir, si A es independiente de B, también lo
es de ~B.
Estos conceptos se pueden ejemplificar considerando el evento que consiste
en sacar cartas de un mazo. Si el mazo tiene 40 cartas la probabilidad inicial de
sacar un as es de 4/40 = 1/10. Si volvemos a colocar la carta extraída en el ma -
zo y mezclamos, la probabilidad de sacar otra vez un as seguirá siendo de 1/10.

139
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TEORÍAS AXIOMATIZADAS

Ello es así, aunque a muchos jugadores les parezca extraño, porque la segunda
extracción es independiente de que en la primera haya salido un as. En cambio,
si retiramos el primer as del mazo, la probabilidad de obtener otra vez un as re-
sulta ahora de 3/39. Este segundo evento ya no es independiente del primero.
Prueba de ello es que si en la primera extracción no sale un as, las probabilida-
des cambian nuevamente. En ese caso, si retiramos la carta, la probabilidad de
sacar un as en la segunda extracción es de 4/39. En la primera situación tene-
mos P(A/Ω) = 1/10 como probabilidad inicial y una probabilidad condicional
P(B/Ω, A) = 1/10. En la segunda y tercera situación tenemos las mismas pro-
babilidades iniciales, pero diferentes probabilidades condicionales P(B/ Ω ', A) =
3/39, y P(B/Ω ', C) = 4/39, respectivamente. En este ejemplo debemos especi-
ficar el espacio de muestra, ya que no es el mismo en todos los casos. Ahora
podemos introducir en el sistema la definición de probabilidad condicional.

Definición: P(A/B) = P(A ∩ B) / P(B) [Para P(B) ≠ 0].

De esta definición, junto con los tres axiomas, se deducen diversos teoremas
sobre la probabilidad condicional; entre ellos los siguientes:

T6. Para todo par de eventos A y B,


P(A ∩ B) = P(B) x P(A/B). [Para P(B) ≠ 0].
Este es el teorema general de multiplicación, que nos da la probabilidad de
que dos eventos cualesquiera, independientes o no, ocurran simultáneamente.
Se sigue directamente de la definición de probabilidad condicional por pasaje de
términos. Este resultado se puede extender a cualquier número finito de even-
tos.

T7. Para todo par de eventos A y B, que sean independientes,


P(A ∩ B) = P(A) x P(B).
Este es el teorema especial de multiplicación, que vale sólo para eventos in -
dependientes. Se sigue del teorema anterior y de la definición de independen -
cia entre eventos.

T8. P(A) = P(B) x P(A/B) + P(~B) x P(A/~B).


Este es el teorema de eliminación o de probabilidad total. Se puede genera -
lizar a cualquier número finito de eventos.

T9. P(B/A) = P(B) x P(A/B) / P(A). [Para P(A) ≠ 0].


Este es el célebre Teorema de Bayes, demostrado por el clérigo inglés Th.
Bayes y publicado póstumamente en 1763.

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LA TEORÍA DE LA PROBABILIDAD

Otra forma equivalente de este teorema es la siguiente:


P(B/A) = P(B) x P(A/B) / P(B) x P(A/B) + P(~B) x P(A/~B).
La equivalencia entre estas dos fórmulas se sigue del Teorema 8, reempla-
zando en el denominador del Teorema 9 la expresión P(A) por su equivalente,
que es la fórmula de probabilidad total.

El teorema de Bayes es una consecuencia directa de la definición de proba-


bilidad condicional y puede demostrarse de esta manera:

1. P(A/B) = P(A ∩ B) / P(B) [Por definición de P(A/B)]

2. P(B/A) = P(B ∩ A) / P(A) [Por definición de P(B/A)]

3. P(A ∩ B) = P(A/B) x P(B) [De 1, multiplicando por P(B)]

4. P(B ∩ A) = P(B/A) x P(A) [De 2, multiplicando por P(A)]

5. P(A ∩ B) = P(B ∩ A) [Conmutatividad de la operación ∩]

6. P(A/B) x P(B) = P(B/A) x P(A) [De 3 y 4, igualando los segundos


miembros]

7. P(B/A) = P(A/B) x P(B) / P(A) [De 6, dividiendo por P(A)]

El teorema de Bayes es de especial importancia para el problema de la con-


firmacion de las hipótesis científicas. Toda una corriente epistemológica, llama-
da precisamente bayesianismo, se apoya en una aplicación de este teorema pa-
ra calcular el grado de confirmación de una hipótesis respecto de una determi-
nada evidencia. Para ello, se supone que los científicos asignan probabilidades
a las hipótesis y teorías, y que esas probabilidades representan el grado de con -
firmación de tales hipótesis y teorías respecto de la evidencia disponible. El em -
pleo del teorema de Bayes se hace reemplazando en la fórmula del teorema a
la expresión B por el enunciado h, que representa una determinada hipótesis
científica, y a la expresión A por el enunciado e, que representa una determina-
da evidencia empírica. El teorema toma, así, la siguiente forma: P(h/e) = P(h)
x P(e/h) / P(e). Esta y otras formas equivalentes del teorema tienen numerosas
aplicaciones epistemológicas, por ejemplo, para determinar el grado de confirma -
ción de dos o más hipótesis rivales respecto de un mismo cuerpo de evidencia.

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TEORÍAS AXIOMATIZADAS

En la axiomatización de Kolmogorov, que en lo esencial hemos seguido


hasta aquí, sólo intervienen probabilidades absolutas, mientras que las probabi-
lidades condicionales se introducen por definición. Algunos autores, sin embar-
go, prefieren tomar a la probabilidad condicional como un término primitivo del
sistema, y luego introducir la probabilidad absoluta como término definido. Los
axiomas de la teoría, entonces, se formulan de esta manera:

Ax1: Para cualesquiera eventos A, E (suponiendo que P(E) ≠ 0)


0 ≤ P(A | E) ≤ 1.

Ax2: Para todo espacio de muestra Ω, y todo evento E (suponiendo que


P(E) ≠ 0)
P(Ω | E) = 1.

Ax3: Para toda secuencia finita de eventos, disyuntos de dos en dos,


A1, A2 ... An y para todo evento E (suponiendo que P(E) ≠ 0)
P(A1 ∪ A2 ∪ … ∪ An | E) = P(A1 | E) + P(A2 | E) ...
+ P(An | E).

Ax4: Para cualesquiera eventos A, B, E (suponiendo que P(E) ≠ 0)


P(A ∩ B | E) = P(B | E) x P(A | B & E).

Este último axioma, que se conoce como axioma de multiplicación, es equiv-


alente a la definición de probabilidad condicional de Kolmogorov. Adviértase
que aquí no se requiere la condición P(B | E) ≠ 0, porque Si P(B | E) = 0,
entonces, P(A ∩ B | E) = 0, pero P(A | B & E) queda indeterminado, como
ocurre también en la definición de probabilidad condicional de Kolmogorov.
La probabilidad absoluta de un evento, por su parte, se introduce por defini-
ción del siguiente modo:

Definición: para todo evento A,


P(A) =def P(A | Ω)

El sistema que se obtiene mediante estos axiomas es equivalente al de


Kolmogorov, pero aquí todas las probabilidades resultan condicionales. La fun-
ción probabilidad, entonces, asigna un número real a pares de eventos y no
sólo a eventos individuales.

142
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LA TEORÍA DE LA PROBABILIDAD

Es posible formular de una manera más abstracta y simple un sistema axio-


mático para la teoría de la probabilidad empleando el concepto de espacio de
probabilidades (los párrafos que siguen, que son relativamente más técnicos que
el resto de la sección, pueden saltarse sin pérdida de continuidad). Un espacio
de probabilidades en general es una estructura X = 〈Ω, ℑ, P〉, donde Ω es un
conjunto de elementos cualesquiera, ℑ es una sigma-álgebra de subconjuntos de
Ω y P es una función, la función probabilidad, que asigna a cada elemento de
ℑ un número real comprendido entre 0 y 1 (es decir, (P: ℑ → [0, 1]).
Definamos ahora el concepto de sigma-álgebra, presupuesto en la definición
de espacio de probabilidades. Dado un conjunto no vacío de elementos cua-
lesquiera C, una sigma-álgebra Σ sobre C es un conjunto no vacío de subcon-
juntos de C, tal que Σ ⊆ ℘C, que cumple las siguientes condiciones:

1. Para todo conjunto A, si A ∈ Σ, entonces, C ∼A ∈ Σ.


2. Para toda secuencia contable de conjuntos A1... An ∈ Σ,
(A1 ∪ ... ∪ An) ∈ Σ.

De estas dos condiciones se deduce que C ∈ Σ; que ∅ ∈ Σ; y que si A1...


An ∈ Σ, (A1 ∩ ... ∩ An) ∈ Σ. Una sigma-álgebra es, en resumen, un conjunto
de subconjuntos de C que es cerrado respecto de las operaciones de comple-
mento, unión (contable) e intersección (contable).
Si el espacio de muestra Ω es un conjunto finito, el espacio de probabili-
dades es finito. En los casos típicos, la sigma-álgebra ℑ de subconjuntos de Ω
será un álgebra de Boole (véase el Capítulo 6. 4) tal que ℑ = ℘Ω (aunque
podría restringirse a un subconjunto propio de ℘Ω). Si Ω es un conjunto con-
table, el espacio de probabilidades es contable. En este caso ℑ es una sigma-
álgebra tal que ℑ ⊆ ℘Ω. Finalmente, si Ω es un conjunto no contable, el espa-
cio de probabilidades es infinito no contable. Para esta clase de espacios la fun-
ción probabilidad no puede asignar probabilidades a todo elemento de ℘Ω
(esto es así por razones técnicas: si Ω no es contable y se acepta el axioma de
elección, entonces, puede probarse que existen subconjuntos de ℘Ω que no
son medibles). En ese caso, ℑ es una sigma-álgebra tal que ℑ ⊂ ℘Ω, es decir,
es un subconjunto propio de ℘Ω.
En un espacio de probabilidades finito la teoría de la probabilidad sólo
puede formularse mediante el axioma Ax3, el de aditividad finita. En cambio, en
un espacio de probabilidades infinito (contable o no contable) la teoría de la
probabilidad puede formularse con aditividad finita o con aditividad contable.
Esta última es la forma más general de la teoría, la cual se obtiene reem-
plazando el axioma Ax3 por el siguiente axioma de aditividad contable:

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TEORÍAS AXIOMATIZADAS

Ax3’. Si A1... A2… es una secuencia infinita contable de eventos disyuntos,


entonces,
P(A1 ∪ ... ∪ An ∪ ...) = P(A1) + ... + P(An) + ...

La teoría de la probabilidad con aditividad contable debe formularse en un


espacio de probabilidades infinito, que puede ser contable o no. Un espacio no
contable permite la aplicación de la teoría a las magnitudes continuas, como las
que típicamente se utilizan en la física teórica (de hecho, la formulación original
de Kolmogorov es máximamente general, ya que es una teoría con aditividad
contable en un espacio de probabilidades no contable. Véase el Apéndice 2.18).
El sistema axiomático de Kolmogorov está formulado en el lenguaje de la
teoría de conjuntos, pero la teoría de la probabilidad también se puede formu-
lar en el lenguaje de la lógica proposicional clásica. En ese caso, la función
probabilidad P se aplica a proposiciones en lugar de a eventos. Ambas formu-
laciones son equivalentes y sus respectivos lenguajes son intertraducibles. Esta
es la formulación que habitualmente prefieren los lógicos y filósofos que se ocu-
pan de la teoría de la confirmación y de la lógica inductiva, quienes general-
mente introducen la probabilidad condicional como término primitivo mediante
el axioma de multiplicación. La formulación del sistema es la siguiente:
Sea L un conjunto de proposiciones cerrado respecto de las combinaciones
finitas veritativo-funcionales. La probabilidad P es una aplicación de L en el con-
junto de los números reales (P: L → ⺢) que satisface los siguientes axiomas:

Ax1. Para toda proposición A ∈ L ,


0 ≤ P(A) ≤ 1.

Ax2. Para toda proposición A ∈ L tal que |=A,


P(A) = 1.

Ax3. Para cualesquiera proposiciones A, B ∈ L tales que |= ¬ (A & B),


P(A v B) = P(A) + P(B).

Ax4. Para cualesquiera proposiciones A, B ∈ L ,


P(A & B) = P(B) x P(A | B).

Los axiomas Ax3 y Ax4, de aditividad y multiplicación, respectivamente, se


pueden escribir de una manera más general para cualquier secuencia finita o
infinita contable de proposiciones. De esa manera se obtiene, respectivamente,
la teoría de la probabilidad con aditividad finita o con aditividad contable.

144
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LA TEORÍA DE LA MEDICIÓ́N

El mismo sistema se puede formular mediante la condicionalización de todos


los axiomas, que no volveremos a escribir. En tal caso, la probabilidad absolu-
ta de una proposición se introduce por definición como la probabilidad condi-
cional de dicha proposición respecto de una tautología o verdad lógica. Esto es,
para toda proposición B ∈ L tal que |=B, P(A) =def P(A | B).
La teoría de la probabilidad, en cualquiera de las formulaciones que hemos
presentado, ya sea con aditividad finita o contable, constituye un sistema pura-
mente formal, una teoría perteneciente a la matemática pura. Como todo siste-
ma axiomático formal, esta teoría admite infinitas interpretaciones y, posible-
mente, muchos modelos diferentes. Es bien conocido el hecho de que existen
diferentes concepciones de la probabilidad; algunas empiristas y objetivistas,
como la frecuencial y la propensivista, y otras subjetivistas o epistémicas, como
la personalista o bayesiana. En esta última interpretación, elaborada principal-
mente por B. de Finetti, la probabilidad se concibe como el grado de creencia
de un individuo en la ocurrencia de un evento o en la verdad de una proposi-
ción. Esta interpretación, que no era la que Kolmogorov tenía en mente al cons-
truir su sistema, satisface, sin embargo, todos los axiomas de la teoría de la
probabilidad con aditividad finita y es, por tanto, un modelo del cálculo de pro-
babilidades. Ha habido un considerable debate de carácter filosófico acerca de
cuáles son las interpretaciones correctas o admisibles de la teoría de la proba-
bilidad. No obstante, si consideramos a la teoría matemática de la probabilidad
como un sistema axiomático formal, no tiene por qué haber conflicto entre
estas diferentes interpretaciones. Todas ellas pueden concebirse como diferen-
tes modelos de la misma teoría formal, y, consiguientemente, como compatibles
entre sí. No es necesario, por tanto, argumentar, como se ha hecho a menudo,
que existe una única interpretación correcta de la probabilidad, ni tampoco una
interpretación privilegiada o superior a las demás en algún respecto. Sin embar-
go, es indudable que algunas interpretaciones de la teoría pueden ser más ade-
cuadas o útiles que otras para ciertos fines o para determinadas aplicaciones del
cálculo de probabilidades.

5.5 La teoría de la medición


Un ámbito donde el método axiomático se ha mostrado especialmente fértil
es en la llamada teoría de la medición, iniciada por H. Von Helmholtz en 1887.
No se trata, como el nombre podría sugerir, de un análisis de la manera de me-
dir cantidades físicas, sino de las condiciones necesarias y suficientes para in-
troducir conceptos cuantitativos en un determinado lenguaje. En lengua españo -
la llamamos a esta operación metrización de conceptos para distinguirla de la
operación empírica de medición de cantidades. El resultado de la metrización es

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TEORÍAS AXIOMATIZADAS

la creación de un nuevo concepto métrico o la transformación de un concepto


no métrico ya existente. Otras lenguas, como el inglés, no distinguen entre me-
trización y medición.
Los conceptos métricos son las llamadas cantidades o magnitudes cuantitati-
vas. Los lenguajes naturales no tienen conceptos métricos, en el sentido técni-
co de este término, que es el que analizaremos enseguida. Los conceptos mé-
tricos son creaciones del conocimiento científico y caracterizan a las ciencias
más desarrolladas, como la física, o a las partes mejor establecidas de otras
ciencias, como la química o la genética. Desde el punto de vista lógico, los con-
ceptos métricos se expresan mediante funtores numéricos que asignan números
reales a los objetos de un determinado dominio. La extensión de un concepto
métrico es, por consiguiente, una función o una clase de funciones. Existen di-
ferentes tipos de conceptos métricos. Se llama magnitudes escalares a los con-
ceptos métricos que asignan un único valor numérico a los objetos de un domi-
nio. Magnitudes vectoriales, en cambio, son los conceptos métricos que asignan
un vector a los objetos de un dominio y, por consiguiente, requieren la asigna-
ción de tres o más valores numéricos. Ejemplos de conceptos métricos del pri-
mer tipo son los conceptos de masa, tiempo y longitud, mientras que ejemplos
del segundo tipo son los conceptos de fuerza, velocidad y aceleración, entre
otros. Aquí nos limitaremos a estudiar únicamente las magnitudes escalares rea -
les, es decir, aquellas que asignan un único número real a cada objeto de un
dominio dado.
La introducción de conceptos métricos se realiza de la siguiente manera. Pri-
mero se especifica un dominio D, que es un conjunto no vacío de objetos cua-
lesquiera. Luego, se introducen dos predicados diádicos, C y P, que represen -
tan relaciones entre dos objetos cualesquiera del dominio. También es necesa-
rio introducir un funtor binario ⊕, que representa una operación binaria entre
objetos del dominio. Estos términos primitivos deben cumplir con las condicio-
nes estipuladas en una lista de axiomas. Mediante ellos definiremos la estructu-
ra denominada sistema extensivo.

◊ La estructura E = 〈D, C, P, ⊕〉 es un sistema extensivo si y sólo si para


cualesquiera individuos pertenecientes a D, se cumplen los siguientes axiomas:

Ax1. ∀x (xCx) [C es reflexiva].

Ax2. ∀xy (xCy → yCx) [C es simétrica].

Ax3. ∀xyz ((xCy & yCz) → xCz) [C es transitiva].

Ax4. ∀xyz ((xPy & yPz) → xPz) [P es transitiva].

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LA TEORÍA DE LA MEDICIÓ́N

Ax5. ∀xy (xCy → ¬ xPy) [P es C-irreflexiva].

Ax6. ∀xy (xCy v xPy v yPx) [P es C-conexa].

Ax7. ∀xy (x ⊕ y C y ⊕ x) [⊕ es conmutativa].

Ax8. ∀xyz (x ⊕ (y ⊕ z) C (x ⊕ y) ⊕ z) [⊕ es asociativa].

Ax9. ∀xyz (xPy ↔((x ⊕ z P y ⊕ z) ↔ (z ⊕ x P z ⊕ y))) [⊕ es P-monótona].

Ax10. ∀xy (xPx ⊕ y) [⊕ es positiva].

Ax11. ∀xy (yPx → ∃n ((n ∈ ⺞) & (xPny))) [⊕ es arquimediana].

Los primeros tres axiomas afirman que C es una relación de equivalencia


(reflexiva, simétrica y transitiva). Los tres siguientes afirman que P es una rela-
ción de orden débil (transitiva, C-irreflexiva y C-conexa). Las relaciones C y P
suelen interpretarse, respectivamente, como la coincidencia y precedencia de dos
objetos del dominio respecto de una determinada propiedad, por ejemplo, la longi-
tud o el peso. Un sistema extensivo también se puede introducir utilizando una
sola relación de orden R, que puede definirse de la siguiente manera xRy ↔def
xCy v xPy. Si se lo hace de esa manera, se necesitan menos axiomas.
Mediante los primeros seis axiomas podemos definir una subestructura de E
llamada sistema comparativo. Decimos, entonces, que O = 〈D, C, P〉 es un sistema
comparativo si y sólo si para cualesquiera individuos pertenencientes a D, se cum-
plen los axiomas Ax1 a Ax6. Estableciendo un sistema comparativo para un con-
cepto dado pueden introducirse conceptos comparativos tales como “más duro
que” en el dominio de los minerales, o “más pesado que” en el dominio de los
cuerpos.
Una vez que se ha introducido un concepto comparativo, es posible estable-
cer una escala ordinal para dicho concepto. Una escala en general es una fun-
ción que asigna números a los objetos de un determinado dominio. Una escala
ordinal asigna estos números de tal manera que si un objeto precede a otro res -
pecto de una determinada propiedad, asigna al primero un número menor que
al segundo, y si los dos objetos coinciden respecto de dicha propiedad les asig-
na el mismo número.
Podemos dar una definición más precisa del siguiente modo:

◊ Una escala ordinal es una aplicación del dominio D sobre el conjunto de


los números reales ⺢ (ƒ: D → ⺢) tal que para cada x, y que pertenezcan a D,

Ax1. ∀xy (xCy → ƒ(x) = ƒ(y)).

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TEORÍAS AXIOMATIZADAS

Ax2. ∀xy (xPy → ƒ(x) < ƒ(y)).

