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EL DISCERNIMIENTO EN LA BIBLIA

En la Renovación Carismática, el carisma del Discernimiento, es el


don más importante para todo líder, servidor o pastor de una
comunidad.

Para ser líderes no nos capacitan las Palabras de Conocimiento o


Sabiduría, o el don de hacer Milagros; tampoco el Don de Lenguas o
de Curaciones.

El Carisma más imprescindible, que hace que un dirigente se


constituya en servidor de su grupo, es el Don de saber Discernir el
Plan de Dios, su Voluntad. Es también el Don que nos capacita para
saber utilizar bien todos los restantes Dones.

Cuando brilla por su ausencia este Carisma, todos los demás pueden
constituir más un peligro que una bendición para la edificación de la
comunidad cristiana.

Un río con mucho caudal, si no es canalizado adecuadamente, puede


destruir nuestros jardines, huertas y campos. El río es un tesoro para
la agricultura. Las aguas de su cauce son una bendición, pero
¡cuántos ríos desbordados han traído destrucción y ruina! Cuando se
aprovecha el caudal de un río puede convertirse en fuente de energía
para iluminar toda una ciudad, para cultivar parques y huertas, e
incluso, como espectáculo, en las fuentes. San Pablo era consciente
de este riesgo cuando escribía a los carismáticos de Corinto: "El Señor
nos dio poder para edificación, no para ruina" (2 Corintios 10,8).

DISCERNIMIENTO EN LA BIBLIA

La Biblia emplea dos expresiones para significar el discernimiento.


Ellas encierran dos sentidos diferentes.

* Dokimazo:
Significa someter a prueba, examinar, estimar. La imagen subyacente
es la del hombre que sopesa un objeto para verificar su valor, como el
cambista que examina una moneda, intentando saber si es verdadera
o falsa. El discernimiento, en este sentido, es poner a prueba y
verificar los frutos de una acción; es la verificación de su referencia a
Dios y a la comunidad.

* Diakrino:
Quiere decir separar, decidir, elegir. Esta expresión significa el arte de
juzgar, de distinguir, de hacer elecciones. Esta es la raíz de la palabra
que San Pablo emplea, cuando habla explícitamente de
discernimiento de espíritus: “Diacrisis pneumaton” 1 Corintios 12,10.

Las dos palabras griegas son intercambiables. En la frase que Jesús


dirige a los fariseos: "Hipócritas, vosotros sabéis interpretar (o
discernir) los signos de los tiempos", Mateo 16,3, emplea el verbo
"diakrino", y Lucas 12,56 "Dokimazo".

Discernir es, en cierto sentido, interpretar. Sin embargo, las Escrituras,


cuando hablan de interpretación de Lenguas o de la Palabra de Dios,
emplean el verbo "Hermeneuo", de donde procede hermenéutica.

SIGNIFICADOS MÁS IMPORTANTES DEL DISCERNIMIENTO

Observamos que destacan dos ideas claves en torno al discernimiento

* Es una Luz de Dios:


Un elemento importante para el discernimiento es la luz interior, la
iluminación súbita de la inteligencia. En el discernimiento natural u
ordinario se va haciendo la luz progresivamente, como en un suave
amanecer.
En cambio, en el discernimiento como don sobrenatural, como
carisma, se trata de una luz súbita, de una iluminación que proviene
del Espíritu Santo, como regalo suyo. Equivale a un conocimiento
infuso, como contraposición al conocimiento adquirido. Es algo que no
ha pasado por los sentidos, sino que ha sido infundido directamente
por el Espíritu Santo en la inteligencia humana. Así ocurrió en San
Pablo, cuando cayeron de sus ojos unas como escamas, que le
permitieron descubrir la Voluntad de Dios sobre su vida futura (Hechos
9,3 y 18).

