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Modernizaci6n, comunidad y politica José Bengoa Una de fas experiencias mas generalizadas hoy por hoy en Chile es el proceso de “enfriamiento de la politica”. Para las generaciones de chile- nos de mas de treinta afios, o incluso menos, la politica jugé un papel central en sus vidas personales. Hace afios decfamos medio en broma, medio en serio, que cada chileno antes de salir de su casa en las mafia- nas, debfa realizar un “andlisis de coyuntura”. La politica, en el mejor sentido de la palabra. la “cosa publica’, ha sido la pasion de los chilenos durante buena parte de este siglo; luego se transformé también en su tragedia. A pesar de ello, siguid siendo apasionada. La década del no- venta, en cambio, se esta caracterizando por ser el final de esta etapa “politizada” de nuestro vivir comin. Me atreveria a afirmar que es el hecho cultural mas profundo, fuerte y determinante de este perfodo. Es un fendmeno que, ademas, ird in crescendo, Cuestiona muy seriamente el “vinculo social” que une a los chilenos entre si, el interés por las “cosas publicas”, en fin, el caracter de la “comunidad” que vive entre el mar y la cordillera. Los intelectuales, y gente de la cultura, deberian -y ya lo hacen- preguntarse cual es el nuevo eje de unidn de esta sociedad, cuales son los principios de integracién, para decirlo de un modo sociolégico tradicional, o en qué consisten los patrones basicos de la cultura, para mencionarlo desde las disciplinas antropoldgicas. Se pone en el centro el problema de la “identidad”, asunto cultural basico y se enfrenta como una antinomia ta modernidad con la comunidad. Es una de las experiencias que motiva el ensayo de Carlos Cousifio y Eduardo Valenzuela Politizacién y monetarizacion en América Latina. Afirman: “La democracia, mediatizada por el proceso de monetarizacion, estd fntimamente asociada con este proceso de enfriamiento de la poli- tica’”|, Para explicar este punto de Ilegada analizan lo que fue o ha sido el proceso de “politizacién”, y luego el proceso que denominan de “monetarizacién”, esto es, laexpansién del consumo, de la economia de mercado, en fin, del sistema econémico actual, visualizado como el in- | Instituto de Sociologia de la Universidad Catélica de Chile, Santiags, 1994, p. 139. José Bengoa 12 greso verdadero de nuestra sociedad a la modernidad. Es un libro complejo, entretenido, sin demasiadas referencias historiograficas, de densa lectura necesitada de lapiz y marcador. Un ensayo audaz, a veces desafiante, lleno de certezas. En ese sentido es rotundo. Sin embargo, el final queda abierto. Es un tibro meritorio, sin duda. Esta situado en la teorfa con maytiscula y eso no abunda en nuestro desértico medio intelectual. Aliciente que basta para tratar de analizar el texto, discutirlo y criticarlo con la mayor rigurosidad y lealtad posible. Metiéndose en su lenguaje uno puede dar rienda suelta a sus propias obsesiones. Analizaremos este trabajo desde la antinomia sefialada: modernidad y comunidad, Creo que no es una preocupaci6n ajena a los autores, por el contrario es central a ellos. Por tanto, es posible discutir las tesis com- partidas y sobre todo mostrar aquellas en que no estamos de acuerdo y que por el contrario nos separan teGrica y practicamente. Presencia, populismo y modernizacién Los autores ian el texto rescatando el concepto de “presencia”, esto es, los vinculos sociales que se establecen entre las personas en forma directa, “cara a cara”. La institucién presencial mas relevante en nues- tras sociedades, para ellos, ha sido la “hacienda latinoamericana” que - sefialan- establece vinculos primigenios. No cabe la menor duda que los “arquetipos” culturales de la sociedad chilena se encuentran en este modelo “presencial” que perduré en el pais por mas de trescientos ajios. Es el tiempo de mayor estabilidad de las instituciones locales. Alli se forjaron relaciones muy profundas. Dis- cutiremos mas adelante si allf solo se incubaron los “vinculos”, como afirman los autores, o también germinaron los conflictos, como lo nie- gan. Creo que junto con los amores, en el campo, se criaron los odios. Ellos presentan un tiempo de encuentro, en que reinaba el “vinculo pre- sencial”, la experiencia directa como forma de relacién social. Se habrfa roto este vinculo por la “ausencia”, en especial de los “patronos”, lo que sin duda es una tesis generalizada, pero a partir de las nuevas investiga- ciones, bien discutible. Habria que observar, siguiendo a Gabriel Salazar, si acaso la dominaci6n fue tan generalizada en el periodo hacendal, o habfan enormes masas de poblacién que no estaban bajo el dominio cultural de la hacienda. Es evidente, ademas, que la “huida” de los cam- pesinos de las haciendas mostraba un nivel muy alto de conflictividad. Vamos a defender que existian gérmenes del conflicto y estaremos de acuerdo en que ciertamente las relaciones humanas que alli ocurrian estaban marcadas por la “presencia”. Es lo que hoy dia afiora mucha gente. El calor afectivo de la comunidad tradicional hacendal. 