You are on page 1of 95

Traducción de

W enc eslao R oces

Las ciencias
de la cultura
por ERNST CASSIRER

BIBLIOTECA DE LA UNIVERSITAT DE BARCELONA

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


México - Buenos Aires
Primera edición en alemán, 1942
Primera edición en español, 1951
Segunda edición en español, 1955 I
Tercera edición en español, 1965
EL OBJETO DE LAS CIENCIAS CULTURALES

1
Dice Platón que el asombro es la emoción genuina-
mente filosófica y que debemos ver en ella la raíz de
todo filosofar. Si en efecto es así, cabrá preguntarse
cuáles fueron los objetos que primero suscitaron el
asombro del hombre, enderezándolo hacia la senda
de la reflexión filosófica. ¿Fueron objetos de tipo
“ físico” o de tipo “ espiritual” , fue el orden de la na­
turaleza o fueron las propias creaciones del hombre
las que, ante todo, llamaron su atención?
La hipótesis más natural sería suponer que lo pri­
mero en emerger del caos fue el mundo de los astros.
En casi todas las grandes religiones cultas nos en­
contramos con el fenómeno de la adoración de los
astros. Pudo muy bien haber sido en este terreno
donde el hombre empezó a emanciparse del sombrío
conjuro de la superstición, para elevarse a una visión
más libre y más amplia en cuanto a la totalidad del
ser. Fue pasando así, a segundo plano, la pasión sub­
jetiva entregada al empeño de subyugar la naturaleza
mediante la acción de fuerzas mágicas, para ceder el
paso a la visión de un orden objetivo universal. En
el curso de los astros, en la sucesión del día y la no­
che y en la ordenada repetición de las estaciones del
año, descubrió el hombre el primer gran ejemplo de
El título original de esta obra es
un acaecer uniforme. Este acaecer hallábase infini­
Z u t Logik der Kulturwissenschaften
tamente por encima de su propia esfera y sustraído a
Derechos reservados conforme a la ley
todo el poder de sus deseos y de su voluntad. No
Copyright by Fondo de Cultura Económica llevaba adherido nada de aquel carácter caprichoso e
Av. de la Universidad 975. México 12, D. T incalculable que caracteriza no sólo a las acciones
humanas usuales, sino también a la acción de las
Impreso y hecho en México fuerzas demoníacas “ primitivas” . Existe una acción
Printed and made in México 7
8 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL OBJETO 9
y, por ende, una “ realidad” ,* encuadradas dentro de signos que simbolizan el orden del universo y el de
límites fijos y sujetas a leyes determinadas e inmu­ la justicia. Marduk, el vencedor, traza el curso de los
tables: he aquí la visión que empezó a despuntar. astros, introduce los signos del zodíaco, implanta la
Pero pronto hubo de entrelazarse este sentimiento sucesión de los días, los meses y los años. Y, al mis­
con otro. Más próximo al hombre que el orden de la mo tiempo, señala a la acción humana los límites que
naturaleza se halla el orden que descubre en su pro­ no pueden ser impunemente rebasados. Es él “ quien
pio mundo. Tampoco en éste reina, ni mucho menos, mira al interior del hombre, quien traza las normas
el caos y la arbitrariedad. El individuo se siente, ya a que ningún malhechor puede escapar, quien hace
desde sus primeras reacciones, gobernado y limitado plegarse al rebelde y asegura el triunfo de la jus­
por algo que se halla por encima de él, que no está ticia” .1
en sus manos dirigir. Nos referimos al poder de las Y este portento del orden moral va seguido de
costumbres, que le ata y le guía. Este poder vigila otras maravillas, no menos grandes y misteriosas.
todos y cada uno de sus pasos, no deja a sus actos el Cuanto el hombre crea y sale de sus manos lo rodea
más pequeño margen de libertad de acción. Gobierna todavía como un misterio inexcrutable. Cuando con­
y rige no sólo sus actos, sino también sus sentimien­ templa sus propias obras, está muy lejos todavía de
tos y sus ideas, su fe y su imaginación. La costumbre considerarse a sí mismo como su creador. Estas obras
es la atmósfera invariable en la que el hombre vive suyas están muy por encima de él; aparecen situadas
y existe; no puede sustraerse a ella, como no puede en un plano muy superior a lo que parece asequi­
sustraerse al aire que respira. ble, no ya al individuo, sino incluso a la especie.
Nada tiene de extraño que, en el pensamiento de Cuando el hombre les atribuye un origen, éste no
este hombre, la concepción del universo físico no puede ser otro que un origen mítico. Es un dios
pueda tampoco separarse de la del mundo moral. For­ quien las ha creado y un salvador quien las ha traído
man ambos una unidad y tienen un origen común. del cielo a la tierra, enseñando al hombre a servir­
Todas las grandes religiones se han acogido a este se de ellas.
motivo, en su cosmogonía y en su doctrina moral. Estos mitos culturales cruzan la mitología de to­
dos los tiempos y todos los pueblos.2 Lo creado por
Todas coinciden en asignar a la divinidad el doble
papel y la doble misión de fundadora del orden astro­
1 Este problema lo desarrollamos en nuestra obra Philoso-
nómico y de creadora del orden moral, arrancando phie der symbolischen Formen, t. II, pp. 142 ss. [La A n­
ambos mundos a la acción de las potencias del caos. tropología filosófica (M éxico: F. C. E., 1945) puede con­
La epopeya de Gildamés, los libros de los Vedas, la siderarse, én cierto sentido, como un resumen de esa obra
monumental, así que algunas reformas que Cassirer hace a su
cosmogonía de los egipcios, todas ellas reflejan, en obra fundamental podrían solventarse con el resumen. El
este punto, idéntica concepción. En el mito cosmogó­ Fondo de Cultura Económica ha publicado de Cassirer, ade­
nico babilónico vemos a Marduk librando la batalla más de la indicada, las siguientes obras: Filosofía de la Ilus­
tración (2® ed.) ; El M ito del Estado; Kant: vida y doctrina;
contra el informe caos, contra el monstruo Tiamat. El problema del conocim iento: de la muerte de H egel a nuestros
Después de vencerle, el héroe instaura los eternos días. Sobre todo en esta última obra, en las secciones dedica­
das a la teología y a la historia, podrá el lector ampliar
* [En alemán tenemos fFirken — el actuar— y W'irklichkeit algunos desarrollos de Cassirer.]
—realidad— con la misma raíz.] 2 Cfr. los materiales expuestos en el libro de Kurt Breysig,
10 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL OBJETO 11
la pericia técnica del hombre a lo largo de los siglos que, dando un paso más, se pone a cavilar un proce­
y los milenios no son precisamente hechos realizados dimiento propio y sustantivo, a desarrollar un mé­
por él, obra suya, sino dones e inspiraciones de lo todo” para poder contestarlas.
alto. Esta progenie supraterrenal aparece detrás de Este paso lo da por primera vez el hombre en la
cada herramienta. Algunos pueblos primitivos, por filosofía griega, y a ello se debe precisamente el gran
ejemplo los eweos del sur del Togo, siguen todavía viraje espiritual que esta filosofía representa. En­
hoy ofrendando sacrificios, en las fiestas anuales de tonces es cuando se descubre la nueva fuerza que
la recolección, a una serie de instrumentos de tra­ puede conducir a una ciencia de la naturaleza y a
bajo, como el hacha, la garlopa o la sierra.® Y es una ciencia de la cultura humana. La vaga plura­
natural que el hombre considere todavía más distantes lidad de intentos míticos de explicación, que venía
de él que estas herramientas materiales los instru­ proyectándose ora sobre unos fenómenos, ora sobre
mentos espirituales de que él mismo se rodea. Tam­ otros, cede su lugar a la idea de una unidad total del
bién ellos pasan por ser obra de una fuerza infinita­ ser, a la que necesariamente tiene que corresponder
mente superior al hombre. Empezando por el lenguaje una unidad también total de sus fundamentos. Uni­
y la escritura, condiciones primordiales de todo co­ dad asequible tan sólo al pensamiento puro.
mercio humano y de toda humana comunidad. El Las abigarradas y multiformes creaciones de la
dios de cuyas manos brotó la escritura ocupa siem­ fantasía forjadora de mitos son sometidas ahora a
pre un lugar especial y privilegiado en la jerarquía la crítica del pensamiento, que mina su terreno y
de las fuerzas divinas. Thoth, dios de la luna, es al mata sus raíces. Y esta función crítica va seguida in­
mismo tiempo, en la mitología egipcia, el “ escribano mediatamente, como es obligado, de una nueva fun­
de los dioses” y el juez de los cielos. Es él quien ción positiva. El pensamiento, impulsado por su pro­
hace saber a los dioses y a los hombres lo que les pia virtud y movido por su propia responsabilidad, no
conviene hacer, como depositario que es de la medida tiene más remedio que reconstruir lo que ha destrui­
de las cosas.4 El lenguaje y la escritura pasan por do. Los sistemas filosóficos de los presocráticos nos
ser el origen de la medida, por prestarse mejor que revelan con qué admirable consecuencia es abordada
nada para retener lo fugaz y lo mudable, sustrayén­ y desenvuelta, paso a paso, esta misión. Con la teo­
dolo a la acción del acaso y de la arbitrariedad. ría platónica de las ideas y la metafísica de Aristó­
Percibimos, dentro todavía del círculo mágico del teles, el problema abordado encuentra una solución
mito y la religión, el sentimiento de que la cultura llamada a orientar y gobernar el pensamiento del
humana no constituye algo dado y obvio, sino una es­ hombre por espacio de muchos siglos.
pecie de prodigio que necesita de explicación. Pero Jamás habría sido posible una síntesis tan gran­
este sentimiento mueve al hombre a una reflexión diosa de no haber ido precedida por una formidable
más honda cuando no sólo siente la necesidad y el labor de detalle. Contribuyeron a ella muchas ten­
derecho de plantearse esta clase de cuestiones, sino dencias a primera vista diametralmente opuestas; por
otra parte, esta labor sigue caminos muy dispares en
Die Entstehung des Gottesgedankens und der Heilbringer, cuanto al modo de plantear el problema y en cuanto
Berlín, 1905.
3 Cfr. Spieth, Die Religión der Eweer in Süd-Togo, p. 8. a la manera de resolverlo. No obstante, si nos fija­
4 Cfr. Moret, Mystéres Egypti.ens, París, 1913, pp. 132 ss. mos en su punto de partida y en su meta, podemos, en
12 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL OBJETO 13
cierto modo, resumir toda esta gigantesca labor de miento, no se limita ya a expresar sus propias “ opi­
pensamiento de iui concepto fundamental, descubierto niones” , sino que capta un algo universal y divino. Lo
por la filosofía griega y desarrollado y modelado por que los griegos llamaban la Í5íq qpóvqot^, la con­
ella desde todos los puntos de vista. Nos referimos al cepción “ privativa” del hombre, cede el puesto a una
concepto del logos, que tiene, en la trayectoria del ley cósmica. Es así como el hombre escapa, con
pensamiento griego, la importancia central que aca­ Heráclito, al mundo mítico de los sueños y al mundo
bamos de señalar.5 limitado de las percepciones de sus sentidos. No es
Esta significación que asignamos al concepto del otro, en efecto, el verdadero sentido que tiene la vigi­
logos, y la riqueza futura que está llamado a adqui- lia y el estar despierto: la posesión de un mundo
rir, se perciben ya claramente en la primera versión común a todos los individuos, al contrario de lo que
que de él nos da la filosofía de Heráclito. A primera ocurre en los sueños, en que cada cual vive en su
vista, la doctrina heraclitiana parece mantenerse to­ mundo propio, encerrado y confinado en él.
davía por entero dentro de los marcos de la filosofía Todo el pensamiento occidental veíase, así, en­
jónica de la naturaleza. Heráclito sigue considerando frentado a una nueva misión, encauzado en una di­
el universo como una suma de materiales que se trans­ rección de la que ya en adelante no podría apartarse.
forman mutuamente las unas en las otras. Pero, en Después de ¡tasar este pensamiento por la escuela de
realidad, esto sólo es, para él, la superficie de la rea­ la filosofía griega, todo el conocimiento de la reali­
lidad, por debajo de la cual trata de descubrir otra dad hubo de someterse, de un modo o de otro, al con­
cepto fundamental del “ logos” y, por ende, a la
más profunda, no captada hasta ahora por el pensa­
“ lógica” , en el más amplio sentido de la palabra. Y
miento. Tampoco los pensadores jonios se contenta­
la cosa no cambió tampoco al verse desplazada de
ban con el mero conocimiento del “ qué” , sino que
nuevo la filosofía del lugar predominante que venía
trataban de indagar el “ cóm o” y el “ porqué” de las
ocupando, es decir, cuando “ lo universal y lo divino”
cosas. Pero, al llegar a Heráclito, esta pregunta cobra
empezó a buscarse en otro campo, inasequible a ella.
un sentido nuevo y mucho más agudo. Y, al plan­
El cristianismo combate el intelectualismo de la filo­
tearla de este modo, el pensador de Éfeso tiene la
sofía griega; mas no poí ello puede ni quiere retornar
clara conciencia de que no puede ser contestada ya
al simple irracionalismo. El concepto del “ logos” se
por la percepción, dentro de cuyos límites han ve­
halla también profundamente enraizado en el pensa­
nido moviéndose hasta aquí las especulaciones en tor­
miento cristiano.
no a la filosofía de la naturaleza. La respuesta bus­
La historia de la dogmática cristiana nos revela
cada sólo puede dárnosla el pensamiento, único capaz
la lucha tenaz que los motivos fundamentales de la
de liberar al hombre de las limitaciones de su indivi­
religión cristiana de la redención hubieron de librar
dualidad. El hombre, llevado de la mano del pensa-
contra el espíritu de la filosofía griega. Es una lucha
en la que, contemplada desde el punto de vista de la
_5 Esta concepción la hemos desarrollado en nuestra expo­
sición de filosofía griega antigua, incluida en el Lehrbuch der historia del espíritu, no hay vencedores ni vencidos;
Philosophie de Dessoir, Berlín, 1925, t. I, pp. 7-135. Cfr. tam­ pero tampoco podemos afirmar que llegaron a con-
bién nuestro estudio titulado Logos, D ike, Kosmos in der ciliarse nunca en ella, en una verdadera conciliación
Entwicklung der griechischen Philosophie, en Góteborgs
Hogskolas Arsskrift, XLIII, 1941, 6. interior, los antagonismos existentes. Jamás preva-
EL OBJETO 15
14 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
lecerá el intento de quienes se empeñan en reducir a de la que el hombre sólo puede beneficiarse mediante
un denominador común el concepto del logos mante­ un acto de gracia directo, mediante la illumimtio di­
nido por la filosofía griega y el expuesto en el vina, se encarga, al mismo tiempo de marcar al
Evangelio de San Juan. El tipo de mediación entre hombre el contenido y el alcance del saber. En es e
lo individual y lo universal, entre lo finito y lo infi­ sentido, la frase de fides qmerens intellectum se con-
nito, entre el hombre y la divinidad difiere sustan­ vierte en compendio y en divisa de toda la filoso ia
cialmente en uno y otro caso. cristiana de la Edad Media. Podría pensarse que los
El concepto griego del ser y el concepto griego de sistemas de la alta escolástica, principalmente el de
la verdad pueden ser comparados, según el ^símil Santo Tomás de Aquino, realizan la síntesis buscada
de Parménides, a una ‘"esfera bien redondeada que y restauran la armonía perdida. La “ naturaleza y la
descansa firmemente sobre su centro. Son, el uno y el “ gracia” , la “ razón” y la “ revelación” ya no se con­
otro, conceptos perfectos y perfectamente acotados en tradicen entre sí, sino que la una apunta a la otra y
sí mismos; entre ellos existe, además, no ya armonía, conduce a ella. Parece como si el cosmos de la cul­
sino verdadera identidad. tura volviese a formar una unidad armónica y girase
El dualismo de la concepción cristiana del mun- ahora en torno a un centro religioso firme.
do da al traste con esta identidad. Todos k s esfuer­ Sin embargo, este edificio artificiosamente cons­
zos de la ciencia y del pensamiento puro serán inca­ truido de la escolástica, en el que se equilibran y
paces, de aquí en adelante, para tapar la brecha que sostienen mutuamente la fe cristiana y el saber filosó­
se abre a través del ser. Es cierto que tampoco la fico de los antiguos, se derrumba ante los embates
filosofía cristiana desalienta esa tendencia a la uni­ del nuevo ideal de conocimiento que determina y
dad que va implícita en el concepto mismo de toda modela como ningún otro el carácter de la ciencia m o­
filosofía. Pero no por ello logra superar el conflicto derna. La ciencia natural matemática retorna al ideal
existente entre los dos polos opuestos, por mucho que antiguo del saber. Keplero y Galileo se apoyan di­
intente conciliarios dentro de su órbita propia y con rectamente en ideas fundamentales de Pitágoras, De-
los recursos de su pensamiento. Estos intentos dan mócrito y Platón. Lo que ocurre es que, en sus
vida a todos los grandes sistemas de la filosofía esco­ investigaciones, estas ideas cobran, al mismo tiempo,
lástica. Ninguno de ellos osa poner en duda el con­ un sentido nuevo. Los nuevos pensadores aciertan a
flicto existente entre la razón y la revelación, entre la tender entre lo inteligible y lo sensible, entre el xoopog
ciencia y la fe, entre el regnum naturae y el regnum vomóq y el xóouo? óqcitoc, el puente que no habían
gratiae. La razón, la filosofía, no puede construir sabido tender la ciencia y la filosofía de la antigüe-
con sus solas fuerzas ninguna imagen del universo; dad. Parece como si ahora cayese ante la ciencia
las luces de que es capaz no le vienen de ella misma, matemática la última barrera que aún se alzaba^ entre
sino de un resplandor distinto y más alto. Puede, sin el “ mundo sensible” y el “ mundo inteligible . La
embargo, alcanzar la meta que le está asignada, a con­ materia como tal aparece penetrada por la armonía
dición de que clave la mirada en aquella fuente de de los números y dominada por las leyes de la geo-
luz, a condición de que se deje guiar y gobernar por metría. Desaparecen ante este nuevo orden universal
la fe, en vez de oponer a ella una fuerza indepen­ todas aquellas contradicciones que habían llegado a
diente y sustantiva. Y la fuerza primigenia de la fe, enquistarse en la física aristotélico-escolástica. No
EL OBJETO 17
16 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
nados límites. Parece, a la postre, como si la meta
existe ya ningún conflicto entre un mundo “ inferior” que este método se traza no fuere asequible al cono­
y un mundo “ superior” , entre el mundo de arriba y cimiento de la realidad como un todo, sino solo a
el de “ abajo” . El universo es uno solo, por cuanto determinadas partes de él. El mundo de los cuerpos
que es y sólo puede ser uno el conocimiento d elu n i­ se halla sometido, sin limitación alguna, al imperio
verso, y una también la matemática universal. T esta del pensamiento matemático. No queda en el ningún
idea fundamental de la investigación moderna encuen­ residuo no comprendido; no quedan aquí, cualida­
tra su título absoluto de legitimidad filosófica en el des” oscuras sustantivas e irreductibles a los concep­
concepto cartesiano de la mathesis universalis. El tos puros de magnitud y número. Todo esto se ve
cosmos de la matemática universal, el cosmos del or­ eliminado y cancelado: la identidad de la materia
den y la medida envuelve y agota ahora todo el cono­ con su extensión pura asegura la identidad de la
cimiento. Este mundo lleva en sí su propia autonomía, filosofía de la naturaleza y de la matemática.
no necesita apoyarse en nada, ni puede reconocer Pero al lado de la sustancia extensa aparece la
otro punto de apoyo que el que en sí mismo encuentra. sustancia pensante, y ambas tienen que derivarse ne­
A partir de ahora es cuando la razón abarca, con sus cesariamente de un origen común, del ser divino. El
ideas claras y distintas, la totalidad del ser y cuando hilo conductor del método cartesiano falla en cuanto
puede manejar y dominar esta totalidad valiéndose Descartes aborda el problema de descubrir y mostrar
de sus propias fuerzas. este estrato primigenio de la realidad. A l llegar aquí,
No es menester detenerse a demostrar que este el pensamiento de Descartes no discurre ya por el
pensamiento fundamental del racionalismo filosófico cauce de los conceptos de su matemática universal,
clásico, además de contribuir a fecundar y ampliar sino por el de los conceptos de la ontología medieval.
la ciencia, le infunde un contenido totalmente nuevo La prueba por él buscada sólo puede conducirle a
y le traza una nueva meta. La prueba continua la un resultado a costa de dar por supuesta la validez
tenemos en la trayectoria que va de los sistemas filo­ de estos conceptos, partiendo del ser “ objetivo de
sóficos de Descartes a los de Malebranche y Spinoza, las ideas, para deducir de él la realidad formal
v de Spinoza a Leibniz. A la luz de ellos, podemos de las cosas.
ver directamente cómo el nuevo ideal de la matemá­ Los sucesores de Descartes se esfuerzan, cada vez
tica universal va imponiéndose progresivamente en con mayor energía y con mayor éxito, por eliminar
nuevos y nuevos campos del conocimiento de la esta contradicción inherente al sistema de su maestro.
realidad. . j Tratan de hacer extensivo a la substantia cogitaos y
El sistema metafísico que sale definitivamente de a la sustancia divina, del mismo modo y con la mis­
manos de Descartes no se ajusta a su concepción ori­ ma fuerza de convicción, lo establecido por Descartes
ginaria de un método único y universal del saber, por con respecto a la substancia extensa • Por este camino
cuanto que el pensamiento, a medida que se desarro­ se ve conducido Spinoza a su equiparación de Dios y
lla tropieza en última instancia con determinadas la naturaleza; por esta misma senda llega Leibniz al
diferencias radicales del ser, que tiene que aceptar y esbozo de su “ característica universal” . Ambos están
reconocer sencillamente como lo que son. El dualis­ convencidos de que sólo de este modo es posible apor­
mo de las sustancias levanta una barrera ante el tar la prueba completa de la verdad del panlogismo y
monismo del método cartesiano y le opone determi­
18 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL OBJETO 19
del panmatematicismo. Los trazos de la imagen mo­ hacia la geometría, de la que toma sus objetivos y
derna del universo se destacan ahora con toda nitidez sus métodos.
y claridad, en contraste con la imagen del universo Con esto parecía haberse cerrado ya el ciclo: el
preconizada por la filosofía antigua y universal. El anillo del pensamiento matemático abarca por igual
“ espíritu” y la “ realidad” no sólo se han conciliado el mundo espiritual y el mundo físico, el ser de la na­
entre sí, sino que se condicionan mutuamente. No turaleza y el ser de la historia. Pero, al llegar a este
existe entre ellos una relación de influencias o corres­ punto, apunta la primera duda decisiva. ¿Acaso la
pondencia puramente externa. Trátase de algo más historia admite la misma sujeción a los principios
que de aquella adaequatio intellectus et rei preconi­ matemáticos que la física o la astronomía ? ¿ Podemos
zada como pauta del saber tanto por la teoría antigua ver también en ella uno de tantos campos particulares
como por la teoría escolástica del conocimiento. Trá­ de mathesis universalis?
tase de una “ armonía preestablecida” , de la identidad El primer pensador que se plantea en toda su ni­
última entre el pensar y el ser, entre lo ideal y lo tidez este problema es Giambattista Vico. El ver­
real. dadero mérito de la “ filosofía de la historia” de Vico
La primera restricción que esta imagen panmate- no reside precisamente en lo que intrínsecamente nos
mática del universo hubo de exerimentar se refiere enseña en cuanto al proceso histórico y al ritmo de
a un orden de problemas que apenas si existía aún, sus sucesivas fases. En su sistema, la división de la
como tal, para la naciente filosofía moderna, o que, historia de la humanidad en épocas y el intento de
por lo menos, sólo se entreveía entonces en sus trazos descubrir en ellas un determinado orden, el tránsito
más vagos. Fue la segunda mitad del siglo xvm la de la era “ divina” a la era “ heroica” y de ésta a la
que trazó, en este punto, una nueva gran divisoria, a “ humana” , aparecen plagados todavía de rasgos pura­
medida que fue conociendo en su propia peculiaridad mente f antásticos. Lo que sí ve claramente Giambat­
este orden de problemas a que nos referimos, hasta tista Vico, manteniéndolo con toda energía frente a
acabar colocándolo en el centro mismo de la medi­ Descartes, es la peculiaridad metodológica, el valor
tación filosófica del hombre. propio del conocimiento histórico en cuanto al mé­
El racionalismo clásico no se había contentado todo. Y no vacila en poner este valor por encima del
con la conquista de la naturaleza, sino que había que­ de la ciencia puramente matemática, viendo en él la
rido erigir también un “ sistema natural de las cien­ verdadera realización de aquella sapientia humana
cias del espíritu” , sistema armónico y cerrado. Era cuyo concepto proclamara como ideal Descartes, en
ya hora de que el espíritu humano dejase de ser un las primeras tesis de sus Regulae ad directionem in-
“ estado dentro del estado” ; era necesario llegar a genii. Según Vico, la verdadera meta de nuestro
conocerlo partiendo de los mismos principios y so­ saber no es el conocimiento de la naturaleza, sino
metiéndolo a las mismas leyes por que se regía la el autoconocimiento humano. La filosofía que, en
naturaleza. El moderno derecho natural, fundado por vez de contentarse con esto, postule un saber divino
Hugo Grocio, se remite a la analogía completa que, o absoluto transgredirá sus propias fronteras, para
desde su punto de vista, existe entre la ciencia jurí­ dejarse llevar por peligrosos desvarios. La suprema
dica y la ciencia matemática; y Spinoza, por su regla del conocimiento es, para Vico, el principio
parte, crea una nueva forma de la ética orientada según el cual ningún ser conoce y penetra verdadera­
20 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL OBJETO 21