* Es un instinto sobrenatural por el que se percibe intuitivamente lo


que sucede. No se regala para provecho del que discierne sino de la
comunidad. Equivale a un olfato divino para rastrear el Plan de Dios,
sobre una persona o una comunidad. María de Nazaret tuvo este
olfato sobrenatural, cuando el ángel vino a anunciarle el Proyecto de
Dios. (Lucas 1,26-38).

EL DISCERNIMIENTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Encierran sus páginas diversos pasajes donde resplandece el


Discernimiento como Don del Espíritu Santo, pero quizás ninguna
escena como la del Rey Salomón. Este Rey ha de juzgar al pueblo del
Señor y la tarea sobrepasa sus fuerzas, por eso acude, en la oración,
a la fuente de toda sabiduría. "En Gabón el Señor se apareció en
sueños a Salomón y le dijo: Pídeme lo que quieras. Respondió
Salomón... da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo,
para discernir el mal del bien..." (1° Reyes, 3,4-13). Ante esta súplica,
el Señor le concedió ampliamente el Don de Discernimiento e incluso
le dio lo que le pedía: riqueza y fama.

El Discernimiento aparece aquí como una inteligencia práctica,


aplicada a la acción, y en particular a la justicia. Es muy importante
decirle al Señor que nos ayude a ver, a escuchar e interpretar, a fin de
que también nosotros sepamos discernir el bien que aparece
mezclado con el mal. Es bueno expresarle al Señor: Soy tu servidor,
ayúdame a dirigir la partecita del universo que me has confiado: la
familia; o la porción de tu Iglesia que es este grupo, movimiento o
parroquia... Esta responsabilidad que he aceptado.

Se ha escrito que la plegaria de Salomón pidiendo la sabiduría del


discernimiento, equivale, y está a la altura, de la Secuencia de
Pentecostés, pidiendo Espíritu Santo (Sabiduría 9,1-18). La amplitud
con que el Señor regaló este Don a Salomón ha quedado manifiesta y
demostrada en la escena del "Juicio de las dos madres" (1° Reyes 3,
16-28).

EL DISCERNIMIENTO EN JESÚS DE NAZARET

Los Evangelios no hablan directa y explícitamente del discernimiento


cristiano. Sin embargo, la realidad e importancia de este Don, aparece
en muchas de sus páginas. Sin el Discernimiento no se puede
comprender la vida y obra de Jesús de Nazaret. Jesús, en cuanto
Dios, no necesitaba de este Don, lógicamente; pero en cuanto
hombre, crecía no sólo en edad sino en sabiduría también. Su afán
constante fue realizar la Voluntad del Abbá del cielo. Por eso, el
tentador le quiere confundir en el desierto y ha de actuar con
discernimiento.

Jesús nos dio la clave del Discernimiento, cuando nos dijo: "Guardaos
de los falsos profetas. Por sus frutos los conoceréis" (Mt. 7,15-18).

Pero, ¿cuáles son esos frutos que nos permiten identificar la acción
del Espíritu Santo o del maligno? . Normalmente son de dos clases:
exteriores e interiores.

* Señales externas:
1) La conformidad con lo revelado en las Sagradas Escrituras.
2) Estar de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia en materia de fe y
moral.
3) Congruencia y coherencia con el deber de estado.

* Señales interiores:
Todos los que han reflexionado, a lo largo de los siglos, sobre el
discernimiento espiritual, han comentado el famoso texto de San
Pablo a los Gálatas (5,22-24). El Apóstol enumera los frutos o signos
por los cuales se disciernen la acción del Espíritu Santo, a saber:
Amor, Alegría, Paz, Generosidad, Comprensión, Fidelidad, Bondad,
Mansedumbre, Dominio de sí.
Un poco antes (Gal. 5, 19-21), refiriéndose a la carne, nos dice cuáles
son los frutos del maligno: "Fornicación, impureza, desenfreno,
idolatría, magia, odios, discordias, celos, arrebatos, disputas,
disensiones, cismas, sentimientos de envidia, orgías, comilonas y
cosas semejantes".