13 Modernizacién, comunidad y politica Las relaciones campesino hacendales se habrian trasladado a las ciuda- des a través de los regimenes populistas. Estos tratarfan de establecer un nuevo vinculo basado también en la “presencia”, aunque en un nivel deteriorado. Se refieren los autores al perfodo histérico de los afios cua- renta y cincuenta en que, junto a las grandes migraciones rural urbanas, se construyen los estados nacional populistas. Es el tiempo del caudillismo. No queda claro en el trabajo si este tiempo tedrico consiste en una reelaboracién deteriorada y urbana solamente del modelo ideal hacendal o si ya ha comenzado la modernizacién propiamente tal. Los autores, deberian haber discutido las tesis de Gino Germani, figura a nuestro modo de ver central en la conceptualizacién de la oposicién entre tradicionalismo y modernidad, entendida simplemente como paso del mundo rural al urbano2. En esa oposicién, segtin el socidlogo argentino, se habrian constituido las sociedades latinoamericanas modernas. Mu- chos han seguido en nuestro pais estas ideas, las que se han transforma- do en sentido comtin. El Chile moderno, comienza con Alessandri Pal- ma, la Constitucién del 24, el Frente Popular y lo que sigue. Los autores rompen con este modelo teédrico historiogréfico y prolongan la tradicionalidad mucho mas aca en el tiempo. Bien valdria una discu- sion. La ruptura temprana, en los comienzos de los afios sesenta, de estos vinculos tradicionales, habria conducido a la busqueda de la politizacién como la alternativa para restablecer un relacionamiento entre las perso- nas que reemplazara los lazos tradicionales rotos. “La politica aparece como imperativo ético, 0 sea, como necesidad de constituir reflexiva- mente un vinculo que la cultura ya no puede sostener’3, La politizacién es el gran intento de modernizar las relaciones sociales en nuestros pai- ses y, en especial, en Chile. Es el camino de establecer vinculos cons- cientes, como lo sefialan los clasicos de la filosofia politica. En un capitulo central del libro discuten los elementos basicos de “la modernizaci6n entendida como politizacidn” . El concepto de la “pobre- za como desgarro”, es la cuestién central en la toma de conciencia polf- tica de miles de latinoamericanos de nuestra generaci6n. Alli reside el origen de la politizacién entendida como revoluci6n. Es la experimenta- cidn de “desgarro”, dicen bien los autores, de “ruptura”, de “contradic- cién”, decia el lenguaje marxista, de lucha, confrontacién, incluso des- esperacion. Los intelectuales indigenistas de los comienzos del siglo tuvieron esa misma intuici6n central. Icaza, Ciro Alegrfa, los pintores mexicanos y tantos otros reaccionaron frente al desgarro de la pobreza. Lo mismo hicieron los poetas y escritores de la cuestién social. La indignacién 2 Politica y sociedad en una época de transicién, De la sociedad tradicional a la socie- dad de masas, Paidés, Buenos Aires, 1969. 3 Politizacién y monetarizacién en América Latina, op. cit, p. 58. José Bengoa 14 moral antecedié en América Latina a la reflexi6n politica de las izquier- das. Sin duda es, también, lo que permanece en las izquierdas que si- guen, a pesar de todo, siéndolo. La ruptura del mundo hacendal que disolvia las diferencias sociales en la bruma inconsciente de la religién, de la cultura, de las servidumbres reiteradas y no cuestionadas -podriamos decir nosotros-, conllevé a la politizacién extrema. El sefior, por su parte, se vio desnudo en su carac- ter de dominador, de explotador, de sétrapa enriquecido a costa de la pobreza de los otros. Debié hacer de la politica su escudo. Transformar su sistema de vida en ideologfa y doctrina reaccionaria. Otro tanto le ocurria al siervo. Embebido en la lealtad del servicio a su sefor, a su patrén, a su protector y benefactor, no percibfa la explotacién. La educa- ci6n se transform6 en concientizaci6n y politizacién. Toma de concien- cia fue la consigna. El otro se transformé en “‘compaiiero”. Nacia el nuevo vinculo, producto de la reflexién, de la razon, de la voluntad de ser y también de la voluntad de transformar. Habria que analizar con mayor precisi6n el origen y trayectoria histéri- ca de estas ideas, ya que efectivamente no son propiedad exclusiva de los afios sesenta, aunque alli tuvieron su maxima expresion. Habria que analizar la historia de la toma de conciencia de los patronos, tema muy poco analizado en nuestra historiografia. Los partidos politicos patrona- les, de “derechas”, van siendo la conciencia refleja, el espejo en el que un sector de la sociedad, cada vez mas cuestionado, se mira. Deben ne- cesariamente readecuarse ideolégicamente de modo de “justificar” su patronazgo. En este contexto de quiebres, de contradicciones, de toma de conciencia de unos y otros acerca del nuevo vinculo societal, surge la teologia de la liberacién y la educacién popular, sin duda dos de las contribuciones mas importantes del pensamiento latinoamericano al pensamiento mun- dial. La primera es un intento de poner la religi6n y la Iglesia “en linea” con los tiempos. Refundar el vinculo religioso. Es en ese sentido una transformacién profunda. El vinculo religioso sacado de la cultura y la tradicién y puesto en el marco de la voluntad, de la conciencia, de la raz6n. Es por ello que la Teologia de la Liberacién es un exitoso didlogo con las ciencias humanas y sociales, en especial latinoamericanas, si- guiendo las mejores tradiciones de la teologia cristiana a lo largo de su historia. La educacién popular de Paulo Freire, es otro de los aportes teéricos importantes que se han realizado en nuestro continente. Provoca una ruptura con las teorias de la educacién, entendidas como métodos de socializaci6n. Freire desmonta la relaci6n entre significante y significa- do. Destruye el uso ingenuo de las palabras. Nos enseiié que en el mis. mo acto de aprender a leer, se estructuraba el mundo, se determinaba la cultura, se transformaba la conciencia. Es por ello que llevé de manera excepcional su teoria a un método de lectura, en el que junto a aprender el uso del vocabulario, de las palabras, sugeria la discusidn de su conte- -i6n cultural” de enorme validez y permanencia. El campesino que aprendia a leer, en el acto del aprendizaje reflexionaba sobre