mente sino aquello que él mismo crea. El campo de matemática como el del conocimiento empírico de
nuestro saber no se extiende nunca más allá de los la naturaleza. Las obras de la cultura humana son las
confines de nuestra propia creación. El hombre sólo únicas que reúnen en sí las dos condiciones sobre
comprende en cuanto crea, condición que en rigor que descansa el conocimiento perfecto: no sólo po­
de verdad sólo puede cumplirse en el mundo del es­ seen un ser conceptual y pensado, sino un ser abso­
pirita, nunca en el de la naturaleza. La naturaleza es lutamente determinado, individual e histórico. La
obra de Dios, razón por la cual sólo la naturaleza estructura interna de este ser es accesible al espíritu
divina, que la ha creado, puede llegar a comprenderla humano, se halla abierta a él, puesto que él mismo
por entero. Lo que el hombre puede llegar a com­ la ha creado. El mito, el lenguaje, la religión, la
prender de verdad no es la esencia de las cosas, que poesía: he aquí los objetos verdaderamente adecua­
su espíritu nunca estará en condiciones de agotar por dos al conocimiento humano. Sobre ellos, primor­
completo, sino solamente la estructura y el carácter dialmente, proyecta la mirada Vico, dentro del sistema
peculiar de sus propias obras. A esta circunstancia de su “ lógica” . Con este pensador, la lógica se atreve,
debe también la matemática lo que esta ciencia posee por vez primera, a romper el círculo del conocimiento
de evidencia y de certeza. La matemática no recae, objetivo, el círculo de la matemática y de la ciencia
en efecto, sobre los objetos de la realidad física que de la naturaleza, para erigirse en lógica de la cien­
trata de copiar, sino simplemente sobre los objetos cia de la cultura, en la lógica del lenguaje, de la
ideales creados libremente por el pensamiento. Claro poesía, de la historia.
está que este su valor peculiar le traza, al mismo La Scienza nuova de Vico ostenta con pleno de­
tiempo, el límite más allá del cual no puede ir. Los recho su nombre. Trae al mundo, en verdad, algo
objetos de que trata la matemática no poseen otro ser nuevo, siquiera la novedad no consista tanto en las
que aquel ser abstracto que el espíritu humano les soluciones que la obra ofrece como en los problemas
presta. que en ella se plantean. No le fue dado a Vico, cier­
Tal es, por tanto, la inevitable alternativa ante la tamente, sacar a la luz todo el tesoro de estos proble­
que se ve colocado nuestro conocimiento. Puede ver­ mas. Es Herder quien proyecta el resplandor de la
sar sobre lo “ real” , pero, en este caso, jamás alcan­ conciencia filosófica sobre lo que en Vico aparece
zará a captar por entero su objetivo, sino solamente a todavía envuelto en la penumbra semimítica. Tam­
describirlo de un modo empírico y a retazos, con poco Herder es un pensador sistemático riguroso. Sus
arreglo a sus signos y características sueltos. Puede relaciones con Kant revelan cuán poco se orienta este
también remontarse a una visión completa, a una autor hacia una “ crítica del conocimiento” en el
idea adecuada, en que se dibujen la naturaleza y la verdadero sentido de la palabra. Lo que él quiere
esencia del objeto de que se trata; pero, si lo hace, no no es precisamente analizar, sino contemplar. Da de
acertará a salirse nunca de la órbita de sus propios lado, como vacuo, a todo saber que no presenta con­
conceptos. El objeto, en este caso, sólo poseerá para tornos perfectamente determinados y concretos, que
él la estructura que el conocimiento le atribuya por no se halla saturado de contenido intuitivo. Y , sin
virtud de su arbitraria definición. embargo, la importancia de la obra de Herder no
La única salida que, según Vico, ofrece este di­ reside solamente en su contenido, en los nuevos pun­
lema consiste en rebasar tanto el campo de la ciencia tos de vista y las nuevas ideas que aporta en el campo
EL OBJETO 23
22 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
Sin embargo, este anhelo rusoniano de remon­
de la filosofía del lenguaje, de la teoría del arte, de
tarse a lo “ primitivo” y a lo originario va pasando a
la filosofía de la historia. En ella podemos estu­
segundo plano, en Herder, a medida que éste avanza
diar, al mismo tiempo, la aparición y la irrupción
por su camino. Bajo la forma definitiva con que
definitiva de una nueva forma de conocimiento, for­
llega a nosotros, en las Ideas, su filosofía de la his­
ma que, ciertamente, no es posible desglosar de la
toria y de la cultura, la meta de la totalidad no
materia a que va adherida, sino que sólo se trasluce
aparece ya a nuestra espalda, sino delante de nos­
en la manera libre de moldear esta materia y en su
otros. Se desplaza, con ello, todo el acento de su
modo espiritual de dominarla y de penetrar en ella.
teoría. La gradual diferenciación de las fuerzas espi­
Así como V ico se había manifestado en contra del
rituales no se considera ya, pura y simplemente, como
panmatematicismo cartesiano y del mecanicismo de su
una deserción de la primitiva unidad, como una es­
concepción de la naturaleza, así también se declara
pecie de pecado original del conocimiento, sino que
Herder contrario al sistema doctrinal de W olff y a
cobra, ahora, un sentido y un valor positivos. La
la cultura intelectual abstracta de la época de la Ilus­
verdadera unidad es la que presupone la separación
tración. Combate el dogmatismo tiránico de esta cul­
y se restaura a base de ella. Todo acaecer espiritual
tura, que hace triunfar la “ razón” a costa de esclavi­
concreto, toda “ historia” ' auténtica no es otra cosa
zar y sacrificar todas las demás fuerzas anímicas y que la imagen de este proceso constantemente reno­
espirituales que viven en el hombre. Declara la gue­ vado de “ sístole” y “ diástole” , de separación y
rra a esta tiranía en nombre de aquella máxima fun­
damental que por primera vez le inculcara su maestro reunión.
Es solamente a partir del momento en que Herder
Hamann. Lo que el hombre está llamado a realizar
se remonta a esta concepción universal cuando cobran
tiene que ser obra de la conexión y la unidad íntegra
verdadera sustantividad y autonomía, para él los dis­
de todas sus fuerzas; lo aislado es siempre desdeñable.
tintos factores de lo espiritual. Ninguno de ellos
En los comienzos de su filosofía, Herder contem­
aparece ahora simplemente subordinado al otro, sino
pla todavía esta unidad a la luz de un destino his­
que cada cual entra como factor del mismo rango en
tórico, situado en los umbrales mismos de la historia la totalidad y en su estructura. Tampoco en un sen­
humana. Es, para él, como un paraíso perdido, del
tido puramente histórico existe ni puede existir, en
que la humanidad va alejándose más y más a medi­ términos absolutos, un “ primero” y un “ segundo ,
da que se interna por los caminos de la tan decantada
un “ antes” y un “ después” . La historia, considerada
civilización. Sólo la poesía, bajo su forma más anti­
como hecho espiritual, no es, en modo alguno, una
gua y originaria, guarda aún y nos transmite un re­
simple sucesión de acaecimientos que se relevan y
cuerdo de aquel paraíso. De aquí que Herder la desplazan unos a otros en el tiempo. Es, en medio de
considere como “ la verdadera lengua materna del gé­
los cambios y a través de ellos, algo eternamente pre­
nero humano” , lo mismo que antes de él hicieran Vico sente, un ópoñ Jtav. Su “ sentido” no reside nunca en
y Hamann. Con ayuda de ella trata aquél de repre­
uno Solo de sus momentos y reside, sin embargo, to­
sentarse y de revivir la unidad primigenia que en
tal e íntegramente, en todos ellos.
los orígenes de la historia humana fundía en una au­
De este modo cambia y se eleva a un plano supe­
téntica totalidad, en un todo indistinto, el lenguaje y rior el problema histórico de los “ orígenes” , que
el mito, la historia y la poesía.
24 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL OBJETO 25
tan importante papel desempeñara en las primeras problema el que va desplazando ahora, gradualmente,
investigaciones de Herder, sobre todo en el laureado aquel ideal de la panmatemática, de la mathesis uni-
estudio sobre los orígenes del lenguaje. No es que se versalis, que desde Descartes presidiera y dominara
abandone el punto de vista histórico; pero nues­ todo el panorama del pensamiento filosófico. El
tro pensador se da'cuenta de que, para que el ho­ cosmos matemático y físico-astronómico no- es el úni­
rizonte histórico se despeje, para poder atalayarlo co en que cobra cuerpo la idea del cosmos, la idea
en toda su amplitud y libertad, es necesario que el de un orden completo. Esta idea no se circunscribe
problema histórico se combine siempre con un pro­ a las leyes que rigen los fenómenos naturales, al mun­
blema sistemático. De aquí que no se postule, ahora, do de la “ materia” . Nos encontramos con ella donde­
una simple historia evolutiva, sino una “ fenomenolo­ quiera que en lo múltiple y lo diverso se, manifiesta
gía del espíritu” . Herder no concibe esta fenome­ una determinada ley a la que se ajusta la unidad
nología tal y cómo la concibe Hegel. N o existe para estructural de las cosas. La acción de esta ley estruc­
él, una trayectoria fija, predeterminada y prescrita tural constituye la expresión más general de lo que
por la índole del espíritu y que, movida por un ritmo llamamos “ objetividad” , en el más amplio sentido de
uniforme, por el ritmo trifásico de la dialéctica, con­ esta palabra.
duzca con la fuerza de uná necesidad inmanente de Para dar a esta idea la máxima claridad basta
unos fenómenos a otros, para retornar, a la postre, con que nos apoyemos en aquella acepción funda­
después de recorridas todas las formas, a su punto mental del concepto de “ cosmos” establecida ya por
mismo de partida. Herder no intenta captar, de este el pensamiento antiguo. Hay un “ cosmos” , es decir,
modo, el eterno fluir de la historia en el ciclo del un orden y una ley objetivos dondequiera que dife­
pensamiento metafísico. Pero se manifiesta en él otro rentes sujetos se agrupan en un “ mundo común” y lo
problema, aunque sólo lo percibamos en su obra, cier­ comparten en el pensamiento. Y esto no sucede sola­
tamente, en su primer bosquejo, todavía un poco vago. mente en el caso en que construimos una imagen
A medida que penetra cada vez más a fondo en la física del universo por medio de la percepción sensi­
“ naturaleza” peculiar del lenguaje, en la naturaleza ble. EL “ sentido” del universo o lo que captamos
de la poesía, en el mundo del mito y en el de la his­ como tal se nos presenta siempre que, en vez de ence­
toria, el problema del conocimiento de la realidad rrarnos en el mundo de nuestras representaciones, nos
va cobrando, para él, una forma cada vez más com­ orientamos hacia un algo supraindividual, universal,
pleja y adquiriendo una estructuración cada vez más valedero para todos. Pues bien, esta posibilidad y esta
rica. Vemos ahora de un modo claro e innegable que necesidad de derribar las barreras individuales no se
este problema no sólo no puede ser resuelto, sino manifiesta nunca de un modo tan inequívoco y tan
que no puede siquiera plantearse en su pleno y ver­ claro como en el fenómeno del lenguaje. La palabra
dadero sentido mientras sean los objetos “ físicos” el hablada no se reduce jamás a una simple resonancia,
único-tema y la meta única de nuestras consideracio­ a un simple sonido. Significa siempre, o trata de. sig­
nes. El cosmos físico, el universo de la ciencia de la nificar, algo; se encuadra dentro del conjunto de un
naturaleza, constituye solamente un caso aislado y “ discurso” , y este discurso sólo cobra “ ser” al trans­
el paradigma para un planteamiento mucho más ge­ mitirse de un sujeto a otro, entrelazados ambos en un
neral del problema. Y en este modo de plantear el coloquio. Por donde, para Herder, lo mismo que
26 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL OBJETO 27
antes para Heráclito, la comprensión del lenguaje se una determinada dirección fundamental de nuestra
erige en la expresión típica y auténtica de la com­ acción espiritual, una totalidad de actos psíquico-es-
prensión del universo. El logos anuda el nexo entre el pirituales, en los que se nos revela por vez primera
individuo y el todo; asegura al individuo la posibili­ un nuevo aspecto de la realidad, de la “ actualidad ’
dad de llegar a alcanzar un ser universal, un xoivóv de las cosas. Guillermo de Humboldt, a un tiempo
xai 08tov, en vez de encerrarse en la Í5ír| cppóvrj0 ic, discípulo de Herder y de Kant, encontró la expresión
en el sentido peculiar de su propio yo. adecuada a esta realidad al decir que el lenguaje es
De la razón investida en el lenguaje y que se función y no afección. No es un producto simple, sino
expresa en sus conceptos se pasa a la razón científica. un proceso continuo y constantemente renovado; y, a
El lenguaje, con los medios de que dispone, no puede medida que este proceso se desarrolla, van dibuján­
engendrar, ni siquiera alcanzar, el conocimiento cien­ dose cada vez más clara y más definidamente para
tífico. Constituye, sin embargo, una etapa necesaria el hombre los contornos de su “ universo” . El hom­
en el camino que conduce a este tipo de conocimiento; bre, por tanto, no se pone simplemente como un
es el medio sin el cual no puede nacer ni desarro­ signo exterior a una intuición sensible objetiva que
llarse el saber en torno a las cosas. El acto de dar se nos da ya hecha, sino que expresa un determinado
nombre a las cosas constituye la fase preliminar y la camino, un modo y una dirección del aprender a co­
condición indispensable para llegar a determinarlas, nocer.
es decir, para lo que constituye la función peculiar Todo lo que sabemos acerca de la evolución del
y específica de la ciencia. Así se comprende por qué lenguaje de los niños viene a confirmar, en efecto,
la filología representa un aspecto necesario e inte­ esta concepción fundamental. Es evidente que este
grante de la teoría del conocimiento. Quien se em­ proceso no se desarrolla de tal modo que a una de­
peñe en abordar la crítica del conocimiento arran­ terminada fase de la intuición sensible, ya adquirida,
cando de la teoría de la ciencia, del análisis de los se enlace otra fase, en la que esto que se posee, recibe
conceptos fundamentales y los principios de la ma­ su nombre, se rotula y cifra en palabras. Las cosas
temática, de la física, la biología o la historia, apo­ ocurren de otro m odo: la conciencia del lenguaje, la
yará la palanca, por decirlo así, en un punto dema­ conciencia incipiente del símbolo, va imprimiendo
siado alto. Pero tampoco la apoyaría en el verdadero su sello a la percepción y a la intuición, a medida
punto quien sólo vea en el saber la simple corrobo­ que ella misma se fortalece, esclarece y extiende.
ración de los datos inmediatos suministrados por los Ambas se “ objetivan” a medida que la energía del
elementos de nuestras sensaciones. Este estado de co­ lenguaje logra iluminar, diferenciar, organizar el
sas lo revela también claramente el análisis psicoló­ sombrío e indistinto caos de los simples estados psí­
gico, cuando se aborda sin prejuicios epistemológicos. quicos. El simbolismo del lenguaje abre una nueva
Este análisis nos indica, en efecto, que el lenguaje no etapa de la vida psíquico-espiritual. La vida pura­
es nunca la simple reproducción de los contenidos y mente instintiva, la entrega total a las impresiones
relaciones que las sensaciones nos transmiten direc­ inmediatas y a las necesidades del momento deja paso
tamente. Sus ideas no son, en modo alguno, como a la vida por medio de “ significados” . Estos signi­
pretende el dogma sensualista, simples copias de im­ ficados son algo susceptible de repetición y de reite­
presiones. No, el lenguaje es mucho más que eso: es ración; algo no adherido simplemente al aquí y al
EL OBJETO 29
28 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
ticular y organizar de un modo nuevo los contenidos
ahora, sino que se considera y se entiende como un
de sus vivencias y de sus intuiciones.6
algo igual a sí mismo, como un algo idéntico en innu­ Sólo partiendo de estas reflexiones podemos llegar
merables momentos de la vida y en la apropiación y a comprender con toda claridad la antinomia que
el uso por parte de muchos, de muchísimos sujetos existe entre el problema del objeto de la filosofía y
diferentes. Gracias a esta identidad del significado, el de las ciencias particulares. El primero que re­
que se destaca por sobre el abigarramiento y la di­ dujo esta antinomia a una fórmula nítida fue Aristó­
versidad de las impresiones momentáneas, va emer­ teles, al decir que la filosofía es la teoría general del
giendo, gradual y paulatinamente, una determinada ser, que trata “ del ente como ente” . Las ciencias
“consistencia” , un “ cosmos común” . particulares enfocan un objeto especial cada una de
Por eso, lo que llamamos “ aprender” una lengua ellas, indagando su estructura y las leyes que lo deter­
minan ; la metafísica, la jtpwTq cpdooocpia, se ende­
no es nunca un proceso puramente receptivo o repro­
reza al ser en cuanto tal, al ov fj ov. Pero, en Aristóteles
ductivo, sino un proceso productivo, creador, en el
V en cuantos le siguen, esta diferenciación de los
más alto grado. Por medio de él, el yo, no sólo logra
modos de conocer y de las metas del conocimiento
penetrar en la visión de un orden existente, sino que
lleva a una diferenciación en cuanto a los objetos
contribuye por su parte a ese orden; participa de
mismos. A la diferencia lógica corresponde una di­
él, no simplemente apropiándoselo como algo exis­
ferencia ontológica. Lo que se conoce filosóficamente
tente y dado, sino en la medida en que lo adquiere
se remonta, por virtud de la forma de este conoci­
par así, como algo peculiar, y contribuye así a con­
miento, sobre el círculo de lo que es posible captar
servarlo y renovarlo. empíricamente. Es, por oposición a lo empíricamente
También desde el punto de vista genético pode­ condicionado, algo incondicionado, algo que es de
mos afirmar, por tanto, que el lenguaje es el primer
por sí, algo absoluto.
“ universo común” en que penetra el individuo y que La filosofía crítica de Kant pone fin a este abso­
sólo por mediación de él logra adquirir la visión de lutismo de la metafísica. Fin que representa, al mis­
una realidad objetiva. Incluso en fases muy avan­ mo tiempo, el comienzo de algo nuevo. También la
zadas de este proceso se nos revela constantemente crítica kantiana pretende diferenciarse del empirismo
cuán estrecha e indisolublemente unidas y entrelaza­ y el positivismo de las ciencias particulares; también
das entre sí se hallan la conciencia del lenguaje y la ella tiende a una concepción universal y a una solu­
conciencia de los objetos que el lenguaje expresa. ción universal del problema de la “ objetividad . rero
Tampoco el adulto que aprende una lengua nueva se Kant no llega a esta solución universal sino interro­
limita a enriquecer su tesoro de signos o de sonidos. gando a las ciencias particulares y plegándose lo
Tan pronto como comienza a adentrarse en el “ es­
píritu” de la lengua, a pensar y a vivir en ella, se 6 En las consideraciones que figuran en el texto nos he­
mos limitado a esbozar este estado de cosas, sin entrar a
abre ante él un nuevo círculo de intuiciones objetivas. fondo en el problema. Para más detalles debemos remitir
Su visión gana no solamente en amplitud, sino tam­ a nuestro estudio titulado “ Le la n g a p et la eonstruct.ou du
bién en precisión y en claridad; el nuevo mundo de monde des objets” , Journal de ¡'syclwlofiic, ano X X X , U oá,
pp. 18-44.
símbolos así conquistado le permite estructurar, ar­
EL OBJETO 31
30 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
más posible a su estructura. Parte, para ello, de entre las que discurra una frontera fija. Son, por el
la matemática pura, remontándose luego a la ciencia contrario, dos aspectos que se complementan correla­
matemática de la naturaleza, y en su Crítica del tivamente y que sólo en su coordinación sientan las
juicio ensancha nuevamente el círculo de la investi­ bases fundamentales y originarias para todo saber.
gación al indagar los conceptos fundamentales que La misma empiria científica se encarga de refutar
hacen posible un conocimiento de los fenómenos de categóricamente, en este respecto, cierta tesis del em­
la vida. No intenta ofrecernos un análisis estructu­ pirismo dogmático. Las propias ciencias exactas vie­
ral de las “ ciencias de la cultura” , en el mismo sen­ nen a demostrar la solidaridad existente entre lo
tido en que lo hace con respecto a las ciencias de la “ empírico” y lo “ teórico” , entre el conocimiento fác-
naturaleza. Pero esto no representa, en modo alguno, tico y el que versa sobre los principios. En el mundo
un valladar intrínseco y forzoso del problema de la de la ciencia rige la frase aquella de Heráclito de que
filosofía crítica. Revela, simplemente, una barrera el camino que conduce hacia arriba y el que lleva ha­
histórica y, por tanto, fortuita, determinada por el es­ cia abajo es uno y el mismo: ó ó ó ; uva) xáteo uip.
tado de la ciencia en el siglo XVIII. Cuanto más gana en altura y más descuella en los
Al caer por tierra esta barrera, al aparecer, con aires el edificio de la ciencia, más necesita contrastar
el romanticismo, una ciencia sustantiva e indepen­ y renovar constantemente sus cimientos. A la afluen­
diente del lenguaje, del arte, de la religión, la teoría cia de nuevos y nuevos hechos tiene que corresponder
general del conocimiento veíase ení rentada con nue­ esa “ profundización de los cimientos” que constitu­
vos problemas. Pero, al mismo tiempo, el panorama ye, según Hilbert, la esencia de toda ciencia. Y sien­
do así, es evidente que no debe cejar la labor enca­
actual de las ciencias particulares nos muestra que ya
minada a descubrir y asegurar los principios de las
no podemos establecer el deslinde entre las ciencias
ciencias particulares, y que tampoco puede transfe­
especiales y la filosofía al modo como lo hacían los
rirse a una disciplina “ filosófica” especial, a la “ teo­
sistemas empíricos y positivistas del siglo xix. Hoy
ya no podemos confinar a las ciencias particulares ría del conocimiento” o a la metodología. Ahora
a la obtención y recopilación de “ hechos” , reservan­ bien, ¿qué razón de ser y qué campo específico de
do a la filosofía la misión de investigar los “ princi­ acción puede reivindicar para sí la filosofía, si las
ciencias particulares van disputándole también más
pios” . Esta separación entfe los “ hechos” y la “ teo­
ría” se nos revela como una división puramente y más este círculo de problemas? ¿Tendremos que
renunciar definitivamente al antiguo sueño de la me­
artificial; descoyunta y fragmenta el organismo del
conocimiento. No existen hechos “ escuetos” , hechos tafísica y al antiguo título de legitimidad de la filoso­
fía en cuanto teoría “ del ente como ente” , dejando
que sea posible establecer sin recurrir a la ayuda de
determinadas presuposiciones conceptuales, sin fijar que cada ciencia particular de por sí imponga su con­
cepción del ser y se encargue de determinar su objeto,
la vista en ellas. Para comprobar un hecho es me­
siguiendo su camino propio y valiéndose de sus pro­
nester encuadrarlo dentro de una conexión preposi­
cional, que, a su vez, descansa en ciertas condiciones pios medios?
Pero, aun suponiendo que hubiese llegado la hora
lógicas. El “ aparecer” y el “ valer” el “ fenómeno”
de que nos decidiéramos a enfocar de un modo nuevo
y su “ objetividad” no son, por tanto, dos esferas
que puedan separarse entre sí dentro del espacio y el concepto y la misión de la filosofía, seguiría siendo
EL OBJETO 33
32 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
sirven de base para ella. Nos muestran modos de or­
un misterio para nosotros el problema de la objeti­
denación que siguen otros caminos y obedecen a otras
vidad” , problema cuya solución no podría confiarse
leyes que la subordinación lógica de los conceptos.
a las solas fuerzas de las ciencias particulares. Este
Ya hemos aclarado esto a la luz del lenguaje; se
problema, si se lo enfoca en todo lo que tiene de ge­
trata, ahora, de verlo en cuanto a la organización de
neral, pertenece, en efecto, a una esfera que no po­
las artes. La escultura, la pintura, la arquitectura pa­
dría ser captada ni ocupada en su totalidad por la
recen tener un objeto común. Parecen representar
ciencia.
todas ellas la universal “ intuición pura” del espacio.
La ciencia no es más que un eslabón y factor
Y , sin embargo, el espacio escultórico, el pictórico y
parcial en el sistema de las “ formas simbólicas” .
el arquitectónico no es uno y el mismo, sino que en
Puede ser considerada, en cierto sentido, como la
cada uno de ellos se expresa un tipo propio y es­
clave de bóveda en el edificio de estas form as; pero
pecífico de captación, de “ ver” espacial.7 Trátase,
no aparece sola, y jamás podría llevar a cabo su obra
específica si no tuviese al lado otras energías que de una parte, de diferenciar entre sí todas estas
comparten con ella la misión de ofrecernos una vi­ múltiples “ perspectivas” y, de otra parte, de cono­
sión de conjunto” , una “ síntesis” espiritual. También cerlas en sus relaciones mutuas, reduciéndolas a un
en esto vale aquello de que los conceptos sin la intui­ punto de vista común y superior.
ción son siempre vacíos. El concepto se propone Esta disociación y esta agrupación, la ÓiáxQiau; y
abarcar la totalidad de los fenómenos, y lo logra por la oÚYxpiou;, es lo que Platón consideraba como la
medio de la clasificación, la subsunción y la subor­ función de la “ dialéctica” , de la verdadera ciencia
dinación. Ordena lo múltiple en géneros y especies filosófica fundamental. El pensamiento de los anti­
y lo determina con sujeción a reglas generales, que guos, tomando pie de la dialéctica platónica, constru­
forman, a su vez, un sistema firmemente ordenado, en yó una imagen metafísica del universo que dominó
el que cada fenómeno y cada ley especial ocupa el por espacio de dos milenios toda la trayectoria del
lugar que le corresponde. Pero, dentro de este marco espíritu y le imprimió su sello peculiar. La ‘ revolu­
de ordenación lógica, el concepto tiene necesariamen­ ción en la manera de pensar” que se produce con
te que apoyarse por doquier en ciertos asideros intui­ Kant declara científicamente inexplicable esta imagen
tivos. La “ lógica” , el conocimiento científico-concep­ del universo. Pero Kant, al negar así los títulos de
tual no puede transcurrir, por decirlo así, en el legitimidad a toda teoría metafísica del ser, no pre­
vacío. No se encuentra con una materia sencillamente tendía ni mucho menos, dar al traste con la unidad
amorfa. Tampoco la “ materia” de la lógica, es decir, y la universalidad de la “ razón” . Su crítica no se
aquel algo especial que la lógica presupone para ele­ proponía, en modo alguno, acabar con la razón
varlo al plano de lo universal, carece de toda estruc­ única y universal, sino, por el contrario, asegurarla
tura. Lo carente de estructura no sólo no podría sobre nuevas bases. La misión de la filosofía no con­
pensarse, sino que no podría tampoco percibirse o in­ siste ya en captar un ser general en vez del ser par­
tuirse objetivamente. El mundo del lenguaje y el mun­ ticular, asequible solamente a las conciencias especiales,
do del arte nos brindan la prueba inmediata de esta
estructuración anterior a la lógica, de estas “ formas 7 Acerca de este punto, cfr. especialmente Adolf Hilde-
brandt, Das Problem der Farm in der bildenden Kunst.
acuñadas” anteriores a la acción del concepto y que
EL OBJETO 35
34 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
propia significación cada uno de los intentos de in­
en sentar los fundamentos de una ontologia generalis,
terpretación del mundo de que es capaz el espíritu
como conocimiento de lo “ transcendente” , en vez del
humano. Sólo de este modo puede ser abordado en
saber empírico. No es eso lo que se persigue, pues se
toda su amplitud el problema de la objetividad, el
renuncia a esta forma del conocimiento del ov f| ov, a
cual, enfocado de este modo, abarca no sólo el cos­
esta hipótesis que lleva a un objeto absoluto.
mos de la naturaleza, sino también el cosmos de la
También en Kant se diferencia, rigurosa y níti­
damente, el “ conocimiento de la razón” del simple cultura. 8
“ conocimiento del entendimiento” . Pero, en vez de 2
buscar más allá de éste un objeto propio, sustraído Después de innúmeros conatos, sin cesar renovados,
a las condiciones del conocimiento por el entendi­ y tras de incesantes luchas entre las escuelas filosó­
miento, el conocimiento busca lo “ incondicionado” en ficas, al llegar el siglo xix parecía que la ciencia-iba
la totalidad sistemática de las condiciones mismas. La a asignar, por fin, a la “ antropología filosófica” el
unidad del objeto cede el puesto, aquí, a la unidad de lugar que le correspondía. El problema de “ ¿qué es
la función. el hombre?” había conducido, una y otra vez, a una
Ahora bien, para alcanzar esta meta, la filosofía serie de insolubles aporías y antinomias, mientras
no necesita ya competir con las ciencias particula­ quienes se lo planteaban persistían en su empeño de
res en el campo propio y peculiar de éstas. Puede hacer del hombre — a tono con las doctrinas funda­
respetar plenamente su autonomía, su autarquía y su mentales del platonismo, del cristianismo y de la
libertad. No se propone, en efecto, limitar ni aho­ filosofía kantiana— un “ ciudadano de dos mundos” .
gar ninguna de las leyes propias de estas ciencias; lo La ciencia del siglo xix parecía derribar definitiva­
que quiere, por el contrario, es condensar la totalidad mente esta barrera. Esta ciencia podía atenerse ya a
de ellas en una unidad sistemática, conociéndola como la posición específica del hombre, sin verse por ello
tal. En vez de la “ cosa en sí” , del objeto situado obligada a contraponerlo a la naturaleza, ni a colo­
“ más allá” y “ detrás” del mundo de los fenómenos, carlo en un plano superior a ésta. El concepto de
la filosofía indaga, ahora, la pluralidad, la plenitud “ evolución” fue presentado como la clave llamada a
y la variedad interior de lo “ fenoménico” . Esta ple­ resolver todos los misterios anteriores de la naturale­
nitud sólo es asequible al espíritu humano a condi­ za y todos los “ enigmas del universo” . Considerado
ción de que éste posea la capacidad necesaria para el problema desde este punto de vista, necesariamente
diferenciarse en sí mismo. El espíritu crea, así, una tenía que perder también todo su rigor dialéctico la
nueva forma de captación para cada nuevo problema antítesis de “ cultura” y “ naturaleza” . La antítesis
con que se enfrenta. desaparecía tan pronto como se lograra desplazar el
Desde este punto de vista, una “ filosofía de las for­ problema del campo de la metafísica al campo de
mas simbólicas” puede reivindicar para sí los títulos la biología, para enfocarlo y tratarlo desde puntos
de unidad y universalidad que la metafísica, en su de vista puramente biológicos.
forma dogmática, se vió obligada a abandonar. No 8 La concepción que aquí exponemos acerca de la natu­
sólo puede reunir en sí los diversos modos y direc­ raleza y la misión de la filosofía ha sido desarrollada y razona­
ciones del conocimiento del universo, sino, además, da a fondo en la introducción a nuestra obra Philosophie der
reconocer en su derecho propio y comprender en su symbolischcn Formen.
36 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL OBJETO 37
Cierto es que la idea de desarrollo, en cuanto tal, salto es inevitable. Por este camino no es posible
no podía pasar por una conquista del pensamiento llegar al pensar, en sus más altas y más puras ma­
científico-natural moderno. En realidad, este con­ nifestaciones. Éstas constituyen algo completamente
cepto se remonta hasta los albores de la filosofía aparte. El “ entendimiento agente” pertenece al mun­
griega y aparece, en el período de apogeo de esta do de lo anímico, sin que sea posible explicarlo a
filosofía, como uno de los medios más importantes base de los elementos de la vida orgánica. El dua­
empleados para quebrantar el señorío de la imagen lismo vuelve a abrirse paso y cobra inequívoca expre­
“ dualista” del universo platónico. En Aristóteles en­ sión al declarar Aristóteles que la facultad pensante,
contramos definida esta mira con entera claridad. Lo el voñg, desciende sobre el mundo de la vida desde
que ocurre es que el concepto de desarrollo, tal y fuera ({fúpaÉtev).
como Aristóteles lo formula, no se halla todavía a la
Y se explica que la metafísica y la psicología
altura de tal misión. Falla, precisamente, al enfren­
aristotélicas no fuesen capaces de llenar la laguna
tarse con el último y decisivo problema en que se con que en este punto se encontraron. El concep­
pone a prueba. Aristóteles nos pinta la naturaleza to aristotélico de la forma descansa sobre el concepto
orgánica y la serie de los seres vivos como un des­
platónico de la idea y se halla sujeto a los supuestos
arrollo ascendente, que conduce de una forma a otra.
previos esenciales de éste, aun allí donde más parece
Tampoco el alma humana es para él, dentro de un alejarse de él. Hasta que el concepto moderno de evo­
amplio campo — si la concebimos exclusivamente como lución, tomando en serio el postulado de la continui­
alma “ vegetativa” o “ sensitiva”— , otra cosa que una dad y haciéndolo extensivo a todos los campos, saca
forma natural, vinculada como tal a un determinado las últimas consecuencias, a las que no llegara el
cuerpo. Es la “ entelequia” de un cuerpo orgánico. pensamiento antiguo. Como las formas superiores de
Sin embargo, la psicología aristotélica no se re­ vida se hallan entrelazadas por medio de transiciones
ducía en su totalidad a la biología. Subsistía un insensibles con las formas más elementales, no pue­
residuo irreductible, que no pudo ser eliminado por de darse tampoco en ellas nada que abandone la di­
entero ni por el propio Aristóteles ni por sus discí­ mensión de la vida orgánica en cuanto tal. Lo que
pulos y continuadores de su obra. El alma “ pensan­ descuelle por encima de esta dimensión, pareciendo
te” desafiaba impertérrita todos los esfuerzos hechos pertenecer a “ otro mundo” , será simplemente un cas­
para reducirla a la función elemental del alma “ ve­ tillo en el aire, a menos que pueda demostrarse de qué
getativa” o del alma “ sensitiva” . No pudo ser derro­ modo ha brotado de la capa fundamental y primige­
cada de un puesto aparte, de su posición excepcional; nia de la vida y cómo se halla permanentemente
y, a la postre, no hubo más remedio que reconocerle unido a ella.
también un origen independiente. En la psicología Es en este punto donde tiene que afirmar la pa­
aristotélica se pasa, en línea ascendente, de la per­ lanca una imagen verdaderamente biológica del uni­
cepción a la memoria, de ésta a la imaginación verso. El concepto empírico del desarrollo trata de
(cpavtaaía) y de aquí al pensamiento en forma de lograr aquello en que fracasara, con Aristóteles, con
conceptos, y en cada uno de estos avances se man­ Leibniz y con Hegel, el concepto especulativo del
tiene en pie el principio del desarrollo continuo. mismo. Parecía abrirse, por fin, el camino para una
Hasta que, de pronto, llegamos a un punto en que el concepción rigurosamente “ monista” y tenderse un
EL OBJETO 39
38 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
ciones cada vez mayores, la firmeza de sus fundamen­
puente sobre el abismo abierto entre la naturaleza tos filosóficos.
y el “ espíritu” . Así enfocada, la teoría de Darwin De pronto, asistió el mundo a una nueva resu­
prometía dar respuesta no sólo al problema de la des­ rrección del concepto de la forma. El vitalismo, apo­
cendencia del hombre, sino también a todos los proble­ yándose directamente en este concepto arrinconado,
mas en torno a los orígenes de la cultura humana. Al intentó hacer valer su tesis de la “ autonomía de lo
aparecer la doctrina darwinista pudo pensarse que, orgánico” y de la autonomía de la vida. Nos limita­
al fin, se había descubierto, tras largos siglos de es­ remos a seguir aquí este movimiento en cuanto influ­
tériles esfuerzos, el nexo de unión entre la ciencia yó sobre el problema de los fundamentos de las cien-
de la naturaleza” y la “ ciencia de la cultura . En el cias de la cultura y de su peculiaridad lógica.
año 1873 vió la luz la obra de Augusto Schleicher titu­ Este problema en cuanto tal, no interesaba ma-
lada La teoría de Darwin y la ciencia del lenguaje. yormente a los verdaderos propugnadores del vitalis­
En ella se traza en toda su extensión el nuevo mo. Driesch no se sale, ni siquiera en cuanto metafí­
programa de una ciencia de la cultura sobre bases isico, de sus tareas específicas de naturalista. No
darwinianas. En un principio, Schleicher había par­ intenta ni remotamente, construir una lógica de las
tido de la filosofía de Hegel. Ahora mostrábase con­ ciencias del espíritu; dados los supuestos sistemáti­
vencido de que no podía resolverse el problema por cos de que parte, se ve llevado incluso a dudar de
este camino. Postulaba, en su lugar, la necesidad de que semejante lógica pueda existir. Niega vehemen­
cambiar sustancialmente el método de la ciencia del temente, en efecto, el valor científico de la historia.
lenguaje, para elevarla a un plano de conocimiento Pero la nueva orientación del pensamiento iniciada
de rango igual a la ciencia de la naturaleza.9* Parecía por el vitalismo influye también sobre nuestro proble­
haberse encontrado así, por fin, un fundamento común ma, si bien de modo indirecto. Y no deja de ser ins­
para la física, la biología y la lingüística y, con ello, tructivo examinar esta influencia, ya que despeja de un
indirectamente, para todo lo comprendido por la lla­ modo eficaz el camino para la labor posterior, aunque
mada “ ciencia del espíritu ’ . Era una y la misma cau­ en rigor ésta recibe sus propios y sociales impulsos
salidad la que abarcaba conjuntamente los tres campos de otros motivos y de otros círculos de problemas
del saber, borrando todas las diferencias esenciales Uexküll dice en algún lugar que el materialismo
del siglo XIX, al enseñar que toda realidad es obra
que entre ellos pudieran existir.
exclusiva de dos factores, la fuerza y la materia, olvi­
Esta concepción sufrió el primer retroceso cuan­
da totalmente un tercer factor esencial: la forma, que
do, en las últimas décadas del siglo xix, se acentuaron
es, según él, lo decisivo y lo determinante. Y, en su
más y más, en el propio campo de la biología, las
Biología teórica, intenta restaurar en sus derechos
dudas en cuanto a la validez de la doctrina darwinista.
este factor esencial, pero alejando de el, a! mismo
Los investigadores empezaron a señalar los límites
tiempo, todas las ideas accesorias de tipo metafisico
empíricos de esta teoría; pero no sólo esto, sino que,
y psicológico. Su punto de vista es exclusivamente,
además, fue poniéndose en tela de juicio, en propor­
el del anatómico, el del naturalista objetivo. Sin em-
9 Para más detalles acerca de la teoría de Schleicher, v.
nuestra obra Philosophie der symbolischen Formen, t. i, n> Uexküll, Die Lebensiehre, p. 19.
pp. 106 ss.
EL OBJETO 41
40 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
“ vida” y el “ espíritu” , entre el mundo de las formas
bargo, el estudio de la anatomía se presta, según él, a
orgánicas y el de las formas culturales. Continua­
aducir la prueba rigurosa de que todo organismo
mente se ha intentado presentar como una dilerencia
constituye un mundo aparte, en el que todo “ se entre­
puramente física esta diversidad con que aquí trope­
teje para formar una unidad completa” . El organismo
zamos. Se buscaban determinadas características ex­
no es un conglomerado de diversas partes, sino un
ternas que distinguirían al hombre como tal y lo dife­
sistema de funciones que se condicionan mutuamente.
renciarían de la serie de los otros seres vivos A veces
El tipo de este entrelazamiento lo revela clara y di­
estas características, por ejemplo el hecho de que e
rectamente el “ plan de construcción” de cualquier
hombre camine erecto, han dado origen a construc­
animal. “ La teoría de los seres vivos — dice Uex-
ciones y especulaciones verdaderamente fantásticas, de
küll— es una ciencia natural pura, cuya finalidad
las que no es necesario hablar. Pero los progresos
se reduce a investigar el plan de construcción de esos
del conocimiento empírico se han encargado de echar
seres, su formación y sus realizaciones.” Ningún or­
por tierra todas las paredes divisorias que se había
ganismo puede concebirse como un ser existente de
pretendido levantar entre el hombre y la naturaleza
por sí, desprendido de su “ mundo circundante” . Su
naturaleza específica depende siempre de las relacio­ orgánica.
El monismo mantuvo el campo de un modo cada
nes especiales que lo unen a ese mundo, del modo
vez más claro y más victorioso. Goethe vio en su des­
como recibe sus estímulos y como se los asimila. El
cubrimiento del hueso intermaxilar una de las más
estudio de los “ planes de construcción” nos revela
bellas e importantes confirmaciones de que ninguna
que no existe, desde este punto de vista, diferencia
forma de la naturaleza se halla sencillamente ^ des­
alguna entre los seres vivos inferiores y los más des­
glosada de las demás, como algo aparte. La única
arrollados. En cualquier organismo, por elemental
diferencia que en este punto cabe buscar y que pode­
que sea, encontraremos una “ red receptiva” y una
mos encontrar con toda seguridad no es una diferencia
“ red efectiva” ; en cualquiera de ellos vemos clara­
física, sino funcional. Lo que el mundo de la cul­
mente cómo se hallan engranados sus diversos “ círcu­
tura nos revela de nuevo no puede captarse ni descri­
los funcionales” . Esta circunstancia es, según Uex-
birse apuntando hacia determinadas características
küll, la expresión y el fenómeno fundamental de la
concretas. El cambio decisivo no radica, ni mucho
vida misma. Los estímulos del mundo exterior que
menos, en la manifestación de nuevos signos y cuali­
un animal es capaz de acoger, a base de su plan de
construcción, constituyen la única realidad que para dades, sino en el cambio de función característico
él existe, y en virtud de esta limitación física se cie­ que todas las determinaciones experimentan al pa­
rra frente a los demás círculos de existencia.11 sar del mundo animal al mundo humano. Aquí y
Esta problemática de la biología moderna, expues­ solamente aquí podemos descubrir una verdadera
ta de un modo muy peculiar y desarrollada de una |A£TáPaoi5 el? cíXXo yévocz, el paso a otro género. La
manera extraordinariamente fecunda en las obras de “ libertad” que el hombre es capaz de conquistar no
Uexkiill, nos señala también un camino por el cual significa que el hombre pueda salirse del marco de
podemos llegar a un claro y preciso deslinde entre la la naturaleza y sustraerse al ser o a la acción de ella.
El hombre, al igual que cualquier otro ser vivo, no
11 Cfr. Uexkiill, Theoretische Biologie, 1919, 2? ed., Ber­ puede romper o superar los límites orgánicos con que
lín, 1928; Die Lebenslehre, Zurich, 1930.
42 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL OBJETO 43
se encuentra. Puede, sí, dentro de ellos e incluso seguir al estímulo siguiéndolo inmediatamente en el
gracias a ellos, ganar una amplitud y una independen­ tiempo, y debe, además, producirse siempre del mismo
cia de movimientos que sólo a él le es asequible. Dice modo. Lo que llamamos los “ instintos” animales no
Uexküll que el plan de construcción de todo ser vivo son otra cosa que esas cadenas fijas de actos cuyos
y la consiguiente relación entre su “ red receptiva” y eslabones aparecen entrelazados entre sí de un modo
su “ red efectiva” circundan a este ser con la misma determinado de antemano por la naturaleza del ani­
fuerza que los muros de una prisión. El hombre no mal de que se trata. Una determinada situación actúa
escapa de esfa prisión derribando aquellos muros, como el impulso de la acción, que provoca ciertos
sino adquiriendo la conciencia de ellos. Vale, aquí, movimientos; a este primer impulso siguen otros y
la frase hegeliana según la cual el conocer un límite otros, hasta que por fin se produce una determinada
equivale ya a superarlo. La conciencia es el comienzo “ melodía de impulsos” , la cual se desarrolla siempre
y el fin, el alfa y el omega de la libertad que al hom­ de modo análogo. El ser vivo ejecuta esta melodía,
bre le es dado adquirir; el conocimiento y el reconoci­ pero no puede alterarla arbitrariamente. El camino
miento de la necesidad constituye el verdadero pro­ que ha de recorrer para resolver un determinado pro­
ceso de liberación que el “ espíritu” puede llevar a blema le está trazado de antemano; el organismo lo
cabo con respecto a la “ naturaleza” . sigue sin tener necesidad de buscarlo, y sin poder
El supuesto previo indispensable de este proceso tampoco modificarlo en ningún sentido.
nos lo ofrecen las distintas “ formas simbólicas” : el Ahora bien, todo esto cambia radicalmente tan
mito, el lenguaje, el arte, el conocimiento. Son éstos pronto como entramos en la órbita de los actos hu­
los medios peculiares que el hombre crea para sepa­ manos. Estos actos se caracterizan siempre, hasta en
rarse del mundo con ayuda de ellos, uniéndose más sus formas más simples y más primitivas, por una
firmemente al mundo precisamente por medio de esta especie de “ mediatividad netamente opuesta al modo
separación. Este rasgo de la mediación distingue y como reaccionan los animales. Este cambio radical en
caracteriza a todo conocimiento humano, y es tam­ cuanto al modo de obrar se revela con la mayor clari­
bién típico y característico de toda la acción del dad a partir del momento en que el hombre recurre al
hombre. También las plantas y los animales existen empleo de herramientas. Para poder descubrir la he­
solamente por el hecho, no ya de recibir constante­ rramienta, en cuanto tal, el hombre tiene que remontar
mente estímulos del mundo circundante, sino tam­ la mirada por encima del horizonte de sus necesidades
bién de “ contestar” a ellos de un determinado modo. inmediatas. Al crear sus instrumentos de trabajo, no lo
Cada organismo da esta respuesta a su manera. Ca­ hace obedeciendo al impulso y al apremio del m o­
ben en esto, según ha demostrado Uexküll en su mento. En vez de obrar directamente movido por un
obra Mundo circundante y mundo interior de los ani­ estímulo real, lo hace pensando en “ posibles” nece­
males,1'2 los más diversos y finos matices. Sin embargo, sidades, preparando los medios para satisfacerlas, en
vista la cosa en conjunto, existe para el mundo animal el momento en que se presenten. Por tanto, la inten­
un determinado tipo unitario de conducta, sujeto don­ ción a que responde el instrumento implica ya una
dequiera a idénticas condiciones. La reacción debe1 2 cierta previsión. El estímulo, aquí, no responde al
apremio del momento presente, sino cjue pertenece
12 Umwelt and Innemuelt der Tiere, 2* ed., Berlín, 1921. al porvenir, el cual, para poder manifestarse de este
44 EL OBJETO 45
LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
A l llegar aquí surge, sin embargo, uno de los más
modo, tiene necesariamente que “ adelantarse” de una
difíciles problemas, un problema con el que la hu­
u otra forma. Esta “ representación” anticipada del
manidad ha tenido que debatirse incesantemente a lo
futuro caracteriza todos los actos humanos. El hom­
largo del desarrollo de su cultura. ¿N o será un
bre necesita representarse “ imaginariamente” algo
fatal extravío este camino que aquí abraza el hombre?
que no existe, para pasar luego de esta “ posibilidad”
¿Le es lícito a éste desprenderse, así, de la naturaleza,
a la “ realidad” , de la potencia al acto.
alejarse de la realidad y la inmediatez de la existencia
Y este rasgo fundamental se destaca todavía con
natural? ¿L o que a cambio de ello recibe son ver­
mayor claridad cuando pasamos de la esfera práctica
daderos bienes o son, en realidad, los más graves
a la teórica. N o existe entre ellas, en rigor, ninguna
peligros a que su vida se expone?
diferencia de principio, por cuanto que todos nuestros
Una filosofía atenta a su verdadera y más alta
conceptos teóricos presentan también un carácter “ ins­
misión, preocupada por ser algo más que un deter­
trumental” . N o son, en último resultado, otra cosa
minado tipo de conocimiento del mundo, por ser, en
que herramientas creadas por nosotros y que constan­
realidad, la conciencia de la cultura humana, tenía
temente tenemos que estar creando para la solución
que tropezar constantemente, a lo largo de su historia,
de determinados problemas. Los conceptos no se re­
con este espinoso problema. En vez de confiarse a una
fieren, como las percepciones sensibles, a hechos con­
fe simplista en el progreso, tenía por fuerza que pre­
cretamente dados, a una situación presente y concreta,
guntarse no sólo si la meta de este supuesto pro­
sino que se mueven, por el contrario, en el círculo de
greso” es asequible, sino algo mucho más importante
lo posible y tratan, en cierto modo, de acotar el cam­
todavía: si es deseable. Cuando levanta la cabeza la
po de las posibilidades. A medida que se ensancha
duda acerca de esto, ya no es posible, al parecer, aca­
el horizonte de las ideas, las opiniones, los pensa­
llarla. Y la duda se hace más apremiante allí donde
mientos y los juicios humanos, va haciéndose más
se trata de enjuiciar cuál debe ser la actitud practica
complejo el sistema de los eslabones intermedios que
del hombre ante la realidad.
necesitamos para poder abarcarlo con la mirada. El
Mediante el empleo de instrumentos, el hombre
primero y más importante eslabón de esta cadena son
logra hacerse dueño y señor de las cosas. Pero este
los símbolos del lenguaje por medio de las palabras.
señorío, lejos de beneficiarle, se convierte para él en
Tras ellos vienen formas de otra clase y de otro ori­
una maldición. La técnica, inventada por el hombre
gen: las formas del mito, de la religión, del arte. En
para señorear el mundo físico, se vuelve en contra
las distintas direcciones fundamentales trazadas por
suya. Conduce, a la postre, no ya solamente a una
ellas y creando dentro de ellas nuevas y nuevas for­
autoenajenación, sino a una especie de pérdida de la
mas, se realiza una y la misma función fundamental,
existencia humana por obra de ella misma. La he­
la función de lo simbólico en cuanto tal. El con­
rramienta, que parecía destinada a satisfacer necesi­
junto de estas formas es lo que distingue y caracteriza
dades humanas, ha servido para crear, en su lugar,
al mundo específicamente humano. A l “ mundo re­
innumerables necesidades artificiales. Todo perfeccio­
ceptivo” y al “ mundo activo” de los animales, viene
namiento de la cultura técnica es y representa, en
a añadirse, en el círculo de lo humano, un mundo
este sentido, un regalo paradójico, como el tonel de
nuevo: el “ mundo imaginativo” , el cual va adquirien­
las Danaides.
do un poder cada vez mayor sobre el hombre.
46 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL OBJETO 47
Se comprende, pues, que, en medio de todos estos pensadores que, no contentos con llamar la atención
progresos técnicos, se abra paso constantemente la hacia el peligro de confundir el “ lenguaje” con la
nostalgia del hombre por volver a su existencia pri­ “ razón” ven en el lenguaje el verdadero contradictor
mitiva, íntegra e inmediata, y que el grito de angustia y el reverso de la razón humana. Para ellos, el len­
de “ ¡Vuelta a la naturaleza!” resuene con fuerza guaje, más que el guía, es el eterno seductor del
cada vez mayor, a medida que la técnica invade y conocimiento humano. Según ellos, el conocimiento
conquista nuevos y nuevos aspectos de la vida. no alcanzará su meta mientras se decida a volver re­
Dice Uexküll, refiriéndose a los animales infe­ sueltamente la espalda al lenguaje, sin dejarse fasci­
riores, que todo animal se adapta tan enteramente al nar por su contenido. “ En vano extendemos nuestra
medio, que descansa en él con la misma tranquilidad mirada hacia los espacios celestes y escrutamos las
y la misma seguridad que el recién nacido en su entrañas de la tierra — dice Berkeley— , en vano
cuna. Esta tranquilidad desaparece definitivamente consultamos los escritos de los sabios y seguimos las
tan pronto como ponemos el pie en la esfera del oscuras huellas de la Antigüedad; si queremos con­
hombre. Toda especie animal vive confinada, por templar en toda su claridad y en toda su pureza el
decirlo así, dentro del círculo de sus necesidades y de árbol de la ciencia, cuyos frutos son excelentes y están
sus impulsos; no conoce más mundo que el que sus al alcance de nuestra mano, basta con que descorra­
instintos de antemano le acotan. Pero, dentro de este mos la cortina de las palabras.” 13
mundo para el que el animal ha sido creado, no ca­ El propio Berkeley no acierta a encontrar otra
ben, para él, vacilaciones ni errores: los linderos del salida a este conflicto que el emancipar a la filosofía,
instinto aseguran, al propio tiempo, la máxima se­ no sólo del señorío del lenguaje, sino también del im­
guridad. perio del “ concepto” . No le pasa inadvertido a este
Ningún saber humano, ningún acto del hombre pensador que el concepto, como algo “ abstracto” y
podrá recobrar jamás, por mucho que haga, el camino “ general” , no sólo guarda cierta afinidad con aquel
que conduce a este tipo de existencia sin problemas, a algo general de que son exponente el nombre y la
esta clase de certeza exenta de toda problemática. Los palabra, sino que aparece indisolublemente uni­
instrumentos espirituales creados por el hombre es­ do a ello.
tán siempre expuestos a la mordedura de la vida, en Sólo cabía, pues, una solución radical: que la
un grado todavía mayor que los instrumentos técnicos. realidad se desembarazase también del concepto, que
El lenguaje ha sido enlazado siempre en términos se volviera de espaldas también a la “ lógica” , para
ditirámbicos; se ha visto siempre en él la auténtica ex­ circunscribirse a las puras percepciones, a la órbita
presión y la prueba innegable de aquella “ razón” que de lo “ perceptivo” . En cuanto abandonamos esta ór­
coloca al hombre por encima de la bestia. Pero los bita, en cuanto intentamos avanzar del percipi al
argumentos que se aducen en apoyo de esto ¿son concipi, de la percepción al concepto, caemos de nue­
acaso verdaderas pruebas o constituyen más bien una vo bajo las garras del lenguaje, de las que queríamos
especie de vacua idolatría que el lenguaje se tributa a librarnos. Todo conocimiento lógico se desarrolla por
sí mismo? ¿Tienen, en realidad, un valor filosófico, medio de actos del juicio, por medio de la reflexión
o son argumentos puramente retóricos? No han fal­ 18 Sobre la crítica del lenguaje en Berkeley, cfr. Philoso-
tado nunca, en la historia de la filosofía, destacados phie dcr symbolischen Formen, t. I, PP- 36 ss.
EL OBJETO 49
48 LAS CIENCIAS DE LA CUL-TURA
claridad clásicas desde los primeros versos del Arte
teórica. Y el solo nombre de “ reflexión” señala ya
poética de Boileau. Hasta un monstruo, dice este
los vicios que inevitablemente lleva aparejados. El poema, puede agradar en su representación artística,
objeto “ reflejo” no es nunca el objeto-mismo, y cada
pues no es el objeto mismo lo que agrada, sino la
nueva superficie de reflexión que intercalamos ame­
excelencia de la imitación.
naza con irnos alejando más y más de la verdad ori­
Parecía ofrecerse con ello, por lo menos, la posi­
ginaria, original, del objeto que tratamos de conocer.
bilidad de determinar la dimensión peculiar de lo
Estas consideraciones y otras semejantes fueron
estético en cuanto tal, reconociéndole un valor sus­
formando desde antiguo el verdadero terreno nutricio
tantivo e independiente, aunque esta meta se alcanzara
del escepticismo teórico. Con esta clase de problemas
solamente por medio de un extraño rodeo. Sin em­
hubo de luchar constantemente, a lo largo de su his­
bargo, no era posible llegar a una solución definitiva
toria, no sólo la teoría del lenguaje, sino también la
del problema por el camino del racionalismo estricto
teoría del arte. Platón se vuelve de espaldas al arte, y
y del dogmatismo metafísico. Si estamos convencidos
lo repudia. Su gran reproche es que, en la lucha en­
de que el concepto lógico constituye la condición ne­
tre la verdad y la apariencia, el arte se pone, no de
cesaria y suficiente para llegar a conocer la esencia
parte de la filosofía, sino de parte de la sofística. El
de las cosas, tendremos que llegar por fuerza a la con­
artista no contempla las ideas, los eternos arquetipos
clusión de que, cuanto se distingue específicamente de
de la verdad, sino que se debate entre un tropel de
él cuanto no alcanza su claridad y distinción, es una
imágenes copiadas, de trasuntos, concentrando toda su
simple apariencia sin esencia. En este caso no es
energía en la mira de conseguir que engañen a quien
posible negar el carácter ilusorio de aquellas formas
las contempla, haciéndolas pasar por la realidad mis­
espirituales situadas fuera del círculo de lo pura­
ma. El poeta y el pintor son, lo mismo que el sofista,
mente lógico, y no quedará otro camino para demos­
eternos “ forjadores de imágenes” (elbcoJlOJioió?). En
trarlo y, por tonto, para explicarlo y justificarlo, que
vez de concebir el ser como lo que es, tratan de crear
investigar el origen psicológico de la ilusión, tra­
en nosotros una ilusión del ser.
tando de poner de manifiesto sus condiciones empíri­
En vano intentó la estética, mientras se atuvo al
cas a la luz de la estructura de la imaginación y la
terreno de la “ teoría de la imitación” , desvirtuar en
el terreno de los principios estas objeciones plató­ fantasía humanas. .
El problema cambia por completo de aspecto si,
nicas. Para dejar a salvo la imitación se intentó, en
en vez de considerar la esencia de las cosas como algo
vez de una fundamentación teórica o estética de su
existente y fijo desde el primer momento, vemos en
valor, recurrir a otro fundamento, de tipo hedonístico.
ella, en cierto modo, el punto infinitamente lejano
También el racionalismo estético hubo de seguir con
hacia el que tiende todo conocimiento y toda compren­
frecuencia este camino. Reconoció que la imitación
sión. El objeto se convierte, así, de algo “ dado” , en
no agotaba, ciertamente, la esencia de las ^cosas, que
la “ tarea” de la objetividad. Y en esta tarea, como
la “ apariencia” no podía llegar a donde la “ realidad .
cabe demostrar, no sólo participa el conocimiento
Pero hacía, a cambio de ello, hincapié en el goce
teórico, sino también, a su modo, todas y cada una
inherente a la imitación, tanto más fuerte cuanto más
de las energías del espíritu. Ahora bien, es posi­
se acercaba la obra de arte al modelo en que se ins­
ble asignar al lenguaje y al arte su significación
piraba. Este razonamiento se acusa ya con fuerza y
EL OBJETO 51
50 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA tífico ni mucho menos. Subsiste incluso en aquellos
“ objetiva” peculiar, pero no porque se dediquen a campos en que nuestra mirada se proyecta mas alia
reproducir una realidad existente de por sí, sino por­ d e íd r c u 'o del conocimiento y de la concepción teo-
que la prefiguran, porque constituyen determinadas Í c a Tampoco en el lenguaje, ni en el arte, ni m-
maneras y direcciones de la objetividad.
Y esto vale tanto para el mundo de la experiencia > t f % “ universo” .A a m -
interior como para el mundo de la experiencia ex­ S r Z L C s í e desarrolla 1. visión de a m b »
terna. Para la concepción metafísica del mundo y la en uno y el mismo proceso, que conduce a ^ desd
teoría dualista de las sustancias, el “ alma” y el cuer­ blamiento” continuamente progresivo de ambos polos
po” , lo “ interior” y lo “ exterior” , forman dos circuios Este desdoblamiento perdería su verdadero> senU^o m
distintos y rigurosamente separados del ser. Puede, destruyera la relación que entre am P
sin duda, actuar el uno sobre el otro, siquiera la posi­ si nudiera traducirse en el aislamiento del polo sub
bilidad de esta interacción se torne tanto mas oscura jetfvo o del objetivo. También en este punto se revela
y problemática cuanto más desarrolle la metafísica como algo imposible la dualidad símbolo u objeto,
sus propias consecuencias; pero, con todo, jamas se desde el momento en que un análisis cuidadoso nos
superará la diferencia radical que entre ambos mun­ enseña que la función de lo simbólico consiste preci­
dos existe. La “ subjetividad” y la “ objetividad for­ samente en ser el supuesto previo para todo lo que
man cada una de ellas, una esfera independiente y
aparte, y el análisis de una determinada forma espi­
ritual sólo parece logrado y consumado cuando llega­
mos a ver claro en cuál de las dos esferas aparece
encuadrada esa forma. No hay término^ medio: o „ directamente que si tratase de , enune,ar
está de un lado o del otro. La determinación se conci­ sencillamente a la “ apariencia” , Pedería tambte .
be a modo de un deslinde dentro del espacio, en que con ello la “ aparición” , es decir, el objeto de la in
se asigna a cada fenómeno el lugar que ocupa en tuición y la plasmación artística. La vida propia y
el mundo de la conciencia o en el del ser, en el mun­ p e cT a r del arte reside en el “ reflejo coloreado
do interior o en el exterior. Sin embargo, desde un y solamente en él. El artista no puede representar
punto de vista critico, esta alternativa se reduce a una naturaleza sin que, en esta representación y por me­
apariencia dialéctica. Quien enfoque así el problema, dio de ella, exprese su propio y o ; y, de otro lado,
advierte que la experiencia interior y la exterior no es posible ninguna expresión artística del yo sin que se
son dos cosas distintas y separadas, sino que respon- presente a n telosotros lo objetivo, en toda su objeti­
den a condiciones comunes y que sólo pueden existir vidad y plasticidad. Para que nazca una gran obra
la una en relación con la otra y constantemente enla­ de arte es necesario que se fundan entre si, que: apa­
zadas entre si. Desde este punto de vista dejan de rezcan totalmente absorbidos el uno por la otra, y a
ser cosas sustancialmente distintas, para convertirse inversa, el sentimiento y la forma, lo subjetivo y
en cosas entre las que media una correlación y que se lo objetivo.
complementan la una a la otra. l i Cfr. acerca de esto nuestra obra Philosophie der syrrf
Ahora bien, esta interdependencia característica
bolischcn Formen, Introducción.
no rige solamente en el campo del conocimiento cien-
52 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL OBJETO 53
De donde se desprende, al mismo tiempo, por qué Si la epopeya no tuviera otra virtud que la de re­
la obra de arte no puede ser nunca una simple repro­ memorar los sucesos del pasado, renovándolos en el
ducción de lo subjetivo o de lo objetivo, del mundo recuerdo de los hombres, ¿en qué se diferenciaría de
anímico o del mundo de los objetos, sino que en­ la simple crónica? Basta, sin embargo, con pensar
traña siempre un auténtico descubrimiento de ambos, en la obra de un Homero, de un Dante o de un Mil-
descubrimiento que, en cuanto a su carácter universal, ton, para persuadirse de que cada una de las grandes
no le va a la zaga a ningún conocimiento teórico. Esto creaciones épicas de la literatura universal despliega
es lo que lleva a Goethe, con razón, a . sostener que el ante nosotros algo totalmente nuevo. Estas obras no
estilo descansa sobre los cimientos más profundos y son nunca un mero relato de cosas pasadas, sino que,
firmes del conocimiento, sobre la esencia de las co­ de la mano de la narración épica, proyectan ante nos­
sas, en cuanto nos es dado llegar a conocerla en otros una visión del mundo que viene a derramar una
formas visibles y tangibles. Y a la verdad que el nueva luz sobre la totalidad de los acaecimientos rela­
arte sería algo muy discutible y, desde luego, bien
tados y sobre el universo humano en su conjunto.
pobre, si no pudiese hacer otra cosa que copiar, repe­
También la lírica, aunque se la considera como
tir Una existencia eterna o un acaecer interior. Si el
la “ más subjetiva” de las tres, presenta este mismo
arte fuese, en este sentido, un trasunto del ser, no
rasgo característico y peculiar. Ningún otro género
cabe duda de que seguirían en pie todos los repro­
literario parece ceñirse tanto al instante como la líri­
ches formulados por Platón en contra de él: habría
ca. La poesía lírica trata de captar al vuelo, por
que negarle, en justicia, toda significación “ ideal” .
decirlo así, y de retener una emoción fugaz, pasajera
La auténtica idealidad, la idealidad del concepto teó­
y que no está llamada a repetirse. Brota del momen­
rico lo mismo que la de la forma intuitiva, implica
to y no tiende su mirada más allá de este instante
siempre un comportamiento productivo, creador, no
creador. Y , sin embargo, también en la lírica se re­
una actitud puramente receptiva o imitativa. Tiene
vela, y tal vez con más fuerza que en otros géneros
que crear algo nuevo, en vez de limitarse a repetir lo
ya existente, aunque sea bajo otras formas. El arte literarios, aquel tipo de “ idealidad” que Goethe de­
que no cumpla esta suprema misión a él encomen­ finía con certeras palabras, al decir que lo caracte­
rístico de la mentalidad ideal era el dejar ver lo
dada, no pasa de ser un entretenimiento ocioso del
espíritu, un juego vacuo. eterno en lo fugaz. A l entregarse al instante mismo,
Basta con echar un vistazo a las obras de arte ver­ sin intentar otra cosa que exprimir todo el contenido
de sentimiento y emoción que encierra, le confiere
daderamente grandes de todos los tiempos para con­
duración y perennidad. Si la poesía lírica no hiciese
vencerse de que todas ellas presentan este carácter
otra cosa que aprisionar en palabras los sentimientos
fundamental. Cada una de estas obras deja en nos­
individuales y momentáneos del poeta, en nada se dis­
otros la impresión de que estamos realmente ante algo
tinguiría de cualquier otra manifestación del lenguaje.
nuevo, nunca antes conocido. No tenemos la sensa­
Toda la lírica así entendida sería simplemente expre­
ción de algo puramente imitado o repetido, sino, por
el contrario, de un mundo que se revela ante nos­ sión verbal, y, a la inversa, todo el lenguaje podría
otros por caminos nuevos, y de aspectos totalmente considerarse lírica. Es ésta, en efecto, la conclusión
nuevos, hasta ahora desconocidos. a que en su Estética llega Benedetto Croce. Sin em-
EL OBJETO 55
54 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
Las grandes creaciones del arte tienen esa pode­
bargo, es necesario que, junto al genus proximum de rosa virtud de hacernos sentir y conocer lo objetivo
la expresión en general, no perdamos de vista la di­ en lo individual: plasman ante nosotros con trazos
ferencia específica que da a la expresión lírica su concretos e individuales todas sus formas objetivas y
dignidad propia. No es cierto que la lírica sea una les infunde, así, la vida más intensa y vigorosa, la
simple exaltación o sublimación de la expresión ver­ más poderosa sensación de realidad.
bal. Es algo más que la mera expresión de una
efusión momentánea; aspira a algo más que a reco­
rrer toda la escala de tonos que oscilan entre los dos
polos opuestos del afecto, entre la pena y el goce, el
dolor y la alegría, la exaltación y el abatimiento.
Cuando el poeta lírico logra prestar al dolor “ melodía
y verbo” , no se limita a tender sobre él una nueva
envoltura, sino que lo transforma, además, interior­
mente. Por medio de la emoción, abre ante nosotros
los arcanos del alma hasta entonces cerrados e inase­
quibles para él mismo y para nosotros.
Quien quiera convencerse de este carácter funda­
mental que distingue a la lírica no tiene más que
fijarse en los verdaderos momentos de apogeo de la
historia del estilo lírico. Cada uno de los grandes
líricos de la literatura universal, proponiéndose tan
sólo expresar su propio yo, nos enseña en realidad a
sentir el mundo de un modo nuevo. Nos revela la rea­
lidad y la vida bajo una forma en que no creemos
haberlos visto nunca antes. Una canción de Safo o
una oda de Píndaro, la Vita nuova de Dante o los so­
netos de Petrarca, las canciones de Sesenheim o él
Diván occiden tai-oriental de Goethe, los poemas de
Leopardi o de Hólderlin: cualquiera de estas obras
nos da mucho más que una serie de emociones flo­
tantes y sueltas, que emergen ante nosotros para des­
aparecer en seguida de nuevo y perderse en la nada.
Todo esto “ es” y “ perdura” ; abre a nuestro espíritu
un conocimiento que no es posible aprehender en
conceptos abstractos y que, sin embargo, se alza ante
nosotros com o la revelación de un algo lluevo, hasta
ahora ignorado y desconocido.
COSAS Y EXPRESIONES 57
cada vez más certeramente su cometido y afinando
II más y más sus métodos específicos de pensamiento e
investigación.
PERCEPCIÓN DE COSAS Y D E EXP R E SIO N ES
Todos estos triunfos y cuantos el saber pudo lo­
grar en el espacio de un solo siglo adolecían, sin
Tal vez no se acuse en ningún otro rasgo con tanta embargo, de un grave vicio y de un mal interior. La
fuerza como en las relaciones que en este punto me­ ciencia avanzaba inconteniblemente en cada campo
diaban entre la ciencia de la naturaleza y la ciencia especial de investigación, no cabe duda, pero su uni­
de la cultura, la crisis interior por la que la filoso­ dad interior, en cambio, iba perdiendo terreno. La
fía y la ciencia atravesaron en los últimos cien años, filosofía no acertaba a salvaguardar esta, unidad ni
es decir, en la época que sigue a la muerte de Goethe podía poner coto a la creciente dispersión.
y de Hegel. Los progresos de la investigación fueron,
El sistema hegeliano fue la última gran tentativa
durante este período, en ambos campos, una grande
hecha para abarcar y organizar en torno a una idea
e ininterrumpida marcha triunfal. Es ésta una época
central, dominante, la totalidad del saber. Pero He­
casi única, no sólo en cuanto a los grandes avances
gel fracasó en su ambicioso empeño. Su sistema sólo
logrados en el contenido de las ciencias, sino también
mantiene en apariencia el equilibrio de fuerzas que
con respecto al método, lo mismo en lo que se re­
aspiraba a establecer. A lo que este filósofo aspiraba,
fiere a la constante acumulación de la materia que
en su gran ambición de pensador, era cabalmente a
en lo tocante al modo espiritual de construirla y do­
reconciliar la “ naturaleza” y la “ idea” . Pero, en vez
minarla.
de la conciliación armónica propuesta, acaba preco­
La ciencia natural exacta no sólo fue extendiendo
nizando, en realidad, la sumisión de la naturaleza a
gradualmente su campo, sino que supo crear, además,
la idea absoluta. La naturaleza pierde toda razón
instrumentos de conocimiento totalmente nuevos. La
propia de ser, para conservar tan sólo una aparente
biología dejó de ser una simple descripción y clasifi­
independencia. Todo su ser es feudatario de la idea;
cación de las formas naturales para convertirse en
no es otra cosa que la idea misma considerada no en
una auténtica teoría de las formas orgánicas.
su ser absoluto y en su absoluta verdad, sino enaje­
Pero aun era mayor, si cabe, la misión que se
nada de sí misma, en su “ ser otro” . He aquí el
planteaba a las ciencias de la cultura durante esta
verdadero talón de Aquiles del sistema hegeliano. A
época a que nos referimos. Tratábase, en efecto, de
la larga, no podía ni pudo resistir a los ataques diri­
que también estas disciplinas encontraran aquel “ ca­
mino seguro de la ciencia” que todavía un Kant creía gidos con creciente furia contra este punto tan vulne­
reservado a la matemática y a la ciencia matemática rable de sus posiciones.
de la naturaleza. Desde los días del romanticismo Es cierto que la ciencia de la naturaleza y la cien­
vemos realizar nuevos y nuevos esfuerzos en esta di­ cia del espíritu, en cuanto tales, no parecieron resul­
rección a la ciencia histórica, a la filología y al tar directamente afectadas por esta suerte de la teoría
estudio de las antigüedades clásicas, a la ciencia del hegeliana. Ambas pudieron salir a flote del naufragio
lenguaje, a la ciencia de la literatura y del arte. del sistema hegeliano, y creyéronse tanto más a sal­
Todas estas disciplinas van perfilando y precisando vo de aquel desastre cuanto que, en lo sucesivo, si-
58 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
COSAS Y EXPRESIONES 59
guieron su propio camino, sin tutela filosófica de zara. Intentó, sobre todo, retrotraer el problema a
ninguna clase.
su verdadero terreno, sustrayéndolo a la jurisdicción
Pero este camino iba distanciándolas más y más, de la metafísica, para enfocarlo exclusivamente desde
y ya el divorcio parecía sellado e irremediable. La el punto de vista de la crítica del conocimiento.
trayectoria de la filosofía a lo largo del siglo XIX, le­ En esto reside, concretamente, la importancia que
jos de llenar este abismo entre la ciencia de la natu­ debe reconocerse a la disertación de Windelband so­
raleza y la del espíritu, lo que hacía era ahondarlo bre el tema de La historia y la ciencia de la naturaleza
más y más. Las propias especulaciones filosóficas (1894). La antítesis entre la ciencia de la naturale­
se escindían cada vez más acentuadamente en los dos za y la historia no encierra, según Windelband, nin­
campos hostiles del naturalismo y el historicismo. La guna contraposición ideológica, sino una simple con­
lucha entre ellos hacíase cada día más enconada. En­ traposición metodológica. Ningún pensador puede, por
tre el naturalismo y el historicismo no cabía media­ tanto, enrolarse unilateralmente en el campo del na­
ción ni transacción; era una lucha sin cuartel. Este turalismo o en el del historicismo, sino que debe
duelo a muerte puede seguirse, fase por fase, en el considerar el conocimiento de la naturaleza y el de
excelente estudio de Ernst Troeltsch sobre el desarro­
la historia como factores igualmente necesarios e
llo del historicismo.15 Más que de un problema rela­
igualmente legítimos del saber, que se complementan
cionado con la crítica del conocimiento y la me­
y no se excluyen. Windelband intenta fijar esta rela­
todología, parecía tratarse de la pugna entre dos ción de interdependencia con su distinción entre los
“ concepciones del mundo” , pugna cerrada a cal y
conceptos “ nomotéticos” de la ciencia natural y
canto a toda suerte de argumentos científicos. Tras los conceptos “ idiográficos” de la historia. Sin em­
un breve intento de explicación lógica de sus respec­
bargo, por muy simple y atractiva que esta distin­
tivas situaciones, los contendientes se repliegan sobre
ción, a primera vista, pueda parecer, no puede afron­
sus posiciones metafísicas fundamentales, de las que
tar, evidentemente, por su misma simplicidad, los
no es posible desalojarlos, pero en las que, natural­
hechos extraordinariamente complejos que trata de
mente, cada uno de ellos se hace fuerte sin poder en
describir. Platón exigía que el dialéctico no se con­
modo alguno llegar a convencer o a refutar al contra­
tentara con cualquier clase de distinciones conceptua­
rio. Así planteado el debate entre la ciencia de la
les. Al dividir un todo en géneros y especies, debe
naturaleza y la ciencia de la cultura, entre el natura­
procurarse, dice Platón, no vulnerar su estructura:
lismo y el historicismo, tal parece como si la decisión
no hay que desgarrar las carnes, sino cortar siguiendo
dependiera casi exclusivamente de los sentimientos y
la dirección “ de las articulaciones naturales” (xat’
los gustos subjetivos de cada investigador; la polé­
mica va predominando cada vez más sobre la argu­ aQdga f¡ itécptixEv). Pues bien, la división establecida
mentación objetiva. por Windelband no se ajusta a esta exigencia, como
En medio de este debate, la filosofía crítica lo demuestra, especialmente, la aplicación y el des­
mantúvose fiel a la misión general que Kant le tra­ arrollo que a su pensamiento da, más tarde, Rickert.
También Rickert separa, con un tajo escueto, lo
15 Ernst Troeltsch, Der Historismus und seine Probleme. universal, propio de la ciencia de la naturaleza, de
Libro primeo: “ El problema lógico de la filosofía de la his­ lo históricamente individual. Se ve inmediatamente
toria” , Tubinga, 1922.
obligado, sin embargo, a reconocer que la ciencia
60 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA COSAS Y EXPRESIONES 61
misma, en su labor concreta, no se ajusta, ni mucho Trataban de sustraer ambos campos científicos al
menos, a los postulados de la lógica, sino que cons­ imperio de la metafísica, para tratarlos, con arreglo
tantemente los infringe y desmiente. En esta labor al planteamiento kantiano, “ transcendental” , del pro­
se borran a cada paso los linderos que la teoría se ve blema, como un fnctum, que debía ser investigado
obligada a trazar; en vez de los dos extremos clara­ en cuanto a tas condiciones de su posibilidad. Pues
mente discernidos, nos encontramos casi siempre, en bien, si una de estas condiciones consiste, efectiva­
la proyección Sobre lo concreto, con mescolanzas, mente, en la posesión de un sistema universal de va­
productos mixtos y formas de transición. En plena lores, habrá que saber cómo puede el historiador lle­
ciencia de la naturaleza surgen de pronto problemas gar a adquirirlo y cómo debe, además, fundamentar
que sólo es posible abordar mediante conceptos y mé­ su validez objetiva. Si intenta tomar de la historia
todos históricos; hay, por otra parte, asuntos histó­ misma esta fundamentación, correrá el riesgo de verse
ricos a los que nada impide aplicar los puntos de envuelto en un círculo vicioso; de otra parte, si,
vista propios de las ciencias naturales. Y es que todo como hace el propio Rickert en su filosofía de los
concepto científico es, en realidad, algo general y valores, se tanza a construir ese sistema a priori, la
particular al mismo tiempo; su misión consiste pre­ realidad demuestra constantemente que semejante cons­
cisamente en realizar la síntesis de lo uno y lo otro. trucción es imposible sin partir de ciertos supuestos
También en la teoría de Rickert guarda todo metafísicos, con lo que el problema desemboca, a la
conocimiento de lo históricamente individual una postre, fundamentalmente, en el mismo punto de
esencial relación con lo universal. Lo que ocurre es que partió.
que, mientras que en la ciencia de la naturaleza lo Camino distinto del de Windelband y Rickert es
universal se halla representado por los conceptos el que ha seguido Hermann Paul para llegar a la solu­
de género y de ley, en el conocimiento histórico rige ción del problema de que se trata: el de descubrir
otro sistema de referencia, que es el de los concep­ los principios de la ciencia de la cultura. Hermann
tos de valor. Comprender históricamente y ordenar Paul les lleva a aquellos dos autores la ventaja de
históricamente un hecho, equivale a referirlo a valo­ que no se detiene en distinciones de conceptos univer­
res universales. Sólo mediante este tipo de referencia sales, sino que enlaza directamente el problema con
logra el conocimiento histórico recorrer, con arreglo a su trabajo concreto de investigación, apoyándose en
determinadas directrices, la muchedumbre inmensa de la multitud de elementos que este, trabajo le brinda.
lo concreto, inaprehensible siempre en cuanto tal, La especialidad de Hermann Paul es la lingüística,
y articularla interiormente conforme a este proceso. y los problemas de la historia del lenguaje son, para
Pero, con ello, se ve colocada la teoría ante un nuevo él, el paradigma a la luz del cual desarrolla su con­
problema, tanto más difícil de resolver cuanto más cepción fundamental. Parte de la tesis de que ninguna
presente se tenga cuál fue su verdadero punto de disciplina histórica puede proceder de un modo me­
partida. ramente histórico, sino que necesita tener siempre al
Windelband y Rickert hablaban como discípulos lado una ciencia de principios. Paul reivindica como
de Kant. Pretendían hacer con respecto a la historia tal la psicología™ Parecía quebrantarse, de este
y_ a las ciencias de la cultura lo que su maestro hi­ modo, el conjuro del puro historicismo. Pero a costa
ciera con respecto a la ciencia natural matemática. 16 Cfr. Paul, Prinzipien der Sprachwisscnschaft, pp. 1 ss.
COSAS Y EXPRESIONES 63
62 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
de exponer directamente a la ciencia del lenguaje y a formas y objetos particulares. El concepto, en cuan­
la ciencia de la cultura en general al peligro de caer to concepto lógico y metafísico, no parece llevarnos
en el psicologismo. Y la teoría personal de Paul no más allá de esta división una y tripartita.
escapa, ciertamente, a este peligro. Se apoya, funda­ Pero la distinción de que aquí se trata presenta,
además, otro aspecto, que no puede ponerse de relieve
mentalmente, en las doctrinas de Herbart y construye
totalmente mediante el análisis de los conceptos. Para
sus ideas propias sobre las concepciones psicológicas
ello necesitamos dar un paso más hacia adelante.
fundamentales de este autor. Con lo cual se deslizan
en su teoría, insensiblemente, ciertos elementos de la Ya en la percepción misma se trasluce un momento
que, desarrollado consecuentemente, conduce precisa­
metafísica herbartiana, con grave riesgo para el ca­
mente a esta distinción. Tenemos que ahondar en
rácter puramente empírico de aquélla. “ No es posible
esta capa básica y primigenia de todos los fenómenos
— dice Karl Vossler— apoyarse en Herbart sin de­
de la conciencia, si queremos descubrir en ella el
jarse ganar por la metafísica de este filósofo. Y lo
punto de Arquímides que buscamos, el 5o? poi Jtou
que es pura metafísica no queda despedido en los
otí). Al llegar aquí nos vemos, pues, obligados a
umbrales de las ciencias empíricas. No cabe duda
trasponer, en cierto sentido, los linderos de la simple
de que el misticismo agnóstico de Herbart, con sus
lógica. El análisis de la forma de los conceptos, en
cosas en sí incognoscibles, proyecta su oscura sombra
cuanto tal, no puede esclarecernos totalmente la di­
sobre toda la ciencia del lenguaje de Hermann Paul;
ferencia específica existente entre la ciencia de la
esto hace que su doctrina no proyecte nunca una luz
naturaleza y la ciencia de la cultura. Tenemos que
clara sobre lo que constituye precisamente el pro­
decidirnos, para ello, a apoyar la palanca en un
blema fundamental, que es el problema de la esencia
punto más profundo. Necesitamos confiarnos a la
del lenguaje.” 17 _ , fenomenología de la percepción, e indagar qué es
Ahora bien, ¿qué significa el problema de la esen­
lo que nos dice en relación con nuestro problema.
cia” del lenguaje o de cualquier otro objeto de la
Si intentamos describir la percepción, en su sim­
ciencia de la cultura, si no se le plantea en un sentido
ple consistencia fenoménica, vemos que presenta ante
puramente histórico, ni puramente psicológico, m en
nosotros, por así decirlo, una doble faz. Encierra dos
un sentido metafísico? ¿Acaso queda fuera de estos
aspectos distintos, íntimamente fundidos en ella, pero
campos algo por lo que podemos preguntar, con al­
gún sentido? ¿N o se divide entre ellos lo “ espiri­ sin que ninguno de los dos pueda reducirse al otro.
tual” , en su totalidad? Hegel distingue las tres esfe­ Son dos factores distintos entre sí en cuanto a su
ras del espíritu subjetivo, el espíritu objetivo y el significación, aunque no sea posible separarlos de
espíritu absoluto. Los fenómenos del espíritu sub­ hecho. No existe ninguna percepción que no se refie­
jetivo los estudia, según él, la psicología; el espíritu ra a un determinado “ objeto” y recaiga sobre él.
objetivo sólo se presenta ante nosotros en la histo­ Ahora bien, esta referencia objetiva necesaria se pre­
ria; la esencia del espíritu absoluto nos la revela la senta ante nosotros en una doble dirección, que, en
metafísica. Esta tríada abarca, por tanto, al parecer, términos concisos y esquemáticos, podemos expresar
el conjunto de la cultura y todas y cada una de sus como la dirección del “ ello” y la del “ tú” . La per­
cepción entraña siempre un desdoblamiento del polo
ir Vossler, Geif.1 and Kultur in dcr Sprachc, líeidelberfi, del yo con respecto al polo del objeto. Pero el mundo
1925, pp. 5 5.
64 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA COSAS Y EXPRESIONES 65