En realidad, el Espíritu Santo obra en conformidad con lo que Él es:


Amor, Unidad, Santidad, Verdad, Vida, Paz... Engendra todo eso.

EL DISCERNIMIENTO EN PEDRO Y PABLO

Pedro:
Un hombre sin discernimiento. Son muy frecuentes las ocasiones en
que Pedro actúa sin este don.
En Cesarea de Filipo se le encendía y se le apagaba esta luz. Con
este carisma fue capaz de confesar: "Tú eres el Hijo de Dios Vivo"
(Mateo 16, 16). Sin él, dijo: "¡Lejos de Ti, Señor, el padecer y morir!"
(Mateo 16,22). Por eso, mereció de Jesús el calificativo más duro que
aparece en los Evangelios: "¡Quítate de mi vista, Satanás!" (Mateo
16,23).

Cuando respondía con discernimiento era genial, cuando se guiaba


por su razón era un pobre hombre. Igual le ocurrió en la última Cena
con el lavatorio de los pies (Juan 13,6-10) y con su actuación violenta,
al cortar una oreja al siervo del Sumo Sacerdote, en Getsemaní
(Lucas 22, 49-51). Pedro sin discernimiento es un estorbo, no sabe lo
que dice ni lo que hace. Es nuestra imagen, cuando actuamos
guiándonos sólo por nuestra razón, al intentar conocer la Voluntad de
Dios.

Pablo:
Un hombre con discernimiento en plena actividad.

Continuamente San Pablo debe probar, sopesar, apreciar, discernir,


reconocer, rechazar... Lo primero que trata de discernir es su propio
ministerio: ¿a qué región o ciudad debe llevar el Evangelio?
Constantemente le llegan problemas de las comunidades fundadas
por él y que debe buscar soluciones: rivalidades, malas conductas, la
circuncisión, falsificaciones del Evangelio, desórdenes en la
Eucaristía, exuberancia de carismas... No puede atender a todos y
necesita "hombres probados": Timoteo, Silvano. No ignora que
Satanás se disfraza de ángel de luz (2 Corintios 2,11; 11,14).

La aportación de Pablo al Discernimiento Cristiano han sido siete


grandes textos que nunca se podrán olvidar:

1°) 1ª Tesalonicenses 5,19-21


2°) 1ª Corintios 6, 12 y 12,10.
3°) Filipenses. 1,9-11.
4º) Romanos 12,2.
5°) Efesios 5,8-10.
6°) Gálatas 5,22.
7°) Colosenses 3,9-17.

Los siete signos de la presencia del Discernimiento para Pablo son:


 Crecer en la fe.
 Crecer en la libertad interior.
 Aumento de la Esperanza.
 La Caridad (es el criterio supremo).
 La Paz.
 La Alegría.
 La Koinonía (unidad).

Pablo tuvo la triste experiencia de una comunidad, la de Corintio


que tenía todos los carismas, excepto el de Discernimiento, y
crecieron entre ellos todos los problemas y dificultades. Tuvo que
visitarles varias veces. Les escribió tres cartas, aunque una se
perdió desgraciadamente. Pero hubiesen necesitado una carta
diaria, al no tener dirigentes con discernimiento.

Las dos grandes premisas, para que el Espíritu siga hoy dándonos
la "Luz de Dios" y "El Olfato Divino", según las Escrituras, son la
oración y la humildad.
Como realizar el Discernimiento
.

Introducción.

Estamos viendo los carismas del Espíritu: La alabanza, lenguas,


conocimiento, sabiduría, profecía y fe. Mi pregunta: ¿Estaría bueno o es
necesario que estos carismas tengan discernimiento?

Las ideas claras nos ayudan a comprender las cosas y a profundizar y


crecer en ellas. En un mundo tan complejo como el nuestro el
discernimiento es imprescindible. Una idea clara sobre ella nos evitará
obscuridades en el desarrollo de nuestras ref1exiones. El discernimiento
se aplica tanto al mundo de lo material y visible como al mundo de lo
espiritual e invisible.

