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Anselmo de Canterbury

PROSLOGION (1078)

Monologion, ejemplo de meditación sobre Proslogion, la fe en busca de la intelección |1


la razón (ratio) de la fe. (intellectus).

Ofrecen pruebas de la existencia de Dios que no atienden a la autoridad.

La ratio opera discursivamente. El intelecto opera con la captación directa.

Parten de la experiencia. Independientes de la experiencia.

Concatenación de argumentos. Un único argumento.

Capítulo 1. Estimulación de la mente a contemplar a dios


“Ey, ahora, hombrecillo, escapa un poco de tus ocupaciones, recógete módicamente de tus
pensamientos tumultuosos. Rechaza en este momento cuidados onerosos y pospone tus
laboriosas tensiones. Tómate un tiempo para dios y descansa un tiempo en él. “Entra en el recinto”
de tu mente, excluye todas las cosas excepto dios y aquellas que te ayuden a buscarlo, y a puertas
cerradas, búscalo.”
Interioridad agustiniana. Relación con De Magistro.
Agustín busca a Dios mismo, Anselmo solo busca un único argumento (autosuficiente).
Anselmo no busca a Dios, pero necesita orientar su voluntad hacia el Bien, necesita estar iluminado a fin de
que pueda ver aquello que busca. No duda sobre la existencia de Dios, solo busca un argumento
autosuficiente.
“No intento, señor, penetrar tu alteza porque en modo alguno comparo con ella mi inteligencia,
pero deseo de alguna manera entender tu verdad, la que cree y ama mi corazón. Y no busco
entender para que yo crea, sino que creo para que yo entienda. Porque también creo esto: que si
yo no creyera, yo no entendería.”
El argumento no va a ofrecer un conocimiento de Dios, solo entreverá su existencia. Sabemos que es, no qué
es. Tal como Agustín, Anselmo cree para entender, sin embargo, este último, parte de una “fe en busca de la
intelección”. En Agustín, el creer es condición de posibilidad del entender, es una orientación de la voluntad.
En Anselmo, además de esa orientación, se busca inteligir una formula de la fe expresada en una
proposición.
Capítulo 2. Que verdaderamente dios es
“Y creemos que tú eres algo mayor que lo cual nada puede ser pensado.”
“Aliquid quo nihil maius cogitari possit”
No es un término, es una definición no-esencial o descripción de Dios. No establece una comparación dentro
del ámbito de lo pensable. Dios no es mayor que todo, es mayor que nada. La comparación (Dios y la nada)
debe entenderse en sentido superlativo. Dios está por encima de lo pensable. Corti: el maius solo abre una
gradatio (id quo magis cogitari potest), el nihil cierra un circuitus (quo nihil maius cogitari possit), Se
representa, en este punto, “aquello…” de forma indirecta y negativa.
“¿Es [acaso] que tal naturaleza no es, dado que »dijo el insipiente en su corazón: dios no es«? Pero
ciertamente este mismo insipiente, cuando oye esto mismo que digo: »algo mayor que lo cual nada
puede ser pensado«, entiende lo que oye; y lo que entiende es en su intelecto, aun si no entiende
que eso, es. Puesto que no es lo mismo que la cosa es en el intelecto, y entender que esa cosa es.
Pues cuando el pintor piensa con anterioridad aquello que hará, posee algo cierto en el intelecto,
pero aún no entiende que aquello que aún no hizo, es. Cuando en verdad ya lo pintó, no sólo tiene
en el intelecto algo cierto, sino que también entiende que aquello que ya hizo, es. Se convence aun
el insipiente que es en el intelecto »algo mayor que lo cual nada puede ser pensado«, porque
cuando oye esto entiende, y todo aquello entendido es en el intelecto. Y ciertamente »aquello
mayor que lo cual nada puede ser pensado«, no puede ser en el intelecto solamente. Pues si es en
el intelecto solamente, puede pensarse que también es en realidad, y esto es algo mayor. Si, luego,
»aquello mayor que lo cual no puede pensarse« es en el intelecto solamente: eso mismo »mayor
que lo cual no puede pensarse«, es »mayor que lo cual puede pensarse«. Pero ciertamente esto es
imposible.”
Ejemplo del pintor. El necio. |2
Anselmo distingue, con el ejemplo del pintor, dos tipos de existencias, el ser en el intelecto y el ser en lo real.
El necio solo concibe el ser en el intelecto, niega la existencia en la realidad. Anselmo entiende que, dado el
ser en el intelecto, existe la posibilidad del ser en la realidad. Ahora bien, en virtud de “aquello mayor por
lo cual nada puede ser pensado” esa posibilidad en la realidad se convierte en necesaria. Si “aquello mayor
por lo cual nada puede ser pensado” no existe en la realidad entonces no es “aquello mayor por lo cual nada
puede ser pensado”. Lo cual es una contradicción y Anselmo intenta, de este modo, llevar al absurdo los
dichos del necio.
“Existe, luego, más allá de duda, algo mayor que lo cual no puede pensarse, en el intelecto y en
realidad [en sentido extramental].”
Supuestos del argumento:
 Universalidad y univocidad: Hasta el necio entiende y lo hace (escucha y entiende) del mismo modo
que todas las personas (explicación provisoria del cap. 2).
 No hay innatismo en el ser del entendimiento. El pintor piensa por si mismo.
 El ser real es considerado como perfección.

