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ARZOBISPADO DE LIMA 
 
 
 
 
 
 
 
GRAN MISIÓN 
DE LIMA 
 
Guía del 
Animador de Misión 
(Material doctrinal) 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
2008 – 2010 

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ÍNDICE 
 
 
Capítulo 1‐ DIOS, LA CREACIÓN Y LA REVELACIÓN 
1. Hombre, Quién eres. 
2. El sentido de la existencia humana. 
3. El pecado: origen del mal en el mundo. 
4. Dios habla al hombre: la Revelación. 
5. La Biblia, Palabra de Dios. 
 
Capítulo 2‐ JESUCRISTO 
6. Jesucristo: nuestro Salvador y Reconciliador 
7. La liturgia y los Sacramentos. 
8. La Reconciliación y la Eucaristía. 
 
Capítulo 3‐ EL ESPÍRITU SANTO ‐ LA IGLESIA 
9. El Espíritu Santo. 
10. La Iglesia, familia de Dios. 
11. Soy católico, por la gracia de Dios.  
 
Capítulo 4‐ MARÍA, MADRE DE DIOS Y MADRE DE LA IGLESIA 
12. María, Madre de Dios y de la Iglesia. 
 
Capítulo 5‐ DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA 
13. La ley divina para la salvación del hombre. 
14. Amor y sexualidad. 
 
Capítulo 6. LA COMUNIDAD HUMANA 
15. El matrimonio cristiano. 
16. Familia sé lo que eres. 
17. La doctrina social de la Iglesia 
 
Capítulo 7. CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE Y LA VIDA 
ETERNA 
18. El hombre, creado para la eternidad. 
 
Capítulo 8. EL VOLUNTARIADO CRISTIANO 
19. La oración cristiana. 
20. La solidaridad cristiana. 
  
ANEXO. Sugerencias pastorales para el desarrollo de cada bloque temático. 

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LA REVELACIÓN 
 
 

Imagen del Señor de los Milagros en el Templo de las Nazarenas. Lima. 

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E  l  misterio  fundamental  de  la  fe  cristiana  se  encuentra  representado    en  la  imagen  del 
Señor  de  los  Milagros.  Tal  como  profesamos  en  el  Símbolo  de  la  fe  creemos  en  un  solo 
Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. 
 
Cada año las multitudes de todas las razas y condiciones sociales celebran juntas la procesión del 
Señor  de  los  Milagros,  no  solo  en  Perú  sino  en  donde  quiera  que  se  encuentren  comunidades 
peruanas y latinoamericanas.   
 
La  meta  de  todo  cristiano  es  participar  plenamente  de  la  vida  divina,  ser  parte  de  esa  perfecta 
comunión de amor que hay en Dios: por Cristo somos hijos del Padre en el Espíritu Santo. 
 
Está  claramente  establecido  que  en  el  año  1651,  un  negro  esclavo  angoleño  de  la  zona  de 
Pachacamilla  llevado  por  un  superior  impulso  plasmó  en  una  pared  de  adobes  del  local  de  su 
cofradía  la  sagrada  efigie  del  Redentor  Crucificado  para  que  patrocinara  sus  reuniones  y  les 
sirviese de guía.  
 
El 13 de noviembre de 1655 Lima sufrió un gran sismo, que fue seguido por temblores de menor 
intensidad. Pero el muro con la pintura soportó el rigor del sismo. Este hecho prodigioso fue el 
que dio origen al culto popular al Señor de los Milagros. Unos años después, Don Antonio León, 
levantó una pequeña ermita con el muro. La tradición cuenta, que él, lleno de devoción, pidió al 
Señor a través de la imagen le sanara de un mal incurable. Desaparecido este mal, se propagó la 
noticia del milagro a lo largo y ancho de la ciudad. 
 
El Conde de Lemos personalmente rindió culto a la imagen y acordó con la autoridad eclesiástica 
que se le venerase en el mismo lugar para lo cual ordenó inmediatamente se levantara una ermita 
provisional.  La  primera  misa  fue  celebrada  un  día  lunes  14  de  setiembre  de  1671.  A  esta 
celebración asistió el Virrey y su señora esposa, altas autoridades civiles como eclesiásticas y un 
gran número de vecinos y devotos. Desde allí siguió aumentando el número de los devotos, que 
venían desde lejos inclusive, para conocer y reverenciar a la imagen del mural de Pachacamilla a 
la que pronto comenzaron a llamarle el Santo Cristo de los Milagros o de las Maravillas. 
 
El terremoto del 20 de octubre de 1687 produjo rajaduras y desmoronamientos en la Capilla, pero 
nuevamente  el  muro  con  la  venerada  imagen  quedó  en  pie,  confirmándose  así  el  designio 
milagroso  de  ella.  Las  consecuencias  fueron  tan  devastadoras  para  la  ciudad  que  se  acordó  por 
petición del pueblo en general, confeccionar una copia al óleo de la imagen para que recorra las 
calles de la ciudad como símbolo de protección. 

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CAPÍTULO I 
 
 
DIOS,  LA CREACIÓN Y LA REVELACIÓN 
 

D ios se ha revelado a los hombres para mantener una relación de amor con ellos.
En primer lugar, se revela en la creación dejando en ella las "huellas" de su
belleza, bondad y verdad. Y de toda la creación visible, el hombre se constituye en el
administrador de misma, pues es creado a imagen y semejanza de Dios con capacidad
para conocerle y amarle. Además, Dios se ha revelado de manera sobrenatural,
manifestando a los hombres la intimidad de su ser y los designios de su voluntad. Esta
revelación sobrenatural está contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición viva de
la Iglesia. Siendo el Magisterio de la Iglesia quien conserva y enseña con fidelidad la
revelación divina.

Es por la revelación sobrenatural, cuyo culmen y plenitud es Jesucristo: el Hijo de Dios


hecho hombre, como sabemos que Dios es Trinidad. Se trata de la verdad central de
nuestra fe. Los cristianos creemos firmemente que nuestro Dios no es un ser solitario
sino que es comunión de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es uno en naturaleza y
trino en personas.

Cada uno de los hombres estamos llamados a tener una relación de amor y obediencia
hacia Dios: creador, redentor y santificador nuestro. De ahí la importancia de guardar
los tres primeros mandamientos de la ley divina.
 
 
 
DOCUMENTOS BÁSICOS 
Catecismo de la Iglesia Católica:  
Nº 26-141; 232-267; 279-421; 2083-2195.
Compendio del Catecismo:  
Nº.1-24; 36-78; 442-454.
Catecismo menor:  
Nº. 4-31; 46-91; 457-480
Temas: 1, 2, 3, 4, 5. 

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TEMA 1 
 
HOMBRE, ¿QUIÉN ERES? 
 
 
ʺLo hiciste poco inferior a los ángeles,  
lo coronaste de gloria y dignidadʺ 
(Salmo 8,6) 
 
Padre, en un programa de televisión pasado se hablaba sobre el tema de ʺlo moral y lo 
inmoralʺ, y en medio de la discusión, alguien dijo que la Iglesia estaba atrasada y sólo 
sabía ver pecado en todo lo que hace el hombre.  
El que dijo eso, querido amigo, no conoce a la Iglesia ni su mensaje. En primer lugar, la
Iglesia no está atrasada, más bien, está al día de lo que pasa en el mundo y sus juicios
están basados en un profundo conocimiento de la dignidad humana y de lo que mejor
le conviene al hombre para su dignificación. En segundo lugar, no es cierto que la
Iglesia esté viendo pecado en todo lo que hace el hombre, por el contrario, el mensaje
moral de la Iglesia va en la línea de que el hombre busque y alcance la perfección a la
que lo llama Dios, llevando una vida virtuosa, de acuerdo a las enseñanzas de Cristo.

¿Podría explicar qué es en sí la moral? 
Antes de explicar qué es la Moral, es preciso saber qué es el hombre y para qué está
llamado a existir. Sobre esta base podremos comprender lo que enseña la Iglesia sobre
la moral, y también las ideologías que contradicen su enseñanza.

Es  cierto.  Debemos  tener  una  base  sobre  la  cual  se  pueda  discutir  con  orden,  de  lo 
contrario, caeríamos en un diálogo de sordos. 
Así es. Por lo tanto, debemos empezar por reconocer que existen distintas concepciones
del hombre. Una de estas concepciones considera al hombre sólo como un ser
biológico, porque sus actos son el resultado de las exigencias de su naturaleza animal.
Para los que así piensan, les será difícil entender una ética sexual o actos humanos que
respondan a exigencias espirituales (valores morales). Mucho menos que el hombre sea
capaz de alcanzar una vida virtuosa, venciendo aquellas inclinaciones naturales
discordes con un ideal de vida que aspire a la perfección. Por tanto, son ajenos a la
visión biologicista, temas como la fidelidad matrimonial, virginidad, castidad,
moderación de lo apetitos carnales que llevan al ser humano a una vida ordenada en
su dimensión sexual, En otro campo, pero en la línea biologicista, hay muchos que no
consideran malo la experimentación con embriones, e ignoran el trato digno que se
merecen como seres humanos, que lo son desde su concepción. Sólo ven en ellos
biología. La ética, aún la llamada Moral Natural, en la práctica, no existe para estas
personas.

¿Cómo responde la Iglesia al planteamiento biologicista? 
El hombre no es pura biología. El hombre es un ser complejo que posee una dimensión
espiritual que lo eleva por encima de la pura biología. El hombre no es esclavo de sus
pasiones; es capaz de dominarse a sí mismo para construir una sociedad fundada en

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los valores éticos que le permitan vivir una existencia digna. El hombre, por otro lado,
tampoco es un objeto con el cual pueda experimentarse o manipularlo para conseguir
fines particulares.

¿Qué otro pensamiento existe en la  actualidad,  contrario a  la concepción del hombre 


que tiene la Iglesia? 
Aquel que considera al hombre en términos económicos. Ve cifras o números pero no
personas. Las personas serían para ellos individuos a quienes se puede sacar provecho.
Este pensamiento influye negativamente en la vida de la sociedad. Se constata en la
explotación económica del trabajador; en la manipulación de los deseos humanos para
llevarlos a una ansiedad de consumo de bienes materiales que los lleve a comprar, para
beneficio de las grandes empresas y perjuicio de los bolsillos de los compradores.

¿Sigue siendo aún hoy una realidad la explotación del trabajador? 
Claro que sí. Fíjate qué salarios, qué trato inhumano dan algunos patrones y en qué
desamparo de seguridad social viven. Además, muchas veces no pueden ellos acceder
a la justicia por no contar en medios económicos para trámites judiciales.

¿Y aquello de la manipulación de los deseos humanos, se refiere a la publicidad? 
Sí, pero no a una sana publicidad que ayude al comprador a escoger el producto que
realmente requiera de acuerdo a sus necesidades. Me refiero a la publicidad agresiva
que lleva al hombre al consumismo, presentándole un ideal de vida materialista y
hedonista.

¿Qué dice la Iglesia sobre esto? 
Que el hombre no es un medio para obtener ganancias, o a quien se le pueda explotar
por su pobreza o manipular para llevarlo con engaños a gastos innecesarios, que lo
perjudiquen económicamente o distraigan de su deber de crecer espiritualmente.

¿Cuál es, entonces, la concepción del hombre que enseña la Iglesia? 
La Iglesia, iluminada por la Revelación de Dios, enseña que el hombre es un ser creado
por Dios a su imagen y semejanza (inteligente y libre), llamado a vivir en comunión
con Él y los demás hombres, en esta vida y por toda la eternidad.
El hombre es concebido como una persona, cuya dignidad intrínseca exige el respeto
de sus derechos innatos, como encontrar en la sociedad los medios necesarios para su
desarrollo personal, para llevar una vida familiar estable y un trabajo acorde con sus
capacidades y formación profesional.

Entiendo  aquello  de  vivir  en  comunión  con  Dios,  pero,  ¿cómo  es  eso  de  vivir  en 
comunión con los demás? 
Toda persona debe darse cuenta que los demás también son personas. La vida es el
encuentro de una persona con otra, y en ese encuentro se busca la comunión, es decir,
la común unión. El amor conyugal es el ejemplo más perfecto: dos personas se
encuentran, se conocen y entran en una íntima comunión de vida y amor; es decir,
llegan a amarse y respetarse y a querer vivir juntos. Cada uno procura el bien del otro
y en ello encuentran su felicidad. Cuando llegan los hijos, se les ama y se busca su bien,

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se les trata como personas llamadas por Dios a la santidad y se procura darles la
formación que les lleve a ello, por medio de un gran amor por Dios.

Pero,  eso  no  existe  en  la  sociedad,  más  bien  pareciera  que  la  sociedad  estuviera 
enferma. 
Dices bien. La sociedad se encuentra enferma, porque muchas familias se encuentran
también enfermas. No olvides que la familia es la célula primera y vital de la sociedad,
por ello: lo que no se vive en el hogar no puede vivirse en la sociedad. De allí que es
necesario volver a los principios cristianos: vivir de acuerdo a la voluntad de Dios y
construir la civilización de amor.

La civilización del amor: eso abarca más allá de los límites de nuestra sociedad. 
Claro que sí. Dios quiere para toda la humanidad la comunión de personas. Todos los
hombres debemos sabernos y sentirnos una gran familia, llamada por Dios a la
santidad. Sólo así se solucionaran los problemas del mundo y se vivirá con dignidad.

En conclusión ¿Qué es lo moral y que lo inmoral? 
Lo moral es que la persona, reconociendo su dignidad de criatura de Dios y, más aún,
de hijo de Dios (por el Bautismo), busque llevar una vida recta (santa), de acuerdo a la
voluntad de Dios expresada en sus Mandamientos. Lo inmoral es todo aquello que,
lejos de llevar al hombre a su desarrollo como persona, lo deshumaniza y envilece. Lo
inmoral es siempre antihumano pues degrada la dignidad de la persona humana.

FIJEMOS ALGUNAS IDEAS 
1. ¿Cuál es la correcta concepción del hombre enseñada por la Iglesia?
2. ¿Qué debe procurar la persona en el encuentro con el otro?
3. ¿Qué se necesita para vivir en sociedad?
4. ¿A que se refiere la Iglesia cuando nos exhorta a construir la "civilización del
amor"?
5. ¿Qué concepciones del hombre impiden construir la "civilización del amor"?

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TEMA 2 
 

EL SENTIDO DE LA EXISTENCIA HUMANA 

Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo.  
Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor;  
en la vida y en la muerte somos del Señorʺ. 
(Romanos 14, 7‐8) 

Padre,  he  estado  leyendo  biografías  de  personajes  famosos  y  he  encontrado  que  para 
muchos de ellos el sentido de la existencia humana es vital, a tal punto que algunos al 
no encontrar sentido en sus vidas han terminado en el suicido o en un abandono moral 
terrible. ¿Por qué ocurre esto? 
Lo que dices no sólo pasa con los famosos, sino también con muchos cuyas vidas son
anónimas. En realidad, el ser humano busca el sentido de su existencia desde lo más
profundo de su ser. Hay quienes creen encontrarlo en una existencia materialista que
cumpla sus más anhelados deseos de bienestar material, incluido el disfrute de
placeres de diversa índole. Otros, con un sentido más altruista, creen encontrar el
sentido de sus vidas en el desarrollo de su vocación profesional (ciencia, letras,
filosofía), para ponerlas al servicio de la humanidad y dejar su aporte a la historia.
Otros, no encontrando un sentido a la vida, se contentan con pasarla bien, sin mayores
complicaciones, hasta que les sorprenda la muerte. Hay quienes no llegando a
encontrar un sentido a sus vidas terminan quitándoselas.

¿Debe ser muy triste no saber para qué se vive? 
Y también es muy triste vivir sin un verdadero sentido de la vida; pues, a la larga, lo
alcanzado, pocas veces sacia el corazón; y, la mayor de las veces, se termina en la
frustración.
Sin embargo, en las biografías que he leído, hay quienes sí encontraron un sentido a
sus vidas, y curiosamente se trataba de personas religiosas, entre las cuales había
hombres y mujeres de distintas profesiones.
Es que sólo Dios, creador del hombre, puede dar la verdadera respuesta sobre el
sentido de la existencia humana. Por ello, en el fondo, todo hombre busca a Dios,
muchas veces sin saberlo; y cuando lo encuentra, encuentra también el sentido de su
vida.

¿Uno de ellos fue San Agustín? 
Sí. San Agustín, después de vivir una vida apartada de Dios, lo conoció, creyó en Él, se
bautizó y llegó a ser Obispo de Hipona (en el norte de África). En el libro de sus
Confesiones, dice: "Tú eres grande, Señor, y muy digno de alabanza: grande es tu
poder y tu sabiduría no tiene medida. Y el hombre, pequeña parte de tu creación,
quiere alabarte. Tú mismo le incitas a ello, haciendo que encuentre sus delicias en tu

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alabanza, porque nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que
descanse en ti".

Sí, leí que San Agustín vivió ʺen Diosʺ ¿cómo es eso? 
Vivir en Dios quiere decir participar de su vida por la gracia. Esto lleva a tratarlo en la
oración diaria, participar de los sacramentos, ofrecerle nuestra vida, afanes, trabajos y
logros; construir un mundo de respeto, justicia, amor y solidaridad, de acuerdo al
orden establecido por Él. Eso es haber encontrado el sentido de la existencia humana.

Sin embargo, hay quienes piensan que no sólo en Dios se puede lograr la felicidad. 
Quienes piensan así, tarde o temprano se van a dar cuenta de su error, porque como
dice el Catecismo de la Iglesia: el deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre,
que ha sido creado por Él y para Él. Dios no deja de atraer al hombre hacia sí, y sólo en
Dios el hombre puede encontrar la paz, la verdad y la alegría (Catecismo nº 27).

Aparentemente  son  muchas  las  personas  que  viven  felices  de  espaldas  a  Dios  o  sin 
religión ¿es posible que sean  felices sin Dios?  
Es una verdad incuestionable que sólo en Dios el hombre puede encontrar la felicidad
auténtica. Cuando un hombre vive sin Dios y dice que es feliz posee sólo una
"felicidad aparente" que tarde o temprano acabará en frustración, pues el corazón
humano posee un vacío que sólo lo puede llenar el mismo Dios. En conclusión, fuera
de Dios no hay una verdadera vida feliz.

¿Por qué hay tanto sufrimiento, si el hombre busca siempre ser feliz, más aún cuando  
Dios vive en él?  
Hay muchas razones que considerar. Puede haber un sufrimiento causado por un mal
físico, por ejemplo, una enfermedad, sin embargo, el cristiano puede superar este
momento y hasta aprovecharlo para encontrar un bien mayor. También puede haber
un sufrimiento moral, cuando se sufre algún tipo de injusticia, un desengaño, traición,
etc., pero el cristiano aún en esta situación puede superar este dolor y, poniéndose en
las manos del Señor, soportarlo con fortaleza.
En este mundo no existe la felicidad perfecta, pues ésta sólo se conseguirá sólo en el
cielo; sin embargo, la vida aquí en la tierra puede y debe tener sentido, viviendo en y
para Dios. Sólo el pecado hace que esta vida no tenga valor de eternidad.

¿Para no sufrir y ser felices no sería mejor vivir solos? 
No. El hombre ha sido creado por Dios para alcanzar su felicidad en la relación con el
otro. El hombre es un ser relacional. El ser humano es una persona que tiende a buscar
en el encuentro con el otro la comunión. El ideal de vida humana es vivir en comunión
con Dios, consigo mismo, con sus semejantes y con la naturaleza. La comunión sólo
puede conseguirla el amor.

¿Amor? Eso me suena a pajaritos, campanitas o suspiros. 
El amor que sugieres es el de enamoramiento de una pareja. Pero el amor no sólo es
eso, también debemos amar a los padres, a los hijos, a los familiares, a los amigos, a los
compañeros de trabajo, y a personas que no conocemos, y se extiende hasta a los

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enemigos. El amor no es "sentimentalismo" sino que exige el sacrificio y la entrega
desinteresada hacia el otro.

¿Se podría amar a un desconocido, a un enemigo? 
Si se podría. Tal vez corrientemente asociamos a la palabra amor a ternura, aprecio,
deseo, reconocimiento, agradecimiento, etc. y nos causa perplejidad cuando la
queremos relacionar al amor a un extraño o al enemigo. Pero el amor en sí mismo,
aunque puede ir acompañado de los elementos mencionados, también puede no
tenerlos. El amor es, en principio, la buena disposición de la voluntad que inclina a la
persona a obrar el bien en favor del prójimo. Así, un policía es capaz de arriesgar su
vida por un desconocido y hasta por un delincuente. Esto que se podría considerar
como un simple cumplimiento del deber, para un cristiano es vivir el amor: la buena
disposición de buscar el bien del prójimo sea quien sea. Jesús es el que nos da el
ejemplo de darse sin medida por los demás.

¿Necesitamos del otro para vivir? 
Si. Somos personas que buscamos la comunión en el encuentro. Y para lograr la
comunión en el encuentro, debemos buscar el bien del otro. A esto se llama amor. No
hay otra forma de ser feliz.

Bien, padre, a partir de ahora pensaré un poco más acerca del encuentro, la comunión y 
el amor. Procuraré mejorar mi vida. 
Así se habla. Dios bendiga tu propósito.

FIJEMOS ALGUNAS IDEAS 

1. ¿Cuál es el sentido de la existencia humana?


2. ¿Qué significa vivir en Dios?
3. ¿Por qué el hombre tiene ansias de felicidad y anhelo de eternidad?
4. ¿Por qué decimos que el hombre es un ser relacional?
5. ¿Qué debe buscarse en la relación para ser feliz?
6. ¿Qué es el amor?

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TEMA 3 
 
 
EL PECADO, ORIGEN 
DEL MAL EN EL MUNDO 

 
ʺViendo el Señor Dios que la maldad del hombre cundía en la tierra,  
y que todos los pensamientos que ideaba su corazón  
eran puro mal (pecado) de continuo,  
le pesó a Yahvé haber hecho al hombre en la tierra,  
y se indignó en su corazónʺ 
(Génesis 6, 5 ‐ 6) 

Padre,  en  una  entrevista  cultural  a  un  director  de  cine  afirmó  que  en  su  obra  quiso 
expresar que el  sentimiento de culpa  es la esencia de la Religión Católica. 
Posiblemente ese director de cine sabe mucho de su profesión pero de religión nada. La
esencia de la Religión Católica es CRISTO, quien nos enseñó a vivir amando a Dios y al
prójimo como a uno mismo. De allí que la vida del cristiano está marcada por la alegría
de saberse hijo de Dios y destinatario de sus cuidados amorosos.

¿Tal  vez  se  refería  aquel  director  a  que  en  la  predicación  de  la  Iglesia  se  menciona 
continuamente el pecado? 
En la Iglesia no sólo se habla de pecado, se habla y mucho, en primer lugar, del amor
infinito de DIOS y de su continua llamada a la santidad.
El pecado es un tema que aparece continuamente porque nuestra condición humana
tiende a él. El hombre que ha sido creado para amar libremente a Dios y a los demás,
por el pecado abusa de esta libertad, lo cual le ocasiona: alejarse de Dios su creador, y
de la salvación que le ofrece. Cuando la Iglesia habla del pecado es para llamar a los
hombres a la conversión y de esa manera poder alcanzar la salvación ofrecida por
Cristo. Pero no podemos decir por esto, que la esencia de la Religión Católica sea el
sentimiento de culpa o el pecado. Eso sería como decir que la esencia de la vida social
del hombre fuera el delito. No, la esencia de la vida social es la búsqueda del bien
común, a través del respeto y cumplimiento de leyes que buscan este fin. Pero como
hay personas que transgreden la ley, entonces se debe hablar de delito, de juicios y de
condenas para alertar a aquellos que no quieren cumplir la ley que garantiza el orden y
el bien común.

Efectivamente,  he  oído  muchas  prédicas  que  nos  enseñan  que  Dios  ha  enviado  a  su  
divino Hijo para cargar con nuestros pecados. 
Así es. Dios ha enviado a su Hijo como don gratuito, para el hombre viviendo en
Cristo, tuviera segura su salvación
¡Que bueno es Dios! ¡Que hermosa es nuestra religión! Pero ¿por qué somos tan necios
que no entendemos el amor de Dios y pecamos continuamente?
Dios creó al hombre en estado de santidad y le puso una ley en su corazón. El
cumplimiento de esa ley le permitiría al hombre vivir de acuerdo a un plan establecido

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por Dios, dentro del cual el hombre encontraría su desarrollo, plenitud (santidad) y
vida eterna. Pero el hombre rechazó la ley de Dios.

Es  lo  que  llamamos  pecado  original,  ¿verdad?  Algunas  personas  dicen  que  el  pecado 
original fue sexual. 
De ningún modo. Dios mismo hizo al ser humano hombre y mujer, y les dio el
mandato de vivir en armonía y multiplicarse, por eso es bendita toda relación íntima
entre hombre y la mujer unidos en el sacramento del matrimonio.

¿Cuál fue entonces el pecado? 
El pecado fue de soberbia: querer ser como Dios. Esto llevó al hombre a la
desobediencia. Es así como el hombre voluntariamente rompió con Dios.

¿Qué consecuencias trajo este pecado? 
El hombre perdió la gracia divina, perdió su estado de amistad con Dios, su filiación
divina y la herencia del cielo; por eso dice San Pablo que todos estamos destinados por
naturaleza a la ira (Efesios 2,3). El hombre al perder la gracia que le permitiría alcanzar
el cielo, frustró su destino. Otra consecuencia del pecado original es la privación del
dominio de sus pasiones, de modo que, desde entonces, experimenta de continuo una
fuerte inclinación al pecado.

¿Nos enseña la Biblia algunos ejemplos de pecados?  
Para que aprendamos las terribles consecuencias del pecado original concretados en
pecados personales, la Biblia nos señala muchos ejemplos, entre los cuales señalamos
algunos:
- La muerte de Abel por mano de su hermano Caín (Génesis 4)
- José vendido como esclavo por la envidia de sus hermanos (Génesis 12).
- Los pecados de Sodoma y Gomorra (Génesis 19). - El odio de Saúl contra David
(1 Samuel 23, 19)
- El adulterio y crimen de David (2 Samuel 11).
- La rebelión de Absalón contra su padre el rey David (2 Samuel 15)
- La traición de Judas a Cristo por treinta monedas de plata (Mateo 26, 47).
En definitiva, la Biblia nos enseña que el mal que existe en el mundo es consecuencia
del pecado. En otras palabras, el pecado es la causa y la raíz de todos los males que
aquejan a la humanidad.

¡El  mal!  Hay  quienes  dicen  que  si  Dios  existiera  no  habrían  personas  que  mueran  de 
hambre, ni ricos muy ricos a costa de explotar a pobres muy pobres. 
Esos hechos lamentables no prueban, de ningún modo, que Dios exista o no. Lo único
que prueban es que los hombres no queremos obedecer a Dios. El mal que hay en el
mundo no viene de Dios sino del pecado del hombre.
Veamos: el hambre y la pobreza no existen por falta de recursos, sino por la falta de
solidaridad y de una justa distribución de la riqueza. Es el pecado de egoísmo del
hombre que lo lleva a buscar una vida suntuosa, a costa de los demás, llevándolo a
desinteresarse de su prójimo.

13
¿Podemos decir que el pecado es personal pero también social? 
En primer lugar, todo pecado es siempre personal pues es un acto voluntario contra la
ley de Dios realizado por una persona concreta. Además, posee una influencia negativa
en la sociedad y, en ese sentido, posee una dimensión social. Cada hombre al alejarse
de Dios se va poco a poco envileciendo: se hace hipócrita, manipulador, autoritario,
altanero, ladrón, adultero, mentiroso, injusto, explotador, etc. Y estos pecados que lo
denigran como persona, contribuyen negativamente contra su prójimo y afectan, por
ejemplo, las relaciones en la vida de familia: autoritarismo, infidelidad, abortos,
rebeldía de los hijos. Esta mala influencia familiar también afecta la vida social: falta de
ética en sus actividades profesionales o laborales.

¿Habrá forma de revertir este estado de cosas? 
Sí la hay: mediante la conversión a Dios. Es necesario convencernos que el pecado en
verdad daña al hombre. Si todas las personas entendiéramos que las crisis mundiales
son crisis de santos, es decir, que la falta de unión con Dios produce el mal en el
mundo y que es necesario, por ello, dejar el egoísmo y volver a Dios, el mundo sería
distinto.
 
Pero, ¿es eso posible? 
Sí es posible, pero hay que empezar por uno mismo, y luego, ser apóstol que lleve a los
demás esta convicción cristiana. La Iglesia juega un papel importante en la tarea de
despertar las conciencias y formarlas para lograr el cambio que Dios quiere y nosotros
también.

¿Dios nos perdonará estar construyendo una sociedad de espaldas a Él? 
Sí. El Hijo de Dios ha venido al mundo para alcanzar el perdón a todo ser humano.
Con su muerte y resurrección nos ha abierto las puertas del cielo, y en la Iglesia nos ha
dejado el Bautismo y los Sacramentos, para que continuamente el hombre vuelva a
comenzar la tarea de convertirse y construir un mundo según la ley de Dios.

FIJEMOS ALGUNAS IDEAS 

1. ¿Cuál es la esencia de la Religión Católica?


2. ¿Cómo podemos definir el pecado?
3. ¿Quién es el responsable del mal en el mundo: Dios o el hombre? Explique
4. ¿El pecado personal sólo afecta a quien lo comete?
5. ¿Hay esperanza de ser perdonados por Dios y volver a empezar?