el vin- culo social, lo explicitaba, lo hacfa conciencia, se concientizaba, inicia- ba un camino de libertad. La educaci6n se transformaba en un espacio y btisqueda de libertad. La educacién rompfa con el vinculo social de ca- racter cultural, tradicional, oligarquico y lo recomponia en un nuevo vinculo ordenado por la raz6n, capaz de reflexionar, centrado en Ia li- bertad. Cousifio y Valenzuela analizan y critican estos dos grandes instrumen- tos que en América Latina contribuyeron de manera central al paso de una sociedad tradicional, apegada a las normas de la servidumbre, a una de mayor libertad y equidad social: la Iglesia y la educacién. Debemos reconocer que la critica es despiadada y a veces entusiasta. No siempre estamos de acuerdo. Es facil ser “general después de la batalla”, dice el dicho popular. A quién le interesa mas la historia que la sociologia, le van a molestar ciertos juicios rotundos que no reconocen el contexto politico y cultural del perfodo, la voluntad desplegada y el aporte entre- gado. El argumento contra la Teologia de la Liberaci6n es ahist6rico. Sefiala que al desvincular la creaci6n. como experiencia fundante, del hecho de la fe, en el caso de la Teologfa de la Liberacién, y fundarla en la “opre- sién”, se produce “la desvalorizacion de la presencia religiosa”. El vin- culo religioso no puede ser construido. Procede de una experiencia limi- te o elemental: la cultura. En la Teologfa de la Liberacién, “la fe no es anterior al compromiso con los pobres”, dicen. Por ello afirman que en ella “la opresién no es una experiencia sino un modo de observacién’4, lo que puede ser empfricamente cierto en la singularidad del cura obre- ro, de origen clase media que “va” a vivir a una poblacién. pero no es historicamente cierto, en el proceso complejo de la historia latinoameri cana. La opresi6n es un experiencia en nuestros pat es un hecho hi t6rico compartido. Aunque el sujeto individual que escribe no haya su- frido en carne propia la pobreza ello no le impide comprenderla. Marx nunca hubiese comprendido la plusvalfa, ya que quiza nunca entré a una fabrica, a lo menos a trabajar. El gran mérito de la Teologia de la Libera- ci6n es transformar la experiencia central de las grandes masas del con- tinente en experiencia religiosa y por ello en fundar la fe en la historia. Y esa es la fe del cristianismo, a diferencia de las religiones ahist6ricas. Es por ello que las apreciaciones, en este terreno, son mas bien reflejos de puntos de vistas ideolégicos. Acusan a los tedlogos de externidad y por tanto de ser un movimiento “esencialmente reflexivo” y no haberse constituido nunca como experiencia. La verdad es que hoy dia dos de los movimientos politicos y sociales mas importantes que ocurren en América Latina son herederos directos de la Teologia de la Liberacién, el Ejército Zapatista de Liberacién, que ha provocado la crisis politica 4 Ibidem, p. 73 y 75. José Bengou 16 mas profunda de uno de los paises mas grandes del continente, y el Mouvans Lavalds de Haiti que para espantar cualquier duda es dirigido por un ex cura, que se autosefiala como depositario de la Teologia de la Liberacién. Deberiamos analizar, con historicidad y ecuanimidad, lo ocurrido en Chile con las comunidades de base, hoy por hoy olvidadas. El movimiento de resistencia antidictatorial se incubé en las comunidades eclesiales de base, herederas directas de la Teologfa de la Liberacion. La Iglesia Caté- lica chilena se “renov6” fntimamente en ese proceso. Alli se recentré en la sociedad, en general, y en la sociedad popular, especialmente. Los procesos de secularizacién de los afios sesenta fueron revertidos por el “compromiso social” que la Iglesia Catélica chilena tuvo con los secto- res populares, perseguidos y desfavorecidos del pais. Negar esta realidad histérica, no permite comprender el actual proceso de la Iglesia Catlica chilena y su relacién con la sociedad, el Estado y los sectores populares. Mi hipotesis es la siguiente: La Iglesia Catlica chilena inspirada en la Teologia de la Liberaci6n, principalmente, aun- que muchos no lo reconocerian, se comprometi6 con los sectores popu- lares, perseguidos y progresistas del pais durante una década y media. Este hecho la llev6 a una reimplantaci6n profunda en estos sectores. Con ello detuvo y retrotray6, incluso, los procesos de secularizacién que venjan ocurriendo en la sociedad chilena. Se reconstruy6 una rela- cién muy estrecha entre la Iglesia y el Estado, entre ésta y los sectores populares e incluso los sectores progresistas de raigambre laica. La Igle- sia adquirié un capital que le ha permitido ocupar un papel central en la cultura, en la normatividad cultural, provocando una recatolicizacién del pai La cultura de la sociedad chilena actual se ha recatolicizado. Y esto es producto de la reimplantacidn que esta institucién tuvo en el perfodo n entre lo eclesial y lo social, manera local dictatorial, por su vinculaci de reproduccién de la Teologia de la Liberacién, 0 de sus principios centrales. Esta cultura recatolicizada es un elemento clave para com- prender “el enfriamiento de la politica”, el conservadurismo cultural y el cardcter restaurador que ha adquirido la cultura nacional. La Iglesia Cat6lica mediante su accién de compromiso liberador, contu- vo la secularizaci6n conduciendo al pafs a un proyecto de moderniza- cién conservadora, de restauracién modernizadora. Conservador en lo cultural y moderno en lo econédmico, exclusivamente. El estudio tedrico e historiografico de las bases de la politizacién en los afios sesenta y setenta me parece central para comprender los actuales fendmenos cul- turales existentes en nuestra