Capítulo 3. Que no es posible pensar que no es

“Lo cual sí verdaderamente es, de modo tal que ni es posible pensar que no es. Pues puede
pensarse que algo es y que de ello no puede pensarse asimismo que no es, y eso es mayor que
aquello de lo cual sí puede pensarse que no es.”
“Y dado que de todo lo demás, excepto sólo de tí, puede pensarse que no es, tú solo con absoluta
verdad entre todas las cosas tienes ser, porque todo lo demás no es verdaderamente de ese, tu
modo, y por ello tiene ser en menos.”
Para Anselmo existen dos tipos entidades, las que pueden no existir (o contingentes), y las que solo pueden
existir (necesarias). Asimismo, existen dos tipos de pensamientos con respecto a esto último, el que piensa
lo que no puede existir, y el que piensa lo que solo puede existir. Existe, en este punto, una correspondencia
entre el ser y el pensar. Contingente es todo aquello que transita del no-ser al ser. Dios es puro ser.
“Y esto eres tú, señor dios nuestro. De modo tal verdaderamente eres, que ni pensarse puede
que no eres.”
Corti: aparece, en este punto, el indicium: la posibilidad de pensar deícticamente esto “aquello mayor…”. Se
lo entiende, ahora y provisoriamente, no de manera indirecta y negativa, sino que de forma absoluta, directa
y positiva. El indicium abre el camino a una idolatría.
“¿Por qué entonces dijo el insipiente en su corazón: dios no es cuando tan manifiesto es para la
mente racional que tú máximamente eres entre todo? ¿Por qué, sino porque es necio e
insipiente?”
Insipiente = “no saborea la dulzura divina” = no sabe. El necio piensa lo que no puede pensarse: que Dios no
existe. Su voluntad no está orientada hacia la verdad (cap. 1). Se resuelve en cap. IV.
Capítulo 4. Cómo el insipiente dijo en su corazón aquello que no puede pensarse.

“Pues de un modo se piensa la cosa cuando se piensa la voz que la significa y de otro modo
cuando se entiende eso mismo que la cosa es. En aquel modo puede pensarse que dios no es; en
este modo en absoluto no. No hay quien pueda pensar que dios no es quien entiende eso que
dios es a menos que diga en su corazón estas palabras sin significación alguna, o con alguna
extraña.”
Anselmo establece dos maneras de pensar, para ello, distingue tres ámbitos: la voz, la significación (de la
voz), la cosa. Ahora bien, el modo de pensar correcto es el que establece una correspondencia entre estos
tres ámbitos: debo conocer la cosa para luego significarla con la voz. El necio no se dirige a Dios, no lo
concibe, de modo que, habla sin conocer la cosa. Es decir, piensa de modo incorrecto.