14
TEMA 4 
 
LA REVELACIÓN: 
DIOS HABLA AL HOMBRE 

ʺMuchas veces y de muchos modos habló Dios  
en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas:  
en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo….ʺ. 
(Hebreos 1, 1 ‐ 2) 

Padre, si al hombre le es connatural la religión ¿por qué hay hombres que no creen en 
Dios? 
En un comienzo los hombres que no creían en Dios eran minoría. En la actualidad, el
ateísmo se presenta en nuestra sociedad con un significativo número de adeptos. Pero,
la razón de su increencia es adoptada por su experiencia de vida, quiero decir que no
es natural, sino producida por algo externo que lo lleva al ateísmo.

Explique un poco más. 
A todo hombre la religión le es connatural porque cree en la existencia de un Ser
superior, que está por encima de todo lo que pueden ver nuestro ojos o palpar nuestras
manos; es decir, intuye que ese Ser superior (al que llama Dios), trasciende a todo lo
existente. No olvides que el deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre,
porque el hombre ha sido creado por Él, pero, a lo largo de su vida puede pasar por
experiencias que lo lleven, equivocadamente, a negar la existencia de ese Ser divino.

¿Qué tipo de experiencias? 
Las experiencias son muy variadas. Muchas personas crecen en un ambiente poco
favorable para su desarrollo religioso. Otras, viven las experiencias del dolor, propias y
ajenas, que las llevan a la rebeldía contra Dios y a su negación. Otras, viven afanadas
por las riquezas y el placer que los hace caer en el olvido de Dios (ateísmo más bien
práctico). Los malos ejemplos que damos algunos cristianos. La soberbia de construir
una sociedad apoyándose en la razón y poder humanos (humanismo ateo)
desplazando a Dios. Las ideologías materialistas (ateísmo teórico) que se difunden en
diversos ámbitos sociales, en especial en el mundo cultural y universitario.

¿Me  dijo  usted  que  el  hombre  siempre  ha  creído  en  Dios  y  sólo  una  minoría  fue  al 
comienzo atea? 
Sí. La prehistoria y la historia nos dan cuenta que el hombre siempre ha creído en Dios.
Se han encontrado vestigios de ritos fúnebres en hombres prehistóricos, y en la historia
tenemos, por ejemplo, a la cultura egipcia con sus creencias en la vida eterna y en el
juicio después de la muerte; los persas, en la pureza de la vida para alcanzar salvación;
los griegos y romanos con sus innumerables dioses. La minoría atea la encontramos, en
los comienzos de la Antigüedad en algunos filósofos griegos.

15
Sé de algunos hombres que han buscado a Dios haciendo uso de su  inteligencia, ¿es eso 
posible? ¿Se puede llegar a creer en la existencia de Dios mediante la razón, o se hace 
necesaria la Revelación? 
Dice el Catecismo de la Iglesia: "Mediante la razón natural, el hombre puede conocer a
Dios con certeza a partir de sus obras. Pero existe otro orden de conocimiento que el
hombre no puede de ningún modo alcanzar con sus propias fuerzas, el de la
Revelación divina. Por una decisión enteramente libre Dios se revela y se da al hombre.
Lo hace revelando su misterio, su designio benevolente que estableció desde la
eternidad en Cristo a favor de todos los hombres. Revela plenamente su designio
enviando a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo y al Espíritu Santo". (CEC n. 50)

¿Cuándo se reveló Dios? 
Lo hizo por etapas: en primer lugar se dio a conocer a nuestros primeros padres Adán
y Eva; después del pecado original, Dios no los abandonó sino que les prometió la
salvación. Más adelante, pactó una alianza con Noé, en la que Dios se comprometió no
destruir a la humanidad y al mundo a pesar de sus pecados. Luego, con Abrahán, selló
también una alianza, en la que le prometió una tierra y una descendencia (refiriéndose
veladamente al Mesías). Con Abrahán formó al pueblo de Israel. Con Moisés, luego de
la liberación de Egipto, Dios selló la Alianza del Sinaí. Por medio de los Profetas, Reyes
y Sabios Dios preparó a Israel para recibir al Salvador de la humanidad: Jesucristo, Hijo
de Dios enviado por el Padre, quien reveló plenamente el mensaje divino. Con Él
realizó la Nueva y definitiva Alianza en el monte Calvario. La Alianza sellada con la
sangre de Cristo no pasará.

¿Qué fue lo que Dios reveló al hombre? 
Que el hombre ha sido creado para conocer a Dios, amarlo, y servirlo en este mundo,
encontrando en ello su felicidad; y para gozar de su compañía, eternamente, en el cielo.

¿Dónde se encuentra esa revelación de Dios? 
La Revelación divina la encontramos en la Biblia y en la Tradición Apostólica. Ambas
transmiten la Palabra de Dios. Así, la Sagrada Escritura es la Palabra de Dios
transmitida por escrito, y consta en los libros inspirados por Dios que forman la Biblia.
La Tradición Apostólica es la revelación divina encomendada por Cristo y el Espíritu
Santo a los Apóstoles, que a su vez fue transmitida íntegra de viva voz a la Iglesia.
Por tanto, la Palabra de Dios está contenida tanto en la Sagrada Escritura como en la
Tradición Apostólica.

¿Existe en la Biblia alguna referencia a la Tradición Apostólica? 
El Evangelio de San Juan (21, 25) dice: "Hay además muchas otras cosas que hizo Jesús.
Si se escribieron una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los
libros que se escribieran". San Pablo dice en su segunda carta a los Tesalonicenses (2,
15): "Hermanos, manténganse firmes guardando fielmente las tradiciones que les
enseñamos de palabra y por carta". En realidad, en la época de los Apóstoles, la Iglesia
vivía de la Tradición, porque aún no se habían completado los libros del Nuevo
Testamento. Dicho de otro modo, primero fue la Tradición Apostólica, Palabra de Dios
transmitida oralmente, luego vino el Nuevo Testamento, Palabra de Dios escrita.

16
¿Dónde podemos encontrar la Tradición Apostólica? 
La Tradición Apostólica la encontramos en la vida de la Iglesia que desde los
Apóstoles, cree, celebra y vive lo que enseñó Jesús. La Tradición se expresa en: (1) la
Liturgia, que durante siglos ha sido vehículo de transmisión de las verdades que
animan la fe de los cristianos y le llevan a dar culto a Dios; (2) los escritos de los santos
Padres: testigos vivos de la Tradición de la Iglesia, grandes defensores y maestros de
las verdades de la fe; (3) la vida de los Santos, en quienes se refleja el rostro de Cristo y
por ello son los mejores hijos de la Iglesia; (4) los escritos de los teólogos que han
reflexionado en armonía con el Magisterio y han ayudado a clarificar la fe.

Hay quienes no aceptan la Tradición Apostólica y prefieren interpretar la Biblia según 
les guía el Espíritu Santo. 
Estos son los protestantes o las "iglesias" que provienen de ellos, que no hacen caso a
San Pablo que pidió a sus hermanos guardar las tradiciones enseñadas de palabra o
por carta. Hay que dudar que el Espíritu Santo les inspire entender la Biblia de esta
manera. La división nunca viene del Espíritu Santo. ¿Por qué entonces hay tantas
diferencias en sus creencias de un grupo a otro?

¿Y cómo procedemos, nosotros, los católicos? 
Los católicos confiamos en el Magisterio de la Iglesia, que es la misión que Cristo ha
confiado a los Apóstoles y sus sucesores para que con la autoridad del mismo Cristo y
en su nombre, proponga y conserve la verdad revelada. Es así como el Papa y los
Obispos en comunión con él, custodian, interpretan, profesan y predican a todo el
mundo la Revelación de Dios. Para ello, cuentan con la asistencia del Espíritu Santo.

¿En todos los países donde está la Iglesia Católica se enseña y se cree lo mismo? 
En efecto. Existe unidad de la fe en la Iglesia Católica debido al Magisterio eclesiástico.

FIJEMOS ALGUNAS IDEAS 

1. ¿Es connatural al hombre la religión? Ejemplos.


2. ¿Por qué hay hombres ateos?
3. ¿Es posible llegar a Dios por la razón?
4. ¿Por qué se ha revelado Dios al hombre?
5. ¿Dónde encontramos la Revelación de Dios?
6. ¿Qué es el Magisterio de la Iglesia?

17
Tema 5 

LA BIBLIA: PALABRA DE DIOS

ʺ¿Señor, a quién iremos, si tu tienes palabras de vida eterna?ʺ 
(San Juan 6, 68) 

¿Qué es la Biblia? 
La Biblia o Sagrada Escritura es, como hermosamente lo decía San Agustín, "una serie
de cartas enviadas por Dios a los hombres para exhortarnos a vivir santamente". En
efecto, los 73 "libros" que componen la Biblia fueron redactados por hombres escogidos
e inspirados por Dios para poner por escrito todo y sólo aquello que Él, nuestro
Creador, quiso que nosotros los hombres supiéramos en orden a nuestra salvación. Por
eso, la Biblia nos habla de Dios y de su Plan de Salvación.

¿Y qué nos dice Dios en la Biblia sobre Sí mismo y sobre su plan de salvación? 
Nos dice, entre otras cosas, que Él, Dios, es santo y quiere que seamos santos como Él
(Levítico 19,2). Este mensaje nos lo recuerda Jesucristo en el Sermón de la Montaña,
cuando, luego de exhortarnos a vivir con pureza de corazón, nos dice: "…sean
perfectos (santos), como es perfecto (Santo) su Padre celestial" (San Mateo 5, 48). Más
aún, San Pablo nos dice que Dios nos eligió desde la eternidad para ser santos e
inmaculados en su presencia, en el amor; y que nos predestino a ser sus hijos (Efesios 1,
4-5).

¿Quiere  decir  que  Dios  se  ha  revelado  para  llamarnos  a  vivir  una  vida  santa  en  Su 
presencia, como hijos suyos? 
Así es. Si lees toda la Biblia, podrás darte cuenta que toda ella es la historia del hombre
que quiere responder a la llamada a la santidad que Dios le hace.

¿Dios puede darme respuestas a través de la Biblia sobre aquello que no entiendo de mí 
mismo o de la vida? 
Claro que sí. Dios no sólo revela la verdad sobre Sí mismo, sino también la verdad
sobre el hombre. Al leer los primeros capítulos del libro del Génesis, encontraras que
Dios, entre otras cosas:
- El noble origen del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios,
- El lamentable origen del pecado, la desobediencia de Adán.
- El Evangelio de San Juan revela cuál es nuestro destino: vivir eternamente con Dios
en su casa, el Cielo (Juan 14, 1-3).
- El drama humano de querer hacer el bien y terminar obrando el mal (Romanos 7,
18 y ss) porque tenemos una fuerte inclinación a desobedecer a Dios.
- El Salmo 1, 1-2 enseña cómo el hombre puede alcanzar la dicha en esta vida:
"Dichoso el hombre….que se complace en la ley de Dios"
- El mismo Jesucristo dice qué debes hacer para alcanzar la salvación: cumplir con
los Mandamientos de Dios (Mateo 19, 16-17).

18
¿No te parece maravilloso que Dios haya inspirado durante más de mil años a hombres
para que pusieran por escrito las respuestas a los interrogantes más profundos del
corazón humano?

¿Cómo podría resumirse el contenido de la Biblia? 
Se podría resumir diciendo que la Biblia es el relato de las intervenciones de Dios a lo
largo de la historia de la humanidad con el objetivo de salvar al hombre, que con su
pecado frustró el Plan de Dios. En otras palabras, la Biblia es un libro que me narra la
"historia de salvación".

¡Cuánto tesoro de sabiduría encierra la Biblia! ¿Cómo se debe leerla? 
Hay que saber, en primer lugar, que la Biblia contiene 73 libros agrupados en dos
partes: Antiguo Testamento y Nuevo Testamento.
El Antiguo Testamento contiene 46 libros, que narran cómo preparó a la humanidad
para recibir al Redentor, prometido a Adán y Eva luego del pecado original.
1. Pentateuco
2. Libros históricos
3. Libros poéticos y sapienciales
4. Libros proféticos

El Nuevo Testamento, contienen 27 que narran la revelación de Dios a través de su


mismo Hijo, Jesucristo.
1. Cuatro Evangelios
2. Hechos de los Apóstoles
3. Epístolas de San Pablo
4. Epístolas Católicas
5. Apocalipsis

¿Por dónde se debe empezar? 
La Biblia se puede leer de diversos modos. Y, de hecho, hay algunas recomendaciones
a este respeto. Yo me atrevería a darte un consejo:
- Para la oración personal: leer los Evangelios que es el corazón de la Biblia.
- Para la lectura espiritual: leer los libros Sapienciales (10 minutos diarios).
- Para una lectura de estudio: leer desde el comienzo (10 minutos diarios).

¿Bastará leer la Biblia para entenderla? 
Una cosa es leer y otra entender. En el libro de los Hechos de los Apóstoles se lee lo
siguiente: Había un hombre importante, administrador de la reina de Etiopia, que
caminando de regreso a su patria luego de adorar en Jerusalén (era un extranjero que
creía en Yavé), al ser preguntando por Felipe, discípulo del Señor, si entendía la
Escritura que leía, respondió: "¿Cómo puedo entender si nadie me lo explica? Entonces
Felipe le explicó, y el funcionario real creyó en Jesucristo y se hizo bautizar (Hechos 8,
26-40). No basta leer la Biblia para entenderla correctamente. Sus enseñanzas están
integradas en el gran conjunto de revelaciones que el Señor nos ha transmitido lo largo
de toda ella. Se necesita de la Iglesia para interpretarla acertadamente, pues Jesús
encomendó a su Iglesia la custodia, interpretación y enseñanza de las verdades divinas,
misión que cumple con la asistencia del Espíritu Santo.

19
Los  evangélicos  dicen  que  basta  con  el  auxilio  del  Espíritu  Santo  para  entender  la 
Biblia. 
Los evangélicos se equivocan ya que ellos no tienen la autoridad de Jesús para
interpretar la Biblia; por eso, entre ellos mismos hay grandes diferencias de
interpretación y no llegan a entenderse del todo en sus creencias. Ellos no quieren
entender lo que dice el Apóstol Pedro: "Ante todo, tened presente que ninguna profecía
de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia; porque nunca profecía alguna ha
venido por voluntad humana, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo, han
hablado de parte de Dios" (2 Pedro 1, 20-21).

¿Cómo me enseña la Iglesia a interpretar la Biblia correctamente? 
Se debe comenzar por conseguir una Biblia católica, que se distingue de otras porque
tiene en el interior dos indicaciones: el NIHIL OBSTAT (palabras latinas que significan
que nada obsta para ser publicado) y el IMPRIMATUR (palabra latina que significa
que puede imprimirse). Además, las Biblias católicas tienen al pie de cada página unas
explicaciones oportunas que ayudan a entender el mensaje bíblico que se va leyendo.
Esas explicaciones están escritas conforme a la recta doctrina.
También existen libros católicos que tienen la finalidad de profundizar un poco más en
le interpretación de la Biblia, según el Magisterio de la Iglesia que es garantía de
verdad. Finalmente, son muchas las parroquias que tienen programado en el año algún
curso de iniciación de la Biblia.
Recuerda que "a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus
palabras" (San Ambrosio). Y san Jerónimo nos dice "desconocer las Escrituras es
desconocer a Cristo".

FIJEMOS ALGUNAS IDEAS 

1. ¿Por qué la Biblia es Palabra de Dios?


2. ¿Basta con leer la Biblia para entenderla?
3. ¿Quién interpreta correctamente la Biblia y la enseña?
4. ¿La lectura y meditación de la Biblia nos es provechosa? ¿Cómo podríamos
resumir el mensaje que Dios nos da en la Biblia?

20
JESUCRISTO 
 

 
 
Señor de la Divina Misericordia 

21
S  anta Faustina Kowalska, una religiosa de la Congregación de
Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia, recibió el 22 de
febrero de 1931, la primera revelación de la Misericordia de Dios, ella lo
anota así en su diario: "En la noche cuando estaba en mi celda, vi al
Señor Jesús vestido de blanco. Una mano estaba levantada en ademán
de bendecir y, con la otra mano, se tocaba el vestido, que aparecía un
poco abierto en el pecho, brillaban dos rayos largos: uno era rojo y, el
otro blanco. Yo me quedé en silencio contemplando al Señor. Mi alma
estaba llena de miedo pero también rebosante de felicidad. Después de
un rato, Jesús me dijo:

Pinta  una  imagen  Mía,  según  la  visión  que  ves,  con  la 
Inscripción : ʺ¡Jesús, en Ti confío!.ʺ Yo deseo que esta Imagen sea 
venerada, primero en tu capilla y después en el mundo entero. Yo 
prometo que el alma que honrare esta imagen, no perecerá.  

También le prometo victoria sobre sus enemigos aquí en la tierra, pero


especialmente a la hora de su muerte. Yo el Señor la defenderé como a
Mi propia Gloria.

Cuando contó esto en confesión, el padre le dijo que seguramente Jesús


deseaba pintar esta imagen en su corazón pero ella sentía que Jesús le
decía "Mi Imagen ya está en tu corazón. Yo deseo que se establezca una
fiesta de la Misericordia y que esta imagen sea venerada por todo el
mundo. Esta fiesta será el primer domingo después de Pascua.
Deseo que los sacerdotes proclamen esta gran misericordia Mía a los
pecadores."

Por orden de su confesor Santa Faustina le preguntó al Señor el


significado de los rayos que aparecen en la imagen emanando del
corazón y el Señor le respondió:

ʺLos  dos  rayos  significan  Sangre  y  Agua‐  el  rayo  pálido 


representa  el  Agua  que  justifica  a  las  almas;  el  rayo  rojo 
simboliza la  Sangre, que  es la  vida de  las  almas‐.  Ambos rayos 
brotaron  de  las  entrañas  mas  profundas  de  Mi  misericordia 
cuando  mi  corazón  agonizado  fue  abierto  por  una  lanza  en  la 
Cruz...  Bienaventurado  aquel  que  se  refugie  en  ellos,  porque  la 
justa mano de Dios no le seguirá hasta allíʺ. 

El Señor manifiesta su Corazón, y el agua y la sangre que de él brotaron


como manantial de reconciliación para todos los hombres.

Esta revelación es una continuación de la misericordia divina que Jesús


nos ofrece en la cruz y que se reveló también a Santa Margarita María de
Alacoque.

22
 
 
CAPÍTULO II 
 
JESUCRISTO 
 
 

E
s de radical importancia para nuestras vidas saber responder a dos preguntas:
¿quién es Jesucristo? y ¿qué ha hecho por nosotros? De las respuestas que
demos, depende mucho la forma como nos vamos a relacionar con Cristo. Si
en verdad queremos amar a Cristo debemos conocerlo, pues no se puede amar lo que
no se conoce. ¿Quién es Jesucristo? Es el Hijo de Dios hecho hombre. Es decir: es la
segunda persona de la Santísima Trinidad -el Hijo- que se ha encarnado por nuestra
salvación. Por tanto, es verdadero Dios y verdadero hombre. Y ¿qué ha hecho Jesús por
nosotros? Jesús nos ha redimido, Él es el único redentor del hombre. Con su vida, su
muerte en la Cruz y su Resurrección nos ha rescatado del pecado, del demonio y de la
muerte.

La vida del hombre se transforma cuando entra en comunión con Cristo. Y en el


momento presente es posible participar de la vida de Cristo por los sacramentos que
son los "canales" por donde nos viene la gracia de Dios. Si queremos estar unidos a
Cristo y recibir su vida -la gracia divina- es necesario frecuentar los sacramentos.
¿Queremos tener un encuentro con Cristo? Vayamos a los sacramentos porque a Cristo
lo encontramos en los sacramentos.
 
 
 
 
DOCUMENTOS BÁSICOS 
Catecismo de la Iglesia Católica  
Nº. 422-682; 1212-1419.
Compendio del Catecismo  
Nº. 79-135; 251-294.
Catecismo menor  
Nº. 92-145; 251-286.
Temas: 6, 7, 8.

23
 
TEMA 6 
 
JESUCRISTO, NUESTRO SALVADOR 
Y RECONCILIADOR 
 
 
ʺPorque no hay bajo el cielo otro  nombre dado a los hombres 
 por el que nosotros debamos salvarnosʺ 
(Hechos 4, 12) 
 
Padre,  un  compañero  de  la  universidad  me  invitó  a  una  conferencia  sobre  Jesucristo. 
Fui, pero salí confundido. 
¿Dónde fue la conferencia y qué te confundió?

Fue en un centro cultural donde dan conferencias sobre filosofía, desarrollo personal y 
metafísica.  Y  lo  que  me  confundió  fue  que  presentaron  a  Jesús  como  un  hombre  que 
alcanzó la perfección como Buda u otros; y que aprendió a hacer milagros en la India, 
donde vivió de los doce a los treinta años.
¡Cuidado! Mira bien con quien te juntas y a dónde te dejas llevar. Por lo que me dices,
has ido a un lugar muy peligroso para la fe: un centro cultural gnóstico.

¿Agnóstico? 
No, gnóstico, sin el prefijo a. El gnosticismo es la pretensión de conseguir la salvación
por medio del conocimiento. Las asociaciones gnósticas tienen carácter esotérico, es
decir, ocultan sus conocimientos, los cuales sólo pueden ser revelados a quienes son
iniciados en ese camino de perfección humana.

¿Esas asociaciones son malas? 
Sí lo son, porque aspiran a un conocimiento intuitivo y misterioso de las cosas divinas
y no creen en la Revelación de Dios. Además mezclan conceptos paganos y cristianos.
Aunque existen diversos movimientos o asociaciones gnósticas, todas ellas coinciden
en negar la divinidad de Jesucristo. Para ellos, Cristo es sólo un hombre que llegó a
adquirir la gnosis, es decir, el conocimiento; es sólo un iluminado como Buda o como
podría serlo cualquiera que se inicie es este camino.

¡Que cosas tan horribles piensan estas personas! Parecen pensamientos demoníacos. 
De algún modo lo son. Al negar la divinidad de Cristo y la necesidad de su gracia para
ser perfectos (santos), te sacan del camino del Señor para que sigas el tuyo propio
confiando en tus propias fuerzas y tus capacidades para salvarte. Es un terrible engaño.
¿Entonces cómo pueden hablar tan bonito de Jesús?
Justamente ahí está el engaño y el peligro. Pero no lo olvides que Jesús advirtió sobre
los falsos profetas que disfrazados de ovejas, son en realidad lobos rapaces. Estos
gnósticos encajan perfectamente en esta definición, porque son muy corteses, te hablan
bonito de Jesús, pero luego te arrebatan la fe en su divinidad y niegan que Él sea el
único Redentor del mundo.

24
No sabía esto. No volveré a frecuentar estos lugares. 
Harás muy bien. Procura alejarte de aquellos con estas ideas extrañas, porque es
contagioso. No te apenes en hacerlo, la prudencia nos ayuda a saber elegir amistades
que nos lleven a Dios.

¿Qué fue de Jesús desde los doce años hasta los treinta, porque en la Biblia no se dice 
nada sobre esta etapa de su vida? 
La Biblia afirma en el Evangelio de San Lucas (2, 51-52) que Jesús a los doce años se
perdió en templo de Jerusalén y luego al ser encontrado por María y José, regresó a
Nazaret y vivió sujeto a ellos. Dice también que Jesús progresaba en sabiduría, en
estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres. Cuando empezó a predicar, sus
vecinos lo reconocieron como el hijo de María y José y se sorprendieron de su
sabiduría. Sus parientes también lo reconocieron y no entendían cómo Jesús que hasta
entonces había llevado una vida corriente, les salía al encuentro con una sublime
doctrina.

¡Hábleme usted de Jesús! 
Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre. Es la segunda persona de la Santísima Trinidad,
que viviendo eternamente con el Padre de los cielos, fue enviado por Él al mundo para
salvarnos. En efecto, el Hijo de Dios se encarnó en las purísimas entrañas de la Virgen
María para hacerse hombre como nosotros y por nosotros.

¿Quieres decir que Jesucristo es Dios y también hombre?  
Veamos primero su humanidad. En el Evangelio de San Mateo (Cap.1) el evangelista
presenta una larga lista de antepasados de Jesús, diciendo, finalmente, que Jesús nació
de María, es decir nació de una mujer como nosotros. Por su parte, en el Evangelio de
san Lucas, al hablar de los antepasados de Jesús, se le menciona como "hijo de Adán"
(Cap. 3).

¿Cómo sabemos que es Dios? 
Jesús es Dios porque es el "Hijo de Dios", la segunda persona de la Trinidad. Los
Evangelios nos hablan claramente que Jesús es el Hijo eterno del Padre. Lee el prólogo
de san Juan que nos habla de que Jesús es el Verbo eterno que se ha encarnado (Cfr. Jn
1, 14) y las afirmaciones del mismo Jesús donde revela su filiación de una manera
unívoca (Cfr. Mt 6, 9; 11, 25-26; Mc 14, 36; Lc 11, 2; 22, 42; 23, 34).

¿Hay  otros pasajes bíblicos que nos hagan ver su humanidad? 
Sí. A lo largo de todos los evangelios - de San Mateo, San Marcos, San Lucas y San
Juan- se comprueba la humanidad de Jesús cuando nos narran que estuvo sometido a
las necesidades y manifestaciones propias de la condición humana: sintió hambre y
cansancio (en el pozo de Siquem), sed (en la Cruz), sueño (dormía mientras la
tempestad). También manifestó alegría (exultaba de gozo en la oración), tristeza y
miedo (en Getsemaní), lloró por la muerte del amigo Lázaro y al contemplar la ciudad
de Jerusalén por cuya impenitencia sería destruida. Se enojó ante la dureza de
corazón de quienes sólo iban a juzgarlo y no mostraban misericordia ante el dolor del
prójimo y también ante los vendedores del templo. También en el hecho de haber
vivido dentro de una familia (la sagrada Familia). Asimismo, vemos su humanidad en

25
la manera como sufrió en su pasión los castigos que se le infligieron, realmente
padeció.

¿Y su divinidad?  
En los milagros; principalmente en el milagro de su resurrección gloriosa. Jesús
resucitó al tercer día y, resucitado, se presentó a sus Apóstoles durante cuarenta días,
hasta que ascendió por sí mismo al cielo.

¿Cómo fue que Jesús nos reconcilió con el Padre? 
Adán, representa a todos los hombres, por ello dice San Pablo que en Adán todos
pecamos. Pues bien, Jesús, el nuevo Adán, como también lo llama San Pablo,
representa también a todos los hombres, y Él, muriendo en la cruz, carga con nuestros
pecados y paga al Padre la deuda del pecado de Adán: "así como por la desobediencia
de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia
de uno solo todos hemos sido constituidos justos (Romanos 5,19).

¿Quiere decir que Jesús nos reconcilió con el Padre con su muerte en la cruz? 
Así es, pues, tanto amó Dios a los hombres que envió a su Hijo para que pudiera haber
un hombre que por ser Dios, su sacrificio tuviera el valor suficiente para conseguir la
reconciliación con Dios. Por eso debemos defender nuestra fe en Cristo, Dios y hombre
verdadero: como hombre, nos representa y se solidariza con nosotros. Como Dios, su
sacrificio es infinito y nos alcanza el perdón y la reconciliación con el Padre.

Ahora  entiendo  por  qué  san  Juan  decía  que  todo  aquel  que  niegue  la  humanidad    de 
Cristo es el Anticristo. 
En efecto. Pero no todo termina en la muerte redentora en la cruz. Jesús resucitó al
tercer día de su muerte, y luego de permanecer cuarenta días con sus Apóstoles
ascendió a los cielos.
Nosotros creemos firmemente que Cristo ha resucitado. Si Él no hubiera resucitado
vana sería nuestra fe. Es cierto, Cristo es el primero de los resucitados; nosotros
también resucitaremos cuando al final de los tiempos, nuestros cuerpos, al sonido de
las trompetas de los ángeles, se levanten para habitar las moradas eternas. No
olvidemos que, Dios al crearnos, nos destinó a la eternidad junto a Él.
 
¡Que  enseñanzas  tan  sublimes  y  tan  importantes  para  nuestra  salvación  tiene  la 
Sagrada  Escritura!  Ahora  estoy  convencido  que  no  debo  oír  sino  la    enseñanza  de  la 
Iglesia que se funda en la Revelación divina. 
 
FIJEMOS ALGUNAS IDEAS 
1. ¿Quién es Jesús?
2. ¿Jesús es verdadero hombre? Explicar.
3. ¿Jesús es verdaderamente Dios? Explicar.
4. ¿Cómo vivió Jesús antes de su vida pública?
5. ¿Cómo nos ha reconciliado Jesús con Dios?
6. ¿Qué importancia tiene la resurrección de Cristo?

26
TEMA 7 

LA LITURGIA Y LOS SACRAMENTOS 

“Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos  
‐Jesús, el Hijo de Dios‐ mantengamos firmes la fe que profesamos”. 
(Hebreos 4, 14) 
 
Padre, un día escuché que a Jesús lo llamaban Sumo y Eterno Sacerdote ¿qué significa 
eso? 
Lo propio de un sacerdote es ser mediador entre Dios y los hombres; ahora bien, Jesús
por su condición de Dios hecho hombre es llamado en la Sagrada Escritura “Sumo y
Eterno Sacerdote”, es decir, que es el supremo y único mediador entre Dios y los
hombres que nos ha reconciliado por su Pasión, Muerte y Resurrección. Él nos ha
comunicado y nos sigue comunicando la vida divina que perdimos por el pecado.
 