sociedad. La politizacién, para nuestros autores, serfa un camino de moderniza- cién fracasado. Por ello, la monetarizacién entendida como mercantilizacién y construccién de los mercados es, seguin ellos, la se- gunda ola de modernizacién. Se tratarfa de reconstruir los vinculos so- ciales no a través de la edificaci6n de instituciones que expresan la vo- in, comunidad y politica 17 Moderni: luntad reflexiva de las personas -politica-, sino a través de la constitu- cidn de estructuras impersonales en las que los individuos se mueven en forma mecanica: el mercado. La “plena monetarizacién de la econom{a” ha sido el objetivo modernizador central. “Se inicia una etapa en que se concibe la moder- nizacion sin referencia alguna por la pregunta por el vincule social”. Esta modernizacién via mercado es lo que ocurre en los ochenta en Chi- le. El “restablecimiento de la democracia, ha coincidido con el cierre del largo ciclo de politizacion que se inicié en los afios sesenta”>. {Qué conexi6n existe entre democracia y despolitizacién de la sociedad?. Para responder a esta importante pregunta recurren a la teorfa de siste- mas de Niklas Luhmann, que hoy dia esté tan en boga. Esta les permite, convincentemente. explicar lo que esta pasando. Las personas, la gente, los grupos sociales, se han transformado en “opinién ptiblica”. Las es- tructuras comunicacionales actian unas con otras sin dejar espacio a la voluntad. Las comunicaciones se refieren a comunicaciones. “Es asi que designaciones como trabajadores, clase obrera, pueblo, o nacion se han vuelto perfectamente obsoletas”®. Y concluyen que la politica comienza a observarse desde la politica. que solo escucha los mensajes politicos, y ello es lo que caracteriza esta nueva etapa. El final del ensayo expone las claves y organigramas tedricos utilizados, y nos deja en la duda. No hay una convincente critica al modelo luhmanniano. Se lo critica desde un punto de vista doctrinario, del “deber ser’, de la necesidad de una ontologia. Pero eso no toca siquiera a Luhmann que esta hablando de otra cosa. Cuestionaria su antropologfa, pero {con qué argumentos?. Evidentemente no son extraidos del discurso, son quiza producto de la fe. Revivalismo y modernizaci6n Al comenzar el libro ei lector tiene Ia impresién de que se apostara por un revivalismo cultural. Es fuerte la apuesta por la “presencia” como sistema privilegiado de integracién social, de establecimiento del vincu- lo entre fas personas. Quizé es eso lo mas importante del libro, el poner en ia mesa la importancia de la “presencialidad” en la constitucién de nuestras sociedades. Tanto es asf que vinculan el concepto con la idea teolégica de la presen- cia de Dios en el mundo, la eucaristfa. “El érmino alude a una forma de relacién social que se basa én la co-presencialidad, en el estar juntos. Por otra parte quiere rescatar la dimension de “presencia” que el mun- do catélico sitta en la celebracion eucaristica y que es el fundamento 3 Ibidem, p. 95 y 133 6 thidem, p. 154. José Bengou 18 de la “comunién” entre Dios y los hombres y de éstos entre st’7. Es un concepto que une la sociologia con la teologia. Cuestién que es bastante novedosa sobre todo teniendo en consideracién la voluntad de secularizacion que ha tenido la sociologia desde su origen positivista. Salvo el Parsons tardio, que construye un concepto casi teoldgico de “orden social”, no habiamos conocido intentos de esta naturaleza. Pero, independientemente de ello, el concepto es de gran riqueza y su- gestion. “El mundo de la presencia es el dmbito de una experiencia pre- reflexiva’’’. Es el ambito de la “comunidad perdida”. Lugar sin limites, al decir de José Donoso, donde no es necesario reflexionar para ser feliz. No dudo que hay all un elemento muy central para la reflexién actual. Los tiempos tedrico-histéricos que se desarrollan, interpretando a los autores desde esta perspectiva de la presencialidad, serian en primer lu- gar, el tiempo de la hacienda, de la ruralidad. de la oligarquia y la servi- dumbre. Tiempo bueno para los autores. Marcado por la presencialidad en el vinculo social. En este sentido no hacen mas que repetir una larga tradicion criolla. Los historiadores, todos, han hecho de este tiempo, el paraiso perdido. Los oligarcas republicanos, lo han sefalado como el “tiempo dorado”. La era de Portales, los decenios, el perfodo de grande- za del pats. Los catélicos hispanistas lo han visto como el tiempo de la cristiandad, de primacfa de los valores religiosos sobre la cultura. Gabriel Salazar desde las antipodas, también ha construido en el siglo pasado el tiempo del “pedn libre”, del roto “achorado”, macanudo, no sometido al capital, a la élite politica, ni siquiera bajo la opresién del deber de la nacionalidad o la religion. Fue el tiempo de oro del “bajo pueblo”, Alli ha encontrado las bases de la rebeldia de las clases populares chilenas durante el siglo veinte. La manera, el punto de vista, con que se observa este tiempo, es funda- mental para las conclusiones que se sacan de la historia de nuestra socie- dad. Son basicos para la propuesta. Una visi6n nostalgica, como la aqui analizada nos conducirfa inexorablemente al revivalismo, a la vuelta nostalgica, al retorno de las oligarquias como experiencia presencial fundante de la nacionalidad. Por distintas razones y hechos histéricos, este mundo fue cambiando. Los autores hablan de un periodo populista o de los nacionalpopulismos, en que el caudillismo trata de reedificar los vinculos presenciales en las ciudades. Después vino el tiempo de la politizacién, primera moderni- zacion fracasada, seguido por el tiempo de la monetarizacién, con la formacién del mercado total. Ambas modernizaciones no logran com- plementarse y pasamos de Ileno a un mundo postpolitico, postinstitucional en el que los seres humanos se relacionan a través de medios, de consu- mos, de objetos, signos y sefiales. El lector que ha seguido el ritmo de la obra habria jurado que alli se producia el regreso a la vinculacién mar- 7 Ibidem, p. 13. 