Si comprendemos la dificultad que hay en el discernimiento de las cosas


materiales, las dudas que tenemos antes de tomar una decisión, es lógico
que haya mayor dificultad al discernir sobre temas espirituales. Como a
nosotros nos interesa, en estos momentos, el discernimiento de espíritus,
es ahí en donde debemos tener la mayor preocupación de conocerlo y
para practicarlo con eficacia; en ello nos viene el mayor bien para nuestra
alma y también para ayudar a los demás. Es un carisma de la mayor
importancia; diría más: es un carisma imprescindible si nos sentimos
cristianos evangelizadores ¡Qué útil es para toda persona que quiere vivir
según el Espíritu y para aquel que quiere servir a los demás en el orden
espiritual!

Vamos, pues a estudiar ahora con detención el carisma del discernimiento.


Pero antes hay que conocer qué es el discernimiento y la diversidad de
discernimientos que hay. El tema es muy delicado pero por suerte, para
todo ello disponemos de muchos textos muy calificados y que nos van a
ayudar. Cito, por ejemplo, el libro de Monseñor De la Rosa,
“Discernimiento de espíritus” que se vende en nuestra Renovación
Carismática y que aconsejo tenerlo y estudiarlo.

Dentro de la complexidad del tema, intentaremos presentarlo de la manera


más sencilla y fácil de entender y recordar. Será como un pequeño
resumen de lo que ya está escrito.

3.- Discernimiento.

Discernir, según el diccionario, es” distinguir una cosa de otra”.


Discernimiento, será, pues, “el acto de la mente por la cual nosotros
conocemos la diferencia que hay entre varias cosas”. Como ya hemos
dicho, el mundo de hoy es muy complejo y hay que estar continuamente
discerniendo entre tantas cosas y hechos que se nos presentan. El
discernimiento se aplica de la misma manera al mundo de lo material y
visible como al mundo de lo espiritual e invisible.

A nosotros nos interesa, en este momento, a esta segunda manera, que


tal vez sea la más difícil. El hombre estuvo creado para ver directamente
a Dios y para tener claras las cosas. El pecado desvirtuó este proceso y
se encuentra entre dos fuerzas contrarias: la del espíritu de Dios que
desea llevarlo a la felicidad y la del espíritu del mal, enemigo de Dios que
trata apartarlo del verdadero camino. “El discernimiento de espíritus es un
conocimiento íntimo que nos hace distinguir y diferenciar si las
inspiraciones o impulsos que experimentamos provienen del espíritu de
Dios o del espíritu malo”.

A estos espíritus hay que añadir el espíritu humano, es decir, nuestro yo,
que viciado por el pecado, se alía fácilmente con el espíritu del mal.

“Los frutos desordenados del hombre son la búsqueda de honras y


glorias, el afán de riquezas y poder y el apetito de placeres y
comodidades. Si nos detenemos a reflexionar sobre las tres ansias,
veremos que ellas encierran y resumen muchas cosas. Son ellas un ¡no!
categórico al espíritu de Evangelio. Un ¡no! al espíritu de servicio, de
pobreza y desprendimiento; un ¡no! a la cruz y su mensaje. Cuando una
predicación, por ejemplo, está movida por un deseo de ser honrado y
alabado, en lugar de dejarse mover por Dios para ser un instrumento en
manos suyas en servicio de los demás, no dejará paz esa predicación ni
en el predicador ni en los oyentes. Todos quedarán vacíos, aunque sean
verdades muy bíblicas las que se anuncien. Detrás de ellas no se movía
el espíritu bueno de Dios, sino el espíritu malo y desordenado, que en este
caso, era del hombre”. (Mons. De La Rosa)

El discernimiento tendrá que esforzarse para averiguar bien toda moción


o impulso que sienta el hombre, porque el mal se reviste de ángel de luz;
el demonio no se nos presenta tal cual es; siempre viene con engaño
porque es el padre de la mentira.

