1) Las emociones son procesos cerebrales complejos que involucran mecanismos tanto conscientes como inconscientes. 2) Tradicionalmente se consideraron la cognición y la emoción como procesos separados, pero ahora se entiende que están interconectados en el cerebro. 3) El sistema límbico, especialmente el hipotálamo, juega un papel clave en la expresión de las emociones a través de las respuestas fisiológicas y conductuales.
1) Las emociones son procesos cerebrales complejos que involucran mecanismos tanto conscientes como inconscientes. 2) Tradicionalmente se consideraron la cognición y la emoción como procesos separados, pero ahora se entiende que están interconectados en el cerebro. 3) El sistema límbico, especialmente el hipotálamo, juega un papel clave en la expresión de las emociones a través de las respuestas fisiológicas y conductuales.
1) Las emociones son procesos cerebrales complejos que involucran mecanismos tanto conscientes como inconscientes. 2) Tradicionalmente se consideraron la cognición y la emoción como procesos separados, pero ahora se entiende que están interconectados en el cerebro. 3) El sistema límbico, especialmente el hipotálamo, juega un papel clave en la expresión de las emociones a través de las respuestas fisiológicas y conductuales.
Son muchas las emociones que podemos experimentar los seres humanos.
Algunas han sido llamadas
‘emociones ‘primarias’, como son el miedo, la ira, la alegría, la tristeza, el disgusto y la sorpresa, Distinguimos también otras muchas emociones, como la envidia, la vergüenza, la culpa, la calma, la depresión y muchas mas, que se denominan ‘emociones secundarias’, con un componente cognitivo mas alto y que van además siempre asociadas a las relaciones interpersonales A lo largo de la historia de la cultura, cognición y emoción han sido considerados procesos independientes y en cierta medida contrapuestos. Cada uno de ellos, en realidad engloba a muchos otros. Dentro de lo que llamamos de modo genérico ‘la cognición’ se incluyen la percepción, la memoria, la atención o la acción. El concepto de ‘emoción’ abarca también desde la experiencia subjetiva (el sentimiento) hasta las reacciones que llamamos vegetativas (sudoración, temblor, palidez) y motoras (gestos, posturas..). Ya los griegos distinguían entre ‘Pasión’ y ‘Razón’, separando así el pensamiento de los sentimientos. En la concepción de la mente (el alma) para el mundo griego y la posterior cultura judeocristiana, Razón y Pasión mantienen un cierto antagonismo. El intelecto superior debe controlar las pasiones, al ser éstas emociones desbocadas, que enturbian la capacidad de pensar con claridad y asociadas casi siempre al pecado y la culpa. No es sorprendente que, aún hoy, tienda a estudiarse científicamente la racionalidad o cognición, como un proceso separado e independiente de ‘la emoción’. Solo en tiempos mas recientes y gracias a las influyentes aportaciones de científicos y neurólogos como Joseph LeDoux y Antonio Damasio, se ha aceptado considerar que la consciencia no es el único elemento que ocupa la mente o, dicho de otro modo, que el cerebro, cuya operación produce lo que llamamos el pensamiento consciente, es igualmente el origen de las emociones. El primero es que lo que llamamos coloquialmente ‘emoción’ no se corresponde con un proceso cerebral separado e independiente, sino el resultado de múltiples mecanismos cerebrales que pueden ser distintos en emociones diferentes. Algo análogo a lo que ocurre con ‘la memoria’ o ‘la inteligencia’. En tal sentido debe tenerse en cuenta también que los componentes conscientes de las emociones, que denominamos ‘sentimientos’, como la alegría, el miedo o el amor, no son cualitativamente diferentes de las percepciones cognitivas como podrían ser la resolución de un problema matemático o la percepción de que el objeto en el que viajamos es un automóvil. Los mecanismos de procesamiento inconsciente que subyacen en ambos casos son diferentes, pero en los dos, la consciencia se produce cuando el mecanismo cerebral general del conocimiento consciente los capta e incluye en su función. Un segundo principio importante es que los mecanismos cerebrales de conducta emocional, tales como los que se ponen en marcha durante el miedo, la búsqueda de alimento o el deseo sexual, aparecieron ya en estadíos muy primitivos de la evolución animal y se han conservado en gran medida durante la evolución de los vertebrados, entre los que se cuenta el hombre. Las emociones conscientes se darían en aquellas especies animales que poseen consciencia. No es posible inferir si la emoción consciente que provoca una situación de miedo es percibida de modo igual por el hombre y un animal. No obstante, si los patrones de conducta que se evocan en tal situación, en el hombre y en la otra especie animal son iguales o muy semejantes, podemos asumir que una parte importante de los procesos cerebrales que determinan tal conducta son iguales en ambas especies. La mayoría de los componentes de las respuestas emocionales se ponen en marcha de manera no consciente. Como especuló acertadamente Freud, la consciencia es solo la parte final de un sistema de operaciones cerebrales mucho más amplio. Hay que señalar, además, que, al ser los mecanismos neurales de las emociones evolutivamente más primitivos que los de los procesos cognitivos, se ponen en marcha de manera inconsciente de un modo más inmediato que éstos. De ahí que los procesos cognitivos estén más sometidos a las emociones que a la inversa y que puedan, en determinadas circunstancias, verse avasallados por éstas. Las emociones juegan, además, un papel importante en la determinación de conductas futuras y sus trastornos pueden dar lugar a graves alteraciones del comportamiento, de carácter patológico. El interés del hombre por la comprensión de los orígenes y causas de las emociones viene de antiguo. Hipócrates, cinco siglos antes de Cristo, decía que nuestra estabilidad emocional dependía del equilibrio de cuatro humores: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. De ahí que todavía conservemos el término humor para referirnos a nuestros estados de ánimo. Un exceso de bilis negra, por ejemplo, era para Hipócrates la causa de la depresión. Por eso se llamó a ésta también ‘Melancolía’, que viene de melanos- negro y kolos, bilis. Se ha tardado siglos en aceptar que el cerebro es el asiento de nuestras funciones mentales, incluyendo las emociones, aunque tal concepto empieza a encontrarse ya en San Agustín o Leonardo da Vinci. Un paso cual- itativo de interés en el largo camino de la asociación entre cerebro y emociones lo represento sin duda Franz Joseph Gall, un científico que, ante la evidencia clínica de que las diferentes funciones cerebrales se localizaban en zonas diferentes del cerebro, asumió que tales regiones debían estar mas o menos desarrolladas en los diferentes individuos según que poseyeran en mayor o menor medida determinados rasgos de personalidad. Gall avanzó la teoría de que tal desarrollo del cerebro se reflejaba también en la superficie del cráneo, que se abombaba mas o menos en función de que bajo él se hubiera expandido tal o cual área cerebral vinculada a una determinada cualidad, lo que permitía su identificación por palpación del cráneo, consiguiendo con ello establecer el perfil de personalidad del sujeto. A esta peregrina ‘disciplina’ se la llamó frenología y de la mano de Gall y sus seguidores, adquirió un sorprendente desarrollo a finales del s.XIX (Figura 1). En paralelo, los neurólogos iban adquiriendo conciencia de que determinadas áreas del cerebro tenían que ver con las emociones. Un caso famoso, que contribuyó a extender este concepto fue el de Phineas Gage, un cantero al que el estallido accidental de un barreno disparó una barra que le perforó el cráneo, penetrando por la órbita del lado izquierdo y saliendo por la parte superior derecha, lo que destruyó su lóbulo frontal, pese a lo cual sobrevivió. Sin embargo, Gage, que había sido hasta entonces un hombre responsable, piadoso y considerado, se convirtió en una persona sin control de sus comportamientos sociales e incapaz de planificar una conducta útil para él o las personas que le rodeaban, poniéndose así en evidencia el importante papel que juega el cerebro en la determinación de los aspectos mas ‘espirituales’ de la personalidad. A principios pues del siglo XX, se imponía la evidencia de que las emociones se localizaban en el cerebro, un órgano que empezaba a revelarse como extraordinariamente complejo, gracias a los trabajos morfológicos de Santiago Ramón y Cajal. Los estudios de sicólogos y fisiólogos ponían también en evidencia dos elementos clave en la emoción: por un lado el componente subjetivo, que algunos llaman “sentimiento” (“feeling” en inglés) y por el otro la respuesta corporal, compuesta de una parte que llamamos vegetativa (sudoración, vasoconstricción o vasodilatación de los vasos sanguineos de la piel, que producen, respectivamente, palidez o enrojecimiento, piloerección, temblor, etc) y otra respuesta motora, que da lugar a la expresión somática, gestual de las emociones William James, un psicólogo americano, propuso en 1884 que las emociones no ocurrían primero a nivel cognitivo, para ir seguidas luego por su respuesta vegetativa, como la intuición nos sugiere, sino que el proceso ocurría en realidad exactamente al revés: la experiencia cognitiva de la emoción sería secundaria a su expresión fisiológica. EL SISTEMA LÍMBICO Los argumentos en contra de la teoría de que la emoción es un proceso consciente, puesto en marcha por una respuesta periférica vegetativa y motora empezaron a surgir tras las observaciones de Walter Cannon, quien demostró que, en situaciones de emergencia, se produce una respuesta vegetativa y motora no específica, llamada ‘reacción de alarma’, tan estereotipada que no parecía probable que pudiera evocar toda la variedad de emociones que el hombre es capaz de experimentar. Philip Bard, en 1928, trabajando en el laboratorio de Walter Cannon, realizó lesiones controladas que eliminaban los hemisferios cerebrales y una parte de los núcleos profundos del cerebro y observó que cuando la lesión preservaba la zona del mismo llamada el hipotálamo, se producía en el animal un cuadro denominado ‘falsa rabia’. Este se caracterizaba porque, de manera espontánea o como resultado de un estimulo cutáneo inocuo, el animal desarrollaba todos el cuadro típico de un estado de cólera: Erizamiento del pelo, arqueo del lomo, exhibición de dientes, extrusión de las uñas, midriasis, taquicardia, subida de presión arterial etc..El nombre de ‘falsa rabia’ se debió a que pese a lo aparatoso de los gestos, el animal no dirigía su agresión a ningún objeto externo, y una rata podía estar a su lado sin ser atacada. Cuando la lesión afectaba también al hipotálamo, la respuesta de falsa rabia no aparecía, aunque se observaban algunos elementos descoordinados de la misma. Todo ello sugería que el hipotálamo caudal, preservado en el primer caso, era imprescindible para la expresión coordinada de conductas emocionales y que tal expresión era estereotipada e independiente de los elementos cognitivos conscientes de la emoción, que serían producidos por estructuras cerebrales mas altas, incluyendo la corteza. Para P. Bard, el hipotálamo formaría parte de un ‘sistema de supervivencia’ incorporado al cerebro y dirigido a coordinar las respuestas anticipatorias de la ‘reacción de alarma’ descrita por Cannon, que se evocaban por las emociones intensas y que estarían dirigidas a movilizar los recursos energéticos, las actividades motoras y las adaptaciones vegetativas destinadas a aportar oxigeno y nutrientes de manera prioritaria a los músculos, el cerebro y el corazón, poniendo así en marcha las ‘respuestas de lucha o huida’ requeridas para la supervivencia del individuo en situaciones de emergencia. En resumen, la teoría de Cannon- Bard sobre las emociones establecía que unas zonas concretas del cerebro, particularmente el hipotálamo y el tálamo, eran las responsables de las respuestas emocionales integradas, proporcionando a la corteza cerebral la información requerida para poner en marcha los mecanismos cerebrales de consciencia de la emoción. En años posteriores, Stephen W. Ranson y Walter Hess desarrollaron técnicas para la implantación de electrodos intracerebrales y el estímulo del hipotálamo en animales despiertos, con las que pudo probarse que diferentes partes del hipotálamo ponían en marcha patrones diferentes de conducta emocional, confirmando que en esta estructura se organizaban los circuitos neuronales básicos que integraban las conductas típicas de las emociones, a través de sus conexiones con otras áreas del tronco del encéfalo (como la formación reticular), que serían responsables de controlar separadamente los componentes aislados de las respuestas motoras y vegetativas, a través de los sistemas motor y autónomo, respectivamente. La expresión motora de la emoción es, como veíamos antes, bastante estereotipada en los animales, 62 Carlos Belmonte Rev.R.Acad.Cienc.Exact.Fís.Nat. (Esp), 2007; 101 pero también en el hombre, en el que la contracción coordinada de determinados músculos forma parte de la respuesta a la emoción. Esto había sido ya puesto en evidencia por un fisiólogo francés del siglo XIX, G-D. Duchenne de Boulogne, quien combinó la estimulación eléctrica de los músculos de la cara con la entonces incipiente fotografía, para mostrar como la contracción de determinados músculos faciales determina las expresiones de