8 Ibidem, p. 13. 19 comunidad y politica cada por la presencia. Pero no. Es lo que le criticé6 Pedro Morandé en Ia presentaci6n del libro. No hay una critica fundamental a Luhmann, sos- tuvo. Cousifio y Valenzuela analizan en el primer capitulo las bases histéricas del pensamiento occidental. Llegan a la conclusién que la “racionaliza- cién cultural” esté intimamente ligada a la historia de su origen. Historia totalmente alejada de lo ocurrido en América Latina. Habria por tanto una inadecuat sas teorias de la modernizacion y la realidad de nuestros paises. Sin embargo al finalizar el libro no se es consecuente con esa teorfa, sin duda de gran interés. En cambio, recurren a Luhmann y a la teoria de sistemas, que es una suerte de analisis sumamente ttil para una comprensi6n manipuladora de la sociedad actual, pero muy alejada de lo que hoy dia ocurre en los mundos complejos de las socie- dades “desiguales y combinadas”. La teoria de sistemas puede explicar cémo los norteamericanos observan Rwanda, pero no logra dar a enten- der, a mi modesto modo de ver, una coma de lo que alli ocurre. Puede explicar cémo se comporta el sistema politico chileno, que para algunos ya es postinstitucional, pero no logra dar cuenta de su absoluta incapaci- dad para integrar al conjunto de la poblacién, 0 ejercitar democrat mente el derecho de los grupos diversos de la sociedad. No puede expli- car por qué todos, y fos autores entre ellos, tenemos esta intima sensa- ci6n de ausencia de vinculo social En el concepto de presencia, reiteramos, reside el gran mérito de este trabajo. El intento de unién de la sociologia con la teologia, es coherente con lo que ocurre en el pais. La caracterfstica central de a cultura actual chilena se orienta al intento de unir la modernizacién, entendida como: mercado, con la cultura, entendida como catolicidad. No es por casuali- dad que las grandes “avanzadas” de los chilenos en el mundo, han sido los viajes masivos de estadistas, politicos y empresarios, a Oriente, y otros paises, hacia la “conquista de nuevos mercados”, y el “gran viaje” al Vaticano, hacia la “conquista del mundo espiritual”. Monsefior Angelo Sodano, se lo sefialé explicitamente a los chilenos. Chile es un pais, unico en el mundo, en que se marcha a la modernidad sin perder su cter catolico. cara Se sospecha, en algunas paginas del texto que comentamos, el intento de elaboracién de un concepto de integraci6n social que permita recom- aiso hacendal hist6ricamente inexistente, oligdrquico, cato- lico, sin aparentes conflictos. Pedro Morandé ha desarrollado, recientemente, en sus trabajos una visi6n revivalista de la cultura. Se posesiona del catolicismo como experiencia fundante de la cultura lati- noamericana en un mitico perfodo que con Octavio Paz denomina el barroco americano”. Allf se habria producido la sintesis primigenia y particular entre el catolicismo espafiol y las culturas indfgenas. Ese ethos seria la base de construccién de la cultura de la postmodernidad. La premodernidad de la experiencia barroca se reconstruye en la voluntad de volver a ser lo mismo. Mas de lo mismo es lo que exigirfa la cons- truccién cultural. Saltandose los tiempos malos de las experimentaciones José Bengoa 20 voluntaristas de una modernizacion extranjerizante, lejana al pueblo, atea, liberal, destructora de la familia, base de la presencialidad y fundamen- to de la reproducci6n religiosa de la fe. El tiltimo libro de Morandé, acerca de la familia, reitera esta perspectiva?. Cousifio y Valenzuela no toman de posicién en este debate. Dejan abierto el libro. Es sin duda - atin divergiendo en las conceptualizaciones aqui enuncia- das-, el tema del mundo de hoy: la busqueda de la compatibilidad entre comunidad y sociedad. Me parece que la visién que esta predominando en el pais de hoy es nostdlgica y reaccionaria. Recomponer el vinculo antiguo sin tomar en cuenta las grandes conquistas de la modernidad, de la cultura moderna, es imposible. Solo podra finalmente ser impuesta con autoritarismo. No es dificil pensar que, frente a un gran liberalismo econdémico en los mercados, se reaccione con un gran conservadurismo cultural en fas acciones culturales. La reciente polémica en toro a una obra pictérica sobre Sim6n Bolivar, sin duda es una muestra de ello. No hay necesaria coherencia entre la liberalidad exigida a nivel econémico, y la respetada a nivel cultural. Otra veta, muy diferente en su andlisis y conclusiones, serfa la que su- giere la recomposicién en la modernidad del vinculo experimencial., del espacio presencial. Esta manera de observar la accidn cultural, ofreceria un amplio horizon- te de humanizacién de la vida social que pasa por la racionalizacién de las relaciones sociales, el ejercicio consciente de la democracia, el valor de la secularizaci6n a nivel de las instituciones, y por ende, el fomento consciente de la diversidad, la tolerancia, la diferenciacién cultural in- terna de las sociedades, el espacio de creaci6n de relaciones primarias, esto es, la reconstruccién de una comunidad donde reine la libertad de los sujetos, experiencia central de la vida moderna. El nuevo vinculo social La pregunta es fundamental. {Qué vinculo une a las personas en una sociedad?. Los antiguos dijeron que era “natural”, Aristételes dice que es fusei, por contextura natural o