Una escala ordinal se limita a dar un número al orden de un determinado


objeto, pero no cuantifica las diferencias o proporciones entre los diferentes ob-
jetos. Un ejemplo de esta clase de escala es la tabla de Mohs para las durezas
de los minerales. Esta escala asigna al talco el número 1, al yeso el número 2,
y al diamante el número 10, pero estos números no proporcionan una medida
de la dureza de esos minerales, sino simplemente un orden. No expresan el he-
cho de que la dureza del yeso sea el doble de la del talco, sino simplemente el
hecho de que el yeso es más duro que el talco y ocupa el lugar siguiente en
el orden de dureza de los minerales. Igualmente, la escala nos informa que el
diamante es el más duro de los minerales, pero no nos dice cuánto más duro
que los otros minerales que ocupan los lugares inferiores. Los números asigna-
dos a los objetos de un dominio por una escala ordinal no se pueden sumar y,
en general, no se les pueden aplicar operaciones aritméticas. No expresan can-
tidades, sino que simplemente etiquetan el orden de los objetos del dominio.
Los conceptos para los cuales existe un sistema extensivo se denominan con-
ceptos métricos, o más frecuentemente, magnitudes o cantidades (aquí usaremos
estos dos términos de manera indistinta). Los conceptos métricos se introducen
como funciones numéricas, que asignan números reales a los objetos de un de-
terminado dominio. Para introducir un concepto métrico es necesario poseer
primero un sistema comparativo 〈D, C, P〉 para ese concepto. Luego, se debe
enriquecer ese sistema agregándole el funtor binario ⊕. Este representa una
operación que usualmente se interpreta como la combinación de dos objetos
del dominio, la cual da como resultado otro objeto del dominio. Esta operación
debe ser aditiva y, desde el punto de vista formal, tiene las propiedades de la
suma o adición entre números reales. Por ejemplo, si agregamos dos cuerpos
pesados al platillo de una balanza, el resultado es un cuerpo pesado, cuyo peso
es igual a la suma de los dos cuerpos pesados. Si mezclamos dos volúmenes de
líquidos no volátiles en un recipiente obtenemos un volumen de líquido que es
igual a la suma de los dos volúmenes mezclados. Aquí no podemos definir más
precisamente qué entendemos por una operación empírica de combinación que
sea aditiva, pero los ejemplos dejan suficientemente en claro el significado intui-
tivo de esta noción.
Un sistema extensivo es un sistema comparativo que cumple con ciertos
axiomas adicionales, como los axiomas Ax7-Ax11 de la lista anterior. Es una
extensión (véase el Capítulo 6.2) de un sistema comparativo. Los axiomas Ax7
y Ax8 son suficientemente claros e intuitivos como para no necesitar explica-
ción. El axioma Ax9 dice que si un objeto precede a otro, entonces la combina-
ción de ese objeto con otro objeto z también precede a la combinación del otro
objeto con ese mismo objeto z. Esto quiere decir que la operación ⊕ es monótona,

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LA TEORÍA DE LA MEDICIÓ́N

tal como la suma entre números. El axioma Ax10 afirma que la operación ⊕ es
siempre positiva (adiciona, pero nunca resta), de modo que un objeto siempre
precede a la combinación de sí mismo con otro objeto diferente. El axioma
Ax11 probablemente sea el menos intuitivo de la lista. Afirma que por grande
que sea la diferencia entre dos objetos x e y respecto de una propiedad, existe
siempre un número natural n tal que la combinación de y consigo mismo un
número finito de veces es superior a x respecto de tal propiedad. Por ejemplo,
dado un cuerpo a que es mucho más pesado que otro cuerpo b, hay sin embar -
go un número n tal que b combinado n veces consigo mismo es más pesado
que a. Esto implica que ningún objeto del dominio posee una propiedad en un
grado infinitamente mayor que otro, por ejemplo, ningún objeto es infinitamen-
te más pesado que otro.
Una vez que se ha introducido un sistema extensivo para un concepto deter-
minado, es posible definir una escala proporcional que asigna un único número
real a cada objeto del dominio D. Una escala proporcional se diferencia de una
escala ordinal por el hecho de que la función que asigna los números a los ob-
jetos no sólo conserva el orden entre esos objetos, sino que, además, represen -
ta a la operación de combinación empírica de objetos como una suma entre nú-
meros reales, esto es, la representa como una operación aditiva. De esta mane-
ra, establece el orden y la proporción cuantitativa que existe entre los objetos
del dominio.
Podemos definir el concepto de escala proporcional de la siguiente manera:

◊ Una escala proporcional sobre un sistema extensivo 〈D, C, P, ⊕〉 es una


función de D en ⺢ (ƒ: D → ⺢) tal que para cada x, y pertenecientes a D,

Ax1. ∀xy (xCy → ƒ(x) = ƒ(y)).


Ax2. ∀xy (xPy → ƒ(x) < ƒ(y)).
Ax3. ∀xy (ƒ(x ⊕ y) = ƒ(x) + ƒ(y)).

Las primeras dos de estas tres condiciones son las de una escala ordinal;
mientras que la tercera, que es propia de las escalas proporcionales, afirma que
el número que la función asigna a la combinación de dos objetos del dominio
es igual a la suma de los números que asigna a cada uno de esos objetos. Es-
ta condición expresa el carácter aditivo de la operación empírica de combina-
ción de objetos del dominio. Resulta obvio que toda escala proporcional es tam-
bién una escala ordinal, pero no a la inversa.
Estos tres axiomas fijan las condiciones para establecer una escala propor -
cional en general, pero no determinan ninguna escala en particular. Para obte-
ner una escala determinada es necesario fijar una unidad o patrón de la escala.

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TEORÍAS AXIOMATIZADAS

Esto se hace convencionalmente asignando a un objeto cualquiera del dominio


(o mejor, a una clase de equivalencia de objetos) un número determinado, ge-
neralmente el 1, por razones de simplicidad. Ese objeto es la unidad o patrón
de la escala, por ejemplo, el metro para la escala de longitudes. Cuando se ha
fijado la unidad, el sistema extensivo determina de manera unívoca los valores
que la función asigna a todos los restantes objetos del dominio, preservando el
orden y la proporción entre esos objetos. Por supuesto, dado que la elección de
la unidad es convencional, son posibles diversas escalas para una misma mag-
nitud, como por ejemplo las que establecen el kilogramo y la libra como unida-
des de peso. Cada escala asigna un número real diferente al mismo objeto, por
ejemplo, 3 kilogramos y 6.6 libras de peso. Sin embargo, todas estas escalas
son equivalentes, en un sentido que ahora debemos precisar.
Existen muchas escalas posibles para una misma magnitud, pero se las puede
agrupar en clases de equivalencia. Todas las escalas de una misma clase son
equivalentes si preservan determinados valores numéricos cuando se cambia de
una escala a otra. El tipo de valor numérico preservado es el que define la co-
rrespondiente clase de escala. Aquí nos limitaremos a considerar únicamente las
escalas proporcionales, que son características de las magnitudes extensivas.
Las escalas proporcionales no preservan el valor absoluto asignado a un de-
terminado objeto. Por ejemplo, la regla que está sobre mi escritorio mide 25 cen-
tímetros en una escala de longitud y 10 pulgadas en otra escala de longitud. Mi
escritorio, por su parte, mide 100 centímetros y 40 pulgadas, respectivamente.
Las dos escalas en cuestión son escalas proporcionales porque conservan el co-
ciente entre los valores absolutos asignados a cada objeto. En efecto, el cocien-
te entre los valores asignados a la regla y al escritorio es el mismo en las dos
escalas: 25/100 y 10/40. En ambos casos obtenemos el mismo número: 0.25. Lo
mismo ocurrirá para las longitudes de todos los objetos del dominio D sobre el
cual está definido el concepto métrico de longitud. Podemos, entonces, definir a
una escala proporcional para cualquier magnitud de la siguiente manera:

◊ Si f y g son dos escalas diferentes para una misma magnitud, entonces son
escalas proporcionales si y sólo si para todo objeto del dominio D, se cumple
que f(x)/f(y) = g(x)/g(y).
Cada clase de escala se caracteriza por un determinado tipo de transforma-
ción, esto es, por una manera específica de realizar los cambios de una escala
a otra. Una transformación es una función tal que al valor de cada objeto en
una determinada escala le asigna otro valor para el mismo objeto en otra esca-
la. La función transformación F(x) es la que nos permite convertir los valores
de una escala a los valores de la otra, es decir, pasar de una escala a otra. El
tipo de transformación característico de las escalas proporcionales se denomina
transformación similar. En una transformación similar, la función transforma-

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LA TEORÍA DE LA MEDICIÓ́N

ción, definida sobre el conjunto de los números reales ⺢, adopta la siguiente


forma: F(x) = ax (donde a es un número real positivo). Una transformación si-
milar de una función es otra función que resulta de multiplicar a la primera por
una constante positiva. Podemos definirla de la siguiente manera:

◊ La función h es una transformación similar de la función f si y sólo si exis-


te un número real a ∈ ⺢+, tal que para todo objeto del dominio D se cumple
que h(x) = af(x).
La manera de aplicar una transformación similar para pasar de una escala a
otra consiste simplemente en multiplicar el valor numérico asignado a un obje-
to en una determinada escala por un número real positivo, obteniéndose así el
valor numérico correspondiente a ese objeto en la otra escala. Así, por ejemplo,
para obtener el peso de un cuerpo en libras a partir de su peso dado en kilo-
gramos se multiplica este último valor por 2.2. Para obtener el peso en kilogra-
mos dado el peso en libras se multiplica dicho valor por 0.454. Se procede de
un modo análogo para cualquier cambio de escalas para toda magnitud para la
cual exista una escala proporcional. Todo sistema extensivo posee al menos una
escala proporcional. Una transformación similar aplicada a una escala proporcio-
nal para un sistema extensivo da como resultado otra escala proporcional para
ese sistema extensivo. Como consecuencia de este hecho, es evidente que exis-
te un número potencialmente infinito de escalas proporcionales para cada siste-
ma extensivo. La elección de una determinada escala es una cuestión puramen-
te convencional, basada fundamentalmente en razones de simplicidad y econo-
mía de cálculo.
Las magnitudes dotadas de escalas proporcionales son aquellas que tradicio-
nalmente se denominan magnitudes extensivas, tales como, por ejemplo, la lon-
gitud, la duración temporal y la masa (que son los tres conceptos métricos fun-
damentales de la mecánica). Estas son las magnitudes para las cuales existe un
sistema extensivo. Lo característico de las magnitudes extensivas es que sus va-
lores se pueden sumar y, en general, se les pueden aplicar todas las operacio-
nes aritméticas. Ello es así porque un sistema extensivo para una determinada
magnitud es semejante a un sistema numérico en el dominio de los números
reales. La semejanza en cuestión es una relación de homomorfismo (en el senti-
do definido en el Capítulo 3.5). Una escala proporcional para un sistema exten-
sivo establece, precisamente, un homomorfismo entre un sistema extensivo 〈D,
C, P, ⊕〉 y el sistema numérico 〈⺢, =, <, +〉.
Los sistemas extensivos que hemos considerado hasta aquí reciben el nom -
bre técnico de métricas combinatorias extensivas positivas. Este tipo de métrica
es el característico de las magnitudes extensivas, pero no puede utilizarse con
las magnitudes llamadas intensivas, tales como la temperatura, que no tienen ca-
rácter aditivo. Para esta clase de magnitudes es necesario emplear otro tipo de

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TEORÍAS AXIOMATIZADAS

métrica, llamado métrica de intervalos algebraicos. Existen, además, muchos


otros tipos de métricas que se definen axiomáticamente del mismo modo que
lo hemos hecho, pero con diferentes axiomas. Para los fines de ejemplificar el
uso del método axiomático en la teoría de la medición es suficiente con la úni-
ca métrica que hemos estudiado aquí.

Notas bibliográficas
La bibliografía sobre la teoría de conjuntos es muy extensa. La teoría se ex-
pone de manera intuitiva pero muy completa en Fraenkel (1966). Halmos (1974),
Johnstone (1987), Kunen (2009) y Machover (1996) contienen formulaciones sin-
téticas del enfoque axiomático. Mucho más detallados son Enderton (1977) y Ha-
milton (1982). Una presentación axiomática muy completa y clara de la teoría de
Zermelo-Fraenkel es la de Suppes (1972). La teoría de Von Neumann-Bernays-
Gödel la presenta Bernays (1958) y, con una variante debida a Quine, la expone
Mosterín (1980). La axiomatización de Quine está contenida en Quine (1951) y
(1953). La teoría de Morse se presentó por primera vez como apéndice a Kelley
(1955) y de manera más detallada en Morse (1965). Comparaciones sistemáticas
entre las diferentes axiomáticas conjuntistas se encuentran en Quine (1969) y
Fraenkel, Bar-Hillel y Levy (1973). Esta última obra incluye una discusión deta-
llada de los axiomas de Zermelo. Moore (1982) está íntegramente dedicada a la
historia del axioma de elección. Van Heijenoort (1967) contiene una traducción
de las principales fuentes históricas de la teoría de conjuntos. Drake y Singh
(1996), Jech (1997) y Levy (2002) son obras avanzadas que muestran cómo se
desarrolla la matemática sobre la base de la teoría de conjuntos. Tiles (1989),
Pollard (1990) y Lavine (1994) ofrecen buenas introducciones a los problemas fi-
losóficos de la teoría. La prueba de la independencia del axioma de elección se
expone detalladamente en Cohen (1966).
Hausdorff (1914) es la primera axiomatización de la topología de conjuntos
de puntos. Hausdorff (1927) ofrece una axiomatización diferente de la misma teo-
ría. Kuratowski (1948) y Kelley (1955) son dos tratados clásicos de topología ge-
neral. Kuratowski (1961) trata la teoría de conjuntos y ofrece una axiomatización
de la topología. Baum (1991) es una presentación breve y precisa de la topolo-
gía de conjuntos de puntos. Munkres (2000) es una obra amplia y actualizada
que también proporciona información detallada sobre la topología algebraica.
Aleksandrov, Kolmogorov y Lavrentev (1969) exponen de manera axiomática
no formalizada las más diversas teorías matemáticas. Allí Kolmogorov presenta la
versión simplificada de su axiomatización del cálculo de probabilidades, que es
la que utilizamos en este capítulo. Von Plato (1994) es un estudio histórico mi -
nucioso de la axiomatización de la teoría de la probabilidad. Fine (1973) es un

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NOTAS BIBLIOGRÁ́FICAS

estudio técnico detallado de las interpretaciones del cálculo de probabilidades.


Gillies (2000) y Mellor (2005) analizan estas interpretaciones desde un punto de
vista filosófico. Earman (1992) y Howson y Urbach (2006) discuten con detalle
la aplicación de la teoría de la probabilidad, en particular del teorema de Bayes,
a la confirmación de hipótesis científicas.
Krantz, Luce, Suppes y Tversky (1971) contiene un tratamiento axiomático
detallado de la teoría de la medición que incluye discusiones filosóficas de diver-
sos aspectos del tema. Narens (1985) desarrolla el mismo enfoque, pero desde
un punto de vista puramente matemático y de nivel más avanzado.

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Ventajas y dificultades
6 del método axiomático

6.1 Introducción
l método axiomático, desde los tiempos de Euclides, tuvo sus realizacio-

E nes más brillantes en el campo de la matemática. No cabe duda de que


se trata de un método apropiado para las ciencias formales en general,
incluyendo aquí a la lógica y a las teorías de los lenguajes artificiales. En prin-
cipio, el procedimiento de axiomatización puede aplicarse también a cualquier
teoría empírica, independientemente de que se la simbolice en algún lenguaje
artificial de tipo lógico-matemático. Veremos, sin embargo, que el empleo del
método axiomático encuentra dificultades de tipo práctico cuando se lo extiende
a las teorías empíricas. Resulta promisorio en el ámbito de las ciencias exactas,
sobre todo en la física teórica, donde predominan las formulaciones en lengua-
je matemático, pero su utilidad se vuelve dudosa en el caso de las ciencias so-
ciales.
Hay dos condiciones que debe satisfacer una teoría o conjunto de teorías pa-
ra que sea susceptible de una axiomatización provechosa. La primera condición
es que la teoría esté suficientemente desarrollada y razonablemente bien esta-
blecida. Esto quiere decir que la teoría dispone ya de un conjunto más o me-
nos amplio de teoremas demostrados, si es una teoría formal, o de leyes e hi-
pótesis bien confirmadas, si se trata de una teoría empírica. No se requiere que
la teoría esté completa ni que sea definitiva, ya que esto es tal vez un ideal
irrealizable, sino que haya alcanzado un cierto grado de madurez. La condición
es ciertamente vaga y su cumplimiento será una cuestión de grado. Está claro,
sin embargo, que dicha condición desaconseja el empleo del método axiomático
cuando las teorías en cuestión se encuentran todavía en sus etapas explorato-
rias. En los contextos de descubrimiento y prosecución de una teoría las hipó-
tesis fundamentales no están todavía precisamente formuladas ni mucho menos
bien confirmadas. La axiomatización prematura de una teoría que recién comien-
za a desarrollarse puede ser contraproducente y resultar un obstáculo para el
proceso de descubrimiento de aspectos aún no conocidos de esa teoría.
La segunda condición es que el lenguaje de la teoría alcance un grado de
precisión suficiente. También esta condición es vaga y su cumplimiento será
cuestión de grado. Admitimos que el lenguaje de la teoría es preciso cuando se

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VENTAJAS Y DIFICULTADES DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

lo puede cuantificar, por ejemplo, introduciendo conceptos métricos (como los


de longitud, masa o temperatura), o bien cuando es posible reducir la ambigüe-
dad y vaguedad introduciendo términos técnicos suficientemente claros o bien
definidos. No obstante, mientras se emplee el lenguaje natural en la formulación
de una teoría habrá una cuota ineliminable de ambigüedad y de vaguedad en
los conceptos. Si el lenguaje de la teoría no es preciso, la axiomatización no re-
sultará útil o directamente será irrealizable. Volveremos más adelante sobre es-
te punto cuando consideremos la aplicación del método axiomático en las cien-
cias naturales y sociales.

6.2 Ventajas generales de la axiomática


El método axiomático presenta muchas ventajas desde el punto de vista teó-
rico. Sin pretensiones de hacer una lista exhaustiva podemos mencionar las si-
guientes: el orden, la claridad, la precisión, la utilidad metateórica y la facilidad
de revisión.
Ante todo, la presentación axiomática ofrece una exposición de la teoría más
sistemática y ordenada que cualquier otra. Una teoría axiomatizada adquiere ri-
gidez estructural y no se la puede modificar a gusto o arbitrariamente sin per-
judicar a la totalidad del sistema. La sistematicidad de un sistema axiomático
hace que cualquier cambio tenga repercusiones muy amplias. Esto no quiere
decir que una teoría axiomática sea definitiva e inmodificable. Por el contrario,
los axiomas son revisables y expuestos a crítica. La base axiomática de una teo-
ría admite expansiones, contracciones y enmiendas. El formato axiomático per-
mite, precisamente, apreciar de manera más clara y exacta cuáles son las con-
secuencias de un cambio en los fundamentos de la teoría.
En segundo lugar, la presentación axiomática de una teoría es la más clara
posible porque muestra de manera exhaustiva cuáles son los fundamentos de
dicha teoría y qué consecuencias se siguen de admitir esos fundamentos. Con
ello se eliminan los supuestos ocultos de cualquier especie, sean formales o no
formales. Además, la estructura de las pruebas se hace totalmente explícita, re-
duciendo al mínimo el uso de la intuición en la evaluación de las demostracio-
nes aceptables.
En tercer lugar, una teoría axiomatizada se vuelve más precisa. Se elimina,
o al menos se reduce notablemente, la ambigüedad y vaguedad de los términos
del lenguaje de la teoría. También las pruebas se hacen más precisas, disminu-
yendo el riesgo de aceptar demostraciones inválidas.
En cuarto lugar, las teorías axiomatizadas admiten un estudio metateórico ri-
guroso. Se hace más fácil determinar de una manera precisa y rigurosa si po-
seen o no las propiedades de consistencia, completitud y las demás que hemos
caracterizado antes. En caso de que no sea posible probar la consistencia abso-

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VENTAJAS GENERALES DE LA AXIOMÁ́TICA

luta de una teoría (como de hecho sucede en la mayoría de los casos), el for-
mato axiomático reduce las posibilidades de llegar a una contradicción en la
teoría. Ello es así porque tanto los supuestos como las pruebas se mantienen
bajo el máximo control posible. Por supuesto, como ya hemos observado, esto
no garantiza que la teoría esté libre de contradicciones. En las teorías no axio-
matizadas, en cambio, las pruebas metateóricas son mucho más difíciles y a ve-
ces poco precisas. Además, la probabilidad de incurrir en inconsistencias es mu-
cho más alta.
Desde el punto de vista metateórico, una ventaja importante del método
axiomático, que merece una consideración aparte, es que permite determinar
con claridad cuáles son las relaciones lógicas entre dos o más teorías. Si las
teorías en cuestión están axiomatizadas resulta más fácil compararlas porque su
estructura está definida con precisión. Podemos distinguir al menos cuatro rela-
ciones interteóricas importantes: la equivalencia, la reducción, la unificación y la
extensión de teorías. En un sentido intuitivo decimos que dos teorías son equi-
valentes cuando implican el mismo conjunto de enunciados. Igualmente, deci-
mos que una teoría se reduce a otra cuando la primera resulta deducible de la
segunda, pero no a la inversa. También decimos que dos o más teorías son uni-
ficadas por una tercera teoría más general cuando ésta permite deducir a las
otras, pero no se da la inversa. Por último, decimos que una teoría es una ex-
tensión de otra si la segunda es una subteoría de la primera. La axiomatización
nos permite caracterizar con más precisión y generalidad estos conceptos.
Si dos teorías T1 y T2 están axiomatizadas es posible determinar de una ma-
nera en principio efectiva:

i) Si T1 y T2 son lógicamente equivalentes, es decir, dos formulaciones di-


ferentes de la misma teoría.

ii) Si T1 es reducible a T2, o a la inversa.

iii) Si T1 y T2 resultan unificadas por otra teoría más general T3.

iv) Si T1 es una extensión de T2, o a la inversa.