Relación con De Veritate (1080-1085)


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En este tratado se establece que Dios es la verdad suma. ¿Cómo nombramos a lo verdadero? Existen planos:
de la enunciación, en tanto es significativa (coherencia interna), o, en tanto se corresponde con la realidad.
Una enunciación significativa que no se corresponda con la realidad es, en cierto sentido, verdadera y recta,
dado que se atiene a lo que debe: enunciar.
A nivel del conocimiento ocurre lo siguiente: la verdad cognoscitiva reposa sobre una verdad ontológica, la
de los entes (participan de la verdad suma = Dios).
La recta voluntad, es decir una voluntad orientada a Dios, es condición de posibilidad de la recta cognición,
la cual posibilita, seguidamente, la recta significación o enunciación.

Capítulo 15. Que es mayor que lo que puede pensarse

“Luego señor, no sólo eres aquello mayor que lo cual no puede pensarse, sino que eres algo
mayor que lo que puede pensarse. Y puesto que es posible pensar que algo así, es: si tú no eres
eso mismo, puede pensarse algo mayor que tú, lo que no puede hacerse.”
Corti: el excessus, rompe con el indicium.

DE VERITATE (1080-1085)
Propósitos: qué es la verdad, en qué cosas se dice que hay verdad, qué es la justicia.
Estructura:
cap. 2-10, la verdad,
cap. 11, definición de la verdad,
cap. 12, definición de la justicia,
cap. 13, resolución.
Introducción de Corti
Parece razonable entender que De veritate trata de conciliar la fe con la experiencia humana que a través
del lenguaje muestra que verdad no sólo es un nombre que la fe adjudica a dios, sino también un nombre
referido a multiplicidad de cosas diversas y cambiantes que no son dios.

Rectitudo alude inequívocamente al carácter regulador de verdad respecto de lo que es, no menos que
respecto de lo que se dice que es, e incluye dos caracterizaciones de la noción rectitud, como debida y no
debida. La verdad regula el ser y el decir del ser, a la vez que dicha regulación puede acontecer como debida
o bien sin débito alguno.

Todas las rectitudes o verdades hasta este momento consideradas son rectitudes por esto: porque aquellas
cosas en que esas rectitudes son, o bien son lo que deben, o bien hacen lo que deben.