¿Jesucristo continúa ejerciendo su sacerdocio? 
Así es. Jesús sigue ejerciendo su obra salvadora en favor de los hombres de una manera
admirable, a través de la Liturgia, por esta razón, la Liturgia es llamada el ejercicio de
la función sacerdotal de Cristo.
La Liturgia es también el culto público por excelencia de la Iglesia, en el cual Cristo
como Cabeza y su Cuerpo, los fieles cristianos, elevan al Padre celestial, por la acción
de Espíritu Santo, el honor, la gratitud y la alabanza que le debemos a Dios.
 
¿Cómo rendimos culto a Dios en la Liturgia? 
Por medio de los ritos sagrados que la Iglesia celebra. Los gestos y signos que utiliza la
Iglesia en su Liturgia, quieren expresar la relación que establecemos con Dios. Como
Cristo mismo está en el origen de la institución de estos ritos, a través de estos signos
litúrgicos la acción de Dios se manifiesta eficaz y responde de manera real a nuestra
necesidad de perdón, de acción de gracias, de pedir gracias y bendiciones para otros.

¿Qué son los Sacramentos? 
Los Sacramentos son signos sensibles instituidos por Cristo que nos transmiten la
gracia. Por medio de los ritos sacramentales recibimos la ayuda eficaz de Dios y la
gracia de Cristo que necesitamos en las diversas circunstancias de la vida, por ejemplo:
si hemos ofendido a Dios por el pecado, en el Sacramento de la Reconciliación
encontramos realmente el perdón de Dios porque es el modo concreto en que Cristo ha
querido dejarnos la seguridad de su perdón, pues es El mismo quien nos perdona. Es
Cristo mismo quien actúa en cada sacramento por medio del ministro correspondiente.

¿Todos los actos litúrgicos son sacramentos? 
No. Todos los sacramentos son actos litúrgicos pero no todo acto litúrgico es un
sacramento. Por ejemplo, la Liturgia de las Horas es parte del culto público y oficial de
la Iglesia y no es un sacramento, sin embargo, nos introduce en el misterio de Cristo
orante, a través del rezo de los salmos, himnos y otras oraciones y, por este carácter,
prolongan la gracia recibida por un sacramento.

27
Existen también los “Sacramentales” que son ritos y oraciones instituidos por la Iglesia
cuya finalidad es profundizar y avivar la gracia recibida en los Sacramentos. Entre
ellos señalamos: el agua bendita, las bendiciones, el Vía Crucis, la Exposición del
Santísimo Sacramento, etc.

¿Quiénes pueden recibir los sacramentos? 
La gracia de Dios está a disposición de todos los hombres, pues Dios quiere la
salvación de todos. Sin embargo, para recibir cada sacramento hay que cumplir
determinadas condiciones, según la función y la gracia de Dios va a conceder a través
de ellos. Para entender mejor esto es bueno saber como se dividen:
- Sacramentos de Iniciación Cristiana: Son los que conducen hacia la plenitud de
la vida en Cristo: el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía.
- Sacramentos  de  Curación: Son los que comunican la gracia de Dios para la
salud espiritual y/o corporal: la Reconciliación y la Unción de los Enfermos.
- Sacramentos  de  Servicio: Son los que otorgan la gracia de Dios a los que
asumen un papel particular en la Iglesia, según su vocación, en orden al
crecimiento y santificación del Pueblo de Dios: el Matrimonio y el Orden 
Sagrado.

¿Cuál es el sacramento mas importante, padre? 
Todos los sacramentos tienen su importancia, sin embargo, el Bautismo es de absoluta
necesidad para la salvación, porque es el pórtico que nos introduce a la vida de la
gracia, nos hace “nacer de nuevo”, haciéndonos hijo de Dios y coherederos con Cristo,
nos incorpora a la Iglesia y por ende hace posible que participemos de los demás
sacramentos. El Sacramento de la Reconciliación o Confesión es de necesidad para el
perdón de los pecados mortales cometidos después del bautismo y que cortan la
posibilidad de la vida eterna en Dios.
Ahora bien, aunque el Bautismo es la “puerta de ingreso” para los demás sacramentos
y el que nos inicia en la vida cristiana, la Eucaristía es el “Sacramento de los
sacramentos” porque es la presencia real de Cristo resucitado.
 
¿Es correcto decir sacramento de la Extremaunción o de la Unción de los enfermos?  
La Unción de los enfermos es el sacramento que se administra a las personas que
sufren grave enfermedad o están en peligro de muerte por enfermedad o por vejez. Es
un Sacramento para vivos es decir, para que el cristiano en el trance del sufrimiento
por la enfermedad o por la cercanía de la muerte, sea ayudado y consolado por Cristo,
asociando su sufrimiento a su Pasión para la purificación de su alma y la expiación de
otras almas. Por eso, es erróneo pensar que este Sacramento se administre cuando el
fiel cristiano esté en extrema agonía, casi sin sentido (de allí el nombre “extrema-
unción”).
Además, el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que: “Si un enfermo que recibió
la Unción recupera la salud, puede, en caso nueva enfermedad grave, recibir de nuevo
este sacramento. En el curso de la misma enfermedad, el sacramento puede ser
reiterado si la enfermedad se agrava. Es apropiado recibir la Unción de los Enfermos
antes de una operación importante. Y esto mismo puede aplicarse a las personas de
edad cuyas fuerzas se debilitan numero” (CEC n.1515).

28
¿En qué consiste el sacramento del Orden? 
El sacramento del Orden fue instituido por Cristo para perennizar su misión salvadora
y la transmisión de su vida divina su entre los hombres. La misión confiada por Cristo
a sus Apóstoles continúa ejerciéndose en la Iglesia hasta el final de los tiempos por este
sacramento del ministerio apostólico.
Comprende tres grados: Episcopado, Presbiterado y Diaconado. La Iglesia confiere el
sacramento del Orden únicamente a varones bautizados, cuyas aptitudes para el
ejercicio del ministerio han sido debidamente reconocidas. A la autoridad de la Iglesia
corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a uno a recibir la ordenación.

¿Por qué el Matrimonio es considerado un Sacramento? 
Dios instituyó la alianza matrimonial desde la creación del hombre y la mujer, quienes
unidos como una “sola carne” tienen el encargo de crecer, multiplicarse y llenar la
tierra. Entre bautizados, el matrimonio fue elevado por Cristo a la dignidad del
Sacramento, para que sea fuente de gracia para los esposos, y así, enriquecidos con
dones especiales fortalezcan su unidad indisoluble, se ayuden mutuamente a
santificarse con la vida conyugal y en la acogida y educación de los hijos. Sobre esta
base es que la familia cristiana es llamada “Iglesia domestica”, porque en la comunión
y amor de personas se refleja la imagen de la Trinidad.
 
FIJEMOS ALGUNAS IDEAS 

1. ¿Por qué Jesús es llamado Sumo y eterno Sacerdote?


2. ¿Cómo Cristo sigue ejerciendo su sacerdocio?
3. ¿Todos los actos litúrgicos son sacramentos?
4. ¿A quiénes se debe administrar el sacramento de la Unción de los
Enfermos?
5. ¿Qué es el sacramento del Orden?
6. ¿Por que el Matrimonio es considerado un Sacramento?

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TEMA 8 
 
 
LA RECONCILIACIÓN Y LA EUCARISTÍA 
 
 
“Reciban el Espíritu Santo”.  
“A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedaran perdonados; 
 a quienes no se los perdonen, les quedaran sin perdonar 
(Juan 20, 19‐23) 
 
“Tomad, comed (el pan consagrado), este es mi Cuerpo…. 
Bebed de ella todos (de la copa que contiene el vino consagrado), 
Porque esta es mi sangre de la Alianza,…” 
(Mateo 26, 26‐28) 
 
 
Padre,  ¿puede  uno  confesarse  directamente  con  Dios  y  luego  comulgar?  ¿Es  eso 
correcto? 
No es correcto, porque Cristo quiere que tengas la certeza de su perdón y misericordia.
Por eso ha dispuesto que, a través de la Confesión sacramental, se realice de una
manera tangible la reconciliación con Dios.

¿Quiénes son los encargados de personar los pecados? 
Los Apóstoles recibieron de Cristo el mandato de perdonar los pecados, así como el
mismo Señor perdonaba los pecados y comunicaba su gracia: “Reciban el Espíritu
Santo a quienes perdones los pecados quedaran perdonados……” (Jn 20, 19-23).

Sin  embargo,  los  Apóstoles  murieron  y  quedaron  los  Obispos  ¿También  ellos 
recibieron este encargo? 
La misión de santificar, enseñar y gobernar la Iglesia que Cristo encargó a los
Apóstoles, comprende nombrar sucesores que tomarían su lugar. Estos sucesores, que
más tarde, se llamaron Obispos, junto con sus colaboradores los Sacerdotes, reciben en
su Ordenación el poder de perdonar los pecados, del mismo modo como lo recibieron
los Apóstoles.

Entonces la Confesión directa a Dios no es válida.  
Definitivamente no. La confesión directa a Dios surgió entre los protestantes, cuando
Lutero negó la validez de los siete Sacramentos, entre ellos la Confesión y el Orden
Sagrado. Entre los católicos, siempre se practicó pacíficamente este Sacramento aún en
los difíciles tiempos de la Reforma.
Iglesia enseña que para hacer una buena confesión es necesario: (1) el examen de
conciencia, para saber cuáles son los pecados; (2) el “dolor de corazón”, es decir, estar
arrepentido de haber cometido el pecado; (3) el propósito de enmienda, por el cual el
penitente decide no volver a pecar más; (4) la confesión oral con el sacerdote de todos
los pecados mortales recordados desde la última confesión bien hecha sin callar
ninguno de ellos; y (5) la satisfacción de obra, es decir, cumplir la penitencia que nos da
el sacerdote.

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¿Cada cuánto tiempo hay que confesarse? 
La Confesión sacramental debe ser frecuente, porque constantemente estamos sujetos
al medio ambiente hostil a la gracia en que vivimos y a nuestras propias debilidades y
limitaciones. Por eso, la Confesión es necesaria cuando hay conciencia de haber
cometido un pecado mortal; y cada cierto período de tiempo (cada semana, cada dos
meses, etc.) cuando se trata de pecados veniales, porque así aumentamos la gracia y la
fuerza de Dios para vencer nuestros defectos.

¿Cuándo uno comete pecados mortales o veniales?  
Es pecado toda acción que va contra los Diez Mandamientos o contra la ley del amor
de Cristo.
Para que exista pecado mortal deben unirse tres condiciones: (1) la materia del acto
realizado es grave; (2) la advertencia es perfecta y (3) existe pleno consentimiento. Si
falla una de las tres condiciones lo que existe es pecado venial.
El pecado mortal se llama así, porque rompe nuestra unión con Dios y nos hace perder
la vida eterna. Es obligatorio confesarse los pecados mortales.
El pecado venial no nos quita la unión con Dios, pero debilita nuestra caridad,
entorpece nuestro progreso espiritual y nos lleva a un afecto desordenado de los bienes
creados, y es muy bueno confesarlos porque poco a poco nos disponen a cometer el
pecado mortal o por lo menos nos lleva a la tibieza.

¿Hay pecado social? 
El pecado siempre es un acto personal, sin embargo, tenemos una responsabilidad en
los pecados cometidos por otros cuando cooperamos con ellos:
- participando directa y voluntariamente;
- ordenándolos, aconsejándolos, alabándolos o aprobándolos;
- no revelándolos o no impidiéndolos cuando se tiene obligación de hacerlo;
- protegiendo a los que hacen el mal.
Así el pecado convierte a los hombres en cómplices unos de otros, hace reinar entre
ellos la concupiscencia, la violencia y la injusticia. Los pecados provocan situaciones
sociales e instituciones contrarias a la bondad divina. Las "estructuras de pecado" son
expresión y efecto de los pecados personales. Inducen a sus víctimas a cometer a su vez
el mal, en un sentido analógico constituyen el "pecado social" (CEC nn. 1868 - 1869)

¿La Comunión se debe recibir en gracia de Dios? 
Para comulgar siempre hay que estar en gracia de Dios, porque es un encuentro
personal con Cristo. Hacer lo contrario, es cometer un pecado mayor llamado
sacrilegio. Al respecto, dice San Pablo que quien come indignamente el cuerpo del
Señor, come su propia condenación (I Corintios 11, 29). Quien tiene consciencia de
tener un pecado mortal lo que debe hacer es confesarse rápidamente.

¿Cómo se realiza nuestro encuentro personal con Jesucristo?  
Nuestro Señor Jesucristo se ha quedado con nosotros para que podamos encontrarnos
con Él de muchas maneras: a través del prójimo, la oración, la Sagrada Escritura, la
santa Madre Iglesia y los sacramentos. Sin embargo, el encuentro con el Señor más
completo, singular y maravilloso se logra en el sacramento de la Eucaristía.

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¿Qué es la Eucaristía? 
La Eucaristía es el sacramento instituido por Cristo, mediante el cual Él mismo se nos
entrega verdadera, real y substancialmente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, para
transformarnos en Él. Este Sacramento se realiza mediante la consagración del pan y
del vino, que el mismo Jesucristo, como Sumo y Eterno Sacerdote, realizó en la Última
Cena y lo sigue realizando en cada Misa, a través de los ministros consagrados por el
sacramento del Orden.

¿Qué es lo que sucede en la consagración del pan y del vino? 
Mediante las palabras de la consagración, Jesucristo mismo se hace presente realmente
en el altar bajo las apariencias de pan y de vino, de modo que el pan y el vino que
vemos ya no son tales, sino el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

¿Qué otros nombres recibe este insigne Sacramento? 
- Lo llamamos Eucaristía, porque con nuestra celebración damos gracias a Dios
por la creación del universo, la redención de la humanidad y la santificación de
la Iglesia.
- Llamándolo Santo Sacrificio se quiere expresar que la Eucaristía es el memorial
que actualiza el único sacrificio de Cristo Salvador.
- Al designarlo como Fracción  del  pan queremos significar que al comer del
único pan partido que es Cristo, entramos en comunión con Él y formamos con
Él un solo cuerpo.
- Lo llamamos también Banquete del Señor porque hace presente en esta tierra
el banquete eterno de las bodas del Cordero en el Cielo.
- Cuando decimos Comunión, queremos expresar que al comer el Pan
consagrado, nos hacemos partícipes del Cuerpo de Cristo.
- Con el nombre de Santísimo Sacramento se designan las especies eucarísticas
guardadas en el sagrario.
- Finalmente, al llamarlo Santa Misa queremos expresar que la Iglesia envía a los
fieles a cumplir la voluntad de Dios en la vida cotidiana.

¿Quiénes pueden consagrar el pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo?  
Los únicos que pueden consagrar el pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo son
los sacerdotes válidamente ordenados, cuando pronuncian las palabras que el mismo
Cristo dijo en la Última Cena celebrada con sus Apóstoles. En este memorable
momento, Cristo otorgó a la Iglesia, representada en los Apóstoles, el poder y mandato
de repetir sus gestos y palabras para hacer real su presencia en cada celebración de la
Misa.

¿Es el sacrificio de la Misa el mismo sacrificio de la cruz? 
En la Cruz, Cristo se entregó por nosotros, y esa misma entrega se “actualiza” (se hace
presente) de manera incruenta (sin padecer o morir) en la santa Misa. Por eso, en el
Calvario y en la santa Misa hay “una y misma Víctima”: Cristo, “un único y mismo
Sacerdote”: Cristo y “un único y mismo Altar”: Cristo. La Misa no es una repetición del
sacrificio de Cristo en la Cruz sino su “actualización”.

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¿Para qué celebramos el sacrificio de la Misa? 
El Pueblo de Dios, santo y sacerdotal, celebra el sacrificio de la Misa para 1) Rendir a
Dios el verdadero culto de adoración y de acción de gracias; 2) Ofrecer el sacrificio de
expiación por los pecados de vivos y muertos; y 3) Suplicar por las necesidades de
todos.

¿Cómo se celebra la Misa? 
La Misa comprende dos grandes momentos que forman una unidad básica: la Liturgia
de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía. Todas las Misas tienen la siguiente
estructura:
Ritos iniciales  
- Saludo
- Acto Penitencial
- Gloria (sólo en domingos, solemnidades y fiestas).
- Oración colecta.

Liturgia de la Palabra 
- Primera lectura
- Salmo responsorial
- Segunda lectura (en domingos y solemnidades)
- Aleluya
- Evangelio
- Homilía
- Credo (en domingos, solemnidades)
- Oración universal de los fieles.

Liturgia de la Eucaristía  
- Presentación de los dones del pan y el vino
- Prefacio
- Santo
- Plegaria Eucarística.
Rito de Comunión 
- Padre nuestro
- Rito de la Paz
- Comunión
- Oración después de la Comunión.

Conclusión 
- Bendición final
- Despedida.

¿Cuántas veces podemos comulgar? 
- La Iglesia ha establecido que se debe comulgar por lo menos una vez al año.
- Es muy conveniente recibir la Comunión durante una grave enfermedad y sobre
todo en peligro de muerte.
- Deberíamos comulgar con frecuencia, si es posible diariamente. La Iglesia
recomienda comulgar cada vez que participemos en una celebración eucarística.

33
- Se puede comulgar hasta dos veces por día, asistiendo a la Misa entera en la
segunda vez.

¿Qué se requiere para recibir la Comunión? 
Para recibir la comunión debemos:
- Haber sido bautizados y estar en estado de gracia (sin pecados mortales).
- Tener conciencia de que vamos a recibir a Jesucristo.
- Respetar el ayuno prescrito, esto es, no haber comido ni bebido una hora antes de
la comunión. El agua y las medicinas no rompen el ayuno.

¿Qué efectos produce en nosotros la Comunión? 
La sagrada Comunión produce en nosotros los siguientes efectos:
- Recibimos la gracia sacramental
- Acrecienta nuestra unión con el Señor.
- Aumenta nuestro amor a Dios y al prójimo.
- Fortalece nuestra unión con toda la comunidad cristiana
- Borra nuestros pecados veniales.
- Nos da fuerzas para no caer en pecado mortal.
- Aviva en nosotros el deseo de la vida eterna.
 
 
FIJEMOS ALGUNAS IDEAS 
 
1. ¿Cuándo instituyó Jesús el sacramento de la Reconciliación?
2. ¿Cada qué tiempo conviene confesarse?
3. ¿Jesús está realmente presente en el pan y el vino, luego de la consagración?
4. ¿Qué pecado comete quien comulga sin confesarse?
5. ¿Por qué se llama a la Misa Eucaristía o Sacramento del altar?
6. ¿Por qué para comulgar hay que estar en gracia de Dios?

34
 
ESPÍRITU SANTO ‐ LA IGLESIA 
 
 
 

 
 
Pentecostés.  Tiziano. 1545  Iglesia de Santa Maria della Salute de Venecia 

35
 

L a Iglesia junto a María recibe el don del Espíritu Santo que


desciende en forma de lenguas de fuego, en cumplimiento
con la promesa de Cristo:

“Ustedes serán bautizados dentro de poco con Espíritu Santo” (
Hch 1, 5).

Tal como nos narra el libro de los Hechos de los Apóstoles,


“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos. De 
repente  vino  del  cielo  un  ruido  como  de  viento  huracanado,  que 
llenó  la  casa  donde  se  alojaban.  Aparecieron  lenguas  como  de 
fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Se 
llenaron  todos  de  Espíritu  Santo  y  empezaron  a  hablar  lenguas 
extranjeras, según el Espíritu les permitía expresarse” (Hch 2, 1-
4), ese es el momento en que la Iglesia se manifiesta al mundo y
se lanza a la misión confiada por Cristo.

La Iglesia que fue fundada por Cristo sobre la fe apostólica es


animada permanentemente por el Espíritu Santo, que es la
Tercera Persona de la Santísima Trinidad.

36
CAPÍTULO III  
 
 
EL ESPÍRITU SANTO Y LA IGLESIA 
 

E
l Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad. Es la persona
divina que une al Padre y al Hijo en el amor. Y recibe la misma adoración que
el Padre y el Hijo. La misión del Espíritu Santo es verdaderamente
maravillosa pues hace posible la presencia de Cristo en medio de la Iglesia. El "hoy" de
Cristo se debe a la acción del Espíritu Santo. Además, el Espíritu Santo es quien nos
transforma interiormente trayéndonos la presencia de la Trinidad en nuestro ser y
haciendo posible la "vida en Cristo". Los cristianos deben tratar cada día al Espíritu
Santo en la oración para que nos haga cada vez más semejantes a Cristo.

El Espíritu Santo realiza la unidad y la diversidad en la Iglesia. Por un lado, une a


todos los miembros de la Iglesia en el amor, haciendo que la Iglesia sea
verdaderamente el "Cuerpo místico" de Cristo; por otro lado, suscita diversos carismas
que edifican y enriquecen el cuerpo eclesial. La Iglesia Católica es obra de la Trinidad:
es el pueblo de Dios, el cuerpo místico de Cristo y el templo del Espíritu Santo. No es
una institución humana regida por leyes humanas y según los criterios humanos. Es,
sobre todo, una institución divina fundada por Cristo para continuar en la historia su
misión salvífica. La Iglesia católica es la única Iglesia fundada por Cristo, y a pesar de
que está formada por hombres pecadores y débiles, su Cabeza es Santa y en ella actúa
siempre el Espíritu Santo. El Paráclito hace posible que, a pesar de los avatares y
dificultades que aparecen en la historia, la Iglesia sea siempre joven y comunique con
eficacia a los hombres la vida de Cristo.

DOCUMENTOS BÁSICOS 
Catecismo de la Iglesia Católica  
Nº.683-747; 748-962.
Compendio del Catecismo 
Nº. 136-146; 147-195.
Catecismo menor 
Nº. 146-152; 153-194.
Temas: 9, 10, 11.

37
TEMA 9  
 
EL ESPÍRITU SANTO 
 
 
 
“Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros,  
y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea,  
en Samaria y hasta los confines de la tierra” 
(Hechos 1, 8) 
 
 
Padre ¿quién es el Espíritu Santo? 
El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad. Es Dios al igual que el
Padre y el Hijo. El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo y los tres reciben una
misma adoración y gloria.
 
¿El Espíritu Santo es una energía? 
No lo es, como hemos dicho el Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima
Trinidad.
Hablan del Espíritu Santo como una especie de “energía” misteriosa los seguidores de
la New age (la Nueva era). Pero es una manera incorrecta de afirmar lo que es el
Espíritu Santo. Es conveniente señalar que la “energía” es causada por una corriente de
partículas, como electrones, protones, etc. es decir, es producida por la materia. Y,
como sabemos, la materia es creación de Dios, por ello, la palabra “energía” no resulta
adecuada para referirse al Espíritu Santo. Remarquemos una vez más: el Espíritu Santo
es Dios pues es la tercera persona de la Trinidad.

¿Cuál es la acción del Espíritu Santo? 
Toda acción divina a favor de los hombres pertenece a las tres personas de la Santísima
Trinidad; sin embargo, a Dios Padre se le atribuye la creación del mundo; a Dios Hijo,
la redención de la humanidad; y a Dios Espíritu Santo, la misión de santificar a los
hombres.

¿En que consiste la acción santificadora del Espíritu Santo? 
El Espíritu Santo nos transforma interiormente haciéndonos verdaderos santuarios de
la Trinidad. Gracias al Espíritu Santo, vivimos como verdaderos “hijos de Dios” y nos
hacemos “semejantes” a Cristo. Cuando dejamos que el Espíritu Santo actúe en nuestra
vida recibimos “la vida de Cristo”, es decir la gracia, mediante la acción de la Iglesia.

¿Dígame donde percibimos la acción del Espíritu Santo? 
Como te he señalado en la anterior respuesta, en primer lugar percibimos la acción del
Espíritu Santo en nuestra vida cuando vivimos en “gracia de Dios”. Además, se percibe
la acción del Espíritu Santo en la Iglesia católica, especialmente en los sacramentos y la
predicación de la Palabra. Además, el Espíritu Santo asiste al Papa o los obispos en
comunión con Él cuando nos enseñan verdades sobre fe y moral.

38
 ¿Cómo se revela el Espíritu Santo?  
En el Antiguo Testamento se nos habla del Espíritu Santo de una manera velada, pues
Jesucristo es quien nos va a revelar plenamente al Espíritu Santo.
Veamos, siguiendo la historia de la salvación, como se ha revelado el Espíritu Santo.
- El Espíritu Santo actuó misteriosamente en la Creación e inspiró a los profetas
que prepararon la venida del Mesías al pueblo de Israel.
- Actuó de manera admirable en la Encarnación del Hijo de Dios, pues la Virgen
concibió por “obra y gracia del Espíritu Santo”.
- Se manifestó cuando Jesús fue bautizado en el río Jordán.
- Jesús prometió a sus Apóstoles que no les dejaría solos sino que enviaría al
Espíritu Santo, el cual les conduciría a la Verdad completa.
- El Espíritu Santo, con su poder vivificador, resucitó a Jesús de entre los
muertos.
- En Pentecostés derramó sus dones sobre los Apóstoles.
- En adelante, será quien impulse a la Iglesia hasta el final de los tiempos para
que anuncie con valentía el Evangelio.

¿Qué pasó después de Pentecostés? 
Bajo la inspiración y guía del Espíritu Santo, la primitiva Iglesia se pudo desarrollar
más allá de las fronteras de Palestina. En la época de la Iglesia naciente, inspiró a los
discípulos de Jesús a escribir los libros del Nuevo Testamento, dio valor a los mártires
que derramaron su sangre por su fe cristiana; la Tradición apostólica siguió su curso
configurando lo esencial de la Iglesia según la voluntad de Cristo. Hoy, gracias al
Espíritu Santo, podemos recocernos miembros de la única Iglesia funda por Cristo.
Más aún, por el Espíritu Santo, Cristo se hace presente en medio de su Iglesia.

Dentro de la Iglesia hay ministerios y carismas ¿cuáles son su finalidad? 
Los Ministerios: Cristo, para dirigir al Pueblo de Dios y hacerle progresar, ha
instituido diversos ministerios que están ordenados al bien de toda la Iglesia. Es bueno
señalar que “ministro” significa “servidor”. Así, hay ministros que lo son por el
sacramento del orden: Obispos, Sacerdotes y Diáconos, y que poseen la sagrada
potestad de servir a la Iglesia, en el gobierno, la celebración de los sacramentos y la
predicación de la Palabra de Dios.
Existen otros ministerios que no tienen su origen en el sacramento del Orden sino son
instituidos por la Iglesia como el lectorado y el acolitado.
Los Carismas: El carisma es una gracia del Espíritu Santo que ayuda a la edificación de
la Iglesia. El Espíritu Santo revela su presencia otorgando el carisma que sea para bien
de todos. Por los carismas la Iglesia crece, se multiplica y vive siempre joven en las
diversas circunstancias de la historia.

¿Cuál es el carisma más importante? 
El carisma mas importante es la caridad (amor) y es la medida de todos los carismas:
“Si yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, y me faltara el amor,
no seria mas que bronce que resuena y campana que toca. Si yo tuviera el don de
profecía, conociendo las cosas secretas con toda clase de conocimientos, y tuviera tanta
fe como para trasladar los montes, pero me faltara el amor, nada soy. Si reparto todo lo
que poseo a los pobres y si entrego hasta mi propio cuerpo a las llamas, pero no por

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amor, sino para recibir alabanzas, de nada me sirve” (I Corintios 13, 1-3). Por eso, el
Catecismo de la Iglesia Católica enseña que: la Caridad es la medida de todos los
carismas (Cfr. CEC n.800).

 ¿Hay unidad entre los ministerios y carismas? 
Sí, porque ambos proceden del Espíritu Santo y están ordenados al bien de la Iglesia:
“Hay diferentes dones espirituales, pero el Espíritu es el mismo; hay diversos
ministerios, pero el Señor es el mismo; hay diversidad en la manera de obrar, pero es el
mismo Dios quien obra todo en todos” (I Corintios 12, 4-6). El Espíritu Santo es el que
origina e impulsa los diversos grupos, congregaciones, movimientos y asociaciones
que hay en la Iglesia, porque Él inspira los carismas que sirven para edificar la
comunidad de los creyentes. La Iglesia es como un gran árbol con muchas ramas. El
Espíritu Santo hace posible la diversidad en la unidad. Gracias al Espíritu Santo, crecen
en la Iglesia diversas formas de vida.
Según la enseñanza de San Pablo, ningún carisma dispensa de la obediencia a los
Pastores de la Iglesia, porque “Dios nos ha establecido en su Iglesia, en primer lugar,
los Apóstoles, en segundo lugar, los Profetas, en tercer lugar, los Maestros, el don de
hacer milagros, después, el don de curación, la asistencia material, la administración y
el don de lenguas” (I Corintios 12, 28).

¿Las congregaciones, movimientos y asociaciones que hay en la Iglesia son fruto de los 
dones y carismas del Espíritu Santo? 
Definitivamente que sí. La clave para distinguir si tal o cual carisma de tal o cual
congregación o movimiento o asociación procede el Espíritu Santo, es comprobar cuán
unidos están sus miembros y sus propósitos a la fe de la Iglesia, cuánto amor y
obediencia tienen hacia el Papa y los Obispos. En otras palabras un signo de que algo
viene del Espíritu Santo es el amor a la Iglesia que se manifiesta en la docilidad a las
indicaciones de los pastores. Por ello, es necesario decir que si bien en la Iglesia hay
libertad de asociación, toda congregación, movimiento o asociación debe contar con la
aprobación debida de la jerarquía de la Iglesia.