Equivalencia entre teorías


◊ T1 y T2 son teorías equivalentes si y sólo si a) los términos primitivos de
T1 son definibles mediante los primitivos de T2, y los primitivos de T2 son de-
finibles mediante los primitivos de T1; b) los axiomas de T1 son deducibles de
los axiomas de T2, y los axiomas de T2 son deducibles de los de T1.

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VENTAJAS Y DIFICULTADES DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

Las teorías que son lógicamente equivalentes no son en realidad teorías di-
ferentes, sino formulaciones diferentes de la misma teoría. Podemos, entonces,
definir a una teoría en general como la clase de equivalencia de todas sus for-
mulaciones.

Reducción entre teorías


◊ Una teoría T1 se reduce a otra teoría T2 si y sólo si los términos primiti-
vos de T1 son definibles mediante los primitivos de T2, y los axiomas de T1 son
deducibles de los axiomas de T2.

Las teorías equivalentes son reducibles una a la otra. Sin embargo, el caso
más interesante de reducción entre teorías es aquél en que la teoría reducida
no es equivalente a la teoría reductora.

Unificación de teorías
◊ Una teoría T3 unifica a otras dos teorías T1 y T2 si y sólo si T1 y T2 se
reducen ambas a T3.

Si T1, T2 y T3 son lógicamente equivalentes la unificación es trivial. El caso


más interesante de unificación es aquél en el cual la teoría unificadora (T3) no
es equivalente a ninguna de las teorías unificadas, ni tampoco a la conjunción
de éstas (T1 y T2).

Extensión de teorías
◊ Dada una teoría T1 formulada en un lenguaje L1 y otra teoría T2 formula-
da en un lenguaje L2, T2 es una extensión de T1 si y sólo si T1 ⊆ T2.

Si T2 es una extensión de T1, se dice que T1 es una subteoría de T2. Se


sigue de la definición que acabamos de dar que toda teoría es una extensión de
sí misma y que todas las teorías lógicamente equivalentes son extensiones unas
de otras. Estos casos se conocen como extensiones impropias. Como es evi-
dente, las extensiones interesantes son aquellas que se dan entre teorías que no
son equivalentes, a las que se llama extensiones propias. En tal caso, una teoría
T2 que es una extensión propia de otra teoría T1 contiene todos los teoremas
de T1 y, además, un número infinito de teoremas nuevos, es decir, de teoremas
que no pueden probarse en T1. La extensión propia de una teoría no garantiza
la conservación de la consistencia, esto es, si T1 es consistente, no se sigue que
T2 lo sea.

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VENTAJAS GENERALES DE LA AXIOMÁ́TICA

Una noción especial de extensión de teorías es la llamada extensión conser-


vativa, cuya definición es la siguiente:

◊ Dada una teoría T1 formulada en un lenguaje L1 y otra teoría T2 formu-


lada en un lenguaje L2, T2 es una extensión conservativa de T1 si y sólo si a)
T1 ⊆ T2 y b) para toda fórmula χ del lenguaje L1, si T2 ⵫ χ, entonces, T1 ⵫ χ.

Una extensión conservativa de una teoría T1 es otra teoría T2 en la cual no


se pueden demostrar teoremas nuevos formulados en el lenguaje de T1. Así,
cualquier fórmula bien formada del lenguaje de T1 que sea teorema en T2 ya es
un teorema de T1. Las extensiones conservativas de una teoría se obtienen
enriqueciendo el vocabulario de dicha teoría con nuevos términos. Así, por
ejemplo, la aritmética de primer orden con adición y multiplicación es una
extensión conservativa de la aritmética de primer orden con adición. También
se sigue de la definición dada que toda teoría es una extensión conservativa de
sí misma y que todas las teorías lógicamente equivalentes son extensiones con-
servativas unas de otras. La extensión conservativa de una teoría garantiza la
preservación de la consistencia. Es decir, si T2 es una extensión conservativa de
T1 y T1 es consistente, entonces, T2 también es consistente. La razón de ello es
que si T2 fuera inconsistente, se podrían demostrar en ella todas las fórmulas
bien formadas de su lenguaje, incluso aquellas expresadas exclusivamente en el
lenguaje de T1 pero que no son teoremas de T1. Así, el hecho de probar que
una teoría T2 es una extensión conservativa de otra teoría T1 implica ofrecer una
prueba relativa de la consistencia de T2 respecto de T1, ya que se habrá proba-
do que si T1 es consistente, entonces, T2 también lo es (véase el Apéndice 1).

Dado un sistema axiomático S1, se obtiene una extensión interesante S2


agregando a S1 nuevos axiomas, siempre que esos axiomas sean independientes
y el sistema extendido S2 no sea inconsistente. La condición de consistencia es
obvia. Por su parte, la condición de independencia de los nuevos axiomas ase-
gura que el sistema extendido S2 no es lógicamente equivalente al sistema de
partida S1. Así, por ejemplo, la teoría axiomática de los anillos es una extensión
de la teoría axiomática de grupos, dado que se obtiene agregando nuevos axio-
mas a la teoría de grupos sin eliminar ninguno. Frecuentemente, las extensio-
nes de esta clase requieren que el lenguaje sea enriquecido mediante la intro-
ducción de nuevos términos. El lenguaje de la teoría de los anillos es, en efec-
to, más rico que el de la teoría de grupos porque contiene nuevos términos pri-
mitivos (véase el Capítulo 3.3 y 3.4).
El caso más interesante de una extensión se produce entre teorías axiomati-
zadas que, además de no ser equivalentes, no tienen axiomas en común, o bien,
si tienen algunos, el conjunto de los axiomas que comparten no es igual al con-
junto de los axiomas de ninguna de las teorías en cuestión. En estas circunstan-

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VENTAJAS Y DIFICULTADES DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

cias, no resulta evidente el hecho de que una sea la extensión de la otra. La


prueba de que ello es así constituye un auténtico descubrimiento matemático.
Un descubrimiento de esta clase se produjo, por ejemplo, en la teoría de con-
juntos cuando se probó que el sistema axiomático de Von Neumann, Bernays
y Gödel es una extensión conservativa del sistema axiomático de Zermelo y
Fraenkel (véase el Capítulo 5.2).

Finalmente, una teoría axiomatizada es mucho más fácil de revisar o modi-


ficar, en el sentido general de agregarle o quitarle proposiciones, que una teo-
ría no axiomatizada. Supongamos que una teoría T implica una fórmula χ que
es lógicamente inconsistente. En tal caso, obviamente, desearemos eliminar χ
de la teoría T. Eso, sin embargo, no es tarea sencilla. Dado que T, como toda
teoría, es cerrada desde el punto de vista lógico, no podremos eliminar χ a me-
nos que eliminemos también todas las fórmulas de T que implican a χ. Si T no
es una teoría axiomatizada, no está claro cuáles son las fórmulas que deben eli-
minarse. En principio, será necesario examinar todas las fórmulas de T, o, al
menos, un número muy grande de ellas. En cambio, si T está axiomatizada, sa-
bemos con certeza que χ está implicada por los axiomas de esa teoría. Pode-
mos, entonces, proceder directamente a revisar la base axiomática de la teoría,
lo que, evidentemente, simplifica mucho las cosas. Por cierto, no podemos sa-
ber de antemano cuál o cuáles son los axiomas que implican a χ, pero, gene-
ralmente, no es muy difícil examinarlos a todos. No es muy probable que sea
necesario eliminar o reemplazar a todos los axiomas de una teoría. La razón de
ello es que siempre que un conjunto de fórmulas Γ implica a una fórmula χ,
existe un subconjunto ∆ de fórmulas de Γ que también implica a χ. En algunos
casos, ∆ será igual a Γ, pero a menudo será un subconjunto propio de Γ. En
el caso de una teoría axiomatizada T, ello significa que, por lo general, una fór-
mula cualquiera χ de T no estará implicada conjuntamente por todos los axio-
mas de T, sino sólo por algunos. Si la teoría tiene pocos axiomas, puede suce-
der que la fórmula que deseamos eliminar esté implicada por todos ellos. Cuan-
do se presenta esa situación, es necesario reexaminar toda la base axiomática
de la teoría. Sin embargo, la probabilidad de que ello ocurra es tanto menor
cuanto más axiomas tenga la teoría. En ese caso, hay que identificar a los axio-
mas que implican a la fórmula inconsistente y eliminar o reemplazar al menos
uno de ellos. Con un poco de suerte, la revisión sólo afectará a uno o unos po-
cos axiomas. El resto de la base axiomática de la teoría, podrá, entonces, con-
servarse sin cambios. La división de los axiomas de una teoría en grupos, co-
mo hiciera Hilbert (véase el Apéndice 2.12), facilita mucho la revisión de la ba-
se axiomática. Frecuentemente, la fórmula que queremos eliminar estará impli-
cada por un solo grupo de axiomas, por lo que los demás grupos podrán man-
tenerse intactos.

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VENTAJAS GENERALES DE LA AXIOMÁ́TICA

Una vez que se han identificado los axiomas que conjuntamente implican
una fórmula inconsistente, es necesario eliminar al menos uno de ellos para
desactivar dicha implicación y restaurar la consistencia de la teoría. Aquí se pre-
sentan muchos cursos de acción lógicamente posibles, ya que no hay una única
manera de modificar un determinado conjunto de axiomas. En principio,
cualquiera de esos axiomas puede reemplazarse por otro, o bien retirase sin
reemplazo alguno. Por lo general, se trata de conservar la mayor parte de la
teoría previamente disponible y de efectuar los cambios que den lugar a la
teoría más simple posible. Sin embargo, estos criterios de conservadurismo y
simplicidad no siempre son claros y precisos ni determinan el cambio de la
teoría de una manera unívoca.
Es importante hacer dos aclaraciones respecto de la revisión de teorías
axiomatizadas. En primer lugar, toda modificación de una teoría T1 que consista
en agregar o quitar al menos algún axioma de dicha teoría, dará siempre como
resultado otra teoría T2. Si se han eliminado axiomas de T1, ocurrirá que T2 ⊆
T1, es decir, se producirá una contracción de T1 y obtendremos una subteoría de
T1. Si en cambio, se agregan nuevos axiomas a T1, ocurrirá que T1 ⊆ T2, es
decir, se habrá realizado una expansión de T1 que nos dará como resultado una
extensión de T1, que puede ser propia o impropia, y conservativa o no. Cuando
se reemplaza algún axioma de T1, o sea, cuando se elimina algún axioma y se
agrega otro diferente, se ha hecho una revisión de T1. Si la teoría resultante
es lógicamente equivalente a la inicial (con lo cual ocurrirá que T1 ⊆ T2 y T2
⊆ T1) el resultado no será una nueva teoría, sino una mera reformulación de
T1, a la que se habrá dotado de otra base axiomática. En cambio, se produce
una revisión de T1 en sentido estricto, cuando la teoría resultante T2, no es una
reformulación, ni una contracción, ni una extensión de T1. Esta situación, típi-
camente, se presenta si se agregan axiomas que son lógicamente independi-
entes de los que se eliminan. Las dos teorías T1 y T2 tendrán, no obstante, una
subteoría T3 en común (es decir, T3 ⊆ T1 y T3 ⊆ T2), esta es la teoría que con-
siste en el conjunto de las consecuencias lógicas de los axiomas que T1 y T2
comparten.
En segundo lugar, suponiendo que T1 sea consistente, la expansión o la
revisión en sentido estricto de esa teoría generalmente no garantizan la consis-
tencia de la nueva teoría T2, salvo en el caso de que ésta sea una extensión
conservativa de la primera. Sólo la contracción de T1 nos asegura que obten-
dremos otra teoría consistente, ya que se trata de una subteoría de ésta. Las
expansiones y revisiones de la base axiomática de una teoría, en cambio, son
siempre mucho más riesgosas porque acarrean el peligro de caer en inconsis-
tencias. En verdad, nunca podemos conocer la totalidad de las proposiciones
nuevas que introducimos en una teoría cuando expandimos o revisamos su ba-
se axiomática. Ello es así por el simple hecho de que cualquier axioma tiene

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VENTAJAS Y DIFICULTADES DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

infinitas consecuencias lógicas por sí mismo y, además, da lugar a nuevas con-


secuencias lógicas cuando se lo pone en conjunción con otros axiomas. En es-
te juego con el infinito siempre es posible encontrar contradicciones inespera-
das. El juego es aun más interesante porque raramente sabemos que la teoría
de la que partimos, T1 en este caso, es consistente.
Algunos autores, por ejemplo Bunge (1973) y Suppes (1993), sostienen que
una de las ventajas del método axiomático es su valor heurístico, es decir, su
aplicabilidad como instrumento para descubrir nuevos conocimientos. Creo que
esta afirmación debe tomarse con cautela y exige algunas matizaciones. Es in-
dudable que una vez que se dispone de una buena axiomatización de una teo-
ría es posible que se descubran teoremas que no se conocían antes de que di-
cha teoría fuera axiomatizada. Esto ha ocurrido efectivamente en muchos domi-
nios de la matemática y de la física. Sin embargo, la creación de una teoría no-
vedosa raramente se produce mediante el empleo del método axiomático. Si re-
corremos, por ejemplo, la historia de la matemática, encontramos que la mayor
parte de las teorías más originales, tales como la geometría analítica o el cálcu-
lo infinitesimal, no surgieron como resultado de la aplicación del método axio-
mático. No parece, entonces, que la axiomática tenga demasiado valor heurísti-
co para la creación o invención de teorías novedosas. Por otra parte, es eviden-
te que se puede emplear exitosamente para descubrir las consecuencias lógicas
de una teoría ya conocida y axiomatizada.

6.3 Dificultades generales de la axiomática


Las dificultades del método axiomático, al menos en el ámbito de las cien-
cias formales y exactas en general, son principalmente de tipo práctico. Hemos
dicho que la axiomática tiene ventajas incuestionables desde el punto de vista
teórico, pero puede ocurrir que éstas impliquen desventajas prácticas en el uso
y aplicación de una teoría. La axiomatización de una teoría puede en algunos
casos ser desventajosa en la simplicidad, en la facilidad de trabajo o aplicación
y en la enseñanza de dicha teoría.
Suponiendo que una teoría ha alcanzado el grado de precisión y desarrollo
suficientes como para que pueda axiomatizarse de manera adecuada, el resulta-
do de la axiomatización no necesariamente será una versión más simple de la
teoría. Hay teorías que no pueden axiomatizarse mediante un número reducido
de axiomas, sino que requieren un conjunto de 20, 30 o más axiomas (o esque-
mas de axiomas) diferentes. Por otra parte, tampoco es posible en todos los ca-
sos que los axiomas sean breves y claramente comprensibles o intuitivos; a ve-
ces es necesario emplear axiomas largos y complicados. Cuando estas dos situa-
ciones se combinan, la teoría axiomatizada se vuelve menos simple y fácil de
comprender que la versión intuitiva y no axiomatizada de dicha teoría. Un buen

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DIFICULTADES GENERALES DE LA AXIOMÁ́TICA

ejemplo de esta situación lo proporciona la teoría de conjuntos. La versión lla-


mada intuitiva (o ingenua) que G. Cantor ofreció por primera vez tiene unos
puntos de partida muy simples (los principios de comprensión y extensionali-
dad) y resulta muy fácil de entender y de desarrollar. La versión axiomática de
la teoría de Cantor, creada por Zermelo y perfeccionada por Fraenkel, (como ya
vimos en el Capítulo 5.2) requiere un mínimo de 9 axiomas y algunos de ellos,
como el célebre axioma de elección, expresados en un lenguaje formalizado son
complicados y no muy intuitivos. Las demostraciones de los principales teore-
mas de la teoría de conjuntos también resultan menos simples en la versión
axiomática que en la versión intuitiva. Por estas razones casi siempre se prefie-
re esta última para iniciar al principiante.
El desarrollo axiomático de una teoría es siempre mucho más riguroso y
preciso que el que pueda proveer cualquier formulación no axiomatizada de esa
misma teoría. Sin embargo, la versión axiomatizada puede no ser la más prácti-
ca para el trabajo o la aplicación de la teoría. Esto sucede casi siempre con las
teorías físicas. Cuando el interés del físico es hacer cálculos concretos para apli-
car la teoría al mundo físico, prefiere emplear de manera intuitiva las ecuacio-
nes de la teoría y no desarrollar pruebas formalizadas. Trabajar con una teoría
axiomatizada sería en este caso un obstáculo que haría todos los cálculos más
lentos y trabajosos. En la práctica, todos los físicos trabajan con formulaciones
no axiomáticas de las teorías, incluso cuando existan axiomatizaciones disponi-
bles.
Finalmente hay que mencionar las desventajas pedagógicas del método axio-
mático. El estudio de una teoría axiomatizada exige madurez intelectual y capa-
cidad de pensamiento abstracto. También es recomendable, y a veces indispen-
sable, un cierto conocimiento previo de la teoría en cuestión. Por estas razones,
el estudiante que se inicia en el conocimiento de una teoría encuentra mucho
más fácil y accesible una presentación intuitiva e informal que una axiomatiza-
da. Cualquiera puede comprobarlo tomando un texto elemental de teoría axio-
mática de conjuntos y comparándolo con otro donde los mismos resultados se
exponen de manera informal. Cuando una teoría admite una presentación axio-
mática simple, como ocurre con la teoría matemática de la probabilidad (que ex-
pusimos en el Capítulo 5.4), es posible pasar rápidamente de la versión intuiti-
va a la versión axiomatizada. En cambio, cuando la teoría axiomática es comple-
ja, como en el caso de las teorías físicas, se requerirá un largo entrenamiento
previo con el enfoque intuitivo de la teoría. En general, la presentación prema-
tura de una teoría axiomática resultará árida y pedagógicamente contraprodu-
cente para los estudiantes y bastante frustrante para los propios docentes.
Todas estas desventajas prácticas del método axiomático deben evaluarse se-
gún el contexto. En todos aquellos ámbitos en los que se requiere máxima pre-
cisión, claridad conceptual y rigor deductivo, el empleo de teorías axiomatizadas

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VENTAJAS Y DIFICULTADES DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

es preferible y compensa con creces cualquier desventaja práctica. Esta es la si-


tuación que se presenta en la investigación teórica avanzada de teorías bien de-
sarrolladas. El método axiomático también es particularmente útil cuando surgen
problemas conceptuales o inconsistencias en la teoría y se hace necesario revi-
sar la fundamentación misma de todo el sistema teórico. Al respecto, el desarro-
llo de la teoría de conjuntos proporciona un caso histórico ejemplar. En cambio,
hay contextos en los que no se requiere demasiada precisión, como en la ense-
ñanza elemental, donde el exceso de detalles, de profundidad o de preciosismos
es más bien un obstáculo para la comprensión. Algo similar ocurre con las apli-
caciones de una teoría, para las cuales no es necesario más rigor que el que la
práctica impone. También hay contextos donde la claridad y la precisión extre-
mas no son posibles, como sucede en el contexto de descubrimiento de una teo-
ría novedosa o que se halla en sus primeras etapas de desarrollo.