ante el que se enfrenta el yo es en un caso un mun­ Pues bien, esta raíz no es otra que la percepción
do de cosas y en el otro un mundo de personas. Lo con­ de expresiones. La primacía de esta clase de percep­
sideramos una de las veces como un conjunto de ob­ ción sobre la que recae sobre las cosas es precisa­
jetos situados dentro del espacio o de cambios pro­ mente lo que caracteriza a la concepción mítica del
ducidos en el tiempo y que afectan a aquellos objetos; mundo. Para ella no existe todavía un “ mundo de
otra de las veces, en cambio, vemos en ello algo cosas” , rigurosamente determinado y delimitado. No
“ igual a nosotros mismos” . En ambos casos existe existen aún aquellas unidades constantes cuya ob­
alteridad, pero no la misma, sino con una diferencia tención constituye la meta primordial de todo cono­
característica y esencial. El “ ello” es pura y simple­ cimiento teórico. Cada forma puede trocarse en otra;
mente “ otra cosa” , es un aliud; el “ tú” es un alter ego. todo puede nacer de todo. La forma de las cosas
No cabe duda de que, según que nos movamos en amenaza con esfumarse a cada instante, pues no des­
una dirección o en otra, la percepción cobrará para cansa sobre cualidades fijas. Las “ cualidades” y las
nosotros distinto sentido y, en cierto modo, distinto “ propiedades” son datos que sólo la observación em­
tinte y entonación. pírica nos enseña a conocer, cuando, a fuerza de in­
Que el hombre vive la realidad de este doble tentos constantemente reiterados que se extienden a
modo, es innegable e indiscutible. Estamos ante un lo largo de períodos prolongados de tiempo, logra
simple hecho, que ninguna teoría puede desvirtuar comprobar las mismas notas distintas o las mismas
ni borrar de la realidad. ¿P or qué se le hace a la relaciones. El mito no reconoce semejante uniformi­
teoría tan duro reconocer este hecho? ¿Por qué ha dad y homogeneidad. Para él, el universo puede
intentado siempre no sólo omitirlo — cosa perfecta­ adquirir una faz distinta en cada momento, pues
mente lícita, desde el punto de vista metodológico— , quien traza esa faz es, simplemente, la afección emo­
sino negarlo en redondo, y hasta renegar de él? En­ tiva. Los rasgos de la realidad cambian según que
contraremos la razón de ser de esta anomalía si se vean por el prisma del amor o del odio, de la
tenemos presente la tendencia a que toda teoría debe esperanza o del miedo, de la alegría o del temor.
su origen y que va fortaleciéndose, además, a medida Cada una de estas emociones puede hacer brotar una
que la teoría se desarrolla. Esta tendencia consiste, nueva forma mítica, un “ dios del instante” .18
precisamente, si no en suprimir por entero uno de La filosofía y la ciencia, al oponer a esta reacción
los dos factores de la percepción, por lo menos en me­ mítica una forma propia de acción, al desarrollar
noscabarlo, en ir ganándole terreno. Toda la expli­ una manera independiente de ver las cosas, que es la
cación teórica del universo se atiene, en sus primeras “ teoría” , vense empujadas poco a poco a ir cayendo
cada vez más en el extremo opuesto. No tienen más
manifestaciones, a otro poder espiritual: al poder del
remedio que esforzarse en cegar las fuentes de que
mito. Para imponerse frente a este poder, la filosofía
se nutre constantemente el mito, negando toda razón
y la ciencia se ven en el trance no sólo de reemplazar
de ser a la percepción de las expresiones. La ciencia
en detalle las explicaciones míticas por otras, sino de
construye un mundo en el que las cualidades expre­
combatir y rechazar en bloque la concepción mítica
sivas, los “ caracteres” de lo inocuo o lo terrible, de
del ser y el acaecer. No tienen más remedio que
atacar al mito, no sólo en sus formas y manifesta­ 18 Cfr. nuestro estudio Sprache und Mythos, Leipzig, 1925,
ciones, sino en su misma raíz. pp. 29 ss.
COSAS Y EXPRESIONES 67
66 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
es el lenguaje de la ciencia.” 1
20 Pero este lenguaje
9
lo acogedor o lo espantoso, se ven desplazados por
no es solamente “ intersubjetivo” ; es también univer­
las puras cualidades sensibles, de color, sonido, etc.,
sal, lo que vale tanto como decir que todas las tesis
etc. E incluso éstas van viéndose reducidas cada vez
se pueden verter en él y que lo que parece quedar en
más. Son cualidades puramente “ secundarias” a las
pie como residuo intraducibie no forma parte de la
que sirven de base otros criterios^ primarios, pura-
mente cuantitativos. Éstos son los únicos que quedan realidad de las cosas.
Partiendo de este punto de vista, es evidente que
en pie para los efectos del conocimiento como reali­
sólo podría haber, por ejemplo, como ciencia del
dad objetiva. Tal es la consecuencia a que llega la
lenguaje la que acusase en el fenómeno lenguaje
física. Y la filosofía, cuando no se atiene a otro
ciertas características físicas, como las que describe
testimonio que el de la física, tiene necesariamente
la fisiología del sonido o la fonética. Por el contrario,
que ir aún más allá. El riguroso “ fisicismo” , en
afirmar que el lenguaje es “ expresión” , que en él
efecto, no sólo declara insuficientes o nulas todas
se manifiesta algo “ anímico” , que, por ejemplo, las
las pruebas que se intenta aducir en apoyo de la
oraciones optativas, imperativas o interrogativas co­
existencia de lo “ psíquico extraño , sino que niega,
rresponden a distintas actitudes psíquicas, eso sena
incluso, que se pueda indagar con algún sentido ese
algo tan inconstable como la existencia de lo psí­
algo extraño, es decir, un mundo no del “ ello” , sino
quico extraño” , en cuanto tal. Y otro tanto ocurriría
del “ tú” . Se considera como mítica, como no filo­
a fortiori con la ciencia del arte, con la ciencia de la
sófica, como algo que debe, por tanto, ser extirpado
religión y con todas las demás “ ciencias de la cultura ,
radicalmente, no ya la respuesta, sino incluso la pre­
en cuanto pretendieran ser algo más que la representa­
gunta.18 , ,, ción de las cosas físicas y de los cambios que en ellas
Podríamos darnos por contentos con este tallo si
se operan. A sí, la historia de la religión, por ejemplo,
la filosofía no fuese otra cosa que crítica del cono­
sólo tendría que ocuparse de aquellas maneras de
cimiento y pudiese circunscribir el concepto del co ­
proceder a que damos el nombre del rito y el culto,
nocimiento hasta el punto de no abarcar mas ciencia
los sacrificios y las oraciones. Podría describir mi­
que la “ exacta” . Así concebido el problema, el len­
nuciosamente el carácter y el desarrollo de estos mo­
guaje físico es el único “ lenguaje intersubjetivo y
dos de comportarse, pero absteniéndose de todo juicio
cuanto no cae dentro de este concepto queda borrado
acerca de su “ sentido” , sin poseer el menor criterio
de nuestra imagen del universo, como mera ilusión.
en cuanto a lo que distingue a estos actos sagra­
“ Se exige de la ciencia, dice Carnap, que no tenga
una significación puramente subjetiva, sino que encie­ dos” de otros que caen ya dentro del campo de lo
rre un sentido y sea valedera para los diversos suje­ “ profano” . Y tampoco nos ayudaría en nada la Cir­
tos que participan de ella. La ciencia es el sistema cunstancia de que todos estos actos envuelven un
de los principios intersubjetivamente validos. Si es­ comportamiento social, y no individual, ya que e
tamos en lo cierto al afirmar que el lenguaje físico conocimiento de lo social se halla sujeto exactamente
es el único lenguaje intersubjetivo que existe, habra a las mismas condiciones. Serviría tan sólo desde
que llegar a la conclusión de que el lenguaje físico 20 c fr . Carnap, “ Die phvsikalische Sprache ais Univer-
salsprache der Wissenschaft” , en ¡krkenntms, t, 11
19 Cfi. Carnap, Scheinprobleme in der Philosophie. Das
Fremdpsychische und der Realismusstreit, Berlín, 1928. pp. 441 ss.
68
LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
COSAS Y EXPRESIONES 69
el punto de vista de una exposición simplemente “ be-
haviorista : nos diría lo que en determinadas cir­ sentido re?168 n0 /.)0dn'am0s IIegar a captar jamás un
cunstancias acaece en determinados grupos humanos; sentido religioso, lingüístico o artístico.
pero, a menos de caer en simples ilusiones, tendríamos .te entrelazamiento es precisamente lo que nos
que abstenernos cuidadosamente de emitir un juicio permite reconocer un objeto cultural. Al igual que
acerca de lo que este acaecer “ significa” , es decir, acer­ cualquier otro objeto, los de la cultura ocupan tam­
ca de Jas ideas, los pensamientos y los sentimientos bién su lugar en el espacio y en el tiempo. Se sitúan
que toman cuerpo en él. en el aquí y en el ahora, nacen y perecen. Para
describir este aquí y este ahora, este nacimiento y
Ahora bien, esta consecuencia negativa entraña
para nosotros, al mismo tiempo, una v lió n p o S esta muerte no necesitamos remontarnos más allá
del circulo de las comprobaciones físicas. Pero, por
No se puede negar al “ fideísmo” el mérito de pro­
otra parte, lo físico y precisamente lo físico se pre­
vocar un esclarecimiento importante del problema de
senta aquí bajo una nueva función. No sólo “ es” y
haber visto el aspecto en el que necesariamente tene­
deviene sino que en este ser y devenir “ se mani-
mos que hacer hincapié para distinguir entre la ciencia
liesta algo distinto. Y esta manifestación de un
de la cultura y la ciencia de la naturaleza. Pero no
sentido que no puede desglosarse de lo físico, sino
ha hecho sino cortar el nudo gordiano en vez de sol­
que en ello se halla adherido y encarnado, constituye
tarlo La solución de este problema sólo podría lo-
a característica común de todos aquellos contenidos
o r o b f Un ana lsls fen°menológico que enfoque el a que damos el nombre de “ cultura” .
problema en su real generalidad. Debemos esforzar­ Claro está que nada nos impide prescindir de este
nos por llegar a comprender en su propia peculiari- aspecto, para cerrar los ojos a su “ valor simbólico”
dad sin la menor reserva y al margen de todo dogma por la vía de la abstracción, de la omisión, desviando
epistemológico, todas y cada una de las clases de nuestra mirada Podemos, por ejemplo, limitarnos a
lenguaje el lenguaje científico, el lenguaje del arte, el mvestigar a calidad del mármol en que está tallado
de la religión etc., etc., para determinar en qué el David de Miguel Angel; podemos empeñarnos
medida contribuye cada uno de ellos a la construc- en ver en la Escuela de Atenas” de Rafael solamen­
cion de un mundo común” . te un lienzo cubierto de manchas de color de deter­
Que el fundamento y el'substrato de esa cons­ minada calidad, ordenadas de un determinado modo
trucción, cualquiera que ella sea, hay que buscarlo dentro del espacio. A partir de este momento, la obra
Z d!
duda. c°ST,imTt
No existe nada lopuram
“faco”
ente e,tá f“™ que
“ideal” * t„d°
no
de arte quedará reducida a una cosa entre otras mu­
chas, y su conocimiento sujeto a las mismas condi­
ciones que rigen para cualquiera otra existencia en
representado d “ f Lo ideaI « ¿ b existe
s e E n f d d a g!Im m° d° material, asequible a los e tiempo y el espacio. Pero la diferencia se resta­
E n el J enCarna1° Cn eSta rePresentación. La re­ blecerá tan pronto como nos adentremos en la repre­
ligión, el lenguaje, el arte: todo esto sólo es asem.ible sentación del cuadro o la escultura y nos entreguemos
para nosotros a través de los monumentos q E da puramente a ella. En la representación distinguimos
una de esas manifestaciones van creando y que son siempre dos momentos fundamentales, que, combina­
signos, los vestigios del pensamiento y del rlcuerdo os y entrelazados, dan como resultado el todo del
objeto artístico. Los colores de la pintura de Rafael
7o LAS CIENCIAS DE LA CULTURA COSAS Y EXPRESIONES 71