Un animal que procure su alimento y lo devore, hace lo que debe, cumple su cometido, es recto y hay verdad
en él. También hace espontáneamente lo que hace cuando procura y devora su alimento, y todo ello acontece
por impulso propio del animal que procura y devora su alimento; sin embargo, ello no es suficiente para
llamarlo justo en aquel sentido conque decimos que un hombre es justo. Ni la piedra ni el animal son, ni
pueden ser, justos como es o puede serlo un hombre.
En el caso de los seres racionales, en este caso el hombre, iustitia designa un obrar laudable por oposición
a un obrar vituperable: se trata del dominio moral del obrar humano.
Superar debitum exige identificar y separar las condiciones necesarias para poder hablar de iustitia, de
aquellas que son suficientes: necesario es saber lo que se debe, necesario es querer deberlo y necesario es
obrarlo. Quien obra algo que redunda en bien, pero ignora que ello es debido, no es justo por su obra: quien
evita que se produzca un daño a alguien sin saber que lo está haciendo, obra bien, pero como podría hacerlo
cualquier otra causa: se evita un daño cerrando una puerta, aún sin saber que a consecuencia de ello se |4
impide el ingreso de alguien que cometería una fechoría. No era propósito de aquel acto impedir el daño,
sino tan sólo cerrar la puerta: incluso el viento podría hacerlo; y aunque un agente humano la cerrase, si lo
hiciera ignorando la consecuencia de su gesto, no habría justicia alguna en ello. Un ladrón que, obligado a
restituir lo que ha robado, lo restituye, lo hace a causa de esa obligación que se le impone: sabe, por tanto,
que debe restituir lo indebidamente apropiado; lo hace, obra correctamente. Sin embargo, la imposición de
devolver le resulta ajena y debe serle impuesta desde el exterior de su voluntad: no quiere deberlo. Sabe y
obra aunque no quiere rectamente, puesto que no quiere el deber de devolver al cual está obligado, aún al
margen de la imposición que lo obliga.
Un poderoso de la tierra ofrece limosna a quien necesita de ella y la requiere. El poderoso sabe que debe
obrar en tal sentido, obra en tal sentido sin que sea necesaria la imposición, cumple lo que debe sin
imposición alguna ajena a él mismo. ¿Reúne lo necesario para que haya justicia? Sí, todo ello es necesario
para iustitia. ¿Reúne las condiciones suficientes?
Si el poderoso tiene por intención aún una intención no manifiesta, porque si su intención hubiera sido
manifestada, es obvio que no cumpliría con lo suficiente para la justicia de su obrar la vanagloria, si el por
qué de su obrar es una gloria vana y por ello persigue un cometido ajeno al bien que obra, es obvio que su
obrar no es justo según aquella justicia cuya definición se busca dentro del género de la rectitud verdad, y
que ya se sabe es rectitud de una voluntad cuya última determinación no puede ser el debitum.
Que no puede ser debitum se ve por lo siguiente: el ladrón, a quien se impone el deber porque es debido lo
que se le impone, exceptuado que la imposición es ajena a él porque es obligado por una instancia externa
de su misma voluntad, puede decirse que hace lo que debe porque es obligado, y dado que es obligado a
hacerlo porque lo debe: hace lo que debe porque debe. Nadie es justo de tal manera, o bien no es justicia lo
que se busca, sino tan sólo deber por el deber mismo.
Cuando un hombre justo obra, hace lo que debe a sabiendas; obra, además, queriendo deberlo; obra por
causa de la rectitud intrínseca a su obra y no sólo porque es debido obrarlo, aún cuando no obra sin obrarlo
porque es debido, sabiendo eso, y queriéndolo así como eso es, debido.

La verdad
La verdad de la enunciación en dos planos: a) en tanto hace lo que debe, es necesaria y natural, recta y
verdadera. b) en tanto corresponde con la realidad, es recta y verdadera, aunque está motivada por la moral
y es arbitraria.
Sobre la verdad en el pensamiento:
“si el pensamiento es verdadero y recto no más que porque pensamos que lo que es, es, o que lo
que no es, no es, su verdad no es algo distinto que la rectitud.” Cap. 3.
Sobre la condición natural y no natural:
“Dado que consta de la verdad de la acción que una es natural y otra no natural, en la natural
debe incluirse aquella verdad del enunciado que antes vimos que no podía ser separada. Pues,
así como el fuego cuando calienta obra la verdad porque lo ha recibido de allí de donde recibió
ser, del mismo modo también este enunciado, a saber «es de día», obra la verdad cuando
significa que es de día, ya sea de día, ya no, dado que recibió obrar esto naturalmente.” Cap. 5.
Sobre los sentidos:
“No me parece que esta verdad o falsedad está en los sentidos, sino en el pensamiento. El sentido
interior mismo se equivoca, no miente el sentido exterior.” Cap. 6.
Sobre la verdad de los entes:
“Hay verdad, entonces, en todas las cosas que son esencia, porque son lo que son en la verdad
sobreeminente.” Cap. 7.
La palabra o la obra: ejemplo de las hierbas saludables y mortíferas; preferencia por la obra. Cap. 9.
Sobre la suma verdad, Dios:
“Considera que, así como todas las rectitudes de las que se habló antes son rectitudes
precisamente porque las cosas en las que se dan, son o hacen lo que deben, la verdad
sobreeminente no es rectitud precisamente porque debe algo. Todas las cosas deben a ella;
ella nada debe a cosa alguna; por razón alguna es lo que es, sino porque es.” Cap. 10.
“[…] si nunca pudo no ser verdadero que lo futuro es algo, y nunca podrá no ser verdadero que
lo pasado es algo: es imposible que la verdad sobreeminente haya tenido principio o que tendrá |5
fin.” Cap. 10.
Definición de la verdad:
“[…]la verdad es la rectitud perceptible solo por la mente.” Cap. 11.