alegría, terror, asombro, etc (Figura 2). Así, la sonrisa de alegría, también llamada de Duchenne, combina la contracción de una serie de músculos de la cara que no pueden ser activados de manera voluntaria y que dependen de una vía nerviosa motora a cargo de la corteza motora accesoria en la corteza prefrontal, los ganglios de la base y las vías llamadas extrapiramidales, mientras que la sonrisa voluntaria se regula por otra vía separada, que desciende desde la corteza motora por la vía piramidal. Como resultado de esta dicotomía, puede ocurrir que la lesión de una u otra vía elimine la sonrisa involuntaria pero no la voluntaria o viceversa (paresia facial emocional y voluntaria, respectivamente). Los experimentos que implicaban al hipotálamo en la coordinación de las respuestas emocionales se vieron pronto completados por datos experimentales mas refinados, que evidenciaban la participación en la expresión emocional, de otras áreas cerebrales mas altas. Basándose en las conexiones que observó entre el hipotálamo y otras áreas del cerebro, James Papez, en 1937, especuló que existían áreas del cerebro específicamente dedicadas a la emoción, que se correspondían fundamentalmente con lo que Broca había llamado el cerebro límbico, y que incluía las zonas de aquel que rodeaban el cuerpo calloso, formadas por el gyrus cinguli, el gyrus parahyppocampicus y la formación hipocámpica dentro de éste, todas ellas caracterizadas por su origen filogenético mas antiguo, dentro de la evolución de la corteza cerebral (Figura 3). Papez propuso que era el el hipotálamo el que mandaba y recibía información del cerebro límbico y que el hipocampo actuaba como coordinador entre el hipotálamo y las cortezas cingular y parahipocampica. A favor de la interpretación de que existía un cerebro emocional se adujeron en 1939 las observaciones de dos científicos, Heinrich Klüver y Paul Bucy, quienes, para tratar de localizar en qué zona del cerebro del mono actuaba la droga alucinógena mescalina, hicieron extirpaciones de zonas cerebrales concretas y LA AMÍGDALA CEREBRAL Los intentos de teorización integradora, tendían sin duda a simplificar la realidad, pretendiendo dar unidad a funciones y mecanismos cerebrales que podrían ser diferentes en las diferentes emociones. Mientras tanto, la experimentación y la clínica iban acumulando información que permitía precisar, de modo mas objetivo, qué estructuras cerebrales participaban en algunos procesos emocionales y cómo lo hacían. Así, los análisis mas refinados de los experimentos de Klüver y Bucy pusieron en evidencia que una parte de los síntomas que sus lesiones producían, se debían a daño de áreas cerebrales implicadas en la visión y que estructuras como los cuerpos mamilares, el hipocampo y los núcleos talámicos anteriores, no intervenían en realidad en las respuestas emocionales, mientras que una zona situada en la porción anteromedial del lobulo temporal, delante del hipocampo, la amigdala cerebral, tenía un papel muy importante en la regulación de tales conductas emocionales. En ese sentido, resultaron fundamentales los trabajos de John Downer, que extirpó en maccacus Rhesus la amígdala de un lado, 64 Carlos Belmonte Rev.R.Acad.Cienc.Exact.Fís.Nat. (Esp), 2007; 101 Figura 4. Teoría del “cerebro ternario” de McLean. desconectando al tiempo los dos hemisferios cerebrales, de modo que la información visual se podía hacer llegar separadamente a uno u otro, careciendo de amígdala uno de los lados. Cuando el animal veía el mundo a través del hemisferio sin amígdala, por tener el ojo que proyectaba al otro hemisferio tapado, se comportaba de manera plácida, similar a los animales con el síndrome de Klüver-Bucy. Si veía, sin embargo, con el ojo del lado conectado al hemisferio con amígdala, el animal actuaba agresivamente. Eso solo ocurría con estímulos visuales, pues si se tocaba al mono sin que éste viera al mismo tiempo, respondía de modo agresivo, independientemente del lado estimulado, indicando que las proyecciones nerviosas táctiles a la amígdala son bilaterales. Estos experimentos pusieron en evidencia que la amígdala, una estructura que contiene unos núcleos basolaterales que conectan con la corteza cerebral, especialmente con la corteza prefrontal orbital y medial, unos núcleos centrales y anteriores, conectados con el hipotálamo y el tronco del encéfalo y unos núcleos mediales, conectados con el bulbo y la corteza olfatorios, sirve de conexión entre corteza e hipotálamo y es un gran centro de convergencia de información sensorial, cortical y visceral, cuya actividad varia acusadamente durante la conducta emocional. La evidencia experimental de que la amígdala juega un importante papel en la integración de las respuestas emocionales agresivas, ha llevado a los experimentadores mas modernos a utilizar el miedo como paradigma experimental. En sujetos normales en los que se registra la actividad de la amígdala utilizando técnicas de imagen cerebral, puede verse que esta estructura se activa cuando se enseñan a los sujetos caras con expresiones agresivas o de terror. Por otro lado, los pacientes con una rara enfermedad que calcifica la amígdala muy selectivamente, sin afectar a Carlos Belmonte Rev.R.Acad.Cienc.Exact.Fís.Nat. (Esp), 2007; 101 65 Figura 5. Carencia de respuesta emocional de miedo (linea naranja) de la paciente S.M., con una lesión bilateral de la amigdala, a la exhibición de caras con gestos que evocan en sujetos normales o con otras lesiones cerebrales, una reacción emocional de miedo. otras estructuras cerebrales, llamada la enfermedad de Urbach-Wiethe, no experimentan emociones de miedo al serles presentadas las mismas caras y son incapaces de hacer un esquema que muestre una expresión de terror, aunque si pueden representar otras emociones (Figura 5). Por otro lado, cuando se ha podido estimular eléctricamente la amígdala en pacientes despiertos durante operaciones de cirugía cerebral, éstos han descrito sensaciones de aprensión y miedo. En el terreno experimental, quizás ha sido Joseph LeDoux quien más ha contribuido experimentalmente en los últimos años, a la comprensión del papel de la amígdala en las reacciones de miedo. Para ello ha utilizado ratas, en las que creaba miedo condicionado a base de asociar un sonido con choque eléctrico, y en las que se medía la presión arterial así como la ‘paralización’ motora como síntomas de miedo. Cuando, tras varias sesiones de condicionamiento, la rata oía el tono, sin estimulo eléctrico, se paralizaba y su presión arterial subía (Figura 6). En estos animales, LeDoux y colaboradores han ido trazando, mediante registros de la actividad eléctrica en distintas zonas del cerebro, las áreas de éste que se activan con el estímulo de miedo, demostrando que, como era lógico, las primeras excitadas eran las vías auditivas desde el cuerpo geniculado medial hasta la corteza, existiendo conexiones directas entre aquel y los núcleos basolaterales de la amígdala e indirectas a éstos a través de la corteza cerebral. La información del shock eléctrico también llega a los núcleos amigdalinos. En la amígdala, finalmente, se elaboran las respuestas endocrinas, conduc66 Carlos Belmonte Rev.R.Acad.Cienc.Exact.Fís.Nat. (Esp), 2007; 101 Figura 6. Dispositivo experimental empleado para generar una respuesta condicionada de miedo en la rata. Cuando un sonido (figura de la izquierda) que por sí solo no causa una respuesta de miedo se repite acompañado de un choque electrico que si que evoca tal respuesta (subida de presión arterial e inmovilidad, figura central), su aplicación aislada (figura de la derecha) provoca tal respuesta de miedo (Ledoux, 1994) tuales y motoras que caracterizan la respuesta emocional integrada. La amígdala juega tambien un papel muy importante en el aprendizaje de las conductas emocionales. Una conducta emocional de gran trascendencia, es el llamado ‘condicionamiento de contexto’, que se refiere al aprendizaje de las conductas que empujan al animal a ponerse mas frecuentemente en contacto con aquellos estímulos que son importantes para el mantenimiento de la especie (comida, sexo), aprendiendo a aumentar los contactos con los entornos que le proporcionan una recompensa (nutritiva, sexual o de drogas de abuso). Para lograr este objetivo, la constelación de estímulos que identifican a un entorno en el que se obtiene la recompensa, se asocia a ésta. Tal asociación tiene lugar en los nucleos basolaterales de la amígdala. Ello ocurre a través de un mecanismo sináptico, posiblemente dependiente del neurotransmisor glutamato y sus receptores NMDA, que hace que cuando se da una coincidencia en el tiempo de la llegada a unas neuronas determinadas de la amígdala, a través de sus conexiones sinápticas, de la información del estimulo neutro (el sonido) con la información nociceptiva del estimulo eléctrico, produce un reforzamiento sináptico de modo que después basta una activación de cualquiera de ellos para activar esas neuronas. Estas, a través de sus conexiones con la corteza y el hipotálamo, darán lugar a los sentimientos conscientes por un lado y las respuestas vegetativas y motoras por otro. Este proceso tiene seguramente un carácter general, de modo que en la amígdala, los estímulos sensoriales neutros, que pueden ser externos o internos y agradables o desagradables pueden dar lugar al proceso de aprendizaje asociativo. NEOCORTEX Y EMOCIONES La participación del lóbulo frontal y concretamente de la corteza frontomedial en el desarrollo de las conductas emocionales, se conocía desde el famoso caso de Phineas Gage y los experimentos de Klüver y Bucy a los que antes aludíamos. Precisamente basándose en esta observación, el neuropsicólogo portugués Egas Moniz, con la ayuda de un neurocirujano, el Dr. Almeida Lima, planteó destruir zonas localizadas de la corteza orbitofrontal en pacientes psiquiátricos agitados y agresivos, obteniendo resultados que parecieron espectaculares en unos tiempos donde los manicomios y la camisa de fuerza eran las únicas alternativas terapéuticas. Sin embargo, la aparición en estos pacientes de cambios profundos en su personalidad, tales como falta de iniciativa, de planificación de las consecuencias de la conducta y desaparición de inhibiciones, además de déficits intelectuales cuando la cirugía se extendió inaceptablemente al lóbulo frontal, junto a la aparición de psicofármacos, hizo que se abandonara esta practica, que le valió, sin embargo, un posiblemente prematuro e injustificado premio Nobel a su promotor. Los estudios en pacientes con lesiones de zonas discretas de las áreas orbital y medial de la corteza prefrontal han permitido establecer que existen conexiones recíprocas de estas áreas con la amígdala y el hipocampo, de modo que los estímulos con contexto emocional de acuerdo con circuitos innatos o adquiridos por aprendizaje, actúan sobre la amígdala, pero las conexiones con la corteza prefrontal, el lóbulo temporal anterior y el hipocampo permiten que estas puedan activar esos mismos circuitos sin estímulos externos, por ejemplo, a través de la imaginación y la memoria explicita de aquellos. También sirve para reducir o eliminar las respuestas emocionales reflejas. Si una sombra que nos ha parecido algo amenazador provoca taquicardia y sensación de miedo, la identificación consciente de que tal imagen es inocua, detiene la respuesta automática emocional. En general, estas conexiones son fundamentales para la elaboración de conductas emocionales complejas, que conllevan un juicio de valor de la situación y una medida de las consecuencias de nuestras acciones para, poder realizar decisiones racionales que nos resultan ventajosas. Pero además, constituyen la base de los sentimientos, que como antes decíamos son el componente consciente de la emoción. La distribución de los diferentes elementos de la emoción entre ambos hemisferios cerebrales no es simétrica. Por ejemplo, el hemisferio cerebral derecho está implicado en la comprensión y expresión de los aspectos afectivos del lenguaje y los elementos corporales de la expresión emocional, de modo que la mitad izquierda del cuerpo, que es la que controla este hemisferio, expresa las emociones en mayor medida y esto se pone en evidencia porque los músculos de ese Carlos Belmonte Rev.R.Acad.Cienc.Exact.Fís.Nat. (Esp), 2007; 101 67 lado de la cara, reflejan en grado mas acusado la emoción que la mitad derecha de ésta. Por otra parte, los pacientes con lesiones en el hemisferio izquierdo pierden en cierto grado la capacidad de experimentar sentimientos positivos y en ellos los cuadros depresivos son mucho mas graves. La experiencia emocional tiene profundas interacciones con los aspectos racionales de la conducta. Sus alteraciones, como consecuencia de lesiones de la corteza cerebral prefrontal medial y orbitaria implicada en la emoción o de lesiones de la amígdala, se manifiestan por la incapacidad de los sujetos que las padecen para hacer juicios y valoraciones adecuadas de situaciones sociales complejas. Como señala Damasio, la toma de decisiones implica, a nivel cerebral, una rápida representación mental de la serie de posibles situaciones y de las consecuencias vinculadas a tal decisión y en ese proceso se activarían los componentes emocionales de las alternativas evaluadas, jugando éstas así un papel importante en la elección de la decisión más ventajosa. Las enfermedades cerebrales del afecto, es decir, aquellas alteraciones psiquiátricas en las que están implicados de manera preeminente los sentimientos de tristeza o felicidad, afectan, en periodos distintos