Son, pues, tres campos sobre los que trabaja el discernimiento de


espíritus: el espíritu de Dios, el espíritu del mal y el espíritu humano.

4.- Caminos de discernimiento.

Tenemos dos caminos para el discernimiento de espíritus: uno es


adquirido y el otro es infuso. Tenemos el arte de discernir, el cual se
aprende, y el carisma de discernimiento, que es regalo del Espíritu.
a) El arte de discernir es la capacidad de percibir, conocer a través de la
propia experiencia o ajena lo que viene de un espíritu o de otro. Es una
habilidad especial para examinar los principios y los efectos de los diversos
movimientos del alma, contrastándolo con las reglas que el Espíritu Santo
nos da en la Palabra de Dios y en la tradición cristiana.

b) El carisma de discernimiento es una gracia extraordinaria y gratuita que


Dios da a una persona, como un instinto sobrenatural, para conocer, en
forma inmediata y segura, de qué espíritu vienen los pensamientos o
movimientos que tiene una persona o grupo.
En el carisma de discernimiento destacan dos ideas claves:

“Es una Luz de Dios. Una iluminación súbita de la inteligencia. En el


discernimiento natural u ordinario se va haciendo la luz progresivamente,
como en un suave amanecer. En cambio, en el discernimiento como don
sobrenatural, como carisma, se trata de una luz súbita, de una iluminación
que proviene del Espíritu Santo, como regalo suyo. Equivale a un
conocimiento infuso, como contraposición al conocimiento adquirido. Es
algo que no ha pasado por los sentidos, sino que ha sido infundido
directamente por el Espíritu Santo en la inteligencia humana”.

“Es un instinto sobrenatural por el que se percibe intuitivamente lo que


sucede. No se regala para provecho del que discierne sino de la
comunidad. Equivale a un olfato divino para rastrear el Plan de Dios, sobre
una persona o una comunidad. María de Nazaret tuvo este olfato
sobrenatural, cuando el ángel vino a anunciarle el Proyecto de Dios. (Lc.
1,26-38)”. (P. David Gascón)

El camino normal del discernimiento de espíritus es el del arte de


discernir. El camino del carisma viene cuando, agotado el del arte, no
tenemos salida a una situación; el Señor viene en nuestra ayuda y nos
regala una claridad en el tema. Con todo, hay que saber que actuando con
el arte de discernir nos podemos equivocar; con el carismático, es muy
seguro y si realmente viene del Espíritu, es infalible.

5.- El arte de discernimiento.

¿Nos damos cuenta de la importancia que tiene para no errar en los


caminos del Señor el poseer el arte de discernimiento? Como arte, todos
sabemos que se puede adquirir y si se trata del arte de discernimiento
debemos tener muy en cuenta que se debe adquirir para tomar cualquier
decisión. “El aprendizaje del arte de discernir es un camino a
realizar. ¡Dichosos aquellos que están dispuestos a realizarlo! ¡Qué
distinta será su vida y qué bien podrán orientar a los demás! Yo no me
atrevería a poner a nadie a dirigir un grupo o cualquier labor social si no
está iniciado en el discernimiento y si no está dispuesto a seguirlo
aprendiendo con humildad, perseverancia y con ayuda de otros”.
(Monseñor De La Rosa)

Es lo que voy a desarrollar a continuación, presentando los principales


medios que hay que aprender y adquirir.