6.4 El método axiomático en las ciencias formales


A partir de todo lo que se ha expuesto anteriormente es evidente que el mé-
todo axiomático tiene más ventajas que dificultades en el campo de las ciencias
formales. Sin embargo, existen algunas razones por las cuales el formato axiomá-
tico no es siempre el más empleado en la práctica cotidiana de los matemáticos.
Uno de los empleos más extendidos de la axiomática es la definición de de-
terminados conceptos matemáticos mediante la postulación de axiomas. Ya he-
mos visto los ejemplos de las estructuras algebraicas de grupo y anillo. Los res-
pectivos conjuntos de axiomas pueden considerarse como una definición explí-
cita de tales conceptos (véase el Capítulo 3.3 y 3.4).
Otro ejemplo de definición axiomática de un concepto matemático es el de
álgebra de Boole, en la cual se establecen las propiedades de las operaciones en-
tre clases o conjuntos. Aquí tomamos como primitivos a los términos que desig-
nan a un conjunto no vacío de elementos cualesquiera X, a dos operaciones bi-
narias ∪ y ∩ sobre elementos de X, a una operación unaria ∼ sobre elementos
de X, y a dos elementos distinguidos (del conjunto X) 1 y 0. Con estos elemen-
tos podemos definir un álgebra de Boole de la siguiente manera:

◊ Dado un conjunto no vacío X, dos operaciones binarias ∪ y ∩ sobre ele-


mentos de X, una operación unaria ∼ sobre elementos de X, y dos elementos
distinguidos 1 y 0 del conjunto X; Z = {X, ∪, ∩, ~, 1, 0} es un álgebra de Boo-
le si y sólo si cumple con los siguientes axiomas:

Ax1. A ∪ B = B ∪ A.
Ax2. A ∩ B = B ∩ A.

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EL MÉTODO AXIOMÁ́TICO EN LAS CIENCIAS FORMALES

Ax3. A ∪ (B ∪ C) = (A ∪ B) ∪ C.
Ax4. A ∩ (B ∩ C) = (A ∩ B) ∩ C.

Ax5. A ∪ (B ∩ C) = (A ∪ B) ∩ (A ∪ C).
Ax6. A ∩ (B ∪ C) = (A ∩ B) ∪ (A ∩ C).

Ax7. A ∪ 0 = A.
Ax8. A ∩ 1 = A.

Ax9. A ∪ ~A = 1.
Ax10. A ∩ ~A = 0.

Los diez axiomas están reunidos en cinco grupos. Los primeros tres grupos
de axiomas expresan, respectivamente, las propiedades conmutativa, asociativa y
distributiva de las operaciones ∪ y ∩. El cuarto grupo afirma la existencia de 1
y 0 como elementos distinguidos del conjunto X (pero no dice que sean únicos;
esto es algo que debe probarse como teorema). Finalmente, el quinto grupo es-
tablece las propiedades de la operación ~. Un modelo de este formalismo abs-
tracto lo proporciona la teoría de conjuntos. Para obtenerlo, interpretamos al
dominio X como el conjunto potencia ℘Z de un conjunto dado Z. Los conjun-
tos A, B, C, ... son, entonces, los elementos de℘Z. A los funtores ∪, ∩, y ~,
los interpretamos como las operaciones de unión, intersección y complemento
entre conjuntos; y a los elementos distinguidos 1 y 0 como la clase universal
(U) y el conjunto vacío (∅), respectivamente. La clase universal no debe enten-
derse aquí en el sentido de Zermelo, sino como el mayor de los conjuntos con-
siderados.
De una manera semejante a esta se definen axiomáticamente muchos otros
conceptos matemáticos importantes, como los de cuerpo y retículo en álgebra y
los de espacio vectorial y espacio de Hilbert en geometría, entre muchos otros.
Ello puede comprobarse consultando las correspondientes entradas en cualquier
diccionario de matemática. Lo que así se ha definido es un predicado, como
“grupo” o “álgebra de Boole”, que luego será aplicable a determinados objetos
matemáticos.
Se advierte en estos ejemplos que no se trata de teorías axiomáticas comple-
tamente formalizadas. Por lo general se presupone a la teoría intuitiva de con-
juntos como lógica subyacente y se aplica de manera informal un número muy
amplio de reglas de inferencia. También se presupone en las pruebas una por-
ción relativamente amplia de la matemática básica, como por ejemplo la aritmé-

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VENTAJAS Y DIFICULTADES DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

tica elemental. Esta axiomatización informal de teorías es característica de la


práctica de los matemáticos en su trabajo cotidiano. Resulta particularmente
simple y útil cuando no se está interesado en la fundamentación rigurosa de las
teorías y se trabaja en el ámbito de teorías bien establecidas y relativamente se-
guras, donde hay menos riesgo de encontrarse con inconsistencias. El empleo
de teorías axiomáticas completamente formalizadas tiene desventajas prácticas
en este contexto. Las teorías resultan más complicadas, los enunciados más ex-
tensos y difíciles de escribir y las demostraciones más largas y laboriosas.
Cuando se trata de teorías que no se pueden formalizar en un lenguaje de pri-
mer orden la complejidad de la axiomática formalizada aumenta notablemente
(aunque pueden obtenerse algunas ventajas metateóricas, tales como la catego-
ricidad de la teoría). Aquí las ventajas de emplear una axiomatización informal
mediante el lenguaje de la teoría intuitiva de conjuntos son más evidentes.
Ahora consideremos brevemente el uso del método axiomático en la lógica
matemática. Desde el punto de vista histórico, los primeros sistemas de lógica
de primer orden, como los de Frege (1879; reproducido en el Apéndice 2.10),
Whitehead y Russell (1910) o Hilbert y Ackermann (1928), se formularon de
manera axiomática y en lenguaje formalizado. Este hecho facilitó sin duda el es-
tudio metateórico de dichos sistemas, que tuvo amplios desarrollos en las déca-
das de 1920 y 1930. Sin embargo, estos sistemas axiomáticos presentan dificul-
tades prácticas a la hora de aplicarlos a la demostración de teoremas. General-
mente, si se los formula con esquemas de axiomas, emplean una sola regla de
transformación (el modus ponens o regla de separación), por lo cual las demos-
traciones se vuelven difíciles y extensas, requiriendo una buena cuota de inge-
nio para encontrar las sustituciones adecuadas en los axiomas. El sistema de ló-
gica proposicional de Lukasiewicz, que presentamos en el Capítulo 2.3, es un
buen ejemplo de estas dificultades.
En 1934 G. Gentzen y S. Jáskowski descubrieron, de manera independiente,
que es posible formular la lógica de primer orden prescindiendo de axiomas y
empleando únicamente reglas de transformación. Todas las fórmulas lógicamen-
te verdaderas del cálculo de primer orden se pueden probar como teoremas a
partir del conjunto vacío de axiomas utilizando un conjunto suficientemente am-
plio de reglas de inferencia. Esta idea se desarrolló originando los métodos lla-
mados de deducción natural, que tienen indudables ventajas prácticas y pedagó-
gicas sobre los de deducción axiomática. De hecho, la mayoría de los libros ele-
mentales sobre lógica de primer orden adoptan algún sistema de deducción na-
tural. Como tales sistemas contienen un número elevado de reglas de inferen-
cia (diez, doce o más), la demostración de teoremas se facilita notoriamente.
Podemos resumir nuestra discusión diciendo que el método axiomático for-
mal se utiliza ampliamente en la matemática y las ciencias formales, pero no
esencialmente en el contexto de descubrimiento de nuevas teorías, sino en el

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EL MÉTODO AXIOMÁ́TICO EN LAS CIENCIAS NATURALES Y SOCIALES

de justificación, presentación sistemática e investigación metateórica. Por cier-


to, ello no significa que la axiomatización de una teoría no sea también útil co-
mo método de descubrimiento de partes todavía desconocidas de la teoría. En
algunos casos, la axiomatización se ha revelado como un instrumento de nota-
ble poder heurístico. Pero generalmente no es aplicable en los estadios explo-
ratorios, cuando deben conjeturarse las hipótesis fundamentales La gran mayo-
ría de las veces la axiomatización de las teorías es de tipo informal, en razón
de la mayor simplicidad y facilidad de este procedimiento. Esto no significa
que se abandone la concepción formal del método axiomático, sino simplemen-
te que la teoría axiomática se introduce mediante un lenguaje no formalizado.
La formulación de teorías en lenguaje completamente formalizado es más com-
plicada y difícil, reservándose sobre todo para el estudio de teorías fundamen-
tales, como la lógica y la teoría de conjuntos, o para los ámbitos de investiga-
ción metateórica.

6.5 El método axiomático


en las ciencias naturales y sociales
Para finalizar nuestro estudio, consideremos brevemente la aplicación del
método axiomático fuera del ámbito de las ciencias matemáticas y formales, o
sea, en el dominio de las ciencias empíricas. Nos limitaremos a algunos comen-
tarios sin presentar el contenido de ningún sistema en particular. Aquí la situa-
ción es diferente según se trate de las ciencias naturales o de las ciencias so-
ciales y la filosofía.
En general, una teoría empírica axiomatizada tiene dos elementos diferentes:
a) un formalismo puramente sintáctico, y b) una semántica para ese formalismo.
En a) se encuentran todos los componentes de un sistema axiomático formal
que ya hemos estudiado. Pero, obviamente, este sistema puramente sintáctico
no es una teoría empírica. En b) se encuentran las reglas semánticas que dan
significados a los términos de a), es decir, la interpretación del formalismo de
la teoría. Si se trata de una teoría física, la interpretación especificará un domi-
nio de objetos o eventos físicos, y asignará individuos de este dominio a las
constantes individuales del formalismo, así como propiedades y relaciones físi-
cas entre estos objetos a los predicados primitivos del formalismo y funciones a
los funtores. Una teoría empírica axiomatizada no es un sistema formal carente
de significado, sino un sistema interpretado. Los axiomas de esta clase de teo-
rías no son fórmulas sin significado, sino enunciados significativos que tienen
un valor de verdad. Por cierto, las interpretaciones que hacen falsos a los axio-
mas de una teoría no tienen especial interés científico o cognoscitivo, de modo
que las reglas semánticas de b) deben especificar un modelo del formalismo a).
Así, por ejemplo, una teoría física axiomatizada deberá ofrecer un formalismo y

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VENTAJAS Y DIFICULTADES DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

un modelo físico de ese formalismo; una teoría biológica axiomatizada especifi-


cará, a su vez, un formalismo y un modelo biológico de ese formalismo. En
esos modelos los axiomas son enunciados verdaderos. Ello no implica, sin em-
bargo, que sean verdades evidentes al modo clásico, ni siquiera verdades cono-
cidas como tales. Se los concibe más bien como hipótesis, cuya verdad no se
afirma categóricamente ni se conoce con certeza, sino que se postula provisoria-
mente con el fin de deducir otros enunciados de ellas. En suma, una teoría em-
pírica axiomatizada es un sistema hipotético-deductivo de proposiciones, en el
cual las hipótesis fundamentales desempeñan el papel de axiomas.
La extensión más razonable del método axiomático se encuentra indudable-
mente en el campo de la física teórica. Las teorías bien establecidas de la físi-
ca fundamental, como la mecánica newtoniana de partículas o la teoría de la re-
latividad especial, han alcanzado un grado de desarrollo y precisión suficientes
como para admitir un tratamiento axiomático. Como señalamos en el Capítulo 1,
en 1909 G. Hamel y C. Carathéodoty axiomatizaron, respectivamente, la mecá-
nica clásica y la termodinámica, dos teorías que en ese momento se encontra-
ban ya bien establecidas. Más notable es el hecho de que en 1914 A. A. Robb
consiguiera ofrecer en su libro A Theory of Time and Space una axiomatización
precisa de la concepción del espacio-tiempo de la relatividad especial (el llama-
do espacio-tiempo de Minkowski). La teoría de la relatividad especial todavía no
se consideraba bien confirmada empíricamente para esa fecha, pero el logro de
Robb se comprende dada la precisión conceptual y la completitud con las que
Einstein presentó su teoría en 1905, y, además, en razón de la existencia de una
formulación geométrica de la teoría en términos de espacio-tiempo, que H. Min-
kowski descubrió en 1908.
El enfoque axiomático formalizado de las teorías físicas es el más preciso,
pero tiene indudables desventajas prácticas. La axiomatización de las teorías físi-
cas generalmente es más difícil y complicada que la de las teorías matemáticas.
Con frecuencia es necesario emplear un lenguaje formal de segundo orden, o de
orden superior, ya que la lógica de primer orden resulta insuficiente. En tales
casos, el uso de lógicas de segundo orden o de teorías axiomáticas de conjun-
tos hace que el sistema formal resultante sea complicado, con axiomas extensos
y poco intuitivos, y difícil de aplicar a demostraciones concretas. La axiomatiza-
ción informal mediante el lenguaje de la teoría intuitiva de conjuntos resulta mu-
cho más sencilla y clara, aunque necesariamente menos precisa o rigurosa.
Se llama axiomatización informal a aquella que emplea un lenguaje no forma-
lizado y una lógica subyacente no axiomatizada. Obviamente no debe confundir-
se esta idea con la de un sistema axiomático no formal. Se trata, por el contra-
rio, de obtener sistemas formales lo más simple posibles, aprovechando las ven-
tajas del uso de la teoría intuitiva de conjuntos como lógica subyacente y del len-
guaje no formalizado. La axiomatización informal de una teoría consiste en defi-

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EL MÉTODO AXIOMÁ́TICO EN LAS CIENCIAS NATURALES Y SOCIALES

nir explícitamente un predicado conjuntista mediante una lista de axiomas. Este


es un procedimiento usual entre los matemáticos, que, obviamente, no puede
aplicarse a la propia teoría de conjuntos, puesto que la presupone. Ya hemos vis-
to ejemplos de aplicación de este método informal en las definiciones de los con-
ceptos de espacio métrico, álgebra de Boole y espacio de probabilidades. Ahora
tomaremos como ejemplo la definición completa del predicado conjuntista grupo:

◊ X es un grupo si y sólo si existen C y * tales que:

Ax1. X = 〈C, *〉.


Ax2. C ≠ ∅.
Ax3. * = f : C x C → C.
Ax4. Para cada x, y, z ∈ C: ((x * y) * z) = (x * (y * z)).
Ax5. Para cada x, y ∈ C hay un z ∈ C: (x * z = y).
Ax6. Para cada x, y ∈ C hay un z ∈ C: (z * x = y).

Los axiomas Ax1-Ax3 definen los modelos potenciales de la teoría de grupos,


es decir, la clase de las estructuras que son susceptibles de ser grupos. Los
axiomas Ax3-Ax6 (que constituyen el segundo grupo de axiomas para la teoría
de grupos que dimos en el Capítulo 3.2) definen los modelos actuales de la teo-
ría de grupos, es decir, la clase de las estructuras que son efectivamente grupos.
Esta es obviamente una subclase de la clase de los modelos potenciales.
La axiomática formalizada de las teorías físicas no ha tenido hasta el momen-
to grandes realizaciones, al menos comparables a las de las teorías matemáticas.
En cambio, la axiomatización informal mediante un predicado conjuntista se de-
sarrolló mucho más a partir de los trabajos de P. Suppes (1957), dando lugar a
la llamada concepción semántica de las teorías. Otra línea de axiomatización in-
formal, directamente inspirada en la obra de Suppes, es el programa estructura-
lista de J. Sneed (1971) y W. Stegmüller (1973), desarrollado luego por W. Bal-
zer, C. U. Moulines y J. Sneed (1987) y aplicado a diversas teorías empíricas, e
incluso a las ciencias sociales (Balzer 1982). De acuerdo con la concepción es-
tructural de las teorías, una teoría empírica se puede caracterizar como un pre-
dicado conjuntista, tal como el de “grupo”, que acabamos de definir. Mediante
una lista de axiomas es posible, en principio, definir explícitamente predicados
tales como “mecánica clásica de partículas” o “mecánica relativista de partícu-
las”. Una teoría empírica es, entonces, un predicado definido explícitamente me-
diante una lista de axiomas. Este predicado define, a su vez, la clase de los mo-
delos de la teoría, o sea, la clase de las estructuras respecto de las cuales todos

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VENTAJAS Y DIFICULTADES DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

los axiomas de la lista son verdaderos. Los partidarios del programa estructura-
lista consideran que toda teoría empírica se puede reconstruir de esta manera,
mediante la definición de un predicado conjuntista adecuado. No ejemplificare-
mos aquí la axiomatización de teorías empíricas concretas, que resulta algo más
complicada que los ejemplos de teorías matemáticas que hemos dado. Es indu-
dable que los resultados del programa estructural tienen un considerable interés
filosófico y epistemológico, pero su utilidad para las propias ciencias todavía no
es clara. El intento más ambicioso de axiomatización de una teoría física, no pro-
viene del campo de la filosofía de la ciencia, sino del trabajo monumental del fí-
sico G. Ludwig, que en su obra An Axiomatics Basis for Quantum Mechanics
(publicada en dos volúmenes entre 1985 y 1987) trató de reconstruir toda la fí-
sica cuántica de manera axiomática. El resultado es una obra extensa y muy
compleja, que sólo los especialistas están en condiciones de evaluar.
Es un hecho, sin embargo, que la mayor parte de las teorías físicas no se
hallan axiomatizadas, y la comunidad científica de los físicos no parece sentir la
necesidad de hacerlo. Los físicos en la práctica no emplean el método axiomá-
tico ni expresan sus teorías en lenguajes formalizados. Tampoco la enseñanza
de las ciencias físicas sigue este modelo deductivo. Con todo, la axiomatización
es deseable en aquellas teorías cuyo contenido no es completamente claro o cu-
yos fundamentos son debatidos, como es el caso de la mecánica cuántica.
En el campo de las ciencias biológicas, la necesidad de aplicar el método
axiomático no ha parecido urgente, a juzgar por los escasos resultados produci-
dos. J. Woodger publicó en 1937 su libro The Axiomatic Method in Biology, don-
de intentó aplicar la axiomatización formal a diversas partes de la biología, co-
mo la genética clásica. Tiempo después perfeccionó su trabajo en otra obra,
Biology and Language, publicada en 1952. Estos trabajos no tuvieron demasiada
repercusión en la comunidad científica de los biólogos, tradicionalmente ajena al
método axiomático. En 1970 M. Williams presentó una axiomatización de la teo-
ría de la evolución, que tuvo probablemente mucha más influencia en la filoso-
fía de la ciencia que en la biología teórica (Williams 1970). En años recientes
los partidarios del programa estructuralista han buscado aplicar la axiomatiza-
ción informal en diferentes ramas de la biología, pero el éxito de tales esfuer-
zos todavía no ha sido confirmado, al menos en lo que respecta a su utilidad
para la comunidad de los biólogos.
En las ciencias sociales ha habido sólo esporádicos intentos de aplicar el
método axiomático, los más recientes promovidos también por el programa es-
tructuralista. Sería prematuro decir que este método es inaplicable en el campo
de la teoría social, pero en el estadio actual de desarrollo de las teorías de la
sociedad no parece haber grandes perspectivas. Los conceptos de las ciencias
sociales todavía carecen de la precisión necesaria como para permitir el pasaje
de las teorías existentes al estadio axiomático.

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EL MÉTODO AXIOMÁ́TICO EN LAS CIENCIAS NATURALES Y SOCIALES

En el ámbito de la filosofía, la mereología o teoría de los todos y las partes


constituye uno de los pocos ejemplos de aplicación exitosa del método
axiomático. Existen sistemas muy diferentes de mereología, algunos más poten-
tes que otros. Aquí presentaré solamente un sistema básico, denominado mereo-
logía minimal, debido a P. Simons (1987). El sistema emplea un único término
primitivo: el predicado diádico P, habitualmente interpretado como la relación
“ser parte de” entre objetos cualesquiera. La lógica subyacente del sistema es
la lógica de primer orden con identidad y sus axiomas son los siguientes:

Ax1. ∀x (¬ Pxx).

Ax2. ∀xy (Pxy → ¬ Pyx).

Ax3. ∀xyz ((Pxy & Pyz) → Pxz).

Estos tres axiomas establecen que la relación “ser parte de” entre dos obje-
tos cualesquiera es irreflexiva, asimétrica y transitiva. Se trata de la relación de
parte propia respecto de un todo. Los axiomas no son independientes, ya que
el primero se deduce del segundo (en efecto, si una relación es asimétrica tam-
bién debe ser irreflexiva).
Ahora introduciremos por definición el predicado diádico S, que se interpre-
ta usualmente como la relación de superposición entre objetos.

Definición: Sxy =def. ∃z (Pzx & Pzy).

Finalmente, formularemos el último axioma empleando este término definido.

Ax4. ∀xy (Pxy → ∃z (Pzy & ¬ Szx)).

Este axioma se conoce como principio de suplementación porque afirma que


todo objeto tiene partes que no se superponen.
Es posible obtener sistemas de mereología más potentes introduciendo nue-
vos términos definidos y agregando otros axiomas a los anteriores, pero aquí
me conformaré con la presentación de este sistema minimal de mereología, cu-
yos axiomas son sumamente intuitivos.
Para finalizar, podría decirse con seguridad que ya nadie parece pensar en
la posibilidad de emprender proyectos como la Ética de Spinoza, es decir, en la
construcción de un sistema filosófico al modo axiomático. La situación en mu-
chos aspectos es similar a la de las ciencias sociales. Pero, además, cabe pre-
guntarse si el método axiomático es apropiado para la naturaleza crítica de la

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VENTAJAS Y DIFICULTADES DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

investigación filosófica, interesada siempre en elucidar los conceptos fundamen-


tales y cuestionar los supuestos epistemológicos de toda construcción teórica.