de la vida, a más de un 10% del conjunto de la población. La depresión o la enfermedad bipolar (alternancia de depresión y manía) son cuadros clínicos que reflejan una afectación de los circuitos cerebrales de la emoción. Aunque estos circuitos están originalmente dirigidos a regular la conducta motivacional de los animales, a fin de recompensar aquellas conductas que favorecen la supervivencia y la reproducción, sus alteraciones se exteriorizan en forma de enfermedades del afecto, uno de los problemas de salud mas graves que afrontan los hombres y mujeres de los países desarrollados en el mundo de hoy. Introducción En el amplio espectro de la conducta del humano, las emociones han representado un tema interesante para el análisis, en primer lugar debido a que controlan conductas complejas en el humano como la motivación y el aprendizaje (Purves, 2004), y en segundo lugar porque la mayoría de las enfermedades psiquiátricas más devastadoras (por ejemplo: depresión, esquizofrenia y trastornos afectivos) involucran desordenes emocionales (Kandel, 2000). Las respuestas emocionales que conocemos en los humanos son una variedad de felicidad, sorpresa, enojo, miedo y tristeza. Todas ellas presentan dos características comunes: la primera se refiere a una respuesta motora visceral y la segunda a una respuesta motora estereotipada somática. Con base en los objetivos de este artículo, nos enfocaremos a describir la segunda característica. La respuesta somática involucra principalmente movimiento de los músculos faciales, acompañada de elementos subjetivos difíciles de describir, pero que se encuentran preservados universalmente en las diferentes culturas, y que por lo tanto nos permiten identificar las emociones de los demás. La sensibilidad que presenta una persona hacia las emociones de otra y la sensibilidad para entender la dinámica de interacción con esa segunda persona es llamada empatía. La empatía es la capacidad cognitiva que tiene una persona para sentir lo que siente otra; ello puede llevar a una mejor comprensión de su comportamiento o forma de tomar decisiones. Se trata de la habilidad para entender las necesidades, sentimientos y problemas de los demás, para ponerse en su lugar y responder correctamente ante sus reacciones emocionales. La empatía incluye el conocimiento y el uso de las emociones para comprender a las personas, el mundo que nos rodea e incluso la naturaleza (Lovecky, 2004). El conjunto de núcleos cerebrales que regulan las emociones forman el Sistema Límbico (área ventral tegmental, núcleo accumbens, hipocampo, núcleos septales laterales, corteza frontal). Recientemente, otras estructuras han sido adicionadas al sistema límbico tradicional (Gelder, Morris & Dolan, 2005). Éstas son la amígdala y la corteza orbito-frontal. El sistema límbico junto con las estructuras de la corteza frontal, procesan los estímulos emocionales y los integran a funciones cerebrales complejas, las cuales incluyen: decisiones racionales, expresión e interpretación de conductas sociales e incluso la generación de juicios morales, entendiéndose estos últimos como los actos mentales que afirman o niegan el valor moral frente a una situación o comportamiento (Kandel, 2000). El desarrollo antropológico del sistema límbico, la amígdala y las áreas corticales orbito-frontales está estrechamente relacionado con el desarrollo general del cerebro a los largo de la escala filogenética del ser humano. Incluso este patrón se conserva con ciertas consideraciones en otros animales, como los primates (Barton, Aggleton & Grenyer, 2003; Randall, 1984). En específico, los primates podrían generar empatía debido principalmente a las coincidencias neuroanatómicas que presentan con el ser humano. En los animales, el desarrollo del lóbulo frontal está limitado por un proceso de neurogénesis regulado por factores intraneuronales (Heltne & Marquardt, 1989). Lo anterior representa un hecho fundamental para los procesos de cognición y raciocinio, los cuales representan los pasos esenciales en la generación de empatía (Figura 1). Figura 1 Nota: Dibujo que muestra las diferencias filogenéticas en el tamaño del cerebro de cinco especies de mamíferos, incluyendo al hombre (Homo sapiens). En amarillo se señala el área de la corteza que ocupa en cada especie la corteza frontal. Se ha sugerido que esta diferencia está relacionada con las variaciones en las conductas que presentan cada especie. 62 | Psicología Iberoamericana | David Iñaki López Mejía • Azucena Valdovinos de Yahya • Mónica Méndez-Díaz • Víctor Mendoza-Fernández Además, se ha descrito también la existencia de grupos neuronales denominados Generadores de Patrones Centrales (CPG, por sus siglas en inglés para Central Patterns Generator) localizados en el mescencéfalo, puente y medula espinal, tanto en humanos como en animales, los cuales permiten la preservación inter-especie de respuestas motoras, entre las que se encuentran las generadas por las emociones (al mover los músculos faciales) y por ende la posibilidad de compartir la conducta de empatía (Briggman & Kristan, 2006; Korb, Grandjean & Scherer, 2008). Los CPG’s son cadenas neuronales capaces de generar patrones rítmicos de actividad motora, activados principalmente por la estimulación de los receptores sensoriales periféricos y por señales generadas por otros núcleos del sistema nervioso central. La existencia de rasgos de empatía en los animales y para la conservación de éstos en diferentes razas y culturas en los humanos, puede ser la existencia de CPG’s conservados en las escala filogenética de los mamíferos. De esta forma, el sistema límbico formaría parte de uno o varios CPG’s que controlan la respuesta emocional y la empatía en los humanos. Probablemente esta misma relación está conservada en los primates. Hay que tomar en cuenta que, por una parte el sistema límbico regula la expresión de las respuestas emocionales y, por otra, los CPG’s asociados a este sistema inician y controlan la actividad de los músculos faciales, generando una respuesta estereotipada y conservadora ante un estímulo específico (por ejemplo cuando se emite una emoción). Esta información nos permitiría comprender desde un punto de vista neurofisiológico y neuroanatómico las descripciones realizadas por Charles Darwin hace ya más de 125 años en su libro La expresión de las emociones en los humanos y en los animales (Darwin, 1998). El sistema límbico humano y de los animales El placer, la tristeza, la depresión, el miedo, el enojo, la hostilidad, la ansiedad, son emociones que dan ciertas tonalidades a nuestra vida cotidiana, que enriquecen cada una de nuestras experiencias y nos permiten aplicar el conocimiento obtenido con pasión y carácter. Cuando la intensidad y características de estas emociones salen de los valores “normales” o fisiológicos, se presentan desórdenes emocionales, los cuales constituyen un gran número de enfermedades mentales, por ejemplo la depresión, las psicosis y los trastornos de afectividad. Según E. Kandel (2000), el estado emocional de los humanos está compuesto por un elemento evidente caracterizado principalmente por las sensaciones físicas y otro caracterizado por un sentimiento concreto (por ejemplo, cuando se tiene la sensación de “pesadez” en el corazón, concretamente se siente miedo: es decir, se interpreta una sensación). En resumen, para mantener una distinción semántica entre ambos términos, el término emoción a menudo es usado para referirse sólo al estado corporal (estado emocional, como por ejemplo una alteración en la frecuencia cardíaca y respiratoria, la contracción y relajación involuntaria de los músculos faciales y la emisión de sonidos), mientras que el término sentimiento se refiere únicamente a una sensación concreta (como pueden ser el miedo, la alegría, la ira, la tristeza, el placer o la ansiedad). El estado emocional y los sentimientos son regulados por estructuras anatómicas diferentes. De esta forma, los sentimientos concretos están regulados por la corteza cerebral, en parte por la corteza cingulada y la corteza orbitofrontal. Los estados emocionales están regulados por un conjunto de respuestas periféricas, autónomas, endocrinas y esquelético-motoras. Estas respuestas involucran estructuras subcorticales, tales como la amígdala, el hipotálamo y el tallo cerebral. Ante la sensación de terror, no sólo se siente miedo sino que también se experimenta un aumento en la frecuencia cardiaca y respiratoria, la boca se seca, se tensan los músculos, sudan las palmas de las manos (Carey, Ariniello, & McComb, 2002). Para entender una emoción como el miedo, es necesario entender primero la relación entre el sentimiento cognitivo representado en la corteza cerebral y los signos fisiológicos asociados regulados por las áreas subcorticales (Kandel, 2000). Siguiendo este orden de ideas, un estímulo emocional con una intensidad significativa activa sistemas sensoriales que envían la información hacia el hipotálamo, el cual genera una respuesta capaz de modular la frecuencia cardiaca, la tensión arterial y la frecuencia respiratoria. Al mismo tiempo, la información de este estímulo es llevada hasta la corteza cerebral, de modo Psicología Iberoamericana | El Sistema Límbico y las Emociones: Empatía en Humanos y Primates | 63 que el estímulo y la información son llevados indirectamente desde los órganos periféricos (los cuales perdieron su estado homeostático debido al estímulo) y directamente desde el hipotálamo, la amígdala y las estructuras relacionadas. De manera simultanea, la información del estímulo se lleva a la corteza cerebral, indirectamente desde los órganos periféricos (los cuales, perdieron su estado homeostático debido al estímulo) y directamente desde el hipotálamo, la amígdala y estructuras relacionadas (Purves, 2004). En 1883, James Papez (1929) propuso que la estructura de origen cortical que se encarga de representar y determinar los sentimientos es el lóbulo límbico. Esta estructura fue identificada previamente por Paul Broca. El término de sistema límbico fue acuñado por Paul McLean, quien lo consideró así debido a que se incluían partes del hipotálamo, el área septal, el nú- cleo accumbens, las áreas neocorticales y la amígdala (Figura 2A). El lóbulo límbico es un anillo filogenéticamente proveniente de corteza primitiva que se encuentra sobre el tallo cerebral e incluye el giro cingulado, el giro parahipocampal y la formación hipocampal, que se localiza en la parte profunda del giro parahipocampal. Su estructura morfológica es tan simple como una corteza enrollada. La formación hipocampal incluye al hipocampo, al giro dentado y al subínculo (Roffman, Marci, Glick, Dougherty & Rauch, 2005). Papez (1929) señala que la comunicación entre el hipocampo y la corteza cerebral (neocorteza) se lleva a cabo de manera recíproca. De esta forma, la neocorteza y el hipotálamo están en comunicación constante y una estructura influye en la otra por medio del giro cingulado. Así, la comunicación se llevaría en el siguiente orden: la formación hipocampal procesa la información que proviene del giro cingulado y la lleva hasta los cuerpos mamilares del hipotálamo vía fórnix (fibras que en parte sacan información del hipocampo). Al mismo tiempo, el hipotálamo envía información al giro cingulado por la vía cuerpos mamilares-núcleo talámico anterior (tracto mamilo-talámico) y de aquí a la corteza frontal (Figura 2B). Históricamente hablando, la primera evidencia que relacionó al sistema límbico con las emociones se tiene registrada en 1955, cuando Heinrich Klüver y Paul Bucy describieron un síndrome conductual inducido en el laboratorio, el cual incluía un cambio sustancial en la conducta emocional. En sus experimentos observaron que los monos, que eran tranquilos en extremo, sufrían cambios emocionales como: agresividad y pérdida del miedo luego de ser sometidos a una lobotomía bilateral de los lóbulos temporales, la cual también incluyó la amígdala, la formación parahipocampal y una estructura hasta el momento no considerada como estructura límbica: la corteza temporal. Estos monos presentaron también otros cambios conductuales como un incremento en la conducta sexual, que se manifestaba en que montaban objetos y especies inapropiadas y en una conducta obsesiva para observar y reaccionar ante cada estímulo visual; sin embargo, no eran capaces de reconocer los objetos familiares (Bucy & Klüver, 1955). Nota: A Disposición anatómica del sistema límbico en el humano. B Flujo de señales que se establece entre las estructuras del sistema límbico, lo que determina una cadena neuronal que representa la base fisiológica del sistema que regula las emociones. Figura 2. Esquema que muestra la relación anatómica de cada una de las estructuras del sistema límbico en el humano. 