tienen una “ función representativa” , por cuanto que resultado fallidas, y cuantas explicaciones psicoló­
se refieren a un algo objetivo. Al verlos, no nos gicas se han dado son inseguras y problemáticas.
perdemos en su consideración, no los contemplamos No es difícil descubrir la falla de que adolecen
como tales colores, sino que vemos a través de ellos estas pruebas y estas explicaciones.21 El escepticis­
un algo objetivo, una determinada escena, un diálogo mo ha sabido encontrar siempre en ella el punto
entre dos filósofos. \Pero tampoco este algo objetivo flaco, contra el cual ha dirigido sus ataques. Kant
constituye el único y verdadero objeto de la pintura. insertó en la segunda edición de su Crítica de la razón
La pintura no consiste simplemente en la represen­ pura una refutación especial del “ idealismo psico­
tación de una escena histórica, de un coloquio de lógico” . Él mismo nos dice que trataba, con ella,
Platón y Aristóteles. Quien en verdad nos habla en ella de poner coto al “ escándalo de la filosofía y de la
no es Platón ni es Aristóteles, sino el propio Rafael. humana razón” que significaba el que ambas se viesen
Estas tres dimensiones: la de la existencia física, obligadas a aceptar simplemente a título de fe la
la del objeto representado y la de la expresión per­ existencia de las cosas existentes fuera de nosotros.22
sonal, son determinantes y necesarias para cuanto Pues bien, la cosa es todavía más escandalosa cuando
no es simplemente un “ resultado” , sino una “ obra” no se trata de la existencia del mundo exterior,
y, por consiguiente, para cuanto, en este sentido, sino de la existencia de otros sujetos fuera de nos­
forma parte no sólo de la “ naturaleza” , sino tam­ otros. Y , sin embargo, es lo cierto que hasta dogmá­
bién de la “ cultura” . La eliminación de una de estas ticos metafísicos convencidos se declaraban impotentes
tres dimensiones, la proyección sobre un plano único para oponer, en este punto, razones decisivas a los
de consideración, da siempre como resultado una argumentos de los escépticos. Estos pensadores de­
imagen achatada, superficial, de la cultura, no nos claran la duda irrefutable, aunque sin darle tampoco,
descubre nada de su verdadera profundidad. cierto es, ninguna importancia.
Es cierto que el positivismo estricto suele negar Dice Schopenhauer que jamás podrá ser refutado
esta profundidad, temiendo perderse en sus tinieblas. con pruebas ese egoísmo teórico que considera como
Y es justo reconocer, sin que eso sea darle la razón, meros fantasmas todos los fenómenos, fuera del de
que, en nuestras percepciones, la expresión, si la su propia individualidad. Sin embargo, este tipo
comparamos con el objeto mismo, parece presentar de egoísmo, añade, sólo puede encontrarse, como
una especial dificultad e “ incomprensibilidad” . Esta convicción seria, en un lugar, en el manicomio, en
incomprensibilidad no existe para quien contempla cuyo caso, más que de aportar pruebas contra él,
simplistamente el mundo. Quien procede así se con­ de lo que se trata es de curarlo. El solipsismo
fía sin reservas a lo que la expresión le revela y podría, pues, considerarse, siempre según Schopen-
se siente muy a gusto en ello. No hay argumento hauér, como un pequeño fortín fronterizo, por siem­
teórico capaz de hacer estremecerse en su seguridad pre inexpugnable sin duda, pero cuya guarnición no
a quien contempla el universo de este modo. Pero se atreve a salir de su escondrijo, razón por la cual se
la cosa cambia tan pronto como la reflexión se apo­
dera del problema. Todas las “ pruebas” lógicas adu­ 21 Cfr. Philosophie der symbolischen Formen, t. III, pp. 95 ss.
cidas a lo largo de la historia de la filosofía para 22 Kritik der reinen Vernunft, 2^ ed., p. X XX V III. (Hay
demostrar la existencia de lo “ psíquico extraño” han trad. española.).
72 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA COSAS Y EXPRESIONES 73
puede pasar de largo por delante de él, sin peligro datos primarios, pero es siempre, precisamente por
alguno de tenerlo a la espalda.33 eso mismo, algo inseguro. Él análisis fenomeno-
No es, ciertamente, muy satisfactorio para la filo­ lógico, sin embargo, no confirma este supuesto, tan
sofía el verse obligada a apelar aquí al “ sano sen­ generalizado. Ni en cuanto al contenido ni desde
tido común” , que, por lo demás, considera como el punto de vista genético tenemos ninguna razón
una de sus grandes misiones criticar y tener a raya. para asignar a las percepciones de los datos sensibles
Es evidente que el proceso del razonamiento no puede rango preferente con respecto a las de las expresiones.
desarrollarse hasta el infinito, que necesariamente En un sentido puramente genético, tanto la ontogenia
tenemos que topar, antes o después, con algo que, como la filogenia, lo mismo el desarrollo de la con­
aun no siendo susceptible de “ demostración” , sea, sin ciencia individual que el de la conciencia de la
embargo, “ patente” . Y esto es aplicable tanto al especie, nos enseñan que precisamente aquellos datos
conocimiento del propio yo como al del mundo que suelen ser considerados como el punto de partida
exterior. Como constantemente afirma Descartes, tam­ para todo el conocimiento de la realidad son un pro­
poco el cogito, ergo sum” es una deducción lógica, ducto relativamente tardío, siendo necesario un largo
un argumentum in forma, sino un conocimiento pu­ y trabajoso proceso de abstracción para desprenderlos
ramente intuitivo. Y es que, dentro del campo de los del conjunto de la experiencia humana. Cualquier
problemas verdaderamente fundamentales, no pode­ observación psicológica imparcial nos revela que las
mos atenernos exclusivamente a la reflexión, sino primeras vivencias del niño son cabalmente vivencias
ue debemos remontarnos a fuentes de conocimiento
3 e otro tipo y de carácter más originario. Lo que sí
debemos exigir, en cambio, es que los fenómenos,
fisiognómicas o de expresión.24 La percepción de
las “ cosas” y de las “ cualidades de las cosas” se im­
pone mucho más tarde.
al proyectar sobre ellos la clara luz de la reflexión, Lo que da la pauta, en estos asuntos, es prin­
no acusen contradicciones internas, sino que se aúnen cipalmente el lenguaje. A medida que no sólo vivi­
y armonicen entre sí lo m ejor posible. Esta condición mos el mundo en simples presiones, sino que damos,
no se cumpliría si la visión “ natural” del mundo nos además, a estas vivencias una expresión por medio
empujase irresistiblemente a una tesis que la teoría no del lenguaje, va creciendo también nuestra capacidad
tuviera más remedio que calificar de sencillamente in- de representación objetiva.25 Pero esta capacidad no
fundable o, incluso, de carente de sentido. llega a ejercer nunca un imperio exclusivo en el
Pasa muy frecuentemente por ser una hipótesis campo del lenguaje, como lo revela el simple hecho
casi evidente por sí misma y que no necesita de de que toda expresión verbal sea una expresión
demostración la de que todo lo directamente asequi­ “ metafórica” . La metáfora constituye un elemento
ble al conocimiento son datos físicos concretos. Los indispensable en el organismo del lenguaje; sin ella,
datos que nos transmiten los sentidos, el sonido y la lengua perdería toda su vida, para convertirse en
el color, las sensaciones de tacto y de temperatura, un sistema de signos convencionales.
los olores y los sabores son, al parecer, lo único que Pero tampoco la visión propiamente teórica del
nos revela directamente la experiencia. Lo otro, prin­ mundo, la visión del mundo propia de la filosofía
cipalmente, el ser anímico, podrá inferirse de estos
24 Cfr. Philosophie der symbolischen Formen, t. III, pp. 74 ss.
23 W elt ais P ille und Vorstellung, libro 2, § 19. (Hay 25 Más detalles en nuestro estudio “ Le langage et la cons-
trad. española.) truction du monde des objets” , en Journal de Psychologie, 1933.
74 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA COSAS Y EXPRESIONES 75
y de la ciencia, empieza, ni mucho menos, por con­ tnós y destacamos es, simplemente, el producto de
siderar el universo como un conjunto de cosas pu­ la reflexión teórica. Es un lerminus ad quem, no un
ramente “ f í s i c a s L a concepción del cosmos como un terminas a quo, un final o un comienzo. Cierto
sistema de cuerpos y la concepción del acaecer como es que la ciencia de la naturaleza, en cuanto tal,
el resultado de la acción de fuerzas puramente fí­ debe seguir resueltamente por el camino que con­
sicas, aparecen bastante tarde; apenas si se remon­ duce a esta meta. No sólo procura desplazar más
tan más allá del siglo XVII. lina de las pruebas adu­ y más todo lo que es “ personal” , sino que as­
cidas por Platón en apoyo de la inmortalidad del pira a crearse una imagen del universo de la que
alma comienza con la consideración de que el alma quede, por principio, eliminado.20
es el “ comienzo de todo movimiento” , de tal modo Sólo dando de lado al mundo del yo y del tú,
que admitir su extinción equivaldría a admitir la consigue la ciencia realizar su verdadero propósito.
paralización del universo. En Aristóteles, este pen­ El cosmos astronómico fue lo primero en que esta
samiento es la piedra angular de la cosmología. La manera científica de ver el problema pareció con­
razón de que los cuerpos celestes se mantengan en quistar su supremo triunfo y su victoria definitiva.
perenne movimiento no puede ser otra sino que este Con Keplero, la idea de las “ almas de los planetas” ,
movimiento emana de un principio anímico. Y toda­ idea que al principio le dominaba por entero, se ve
vía Giordano Bruno, heraldo y pregonero de la cada vez más desplazada, a medida que se remonta
nueva imagen copernicana del universo, expone la teo­ a una teoría verdaderamente matemática del movi­
ría de la vida anímica de los cuerpos celestes como una miento planetario; al llegar a Galileo, la tal idea es
convicción en la que coinciden todos los filósofos. ya una pura ficción. La filosofía de la época mo­
Es al llegar a Descartes cuando encontramos por derna fue todavía más lejos por este mismo camino.
vez primera el pensamiento de un universo riguro­ Reclamó la eliminación de las cualidades psíquicas
samente matemático y mecánico, pensamiento que, a “ ocultas” , no sólo en la astronomía y en la física,
partir de él, sigue su curso incontenible. Pero, como sino en todos los procesos naturales en general. Tam­
vemos, esta idea es el eslabón final, no el eslabón poco la biología podía quedarse atrás; el reinado
inicial, de un largo proceso histórico. Es un pro­ del “ vitalismo” parecía tocar a su fin, incluso en el
ducto de la abstracción a que se ve obligada a re­ campo biológico. La vida es desterrada, ahora, no
currir la ciencia, llevada de su tendencia a calcular sólo de la naturaleza inorgánica, sino también de la
y dominar los fenómenos naturales. Por medio de orgánica. También los organismos se ven sometidos
él, intenta el hombre, como lo dice el propio Des­ a las leyes de la mecánica, a las leyes de la presión y
cartes, erigirse en “ señor y dueño de la naturaleza” el choque, reduciéndose por entero a ellas.
(maitre et possesseur de la nature). Todos los intentos hechos para salir, con argu­
La “ naturaleza” física de las cosas es aquello que mentos metafísicos, al paso de esta “ desanimación”
en los fenómenos se repite siempre de idéntico modo,
26 En un interesante ensayo titulado “ Quelques remarques
lo que, a fuerza de repetirse, puede ser reducido a le­ au sujet des bases de la connaissance scientifique” y publicado
yes rigurosas e inquebrantables. Es lo que podemos en la revista Scientia, de marzo de 1935, ha expuesto Schoroe-
desglosar, como algo constante y siempre igual, del dinger que tampoco en la imagen del universo de la física
conjunto de los fenómenos que nos son dados. Pero puede lograrse de un modo absoluto esta eliminación de lo
“ personal” ; se trata, en rigor, de un concepto límite del mé­
no debe perderse de vista que lo que así desglosa- todo de las ciencias naturales.
COSAS Y EXPRESIONES 77
76 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
los procesos de la vida vegetal, sin necesidad de re­
de la naturaleza, no sólo no han prosperado, sino
currir a explicaciones de otro orden. Los fundadores
que han comprometido, además, la causa que pre­
modernos de la teoría de los tropismos no vacilan, por
tendían servir. Todavía en el siglo xix aventuró
otra parte, en extender esta misma teoría al mundo
Gustavo Teodoro Fechner un intento de esta clase.
animal, creyendo haber encontrado con ello la com­
Fechner, que era físico, pretendió abrir el camino
probación rigurosamente empírica de la tesis carte­
a la psicofísica en el campo de la psicología. Pero
su aspiración tendía sobre todo, en lo filosófico, a siana del automatismo de los animales.28
Finalmente, se demostró que ni siquiera la psi­
atacar en su raíz la concepción mecánica del mundo.
cología, la teoría de los fenómenos de la concien­
Trataba de oponer a la “ visión nocturna” de la cien­
cia, era capaz de poner coto a esta tendencia de
cia natural una “ visión diurna” . Y es extraordinaria­
progresiva objetivación y mecanización. El cogito
mente instructivo, para nuestro problema, detenerse
de Descartes no opone ya una barrera segura e in­
a examinar el método de que Fechner se servía para
franqueable a esos avances incontenibles. Desde el
conseguir este resultado.
punto de vista cartesiano, ese principio marcaba
Su método consistía, realmente, en tomar como
una nítida línea divisoria entre la “ naturaleza y
punto de partida la percepción de la expresión, restau­
el “ espíritu” , por ser la expresión del “ pensamiento
rándola en la plenitud de sus derechos. Este tipo^ de
puro” . Pero, ¿existe, en realidad, un pensamiento
percepción, según Fechner, no sólo no puede inducir a
puro, o no será más bien lo que se hace pasar por
engaño, sino que constituye, en el fondo, el único me­
tal una simple construcción racionalista?
dio de que disponemos para romper el conjuro del pen­
El intento de aplicar con todo rigor la tesis del
samiento abstracto y poder acercarnos a la realidad.
empirismo conduce necesariamente a esta pregunta.
El paso más audaz y más curioso en esta dirección
Uno de los más agudos analíticos modernos de la
lo da Fechner en su obra titulada Nanna, o la vida
psicología, William James, se la formula, por otra
anímica de las plantas. Todos los fenómenos del
parte, expresamente. En sus Essays in Radical Em-
mundo vegetal son concebidos, como fenómenos de
pirism se pregunta, en efecto, si acaso puede aducir
expresión, e interpretados de este modo. Las plantas
nadie una prueba de experiencia en apoyo de lo que
son, para Fechner, “ almas” , “ almas que florecen y
suele conocerse con el nombre de conciencia . Y
exhalan su aroma calladamente, que apagan su sed
da a esta pregunta una respuesta rotundamente nega­
sorbiendo el rocío, que en los brotes de sus capullos
tiva. Según él, la psicología debe renunciar al con­
manifiestan sus impulsos y que se vuelven hacia
cepto de conciencia, tal y como lo ha hecho con el
la luz por una nostalgia superior” .27
concepto del alma sustancial. Trátase, en realidad,
Sin embargo, la teoría mecanicista no necesita
de dos nombres distintos para designar una y la
realizar ningún esfuerzo para reducir a tropismos
misma cosa. La afirmación de que existe un “ pen-
y químicas conocidas todos esos fenómenos explica­
samiento puro” , una aautoconciencia pura , una uni-
bles mediante la acción de fuerzas físicas en que
dad transcendente de la apercepción” , no puede, se­
Fechner trata de encontrar otras tantas pruebas de­
gún James, apoyarse en nada. No es posible aducir
mostrativas de la vida anímica de las plantas. Según
ningún hecho psicológico comprobable en apoyo de
ella, las leyes del heliotropismo, del geotropismo, del
fototropismo bastan para explicar satisfactoriamente 28 Cfr. Jarques Lot'b, Vorlesungen übcr die Dynamik dcr
Lebenserscheinungen, Leipzig, 1906.
27 Fechner, Nanna, 4? ed„ Hamburgo y Leipzig, 1908, p. 10.
78 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA COSAS Y EXPRESIONES 79
ella. Es un simple eco, una débil reminiscencia que, Ateniéndose a este modo de plantear el proble­
al desaparecer, ha dejado flotando la sustancia meta­ ma, aparece también inmediatamente bajo una nueva
física del alma. Ni la conciencia del yo ni el senti­ luz el relativo a las relaciones entre el yo y el tú.
miento del yo pueden existir sin determinados sen­ Ya no se los puede presentar, a ninguno de los dos,
timientos corpóreos. “ Estoy firmemente convencido como objetos existentes de por sí, separados en cierto
— dice William James— de que la corriente del pen­ modo por un abismo dentro del espacio y entre los
samiento, que expresa e insistentemente reconozco que, no obstante, y a pesar de esta separación, se pro­
como fenómeno, no es sino una manera imprecisa de duce una especie de acción a distancia, de actio in
expresar algo que, si analizamos bien la cosa, se reve­ distans. Lo mismo el yo que el tú existen, así con­
la, en lo fundamental, como la corriente de mi respira­ cebido el problema, solamente en cuanto existen “ el
ción (the stream of my breathing). El ‘yo pienso’, del uno para el otro” , en cuanto guardan entre sí una
que Kant dice que debe necesariamente poder acompa­ relación funcional de interdependencia.
ñar a todas mis representaciones, no es otra cosa que El hecho de la cultura constituye, precisamente,
el ‘yo respiro’ , que de hecho las acompaña.” 29 la más clara expresión y la prueba más irrefutable
Así, pues, desde el punto de vista de un empiris­ de esta mutua condicionalidad. La cultura, en efec­
mo estricto, preocupado exclusivamente de la com­ to, no cae por principio fuera del marco trazado
probación de los hechos de conciencia, hasta el por el punto de vista de la ciencia natural, que
concepto de autoconciencia aparece, en última ins­ versa sobre las cosas y las relaciones que entre ellas
tancia, como discutible siempre que no se lo en­ existen. Ni la cultura ni la ciencia de la cultura son
tienda en el sentido de la tradición idealista clásica. a la manera de “ un estado dentro del estado” . Las
Cierto es que el propio James se preocupa de añadir obras de la cultura son, físicamente, obras de carácter
en seguida, prudentemente, que la duda no se refiere material; los individuos que las crean tienen su
al fenómeno mismo como tal, sino simplemente a una existencia y vida propia psíquicas. Todo esto puede
determinada interpretación de él. Si este autor se y debe ser estudiado e investigado, evidentemente,
cree obligado a poner en duda el hecho de la “ auto- con arreglo a categorías físicas, psicológicas y socio­
conciencia pura” , es en la medida en que se requiere lógicas.
aludir a una cosa existente de por sí. James niega Pero cuando pasamos de las obras concretas y
simplemente la naturaleza sustancial del yo, no su los individuos sueltos a las formas de la cultura y nos
significación funcional. Let me then immediately entregamos por entero a su consideración, pisamos
explain — dice expresamente— that I mean only to los umbrales de un nuevo problema. El naturalismo
deny that the word stands fo r a entity, but to insist estricto no niega este problema; cree, sin embargo,
most emphaticaüy that it stands for a function. [ “ Per­ poder resolverlo tratando de explicar estas formas, el
mítaseme explicar de inmediato que lo que yo preten­ lenguaje, el arte, la religión, el Estado, como una
do negar es que la palabra tenga que ver con alguna simple suma de acciones singulares. El lenguaje es
entidad, pero que insisto, con la mayor energía, en que explicado como fruto de una convención, de un “ con­
tiene que ver con una función.”J venio” concertado por los individuos; la vida del
Estado y de la sociedad se atribuye a un “ contrato
29 William James, ‘íDoes Consciousness exist?” (en Essays
in radical Empiricism, 1912, p. 36) ; ef. también Bertrand
social” . Claro está que se incurre con ello en un
Russell, The Analysis of Mind, 1921. círculo vicioso fácil de descubrir. Un convenio sólo
80 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA COSAS Y EXPRESIONES 81
puede concertarse, en efecto, por medio del lenguaje tancialmente separadas, nos adentremos en el centro
y del discurso, del mismo modo que un contrato de aquel intercambio que entre ellos se opera, por me­
no puede nacer ni prosperar, no tendría sentido ni dio del lenguaje o bajo otra forma cultural cualquie­
vigencia más que en el seno del derecho y del Estado. ra. En el principio fue la acción: en el empleo
Por tanto, el primer problema que se trata de del lenguaje, en la creación artística, en el proceso del
resolver está en saber cómo se crea este medio, pensamiento y la investigación, se expresa en cada
en qué consiste y cuáles son sus condiciones. Las caso una actividad peculiar, y sólo en ella se en­
teorías metafísicas acerca del origen del lenguaje, cuentran el yo y el tú, para divorciarse simultánea­
de la religión y de la sociedad contestan a esta pre­ mente el uno del otro. Se entrelazan y se comple­
gunta remontándose a ciertas fuerzas suprapersona- mentan, al fundirse y mantenerse de este modo en
les, a la acción del “ espíritu del pueblo” o del “ alma unidad, en el lenguaje, en el pensamiento y en todas
de la cultura” . Pero esto vale, en rigor, tanto como las formas de la expresión artística.
renunciar a una explicación científica, para reincidir Se comprende, así, y hasta se impone casi como
en el mito. El mundo de la cultura es concebido y una necesidad, que la psicología del estricto “ beha-
explicado, así, como una especie de supramundo, que viorismo” proyecte también, a la postre, contra la
influye sobre el mundo físico y sobre la existencia realidad del yo, del cogito en sentido propio, las
del hombre. dudas que exterioriza con respecto a la realidad del
Una filosofía crítica de la cultura no puede de­ “ tú” , a la existencia de lo “ psíquico extraño” . Al des­
jarse llevar de ninguno de estos dos tipos de expli­ aparecer una de las dos cosas, tiene que venirse tam­
cación. Tiene que huir tanto de la Escila del natu­ bién a tierra la otra. Por muy paradójica que nos
ralismo como de la Caribdis de la metafísica. El parezca la pregunta de William James: Does Con-
camino para conseguirlo está en comprender clara­ sciousness exist? [¿E s que existe la conciencia?],
mente que el “ yo” y el “ tú” no son factores dados es, en el fondo, perfectamente consecuente. Pero
y fijos, que creen las formas culturales por medio precisamente esta consecuencia puede señalarnos la
de la acción que ejercen el uno sobre el otro, sino salida al dilema, al hacernos ver en qué atolladero
a la inversa: es precisamente bajo estas formas y desembocan el “ empirismo radical” y el psicologismo.
gracias a ellas como se constituyen las dos esferas, Es evidente que, desde su punto de vista, el remi­
el mundo del “ yo” y el del “ tú” . No existe un yo tirse a la fuerza de convicción de las percepciones
fijo y cerrado, que entre en relaciones con un tú del de lo expresivo no basta para disipar las dudas.
mismo carácter e intente, por así decirlo, penetrar Tenemos, para ello, que apelar a otro argumento;
desde el exterior en su esfera propia. Si arrancamos necesitamos distinguir, en lo que llamamos expresión,
de semejante idea, se demostrará a la postre, una dos aspectos diferentes. La “ expresión de los movi­
y otra vez, que la exigencia que en ella se plantea mientos de ánimo” no es patrimonio exclusivo del
es irrealizable. También en el campo de lo espiritual, hombre: se da también en el mundo animal. Darwin ha
lo mismo que en el mundo de la materia, se halla todo estudiado y analizado a fondo estos fenómenos en una
ser condenado en cierto modo a permanecer en un de sus obras. Pero todo lo que en este punto podamos
sitio, siendo impenetrable desde cualquier otro. Pero apreciar es siempre una expresión puramente pasiva.
esta dilicultad desaparece tan pronto como, en vez Dentro de la órbita de la existencia humana y de la cul­
de partir del yo y el tú como de dos entidades sus­ tura humana, en cambio, nos encontramos de pronto
COSAS Y EXPRESIONES 83
82 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
dremos que llegar a la conclusión de que éstos no
con algo nuevo. Las formas de la cultura, por mucho
conocen otra ley que la de la imitación, que son, en
que puedan diferir las unas de las otras, son todas ellas
su totalidad, puro “ psitacismo” ? ¿Acaso no existe
verdaderas acciones. No son simples acaeceres que
diferencia alguna entre el lenguaje de los papagayos
se producen en nosotros, de que nosotros somos obje­
V el del hombre? El propio Russell pone un ejemplo
to, sino, por decirlo así, energías específicas, gracias
en apoyo de la tesis “ behaviorista” . Supongamos,
a las cuales es capaz el hombre de construir el mundo
dice, que un profesor, examinando a sus alumnos, les
de la cultura, el mundo del lenguaje, del arte, de la
ponga un problema aritmético, tomado, digamos, de
religión. la tabla de multiplica:*. Unos alumnos le darán una
Es cierto que también a esta objeción cree poder
hacer frente el “ behaviorismo” . Esta doctrina se afe- respuesta “ exacta” y . os otros una respuesta falsa .
¿Acaso la misma respuesta “ exacta” significará otra
rra al terreno de las realidades dadas, declarando que
nos revelan siempre una determinada combinación cosa sino que se ha grabado en la memoria del alumno
una simple fórmula - erbal, y que es capaz de repetirla
de cualidades sensibles, una variedad de colores, una
al pie de la letra? Esto es, evidentemente, cierto.
sucesión de sonidos, etc. Cuando afirmamos que todos
Ahora bien, ningún profesor, ningún verdadero peda­
estos contenidos no sólo “ son” , sino que en ellos se
gogo, al examinar a sus alumnos, indagará exclusi­
manifiesta” , además, un algo distinto, que tienen,
vamente los resultados de sus respuestas, sino que
además de su existencia puramente física, un “ valor
procurará constatar, además, el camino que siguen
simbólico” , nos salimos ya, con ello, de lo único que
para llegar por su cuenta a esos resultados. Procurará
puede revelamos la experiencia. Ese complejo de so­
ponerles un problema o un ejercicio con el que no
nidos a que damos el nombre de “ lenguaje no puede,
hayan tenido ocasión de encontrarse, para poder com­
por tanto, aducirse como prueba de que tras él se
probar, a la vista de la respuesta, no sólo los cono­
halle lo que solemos designar con el nombre de
cimientos por ellos asimilados, sino también el modo
“ pensamiento” . “ El behaviorista — dice Rusell nos
asegura que los discursos pronunciados por los hom­ como saben emplearlos. Con lo cual se disipara la
bres pueden ser explicados sin partir del supuesto duda que la expresión puramente pasiva, por muy
de que los hombres piensan. Allí donde podríamos variada que sea, no está nunca, esencialmente, en con­
esperar encontrarnos con un capítulo sobre los pro­ diciones de superar. Existen, evidentemente, discursos
cesos mentales, el behaviorista nos ofrece un capitulo pasivos, como existe una expresión pasiva. Esos dis­
sobre los hábitos lingüísticos. Y es verdaderamente cursos no trascienden nunca de la órbita del simple
lenguaje habitual (language habit). Pero el verdede-
humillante para el hombre comprobar cuán extraor­
dinariamente certera resulta esta hipótesis cuando se ro discurso, el “ logos” preñado de sentido, nada
tiene que ver con eso. No es nunca puramente imita­
la examina de cerca.” 80
Apenas cabe ninguna duda de que una gran parte tivo, sino productivo, creador; y sólo en función de
de lo que se habla en la vida cotidiana cae, en efecto, tal, gracias a esta energía inherente a él, acredita y
demuestra el discurso aquella otra energía que cono­
bajo esta demoledora crítica. Pero ello no quiere
decir que tengamos derecho a hacer este juicio exten­ cemos con el nombre de “ pensamiento . ,
La verdadera conexión entre el “ yo” y el ‘ tú
sivo a la totalidad de los discursos humanos. ¿Ten-3 0
consiste en la participación en el mundo común del
30 Russell, The Analysis of Miad, pp. 26 s.
lenguaje, y es la constante intervención activa en este
84 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA COSAS Y EXPRESIONES 85

mundo lo que asegura la relación viva entre aquellos se entienden el “ yo” y el “ tú” , y no sólo se entienden
dos factores. Claro está que esta circunstancia puede entre sí, sino que se entienden, además, a sí mismos.
entenderse y valorarse tanto en un sentido negativo Ambos se entrelazan de este modo constantemente.
como en un sentido positivo. Antiquísima es la queja La chispa del pensamiento de cada uno de los dos
de que el lenguaje no sirve solamente para unir, sino interlocutores se prende en contacto con las palabras
también para separar. La filosofía, la mística y la del otro, y gracias a este intercambio, ambos se
poesía recogen y repiten esta misma queja. construyen, por medio del lenguaje, un “ mundo
común” pleno de sentido. Cuando nos falta este
¿P o r qué no puede el espíritu vivo mostrarse al espíritu?
medio, nos sentimos también dudosos e inseguros
Cuando habla el alma, ya no es, ¡a y !, el alma quien habla.
de lo que poseemos. Todo pensamiento tiene que
Y, sin embargo, ese anhelo de llegar a conseguir pasar por la prueba del lenguaje hablado o escrito,
una transmisión directa de nuestros pensamientos y y también el sentimiento se prueba y corrobora al
nuestros sentimientos sustraída a todo simbolismo, expresarse. Todos nosotros hemos pasado por la ex­
a toda función mediadora de la palabra y la imagen, periencia de sentirnos, no pocas veces, capaces de las
no pasa de ser una ilusión. Esta aspiración sólo sería cosas más asombrosas en ese tipo de pensamiento
fundada si el mundo del “ y ° ” existiese como algo “ no formulado” característico de los sueños. Logra­
dado y fijo, si la palabra y la imagen no tuviesen mos resolver así, como jugando, los problemas más
otra misión que la de transferir a otro sujeto este algo difíciles. Pero, al despertar, todo se esfuma; la ne­
dado. Pero este modo de concebir el problema se cesidad de cifrar en palabras lo conseguido nos
vuelve de espaldas al verdadero sentido y a la pro­ lleva a darnos cuenta de que todo aquello no era
fundidad real del proceso del lenguaje y la imagen. más que una sombra vana. Por tanto, el lenguaje
Si este proceso, si el lenguaje y el arte tuviesen la no es solamente, ni mucho menos, algo que nos ale­
función exclusiva de tender un puente entre los dis­ ja de nosotros mismos; es, por el contrario, ai igual
tintos sujetos, tendría razón de ser la objeción que con­ que el arte, al igual que todas las “ formas simbóli­
dena como utópica la esperanza de que ese puente lle­ cas’ ', el camino que nos conduce a nosotros mismos;
gue a tenderse. No es posible tender puentes sobre este y es eminentemente creador, por cuanto que sólo
abismo; cada mundo se pertenece, en último resultado, gracias a él se constituye nuestra conciencia del
yo y nuestra autoconciencia.
a sí mismo y no sabe de otro. Pero las cosas no son
así, ni mucho menos. Al hablar y al plasmar, los Para ello necesitamos recurrir constantemente al
individuos no se limitan a comunicar lo que ya poseen, doble camino de la síntesis y el análisis, de la sepa­
sino que es así como realmente entran en su posesión. ración y la reintegración. Esta relación “ dialéctica”
Cualquier conversación viva y henchida de sentido no se pone de manifiesto solamente en el diálogo
nos demuestra la verdad de esto que decimos. En propiamente dicho sino también en el monólogo.
ella no se trata simplemente de comunicarse algo, También el pensamiento solitario es como dice Pla­
sino de un intercambio de discursos. Y el pensa­ tón un “ coloquio del alma consigo misma” . Por
miento va formándose en este proceso doble y entre­ paradójico que pueda parecer cabe afirmar que en
lazado. Platón dijo que no hay más acceso al mundo el monólogo predomina la función del desdoblamiento
de la “ idea” que el de “ hablar por medio de pre­ y en el diálogo la de la reintegración. Aquel “ coloquio
guntas y respuestas” . Preguntando y contestando del alma consigo misma” no es posible en efecto,
86 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA COSAS Y EXPRESIONES 87
sin que el alma se desdoble, en cierto modo. Nece­ creadas acierta a retener la muchedumbre de rostros
sita, para ello, asumir el papel del que habla y del que viven en su interior. Queda siempre en pie, por
que escucha, de quien pregunta y de quien contesta. mucho que se haga para evitarlo, un antagonismo
En este coloquio consigo misma, el alma deja de dolorosamente sentido; lo “ exterior” y lo “ interior”
ser, por tanto, una entidad suelta, un “ individuo” . no logran nunca coincidir por entero. Sin embargo,
Se convierte en “ persona” , en la acepción etimoló­ esta limitación, que el artista se ve obligado a reco­
gica de esta palabra, que recuerda la máscara y el nocer, no se convierte en una barrera para el artista.
papel del actor. “ El concepto de individuo — dice Éste sigue creando, pues sabe que sólo en la creación
Carlos Vossler— no lleva implícita esta posibilidad, puede encontrarse y poseerse a sí mismo. Sólo se
pues es propio de su esencia el permanecer inte­ siente dueño de su universo y de su propio yo en la
riormente indivisible. Si los hombres fuesen simple­ forma que acierta a darles.
mente individuos, y no personas, no sería posible También el sentimiento religioso nos muestra esta
comprender que pudieran sostener una conversación, misma dualidad. Cuanto más profundo e íntimo es
ya que ésta es siempre comunicación, es decir, sepa­ este sentimiento, más parece retraerse del mundo y
ración y reintegración espiritual. . . Por eso, el ver­ desembarazarse de todas las trabas que unen al hom­
dadero portador y creador del coloquio es siempre, en bre con el hombre, que lo atan a su realidad social.
última instancia, es decir, si consideramos el pro­ El creyente sólo conoce dos cosas: a sí mismo y a
blema filosóficamente, una sola persona que se des­ su Dios; no quiere conocer nada más. Deum, animam-
dobla, para estos efectos, en dos, en varios y en mu­ que scire cupio, dice San Agustín, nihilne plus? Nihil
chos papeles o subpersonas, en cuantos se quiera.” 31 omnino. [ “ Quiero conocer a Dios y al ánima. — ¿Nada
Y esta doble función de todo lo simbólico, la más?— Absolutamente nada más.” ] Y, sin embargo,
función del desdoblamiento y la reintegración, ad­ en el propio San Agustín, como en los demás genios
quiere un relieve todavía más claro y convincente en religiosos, la fuerza de la fe se acredita precisa­
el arte. “ No hay modo más seguro de esquivar el mente al proclamarla. El creyente necesita comunicar
mundo, ni hay modo más seguro de enlazarse a él, que a otros su fe, infundirles su pasión y su unción reli­
el arte.” Estas palabras de Goethe expresan un giosas, para estar seguro de la fe que le anima. Y
sentimiento fundamental que vive y se manifiesta sólo puede hacerlo por medio de imágenes religiosas,
en todo gran artista. El artista se halla siempre imágenes que empiezan siendo símbolos para acabar
animado por la poderosa voluntad y la más grande convirtiéndose en dogmas. También aquí nos encon­
capacidad de comunicación. No descansa ni se siente tramos, pues, con que toda manifestación inicial es
tranquilo hasta encontrar el camino para hacer sentir ya el comienzo de una enajenación. Ninguna forma
a otros lo que vive en él. Pero, al mismo tiempo, espiritual es capaz de sobreponerse a este conflicto
interior, y en ello reside su destino y también, en
se siente precisamente aislado y solitario, arrincona­
cierto modo, su tragedia inmanente. La desaparición
do en los confines de su propio yo, en medio de esta
de este conflicto significaría también, al mismo tiem­
corriente constantemente renovada de comunión con
po, la muerte de lo espiritual, cuya vida y cuya
los demás. Y es que ninguna de las obras por él
misión no son, precisamente, otras que el separar lo
31 Karl Vossler, “ Sprechen, Gesprach und Sprache” (en unido, para poder luego unir lo separado con mucha
Geist und Kultur in der Sprache, pp. 12 s . ) . mayor fuerza y seguridad.
EL CONCEPTO N ATU RAL Y EL CULTURAL 89
una doble dirección originaria de la intuición y la
III percepción.
Ahora, después de haber sentado así un punto
CONCEPTOS “ NATURALES” Y CONCEPTOS fijo de apoyo y referencia, debemos formularnos
“ CULTURALES” nuevamente el problema. Debemos retornar al campo
de la lógica e indagar el carácter lógico de los con­
ceptos culturales. Cualquier consideración, por su­
1
perficial que sea, nos enseña, en efecto, que todos
Partíamos de la tesis de que cuantos intentos se ellos poseen ese carácter lógico; que todos ellos, por
hagan para llegar a establecer la diferencia espe­ muy diversos que sean, por mucho que se refieran
cífica entre la “ ciencia de la naturaleza” y la “ cien­ a objetos distintos, se hallan unidos entre sí por al­
cia de la cultura” resultarán poco satisfactorios e gún “ nexo espiritual” . Ahora bien, ¿qué clase de
insuficientes mientras no nos decidamos a abandonar nexo es éste, a qué familia pertenecen estos concep­
el campo de la simple lógica y de la teoría de la tos, qué afinidad existe entre ellos y los conceptos
ciencia. de otra clase ?
Para poder señalar con toda nitidez la diferencia Tres respuestas sustancialmente distintas han sido
investigada, hubimos de remontarnos de la estructura dadas, hasta ahora, a esta pregunta. En ellas se refle­
del concepto a la estructura de la percepción. La ja claramente la pugna y el conflicto entre las diver­
percepción encierra ya, en germen, como hemos in­ sas tendencias que siguen luchando por la supremacía
tentado demostrar, aquella misma antítesis que se en la teoría moderna de la ciencia. La ciencia de la
manifiesta de forma explícita en los dos métodos naturaleza, la historia y la psicología se disputan
opuestos empleados por la ciencia de la naturaleza enconadamente el terreno. Y cada una de estas cien­
y la ciencia de la cultura. Ninguna dirección de cuan­ cias aparece en la palestra con una presión justi­
tas se disputan el campo en la teoría del conocimiento ficada, que encuentra siempre eco.
suele ya hoy poner en duda que todos los conceptos, Esto precisamente indica que el problema no es
en cuanto aspiren a transmitirnos cualquier clase de de los que se resuelven mediante un simple fallo
conocimiento de la realidad, tienen necesariamente dogmático. Cada una de estas tres tendencias puede
que “ realizarse” , a la postre, en la intuición. replegarse sobre una posición rodeada de seguras
Y esta tesis no rige solamente para cada concepto defensas y de la que ningún argumento del adver­
en particular; rige también para los diversos tipos sario es capaz de desalojarla. Y es que los tres
de conceptos con que nos encontramos en el mundo de campos, el de lo físico, el de lo psíquico y el de lo
la ciencia. Si estos tipos pretenden ser algo más histórico, pertenecen necesariamente al concepto de
que simples ficciones, si han de significar algo “ objeto cultural” . Son, propiamente, los tres factores
más que simples nombres convencionales acuñados que integran ese concepto.
por nosotros para fines de clasificación, necesaria­ Un “ objeto cultural” requiere siempre, en efec­
mente tienen que poseer un fundamentum in re. Te­ to, un substrato físico-material. La pintura va ad­
nemos que poder seguirlos hasta sus últimas fuentes herida al lienzo, la estatua está tallada en el mármol,
de conocimiento; tenemos que poder demostrar que el documento histórico se halla materializado por los
la diferencia existente entre ellos descansa sobre signos escritos estampados sobre el pergamino o el
88
90 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL CONCEPTO NATURAL Y EL CULTURAL 91
papel. Sólo así, incorporada en documentos y mo­ poseemos una lógica de la matemática, y desde Aris­
numentos de esta clase, se presenta ante nosotros una tóteles una lógica de la biología. Han encontrado aquí
cultura pretérita. seguro asiento y lugar fijo los conceptos matemáticos
Ahora bien, todo esto requiere, al mismo tiempo, de relación y los conceptos biológicos de género y
para ser comprendido o leido certeramente, una do­ especie. Descartes, Leibniz y Kant construyeron la
ble interpretación. Es necesario que lo situemos, his­ ciencia matemática de la naturaleza, y en el siglo XIX,
tóricamente, en el período que le corresponde, que por último, surgieron los primeros intentos de una
descubramos su origen y su antigüedad, y es necesa­ “ lógica de la historia” . En cambio, si posamos la
rio, asimismo, que sepamos interpretarlo como expre­ mirada sobre los conceptos fundamentales de la cien­
sión de determinadas actitudes fundamentales del cia del lenguaje, de la ciencia del arte y de la ciencia
alma, que encuentren algún eco en nuestra propia de la religión, vemos que carecen todavía, en cierto
sensibilidad. Así, pues, conceptos físicos, históricos modo, de hogar y de patria: estos conceptos no han
y psicológicos concurren siempre en la descripción encontrado todavía su “ asiento natural” en el sistema
de un objeto cultural. de la lógica.
Pero el problema que en esta descripción nos En vez de demostrar esto por medio de disqui-
sale al paso, no consiste precisamente en el contenido ciones abstractas, preferimos ilustrarlo a la luz de
de estos conceptos mismos, sino en la síntesis por ejemplos concretos, tomados del material manejado
medio de la cual los compaginamos idealmente, para directamente en su labor por las ciencias de la
agruparlos en un nuevo todo, en un todo sui generis. cultura. El trabajo de investigación como tal ha
Cualquier tipo de consideración que no alcance a seguido siempre, en este punto, sus propios caminos;
explicar satisfactoriamente esta síntesis resultará in­ no se ha prestado a tenderse sobre el lecho de Pro­
adecuado a su objeto. Al avanzar hacia una deter­ custo de determinadas distinciones conceptuales, en
minada fase del concepto, lo que importa no son los que la lógica y la teoría del conocimiento se empe­
elementos que en él se contienen, sino la manera ñan no pocas veces, en constreñirlo. Por eso, p o­
peculiar como esos elementos aparecen agrupados demos inferir de esta labor directa, mejor que de
y unificados. Por eso, aun siendo indiscutible que
cualquier otra fuente, el verdadero estado de la
en todo objeto cultural se revela un lado físico, un
lado psicológico y un lado histórico, ello no quiere cuestión.
Cada ciencia de la cultura va creando determina­
decir que este objeto no se oculte a nosotros en su
dos conceptos de forma y de estilo, y los emplea
específica y peculiar significación cuando aislamos
para lograr una visión sistemática de conjunto, para
estos elementos en vez de enfocarlos en su recíproca
penetración espiritual. El aspecto físico, el psico­ establecer una clasificación y una distinción de los
lógico y el histórico son necesarios, en cuanto tales fenómenos de que trata. Estos conceptos de forma,
y cada uno de por sí; pero ninguno de ellos puede a que nos referimos, no son “ nomotéticos” , ni son
ofrecernos la imagen total a que aspiramos siempre tampoco puramente “ idiográficos” . No son nomo­
en las ciencias de la cultura. téticos, pues no pretenden establecer tales o cuales
Tropezamos, sin duda, con una dificultad que leyes generales de las que puedan derivarse deducti­
guarda íntima relación con el estado actual de la vamente los fenómenos estudiados. Pero tampoco
lógica y con su desarrollo histórico. Desde Platón pueden ser reducidos a una consideración histórica.
92 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL CONCEPTO N ATU RAL Y EL CULTURAL 93

Ilustraremos esto, primeramente, fijándonos en la dad de nuestros conocimientos en lo tocante a la


estructura de la ciencia del lenguaje. No cabe duda estructura del lenguaje. , .
de que, siempre que sea posible, debemos estudiar Pasemos ahora de la ciencia del lenguaje a otro
el lenguaje en su desarrollo, y de que éste nos per­ de los grandes campos de la ciencia de la cultura
mite llegar a las más ricas y fecundas conclusiones. la ciencia del arte. Podrá, a primera vista, parecer
Pero si queremos abarcar en su totalidad la materia un intento muy aventurado el de tender un puen
que se trata de investigar y explicar, es decir, la entre ambos campos, tan distantes entre si, en apa­
totalidad de los fenómenos del lenguaje, tenemos que riencia, por los objetos sobre que versan y po
seguir un camino diferente. Tenemos que partir de métodos empleados. Ambas ciencias, sin embargo, po
lo que Guillermo de Humboldt llama la “ forma inte­ muy distintas que sean, manejan conceptos afines en­
rior del lenguaje” , e intentar adentrarnos en la estruc­ tre sí en cuanto a su forma general y que pertenecen,
tura de esta forma interior. Este problema afecta ya en cierto modo, a la misma familia lógica. Tam
exclusivamente a la estructura del lenguaje, se dis­ poco la historia del arte podría avanzar un solo paso
tingue claramente de los problemas de orden histó­ si pretendiera circunscribirse exclusivamente a con­
rico y puede y debe ser tratado con independencia de sideraciones de orden histórico, a la descripción de
éstos. Podemos saber lo que un lenguaje es en cuan­ lo que ha sido y del proceso de su gestación y des­
to a su estructura sin necesidad de conocer nada o arrollo. De ella puede decirse también aquello que
conociendo muy poco acerca de su desarrollo histó­ decía Platón, de que el simple devenir no es capaz
rico. Así, por ejemplo, Humboldt fue el primero en de ofrecernos ningún conocimiento científico. Para
establecer el concepto de las “ lenguas polisintéticas” , do der penetrar en el devenir, para poder abarcarlo
ofreciéndonos con su descripción un brillante ejem­ con la mirada y dominarlo, hay que asegurar antes
plo de su análisis lingüístico y formal. Y, sin em­ determinados puntos de sosten y de apoyo en el ser .
margo, no disponía de ninguna clase de datos acerca El conocimiento histórico se refiere siempre a un
del nacimiento y del desarrollo histórico de estas determinado conocimiento de la forma y de
lenguas. Y algo parecido a esto ocurre dondequiera “ esencia” , y se basa en él. Esta correlación y esta
que se trata de estudiar las lenguas de los pueblos interdependencia de los dos factores se manifiestan
carentes de escritura. En su Gramática comparada con toda claridad, a cada paso tan pronto como las
de las lenguas bantúes, ha investigado Carlos Meinhof investigaciones en el campo de la ciencia del arte
las características particulares de aquellos idiomas se ven obligadas a reflexionar acerca de su propio
que no dividen los nombres sustantivos fijándose en
metEsto lo vemos expresado muy claramente en una
lo que suele llamarse su “ género natural” — en mascu­
obra como los Conceptos fundamentales de la historia
linos, femeninos y neutros— , sino ateniéndose a otros
del arte, de Enrique W olfflin. Este autor se esfuerza
criterios de clasificación.32 Es evidente que tampoco
en dejar a un lado todo lo especulativo; enjuicia los
en este tipo de análisis intervienen ni pueden inter­
problemas y se expresa como un puro empírico. Y,
venir puntos de vista históricos, sin que la ausencia
sin embargo, insiste expresamente en que los hechos
de ellos perjudique en lo más mínimo a la seguri- como tales permanecen necesariamente mudos si de
antemano no afirmamos ciertos puntos de vista con­
32 Más detalles en Philosophie der symbolischen Formen,
t. I, pp. 264 ss. ceptuales con arreglo a los cuales deben ser interpre-
EL CONCEPTO NATURAL Y EL CULTURAL 95
94 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
precisamente ningún acaecer histórico singular que
tados y ordenados. Es ésta, precisamente, la laguna
se da una sola vez, es decir, un hecho vinculado a
que su libro se propone llenar. “ La investigación
una determinada época y circunscrito a ella. Los
de los conceptos — declara ya desde el prólogo de la
conceptos fundamentales de W ólfflin no tienen nada
obra— no ha marchado al mismo paso que la inves­
de “ idiográficos” , como no lo tenían tampoco los de
tigación de los hechos.” La obra de W ólfflin no
Humboldt. Parte del establecimiento de un estado
trata de ofrecernos, propiamente, una historia del
de cosas perfectamente general; pero oponen a los
arte; viene a ser, diríamos, algo así como los “ Pro­
conceptos generales de clase y de ley, propios de la
legómenos a toda futura historia del arte” que pre­
conciencia general, un algo general de otro tipo y
tenda presentarse como ciencia. “ No tratamos -—dice
de otro nivel. A la luz de determinadas manifesta­
el autor explícitamente en un pasaje de su obra—
ciones históricas — por ejemplo, del contraste entre
de hacer la historia del estilo pintoresco; nuestro
el lenguaje de las formas empleado por el clasi­
esfuerzo gira en torno de su concepto general.” 333 4
cismo y el barroco, de la contraposición que se ad­
Ahora bien, este “ concepto general” se descubre
y se define distinguiendo el estilo pintoresco, neta y
vierte entre el siglo XVI y el XVII o de las diferencias
precisamente, del estilo lineal y contrastándolo a él esenciales entre un Durero y un Rembrandt— , hay
en todas sus formas y manifestaciones. Lo “ lineal” que tomar conciencia de una diferencia de formas
y lo “ pintoresco” se contraponen, según W ólfflin, fundamental. Las manifestaciones singulares^ preten­
como dos maneras distintas de ver. Son dos modos den ser otra cosa que ilustraciones paradigmáticas de
diferentes de concebir las relaciones espaciales que esta diferencia y no, en modo alguno, el fundamento
tienden hacia metas completamente distintas y cada de la misma. „
uno de los cuales capta, por lo tanto, un especial Según W ólfflin, las formas del “ clasicismo y
aspecto de lo espacial. Lo lineal trata de captar del “ barroco” no se circunscriben a la historia mo­
la forma plástica de las cosas; lo pintoresco su derna del arte, sino que se dan también en la arqui­
apariencia. “ Allí se busca la forma fija ; aquí, el tectura antigua, y brotan incluso en un terreno tan
fenómeno cambiante; allí, la forma permanente, men­ ajeno a ellas como el gótico.35 Del mismo modo
surable, limitada; aquí, el movimiento, la forma en que no podría tampoco captarse la diferencia de que
función; allí, las cosas en sí; aquí, las cosas en su se trata reduciéndola a una diferencia puramente
conexión. nacional o individual. Las diferencias nacionales e
De suyo se comprende que W ólfflin no habría individuales desempeñan, evidentemente, un papel en
podido llegar a formular esta contraposición de lo el desarrollo de los estilos pintoresco y lineal, pero
“ lineal” y lo “ pintoresco” , ni exponerla con esta sin que la índole esencial de ambos estilos pueda
nitidez intuitiva, si no se apoyara a cada paso en un derivarse de esas diferencias. Lejos de ello, esa ín­
gigantesco material histórico, tomado de las artes dole se nos revela claramente en épocas muy distin­
plásticas. Pero, de otra parte, subraya insistente­ tas, en culturas nacionales muy diversas y en artistas
mente que lo que su análisis trata de destacar no es totalmente diferentes entre sí.
Y también el problema del desarrollo de un estilo
33 Heinrich W ólfflin, Kunstgcschichtliche Grundbegrilfe, a base del otro puede plantearse y resolverse, según
Munich, 1915, p. 35. (Hay traducción española de Moreno
Villa.)
33 Cfr. W ólfflin, op. cit., p. 243.
34 W ólfflin, op. cit., p. 31.
96 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL CONCEPTO NATURAL Y EL CULTURAL 97
Wólfflin, sin referirse para nada a esos pretendidos tanta nitidez los puros conceptos estructurales de la
supuestos. La historia del estilo puede ahondar hasta ciencia del arte, se ve llevado, sin buscarlo ni darse
una determina capa fundamental de conceptos que cuenta de ello, a problemas completamente univer­
guarden relación con la “ representación como tal” : sales de la “ ciencia de las formas” . Recurre, lógica­
“ podría escribirse una historia del desarrollo del mente, a giros que trascienden del campo de la ciencia
modo occidental de ver, en que las diferencias de ca­ del arte y que apuntan ya a la ciencia del lenguaje.
rácter individual y nacional no tuviesen importancia Humboldt no se cansaba de insistir en que la dife­
alguna considerable.” 36 “ Hay un estilo que, orien­ rencia entre las distintas lenguas era algo más que
tado en lo esencial hacia lo objetivo, capta las cosas una simple diferencia de “ sonido y signos” . Toda
y trata de presentarlas con arreglo a sus proporciones forma lingüística expresa, según él, una “ visión del
fijas y tangibles, y hay, por el contrario, un estilo mundo” propia, una determinada orientación funda­
que, orientándose más hacia lo subjetivo, toma como mental del pensamiento y de la representación. Una
base de la representación la imagen con que la visi­ idea perfectamente análoga a ésta es la que inspira
bilidad se presenta realmente a nuestros ojos.” 37 Los a W ólfflin, sin que para eso haya tenido que apoyar­
más heterogéneos artistas pueden participar de ambas se o inspirarse en el mundo de pensamiento de
formas de estilo. “ Para ejemplificar — dice W ólf­ Humboldt. W ólfflin, sin proponérselo, transfiere el
flin, en un pasaje de su obra— no teníamos, natural­ principio de Humboldt del campo del pensamiento
mente, otro procedimiento que el de remitirnos a cada y de las representaciones al campo de la intuición y
obra de arte concreta, pero cuanto hemos dicho acerca la visión.
de Rafael y el Ticiano, de Rembrandt y Velázquez, Todo estilo artístico puede determinarse, así lo
no trata más que de esclarecer la trayectoria general, afirma W ólfflin, no sólo con arreglo a determinados
nunca de poner de relieve el valor específico de la factores formales, al modo de dibujar, de trazar las
obra en cada caso citada.” 38 En esta manera de líneas, etc., sino viendo expresada en cada uno de
enfocar el problema reside, incluso, según W ólfflin, estos factores una determinada orientación de con­
el ideal de una historia del arte, que sería, como él junto y, en cierto modo, una actitud espiritual del
mismo dice, una “ historia del arte sin nombres” .39 ojo. Y estas diferencias son mucho más que una
No los necesitaría, por la sencilla razón de que simple cuestión de gustos: “ entrañan, como algo
plantearía los problemas refiriéndose no a los in­ condicionante y condicionado, el fundamento mismo
dividuos, sino a los principios, es decir, a algo “ anó­ sobre que descansa toda la visión del mundo en un
nimo” : a los cambios en cuanto al modo de ver las pueblo” .40 Del mismo modo que las diversas lenguas
cosas dentro del espacio y a la modificación del difieren entre sí en su gramática y en su sintaxis,
sentimiento óptico de la forma y del espacio por ellos el lenguaje del arte varía también, en su sintaxis y
condicionada. en su gramática, si vale decirlo, ai pasar del estilo
Para el lógico resulta extraordinariamente intere­ lineal al estilo pintoresco. El contenido del mundo
sante y valioso, desde este punto de vista, observar no se critaliza, para la intuición, en una forma
cómo W ólfflin, por el solo hecho de destacar con permanente y siempre igual.41 Y uno de los princi­

39 lbid., p. 13. 87 lbid., p. 23.