6.6 Pensamiento axiomático, intuición y certeza


El método axiomático tradicional, desde sus orígenes griegos hasta antes del
surgimiento de la axiomática formal, siempre ha estado asociado a una concep-
ción fundacionista del conocimiento. La idea tradicional del conocimiento, de
raíces platónico-aristotélicas, es que éste se compone de proposiciones verdade-
ras conocidas como tales y dotadas de una justificación que las hace induda-
bles. Según esta concepción, el conocimiento científico es conocimiento cierto,
esto es, no puede ser falso. Los axiomas de una teoría científica son verdades
de las cuales debemos tener una certeza absoluta. La tradición encontró en la
evidencia de los axiomas el criterio de verdad que los garantizaba como ciertos.
La evidencia de los axiomas se conoce directamente por una suerte de intuición
intelectual que nos hace aprehender su verdad de manera inmediata e induda-
ble. Este ideal fundacionista alcanzó su culminación con la filosofía racionalista
de la modernidad y su sueño nunca realizado de una mathesis universalis.
El surgimiento de las geometrías no euclídeas, que se construyeron a partir
de axiomas nada evidentes, y el desarrollo de teorías matemáticas como la de
los números transfinitos de Cantor, que contenía contradicciones ocultas en
principios aparentemente evidentes, pusieron en crisis la idea de justificación de
los axiomas mediante intuición intelectual y cuestionaron el concepto mismo de
evidencia. De allí surgió el método axiomático formal, y la concepción de los
sistemas axiomáticos como conjuntos de fórmulas sin significado.
El método axiomático formal permite prescindir del requisito tradicional de
evidencia de los axiomas. También dispensa del uso de la intuición en la justi-
ficación de los axiomas, ya que éstos no se justifican de modo alguno. Los axio-
mas de un sistema se eligen libremente y de manera enteramente convencional.
Ello no significa, como ya hemos dicho, que la elección sea puramente arbitra-
ria, como suele decirse a veces. La elección de los axiomas no es arbitraria en
el sentido de que no cualquier conjunto de fórmulas del lenguaje de una teoría
es adecuado para axiomatizar dicha teoría. Si elegimos los axiomas de una teo-
ría mediante algún procedimiento azaroso, lo más probable es que obtengamos
un conjunto de fórmulas completamente inadecuado para construir un sistema
axiomático. Dicho conjunto, si no es directamente inconsistente, resultará insu-
ficiente para deducir todas las proposiciones que se aceptan como verdaderas
en dicha teoría, o siquiera una parte importante de ellas.
Frecuentemente se afirma que la axiomática formal tampoco requiere el em-
pleo de ninguna forma de intuición en la realización de demostraciones de teo-
remas dentro de un sistema formal. Esta afirmación general necesita varias acla-
raciones y sólo resulta válida en un sentido limitado.

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PENSAMIENTO AXIOMÁ́TICO, INTUICIÓ́N, CERTEZA

1. En un sistema formal no se requiere de ninguna forma de intuición para


verificar si una secuencia de fórmulas constituye o no una demostración o una
derivación dentro de ese sistema. Dado el vocabulario, las reglas de formación
y transformación y los axiomas del sistema, la verificación de una prueba es un
asunto puramente mecánico, que sólo depende de la forma de las fórmulas que
componen la secuencia. En principio, siempre es posible programar una compu-
tadora para que realice esta tarea de modo automático.
2. En un sistema formal decidible, la construcción de demostraciones de
cualquier teorema del sistema, o derivaciones de cualquier fórmula, es un pro-
cedimiento mecanizable. Igualmente mecanizable es el proceso de determinar si
una fórmula cualquiera es o no un teorema del sistema. Los sistemas decidibles
están dotados de algún algoritmo general para resolver esta clase de problemas.
También es posible, al menos en principio, construir una máquina para realizar
estas tareas de manera automática. Por esta razón, se puede prescindir de toda
forma de intuición, no sólo para verificar una prueba ya construida, sino tam-
bién para construir una prueba de cualquier teorema todavía no conocido.
3. En los sistemas indecidibles no existe ningún mecanismo de prueba para
toda fórmula del sistema. Por consiguiente, la construcción de una prueba para
un teorema todavía no conocido no se puede mecanizar, y es imposible por
principio inventar una máquina para que pruebe de manera automática cual-
quier teorema del sistema. La construcción de pruebas requiere creatividad, in-
genio y el uso de alguna forma de intuición que permita hallar la ruta hacia la
conclusión deseada. Por cierto, existen procedimientos rutinarios, por ejemplo,
para transformar una fórmula en otra equivalente, pero se necesita de la intui-
ción para determinar cuándo es necesario aplicar alguno de tales procedimien-
tos en el camino hacia una demostración.
4. Por último, el descubrimiento de los axiomas apropiados para una determi-
nada teoría no es mecanizable, por el momento al menos, y requiere de altas do-
sis de intuición creativa. Al axiomatizar una teoría deben elegirse los axiomas
adecuados para representar el conocimiento preexistente capturado por esa teo-
ría. Por ejemplo, los axiomas seleccionados para axiomatizar la geometría elípti-
ca deben ser suficientes como para poder deducir de ellos todos los teoremas
de geometría elíptica ya demostrados de manera no axiomática. No parece ha-
ber reglas infalibles ni mecanismos automatizables para descubrir cuáles serán
los axiomas adecuados. Por otra parte, no existe un único conjunto de tales axio-
mas. Es evidente que en este punto el científico, además de apoyarse en todos
sus conocimientos previos sobre el tema, tiene que hacer uso de alguna forma de
intuición característica del comienzo de todo proceso creativo. Todavía el estudio
de los procesos de descubrimiento científico no ha avanzado lo suficiente como
para describir o explicar esta clase de intuición creadora, por lo que por ahora só-
lo podemos constatar su existencia y su carácter opaco al conocimiento.

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VENTAJAS Y DIFICULTADES DEL MÉTODO AXIOMÁ́TICO

En el manejo de los sistemas axiomáticos formales, sobre todo en los formu-


lados en lenguajes formalizados, se reduce ciertamente el uso de la intuición
humana, pero no se lo elimina del todo.
Por otra parte, no es posible algo así como la formulación de un sistema
axiomático carente de todo supuesto metateórico o de todo supuesto provenien-
te del lenguaje natural. La metateoría de un sistema formal debe introducirse
por medio de algún lenguaje natural, enriquecido a lo sumo con algunos tecni-
cismos, pues de otro modo puede producirse una regresión al infinito de siste-
mas formales. Este hecho limita las posibilidades de precisión de la metateoría.
Desde las convenciones de escritura hasta un cierto grado de ambigüedad y va-
guedad se incorporan inevitablemente a los enunciados metateóricos.
¿Proporciona el método axiomático algún tipo de certeza cognoscitiva? Un
adepto al ideal fundacionista, que durante muy largo tiempo estuvo asociado al
pensamiento axiomático, respondería afirmativamente. Axiomatizar una teoría de
manera satisfactoria equivale, para esta tradición, a encontrar un fundamento
cierto e indubitable para esa teoría. Algunos vestigios de esta concepción per-
duraban todavía en los fundadores de la axiomática formal, especialmente en la
teoría de conjuntos. La propia expresión “fundamentos de la matemática” (toda-
vía en uso) lo revela. Zermelo y los fundadores de la axiomática conjuntista
efectivamente pensaban que la teoría de conjuntos podía ofrecer un fundamen-
to seguro para toda la matemática, especialmente para la aritmética y el análi-
sis. Pronto se hizo común la creencia de que toda la matemática se fundaba en
la teoría de conjuntos. Después de la publicación de los teoremas de Gödel se
hizo claro que este ideal fundacionista era insostenible. La teoría de conjuntos
no era capaz de demostrar su propia consistencia y, por consiguiente, no podía
ofrecer un fundamento seguro para otras partes de la matemática.
Actualmente debemos extender esta lección a todo el pensamiento axiomáti-
co. Una teoría axiomatizada tiene, como hemos visto, muchas ventajas, pero no
proporciona ningún fundamento seguro o indubitable para el conocimiento.
Tampoco es necesariamente más cierta o segura que una teoría no axiomatiza-
da. Los axiomas de una teoría formal son revisables a la luz de los resultados
que se obtengan de ellos, como lo es cualquier hipótesis en general. En princi-
pio, la axiomatización de una teoría siempre se puede mejorar, ya sea reformu-
lando los axiomas de un modo más preciso, o bien reemplazando el conjunto
de sus axiomas por otro conjunto de axiomas más simples o más profundos y
deductivamente más fértiles, o sencillamente por un número menor de axiomas
independientes. No hay manera de que podamos establecer la terminación de
este proceso, lo cual quiere decir que nunca podemos tener la certeza de que
hayamos encontrado la axiomatización final y acabada de una teoría. La mate-
mática, como toda ciencia formal o empírica, es una creación humana y, como
tal, es siempre provisoria e incierta. El método axiomático no nos libera de la
incertidumbre que es propia de todo conocimiento humano.

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NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

Notas bibliográficas
Carnap (1958) y Suppes (2002) ejemplifican la aplicación de la axiomática for-
mal a las ciencias formales y empíricas. Blumenthal (1980) axiomatiza la geome-
tría plana proyectiva, euclídea y no euclídea. Curry (1977) contiene un estudio
original y detallado de los sistemas de deducción natural del tipo de Gentzen.
Smullyan (1995) y Quine (1982) son ejemplos de enfoques modernos no axiomá-
ticos de la lógica. Kelly (1996) combina la presentación axiomática y la deducción
natural. Hughes (1993) contiene diversas reflexiones filosóficas sobre ambos en-
foques de la lógica.
Hilbert (1918) es un manifiesto clásico a favor del método axiomático en la
matemática. Bunge (1973) argumenta extensamente a favor de la aplicación del
método axiomático en las ciencias empíricas. Bunge (1967) axiomatiza numero-
sas teorías físicas. Woodger (1937) y (1952) aplica la axiomatización formal a las
teorías biológicas. Suppes (1957) ejemplifica la axiomatización informal de teorías
mediante un predicado conjuntista con la mecánica clásica de partículas. Sneed
(1971) es la formulación original del estructuralismo. Stegmuller (1973) presenta
de manera más accesible los fundamentos del programa estructuralista de axio-
matización de teorías. Balzer (1982) aplica este programa a diversas teorías em-
píricas, desde la relatividad especial hasta el psicoanálisis freudiano. La obra de
Balzer, Moulines y Sneed (1987) contiene la versión más sistemática del estruc-
turalismo. Suppes (1993) defiende el valor heurístico del método axiomático.
La naturaleza del conocimiento matemático, incluyendo problemas como los de
la intuición, la necesidad y la certeza, es uno de los temas fundamentales de la filo-
sofía de la matemática. Shapiro (2000a) es una clara introducción histórica de carác-
ter general. Benacerraf y Putnam (1983), Hart (1996), Resnik (1997), Shapiro (1997)
y Tymoczko (1998) contienen mucha información adicional sobre el tema. Shapiro
(2000) es un estudio detallado de la lógica de segundo orden y de diversos proble-
mas de filosofía de la matemática relativos a las teorías de orden superior. Shapiro
(2005) es un compendio enciclopédico de la filosofía de la matemática.
Simons (1987) y Casati y Varzi (1999) son dos obras sobre mereología que
adoptan un enfoque axiomático.
Fraïssé (1982) es una reflexión interesante sobre los sistemas axiomáticos y
sus diferencias con los juegos.

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Apéndice 1

Las pruebas de consistencia

abemos que si un sistema formal tiene un modelo, entonces, es consisten-

S te. La manera más natural de encontrar una prueba de consistencia de un


sistema axiomático es, entonces, buscar una interpretación de los térmi-
nos primitivos del sistema en la que resulten verdaderos todos sus axiomas. Con
frecuencia, los sistemas formales no tienen modelos finitos. Las estructuras que
constituyen modelos del sistema contienen un dominio de infinitos elementos.
Consiguientemente, no es posible comprobar la verdad de los axiomas del siste-
ma formal mediante una inspección directa y completa de la estructura, es de-
cir, mediante un número finito de observaciones u operaciones. Por ejemplo, su-
pongamos que I es una interpretación del sistema formal S y que el dominio D
de dicha interpretación es un conjunto de infinitos elementos. Supongamos tam-
bién que el sistema S contiene un axioma de la siguiente forma: Ax1. ∀x (Fx →
Gx). Este axioma afirma que todos los individuos del dominio D si tienen la pro-
piedad F también tienen la propiedad G. Pero dado que D contiene infinitos ele-
mentos, el axioma Ax1 resulta inverificable en ese dominio. Como consecuencia
de ello, no podemos determinar si dicho axioma es verdadero bajo la interpreta-
ción I, de manera que no sabremos si I es o no un modelo de S. Esta es una
limitación importante de las pruebas de consistencia mediante la construcción de
modelos. En efecto, la mayoría de las teorías matemáticas interesantes sólo pue-
den interpretarse con estructuras que tienen un dominio infinito. En esos casos,
resulta indispensable apelar alguna forma de inducción matemática. Así, se debe-
rá probar por inducción que Ax1 es verdadero en D. Esta clase de pruebas será
tan confiable como lo sea el principio de inducción que se utilice.
Hay dos maneras de evitar esta dificultad. La primera es emplear pruebas re-
lativas de consistencia, en las que el modelo de un sistema formal es otro sis-
tema formal previamente conocido, cuya consistencia ha sido probada o se con-
sidera segura. La otra manera es encontrar pruebas absolutas de consistencia
que no procedan mediante la construcción de modelos. Consideremos cada una
de estas estrategias.
Las pruebas relativas de consistencia operan mediante la construcción de un
modelo formal de otro sistema formal, o, más precisamente, una traducción de un
sistema formal a otro. Supongamos que S es el sistema cuya consistencia se quie-
re probar, y T es otro sistema formal ya conocido. Para hallar un modelo de S en
T es necesario asignar como significado a cada término primitivo de S un término

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APÉNDICE 1

del sistema T, de modo tal que a todo teorema de S le corresponda un teorema


de T. Con ello se habrá probado que si el sistema T es consistente, entonces, tam-
bién el sistema S es consistente (Con (T) → Con (S)). La prueba de consistencia
de S es meramente relativa a la consistencia del sistema T. Si la consistencia abso-
luta del sistema T está demostrada, se puede concluir de allí que S también es
consistente. Si la consistencia de T no se conoce, sólo es lícito afirmar que no
puede ocurrir que T sea consistente y, a la vez, S sea inconsistente (pero pueden
ocurrir cualesquiera de las demás posibilidades: que ambos sean inconsistentes,
que ambos sean consistentes y también que T sea inconsistente y S consistente).
Desde el punto de vista histórico las pruebas relativas de consistencia sur-
gieron cuando se estudió la relación entre la geometría euclídea y las diferen-
tes geometrías no euclídeas. Diversos matemáticos trataron de encontrar mode-
los euclídeos de las diferentes geometrías no euclídeas (en realidad no se trata
de modelos en el sentido estricto que hemos definido en el Capítulo 3.1, que se
aplica sólo a sistemas axiomáticos formales, porque las geometrías, euclídea y
no euclídeas, no estaban en ese momento satisfactoriamente axiomatizadas). En
1868 E. Beltrami, en su “Ensayo de interpretación de la geometría no euclídea”,
encontró un modelo euclídeo para la geometría hiperbólica de Lobachevsky,
probando la consistencia de ésta relativamente a la geometría euclídea. Beltra-
mi halló un modelo de la geometría plana hiperbólica en una superficie euclídea
de curvatura constante negativa, que él llamó pseudoesfera. El modelo se obtie-
ne si se identifican las líneas rectas de la geometría hiperbólica con las líneas
geodésicas sobre una pseudoesfera (una línea geodésica puede cracterizarse co-
mo aquella que constituye la menor distancia, o mejor la distancia extrema, mí-
nima o máxima, entre dos puntos). Beltrami tradujo, pues, el término “recta” de
la geometría de Lobachevsky por el término “arco de geodésica sobre una pseu-
doesfera” de la geometría euclídea. Luego, demostró que todos los teoremas so-
bre figuras planas en el espacio hiperbólico resultan también verdaderos en el
plano formado por la superficie de la pseudoesfera. F. Klein en 1871 descubrió,
por su parte, un modelo del plano hiperbólico en el plano proyectivo, ofrecien-
do, en este caso, una prueba de la consistencia relativa de la geometría de Lo-
bachevsky respecto de la geometría proyectiva. Más tarde, en 1895, H. Poinca-
ré construyó otros dos modelos euclídeos para la geometría hiperbólica.
Las pruebas relativas de consistencia sólo son concluyentes cuando la con-
sistencia del sistema formal que sirve como modelo está a su vez demostrada.
Si probamos la consistencia relativa de S respecto de T, y la de T respecto de
otro sistema U, no podemos concluir nada acerca de la consistencia de ningu-
no de estos sistemas a menos que tengamos una prueba absoluta de la consis-
tencia de U, y así sucesivamente. Las pruebas de la consistencia relativa de la
geometría no euclídea respecto de la euclídea no son concluyentes porque no
se ha probado la consistencia absoluta de la geometría de Euclides. Hilbert de-

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LAS PRUEBAS DE CONSISTENCIA

mostró, como hemos visto en el Capítulo 1, la consistencia relativa de la geo-


metría euclídea respecto de la aritmética de los números reales, pero carecía de
una prueba absoluta de la consistencia de la aritmética misma.
Las pruebas absolutas de consistencia se proponen demostrar que un siste-
ma formal no es contradictorio, en el sentido de que no implica teoremas de la
forma χ y ¬ χ (donde χ es una fbf cualquiera), o, de manera equivalente, que
no es inconsistente porque no toda fórmula del lenguaje del sistema se puede
deducir como teorema. Hemos visto que si un sistema formal S es inconsisten-
te, entonces, toda fbf de S es un teorema de S. Por tanto, una prueba absoluta
de la consistencia de S consiste en hallar una fórmula ψ tal que ψ no es un teo-
rema de S. En el caso de la aritmética, una prueba absoluta de consistencia se-
ría probar, por ejemplo, que la fórmula “0 = 1” no es demostrable. Es decir, que
ninguna demostración formal de la aritmética termina con una línea que sea la
fórmula “0 = 1”.
Esta clase de pruebas no apela a la construcción de modelos, ni a la consis-
tencia de algún otro sistema formal. Un ejemplo muy simple es la prueba de
consistencia de la lógica proposicional. Ésta consiste en exhibir una fórmula del
cálculo proposicional que no sea deducible como teorema, por ejemplo, p & q.
Con ello queda demostrado que el sistema no es inconsistente ni contiene con-
tradicciones. ¿Cómo se prueba que p & q no es un teorema de la lógica propo-
sicional? Comprobamos primero que todos los axiomas del sistema son tautolo-
gías o verdades lógicas (disponemos para ello de métodos algorítmicos, como
las tablas de verdad). Luego, se debe probar la corrección de las reglas de
transformación del sistema, es decir, que todo teorema deducido de axiomas
tautológicos es también una tautología. Si el sistema es correcto, ninguna fór-
mula proposicional no tautológica es teorema. Sabemos que p & q no es una
fórmula tautológica (como puede comprobarse mediante una tabla de verdad).
Por tanto, p & q no es un teorema de la lógica proposicional. Con ello la prue-
ba de consistencia queda terminada.
Hilbert y la escuela formalista consideraron que las pruebas absolutas de
consistencia eran las únicas aceptables en la metateoría de los sistemas forma-
les, ya que eran las únicas verdaderamente seguras. La prueba que se requería
con más urgencia era la de la consistencia de la aritmética elemental, porque
muchas pruebas de consistencia relativa, como las de las geometrías euclídea y
no euclídea, eran relativas a la aritmética elemental. El punto de partida debía
ser la axiomatización de la aritmética de los números naturales. Peano había
proporcionado esta axiomatización de la aritmética, que ya mencionamos en el
Capítulo 1 (véase el Apéndice 2.11, para la formulación original y el Capítulo 2.6
para una presentación como teoría de primer orden).
Hilbert y Ackermann consiguieron en 1928 hallar una prueba absoluta de la
consistencia de la lógica de primer orden, pero no pudieron probar la consistencia

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APÉNDICE 1

de la aritmética de Peano. J. Herbrand, por su parte, probó en 1929 la consis-


tencia absoluta de la aritmética de Peano sin el axioma de inducción, es decir,
de un fragmento de la aritmética elemental. Este resultado alentó las esperan-
zas de encontrar una prueba absoluta de la consistencia de toda la aritmética.
Los teoremas de Gödel de 1931 mostraron, sin embargo, que hay dos limitacio-
nes fundamentales para los sistemas axiomáticos como el de Peano, y una de
ellas afecta directamente a las pruebas de consistencia.
El llamado primer teorema de Gödel prueba la incompletitud respecto de la
negación de cualquier sistema axiomático efectivo (esto es, que cumpla con las
cuatro condiciones de efectividad señaladas en el Capítulo 2.6) lo suficientemen-
te rico como para incluir a la aritmética de Peano.