fisica, que el hombre es gregario, se junta con otros, hace comunidad. Sin duda allf reside el impulso prima- rio. Pero, es de demasiada evidencia hist6rica que las formas de adecuarse esta atracci6n gregaria fisica adquiere una enorme diversidad. Alli in- gresa la sociologfa. Las teorfas sociales fundadoras discuten el proble- ma del vinculo, el tema de Ia integracién, la forma como los hombres se asocian, La pregunta no es ingenua. Una sociedad constituida es aquella que tie- ne sus vinculos claramente especificados. Seran los juristas, los constitucionalistas, luego, quienes los expondran en la forma de leyes y 9 Persona, matrimonio y familia, Universidad Catética de Chile, Santiago, 1994, 21 Modermizacién, comunidad y politica cédigos. Uno deberia preguntarse, sin pecar de inutilidad, acerca de cuales son los vinculos que crea la modernizaci6n de nuestras sociedades. Cudl es el, o los elementos de integracién que poscemos, cuales son los prin- cipios que nos unen y que establecen las asociabilidades basicas. “Nuestra sociologia ha sido, sin embargo, reacia a explorar y reflexio- nar seriamente sobre la dimension personal del vinculo social” |®, a pe- sar de que “nuestra latinidad”, es una combinaci6n de racionalizacién y vinculos personales. Hay allf una percepcién aguda. Es evidente que la modernizacién entendida como racionalizacién ha sido extremadamen- te parcial en nuestro continente. Es posible hacer las dos preguntas. Porqué no ha sido posible la moder- nizacién de la cultura entendida como racionalizacién y la pregunta inversa, porqué la modernizaci6n no ha sido en vez de superposicién, evolucién arm6nica de la primera matriz cultural. La primera pregunta tiene demasiadas respuestas, tanto asf que se ha transformado en un lu- gar comiin su reflexién y conclusiones. La segunda es mas interesante. El tema debiera subtitularse bajo el paragrafo, “presencia y explotacién”, para continuar con el lenguaje empleado en la obra que comentamos. {Porqué, nos preguntamos, no fue posible que el “modo de la presencia” acompaiiara el proceso de modernizacién de Chile, o de América Lati- na?. Sin duda que una modernizaci6n no traumatica en nuestra: dades deberia haber sido acompafiada porun permanente” ‘resituamiento” cultural. La cultura de la presencia se deberfa haber transformado en un eje del desarrollo de nuestros paises. Sin embargo no fue a: La hacienda como estructura no se traslad6 positivamente a las activida- des urbanas, no disefié el conjunto de las relaciones laborales. Hubo intentos. Hay algunos casos de fabricas e instituciones que se desarro- Haron en Chile de acuerdo “al modo de la presencia”. Los patronos es blecieron relaciones directas, experimentales con los obreros. Se cons- truy6 un conjunto de beneficios comunitarios para los trabajadores, que muchas veces se expresaron en poblaciones ligadas a las fabricas, bene- ficios de diversa naturaleza que recordando el método de trabajo hacendal lo trasladaron a la ciudad o a las minas. Se realizan varios estudios historiograficos en estos momentos en torno a reconstituir esta olvidada pagina de la historia social de Chile. Pero, en concreto, este modelo no fue dominante. La clave y explicacién de esta situacién es la explotacién. La hacienda esta relacionada directamente a la experiencia de la explotacién. Alli se vivid también, junto con la experiencia de la presencia del vinculo pa- tronal, el “desgarro de la pobreza”. Este es, sin duda, el tema central a discutir en la historiografia chilena. Los autores embisten con una hip6- tesis clara: “la hipdtesis de que nuestra historia no se encuentra sellada por la experiencia del dominio ni por la experiencia civilizatoria de la 10 thidem, p. ll. José Bengoa 22 institucionalidad hispé ino por la formacién de un vinculo social de caracter pre-reflexivo que nace de ta experiencia del encuentro”. Esto, que es casi Morandé, pone el acento en un aspecto de la historia y Neva a concluir que: “la hacienda no es portadora de ninguna dialéctica de la dominacion’'!. Sobre una aparente constatacién historica se esconde una ilegitima conclusi6n. La verdad es la no existencia de “revolucién campesina” en Chile. Esto no seria valido para América Latina, en general, donde en muchos pai- ses hubo “revuelta campesina” al estilo clasico europeo. Pero la no exis- tencia de alzamientos de los siervos no justifica negar la existencia de “ninguna dialéctica de dominacién”. La hacienda en su interior impedia que se produjera, siquiera cl inicio del proceso dialéctico, Este quedaba confinado al mundo privado del campesino. Las multiples expresiones de rebeldfa privada Ilenan las pa ginas de la historia popular. No es demasiado diferente a lo que ocurre en la Inglaterra de Robin Hood 0 en otras latitudes. Los cantos, picar- dias, y pequefias subversiones privadas son reflejos de que existieron “formas elementales de la dialéctica de la dominacién”. Asi, el recuerdo que hemos escuchado de la historia oral, de amanecer las rejas de la hacienda, que tenian forma de lanzas, clavadas con las galletas campesi- nas, los panes que entregaba la hacienda, en expresi6n silenciosa y clan- destina de protesta. Los relatos de tirar los porotos agorgojados de la racién de comida en medio del patio de servicio durante la noche. Los lanzamientos de los inquilinos discolos que nos relatan las historias. Todos esos son elementos hist6ricos que desdicen esta hipotesis no conflictiva del pasado presencial rural chileno. El conflicto, lo hemos desarrollado en otros trabajos, en el mundo “mar- cado por la presencia” se desplaza, se disloca, cambia de lugar y de actores!2. La hacienda no era una institucién que