38 lbid., p. 237. 3» lbid., p. V. po lbid., p. 251.
« lbid., p. 237.
98 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL CONCEPTO N ATU RAL Y EL CULTURAL 99
pales cometidos de la ciencia del arte consiste, pre­ de valor. Puede ocurrir que la fijación de tales fo r­
cisamente, en estudiar estos cambios en cuanto al modo mas lleve aparejados determinados juicios de valor,
de captar las cosas y en explicarlos desde el punto de pero éstos no tienen nunca una fijación constitutiva
vista de su necesidad interior. para la captación de la forma en cuanto tal; para
Esto nos lleva a otro problema. Hemos afirmado su sentido y su alcance.
que los conceptos de forma y estilo propios de las Así, por ejemplo, Humboldt, en sus investigacio­
ciencias de la cultura se distinguen claramente tanto nes sobre la estructura del lenguaje humano, cree
de los conceptos de las ciencias naturales como de poder establecer una cierta “ jerarquía” entre las dis­
los conceptos históricos por cuanto que representan tintas formas lingüísticas. A la cabeza coloca las
una clase de conceptos sui generis. Pero, ¿pueden, lenguas que conocen el mecanismo de la declinación
acaso, reducirse a otro tipo de conceptos, al tipo y la conjugación, y esfuérzase por demostrar que
de los conceptos de valor? Sabido es cuán importante este método es, en el fondo, la “ única forma regular”
papel desempeñan los conceptos de valor en la lógica que no alcanzan plenamente, en su desarrollo, las
de la historia, tal como la expone Rickert. Rickert lenguas aislantes, aglutinantes o polisintéticas. Dis­
subraya expresamente el hecho de que la ciencia his­ tingue, por tanto, dos clases de lenguas: las que
tórica no gira exclusivamente en torno al descubri­ acusan esta “ forma regular” y las que, en uno u
miento de hechos individuales, sino que tiene que otro sentido, difieren de ella.42
establecer un engarce, una conexión entre ellos, y Pero es obvio que Humboldt sólo pudo llegar a es­
afirma que esta síntesis histórica jamás sería posible tablecer esta jerarquía de las lenguas después de haber
ni viable sin la referencia a un algo “ universal” . fijado, con sujeción a determinados principios, las di­
Pero, en vez de los conceptos del ser sobre que ferencias de estructura existentes entre ellas, para lo
descansa la ciencia de la naturaleza, Rickert sostiene cual no necesitaba atenerse en lo más mínimo, eviden­
que la historia y, en general, la ciencia de la cultura, temente, a ningún punto de vista valorativo.
giran en torno a un sistema de conceptos de valor. Pues bien, lo mismo exactamente puede decirse
Según esto, la masa de la materia histórica sólo de los conceptos de estilo, en la ciencia del arte.
puede organizarse y hacerse accesible al conocimien­ Basándonos en normas estéticas de las que creemos
to histórico siempre y cuando que lo particular sea estar seguros, podemos perfectamente dar preferencia
referido a valores superindividuales de carácter uni­
a un estilo sobre otro. Pero, el “ qué” de cada estilo,
versal.
es decir, su propia peculiaridad, su carácter especí­
Sin embargo, tampoco esta tesis resiste a una fico, jamás lo descubrimos a la luz de estos con­
precisa contrastación de las condiciones concretas ceptos normativos, sino recurriendo para ello a otros
sobre que descansan las ciencias de la cultura. Existe criterios. Cuando W olfflin habla de lo “ clásico” y
una diferencia muy sustancial entre los conceptos de lo barroco , ambos conceptos tienen para él un
estilo y los conceptos de valor. Los conceptos de es­ significado puramente descriptivo, y no envuelven
tilo muestran el “ ser” puro, nunca el “ deber ser” , un juicio estético, normativo o de calidad. El pri­
si bien en ese ser no se trata de las cosas físicas, sino
mero de los dos conceptos no lleva aparejado, en
de las "formas” . Cuando hablamos de la “ forma” de
una lengua o de una determinada forma artística,
, , ,42 ,CfL Huml)ol<Jt, “ Einleitung zum Kawi-Werk” , en W erke
esto nada tiene que ver, de por sí, con una relación (Akad. A usgabe), t. VII, 1, p . 252 js .
EL CONCEPTO N ATU RAL Y EL CULTURAL 101
XOO LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
del lenguaje, del arte, de la religión— a un conjunto
modo alguno, el sentido adjetivo de lo mejor o lo
de procesos anímico-espirituales, todos los cuales
ejemplar” Del mismo modo que á hecho de que,
caen, eo ipso, bajo la jurisdicción de la psicología.
según la historia del arte nos ensena, al estilo pinto
; Subsiste, en este punto, alguna diferencia; puede
resco «iga generalmente al lineal y se desarrolle casi
abrigarse, con respecto a esto, alguna reserva, alguna
siempre a base de él, no entraña en modo alguno la
afirmación de que esta trayectoria represente un salvedad?
“ progreso” una superación. W ólfflm ve en ambas Siempre ha habido, en efecto, prominentes inves­
tigadores que han pensado así, llegando, en conse­
formas estilísticas, simplemente, dos solucl‘ >n®*
tas de un determinado problema, igualmente legiti cuencia, a la conclusión de que no hay que molestarse
ambas, desde el punto de vista estético DenUo de en buscar una “ ciencia de principios” como punto de
cada uno de los dos estilos, podemos discernir lo sustentación de la ciencia de la cultura puesto que
perfecto de lo imperfecto, lo insignificante o lo me- esa es, precisamente, la misión de la psicología.
diocre de lo excelente. Pero sena falso aplicar estas Hermann Paul ha defendido esta tesis con una
diferencias a los dos estilos, en bloque, considerando gran claridad y una gran fuerza, en el campo de la
el uno como superior y el otro como in f r io . lingüística. Trátase, bien entendido de alguien que
manera pintoresca es la posterior - dlce J ^ es, por encima de todo, un historiador del lenguaje,
y no podríamos concebirla en rigor sin la primera de quien, por tanto, no puede sospecharse que trate de
pero esto no quiere decir que sea la absolutamente ningún modo los derechos del punto de vista histórico
superior. El estilo lineal supo desarrollar valores de investigación. Pero esto no es obstáculo para que
que el estilo pintoresco ya no posee, m P«ede ? ° ^ - insista, una y otra vez, en que sin plantear y resolver
los problemas de principio, sin establecer previamen-
te las condiciones del desarrollo histórico, en general,

Z r S Z t V f.
estas dos orientaciones distintas del ínteres por el mun­
sería imposible llegar a ningún resultado histórico
concreto. Por eso la historia del lenguaje al igual
que la historia de cualquiera otra forma de cultura,
do surge una belleza distinta. tiene que ir flanqueada siempre, nos dice Paul, por
Hasta ahora hemos intentado exponer las razones una ciencia que “ se ocupe de las condiciones generales
que nos autorizan y nos obligan a asignar a los con­ de vida de los objetos que se desarrollan históricamen­
ceptos culturales un puesto aparte, tanto con respe te, que investigue, en su naturaleza y en su acción, los
a los conceptos históricos como a los axiologico factores presentes siempre en todos los cambios . i
de valor, distinguiéndolos de unos y otros en cuanto
estos factores constantes sólo los puede estudiar una
a su estructura lógica. Pero queda en otro pro
ciencia: la psicología. Y, al decir esto, Paul se refiere
blema hasta ahora no resuelto, a saber: ^ auto­
siempre a la psicología individual, y no, como btein
nomía que postulamos para lo s conceptos de forma
thal y Lazarus, y más tarde Wundt, a la psicología
v de estilo puede mantenerse también frente a la
de los pueblos” . Es por tanto, a la psicología indi­
ciencia psicológica? O, dicho en otros términos: ¿no
vidual a la que se atribuye la misión de resolver
se reduce la totalidad de la cultura — el desarrollo4 3
los problemas de principio que plantea la teoría del
lenguaje: “ todo gira en torno al problema de derivar
43 Ibid., pp. 20, 31-
EL CONCEPTO N ATU RAL Y EL CULTURAL 103
102 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
de creer, de enjuiciar, que se refieren a esas unida­
el desarrollo del lenguaje de las acciones y reacciones des de significación y las tienen por objeto.45 Que­
que los individuos ejercen los unos sobre los otros . daba descartado con ello el peligro de que la teoría
Cuando Hermann Paul formulaba esta tesis, en formal de la lógica y la de la matemática pura se
las primeras páginas de sus Principios de la historia vieran reducidas a simples determinaciones psico­
del lenguaje, había alcanzado su punto culminante, lógicas.
en la filosofía y en la teoría general de la ciencia, Es cierto que, por lo menos a primera vista, el
la enconada pugna entre el método “ psicológico y el trazado de semejante línea divisoria parece mucho
método “ trascendental” . De una parte estaban las más difícil en los dominios de las ciencias de la
escuelas neokantianas, con su postulado de que la cultura. Cabe, en efecto, preguntarse: ¿existe, en
primordial y más importante misión de toda inves­ realidad, una determinada' “ consistencia” del lengua­
tigación crítica del conocimiento era distinguir entre je, del arte, del mito, de la religión, o se reduce todo
el quid juris y el quid facti. La competencia de la lo que conocemos por estos nombres a una serie de
psicología, en cuanto ciencia empírica, no iba mas actos sueltos, en que los hombres hablan, crean o
allá, decían esas escuelas, de las cuestiones de hecho, gozan formas artísticas, exteriorizan su fe mítica
de las que jamás y en modo alguno podían derivarse o sus creencias religiosas? ¿Existe o queda en P*®>
normas para la solución de los problemas que afec­ como objeto de investigación, algo que no se halle
taban a la validez. totalmente incluido dentro del círculo en estos actos.
Esta divisoria entre el “ logicismo” y el ‘ psico- Basta con que nos fijemos en el estado actual del
logismo” , que durante largo tiempo dió su impronta problema para darnos cuanta de que así es, en efecto.
a toda la filosofía, ha pasado en cierto modo a se­ También en este punto se ha ido haciendo luz. La
gundo plano. Tras largos y difíciles forcejeos de psicología del lenguaje, la psicología del arte y
una y otra parte, ha recaído, por fin, una decisión la psicología de la religión han ido desarrollándose
que apenas ya nadie ataca seriamente _ en el estado progresivamente, durante los últimos años. Pero ya
actual de las investigaciones. La lógica tal era no abrigan la pretensión de desplazar o condenar al
la conclusión a que llegaban los psicologistas extre­ ostracismo a la teoría del lenguaje, a la teoría del arte
mos__es la teoría de las formas y las leyes del pensar. o a la teoría de la religión. También en esto ha ido
Y no se puede por menos de ver en ella una disciplina definiéndose cada vez más claramente el campo de
psicológica, por cuanto que el proceso del pensar ^y una pura “ teoría de las formas” , que maneja con­
el conocer sólo puede tener por esecnario la psique. ceptos distintos de los de la psicología empírica y
Husserl se ha encargado de poner al desnudo, en debe ser construido por otros procedimientos.
sus Investigaciones lógicas, el paralogismo escondido Un ejemplo de ello lo tenemos, principalmente,
en esta conclusión, persiguiéndolo, por así decirlo, en la “ teoría del lenguaje” de Carlos Bühler. Cosa
hasta en los últimos rincones. Ha señalado la radical tanto más importante cuanto que este autor aborda
e incancelable diferencia que existe entre la forma, los problemas del lenguaje como psicólogo y sin
como “ unidad ideal de significación” , y las vivencias volverse jamás de espaldas a este punto de vista en
psíquicas, los “ actos” de considerar como verdadero,
45 Cfr., especialmente, Husserl, Logische Untersuchungen,
« Cfr. Theodor Lipps, Grundzüge der Logik, Hamburgo y t. I, cap. 8.
Leipzig, 1893, pp. 1 ss.
104 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL CONCEPTO NATURAL Y EL CULTURAL 105

el curso de su investigación. Lo cual no es obs­ logia del lenguaje. ¿Qué duda cabe de que semejante
táculo para que comprenda y manifieste que la “ esen­ teoría no puede erigirse en el vacío, por la vía de
cia” del lenguaje no puede cifrarse en investigaciones la abstracción j la especulación? Pero, de otra
de tipo histórico ni en indagaciones de carácter psi­ parte, a nadie se le ocurriría tampoco, hoy, negar ni
cológico, exclusivamente. Ya en el prólogo a su obra poner siquiera en duda que la investigación empírica,
insiste en que interroga al lenguaje preguntándole así en el campo de la lingüística como en el de la
“ ¿qué eres?” , y no “ ¿de dónde vienes?” Es, como psicología del lenguaje, presupone necesariamente y
se ve, la antigua pregunta filosófica del tí éon. Se maneja a cada paso conceptos tomados de la “ teoría
reconoce a la “ sematología” , desde el punto de vista de las formas” . Quien se para a investigar, por
metodológico, su plena sustantividad. De aquí que ejemplo, por qué orden aparecen, en la evolución
Biihler abogue en pro de la tesis de la idealidad del lingüística del niño, las diferentes clases de pa­
objeto “ lenguaje” , y lo haga precisamente como labras, en qué fase pasa el niño de las “ locuciones
psicólogo y partiendo de sus análisis psicológicos: de un solo vocablo” a las oraciones “ paratácticas”
“ Las formaciones lingüísticas — nos dice— son, pla­ y de éstas a las “ hipotácticas” ,48 es evidente que se
tónicamente hablando, objetos ideales, o, hablando basa, para ello, en la significación de ciertas cate­
lógicamente, clases de clases, com o los números o los gorías fundamentales de la teoría de las formas, de
objetos de una superior formalización del pensamien­ la gramática y la sintaxis.
to científico.” 46 Esto explica, al propio tiempo, que Y no es éste, ni mucho menos, el único caso en
“ tiene que considerarse como inaceptable y someterse que se revela a cada paso cómo la investigación empí­
a revisión la subordinación total de la lingüística a rica se pierde en problemas puramente ficticios y se
la serie de las ‘ciencias idiográficas’ Según Bühler, enreda en insolubles antinomias cuando no le acom­
las investigaciones en torno al lenguaje carecerán de paña de continuo una reflexión conceptual cuidadosa
patria si nos empeñamos en “ reducirlas” a uno de dos sobre lo que el lenguaje “ es” . Ya hemos visto cómo
campos: el del estudio de los hechos históricos o W olfflin, en sus Conceptos fundamentales de la teo­
el campo de la física y la psicología.47 ría del arte, se queja de que la investigación en torno
Desde este punto de vista en que se sitúa Bühler, a los conceptos de este campo de estudio no guarda
no tendrán ya ninguna razón de ser los litigios fron­ proporción con la que versa sobre los hechos. Quejas
terizos entre la filosofía y la psicología del lenguaje. parecidas a éstas menudean cada vez más, también,
Y es ló cierto que, hoy, las cosas han avanzado tanto en el campo de la psicología del lenguaje.
que casi podremos considerar anticuadas y superadas Citaremos, en apoyo de esto, el importante ensayo
esta clase de disquisiciones. Los diferentes problemas que G. Révész acaba de publicar con el título de
han ido definiéndose y deslindándose clara y nítida­ “ Las formas humanas de comunicación y el llamado
mente. De una parte, es evidente que jamás podría lenguaje de los animales” .49 Parte el autor de la
crearse una teoría del lenguaje sin apoyarse conti­ tesis de que las incontables “ observaciones” que
nuamente en los resultados de la historia y la psico-
48 Cfr. acerca de esto, por ejemplo, Clara y W illiam Stern,
46 Karl Biihler, Sprachtheorie. Die Darslellungsfunktion Die Kindersprache, 2® ed., Leipzig, 1920, caps. XII-XV.
der Sprache, Jena, 1954, pp. 58 ss. (Hay ed. españ.) 49 Nederl. Akademie van (Fetenschappen, vol. XLIII, nú­
47 Ibid., p. 6. meros 9 y 10, 1940, y XLIV, núm. 1, 1941.
106 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL CONCEPTO NATURAL Y EL CULTURAL 107
se ha creído hacer acerca del “ lenguaje de los ani­ que se vea hasta qué punto el problema de la estruc­
males” , y muchos, si no la mayoría, de los experimen­ tura del lenguaje informa toda la investigación em­
tos realizados en este campo, han resultado dudosos pírica y cómo ésta no puede encontrar el seguro
e infecundos, por la sencilla razón de que, al hacer­ camino de la ciencia” a menos que deje paso a la
los, no se parte de un concepto claro y preciso del reflexión lógica. La frase de Kant acerca de las rela­
lenguaje, lo que vale tanto como decir que no se ciones entre la razón y la experiencia vale tanto para
sabe lo que se investiga e indaga. Es necesario, nos las ciencias de la cultura como para la ciencia de
dice el autor, si se quiere llegar a resultados positi­ la naturaleza: “ la razón tiene que anticiparse con
vos, cambiar radicalmente de método. “ Debemos com­ principios a sus juicios, y obligar a la naturaleza a
prender claramente que el problema del llamado len­ que conteste a sus preguntas, pero no dejarse llevar
guaje de los animales no puede resolverse a base de ella como de las riendas, ya que de otro modo
exclusivamente de hechos de psicología animal. Cual­ jamás las observaciones fortuitas, recogidas sin arre­
quiera que, imparcialmente, someta a un examen crí­ glo a plan alguno previo, llegarían a ensamblarse
tico las tesis y las teorías establecidas por los espe­ bajo una ley necesaria, que es precisamente lo que
cialistas en psicología animal y en la evolución de las la razón busca y necesita” .
especies llegará necesariamente a la conclusión de Después de haber deslindado así los conceptos de
que no es posible resolver con certeza lógica el pro­ forma y estilo de las ciencias de la cultura, dis­
blema planteado remitiéndose a las diferentes formas tinguiéndolos de otras clases de conceptos, podemos
animales de comunicación y a los resultados conse­ abordar un problema de importancia decisiva para
guidos en la domesticación de animales, formas y la aplicación de estos conceptos a los distintos fenó­
resultados que, a su vez, admiten las más contradicto­ menos que se ofrecen a nuestra observación. Si que­
rias interpretaciones. Hay que esforzarse, por tanto, remos llegar a entender una ciencia en su estructura
por encontrar un punto de partida lógicamente vale­ lógica, lo primero que tenemos que hacer es ver con
dero, desde el que podamos dar una interpretación claridad de qué modo esta ciencia subsume lo particu­
natural racional a los hechos de la experiencia. Y lar en lo universal.
este punto de partida tiene que ofrecérnoslo la defi­ Debemos, sin embargo, advertir que este problema
nición del concepto del lenguaje. . . Si nos toma­ hay que resolverlo guardándose muy mucho de caer
mos. . . el trabajo de considerar lo que se llama el en un formalismo unilateral. No existe, en efecto,
lenguaje de los animales desde el punto de vista de ningún esquema general al que podamos remitirnos
la filosofía y la psicología del lenguaje — lo que es, para esta operación. El problema existe para todas
a nuestro modo de ver, la única actitud defendible— , las ciencias y es el mismo para todas, pero su solu•
no sólo renunciaremos a este concepto del lenguaje ción sigue caminos muy diferentes. Y esta diferencia
animal, sino que, al mismo tiempo, nos percataremos no es casual, sino que acusa en cada caso un tipo
hasta el fondo de todo lo que tiene de absurdo el propio y específico de conocimiento.
planteamiento del problema en su forma actual.” No cabe duda de que constituía una solución poco
No es este lugar indicado para examinar a fondo satisfactoria del problema la de enfrentar a los con­
los argumentos, a nuestro juicio muy importantes, ceptos universales” de la ciencia natural los concep­
en que se apoya Révész para llegar a esta conclusión. tos individuales” de las ciencias históricas. Semejante
Hemos querido citar sus palabras simplemente para separación no sirve, en cierto modo, más que para
108 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL CONCEPTO NATURAL Y EL CU LTU R A L 109
romper el hilo vital del concepto. Todo concepto una determinación fundamental, de la que se des­
se propone ser, si nos fijamos en su función lógica, prenden y pueden derivarse de un modo cierto las
una “ unidad de lo múltiple” , un vínculo de relación demás.
entre lo individual y lo universal. Si aislamos uno Así es como, por ejemplo, la física teórica mo­
de estos dos momentos, destruiremos con ello la “ sín­ derna ha logrado reducir a una fuente común todas
tesis” que todo concepto, por el mero hecho de serlo, las “ propiedades” dispersas de una determinada cosa,
se propone conseguir. “ Lo particular — dice Goethe— todas las determinaciones que se expresan en una
depende eternamente de lo universal, y lo universal constante física o química. Esta ciencia nos muestra
debe eternamente someter a su imperio a lo particular.” que las propiedades de un elemento, descubierta cada
Ahora bien, el modo de esta “ subsunción” , de una de ellas al principio mediante la observación
este acomodamiento de lo particular en lo universal, empírica, son todas funciones de una determinada
no es el mismo en todas las ciencias. Varía según magnitud, la magnitud “ peso atómico” , y se hallan
que se trate del sistema de los conceptos matemáticos en conexión “ legal” con el “ número de orden ’ del
o del de los conceptos naturales empíricos; y varía elemento. De donde se deduce que una determinada
también si enfrentamos a este último sistema el de los materia empíricamente dada, un determinado metal,
conceptos históricos. La relación cobra su mayor sólo puede subsumirse dentro del concepto “ oro”
sencillez cuando se logra expresar lo universal bajo cuando revele la propiedad fundamental y, por ende,
la forma de un concepto de ley, del que cabe derivar todas las demás que de ella se derivan. Y no cabe, en
deductivamente los distintos “ casos” . Es así, por esto, la menor vacilación: sólo catalogaremos como
ejemplo, como de la ley de la gravitación de Newton “ oro” aquel metal que posea determinado peso espe­
“ se siguen” las reglas de Keplero sobre los movi­ cífico, fijado cuantitativamente con todo rigor, que
mientos planetarios o las reglas sobre los movimien­ acuse un determinado rendimiento como vehículo
tos periódicos de las mareas. conductor de electricidad, un determinado coeficiente
Todos los conceptos de la ciencia empírica de la de elasticidad, etc.
naturaleza aspiran de un modo o de otro a realizar Sufrirá, sin embargo, una grande e inmediata de­
este ideal, aun cuando no todos ellos puedan, cierta­ cepción quien espere de los conceptos de forma y
mente, lograrlo inmediatamente ni del mismo modo. estilo propios de las ciencias culturales algo pare­
La tendencia es siempre la misma, a saber: convertir la
cido. Estos conceptos llevan consigo, al parecer, una
coexistencia empírica de las determinaciones, lo único
vaguedad muy característica, a la que no son capa­
que de momento ofrece la observación, elaborándolas
ces de sobreponerse. En estas ciencias es posible
mentalmente, en una relación distinta, en la que una
también ordenar de algún modo lo particular dentro
cosa está condicionada por otra. Esta forma de “ sub­
de lo universal; lo que ya no cabe tan perfectamente
sunción” se logra tanto mejor y de un modo tanto
más perfecto cuanto más se refieren a conceptos es subordinarlo. Nos contentaremos con ilustrar esto
teóricos y se van convirtiendo poco a poco en ellos por medio de un ejemplo concreto.
los conceptos descriptivos de la ciencia natural. Lo­ En su obra La Cultura del Renacimiento, Jacobo
grado esto, dejan de existir, en rigor, las determina­ Burckhardt traza el retrato clásico del “ hombre rena­
ciones particulares del concepto empírico. Poseemos centista” . Sus rasgos fisonómicos son de todos co­
entonces, como en los conceptos matemáticos puros, nocidos. El “ hombre del Renacimiento” acusa deter­
110 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL CONCEPTO N ATU RAL Y EL CULTURAL 111
minadas cualidades características, que le distinguen principio único la tan decantada unidad de cultura
claramente del “ hombre de la Edad Media” . Entre de la Edad Media.” 60
ellas se destacan su alegre sensualismo, su interés Estas palabras de Walser son, indudablemente,
por la naturaleza, su enraizamiento en lo “ terrenal” , muy atinadas, y nos sumamos a ellas sin reservas.
su propensión a compenetrarse con el mundo de las Quien se haya preocupado alguna vez de investigar
formas, su individualismo, su paganismo, su amora- sobre un terreno concreto la historia, la literatura, el
lismo. La investigación empírica se lanzó a la busca arte o la filosofía del Renacimiento confirmará estos
y captura del “ hombre del Renacimiento” pintado por juicios por su propia experiencia y podrá documen­
Buckhardt, y lo cierto es que no lo encontró por nin­ tarlos de muy diversos modos.
guna parte. No ha sido posible descubrir un solo Ahora bien, ¿acaso viene esto a refutar el concep­
individuo histórico en quien aparezcan reunidos real­ to burkhardtiano ? ¿ Debemos considerar este concepto,
mente todos los rasgos señalados por Buckhardt como en un sentido lógico, como correspondiente a la clase
los elementos constitutivos de su cuadro. cero, es decir, como una clase en la que no entra nin­
gún objeto? Así sería, en efecto, si se tratase de uno
“ Si intentamos estudiar de un modo puramente
de esos conceptos genéricos obtenidos mediante el
inductivo — dice Ernesto Walser, en sus Estudios sobre cotejo empírico de los casos concretos, por la vía de lo
la concepción renacentista del mundo— la vida y el que suele llamarse “ inducción” . No cabe duda de que
pensamiento de las personalidades más descollantes el concepto de Burckhardt, medido por este rase­
del Quattrocento, de un Coludo Salutati, de un Pog- ro; no resistiría la prueba. Pero es precisamente este
gio Bracciolini, de un Leonardo Bruni, de un Lorenzo supuesto el que debe ser corregido lógicamente,
Valla, de un Lorenzo el Magnífico o de un Luigi por falso. No cabe duda de que este gran historiador
Pulci, llegamos generalmente a la conclusión de que de la cultura del renacimiento no pudo trazar su retra­
las características apuntadas no cuadran en absoluto to del hombre renacentista sino apoyándose en un
al personaje concretamente estudiado. Cuando tra­ formidable material de hechos. La muchedumbre de
tamos de comprender los ‘rasgos característicos’ que datos en que se basa, y la fuerza de ellos, nos causan
hasta ahora hemos ido agrupando uno por uno, vién­ pasmo, cuando estudiamos su obra. Lo que ocurre es
doles en su estrecha conexión con la vida del perso­ que la “ mirada panorámica” que Buckhardt proyecta
naje de que se trata y, sobre todo, con toda la ancha sobre este cúmulo de hechos, la síntesis histórica a que
la reduce se diferencia sustancialmente de la sínte­
corriente de la época, cambian totalmente de aspecto.
sis obtenida mediante los conceptos empíricos de la
Agrupando los resultados de la investigación induc­
ciencia natural. Podemos, si queremos, llamar a esto
tiva, va dibujándose poco a poco una nueva imagen
“ abstracción” , pero sin perder de vista que se trata de
del Renacimiento, en la que se mezclan la piedad y aquel proceso al que Husserl daba el nombre de “ abs­
la impiedad, lo bueno y lo malo, el anhelo celestial tracción ideadora” . Nadie puede esperar ni exigir que
y los placeres terrenales, lo mismo que en la otra, los resultados de esta clase de “ abstracción” coincidan
pero de un modo infinitamente más complicado. La nunca exactamente con un caso concreto. Tampoco la
vida y los afanes de todo el Renacimiento no pueden
derivarse de un solo principio, del individualismo y el ■
r'0 Erust Walser, “ Sutdien zur Weltanschauung der Renais-
sarce” recogidos ahora en Gesammelte Studien zur Gcistesges-
sensualismo, como tampoco puede reducirse a un chichte der Renaissunce, 1920, Basilea, 1932, p. 102.
112 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL CONCEPTO NATURAL Y EL CULTURAL 113
“ clasificación” puede, en estos casos, efectuarse del se de conceptos caracterizan, ciertamente, pero no
mismo modo en que clasificamos, por ejemplo, bajo determinan: no puede derivarse de ellos lo particular
el concepto “ oro” un determinado cuerpo concreto, que encuadra. Sería igualmente falso, sin embargo,
un trozo de metal en que se dan todas y cada una de concluir de aquí que lo que estos conceptos nos
las condiciones que conocemos como características ofrecen es una simple descripción intuitiva, y no una
del oro. Cuando decimos que Leonardo da Vinci y caracterización conceptual, si bien se trata de una ca­
el Aretino, Marsiglio Ficino y Maquiavelo, Miguel racterización muy peculiar, de una labor lógico-espi­
Ángel y César Borgia son “ hombres del Renacimien­ ritual sui generis.
to” , no queremos afirmar, ni mucho menos, que en
todos ellos se da una característica determinada, Detengámonos en este punto y, antes de seguir
de contenido precisado. Nada de eso. Sabemos que adelante, volvamos desde él la mirada sobre nuestras
entre esos personajes existen diferencias y hasta con­ anteriores consideraciones. El resultado del análisis
tradicciones. Lo único que con respecto a ellos afir­ lógico de los conceptos de estilo sólo adquiere su
mamos es que, pese a estas contradicciones y diferen­ plena y verdadera significación si lo comparamos con
cias y hasta tal vez en razón a ellas mismas, todos el resultado del análisis fenomenológico. Y, al ha­
los peisonajes enumerados presentan entre sí una cerlo, nos encontramos no ya con un paralelismo,
cierta trabazón ideal, que cada uno de ellos contri­ sino con una auténtica interdependencia. La dife­
buye a su modo a formar el cuadro de lo que llama­ rencia que existe entre los conceptos de forma y estilo
mos el “ espíritu” o la cultura del Renacimiento. y los conceptos de cosa u objetivos expresa, tradu­
cido a un íenguaje puramente lógico, precisamente
Es una unidad de dirección, no una unidad de ser, aquella diferencia que anteriormente pudimos apre­
lo que con eso queremos expresar. Todos estos indi­ ciar en cuanto a la estructura de nuestras percep­
viduos pertenecen a la misma categoría de hombres, ciones. Es, por así decirlo, la traducción lógica de
no porque sean iguales o semejantes entre sí, sino una oposición entre dos tendencias, oposición que,
porque cooperan a una tarea común, que podemos
como tal, no se presenta en el mundo de los con­
considerar como nueva con respecto a la Edad Me­
ceptos, sino que hunde sus raíces en el suelo de las
dia y que sentimos y expresamos como el “ sentido”
percepciones. El concepto expresa “ discursivamente”
característico de la época del Renacimiento. Todos
lo que la percepción entraña en forma de conoci­
los conceptos sencillos, de estilo de las ciencias de la
miento puramente “ intuitivo” . La “ realidad” que
cultura pueden reducirse, cuando se los analiza a captamos en la percepción y en la intuición inme­
fondo, a estos conceptos de sentido. El estilo artís­ diata aparece ante nosotros como un todo en que
tico de una época jamás podría definirse si no se agru­ no se dan nunca separaciones bruscas. Y, sin em­
pasen mentalmente en una unidad todas las diversas bargo, este todo es a la par “ uno y doble” , ya que
manifestaciones, a las veces aparentemente dispares, lo captamos, de una parte, como una realidad obje­
del arte de esa época, si no se las concibiera, para tiva y, de otra, como una realidad “ personal” .
emplear la expresión de Riegl, como manifestaciones Uno de los primeros problemas de toda crítica
de una determinada “ voluntad artística” .81 Esta cla-5 *
1 del conocimiento consiste en esclarecer la constitu­
ción lógica de cada una de estas dos formas fun­
51 Cfr. Alois Riegl, Stiljragen (1893) y Spatrómische damentales de la vivencia. Este problema fue resuelto
Kunstinduslrie (1901). en términos breves e impresionantes por Kant, en lo
114 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL CONCEPTO NATURAL Y EL CULTURAL 115
tocante al mundo de las cosas, a lo que llamamos La psicología y la fisiología modernas de la per­
la realidad ‘ ‘física” . Es real todo lo que se halla en cepción han venido a esclarecer nítidamente este pro­
conexión con las condiciones materiales de la expe­ blema y a investigarlo desde todos los puntos de
riencia, con la sensación sometida a leyes universales. vista. El problema de la constancia perceptiva cons­
La realidad en sentido físico no se reduce, ni mucho tituye uno de los problemas más importantes de esas
menos, a las sensaciones; no se circunscribe al “ aquí” disciplinas, y uno de los más fecundos desde el punto
y al ‘ ahora” concretos. Coloca este aquí y el ahora de vista de la teoría del conocimiento. En efecto,
dentro de una conexión sistemática universal, los partiendo de aquí, puede tenderse un puente que una
acomoda en el sistema del espacio y el tiempo. Toda el conocimiento perceptivo con los conceptos supe­
la construcción conceptual que la ciencia lleva a cabo riores de la ciencia exacta, principalmente con el con­
sobre la “ materia” de las sensaciones tiende siempre, cepto matemático de grupos.
en último término, a esta sola meta. Esta labor se ha En este punto, la ciencia sólo se distingue de la
ido haciendo cada vez más rica y multiforme a me­ percepción — aunque la distinción encierra, cierta­
dida que se desarrollaba la ciencia, y el análisis mente, una importancia extraordinaria— en que aqué­
lógico encargado de investigar en detalle su trayecto­ lla exige una determinación rigurosa, mientras que
ria nos va revelando su creciente sutileza. ésta se contenta con una simple apreciación.52 La
Sin embargo, en la medida en que cabe en esto ciencia, necesita, por tanto, para alcanzar su meta,
una simplificación esquemática, podemos reducir di­ desarrollar métodos propios y nuevos. Determina la
cha labor, esencialmente, a dos aspectos fundamenta­ “ esencia” de las cosas por medio de conceptos nu­
les. Los dos rasgos sustanciales del mundo físico méricos, de constantes físicas y químicas característi­
son, en efecto, la constancia, de las propiedades y cas de cada clase de objetos. Y establece la trabazón
la constancia de las leyes. Si podemos hablar de un engarzando estas constantes por medio de relaciones
“ cosmos” es porque hacemos que se detenga, de funcionales fijas, por medio de ecuaciones que nos
un modo o de otro, el flujo heraclitiano del devenir, revelan cómo unas magnitudes dependen de otras.
porque somos capaces de extraer de él ciertas deter­ Sólo así logramos levantar el recio andamiaje de la
minaciones estables y permanentes. Y esta transición realidad “ objetiva” ; queda constituido, de este modo,
no se da solamente allí donde aparece la teoría filo­ el mundo objetivo común. Claro está que este resul­
sófica y científica, con sus exigencias sustantivas. tado se logra a costa de un sacrificio. Este mundo
No, la tendencia a esta “ consolidación” va ya apare­ de las cosas es un mundo radicalmente carente de
jada a la percepción misma, la cual, desprovista de alma; en él queda no ya desplazado, sino-eliminado
ella, jamás llegaría a ser una percepción de “ cosas” . y, aun más, extinguido, cuanto recuerde la vivencia
La acción de nuestros sentidos, la acción de ver, de “ personal” del yo.
oír, de tocar, se encarga de dar el primer paso previo En esta imagen de la naturaleza no puede, por
a la formación de todo concepto y en el que éste tanto, encontrar asiento ni cabida la cultura humana.
tiene necesariamente que apoyarse.- Comienza ya así No obstante, la cultura es también un “ mundo inter-
aquel proceso de selección gracias al cual distingui­ subjetivo” , es decir, un mundo que no existe “ en
mos el color “ real de un objeto de su color apa­
rente, su verdadero tamaño de lo que no es más que Más detalles en nuestro ensayo “ Le roneept de troupe
<1 la théorie de la perceptiorí’, en Journal tic Psvehuloerie,
la apariencia de él, etc. l‘J38, pp. 368-414.
116 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL CONCEPTO NATURAL Y EL CULTURAL 117
mí” , sino que tiene que ser accesible a todos los mismo modo que la mera percepción sensible no
sujetos, dar a todos ellos la posibilidad de participar puede penetrar en las profundidades del espacio
en él. Lo que ocurre es que la forma de esta parti­ cósmico, tampoco los elementos de la intuición pue­
cipación difiere totalmente de la que nos revela el den adentrarse en las profundidades de la cultura.
mundo físico. En vez de referirse al mismo cosmos En uno y otro caso podemos alcanzar tan sólo lo
de las cosas en el tiempo y el espacio, en la cultura próximo; lo lejano se pierde en la oscuridad y entre
humana los sujetos se encuentran y se agrupan de la bruma.
otro m odo: en una actividad común. Al desarrollar Para rasgar las tinieblas de la lejanía hay que
esta actividad conjunta, se reconocen los unos a los recurrir a la ciencia. La ciencia natural penetra con
otros, adquieren la conciencia mutua de lo que son, sus rayos en la espesura de lo lejano al elevarse
por medio de los diversos mundos de formas de que al conocimiento de las leyes universales, para el que
se compone la cultura. no hay cerca ni lejos. Comienza con observaciones de
También en este terreno es la percepción la en­ lo que sucede a nuestro alrededor, parte de las reglas
cargada de dar el paso primero y decisivo, el que que encuentra en la caída de los cuerpos en el espa­
conduce del “ yo” al “ tú” . Pero la vivencia pura­ cio, para luego ensanchar este hallazgo hasta con­
mente pasiva de la expresión no basta para ello, como vertirlo en la ley universal de la gravitación, aplicable
no basta la simple sensación, la mera “ impresión” a la totalidad del espacio cósmico.
para llegar al conocimiento objetivo. La verdadera Esta forma de universalidad no es asequible a
“ síntesis” sólo se logra por medio de aquel inter­ la ciencia de la cultura. No puede ésta desembarazar­
cambio activo que se nos presenta, bajo una forma se del antropomorfismo y el antropocentrismo. Su
típica, en cualquier “ entendimiento” alcanzado por objeto no es el mundo como tal, sino sólo una deter­
el vehículo del lenguaje. La constancia que en este minada órbita de él, la cual, contemplada desde el
caso necesitamos y podemos conseguir no es la cons­ punto de vista puramente espacial, se nos revela como
tancia de propiedades o de leyes, sino la constancia algo muy insignificante. Pero si esta ciencia se de­
de significaciones. tiene en el mundo de los hombres, quedando por tanto
Cuanto más se desarrolla la cultura y más se prisionera dentro de los estrechos límites de la exis­
despliega en campos diversos, mayor riqueza y multi- tencia terrenal, aspira, en cambio, a abarcar por com­
formidad va cobrando este mundo de significaciones. pleto este estrecho dominio. No tiene por meta la
El hombre vive en las palabras del lenguaje, en las universalidad de las leyes, pero tampoco se contenta
imágenes de la poesía y de las artes plásticas, en con la individualidad de los hechos y los fenómenos.
las formas de la música, en los cuadros forjados Levanta frente a una y otra un ideal propio de cono­
por la imaginación y la fe religiosas. Así y sólo así cimiento. Aspira a conocer la totalidad de las for­
“ sabemos” los unos de los otros. Este saber intuitivo mas en que se despliega la vida humana. Estas
no acusa todavía el carácter propio de la “ ciencia” . formas son infinitamente diferenciadas y, sin embar­
Para entendernos los unos a los otros hablando no go, no carecen de unidad estructural. En fin de
necesitamos saber filología ni gramática; para sentir cuentas, es siempre “ el mismo” hombre quien se ma­
una emoción artística “ natural” no necesitamos co ­ nifiesta constantemente ante nosotros, en mil revela­
nocer la historia del arte ni la estilística. Pero esta ciones y bajo mil máscaras distintas. Claro está que
comprensión “ natural” pronto llega a su límite. Del no cobramos conciencia de esta identidad por me-
118 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL CONCEPTO NATURAL Y EL CULTURAL 119
dio de la observación, pensando y midiendo, ni po­ paleontólogo nos informa acerca de las formas orgáni­
demos tampoco descubrirla por la vía de la inducción cas muertas, desaparecidas. Todo ello “ fue” en su
psicológica. Es la acción y solamente ella la que día, y no puede restaurarse ni en su existencia ni
nos la revela y demuestra. Una cultura nos es ac­ en su modo de ser. La historia, por el contrario, no
cesible cuando penetramos activamente en ella; y proyecta nunca ante nosotros un ser puramente pasa­
esta penetración no se halla vinculada al presente do, sino que trata de hacernos comprender la vida
inmediato. Las diferencias de tiempo, las diferencias pretérita. Cierto que no está en sus manos resucitar
del antes y después se relativizan en este caso, lo la vida pasada, pero sí aspira a conservar su forma
mismo que en la captación propia de la física y pura. A ello se encamina, en última instancia, la
la astronomía se relativizan las diferencias de espa­ multitud de conceptos de forma y estilo que las cien­
cio, las diferencias entre el aquí y el allí. cias de la cultura establecen: de otro modo jamás
Para lograr ambas cosas necesitamos de la me­ seria posible la “ reavizoración” , la “ palingenesia”
diación extraordinariamente sutil y complicada de los de la cultura. Lo único que materialmente se con­
conceptos. El resultado perseguido se alcanza, en un serva del pasado son los “ monumentos” históricos, las
caso, por medio de los conceptos de cosas y de le­ palabras escritas, las imágenes, el bronce y las pie­
yes; en el otro, mediante los conceptos de formas y dras. Para que estos “ monumentos” se conviertan
estilos. El conocimiento histórico forma parte im­ en historia, para que cobren vida histórica, es nece­
prescindible de este proceso, pero no es un fin en sí, sario que sepamos ver en ellos símbolos, que no sólo
sino simplemente un medio. La misión de la historia nos permiten conocer determinadas formas de vida
no consiste exclusivamente en darnos a conocer el ser sino reanimarlas para nosotros.
y la vida pasados, sino también en que nos procura
el interpretarlos. El simple conocimiento del pasado 2
sería, para nosotros, una “ imagen muerta sobre el
papel” si en él no intervinieran otras fuerzas que las Los ataques más importantes a que se ve expuesta
de la memoria reproductiva. Los hechos y acaeceres toda teoría que reivindique la autonomía lógica de
atesorados por la memoria se convierten en recorda­ los conceptos de estilo son los que el naturalismo
ción rica cuando los acomodamos en nuestro interior, del siglo XIX hubo de formular contra esta pretensión
si los asimilamos a él. Decía Ranke que la verdadera de autonomía. El intento más agudo y m is conse­
misión del historiador consiste en describir “ cómo cuente que hasta ahora se ha hecho para combatir la
ha sido realmente” . Pero, aun aceptando esta frase propia peculiaridad de esta clase de conceptos es el
como buena, importa mucho no perder de vista que lo que va asociado al nombre de Hipólito Taine. Intento
“ sido” cobra una nueva significación cuando se lo con­ tanto más atractivo y tentador cuanto que Taine no
templa desde el ángulo visual de la historia. La histo­ se contentó simplemente con exponer la teoría, sino
ria no es simplemente cronología, y el tiempo histórico que se esforzó, además, por ponerla en práctica. En su
no es precisamente el tiempo físico-objetivo. Para filosofía del arte y en su Historia de la literatura
el historiador, el pasado no es, a la manera como lo inglesa encontramos brillantemente aplicada la tesis
es para el naturalista, mero “ pasado” , sino que posee de este autor.
y conserva un “ presente” propio y peculiar. El geó­ Sobre un material que abarca casi todas las gran­
logo nos habla de la forma pasada de la tierra; el des épocas de la historia de la literatura y el arte tra-
120 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL CONCEPTO N ATU RAL Y EL CU LTU RAL 121
la Hipólito Taine de demostrar que la ciencia literaria la religión, en la vida del Estado y de la sociedad,
y la estética sólo pueden ser tratadas de un modo ver­ nuestra mirada no acierta a discernir, a primera vista,
daderamente científico a condición de que renuncien más que una abigarrada variedad y una sucesión cons­
a toda posición aparte, En vez de empeñarse en dis­ tante de formas sueltas y dispares. Ninguna de ellas
tinguirse a su manera de la ciencia de la naturaleza, es igual a la otra; ninguna se repite jamás exacta­
deben, por el contrario, sumirse por entero en ella. mente de la misma manera. Pero este abigarramiento
Todo conocimiento científico es, en rigor, un conoci­ y esta confusión no deben cegarnos. También en es­
miento causa!, y del mismo modo que no existen dos tas materias debe el conocimiento marchar por los
serie de causas, las “ espirituales” y las “ naturales” , mismos derroteros que en las ciencias naturales, re­
no puede tampoco existir una “ ciencia del espíritu” duciendo los hechos a leyes y las leyes a principios.
ai lado de la “ ciencia de la naturaleza” . Desaparece, así, la apariencia de lo multiforme, ce­
“ El método moderno a que yo intento ajustarme diendo el paso a una uniformidad y una simplicidad
— dice Taine— y que empieza a imponerse en todas que nada tienen que envidiar a la ciencia exacta de
las ciencias de la cultura [los franceses las llaman la naturaleza. Acabamos descubriendo, de este modo,
Sciences morales] consiste en considerar las obras hu­ así en el acaecer físico como en el acaecer espiritual,
manas, especialmente las obras de arte, como hechos determinados factores constantes, determinadas fuerzas
y productos cuyas características cabe señalar y cu­ fundamentales, que actúan siempre del mismo modo.
yas causas cabe investigar: no más que eso. La ciencia “ Hay una serie de grandes causas generales que dan
no repudia ni perdona; sencillamente, comprueba y como resultado la estructura general de las cosas y
explica.. . Procede exactamente lo mismo que la botá­ la marcha general de los acontecimientos. Las reli­
nica, la cual estudia con el mismo interés el naranjo giones, la filosofía, la poesía, la industria y la técnica,
que el laurel, el álamo o el pino. Es, en realidad, una las formas de la sociedad y de la familia no son, en
especie de botánica, con la diferencia de que no versa última instancia, sino el sello que esta causa general
sobre las plantas, sino sobre las obras del hombre. imprime en cuanto acaece.” 04
Sigue, en este respecto, la tendencia general que hoy No es cosa de aquilatar aquí hasta qué punto
acerca las ciencias del espíritu a las ciencias naturales ha logrado Taire probar intrínsecamente la verdad
y que, al ajustarlas a los principios y a las directrices de esta su tesis fundamental, de la tesis del más
críticas de éstas, les infunde la misma seguridad y les riguroso determinismo.55 Lo que a nosotros nos in­
asegura el mismo progreso.” 53 teresa es el lado lógico del problema, son los concep­
Sabido es el modo como Taine ha intentado re­ tos en que Taine se basa y el método de que se vale
solver el problema planteado en las líneas anteriores. en su interpretación de los fenómenos de la cultura.
Es evidente que, para poder reducir la ciencia de la Para mantenerse fiel a su principio tendría que des-
cultura a los principios propios de la ciencia de
la naturaleza, lo primero que hay que hacer es sobre­ 54 Taine, Histoire de la liltérature anglaise. Introducción.
ponerse a la confusa multiformidad del acaecer cul­ (Hay trad. española, Calpe.)
tural. Lo mismo en ei lenguaje que en el arte, en 55 Acerca de este problema, cfr. nuestro estudio “ Natura-
listische und humanistische Begriindung der Kulturphiloso-
phie” , en Góteborgs Kungl. Vetenskaps- och Vitterherts-
53 Taine, Philosophie de l’ art, primera parte, cap. I, § 1. Samhalles Handlingar, 5e fóljden. Ser. A., vol. 7, núm. 3,
(H ay trad. española.) Góteborg, 1939.
122 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL CONCEPTO NATURAL Y EL CULTURAL 123