 Primer teorema de Gödel. Todo sistema axiomático consistente S que


incluya a la aritmética de Peano es incompleto respecto de la negación.

El primer teorema de Gödel nos dice que si el sistema es consistente, existe


en el sistema formal alguna fórmula χ, tal que ni χ ni ¬ χ es demostrable, a
menos que se pierda la consistencia, esto es, si χ es demostrable, también lo
es ¬ χ. Consiguientemente, todo sistema axiomático consistente de aritmética
contendrá fórmulas formalmente indecidibles. Este teorema muestra que no es
posible construir un sistema axiomático efectivo que sea a la vez consistente y
completo, y permita formalizar la aritmética elemental. De un modo más gene-
ral, el teorema prueba que las propiedades de axiomatizabilidad, consistencia y
completitud de una teoría matemática son conjuntamente incompatibles. Una
teoría sólo puede tener dos de estas propiedades. Dado que la consistencia es
indispensable, resulta necesario renunciar a alguna de las otras dos.
Generalmente se sacrifica la completitud. En caso de que se quiera obtener una
teoría matemática a la vez consistente y completa, ésta no podrá estar axioma-
tizada, por lo que se perderán todas las ventajas del método axiomático.
El alcance de este resultado se extiende a todos los sistemas axiomáticos
más ricos que la aritmética, como la teoría de conjuntos o las lógicas de orden
superior. En cualquier sistema axiomático de estas características habrá fórmu-
las formalmente indecidibles, esto es, tales que ni una fórmula ni su negación
son teoremas del sistema. Se sigue de ello que, cuando se interpreta de mane-
ra adecuada el lenguaje de un sistema axiomático formal de aritmética, existen
proposiciones aritméticas que son verdaderas pero no son demostrables en el
sistema. Supongamos, en efecto, que Φ y ¬ Φ son fbf del sistema S, tales que
ninguna de las dos es teorema en S. Sin embargo, en cualquier interpretación
del lenguaje de S una de las dos será verdadera y la otra falsa (por el principio
de tercero excluido). Pero dado que ninguna de las dos es demostrable como
teorema en S, resulta que hay verdades matemáticas que no son teoremas de

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LAS PRUEBAS DE CONSISTENCIA

S. Por tanto, en dicho sistema, no son demostrables todas las verdades arit-
méticas. De esta manera, resulta que el conjunto de las proposiciones ver-
daderas de la aritmética no coincide con el conjunto de las proposiciones
demostrables en un sistema axiomático consistente que contenga a la aritméti-
ca. La situación no puede evitarse extendiendo el sistema. Podríamos pensar en
remediar la incompletitud de S agregando la fórmula Φ como axioma de un
nuevo sistema extendido S’, o bien agregando otros axiomas que nos permitan
probar como teorema a Φ (o bien a su negación). Sin embargo, el sistema
extendido resultante también será incompleto respecto de la negación, por lo
que contendrá otras fórmulas que no son teoremas, pero, sin embargo, expre-
san una verdad matemática. La situación se repetirá indefinidamente para
cualquier sistema axiomático consistente que contenga a la aritmética, no impor-
ta cuánto se extienda su base axiomática. En conclusión, el primer teorema de
Gödel implica que no es posible construir un sistema axiomático en el cual
puedan demostrarse todas las verdades matemáticas.
El llamado segundo teorema de Gödel afirma que la consistencia de un sis-
tema axiomático efectivo que incluya a la aritmética de Peano no se puede de-
mostrar dentro del propio sistema:

 Segundo teorema de Gödel. En todo sistema axiomático consistente S que


incluya a la aritmética de Peano, no es demostrable la fórmula Con.(S) que ex-
presa formalmente la consistencia del sistema.

Este resultado tiene un amplio alcance porque vale para cualquier sistema
axiomático, expresado en cualquier lenguaje formalizado, donde las nociones de
símbolo, fórmula, axioma y prueba sean efectivas; sólo se requiere que la arit-
mética de Peano sea expresable en el sistema. Para cualquier sistema de esta
clase, si el sistema es consistente, su propia consistencia no se puede probar
por medio de argumentos que son totalmente formalizables dentro de ese siste-
ma. Por ejemplo, si las teorías axiomáticas de conjuntos ZF y VNBG son con-
sistentes, ninguna prueba de este hecho es realizable en ZF o en VNBG.
Los teoremas de Gödel obligaron a reconsiderar el programa de Hilbert y su
escuela y a debatir la difícil cuestión de cuáles son los tipos de pruebas acepta-
bles en la investigación metateórica. Originalmente Hilbert sólo admitía pruebas
finitarias de consistencia. La caracterización de este tipo de pruebas nunca ha
sido completamente clara, pero en principio son aquellas que permiten estable-
cer por inspección directa y en un número finito de pasos si un objeto posee o
no una determinada propiedad. En el caso de las demostraciones en un sistema
formal, éstas deben ser secuencias finitas de fórmulas de extensión finita. Ade-
más, toda prueba debe tener un número finito de premisas y no apelar nunca,
de manera implícita o explícita, a conjuntos infinitos. Un pasaje bien conocido

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APÉNDICE 1

de Herbrand, en su artículo “Sur la non-contradiction de l’arithmétique” (Journal


für die reine und angewandte Mathematik, 166 (1932) pp. 1-8), resume las ca-
racterísticas principales de las pruebas finitarias, que, en ese momento, también
fueron llamadas “intuicionistas”, porque se pensó que cumplían con los requisi-
tos de una prueba constructiva efectuada mediante los recursos demostrativos
de la lógica intuicionista.

Entendemos por razonamiento intuicionista un razonamiento que satisface las


siguientes condiciones: en él se considera sólo un número finito y determina-
do de objetos y de funciones; éstas están bien definidas, de manera que su
definición permite calcular unívocamente su valor; nunca se afirma la existen-
cia de un objeto sin dar el medio de construirlo; nunca se considera el con-
junto de todos los objetos x de una totalidad infinita; y cuando se dice que
un razonamiento (o un teorema) es verdadero para todo x, esto significa que
para cada x tomado en particular se puede repetir el razonamiento general en
cuestión, el cual no debe considerarse sino como el prototipo de estos razo-
namientos particulares. (Herbrand 1932, p. 3, nota 3).

Las pruebas matemáticas tradicionales que emplean el razonamiento inducti-


vo, caen, en sentido amplio, bajo esta caracterización de prueba finitaria. En una
prueba inductiva la base de la prueba consiste en la afirmación de que el primer
número natural (cero o uno) tiene una determinada propiedad ϕ, y el paso in-
ductivo consiste en la afirmación de que para cualquier número natural n, si n
tiene la propiedad ϕ, entonces, n + 1 (o, lo que es lo mismo, el sucesor de n)
también la tiene. La conclusión es que todo número natural tiene la propiedad ϕ.
El llamado principio de inducción aritmética simple o finita puede formalizarse
de la siguiente manera: (ϕ(0) & ∀x ϕ(x) → ϕ(x + 1))) → ∀x ϕ(x). Hilbert tam-
bién acepta entre las pruebas finitarias a todas aquellas que indican un proceso
de construcción que pueda inspeccionarse directamente. Una prueba inductiva fi-
nita se concibe, entonces, como un esquema de prueba que indica cómo cons-
truir pruebas para todas las instancias ϕ(n) de la conclusión general ∀x ϕ(x).
Con todo, ninguna prueba de consistencia de la aritmética elemental pudo
encontrarse utilizando la inducción matemática simple o finita. En 1935, G.
Gentzen ofreció la primera prueba de la consistencia absoluta de la aritmética
elemental, pero ésta no era una prueba finitaria de acuerdo con los criterios de
Hilbert. Gentzen demostró que no es posible deducir contradicciones en la
aritmética formalizada. La prueba de Gentzen empleaba un principio de induc-
ción transfinita, es decir, una forma de inducción matemática que generaliza so-
bre conjuntos bien ordenados de números transfinitos, conjuntos que no son
contables. La inducción transfinita sobre un conjunto no contable y bien orde-
nado C consiste en demostrar que todo elemento de C tiene una determinada

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LAS PRUEBAS DE CONSISTENCIA

propiedad ϕ. Para ello, procede a demostrar que si todos los predecesores de


un elemento x de C tienen la propiedad ϕ, entonces, también x tiene esa pro-
piedad. El principio de inducción transfinita se puede formalizar de la siguiente
manera: ∀x (∀y ((y < x) → (ϕ(y) → ϕ(x)))) → ∀x ϕ(x). Este principio no per-
tenece a la lógica de primer orden ni a la aritmética elemental, sino a una teo-
ría formal más potente, como la teoría de conjuntos (de hecho, es equivalente
al axioma de elección). Por consiguiente, su consistencia es dudosa, porque no
hay garantía alguna de que la inducción transfinita no lleve a contradicciones.
Posteriormente, se construyeron muchas otras pruebas de consistencia absolu-
ta de la aritmética, pero todas ellas emplean alguna forma de inducción transfi-
nita. Hasta el momento, no se ha podido probar que la consistencia de la arit-
mética sea demostrable con medios más débiles que los utilizados por Gentzen,
en cuya demostración la inducción transfinita se realiza hasta el número ordinal
ε0, que es el primer ordinal infinito α tal que ωα = α (ω es el menor número
ordinal transfinito). El principio empleado por Gentzen tiene la siguiente forma:
∀x (x < ε0 → ∀y ((y < x) → (ϕ(y) → ϕ(x)))) → ∀x (x < ε0 → ϕ(x)).
Respecto de teorías matemáticas más ricas que la aritmética elemental, como
las teorías axiomáticas de conjuntos, no existen pruebas absolutas de consis-
tencia, sino sólo pruebas relativas. Por ejemplo, la consistencia de ZF puede
probarse en VNGB, pero, como consecuencia del segundo teorema de Gödel, la
consistencia del propio sistema VNGB no es demostrable dentro del mismo sis-
tema. Para obtener una prueba de consistencia se requerirá otro sistema
axiomático diferente, el cual sólo proporcionará otra prueba relativa de consis-
tencia, sin que sea accesible una prueba de consistencia absoluta de éste. En
caso de que pudiera construirse un sistema axiomático que permitiera deducir
toda la matemática, la consistencia de ese sistema no podría probarse mediante
recursos formalizables en la propia matemática. Esta limitación es insuperable
por principio y muestra que el programa de Hilbert, en su forma original, es
irrealizable. Después de los teoremas de Gödel y de la prueba de Gentzen, Hil-
bert y su escuela aceptaron que era necesario ampliar la clase de los medios de
prueba admisibles en la metateoría de los sistemas formales incluyendo a la in-
ducción transfinita entre tales procedimientos. Una vez que se hace esto, puede
considerarse que la consistencia de la aritmética, en el sentido de que ésta no
permite deducir contradicciones, ha sido efectivamente demostrada.
Muchos matemáticos, sin embargo, han expresado dudas acerca del valor
demostrativo de las pruebas que emplean la inducción transfinita. Parece, en
efecto, difícil que esta clase de pruebas pueda justificarse por su carácter evi-
dente o intuitivo. N. Bourbaki, por ejemplo, sostuvo (o mejor dicho, sostuvieron,
ya que se trata de un grupo de matemáticos) que la certeza que se les atribu-

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APÉNDICE 1

ya “es esencialmente una cuestión de psicología personal de cada matemático”


(Bourbaki 1974). Esta observación, sin embargo, deja sin resolver el problema
principal. Éste no consiste solamente en definir con precisión lo que se entien-
de por “prueba finitaria”, ni en determinar si las pruebas por inducción transfi-
nita cumplen con todos o algunos de los requisitos de una prueba finitaria. La
cuestión fundamental es la de si existen criterios objetivos (no sujetos a las va-
riaciones de la psicología personal de cada matemático) para determinar si una
prueba matemática en general es aceptable o no. Todavía no tenemos una res-
puesta a esta difícil pregunta, por lo cual, en buena medida al menos, debemos
seguir confiando en consideraciones informales y puramente intuitivas. Pero
¿qué certeza puede darnos la intuición en el dominio de los números y conjun-
tos transfinitos?

Notas bibliográficas
Los trabajos pioneros de Herbrand y Gentzen sobre las pruebas de consisten-
cia de la aritmética se encuentran, respectivamente, en Herbrand (1968) y Gent-
zen (1969). La obra fundamental de la escuela de Hilbert es la de Hilbert y Ber-
nays (1934-1939). Detlefsen (1986) es una interpretación del programa hilbertia-
no. Los trabajos originales de Gödel, con excepción de los inéditos, se hallan
compilados en Gödel (1989). Una recopilación más completa es Gödel (1986-
2003). Todas estas son obras avanzadas que requieren conocimientos superiores
a los expuestos en este libro. Torretti (1998) contiene una exposición de conjun-
to de los resultados de Herbrand, Gentzen y Gödel que sigue muy de cerca a
las fuentes originales. Smullyan (1992) es una exposición sofisticada del teorema
de incompletitud de Gödel. Este célebre teorema ha sido objeto de intensa refle-
xión filosófica, algunos de cuyos resultados pueden encontrarse en Shanker
(1989). Smith (2007) contiene una exposición amplia y muy detallada, pero acce-
sible, de los teoremas de Gödel y de otros temas afines de metamatemática,
junto con diversas reflexiones filosóficas.

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Apéndice 2

Axiomas y sistemas axiomáticos:


de Aristóteles a Kolmogorov

oy aquí la traducción de diferentes sistemas axiomáticos que tienen in-

D terés histórico, desde los tres axiomas enunciados por Aristóteles en el


siglo IV A.C., hasta la axiomatización de la teoría de la probabilidad por
A. Kolmogorov en 1933. Por razones de espacio, no incluyo comentarios ni acla-
raciones a cada una de las diferentes formulaciones de definiciones, postulados
y axiomas.

2.1 Los tres axiomas de Aristóteles


Aristóteles no construyó ningún sistema axiomático, pero en los Segundos
analíticos (Libro I, Capítulos 10 y 11) enunció a modo de ejemplo tres axiomas
diferentes que, según él, son comunes a toda ciencia (Analytica priora et poste-
riora, ed. W. D. Ross y L. Minio-Paluello, Oxford, Clarendon Press, 1982).

1. [Principio de sustracción de los iguales]: Si de iguales se sustraen igua-


les, los restos son iguales (I, 10, 76 a 41-42).
2. [Principio de no contradicción]: No es posible afirmar y negar al mismo
tiempo (I, 11, 77 a 10).
3. [Principio de tercero excluido]: Todo es afirmado o negado (I, 11, 77 a
30).

En la Metafísica ofreció formulaciones más completas de los axiomas de no


contradicción y tercero excluido (Metaphysica, ed. W. Jaeger, Oxford, Clarendon
Press, 1957).

2a. Es imposible que lo mismo simultáneamente pertenezca y no pertenezca


a lo mismo y según el mismo respecto (IV, 3, 1005 b 19-20).
3a. No es posible que haya algún intermediario entre enunciados contradic-
torios, sino que es necesario afirmar o negar una cosa respecto de una
cosa (IV, 7, 1011 b 23-24).

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APÉNDICE 2

2.2 El sistema de Euclides


El libro I de los Elementos de Euclides comienza con la siguiente lista de de-
finiciones, postulados y axiomas, los cuales, como sabemos hoy, son insuficien-
tes para probar todos los teoremas que constituyen la geometría euclídea (Ele-
menta, ed. J. L. Heiberg y E. Stamatis, Leipzig, Teubner, 1969-73, 4 vols.).

Definiciones
1. Punto es lo que no tiene partes.
2. Línea es una longitud sin anchura.
3. Los extremos de la línea son puntos.
4. Recta es una línea que yace igualmente respecto de los puntos de sí
misma.
5. Superficie es lo que sólo tiene longitud y anchura.
6. Los extremos de la superficie son líneas.
7. Superficie plana es la que yace igualmente respecto de las rectas de sí
misma.
8. Ángulo plano es la inclinación de una hacia otra de dos líneas en un pla-
no, las cuales se tocan pero no están en línea recta.
9. Cuando las líneas que comprenden al ángulo son rectas, el ángulo se lla-
ma recto.
10. Cuando una recta trazada sobre otra recta hace a los ángulos adyacen-
tes iguales entre sí, cada uno de los ángulos iguales es recto, y la recta
que está sobre la otra se llama perpendicular a ella.
11. Ángulo obtuso es el que es mayor que un recto.
12. Ángulo agudo es el que es menor que un recto.
13. Límite es lo que es el extremo de algo.
14. Figura es lo que está comprendido por ciertos límites.
15. Círculo es la figura plana comprendida por una línea tal que todas las
rectas que caen sobre ella desde un punto situado dentro de la figura
son iguales entre sí.
16. El punto se llama centro del círculo.
17. Diámetro del círculo es cualquier recta trazada a través del centro que
termina en ambas direcciones en la circunferencia del círculo y que tam-
bién bisecta al círculo.

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EL SISTEMA DE EUCLIDES

18. Semicírculo es la figura comprendida por el diámetro y la circunferencia


cortada por él. El centro del semicírculo es el mismo que el del círculo.
19. Figuras rectilíneas son las que están comprendidas por rectas; son trilá-
teras las figuras comprendidas por tres, cuadriláteras las comprendidas
por cuatro, y multiláteras las comprendidas por más de cuatro rectas.
20. Entre las figuras triláteras, un triángulo equilátero es el que tiene sus
tres lados iguales, isósceles el que tiene sólo dos de sus lados iguales,
y escaleno el que tiene sus tres lados desiguales.
21. Además, entre las figuras triláteras, triángulo rectángulo es el que tiene
un ángulo recto, obtusángulo el que tiene un ángulo obtuso, y acutángu-
lo el que tiene sus tres ángulos agudos.
22. Entre las figuras cuadriláteras, cuadrado es el que es equilátero y rec-
tángulo, oblongo el que es rectángulo pero no equilátero, rombo el que
es equilátero pero no rectángulo, y romboide el que tiene sus tres lados
y ángulos opuestos iguales entre sí, pero no es equilátero ni rectángulo.
Llamamos trapecios a las cuadriláteras diferentes de éstas.
23. Paralelas son las rectas que, si están en el mismo plano y se prolongan
indefinidamente, no se encuentran en ninguna dirección.

Postulados
1. Trazar una recta desde cualquier punto hasta cualquier punto.
2. Producir una recta finita continuamente en línea recta.
3. Dibujar un círculo con cualquier centro y distancia.
4. Todos los ángulos rectos son iguales entre sí.
5. Si una recta que cae sobre otras dos rectas hace a los ángulos interio-
res de un mismo lado menores que dos rectos, entonces, si las dos rec-
tas se prolongan indefinidamente, se encuentran del lado en el que los
ángulos son menores que dos rectos.

Axiomas
1. Las cosas que son iguales a una misma cosa son iguales entre sí.
2. Si iguales se agregan a iguales, los totales son iguales.
3. Si iguales se sustraen de iguales, los restos son iguales.
4. Las cosas que coinciden entre sí son iguales entre sí.
5. El todo es mayor que la parte.

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APÉNDICE 2

2.3 Los axiomas de Arquímedes para la estática


En su tratado Sobre el equilibrio de los planos o los centros de gravedad de
los planos, Arquímedes dio una formulación axiomática de la estática (Archimè-
de, ed. Ch. Mugler, Paris, Les Belles Lettres, 1971, 3 vols.).

Postulados
1. Postulamos que los pesos iguales a iguales distancias están en equili-
brio, y que los pesos iguales a distancias desiguales no están en equili-
brio, sino que se inclinan hacia el peso que está a mayor distancia.
2. Que si, cuando pesos a ciertas distancias están en equilibrio, y algo se
agrega a uno de los pesos, entonces, no están más en equilibrio, sino
que se inclinan hacia el peso al que se le agregó algo.
3. Igualmente que, si algo se quita a uno de los pesos, no están más en
equilibrio, sino que se inclinan hacia el peso del que no se ha quitado
nada.
4. Cuando se superponen figuras iguales y semejantes, sus centros de gra-
vedad también se superponen.
5. En las figuras desiguales pero semejantes, los centros de gravedad esta-
rán situados de manera semejante. Decimos que dos puntos están situa-
dos de manera semejante en figuras semejantes, si las rectas trazadas
desde estos puntos hacia ángulos iguales forman ángulos iguales con los
lados homólogos.
6. Si magnitudes a ciertas distancias están en equilibrio, otras magnitudes
iguales a éstas también estarán en equilibrio a las mismas distancias.
7. En toda figura cuyo perímetro es cóncavo hacia el mismo lado, el cen-
tro de gravedad debe estar dentro de la figura.