La definición de justicia
Justicia laudable: [cap. 12]
M. Toda voluntad, así como quiere algo, de la misma manera lo quiere por algo. Es así que debe
considerarse qué quiere, y del mismo modo debe atenderse a por qué lo quiere. Pues no debe
ser más recta queriendo lo que debe que queriendo por qué lo debe. Por lo cual toda voluntad
tiene qué y por qué, pues en absoluto queremos algo sin un por qué la queremos.
D. Todos conocemos esto en nosotros mismos.
M. ¿Por qué te parece que quien quiere, debe querer, para que tenga voluntad laudable? Pues
qué debe querer, es claro, porque quien no quiere lo que debe, no es justo.
D. No menos claro me parece que, así como quienquiera debe querer lo que debe, así también
debe querer porque debe para que su voluntad sea justa.
M. Entiendes bien que estas dos [condiciones] son necesarias para la voluntad en orden a la
justicia: querer lo que debe y precisamente porque lo debe. Pero dí si ya es suficiente.
D. ¿Por qué no?
M. Cuando alguien quiere lo que debe porque es obligado, y es obligado precisamente porque
debe quererlo, ¿no quiere de algún modo lo que debe porque debe quererlo?
D. No puedo negarlo; pero este lo quiere de un cierto modo y el justo de otro.
M. Distingue esos modos.
D. El justo, en cuanto debe decirse justo, cuando quiere lo que debe, cuida la rectitud de la
voluntad no por algo otro sino por la rectitud misma. Quien quiere lo que debe no sino obligado
o bien movido por algún extraño interés, si es que puede decirse que cuida la rectitud de la
voluntad, no la cuida por ella misma sino por algo distinto.
M. Luego, voluntad justa es aquella que cuida su rectitud por la rectitud misma.
“[…] la justicia es la rectitud de la voluntad cuidada por sí misma.”
“[…] la piedra no es dicha justa, porque no es justo quien obra lo que debe, si no quiere lo que
obra.”
“[…] la justicia es la rectitud de la voluntad cuidada por sí, esto es, la que es cuidada por sí.”

Interpretación de Corti. Justicia laudable y justicia vituperable.