arrollar los “ conceptos de la cultura” partiendo de sus habitantes. Vemos ante nosotros el clima y la
los “ conceptos de la naturaleza” . Tendría que demos­ atmósfera en que el holandés se cría y se hace hom­
trar que los primeros se acoplan directamente a los bre, y nos damos cuenta de cómo esta atmosfera,
segundos y brotan de ellos. Y no cabe duda de que este medio, tiene necesariamente que producir deter­
ésta era la meta que creía haber alcanzado al pro­ minadas cualidades físicas, morales y espirituales. El
clamar su famosa trilogía de los criterios de la ciencia, arte holandés no es otra cosa que la expresión y el re­
de la cultura. Estos tres criterios, a saber: los con­ flejo natural y necesario de estas mismas cualidades.
ceptos de raza, medio y momento, no parecían, en Cabe, así, oponer a la estética especulativo-idealista
efecto, rebasar desde ningún punto de vista el círculo una estética materialista y naturalista, a la estética
que es posible trazar valiéndose de los medios exclu­ vista desde arriba” una “ estética vista desde abajo .
sivos de las ciencias naturales. Y, sin embargo, en El rigor conceptual exigiría, sin embargo, que, em­
ellos se encierra ya en germen, por otra parte, cuanto prendido este camino, lo siguiéramos paso a paso.
necesitamos para derivar hasta los fenómenos más La continuidad en la serie de las causas no puede ser
complicados de las ciencias de la cultura. Estos fac­ interrumpida. No es posible dar el salto súbito de lo
tores responden a la doble condición de representar
“ físico” a lo “ espiritual” . Hay que pasar del mundo
un estado de cosas perfectamente simple e indiscuti­
inorgánico al mundo orgánico, de la física a la biolo­
ble, pero capaz, al mismo tiempo, de una variación
gía y de ésta a la antropología especial. Al llegar
extraordinaria y que se reitera de un modo uniforme
a ésta habremos alcanzado la meta, pues conociendo
en las situaciones más diferentes.
al hombre como lo que el hombre es, podremos com­
Es verdaderamente admirable el arte con que
Taine, en sus cuadros concretos de la historia de la prender también sus actos, sus obras.
cultura, anima y llena de contenido intuitivo ese rígi­ No cabe duda de que este programa, así enun­
do esquema que sirve de base a sus construcciones. ciado, resulta muy prometedor. Ahora bien, ¿puede
Ahora bien, si nos preguntamos hasta qué punto con­ decirse que Taine lo aplique, real y verdaderamente.
sigue lo que se propone, llegaremos a un resultado ¿Vemos a nuestro autor ascender gradualmente de la
bastante curioso y metodológicamente complicado. Nos física a la botánica y la zoología, para pasar de aquí
veremos llevados insensiblemente, de continuo, a un a la anatomía v la fisiología, seguir luego a la psi­
punto en que el tipo de explicación de Taine se cología y la caracterología y desembocar, por ulü-
trueca dialécticamente, hasta cierto punto, en su re­ mo, en los fenómenos específicos de la cultura. oí
verso. nos fijamos un poco de cerca, vemos que no hay tal.
Taine comienza expresándose en el lenguaje del na-
Intentaremos ilustrar esto a la luz de un ejemplo
concreto, que es el estudio que Taine hace de la pin­ turalista; pero en seguida se da uno cuenta de que
tura holandesa del siglo XVII. Fiel a su máxima, em­ no está familiarizado con él. Cuanto más avanza y va
pieza exponiendo las causas “ generales” del fenómeno acercándose a los verdaderos problemas concretos,
estudiado. Holanda es el país de las inundaciones; más obligado se ve a pensar y hablar en el lenguaje
el país ha ido formándose por aluvión, con la sedi­ de otros conceptos. Su punto de partida son los con­
mentación que los grandes ríos arrastran en sus aguas ceptos y los términos técnicos propios de las ciencias
y van depositando en la desembocadura. Este solo de la naturaleza, pero, a lo largo de su estudio, unos
rasgo imprime su carácter fundamental al país y a y otros sufren un peculiar cambio de sentido.
124 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
EL CONCEPTO NATURAL Y EL CULTURAL 125
Cuando nos halda del paisaje griego, italiano, retroceso y una contradicción: pero, desde el punto
holandés, debería, si realmente se mantuviera fiel a de vista de lo que el autor propiamente se propone, no
su método, analizarlo y describirlo con arreglo a sus cabe duda de que representa una decisiva ventaja.
características “ físicas” , es decir, como lo haría un Sólo así puede, en efecto, cobrar vida y color aquel
geologo o un geógrafo. Y no faltan en la obra de Tai- seco esquema lógico de la raza, el medio y el mo­
ne, ciertamente, ya lo hemos visto, conatos de esto, mento. El individuo, ahora, no sólo recobra sus de­
rero pronto el autor abandona este camino para rechos, sino que se ve, incluso, convertido en centro
entiegarse a una caracterización totalmente distinta y eje de toda la historia de la cultura. Ríen n’existe
que podríamos llamar “ fisiognómica” , por oposición que par l individu; c’est l” individu lui-méme quil
a la tísica. Nos pinta el paisaje como adusto' o ri­ faut connaitre. [ “ No existe nada fuera del individuo;
sueño, duro o amable, tierno o sublime. Rasgos todos lo que hay que conocer es el individuo mismo.” ]
ellos que jamás podrán descubrirse por la vía de la Es él y sólo él quien nos revela el sello peculiar
observación científico-natural, ya que se trata pura de la vida artística, social y religiosa de una época.
y exclusivamente de caracteres relacionados con la “ Un dogma de por sí, no es nada; para comprender­
expresión. Solo así logra Taine tender el puente que lo, mirad a los hombres que lo han forjado, a tal o
le conduce al mundo del arte griego, italiano u ho- cual retrato del siglo XVI, a los trazos duros y enér­
laudes.
gicos de un arzobispo o de un mártir inglés. La
Esto que decimos se destaca con especial claridad historia real sólo se alza ante nosotros cuando el his­
tan pronto como Taine se acerca al problema antro­ toriador logra, salvando la distancia de los siglos, pre­
pológico por antonomasia. Su tesis exige que adscriba sentar ante nuestra mirada los hombres vivientes. . . ,
a cada una de las grandes épocas de la cultura un con su voz y su fisonomía propias, con sus gestos y
tipo determinado de hombre y que, además, derive sus ropas.” 58
aquella de este tipo humano. Debiera, por tanto
Ahora bien, ¿de dónde sacamos nosotros ese co ­
demostrar que el hombre griego, por razón de su raza
nocimiento concreto de los hombres, que es, según
y de las cualidades físicas concretas producto de ella, Taine, el alfa y el omega de toda historia de la cul­
estaba llamado a ser el creador de la epopeya ho­
tura? Concedamos sin más el postulado afirmado por
mérica y del friso del Partenón, como el inglés, por el crítico francés, según el cual toda la cultura es obra
su parte, tema que llegar a ser, en virtud de las co­ del hombre, razón por la cual es la comprensión de
rrespondientes causas, el creador del drama de la épo­ la naturaleza humana, la que lo explica todo. Kant,
ca isabelma o el italiano el creador de la Divina uno de los más radicales defensores de la idea de la
Comedia o de los frescos de la Capilla Sixtina. Pero libertad que conoce la historia de la filosofía, ha
lam e huye de estas construcciones artificiosas y pro­ dicho, no obstante, que si conociésemos perfectamente
blemáticas. También en este punto lo vemos, tras un el carácter empírico de un hombre, podríamos pre­
breve intento de hablar en el lenguaje de los con­
decir todos sus actos futuros con la misma seguridad
ceptos de la ciencia natural, lanzarse sin vacilaciones
con que el astrónomo anuncia de antemano un eclipse
al lenguaje expresionista. En vez de apoyarse en la
de sol o de luna. Pues bien, llevando esto de lo
anatomía o la fisiología, se encomienda a un tipo
individual a lo general, podríamos decir que, conocido
completamente distinto de conocimiento. Puede que
ello parezca, desde el punto de vista de la lógica,
',8 Taine, llistoire de la littcraturc anglaise. Introducción,
126 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA EL CONCEPTO N ATU RAL Y EL CULTURAL 127
el carácter del holandés del siglo XVII, conoceríamos palabras. ¿De dónde — se pregunta él mismo— tene­
explícitamente todo lo demás. Partiendo de este co ­ mos nosotros un conocimiento tan exacto de los fla­
nocimiento, podemos deducir todas las formaciones mencos del siglo xvh, una familiaridad tan grande,
culturales: podemos, por ejemplo, comprender por que nos lleva incluso a creer que hemos vivido entre
qué, en esta época, se produce en los Países Bajos ellos? ¿Qué es lo que nos hace sentirnos tan en la
una transformación de la vida política y religiosa, intimidad de aquellos hombres? A esto nos contesta
un gran auge económico, el despertar de la liber­ Taine que nadie sino Rubens vio por primera vez a
tad de pensamiento y un florecimiento de la vida estos flamencos tal y como nosotros los vemos hoy,
científica y artística. grabando indisolublemente en nosotros su imagen.
Pero, aun suponiendo que pudiéramos llegar a Pero la cosa no para aquí. El historiador francés
penetrar por completo en esta conexión real de causa de la pintura no se limita a decirnos que Rubens
a efecto, no por ello quedaría resuelto el problema descubrió este tipo del flamenco, fijándolo para siem­
lógico fundamental. La lógica no pregunta por los pre en su arte, sino que nos dice más: nos dice que
fundamentos reales de lo que acaece, sino por los fun­ fue él quien lo creó. No pudo tomarlo de la obser­
damentos sobre que descansa el conocimiento. Para vación directa de la naturaleza, ni sacarlo de la
ella, el verdadero problema fundamental consiste en simple comparación empírica. Ningún flamenco “ real”
saber qué tipo de conocimiento es el que nos transmite presenta exactamente los rasgos que Rubens se pro­
nuestra ciencia del hombre, como el portador y crea­ puso pintar y dejó inmortalizados en su arte. “ Id
dor de la cultura. a Elandes — nos dice Taine— y fijaos en aquellos
Al llegar a este punto nos encontramos, en el tipos, en los momentos de alegría y voluptuosidad, en
propio Taine y en medio de su misma exposición, las fiestas de Gante o Amberes. Veréis a unas buenas
con un viraje extraordinariamente curioso. Este autor gentes que comen bien y beben mejor, que fuman su
no extrae su conocimiento de los griegos de la época fiipa con gran alegría y rostro apacible, gentes fle­
clásica, de los ingleses del período del Renacimiento máticas, razonables, de continente seco y rasgos bastos
o de los holandeses del siglo XVII, exclusivamente e ¡regulares, muy parecidos a las figuras pintadas por
de los archivos históricos. Ni menos se apoya en Teniers. Aquellos tipos rollizos y rebosantes de sa­
observaciones y conclusiones basadas en las ciencias lud que nos contemplan en la kermesse de Rubens
de la naturaleza o en lo que pudieran enseñarle los no los encontraréis por ninguna parte. El gran pintor
laboratorios de psicología. Él mismo nos dice que por los tomó de otra fuente. No los sacó de la realidad
este camino sólo alcanzaríamos a descubrir rasgos circundante, sino de sí mismo. Sentía dentro de sí,
sueltos, nunca una verdadera imagen de conjunto moviendo sus pinceles, la poesía de aquella vida
del hombre. ¿Sobre qué descansa, entonces, esta ima­ opulenta y desbordante, de aquella sensualidad rebo­
gen de conjunto, que Taine despliega ante nosotros sante, desbocada, impúdica, de aquella alegría brutal
con tanta plasticidad y a la que constantemente se que se despliega en gigantescas proporciones. Para
remonta como al verdadero criterio de interpretación expresar este sentimiento. . . nos pinta en su kermesse
y explicación? el triunfo más pasmoso de la bestialidad humana
Para no provocar la sensación de que tratamos que jamás ha trazado c] pincel de un pintor, (blando
de meter algo de Contrabando en la teoría de Taine, el artista altera, al reproducirlas, las proporciones
preferimos contestar a esta pregunta con sus propias del cuerpo humano, las altera siempre en el mismo
128 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
EL CONCEPTO N ATU RAL Y EL CULTURAL 129
sentido y con una determinada intención. Trata, con
mente dominante; trátase, en el arte, de convertirlo
ello, de dar relieve al carácter esencial (caractere es-
en dominador. (Dans la nature le caractere n’est
sentiel) del objeto y la idea principal (idee priiici-
que dommant; il s’agit, dans l’art, de le rendre domi-
pale) que de él se forma. Fijémonos bien en esta
nateur.) Este carácter forma los objetos reales, pero
expresión. Este carácter es lo que los filósofos llaman
no los forma en su totalidad. Se ve entorpecido en
la esencia de las cosas (l’essence des choses). Pres­
su acción por la cooperación de otras causas. No ha
cindamos, sin embargo, para estos efectos, de la pa­
logrado imprimirse a los objetos en impronta perfec­
labra ‘esencia’ , en lo que tiene de término técnico. Con­
tamente clara y visible. El hombre se percata de esta
tentémonos con decir que la misión del arte'consiste laguna, y para llenarla, inventa el arte.” 58
en poner de manifiesto el carácter fundamental, algu­
Cuando escribió estas líneas, Taine no creía re­
na cualidad destacada y notable, un punto de vista
basar con ellas, en modo alguno, el círculo de la
importante, una manera de ser capital del objeto.”
teoría rigurosamente naturalista. A primera vista
(U art a pour but de manifester le caractere capital,
se comprende, sin embargo, que podrían figurar sin
quelque qualité saillante et notable, un point de vue
inconveniente alguno en cualquier estética “ idealista”
important, une maniere d’étre principóle de Vobjet.)57
y que, en ellas, el autor concede a este tipo de estética
Pues bien, estas locuciones empleadas por Taine
todo aquello que al principio parecía negarle.59 Aquí
para definir el objeto del arte constituyen, en el
nos encontramos con que el arte tiene una función
fondo, otros tantos enigmas, cuando pensamos en
creadora peculiar, que le permite discernir entre lo
el punto de partida de nuestro autor. En efecto, ¿por
esencial y lo accidental, lo necesario y lo fortuito.
qué medio podemos determinar cuál es la “ esencia”
No se entrega pura y simplemente a la observación
de un determinado objeto plástico, su “ cualidad des­
empírica y a la masa de los casos concretos, sino
tacada y notable” , su “ manera de ser capital” ? La
que “ distingue, elige y juzga” . Por tanto, el cono­
observación empírica directa nos lo dice, evidente­
cimiento de lo “ esencial” que el arte nos transmite
mente. Contemplada la cosa desde este punto de
no lo debemos, como al principio parecía, a la metodo­
vista, todas las características de un objeto aparecen
logía inductiva de la ciencia natural. Fue necesario,
en el mismo plano: ninguna presenta un rasgo esen­
por el contrario, que existieran un Homero o un Pin-
cial o valorativo que la distinga de las otras. Y
daro, un Miguel Angel o un Rafael, un Dante o un
tampoco los métodos estadísticos nos sacan del aprie­
to. El mismo Taine nos dice que la pintura del Shakespeare, para que nos legasen ese conocimiento.
flamenco que Rubens nos ha dejado en sus lienzos Es. la intuición de los grandes artistas la que proyecta
no puede considerarse, en modo alguno, como una ante nosostros la imagen del griego de la época clásica
imagen compuesta o seleccionada a base de cientos o la del italiano o el inglés del Renacimiento, plas­
o miles de observaciones concretas. Nace, por el mándola en sus rasgos fundamentales.
contrario, del alma del artista, ya que sólo ella era
™ Taine, Philosophie d e Vart, primera parte, cap. I, secc. V.
capaz de diferenciar, de este modo, lo “ esencial” de
'J . Lo f ual es tanto más sorprendente cuanto que Taine,
lo “ accidental” , lo determinante y lo dominante de lo principio, se mantiene por entero en el terreno de la “ teoría
accesorio. “ En la naturaleza, el carácter es simple- ¡le la mutación . Considera como “ artes imitativas” no sólo
a poesía y la pintura o la escultura, sino también la arqui-
tectuia y la música aunque para ello tenga que recurrir cier-
ü7 1 aiiu', Philosuphie de Van, primera parte, cap. I, § V. lamente, a una construcción harto artificiosa y forzada. ’
130 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
EL CONCEPTO N A TU RAL Y EL CU LTU RAL 131
Nos damos ahora clara cuenta de que el pensa­
to un poco cuidadoso nos revela en seguida cuántos
miento de Taine, para llegar a un resultado determi­
y cuán complicados conceptos se necesitan para lle­
nado y concreto, se ve obligado a describir un curioso
gar a determinar también, en su propia peculiaridad,
círculo. Al principio trata de derivar y explicar el
este objeto, el “ objeto” propio de la física, de la
mundo de las formas artísticas partiendo del mundo
química, de la biología. Sin embargo, esta determi­
de las fuerzas físicas. Pero no tiene más remedio
nación sigue siempre una cierta dirección, siempre la
que recurrir de nuevo, aunque bajo nombre distinto,
misma: nos dirigimos, en cierto modo, hacia el obje­
a las formas que prentendió eliminar, ya que solamente
to mismo para conocerlo cada vez con mayor exac­
así puede introducir en la ‘'serie constantemente igual” titud.
de los fenómenos de la naturaleza y de las causas
No es así, en cambio, como tenemos que consi­
naturales, ciertas y determinadas diferencias que le
derar el objeto cultural, el cual se halla, por así
son necesarias para su exposición.
decirlo, a espaldas de nosotros. Es cierto que, a
Este primer paso, una vez dado, fue de. una im­
primera vista, parece sernos más familiar y asequible
portancia decisiva para todo lo que venía detrás.
que cualquier otro objeto. Pues ¿qué puede com­
Con él queda rota la coraza de hierro de la rigurosa
prender el hombre — se preguntaba ya Vico—• mejor
metodología naturalista. Taine, desembarazado ya de
y más íntegramente que lo que el mismo ha creado?
sus supuestos dogmáticos, podía entregarse de nuevo
Y, sin embargo, el conocimiento tropieza aquí con
a la concepción “ simplista” , y lo hace, en efecto, sin
una barrera difícil de saltar. El proceso reflexivo
el menor empacho. Quedan olvidadas, poco a poco, la
el comprender es, por su tendencia, de opuesta di­
geología y la geografía, la zoología y la botánica,
rección que el proceso productivo: no pueden des­
la anatomía y la fisiología. Cuando nos pinta la
arrollarse ambos conjuntamente y a la vez. La cul­
naturaleza holandesa, Taine se entrega sin la menor
tura crea una corriente constante e ininterrumpida
reserva a lo que los paisajistas holandeses le enseñan
de nuevos^ símbolos lingüísticos, artísticos, religiosos.
acerca de ella. Y cuando nos habla de la raza grie­
Pero la ciencia y la filosofía necesitan analizar en
ga, no intenta caracterizarla por medio de observacio­
sus elementos este lenguaje de los símbolos para
nes y mediciones antropológicas, sino que se atiene
hacerlos comprensibles. Necesitan tratar analítica­
a lo que con respecto a ella le dice la estatuaria grie­
mente lo que la cultura crea sintéticamente. Reina
ga, a las obras de Fidias y Praxiteles. No es, pues,
aquí, por tanto, un movimiento constante de flujo y
extraño que sea posible invertir este punto de vista,
reflujo. La ciencia de la naturaleza nos enseña, para
es decir, “ derivar” el arte de la naturaleza, después
emplear el símil de Kant, “ a deletrear fenómenos
de haberse formado de la naturaleza una imagen que,
para poder leerlos luego como experiencias” ; las cien­
en algunos de sus rasgos fundamentales, procede deí
cias de la cultura, por su parte, nos enseñan a inter­
arte mismo y recibe de él su carta de legitimidad.
pretar símbolos, para llegar a descifrar el contenido
La dificultad con que aquí tropezamos guarda
encerrado en ellos, es decir, para poner nuevamente
relación con un problema absolutamente general que,
ile manifiesto la vida de la que aquellos símbolos
tarde o temprano, se manifiesta en el empleo de todos originariamente brotaron.
los conceptos de las ciencias de la cultura. El objeto
de la naturaleza parece directamente ante nuestros
ojos. Es cierto que un análisis teórico del conocimien-
FORMA Y CAUSALIDAD 133
causas: he ahí la verdadera meta de su obra de pen­
IV sadores e investigadores. Demócrito llegó a decir
que prefería descubrir una sola “ etiología” que con­
EL PROBLEMA DE LA FORMA quistar todo el reino de los persas. Pero, al lado de
Y EL PROBLEMA CAUSAL los “ fisiólogos” , los que indagan la razón del naci­
miento y el devenir de las cosas, aparece otro grupo
El concepto de forma y el concepto de causa son los de pensadores que niega este nacimiento y este deve­
dos polos en torno a los cuales gira nuestra com­ nir, lo qué les lleva, lógicamente, a considerar como
prensión del universo. Ambos son indispensables si una ilusión todo lo referente a su fundamento. El
nuestro pensamiento quiere llegar a establecer un padre y antecesor de este grupo de pensadores es,
orden universal firme. El primer paso consiste en or­ según el Teetetes de Platón, Parménides.f>0 Y el pro­
ganizar y clasificar con arreglo a determinadas for­ pio Platón explica, con una fuerza y una claridad
mas, por clases y géneros, la variedad del ser que clásicas; cómo se produjo en su propia trayectoria
se ofrece a nuestra percepción inmediata. personal la gran crisis que le llevó del devenir al ser,
Pero al lado del problema del ser aparece — oon del problema causal al problema formal. En el
la misma raigambre originaria y los mismos títulos Fedón refiere cuán afanosamente se entregó al estu­
de legitimidad que él— el problema del devenir. No dio del libro de Anaxágoras, en el que se proclamaba
basta, en efecto, con comprender “ qué” es el mundo; como principio universal el “ ñus” , es decir, la razón.
hay que saber también “ de dónde” viene. Estos dos Pero pronto lo abandonó, decepcionado, pues donde
problemas se hallan contenidos ya en el mito, el cual creía encontrar el principio racional que buscaba,
enfoca bajo este doble aspecto todo lo que capta, lo encontró solamente una causa mecánica. Emprendió,
mismo el mundo que los dioses. También éstos tie­ en vista de ello, un “ segundo viaje” , que fué el que
nen su ser y su devenir: junto a la teología mítica le llevó a las playas del país de las ideas.
aparece la teogonia mítica. El pensamiento filosófico Otra superación de la antítesis parecía prometerla
se enfrenta al mito y crea un tipo nuevo y propio el sistema aristotélico. Frente a los pensadores en­
de conocimiento del mundo. Pero también en él en­ tregados a la forma pura, frente a los eléatas y Pla­
contramos desde muy pronto aquel mismo desdobla­ tón, Aristóteles pretende restaurar en sus derechos
miento, que pronto se acentúa y se convierte en una el devenir, por estar convencido de que sólo de este
contraposición consciente. modo puede la filosofía llegar a convertirse de una
Apenas cobran su primera versión rigurosa el simple teoría de conceptos en una teoría de lo real.
concepto de forma y el de causa, empiezan a enfren­ Pero ello no es obstáculo para que, de otra parte y
tarse el uno con el otro. La pugna que entre ellos coincidiendo con Platón, vea en el conocimiento de
se entabla llena toda la historia de la filosofía griega la forma la verdadera meta de toda explicación cien­
y estampa en ella su sello peculiar. El “ pensamiento tífica del universo. Forma y materia, ser y devenir,
formal” y el “ pensamiento causal” no sólo se sepa­ deben combinarse y entrelazarse para que sea posible
ran y se distancian, sino que van cobrando, poco a
esa explicación. De este entrelazamiento surge el
poco, carácter antagónico, hostil. Los filósofos jonios
peculiar concepto aristotélico de la causa formal.
de la naturaleza, Empédocles, Anaxágoras, los atomis­
tas, indagan la causa del devenir. Rerurn cognoscere 60 Platón, Teetetes, 183 E.
132
FORMA Y CAUSALIDAD 135
134 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
establecen una teoría del movimiento que contradice
Aquellas causas materiales a que recurrían los ato- abiertamente, en muchos respectos, los principios de
niistas, en sus tendencias “ etiológicas , no pueden la física aristotélica. Y en los primeros siglos del
resolver el problema del porqué del devenir. No Renacimiento se producen constantes encuentros y
se fijan en lo único que da sentido al devenir, que pugnas entre los aristotélicos y los platónicos.
lo convierte en un todo. Un todo no surge nunca de la Sin embargo, no fueron ni la dialéctica ni la in­
unión puramente mecánica de las partes. La autén­ vestigación empírica quienes derribaron de su si­
tica totalidad se da solamente cuando todas las partes tial al aristotelismo. Aristóteles mantúvose invencible
se hallan presididas por un único fin y tratan de rea­ mientras logró afirmarse en su posición central el
lizarlo. Pues bien, porque la realidad ofrece esta que era su concepto fundamental, el concepto de la for­
estructura, porque es al mismo tiempo ser orgánico ma-causa. Para que el sistema aristotélico se saliese
y devenir orgánico, por eso es accesible para el con­ de sus goznes era necesario que los ataques se diri­
cepto científico y el conocimiento filosófico. Para giesen contra aquel blanco. Fue lo que ocurrió, en
éste, el principio de forma coincide con el principio efecto, cuando apareció la ciencia matemática de la
de razón suficiente, pues ambos se asocian y conjugan naturaleza, con sus nuevas exigencias, tratando no
en el principio de fin. Aitúx, EÍSog y teXoig son tres sólo de llevar a la práctica su ideal de conocimiento,
palabras distintas con que se expresa el mismo estado sino de razonarlo y justificarlo filosóficamente. El
de cosas fundamental. concepto de causa experimentó con ello una trans­
De este modo la filosofía aristotélica creía haber formación que parecía permitir y exigir su total des-
logrado no sólo conciliar el concepto de forma con gaj amiento del concepto de forma. La matemática,
el concepto de causa, sino más todavía: fundir am­ que en Platón gira todavía íntegramente en el círculo
bos conceptos en uno solo. Parecía que los tres puntos del ser, pasa ahora a la órbita del devenir. La diná­
de vista, el de la forma, el de la causa y el del fin, mica de Gaiileo venía a abrir, en su forma matemáti­
podían deducirse de un principio supremo y común. ca. el reino del devenir y lo hacía asequible al cono­
En esto estribaba, realmente, una de las más grandes cimiento rigurosamente conceptual.
aportaciones del sistema aristotélico. Por este cami­ El concepto* aristotélico de la forma-causa pierde,
no, la explicación del universo reducíase, en efecto, a así, toda su razón de ser. Sólo la causa matemática
una unidad y una armonía maravillosas. La física es una colisa vera. Las formas aristotélicas no son
y la biología, la cosmología y la teología, la ética y otra cosa que ‘ ‘cualidades ocultas , a las que hay que
la metafísica, quedaban, así, referidas a una causa desterrar del campo de la investigación. Comienza
común. Todas ellas encontraban su unidad en Dios, así aquella marcha triunfal del pensamiento matemá­
como el motor inmóvil del universo. tico y de la “ causalidad mecánica” , en que ambos van
Mientras esta aportación se mantuvo por encima conquistando y sometiendo un dominio tras otro. D^s-
de toda disputa no fue posible sacudir seriamente cartes se vale del descubrimiento de la circulación
los cimientos del aristotelismo. Gracias a ella, man­ de la sangre por Harvey para demostrar a la luz de
tuvo este sistema su hegemonía' a lo largo de los ella la necesidad de una explicación de tipo mecá­
siglos. Hasta que, a partir del siglo XVI, van acumu­ nico. Hobbes formula ya la definición de la filoso­
lándose los indicios de que esta hegemonía no es ya fía de tal modo que se desprenda directamente de
indisputada. Guillermo de Occam y sus discípulos ella, no sólo la supremacía, sino más aún, la validez
crean una nueva manera de contemplar el mundo;
136 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA FORMA Y CAUSALIDAD 137
exclusiva del concepto causal. La filosofía es, según las tendencias económicas como las verdaderas fuer­
él, “ el conocimiento de los efectos o los fenómenos, zas propulsoras de cuanto acaece, eliminándose así
partiendo de sus causas o principios” . Lo que no todo aparente dualismo y restableciéndose la unidad.
tiene principio, lo eterno, como las formas peripaté- Las ciencias de la cultura, cuando querían impug­
tico-escolásticas, no puede ser nunca, por tanto, objeto nar este fallo, veíanse colocadas en un trance difícil.
de conocimiento; es, simplemente, una palabra va­ ¿Qué podían ellas, en efecto, oponer a la matemática,
cía de sentido, que debemos borrar de la filosofía a la mecánica, a la física y a la química? ¿N o se
y de la ciencia. veían todos sus ataques condenados a rebotar contra
Ahora bien, al eliminarse así el concepto de for­ la coraza de hierro de la metodología de la ciencia
ma, necesariamente tenía que revelarse de nuevo el natural matemática? ¿N o estaban la lógica, los con­
abismo existente entre la ciencia de la naturaleza y ceptos claros y distintos innegablemente del lado de
la ciencia de la cultura. Es evidente que ésta no puede esta ciencia, al paso que aquellas otras sólo podían
abolir el concepto de la forma sin abolirse con ello invocar en su apoyo vagas exigencias sentimentales
a sí misma. Lo que tratamos de conocer, en la ciencia o simples “ veleidades” ?
del lenguaje, en la ciencia del arte, en la ciencia Y es lo cierto que las ciencias de la cultura
de la religión, son, sencillamente, determinadas “ for­ difícilmente habrían podido dar la batalla si no hu­
mas” , que necesitamos comprender en su existencia biesen contado con una ayuda inesperada. Mientras
pura antes de intentar reducirlas a sus causas. No la ciencia de la naturaleza, en cuanto tal, pisaba
tratamos, con esto, de negar o empequeñecer los firmemente sobre el terreno de la “ concepción mecá­
derechos del concepto causal; pero sí los limitamos, nica del universo” , la hegemonía absoluta de esta
al oponerles otro título, otra pretensión de conoci­ concepción era casi inatacable. Pero, como es sabido,
miento. hubo de operarse en este terreno aquel importante
Estalla de nuevo, así, al llegar este momento, la proceso que condujo primero a una crisis interna
pugna, el conflicto metodológico, que parecía des­ y por último a una verdadera “ revolución de la
cartado ya. Y no sólo aflora de nuevo, sino que es mentalidad” en el campo de las ciencias de la natu­
ahora, en la filosofía del siglo XIX, cuando cobra su raleza y del conocimiento científico propio de ellas.
mayor encono. Hasta que, por último, al aparecer Esta revolución se manifiesta cada vez más clara­
la concepción del mundo del “ materialismo históri­ mente en todos los campos, a partir del siglo xx. Va
co” , pareció dirimirse el pletito y pronunciarse el fallo extendiéndose poco a poco a la física, a la biología, a
definitivo. Esta concepción penetraba, en efecto, hasta la psicología.
una nueva capa fundamental del acaecer que sometía Esta transformación a que nos referimos arranca
de golpe las formaciones de la cultura a un punto de también del concepto de forma, pero ya no se interpre­
vista rigurosamente causal y que, con ello, parecía ta en el viejo sentido aristotélico. Podríamos expre­
ofrecernos, por vez primera, una explicación riguro­ sar en pocas palabras la diferencia diciendo que del
samente exacta de ellas. Estas formaciones, se nos concepto aristotélico de forma se retiene ahora lo
dice, no existen por derecho propio; son, simple­ que hay en él de totalidad, pero no lo que se refiere
mente, la “ superestructura” , que descansa sobre ci­ a la actividad encaminada a un fin. Aristóteles había
mientos distintos y más profundos. Poniendo al des­ seguido un método “ antropomorfo” . Tomaba como
nudo estos cimientos descubriremos los fenómenos y modelo la acción teleológica del hombre, empeñándo-
FORMA Y CAUSALIDAD 139
138 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
=e en descubrir lo mismo en todos los procesos de la y la mecánica de los puntos hubo de enfrentarse
naturaleza. Cuando el arquitecto construye una casa con una serie de problemas que aquella metodología
el todo es antes que las partes, pues el plan y el no le permitía dominar. No tuvo más remedio que
proyecto, la idea de conjunto de la casa y de la forma decidirse a cambiar todo su aparato conceptual, en­
y disposición que han de tener preceden a la ejecu­ focando como más problemático cada vez aquel supues­
ción de los detalles. Pues bien, Aristóteles saca de to tradicional de que el todo debe explicarse siempre
aquí la conclusión de que dondequiera que se mani­ como la “ suma de sus partes” .
fieste esta prioridad debe darse por supuesta la El primer punto decisivo en este cambio de rumbo
existencia de una actividad encaminada a un fin. Y lo tenemos en el concepto del campo electromagnético
encuentra la confirmación de la premisa a que esta establecido por Faraday y Maxwell. En su estudio
conclusión responde en todos los procesos de des­ titulado ¿Q ué es la materia?, expone detalladamente
Hermann Weyl el desplazamiento de la vieja “ teoría
arrollo de la naturaleza. Todo desarrollo es, en elec­
to un desarrollo orgánico, el tránsito de la po­ de la sustancia” por la nueva “ teoría del campo .
sibilidad” a la “ realidad” , el despliegue de una Según él, la verdadera distinción entre ambas teorías,
disposición originaria, que existe como unidad y tota­ la única que interesa desde el punto de vista de la
lidad para desenvolverse en sus diversas partes. crítica del conocimiento, estriba en que el ‘ campo
Pues bien, este antropomorfismo fue duramente no puede ser concebido ya como una simple tota­
combatido por la ciencia matemática de la natura­ lidad sumada, como un conglomerado de partes. E
leza. sin que fuese ya posible retornar a el. Pero la concepto de “ campo” no es un concepto de cosa, sino
desaparición del todo como una fuerza capaz de tra­ de relación; no está formado por fragmentos sino
zarse fines y perseguirlos no quería decir, m mucho que es un sistema, una totalidad de líneas de tuerza.
menos, que desapareciese la categoría misma de to­ “ Una partícula de materia como el electrón es, para
talidad. Los mecanicistas habían renunciado a esta la teoría del campo, solamente una pequeña sección
categoría. Su método era el analítico; según ellos, del campo eléctrico, en la que la intensidad del cam­
el movimiento de un todo sólo podía explicarse cuan- po asume un valor extraordinariamente alto y en
do se conseguía descomponerlo en el movimiento de la que, por tanto, se concentra una intensidad campal
una serie de partículas elementales y reducirlo total­ enorme en el mínimo espacio. Esta imagen del univer­
so descansa íntegramente sobre el continuo; tampoco
mente a él. ., , . los átomos y los electrones son elementos últimos
El más brillante intento de aplicación de este
programa lo tenemos en la Mecánica analítica de La- inmutables, impelidos de acá para allá por las fuerzas
grange. De ella parecía desprenderse, con la fuerza naturales que sobre ellos actúan, sino que se desplie­
de una necesidad interior, en el terreno filosófico, el gan constantemente por sí mismos y se hallan sujetos
ideal de aquel “ espíritu de Laplace” capaz de abarcar de continuo a cambios muy sutiles.” 61
con su mirada, hacia adelante y hacia atras, toda a Este retorno al concepto de totalidad se revela
marcha del universo, siempre y cuando que conozca todavía más claramente y de un modo más caracte­
la situación de todos y cada uno de los puntos con­ rístico que en la trayectoria de la física, en la evolución
cretos de la masa en un momento dado y las leyes de la biología. En este campo las cosas van tan alia
que rigen el movimiento de estos puntos, hin em­
bargo, en el curso de su desarrollo, la física clasica 61 H. Weyl, 1Vas ist M aterie?, Berlín, 1924, p. 35.
140 FORMA Y CAUSALIDAD 141
LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
que, a veces, parece haberse llegado a la restitución der compaginar así su concepción fundamental con
total de este concepto en su primitiva acepción aris­ la ley de la conservación de la energía y demostrar
totélica. A primera vista, el movimiento vitalista no que la introducción de esta nueva fuerza “ de tipo
parece ser, en efecto, otra cosa que un curioso rena­ anímico” no alteraba para nada el balance físico de
cimiento aristotélico que haría retornar a la ciencia fuerzas de la naturaleza.6-
biológica a sus primeros tiempos. El concepto de la La biología moderna no siguió a Driesch por este
entelequia, tal como Driesch lo establece, se enlaza camino, es cierto, pero, tampoco retornó a la pura
directamente con Aristóteles, tanto en cuanto al nom­ “ teoría mecanicista de la vida” . Huyó por igual de
bre como en cuanto a la cosa misma. ambos extremos, centrándose cada vez más en el senti­
Sin embargo, si seguimos en su totalidad 'la tra­ do puramente metodológico del problema. No le
yectoria del pensamiento biológico durante los últi­ preocupaba primordialmente el problema de saber
mos decenios, vemos que también en él se manifiesta, si las formas orgánicas podían explicarse partiendo
pese a toda la aproximación al concepto aristotélico de fuerzas puramente mecánicas, sino que hacía más
de la forma, una diferenciación y un desdoblamien­ bien hincapié en que no era posible describirlas por
to en cuanto al contenido del concepto mismo bastante completo con ayuda de conceptos puramente causales.
parecidos a los que podemos observar en el campo Y, para demostrarlo, recurría de nuevo a la catego­
del pensamiento físico. La categoría de totalidad no ría de “ totalidad” .
coincide ya pura y simplemente con la de fin, sino Podemos representarnos este estado del problema,
que empieza a diferenciarse netamente de ella. En tal como se presenta en la actualidad, por el resumen
los comienzos del movimiento vitalista, los problemas panorámico que de la biología teórica acaba de hacer
de forma se mezclan todavía indistintamente con los Ludwig von Bertallanfy.03 Insiste este autor en que
problemas causales. Ello trae como consecuencia en la ciencia natural, cualquiera que ella sea, el
que sólo se crea poder abordar debidamente estos progreso en el esclarecimiento de los conceptos es
problemas apelando a otro tipo de causalidad que tan nceesario como el progreso en el conocimiento
la que se nos presenta en los fenómenos del mun­ de los hechos. Y uno de los más importantes avan­
do inorgánico. Allí donde se manifiestan, en el mundo ces en el primero de los dos terrenos reside, según
biológico, fenómenos de restitución y regeneración, él, en el hecho de que la biología haya aprendido a
donde se afirman y restablecen determinados carac­ aplicar rigurosamente el punto de vista de la tota­
teres formales, se concluye la existencia de fuerzas lidad, sin verse por ello empujada al camino de las
distintas de las mecánicas y superiores a ellas. consideraciones teleológicas ni a la aceptación de cau­
Driesch se vale de los fenómenos de la restitución sas finales. Los fenómenos de la naturaleza orgánica
y la regeneración para renovar el viejo concepto de no prueban la existencia de semejantes causas; no
la fuerza vital. El alma se convierte de nuevo, para él, nos revelan ninguna “ entelequia” en el sentido de
en “ factor elemental de la naturaleza” . No pertenece Driesch, ninguna “ fuerza superior” en el sentido
al mundo del espacio, pero influye en él. La entele­
quia no puede crear diferencias de intensidad de 62 Cfr. Driesch, Die Seele ais elementarer Naturjaktor
(1 9 0 3 ); Pliilosuphic des Organischen, t. II, pp. 222 ss. y
ninguna clase, pero sí puede “ suspender” estas dife­ passim.
rencias de intensidad, allí donde existan, es decir, *>>! L. v. Bertallanfv, Theoretische Biolugie, t. I, Berlín,
impedir temporalmente su acción. Driesch creía po­ 1932.
142 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA FO R M A Y CA U SALID A D 143
de Eduard von Hartmann, ningunas “ dominantes” en que sea posible sustituirlo por ningún otro método.
el sentido de Reinke. Lo que todos ellos nos indican Tampoco el conocimiento de las conexiones causales
es que el acaecer orgánico mantiene siempre una de­ puede desplazar o hacer superfluo este punto de
terminada dirección. vista. “ No tiene sentido alguno querer eliminar o
No cabe duda de que podemos describir en tér­ menoscabar de lo orgánico la conservación de la to­
minos físico-químicos los diferentes procesos que se talidad, sino que el método acertado consiste en inves­
desarrollan en el organismo, pero con ello no los tigar primeramente este fenómeno, para luego expli­
caracterizamos, en modo alguno, en lo que tienen de carlo.” 64
proceso de vida. Si no todos los procesos de vida, Casi huelga señalar que también la moderna
por lo menos la inmensa mayoría de ellos aparecen psicología sigue la misma línea de desarrollo, ma­
ordenados en el sentido de que tienden a la conser­ nifestándose con especial claridad y fuerza, en el
vación y la restauración de la totalidad del organis­ campo de esta disciplina, la misma tendencia que
mo. . . No puede ofrecer, en rigor, la menor duda observamos en la física y en la biología. Por lo
que los fenómenos, en los organismos, tienden, en menos, la psicología parece haber visto antes que
gran parte, a mantener la totalidad’ y ‘el sistema’, otras ciencias el problema metodológico a que nos
y que es misión de la biología determinar si y en estamos refiriendo. Tampoco pudo, sin embargo,
qué medida lo consiguen. Ahora bien, siguiendo vie­ abordarlo directamente, pues se le cruzaba en el
jos hábitos del pensamiento, se daba a esta posibilidad camino su propio pasado y toda su historia como
de ^ordenar la vida el nombre de ‘adecuación a un ciencia. Como ciencia empírica, la psicología era
f in , y preguntábase cuál era el ‘fin’ de un órgano un vástago y una rama colateral de las investigacio­
o de una función. El concepto de ‘ fin’ parece en­ nes de la naturaleza. Su primer problema consistía
volver, sin embargo, una voluntad y la idea de una necesariamente, al igual que el de éstas, en librarse
meta, representación ésta que no le es simpática al de la tutela de los conceptos escolásticos, para volver
naturalista, y con razón, por lo cual se ha intentado la mirada hacia los hechos fundamentales de la vida
presentar la adecuación al fin como un punto de vista psíquica. Ahora bien, ningún otro camino parecía
puramente subjetivo y no científico. Es lo cierto que conducir hacia estos hechos fundamentales sino aquel
se ha abusado no pocas veces del punto de vista de que había resistido ya la prueba en el campo de la
la totalidad, al formularlo falsamente como un crite­ ciencia natural exacta. He aquí cómo el método de
rio de finalidad : ha abusado de él, en primer lu­ la psicología fue calcado por doquier, entre los pri­
gar, el darwinismo, quien, en su empeño por asignar meros fundadores de esta ciencia, sobre el de la
a todo órgano y a todo carácter un valor de utilidad y física.
de selección, formulaba con frecuencia hipótesis abso­ Hobbes tiende conscientemente a transferir el mé­
lutamente insostenibles acerca de la ‘adecuación a un todo “ resolutivo y compositivo” de Galileo del campo
fin ; en segundo lugar, el vitalismo, el cual veía de la física al campo de la psicología. Y, en el si-
en ella la prueba de la acción de sus factores vita­
les. ’ Pero, según Bertallanfy, estos abusos no pueden 64 En esta exposición de lo que considera como el ideal
ni deben impedirnos reconocer que el punto de vista del conocimiento biológico, Bertallanfy se apoya, sobre todo,
de la totalidad tiene su razón de ser y responde a en ,1. S. Haldane, quien ha dado a esta concepción el nombre
de “ holismo” . Cfr. Haldane, New Physiology, y A dolf Mayer,
una necesidad en la construcción de la biología, sin Ideen und Ideale der biologischen Erkenntnis, Leipzig, 1934.
144 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA FORMA Y CAUSALIDAD 145