2.4 La astronomía axiomática de Aristarco


En su breve tratado Sobre los tamaños y las distancias del Sol y la Luna, es-
crito probablemente hacia 270 A.C., Aristarco de Samos intentó axiomatizar una
teoría astronómica, o al menos una parte de ella, con el fin de ofrecer pruebas
rigurosas de las distancias astronómicas conocidas en su tiempo (Th. L. Heath,
Aristarchus of Samos, the Ancient Copernicus: A History of Greek Astronomy to
Aristarchus together with Aristarchus’ Treatise on the Sizes and Distances of the
Sun and Moon, Oxford, Clarendon Press, 1913. Reimpreso en New York, Dover,
1981).

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LA ASTRONOMÍ́ A AXIOMÁ́TICA DE ARISTARCO

Hipótesis
1. La Luna recibe su luz del Sol.
2. La Tierra está en relación de punto y centro respecto de la esfera de la
Luna.
3. Cuando la Luna se nos aparece dividida en dos [o sea, como media Lu-
na], el círculo mayor que divide a las partes clara y oscura de la Luna
se inclina hacia nuestro ojo.
4. Cuando la Luna se nos aparece dividida en dos [o sea, como media Luna],
su distancia al Sol es menor que un cuadrante por 1/30 de cuadrante.
5. La anchura de la sombra <de la Tierra> es la de dos Lunas.
6. La Luna subtiende 1/15 parte de un signo de zodíaco.

2.5 La estática de Jordano de Nemora


Hacia mediados del siglo XIII, Sobre la teoría del peso de Jordano de Nemo-
ra presentó una axiomatización de la estática diferente de la de Arquímedes. (El
texto ha sido editado en E. Moody y M. Clagett (eds.) The Medieval Science of
Weights, Madison, University of Wisconsin Press, 1960).

Postulados
1. El movimiento de todo peso es hacia el centro del mundo, y su fuerza
es la potencia que tiende hacia abajo y resiste el movimiento en la di-
rección contraria.
2. Lo que es más pesado desciende más velozmente.
3. <Un peso> es más pesado descendiendo, en cuanto su movimiento hacia
el centro del mundo es más recto.
4. <Un peso> es más pesado en posición cuando en esa posición su des-
censo es menos oblicuo.
5. Un descenso más oblicuo es aquel que, en la misma distancia, participa
menos de la vertical.
6. Un peso menos pesado en posición que otro es aquél que asciende
cuando el otro desciende.
7. La posición de igualdad es la igualdad de los ángulos cerca de la verti-
cal, o la rectitud de los ángulos, o la equidistancia de la regla respecto
de la superficie del horizonte.

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APÉNDICE 2

2.6 La aritmética axiomática de Jordano de Nemora


La Aritmética de Jordano de Nemora, escrita hacia 1250, es el primer trata-
do axiomático dedicado enteramente a la aritmética. (El texto latino de esta
obra se editó recién en 1991: H. L. L. Busard (ed), Jordanus De Nemore, De ele-
mentis arithmetice artis: A Medieval Treatise on Number Theory, Stuttgart, Franz
Steiner Verlag, 1991, 2 vols.).

Definiciones
1. Unidad es la existencia separada de una cosa por sí misma.
2. Número es una cantidad colectiva de cosas separadas.
3. Una secuencia de números se llama natural cuando su cálculo se basa
en la adición de una unidad.
4. El número por el cual un número mayor excede a uno menor se llama
la diferencia entre esos números.
5. Los números se llaman equidistantes de otros números cuando sus dife-
rencias son iguales.
6. Un número es multiplicado por otro cuando se suma a sí mismo tantas
veces como unidades hay en el multiplicador; y el resultado de la multi-
plicación se denomina producto.
7. Se dice que un número numera a otro cuando lo produce después de
ser multiplicado por cierto número.
8. Un número menor es parte de uno mayor cuando el menor numera al
mayor; el numerado se llama un múltiplo del número numerador.
9. Un número denomina cuando una parte de él se toma en su totalidad.
10. Las partes que son denominadas por el mismo número se llaman simi-
lares.
11. El número por el cual otro es dividido se denomina divisor.
12. Las cosas en las que el dividendo es dividido se llaman partes.
13. La parte primera y simple de un número es la unidad.
14. Cuando dos números tienen una parte en común, tantas veces como la
misma parte está en el número menor, tantas veces el número menor es
parte del número mayor.

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LOS AXIOMAS DE LA MECÁ́NICA EN GALILEO

Postulados
1. Cualesquiera iguales pueden tomarse de cualquier número.
2. Puede haber un número mayor que cualquier número por la cantidad
que se quiera.
3. La serie de los números puede extenderse al infinito.

Axiomas
1. Toda parte es menor que su todo.
2. Toda parte que tiene mayor denominación es menor <que una parte que
tiene menor denominación>.
3. Cualesquiera equimúltiplos del mismo número o de números iguales se-
rán iguales.
4. Esos números también serán iguales a aquél cuyo mismo número es
equimúltiplo o cuyos múltiplos son iguales.
5. La unidad es parte de todo número que es denominado por sí mismo.
6. Todo número <entero> contiene a la unidad tantas veces como la unidad
es parte de él.
7. Si la unidad se multiplica por cualquier número, o el mismo número se
multiplica por la unidad, se produce a sí mismo.
8. La diferencia de los extremos se compone de diferencias de los mismos
<extremos> al término medio.

2.7 Los axiomas de la mecánica en Galileo


En sus Discursos y demostraciones matemáticas en torno a dos ciencias nue-
vas de 1638 Galileo realizó un intento de axiomatización de la mecánica que fue
el antecedente más directo de la obra de Newton (Le Opere, ed. A. Favaro, Fi-
renze, G. Barbèra, 1966, Vol. VIII).

Sobre el movimiento uniforme


Definición
1. Por movimiento igual o uniforme entiendo aquel en el que los espacios
recorridos por un móvil en tiempos iguales cualesquiera son iguales en-
tre sí.

191
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APÉNDICE 2

Axiomas
1. En el mismo movimiento uniforme, el espacio recorrido en un tiempo
más largo es mayor que el espacio recorrido en un tiempo más breve.
2. En el mismo movimiento uniforme, el tiempo en el que se recorre un
espacio mayor es más largo que el tiempo en el que se recorre un es-
pacio menor.
3. El espacio recorrido con mayor velocidad es mayor que el espacio reco-
rrido en el mismo tiempo con menor velocidad.
4. La velocidad con la que se recorre un espacio mayor, es mayor que
aquella con la que se recorre en el mismo tiempo un espacio menor.

Sobre el movimiento naturalmente acelerado


Definición
1. Llamamos movimiento igualmente o uniformemente acelerado a aquel
que, partiendo del reposo, adquiere iguales incrementos de rapidez en
tiempos iguales.

Postulado
1. Supongo que los grados de velocidad adquiridos por el mismo móvil, en
planos diferentemente inclinados, son iguales cuando las alturas de esos
planos son iguales.

2.8 Las leyes del movimiento en Newton


En los Principios matemáticos de la filosofía natural, publicado en 1687, New-
ton formuló los tres axiomas más conocidos de la historia de la ciencia. El lec-
tor advertirá que el enunciado original de estas leyes, especialmente la segun-
da, es bastante diferente del que se encuentra en los libros de texto actuales so-
bre mecánica clásica (Philosophiae naturalis principia matemática, ed. A. Koyré,
I. Bernard Cohen y A. Whitman. Cambridge (Mass.), Harvard University Press,
1972, 2 vols.).

Axiomas o leyes del movimiento


Ley I
Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o de movimiento uniforme en
línea recta, a menos que sea compelido a cambiar su estado por fuerzas impresas.

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LAS LEYES DEL MOVIMIENTO EN NEWTON

Ley II
El cambio de movimiento es proporcional a la fuerza motriz impresa, y se
realiza según la línea recta en la cual se ha impreso.

Ley III
Para toda acción existe siempre una reacción contraria e igual: o bien, las
acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas hacia partes
contrarias.

2.9 La óptica de Newton


En la Óptica, la segunda de sus grandes obras científicas, publicada en 1704,
Newton presentó una base axiomática para esta parte de la física (Opticks or a
Treatise of the Reflections, Refractions, Inflections & Colours of Light, New York,
Dover, 1952).

Definiciones
1. Por rayos de luz entiendo sus partes mínimas, tanto las sucesivas en la
misma línea como las contemporáneas en diversas líneas.
2. La refrangibilidad de los rayos de luz es su disposición a refractarse o
desviarse de su camino al pasar de un cuerpo o medio transparente a
otro. La mayor o menor refrangibilidad de los rayos es su disposición a
desviarse más o menos de su camino, en iguales incidencias sobre el
mismo medio.
3. La reflexibilidad de los rayos es su disposición a reflejarse o retornar al
mismo medio desde cualquier otro medio sobre cuya superficie caigan.
Son más o menos reflexibles aquellos rayos que retornan más o menos
fácilmente.
4. Ángulo de incidencia es aquel ángulo contenido entre la línea descrita
por el rayo incidente y la perpendicular a la superficie reflectante o re-
fractante en el punto de incidencia.
5. Ángulo de reflexión o refracción es aquel ángulo contenido entre la línea
descrita por el rayo reflejado o refractado y la perpendicular a la super-
ficie reflejante o refractante en el punto de incidencia.
6. Los senos de incidencia, reflexión y refracción son los senos de los án-
gulos de incidencia, reflexión y refracción.

193
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APÉNDICE 2

7. Llamo luz simple, homogénea y similar a aquella cuyos rayos son igual-
mente refrangibles; y llamo compuesta, heterogénea o disimilar a aque-
lla luz algunos de cuyos rayos son más refrangibles que otros.
8. Llamo primarios, homogéneos y simples a los colores de las luces ho-
mogéneas; y a los de las heterogéneas los denomino heterogéneos o
compuestos.

Axiomas
1. Los ángulos de reflexión y refracción están en uno y el mismo plano
que el ángulo de incidencia.
2. El ángulo de reflexión es igual al ángulo de incidencia.
3. Si al rayo refractado se le hace retornar directamente al punto de inci-
dencia, se refractará siguiendo la línea descrita anteriormente por el ra-
yo incidente.
4. La refracción de un medio más raro a otro más denso se hace hacia la
perpendicular; es decir, de modo que el ángulo de refracción sea menor
que el ángulo de incidencia.
5. El seno de incidencia y el de refracción están entre sí en una razón
exacta o casi exacta.
6. Los rayos homogéneos que parten de diversos puntos de un objeto cual-
quiera y que caen perpendicularmente o casi perpendicularmente sobre
un plano cualquiera reflectante o refractante o sobre una superficie es-
férica, divergirán luego de otros tantos puntos, o serán paralelos a otras
tantas líneas, o convergerán a otros tantos puntos, ya sea exactamente
o sin ningún error sensible. Lo mismo ocurrirá si los rayos se reflejan
o refractan sucesivamente en dos, tres o más planos o superficies esfé-
ricas.
7. Dondequiera que los rayos que provienen de todos los puntos de un ob-
jeto cualquiera se encuentren de nuevo en otros tantos puntos, después
de haber sido forzados a converger por reflexión o refracción, formarán
una imagen del objeto sobre cualquier cuerpo blanco sobre el que cai-
gan.
8. Un objeto visto por reflexión o refracción aparece en aquel lugar desde
donde divergen los rayos, después de su última reflexión o refracción, al
caer sobre el ojo del espectador.

194
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LOS AXIOMAS DE FREGE

2.10 Los axiomas de Frege para la lógica


de primer orden
En su breve libro Conceptografía, publicado en 1879, Frege presentó la pri-
mera axiomatización de la lógica formal de primer orden, aunque su sistema to-
tal es de segundo orden (G. Frege, Begriffsschrift, eine der arithmetischen nach-
gebildete Formelsprache des reinen Denkens, Halle, Louis Nebert. Reimpreso en
Hildesheim, Georg Olms, 1964). El sistema de primer orden es consistente y
completo, pero sus axiomas no son todos independientes. J. Łukasiewicz demos-
tró en 1929 que el tercer axioma es deducible de los dos primeros. Frege em-
plea un lenguaje formalizado de primer orden con identidad como el que se
describe en el Capítulo 2.5. El sistema emplea cuatro reglas de transformación
ya que, además de las reglas de separación y de generalización universal, nece-
sita dos reglas de sustitución uniforme para los signos proposicionales y las
constantes individuales. Estas reglas especifican que en todo teorema del siste-
ma cualquier signo proposicional y cualquier constante individual pueden ser
reemplazadas en todas sus apariciones, respectivamente, por cualquier otra fór-
mula bien formada y por cualquier otra constante individual. La formulación del
sistema mediante esquemas de axiomas, como se hace actualmente, permite
prescindir de estas dos reglas. (La notación de Frege se ha modernizado.)

Axiomas
1. p → (q → p)
2. (p → (q → r)) → ((p → q) → (p → r))
3. (p → (q → r)) → (q → (p → r))
4. (p → q) → (¬q → ¬p)
5. ¬ ¬ p → p
6. p → ¬ ¬ p
7. (a = b) → (ϕ(a) → ϕ(b))
8. a = a
9. ∀x ϕ(x) → ϕ(a))

2.11 Los axiomas de Peano para la aritmética


En 1889 Peano publicó en latín un breve pero importante opúsculo titulado
Principios de aritmética expuestos según un nuevo método, en el que aparece la
presentación original de los cinco axiomas para la aritmética de los números na-

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APÉNDICE 2

turales. Allí utilizó como primitivos los siguientes términos: la constante indivi-
dual 1 (uno), el predicado monádico N (número natural), y el funtor unario +1
(sucesor de). Aquí transcribo los axiomas modernizando la notación simbólica
de Peano. También agrego una paráfrasis de cada axioma en lenguaje natural,
que no se encuentra en el texto original (Arithmetices principia nova metodo ex-
posita, Torino, Bocca, 1889).

1. 1 ε N
[1 es un número natural].

2. (a ε N) → (a + 1 ε N)
[Si a es un número natural, el sucesor de a es un número natural].

3. (a, b ε N) → ((a = b) ↔ (a + 1 = b + 1))


[Si a y b son números naturales, a es igual a b si y sólo si el sucesor
de a es igual al sucesor de b].

4. (a ε N) → (a + 1 ≠ 1)
[Si a es un número natural, el sucesor de a no es igual a 1].

5. ((k ε K) & (1 ε k) & ∀x ((x ε N & x ε k) → (x + 1 ε k))) → N ⊆ k


[Si k es una clase y 1 pertenece a k, y para todo objeto x, si x es un nú-
mero natural y x pertenece a k, también el sucesor de x pertenece a k,
entonces la clase de los números naturales está incluida en k]. (K es
una constante que, según Peano, significa clase o agregado de entida-
des).

2.12 La axiomática de Hilbert


para la geometría euclídea
En 1899 Hilbert publicó la primera edición de su obra Fundamentos de geo-
metría, en la que axiomatizaba de manera rigurosa, entre otras cosas, la geome-
tría de Euclides. En la segunda edición de 1903, Hilbert agregó un nuevo axio-
ma. Luego, en sucesivas ediciones fue modificando y corrigiendo los diferentes
axiomas. La versión definitiva de su axiomatización de la geometría euclídea, en
la séptima edición de su libro, consta de 20 axiomas divididos en 5 grupos.
(Grundlagen der Geometrie, 7ª ed. Leipzig, Teubner, 1930).

196
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LA AXIOMÁ́TICA DE HILBERT

Grupo I: axiomas de conexión


I.1. Dados dos puntos A, B hay siempre una recta que contiene a ambos
puntos A, B.
I.2. Dados dos puntos A, B no hay más que una recta que contiene a am-
bos puntos A, B.
I.3. Hay siempre al menos dos puntos sobre una recta. Hay al menos tres
puntos que no están sobre una recta.
I.4. Dados tres puntos cualesquiera A, B, C que no están sobre una y la
misma recta, hay siempre un plano α que contiene a cada uno de los
puntos A, B, C. Para cada plano hay un punto contenido en él.
I.5. Dados tres puntos cualesquiera A, B, C que no están sobre una y la
misma recta, no hay más que un plano que contiene a cada uno de los
puntos A, B, C.
I.6. Si dos puntos A, B de una recta a están en un plano α, entonces cada
punto de a está en el plano α.
I.7. Si dos planos α, β tienen un punto A en común, entonces tienen al me-
nos otro punto B en común.
I.8. Hay al menos cuatro puntos que no están en un mismo plano.

Grupo II: axiomas de orden


II.1. Si un punto B está entre un punto A y un punto C, entonces A, B, C
son tres puntos diferentes de una recta, y B también está entre C y A.
II.2. Dados dos puntos A y C hay al menos un punto B sobre la recta AC,
tal que C está entre A y B.
II.3. Dados tres puntos cualesquiera de una recta no hay más de uno que
está entre los otros dos.
II.4. Sean A, B, C tres puntos que no están sobre una línea recta, y sea a
una recta en el plano ABC que no toca a ninguno de los puntos A, B,
C: si la recta a pasa a través de un punto del segmento AB, entonces
también pasa a través de un punto del segmento AC o a través de un
punto del segmento BC.

197
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APÉNDICE 2

Grupo III: axiomas de congruencia


III.1. Si A, B son dos puntos sobre una recta a, y, además, A’ es un punto
sobre la misma o sobre otra recta a’, entonces siempre se puede encon-
trar un punto B’ sobre un lado de la recta a’ de A’ tal que el segmento
AB es congruente o igual al segmento A’B’. En símbolos: AB ≡ A’B’.
III.2. Si un segmento A’B’ y un segmento A’’B’’ son congruentes con el mis-
mo segmento AB, entonces también el segmento A’B’ es congruente
con el segmento A’’B’’; o más brevemente: si dos segmentos son con-
gruentes con un tercero, entonces son congruentes entre sí.
III.3. Sean AB y BC dos segmentos sin otros puntos en común sobre una
recta a, y, además, sean A’B’ y B’C’ dos segmentos que no tienen otros
puntos en común sobre la misma u otra recta a’; entonces, si AB ≡
A’B’ y BC ≡ B’C’, entonces también siempre AC ≡ A’C’.
III.4. Sea ∠ (h, k) un ángulo en un plano α y a’ una recta en un plano α’
tal que un lado determinado de a’ sea dado en α’. Esto significa que h’
es una semirrecta de la recta a’ que sale del punto O’: entonces, hay
en el plano α’ una y sólo una semirrecta k’ tal que el ángulo ∠ (h, k)
es congruente o igual al ángulo ∠ (h’, k’) y a la vez todos los puntos
interiores del ángulo ∠ (h’, k’) están sobre el lado dado de a’. En sím-
bolos: ∠ (h, k) ≡ (h’, k’). Todo ángulo es congruente con sí mismo, es
decir, se da siempre ∠ (h, k) ≡ (h, k).
III.5. Si para dos triángulos ABC y A’B’C’ valen las congruencias AB ≡ A’B’,
AC ≡ A’C’, ∠ BAC ≡ ∠ B’A’C’, entonces también se cumple siempre la
congruencia ∠ ABC ≡ ∠ A’B’C’.

Grupo IV: axioma de las paralelas


IV.1. (Axioma de Euclides). Sea a una recta cualquiera y A un punto exte-
rior a a: entonces, en el plano determinado por a y A, hay a lo sumo
una recta que pasa a través de A y no corta a a.

Grupo V: axiomas de continuidad


V.1. (Axioma de medida o axioma de Arquímedes). Si AB y CD son seg-
mentos cualesquiera, entonces hay un número n tal que n segmentos
CD construidos de manera contigua de A, a lo largo de la semirrecta
de A a B, pasan más allá del punto B.

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LOS AXIOMAS DE HUNTINGTON

V.2. (Axioma de completitud lineal) El conjunto de los puntos de una recta,


con sus relaciones de orden y congruencia, no admite una extensión
en la que se preserven las relaciones existentes entre los elementos
originales, así como las propiedades fundamentales de orden y con-
gruencia que se siguen de los axiomas I-III y V.1.

2.13 Los axiomas de Huntington


para la teoría de las magnitudes continuas
En su artículo “Un conjunto completo de postulados para la teoría de las
magnitudes continuas absolutas” (“A Complete Set of Postulates for the Theory
of Absolute Continuous Magnitude”, American Mathematical Society Transac-
tions, 3 (1902) pp. 264-279). E. V. Huntington axiomatizó el análisis empleando
como primitivos un conjunto C de elementos cualesquiera y un funtor de grado
dos, ©, que denota una operación binaria entre elementos de C, a la que llamó
regla de combinación.