64 | Psicología Iberoamericana | David Iñaki López Mejía • Azucena Valdovinos de Yahya • Mónica Méndez-Díaz • Víctor Mendoza-Fernández Diversos experimentos en humanos y en animales permitieron posteriormente establecer que la amígdala, que intercomunica al sistema de la expresión somática de las emociones (hipotálamo y núcleos del tallo cerebral), es el sistema de los sentimientos concisos, especialmente el miedo (cortezas cingulada, parahipocampal y frontal (Figura 2). Cuando se estimula eléctricamente la actividad de la amígdala a través de experimentos, en los humanos se produce miedo y aprehensión (Lanteaume, Khalfa, Régis, Marquis, Chauvel & Bartolomei, 2007). En los animales, quitar la amígdala genera una conducta de ausencia de miedo. En la práctica neurológica clínica se ha descrito la enfermedad de Urbach-Wiethe, que es una enfermedad neurodegenerativa asociada con un depósito de calcio en la amígdala, genera una pérdida de la actividad de la amígdala de manera bilateral, lo que se traduce en una conducta incapaz de reconocer claves en la expresión de la cara de las personas que denotan miedo. De la misma forma, estas personas pierden la habilidad para discriminar pequeñas diferencias en la expresión facial de las personas. Esta enfermedad inhibe el procesamiento de las claves emocionales que se pueden distinguir al observar la cara de las personas que actúan o realmente experimentan miedo (Siebert, Markowitsch & Bartel, 2003). Estos pacientes no pierden la habilidad de reconocer caras familiares aun cuando haya pasado mucho tiempo de haberlas visto. Lo anterior indica que son dos los sistemas necesarios para, por un lado reconocer la identidad de las personas y por otro las características de su expresión facial. Estas estructuras indudablemente son la amígdala y la corteza visual (Siebert et al., 2003). Desde el punto de vista evolutivo y anatómico, el cerebro de los mamíferos relacionados con el del Homo sapiens, como son: los monos, el gibón, el gorila, el orangután y el chimpancé, presenta estructuras cerebrales similares a las que forman lo que hoy conocemos como el sistema límbico en el humano. Las principales son una pequeña área de corteza frontal, el sistema límbico, el hipotálamo, la amígdala y el hipocampo. Mediante un gran número de paradigmas experimentales básicos y conductuales se ha mostrado la funcionalidad equiparable de estas estructuras cerebrales de los primates con la conducta y fisiología neuronal del humano. Por ejemplo, en los monos rhesus infantes y adultos, los estímulos sensoriales que producen una respuesta emocional de miedo (que puede ser desencadenado por al aislar a los bebés de sus madres) pueden clasificarse en tres tipos de conductas bien caracterizadas: cooing (emisión de un sonido similar al “coo”), freezing (una conducta de congelamiento o de falta de movimiento asociado a la exposición temeraria de los dientes) y barking (conducta agresiva con la emisión de sonidos amenazantes) (Kalin & Shelton, 1989; Kalin, Shelton, Davidson & Kelley, 2001). Otros animales también comparten algunas características de anatomía y fisiología del sistema límbico humano en cuanto a la expresión de las emociones. Las ratas, por ejemplo, también generan conductas especí- ficas ante estímulos sensoriales que evocan respuestas emocionales. La incidencia de haces de luz en sus sitios predilectos para dormir, o la aplicación de choques eléctricos en sus patas, genera en ellas conductas emocionales de miedo que han sido bien caracterizadas (por ejemplo: freezing, piloerección e incremento en la defecación). Estas conductas han sido cuantificadas y analizadas farmacológicamente para determinar la potencialidad de ciertos fármacos para el tratamiento del estrés y la ansiedad, conductas involucradas en el proceso de la expresión de las emociones. Empatía La capacidad de generar empatía en los animales, así como sucede con los humanos, ha sido motivo de una gran cantidad de estudios, en los cuales se incluyen roedores, primates e incluso humanos. Hay que tomar en cuenta que en la empatía debe existir primero una conexión emocional seguida de la comprensión y de la respuesta motora que involucre un compromiso con los sentimientos de la otra persona. En un estudio reciente realizado en la Universidad de McGill en Canadá, consistió en aplicar choques eléctricos a pares de ratones que habían habitado la misma caja de almacenaje por lo menos diez días; los resultados permitieron ver cuál de los dos ratones mostró menos dolor al estímulo (es decir, al choque eléctrico), y al mismo tiempo cuál ratón mostró más dolor a pesar de presentarle el estímulo (el choque eléctrico) sin cambio en la intensidad del mismo. De igual manera, al cambiar el estímulo doloroso por una inyección peritoneal de una solución diluida de acido acético (la cual produce dolor Psicología Iberoamericana | El Sistema Límbico y las Emociones: Empatía en Humanos y Primates | 65 en el estomago y genera una conducta de estiramiento de los ratones), el segundo ratón presentó más dolor en vista de que tuvo más movimientos de estiramiento, comparado con el primero. Este efecto sólo se observó en ratones pareja y en mayor proporción en ratones macho. En ratones macho que no se conocían, este efecto no se presentó, posiblemente por la conducta innata de rivalidad en estos animales (Langford et al., 2006). Estos resultados sugieren que para que se inicie el proceso de empatía debe haber primero una identidad emocional, la cual está generada principalmente por el conocimiento y entendimiento de las emociones del otro animal, específicamente en este experimento. Cuando esta conexión no existe, la empatía se traduce en antipatía. Un experimento clave en el proceso de la generación de la empatía fue el realizado por Giacomo Rizzolatti en 1996, de la Universidad de Parma, en Italia. Consistió en registrar neuronas premotoras de la corteza prefrontal en monos rhesus y observar qué sucede cuando el mono toma un cacahuate para comérselo. Cuando el mono realiza esta acción, la neurona motora de la corteza dispara potenciales de acción con una frecuencia característica. Esta actividad eléctrica de las neuronas de la corteza prefrontal no aparece cuando el mono sólo toma el cacahuate y lo coloca en un recipiente. A la actividad de las neuronas premotoras se le conoce como actividad “tomacome”. Cuando el mono observa a un humano comer un cacahuate, la neurona premotora se activa; pero, cuando éste observa que el humano sólo toma el cacahuate y lo coloca en un recipiente, la neurona no se activa (Iacoboni, Molnar-Szakacs, Gallese, Buccino, Mazziotta & Rizzolatti, 2005). Éste es el principio básico para la descripción de las neuronas espejo que también están involucradas en el proceso de generación de empatía en humanos y animales. Por último, un estudio realizado por Tania Singer y colegas (Singer, Seymour, O’Doherty, Stephan, Raymond, Dolan, et al., (2006) de la Universidad de Zurich realizaron un estudio dónde muestran la importancia del género de las especies en la manifestación de la empatía. Parejas de hombres y mujeres fueron sometidos a un estudio en el que uno a la vez aplicaba un estímulo doloroso a su compañero. Mientras, por medio del análisis de la Imagen de Resonancia Magnética funcional (MRIf), se observaba la actividad del cerebro en uno de ellos cuando observan el dolor de su pareja. Las áreas cerebrales relacionadas con el dolor se activan de inmediato, en mayor medida en los hombres que en las mujeres. Sin embargo, cuando se colocan parejas de hombres, invariablemente ambos sienten que han sido tratados de modo injusto por el otro hombre en la prueba de dolor previa, lo que induce que sus centros de placer cerebrales se activen cuando observa al hombre experimentar dolor. Las áreas cerebrales relacionadas con el dolor se activan inmediatamente, en mayor medida en los hombres comparados con las mujeres. Sin embargo, cuando se colocan parejas de hombres, que previamente se aplicaban uno al otro estímulos dolorosos y posteriormente se analizaba su actividad cerebral mientras observaban el dolor de su compañero, éstos muestran una mayor actividad en sus centros de placer, es decir el núcleo accumbens se activa cuando se observa a otro (hombre o persona) experimentar dolor. Cuando este observador ha sido también tratado previamente con dolor, en la situación de de ver “sufrir” al primero, en el segundo, su cerebro produce una sensación de placer. Dicha respuesta no es otra cosa, como se puede ver, que una muestra o expresión de un sentimiento de antipatía, misma que en el hombre se interpreta como de rivalidad, respuesta típica en mamíferos según Singer et al. (2006). Otro de los resultados interesantes de este estudio fue que el núcleo accumbens se activa más cuando existía más sentimiento de revancha. La activación de esta estructura y el sentimiento de revancha muestran una correlación estadísticamente significativa, la cual es mayor en los hombres que en las mujeres (Figura 3). Generadores de Patrones Centrales (CPG’s) y emociones Los CPG’s inicialmente descritos en animales sencillos como la lamprea han sido estudiados y descritos en algunas de las conductas humanas (Grillner, Cangiano, Hu, Thompson, Hill & Wallen, 2000; Grillner & Wallen, 2002). Por ejemplo, se ha descrito la presencia de CPG’s en la expresión facial de las emociones. Cuando un estímulo externo provoca una emoción en los animales y en el hombre, varios núcleos cerebrales se comunican entre sí, los cuales finalmente activan la contracción y relajación de ciertos músculos faciales. Desde el punto 66 | Psicología Iberoamericana | David Iñaki López Mejía • Azucena Valdovinos de Yahya • Mónica Méndez-Díaz • Víctor Mendoza-Fernández de vista neuroanatómico, el CPG estaría formado por la corteza motora y los músculos motores, si se trata de una respuesta emocional voluntaria. Sin embargo, este circuito es diferente si se trata de una respuesta emocional involuntaria, el cual incluye al sistema límbico, la corteza motora y los músculos faciales. Reportes clínicos de ciertas enfermedades neurológicas (parálisis facial) apoyan la distinción entre expresiones faciales voluntarias e involuntarias (Danner, 2008). Cada una de estas expresiones faciales depende de rutas neuronales diferentes e independientes. Por ejemplo, lesiones en el sistema piramidal impiden la ejecución de movimientos faciales cuando éstos son solicitados, tales como sonreír. Sin embargo, cuando al paciente se le relata un chiste, éste puede sonreír de manera involuntaria (Michel, Derkinderen, Laplaud, DaumasDuport, Auffray-Calvier & Lebouvier, 2008). Lesiones en el sistema no piramidal inducen la conducta clínica opuesta: el paciente sonríe cuando se le solicita, pero no cuando es involuntaria la conducta (cuando se le relata un chiste). La disección del CPG involucrado en la risa de los humanos fue en primera instancia abordada por Duchenne de Bologne en 1990, cuando estudió la diferencia entre la risa de las personas asociada o no a la felicidad. Duchenne comparó la risa de un sujeto inducida por la estimulación eléctrica del músculo mayor zigomático (respuesta eléctrica “voluntaria”), con la risa provocada por un chiste (respuesta “involuntaria”) en el mismo sujeto. La respuesta involuntaria no sólo incluye la actividad del músculo mayor zigomático, sino también la actividad del músculo ocular orbicularis, el cual rodea al ojo y jala las mejillas hacia arriba, produce arrugas en la esquina externa del ojo y baja ligeramente las cejas. Desde esa época, Duchenne, concluyó que” […] la persona que no tuviera este patrón en su cara, no era un amigo verdadero” (Duchenne De Boulogne, 1990). Como se había comentado con anterioridad, estos elementos son claves para el reconocimiento y entendimiento de las emociones y necesarios para la generación de empatía. Evidentemente, en la sonrisa involuntaria está involucrado el sistema límbico en el CPG’s, que contiene: a la corteza motora, al músculo mayor zigomático y al músculo ocular orbicularis. En los primates, que también cuentan con músculos faciales, estos CPG’s han sido ampliamente estudiados y están involucrados con las conductas sociales importantes para la participación de los individuos en grupo. El elemento diferente en los CPG’s de los primates es la co- evolución de la neocorteza, la cual presenta menor desarrollo en su parte frontal y temporal comparada con el cerebro humano. Estas diferencias anatómicas provocan diferencias conductuales sociales. Sin embargo, la preservación de los CPG’s (sistema límbico, músculos faciales: mayor zigomático, ocular orbicularis y oris orbicularis) representa desde el punto de vista evolutivo la importancia de la expresión de las emociones y la generación de empatía para el desarrollo individual y del grupo social al que pertenecen los animales. En otras especies animales, estos CPG’s incluyen predominantemente músculos de otras partes del cuerpo para denotar la expresión de las emociones; por ejemplo, en los roedores, los gatos y los perros, la piloerección, mostrar los dientes y/o colmillos, y adoptar Nota: Gráficas que muestran la cuantificación del sentimiento de revancha, el cual se obtuvo por medio de una prueba psicológica. De esta gráfica se concluye que el hombre tiene un sentimiento de revancha más alto. La conducta observable es la de aplicar un estímulo mas grande para resarcir el dolor que éste sufrió previamente. En la segunda gráfica se observa que el sentimiento de revancha en hombres está relacionado con un deseo de revancha que se asocia al aumento en la actividad del núcleo acumbens, el cual puede observarse en el recuadro. Figura 3. Psicología Iberoamericana | El Sistema Límbico y las Emociones: Empatía en Humanos y Primates | 67 una posición corporal de supremacía es vital. La empatía que estos signos generan en los demás animales es la de denotar peligro, compañía, alegría e incluso repulsión (Figura 4). Figura 4. Nota: Circuito neuronal que representaría un CPG en los primates, el cual controla el movimiento de los músculos faciales para generar una señal fisiológica conocida como emoción gestual, la cual alertará a los demás animales de su sociedad. 