terminaba en sus fron- teras ffsicas, en los deslindes de la propiedad patronal. La hacienda fue una institucién que tenia gente adentro y gente afuera. Los de afuera eran los pequefios propietarios, los afuerinos, el pueblo en general que no estaba sometido al servicio permanente. Allf la concepcidn del rico, del “futre” 0 “jutre”, del “pulpo”, del “chupa sangre”, se incuba a través de una experiencia generacional. La expresi6n fue la huida. La huida del campo. Los miles y miles de campesinos que se arrancaban a California, a la construccién de ferrocatriles, a las minas y luego a las ciudades. Alli, en la nueva localidad desplegaron plenamente la conciencia social reprimida y sometida al mundo privado. Si no hubiesen existido esos “principios elementales de la dialéctica de la dominacién”, es impensable que en pocos aiios, esto es, de manera mediata, se hubiese desarrollado una conciencia social, de cardcter anarco socialista y atea en el Norte del pais. Se trata de los mineros 11 thidem, pp. 45 y 65. 12 Historia social de la agricultura chilena, volumen L, Ediciones Sur, Santiago, 1987. 23 Modernizacion, comunidad y politica salitreros. Todos ellos, habiendo abandonado el campo en forma recien- te, se resituaron de una manera increfblemente rapida en el seno de una conciencia social que les permitié levantar una de Jas mas fuertes cultu- ras no hacendales del pafs: la cultura obrera. La fabula campesina del mundo al revés, se produjo en forma explicita e historica, en un medio en que el desarraigo del campo se habfa transformado en libertad. No es por casualidad, podfamos agregar, que ese mundo de ex-campesi- nos, transformados en obreros, decide relacionarse con Dios a su mane- ra, fuera de los marcos de la Iglesia, ligada en su conciencia con la ha- cienda que han dejado en el Sur. Se encuentran sineréticamente con las tradiciones aymaras, nortinas, pampinas y se juntan a bailar a la Virgen, en la Tirana, Andacollo, y tantas otras celebraciones. Renuncian a la Iglesia, a la catolicidad hacendal y buscan su relacién personalisima con el Ser Superior. Las virgenes y sus cultos no vienen de la sintesis barro- ca como equivocadamente se ha scfialado, apoyandose en la realidad mexicana muy alejada de Ia nuestra, sino en el ateismo antihacendal de los ex-campesinos. La religién del sometimiento se transforma en la religion de los hombres libres. El curaca, jefe de bi ique 0 como se lo denomine no tendra que rendirle cuentas a nadie. Solo a la sefiora, “nuestra madre”. La segunda ausencia es la ya sefalada. Si no hubiese existido el princi- pio de la contradiccién, habria sido posible establecer en Chile un mo- delo urbano industrial heredero de la hacienda y donde la presencialidad fuese el eje del vinculo. Un modelo, por ejemplo, al estilo del japon Los japoneses readaptaron de manera espontanea su vinculo feudal de relacionamiento al conjunto de la actividad econémica moderna. La modernidad se levanté sobre su fundamento premoderno sin destruirlo. Allé posiblemente el principio de la dominacién, no lo sé, no se habia expandido. En Chile. en cambio, los intentos fracasaron. La ficha sala- tio, como ha explicado Segall en un trabajo monografico, pagada en las haciendas, se traslado a las salitreras!3. En el campo era una expresién de paternalismo, e incluso podria haber sido observada como una “for~ ma de presencia”, patronos y trabajadores comfan de la misma olla co- mitin. En las minas. en cambio, se transform6 en una expresion de explo- tacion. Se despleg6, sobre la misma institucién, la conciencia de la dominaci6n. Uno de los asuntos mas ignominiosos que recuerda la tradici6n obrera era que la actividad asalariada no era monetaria. Se quiso mantener la tradicién campesina pre-monetaria provocando la irrupcién de la con- ciencia social. ico central. Cémo interpretar la rela- Sin duda es un asunto historiog: nen el mundo premoderno de nuestro n entre presencia y domina . Hay dos aspectos contradictorios que la explican. Por un lado, la n para fas scinacién que ejerce el concepto mismo de moderniza 13 “Biogratia social de la ficha salario", Mapocho, vol. 5, Santiago, 1964. José Bengoa 24 grandes masas, el que es visto como liberacién. Y por otro lado, el re- cuerdo nostalgico que también ejerce ese mundo dominado por la segu- ridad de la presencia entremezclada de los sefiores y los siervos. Segtin el modo de conceptualizar la experiencia de la presencialidad en la so- ciedad chilena, se comprenderé la cultura y la accién cultural. Como puede verse, no estamos de acuerdo con los autores en sus conclusiones pero sf en su preocupaci6n central. La afioranza de la hacienda no tiene sentido. Lo mismo podemos decir, en estos dias, de la reconstrucci6n de la catolicidad como ethos cultural prerreflexivo, comtinmente aceptado. La presencia irreflexiva culturalmente aceptada, como eje fundante de la sociedad, s6lo es pos ble en los limites del autoritarismo. No puede reconstruirse el vinculo prerreflexivo si no es a costa de la libertad de los sujetos. Nada mas lejano a lo que hoy dia anhela la sociedad chilena. Es absolutamente cierto que ante la ausencia de “acci6n cultural” se imponen las tendencias restauradoras. El diario E] Mercurio, todos los domingos publica numerosisimos articulos en la linea restauradora. Casi es la tinica expresi6n cultural de cierto nivel, existente en el pais. No pareciera escucharse otras voces. No se dejan escuchar, quiza, otras vo- ces. El mercado, la monetarizacién, el sistema, los medios de comunicacién, no fundan nada. Tapan el conflicto. Mas atin; es muy posible que de una manera un tanto ezquizoide se esté levantando una ideologia restauradora en