DONES DEL ESPÍRITU SANTO 

Sabiduría, que nos hace saborear las cosas de Dios.


Entendimiento, que nos ayuda a comprender mejor las verdades de nuestra fe.
Consejo, que nos ayuda a saber lo que Dios quiere de nosotros y de los demás.
Fortaleza, que nos da fuerzas y valor para hacer las cosas que Dios quiere.
Ciencia, que nos enseña cuales son las cosas que nos ayudan a caminar hacia Dios.
Piedad, con el que amamos más y mejor a Dios y al prójimo.
Temor de Dios, que nos ayuda a no ofender a Dios cuando flaquee nuestro amor.

FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO 
San Pablo nos habla sobre los frutos del Espíritu Santo en la vida del cristiano. Estos
son: amor,  alegría,  paz,  paciencia,  afabilidad,  bondad,  fidelidad,  mansedumbre, 
dominio de sí.

“Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu” (Gálatas 5, 25)

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TEMA 10 

IGLESIA, FAMILIA DE DIOS 
 
“Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido,  
para anunciar las alabanzas a Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz, 
 vosotros que en un tiempo no erais pueblo y ahora sois el Pueblo de Dios,  
de los que antes no se tuvo compasión pero ahora son comparecidos”. 
(1Pedro 2, 9‐10) 
 
 
I. LA IGLESIA, PUEBLO DE DIOS 
 
Padre, ¿qué es la Iglesia?
La Iglesia es el Nuevo Pueblo de Dios, ha sido fundada por Cristo, y guiada por el
Espíritu Santo es signo e instrumento de la comunión del hombre con Dios y de la
unidad del género humano (Ver Lumen gentium n.1).

¿Por qué la Iglesia se llama Pueblo de Dios? 
Es llamada así porque la Iglesia es la depositaria y heredera de las promesas hechas
por Dios al Pueblo de Israel: “Pueblo de la elección”. A través de este pueblo, comenzó
a prepararse la definitiva revelación de Dios en Jesucristo, su Hijo amado.

¿Cómo formó Dios al pueblo de Israel? 
El Pueblo de Israel fue formado por Dios de manera progresiva en la historia. Se inició
con Abrahán, a quien Dios le reveló que su descendencia sería tan “numerosa como las
estrellas del cielo y las arenas del mar”. Su historia está marcada por: (1) las heroicas
acciones de Moisés, quien con la ayuda de Yahvé se convirtió en el guía que hizo
posible la liberación de la esclavitud de los egipcios y quien recibió el Decálogo como
ley de vida, de justicia y santidad; (2) las acciones de los reyes que consolidaron a Israel
como nación frente a las otras naciones del mundo; (3) las enseñanzas de los profetas y
sabios quienes van mostrando cuál es la voluntad de Dios sobre su pueblo.
Paulatinamente el pueblo fue purificando su concepto de Dios y, sobre todo, fue
aprendiendo a descubrir a Dios como el plenamente Santo, a quien tenían que servir
con todas las fuerzas de su ser. Por esta historia, Israel es llamado el “Pueblo Santo de
Dios”, porque de él surgiría el Mesías, quien no sólo revelaría de manera plena a Dios,
sino que llevaría al hombre a la verdadera comunión con Él.

¿El Mesías anunciado a Israel es Jesús? 
Si. Para esto fue elegido Israel como “pueblo”, para que en la “plenitud de los
tiempos”, el Hijo eterno de Dios se encarnara como hombre en el seno purísimo de la
Virgen María. Todo el Antiguo Testamento es fiel testimonio de esta promesa de Dios
cumplida en Jesucristo. Así, Jesús:
- Es el nuevo Adán, en quien el hombre recupera su dignidad perdida por el
pecado.

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- Es el nuevo Moisés, que libera al hombre de la esclavitud del pecado, del
demonio y de la muerte.
- Es el Profeta definitivo que no sólo enseña las verdades de Dios sino que es la
misma “Verdad”.
- Es el sumo y eterno Sacerdote que nos une al Padre.

 ¿Se puede considerar a la Iglesia como una sociedad? 
Sí, pero debemos explicar bien lo que significa la palabra “sociedad” aplicada a la
Iglesia, pues ella no es una “sociedad” meramente humana, sino una sociedad divino-
humana. Es divina por su fundador: Cristo, y humana porque esta formada por
hombres, y pertenecen a la Iglesia de manera plena los bautizados que se unen a Cristo
por el vínculo de la fe, los sacramentos y la obediencia al Santo Padre y los obispos en
comunión con él.

II. NOTAS DE LA IGLESIA VERDADERA 

Cristo  fundó  una  sola  Iglesia,  sin  embargo,  hay  muchos  que  se  llaman  a  sí  mismos 
cristianos y pertenecen iglesias distintas de la Católica. 
Efectivamente, Cristo fundó una sola Iglesia y no varias, porque una es la fe, uno es el
bautismo, uno es el mismo Cristo, y, por esta razón nadie podría sentirse con derecho
de fundar otra “iglesia cristiana”. Sin embargo, tenemos el triste ejemplo de Lutero que
en el siglo XVI, con sus tesis heréticas, fomentó la aparición de muchas “iglesias” que
llamándose cristianas se diferencian entre ellas mismas en la manera de comprender el
Evangelio. Lo cierto es que una característica notoria de estas “iglesias” es que surgen
por iniciativas de hombres, y no de Cristo.

¿Cuáles son las notas que caracterizan a la Iglesia de Jesucristo? 
La Iglesia de Jesucristo es: una, santa, católica y apostólica.
La Iglesia es una porque:
- Es la única Iglesia fundada por Cristo.
- Forma en Cristo un solo cuerpo vivificado por el Espíritu Santo.
- Confiesa a un solo Señor y profesa una sola fe (unidad de doctrina).
- Celebra un solo culto y se nace de ella mediante un solo bautismo (unidad de
culto).
- Obedece a una misma autoridad: el Papa, vicario de Cristo en la tierra (unidad
de gobierno).
La Iglesia es santa porque:
- Su fundador (Jesucristo) es Santo y el Espíritu Santo la vivifica constantemente
con sus dones.
- Santa es su doctrina, santa su moral, santos sus sacramentos.
- Posee todos los medios para santificar a todos los hombres.
- Muchos de sus hijos llevan en la tierra una vida santa.
La Iglesia es católica porque.
- Es universal, es decir enviada por Cristo a todos los pueblos y por eso se dirige
a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, pueblos y culturas.
La Iglesia es apostólica porque:

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- Está fundada sobre el cimiento de los Doce Apóstoles, tanto en doctrina como
en gobierno.
- La Iglesia enseña las mismas verdades que nos transmitieron los Apóstoles,
testigos vivos de Cristo.
- Cristo la gobierna por medio del Papa, sucesor de Pedro, y de los obispos,
sucesores de los Apóstoles.

Realmente la Iglesia Católica es la verdadera Iglesia de Cristo; sin embargo, algunos 
dicen que lo bueno que tienen las iglesias separadas es lo que tienen en común con la 
Iglesia Católica.  
Así es. Estas comunidades tienen aspectos buenos como: la fe y el amor a Jesucristo; el
amor a la Sagrada Escritura, el deseo de ser fieles a Jesús, etc. Digamos con claridad
que lo bueno que tienen los evangelistas o comunidades cristianas pertenece a la
Iglesia católica Pero a ellos, les faltan muchas cosas importantísimas: (1) la integridad
de la fe; (2) los sacramentos completos como la confesión, la Eucaristía y el Orden; (3)
la integridad de la moral evangélica, dándose el caso que en algunas comunidades
protestantes se acepta el divorcio y casarse de nuevo.

Otros afirman que la Iglesia Católica no es santa sino pecadora.  
Debemos aclarar que la Iglesia es santa por su divino fundador (Jesucristo) y, al mismo
tiempo, está compuesta por hombres pecadores. La santidad debe ser la aspiración de
todos los miembros de la Iglesia pero no olvidemos que todos nosotros somos
pecadores y que necesitamos convertirnos constantemente. Nadie es perfecto, todos
debemos luchar por ser santos, y en la Iglesia encontramos todos los medios para
nuestra santificación. Precisamente por no hacer caso a las enseñanzas de Cristo, que
nos habla por su esposa: la Iglesia, nos salimos del camino de la santidad para
meternos en el camino del pecado.

Se dice que  la Iglesia  Católica fue fundada por  Constantino el  Grande,  emperador  de 


Roma en el siglo IV d.C. y, por lo tanto, no viene de los Apóstoles. 
Eso es falso. La Iglesia Católica ya existía antes de Constantino, si no ¿a quiénes
persiguieron los emperadores romanos desde Nerón hasta Diocleciano? Es más, entre
los mártires de aquella época hay Obispos y varios Papas mártires, como San Pedro y
San Calixto. Lo sucedido fue que Constantino dio libertad religiosa a la Iglesia para que
su Imperio contara con una religión que promoviera con eficacia y fundamento valores
elevados.

III. LA IGLESIA, CUERPO DE CRISTO Y TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO 

Sobre la Iglesia se afirma que es el Cuerpo de Cristo, ¿podría explicarlo? 
Durante su vida pública, Jesús vivió con sus Apóstoles una comunión muy singular, a
tal punto que les dijo: “Permaneced en mí y yo en vosotros… Yo soy la vid y vosotros
los sarmientos” (Juan 15, 4-5). De este modo es como Jesús anunció que se realizaría
una comunión misteriosa y real entre su persona y sus discípulos: “Quien come mi
carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Juan 6, 56). Finalmente, en
Pentecostés, la comunión con Jesús se hizo más intensa, por la comunicación del

43
Espíritu Santo. Desde entonces, Cristo es “la Cabeza del Cuerpo de la Iglesia”
(Colosenses 1, 18).
Esta expresión señala que la relación entre Cristo y su Iglesia es muy íntima. Cristo
como “Cabeza” de su “cuerpo” que es la Iglesia tiene una unión íntima con ella: le
comunica su misma “vida” (la gracia) y la acompaña siempre. Además, la imagen del
“cuerpo”, hace referencia al hecho de que los miembros de la Iglesia forman como un
“organismo vivo”, siendo distintos unos de otros todos están unidos entre si “en
Cristo”, constituyendo una admirable unidad.

¿En qué sentido la Iglesia es templo del Espíritu Santo? 
Porque en el Cuerpo de Cristo habita el Espíritu Santo como en un templo. Lo decía
San Agustín: “Lo que nuestro espíritu, es decir nuestra alma, es para nuestros
miembros, eso mismo es el Espíritu para los miembros de Cristo, para el Cuerpo de
Cristo que es la Iglesia ” (Serm. 267,4). El Papa Pío XII dijo también: “A este Espíritu de
Cristo, como a principio invisible, ha de atribuirse también el que todas las partes del
cuerpo estén íntimamente unidas, tanto entre sí como con su excelsa Cabeza, puesto
que esta todo él en la Cabeza , todo en el Cuerpo, todo en cada uno de los miembros”
(Encíclica Mystici Corporis).

Entonces, el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. 
Así es. El Espíritu Santo es el alma del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia; es
principio de su vida, de la unidad en la diversidad y de la riqueza de sus dones y
carismas. Gracias al Espíritu Santo, la Iglesia esta siempre joven.

LA CONSTITUCIÓN JERÁRQUICA DE LA IGLESIA 

Conviene leer estos puntos tomados del Catecismo de la Iglesia:

934 “Por institución divina, entre los fieles hay en la iglesia ministros sagrados, que en
el derecho se denominan clérigos; los demás se llaman laicos”. Hay otros por otra
parte, fieles que perteneciendo a uno de ambos grupos. Por la profesión de los consejos
evangélicos, se consagran a Dios y sirven así a la misión de la iglesias (CIC, can. 207,
1,2).
935 Para anunciar su fe y para implantar su Reino, Cristo envía a sus apóstoles y a sus
sucesores. El les da parte en su misión. De El reciben el poder de obrar en su nombre.
936 El Señor hizo de San Pedro el fundamento visible de su Iglesia. Le dio las llaves de
ella. El obispo de la Iglesia de Roma, sucesor de San Pedro, es la “Cabeza del Colegio
de los Obispos, vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la tierra” (CIC, can
331).
937 El Papa “goza por institución divina, de una potestad suprema, plena, inmediata y
universal para cuidar las almas” (CD 2).
938 Los obispos instituidos por el Espíritu Santo, suceden a los apóstoles. “Cada uno
de los obispos, por su parte, es el principio y fundamento visible de unidad en sus
Iglesias particulares” (LG 23).
939 Los obispos, ayudados por los presbíteros, sus colaboradores, y por los diáconos,
tiene la misión de enseñar auténticamente la fe, de celebrar el culto divino, sobre todo

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la Eucaristía, y de dirigir su Iglesia como verdaderos pastores. A su misión pertenece
también el cuidado de todas las Iglesias, con y bajo el Papa.
940 “Siendo propio del estado de los laicos vivir en medio del mundo y de los negocios
temporales, Dios les llama a que movidos por el espíritu cristiano, ejerzan su
apostolado en el mundo a manera de fermento” (AA2).
941 Los laicos participan en el sacerdocio de Cristo: cada vez más unidos a El,
despliegan la gracia del Bautismo y de la Confirmación a través de todas las
dimensiones de la vida personal, familiar, social y eclesial y realizan así el llamamiento
a la santidad dirigido a todos los bautizados.  
942 Gracias a su misión profética los laicos, “están llamados a ser testigos de Cristo en
todas las cosas, también en el interior de la sociedad humana” (GS 43, 4).
943  Debido a su misión regia, los laicos tienen el poder de arrancar al pecado su
dominio sobre si mismos y sobre el mundo por medio de su abnegación y santidad de
vida (cf. LG 36). 
944 La vida consagrada a Dios se caracteriza por la profesión públicas de los consejos
evangélicos de pobreza, castidad y obediencia en un estado de vida estable reconocido
por la Iglesia.  
945 Entregado a Dios supremamente amado, aquel a quien el bautismo ya había
destinado a El, se encuentra en el estado de vida consagrada, mas íntimamente
comprometido en el servicio divino y dedicado al bien de toda la Iglesia.

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TEMA 11 
 
SOY CATÓLICO POR LA GRACIA DE DIOS 
 
“El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar” 
(Hechos de los Apóstoles 2, 47) 
 
 
Padre ¿qué es lo que más nos caracteriza como católicos? 
En primer lugar, debemos decir que eres católico porque has sido bautizado en la fe de
la Iglesia Católica que es la que fundó Cristo. Y la fe católica se encuentra expresa en el
Credo, por eso, el auténtico católico cree firmemente todos los artículos del Credo.
A los católicos se nos debe reconocer por nuestra fe en Jesucristo y el fiel seguimiento
de sus enseñanzas, entre las cuales está nuestra pertenencia a la Iglesia Católica y la
frecuencia de los Sacramentos. También por nuestro amor y veneración especial a la
Virgen María, Madre de Cristo y Madre nuestra; por nuestra adhesión al Papa, como el
legítimo sucesor del Apóstol Pedro y signo de unidad; por nuestra veneración a los
Santos, cristianos auténticos y testigos del Evangelio.

¿Es  igual  pertenecer  a  cualquier  “iglesia  cristiana”,  porque  en  todas  ellas  se  cree  en 
Cristo? 
Evidentemente no es igual, porque como decíamos en el tema anterior sólo la Iglesia
católica es la verdadera Iglesia de Cristo, luego sólo en ella encontramos la plenitud de
la verdad sobre Cristo. En las llamadas comunidades cristianas sólo se encuentra una
parte de la verdad.

¿Se puede frecuentar una “iglesia cristiana” sin renunciar a la fe? 
De ninguna manera, pues como lo propio de un católico es profesar el Credo, y en estas
comunidades “cristianas” se cuestionan o no se creen algunas verdades de la fe
católica, acudir a ellas significa de alguna manera aceptar sus errores.
Además, es necesario señalar que comunidades como la evangélica y la pentecostal,
que se autodenominan, y en exclusividad, el nombre de “cristianas”, son de
procedencia protestante, y se caracterizan por reclutar adeptos de entre las filas de los
católicos, propagando entre ellos dudas sobre la Iglesia y su doctrina. Considerando
que el “católico medio” tiene muy poca formación doctrinal, el peligro de perder su fe
católica es mayor.

¿Cuáles son las confesiones religiosas o movimientos que niegan nuestra fe católica? 
Te alcanzo un cuadro donde verás las verdades que creemos los católicos (columna de
la izquierda) y quienes la niegan (columna de la derecha).

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Algunas verdades Algunas Confesiones o movimientos
que profesamos los católicos que no creen en ellas

La Trinidad: un solo Dios verdadero en tres Testigos de Jehová, Mahikari, asociaciones y


personas distintas. movimientos agnósticos (Gnosis, Nueva
Acrópolis, Gran Fraternidad Universal,
Rosacruces, Masones, etc.).
La divinidad de Cristo Testigos de Jehová, asociaciones gnósticas,
“Hare Krisna”.
Maria, Madre de Jesús y sus privilegios: Todos los evangélicos (Alianza Cristiana y
maternidad divina, inmaculada concepción, Misionera, Agua Viva y otras), asociaciones
perpetúa virginidad y asunción al cielo. gnósticas.
La Iglesia Católica fundada por Cristo. Su Todas las confesiones protestantes o
constitución jerárquica. evangélicas y asociaciones gnósticas.

La vigencia de la Iglesia Católica como La Iglesia de los Santos de los Últimos Días
portadora de la salvación de Cristo. (Mormones).
El Purgatorio y la Comunión de los santos Todas las confesiones protestantes y
asociaciones gnósticas.
El Perdón de los pecados Asociaciones gnósticas.
La institución del sacramento del perdón Todas las confesiones protestantes.
por parte de Jesucristo.
La resurrección de la carne (del cuerpo) y el Las religiones orientales que creen en la
juicio (particular y final). reencarnación y las asociaciones gnósticas.
La vida eterna Todas las asociaciones gnósticas, entre ellas:
los masones, los rosacruces, la Gran
Fraternidad Universal.

Hoy está muy difundida la idea de la reencarnación ¿Es incompatible para un católico 
admitir la reencarnación e ir a la Misa?  
Definitivamente que sí. La doctrina de la reencarnación niega muchas verdades de
nuestra fe. Conviene señalar que la reencarnación afirma que tras la muerte de un
hombre, el alma “toma” (se encarna) otro cuerpo cuya calidad depende de la vida
moral tenida. De esa manera, un alma puede tomar un cuerpo de más o menos
perfección (incluso de animales).
Nosotros creemos que el hombre es creado por Dios como único e irrepetible. El
hombre es unidad sustancial de cuerpo y alma. Tenemos una sola alma y un solo
cuerpo que forma parte de nuestro ser. Asimismo, existe una “única” vida terrena para
ganarnos la eternidad, y luego de la muerte ha terminado el tiempo de merecer. Por
eso, todo lo que hacemos en la vida terrena tiene valor de eternidad.
Además nosotros creemos que con la muerte el alma se separa del cuerpo. Y mientras
que el alma pervive (pues es inmortal) recibiendo la justa retribución de Dios
(salvación o condenación eternas), el cuerpo va al sepulcro esperando su resurrección,
donde volverá a reunirse con su alma. Admitir la reencarnación lleva a negar: el valor
de unicidad de la vida terrena, el valor de nuestro cuerpo que es templo del Espíritu
Santo, las verdades últimas como el purgatorio y el infierno, el juicio particular, entre
otras.

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Lo más grave de la reencarnación es que niega que Cristo sea el Redentor de los
hombres, pues señala que es a través de sucesivas reencarnaciones como el hombre
llega a un estado de plenitud, porque cada reencarnación es una purificación.

Ante  tanta  confusión  ¿Es  un  asunto  serio  para  un  católico  encontrar  maneras  de 
formarse bien en su fe? 
Así es. Se dice que “un católico ignorante es un seguro protestante”. Por ello, es muy
importante la formación en la fe. El fiel católico debe preocuparse en formarse bien en
su fe a través de: (1) profundizar en el conocimiento de la Sagrada Escritura leyéndola
como la lee la Iglesia; (2) conocer bien el Catecismo de la Iglesia donde se encuentran
las verdades de fe que profesamos, celebramos y vivimos; (3) estar atentos a las
enseñanzas del Papa, quien nos expone la fe y la moral de manera segura. Quien
obedece al Santo Padre va por el camino de la Verdad que es Cristo.

¿Sin embargo, la Iglesia dialoga con diversas confesiones religiosas? 
Sí, y son diálogos muy provechosos. Estos diálogos son llamados ecuménicos, cuando
se realizan con las diferentes confesiones cristianas, tales como: los ortodoxos, los
luteranos, los anglicanos, los metodistas, los bautistas, etc. Estos diálogos apuntan a
fortalecer los puntos doctrinales que nos unen y a buscar el mejor entendimiento con
aquellos puntos que marcan las diferencias entre cristianos.
También hay otro tipo de diálogos con las religiones no cristianas: judaísmo,
islamismo, budismo, etc. Son los llamados “diálogos interreligiosos”.
Dentro de este clima de acercamiento, no faltan confesiones que desean mantener su
distancia como los Testigos de Jehová, los mormones, los adventistas.

¿También  es  una  característica  de  los  católicos  la  devoción  a  las  imágenes  y  objetos 
sagrados? ¿Es ésta una nueva forma de “idolatría”? 
La devoción a las imágenes y el uso de objetos sagrados no es idolatría. Es falso que la
Iglesia o los católicos propaguen con esta devoción una nueva forma de “idolatría”,
porque se estaría atacando principios básicos de la fe, como la unidad y supremacía de
Dios. Los católicos sólo adoramos a Dios y a nadie más, y el uso de imágenes no atenta
contra ello.
Si en la Iglesia existe la devoción y veneración a las imágenes y objetos sagrados, es
porque siempre ha respetado la manera natural de creer del ser humano (los hombres
necesitamos signos, símbolo, imágenes para expresar nuestro amor a Dios), y como
madre y maestra, le ha enseñado cómo a través de estas expresiones, puede descubrir y
experimentar la fe verdadera.

¿La veneración y devoción al Señor de los Milagros sería un ejemplo de esta pedagogía 
de la fe? 
Evidentemente que sí. La imagen del Señor de los Milagros surgió como expresión
espontánea de fe de un esclavo, que vio en Jesús a su auténtico liberador, y espontánea
han sido y son las grandes multitudes que se congregan alrededor de esta imagen,
cuya finalidad no es otra que canalizar la fe en Jesús. De la misma manera han surgido
en diversas zonas de nuestra Patria y de América otras expresiones de fe, por ejemplo,
la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe en México. Otro ejemplo de expresión
popular de la fe a través de las imágenes, son las procesiones de los pasos de la Pasión

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en la Semana Santa, que son manifestación auténtica de fe en nuestros pueblos
americanos.

Padre, en verdad, debemos dar gracias a Dios porque nos ha permitido pertenecer a la 
Iglesia Católica.
Efectivamente, todo católico debe mantener su fe católica como un verdadero tesoro.
En primer lugar, porque por ella conocemos a Jesucristo, nuestro Redentor y quien nos
enseña a caminar en esta vida como auténticos hijos de Dios, buscando la gloria de
Dios y el bien de los demás. También porque en la Iglesia Católica, encontramos a
Jesucristo, como la fuente que nos da vida y que nos ilumina y fortalece para afrontar
las incógnitas de la existencia. En la Iglesia Católica, Jesucristo se nos ofrece como el
vínculo que nos une con el Padre.

FIJEMOS ALGUNAS IDEAS 
1. ¿Dónde se encuentra expresada nuestra fe católica?
2. ¿Qué aspectos nos definen como católicos? Explicar cada unos de ellos.
3. ¿Cómo podemos “formarnos en la fe” como verdaderos católicos?

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MARÍA, MADRE DE DIOS Y MADRE DE LA IGLESIA 
 

 
 
Imagen de Nuestra Señora de la Evangelización. 
Talla en madera, obra del escultor flamenco Roque de Balduque. (S. XVI) 
Basílica  Catedral de Lima. 

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M aría se encuentra cargando al niño Jesús y esta coronada al igual
que Él, como un signo de que la Virgen Madre participa
plenamente de la gloria de su Hijo. Recordamos así que María está
unida siempre al misterio de su Hijo y que todo lo que se refiere a ella
nos remite a Él.

Según una sólida tradición sustentada en las crónicas más antiguas, la


imagen de Nuestra Señora de la Evangelización fue obsequiada a la
recién creada Diócesis de Lima por el Emperador Carlos V de España,
alrededor del año 1540. Es por tanto, una de las imágenes más antiguas
de la región.

Ubicada en el retablo mayor de la primera Catedral, la imagen de


Nuestra Señora de la Evangelización recibió el culto de los grandes
santos peruanos y presidió los célebres Concilios Limenses, de modo
particular el tercero, que tanta importancia tuvo para profundizar la
primera evangelización de parte importante de América Latina.

Ante ella fue depositada, en medio de gran fiesta, la primera rosa


florecida en la ciudad por el primer Obispo de la diócesis, Fray Jerónimo
de Loayza.

La venerada imagen presidió la vida de la Iglesia arquidiocesana de


Lima, que tuvo tanta importancia en la difusión del Evangelio desde
Nicaragua hasta el Cabo de Hornos. Ante Ella fue entonado el Te Deum
con motivo de la Independencia Nacional en 1821.
Recientemente, la imagen fue restaurada, devolviéndole su esplendor
original, y colocada en el altar del Santísimo Sacramento en la Catedral
de Lima, donde recibe el culto de los fieles.

En 1985, durante su primera visita al Perú, el Papa Juan Pablo II la


coronó solemnemente, consagrándole la nación; y tres años después, con
ocasión del Congreso Eucarístico y Mariano de los países Boliviarianos,
el Santo Padre la honró de forma extraordinaria al concederle la Rosa de
Oro.

51
CAPÍTULO IV 
 
MARÍA, MADRE DE DIOS Y MADRE DE LA IGLESIA 

L
a verdad sobre Cristo nos lleva a hablar de la Santísima Virgen María, pues el
Hijo de Dios se encarnó se hizo hombre en las purísimas entrañas de María
cuando ella dio su asentimiento libre a la invitación de Dios. Gracias al «sí» de
la Virgen, el Verbo eterno se metió en la historia de los hombres para redimirnos.

Es necesario conocer los privilegios marianos para darnos cuenta que Dios hizo
maravillas en la Virgen; y, al mismo tiempo, percibir que todo lo que es la Virgen se
debe a su Hijo Jesucristo. Ella «por Cristo» es la Madre de Dios, la inmaculada, la
siempre Virgen y la asunta al cielo. Conocer a María nos lleva a conocer más a Jesús y
viceversa: conocer a Jesús nos lleva a conocer más a María. Separar a María de Jesús es
como separar el calor del fuego.

Sin embargo, no basta sólo con conocer quién es la Virgen, debemos invocarla
acudiendo a ella. Forma parte esencial de la piedad cristiana la devoción a la Santísima
Virgen María. Nuestro Señor Jesucristo nos dio un regalo de primera clase: su propia
Madre. Y nos llena de una profunda alegría decir que la Madre de Jesús: María, es
también nuestra Madre en el orden de la gracia. Quien prescinde de la Virgen es como
un “huérfano en la fe”.

La devoción a la Virgen lleva consigo manifestaciones exteriores de amor como son el


rezo del santo Rosario recomendado vivamente por los Papas, pues es la oración de las
familias y de paz, el uso del escapulario del Carmen, las diversas advocaciones tan
arraigadas en nuestro país (la Virgen del Carmen, la Virgen de Chapi, la Virgen de la
Puerta, etc.). Sin embargo, estos actos exteriores deben de traducirse en el propósito de
vivir como buenos hijos de María; es decir, en gracia de Dios. Vivir en el pecado no es
lo propio de los hijos de María.

DOCUMENTOS  BÁSICOS  
Catecismo de la Iglesia Católica  
Nº. 484-511; 963-975; 2673-2679.
Compendio del Catecismo  
Nº. 94-100; 196-199; 562-563.
Catecismo menor 
Nº. 106-114; 195-197; 564-565.
Temas: 12.

52
TEMA 12 

MARÍA, MADRE DE DIOS Y MADRE DE LA IGLESIA 

 
“Jesús dice a su Madre: “Mujer ahí tienes a tu hijo”.  
Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”.  
(San Juan 19, 26‐27)

Padre ¿Cómo se hizo hombre el Hijo de Dios? 
El Hijo de Dios se hizo hombre en el seno purísimo de la Virgen María, por obra y
gracia del Espíritu Santo. A este hecho lo llamamos misterio de la Encarnación, porque
en él se verificó la admirable unión de la naturaleza divina y de la naturaleza humana,
en la única persona de Jesucristo.
  
Entonces ¿quién es la Santísima Virgen María? 
Es aquella criatura humana escogida por Dios para ser la Madre de su Hijo, para lo
cual fue preservada del pecado original desde el primer instante de su concepción, de
modo que cuando concibió a Jesucristo por obra del Espíritu Santo, conservó su
virginidad antes, durante y después del parto. Al final de su vida, Dios no permitió
que sufriera la corrupción de la muerte, llevándola al cielo en cuerpo y alma. Y junto a
la Santísima Trinidad, prosigue su papel de Madre para salvar a la humanidad.
En definitiva para señalar quien es la Virgen María debemos hablar de sus cuatro
privilegios: (1) Maternidad divina, (2) Inmaculada concepción, (3) Perpetua virginidad
y (4) Asunta al cielo.