1 Músculo zigomático mayor, 2 Músculo ocular orbital y 3 Músculo oral orbital. Conclusión De los experimentos realizados en animales, sobre todo en ratas y primates, si bien no es posible hablar estrictamente de que se generen sentimientos durante estos experimentos, es indudable que se demuestra que se genera en ellos un cambio en la intensidad de sus experiencias. Esta demostración nos permite hablar de la empatía no sólo en términos humanos sino también en el reino animal, por lo menos en los animales que muestran un cerebro evolucionado. En términos cientí- ficos, existen dos corrientes que observan el mismo fenómeno desde dos puntos de vista totalmente diferentes. Por un lado están los psicólogos, que consideran a la empatía como una de las formas más avanzadas de la conducta humana, algo así como colocarse en los zapatos de otra persona e imaginar su situación. Este proceso sin duda requiere de ciertas habilidades, como una avanzada capacidad de razonamiento e incluso el lenguaje. Sin embargo, el simple hecho de imaginar lo que alguien siente, no se considera empatía. Ésta requiere una conducta cognoscitiva y de relación emocional. Por otro lado, los biólogos de la conducta y los neurocientíficos observan el mismo fenómeno y consideran que cuando reaccionamos observando la respuesta emocional de otra persona, y construimos un razonamiento de su situación, involucramos a otras estructuras anatómicas que forman parte de lo que hoy conocemos como el sistema límbico. Este proceso, según observaciones en humanos y en animales experimentales, señala que, como primer paso, es indispensable el involucramiento emocional para después generar el entendimiento de lo que está sucediendo y de la emoción percibida, y finalmente “imaginarse” esta respuesta en el contexto que está sucediendo. La respuesta observada en animales experimentales sugiere fuertemente que este componente emocional (empatía o antipatía) es un proceso viejo y se ha conservado en nosotros desde el ancestro de los mamíferos hasta hoy, formando una parte crucial de la conducta de los humanos. La presencia de las estructuras involucradas en las respuestas emocionales a lo largo de la escala filogenética, así como en la escala evolutiva del sistema nervioso central en los mamíferos, apoya la idea de que el proceso de neurogénesis y migración neuronal favorece la expresión y formación de redes anatómicamente funcionales, que están encaminadas a regular ciertas conductas inherentes al proceso evolutivo y preservativo de la especie. Estas redes neuronales son la que han recibido recientemente el nombre de CPG’s, y son las que regulan conductas estereotipadas en los mamíferos. Estos centros pueden enriquecerse y generar respuestas motoras o conductas tan refinadas y específicas en función directa a las experiencias previas y al entorno que rodea al hombre y a los animales. Estos CPG’s permitirían también la expresión objetiva de las emociones, la cual involucraría el movimiento de ciertos músculos faciales, entre otras. Tales Sistema Límbico 2 3 11 1 68 | Psicología Iberoamericana | David Iñaki López Mejía • Azucena Valdovinos de Yahya • Mónica Méndez-Díaz • Víctor Mendoza-Fernández músculos, dependiendo del estímulo sensorial, tendrían socialmente hablando la función de alertar a los sujetos que le rodean sobre la naturaleza del estímulo que dio origen a esa conducta. De esta forma, nuestro cerebro estaría capacitado para discernir entre los diferentes signos que denotan los movimientos faciales para generar una conducta de empatía, la cual es importantísima para el humano que vive en sociedad, así como para los animales que viven en una estructura social que les involucra en actividades de defensa y cooperación. ¿Qué es una emoción? Daniel Goleman utiliza este término para referirse a los sentimientos y pensamientos característicos, a estados psicológicos y biológicos y a una variedad de tendencias de actuar que lo caracterizan. Hay multitud de emociones y actualmente no hay una idea clara de cuáles podrían ser las emociones primarias, aunque sí podemos dar una idea clara de cuáles podrían ser las principales familias de emociones. Daniel Goleman en su libro “Inteligencia Emocional” propone las siguientes: LAS EMOCIONES: EL CEREBRO EMOCIONAL Y RACIONAL – Marta Muro Carbajal Página 5 La ira: rabia, enojo, resentimiento, furia, exasperación, indignación, acritud, animosidad, hostilidad y en el caso más extremo, odio y violencia Tristeza: aflicción, pena, desconsuelo, pesimismo, melancolía, autocompasión, soledad, desaliento, desesperación, y en caso patológico, depresión. Miedo: ansiedad, aprensión, temor, preocupación, consternación, inquietud, desasosiego, incertidumbre, nerviosismo, angustia, susto, terror y en el caso que sea psicopatológico, fobia y pánico Alegría: felicidad, gozo, tranquilidad, contento, beatitud, deleite, diversión, dignidad, placer sensual, estremecimiento, rapto, gratificación, satisfacción, euforia, capricho, éxtasis, y en el caso extremo, manía. Amor: aceptación, cordialidad, confianza, amabilidad, afinidad, devoción, adoración, enamoramiento y ágape. Sorpresa: sobresalto, asombro, desconcierto, admiración. Aversión: desprecio, desdén, displicencia, asco, antipatía, disgusto y repugnancia. Vergüenza: culpa, perplejidad, desazón, remordimiento, humillación, pesar y aflicción. Figura 1: esquema de las principales emociones A partir de estas principales familias puede darse también una combinación de varias de ellas como podría darse por ejemplo con los celos que sería una combinación de emociones como la ira, la tristeza y el miedo. Cada una de estas familias de emociones se agrupa en torno a un núcleo fundamental a partir del cual emanan todas las demás emociones derivadas de ellas. En este núcleo estaría por un lado los estados de ánimo que son variables y perduran más tiempo que las emociones y por otro lado el temperamento o la tendencia innata de una persona a expresar una u otra emoción 3. La expresión de las emociones Las emociones producen una reacción en el ser humano que puede ser expresada socialmente mediante componentes conductuales o componentes fisiológicos. Las diferentes expresiones faciales muestran al exterior nuestras emociones así como el grado en el que las sentimos. Internacionalmente e interculturalmente, las expresiones de la cara reflejan de forma innata las emociones que sentimos. Incluso una persona ciega de nacimiento expresa mediante los mismos gestos que un vidente una u otra emoción. Estas expresiones faciales afectan también a las personas con las que compartimos nuestros sentimientos de manera que podemos generar tristeza o alegría entre nuestros interlocutores dependiendo de nuestra forma de expresarnos, alterando de esta manera su conducta. LAS EMOCIONES: EL CEREBRO EMOCIONAL Y RACIONAL – Marta Muro Carbajal Página 6 Además de las expresiones faciales, existen otros componentes conductuales como son Acciones y gestos Distancia entre personas Componentes no lingüísticos de la expresión verbal Figura 2: expresión externa de las emociones Otros componentes de las emociones son los fisiológicos e involuntarios como son: Temblor Sonrojarse Sudoración Respiración agitada Dilatación pupilar Aumento del ritmo cardíaco Durante muchos años no se ha dado importancia a nuestras emociones, primando más en el ser humano su parte racional. Sin embargo, actualmente se prima más el estado emocional de una persona ya que éste indica los estados internos y afectivos del ser humano, motivaciones, deseos, necesidades e incluso objetivos. 4. Desarrollo de las emociones desde la infancia El desarrollo emocional en la infancia es un elemento muy importante a la hora de desenvolverse en la sociedad en las etapas futuras. En la primera infancia la parte emocional tiene mucho más peso que la parte racional y además no hay separación entre la emoción y su expresión por lo que se podría definir una emoción en la primera infancia como un estado afectivo agudo que se presenta en forma de descarga y es de corta duración. LAS EMOCIONES: EL CEREBRO EMOCIONAL Y RACIONAL – Marta Muro Carbajal Página 7 Figura 3: emociones en la infancia Es conveniente conocer el desarrollo emocional de un niño según sus etapas en el crecimiento para poder estimular unas habilidades u otras en cada etapa. Nacemos con un limitado registro de emociones que va haciéndose más complejo a medida que crecemos. Los recién nacidos son capaces de demostrar emociones como: sorpresa, placer y malestar. En general emociones elementales. A los 2 meses son capaces de mostrar una conducta social expresada con la sonrisa. Entre los 6 y 9 meses el bebé puede mostrar timidez y miedo a estar con personas que no son de su confianza. A los 10 meses ya aparecen las emociones básicas: alegría, irritación, tristeza, sorpresa, disgusto y miedo. Sin embargo puede haber situaciones excepcionales que pueden llegar a alterar esta situación. Por ejemplo, un niño maltratado puede expresar sentimiento de miedo y tristeza ya a los 3 meses de edad cuando en circunstancias normales no se mostraría hasta los 7 u 8 meses. A los 2 años de edad tienen el sentimiento de culpabilidad cuando el niño se ha portado mal y empiezan a sentir vergüenza ante el fracaso. A esta edad el niño es muy sociable, y siente un cierto apego a sus padres debido a la cercanía que ha tenido con ellos durante su corta vida. Es decir, a esta edad ya se han desarrollado emociones positivas y negativas. Entre los 2 y 7 años de edad el niño pasa de tener una rabieta sin dirigirla hacia nadie a tener enfados con otras personas. El niño se va haciendo cada vez más consciente de sí mismo como persona lo que le lleva a tener conflictos con los demás. En esta etapa el niño se ve obligado a obedecer según los principios y reglas de los adultos, padres o profesores. Los valores y obligaciones morales se vinculan con la obediencia a las reglas y no tanto a las propias intenciones. Un período importante en la vida emocional del niño, según Kagan, es alrededor de los 5 a 6 años cuando el niño tiene un sentido firme de sí mismo y se compara con otros niños. Los sentimientos que entonces muestra debido a las comparaciones son: orgullo, humildad, inseguridad o confianza en sí mismo, celos y envidia. Entre los 7 y 11 años el pensamiento es más flexible y general y los niños se comportan de acuerdo a las convenciones y expectativas de los demás. Casi todo tiene un contenido emocional y muy pocos acciones o pensamientos son intelectuales. LAS EMOCIONES: EL CEREBRO EMOCIONAL Y RACIONAL – Marta Muro Carbajal Página 8 En la adolescencia, con el avance cognoscitivo del niño, se completa el sentimiento de emociones adultas siendo capaz de analizar la lógica de las creencias generadas en él. 5. La importancia del desarrollo emocional infantil Los factores emocionales, afectivos y relacionales son desde hace unos años aspectos de gran importancia en la educación infantil. Los educadores debemos enseñar a los niños no solo a conocer el mundo sino también enseñar a ser y convivir. Debemos educar a personas capaces de vivir en un mundo cambiante y dinámico donde las relaciones interpersonales deben producirse con un nivel de solidaridad, justicia y coherencia. Marcando objetivos pertenecientes al ámbito del desarrollo afectivo, tales como: la capacidad de escuchar a los demás, colocarse en la situación emocional de la otra persona, respetar y considerar opiniones ajenas, capacidad de compromiso y participación. El desarrollo emocional del niño influye en su evolución intelectual. Un desarrollo emocional poco satisfactorio puede influir en aspectos como limitaciones en la memoria, dificultades en la percepción y atención, y disminución de asociaciones mentales, o limitación en la capacidad de abstracción. Por el contrario un desarrollo emocional adecuado incrementaría en el niño su curiosidad y motivación y mayor aptitud para la intuición. Humberto Maturana sostiene algo que yo también comparto y es que en el mundo occidental se han desvalorizado las emociones y los sentimientos. Se ha centrado la educación en los conocimientos intelectuales y en incrementar el número de materias y conceptos en la enseñanza de los niños, priorizando el desarrollo intelectual y quitándole la importancia que tiene el mundo afectivo y de relaciones entre las personas. Dice Maturana que es como si ser humano tuviera una dualidad: mentecorazón cuando realmente esto no existe. El ser humano funciona como un único cuerpo biológico con su actividad física, intelectual, afectiva y emocional. Maturana describe el amor como un espacio único de relación propio del ser humano invitando así a padres y educadores a crear ese ambiente acogedor, amable, sincero y de mutua aceptación con el fin de ayudar a un adecuado desarrollo intelectual, social, emocional y afectivo del ser humano. La ciencia está corroborando que la educación de las emociones básicas debería preceder a la educación de valores y a la académica ya que el niño se juega su vida de adulto con ello. Dice Richard Davidson que “Las emociones negativas interfieren en el aprendizaje de los niños” Por su parte, Daniel Goleman en una entrevista comentaba que enseñar habilidades sociales y emocionales a los niños nos vuelve más cívicos y mejor estudiantes. Hoy en día se están estudiando las prácticas contemplativas y de desarrollo de la mente para ayudarles a concentrarse ya que los niños y padres en la actualidad son muy dispersos y necesitan más ayuda con estas habilidades. LAS EMOCIONES: EL CEREBRO EMOCIONAL Y RACIONAL – Marta Muro Carbajal Página 9 Figura 4: desarrollo de las emociones desde la infancia 6. Educación de las emociones Es importante para nuestra salud mental saber manejar nuestras emociones. No significa que tengamos que reprimirlas sino consiste en transformar emociones negativas en positivas con el fin de que puedan ayudarnos en nuestra vida. ¿Cómo podemos nosotros manejar nuestras emociones? 