medio del consumismo liberal. El mundo de la libertad comenzaria en las compras de los grandes moles, y terminaria en los nuevos Parques del Recuerdo, ambos simbolos indiscutidos de la modernidad entendida como mercado. La libertad de consumir presidiendo la vida y la muerte. Sin afectar la cultura, que es determinada autoritariamente por poseedo- res de la verdad. Tradicionalismo cultural con modernizacién de los objetos de consumo. En este contexto la politica sin duda perder creciente sentido. Se aleja- rd cada dia més de la conciencia de las personas. No ser percibido como un sistema de procesamiento de las posibilidades de cambio. a sera percibido como el campo de procesamiento de la restaura ma de dominacion, un sistema de opresi6n cultural. La participacion politica en este contexto no tiene sentido. Perdén. Tie- ne solo un sentido: enriquecerse, en fin, manejar personas, manipular situaciones y aprovecharse de ellas. El interés personal como motiva- ci6n de participacién pol la corrupcién como caldo de cultivo, cultura generalizada de la funcién publica. La sociedad chilena esté en una situacién de extrema y silenciosa defini- cién. Extrema porque se abren caminos divergentes. Silenciosa, porque este tema es ignorado, ocultado, no discutido. Se ha imposibilitado la critica. Hay dreas en que la opinion plural es cada dia es mas dificil de expresar. El sentido comtin nacional, manipulado por los medios de co- Modernizacién, comunidad y politica n, se hace cada vez mas restaurador. No hay modernidad si no se despliega totalmente el espiritu de la liber- tad. Alli reside el centro de lo moderno. El resto son objetos. Nada dife- rencia esencialmente “la paloma mensajera del multicarrier”. Son dos medios de comunicacién, igualmente validos. Se diferencian solo en su s lento, El otro rapido. No es eso lo que caracteriza al mundo moderno. La maquinaria y la gran industria no fue diferente a Ja manufactura medieval por la cantidad de fierros involucrados. Fue dife- rente por que las relaciones sociales que alli se constituyeron fueron radicalmente distintas. Porque los hombres, los seres humanos, relacionados con esos objetos fueron diferentes. Unos, estaban apegados a un sistema de normas pres- critas. Los otros, fueron arrojados a la libertad de, a lo menos, morirse de hambre, de arrancarse del pats y jar a América, de no trabajar, de ir a la huelga, de no creer en el Dios de sus padres, de renegar de su comu- nidad y tratar de construir en forma voluntarista la sociedad. La libertad de los modernos, es el centro de la modernidad. Es lo que hace que un nifio de hoy nazca y muera en un mundo diferente al de las haciendas de hace un siglo. No lo diferencia el qué come 0 el qué com- pra, 0 incluso lo qué produce. Lo define el qué es. Lo define el c6mo y con quién se relaciona. Lo define la sociabilidad. Y esa esencia es ta experiencia de libertad, de construccién de la vida social a partir de la voluntad colectiva, en definitiva, la accién politica. Es la experiencia de construccién de fa cultura a partir de la creatividad, de la ruptura, de la irreverencia, de la capacidad para romper fronteras, esto es. a partir del despliegue de la subjetividad. La refundaci6én de la politica pasa por la nocién de historicidad. La historicidad es un atributo central a una sociedad de personas, de volun- tades, de acuerdos racionales entre ellas. Una vez que las sociedades, como la chilena, practicamente eliminaron la comunidad prerreflexiva de su horizonte, transformaron en mercado las relaciones, pueden vol- ver ahora consciente y voluntariamente a la comunidad. La vuelta a la religion, a la espiritualidad, a la vida familiar, a la comu~ nidad local, a la regién como centro de la identidad cultural, es solo posible como parte del despliegue del espiritu de la libertad. De lo con- trario se funda en un principio reaccionario premoderno, en la norma prescrita, en la autoridad no cuestionada, en la servidumbre cultural. CEs posible esta vuelta racional a la comunidad?. Sin duda alli reside el centro del debate. Si ello es posible, la politica se transforma en el espa- cio de creatividad cultural. Allf se ubica el territorio de la libertad, la capacidad de que las personas en forma responsable y reflexiva vayan adquiriendo nuevos espacios de autorrealizacién. La actividad politiéa asi entendida es la institucionalizaci6n de la tolerancia, el ejercicio coti- diano de los derechos de cada cual, a pensar, ser y Crear. José Bengoa 26 El mundo moderno vive el reencuentro de sociedad y comunidad. La sociedad, como el espacio donde se despliega el espiritu de la libertad a través de la voluntad colectiva de construir un lugar para todos. La co- munidad, en cambio, como el espacio de afectividad voluntaria y cons- cientemente adoptado en el que se despliega el espiritu de la creativi- dad. El espacio de la sociedad abre las transacciones al infinito, la co- munidad les da sentido. La sociedad se organiza de acuerdo con las nor- mas del mercado, tiende a la expansién, a la universalidad, se realiza en la transaccién, en el valor de cambio, La comunidad tiende a la normatividad, a la btisqueda de la identidad, a lo particular, a encontrar el sentido de las cosas se sittia en la reciprocidad. No podemos vivir en la plaza del mercado. En la competencia infinita. Se pierden los sentidos, los afectos, el vinculo estrecho que humaniza. Pero condenados por vida a vivir bajo la norma estricta y prescrita de la co- munidad perderfamos nuestra preciada libertad. En ese juego complejo se ubica la politica, la cosa piiblica, combinacién de universalidad y sentido.

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