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PROSLOGION (1078)
“Lo cual sí verdaderamente es, de modo tal que ni es posible pensar que no es. Pues puede
pensarse que algo es y que de ello no puede pensarse asimismo que no es, y eso es mayor que
aquello de lo cual sí puede pensarse que no es.”
“Y dado que de todo lo demás, excepto sólo de tí, puede pensarse que no es, tú solo con absoluta
verdad entre todas las cosas tienes ser, porque todo lo demás no es verdaderamente de ese, tu
modo, y por ello tiene ser en menos.”
Para Anselmo existen dos tipos entidades, las que pueden no existir (o contingentes), y las que solo pueden
existir (necesarias). Asimismo, existen dos tipos de pensamientos con respecto a esto último, el que piensa
lo que no puede existir, y el que piensa lo que solo puede existir. Existe, en este punto, una correspondencia
entre el ser y el pensar. Contingente es todo aquello que transita del no-ser al ser. Dios es puro ser.
“Y esto eres tú, señor dios nuestro. De modo tal verdaderamente eres, que ni pensarse puede
que no eres.”
Corti: aparece, en este punto, el indicium: la posibilidad de pensar deícticamente esto “aquello mayor…”. Se
lo entiende, ahora y provisoriamente, no de manera indirecta y negativa, sino que de forma absoluta, directa
y positiva. El indicium abre el camino a una idolatría.
“¿Por qué entonces dijo el insipiente en su corazón: dios no es cuando tan manifiesto es para la
mente racional que tú máximamente eres entre todo? ¿Por qué, sino porque es necio e
insipiente?”
Insipiente = “no saborea la dulzura divina” = no sabe. El necio piensa lo que no puede pensarse: que Dios no
existe. Su voluntad no está orientada hacia la verdad (cap. 1). Se resuelve en cap. IV.
Capítulo 4. Cómo el insipiente dijo en su corazón aquello que no puede pensarse.
“Pues de un modo se piensa la cosa cuando se piensa la voz que la significa y de otro modo
cuando se entiende eso mismo que la cosa es. En aquel modo puede pensarse que dios no es; en
este modo en absoluto no. No hay quien pueda pensar que dios no es quien entiende eso que
dios es a menos que diga en su corazón estas palabras sin significación alguna, o con alguna
extraña.”
Anselmo establece dos maneras de pensar, para ello, distingue tres ámbitos: la voz, la significación (de la
voz), la cosa. Ahora bien, el modo de pensar correcto es el que establece una correspondencia entre estos
tres ámbitos: debo conocer la cosa para luego significarla con la voz. El necio no se dirige a Dios, no lo
concibe, de modo que, habla sin conocer la cosa. Es decir, piensa de modo incorrecto.
“Luego señor, no sólo eres aquello mayor que lo cual no puede pensarse, sino que eres algo
mayor que lo que puede pensarse. Y puesto que es posible pensar que algo así, es: si tú no eres
eso mismo, puede pensarse algo mayor que tú, lo que no puede hacerse.”
Corti: el excessus, rompe con el indicium.
DE VERITATE (1080-1085)
Propósitos: qué es la verdad, en qué cosas se dice que hay verdad, qué es la justicia.
Estructura:
cap. 2-10, la verdad,
cap. 11, definición de la verdad,
cap. 12, definición de la justicia,
cap. 13, resolución.
Introducción de Corti
Parece razonable entender que De veritate trata de conciliar la fe con la experiencia humana que a través
del lenguaje muestra que verdad no sólo es un nombre que la fe adjudica a dios, sino también un nombre
referido a multiplicidad de cosas diversas y cambiantes que no son dios.
Rectitudo alude inequívocamente al carácter regulador de verdad respecto de lo que es, no menos que
respecto de lo que se dice que es, e incluye dos caracterizaciones de la noción rectitud, como debida y no
debida. La verdad regula el ser y el decir del ser, a la vez que dicha regulación puede acontecer como debida
o bien sin débito alguno.