1.- Primero tenemos que tomar conciencia de la emoción que surge. La emoción se origina en nuestro interior a partir de un estímulo externo. Una de las maneras para observar nuestro interior es la meditación. 2.- Una vez identificada debemos encontrar el origen de la misma. 3.- Tomar nuestra responsabilidad de la emoción que sentimos. Puede que otra persona haya sido el detonante, pero nosotros hemos decidido sentir esta emoción. 4.- Puede escribirse la emoción y el motivo que la ha generado. Escribir las cosas muchas veces nos aclara puntos en los que no habíamos reparado. De esta forma, podemos ver la situación desde otro punto de vista. Técnicas para manejar las emociones: Existen algunas técnicas para manejar las emociones como: La técnica de liberación emocional: combina elementos de psicología y acupuntura. Se trata de una técnica de golpeteo en la que se estimula el sistema energético humano para producir un equilibrio emocional. El golpeteo con los dedos en unos puntos determinados del cuerpo mientras revives una situación, produce una reorganización del flujo de la energía en el organismo restaurando el equilibrio emocional. La técnica de las respiraciones profundas: esta técnica consiste en la realización de 40 respiraciones completas inhalando y exhalando por la nariz. Puede realizarse cada mañana o en los momentos de crisis o dolor físico o emocional. Esta técnica favorece el enfoque de atención pudiendo observar los pensamientos y sensaciones, haciendo posible el “darse cuenta”. Con esta técnica conseguimos muchos beneficios algunos de los cuales indicamos a continuación: Entrena la vivencia del presente Desvía la atención de miedos o dolor en las pérdidas Calma la ansiedad y el estrés Permite la apertura a la percepción de nuestro mundo interno Puede influir en el inconsciente cambiando la visión negativa y actitudes pesimistas Es posible que durante el ejercicio algún pensamiento llegue a tu mente. No importa, deja que aparezca y que se vaya, sólo obsérvalo. Sé consciente de que ese pensamiento ha entrado en tu mente y mira cómo se va en lugar de enredarte en una espiral de pensamientos encadenados que distrae nuestra principal atención. El observador que entonces eres se llama “conciencia testigo”. Es un espectador de lo que está atravesando la mente pero que es capaz de permanecer impasible. Matthieu Ricard, monje budista y biólogo comenta en una entrevista con Eduardo Punset que la meditación es una práctica oriental que actualmente la ciencia está descubriendo como apoyo para gestionar las emociones. Habla de la importancia de cultivar el altruismo en un niño perfeccionando el estado de atención ya que en una mente distraída no se puede cultivar nada. Habla también de la importancia en concentrarse en las respiraciones ya que al ser algo que no puedes ver, puedes darte cuenta de forma inmediata si te distraes o no. 7. Inteligencia emocional La inteligencia emocional (en adelante IE) consiste en una serie de actividades que sirven para apreciar y expresar de manera justa nuestras propias emociones y las de otros y para emplear nuestra sensibilidad a fin de motivarnos, planificar y realizar de manera cabal nuestra vida. Es una habilidad de las personas para atender y percibir los sentimientos de forma apropiada, la capacidad para asimilaros y comprenderlos adecuadamente y la destreza para cambiar nuestro estado de ánimo y el de los demás. En 1990, el Dr. Peter Salovey y el Dr. John Mayer acuñaron el término “Inteligencia Emocional” aunque tiene un precursor en el concepto de inteligencia social el psicólogo Edward Thorndike (1920). Fue en 1995 cuando gracias al trabajo de Daniel Goleman con la edición de su primer libro “Inteligencia Emocional” el concepto se divulgó a lo largo de todo el mundo. La IE determina la manera en que nos relacionamos y entendemos el mundo. Tiene en cuenta actitudes, sentimientos, y engloba habilidades como el control de los impulsos, la autoconciencia, automotivacion, confianza, entusiasmo, empatía y sobre todo el recurso para ofrecer nuestras mayores prestaciones profesionales. La IE incorpora a nuestras habilidades racionales otras de carácter emocional, como son: 1) Conciencia de las propias emociones: distinguir un sentimiento mientras ocurre supone una IE desarrollada. Esta habilidad es la piedra angular de la IE. Requiere una atención plena en nuestro estado interno y nuestra reacción ante la emoción, así como la relación con los estímulos que lo han provocado. La forma de reconocer la emoción es mantener una actitud neutra ante ella, sin juzgarla ni rechazarla. 2) Manejo de las emociones: Capacidad de controlar los impulsos o sentimientos para adecuarlos a un objetivo. Se trata e tranquilizarse a uno mismo, de deshacerse de la ansiedad, tristeza e irritabilidad exageradas. No consiste en reprimir las emociones sino de controlar el tiempo que éstas duran en el momento que puede llegar a esclavizarnos porque nos vemos arrastradas por ellas. Vemos algunas emociones y las técnicas para manejarlas: El enfado tiene como detonante la sensación de hallarse amenazado. Quizá es la emoción más persistente y difícil de controlar aunque no es ingobernable. Para su control debemos intervenir en los pensamientos hostiles que lo alimentan. Entre las técnicas de control eficaces destacan la relajación, la comprensión y una actitud contraria al enfado. El miedo como reacción ante un peligro real tiene un valor adaptativo y se relaciona con una conducta de huída o lucha. Cuando se produce sin una causa real y de forma persistente, la emoción se denomina ansiedad. Las técnicas de manejo de la ansiedad consisten en la relajación, el cambio del foco de atención, la inducción del pensamiento positivo o la utilización del sentido del humor. Una buena prevención de la ansiedad es el aumento de ejercicio, dieta baja en calorías y cantidad apropiada del sueño y descanso. Es decir, hábitos de conducta que incrementan la secreción de serotonina. En cuanto a la tristeza, las técnicas son la modificación de conducta y la utilización de otra de las habilidades de la IE, el optimismo. 3) Capacidad de automotivación: es la capacidad de entusiasmarnos con lo que hacemos para llevarlo a cabo de forma más rentable y eficaz. LAS EMOCIONES: EL CEREBRO EMOCIONAL Y RACIONAL – Marta Muro Carbajal Página 11 Se relaciona con conceptos psicológicos como son: el control de los impulsos o capacidad de resistencia a la frustración, el control de pensamientos negativos, el estilo atributivo de los éxitos y fracasos y la autoestima. La capacidad de automotivarse se pone a prueba cuando surgen los problemas o dificultades. Entonces hay que pensar que las cosas irán bien ya que es crucial para el desarrollo de los hechos. 4) Empatía: es la aptitud para reconocer las emociones de los demás. La clave para la empatía reside en la destreza para interpretar el lenguaje corporal a través de gestos, miradas, tonos de voz, etc. La empatía se edifica sobre la conciencia de uno mismo ya que mientras más abiertos estemos a nuestras emociones mejor podremos interpretar nuestros sentimientos y así comprender los sentimientos de los demás. El tener empatía con otros nos permite estar mejor adaptados emocionalmente, nos hace más sociables y sensibles. 5) Manejo de las relaciones o habilidades sociales: están relacionadas con la popularidad liderazgo y eficacia interpersonal. Son útiles cuando queremos dirigir y resolver conflictos. Se utilizan también para la cooperación y el trabajo en equipo. Daniel Goleman indica que los objetivos a reeducar en un estudiante, fuera de conceptos puramente intelectuales serían los siguientes: a) Confianza: sensación de controlar el propio cuerpo y conducta b) Curiosidad: la sensación de que descubrir algo nuevo es positivo c) Intencionalidad: deseo y capacidad de lograr algo y actuar en consecuencia. Sentirse competente d) Autocontrol: capacidad de controlar las propias acciones con sensación de control interno de uno mismo. e) Relación: capacidad de relacionarse con los demás; comprender y ser comprendido. f) Comunicación: deseo y capacidad de intercambiar ideas y sentimientos con los demás. Esta capacidad exige la confianza en las personas y el placer de relacionarse con ellas. g) Cooperación: o capacidad de armonizar las propias necesidades con las de los demás. En resumen, las características de la IE son: la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de controlar los impulsos, de diferir las gratificaciones, de regular nuestros propios estados de ánimo, de evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales y la capacidad de empatizar y confiar en los demás. El dominio que alcance una persona sobre estas habilidades resulta decisivo para determinar el motivo por el cual ciertos individuos prosperan en la vida mientras que otros, con un nivel intelectual similar, no son capaces de hacerlo. FUNCIONES DE LAS EMOCIONES Todas las emociones tienen alguna función que les confiere utilidad y permite que el sujeto ejecute con eficacia las reacciones conductuales apropiadas y ello con independencia de la cualidad hedónica que generen. Incluso las emociones más desagradables tienen funciones importantes en la adaptación social y el ajuste personal. Según Reeve (1994), la emoción tiene tres funciones principales: a. Funciones adaptativas b. Funciones sociales c. Funciones motivacionales 2.1. Funciones adaptativas. Quizá una de las funciones más importantes de la emoción sea la de preparar al organismo para que ejecute eficazmente la conducta exigida por las condiciones ambientales, movilizando la energía necesaria para ello, así como dirigiendo la conducta (acercando o alejando) hacia un objetivo determinado. Plutchik (1980) destaca ocho funciones principales de las emociones y aboga por establecer un lenguaje funcional que identifique cada una de dichas reacciones con la función adaptativa que le corresponde. De esta manera será más fácil operativizar este proceso y poder aplicar convenientemente el método experimental para la investigación en la emoción. La correspondencia entre la emoción y su función se refleja en el siguiente cuadro: Psicología de la Emoción: el proceso emocional --------------------------------------------------------------------- ------------------------------------- 5 5 Tabla 1: Funciones de las emociones (tomado de Plutchik, 1980) Lenguaje subjetivo Lenguaje funcional Miedo Protección Ira Destrucción Alegría Reproducción Tristeza Reintegración Confianza Afiliación Asco Rechazo Anticipación Exploración Sorpresa Exploración La relevancia de las emociones como mecanismo adaptativo ya fue puesta de manifiesto por Darwin (1872/1984), quien argumentó que la emoción sirve para facilitar la conducta apropiada, lo cual le confiere un papel de extraordinaria relevancia en la adaptación. No obstante, las emociones son uno de los procesos menos sometidos al principio de selección natural (Chóliz y Tejero, 1995), estando gobernados por tres principios exclusivos de las mismas. Los principios fundamentales que rigen la evolución en las emociones son el de hábitos útiles asociados, antítesis y acción directa del sistema nervioso. Los autores más relevantes de orientación neo-darwinista son Plutchik (1970), Tomkins (1984), Izard (1984) y Ekman (1984). Como veremos más adelante, los investigadores que se centran en el análisis de las funciones adaptativas de las emociones ponen especial interés en el estudio de la expresión de las emociones, análisis diferencial de las emociones básicas, estudios transculturales de las mismas y funciones específicas que representan. 2.2. Funciones sociales. Puesto que una de las funciones principales de las emociones es facilitar la aparición de las conductas apropiadas, la expresión de las emociones permite a los demás predecir el comportamiento asociado con las mismas, lo cual tiene un indudable valor en los procesos de relación interpersonal. Izard (1989) destaca varias funciones sociales de las emociones, como son las de facilitar la interacción social, controlar la conducta de los demás, permitir la comunicación de los estados afectivos, o promover la conducta prosocial. Emociones como la felicidad favorecen los vínculos sociales y relaciones interpersonales, mientras que la ira pueden generar repuestas de evitación o de confrontación. De cualquier manera, la expresión de las emociones puede considerarse como una serie de estímulos discriminativos que facilitan la realización de las conductas apropiadas por parte de los demás. La propia represión de las emociones también tiene una evidente función social. En un principio se trata de un proceso claramente adaptativo, por cuanto que es socialmente Mariano Chóliz Montañés ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- 6 6 necesaria la inhibición de ciertas reacciones emocionales que podrían alterar las relaciones sociales y afectar incluso a la propia estructura y funcionamiento de grupos y cualquier otro sistema de organización social. No obstante, en algunos casos, la expresión de las emociones puede inducir el los demás altruismo y conducta prosocial, mientras que la inhibición de otras puede producir malos entendidos y reacciones indeseables que no se hubieran producido en el caso de que los demás hubieran conocido el estado emocional en el que se encontraba (Pennebaker, 1993). Por último, si bien en muchos casos la revelación de las experiencias emocionales es saludable y beneficiosa, tanto porque reduce el trabajo fisiológico que supone la inhibición (Pennebaker, Colder y Sharp, 1990) como por el hecho de que favorece la creación de una red de apoyo social ante la persona afectada (House, Landis y Umberson, 1988), los efectos sobre los demás pueden llegar a ser perjudiciales, hecho éste que está constatado por la evidencia de que aquéllos que proveen apoyo social al afligido sufren con mayor frecuencia trastornos físicos y mentales (Coyne, Kessler, Tal, Turnbull, Wortman y Greden, 1987). 