glo xviii, Condillac ambiciona llegar a ser el “ Newton va” . Por donde también aquí se impone, en sus dere­
de la psicología” , empleando el mismo medio de que chos y en su fundamental y propia significación, el
éste se valió, o sea el de reducir todos los fenómenos concepto de “ totalidad’ : la psicología elementalista
complejos a un fenómeno simple y fundamental.656 se convierte, así, en psicología estructural (Gestalt-
Descubierto este fenómeno elemental, será posible Psychologie).
derivar íntegramente de él no sólo los más diversos Ahora bien, si hemos esbozado esta transforma­
contenidos de la conciencia, sino también todas las ción metodológica de la física, la biología y la psico­
actividades manifiestas de ella, todas las operaciones logía, ha sido, pura y simplemente, para preguntarnos
y los preceptos de la conciencia.06 a continuación hasta qué punto se deriva también
La psicología convertíase así en psicología ele- de aquí un nuevo rumbo en cuanto a la trayectoria de
mentalista, cuyo modelo o prototipo admirado era la las ciencias de la cultura. Ahora ya es posible formu­
mecánica de los puntos de masa. Y así como la as­ lar con mayor claridad y contestar con mayor seguri­
tronomía había descubierto las leyes fundamentales dad esta pregunta. El reconocimiento del concepto de
del cosmos estudiando las leyes por las que se rige totalidad y del de estructura no han venido, ni mucho
el movimiento de simples puntos de masa, la psico­ menos, a borrar o eliminar la diferencia entre la
logía debía esforzarse en derivar toda la vida psí­ ciencia de la cultura y la ciencia de la naturaleza. Pero
quica de los átomos de la sensación y de las leyes sí ha derribado una barrera de separación que hasta
de asociación entre ellos, de las “ percepciones” y ahora existía entre estas dos clases de ciencia. La
las “ asociaciones” . El ser de la conciencia sólo puede ciencia de la cultura puede, ahora, entregarse más
explicarse a base de la génesis de ésta, la cual no es, libre e imparcialmente que antes al estudio de sus
en última instancia, otra cosa ni más difícil que la formas, de sus estructuras y manifestaciones, desde
combinación de varias partes homogéneas en forma­ el momento en que también los otros campos del
ciones cada vez más complejas. Sabido es de qué saber han fijado la atención en sus peculiares pro­
modo llegó la moderna investigación psicológica a blemas de forma. La lógica de la investigación puede
superar esta concepción. Con ello no sólo no volvió ahora asignar a todos estos problemas el lugar que
la espalda a los problemas puramente genéticos, sino les corresponde. Los análisis formales y los análisis
que, lejos de eso, les atribuyó nueva importancia. No causales aparecen, a partir de ahora, com o corrientes
cree ya, sin embargo, que estos problemas constitu­ no contradictorias, sino complementarias y que nece­
yan el objeto único de la psicología y que a ellos se sariamente deben combinarse entre sí, en todas las
reduzca el contenido de esta ciencia. Frente al con­ ramas del saber.
cepto de causa aparece, como principio normativo, el Los fenómenos de la cultura parecen mucho más
concepto de estructura. La estructura no es conocida, vinculados al reino del devenir que los fenómenos de
sino destruida, cuando intentamos convertirla en un la naturaleza. No es posible desglosarlos de aquel
simple conglomerado, en una “ combinación copulatí- mundo. No podemos cultivar la ciencia del lenguaje,
la ciencia del arte, la ciencia de la religión, sin
65 Cfr. acerca de esto Le Roy, La PsyChulogie de Condillac, apoyarnos a cada paso en lo que nos enseña la histo­
París, 1937. ria de cada uno de esos campos culturales. Y, si
66 Más detalles en Philosophie der Aufklarung, Tubinpa,
1932, pp. 2 1 5s. [La Filosofía de la Ilustración, trad. de E. queremos navegar por entre las aguas procelosas del
ímaz, M éxico: F. C. E., 2* ed., 1950, pp. 33 ss.] devenir, no tenemos más remedio que dejarnos llevar
146 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA FORMA A CAUSALIDAD 147
por la brújula que pone en nuestras manos la cate­ cada vez más claros, los contornos de ciertas formas
goría de “ causa” y “ efecto” . Los fenómenos serían, fundamentales y agrupándose en ciertas y determina­
para nosotros, una maraña inextricable si no los orde­ das clases, y cuando en el seno de estas mismas alcan­
násemos y clasificásemos en cadenas causales fijas. zamos a discernir determinadas relaciones y orde­
Este impulso que sentimos de penetrar en las naciones, surge un nuevo y doble problema. Se
causas del desarrollo de la cultura es tan fuerte que trata, considerando el asunto en términos generales, de
fácilmente domina y desplaza a todos los demás. Y, determinar el “ qué” de cada forma cultural de por
sin embargo, en el análisis del devenir, la explica­ sí, la “ esencia” del lenguaje, de la religión, del arte.
ción causal no lo es todo. Es, simplemente, una de ¿Qué “ es” y qué significa cada una de estas formas,
las dimensiones que el acaecer cultural ofrece a nues­ y qué función cumple? ¿Cómo se comportan entre
tra mirada, ni más ni menos importante, ni más ni sí el lenguaje y el mito, el arte y la religión, en qué
menos sustantiva que las demás. La verdadera imagen se distinguen y qué es lo que los une? Llegamos así
en profundidad de la cultura emerge ante nosotros a una “ teoría” de la cultura cuyo remate reside, en
cuando sabemos distinguir todas estas dimensiones, última instancia, en una “ filosofía de las formas sim­
para luego combinarlas entre sí del modo más ade­ bólicas” , siquiera se nos presente este remate como
cuado, gracias precisamente a esta distinción y a un “ punto infinitamente lejano” , al que sólo podemos
base de ella. acercarnos de un modo asintótico.
Para esto podemos destacar y distinguir cuidadosa­ Del análisis de la forma, dando un paso más, lle­
mente tres factores. En todo examen de las forma­ gamos al método que podemos denominar análisis
ciones culturales vemos que el análisis del devenir, del acto. En este análisis no preguntamos ya por las
basado esencialmente en la categoría de causa y efec­ formaciones, por las obras de la cultura ni, menos
to, se enfrenta a otros dos: al análisis de la obra y al aún, por las formas generales en que se presentan
análisis de la forma. El análisis de la obra forma, en ante nosotros. Preguntamos, sí, por los procesos psí­
rigor, la capa fundamental y sustentadora. Es evi­ quicos de que esas obras han brotado y cuya decan­
dente que, antes de que escribamos la historia de la tación objetiva son. Investigamos, en este punto, la
cultura y antes de que podamos formarnos una no­ peculiaridad de la “ conciencia simbólica” que se ma­
ción en cuanto a las conexiones causales existentes nifiesta en el empleo del lenguaje humano; pregunta­
entre sus diversos fenómenos, necesitamos tener una mos por el modo y la dirección del representar, del
visión de conjunto de las obras del lenguaje, del arte sentir, de la fantasía y de la fe que sirvan de base
y de la religión. Y no basta con que aparezcan ante al arte, al mito, a la religión. Cada uno de estos
nosotros como simple materia prima, en bruto. Ne­ modos diferentes de consideración tiene su propia
cesitamos penetrar en su sentido, comprender lo que razón de ser y responde a su propia necesidad, y cada
tienen que decirnos. uno de ellos se sirve, en el aspecto lógico, de instru­
Por esto hace falta emplear un método propio mentos especiales y hace uso de categorías que espe­
de interpretación, una “ hermenéutica” sustantiva, ex­ cíficamente le pertenecen.
traordinariamente difícil y complicada. Todo esto debe verse claramente y tenerse presente
Cuando, gracias a esta hermenéutica, empieza a de continuo, para no incurrir en esos corrimientos y
vislumbrarse la luz en medio de la oscuridad, cuando litigios de fronteras a que constantemente asistimos en
en los momentos de la cultura van destacándose, el campo de las ciencias culturales y de la filosofía
FO RM A Y CAUSALIDAD 149
148 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
realmente, el lado más importante del problema. No
de la cultura. Uno de los más conocidos ejemplos de
se explicaba cómo el grito podía llegar a convertirse
esto lo tenemos en el problema de los orígenes del
en “ palabra’’ , es decir, cómo podía llegarse a expre­
lenguaje o en el problema de los orígenes del mito,
sar algo objetivo. Surgió así la segunda teoría,
del arte y la religión. Este problema surge porque
la palanca de la investigación causal se apoya, por basada en la imitación de los sonidos, en la onoma-
así decirlo, en un punto falso. En vez de apoyarla topeya, y que veía en ella el origen primero de la
en les fenómenos que se dan dentro de una determi­ palabra hablada. Pero, también esta teoría fracasó,
nada forma, la apoyamos en la forma misma, como al estrellarse contra el fenómeno fundamental de todo
todo cerrado en sí mismo. Sin embargo, en este punto, lenguaje: el fenómeno de la oración. Mientras no se
la categoría de causa y efecto, tan indispensable y tan lograra explicar la oración gramatical como un sim­
fecunda en su propio campo de acción, nos deja en ple conglomerado de palabras, mientras se viese en
la estacada. Las soluciones que nos promete resultan ella un “ encaje” peculiar, necesariamente debía re­
ser, cuando se las mira de cerca, simples tautologías conocerse que no hay en la naturaleza formación
o círculos viciosos. La ciencia y la filosofía del len­ alguna que pueda compararse con ese “ encaje” . Y
guaje se han esforzado constantemente en despejar la tampoco el retroceso a las fases “ primitivas” del len­
oscuridad que rodea los orígenes del lenguaje. Pero guaje puede mostrarnos el camino en este punto: todo
cuando abarcamos con la mirada las diversas teorías fenómeno lingüístico, por primitivo que sea, encierra
establecidas por una y por otra, tenemos la impresióu ya el lenguaje en su totalidad, puesto que entraña ya,
de que no se ha logrado, hasta hoy, dar un solo paso siquiera sea muy primitivamente, la función del sig­
hacia adelante. nificar” y del “ mentar” .
Si nos empeñásemos en hacer surgir el lenguaje De donde se desprende directamente por qué la
de la naturaleza por medio de algunos eslabones cau­ comprensión causal tropieza, aquí, con un límite fijo.
sales, ng quedaría otro camino que enlazarlo directa­ La función del lenguaje — y otro tanto podemos decir
mente a determinados fenómenos naturales. Tendría­ de la del arte, la religión, etc.— es lino de^ esos
mos necesariamente que ponerlo de manifiesto como fenómenos que Goethe llama “ primigenios” . “ Apa­
un proceso orgánico, antes de poder interpretarlo rece y es” sin que haya en él nada que explicar. “ Lo
como un proceso espiritual. Por este camino acaba­ más alto a que puede llegar el hombre — dice Goethe
ríamos forzosamente remontándonos al simple sonido a Eckermann— es el asombro, y cuando el protoie-
interjectivo, como el verdadero origen del lenguaje. nómeno le causa asombro, debe darse por satisfecho;
No cabe duda de que el grito acusador de una sen­ no puede ofrecérsele nada más alto, ni debe buscar
sación, el grito de dolor o de miedo, la llamada de otra cosa por detrás de él; se ha llegado al límite. Sin
aviso o advertencia, se extienden ya a partes con­ embargo, el hombre, generalmente, no se da por con­
siderables del mundo animal. El problema quedaría tento con la contemplación de un protofenómeno;
resuelto, al parecer, si se consiguiera tender el puente,
piensa que tiene que haber algo detrás; se parece al
es decir, demostrar que la interjección constituye el
niño que, al ver su imagen reflejada en el espejo,
verdadero punto de partida y el “ principio” del
le da la vuelta, para ver qué hay del otro lado.
lenguaje.
Pero de pronto hubo de llegarse a la conclusión de
67 Goethe a Eckermann, 18 de febrero de 1829.
que esta esperanza era frustrada. Se había olvidado,
150 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA FORMA Y CAUSALIDAD 151
Pero casi se siente uno tentado a preguntarse si qué ’ , sino que formulemos esta pregunta en el lu­
este darle la vuelta al espejo no será, propiamente, la gar que le corresponde. Lo que se nos enseña — y
misión de la filosofía, la cual no puede contentarse lo que, en el fondo, podían enseñarnos ya la física, la
como el arte, con la simple contemplación y la repre­ biología y la psicología— es que no debemos invo­
sentación, sino que debe remontarse hasta la idea lucrar el problema estructural con el problema causal,
como el verdadero fundamento del mundo de los que no podemos reducir el uno al otro. Los dos pro­
fenómenos. ¿N o es cabalmente este cambio de rumbo blemas tienen su razón relativa de ser; ambos son
en la dirección de la mirada el que Platón preconiza, necesarios e indispensables. Pero ninguno de los dos
escribiéndolo con tanta fuerza y tanta elocuencia en puede suplantar al otro. Una vez que, por medio
su mito de la caverna, en la República? ¿N o se del análisis de la forma y con sus recursos, hemos
abandonarán al escepticismo la filosofía y la ciencia determinado, por ejemplo, la “ esencia” del lenguaje,
si, ante un problema tan importante y decisivo como debemos esforzarnos en indagar, por la vía del cono­
este se les veda la pregunta del porqué? ¿Pueden cimiento causal, por medio de la psicología y la
j “ fosoiia y la ciencia renunciar nunca al principio historia del lenguaje, cómo se desarrolla y se trans­
de la razón suficiente?
forma aquella esencia. Nos sumimos, con ello, en
No es necesario, ciertamente, que lleguen hasta
el campo del puro devenir; pero también este devenir
esta renuncia. Pero debemos, sin embargo, llegar a
permanece dentro de los marcos de un determinado
comprender claramente que también el escepticismo
ser, dentro de la forma” del lenguaje en general. Es,
tiene sus derechos. El escepticismo no consiste sim­
por tanto, un “ devenir hacia el ser” , yÉveoig glg
plemente en negar el saber o renegar de él. Una
oeaiac;, como dice Platón. Así, pues, el concepto de
prueba de ello la tenemos precisamente en la filo­
sofía. Basta pensar en sus períodos más importantes forma y el concepto de causa se separan el uno
y mas fecundos para percatarse del papel tan impor­ del otro para volver a encontrarse con tanta mayor
tante, tan inexcusable que en ellos desempeñó el no seguridad y unirse de nuevo más íntimamente. La
saber y cómo a la luz de él se encontró y renovó alianza de estos dos conceptos sólo puede ser fruc­
constantemente el conocimiento. El socrático “ no sa­ tífera para la investigación empírica a condición
ber , la docta ignorantia de Nicolás de Cusa, la duda de que cada uno de ellos afirme sus derechos propios
cartesiana figuran, indiscutiblemente, entre los más y su propia independencia.
valiosos instrumentos del conocimiento filosófico. Si lo comprendemos claramente, no se considera­
Vale más renunciar a un saber que creer resuelto rá ya un simple agnosticismo, un sacrificio intelectual
por medio de él un problema falso o verse llevado por que hay que ir realizando penosamente el recono­
el a una falsa o aparente solución. Todo auténtico cer que el problema del origen de la función simbóli­
escepticismo es solamente un escepticismo relativo. ca no puede resolverse por medios científicos. No
Declara msolubles ciertos problemas para llevarnos quiere esto decir que hayamos llegado a un límite
con ello al campo de los problemas solubles y rete­ absoluto de nuestro saber, sino más bien que no
nednos con mayor fuerza en él. todo saber se reduce al conocimiento de cómo nacen
Y esto que decimos se comprueba también a la las cosas, ya que existe, al lado de ésta, otra forma
iuz del problema que nos ocupa. Lo que se exige de conocimiento que, en vez de ocuparse de la géne­
de nosotros no es que renunciemos a indagar el “ por- sis, se ocupa de la consistencia pura.
152 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA FORMA Y CAUSALIDAD 153
La aporía sólo surge cuando se supone que los guanta, y en el campo de la naturaleza orgánica por
conceptos de causa y efecto son los únicos jalones la teoría de la mutación.
del conocimiento y que allí donde estos conceptos También en el círculo de la vida orgánica sería
nos dejan en la estacada todo es ignorancia y os­ la “ evolución” , en el fondo, una palabra vana, si
curidad. Como hemos visto, Hobbes introdujo este hubiésemos de admitir que de lo que se trata es del
“ axioma” en la definición misma de la filosofía.®8 “ desenvolvimiento” de algo ya dado y existente, lo
Y, sin embargo, lo que así se preconiza como prin­ que, interpretado en el sentido de las viejas teorías
cipio del conocimiento no es, en realidad, otra cosa de la preformación, vale tanto como decir que, a la
que una petitio principii. Se da por probado lo que postre, “ todo queda como antes” . Al llegar a un
en realidad constiuye el punto litigioso y lo que más punto cualquiera tendremos que reconocer también,
necesitado de prueba se halla; se parte del supuesto necesariamente, la existencia de un algo nuevo, a lo
de que no hay, fuera de la dimensión determinada que sólo puede llegarse por medio de un “ salto” .
y dominada por el concepto causal, ningún otro pla­ “ Llamamos teoría de la mutación — dice Hugo
no en que sea posible “ saber” algo. de Vries, describiendo su teoría— al principio según
Lo que viene constantemente a entorpecer y retra­ el cual las propiedades de los organismos se hallan
sar el reconocimiento de esta pluridimensionalidad del formadas por unidades nítidamente distintas las unas
saber es la circunstancia de que parezca darse al de las otras. . . En el campo de la teoría de la des­
traste con ella al principio de la evolución. No existe, cendencia, este principio nos lleva a la convicción
en efecto, ninguna “ evolución” que lleve, en sucesión de que las especies no han brotado unas de otras
continua, de una dimensión a otra. Al llegar a un fluidamente, sino por saltos. Cada unidad nueva que
punto cualquiera, habrá que reconocer la existencia viene a sumarse a las anteriores forma un peldaño,
de una diferencia genérica, que sea posible establecer, y separa la nueva forma, como especie propia e
pero sin que se deje explicar. Claro está que también independiente, nítida y totalmente, de la especie de
este problema ha perdido para nosotros, hoy, mucho que ha brotado. La nueva especie se presenta, por
de su agudeza. Tampoco en la biología solemos en­ tanto, de golpe; nace de la que precede sin ninguna
tender ya la teoría de la evolución en el sentido de preparación posible, sin transiciones.” C'J
que cada forma nueva surja de la anterior por la Por tanto, la transiciórí de la naturaleza a la “ cul­
simple acumulación de una serie de cambios acciden­ tura” no representa, tampoco desde este punto de
tales. En la actualidad ningún biólogo acepta ya la vista, ningún nuevo enigma. No hace sino confirmar
teoría darwiniana que, en gracia al principio de lo que ya nos enseña la consideración de la natura­
la continuidad, se esforzaba por mantenerse fiel a leza, a saber: que toda auténtica evolución es, en el
esa concepción, no por lo menos en la forma en la fondo, una [xetápaats elg aü.o yévog, la cual puede
que se presentaba en el darwinismo dogmático. Esto sin duda, ser puesta de manifiesto, pero nunca expli­
ha venido a introducir una limitación muy esencial al cada casualmente. Para estos efectos, en nada se
principio de Natura non facit saltus. El aspecto pro­ distingue la situación en que se encuentran, separada­
blemático de este principio ha sido puesto de mani­ mente, la experiencia y el pensamiento, el empirismo
fiesto, en el campo de la física, por la teoría de los
89 H. de Vries, Die Mutationstheorie, Leipzig, 1901, t. I,
88 Cfr. supra, pp. 135 s. p. 3.
154 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
y la filosofía. Ninguno de los dos puntos de vista
puede determinar el “ en sí” del hombre más que V
señalándolo en sus fenómenos o manifestaciones. Sólo
pueden llegar a conocer la “ esencia” del hombre LA “ TRAGEDIA DE LA CULTURA”
contemplando a éste en la cultura y en el espejo de
su cultura, pero sin poder dar la vuelta a este espejo, Dice Hegel que la historia universal no es precisa­
para ver lo que hay detrás. mente el albergue de la dicha; que los períodos pací­
ficos y venturosos son hojas en blanco, en el libro
de la historia. No creía, ni mucho menos, que esto
estuviera en contradicción con aquella su fundamental
convicción de que “ todo, en la historia, carece de un
modo racional” ; antes al contrario, veía precisamente
en ello la confirmación y corroboración de esta tesis.
Ahora bien, ¿para qué sirve el triunfo de la idea
en la historia universal, si ha de lograrse necesaria­
mente a costa de renunciar a todo lo que es la dicha
humana? ¿N o suena casi a burla semejante teodicea,
y no tendría razón Schopenhauer cuando decía que
el “ optimismo” hegeliano era, en el fondo, una manera
de pensar absurda y, además, infame?
Preguntas como éstas han torturado siempre al
espíritu humano, y precisamente en las épocas más
ricas y más brillantes de la cultura. En vez de ver
en la cultura algo que enriquece al hombre, se la
considera como algo que lo aleja más y más de la ver­
dadera meta de la existencia. En pleno “ Siglo de las
Luces” pronuncia Rousseau su inflamada requisitoria
contra “ las artes y las ciencias” . Nos dice de ellas
que sólo han servido para enervar y reblandecer al
hombre en lo moral, a la par que en lo físico, en
vez de satisfacer sus necesidades, habían venido a
despertar en él innumerables afanes nuevos que ja­
más pueden verse saciados. Los valores de la cultura,
nos dice Rousseau, son todos fantasmas a los que
debemos renunciar, si no queremos vernos peren­
nemente condenados a beber del tonel de las Da-
naidas.
Estas acusaciones rusonianas conmovieron pro­
fundamente los cimientos del racionalismo del si-
155
156 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA TRAGEDIA DE LA CULTURA 157
glo xviii. En esto estriba precisamente la gran in- no es la realización de la dicha sobre la tierra, sino
íiuencia que sobre Kant ejerció Rousseau. Gracias la realización de la libertad, de la auténtica autono­
a éste, se cree el filósofo de Konigsberg libre del mía, que no representa el dominio técnico del hombre
mero intelectualismo y encaminado por una senda sobre la naturaleza, sino el dominio moral del hom­
nueva. Ya no cree que la exaltación y el refinamiento bre sobre sí mismo.
de la cultura intelectual pueda llegar a resolver todos Kant cree, con ello, haber convertido el problema
los enigmas de la existencia y a curar todos los males de la teodicea de un problema metafísico en un
dé la sociedad humana. La simple cultura del enten­ problema puramente ético, y haberlo resuelto críti­
dimiento no puede fundamentar el supremo valor camente gracias a esta transformación. Pero no
de la humanidad; debe ser sobornada y tenida a todas las dudas que contra el valor de la cultura
raya por otros poderes. pueden alegarse quedan esfumadas, ni mucho menos.
Pero aun cuando se haya logrado el equilibrio Un nuevo y más profundo conflicto parece surgir
moral-espiritual, aun cuando se garantice a la razón inmediatamente en cuanto se trata de definir y pre­
práctica su primacía sobre la razón teórica, no por cisar la nueva meta asignada a la cultura. ¿Puede,
ello dejará de ser vana la esperanza de poder saciar realmente, llegar a alcanzarla? ¿Es seguro que el
la sed de dicha del hombre. Kant está profundamente hombre pueda realizar en la cultura y gracias a ella
convencido del “ fracaso de todos los intentos filosó­ su verdadera naturaleza “ inteligible” , que pueda lle­
ficos en materia de teodicea” . No le queda, pues, gar, por este camino, si no a la satisfacción de todos
otra solución que aquella extirpación radical del hedo­ sus deseos, sí al desarrollo de todas sus capacidades
nismo que intenta llevar a cabo, en la fundamentación y dotes espirituales?
de su ética. Si la dicha constituyese la verdadera Así sucedería, en efecto, si el hombre pudiese sal­
meta de las aspiraciones humanas, la cultura quedaría tar por encima de las fronteras de la individualidad,
condenada inapelablemente. Sólo hay un camino para si pudiese ensanchar su propio yo hasta proyectarlo
justificarla, y es aplicarle otro criterio de valor. Lo sobre la totalidad de la humanidad. Pero cuando
verdaderamente valioso no son los bienes mismos, que intenta precisamente lograr esto, es cuando siente
el hombre recibe como un verdadero regalo de la más rotunda y dolorosamente las barreras que se le
naturaleza y la Providencia. No, el verdadero valor oponen. No debemos perder de vista, en efecto, que
debe buscarse en los propios actos del hombre y en hay aquí un aspecto que amenaza y coarta la espon­
aquello que, gracias a esos actos, llega a ser. De taneidad, la autonomía pura del yo, en vez de estimu­
este modo, hace suya Kant la premisa de que parte larla y exaltarla. Y quien ahonde en este aspecto del
Rousseau, pero no la conclusión a que éste llega. problema, lo comprenderá en toda su gravedad. En
El grito rusoniano de “ ¡Vuelta a la naturaleza!” po­ un ensayo titulado El concepto y ¡a tragedia de la
dría devolver y asegurar la dicha al ser humano, cultura, Georg Simmel ha planteado este problema
pero con ello el hombre se divorciaría, al mismo con toda precisión. Pero duda de que pueda llegar
tiempo, de su verdadero destino. Este destino, en a resolverse. Según este autor, la filosofía no puede
efecto, no reside en lo sensible, sino en lo inteligible. hacer otra cosa que señalar el conflicto, pero sin
Lo que la cultura promete al hombreó lo único que prometer su solución.
puede darle, no es la dicha misma, sino lo que le La reflexión nos revela con mayor claridad, a me­
hace digno de merecerla. La finalidad de la cultura dida que va ahondando en el problema, la estructura
158 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA TRAGEDIA DE LA CULTURA 159
dialéctica de la conciencia de la cultura• Los progre­ necesariamente en áspera corteza. Y esta corteza va
sos de la cultura van depositando en el regazo de la cubriéndola con una capa cada vez más espesa y
humanidad nuevos y nuevos dones; pero, el individuo menos frágil.
se ve excluido de su disfrute en medida cada vez “ A la vida vibrátil, incansable, desarrollada hasta
mayor. Y ¿para qué sirve, en realidad, una riqueza el infinito, del alma que crea en un sentido cualquiera,
que jamás el yo puede llegar a transformar en acervo se enfrenta su producto fijo, idealmente inconmovible,
vivo? ¿N o contribuye más bien a entorpecerle, en con el penoso efecto retroactivo de estancar y hasta
vez de liberarle? fosilizar aquella vivacidad; no pocas veces, parece
Esta clase de reflexiones despliegan ante nosotros como si la movilidad creadora del alma muriese al
el pesimismo cultural bajo su forma más aguda y alumbrar su propio fruto. . . Al paso que la lógica
más radical. Hemos dado con el punto más vulne­ de las formaciones y las conexiones impersonales está
rable, apuntando a un defecto del que ningún des­ cargada de dinámica, surgen entre éstas y los impulsos
arrollo espiritual puede liberarnos, pues va implícito y normas interiores de la personalidad duras fric­
en la esencia misma de este desarrollo. Los bienes ciones, que adoptan bajo la forma de la cultura en
creados por él crecen sin cesar, en cuanto al número, cuanto tal una peculiar condensación. Desde que el
pero precisamente este crecimiento hace que dejen hombre se dice a sí mismo yo, desde que se ha con­
de sernos útiles. Conviértense, así, en algo meramente vertido en objeto, por encima de sí y frente a sí;
objetivo, en algo existente y dado de un modo real, desde que, a través de esta forma de nuestra alma
pero que el individuo, el yo, no puede ya abarcar sus contenidos desembocan todos en un centro; desde
y captar. El yo se siente abrumado bajo su variedad y entonces, tenía necesariamente que ir creciendo, a
su peso, que crecen sin cesar. El individuo no extrae base de esa forma, el ideal de que lo que aparece
ya de la cultura la conciencia de su poder, sino unido con el centro sea también una unidad armónica
solamente la certeza de su impotencia espiritual. y cerrada y, por tanto, un todo capaz de bastarse a
La verdadera razón de esta “ tragedia de la cul­ sí mismo. Sin embargo, los contenidos sobre los que
tura” reside, según Simmel, en que la aparente inte­ el yo ha de llevar a cabo esta organización de un
riorización que la cultura nos promete líeva siempre universo propio y unitario no le pertenecen exclu­
aparejada, en realidad, una especie de autoenajena­ sivamente a él; estos elementos le vienen dados desde
ción. Media entre el “ alma” y el “ mundo” un con­ fuera, desde alguna exterioridad espacial, temporal
flicto constante, una relación constantemente tensa, o ideal, y constituyen al mismo tiempo los contenidos
que amenaza convertirse, a la postre, en una relación de otros mundos, sociales, metafísicos, conceptuales
sencillamente antitética. El hombre no puede con­ y éticos, en los que adoptan formas y conexiones
quistar tampoco el mundo espiritual sin infligir con recíprocas que no coinciden con las del yo. . . En
ello un daño a su alma. La vida espiritual consiste esto consiste, propiamente, la tragedia de la cultura.
en un progreso constante; la vida anímica en un Podemos, en efecto, considerar como un destino trá-
retroceso cada vez más profundo sobre sí mismo. Por f?'co — a diferencia de un acaecimiento simplemente
eso, los caminos y las metas del “ espíritu objetivo” triste o que descarga desde fuera sus efectos destruc­
no pueden ser nunca los mismos que los de la vida tores— el que las fuerzas aniquiladoras dirigidas
subjetiva. Para el alma individual, todo aquello contra un ser emerjan de las más profundas capas
que no puede llenarse con ella misma se convierte de este ser mismo; y el que esta destrucción venga a
160 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA TRAGEDIA DE LA CULTURA 161

realizar un destino que el propio ser de que se trata pero sin comprender que en esta obra de creación no
lleva en su entraña y que constituye, por decirlo así, se acerca a lo divino, sino que se aleja más y más de
el desarrollo lógico de aquella misma estructura con ello. La mística debe negar necesariamente todos
que ese ser ha construido su propia positividad.” 70 los mundos figurados de la cultura, liberarse del
El mal de que toda cultura humana adolece apa­ “ nombre y la imagen” . Exige de nosotros que re­
rece pintado en este cuadro con tintas todavía más nunciemos a todos los símbolos y los hagamos añicos.
sombrías y desesperadas que en la pintura de Rous­ Y no lo hace animada por la esperanza de que por
seau. Aquí aparece cerrado incluso el único cami­ este camino podamos llegar a conocer la esencia de
no de repliegue que Rousseau buscaba y postulaba. lo divino. El místico sabe y está profundamente con­
Simmel dista mucho de querer ordenar a la marcha vencido de que todo conocimiento no hace sino girar
de la cultura que haga alto, al llegar a un deter­ en el círculo de los símbolos. La meta que él se
minado sitio. Sabe que la rueda de la historia no propone es, sin embargo, otra y más alta. Aspira
gira nunca hacia atrás. Pero cree observar, al mismo a que el yo, en vez de entregarse al vano intento
tiempo, que con ello se agudizará cada vez la tensión de captar y comprender lo divino, se funda en uni­
entre los dos polos igualmente necesarios e igual­ dad con ello. Toda pluralidad es un engaño, ya se
mente legítimos, con lo que el hombre acabará vién­ trate de una pluralidad de cosas o de una pluralidad
de imágenes o de signos.
dose irremediablemente entregado a un funesto dua­
lismo. El profundo divorcio, la profunda hostilidad Sin embargo, al expresarse así, al renunciar apa­
existente entre el proceso vital y creador del alma, rentemente a toda sustancialidad del yo individual, lo
que hace, en cierto modo, es retener y corroborar
de una parte, y de otra sus contenidos y productos, no
admite arreglo ni conciliación de ninguna clase. Tiene precisamente esta sustancialidad. Considera, en efec­
que hacerse, por fuerza, tanto más sensible cuanto to, el yo com o algo determinado en sí, que debe
más rico e intensivo se haga en sí mismo este proceso afirmarse en esta determinabilidad, y no perderse
en el mundo.
y cuanto más se ensanche el círculo de contenidos
Al llegar aquí, surge, no obstante, la primera
sobre el que se proyecta.
pregunta que nos vemos obligados a dirigirle. Ya
Simmel parece hablarnos el lenguaje del escép­
en anteriores consideraciones hemos procurado po­
tico; pero nos habla, en realidad, en el del místico.
ner de manifiesto que el “ yo” no existe como realidad
El anhelo secreto de toda mística no es otro, en
suya originariamente dada, sino que se refiere a otras
efecto, que el de sumirse pura y exclusivamente en la
realidades del mismo tipo y entra en asociación con
esencia del yo, para descubrir en ella la esencia de
ellas. Nos hemos visto obligados a enfocar la rela­
Dios. Cuanto se interfiere entre el yo y Dios es con­
jó n otro ™0<?°- Veíamos que la separación entre
siderado para ella como un tabique de separación. el yo ’ y el “ tú’ , al igual que la separación entre el
Y esto vale no menos para el mundo espiritual que “ yo” y el “ universo” , constituye la meta, y no el pun­
para el mundo físico. Porque tampoco la existencia to de partida de la vida espiritual. Si nos atenemos
del espíritu es otra cosa que autoenajenación. Crea firmemente a esto, nuestro problema adquiere otra
incesantemente nuevos nombres y nuevas imágenes; significación. V ista así la cosa, aquella cristalización
que la vida experimenta en las diferentes formas de
70 Simmel, Pliilosophischc Kultur, Leipzig, 1911, pp. 251 55., la cultura, en el lenguaje, el arte y la religión, no
265 ss.
TRAGEDIA DE LA CULTURA 163
162 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
constituye pura y simplemente la antítesis de lo que ciencia del tú y éste de aquél, cómo el uno pudiera
el yo debe exigir, en virtud de su propia naturaleza, interpretar esa existencia como “ procediendo” del
sino, por el contrario, el supuesto para que pueda otro. Sigue valiendo aquí, en grado aún mayor, aque­
encontrarse y comprenderse a sí mismo, en su propia llo de que la “ impresión” puramente pasiva no basta
para explicar el fenómeno de la “ expresión” . En
entidad.
Nos encontramos con una conexión extraordina­ esto reside una de las grandes fallas de toda teoría
riamente compleja, que no es posible expresar^ acer­ puramente sensualista: en que cree haber comprendi­
tadamente por medio de ninguna imagen relativa al do un algo ideal al reducirlo a una copia de lo
objetivamente existente. Un sujeto no se hace cog­
espacio, por muy sutil que sea. No cabe preguntarse
cómo el yo puede “ trascender” de su propia esfera, noscible o comprensible para el otro porque pasa
para penetrar en otra, ajena a ella. Tenemos que a éste, sino porque establece con él una relación
huir de todas estas expresiones metafóricas. Es cierto activa. Y ya hemos visto antes que es éste, y no otro,
que, en la historia del problema del conocimiento, el sentido de toda comunicación espiritual: el comu­
se recurre continuamente a estas descripciones defec­ nicarse requiere una comunidad en determinados
tuosas para caracterizar por medio de ellas las rela­ procesos, no en la mera igualdad de los productos.
ciones entre el objeto y el sujeto. Así, llegó a pen­ Partiendo de esta consideración, el problema plan­
sarse que el objeto debía entrar con una parte de teado por Simmel se proyecta bajo una nueva luz.
sí mismo en el yo para poder ser conocido por éste. No es que deje de existir como tal problema, pero
En esta concepción radica la “ teoría de los ídolos” de su solución debe buscarse, ahora, en una dirección
la atomística antigua, la “ teoría de las especies de distinta. Las dudas y las objeciones que pueden
Aristóteles, y la escolástica la retiene, limitándose a formularse contra la cultura conservan todo su peso.
Hay que comprender y reconocer que la cultura no
traducirla de lo material a lo espiritual.
Admitamos, sin embargo, por un momento, que representa un todo armónico, sino que se hafla, por
el milagro pueda realizarse y que el “ objeto” pueda el contrario, plagada de los más agudos conflictos
desplazarse de este modo a la conciencia . El interiores. La cultura lleva una vida “ dialéctica” y
problema cardinal quedaría sin resolver, pues no dramática. No es un simple acaecer, un proceso que
sabríamos cómo podríamos tener conciencia también discurra serena y tranquilamente, sino una acción
de esta huella del objeto al imprimirse en el yo. que es necesario abordar constantemente de nuevo
Es evidente que su pura presencia y el modo de ella y que jamás está segura de su meta. De aquí que
no bastaría, ni mucho menos, para explicar su sig­ no pueda entregarse nunca sencillamente a un cando­
nificación representativa. roso optimismo o a una fe dogmática en la “ perfecti­
La dificultad se complica todavía cuando no se bilidad” del hombre. Cuanto la cultura construye
trata de operar una transferencia de objeto a sujeto, amenaza con deshacerse nuevamente entre sus manos.
sino entre dos sujetos diferentes. En el mejor de los Tiene siempre, por tanto, si la contemplamos sola­
casos tendríamos también la existencia del mismo mente a la luz de su obra, un no sé qué de in­
contenido, como mero duplicado, en “ mí y en otro . satisfactorio y de profundamente problemático. Los
Pero seguiría siendo ininteligible cómo, por virtud espíritus verdaderamente creadores ponen toda su
de esta existencia pareja, pudiera el yo tener con­ pasión en su obra, pero es precisamente esta pasión
164 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA TRAGEDIA DE LA CULTURA 165
la que se convierte en fuente de nuevos y nuevos quier lenitivo superficial. Pero no cabe duda de que
sufrimientos. presentan un aspecto distinto cuando se prosigue y
Tal es el drama que quiere pintar Simmel. Sólo lleva hasta el final el camino aquí trazado. Al final
que admite en él, por así decirlo, dos papeles nada de este camino no aparece, en efecto, la obra, en
más. De una parte, aparece la vida; de otra, el cuya existencia permanente se estanca el proceso crea­
mundo de los valores objetivos, ideales, dotados de dor, sino el “ tú” , el otro sujeto, que recibe la forma
vigencia propia. Son dos campos distintos, que para incorporarla a su propia vida y retransferirla,
no pueden articularse entre sí ni, menos aún, fundir­ con ello, nuevamente al medio de que originaria­
se. Cuanto más se desarrolla el proceso de la cul­ mente procede.
tura, más se revela lo creado como enemigo del Por vez primera se revela ahora cuál es la solución
creador. El sujeto, no sólo no puede realizarse en que admite la “ tragedia de la cultura” . El círculo
su obra, sino que amenaza con estrellarse, a la no puede cerrarse mientras no se presente el partner
postre, contra ella. Lo que en el fondo e interior­ del yo. En efecto, por muy importante, muy plena
mente quiere la vida no es otra cosa que su propia de contenido y muy estable que pueda ser, en sí misma
movilidad y su desbordante plenitud. Y no puede y en su centro, una obra de cultura, nunca será más
desplegar esta plenitud interior y plasmarla en una que un punto de transición. No es nunca algo “ abso­
serie de formas determinadas y concretas sin que es­ luto” con que tropiece el yo, sino el puente que
tas formas se conviertan, al mismo tiempo, en otros conduce de un polo yoísta a otros. En esto estriba
tantos límites, en sólidos diques contra los que rebota su verdadera y más importante función. El proceso
y se estrella su movimiento. “ El espíritu engendra vital de la cultura consiste precisamente en ser in­
innumerables formas, que siguen existiendo en su agotable en la creación de estas mediaciones y tran­
propia y peculiar susiantividad, independientemente siciones.
del alma que las ha creado y de cualquiera otra que Si enfocamos este proceso exclusiva y preferente­
las acepte o las rechace. Así se ve el sujeto enfren­ mente desde el punto de vista del individuo, vemos
tado al arte y al derecho, a la religión y a la ciencia, que conserva siempre un carácter peculiarmente es­
a la técnica y a las costumbres.. . Es la forma de cindido. El artista, el investigador, el fundador de
la solidez, de la cristalización, de la inmovilidad religiones: ninguno de ellos puede realizar una obra
en que el espíritu, convertido en objeto, se sustrae verdaderamente grande más que entregándose de lleno
y se opone a la desbordante vivacidad, a la responsa­ a su misión y olvidándose, en gracia a ella, de su
bilidad interior ante sí mismo, a los conflictos cam­ ser propio y personal. Pero, la obra acabada, cuando
biantes del alma subjetiva; íntimamente asociado al está ante ellos, no es solamente realización; es tam­
espíritu como tal espíritu, pero viviendo por ello in­ bién, al mismo tiempo, desengaño. Queda por debajo
finitas tragedias, nacidas de este profundo conflicto de la intuición originaria, de la que brotó. La rea­
formal entre la vida subjetiva, incansable, pero finita lidad limitada, de la que forma parte, contradice a la
en el tiempo, y sus contenidos, los cuales, una vez muchedumbre de posibilidades que idealmente lleva
creados, son inmóviles, pero cobran una validez tem­ dentro de sí esta intuición.
poralmente ilimitada.” Este defecto lo siente constantemente no sólo el
Sería en vano, evidentemente, tratar de negar estas artista, sino también el pensador. Precisamente los
tragedias, o pretender sobreponerse a ellas con cual­ más grandes pensadores parecen llegar siempre a un
166 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA TRAGEDIA DE LA CULTURA 167
punto en que renuncian definitivamente a expresar una simple recepción. No es un simple proceso de
sus pensamientos últimos y más profundos. Lo más continuación o desarrollo de los motivos pertenecien­
alto que el pensamiento es capaz de captar — dice tes a una cultura pretérita. Cierto es que, no pocas
Platón, en su séptima carta— no es ya asequible a la veces, parece creerlo así, y no conoce orgullo más
palabra; escapa a la posibilidad de ser comunicado alto que el de plegarse lo más fielmente posible
mediante la escritura y la enseñanza. al modelo que imita. Las grandes obras de arte
Ahora bien, si es cierto que tales juicios son com­ de la Antigüedad han sido consideradas, en este sen­
prensibles y necesarios para la psicología del genio, tido, por todas las épocas clasicistas como modelo
para nosotros mismos este escepticismo queda tanto digno de ser imitado, pero sin que jamás pudiese
más apaciguado cuanto más vasta y más rica es la ser igualado. Pero los verdaderos y grandes renaci­
obra artística o filosófica a que nos entregamos. mientos de la historia universal han sido siempre
Pues nosotros, quienes recibimos, no medimos con triunfos de la espontaneidad, y no de la simple recep­
el mismo rasero con que el creador mide su obra. tividad.
Allí donde él encuentra poco, nos parece a nosotros Uno de los problemos más atractivos de la historia
ver demasiado; donde él tiene la sensación de una del espíritu consiste en ver cómo estos dos aspectos
interior insuficiencia, nos asalta a nosotros la impre­ se entrelazan y condicionan mutuamente. Cabría ha­
sión de una inagotable plenitud, que jamás creemos blar, en este punto, de una dialéctica histórica; esta
llegar a asimilarnos por entero. Y ambas cosas son dialéctica, sin embargo, no envuelve ninguna contra­
ilegalmente legítimas e igualmente necesarias, pues dicción, ya que viene impuesta por la esencia misma
es precisamente esta peculiar interdependencia lo que del desarrollo espiritual y se halla profundamente
permite a la obra cumplir con su misión propia. La arraigada en ella. Siempre que un sujeto — ya se
obra se convierte en mediadora entre el yo y el tú, trate de un individuo o de toda una época— se halla
no al transferir un contenido acabado del uno al otro, dispuestos a olvidarse, para desaparecer en otro y en­
sino al encender en la actividad del primero la del tregarse por entero a él, ese alguien se encuentra
segundo. Así se comprende también por qué las obras a sí mismo en un sentido nuevo y más profundo.
verdaderamente grandes de la cultura no se alzan nun­ Mientras una cultura sólo toma de otra determinados
ca ante nosotros como algo sencillamente estancado contenidos, sin poseer la voluntad ni la capacidad
e inmóvil, que en este estancamiento comprime y necesarias para penetrar en su verdadero centro, en
entorpece los libres movimientos del espíritu. Por su forma propia y peculiar, no se revela esta pro­
el contrario, su contenido sólo existe para nosotros funda interdependencia a que nos referimos. Todo
a medida que nos lo vamos asimilando constante­ queda reducido, en el mejor de los casos, a una
mente y lo vamos creando y renovando así, una y simple asimilación externa de determinados elementos
otra vez. sueltos de la cultura, pero sin que éstos se conviertan
Tal vez donde más claramente se destaque este en verdaderas fuerzas o motivos creadores.
proceso sea allí donde los dos sujetos que de él Este tipo limitado de influencia de la Antigüedad
participan no son individuos sino épocas enteras. Un podemos apreciarlo por doquier ya en la Edad
ejemplo nos lo ofrece, sin duda alguna, todo “ rena­ Media. Ya en el siglo IX se manifiesta un “ renaci­
cimiento” de una cultura pasada. Un renacimiento, miento carolingio” en la literatura y en las artes
cuando realmente merece este nombre, no es nunca plásticas. Y la escuela de Chartres puede ser cali-
168 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA TRAGEDIA DE LA CULTURA 169
ficada como un “ renacimiento medieval” . Pero todo téritos. No son masas inertes, sino la condensación
esto difiere, no sólo en cuanto al grado, sino también de gigantescas energías potenciales que aguardan sola­
en cuanto al carácter, de aquella “ resurrección de la mente el momento de volver a manifestarse y de tra­
antigüedad clásica” que se produce en los primeros ducirse en nuevos efectos. Por tanto, tampoco aquí
siglos del Renacimiento italiano. Muchas veces se se contrapone o enfrenta simplemente lo creado al
ha llamado al Petrarca “ el primer hombre moder­ proceso creador: lejos de ello, en la “ forma acuñada”
no” . Pero, por raro que parezca, para llegar a serlo afluye constantemente nueva vida, la cual la protege
necesitó adquirir una nueva y más profunda com­ contra el peligro de “ petrificarse” .
prensión de la Antigüedad. A través de las lenguas No hace falta, naturalmente, demostrar que este
antiguas y del arte y la literatura de los antiguos, debate ininterrumpido e ininterrumpible entre diver­
supo penetrar de nuevo en las formas de vida de la sas culturas no puede desarrollarse nunca sin fric­
Antigüedad; y en esta intuición cobró forma su sen­ ciones interiores. Una verdadera fusión no puede
timiento de vida propio y original. Este peculiar llegar a producirse nunca, pues las fuerzas antagóni­
entrelazamiento de lo propio y lo extraño vale para cas sólo pueden actuar afirmándose y sosteniéndose
todo el Renacimiento italiano; Burckhardt dice de las unas a las otras. No faltan nunca fuertes con­
él que “ sólo trató la antigüedad como un medio para flictos interiores, incluso en los casos en que se logra
expresar sus propias ideas constructivas” .71 o parece lograrse una armonía perfecta.
Este proceso es inagotable; se reanuda constante­ Si nos fijamos en la persistencia de la cultura
mente, sin llegar nunca a su fin. La Antigüedad fue antigua, vemos que representa casi el caso límite
“ descubierta” de nuevo después del Petrarca, y cada ideal. Parece eliminado todo lo meramente negativo,
nuevo descubrimiento sacaba a luz nuevos y dis­ y las grandes fuerzas productivas diríase que ejercen
tintos rasgos de aquella época. La Antigüedad de una acción constante y callada en toda su pureza y
Erasmo no es la misma que la del Petrarca. Y tras sin entorpecimiento alguno. Y, sin embargo, tampoco
ellas vienen después, cada una con sus rasgos pro­ en este caso ideal faltan los conflictos, rayanos, a
pios, la de Rabelais y la de Montaigne, la de Corneille veces, en antagonismos irreconciliables. La historia
y la de Racine, la de Winckelmann, la de Goethe y del derecho nos revela cuán grandiosa es la capacidad
la de Guillermo de Humboldt. No es posible hablar organizadora inherente al derecho romano y cómo
de una identidad real intrínseca entre ellas. Sólo ha atestiguado constantemente esta capacidad, a lo
coinciden en una cosa: en que el Renacimiento ita­ largo de los siglos. Pero es el caso que el derecho
liano y el holandés, el francés y el alemán sienten la romano no podía crear sin destruir, al mismo tiempo,
Antigüedad com o una incomparable fuente de ener­ multitud de gérmenes llenos de promesas. Constante­
gías, a la que van a beber para ayudar a alumbrarse mente surge el conflicto entre la conciencia jurídica
“ natural” y los usos jurídicos nacionales, de una par­
a sus propias ideas e ideales. Por donde las épocas
te, y de otra el derecho “ culto” .
realmente grandes de la cultura del pasado no se
Podemos ver en esta clase de antagonismos con­
asemejan precisamente a un bloque errático que pe­
flictos de tipo trágico, reconociendo su pleno derecho
netre en el presente como testigo de tiempos pre­
a esta frase de la “ tragedia de la cultura” . Pero
71 J. Burckhardt, Geschichte der Renaissance in hallen,
no debemos fijarnos solamente en el hecho del con­
p. 42. flicto, sino también en su superación, en esa peculiar
TRA G E D IA DE LA CULTURA 171
170 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA se vea en ef lenguaje algo objetivo, o a'go subjetivo
“ catarsis” que constantemente se opera. Por muchas un algo existente o un algo estatuido, no cabe duda de
que sean las fuerzas que, por una parte, se ven enca­ que también a lo segundo, para que
denadas, no deben perderse de vista, de otro lado, las su fin, se le debe atribuir una especie de coacción
fuerzas nuevas y vigorosas que se emancipan. Este en virtud de la cual se afirma y se hace valer contra
encadenamiento y esta emancipación simultáneos se
manifiesta en la lucha entre las diversas culturas, tQd ^ f r“ nominalista’ ’ Hobbes dice que la verdad no
como se manifiesta también, con no menos fuerza, en reside en las cosas sino en los signos: ventas non m
aquella lucha que el individuo se ve obligado a sos­ re sed in dicto consistit. Pero anade que los si nos,
tener con la colectividad, que las grandes fuerzas una vez estatuidos, no son ya susceptibles de cambios,
individuales creadoras libran con las que tienden que la convención debe ser reconocida como algo
a estancar y, en cierto sentido, a eternizar el estado absoluto, si se quiere que sean posibles, en términos
de cosas existente. Lo creador se halla en constante generales, el lenguaje y la comprensión humanos^
pugna con lo tradicional. También en este punto Claro está que la historia del lenguaje da
sería falso empeñarse en pintar el conflicto con ios mentís a esta fe en el significado inmutable e incon­
colores blanco y negro exclusivamente, situando en movible de sus conceptos. Nos demuestra, por el
un campo todo lo valioso y en el otro todo lo nega­ contrario, que todo empleo vivo del lenguaje esta
tivo. Las tendencias encaminadas a la conservación sujeto a un cambio constante de acepciones y de
son tan importantes e indispensables como las que sentido. La razón está en que el “ lenguaje no existe
buscan la renovación, ya que ésta solo puede llevarse nunca como una “ cosa” física, idéntica siempre a s,
a cabo sobre lo que permanece, del mismo modo que
misma y que revela siempre las mismas
lo perdurable sólo puede existir, por su parte, me­
des” constantes. Es, simplemente, el acto de habla ,
diante un proceso continuo de autorrenovacion.
cual no se efectúa nunca en iguales condiciones ni
Donde más claramente se ve esto es allí donde
la lucha entre las dos tendencias se desarrolla inte­ exactamente del mismo modo. . , .
En sus Principios de la historia del lengu j ,
gramente en lo profundo, en una profundidad sobre
la que los planes y la voluntad consciente de los Hermann Paul señala el importante papel que debe
individuos no pueden ejercer ya influencia alguna, atribuirse a la circunstancia de que el lenguaje solo
pues actúan en ella fuerzas que no se revelan a la exista al transmitirse de generación en generación.
Pues bien, esta transmisión no puede nunca realizarse
conciencia del individuo. n i
Un caso de éstos lo tenemos en el desarrollo y la de tal modo que quede eliminada de ella la acti­
transformación del lenguaje. En ningún otro campo vidad y la propia acción de una de las partes que
de la cultura es tan fuerte la circulación tradicional; intervienen en el proceso. Quien recibe estos dones
ningún otro sector de la cultura parece dejar menos no los recibe como una moneda. Solo puede reci­
margen a la capacidad creadora del individuo. La birlos haciendo uso de ellos, y al usarlos, les imprime
filosofía del lenguaje no se ha cansado de discutir, un nuevo cuño. El maestro y el a l u m n o , los padres
ya desde los griegos, si el lenguaje debía considerarse y los hijos no hablan nunca, en rigor el mismo
como un producto de la “ naturaleza o como obra lenguaje. Y en este proceso necesario de formación
de la “ convención” , de la cpúoEi o de la 0eaei. Cual­ y transformación ve Paul uno de los mas importan es
quiera de las dos concepciones que se prolese, ya
*72 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
TRAGEDIA DE LA CULTURA 173
C u™ . * ™ “ n“ ’S ™ 'a historia de]
a que llegó a dar, en ocasiones, una expresión
menos característica qUe ]a de P atón n°
« d o epigrama veneciano L e t r a que' pese a t o T '
sus intentos, sólo ha logrado acercarse a t í*