Postulados de magnitud
1. Para cualesquiera elementos a y b (a = b o a ≠ b), a  b es también un
elemento del conjunto.
2. a  b ≠ a.
3. (a  b)  c = a  (b  c), siempre que a  b, b  c, (a  b)  c y
a  (b  c) pertenezcan al conjunto.
4. Cuando a ≠ b al menos una de las siguientes condiciones es satisfecha:
o bien, 1) hay un elemento x tal que a = b  x, o 2) hay un elemento
y tal que a  y = b.
5. (Indiquemos con la notación a < b que existe un elemento y tal que
a  y = b; e indiquemos con a ≤ b : a < b o a = b).
Si S es una secuencia infinita de elementos (ak), tal que ak < ak + 1, ak <
c (k = 1, 2, 3,…) (donde c es algún elemento fijo), entonces, hay uno y
sólo un elemento A que tiene las dos propiedades siguientes: 1) ak ≤ A
siempre que ak pertenezca a S; 2) si y y A’ son tales que y  A’ = A, en-
tonces hay al menos un elemento de S, digamos ar, para el cual A’ < ar.
6. Cualquiera sea el elemento a, hay dos elementos x e y tales que x  y = a;
esto es, en la notación explicada en 5, hay un elemento x tal que x < a.

199
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APÉNDICE 2

2.14 Los axiomas de Zermelo para la teoría de conjuntos


En 1908 Ernst Zermelo publicó el artículo “Investigaciones sobre los funda-
mentos de la teoría de conjuntos”, que contiene la primera presentación axiomá-
tica de la teoría de conjuntos (“Untersuchungen über die Grundlagen der Men-
genlehre”, Mathematische Annalen, 65 (1908) pp. 261-281). La formulación ori-
ginal de sus axiomas, con leves modificaciones en la notación simbólica, es la
siguiente:
1. Axioma de determinación: Si cada elemento de un conjunto M es a la vez
elemento de un conjunto N y a la inversa, es decir, si M ⊆ N y N ⊆ M,
entonces, siempre M = N. O más brevemente: cada conjunto está deter-
minado por sus elementos.
2. Axioma de los conjuntos elementales: Hay un conjunto (impropio), el con-
junto vacío ∅, que no contiene ningún elemento. Si a es una cosa del
dominio, existe un conjunto {a} que contiene a a y sólo a a como ele-
mento. Si a y b son dos cosas del dominio, existe siempre un conjunto
{a, b}, que contiene como elementos a a y b, pero no a otra cosa dife-
rente x.
3. Axioma de separación: Si el enunciado universal ϕx está bien definido pa-
ra todos los elementos de un conjunto M, entonces, M posee siempre
un subconjunto Mϕ que contiene como elementos a todos los elementos
x de M para los cuales ϕx es verdadero, y sólo a ellos.
4. Axioma del conjunto potencia: A cada conjunto T le corresponde un se-
gundo conjunto ℘T (el conjunto potencia de T) que contiene como ele-
mentos a todos los subconjuntos de T, y sólo a ellos.
5. Axioma de unión: A cada conjunto T le corresponde un conjunto ∪T (el
conjunto unión de T) que contiene como elementos a todos los elemen-
tos de los elementos de T, y sólo a ellos.
6. Axioma de elección: Si T es un conjunto, cuyos elementos son todos con-
juntos no vacíos que no tienen elementos en común, la unión ∪T con-
tiene al menos un subconjunto S1, el cual tiene un y sólo un elemento
en común con cada elemento de T.
7. Axioma del infinito: El dominio contiene al menos un conjunto Z, que
contiene como elemento al conjunto vacío y está constituido de manera
que, a cada elemento suyo a le corresponde otro elemento de la forma
{a}, o que junto con cada elemento suyo a también contiene como ele-
mento al conjunto correspondiente {a}.

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LA TOPOLOGÍ́ A GENERAL DE HAUSDORFF

2.15 La topología general de Hausdorff


En 1914 Félix Hausdorff axiomatizó la topología de conjuntos de puntos o to-
pología general en su célebre libro Fundamentos de la teoría de conjuntos. La ló-
gica subyacente del sistema es la teoría intuitiva de conjuntos. Los predicados
“punto” y “entorno” son términos primitivos. Hausdorff emplea cuatro axiomas.
Estos axiomas caracterizan a un espacio que tiene una estructura algo más rica
que un simple espacio topológico. Un espacio topológico queda explícitamente
definido por los primeros tres axiomas. Un espacio de Hausdorff es un espacio
topológico que también satisface el cuarto axioma. Los axiomas se formulan de
la siguiente manera (Grundzüge der Mengenlehre, Leipzig, Veit, 1914, p. 213):

Entendemos por espacio topológico un conjunto E donde a los elementos


(puntos) x se les asignan ciertos subconjuntos Ux, a los que llamamos entornos
de x, de acuerdo con los siguientes:

Axiomas de entorno
1. A todo punto x le corresponde al menos un entorno Ux; todo entorno Ux
contiene al punto x.
2. Si Ux y Vx son dos entornos del mismo punto x, entonces hay un entor-
no Wx que es un subconjunto de ambos (Wx ⊆ (Ux ∩ Vx).
3. Si el punto y se encuentra en Ux, entonces hay un entorno Uy que es un
subconjunto de Ux (Uy ⊆ Ux).
4. Para dos puntos diferentes x, y hay dos entornos Ux, Uy sin un punto en
común (Ux ∩ Uy = ∅).

2.16 La lógica intuicionista


En 1930 Arend Heyting, precedido por intentos de Kolmogorov y Glivenko,
logró axiomatizar la lógica proposicional intuicionista, la principal lógica rival de
la clásica (“Die formalen Regeln der intuitionistichen Logik”, Sitzungsberichte der
Preussischen Akademie der Wissenschaften, Berlin 1930, pp. 42-56; traducido en
Mancosu (1998), pp. 311-327). En ese mismo trabajo Heyting prueba la inde-
pendencia de todos sus axiomas. Aquí los transcribo adaptando el simbolismo
lógico al empleado en este libro. Los términos primitivos del sistema son los
signos proposicionales, p, q, r, y las constantes lógicas, &, v, → y ¬. El sistema
requiere dos reglas de transformación: la regla de separación y una regla de
sustitución uniforme para signos proposicionales (véanse las observaciones al
respecto en el Apéndice 2.10).

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APÉNDICE 2

Axiomas:
1. p → (p & p)
2. (p & q) → (q & p)
3. (p → q) → ((p & r) → (q & r))
4. ((p → q) & (q → r)) → (p → r)
5. q → (p → q)
6. (p & (p → q)) → q
7. p → (p v q)
8. (p v q) → (q v p)
9. ((p → r) & (q → r)) → ((p v q) → r)
10. ¬ p → (p → q)
11. ((p → q) & (p → ¬ q)) → ¬ q

Si se suprime el axioma 10 de este sistema, se obtiene la lógica minimal ela-


borada por I. Johansson en 1936 y concebida como una contracción de la lógi-
ca intuicionista (“Der Minimalkalkül, ein reduzierter intuitionistischer
Formalismus”, Compositio Mathematica, 4 (1936) pp. 119-136). En cambio, si al
sistema de Heyting se le agrega como axioma el principio de tercero excluido
(p v ¬ p), se obtiene una axiomatización de la lógica proposicional clásica. Esta
manera de presentar ambas lógicas sugiere que, desde un punto de vista sin-
táctico, la lógica clásica es una simple extensión de la lógica intuicionista, ya
que se obtiene agregando un solo axioma. Sin embargo, desde el punto de vista
semántico (al menos, de la semántica clásica) es una lógica muy diferente. La
lógica intuicionista no es veritativo-funcional y sus conectivas no tienen matrices
finitas características. Todas las conectivas deben tomarse como primitivas, ya
que no son interdefinibles como en la lógica clásica. La razón de ello es que en
la lógica intuicionista no son válidas las equivalencias de la lógica clásica que
permiten reducir el número de conectivas no definidas. Por ejemplo, las fórmu-
las (p → q) ↔ (¬ p v q) y (p → q) ↔ ¬ (p v ¬ q) no son teoremas de la lógi-
ca intuicionista. El significado de las conectivas intuicionistas se determina espe-
cificando en qué consiste una prueba de una fórmula que contiene dicha conec-
tiva como operador principal. En el caso de la negación, una prueba de la fór-
mula ¬ χ es una construcción que, aplicada a cualquier prueba de χ, da como
resultado algo absurdo, tal como la ecuación 0 = 1.
Al poco tiempo de que apareciera la axiomatización de Heyting de 1930,
Kurt Gödel reexaminó la lógica intuicionista y obtuvo otro de sus sorprenden-

202
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LA LÓGICA MODAL

tes resultados metateóricos. En un trabajo que tiene menos de dos páginas de


extensión Gödel mostró cómo traducir la lógica intuicionista a una expansión de
la lógica proposicional clásica (“Eine Interpretation des intuitionistischen
Aussagenkalküls”, Ergebnisse eines mathematischen Kolloquiums, 4 (1931-32) pp.
39-40; reimpreso en Gödel 1989, pp. 115-116 y en Gödel 1986-2003, Vol. 1, pp.
301-303).
Gödel comenzó por construir un sistema axiomático, al que llamó Σ, que
agrega al cálculo proposicional clásico los siguientes axiomas:

1. Bp → p
2. Bp → (B(p → q) → Bq)
3. Bp → BBp

Este sistema es una extensión de la lógica proposicional clásica. La expre-


sión Bp significa “p es demostrable”. El sistema emplea las reglas de sustitución
y separación clásicas y una nueva regla de inferencia: ϕ / Bϕ, la cual debe
entenderse como afirmando que si ϕ es demostrable (o sea, es un teorema),
entonces, Bϕ también lo es. Gödel probó, entonces, que cualquier teorema del
sistema de Heyting es también un teorema del sistema Σ, y conjeturó que la
relación inversa también era válida. La conjetura resultó verdadera, en tanto
todo teorema modal de Σ es traducible a un teorema del sistema de Heyting,
que resulta, así, equivalente a la parte modal de Σ. Además, probó que si la fór-
mula Bp se interpreta modalmente como p (es decir, si se traduce “p es
demostrable” como “p es necesario”), el sistema Σ resulta equivalente al siste-
ma de lógica modal S4 de Lewis y Langford (véase el Apéndice 2.17). Por con-
siguiente, todo teorema de la lógica proposicional intuicionista es traducible a
un teorema modal del sistema S4. El trabajo de Gödel mostró que existe una
relación inesperada entre las lógicas clásica, modal e intuicionista. Al mismo
tiempo, inauguró el estudio de la traducibilidad entre diferentes lógicas, que en
el futuro se reveló como una herramienta sumamente fértil en el campo meta-
teórico (Heyting 1971 y Dummett 2000 presentan la lógica y la matemática
intuicionista; Epstein 1995 trata con detalle el cálculo minimal y las traducciones
entre lógica clásica e intuicionista).

2.17 La lógica modal


La lógica de las modalidades como “posible” y necesario” se inicia en los
Primeros analíticos de Aristóteles (I, 8-22) y se desarrolla ampliamente en la
Edad Media, especialmente durante los siglos XIII y XIV. Sin embargo, hasta

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APÉNDICE 2

bien avanzado el siglo XX la lógica modal no logró clarificar sus fundamentos.


Una vez que se axiomatizó la lógica clásica de primer orden, se emprendió la
axiomatización de la lógica de las modalidades. La obra pionera en este campo
fue la del lógico norteamericano Clarence Irving Lewis A Survey of Symbolic
Logic (Berkeley, University of California Press, 1918). Allí se introdujo el con-
cepto de implicación estricta, diferente del condicional material, y se ofreció la
primera axiomatización de la lógica modal empleando la implicación estricta en
la formulación de todos los axiomas. Lewis tomó como términos primitivos a las
conectivas lógicas de negación y conjunción y al operador modal de posibilidad
(¬, &, ◊). La implicación estricta entre proposiciones se define en términos de
estos primitivos de la siguiente manera: p ⇒ q =def. ¬ ◊ (p & ¬ q). Las restan-
tes conectivas se definen de la manera habitual en cualquier sistema de lógica
clásica. La intuición que Lewis se propuso formalizar mediante la implicación
estricta es que si una proposición implica estrictamente a otra, entonces, ésta se
deduce de la primera.
En su libro, escrito en colaboración con Harold Cooper Langford, Symbolic
Logic (New York, The Century Company, 1932) Lewis formuló una secuencia de
cinco sistemas axiomáticos de lógica modal, conocidos como S1-S5. Todos los
sistemas están formulados empleando el concepto de implicación estricta. Aquí
presentaré S5, que es el sistema más rico. Los términos primitivos y definidos
del sistema son, respectivamente, ¬, &, ◊ y ⇒. El sistema emplea, además de
las reglas de sustitución y separación, la regla de conjunción (p, q / p & q). Los
axiomas son los siguientes:

1. (p & q) ⇒ (q & p)
2. (p & q) ⇒ p
3. p ⇒ (p & p)
4. ((p & q) & r) ⇒ (p & (q & r))
5. p ⇒ ¬¬ p
6. ((p ⇒ q) & (q ⇒ r)) ⇒ (p ⇒ r)
7. (p & (p ⇒ q)) ⇒ q
8. ◊ p ⇒ ¬ ◊ ¬ ◊ p

La noción de implicación estricta de Lewis, pese a tener propiedades intere-


santes en sí misma, dejó de utilizarse para formular la lógica modal. La investi-
gación metateórica de esta lógica mostró que los sistemas S1-S5 podían formu-
larse utilizando exclusivamente los operadores modales de necesidad y posibili-
dad. También se esclareció el hecho de que la lógica modal es una extensión
de la lógica clásica y no una lógica rival.

204
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LOS AXIOMAS DE KOLMOGOROV

En una formulación más moderna, S5 se obtienen agregando a los axiomas


de la lógica proposicional clasica ciertos axiomas específicamente modales. Los
términos primitivos del sistema son las conectivas de negación y condicional y
el operador modal de necesidad (¬, →, ). El operador modal de posibilidad se
define como: ◊ A ↔def ¬ ¬ A. La implicación estricta no es necesaria en esta
formulación porque el contenido modal ya está dado en los axiomas por los
operadores de necesidad y posibilidad. No obstante, si se la quiere emplear,
puede definirse así: A ⇒ B ↔def (A → B). Las reglas de inferencia que se
emplean son las de separación y la de necesitación (A / A). El sistema utili-
za esquemas de axiomas, por lo que no requiere la regla de sustitución. S5 se
obtiene agregando al cálculo proposicional clásico (por ejemplo, el de
Lukasiewicz presentado en el Capítulo 2.3, o cualquier otro equivalente) los
siguientes axiomas:

1. (A → B) → ( A → B)
2. A → A
3. A → A
4. ◊ A → ◊ A

Si al cálculo proposicional clásico se le agrega sólo el axioma 1, se


obtiene el sistema llamado K, que es el sistema minimal de lógica modal. Si a
K se le agrega el axioma 2, se obtiene el sistema T. A su vez, si a T se le agre-
ga el axioma 3, se obtiene el sistema S4 y, finalmente, si a S4 se le agrega el
axioma 4, se obtiene el sistema S5. Así, cada uno de estos sistemas es una
extensión de los que lo preceden (Chellas 1980; Epstein 1995; y Hughes y
Cresswell 1996 contienen información detallada sobre estos y otros sistemas
axiomáticos de lógica modal).

2.18 Los axiomas de Kolmogorov


para la teoría de la probabilidad
En su libro Conceptos fundamentales de la teoría de la probabilidad, publica-
do en 1933, A. Kolmogorov ofreció la primera axiomatización satisfactoria de la
teoría de la probabilidad y probó la consistencia del conjunto de sus axiomas
(Grundbegriffe der Wahrscheinlichkeitsrechnung, Berlin, Springer, 1933, p. 2).

Hay un conjunto E de eventos elementales x, y, z, ... . Hay una familia de sub-


conjuntos ℑ de E. Sus miembros se llaman eventos azarosos.
I. ℑ es un cuerpo de conjuntos (esto es, cerrado respecto de las uniones,
intersecciones y complementos).

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APÉNDICE 2

II. ℑ contiene al conjunto E.


III. A cada conjunto A de ℑ se le asigna un número real no negativo P(A).
IV. P(E) = 1.
V. Si A y B son disyuntos, P(A ∪ B) = P(A) + P(B).
Kolmogorov formula su sistema en un espacio de probabilidades infinito y
emplea, además de los axiomas arriba citados, un axioma de continuidad que es
equivalente al de aditividad contable (véase el Capítulo 5.4).

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Apéndice 3

El concepto de función

l concepto de función es un concepto fundamental de la matemática, pa-

E ra muchos el más importante de esta ciencia. A lo largo de este texto lo


hemos empleado reiteradamente sin definirlo. En este apéndice ofrece-
mos una caracterización general de la idea de función.
Una función es un tipo especial de relación entre dos conjuntos cualesquie-
ra A y B (no necesariamente diferentes entre sí). Es una relación que a todo
elemento del conjunto A le asigna un único elemento del conjunto B. Si hay
una función entre los conjuntos A y B, ello quiere decir que no hay en el con-
junto A ningún elemento que esté relacionado con dos o más elementos del
conjunto B, pero es posible que dos o más elementos de A estén relacionados
con el mismo elemento de B. Formalmente podemos definir una función de es-
ta manera:

◊ f es una función si y sólo si f es una relación tal que ∀(xyz) ((x f y) & (x
f z) → (y = z)).

Usualmente se escribe de la siguiente forma: f: A → B, expresión que se lee


como “f es una función de A en B”. El conjunto A es el dominio de la función
y el conjunto B es el codominio o rango. Los elementos a del conjunto A son
los argumentos de la función, mientras que los elementos f(a) del conjunto B
(producidos por la aplicación de la función f al elemento a) son los valores de
la función.
Una función unaria asigna a cada elemento del dominio un único elemento
del codominio. Una función binaria asigna a cada par ordenado 〈x, y〉 de elemen-
tos del dominio un único elemento del codominio. Usualmente se la escribe de
esta manera: f: A x A → B, pero a veces también se usa la notación f: A2 → B.
En general, una función n-aria asigna a cada n-tupla de elementos del dominio
un único elemento del codominio. Así pues, una función n-aria f, en general, es
una relación n + 1–aria tal que ∀(x1...xn) ∀(yz) (((x1...xn) f y) & ((x1...xn) f z) →
(y = z)).
Existen tres clases de funciones que nos interesa definir: las inyectivas, sur-
yectivas y biyectivas.

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APÉNDICE 3

◊ Una función f: A → B se llama inyectiva si a elementos diferentes de A


les asigna elementos diferentes de B. En símbolos: ∀(xyz) ((x f y) & (z f y) →
(x = z)).

◊ Una función f: A → B se llama suryectiva si todo elemento de B es el va-


lor de f para algún elemento de A. En símbolos: ∀y ∈ B ∃x ∈ A (x f y).

◊ Una función f: A → B se llama biyectiva si es a la vez una función inyec-


tiva y suryectiva.

En una función biyectiva cada objeto del dominio está relacionado con un
único objeto del codominio y, a la vez, cada objeto del codominio está relacio-
nado con un único objeto del dominio. Consiguientemente, si existe una función
biyectiva entre dos conjuntos cualesquiera, finitos o infinitos, tales conjuntos tie-
nen el mismo número de elementos. La distinción entre funciones inyectivas,
suryectivas y biyectivas no constituye una clasificación de las funciones porque
hay funciones, como las biyectivas, que pertenecen a más de una categoría.

Otro concepto que nos interesa definir es el de inversa de una función:

◊ Dada una función inyectiva f: A → B, la función inversa f -1: B → A es una


función tal que ∀x ∈ A ∀y ∈ B ((x f y) → (y f x)).

Si la función f no es inyectiva, la función inversa f -1 no se puede definir.

Caracterizaremos, por último, el concepto de función continua:

◊ Una función y = f(x) es continua en un punto a si y sólo si está definida


en x = a y lím f(x) = f(a).
x→a

Esto significa, de acuerdo con la definición habitual de límite, que para todo
ε > 0 existe un δ > 0 tal que f (x) - f (a) < ε para todo x tal que x - a < δ.

◊ Una función es continua por la izquierda en el punto a si la condición an-


terior se cumple sólo para todos los valores de x menores que a, y es continua
por la derecha si tal condición se cumple sólo para todos los valores de x ma-
yores que a; la función es continua en el punto a si y sólo si es a la vez con-
tinua por la izquierda y por la derecha en ese punto.

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EL CONCEPTO DE FUNCIÓ́N

◊ Una función es continua si es continua en todos los puntos.


◊ Una función continua se llama bicontinua si su inversa también es continua.

El término aplicación se usa frecuentemente como sinónimo del término fun-


ción. A veces, en cambio, se reserva este último término para las aplicaciones
que tienen como dominio y codominio conjuntos de números, y se usa aplica-
ción cuando se trata de otros conjuntos cualesquiera. Aquí hemos empleado el
concepto de función en un sentido general, sin distinguir entre aplicaciones y
funciones. También los términos transformación y operación se suelen utilizar,
aunque con menos frecuencia, como sinónimos del de función.

Notas bibliográficas
Los conceptos de función, límite y continuidad se explican con mayor detalle
en cualquier texto de análisis matemático. El de Spivak (1994) es amplio y acce-
sible. Se pueden encontrar definiciones claras de estos y otros términos del aná-
lisis en Borowski y Borwein (2006).

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