2.3. Funciones motivacionales La relación entre emoción y motivación es íntima, ya que se trata de una experiencia presente en cualquier tipo de actividad que posee las dos principales características de la conducta motivada, dirección e intensidad. La emoción energiza la conducta motivada. Una conducta "cargada" emocionalmente se realiza de forma más vigorosa. Como hemos comentado, la emoción tiene la función adaptativa de facilitar la ejecución eficaz de la conducta necesaria en cada exigencia. Así, la cólera facilita las reacciones defensivas, la alegría la atracción interpersonal, la sorpresa la atención ante estímulos novedosos, etc. Por otro, dirige la conducta, en el sentido que facilita el acercamiento o la evitación del objetivo de la conducta motivada en función de las características alguedónicas de la emoción. La función motivacional de la emoción sería congruente con lo que hemos comentado anteriormente, de la existencia de las dos dimensiones principales de la emoción: dimensión de agrado-desagrado e intensidad de la reacción afectiva. La relación entre motivación y emoción no se limitan al hecho de que en toda conducta motivada se producen reacciones emocionales, sino que una emoción puede determinar la aparición de la propia conducta motivada, dirigirla hacia determinado objetivo y hacer que se ejecute con intensidad. Podemos decir que toda conducta motivada produce una reacción emocional y a su vez la emoción facilita la aparición de unas conductas motivadas y no otras. Psicología de la Emoción: el proceso emocional ------------------------------------- --------------------------------------------------------------------- 7 7 3. EMOCIONES BÁSICAS Una de las cuestiones teóricas actuales más relevantes, al mismo tiempo que más controvertidas, en el estudio de la emoción es la existencia, o no, de emociones básicas, universales, de las que se derivarían el resto de reacciones afectivas. La asunción de la existencia de tales emociones básicas deriva directamente de los planteamientos de Darwin y significaría que se trata de reacciones afectivas innatas, distintas entre ellas, presentes en todos los seres humanos y que se expresan de forma característica (Tomkins, 1962, 1963; Ekman, 1984; Izard, 1977). La diferencia entre las mismas no podría establecerse en términos de gradación en una determinada dimensión, sino que serían cualitativamente diferentes. Según Izard (1991), los requisitos que debe cumplir cualquier emoción para ser considerada como básica son los siguientes: -Tener un sustrato neural específico y distintivo. -Tener una expresión o configuración facial específica y distintiva. -Poseer sentimientos específicos y distintivos. -Derivar de procesos biológicos evolutivos. -Manifestar propiedades motivacionales y organizativas de funciones adaptativas. Según este mismo autor, las emociones que cumplirían estos requisitos son: placer, interés, sorpresa, tristeza, ira, asco, miedo y desprecio. Considera como una misma emoción culpa y vergüenza, dado que no pueden distinguirse entre sí por su expresión facial. Por su parte, Ekman, otro de los autores relevantes en el estudio de la emoción, considera que son seis las emociones básicas (ira, alegría, asco, tristeza, sorpresa y miedo), a las que añadiría posteriormente el desprecio (Ekman, 1973; 1989, 1993; Ekman, O'Sullivan y Matsumoto, 1991a y b). En general, quienes defienden la existencia de emociones básicas asumen que se trata de procesos directamente relacionados con la adaptación y la evolución, que tienen un sustrato neural innato, universal y un estado afectivo asociado único. Para Izard (1977), así como para Plutchik (1980), las emociones son fenómenos neuropsicológicos específicos fruto de la selección natural, que organizan y motivan comportamientos fisiológicos y cognitivos que facilitan la adaptación. Como hemos comentado, la cuestión de la existencia de emociones básicas es un tema controvertido, sobre el que no existe todavía el suficiente consenso entre los investigadores. Ortony y Turner (1990) señalan que no existen tales emociones básicas a partir de las cuales puedan construirse todas las demás, ya que cada autor propone un número y unas emociones determinadas que no suelen coincidir con las que proponen otros investigadores. Si realmente existieran emociones basicas claramente distintivas no debería existir tal desconcierto. Para Ortony y Turner (1990) existen dos corrientes principales que abordan las emociones básicas. Una biológica, que defiende que las emociones básicas han permitido la adaptación al medio, se encuentran en diferentes culturas y debe haber un sustrato neurofisiológico común entre las emociones básicas de los mamíferos, e incluso de los vertebrados. La otra corriente, psicológica, defiende que todas las emociones se pueden explicar en función de emociones irreducibles. Ambas concepciones están muy relacionadas y su distinción es fundamentalmente didáctica. Mariano Chóliz Montañés ---------------------- ------------------------------------------------------------------------------------ 8 8 Ekman (1992) sale al paso de las críticas de Ortony y Turner para defender la existencia de emociones básicas a nivel fisiológico corroborado por la existencia de una serie de universales en la expresión emocional demostrados transculturalmente, así como por un patrón fisiológico que caracterizaría a cada una de ellas. Las diferentes manifestaciones de actividad del sistema nervioso autónomo estarían a la base de las conductas motoras apropiadas para las distintas emociones, tales como miedo, ira o aversión. Tales emociones estarían directamente relacionadas con la adaptación del organismo, y por lo tanto es consecuente que tengan un patrón de actividad autonómica específica, no así otras emociones tales como felicidad o desprecio. No obstante, los resultados en este particular no son concluyentes, y la existencia de patrones fisiológicos de respuesta característicos de cada reacción afectiva es más un ideal que una realidad. El argumento que se ha esgrimido con mayor vehemencia para demostrar la existencia de emociones básicas es el hecho de que tanto la expresión como el reconocimiento sea un proceso innato y universal. Este argumento darwinista fue expuesto inicialmente por Tomkins (1962) y ha sido desarrollado especialmente por Ekman e Izard (Ekman, 1994; Izard, 1994). No obstante, tampoco sobre esta cuestión existe consenso, más bien al contrario aparecen estudios experimentales que no corroboran la hipótesis de la universalidad en la expresión y reconocimiento de la expresión facial de las emociones y que ponen de manifiesto que se trata de una conclusión producto de importantes sesgos metodológicos (Russell, 1994; Chóliz, 1995c). CUADROS FUNCIONES DE LAS EMOCIONES Todas las emociones tienen alguna función que les confiere utilidad y permite que el sujeto ejecute con eficacia las reacciones conductuales apropiadas y ello con independencia de la cualidad hedónica que generen. Incluso las emociones más desagradables tienen funciones importantes en la adaptación social y el ajuste personal. Según Reeve (1994), la emoción tiene tres funciones principales: a. Funciones adaptativas b. Funciones sociales c. Funciones motivacionales 2.1. Funciones adaptativas. Quizá una de las funciones más importantes de la emoción sea la de preparar al organismo para que ejecute eficazmente la conducta exigida por las condiciones ambientales, movilizando la energía necesaria para ello, así como dirigiendo la conducta (acercando o alejando) hacia un objetivo determinado. Plutchik (1980) destaca ocho funciones principales de las emociones y aboga por establecer un lenguaje funcional que identifique cada una de dichas reacciones con la función adaptativa que le corresponde. De esta manera será más fácil operativizar este proceso y poder aplicar convenientemente el método experimental para la investigación en la emoción. La correspondencia entre la emoción y su función se refleja en el siguiente cuadro: Psicología de la Emoción: el proceso emocional --------------------------------------------------------------------- ------------------------------------- 5 5 Tabla 1: Funciones de las emociones (tomado de Plutchik, 1980) Lenguaje subjetivo Lenguaje funcional Miedo Protección Ira Destrucción Alegría Reproducción Tristeza Reintegración Confianza Afiliación Asco Rechazo Anticipación Exploración Sorpresa Exploración La relevancia de las emociones como mecanismo adaptativo ya fue puesta de manifiesto por Darwin (1872/1984), quien argumentó que la emoción sirve para facilitar la conducta apropiada, lo cual le confiere un papel de extraordinaria relevancia en la adaptación. No obstante, las emociones son uno de los procesos menos sometidos al principio de selección natural (Chóliz y Tejero, 1995), estando gobernados por tres principios exclusivos de las mismas. Los principios fundamentales que rigen la evolución en las emociones son el de hábitos útiles asociados, antítesis y acción directa del sistema nervioso. Los autores más relevantes de orientación neo-darwinista son Plutchik (1970), Tomkins (1984), Izard (1984) y Ekman (1984). Como veremos más adelante, los investigadores que se centran en el análisis de las funciones adaptativas de las emociones ponen especial interés en el estudio de la expresión de las emociones, análisis diferencial de las emociones básicas, estudios transculturales de las mismas y funciones específicas que representan. 2.2. Funciones sociales. Puesto que una de las funciones principales de las emociones es facilitar la aparición de las conductas apropiadas, la expresión de las emociones permite a los demás predecir el comportamiento asociado con las mismas, lo cual tiene un indudable valor en los procesos de relación interpersonal. Izard (1989) destaca varias funciones sociales de las emociones, como son las de facilitar la interacción social, controlar la conducta de los demás, permitir la comunicación de los estados afectivos, o promover la conducta prosocial. Emociones como la felicidad favorecen los vínculos sociales y relaciones interpersonales, mientras que la ira pueden generar repuestas de evitación o de confrontación. De cualquier manera, la expresión de las emociones puede considerarse como una serie de estímulos discriminativos que facilitan la realización de las conductas apropiadas por parte de los demás. La propia represión de las emociones también tiene una evidente función social. En un principio se trata de un proceso claramente adaptativo, por cuanto que es socialmente Mariano Chóliz Montañés ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- 6 6 necesaria la inhibición de ciertas reacciones emocionales que podrían alterar las relaciones sociales y afectar incluso a la propia estructura y funcionamiento de grupos y cualquier otro sistema de organización social. No obstante, en algunos casos, la expresión de las emociones puede inducir el los demás altruismo y conducta prosocial, mientras que la inhibición de otras puede producir malos entendidos y reacciones indeseables que no se hubieran producido en el caso de que los demás hubieran conocido el estado emocional en el que se encontraba (Pennebaker, 1993). Por último, si bien en muchos casos la revelación de las experiencias emocionales es saludable y beneficiosa, tanto porque reduce el trabajo fisiológico que supone la inhibición (Pennebaker, Colder y Sharp, 1990) como por el hecho de que favorece la creación de una red de apoyo social ante la persona afectada (House, Landis y Umberson, 1988), los efectos sobre los demás pueden llegar a ser perjudiciales, hecho éste que está constatado por la evidencia de que aquéllos que proveen apoyo social al afligido sufren con mayor frecuencia trastornos físicos y mentales (Coyne, Kessler, Tal, Turnbull, Wortman y Greden, 1987). 