¿Cómo puede ser María la madre de Dios, si Dios es el creador? 
La Virgen María es la Madre de Dios, porque es la Madre de Jesucristo: verdadero Dios
y verdadero hombre.
Conviene señalar que María no es llamada Madre de Dios porque haya engendrado al
Hijo en cuanto Dios, pues el Verbo eterno existe desde toda la eternidad en la
Santísima Trinidad, sino que la Virgen comienza a ser Madre de Dios cuando la
segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo eterno de Dios, “se encarnó”. Ahora
bien, una mujer que engendra y da a luz es madre de la “persona” de su hijo. Así: la
Virgen es madre de la persona de Jesús; es decir, de la segunda persona de la Trinidad
que es Dios. Por eso, con propiedad podemos decir que María es la Madre de Dios. La
Maternidad divina de María fue proclamada como dogma en el concilio de Éfeso, en el
año 431.

¿Hay algún pasaje en la Biblia en donde se llame a María la Madre de Dios? 
Sí. Aquel que describe el encuentro de la Virgen Maria con su prima Isabel, quien por
impulso del Espíritu Santo, la llamó “Madre de mi Señor” (Lucas 1, 39-45).

¿Es la Virgen María también nuestra madre? 
Sí, también es nuestra madre porque el Bautismo nos ha hecho hermanos de Jesucristo,
su Hijo.

53
También se dice que María es Madre la Iglesia ¿es así? 
Sí, porque María que es la madre de Jesucristo, la cabeza de la Iglesia, lo es también de
su Cuerpo místico, que es la Iglesia (Juan 19, 26-27)

¿Es por eso que María se le proclama: Madre de Dios y madre nuestra? 
Sí. María es Madre Jesucristo y Madre nuestra, ya desde la Encarnación, pues allí nos
concibe también a nosotros, y al pie de la Cruz, junto a su Hijo y al discípulo amado, se
manifiesta su maternidad espiritual.

¿Cuál es, por tanto, el papel de la Virgen María en nuestra vida? 
Todo cristiano debe ver a María como su ejemplo más acabado. Decía san Bernardo: “si
rezas a María serás piadoso, si le amas puro, si le imitas santo”.
Ella nos enseña a tener una firme fe en Dios, que se demuestra en la aceptación de su
voluntad divina. Nos ayuda a ser fieles a Dios y a santificar nuestra vida. Mueve
nuestro corazón de gratitud a Dios por los bienes recibidos y tener interés y solicitud
por el prójimo. Nos ayuda a ser perseverantes y fuertes en la lucha por la pureza, el
amor casto, en la acción apostólica. María es nuestra mejor maestra de oración y la
segura intercesora entre nosotros y su Hijo.

¿Debemos rendirle culto a la Virgen María? 
Por supuesto. La Iglesia le rinde culto de suma veneración, llamado de hiperdulía,
porque es la Madre de Dios, y porque como hijos suyos, estamos llamados a venerarla
y a querer imitarla. Este culto a la Virgen Santísima de ningún modo contradice ni
empaña el culto de adoración que le rendimos a Dios. Todo lo contrario, venerando a la
Virgen María, es cómo descubrimos la grandeza y majestad de Dios, su piedad y
misericordia con nosotros.
No tengamos miedo de ser muy devotos de la Virgen. Quien es muy mariano es muy
cristiano.

¿Podemos encontrar en la Biblia textos en donde María recibe especial veneración? 
Hay innumerables lugares en la Biblia, donde María es alabada y ensalzada:
- El Arcángel Gabriel saluda a María con reverencia diciéndole: “Dios te salve,
María, llena eres de gracia” (Lucas 1, 28)
- Santa Isabel alaba a María cuando exclama: “Bendita tu entre las mujeres y
bendito el fruto de tu vientre. ¿De donde a mí que la Madre de mi Señor venga
a visitarme?” (Lucas 1, 42)
- La misma Virgen María, profetiza llena de humildad y de gozo: “He aquí me
llamaran bienaventurada todas las generaciones, porque el todopoderoso ha
hecho maravillas en mí” (Lucas 1,47)
- Jesús cuando estaba predicando, inesperadamente una mujer del pueblo le gritó
con toda fuerza: “! Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te
alimentaron! ” (Lucas 11, 27)
- Después de la ascensión del Señor a los cielos, los Apóstoles perseveraban en
unión con Maria, la Madre de Jesús. (Hechos 1, 14).

54
 ¿Cómo oramos a la Santísima Virgen María, Madre de Dios? 
La Santísima Virgen, por su cooperación singular a la acción del Espíritu Santo, tiene
un lugar privilegiado en nuestra oración, y la Iglesia nos exhorta a invocarla sobre todo
con la salutación angelical.

¿Cómo es la salutación angelical o Ave María?
Las tres primeras peticiones están tomadas de la Sagrada Escritura:
- Dios  te  salve,  María: El saludo que Dios mismo le hizo por intermedio del
arcángel San Gabriel.
- Llena  eres  de  gracia, el Señor es contigo: Las palabras con las que el ángel
señala a María como la santísima morada de Dios entre los hombres.
- Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús:
Son las palabras con las que recibió Santa Isabel a la Virgen.
Las siguientes tres peticiones son agregadas por la Iglesia:
- Ruega por nosotros, pecadores: por las que pedimos que ore por nosotros a su
Hijo.
- Ahora: para poner en sus manos nuestro momento actual y para que Ella
recorra con nosotros el camino de nuestra vida presente.
- Y en la hora de nuestra muerte: para pedir a la Virgen María que esté a nuestro
lado en la hora de nuestra muerte y nos conduzca a su Hijo Jesús al Paraíso.

¿Cuál es la devoción que más le agrada a la Virgen? 
A la Virgen le agrada todo detalle de amor hacía ella, pero especialmente que le reces
el santo Rosario.
El Rosario es la oración mariana por excelencia, nos une más a la Virgen y trae una
“lluvia” de bendiciones. Juan Pablo II hablaba del Santo Rosario como “dulce cadena
que nos une al cielo”. Rezar el Rosario es muy sencillo, basta saber el Padrenuestro, el
Avemaría y el Gloria. Sería muy bonito si nos propusiéramos regalarle a la Virgen
todos los días el rezo del Santo Rosario.

¿Hay otras oraciones marianas? 
- El rezo del Magnificat, que es el cántico de María por el que nos unimos a Ella
para dar gracias a Dios por las maravillas obradas por Dios en Ella y en todos
nosotros.
- El rezo de la Salve por la que alabamos a María como Reina, Madre, Abogada y
esperanza nuestra.
- El rezo del Angelus por el que recordamos el momento de la Encarnación del
Verbo y agradecemos a la Virgen por su sí a Dios.

 Mi parroquia esta dedicada a la Virgen. 
No es extraño pues desde el siglo IV hasta nuestros días se construyen Iglesias
dedicadas a la Santísima Virgen. Existen basílicas, santuarios, ermitas, esparcidos por
todo el mundo, como lugares de especial encuentro con María, la Señora del Dulce
Nombre. Y es que la Iglesia desde sus inicios proclama que “a Jesús se va por María”.

55
DOGMAS MARIANOS 

Privilegios que concedió Dios a María en orden a su maternidad divina.  
1. La Inmaculada Concepción. Porque fue preservada totalmente de la
mancha del pecado original y permaneció pura de todo pecado personal a
lo largo de toda su vida.
2. La Maternidad Divina. Porque es la Madre del Hijo de Dios hecho hombre,
que es Dios mismo.
3. La Virginidad Perpetua. Porque fue Virgen al concebir a su Hijo, Virgen en
el parto y Virgen después del parto. Es la siempre Virgen María.
4. La Asunción a los Cielos. Porque al terminar sus días en la tierra fue
elevada por Dios al cielo en cuerpo y alma.
 
Celebraciones litúrgicas que corresponden a sus privilegios: 
1. Inmaculada Concepción 08 de diciembre.
2. Santa María, Madre de Dios 01 de enero.
3. La Anunciación del Señor 25 de marzo.
4. La Asunción de la Santísima Virgen María 15 de agosto.

FIJEMOS ALGUNAS IDEAS 
1. ¿Cuáles son los privilegios marianos?
2. ¿Por qué María es Madre de Dios?
3. ¿Por qué María es Madre de la Iglesia?
4. ¿Cuál es el papel de la Virgen María en nuestra vida?
5. ¿Qué tipo de culto ofrecemos a María, nuestra Madre?
6. ¿Existen en la Biblia ejemplo de veneración a María?
7. ¿Desde cuando la Iglesia rinde el culto de veneración a la Virgen María?
8. ¿Cómo se manifiesta en la Iglesia el culto a María?

56
 
DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA 

Detalle de “El Regreso del Hijo Pródigo”  Rembrandt. 1662 

57
E l regreso del Hijo Pródigo, por Rembrandt. El original se
encuentra en un museo en San Petersburgo, Rusia. Habiendo sido
pintada hacia el final de su vida, esta pintura fue una de las dos obras
encontradas en la casa de Rembrandt después de su muerte.

Colores ocres, cafés y rojos, adornan la escena a media luz en la que, con
ojos cansados de noches en vela y con el rostro marcado por la
preocupación, el padre abraza a su desconsiderado hijo. Habiendo
vuelto hacia sí después de haber tocado fondo, el hijo se arrodilla a los
pies de su padre con el rostro lloroso que presiona su pecho. Vestido de
andrajos, con la cabeza rapada y las sandalias rotas, la escena nos
sugiere la intensidad extrema del viaje que lo trajo a casa.

No hay palabras, solo misericordia.

El padre tiene que calmar al hijo mayor, que protesta por la abundancia
desperdiciada en el banquete que se planea para su arrepentido
hermano menor: “Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. 
Pero  había  que  hacer  fiesta  y  alegrarse,  puesto  que  tu  hermano  estaba 
muerto  y  ha  vuelto  a  la  vida,  estaba  perdido  y  ha  sido  encontrado”
(Lucas 15, 21-32).

Es así que Jesucristo nos ha revelado el amor del Padre que se expresa
en su misericordia sin límites, que restituye al hombre la dignidad que
pierde por el pecado y lo reviste de la gracia de ser hijo suyo.

58
CAPÍTULO V 

DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA 

D
esde el primer instante de su concepción el hombre es una «persona
humana» con una dignidad que nadie puede pisotear. Desde ese momento,
el hombre es imagen y semejanza de Dios, ha sido redimido con la sangre
de Cristo, y está llamado a participar de la vida eterna. Cada hombre
independientemente de su edad, salud, raza, etc es conocido y amado por Dios, su
creador. Nadie puede atribuirse el derecho de dañar o eliminar al hombre ni en el
inicio ni en el final de su existencia. La vida humana es sagrada: viene de Dios y sólo
Dios es el dueño de la vida. Por eso, la Iglesia defiende siempre la dignidad de cada
persona humana y alza su voz cuando se atenta contra el ser humano.
Vivimos en tiempos de relativismo y equivocadamente se piensa que cada uno tiene su
verdad. Hoy es común escuchar: “yo hago con mi vida lo que quiero”. Este tipo de
mentalidad crea un ambiente que amenaza la dignidad del hombre pues fomenta el
libertinaje. Los más débiles el concebido no nacido, los pobres, los ancianos, los
enfermos resultan ser las primeras víctimas de esta mentalidad errónea.
Resulta necesario enseñar la verdad sobre el hombre. Urge explicar lo que es la
verdadera libertad, la cual no consiste en hacer «lo que me da la gana» sino en elegir el
«bien debido», aquello que me hace mejor persona. Es verdad que el hombre es un ser
libre con capacidad de tomar elecciones; pero, al mismo tiempo, está herido por el
pecado y está inclinado al mal. Por eso, para elegir el «bien debido» necesita de la
gracia de Dios. Asimismo, el hombre posee en su interior la «voz» de la conciencia que
aprueba o desaprueba lo que hace; pero la conciencia exige su debida formación pues
sólo así la razón puede establecer juicios de acuerdo a la ley moral expresada
especialmente en los mandamientos de Dios.
Los mandamientos son liberadores. No debemos pensar que son obligaciones pesadas
o cargas onerosas que Dios impone a los hombres y que coactan su libertan. Lo que
esclaviza al hombre es el pecado. Al contrario, la vivencia de los mandamientos libera
al hombre pues ellos hacen posible que el hombre viva de acuerdo a su naturaleza. Es
decir, como una verdadera persona: un ser racional que piensa y ama. Lo más
«irracional» es el pecado.

DOCUMENTOSD BÁSICOS 
Catecismo de la Iglesia Católica  
Nº.1691-1876; 1422-1532; 2196-2557.
Compendio del Catecismo  
Nº. 357-400; 295-320; 455-533.
Catecismo menor  
Nº. 341-401; 287-309; 481-543.
Temas: 13, 14.

59
TEMA 13 

LA LEY DIVINA PARA LA SALVACIÓN DEL HOMBRE 

“La ley del Señor es perfecta y descanso del alma”  
(Salmo 19, 8) 

Padre,  es  frecuente  escuchar  que  la  Iglesia  no  puede  imponer  los  10  mandamientos  a 
todos los hombres porque no se respetaría la libertad de cada persona. 
Ante todo es preciso tener en cuenta que los 10 mandamientos no son “una
imposición” o “unas cargas” que quitan la libertad a los hombres. Más bien, los 10
Mandamientos son “liberadores” pues son el resumen de la ley natural que Dios ha
grabado en el ser de cada persona, de modo que cuando se cumplen sus exigencias, el
ser humano alcanza su propia perfección y es verdaderamente libre.
Debemos enseñar a las personas que los mandamientos son como “diez peldaños” que
nos llevan a la verdadera felicidad; es decir, nos llevan a vivir en el amor, la verdad, la
honestidad, la pureza, la generosidad, etc.; al contrario, quien no vive los
mandamientos está esclavizado por el pecado.

¿A qué llamamos ley eterna? 
En primer lugar, conviene definir qué es la ley. La ley es el orden constituido por una
razón para alcanzar un bien. Así, llamamos “ley eterna” al orden que Dios con su
sabiduría infinita y amorosa ha establecido en el universo; y ese orden se da tanto en el
ámbito de lo físico (las leyes físicas) como de las conductas (las ley morales). De Dios
provienen las “leyes físicas” que establecen un admirable e inigualable orden en el
cosmos y también las “leyes morales” que establecen un orden en el obrar humano
para que éste alcance su perfección. La ley moral de Dios se expresa en la ley natural y
ha sido revelada por Dios en los diez mandamientos.
La ley eterna es el fundamento de todo orden en el universo. Dicho en otras palabras:
cualquier orden lo es, en la medida que participa de la ley eterna. La “ley eterna” es
expresión de la sabiduría y la bondad de Dios.

¿Qué es la ley natural? 
La ley natural es la participación en la criatura racional de la “ley eterna”. Con la ley
natural nacemos pues pertenece a nuestra naturaleza humana. Es una ley que está
inscrita en los corazones de todos los hombres; por eso, es universal, y expresa las
exigencias propias de nuestro ser. Esta ley nunca puede ser dispensada ni sometida a
atenuaciones. Forma parte de las exigencias de la ley natural: la conservación de la
vida, vivir en una familia, la educación, la religión, etc.
Por la ley natural el ser humano participa de la sabiduría y bondad de Dios, y es la
base constitutiva de nuestros derechos y deberes fundamentales. De tal manera que las
normas que expresan la ley natural son siempre válidas y necesarias para la edificación
de las normas morales y la ley civil. Al contrario, si las leyes civiles están en contra de
la ley natural son una corrupción de la ley y no podemos obedecerlas.

60
¿Qué es la ley revelada? 
La ley revelada, como su nombre lo indica, es aquella ley que Dios ha manifestado a los
hombres directamente y se encuentra contenida en la Sagrada Escritura. La ley
revelada tiene su plenitud en Jesucristo.

¿Qué es el Decálogo? 
Llamamos Decálogo a los Diez Mandamientos que resumen la ley natural y que Dios
reveló al pueblo de Israel a través de Moisés. Los Mandamientos del Decálogo son
diez:

1. Amar a Dios sobre todas las cosas


2. No tomar su santo nombre en vano
3. Santificar las fiestas
4. Honrar padre y madre
5. No matar
6. No cometer actos impuros
7. No robar
8. No levantar falsos testimonios ni mentir
9. No consentir pensamientos o deseos impuros.
10. No codiciar los bienes ajenos.

¿Jesucristo también nos ha revelado una ley moral? 
Sí. La ley moral que nos ha revelado Jesucristo proviene de su predicación,
especialmente del Sermón de la Montaña. Se le llama ley evangélica o nueva ley
porque por ella se cumple, supera y perfecciona la ley antigua. También se le llama ley
de amor, de gracia y de libertad. A esta ley, Jesús añadió los consejos evangélicos de la
pobreza, castidad y obediencia, para señalarnos caminos de mayor perfección.

¿Cómo Jesús renovó y dio plenitud al Decálogo? 
En la Última Cena, Jesús dio plenitud al Decálogo, cuando nos reveló que un único
mandamiento expresa toda la ley: “Este es el mandamiento mío: que os améis los unos
a los otros como Yo os he amado" (Juan 15, 12).

¿Entonces todos debemos cumplir los 10 Mandamientos, y no sólo los cristianos? 
Por supuesto. No se puede construir una sociedad civilizada, sin tener los 10
Mandamientos de la ley de Dios como referente para nuestra conducta moral, tanto
individual como social. ¿Qué sociedad estaríamos construyendo si eliminamos alguno
de los Mandamientos? Por ejemplo:
- ¿Qué pasaría si se eliminara el cuarto: “Honrar padre y madre”? Por este
Mandamiento se nos ordena respetar a los seres que nos han dado la vida; dar
honor y afecto a las personas con las que tenemos parentesco, cualquiera que sea su
grado. Este Mandamiento nos enseña que toda la humanidad es una gran familia
porque tiene un solo origen, y regula las relaciones entre los miembros de esta gran
familia para que reine la armonía entre hijos y padres, alumnos y maestros,
empleados y patronos y, por último, ciudadanos y gobernantes. Pasarlo por alto
significaría, desestabilizar el núcleo familiar y social, y fomentar la anarquía o el
poder absoluto de unos cuantos.

61
- ¿Qué pasaría si se eliminara el quinto: “No matar”? Este mandamiento nos prohíbe
toda acción, física o sicológica, que pueda causar daño a la vida, salud y dignidad
del prójimo, ya sea del no nacido o del moribundo, aunque sea por piedad.
Entender este Mandamiento a medias o según intereses particulares significaría
legalizar el asesinato del inocente e indefenso, por ejemplo, el aborto (el no nacido),
o la eutanasia (ancianos o enfermos terminales); también promover la guerra, el
racismo y el odio a los extranjeros. La sociedad se volvería selectiva en cuidar la
salud de unos con perjuicio de otros. Este Mandamiento nos ayuda a vencer
nuestros impulsos agresivos motivados por la ira, la venganza y la soberbia, y
cuidar nuestra salud y la del prójimo, a defender nuestra dignidad humana y la del
prójimo, y a cultivar la caridad evangélica que nos pide proteger de manera no
violenta la vida humana en toda circunstancia y con todos los medios a nuestro
alcance.
- ¿Qué pasaría si se eliminara el sexto: “No cometer actos impuros” y el noveno: “No
consentir pensamientos ni deseos impuros”? El objetivo de estos Mandamientos es
impedir toda acción contraria al pudor y a la castidad, que no respete la dignidad
sexual de la persona humana, por ejemplo:
ƒ La masturbación, fornicación y prácticas homosexuales;
ƒ Las lecturas y espectáculos pornográficos;
ƒ El adulterio, la poligamia, la unión libre y la prostitución; y
ƒ La lujuria que busca desordenadamente el placer sexual por sí mismo alejado
de los fines del acto conyugal: el bien de los esposos y la procreación.
Lamentablemente, nuestra sociedad actual nos da numerosos ejemplos de lo que
significa ignorar este Mandamiento. Si bien pueden haber pecados mayores que el
sexual, debemos admitir los terribles estragos que causa este pecado a nivel
individual y social. Los pecados contra el sexto y novenos mandamiento rebajan al
hombre al nivel de los animales irracionales. Una persona individual o una
sociedad que se respete, debe promover:
ƒ La virtud de la templanza para evitar la ociosidad, las malas compañías y los
espectáculos peligrosos para lograr el dominio de nosotros mismos.
ƒ La castidad para poder efectuar la donación de nosotros mismos al cónyuge en
el matrimonio o al mismo Dios en la virginidad;
ƒ La vida espiritual, la pureza de la intención, la oración y el pudor.
- ¿Qué pasaría si se eliminara el séptimo: “No robar” y el décimo “no codiciar los
bienes ajenos? Estos Mandamientos tiene un largo alcance en nuestra vida, pues no
se limita solamente a ordenar que debemos respetar los bienes de los demás, sino
también, a dar trato digno y justa remuneración al trabajador; cumplir con
responsabilidad las obligaciones laborales y profesionales. Nos pide también
socorrer a las personas que carecen de lo esencial para vivir y, sobre todo, practicar
la justicia en todas las circunstancias de nuestra vida. Eliminarlo, haría imposible la
vida social por los robos, los fraudes, el acaparamiento de riquezas de unos pocos,
a costa de la mayoría; la incitación al consumismo que desencadena la envidia y la
codicia.
- ¿Qué pasaría si se eliminara el octavo Mandamiento: “No levantar falsos
testimonios ni mentir”? La experiencia nos enseña que la mentira resquebraja toda
relación personal y hace insostenible la vida social. Acatar este Mandamiento
significará querer siempre vivir en la verdad y mostrarse veraz en los propios actos

62
y decir verdad en sus palabras; respetar y dar testimonio de la verdad hasta las
últimas consecuencias. No se puede construir una sociedad basada en la mentira.

No  se  ha  mencionado  lo  que  pasaría  si  no  se  cumpliese  con  tres  primeros 
Mandamientos 
He dejado para el final a los tres primeros Mandamientos; en primer lugar, para
apreciar la gran tarea y el gran reto que supone que el hombre sea fiel a aquellos
Mandamientos que se refieren a su persona y a la relación con los demás, y la gran
tragedia que supone incumplirlos o ignorarlos. Lamentablemente, la historia
constantemente nos señala el fracaso moral humano, y esto debido, fundamentalmente,
al rechazo a la referencia de Dios como fundamento de la moralidad. Sin Dios es
imposible que el hombre lleve una vida verdaderamente humana, es decir que viva en
la verdad, en la generosidad, en la entrega a los demás, etc. Nunca el hombre es tan
grande como cuando está en comunión con Dios.

¿Cómo entender que Dios sea el fundamento de todas nuestras acciones? 
Los animales, las plantas y los minerales no necesitan sino regirse de las leyes de su
naturaleza (leyes físicas) para desarrollarse, en cambio el ser humano necesita además,
encontrar un sentido para su vida y saber conformar sus acciones para lograr cumplir
esta finalidad. ¿Quién sino Dios, su Creador, puede responder a esta incógnita
fundamental humana? Por eso el primer Mandamiento nos enseña amar a Dios sobre
todas las cosas. El segundo, a respetar su santo Nombre. Y el tercero, nos enseña a
darle culto de adoración. El ser humano, ubicado en esta perspectiva, puede vivir con
la certeza que lo mejor será siempre amar y cumplir la ley de Dios (Salmo 19, 8; 119).
Apoyándose en Dios, el hombre puede ir siempre por el camino del bien.

¿Qué nos enseña Jesucristo con respecto a la ley de Dios? 
La enseñanza de Jesús es contundente. En el Sermón del Monte afirma que será
pequeño en el Reino de Dios el que no cumpla la Ley; y al contrario: será grande el que
la cumpla (Mateo 5, 19). También afirma, que Él es la fuente y culminación de la Ley,
en quien el hombre aprende a ser perfecto como Dios es perfecto (Mateo 5, 48).

¿Es lo que aprendemos cuándo leemos el pasaje bíblico del “Joven rico” que está en el 
Evangelio de San Marcos (10, 17‐22)? 
También lo encuentras en San Mateo (19, 16-22) y San Lucas (18, 18-23). Esta escena es
muy aleccionadora, porque todos podemos identificarnos con su pregunta: ¿Qué debo
hacer para ganar la vida eterna? La respuesta de Jesús no se hizo esperar: “Cumple los
Mandamientos”, y tampoco ocultó su alegría cuando este joven le respondió que los
cumplía siempre. Sin embargo, también, de modo inmediato, le propuso su camino de
perfección: “Sígueme”.

Pero este joven no respondió afirmativamente a la invitación de Jesús.  
Nos encontramos ante el misterio personal de cada persona, que sólo Dios conoce y
puede juzgar. Por eso, otra enseñanza valiosa de esta escena es comprobar una vez más
cuánto ama Dios al ser humano, con cuánta delicadeza le propone su plan de salvación
y cómo respeta sus decisiones.

63
Aun así, me parece que es muy difícil seguir la propuesta de Cristo por que impide vivir 
con espontaneidad.  
La espontaneidad es un impulso, y no todo impulso es bueno; ya lo dijo Jesús: “Porque
del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos,
falsos testimonios, injurias…” (Lucas 15, 19). Es decir, Jesús nos advierte que debemos
aprender a elegir bien para no equivocarnos en nuestras decisiones y opciones, y de
esta manera alcanzar en el amor y la verdad, la perfección y la felicidad verdadera.

¿Quién nos descubre la perfección que debemos alcanzar? 
Jesucristo, en su persona, nos revela al hombre perfecto y nos descubre la grandeza de
nuestro destino final. Al unirnos a Él por la fe, adquirimos la nueva vida en el Espíritu
Santo para que esta vida desarrollada y madurada en la tierra por su gracia, alcance la
plenitud en la gloria del cielo.

¿Qué es la libertad? 
La libertad es la capacidad que tiene una criatura racional para elegir el bien debido.
Todo el que tiene razón y voluntad es libre; por eso, los hombres somos libres y
además nuestra libertad es signo de que somos imagen y semejanza de Dios.
La verdadera libertad se manifiesta en las elecciones, pero no en cualquier elección,
sino en aquella que lleva a la perfección moral. Por eso, quien usa su libertad para
elegir aquello que le degrada (como son los actos pecaminosos) daña su libertad. Más
bien, a medida que el hombre hace más el bien y se orienta a Dios se va haciendo más
libre y, por tanto, se va perfeccionando.

¿Qué implica el uso de la libertad? 
El uso de la libertad implica en cada uno de nosotros la responsabilidad de nuestros
actos. Cada uno de nuestros actos voluntarios son actos libres, y poseen una “cualidad
moral”: son buenos o malos. No hay término medio y, por tanto, nuestros actos libres
nos hacen mejores o peores. Además con nuestros actos libres ganamos méritos o los
perdemos de cara a la eternidad.

¿Hay situaciones en que disminuye esta responsabilidad? 
Sí, en muchas personas su libertad puede quedar disminuida por la ignorancia, la
violencia, el error, el miedo u otros factores síquicos y sociales.

¿Es un derecho el ejercicio de la libertad? 
Sí, todo hombre y mujer debe saber que es una exigencia inseparable de su dignidad de
ser humano ejercitar su libertad, especialmente en lo que concierne a la religión y a la
moral. Sólo cuando somos libres y conscientes de la responsabilidad de vivir la vida
con autonomía, sentimos la alegría de nuestro crecimiento y maduración en la verdad,
el amor y la bondad y, además descubrimos nuestro verdadero bien último en Dios.

¿A qué llamamos conciencia moral? 
La conciencia moral es el juicio de la razón práctica por el que una persona humana
conoce la cualidad moral bondad o maldad de un acción concreta que ha realizado,
está realizando o va a realizar.

64
En otras palabras, gracias a la conciencia moral conocemos si nuestros actos humanos
son “buenos” o “malos”; sin embargo la conciencia puede equivocarse y enjuiciar por
bueno lo que objetivamente es malo; por eso, es un deber moral “formar” debidamente
la conciencia para que se encuentre en armonía con las exigencias morales de la ley de
Dios. Una conciencia bien formada es una conciencia recta y verdadera.
Debemos decir que hoy en día, urge formar la conciencia de muchos católicos pues
“asumen” por buenos, actos que son intrínsecamente malos (por ejemplo: el aborto, los
anticonceptivos, la manipulación de embriones, el divorcio, etc.).

¿Cómo podemos formar nuestra conciencia moral? 
La formación de la conciencia exige el esfuerzo de adquirir la ciencia moral debida
para que nuestros juicios morales estén de acuerdo a la ley de Dios. Formamos nuestra
conciencia mediante: (1) la reflexión y el estudio de la Palabra de Dios, (2) el
conocimiento de la moral de la Iglesia; (3) la oración y los sacramentos; (4) la ayuda y
consejos de personas buenas y rectas que son fieles a la moral de la Iglesia.
Asimismo, es un medio eficaz recurrir con frecuencia al examen de conciencia para
mejorar la calidad de nuestros actos. La formación de la conciencia es una tarea de toda
la vida.