H
no de “ una acción
o -
basada a £ i ;r
„ „ i . : . 3 “ guaje, 5
cíente de nuevas fuerzas T a intervención cons-
Pero
en « talento: el de escribir en t m T i :

Mi “.t i eCh° ° Perder’ ¡oh in¡ eLiz Poeta!,


maeStna

lda y m ° n e* luch“ " d° con la peor de las materias”

Sabemos, sin embargo, todo lo que el arte de r >i,


consiguió hacer de esta que llama ^ "

e t T a 'Í ’qufhV — d ^ f 6’ Cl ,en^ e ttá n t


Samts.'sít : ?r;°££
sentido despierta v rmno P . ! lenguaje, este
rH;CoCtCo°Co“LCChtSohí;:
¡Snorada, V d o m iJ “ Lo
que l e » “
unTsim ple desviación ” se coniierte° de Ser
creación, y ésta puede ir tan ',, ^ ^ o t r J C u o f F í o ? ” '™ '! " ° h“ ria tSmb¡“
tarse siempre a condenes"dTsVntaT: Í e 'V n T p a S '
E K £ 55 ^ “ '5

.tcr„ct„¿oD
“ " s
:t
í r S i i á 1 ™ ci,” iento *
-

* C ” ""™
-0 % ’ “
Í J ™ ” '” ” " « » « , > abordar f u t l T Ú L
tos, capaces de transformar lo que existe q /,1 A
este modo es posible hacer frente a
cine plantean tanto el objeto
6

. !en e arl*sta plástico encuentra el camino

lenguaje,
e ñ C ie u u Tlof Tdado,
que d “ es
te decir, el *material
™ o v a ccon une
de
í r e a t n t l determÍnad° tesoro de p t a t Í s V q u T t o
pesada t r a b a " 86 *** ant°Ja casi c°m o una „ d momento mismo, sino del que puede dis
con erran fuerza'“ 1 “ mamentos despierta en ellos,
o tu rtrtd a s UV^tT° T7lte’h mÍ-
O propio Goethe ¿
artes plásticas. Existe un tesLo de f o “ oí q t

PP.72lV .r‘ H‘ PaUl’ #W “ W » der Sprachgéschichte, cap. I, V Z S ^ ÍnÍf r « , * * I-to r, d


de e l ?• M ,StC ‘ a,ll!m'n 11113 sintaxis"’ peculiar
s actividades, como existe una “ sintaxis” del
TRAGEDIA DE LA CULTURA 175
174 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
realmente en su lenguaje si antes no lo ha aprendido
lenguaje. Nada de esto puede ser obra de la libre
en el trato constante con su material. Y esto que
“ inventiva” . La tradición afirma, en esto, continua­
decimos no se refiere solamente, ni mucho menos,
mente sus derechos, ya que sólo a través de ella al aspecto técnico-material del problema. Un para­
puede establecerse y garantizarse esa continuidad de
lelo exacto lo encontramos también en el campo de
la creación sobre la que descansa toda comprensi­ la forma. También las formas artísticas, una vez
bilidad, en el lenguaje plástico como en cualquier creadas, se convierten en un patrimonio fijo y esta­
otro. “ Así como las raíces del lenguaje conservan ble, que va transmitiéndose de generación en gene­
siempre su vigencia, de tal modo que en todas ración. No pocas veces, esta transmisión hereditaria
las transformaciones y ampliaciones posteriores de los se extiende a lo largo de los siglos. Cada época toma
conceptos enlazados a ellas emerge siempre la forma de la que le precede determinadas formas, que trans­
fundamental, ya que es imposible inventar una pa­ fiere a la que la sigue. El lenguaje de las formas
labra totalmente nueva para expresar un concepto va adquiriendo una estabilidad tal que determinados
nuevo sin malograr la finalidad primordial perse­ temas parecen entrelazarse indisolublemente con de­
guida, que es la de que nos comprendan, así también terminados modos de expresión, por el hecho de que
.— dice Gottfried Semper— es imposible. .. rechazar se nos presentan siempre bajo las mismas formas,,
los tipos y raíces más antiguos del simbolismo en el siquiera sea ligeramente modiiicadas. Esta ley de
arte y hacer caso omiso de ellos. . . La misma ventaja inercia” , que rige para el desarrollo de las formas,
que la ciencia de las lenguas comparadas y el estudio constituye uno de los más importantes factores en la
de la afinidad primitiva de las lenguas confiere al evolución del arte y uno de los problemas más su­
artista moderno del discurso, la tiene en su arte gestivos que a la historia del arte se le plantean.
el arquitecto, supongamos, que conozca en su sig­ En los últimos tiempos ha sido A. Warburg
nificación originaria los más antiguos símbolos de quien más se ha destacado en el estudio de este
su lenguaje y sepa comprender certeramente como proceso, quien mayor importancia le concede y quien
esos símbolos cambian históricamente, con el arte se ha esforzado por investigarlo desde todos los pun­
mismo, en cuanto a su forma y a su significado. _ tos de vista, tanto en el aspecto histórico como en
El encadenamiento a la tradición se revela, pri­ el psicológico. Warburg toma como punto de parti­
meramente, en todo aquello que se llama la técnica da la historia del arte renacentista italiano. Pero
de las distintas artes. Esta técnica esta sujeta a esta época no es, para él, sino un paradigma espe­
reglas fijas, ni más ni menos que el empleo de cual­ cial, a la luz del cual pretende poner en claro el
quier otra herramienta, ya que depende de la calidad carácter peculiar y la fundamental dirección del
del material sobre que trabaja el artista. El arte proceso creador en las artes plásticas. Encuentra
y la artesanía, es decir, la actividad creadora y la expresadas ambas cosas con mayor claridad que en
pericia artesanal, se han ido desglosando lentamente, ningún otro aspecto en la pervivencia de las formas
y en los momentos de apogeo del desarrollo artístico plásticas antiguas. Demuestra este autor cómo los
es cuando ambas suelen aparecer más íntimamente antiguos crearon determinadas formas características
asociadas. Ningún artista puede llegar a expresarse de expresión para ciertas situaciones típicas, cons­
tantemente reiteradas. No sólo se encuadran en ellas
13 Gottfr. Semper, Der Stil in den technischen und tekto- de un modo fijo, sino que aparecen, por así decirlo,
nischen Künsten, 2? ed„ Munich, 1878. t. I. p. 6.
176 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
TRA G E D IA DE LA CU LTU RA 177
aprisionadas en ellas ciertas emociones y estados de
Podría intentarse distinguir entre los diversos gé­
ánimo, ciertos conflictos y soluciones. Dondequiera
neros artísticos con arreglo a la relación que en ellos
que se percibe una emoción análoga, revive también
existe entre estos dos polos siempre necesarios. Claro
la imagen creada por el arte para expresarla. Nacen
está que, antes, habría que plantear y resolver un
así, según la expresión de Warburg, determinadas
problema previo de principio. ¿En qué sentido cabe
"‘ fórmulas del pathos” , que se graban indeleblemente
hablar, en términos generales, de esta clase de “ géne­
en la memoria de la humanidad. Warburg sigue a
ros” ? ¿Son éstos, acaso, algo más que simples eti­
lo largo de toda la historia de las artes plásticas la quetas ?
persistencia y los cambios, la estática y la dinámica
La poesía y la retórica antiguas establecían una
de estas “ fórmulas emotivas” .74 Con ello, no sólo
rigurosa distinción entre las varias formas de expre­
enriquece en cuanto al contenido la historia del arte, sión poética, atribuyendo a cada una de ellas una
sino que le imprime, además, un nuevo sello, en cuan­ “ naturaleza” propia e inmutable. Estaban profunda­
to al método. mente convencidas de que los diversos géneros poéti­
Las investigaciones de Warburg recaen, en rea­ cos se diferenciaban específicamente unos de otros, de
lidad, sobre un problema fundamental y sistemático que la oda y la elegía, el idilio y la fábula tenían
de toda ciencia de la cultura. Del mismo modo que sus temas propios y específicos y se regían por sus
la pintura y la escultura emplean determinadas acti­ propias leyes.
tudes fijas, determinadas posiciones y determinados El clasicismo elevó esta concepción a principio
gestos del cuerpo humano para dejar traslucir la fundamental de su estética. Boileau considera como
existencia anímica y los estados y movimientos del algo incontrovertible que la comedia y la tragedia
alma, también en otros campos de la cultura se tienen, cada una de ellas, su “ naturaleza” propia, a
plantea constantemente el problema de combinar en­ la que hay que atenerse, en cada caso, para la se­
tre sí, de este modo, el movimiento y el reposo, el lección de los motivos, de los caracteres y de los
acaecer y la estabilidad, empleando lo uno como medios de expresión. Y esta misma concepción pre­
medio de expresión de lo otro. Las formas lingüís­ valece todavía, sustancialmente, en Lessing, aunque
ticas y artísticas, para que tengan una “ capacidad éste la maneje con mayor libertad. Lessing reconoce al
general de comunicación” , para que puedan tender genio el derecho de extender las fronteras de los di­
un puente entre diferentes sujetos, necesitan poseer versos géneros, pero sin que llegue a creer que estas
cierta consistencia y estabilidad interior. Pero nece­ fronteras puedan hacerse desaparecer totalmente.
sitan ser, al mismo tiempo, formas mudables, capa­ La estética moderna ha intentado considerar todas
ces de cambio, pues todo empleo de las formas en­ las diferencias tradicionalmente establecidas entre los
traña ya, por el simple hecho de operarse en diversos géneros como un lastre inútil que es posible, cuando
individuos, una cierta modificación, sin la cual sería así convenga, echar por la borda. Nadie ha ido tan
inconcebible. allá, en este punto, como Benedetto Croce. Según
el. todas las clasificaciones de las artes y todas °las
74 Cfr., principalmente, A. Warburg, "D ic Erneuerung der distinciones entre géneros artísticos son simples no­
heidnischen Antike. KulturwissCnschaftliche Beitrage zur C-es- menclaturas, que pueden servir a un fin de orden
chichte der europáiscbcn Renaissance” (en Gesammelte Schrif- práctico, pero que no encierran ninguna significación
ten, ed. por Gertrud Ring, Leipzig y Berlín, 1932).
t<úrica. Estas clasificaciones tienen, según Croce,
178 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA TRAGEDIA DE LA CULTURA 179

sobre poco más o menos el mismo valor que las kespeare un gran poeta dramático, no hacíamos sino
rúbricas a que recurren los bibliotecarios para cata­ señalar circunstancias empíricas de carácter accesorio
logar las existencias de libros de una biblioteca. e indiferente, a las que no se debe atribuir importancia
El arte, dice Benedetto Croce, no puede clasifi­ alguna desde el punto de vista estético y de las que
carse de este modo, con arreglo a criterios reales, ni podríamos, perfectamente, prescindir al caracterizar
agruparse tampoco en distintos géneros, según los la personalidad artística de aquellas figuras. Si sólo
medios de expresión de que se vale. La síntesis esté­ existe, de una parte, “ el” arte y de la otra el indi­
tica constituye una unidad indivisible. viduo, el medio a que cada artista recurra para
“ Toda obra de arte expresa un estado de ánimo, y expresarse es relativamente indiferente y fortuito.
como el estado de ánimo es algo puramente individual Puede expresarse por medio del color o del sonido, de
y siempre nuevo, la intuición representa un número la palabra o del mármol, sin que ello afecte para
infinito de intuiciones, que es imposible reducir a nada a lo fundamental, que es la intuición artística:
un casillero de géneros. . . Lo cual vale tanto como ésta será siempre la misma, sin que cambie otra cosa
decir que toda teoría de la división de las artes, que su manera de exteriorizarse.
cualquiera que ella sea, carece de fundamento. El A nosotros nos parece, sin embargo, que seme­
género o la clase es, en este caso, una sola, es el arte jante concepción no refleja la verdad del proceso
mismo o la intuición, mientras que las obras de artístico. Con ella se desdoblaría la obra de arte
arte de por sí son, por lo demás, innumerables: son en dos segmentos, que no guardarían entre sí ninguna
todas originales, ninguna de ellas traducible al len­ relación necesaria. El modo especial de expresión
guaje de la otra.. . , ninguna domeñada por el enten­ no forma parte, simplemente, de la técnica de la
dimiento. Entre lo universal y lo particular no se realización, sino que pertenece a la concepción de
interfiere, en la consideración filosófica, ningún ele­ la obra de arte misma. La intuición de un Beethoven
mento intermedio, ninguna serie de géneros o clases, es musical; la de un Fidias, plástica; la de un Milton,
de generalia. Ni el artista, que crea el arte, ni el épica; la de un Goethe, lírica. Y esto no se refiere
espectador, que lo contempla, necesitan de otra cosa simplemente a la envoltura externa, sino que cons­
que de lo universal y lo individual o, mejor dicho, tituye el meollo mismo de su obra de creación.
lo universal convertido en individual: la actividad Nos lleva esto de la mano al verdadero sentido
artística universal condensada y concentrada por en­ y a la profunda razón de ser de la división de las ar­
tero en la representación de un determinado estado tes en diversos “ géneros” . No es difícil darse cuenta
de ánimo.” 70 del motivo que ha llevado a Croce a declarar la
Si las anteriores consideraciones hubieran de to­ guerra a la teoría de los géneros en el arte. Trataba,
marse al pie de la letra, llegaríamos a la peregrina con ello, de salir al paso de un error muy extendido
conclusión de que, al calificar a Leethoven, por a lo largo de toda la historia de la estética y que
ejemplo, de gran músico, al llamar a Rembrandt un se traduce, no pocas veces, en infecundos plantea­
gran pintor, a Homero un gran poeta épico y a Sha-7 5 mientos de problemas. Constantemente se ha querido
invocar los criterios a que responden los distintos gé­
75 Croce, Grundriss dcr Aesthetik, trac!, alera., Leipzig,
neros artísticos y la diferencia que los separa, ¡tara
1913, pp. 45 s. Cfr. Estética come scienza delVespressione o
ed., Barí, 1908, pp. 129 ss. ( Vid. en español Estética y Bre- establecer un canon de lo bello. Se ha querido
vidrio de Estética.) extraer de eso determinadas normas generales para
180 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA TRAGEDIA DE LA CULTURA 181
el enjuiciamiento y la valoración de las obras de fuere, se convierte, vista así, en “ intuición lírica” ,
arte, entablándose una interminable disputa en torno lo mismo si se plasma en forma de drama que si se
al rango de preferencia que debiera concederse a las realiza mediante los recursos de la poesía épica, de
distintas artes. Por el Trattato della pittura, de Leo­ la escultura, de la arquitectura o del drama. “ Des­
nardo de Vinci, por ejemplo, podemos darnos cuenta de^ el momento en que la individualidad de la intui­
del celo con que todavía en el Renacimiento se ción equivale a la individualidad de la expresión,
ventilaba esta rivalidad entre la pintura y la poesía. puesto que una pintura difiere de otra tánto como
Trátase, claro está, de una tendencia falsa e in­ puede diferir de una poesía, y siendo así que tánto
sostenible. En vano buscaremos un criterio acerca la poesía como la pintura no son valiosas precisa­
de lo que tiene que ser una oda, un idilio o un mente por los sonidos que hacen vibrar el aire o
drama, y en vano nos preguntaremos si una deter­ por los colores que se refractan bajo la acción de
minada obra se ajusta más o menos fielmente al fin la luz, sino por l o . . . que tiene que decir al espíritu,
del género. Y aun es más discutible el empeño, tan­ no tiene razón de ser aducir los medios abstractos de
tas veces repetido, de ordenar las diversas artes en expresión para construir una serie de géneros o
una escala ascendente, tratando de asignar a cada una
de ellas un lugar en esta jerarquía de valores. “ Un Como se ve, Croce rechaza la teoría de los géneros
pequeño poema — dice Croce—- reviste estéticamente artísticos, no sólo — lo que sería perfectamente le­
el mismo rango que una epopeya, y un simple gítimo en cuanto establecen conceptos normativos,
apunte puede tener tanto valor como la pintura sino también en cuanto tratan de plasmar y definir
entronizada en un altar o un fresco, del mismo modo determinados conceptos de estilo. De aquí que, desde
que una simple carta puede encerrar el mismo valor su punto de vista, todas las diferencias en cuanto a
de objeto artístico que una novela.” No cabe duda de la forma de representación deban desaparecer o tro-
que así es, pero ¿acaso se sigue de aquí que, en cuan­ carse en simples diferencias relativas a los medios
to al sentido y al contenido estéticos, una poesía físicos” de expresión.
lírica sea una epopeya o la carta una novela; que Pero el antagonismo que se establece entre el fac­
pueda ni quiera serlo? Evidentemente, no. Y Croce tor “ físico” y el “ psíquico” es desmentido inmediata­
sólo pudo llegar a semejante conclusión porque, en mente por la contemplación imparcial de una gran
la estructura de su Estética, se reconoce y proclama el obra de arte, cualquiera que ella sea. Vemos en se­
factor expresión como verdadero y único fundamento. guida que ambos factores aparecen consustanciados
Croce hace casi exclusivamente hincapié en el hecho y confundidos de tal modo que, si bien es posible .
de que el arte debe ser expresión del sentimiento discernirlos en la reflexión, para los efectos de la
individual y del estado individual de ánimo, siendo intuición estética y del sentimiento estético forman
indiferente, según él, el camino que para ello siga un todo inseparable. ¿Es realmente posible, como
y la dirección particular a que, en la representación lo hace Croce, contraponer la “ intuición” concreta
artística, se oriente. a los medios abstractos” de expresión, considerando
Con lo cual, no sólo se da preferencia a lo “ sub­ así como diferencias puramente conceptuales todas
jetivo” sobre lo “ objetivo” , sino que se convierte las que se acusan dentro de la órbita de los segun-
lo segundo en un factor casi indiferente con respecto
a lo primero. Toda intuición artística, sea la que 70 Croce, Grundriss der Aesthetik, p. 36.
182 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA TRAGEDIA DE LA CULTURA 183

dos? ¿N o aparecen las dos clases de elementos ín­ en realidad, más que diferencias de tónica, ya que
timamente compenetrados en la obra de arte? ¿Cabe, también en la arquitectura se acusan la dinámica y
en un sentido puramente fenomenológico, poner de el ritmo, del mismo modo que en la música se revela
manifiesto una especie de capa primigenia uniforme una rigurosa estática de las formas.
de la intuición estética, que permanece invariable y Por lo que a la lírica se refiere, parece ser ésta
que sólo en el momento de ejecutar la obra de arte la más inquieta y fugaz de todas las artes. La lírica
opta por el camino que ha de seguir, por el camino no conoce más ser que el que se envuelve en el ropaje
de la palabra, el del sonido o el del color? del devenir, un devenir que no consiste en el cambio
Tampoco Croce admite esto. “ Si quitamos a una objetivo de las cosas, sino en la movilidad interior
poesía -—declara, expresamente— su metro, su rima del yo. Lo único que aquí parece retenerse es el
o sus palabras, no queda, como algunos piensan, algo tránsito mismo, el ir y el venir, el aparecer y el des­
situado más allá de todo pensamiento poético: no aparecer, la resonancia y el apagamiento de las más
queda absolutamente nada. Pues lo que llamamos poe­ delicadas emociones y de las más fugaces voces
sía ha nacido como estas palabras, esta rima y este del alma. En ninguna otra rama del arte parece ser
metro.” 77 De donde se sigue que la propia intui­ tan evidente como en ésta la concepción de que el
artista no puede manejar nunca un mundo fijo y
ción estética nace como intuición musical o como in­
acabado de “ formas” , sino que en cada nuevo instante
tuición plástica, como intuición lírica o dramática:
tiene que crear una forma nueva, la que le corres­
es decir, que las diferencias que con esto se expresan
ponde. Y, sin embargo, la historia de la lírica de­
no son simples nomenclaturas o etiquetas pegadas
muestra que ni siquiera en ella desaparece total­
sobre las diversas obras de arte, sino que responden
mente la “ permanencia” en gracia al movimiento, ni
a auténticas diferencias de estilo, a las diversas di­
reina de un modo único y unilateral la “ heterogenei­
recciones en que se lanza la intención artística.
dad” . Es precisamente en la lírica donde todo lo
Partiendo de aquí, se ve que nuestro problema
nuevo por ella creado se revela como un eco y una
general se manifiesta en todos y cada uno de los
resonancia. En el fondo, son contados los granues
géneros de la creación artística, pudiendo, por otra
temas fundamentales que la lírica maneja. Y estos te­
parte, cobrar una forma propia y específica en cada
mas permanecen como inmutables e inagotables;
uno de ellos. Por doquier nos salen al paso dos
pertenecen a todos los pueblos y apenas si experi­
factores: el de la constancia de la forma y el de
mentan ningún cambio esencial a través de los tiem­
su “ mutabilidad” . Es cierto que el equilibrio entre
pos. En ningún otro campo parece tan limitada como
ellos no se opera del mismo modo en las diversas
en éste la selección de materias. El poeta épico puede
artes. En unos casos parece predominar lo cons­
modelar nuevos y nuevos sucesos, el poeta dramático
tante y lo uniforme; en otros, por el contrario, la puede manejar nuevos y nuevos caracteres, nuevos
mudanza y el movimiento. Cabría, en cierto sentido, y nuevos conflictos. La lírica, en cambio, recorre el
contraponer a la estabilidad, a la determinabilidad círculo de las emociones humanas, para verse retro­
y a la unidad cerrada de la forma arquitectónica el traída constantemente, dentro de él, al mismo centro.
movimiento, la variabilidad y las variaciones de la for­ No hay para ella, en el fondo, nada externo, sino
ma lírica o musical. Pero estas diferencias no son, solamente vida interior. Y esta vida interior aparece
en la lírica como algo infinito, por cuanto que no
77 Crooc, Grundriss dcr Aesthetik, p. 36.
184 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA TRAGEDIA DE LA CULTURA 185
puede llegar a expresarse ni agotarse jamás por lenguaje de aquel momento único e incomparable
entero. de la vida que supo aprisionar magistralmente en
Esta infinitud, sin embargo, se refiere solamente estos versos.
a su contenido, no a su extensión. El número de Y así, en los diferentes campos de la cultura nos
motivos propiamente líricos apenas parece suscepti­ encontramos constantemente con el mismo proceso,
ble de aumentar a través de las mudanzas de los proceso unitario y armónico en cuanto a su estructura
tiempos, ni lo necesita tampoco, al parecer. Y es fundamental. La pugna y la rivalidad entre las dos
que la lírica se sume constantemente en las “ formas fuerzas, una de las cuales tiende a la conservación y la
naturales de la humanidad” .. Hasta en lo más ínti­ otra a la renovación, no cesa jamás. El equilibrio que
mo, en lo más individual, en lo que sólo ocurre una parece alcanzarse a veces entre ellas es siempre un
vez, siente el eterno retorno de lo igual. Le basta equilibrio inestable, dispuesto a trocarse a cada paso
con un determinado círculo de objetos para hacer en nuevos movimientos y oscilaciones.
que brote de él, como por encanto, toda la riqueza Además, los movimientos del péndulo son cada vez
de la emoción y de la forma poética. Constante­ más grandes, a medida que crece y se desarrolla la
mente nos encontramos, en la lírica, con los mismos cultura: la amplitud de las oscilaciones va aumentan­
temas y las mismas situaciones humanas prototípicas. do más y más. Los conflictos y las contradicciones
El amor y el vino, la rosa y el ruiseñor, el dolor de interiores cobran, con ello, una intensidad cada vez
la separación y la alegría del encuentro, el desper­ mayor.
tar y la agonía de la naturaleza: todos estos temas Sin embargo, este drama de la cultura no se con­
reaparecen y se repiten incansablemente en la poesía vierte necesariamente en una “ tragedia de la cultura”
lírica de todos los tiempos. No hay en él una derrota definitiva, ni hay tampoco
Por tanto, también en la historia de la lírica se una definitiva victoria. Las dos fuerzas antagónicas
advierte el peso de la tradición y de lo convencional, crecen conjuntamente, en vez de destruirse mutua­
y hasta podríamos decir que con una fuerza especial­ mente. El movimiento creador del espíritu parece
mente grande. Sin embargo, todo esto es eliminado enfrentarse con un adversario en las propias obras
y superado cuantas veces, a lo largo de los siglos, creadas por él. Todo lo ya creado tiende, por su pro­
aparece un gran poeta lírico. Tampoco estas figuras, pia naturaleza, a disputar el terreno a lo que pugna
es cierto, suelen extender considerablemente el círcu­ por crearse y nacer. Pero el hecho de que el movi­
lo de los “ temas” y los motivos líricos. Goethe no miento se refracte de continuo en sus propias creacio­
se recata para recurrir a la lírica de todos los pueblos nes no quiere decir que se estrelle contra ellas. Se
y de todos los tiempos, tanto en la selección de los ve, únicamente, forzado y empujado a un nuevo es­
motivos como en la de las formas de su poesía. Las fuerzo, en el que descubre fuerzas nuevas y des­
“ Elegías romanas” y el “ Diván occidental-oriental” conocidas.
demuestran lo que para él significaban estas reminis­ En ningún otro campo se manifestó esto de forma
cencias y repercusiones de la lírica de otros pueblos. tan importante y característica como en la trayectoria
Y, sin embargo, ni en aquellas elegías escuchamos del movimiento de las ideas religiosas. Es aquí donde
precisamente el lenguaje de un Catulo o un Propercio, la lucha muestra su lado tal vez más profundo y con­
ni en este otro poema la voz de un Hafiz. Escucha­ movedor. En él no interviene solamente el pensamien­
mos única y exclusivamente la voz de Goethe, el to o la fantasía; intervienen también el sentimiento
TRA G E D IA DE L A CULTURA ™
1 . invocación de
t AS CIENCIAS DE LA CULTURA , y obligatorias para ^ n v e rtu ^ ^ culto pasan
186 LAS C1LH human0 entero. Aquí
la divinidad; los saR ^ J ó n con Dios. Crece y se
v la voluntad, interviene el • finitas; tratase
a ser formas de ? ,mder de lo subjetivo y lo indi-
L « « a t . y . Je se, o «1 no fortalece, con ello, el 1 • tQ de principios fijos
de un problema Je “ relativa., vidual. La religión es p 3 orden práctic0.
No caben, en este camp , La religion esta de fe y de preceptos f j d aderog y estos preceptos
solamente una declsl°aUa en posesión de esta decisión Estos principios son v proclamados
convencida de que s haber encontrado en e son válidos porque han R ^ R tie/e siempre por
absoluta. El hombre R h tenece ya a la corrien- por Dios. Pero esta proclamación alma de fos
algo eterno, un acervo que V de egte supremo Lde el alma del individuo raR ¿ -ones. Vuelve a
te de lo temporal envuelve para el sujeto grandes profetas y iundadore® d s ahora
bien y de este valor su] determinada exigencia. El estallar el con flicto en toda ^ pro{undldad.
al mismo tiempo, ge le 0freCe, poniendo cuando se vive este conflicto^ ^ gUS ír0nteras
El yo se desborda por encn ^ gí mismo y
i» -» - * -
empíricas; no recon . ^ ediatamente animado y pe­
la divinidad; se slen ■ esta inmediatividad, re-
“ “ S U . religión t o o * de netradc por Dios. Grama de lo objetivamente
igual que todos los bien^ “ Pai hombre la perspectiva chaza cuanto Presef * exclusivamente a la tradi-
tiempo, de superarla. Abre a sí mismo
estatuído, cuanto p {eta propónese construir u
de un mundo ^ r a s ^ ^ ’ ^ientemente de aquélla. ción religiosa. E P „ per0i en este empen ,
y perdura en si mismo lu d e > ha de imponer las nuevo cielo y una nueva tier ser y en su
En gracia a esta meta la r e g ^ exterioreg. Guan­ cae de nuevo, n atu rR en te, ® d d que trata
To más nos remontamos h - a atrasan fa^ historia
inas vigorosas ataduras inte J ^ de la propia obra, bajo -la acción P rechazar deter-
de ‘libertar al R e n t e s oponiéndoles su propia y
religión, más fuertes ^ g6lo se aparece ante
minados dogmas « " m c T d e lo divino. Y, para
El Dios cuya ayuda se 1 no se altere ni una más profunda certeza tiene más remedio que
quien lo i»voea « “ " S je la «radón ¡ el rito p w f proclamar esta certeza ^ de nuevos símbolos
.ola palabra en 1>. <t desa„ 0Ha por - convertirse, a su vez, en g mientras se halle
religiosos. Éstos no so , P ^ ^ k intuici6n otra
animado por la fue*za pero, para aquellos a
C° Sa V e s ifrevelación, estos símbolos se con­
rnalismo religioso. T f ° R e lig io s o s . Una multitud vierten nuevamente en dogmas, ador ^ religiones nos
Í “ t í b ú T ^ Í como un anillo de hierro la existenc La acción de todo f astrad0 inexorablemente a este
enseña cómo se ve describir. Lo que para el era
círculo que acabamos de de en dogma, y se
Y V e r i lÍie U g ió n ! al L a sV a d u raV iio realmente vida se trueca e t encontramos
lando metas disR kndyen T dirigirse, ahora, a la vida
desaparecen, pero tienden a & externos. La p -f-Íaquí
también S con
« u p- — <1U6
S i » « ' " £ t VZ c f i ó » J e
oración deja de ser una
188 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
TRAGEDIA DE LA CULTURA 189
nos sale al paso en las otras manifestaciones de la
cultura. Tampoco la religión, a pesar de ser algo ditaria de los caracteres adquiridos. Las variaciones
ijo, eterno y absoluto, puede sustraerse a este proceso- que, dentro del mundo vegetal y animal, se operan
al tratar de intervenir en la vida, de modelarla, cae en algunos ejemplares sueltos no trascienden para
necesariamente bajo la acción del flujo y el reflujo, del nada al campo de lo biológico; aparecen aquí y allá
ritmo constante e incontenible de la vida misma. para desaparecer de nuevo, sin dejar rastro. Si qui­
- , rtl™do de las anteriores reflexiones, podemos siéramos expresar este estado de cosas en el lenguaje
señalar ahora mas nítidamente la diferencia específica de la teoría de la herencia de Weissmann — sin entrar
que media entre el proceso de desarrollo de la “ natu­ a prejuzgar, naturalmente, la exactitud y el funda­
raleza y el de la “ cultura” . Tampoco la naturaleza mento empíricos de la misma— , diríamos que estos
noce la quietud; también los organismos poseen, por cambios afectan solamente al “ soma” , pero no al
muy precisas y fijas que sean sus formas, un tipo plasma germinal” , razón por la cual se detienen en
peculiar de libertad. La modificabilidad constituye la superficie, y no penetran en aquellas profundidades
una característica fundamental de todo lo orgánico. el ser de las que depende la evolución de la especie.
La formación y transformación de las formas orgá­ Ahora bien, esta barrera biológica no existe en los
nicas : he aquí el gran tema de toda la morfología fenómenos de a cultura. Parece como si el hombre,
de la naturaleza. Pero la relación entre el movimiento por medio de las ‘formas biológicas” , que represen­
y la quietud, entre la forma y la metamorfosis tal tan lo característico de su índole y de su capacidad,
como reina en la naturaleza orgánica, se distingue en hubiese logrado, en cierto modo, la solución de un
un doble sentido de la relación con que nos encon- problema que la naturaleza orgánica, en cuanto tal
tramos en las formaciones de la cultura. Movilidad no ha sido capaz de resolver. Como si el “ espíritu”
y estabilidad son factores inseparables de unas y otras- hubiese conseguido lo que le estaba vedado a la “ vida”
lo que ocurre es que cada uno de estos dos factores sé del S a -IT16” 0 í 6,ía CUltUra’ eI desarroll° 7 la acción
nos presenta bajo un aspecto distinto cuando desvia­ de individuo se hallan entrelazados con el desarrollo
mos la mirada del mundo de la naturaleza al mundo y la acción del conjunto de un modo completamente
de los hombres. distinto y mucho mas profundo. Lo que los individuos
Cuando, en la naturaleza, creemos poder demostrar sienten, quieren, piensan, no queda encerrado dentro
una escala ascendente desde las formas “ más bajas” de ellos mismos; se objetiva, se plasma en su obra Y
asta las formas “ superiores” , nos referimos siempre estas obras del lenguaje, de la poesía, de las artes
al transito progresivo de unas especies a otras. El pun­ plásticas, de la religión, se convierten en otros tantos
to de vista genético es siempre, necesariamente, para monumentos es decir, en otros tantos testimonios
estos efectos, un punto de vista genérico. Los indivi­ incorporados al recuerdo y a la memoria de la huma­
duos no pueden, bajo ningún concepto, entrar dentro nidad. Son, como se ha dicho, “ más duraderos que
del marco de estas consideraciones; nada sabemos de el bronce , pues no encierran solamente algo material
ellos; nada necesitamos tampoco saber. Los cambios sino que constituyen la expresión de un algo espiritual,’
que en ellos se operan no repercuten directamente so- de algo que, al encontrarse con sujetos afines y sensi­
Lre la especie ni se abren paso a la vida de ésta. bles, puede verse libre de su envoltura material, para
entrar de nuevo en acción. v
En esto consiste el límite, la barrera que la biología
designa como el hecho de la no transmisibilidad here- Garó está que también en el campo de los bienes
de la cultura hay innumerables cosas que perecen
190 LAS CIENCIAS DE LA CULTURA TRAGEDIA DE LA CULTURA 191
y se pierden por siempre para la humanidad. Tam­ Este proceso es el que distingue la simple trans­
bién estos bienes tienen un lado material, que los hace formación, tal como se opera en el campo del des­
vulnerables. En el incendio de la biblioteca de Ale­ arrollo orgánico, de la formación cultural de la hu­
jandría se destruyeron y desaparecieron muchas cosas manidad. La primera se lleva a cabo de un modo
que habrían sido de un valor inapreciable para nuestro pasivo, la segunda activamente. De aquí que aquélla
conocimiento de la Antigüedad, y la mayoría de los se traduzca solamente en cambios, mientras que ésta
cuadros de Leonardo da Vinci no han llegado a nos­ desemboca en configuraciones permanentes. La obra
otros, por no haber resistido a la acción del tiempo no es, en el fondo, otra cosa que un hecho humano
los colores con que estaban pintados. eondensado, cristalizado como ser, pero que tampoco
Pero, incluso en estos casos, permanece la obra en esta cristalización reniega de su origen. La volun­
concreta unida como por hilos invisibles al todo de tad creadora y la fuerza creadora de que emanó per­
que forma parte. Aunque haya desaparecido bajo su viven y perduran en ella, inspirando nuevas y nuevas
forma concreta y específica, ha ejercido antes de des­ creaciones.
aparecer efectos que dejan una huella, que influyen
de algún modo en la trayectoria de la cultura y que
tal vez contribuyen decisivamente a ella en alguno de
sus puntos. Y no necesitamos aducir, en apoyo de esto,
las obras verdaderamente grandes y extraordinarias.
Otro tanto acontece en las de proporciones más peque­
ñas y reducidas. Se ha dicho con razón que tal vez no
haya ni un solo acto del hablar que no influya de al­
gún modo en “ el” lenguaje. De innumerables actos
de éstos, actuando en la misma dirección, pueden deri­
varse importantes cambios del lenguaje usual, des­
viaciones fonéticas o cambios formales.
La razón de ello está en que la humanidad, con su
lenguaje, su arte, con todas sus formas de cultura, se
crea en cierto modo un nuevo cuerpo, que pertenece
en común a cuantos la forman. Cierto es que el indi­
viduo, en cuanto tal, no puede transmitir a sus des­
cendientes las aptitudes individuales adquiridas por él
a lo largo de su vida. Estas aptitudes forman parte
del “ soma” físico, el cual no es transmisible por he­
rencia. Pero lo que el hombre, desentrañándolo en sí
mismo, plasma en su obra, lo que expresa por medio
del lenguaje, lo que representa plásticamente por
medio de la imagen, eso queda “ incorporado” al len­
guaje o al arte y perdura a través de ellos.
ÍN D IC E

I. El objeto de las ciencias culturales . . . .

II. Percepción de cosas y de expresiones . .

III. Conceptos “ naturales” y conceptos “ cul­


turales” ..........................................................

IV . El problema de la forma y el problema


causal ...............................................................

V La “ tragedia de la cultura” ...........................

Este libro se terminó de imprimir


el día 25 de septiembre de 1965
en los talleres de
Litoarte, S. de R. L.,
Ferrocarril de Cuernavaca, 683
México 17, D. F.

Se tiraron 10 000 ejemplares.

You might also like