a) La oración. Hemos recalcado siempre en la necesidad de la oración en la


vida normal de todo cristiano. Pero cuando se trata de estar atentos a la
voz del Señor, lo estamos repitiendo, ella es imprescindible. Debe haber
una oración de intimidad con el Señor, de oración permanente en medio
del trabajo, de oración contemplativa. Las cosas del espíritu de Dios las
capta mejor una persona espiritual, una persona que vive cerca de Dios y
en unión con Dios. Una persona espiritual, por el contrario, le repele todo
aquello que no viene del Espíritu de Dios y está muy sensibilizada por
aquello que no vive.
Imagen: Una mancha en un vestido blanco, se ve de inmediato; en un
vestido opaco u obscuro, las manchas pasan desapercibidas.

b) La Experiencia. Tanto la nuestra como en los demás. Toda persona


espiritual siente toda la lucha interior para mantenerse unida al Señor; y
esa lucha le va dando experiencia de sus propios impulsos y de donde
vienen por los resultados. Es el “combate espiritual, del que nos habla S.
Pablo (Efesios 6, 10-18) que no es contra la carne y la sangre, sino contra
los espíritus del mal”. La observación continua de lo que está pasando en
nuestro interior es la primera escuela práctica de discernimiento. Y si
además, vamos observando lo que pasa en los demás mientras ejercemos
el ministerio, tendremos una verdadera fuente de conocimientos.

“Enriquece mucho la experiencia el discernimiento comunitario. Me


atrevería a afirmar que no crece en el arte del discernimiento, más aún
todavía, quien no somete su experiencia a las orientaciones del magisterio
de la Iglesia, de un buen director espiritual o, al menos, de su comunidad”.
(Monseñor De La Rosa)

c) El estudio y la formación. “La ignorancia no es luz, sino oscuridad y


tinieblas”, nos dice Monseñor De la Rosa. Y cuantas veces no nos damos
cuenta de ello y no le damos importancia; nos cuesta comprar libros sobre
la materia, asistir a retiros, cursos para la debida formación. Necesitamos
adquirir conocimientos de la Biblia, de la doctrina de la fe y de la moral
cristiana, de los caminos de la vida espiritual, estudiando a los maestros
que la tradición cristiana nos presenta y que han vivido estos mismos
caminos. Ciertas expresiones, como “Jesús no es el Mesías” o “Dios quiere
que mate”, etc. de inmediato discerniremos que no son de Dios, son puras
herejías, porque van contra la doctrina de la Iglesia. Para discernir esto no
es necesario el arte o el carisma de discernimiento. Simplemente es
necesario tener conocimientos de la verdadera doctrina. En realidad, por
aquí debe comenzar la formación del discernimiento: adquiriendo la
ciencia debida, superando las ignorancias.

d) La pureza de conciencia. “Dichosos los limpios de corazón, porque ellos


verán a Dios” (Mateo 5, 8). Un corazón puro ve las cosas de Dios; un
corazón humilde atrae la intervención de Dios. Por el contrario, un corazón
turbio y manchado, dominado por las pasiones, por el orgullo, la soberbia
difícilmente verá las cosas de Dios. Con unas gafas sucias, no podemos
caminar ni ver con nitidez los objetos. Es mala consejera de la intercesión
la autosuficiencia que impide consultar a otros; el juicio simplemente
humano; la precipitación en la emisión de los juicios.

e) El gusto espiritual. Un obispo griego Diadoco de Foticé, en el siglo IV,


nos dice: “El discernimiento de espíritu se adquiere por el gusto espiritual”.
Gusto espiritual que nos viene desde un corazón en paz, de una vida
desprendida de inútiles preocupaciones, de una buena salud espiritual; es
por donde nuestro espíritu tiene una sensibilidad para las cosas de Dios
que hace discernir lo bueno de lo malo. De la misma manera que, cuando
estamos sanos, por el sentido corporal del gusto discernimos
perfectamente sobre las buenas comidas y sobre las malas. Estando
enfermos, toda comida nos parece desabrida y sin gusto.

6.- Reglas de discernimiento.

Hemos visto cómo se aprende el arte de discernir. Veamos ahora unas


reglas que nos dan pautas para el discernimiento. Son criterios para
detectar si las inspiraciones vienen o no del Espíritu Santo.