¿Las pasiones nos ayudan en la búsqueda y realización del bien moral? 
La perfección moral consiste en que el hombre camine hacia el bien debido con todo su
ser: no sólo debe actuar la razón y la voluntad, sino también deben estar involucrados
los actos de los apetitos sensibles, llamados pasiones. Esto se debe a que los hombres
no sólo tenemos una “razón” que “piensa” y una “voluntad” que “quiere” sino
también “apetitos sensibles” que dan lugar a las “pasiones” y éstas deben ser educadas
mediante las virtudes. Las pasiones en sí mismas no son ni buenas ni malas. Son malas
si están desordenadas y nos arrastran al mal; y son buenas si se encuentran ordenadas
por la razón y la voluntad, moviendo al hombre hacia el bien debido.

¿A qué llamamos virtud? 
La virtud es una disposición permanente y firme de hacer el bien. Es decir, son hábitos
que perfeccionan las facultades del hombre para que obre siempre bien. Además, las
virtudes no sólo permiten a la persona realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí
misma. Hay dos tipos de virtudes: las humanas y las teologales.

¿Qué son las virtudes humanas? 
Las virtudes humanas son disposiciones permanentes del entendimiento y de la
voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra
conducta según la razón y la fe. Estas virtudes se pueden agrupar alrededor de cuatro
virtudes principales que llamamos “virtudes cardinales” y que son: prudencia, justicia,
fortaleza y templanza.
- La prudencia es aquella virtud por la que conocemos lo que es bueno de hacer y
elegimos los medios correctos para realizarlo.
- La justicia es la virtud que consiste en dar a Dios y al prójimo lo que les es debido.
La justicia para con Dios se llama religión.
- La fortaleza es la virtud que asegura, en las dificultades, la firmeza y la constancia
en la búsqueda y realización del bien.

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- La templanza es la virtud que modera la atracción hacía los placeres y nos da el
equilibrio en el uso de los bienes creados.
Podemos crecer en estas virtudes mediante la educación, los actos deliberados y
nuestro esfuerzo personal perseverante. En esta tarea la gracia de Dios nos ayuda a
purificar y elevar nuestras virtudes.

¿Cuáles son las virtudes teologales? 
Son tres: la fe, esperanza y caridad. Se refieren directamente a Dios y disponen a los
cristianos a vivir unidos a la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto a
Dios, uno y trino.
- La fe es la virtud por la cual creemos en Dios y todo lo que Él nos ha revelado y
que la Santa Iglesia nos propone para que creamos.
- La esperanza es la virtud que nos hace desear a Dios y esperar con firme confianza
la vida eterna y las gracias que necesitamos para conseguirla.
- La caridad es la virtud por la que amamos a Dios sobre todas las cosas, con todo
nuestro corazón, nuestra alma y nuestras fuerzas y a nuestro prójimo como a
nosotros mismos, por amor a Dios.
Estas virtudes se nos dan en el Bautismo y se desarrollan en nosotros por la fidelidad a
la gracia de Dios y los dones del Espíritu Santo.

¿Qué es la gracia santificante? 
La gracia santificante es la participación en la vida divina. Es un don sobrenatural que
Dios nos da por puro amor haciéndonos sus hijos “en Cristo” y templos vivos del
Espíritu Santo. Por este don divino somos introducidos a la intimidad de la vida de
Dios trinitario. Aunque no merecemos la gracia de Dios, Él nos la otorga como un don
gratuito, que se nos infunde por el Espíritu Santo en atención a los méritos de
Jesucristo. Todo fiel cristiano crece en gracia de Dios a través de los sacramentos bien
recibidos, la oración y las obras buenas.

¿Se puede perder esta gracia de Dios? 
Sí, la gracia de Dios se pierde cuando cometemos un pecado mortal, pero la podemos
recobrar por el sacramento de la Penitencia o por un acto de dolor perfecto con el
propósito de confesarse cuanto antes.
Así como no hay nada más bonito en este mundo que vivir en gracia de Dios, al
contrario, la mayor tragedia es vivir en pecado mortal.

 ¿A qué se llama gracia actual? 
Se llama “gracia actual” al auxilio o la ayuda que Dios nos da en situaciones concretas
de la vida y que puede tener diferentes fines.

¿Cómo vivir una vida virtuosa? 
Imitando a Cristo, porque en Él se manifiesta plenamente el hombre y le descubre la
grandeza de su vocación”. No hay otro ejemplo a seguir que nos pueda llevar a la
consecución de nuestro fin.
Por otro lado, no olvidemos que el cristiano, desde su Bautismo, es el hombre del
Espíritu, que está llamado a ser un hombre nuevo en Cristo (Efesios 4, 23; Colosenses 3,
9-10). Todos los santos nos han dejado ese ejemplo: han sido libres para Dios; quienes

66
obran según el Espíritu (y no según sus impulsos), alcanzan la plenitud de la vida
humana y, posteriormente, la salvación eterna (Gálatas 5, 16-23).

En efecto no hay como sentirse pleno, con la conciencia limpia; teniendo conciencia de 
nuestras obras son buenas y de la paz del corazón. 
Muy bien. Ya sabes el camino: vive según el Espíritu, cumpliendo los Mandamientos,
imitando en todo a Jesucristo, nuestro supremo modelo.

FIJEMOS ALGUNAS IDEAS 
1. ¿Qué ponen ante nuestros ojos los Mandamientos?
2. ¿Qué nos ayuda a confrontar nuestros actos con los Mandamientos?
3. ¿Quién descubre al ser humano la grandeza de su vocación? Explique un poco.
4. ¿Qué significa vivir en el Espíritu de Cristo?
5. ¿Por qué muchas veces no cambiamos?
6. ¿Qué ayuda tenemos para en Cristo?
7. ¿Por qué es necesario formar nuestra conciencia?

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TEMA 14 

AMOR Y SEXUALIDAD 

ʺ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?...  
¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. 
¡Habéis sido comprados a gran precio!  
Glorificad por tanto a Dios en vuestro cuerpoʺ  
(1 Corintios 6,15;19‐20). 

Padre,  si  dos  enamorados  se  aman  muchísimo  y  saben  que  un  día  se  casarán,  ¿no 
podrían amarse comenzar su felicidad amándose “en cuerpo y alma”? 
Si por amarse en “en cuerpo y alma” se entiende comenzar a tener relaciones sexuales
antes del matrimonio, la respuesta es no. Ya hemos dicho en un tema anterior, que el
ser humano no puede proceder sólo por impulsos o guiado por los instintos. En las
personas humanas, las relaciones sexuales no deben ser expresión de meros instintos o
impulsos como ocurre con los “animales irracionales”, sino que deben ser la expresión
de una verdadera “comunión de vida” entre un hombre y una mujer. Es decir: entre
personas humanas las relaciones sexuales deben ser “conyugales”: expresión de una
entrega total, exclusiva, indisoluble y fecunda. Por ello, las relaciones sexuales exigen
el matrimonio como marco correcto. Cuando las relaciones sexuales son “conyugales”
son buenas y santas, siendo bendecidas por Dios. En cambio, cuando se realizan fuera
del matrimonio constituyen un grave desorden.

¿Si  la  sexualidad  viene  de  Dios,  por  qué  se  la  restringe  y  se  la  enmarca  entre  tantas 
prohibiciones? 
La sexualidad es un don de Dios, por tanto, la sexualidad no es mala, ni es contraria a
la ley de Dios; es buena porque viene de Dios. La sexualidad tiene una razón de ser
muy sublime: está al servicio del verdadero amor. Y Dios ha confiado al hombre y a la
mujer -a los esposos- la noble misión de transmitir la vida, y como esta misión es tan
alta, quiso Dios también ordenarla y protegerla, con unos preceptos que la van a
mantener en su dignidad y eficacia, conforme a su plan divino. En estos tiempos donde
se degrada el verdadero sentido de la sexualidad humana es bueno que enseñemos a la
gente que la sexualidad tiene un valor sagrado.

¿Cuál es ese orden establecido por Dios? 
El punto de partida fundamental es que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza,
y los creó hombre y mujer (Génesis 1, 27). Por tanto, la sexualidad es un bien que Dios
ha concedido al ser humano y que está llamada a realizarse en el verdadero amor. El
cuerpo humano es un “cuerpo sexuado”, y eso no es nada malo, así nos ha creado Dios:
con un sexo específico. Y cada persona humana con su masculinidad o feminidad es
fuente de amor y de vida.

¿Me esta hablando usted del sexo enmarcado en el matrimonio? 
Así es. El cuerpo humano manifiesta su carácter esponsal en sus diferencias sexuales
entre hombre y mujer. En primer lugar, la sexualidad abarca todos los aspectos de la

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persona humana, y corresponde a cada hombre y mujer reconocer y aceptar su
identidad sexual. En segundo lugar, la diferencia y la complementariedad físicas,
morales y espirituales del hombre y de la mujer, están orientadas a los bienes del
matrimonio y al desarrollo de la vida familiar.
La armonía de la pareja humana y de la sociedad depende en parte de la manera en
que son vividas entre los sexos la complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos.
Por último, Dios ha querido reflejar su generosidad y la fecundidad de Creador a
través de la unión del hombre y de la mujer en el matrimonio, en el cual cada uno de
los dos sexos, con una dignidad igual, aunque de manera distinta, es también imagen
de su poder y su ternura.
 
Siendo la sexualidad tan predominante en nosotros ¿cómo ordenarla o cuidarla?  
Mediante el cultivo de la virtud de la castidad, que regula y controla la sexualidad para
que se oriente al amor verdadero, imponiendo un profundo respeto a nuestro cuerpo
en pensamientos, deseos, palabras y acciones. Esta virtud expresa la integración de la
sexualidad en la persona, en la unidad interior de su ser corporal y espiritual.
La virtud de la castidad hace posible la sumisión de la pasión sexual a la razón
humana. Y, además, hace de la sexualidad algo personal y verdaderamente humano,
porque en ella se integra la relación de persona a persona, en el don mutuo total y
temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer.
No olvidemos que la virtud de la castidad es para todos, solteros o casados, y permite
que demos gloria a Dios con nuestro cuerpo, no es una represión, al contrario nos hace
libres y no esclavos del instinto. En definitiva, la castidad permite que el amor en
nosotros sea siempre puro.

Pero esta palabra no es muy bien recibida actualmente. 
Ciertamente, hoy como nunca se vulnera la sexualidad en todos sus aspectos. Y la
sociedad con todos sus adelantos promueve un estilo de vida hedonista y una moral
relativista. Sin embargo, también hoy como nunca, el hombre experimenta su fracaso
en conseguir la auténtica felicidad.

¿La castidad es una virtud reservada sólo para los cristianos? 
Dios no es “elitista” y todo ser humano está llamado a gozar de sus bienes divinos. En
este sentido, la castidad no es para un “grupito” sino para todos los hombres, pues
todos deben respetar sus cuerpos y ordenar su sexualidad al servicio del amor.
En el caso de nosotros, los cristianos, tenemos los medios más eficaces para vivir esta
virtud: la oración, los sacramentos (la confesión y la Eucaristía) y la devoción a la
Virgen. Si acudimos a estos medios viviremos siempre con el corazón limpio.

¿Cómo se ofende a la castidad? 
Mediante los siguientes actos:
- La lujuria porque es un deseo o un goce desordenados del placer sexual separado
de la finalidad de la procreación y de unión de los esposos.
- La masturbación porque es un acto de placer buscado al margen de la relación
sexual.
- La fornicación porque es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del
matrimonio.

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- La pornografía porque consiste en dar a conocer actos sexuales fuera de la
intimidad de los protagonistas, exhibiéndolos ante terceras personas de manera
deliberada. Ofende la castidad porque desnaturaliza la finalidad del acto sexual.
- La prostitución porque atenta contra la dignidad de la persona que se prostituye,
que queda reducida al placer sexual que se saca de ella. La prostitución constituye
una lacra social que afecta a las mujeres, pero también a los hombres, los niños y los
adolescentes (en estos dos últimos casos el pecado entraña también un escándalo).
- La violación porque es forzar o agredir con violencia la intimidad sexual de una
persona. La violación lesiona profundamente el derecho de cada uno al respeto, a la
libertad, a la integridad física y moral. Produce un daño grave que puede marcar a
la víctima para toda la vida.

¿La homosexualidad es pecado? 
En primer lugar, debemos decir que se debe distinguir la “tendencia homosexual” de
los “actos homosexuales”. Con relación a la “tendencia homosexual”, es la atracción
que siente una persona hacia otra del mismo sexo. Aunque es un “desorden” no es
pecado en cuanto inclinación o tendencia. Se trata de un problema que reviste formas
muy variadas a través de los siglos y las culturas y su origen psíquico permanece en
gran medida inexplicado.
En cuanto a los “actos homosexuales”, éstos son intrínsecamente malos y degradan a la
persona humana. La Iglesia, apoyándose en la Sagrada Escritura (Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-
27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), ha enseñado siempre que:
- los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados;
- contrarios a la ley natural;
- cierran el acto sexual al don de la vida;
- no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual;
- no pueden recibir aprobación en ningún caso.
Sin embargo, hay un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias
homosexuales profundamente enraizadas.
Como hemos señalado arriba, esta tendencia que es objetivamente desordenada
constituye para la mayoría de estas personas una auténtica prueba. Por tal motivo,
deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza y evitar, respecto a ellos, todo
signo de discriminación injusta. Como todo cristiano, estas personas están llamadas a
realizar la voluntad de Dios en su vida, y, deben unir al sacrificio de la cruz del Señor,
las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.
Las personas homosexuales están llamadas a la castidad, mediante las virtudes, del
dominio de sí mismo que educa la libertad interior; y mediante el apoyo de una
amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse
gradual y resueltamente a la perfección cristiana. (Catecismo 2357-2359).
La Iglesia no discrimina a las personas con tendencias homosexuales sino que las acoge
con amor, y las ayuda mediante el consejo y los sacramentos, de modo que uniéndose a
Cristo puedan salir adelante.

¿También hay ofensas contra la dignidad del matrimonio? 
Lamentablemente sí. Citamos las siguientes ofensas contra el matrimonio:
- El adulterio que es la relación sexual con una persona casada. Quien lo comete,
atenta contra la unidad del matrimonio, sus compromisos matrimoniales, y en

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definitiva contra la institución sagrada del matrimonio; también compromete el
bien de los hijos, que necesitan la unión estable de los padres. El adulterio es una
injusticia y lo prohíbe absolutamente el sexto Mandamiento. Cristo condena incluso
el deseo del adulterio (Mt 5, 27-28).
- El divorcio que atenta contra la indisolubilidad del matrimonio. Entre bautizados
católicos, el matrimonio no puede ser disuelto por ningún poder humano ni por
ninguna causa fuera de la muerte. El Señor Jesús insiste en la intención original del
Creador que quería un matrimonio indisoluble y deroga la tolerancia que se había
introducido en la ley antigua. Por esto, el divorcio es una ofensa grave a la ley
natural, e introduce el desorden en la célula familiar y en la sociedad.
- La poligamia porque niega directamente el designio de Dios, tal como es revelado
en la Biblia; también porque es contraria a la igual dignidad personal del hombre y
de la mujer, que en el matrimonio se entregan con un amor total y por lo mismo
único y exclusivo.
- El incesto que la relación carnal entre parientes (Levítio 18, 7-20). Este pecado
corrompe las relaciones familiares y representa una regresión a la animalidad.
- El abuso sexual perpetrados por adultos en niños o adolescentes confiados a su
guarda, porque atenta escandalosamente contra la integridad física y moral de los
jóvenes que quedarán así marcados para toda la vida, y por ser una violación de la
responsabilidad educativa.
- La unión libre, que es la negación de un hombre y una mujer a dar forma jurídica y
pública a una unión que implica la intimidad sexual. Esta expresión abarca
situaciones distintas: concubinato, rechazo del matrimonio en cuanto tal,
incapacidad de unirse mediante compromisos a largo plazo. Todas estas
situaciones ofenden la dignidad del matrimonio; destruyen la idea misma de la
familia; debilitan el sentido de la fidelidad. Son contrarias a la ley moral, pues el
acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio; fuera de éste
constituye siempre un pecado grave y excluye de la comunión sacramental.
- La unión a prueba, aunque exista la intención de casarse. Cualquiera que sea la
firmeza del propósito de los que se comprometen en relaciones sexuales
prematuras, éstas no garantizan que la sinceridad y la fidelidad de la relación
interpersonal entre un hombre y una mujer queden aseguradas, y sobre todo
protegidas, contra los vaivenes y las veleidades de las pasiones. La unión carnal
sólo es moralmente legítima cuando se ha instaurado una comunidad de vida
definitiva entre el hombre y la mujer. El amor humano no tolera la “prueba”. Exige
un don total y definitivo de las personas entre sí.

¡Que hermoso es el amor así como lo enseña la Biblia y la Iglesia !  
Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios (Mt 5, 8). A los
“limpios de corazón” se les promete que verán a Dios cara a cara y que serán
semejantes a Él (1 Co 13, 12; 1 Jn 3, 2).
Esta pureza de corazón nos concede ver las cosas según Dios; nos permite considerar el
cuerpo humano, el nuestro y el del prójimo, como un templo del Espíritu Santo, como
una manifestación de la belleza divina. La limpieza del corazón también nos concede la
capacidad de ejercitar fácil y gozosamente el pleno dominio sobre la sensibilidad, que
nos da la satisfacción de plenitud y libertad; de llevar una existencia sencilla, capaz de
contemplar y de encantarse con la grandeza y la belleza de Dios en los seres humanos.

71
¡Hagamos una campaña en favor de la “santa pureza” que contrarreste el ambiente
hedonista en que vivimos!

Recuerda cómo distinguir la verdadera felicidad del simple bienestar:

FELICIDAD MERO BIENESTAR

Es permanente Es pasajero

Es exigente, hay compromiso No es exigente, no compromete

Arraiga en lo profundo Es superficial

Le da sentido a la vida Es solo un medio, no mira a un fin


Es totalizante, abarca todo nuestro ser, el
Es sensual, le falta lo espiritual
cuerpo y el alma.
Es abierta y difusiva Es egocéntrico
Sin otro referente, destruye a la persona, la
Es raíz y cumbre de virtudes
envicia, la utiliza.

FIJEMOS ALGUNAS IDEAS 
1. ¿Por qué la Iglesia reprueba las relaciones sexuales antes del matrimonio?
2. ¿Para que nos creó Dios hombre y mujer?
3. ¿Por qué las relaciones sexuales sólo están permitidas dentro del
matrimonio?
4. ¿Qué diferencias hay entre la felicidad y el simple bienestar?
5. ¿Qué es la castidad?
6. ¿Cuál es la realidad que la vida nos presenta cuando no se respeta la
sexualidad humana como lo manda Dios?

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LA COMUNIDAD HUMANA 

La Sagrada Familia. José de Ribera.1652.  

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L a Sagrada Familia es el modelo humano más elevado para un
hogar cristiano. En ella Cristo está siempre en el centro y la ley
fundamental es hacer la voluntad de Dios.

“Luego de tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los 
doctores  de  la  ley,  escuchándolos  y  haciéndoles  preguntas.  Y  todos  los 
que lo oían estaban maravillados ante su inteligencia y sus respuestas. 
Al verlo, se quedaron desconcertados, y su madre le dijo:  
 
‐  Hijo.  ¿Por  qué  no  has  hecho  esto?  Mira  que  tu  padre  y  yo  te 
buscábamos angustiados? 
Jesús replicó: 
- ¿Por  qué    me  buscaban?¿No  sabían  que  yo  debo  estar  en  los 
asuntos de mi Padre? 
 
Ellos no entendieron lo que les dijo. Regresó con ellos, fue a Nazaret y 
siguió bajo su autoridad (Lc 2, 46‐51). 

La sociedad humana se estructura sobre la base de la institución familiar


fundamentada en el matrimonio, tal como Dios lo ha determinado desde
la creación.
La familia cristiana es también una imagen de la Trinidad y esto se
cumplió con sencillez y belleza en la familia de Nazaret.

74
CAPÍTULO VI 
 
LA COMUNIDAD HUMANA 
 

E
l hombre es por naturaleza un ser social. Necesitamos de los demás para
perfeccionarnos como personas humanas. De alguna manera, el ser social del
hombre refleja su imagen de Dios pues Dios es «comunión de personas». La
Iglesia vela y se preocupa por el ordenamiento de la sociedad, de tal modo que dicho
orden este verdaderamente orientado al bien común; y de esa forma, todos los
miembros de la sociedad puedan tener una vida verdaderamente humana. Las
enseñanzas de la Iglesia sobre materia social han sido numerosas en el siglo XX.
Conviene que las conozcamos pues se trata de principios iluminadores que orientan la
acción humana en pos de una sociedad libre, justa y solidaria

La célula básica de la sociedad es la familia, la cual cumple una función insustituible


dentro de la comunidad humana. La familia es el marco adecuado para el desarrollo
integral del hombre. Y la base de la familia es el matrimonio. Se trata de una institución
querida por Dios desde la creación del ser humano como varón y mujer, y que Cristo
ha elevado al nivel de sacramento. De tal manera que entre bautizados el matrimonio
sólo puede ser sacramental. El matrimonio es un «gran sacramento» que tiene dos fines
inseparables: el bien mutuo de los esposos y la transmisión - educación de la prole.
Urge, en el momento presente, explicar la grandeza del amor conyugal su carácter de
totalidad, exclusividad y fecundidad y, al mismo tiempo, remarcar que el matrimonio
es camino de santidad y cumple una labor invalorable al servicio de la comunidad
humana.

Además del matrimonio, es sacramento al servicio de la comunidad: el orden sagrado.


Jesús instituyó este sacramento para continuar su acción salvífica en la historia hasta el
fin de los tiempos mediante la predicación de la Palabra y la administración de los
sacramentos. La Iglesia necesita muchos y santos sacerdotes. Todos debemos rezar por
los sacerdotes y promover las vocaciones sacerdotales.

DOCUMENTOS BÁSICOS 
Catecismo de la Iglesia Católica 
Nº.1877-1948; 2419-2449; 1536-1666.
Compendio del Catecismo 
Nº.401-414; 509-520; 321-350.
Catecismo menor  
Nº. 402-419; 522-523; 310-340.
Temas: 15, 16, 17.

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TEMA 15 
 
 
EL MATRIMONIO CRISTIANO 
 
 
“Por eso deja el hombre a su padre y a su madre  
Y se une a su mujer, y se hacen una sola carne”  
(Génesis 2, 24) 

Padre, hablemos sobre el matrimonio. Hay quienes dicen que el matrimonio debe durar 
lo que dura el amor. 
En primer lugar, conviene señalar las dos propiedades del matrimonio cristiano: la
unidad y la indisolubilidad. Dios ha querido el matrimonio, desde la creación del
mundo, como “uno” e “indisoluble”.
La unidad del matrimonio significa que la comunión se da entre un hombre y una
mujer y nadie más; es decir, no se admiten “terceras personas”. Y la indisolubilidad
significa que esta unión no se puede separar sino es con la muerte. Esta es la voluntad
sabia de Dios sobre el matrimonio: “uno con una para siempre, hasta que la muerte los
separe”. Cuando los novios se casan tienen que tenerlo muy claro: el matrimonio dura
no lo que ellos establecen sino hasta que la muerte los separe. Y si no lo tienen claro no
podrían recibir el sacramento.
Ahora bien, para cumplir la voluntad de Dios sobre el matrimonio (la unidad y la
indisolubilidad), los esposos deben esforzarse cada día en crecer en el servicio, la
entrega, el dialogo etc. Si los esposos viven cada día su vocación matrimonial
abriéndose a la gracia de Dios, nunca se les va a ocurrir decir “hasta aquí nomás”; al
contrario se entregarán cada día con más amor.

Sin embargo, a muchas personas, inclusive cristianas, les es difícil alcanzar ese ideal 
dado por Dios. 
Es cierto. Debido al pecado original, el matrimonio también sufrió sus consecuencias,
una de ellas fue la confusión entre tendencias espirituales y carnales, que repercutió
gravemente en todos los aspectos de la vida, tanto individual como social, extendiendo
el daño de este pecado a las relaciones matrimoniales. Así, la natural atracción entre las
personas de distinto sexo, se volvió desordenada, aparecieron múltiples desviaciones
del instinto sexual, el concubinato, la poligamia, la infidelidad matrimonial, los
divorcios, etc.
Pero, el ideal de las relaciones matrimoniales aún no estaba perdido. El pueblo de
Israel se preocupó por cumplir con su genuino sentido. Entre los hebreos un
matrimonio feliz era considerado una bendición divina: "Una mujer completa, ¿quién
la encontrará? Es mucho mas valiosa que las perlas." "Engañosa es la gracia, vana la
hermosura; la mujer que teme al Señor, ésa será alabada" (Proverbios 31,10, 30). Y al
llegar la plenitud de los tiempos, Nuestro Señor Jesucristo elevó el matrimonio a la
dignidad de “sacramento”, de tal modo que la unión matrimonial entre cristianos es
siempre una “realidad sagrada” que significa la unión entre Cristo y su Iglesia (Efesios
5, 32). Desde Cristo, el matrimonio es receptor de la gracia divina y es posible vivir a
cabalidad sus exigencias.

76
¿Cómo se puede conseguir la felicidad matrimonial? 
Es muy importante que los novios lleguen al matrimonio con la suficiente madurez
psicológica y espiritual. Es decir, los novios deben tener clara conciencia que sus
diferencias (ya sean físicas, morales y espirituales) están orientadas a la unión
matrimonial y al desarrollo de la vida familiar. La armonía de la pareja humana y de la
sociedad depende de la manera en que son vividas entre los sexos la
complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos. Otro signo de madurez de la
pareja humana es el dominio de sí mismo, por el cual se controla las pasiones y obtiene
la paz, que prepara a cada uno al don de sí mismo en el matrimonio.
Junto a estos aspectos, no podemos olvidarnos de la primacía de la gracia. Esto nos
lleva a decir que los novios deben darse cuenta que se van a casar “en el Señor”, es
decir van a recibir un sacramento y con ello la gracia para cumplir con los fines del
mismo; esto les debe llevar a vivir juntos su fe: orar juntos, frecuentar los sacramentos,
acudir a la Virgen.

 ¿Cuándo comienza uno a prepararse para el matrimonio? 
Uno se prepara al matrimonio desde pequeño. Evidentemente, la primera preparación
corresponde a la familia, que es el lugar en cual los hijos, al amparo y amor de sus
padres, asumen las diferencias propias de su sexo, y aprenden que esas diferencias
físicas, morales y espirituales del hombre y de la mujer, están orientadas a una
complementariedad de personas, donde cada uno aporta lo que es propio para la
convivencia humana. Posteriormente, dentro de la comunidad humana: colegio,
clubes, parroquias, etc. prosigue otro tipo de preparación, pues en estas actividades
nos desarrollamos según nuestra identidad sexual, y nos damos cuenta del aporte que
brinda el hombre y la mujer.

¿El noviazgo es también una preparación al matrimonio? 
Así debe entenderse. El amor entre los novios comienza con un sentimiento de
simpatía y atracción mutua que aún no alcanza el grado de un amor profundo y
verdadero. Este amor precisa de acercamiento espiritual, sensibilidad, perseverancia y
habitualmente heroísmo. Quienes desean casarse deben preocuparse que su atracción
mutua se complemente con un acercamiento espiritual continuo. Para facilitar este
acercamiento es necesaria la armonía espiritual, una interacción continua, la
sinceridad, la oración en común y la práctica religiosa. Sin cercanía espiritual, el amor
físico no basta para un matrimonio feliz.

¿El amor? 
La parte más importante en la unión de la pareja humana es el amor. Este amor que se
comienza a definir en el noviazgo, es un sentimiento muy delicado y vulnerable, que se
debe afianzar evitando todo aquello que pueda herir los sentimientos del otro: palabras
hirientes, groserías, costumbres desagradables, tozudez, egoísmo. También
resolviendo los inevitables problemas de la vida, que cada uno por su lado trae a su
relación, con humildad, paciencia, perdonando las mutuas ofensas, teniendo fe en la
fuerza de la bondad. Ya desde el noviazgo, cada uno de los novios debe decir al otro:
no busco mi felicidad sino la tuya, pues el objetivo es construir con el futuro cónyuge
una íntima comunión de vida y amor que los haga verdaderamente felices.

77
 ¿Qué nos enseña la fe cristiana sobre el matrimonio? 
Jesucristo, con su Evangelio, iluminó también la realidad matrimonial señalando su
unidad e indisolubilidad. Cuando unos fariseos le preguntaron si era lícito el divorcio
(Mateo 19, 1-15), Jesús les respondió recordándoles lo escrito en el libro del Génesis (1,
27) donde se enseña que Dios creó al hombre y a la mujer, para que al unirse en
matrimonio, ya no sean “dos sino una sola carne”. A esta afirmación añade diciendo:
“que lo Dios une, que no lo separe el hombre”. Sin embargo, ante la incredulidad de
sus oyentes que se escudaban en Moisés, no duda en reiterar: “Yo les digo, que el que
despide a su mujer y se casa con otra comete adulterio, lo mismo el que se casa con una
divorciada”. Con estas palabras, el Salvador nos da a entender toda la nobleza y
responsabilidad que implican los lazos maritales.

El matrimonio, entonces, es algo muy serio para los cristianos. 
Por supuesto. Para los cristianos el matrimonio es una vocación divina por la cual Dios
ofrece al hombre y la mujer un camino para alcanzar la santidad y la salvación. La
unión marital de la pareja cristiana trasciende los fines biológicos y humanos del
matrimonio, se convierte en “lugar santo” donde ambos deben buscar para sí mismo y
para su familia, la santidad y salvación. En sentido, la Iglesia llama a la familia
cristiana “iglesia doméstica”, porque es su seno donde se forma el hombre y el
cristiano.