Todas las rectitudes o verdades hasta este momento consideradas son rectitudes por esto: porque aquellas
cosas en que esas rectitudes son, o bien son lo que deben, o bien hacen lo que deben.
Un animal que procure su alimento y lo devore, hace lo que debe, cumple su cometido, es recto y hay verdad
en él. También hace espontáneamente lo que hace cuando procura y devora su alimento, y todo ello acontece
por impulso propio del animal que procura y devora su alimento; sin embargo, ello no es suficiente para
llamarlo justo en aquel sentido conque decimos que un hombre es justo. Ni la piedra ni el animal son, ni
pueden ser, justos como es o puede serlo un hombre.
En el caso de los seres racionales, en este caso el hombre, iustitia designa un obrar laudable por oposición
a un obrar vituperable: se trata del dominio moral del obrar humano.
Superar debitum exige identificar y separar las condiciones necesarias para poder hablar de iustitia, de
aquellas que son suficientes: necesario es saber lo que se debe, necesario es querer deberlo y necesario es
obrarlo. Quien obra algo que redunda en bien, pero ignora que ello es debido, no es justo por su obra: quien
evita que se produzca un daño a alguien sin saber que lo está haciendo, obra bien, pero como podría hacerlo
cualquier otra causa: se evita un daño cerrando una puerta, aún sin saber que a consecuencia de ello se |4
impide el ingreso de alguien que cometería una fechoría. No era propósito de aquel acto impedir el daño,
sino tan sólo cerrar la puerta: incluso el viento podría hacerlo; y aunque un agente humano la cerrase, si lo
hiciera ignorando la consecuencia de su gesto, no habría justicia alguna en ello. Un ladrón que, obligado a
restituir lo que ha robado, lo restituye, lo hace a causa de esa obligación que se le impone: sabe, por tanto,
que debe restituir lo indebidamente apropiado; lo hace, obra correctamente. Sin embargo, la imposición de
devolver le resulta ajena y debe serle impuesta desde el exterior de su voluntad: no quiere deberlo. Sabe y
obra aunque no quiere rectamente, puesto que no quiere el deber de devolver al cual está obligado, aún al
margen de la imposición que lo obliga.
Un poderoso de la tierra ofrece limosna a quien necesita de ella y la requiere. El poderoso sabe que debe
obrar en tal sentido, obra en tal sentido sin que sea necesaria la imposición, cumple lo que debe sin
imposición alguna ajena a él mismo. ¿Reúne lo necesario para que haya justicia? Sí, todo ello es necesario
para iustitia. ¿Reúne las condiciones suficientes?
Si el poderoso tiene por intención aún una intención no manifiesta, porque si su intención hubiera sido
manifestada, es obvio que no cumpliría con lo suficiente para la justicia de su obrar la vanagloria, si el por
qué de su obrar es una gloria vana y por ello persigue un cometido ajeno al bien que obra, es obvio que su
obrar no es justo según aquella justicia cuya definición se busca dentro del género de la rectitud verdad, y
que ya se sabe es rectitud de una voluntad cuya última determinación no puede ser el debitum.
Que no puede ser debitum se ve por lo siguiente: el ladrón, a quien se impone el deber porque es debido lo
que se le impone, exceptuado que la imposición es ajena a él porque es obligado por una instancia externa
de su misma voluntad, puede decirse que hace lo que debe porque es obligado, y dado que es obligado a
hacerlo porque lo debe: hace lo que debe porque debe. Nadie es justo de tal manera, o bien no es justicia lo
que se busca, sino tan sólo deber por el deber mismo.
Cuando un hombre justo obra, hace lo que debe a sabiendas; obra, además, queriendo deberlo; obra por
causa de la rectitud intrínseca a su obra y no sólo porque es debido obrarlo, aún cuando no obra sin obrarlo
porque es debido, sabiendo eso, y queriéndolo así como eso es, debido.
La verdad
La verdad de la enunciación en dos planos: a) en tanto hace lo que debe, es necesaria y natural, recta y
verdadera. b) en tanto corresponde con la realidad, es recta y verdadera, aunque está motivada por la moral
y es arbitraria.