Cuidar la rectitud de la voluntad por la rectitud misma no debe confundirse con hacer lo que se debe a
sabiendas y queriéndolo tan solo porque se lo debe querer. Estas son condiciones necesarias en orden a la
justicia, pero no suficientes. No bastan por sí solas, hace falta, además, que no se quiera lo debido solo
porque se debe quererlo. La introducción de la cláusula propter ipsam rectitudinem excluye que la rectitud
sea cuidada por algo distinto de ella misma, sea como sucede en el ejemplo del ladrón, sea como sucede en
el ejemplo del rico y su limosna por vanagloria. En el primero, que en definitiva cumple con la circularidad
de querer lo que se debe porque se debe, la instancia que obliga es extrínseca al sujeto; en el segundo, la
instancia que motiva es también extrínseca al sujeto. La propuesta anselmiana está más allá no solo de la
alienación de la voluntad a causa de cumplir la ley por la ley misma, cuanto de la alienación de querer algo
por una finalidad ajena a la rectitud, haciendo de la rectitud un medio y no un fin. Ni el deber impuesto
extrínsecamente, ni finalidad alguna que motive a la voluntad más allá de su intrínseca rectitud, son
suficientes en orden a una voluntad justa porque causan su alienación. Y hay más aún; el querer lo debido
por ser debido, sin más, tampoco basta para hacer justa a la voluntad. Suena paradójico esto último: ¿qué
parece más libre que una voluntad que obra lo debido por el deber mismo, sin intromisiones? Sin embargo
el ladrón, que es obligado a devolver lo sustraído, es decir a cumplir su deber, padece la alienación de su
voluntad porque es obligado por la ley y solamente así obra lo que debe. La ley suple su falta de voluntad en
el cumplimiento de lo debido, suple el no querer deber que aqueja la voluntad del ladrón. Sin embargo, la |6
ley y la obligación que de ella emana, son extrínsecas a su voluntad. Por ello se trata de una voluntad
alienada. El rico hace lo que debe sin ser obligado y así reúne la condición necesaria, el querer deber. Sin
embargo, el rico reconoce otra alienación, distinta de la del ladrón, cuando obra en vista de algo extraño a
la rectitud de su voluntad. La extranea merces que motiva el obrar de quien lo hace por vanagloria, operando
como un fin extrínseco a la voluntad, la torna alienada. Estos dos ejemplos dan cuenta de las dos condiciones
necesarias ⎯ querer lo debido y quererlo porque es debido⎯ en orden a la justicia. Pero no son suficientes.
Superar la alienación no consiste solo en cerrar el círculo presuntamente virtuoso de obrar lo debido y
obrarlo porque es debido.
Anselmo muestra que el ladrón, en definitiva, y silogismo hipotético mediante, cumple estas dos cláusulas.
Pero no son suficientes. ¿Por qué no lo son? Porque el hecho de tener la ley interiorizada de manera tal que
se cumpla su mandato sin recurrir a una obligación externa, no alcanza el bien mismo, solo alcanza la ley.
La fuerza que obliga al ladrón desde fuera de él, obliga, en el caso del rico, desde su interior. El ladrón no
quería deber devolver; el rico sí quiere dar limosna. No hay en este caso una fuerza extrínseca, pero el rico
no supera su alienación, porque obra en pos de un fin extrínseco a la rectitud de su voluntad. Obrar lo debido
por ser debido cierra el círculo del qué ⎯ porque se quiere lo debido⎯ y del por qué ⎯ porque se lo quiere
por ser debido⎯ . Sin embargo, el hecho de introyectar la obligatoriedad de la ley en el sujeto no satisface los
requerimientos de justicia. Ofrece, sí, una voluntad cerrada sobre sí misma que da una imagen de no
alienación. Pero el bien, la verdad, la rectitud de la voluntad, ¿dónde están? ¿dónde está la justicia? Esa
voluntad, clausurada sobre sí por el deber como fin, ciertamente no posee la rectitud de la justicia. Posee
rectitud, pero no basta para la justicia. No debe perderse de vista que se busca la justicia laudable, la
meritoria, no una justicia administrativa que quepa en la letra de la ley. Se busca el espíritu que anima la
ley. En la parábola del bien samaritano (Lucas 10: 25-37), el evangelio muestra algo distinto. El sacerdote y
el levita pasan de largo ante el sufriente, no lo reconocen como su prójimo, cumplen el mandato de no
trabajar el sábado y lo hacen porque es debido hacerlo, lo manda la ley. El samaritano se detiene ante el
caído, lo reconoce como tal, lo cuida, y al hacerlo cuida la rectitud de su voluntad. La naturaleza del bien
común es tal que, cuidándolo, se cuida el propio. El samaritano cumple la ley más allá de la ley, la cumple
por exceso: la supera. El bien cuidado, la rectitud atesorada ahora, es el amor del prójimo como amor de sí
mismo, de su bien. Anselmo muestra el gesto superador de la ley, que no consiste en no cumplirla ni en
cumplirla sólo por ser debido. El amor de la rectitud por ella misma es amor del bien por el bien mismo, de
la verdad de la voluntad por ella misma, es la justicia.

La verdad es una:
“Impropiamente se dice «de esta o de aquella cosa», porque ella no tiene su ser ni en las cosas
mismas, ni de ellas, ni por ellas. Sino que, cuando las cosas mismas son según ella, la que
siempre está dispuesta para las cosas que son como deben, entonces se dice «de esta o de
aquella cosa», como la verdad de la voluntad, de la acción, al modo como se dice «el tiempo de
esta o aquella cosa» cuando el tiempo es uno y el mismo de todas las cosas que son a la vez en
el mismo tiempo; y si no fuese esta cosa o aquella, no sería menos el mismo tiempo.” Cap. 13.

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