¿Actualmente, son muchos los jóvenes que temen al matrimonio? 
Es cierto. Un tipo de temor, común al hombre y la mujer, es ver el matrimonio como
aquello que impide gozar todo lo que puede gozarse en la soltería, o que las
obligaciones familiares disminuyen las fuerzas para avanzar en el terreno profesional.
Estas posturas son falsas, y lo demuestra el aumento de “uniones libres” o a “prueba”
en nuestra sociedad, y de sus consecuencias, que son patentes no sólo en la quiebra
psicológica y espiritual, sobre todo de mujeres, sino en los hijos que, al criarse con uno
solo de los padres, desarrollan crisis de identidad personal.
  
¿Aún así, el matrimonio es una carga? 
Decir que el matrimonio es una “carga” es una visión pesimista del mismo. Es
necesario meternos en la cabeza que el matrimonio es un “sacramento”, es una
realidad sagrada bendecida por Dios y camino de santificación. Es verdad que, como
todo en la vida, el matrimonio lleva consigo también contrariedades, dificultades,
problemas, etc. pero el matrimonio cristiano cuenta con la gracia de Dios para salir
adelante.
El yugo que, aparentemente, representa el matrimonio, se vuelve liviano y agradable,
con la ayuda y la gracia de Cristo, trasmitida en el Sacramento nupcial. Con la
bendición de Dios, los esposos pueden cargar el yugo de la vida familiar en paz,
compañerismo y de acuerdo el uno con el otro.

Entonces, ¿qué es el sacramento del Matrimonio? 
El Matrimonio es el sacramento instituido por Jesucristo por el que Dios bendice y
santifica la íntima comunión de vida y amor que han constituido un hombre y una
mujer dentro de la Iglesia. Por este sacramento, los esposos reciben las ayudas divinas
para crecer en el amor mutuo, santificar su hogar y les ayuda a cumplir sus deberes

78
como esposos y padres de familia. Gracias al sacramento del matrimonio, los esposos
se convierten en una “unidad de dos”, en una comunidad de vida y amor. Son dos,
pues, fines inseparables: (1) el bien de los cónyuges y (2) la procreación y educación de
los hijos.

¿En qué se funda el Matrimonio? 
El Matrimonio se funda en el libre consentimiento de los dos contrayentes, que hacen
un contrato perpetuo de vivir unidos en alianza de amor y fidelidad para su propio
bien y el de los hijos que generen y eduquen.

¿Cuál es entonces el signo sacramental del Matrimonio? 
El signo sacramental del Matrimonio es el libre consentimiento de los dos contrayentes
y que debe ser emitido públicamente dentro de una ceremonia litúrgica ante el testigo
cualificado de la Iglesia. Son requisitos básicos para recibir el Sacramento matrimonial:
- Estar bautizado;
- No estar afectados por ningún impedimento canónico;
- Aceptar las propiedades y fines del matrimonio cristiano.

¿Por qué el Matrimonio es uno e indisoluble? 
Porque la unión matrimonial es exclusiva entre un solo varón y una sola mujer y no se
puede romper hasta la muerte de uno de los cónyuges. Por la vida de fe y de la
Eucaristía recibida en común, Jesucristo constantemente confirma, purifica y
perfecciona la comunión de vida de los esposos cristianos.

¿Por qué el Matrimonio exige la fidelidad entre los cónyuges? 
Porque los cónyuges cristianos con su amor auténtico, dan testimonio del amor fiel,
definitivo y permanente, que Dios tiene a la humanidad. Es posible, vivir esta
exigencia para toda la vida, porque el Espíritu Santo que recibieron en el Bautismo y
Confirmación es quien sella la alianza de los esposos y es su constante fuente de amor
y la fuerza que renovará su fidelidad hasta que la muerte los separe.

¿Conviene que los cristianos vivan unidos como convivientes? 
De ninguna manera. Para un cristiano compartir la vida con otra persona sin buscar la
bendición y la gracia de Cristo por medio del sacramento del matrimonio es algo
contradictorio, pues con ello está expresando que si bien es cristiano “no cuenta con
Cristo” en su vida.

¿Conviene que los cristianos contraigan matrimonio civil? 
Sí, es conveniente para que el Estado proteja los derechos humanos y civiles del
matrimonio y la familia, pero sabiendo que no hay verdadero matrimonio sino el
sacramental que no debería nunca omitirse.

 ¿Qué sucede con los cristianos divorciados que se vuelven a casar?  
Los cristianos que se divorcian, lo hacen civilmente, porque la Iglesia no acepta el
divorcio, por tanto, su matrimonio sacramental persiste a pesar de la separación civil.
Esta situación contradice el plan de Dios sobre el matrimonio y aunque no los separa

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de la Iglesia, les impide acceder a la comunión eucarística. Sin embargo, pueden vivir
su vida cristiana sobre todo educando a sus hijos en la fe.

¿Por qué el Matrimonio está abierto a la fecundidad? 
El Matrimonio debe estar abierto a la fecundidad pues es una característica esencial del
“amor conyugal” estar siempre abierto a la vida. La apertura a la vida es expresión de
entrega total y el matrimonio exige la entrega total de los esposos. Esto significa que los
esposos no deben impedir la concepción y nacimiento de sus hijos. Además, aunque un
matrimonio no pueda tener hijos, sí puede llevar una vida conyugal plena de sentido
irradiando una fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio.

¿Pueden los cónyuges cristianos contradecir el sentido procreador del Matrimonio? 
No, porque los esposos cristianos están llamados a participar del poder creador y de la
paternidad de Dios. Cuando los esposos se abren a la vida son “colaboradores” de Dios
en la obra de la creación. Además, los hijos son la bendición de Dios hacia los
matrimonios.

¿Pueden los cónyuges cristianos regular la natalidad en su Matrimonio? 
Cuando por razones justificadas, los esposos desean espaciar los nacimientos de sus
hijos, deben tener en cuenta las siguientes condiciones:
- En primer lugar deben cerciorarse “en conciencia” de que su deseo no nace del
egoísmo sino que es conforme a la justa generosidad de una paternidad
responsable.
- Conservar íntegro el amor mutuo y la vocación a la paternidad.
- Utilizar los métodos que respeten el cuerpo del cónyuge, fomenten el afecto entre
ambos y proceda de una auténtica libertad. En este sentido: los únicos métodos
lícitos son los naturales y, al contrario, los métodos artificiales son siempre
inmorales.
- Es intrínsecamente mala toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su
realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin
o como medio, hacer imposible la procreación.

¿Cómo debe celebrarse el sacramento del Matrimonio? 
La celebración del Matrimonio debe hacerse en forma pública, en el marco de una
celebración litúrgica, ante el testigo oficial de la Iglesia, que bendice la unión en la
presencia de, por lo menos, otros dos testigos.
 
 ¿Quién es el ministro el sacramento del Matrimonio? 
Son los mismos cónyuges porque ambos se confieren mutuamente el sacramento del
Matrimonio expresando ante la Iglesia su consentimiento. El sacerdote o en su caso el
diácono es el testigo oficial de la Iglesia, ante quien los cónyuges hacen sus votos
matrimoniales, y quien en nombre de Dios y de la Iglesia bendice la unión
matrimonial.

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¿Por qué se exige la forma eclesiástica de la celebración del Matrimonio? 
Hay varias razones:
- El Matrimonio es un sacramento y por tanto debe celebrarse de acuerdo a la
liturgia de la Iglesia.
- El Matrimonio trae consigo un estado de vida dentro de la Iglesia; por ello, es
preciso que haya testigos que certifiquen en la comunidad eclesial el estado
matrimonial contraído.
- El carácter público del consentimiento protege el «sí» una vez dado y lo atestigua
en la sociedad.

¿La Virginidad consagrada se opone al Matrimonio? 
No, porque el Matrimonio y la Virginidad por el Reino de los cielos proceden del
mismo Señor. Se trata de dos vocaciones que Cristo da a su Iglesia y es Él quien da
sentido y concede la gracia indispensable para vivir estos estados de vida conforme a
su voluntad. Ambas realidades se apoyan mutuamente y tenemos que amarlas
inseparablemente.

FIJEMOS ALGUNAS IDEAS 
1. ¿Por qué el matrimonio es para siempre?
2. ¿Por qué es tan difícil sobrellevar el matrimonio?
3. ¿Qué virtudes son necesarias en el matrimonio?
4. ¿Es el matrimonio una vocación divina?
5. ¿Se puede vivir la castidad dentro del matrimonio?

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TEMA 16 

FAMILIA: ¡SÉ LO QUE ERES!

“Si alguno no mira por los suyos, sobre todo por los de su casa,  
Ha negado la fe y es peor que un infiel”  
(I Timoteo 5, 8) 

Padre, hablemos de  la familia. 
La familia es una comunidad natural que responde a las necesidades fundamentales de
la persona humana. Gracias a que un hombre nace en una familia puede perfeccionarse
como persona. La familia no es una realidad aislada de su contexto social sino que es
instrumento de unidad y estabilidad indispensables para la vida de la sociedad; por
eso, es una gran verdad que la familia es la célula básica de la sociedad. Ella es una
íntima comunidad de vida y amor, encargada de custodiar y comunicar el amor.
La familia humana es como un reflejo de la Trinidad pues Dios es familia porque es
“comunión de personas”. Y el modelo de todas las familias es la Sagrada Familia: Jesús,
José y María.

¿Cual es el cometido de la familia? 
Podemos mencionar las siguientes:
- Ser formadora de una comunidad de personas en la que los padres tienen el
sagrado deber de la educación de sus hijos. En la familia, se aprende a ser
responsables de sus actos, y a buscar siempre la verdad y a obrar el bien.
- Estar al servicio de la vida. La señal característica de la familia cristiana es su
generosa apertura a aceptar de Dios los hijos como regalo de su amor.
- Ser promotora del bien común, pues la familia no se cierra en sí misma sino que
mira al bien de la sociedad. Las familias cristianas deben influenciar en la sociedad,
y fomentar su progreso social y cultural. Lo que son las familias es la sociedad.
- Desarrollar un cometido especial en la vida y misión de la Iglesia, porque la familia
es la principal educadora en la fe. La familia cristiana debe ser fermento de vida
cristiana en la sociedad, para hacer crecer la sociedad. La familia cristiana es una
pequeña Iglesia y la Iglesia una gran familia.

¿Podemos decir que hoy en día, existe en el mundo un ataque a la familia humana? 
Así es, y esto no es una exageración. Estos ataques vienen por varios frentes, entre los
cuales podemos mencionar entre otros: la campaña anti vida que promueve la
anticoncepción y el cuestionamiento a la verdad del matrimonio y de la familia.
Es una pena decirlo pero en varios países del mundo se ha legalizado formas
verdaderamente degradantes que se dicen “matrimonio” o “familia” pero en verdad
no lo son, sino más bien constituyen verdaderos atentados contra estas instituciones
sagradas.
Los que promueven “la cultura de la muerte” piensan que cuando una familia tiene
muchos hijos debe recurrir a los métodos artificiales de anticoncepción.

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Como hemos dicho en el tema anterior, los cónyuges cristianos no pueden contradecir
el sentido procreador del Matrimonio, están llamados a participar del poder creador y
de la paternidad de Dios.

Se dice que mientras no haya anidación no hay vida humana. 
Eso es falso. Desde el momento de la concepción, cuando el óvulo es fecundado por el
espermatozoide, existe ya una persona humana. Conviene aclarar ¿Qué es lo que se
anida y para qué se anida? El óvulo fecundado se anida para su desarrollo adecuado
hasta llegar al nacimiento. Las paredes del útero (lugar de la anidación) no añaden
nada al óvulo fecundado para hacerlo humano, sólo le ofrecen un ambiente idóneo
para desarrollarse. Lo que se pretende al no dejarlo anidar es que no encuentre las
condiciones necesarias para su desarrollo. Eso está claro.

También se dice que la mujer tiene derecho a hacer con su cuerpo lo que quiera.
Eso es otro gran error y de graves consecuencias. Primero es necesario decir que nadie
tiene derecho a hacer con su vida lo que le da la gana pues la vida es de Dios. En
segundo lugar, la mujer no es dueña del cuerpo de su hijo, porque su hijo no es una
cosa o un objeto sobre el que ella tiene potestad.
La vida humana que se inicia en el seno de la madre sigue un proceso autónomo de
crecimiento, que está vinculado a la madre, pero no es parte de ella, como si fuera un
órganos más de su cuerpo. De ahí que ella no pueda decidir la extracción del feto,
porque no puede decidir en contra de esa vida humana que lleva en sus entrañas.

Pero,  si  se  sabe  que  el  niño  va  a  vivir  en  la  miseria  y  sin  posibilidades  de  una  vida 
digna,  o  que  un  hijo  más  afectará  la  calidad  de  vida  de  los  demás  hermanos  o  va  a 
nacer con malformaciones o retardo mental ¿no podría abortarse? 
De ninguna manera. El quinto Mandamiento No matarás, nos enseña el valor sagrado
de la vida humana. Dios es el único dueño de la vida que crea a cada ser humano por
puro amor, siendo los padres “colaboradores” suyos. No olvidemos que Dios es el
primer y principal Autor y Señor de la vida; el hombre no es más que su
administrador, y debe cuidar por eso de su propia vida y la de los demás. Por eso, la
solución a los casos que se mencionan es inaceptable para un creyente y hasta para un
no creyente que sabe que toda persona tiene derecho a la vida.

 ¿Por qué decimos que la familia cristiana es una iglesia doméstica? 
La Iglesia es la «familia de Dios» aquí en la tierra, porque en ella se vive y se crece en el
amor a Dios, se entrega toda la gracia de los sacramentos y se consigue la vida eterna
junto a Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por eso los cristianos, al unirse en
Matrimonio, deben convertir sus propias familias en pequeñas iglesias, que como faros
irradien la fe en Cristo, teniendo en cuenta lo siguiente:
- En el seno de la familia, los padres son los primeros anunciadores de la fe a sus
hijos con su palabra y ejemplo.
- En la familia se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal en la
recepción de los sacramentos, la oración y el testimonio de una vida santa.
- La familia es la primera escuela de vida cristiana y la mejor escuela de humanidad
porque en ella se aprende a vivir la paciencia, el gozo del trabajo, la honradez y la
honestidad, el amor fraterno, el perdón generoso y el amor a Dios.

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MENTALIDAD ANTI‐VIDA 
 
En la actualidad, son muchas las personas que han caído en la negación, teórica o
práctica, del valor trascendente de la vida humana. Al carecer del sentido cristiano de
la vida, para estas personas se ha oscurecido la magnitud del formidable hecho de traer
al mundo un nuevo ser humano,
Por eso, el error moral más difundido y grave de la sociedad moderna, es la
proliferación de acciones que atentan directamente contra la transmisión de la vida,
tales como: la esterilización, la anticoncepción, el aborto procurado, las manipulaciones
genéticas, la fecundación artificial, y la eutanasia.
Estas acciones hostiles a la natalidad son inhumanas, pues, perdido de vista lo que el
hombre es y el sentido de la vida, hace a las personas caer en esa suerte de nihilismo
que prefiere la nada al ser; o en el hedonismo, que desprecia los bienes eternos por
mantener, a toda costa, algunas comodidades provisionales.
Estas acciones son absolutamente extrañas al cristianismo, pues, un ser humano sí
importa mucho: vale más que mil universos puesto que un solo hombre vale toda la
Sangre de Cristo. Cada hombre es único e irrepetible.

FIJEMOS ALGUNAS IDEAS 
1. ¿Qué es la familia?
2. ¿Cuáles son los cometidos de la familia? Enumérelos.
3. ¿Puede la familia cumplir con su misión sin proyectarse a la sociedad?
4. ¿Por qué los medios artificiales de anticoncepción son reprobados por la
Iglesia
5. ¿Por qué el aborto es siempre malo?
6. ¿Desde cuando hay vida humana, en una relación intima?

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TEMA 17 

LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 

“No te pido que los apartes del mundo, sino que los libres del mal”  
(San Juan 17,15) 

Padre, parece que la Iglesia va por un lado mientras que el mundo por otro, y que los 
problemas del mundo no le son prioritarios.  
Eso no es verdad pues nunca ha sucedido así. Al contrario, la persona humana y todo
lo que tiene que ver con ella, ha estado siempre en el centro de la atención de la Iglesia.
Esta actitud es consecuencia de la Encarnación: Dios al encarnarse, asumió todo lo
humano, menos el pecado. Y desde Cristo que nos revela la verdad del hombre, la
Iglesia habla sobre el hombre.
La historia da testimonio de la acción de la Iglesia a favor de cada uno de los hombres.
De hecho, los logros a favor de la humanidad tienen su raíz y origen en la Iglesia. Por
ejemplo: el abandono de la esclavitud, la promoción de la mujer, la creación de las
universidades, la defensa de los derechos y deberes del hombre, etc.

¿Cómo conocemos la preocupación de la Iglesia sobre temas sociales? 
Desde el siglo XIX, el Magisterio de la Iglesia se ha pronunciado de manera específica
sobre asuntos concernientes a la sociedad civil, pero no con el deseo de ofrecer una
alternativa que le haga competencia, sino con el sincero propósito de orientarla hacia el
bien común.
Estas enseñanzas del Magisterio se recogen, principalmente en las Encíclicas Rerum
novarum (León XIII, 15-V-1891); Quadragesimo anno (Pío XI, 15.V-1931); Mater et
Magistra (Juan XXIII, 15-V-1961); Pacem in terris (Juan XXIII, 11-IV-1963); Populorum
progressio (Paulo VI, 26-III-1967); Laborem exercens (Juan Pablo II, (14-IX-1981);
Sollicitudo rei socialis (Juan Pablo II, 30-XII-1987); Centesimus annus (Juan Pablo II, 1-
V-1991); así como la carta Octogesima adveniens de Paulo VI (15-V-1971) y la
Constitución Pastoral Gaudium et spes del Concilio Vaticano II.

¿Qué es la Doctrina Social de la Iglesia? 
Se llama Doctrina Social de la Iglesia al conjunto de enseñanzas del Magisterio de la
Iglesia referidas a la conducta moral del hombre en su relación con los demás hombres.
Estas enseñanzas están fundamentadas en la Revelación divina (contenida en la
Sagrada Escritura y la Tradición) y en la ley natural.
El objetivo de la Doctrina Social de la Iglesia es orientar a todos los hombres de buena
voluntad, y especialmente al católico, sobre los principios morales que deben
observarse en la construcción de la sociedad. En este sentido, la Doctrina Social de la
Iglesia tiene en cuenta no sólo a las sociedades mayoritariamente cristianas, sino a
todas las sociedades, pues la Iglesia quiere iluminar con su enseñanza la construcción
de un orden social donde se respire justicia y paz, en un clima de libertad responsable.
Y la verdadera paz y justicia se consiguen a través del profundo respeto de la persona
humana.

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¿Qué y cuáles son los principios de la Doctrina social de la Iglesia? 
Los principios de la Doctrina social de la Iglesia son las razones esenciales en las que se
inspira y sustenta de manera concreta la Doctrina social de la Iglesia y son:
1. La primacía de la persona humana en la sociedad.
2. La solidaridad de todos los hombres y de todos los pueblos.
3. La subsidiaridad del Estado.
4. La efectiva participación activa de todos en el orden social; y
5. La promoción del bien común.

¿Cuáles son los problemas sociales más graves que la Iglesia afronta hoy? 
Son muchos, pero entre ellos destacamos: la defensa del valor de la vida humana y la
familia. Hoy en día, urge defender la vida del ser humano desde su concepción hasta
su muerte, pues no está siendo respetada. Un claro atentado contra la vida es el aborto
pues es una acción homicida que nadie: ni la madre ni un médico pueden llevarla a
cabo, y mucho menos puede ser legalizado por el estado.
Otro grave problema social es el atentado contra la familia que es la célula básica de la
sociedad. Por tanto, toda sociedad debe fomentar y velar para que se protejan los
derechos de las familias, favoreciendo su óptimo desarrollo humano y espiritual, y
nunca sentirse con derechos frente a ella. Atentar contra la familia es: facilitar el
divorcio y el uso de anticonceptivos, despenalizar el aborto, desproteger la libertad
religiosa y la libertad de educación de los padres.

Estoy  enterado  que  sobre  estos  temas  tan  importantes  los  Pastores  de  la  Iglesia  se 
pronuncian con mucha frecuencia y con mucha valentía. 
Eso es verdad. Sin embargo, a la acción de los Pastores debe unirse la acción del fiel
cristiano, y de cualquier persona de buena voluntad, porque la organización de la
sociedad no es competencia de la Iglesia, sino de los laicos, que son los actores
inmediatos en la sociedad civil.
La fe cristiana enseña que el fiel laico, que en el Bautismo se hizo con Cristo: sacerdote,
profeta y rey, desarrolla y realiza su fe cristiana transformando las realidades terrenas
en medios de salvación y redención.
A los laicos les corresponde por vocación divina ordenar las realidades temporales del
mundo de acuerdo a la voluntad de Dios. Son los laicos los que deben vivificar el
mundo con la sal del Evangelio, ejercitando su libertad personal y asumiendo
responsabilidades personales.

ALGUNAS ENSEÑANZAS DE LA DOCTRINA SOCIAL CRISTIANA 

1. La dignidad  humana. Todo hombre es creado a imagen y semejanza de Dios y


destinado a un fin trascendente, y por estos motivos posee una dignidad natural
superior al resto de los seres físicos, que ha de ser respetada y defendida. Debe
afirmarse que todos los hombres poseen una igual dignidad.
2. El fin del Estado y la sociedad es el hombre y no al revés. El Estado se justifica
por estar al servicio de la persona humana. En sí mismo no tiene razón de ser sino
en cuanto sirve al bien de la persona humana. Cuando se pretende que el
individuo y la colectividad tengan como fin el Estado mismo, se trastoca el orden
y la comprensión de la dignidad del hombre concreto.

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3. El Estado ha de procurar el bien ʺcomúnʺ. El Estado ha de gobernar para todos,
no para un grupo y ni siquiera para las mayorías. Por contrapartida, todos los
ciudadanos han de contribuir al bien común, cada uno de acuerdo a su
capacidad. Para ello, deben gozar de un ámbito de libertad, tutelando el Estado
los derechos fundamentales de la persona.
4. La familia es la célula básica de la sociedad. El Estado debe proteger y respetar a
la familia. La familia es el elemento esencial de la sociedad humana, y por tanto
es anterior al Estado. Posee derechos fundamentales e inalienables: el derecho a la
subsistencia y a la vida propia, el derecho al cumplimiento de su propia misión
(procreación y educación de los hijos), el derecho a la protección y ayuda.
5. Derecho  al  trabajo. Es deber del Estado poner en práctica el derecho de todo
hombre a trabajar, no sólo por ser un medio para sostenerse y mejorar
socialmente, sino por estar íntimamente ligado a la dignidad del hombre, como
expresión y medio requerido por Dios para su perfeccionamiento.
6. Dignidad  del  trabajo  humano. La utilidad o valor del producto del trabajo
humano no debe ser medido sólo por su realidad objetiva, por lo mucho o poco
que en sí mismo valga; ha de considerarse también que, detrás de aquel producto,
está una persona -con toda su dignidad- que lo ha realizado.
7. La educación  y  la  sociedad. Existe el derecho universal de recibir educación,
como medio de perfeccionamiento personal y contribución al bien común. La
responsabilidad básica de la educación de los hijos corresponde a los padres y no
al Estado: éste tiene sólo una función subsidiaria de promoción y protección. Es
un grave atentado contra los derechos de la persona el monopolio estatal en esta
materia.
8. El auténtico desarrollo humano. El verdadero desarrollo de los hombres y de los
pueblos no es un proceso rectilíneo de avance económico, sino que se mide de
manera integral. La economía no lo es todo, es necesario desarrollar también al
hombre interior.
9. Deberes  del  Estado. El Estado debe favorecer el progreso económico y social,
tutelar la moral, mantener una política de justicia y previsión social, defender la
propiedad privada, ayudar al ejercicio libre de la religión, defender la libertad
personal y de los diversos grupos y clases sociales, etc.
10. La Iglesia se ha pronunciado repetidamente a favor de: la protección a los más
pobres, los derechos del trabajador, el salario justo, los derechos de la mujer y la
igualdad de ésta con el hombre, los derechos de las minorías étnicas y culturales,
la solidaridad internacional, la armonía entre los pueblos para conseguir la paz, la
necesidad de las sociedades intermedias y la libertad de asociación, y otros
múltiples aspectos que miran al bien común y al desarrollo de la persona en
libertad y justicia.

87
CREO EN LA RESURRECCIÓN 
DE LA CARNE Y LA VIDA ETERNA 

La Ascensión del Señor. 
Autor desconocido 

 
Asunción de la Virgen (1663).  
Mateo  Cerezo,  Museo  del  Prado  (Madrid)

88
L a esperanza del cristiano se orienta a reproducir en su vida
el mismo camino de Cristo hasta ser partícipe de su gloria,
así lo ha hecho nuestra Madre la Virgen, que es la primera y
fidelísima discípula de Cristo. Ella ha sido glorificada por Dios y
goza en cuerpo y alma de la recompensa futura de la cual
nosotros esperamos participar.

“Nosotros,  en  cambio,  que  somos  del  día,  permanezcamos 


sobrios, revestidos con la coraza de la fe y el amor, y con el casco 
de la esperanza de salvación” (1 Tes 5, 8).

Nuestra meta definitiva se encuentra en la vida eterna pero ello


no nos desconecta de la vida presente, sino que nos impulsa a
vivir rectamente preparándonos para la manifestación definitiva
de Cristo en su segunda venida.

89
CAPÍTULO VII 

 LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE Y LA VIDA ETERNA 

L
a existencia humana no se agota en este mundo porque luego de la muerte
nos encontraremos con unas realidades llamadas «postrimerías» o
«novísimos». Son aquellas realidades que se ubican «tras la muerte». Las
enseñanzas que la Iglesia nos trasmite de Dios sobre los «novísimos» son claras y, al
mismo tiempo, llenas de esperanza. Hablar de la muerte y las realidades del «más
allá»: juicio particular, cielo, purgatorio, infierno, resurrección de la carne etc. no deben
suscitar en nosotros miedo pues los cristianos vivimos del amor de Dios; al contrario,
hablar de esas realidades debe llevarnos a avivar la esperanza de vivir eternamente
con la Trinidad, la Virgen y los santos.

Hemos sido creados para la vida. Dios no nos ha creado para la muerte, ésta es
consecuencia del pecado; pero, desde la pascua de Cristo la muerte ha cambiado de
signo: quien muere «en Cristo» tiene «vida eterna» y resucitara gloriosamente. El cielo
se gana en la tierra a través de nuestra comunión con Cristo. Por el contrario, perdemos
el cielo y nos condenamos eternamente cuando libremente optamos por un estilo de
vida sumergidos en el pecado mortal, y no nos arrepentimos a pesar de que Dios nos
invita constantemente a acogernos a su misericordia infinita.

DOCUMENTOS BÁSICOS 
Catecismo de la Iglesia Católica 
Nº. 988-1060; 1680-1690; 1817-1821; 2090-2092.
Compendio del Catecismo 
Nº. 202-216; 324-356; 387.
Catecismo menor 
Nº. 201-216; 390.
Tema: 18.

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TEMA 18 
 
EL HOMBRE, CREADO PARA LA ETERNIDAD 

“Porque esta es la voluntad de mi Padre, que todo el que ve al Hijo y cree en Él  
tenga la vida eterna, y yo le resucitaré el ultimo día”  
(San Juan 6, 68) 
 

Padre, ¿es verdad que el cielo y el infierno están aquí en la tierra, que más allá de la 
muerte no hay nada. 
No es cierto que todo termine con la muerte, aunque sí es cierto que muchas personas
hacen de sus vidas un cielo o un infierno en la tierra.
Dios nos ha creado para la vida no para la muerte. Hemos recibido de Dios
directamente un alma inmortal y un cuerpo que va a resucitar. Y nuestro destino es
participar de la eternidad de Dios. Sin embargo, por el pecado original, a este glorioso
destino se unió otro totalmente opuesto: vivir la eternidad sin Dios.
La razón de la encarnación de Cristo, de su muerte y resurrección, es ofrecer al ser
humano la vida eterna. Gracias a que el Hijo de Dios se encarnó, murió y resucitó se
abrieron las puertas del cielo que estaban cerradas por el pecado de Adán. Jesús nos
hace posible la verdadera vida. Así nos lo dice: “Porque esta es la voluntad de mi
Padre, que todo el que ve al Hijo y cree en el tenga la vida eterna, y yo le resucitaré el
último día” (Juan 6, 40).

Hay  muchos  que  afirman  que  cuando  uno  muere  puede  reencarnarse  y  comenzar  otra 
nueva vida. 
La reencarnación es una creencia de las religiones orientales (Hinduismo y Budismo),
muy populares actualmente por el “Hare Krishna” y la “New Age”. Definitivamente,
tenemos que rechazar la reencarnación pues es una creencia totalmente ajena a la
revelación de Dios quien nos dice: “del mismo modo está establecido que los hombres
mueran una sola vez y, luego, el juicio” (Hebreos 9, 27).