La gran regla de discernimiento nos la da Jesús: Por los frutos se conoce


el árbol. “Todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos
malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo producir
frutos buenos” (Mateo 7, 16-20)

S. Pablo, en la carta a los Gálatas (6, 16-26), nos señala los frutos del
Espíritu de Dios y los del espíritu del mal.

Frutos del espíritu de Dios. “Los frutos del Espíritu son: amor, alegría,
paz, generosidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia. Si
vivimos por el Espíritu, dejémonos conducir por el Espíritu. No busquemos
la vanagloria, provocándonos mutuamente y teniendo envidia unos a
otros”. (22-23)

Frutos del espíritu del mal. “Lujuria, impureza, desenfreno, idolatría,


supersticiones, enemistades, disputas, celos, iras, litigios, divisiones,
partidismos, envidias, homicidios, borracheras, comilonas y cosas
semejantes a éstas” (19-21)
Frutos del espíritu humano. Los frutos desordenados del hombre son la
búsqueda de honras y gloria, el afán de riqueza y poder, y el apetito de
placeres y comodidades. De suyo son tres valores útiles en la existencia
humana, pero cuando son desmedidos y sin control pueden terminar en
idolatrías.

No vamos a detenernos en cada uno de esos frutos pues ya los


conocemos. Pero sí debemos tener claro que cuando se nos presente en
nuestro ministerio cualquiera de esos frutos nosotros podremos saber si
vienen de uno o de otro espíritu. No es que debamos tener la certeza sobre
ello, porque se nos pueden presentar en forma de ángeles de luz. No son
recetas de laboratorio que debidamente elaboradas dan resultados
seguros y ciertos. A veces habrá que verificar una con otra. Así, una
alegría falsa será descubierta al no dejar la paz; a la paz falsa le faltará el
amor, la humildad.

Debemos tener siempre presente, también, las reglas de discernimiento


que nos dan S. Ignacio de Loyola y Sta. Teresa de Jesús.

Pero la falta de seguridad en nuestro discernimiento no debe inquietarnos;


toda decisión humana corre el riesgo de inseguridad. Si nosotros ponemos
nuestra parte, el Señor vendrá en nuestra ayuda para que realicemos su
voluntad.

Sepamos entender, que “en la medida que vayamos creciendo en la vida


del espíritu, se irá desarrollando en nosotros una como intuición hacia la
acción de Dios en el hombre, que nos facilitará cada vez más y más el
verdadero discernimiento de espíritus”.

El discernimiento no solo se da entre una cosa buena y otra mala; puede


darse entre cosas buenas o que pueden ser verdaderas, para escoger
aquella que Dios quiere en ese momento.

7.- Necesidad del discernimiento.

No puedo terminar sin hacer resaltar la necesidad enorme que tenemos


de estar preparados en el discernimiento. Pablo tuvo la triste experiencia
de una comunidad, la de Corintio que tenía todos los carismas, excepto el
de Discernimiento, y crecieron entre ellos todos los problemas y
dificultades. Tuvo que visitarles varias veces. Les escribió tres cartas,
aunque una se perdió desgraciadamente. Pero hubiesen necesitado una
carta diaria, al no tener dirigentes con discernimiento.
“Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus
vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo. (Juan
4, 1-6)

“No extingáis el Espíritu; no despreciéis la profecías; examinadlo todo y


quedaos con lo bueno. Absteneos de todo género de mal”.
(Tesalonicenses 5, 19-21)

Un ejemplo a seguir: Pablo. Es un hombre con discernimiento en plena


actividad.