Sobre la verdad en el pensamiento:
“si el pensamiento es verdadero y recto no más que porque pensamos que lo que es, es, o que lo
que no es, no es, su verdad no es algo distinto que la rectitud.” Cap. 3.
Sobre la condición natural y no natural:
“Dado que consta de la verdad de la acción que una es natural y otra no natural, en la natural
debe incluirse aquella verdad del enunciado que antes vimos que no podía ser separada. Pues,
así como el fuego cuando calienta obra la verdad porque lo ha recibido de allí de donde recibió
ser, del mismo modo también este enunciado, a saber «es de día», obra la verdad cuando
significa que es de día, ya sea de día, ya no, dado que recibió obrar esto naturalmente.” Cap. 5.
Sobre los sentidos:
“No me parece que esta verdad o falsedad está en los sentidos, sino en el pensamiento. El sentido
interior mismo se equivoca, no miente el sentido exterior.” Cap. 6.
Sobre la verdad de los entes:
“Hay verdad, entonces, en todas las cosas que son esencia, porque son lo que son en la verdad
sobreeminente.” Cap. 7.
La palabra o la obra: ejemplo de las hierbas saludables y mortíferas; preferencia por la obra. Cap. 9.
Sobre la suma verdad, Dios:
“Considera que, así como todas las rectitudes de las que se habló antes son rectitudes
precisamente porque las cosas en las que se dan, son o hacen lo que deben, la verdad
sobreeminente no es rectitud precisamente porque debe algo. Todas las cosas deben a ella;
ella nada debe a cosa alguna; por razón alguna es lo que es, sino porque es.” Cap. 10.
“[…] si nunca pudo no ser verdadero que lo futuro es algo, y nunca podrá no ser verdadero que
lo pasado es algo: es imposible que la verdad sobreeminente haya tenido principio o que tendrá |5
fin.” Cap. 10.
Definición de la verdad:
“[…]la verdad es la rectitud perceptible solo por la mente.” Cap. 11.
La definición de justicia
Justicia laudable: [cap. 12]
M. Toda voluntad, así como quiere algo, de la misma manera lo quiere por algo. Es así que debe
considerarse qué quiere, y del mismo modo debe atenderse a por qué lo quiere. Pues no debe
ser más recta queriendo lo que debe que queriendo por qué lo debe. Por lo cual toda voluntad
tiene qué y por qué, pues en absoluto queremos algo sin un por qué la queremos.
D. Todos conocemos esto en nosotros mismos.
M. ¿Por qué te parece que quien quiere, debe querer, para que tenga voluntad laudable? Pues
qué debe querer, es claro, porque quien no quiere lo que debe, no es justo.
D. No menos claro me parece que, así como quienquiera debe querer lo que debe, así también
debe querer porque debe para que su voluntad sea justa.
M. Entiendes bien que estas dos [condiciones] son necesarias para la voluntad en orden a la
justicia: querer lo que debe y precisamente porque lo debe. Pero dí si ya es suficiente.
D. ¿Por qué no?
M. Cuando alguien quiere lo que debe porque es obligado, y es obligado precisamente porque
debe quererlo, ¿no quiere de algún modo lo que debe porque debe quererlo?
D. No puedo negarlo; pero este lo quiere de un cierto modo y el justo de otro.
M. Distingue esos modos.
D. El justo, en cuanto debe decirse justo, cuando quiere lo que debe, cuida la rectitud de la
voluntad no por algo otro sino por la rectitud misma. Quien quiere lo que debe no sino obligado
o bien movido por algún extraño interés, si es que puede decirse que cuida la rectitud de la
voluntad, no la cuida por ella misma sino por algo distinto.
M. Luego, voluntad justa es aquella que cuida su rectitud por la rectitud misma.
“[…] la justicia es la rectitud de la voluntad cuidada por sí misma.”
“[…] la piedra no es dicha justa, porque no es justo quien obra lo que debe, si no quiere lo que
obra.”
“[…] la justicia es la rectitud de la voluntad cuidada por sí, esto es, la que es cuidada por sí.”