Entonces, ¿qué pasa luego de la muerte? 
Inmediatamente después de la muerte, el alma se presenta ante Dios para su juicio
particular. En ese juicio recibirá la justa retribución: salvación o condenación eternas,
según hayan sido sus obras. Más adelante, cuando venga el Señor por segunda vez, los
cuerpos resucitarán y vendrá el juicio universal. El juicio final ratificará públicamente
el juicio particular (Mateo 16, 17; 25, 31-46).

Pero, los Testigos de Jehová afirman que debemos esperar el fin del mundo para volver 
a la vida. 
Los Testigos de Jehová no pueden ser considerados cristianos, pues niegan la
divinidad de Cristo, por tanto sus afirmaciones están en función de este error. Al
respecto, debemos considerar la escena de Jesús en la cruz cuando promete su reino al
buen ladrón, crucificado con Él: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”

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(Lucas 23, 43). Jesús le dice: “Hoy”, no le dice “al fin del mundo”. Es el juicio
particular, que ya Jesús se lo adelantó y lo premió por su fe y verdadera contrición. El
alma del buen ladrón está con Cristo en el cielo, en espera al fin del mundo para
resucitar y gozar de Dios en cuerpo y alma. Esto lo profesamos en el Credo cuando
decimos: Creo en la resurrección de la carne.

¿Cómo nos juzgará Dios, sobre nuestra fe o sobre nuestras obras? 
Sobre nuestra fe y nuestras obras. No sólo sobre nuestra fe porque: “No todo el que me
diga Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre
celestial (Mateo 27, 21). Es decir, necesitamos de la fe y de obras, ambas van unidas y se
manifiestan en el Amor. En definitiva, seremos juzgados en el AMOR porque “….
aunque tuviera plenitud de fe para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy.
Aunque repartiera a todos mi bienes, si no tengo amor, nada me aprovecha” (I Cor. 13,
2-3).

¿Qué es el cielo? 
El cielo es el estado eterno de felicidad plena que Dios otorga a quienes mueren en
gracia. El cielo no es otra cosa que la comunión eterna con la misma Trinidad. Es un
estado de vida plena que no podemos describir con palabras humanas. Por eso, la
Biblia refiriéndose al cielo señala que “ni ojo vio, ni oído oyó, ni vino a la mente al
hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman” (I Corintios 2,9). Y Jesús nos
habla del cielo como la casa de su Padre, a donde Él ha ido para prepararnos un sitio
(Juan 14, 1-4 II Corintios 5,1). La Revelación nos enseña que nuestro destino es Dios, y
que si somos fieles a El lo “veremos” cara a cara, en compañía de Jesús, de María, los
santos y los ángeles, todos amándonos en el Espíritu Santo.

¿Si  en  la  tierra  hemos  sufrido  la  ingratitud,  la  traición,  la  injusticia,    Llevaremos  al 
cielo nuestros sufrimientos?  
En el cielo el hombre llega a su plena paz y felicidad. En el Cielo no hay lugar para
ningún tipo de mal, ni físico, ni psíquico, ni moral. Todo es bien y para siempre. Y algo
maravilloso: el hombre consciente de su felicidad al lado de Dios y sintiéndose amado
por Él, desde el cielo, el puede interceder por sus familiares y amigos que se han
quedado en la vida terrenal.

¿Qué es el infierno?  
Es todo lo contrario del Cielo. El infierno es el estado de eterno alejamiento de Dios,
propio de aquellos que han muerto en pecado mortal sin haberse arrepentido; y por
tanto, han rechazado la infinita misericordia de Dios.
En el infierno, el alma sufrirá a causa de encontrarse separada de Dios. Allí no tendrá
ningún consuelo. Deseará ser amada por Dios pero no será posible porque en vida lo
rechazó. Deseará la compañía de las otras almas condenadas, pero tampoco le será
posible tenerlas porque en vida rechazó el amor al prójimo y porque en el infierno hay
total ausencia de bien y el amor. Jesús habla muchas veces del infierno y lo califica
como el lugar del llanto y el rechinar de dientes.
Conviene darnos cuenta que el plan de Dios sobre nosotros es el cielo y no el infierno,
pero podemos usar mal nuestra libertad y caer irresponsablemente en la condenación

92
eterna. Cuando vivimos en el pecado mortal sin buscar el perdón divino estamos
jugando con nuestro destino eterno.

¿Qué es el purgatorio? 
Se llama Purgatorio al estado de purificación por el que pasan los que mueren en
gracia y amistad con Dios, pero imperfectamente purificados. Por esta causa no van
directamente al Cielo sino después de la purificación debida. No olvidemos que para ir
al cielo se debe estar perfectamente limpio. En el purgatorio, las almas se purifican de
las penas de sus pecados cometidos en la tierra, los cuales ya han sido perdonados pero
no fueron debidamente reparados.

Y en el Purgatorio ¿las almas gozan o sufren? 
Sí sufren, porque tienen el deseo ardiente y la gran esperanza de ir al cielo para
encontrarse con Dios, pero aún no pueden hacerlo pues no están debidamente
purificadas. Sin embargo, su sufrimiento es muy distinto de los condenados.
El tiempo de purificación se les puede reducir con las oraciones de los fieles, sobre
todo: la santa Misa, las indulgencias parciales o plenarias aplicada en su nombre y las
buenas obras realizadas por ellas (II Macabeos, 12, 44). No olvidemos que una de las
obras de misericordia es rezar por los difuntos.

FIJEMOS ALGUNAS IDEAS 
1. ¿Qué es el cielo?
2. ¿Quiénes van al cielo?
3. ¿Qué es el purgatorio?
4. ¿Quiénes van el purgatorio?
5. ¿Cómo podemos ayudar a las almas de purgatorio?
6. ¿Qué es el infierno?
7. ¿Quiénes van al infierno?

93
EL VOLUNTARIADO CRISTIANO 

 
 
S. S. Benedicto XVI a los Jóvenes en Colonia. Alemania. 

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E l Papa Benedicto XVI nos exhorta a todos los cristianos a amar con
los hechos, en lo concreto, y no en lo abstracto.

“Las Obras de Misericordias son la más antigua forma de voluntariado


organizado”, cuyos miembros “desean honrar a Dios con obras de
misericordia hacia el prójimo, en el más absoluto anonimato y en total
gratuidad”.

El Papa nos recuerda como en el encuentro definitivo con el Señor, “se


nos preguntará si a lo largo de nuestra existencia hemos alimentado al
hambriento, dado de beber al sediento; si hemos acogido al forastero y
abierto las puertas de nuestro corazón al necesitado. En una palabra, en
el juicio final Dios nos preguntará si hemos amado no en modo
abstracto, sino con los hechos”. “El amor es un lenguaje que llega
directamente al corazón y lo abre a la confianza”. San Juan de la Cruz
nos recuerda que “al final de nuestras vidas seremos juzgados por el
amor”.

“Debemos de estar siempre listos a responder a cuantos nos pregunten


por la razón de la esperanza que está en nosotros”.

El santo Padre nos hace notar que “es un riesgo que el voluntariado
pueda reducirse a un simple activismo. Si permanece vital la carga
espiritual, se puede comunicar a los otros muchas más cosas que las
materialmente necesarias: puede ofrecer al prójimo en dificultad la
mirada del amor que necesita”.

El Papa invita a todos los cristianos para que “saquen beneficio de la


experiencia del voluntariado, porque correctamente aplicado, se
convierte en escuela de vida, que los ayuda a dar a la propia existencia
un sentido y un valor más alto y fecundo”.

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CAPÍTULO VIII 
 
LA ORACIÓN Y EL VOLUNTARIADO CRISTIANO 

S
in la oración no es posible mantener una relación de amor con el Señor. Rezar
es conversar con Él, hablarle y escucharle. Y en ese dialogo de amor, le
alabamos, le pedimos por nuestras necesidades espirituales y materiales; en
definitiva, le contamos lo que tenemos en el corazón. Y, además, vamos fortaleciendo
nuestra amistad con Él. La oración es una necesidad para nuestra alma.

Quien conversa cada día con Cristo se contagia de sus sentimientos de amor hacia los
demás. Por eso, la vida de oración se manifiesta exteriormente en obras concretas de
amor al prójimo. El trato de Dios mediante la oración nos impulsa a vivir para el
hermano necesitado, a ser más sacrificados, generosos y entregados.

Quienes nos han enseñado el valor de la oración y lo que significa el compromiso


cristiano son los santos. Ellos nos han manifestado con sus vidas que es posible en la
tierra tener una profunda comunión con Cristo a través de la oración; y al mismo
tiempo, asumir con seriedad el compromiso cristiano entregándose sin medida al
servicio de los demás. Los santos de la Iglesia no han sido personas «raras», sino
hombres y mujeres de «carne y hueso», con defectos y miserias, pero que se
propusieron establecer una sólida amistad con Cristo, imitarlo y seguirlo con
radicalidad. Conviene remarcar que todos los bautizados, sin excepción alguna,
estamos llamados a la santidad. Esa es nuestra vocación universal: la santidad.

FIJEMOS ALGUNAS IDEAS 
Catecismo de la Iglesia Católica 
Nº. 2558-2865
Compendio del Catecismo 
Nº. 534-598.
Catecismo menor 
Nº. 544-596
Temas: 19, 20

96
TEMA 19 
 
LA ORACIÓN CRISTIANA 
 
 
“Señor, enséñanos a orar”  
(San Lucas 11, 1) 

Padre ¿qué es la oración? 
La oración es el diálogo amoroso que los cristianos establecemos con Dios. Por la
oración el cristiano tiene un profundo encuentro con Dios, quien no cesa nunca de
llamarle, y eleva su alma hacía Él para adorarle, alabarle, darle gracias y pedirle
favores para nosotros o para otras personas. La oración es sumamente necesaria para
conseguir la salvación, debemos orar sin interrupción y constantemente sin cansarnos.

¿Qué nos enseña la Revelación acerca de la oración? 
- Dios es quien siempre y en primer lugar llama al hombre a la oración, y cuando el
hombre le responde es cuando hace verdadera oración. Esta experiencia universal
humana se refleja en el testimonio de la búsqueda humana de Dios en las
religiones.
- Israel, el pueblo elegido, nos enseña a orar a partir de la creación, y sobre todo, a
partir de la Alianza a la que Dios lo ha llamado. Son ejemplos de oración, Abraham,
nuestra padre en la fe; Moisés, el mediador; el rey David, con la oración de
alabanza; los profetas, que pedían la conversión del corazón; y los salmos como
expresión de la oración del pueblo fiel a Dios.
- Jesús, el Verbo de Dios hecho carne, nos introduce en el santuario divino, en el cual
el hombre se dirigirá a Dios de un modo singular: como hijo de adopción. Como
Maestro nos señala el camino de la oración cristiana que debe ser hecha en la
soledad, en el secreto, manifestando una adhesión amorosa a la voluntad del Padre
hasta la cruz, con la confianza absoluta de ser escuchado. El ejemplo sublime de
oración de un discípulo cristiano es la oración de la Virgen María expresada en su
Fiat y en su Magnificat.
- La Iglesia es constantemente inspirada y guiada en su oración por el Espíritu Santo,
quien le recuerda todo lo que Jesús hizo y dijo. Desde Pentecostés, se han suscitado
expresiones de oración que se renuevan constantemente dentro de formas
permanentes de orar: bendición, petición, intercesión, acción de gracias y alabanza.

¿Cuáles son los tipos de oración que usualmente usamos? 
- Oración de bendición y adoración por la cual expresamos nuestro reconocimiento a
Dios, como nuestro Señor y Dios.
- Oración de petición que tiene por objeto el perdón, la búsqueda del Reino y
cualquier necesidad verdadera. Debemos hacerla con fe, humildad y perseverancia,
sabiendo que el Señor siempre nos escucha.
- Oración de intercesión que consiste en una petición a favor de otro. No conoce
fronteras y se extiende hasta los enemigos.

97
- Oración de acción de gracias que dirigimos a Dios, unidos a Jesús, para agradecerle
todos los dones y favores que recibimos de Él, pues toda alegría, pena y todo
acontecimiento o necesidad puede ser motivo de oración y de acción de gracias.
- Oración de alabanza que dirigimos a Dios para tributarle la gloria que le
corresponde por ser quien es y por las maravillas que obra siempre en nosotros.

¿Cuáles son las fuentes de la oración? 
Cristo es la verdadera y única fuente donde el cristiano recoge el agua viva del Espíritu
Santo que nos lleva a la vida eterna. Unidos a Cristo podemos elevar nuestras
oraciones al Padre en el Espíritu Santo. Y nos permiten unirnos a Cristo para orar: la
Palabra de Dios, la liturgia de la Iglesia y las virtudes teologales.

¿Cuántas veces y en qué momentos debemos orar?  
La Iglesia nos invita a orar constantemente a través de las oraciones diarias, la Liturgia
de las Horas, en la recepción de los sacramentos, la santa Misa, sobre todo la
dominical, y las fiestas del año litúrgico. Debemos hacer de nuestra vida una gran
oración.

¿A quién debemos dirigir los cristianos nuestra oración? 
Los cristianos debemos dirigir siempre nuestra oración a la Santísima Trinidad : al
Padre, a Jesús, que es el camino que nos conduce al Padre; y al Espíritu Santo que es el
maestro interior de toda oración. Además oramos también a la Santísima Virgen y a los
santos, cuyos ejemplos y enseñanzas pueden ayudarnos a aprender a orar.

¿Cómo nos educamos en la oración? 
- La familia cristiana es la primera educadora de la oración, porque fundada en el
sacramento del Matrimonio, es la iglesia doméstica donde los cónyuges y los hijos
oran juntos para estar en comunión con Dios.
- Los ministros ordenados están llamados a mostrar al pueblo con su ejemplo y
predica las riquezas de la oración.
- La catequesis, los grupos de oración, los días dedicados al retiro espiritual, ayudan
a una vida de oración intensa.

¿Cuáles son los lugares privilegiados para orar? 
Podemos rezar en cualquier lugar, pues Dios está en todas partes; pero el lugar más
favorable para la oración es delante del Sagrario, pues ahí está sacramentalmente
presente el Señor. Sería muy bonito si cada día buscáramos un rato de oración delante
del Sagrario.

¿Cuáles son las tres expresiones principales con que oramos? 
- Oración vocal es la oración compuesta de palabras o cantos, que exteriorizan los
sentimientos internos de nuestro corazón.
- Meditación es la oración acompañada del pensamiento, de la imaginación, de la
emoción, de los deseos y de actos internos del corazón, los mismos que nos hacen
reflexionar sobre determinadas verdades de la fe y que iluminan nuestra vida en
sus realidades concretas.

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- Contemplación es la mirada de fe, fijada en Dios, en la escucha de su Palabra, con
amor silencioso.

¿Cuáles son las dificultades que se nos presentan al orar?  
- La distracción y la sequedad espiritual.
- La falta de fe y la pereza que lleva al desaliento, la falta de humildad, confianza y
perseverancia.
- Las diversas concepciones erróneas sobre la inutilidad de la oración que circulan en
nuestra época.
- Los fracasos de nuestra vida, la duda sobre la utilidad de la oración.

¿Qué debemos hacer frente a las dificultades? 
Tener presente que la oración por un lado es una gracia, pues el Espíritu Santo nos
mueve para rezar, y por otro lado es una respuesta decidida por parte nuestra. Luego,
la oración exige nuestro esfuerzo.
Los grandes orantes de la Iglesia nos enseñan que la oración es un combate espiritual
contra nosotros mismos y contra las astucias del demonio, que es preciso llevarlo a
cabo para poder vivir según el Espíritu de Dios. Se recomienda: humilde vigilancia,
confianza filial y perseverancia en el amor a Dios.

¿Cómo oramos al Señor Jesús? 
- Recitando la oración que nos enseñó: el Padre nuestro.
- Meditando las oraciones litúrgicas, los salmos, las oraciones que están en la Biblia.
- Invocando su nombre, honrando y venerando su Sagrado Corazón, recordando el
recorrido de Jesús al Calvario (Vía Crucis), haciendo visitas de adoración y plegaria
a Jesús Sacramentado.

¿Cómo oramos al Espíritu Santo? 
Pidiendo al Padre, en nombre de Jesús, que nos mande el Espíritu Santo con sus dones
y frutos.

¿Cómo oramos a la Santísima Virgen María, Madre de Dios? 
La Santísima Virgen, por su cooperación singular a la acción del Espíritu Santo, tiene
un lugar privilegiado en nuestra oración, y la Iglesia nos exhorta a invocarla sobre todo
con la salutación angelical.

¿Cómo invocamos a los santos del Cielo? 
Además de la Santísima Virgen podemos invocar a los santos del Cielo, unidos
íntimamente a Cristo, en Cristo y por Cristo porque pueden orar por nosotros sus
hermanos.

¿Hay otras ayudas para la oración? 
- La Lectura de las Sagradas Escrituras y especialmente del Evangelio.
- Las imágenes sagradas que ayudan a nuestra mente y nuestra imaginación a
ponernos en presencia de Dios, de la Virgen o de los santos.
- Los textos de la Liturgia.
- Los escritos de espiritualidad de los santos padres.

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- La contemplación de las maravillas de la creación.

¿Por qué llamamos al Padre Nuestro la oración del Señor? 
Porque la enseñó el mismo Jesús, Nuestro Señor, cuando los apóstoles le suplicaron:
Maestro, enséñanos a orar. Es la oración más bonita que tenemos porque es la oración
de los hijos de Dios.

¿En qué momentos debemos rezar el Padre Nuestro? 
Lo debemos rezar en todo momento de nuestra vida. La Iglesia siempre lo hace en el
Oficio Divino, y sobre todo lo emplea en la liturgia de los sacramentos del Bautismo, la
Confirmación y la Eucaristía.

¿Qué significan cada una de las peticiones?  
- Padre Nuestro. Con palabras sencillas y llenas de confianza filial decimos que Dios
es nuestro Padre. Y lo hacemos porque Jesús, el Hijo de Dios, nos ha exhortado a
hacerlo.
- Que estás en el Cielo. Las palabras que estás en el cielo, nos hablan de la Casa del
Padre, a la que ya pertenecemos, porque Dios habita en nuestro corazón. Y un día
nos llevará a gozar eternamente de su visión y felicidad
- Santificado  sea  tu  Nombre. La primera petición, santificado sea tu nombre, nos
hace pedir que nosotros entremos en el proyecto de Dios, de ser santos e
inmaculados en su presencia en el amor (Efesios, 1, 9,4)
- Venga a nosotros tu reino. La segunda petición: venga a nosotros tu reino significa
: orar para que Dios reine “hoy” en nuestras vidas y en el mundo entero y además
orar por la venida final de Cristo y la consumación de su Reino.
- Hágase  tu  voluntad  así  en  la  Tierra,  como  en  el  cielo. En la tercera petición:
Hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo, pedimos a Dios que se realice
su proyecto de salvación en el mundo
- Danos  hoy  nuestro  pan  de  cada  día. Por la palabra Danos, expresamos en unión
con nuestros hermanos, nuestra confianza filial en nuestro Padre del Cielo.
Nuestro pan: designa el alimento terrenal necesario para nuestra subsistencia.
Designa también el alimento espiritual de su Palabra y de la Eucaristía. Ambas
clases de alimentos la necesitamos en el “hoy” de cada día de nuestra vida.
- Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
En la quinta petición: Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a
los que nos ofenden, imploramos la misericordia y el perdón de Dios para nuestras
faltas. Este perdón lo solicitamos prometiendo que, también nosotros
perdonaremos a los que nos han ofendido.
- No nos dejes caer en tentación: Al decir: No nos dejes caer en tentación, pedimos a
Dios que nos ayude a no tomar el camino del pecado. Solicitamos espíritu de
discernimiento, las fuerzas, y la gracia de estar siempre vigilantes, así como lograr
la perseverancia final
- Y  líbranos  del  mal: En esta última petición, el cristiano pide a Dios poder
participar a la victoria de Cristo sobre Satanás y los demonios, que se oponen a que
se realice en nosotros el plan salvador de Dios. También le pedimos las fuerzas
para sobrellevar santamente las pruebas dolorosas de la vida.

100
- Amén: Nuestro Amén final significa la confianza y seguridad de que Dios nos dará
lo que le pedimos, no es sólo la expresión de un deseo, sino la fe firme de
conseguir lo que hemos pedido.

¿Qué agrega la Iglesia a las peticiones del Padre nuestro en la Liturgia Eucarística? 
Las siguientes palabras: Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor. Con
esta doxología, se quiere expresar que las tres cosas usurpadas por Satanás son
restituidas a quien es el verdadero Señor y Cabeza de la humanidad: Cristo Jesús quien
nos une a Dios, su Padre en el reino eterno, para que Dios sea todo en todos.

101
TEMA 20 

SOLIDARIDAD CRISTIANA 

“Del mismo modo que sobresalís en todo: en fe, en palabra, en ciencia, en todo interés,  
y en la caridad que os hemos comunicado, sobresalid también en generosidad.  
No es una orden, sólo quiero, mediante el interés por los demás,  
probar la sinceridad de vuestra caridad.  
Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo,  
el cual siendo rico, por vosotros se hizo pobre  
a fin de que os enriquecierais con su pobreza”.  
(2 Corintios 8, 7‐9) 

¿Padre, qué significa ser solidario? 
Es una palabra muy hermosa que remite a una de las experiencia humanas más nobles.
No necesitamos hacer mucho esfuerzo para reconocer que el ser humano, por
necesidad tiene que ser solidario entre sí, porque le sería prácticamente imposible vivir
sin la ayuda de otros. Esta necesidad humana se hace más noble cuando uno,
libremente y con amor, busca para todos, la participación del bien común. Una
sociedad donde se practique la solidaridad se hace más digna y, por tanto, se hace
capaz de erradicar sus estructuras de pecado.

La falta de solidaridad permite que hayan muchos problemas sociales que actualmente 
agobian nuestra sociedad.    
Es evidente que sí. Aunque los problemas puedan tener distintas causas, la falta de
solidaridad hace que éstos se multipliquen y se vayan enraizando entre nosotros. Por
ejemplo, una sociedad que se afirme como civilizada, no podría tolerar que en su seno
haya “niños de la calle”, o que sea indiferente ante la falta de oportunidades de trabajo
de los jóvenes. Tomar conciencia de estos problemas no sólo quedaría en atender
directamente los problemas, también significará que se afronten otras causas que los
originan. De esta manera, los diferentes actores de la sociedad participan y aportan sus
soluciones.

¿Por  qué  si  reconocemos  que  es  parte  de  nosotros  la  necesidad  de  ser  solidarios,  hay 
tanta falta de solidaridad? 
La fe cristiana nos enseña que todos somos solidarios del pecado de Adán, por tanto,
de sus consecuencias, que ya hemos mencionado algunas en temas anteriores. Sin
embargo, también podemos participar solidariamente de la redención de Jesucristo. En
este sentido estamos llamados, una vez que recibimos el Bautismo, a ser solidarios con
todos los hombres, ofreciéndoles participar de un bien inmenso: su redención
¿La fe cristiana asume como propia la experiencia de la solidaridad?
Jesucristo, siendo Dios, al encarnarse y asumir nuestra humanidad, ha iluminado la
auténtica experiencia humana de la solidaridad, elevándola y dándole pleno sentido.
Jesús se hace solidario con nosotros, asume todo lo nuestro menos el pecado, siendo
Dios se pone al servicio de los hombres y nos invita a ser solidarios con el prójimo.
Así lo enseña San Pablo a los cristianos de Corinto (Ver pasaje citado arriba), cuando
los anima a ser generosos con los pobres de Jerusalén, a imitación del Señor, que siendo
rico, por nosotros se hizo pobre a fin de enriquecernos con su pobreza”.

102
¿La solidaridad siempre ha sido una práctica en la Iglesia? 
La solidaridad cristiana siempre ha sido patente en la vida de la Iglesia. Los Apóstoles,
por ejemplo, en vista de su tarea evangelizadora, nombraron Diáconos para que se
consagrasen a la ayuda de las viudas, los ancianos, los niños y los enfermos, personas
que el mundo antiguo rechazaba con dureza. Todos los santos, reconocidos por la
Iglesia, se distinguieron con obras solidarias a favor del más necesitado. Así por
ejemplo, tenemos a San Juan Bosco, que fundó una Congregación para la educación de
los jóvenes; San Juan de Dios, que fundó hospitales para los desamparados; muchas
asociaciones católicas que se dedican en exclusividad a la ayuda solidaria en países
muy pobres. Siempre ha sido inseparable de la acción evangelizadora de la Iglesia , la
preocupación solidaria de sus miembros por los más pobres y necesitados.

¿Cómo ha enseñado la Iglesia la solidaridad? 
La Iglesia enseña que una manera de vivir con autenticidad la fe cristiana es poner en
práctica las obras de misericordia, que orientan nuestra mirada hacia las necesidades
de nuestros hermanos, donde Cristo mismo nos aguarda. Tradicionalmente que las
obras de misericordia son siete corporales y siete espirituales. Las corporales son: 1)
dar de comer al hambriento, 2) dar de beber al sediento, 3) vestir al desnudo, 4) dar
posada al peregrino, 5) visitar los enfermos, 6) redimir a los cautivos y 7) sepultar a los
difuntos. Las obras espirituales son: 1) enseñar al ignorante, 2) dar buen consejo al que
lo necesita, 3) corregir a los pecadores, 4) tener paciencia en las tribulaciones, 5)
perdonar con gusto las ofensas, 6) consolar a los afligidos y 7) orar por los vivos y los
difuntos.

¿Qué dice la Doctrina Social de la Iglesia sobre la solidaridad? 
La Doctrina Social de Iglesia afirma que la solidaridad es uno de sus principios básicos.
El principio de solidaridad se basa en que somos hermanos, por participar de la
filiación divina y de idéntica naturaleza humana, con la responsabilidad fraterna de
llevar los unos las cargas de los otros (Gal 6,2) en el plano personal, social, nacional e
internacional.

¿Cómo se puede practicar la solidaridad? 
Los cristianos estamos llamados a ser solidarios siempre y en todo lugar, y no
necesitamos pedir permiso a nadie, para poner en obra una acción a favor de alguien,
porque sabemos que si no lo hacemos ponemos en riesgo nuestra propia salvación
(Mateo 25, 31). La acción solidaria puede comenzar desde dar una limosna o
presentarse como voluntario para emprender acciones solidarias en compañía de otros.
¿No es ésta una hermosa manera de compartir con otros los beneficios de nuestra
profesión, nuestro tiempo, nuestro dinero?

¿Qué es el voluntariado cristiano? 
No hay una definición propiamente dicha, sin embargo, la palabra designa a todos
aquellos que viendo una necesidad, material o espiritual, en una o varias persona,
reaccionan por un impulso generoso a prestar su ayuda o colaboración en favor de esas
personas. La organización del voluntariado es libre, así como es libre la asociación en la
Iglesia. Son muchos los ejemplos de acción social voluntaria:

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- En favor de los niños abandonados de la calle, los enfermos con SIDA, o también de
niños normales que necesitan vacaciones útiles.
- En favor del Adulto mayor y ancianos y discapacitados.
- Hay lugares que necesitan atención como los comedores, talleres de manualidades,
o de recuperación escolar
- Los profesionales pueden ser voluntarios: en postas médicas para atender en
medicina general y específica, psicología y consejería. También abogados, para
atender a los indocumentados, las familias en riesgo, etc.
- Como podemos darnos cuenta, sobra trabajo y faltan “corazones solidarios”. El
voluntariado te ofrece la oportunidad de trabajar en grupo para hacer la ayuda
eficaz y efectiva.

FIJEMOS ALGUNAS IDEAS 
1. ¿En qué se basa el principio de solidaridad?
2. ¿A qué nos ayuda la práctica de este principio?
3. ¿Es el voluntariado una manera de practicar la solidaridad?
4. ¿En qué te comprometes de manera concreta para ejercitar la solidaridad?

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ANEXO 

Ponemos a tu alcance algunas sugerencias que se pueden realizar para profundizar los
temas expuestos:

Tema 1. 
1. Profundizar en las catequesis que realiza el Santo Padre sobre la Creación,
el Pecado, la Revelación.
2. Entronizar la sagrada Escritura en los hogares.

Tema 2. 
1. Promover la participación diaria en la Eucaristía.
2. Alentar el compromiso de visitar frecuentemente al Santísimo Sacramento
estableciendo turnos para la Adoración Eucarística.
3. Promover la devoción al Señor de la Divina Misericordia
4. Realizar una peregrinación o visita al Santuario de la Divina Misericordia.

Tema 3. 
1. Estudio del Catecismo de la Iglesia Católica
2. Motivar la lectura de Vida de Santos.

Tema 4. 
1. Rezo en familia del Santo Rosario.
2. Rezo del Rosario de la Aurora o rezo comunitario del Santo Rosario.
3. Visita de la imagen de la Virgen Peregrina a los hogares.
4. Peregrinación Mariana.

Tema 5. 
1. Enseñar el Examen de Conciencia Diario
2. Charlas sobre el sentido del amor humano y/o sexualidad.

Tema 6. 
1. Consagración de las familias al Sagrado Corazón
2. Campaña de Oración por las Vocaciones
3. Renovaciones de las Promesas Matrimoniales y bendiciones a la familia.

Tema 7. 
1. Profundizar en el estudio de la Spe Salvi.
2. Explicar el sentido de las Indulgencias.
3. Oración por los difuntos.
4. Explicación e imposición del escapulario de la Virgen del Carmen.
 
Tema 8. 
1. Elaborar un listado sobre acciones concretas de Voluntariado.

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