“Continuamente S. Pablo debe probar, sopesar, apreciar, discernir,


reconocer, rechazar... Lo primero que trata de discernir es su propio
ministerio: ¿a qué región o ciudad debe llevar el Evangelio?
Constantemente le llegan problemas de las comunidades fundadas por él
y que debe buscar soluciones: rivalidades, malas conductas, la
circuncisión, falsificaciones del Evangelio, desórdenes en la Eucaristía,
exuberancia de carismas... No puede atender a todos y necesita "hombres
probados": Timoteo, Silvano. No ignora que Satanás se disfraza de ángel
de luz (2a Cor. 2,11; 11,14). La aportación de Pablo al Discernimiento
Cristiano han sido, a través de sus cartas, grandes textos que nunca se
podrán olvidar”.

Nosotros necesitamos estar discerniendo continuamente ante tantos


falsos profetas que se nos presentan cada día; ante tantas situaciones no
cristianas que se nos ofrecen, etc.

8.- A modo de resumen.

a) Dada nuestra condición de pecadores y la complejidad del mundo y de


todo lo que nos rodea, es necesario el discernimiento en nuestra vida. Es
uno de los dones más necesarios en nuestra Renovación para evitar
desvíos o enfoques torcidos.

b) Siempre tendremos que determinar cual es el origen de las cosas que nos
suceden, de los impulsos tanto exteriores como interiores: ¿Serán de
Dios? ¿Serán de nuestra naturaleza? ¿Serán del espíritu del mal?

c) Este discernimiento lo tendremos que hacer sobre cosas que nos suceden
a nosotros o a un hermano: discernimiento personal. Sobre
acontecimientos que afecten al grupo, a la comunidad: discernimiento
comunitario. Si afectan a parte de la Iglesia o a toda la Iglesia:
discernimiento eclesial.

d) Para actuar con discernimiento nos tendremos que preparar, formarnos en


el arte de discernimiento y cuando ese discernimiento no alcance, el Señor
vendrá en nuestra ayuda y nos dará el carisma de discernimiento que es
para momentos puntuales.

e) Usar las reglas de discernimiento; la principal: Por los frutos se conoce el


árbol. Sería bueno estudiar las 22 reglas que S. Ignacio de Loyola da en
sus Ejercicios espirituales, para entrenarse en el arte del discernimiento.
Igualmente estudiar las reglas que da Santa Teresa de Jesús, la otra gran
maestra de discernimiento.

f) Una vez hayamos dado un discernimiento someterlo a discernimiento.


Debe manifestar sumisión a la Palabra de Dios; sumisión a la comunidad
y a la Iglesia; sumisión a los acontecimientos; estar en paz.

g) Resumiendo: Las dos grandes premisas, para que el Espíritu siga hoy
dándonos la "Luz de Dios" y "El Olfato Divino", según las Escrituras, son
la oración y la humildad”.

9.- Conclusión.
Concluyo, pues, con unas palabras de Mons. De La Rosa:

“El discernimiento es un arte o carisma indispensable en la vida del


cristiano. Sobre todo si ese cristiano está al frente de un grupo y es su
servidor, porque muchos dependen de él. San Pablo nos recuerda que "el
hombre espiritual lo juzga todo" es decir "lo discierne todo" (1 Cor. 2: 15).
Una misma frase bíblica que de suyo es buena y verdadera, puede ser
dicha por el espíritu de Dios, puede ser empleada por el maligno y puede
ser utilizada por el hombre para sus propios fines. Los versículos 11 y 12
del Salmo 91 fueron dichos por Dios a través del Rey-Profeta, David y
fueron empleados por Satanás para tentar al mismo Cristo (Mateo 4: 5-6).
Es necesario discernir, discernirlo todo y siempre. Discernir los carismas
para ver si son auténticos o no, discernir nuestra labor social o liberadora,
discernir los sueños, visiones o revelaciones, discernir nuestra propia
oración y predicación, discernir lo ordinario y lo extraordinario. Todo eso
es bueno y puede venir de Dios y del hombre rectamente ordenado”.

Desafío:
¿Deseas que el Espíritu trabaje en ti en bien propio y de tantos hermanos
que te necesitan? Prepárate.

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