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SCHÖNBERG: Moses und Aron.

Mayer, Graham-Hall, Davis, Purves, Wyn-Rogers,


Pflumm. Coro y Orquesta de la Ópera Nacional de París/Philippe Jordan. Escena:
Romeo Castellucci.
BAC 136· DVD· 113’ · NTSC
Bel Air Classiques ***** R
¡OH, TÚ, PALABRA QUE ME FALTA!
Paradójicamente, la atormentada exclamación de Moisés al final del segundo acto
de Moses und Aron se convierte en una de las más eficaces e inquietantes
conclusiones de la historia de la ópera, al proclamar la propia condición
incompleta de la obra: Schönberg nunca llegaría a escribir la música para el tercer
acto. Como si el conflicto que atraviesa su argumento no pudiera ser resuelto, el
compositor dejó en suspenso la oposición entre los dos personajes y quizá, con
ello, amplió asimismo las posibilidades interpretativas que éste convoca. La
presente producción, con dirección escénica de Romeo Castellucci y musical de
Philippe Jordan, procedente de la Ópera de París, y que formó parte asimismo de
la temporada 2015-16 del Teatro Real, confirma esa pluralidad semántica de la
partitura. Si en las dos versiones escénicas editadas hasta el momento en formato
audiovisual la dimensión política resultaba fundamental, con un coro sometido al
afán de liderazgo de Moisés y Aron, en el caso de Castellucci nos encontramos con
un planteamiento eminentemente conceptual, a pesar de apoyarse en imágenes de
enorme impacto visual. De hecho, como es frecuente en ciertos régisseurs actuales,
el italiano parece aplicar a la obra un repertorio de recursos elaborado en
producciones previas. Así se percibe la influencia de las artes plásticas,
especialmente del arte povera, en la masiva corporeidad del toro, yuxtapuesta al
cuerpo desnudo de una joven durante la escena del becerro de oro, en la presencia
de un figurante tetrapléjico o en el uso de un estanque de tinta donde se
embadurnan, hasta convertirse en una informe mancha negra, los cuerpos de los
cantantes a lo largo del Acto II y que, en el juego de oposiciones que articula toda la
propuesta de Castellucci, se opone a la aséptica e inmaterial blancura del primer
acto. Otros elementos -el magnetófono, los tipos de imprenta, las palabras
proyectadas, el dispositivo tecnológico que desciende de lo alto- remitirían, de un
modo elusivo y enigmático, a las dificultades de comunicar la idea abstracta a
través de la palabra. En cierto modo, esa dramaturgia desplegada, no a través del
convencional enfrentamiento entre los dos protagonistas y el coro, sino a partir de
imágenes visuales, hace que la exasperada tensión expresionista que recorre la
obra repose, casi en exclusiva, en la dimensión musical. El contraste entre el
exasperado sprechgesang del profeta y el melifluo canto de Aron es expuesto
soberbiamente por Thomas Johannes Mayer y John Graham-Hall, y el Coro de la
Ópera de París logra resolver en toda su complejidad la exigente, casi imposible,
escritura coral. Jordan no alcanza ni la claridad analítica de Boulez (DG) o Gielen
(Philips) ni el ímpetu emocional de Solti (Decca), pero mantiene con firmeza la
tensión expresiva, expone con nitidez la estricta lógica musical y extrae de la
orquesta unas estremecidas texturas tímbricas. Si bien para una primera
aproximación sea más recomendable la puesta en escena de Willy Decker, dirigida
musicalmente por Michel Boder (EuroArts), ésta ofrece una complementaria y
magnífica alternativa, que no hace sino confirmar el incuestionable estatuto de
obra maestra de la ópera de Schönberg.
David Cortés Santamarta

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