2.3. Funciones motivacionales La relación entre emoción y motivación es íntima, ya que se trata de una experiencia presente en cualquier tipo de actividad que posee las dos principales características de la conducta motivada, dirección e intensidad. La emoción energiza la conducta motivada. Una conducta "cargada" emocionalmente se realiza de forma más vigorosa. Como hemos comentado, la emoción tiene la función adaptativa de facilitar la ejecución eficaz de la conducta necesaria en cada exigencia. Así, la cólera facilita las reacciones defensivas, la alegría la atracción interpersonal, la sorpresa la atención ante estímulos novedosos, etc. Por otro, dirige la conducta, en el sentido que facilita el acercamiento o la evitación del objetivo de la conducta motivada en función de las características alguedónicas de la emoción. La función motivacional de la emoción sería congruente con lo que hemos comentado anteriormente, de la existencia de las dos dimensiones principales de la emoción: dimensión de agrado-desagrado e intensidad de la reacción afectiva. La relación entre motivación y emoción no se limitan al hecho de que en toda conducta motivada se producen reacciones emocionales, sino que una emoción puede determinar la aparición de la propia conducta motivada, dirigirla hacia determinado objetivo y hacer que se ejecute con intensidad. Podemos decir que toda conducta motivada produce una reacción emocional y a su vez la emoción facilita la aparición de unas conductas motivadas y no otras. Psicología de la Emoción: el proceso emocional ------------------------------------- --------------------------------------------------------------------- 7 7 3. EMOCIONES BÁSICAS Una de las cuestiones teóricas actuales más relevantes, al mismo tiempo que más controvertidas, en el estudio de la emoción es la existencia, o no, de emociones básicas, universales, de las que se derivarían el resto de reacciones afectivas. La asunción de la existencia de tales emociones básicas deriva directamente de los planteamientos de Darwin y significaría que se trata de reacciones afectivas innatas, distintas entre ellas, presentes en todos los seres humanos y que se expresan de forma característica (Tomkins, 1962, 1963; Ekman, 1984; Izard, 1977). La diferencia entre las mismas no podría establecerse en términos de gradación en una determinada dimensión, sino que serían cualitativamente diferentes. Según Izard (1991), los requisitos que debe cumplir cualquier emoción para ser considerada como básica son los siguientes: -Tener un sustrato neural específico y distintivo. -Tener una expresión o configuración facial específica y distintiva. -Poseer sentimientos específicos y distintivos. -Derivar de procesos biológicos evolutivos. -Manifestar propiedades motivacionales y organizativas de funciones adaptativas. Según este mismo autor, las emociones que cumplirían estos requisitos son: placer, interés, sorpresa, tristeza, ira, asco, miedo y desprecio. Considera como una misma emoción culpa y vergüenza, dado que no pueden distinguirse entre sí por su expresión facial. Por su parte, Ekman, otro de los autores relevantes en el estudio de la emoción, considera que son seis las emociones básicas (ira, alegría, asco, tristeza, sorpresa y miedo), a las que añadiría posteriormente el desprecio (Ekman, 1973; 1989, 1993; Ekman, O'Sullivan y Matsumoto, 1991a y b). En general, quienes defienden la existencia de emociones básicas asumen que se trata de procesos directamente relacionados con la adaptación y la evolución, que tienen un sustrato neural innato, universal y un estado afectivo asociado único. Para Izard (1977), así como para Plutchik (1980), las emociones son fenómenos neuropsicológicos específicos fruto de la selección natural, que organizan y motivan comportamientos fisiológicos y cognitivos que facilitan la adaptación. Como hemos comentado, la cuestión de la existencia de emociones básicas es un tema controvertido, sobre el que no existe todavía el suficiente consenso entre los investigadores. Ortony y Turner (1990) señalan que no existen tales emociones básicas a partir de las cuales puedan construirse todas las demás, ya que cada autor propone un número y unas emociones determinadas que no suelen coincidir con las que proponen otros investigadores. Si realmente existieran emociones basicas claramente distintivas no debería existir tal desconcierto. Para Ortony y Turner (1990) existen dos corrientes principales que abordan las emociones básicas. Una biológica, que defiende que las emociones básicas han permitido la adaptación al medio, se encuentran en diferentes culturas y debe haber un sustrato neurofisiológico común entre las emociones básicas de los mamíferos, e incluso de los vertebrados. La otra corriente, psicológica, defiende que todas las emociones se pueden explicar en función de emociones irreducibles. Ambas concepciones están muy relacionadas y su distinción es fundamentalmente didáctica. Mariano Chóliz Montañés ---------------------- ------------------------------------------------------------------------------------ 8 8 Ekman (1992) sale al paso de las críticas de Ortony y Turner para defender la existencia de emociones básicas a nivel fisiológico corroborado por la existencia de una serie de universales en la expresión emocional demostrados transculturalmente, así como por un patrón fisiológico que caracterizaría a cada una de ellas. Las diferentes manifestaciones de actividad del sistema nervioso autónomo estarían a la base de las conductas motoras apropiadas para las distintas emociones, tales como miedo, ira o aversión. Tales emociones estarían directamente relacionadas con la adaptación del organismo, y por lo tanto es consecuente que tengan un patrón de actividad autonómica específica, no así otras emociones tales como felicidad o desprecio. No obstante, los resultados en este particular no son concluyentes, y la existencia de patrones fisiológicos de respuesta característicos de cada reacción afectiva es más un ideal que una realidad. El argumento que se ha esgrimido con mayor vehemencia para demostrar la existencia de emociones básicas es el hecho de que tanto la expresión como el reconocimiento sea un proceso innato y universal. Este argumento darwinista fue expuesto inicialmente por Tomkins (1962) y ha sido desarrollado especialmente por Ekman e Izard (Ekman, 1994; Izard, 1994). No obstante, tampoco sobre esta cuestión existe consenso, más bien al contrario aparecen estudios experimentales que no corroboran la hipótesis de la universalidad en la expresión y reconocimiento de la expresión facial de las emociones y que ponen de manifiesto que se trata de una conclusión producto de importantes sesgos metodológicos (Russell, 1994; Chóliz, 1995c). FUNCIONES DE LAS EMOCIONES Todas las emociones tienen alguna función que les confiere utilidad y permite que el sujeto ejecute con eficacia las reacciones conductuales apropiadas y ello con independencia de la cualidad hedónica que generen. Incluso las emociones más desagradables tienen funciones importantes en la adaptación social y el ajuste personal. Según Reeve (1994), la emoción tiene tres funciones principales: a. Funciones adaptativas b. Funciones sociales c. Funciones motivacionales 2.1. Funciones adaptativas. Quizá una de las funciones más importantes de la emoción sea la de preparar al organismo para que ejecute eficazmente la conducta exigida por las condiciones ambientales, movilizando la energía necesaria para ello, así como dirigiendo la conducta (acercando o alejando) hacia un objetivo determinado. Plutchik (1980) destaca ocho funciones principales de las emociones y aboga por establecer un lenguaje funcional que identifique cada una de dichas reacciones con la función adaptativa que le corresponde. De esta manera será más fácil operativizar este proceso y poder aplicar convenientemente el método experimental para la investigación en la emoción. La correspondencia entre la emoción y su función se refleja en el siguiente cuadro: Psicología de la Emoción: el proceso emocional --------------------------------------------------------------------- ------------------------------------- 5 5 Tabla 1: Funciones de las emociones (tomado de Plutchik, 1980) Lenguaje subjetivo Lenguaje funcional Miedo Protección Ira Destrucción Alegría Reproducción Tristeza Reintegración Confianza Afiliación Asco Rechazo Anticipación Exploración Sorpresa Exploración La relevancia de las emociones como mecanismo adaptativo ya fue puesta de manifiesto por Darwin (1872/1984), quien argumentó que la emoción sirve para facilitar la conducta apropiada, lo cual le confiere un papel de extraordinaria relevancia en la adaptación. No obstante, las emociones son uno de los procesos menos sometidos al principio de selección natural (Chóliz y Tejero, 1995), estando gobernados por tres principios exclusivos de las mismas. Los principios fundamentales que rigen la evolución en las emociones son el de hábitos útiles asociados, antítesis y acción directa del sistema nervioso. Los autores más relevantes de orientación neo-darwinista son Plutchik (1970), Tomkins (1984), Izard (1984) y Ekman (1984). Como veremos más adelante, los investigadores que se centran en el análisis de las funciones adaptativas de las emociones ponen especial interés en el estudio de la expresión de las emociones, análisis diferencial de las emociones básicas, estudios transculturales de las mismas y funciones específicas que representan. 2.2. Funciones sociales. Puesto que una de las funciones principales de las emociones es facilitar la aparición de las conductas apropiadas, la expresión de las emociones permite a los demás predecir el comportamiento asociado con las mismas, lo cual tiene un indudable valor en los procesos de relación interpersonal. Izard (1989) destaca varias funciones sociales de las emociones, como son las de facilitar la interacción social, controlar la conducta de los demás, permitir la comunicación de los estados afectivos, o promover la conducta prosocial. Emociones como la felicidad favorecen los vínculos sociales y relaciones interpersonales, mientras que la ira pueden generar repuestas de evitación o de confrontación. De cualquier manera, la expresión de las emociones puede considerarse como una serie de estímulos discriminativos que facilitan la realización de las conductas apropiadas por parte de los demás. La propia represión de las emociones también tiene una evidente función social. En un principio se trata de un proceso claramente adaptativo, por cuanto que es socialmente Mariano Chóliz Montañés ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- 6 6 necesaria la inhibición de ciertas reacciones emocionales que podrían alterar las relaciones sociales y afectar incluso a la propia estructura y funcionamiento de grupos y cualquier otro sistema de organización social. No obstante, en algunos casos, la expresión de las emociones puede inducir el los demás altruismo y conducta prosocial, mientras que la inhibición de otras puede producir malos entendidos y reacciones indeseables que no se hubieran producido en el caso de que los demás hubieran conocido el estado emocional en el que se encontraba (Pennebaker, 1993). Por último, si bien en muchos casos la revelación de las experiencias emocionales es saludable y beneficiosa, tanto porque reduce el trabajo fisiológico que supone la inhibición (Pennebaker, Colder y Sharp, 1990) como por el hecho de que favorece la creación de una red de apoyo social ante la persona afectada (House, Landis y Umberson, 1988), los efectos sobre los demás pueden llegar a ser perjudiciales, hecho éste que está constatado por la evidencia de que aquéllos que proveen apoyo social al afligido sufren con mayor frecuencia trastornos físicos y mentales (Coyne, Kessler, Tal, Turnbull, Wortman y Greden, 1987). 2.3. Funciones motivacionales La relación entre emoción y motivación es íntima, ya que se trata de una experiencia presente en cualquier tipo de actividad que posee las dos principales características de la conducta motivada, dirección e intensidad. La emoción energiza la conducta motivada. Una conducta "cargada" emocionalmente se realiza de forma más vigorosa. Como hemos comentado, la emoción tiene la función adaptativa de facilitar la ejecución eficaz de la conducta necesaria en cada exigencia. Así, la cólera facilita las reacciones defensivas, la alegría la atracción interpersonal, la sorpresa la atención ante estímulos novedosos, etc. Por otro, dirige la conducta, en el sentido que facilita el acercamiento o la evitación del objetivo de la conducta motivada en función de las características alguedónicas de la emoción. La función motivacional de la emoción sería congruente con lo que hemos comentado anteriormente, de la existencia de las dos dimensiones principales de la emoción: dimensión de agrado-desagrado e intensidad de la reacción afectiva. La relación entre motivación y emoción no se limitan al hecho de que en toda conducta motivada se producen reacciones emocionales, sino que una emoción puede determinar la aparición de la propia conducta motivada, dirigirla hacia determinado objetivo y hacer que se ejecute con intensidad. Podemos decir que toda conducta motivada produce una reacción emocional y a su vez la emoción facilita la aparición de unas conductas motivadas y no otras. Psicología de la Emoción: el proceso emocional ------------------------------------- --------------------------------------------------------------------- 7 7 3. EMOCIONES BÁSICAS Una de las cuestiones teóricas actuales más relevantes, al mismo tiempo que más controvertidas, en el estudio de la emoción es la existencia, o no, de emociones básicas, universales, de las que se derivarían el resto de reacciones afectivas. La asunción de la existencia de tales emociones básicas deriva directamente de los planteamientos de Darwin y significaría que se trata de reacciones afectivas innatas, distintas entre ellas, presentes en todos los seres humanos y que se expresan de forma característica (Tomkins, 1962, 1963; Ekman, 1984; Izard, 1977). La diferencia entre las mismas no podría establecerse en términos de gradación en una determinada dimensión, sino que serían cualitativamente diferentes. Según Izard (1991), los requisitos que debe cumplir cualquier emoción para ser considerada como básica son los siguientes: -Tener un sustrato neural específico y distintivo. -Tener una expresión o configuración facial específica y distintiva. -Poseer sentimientos específicos y distintivos. -Derivar de procesos biológicos evolutivos. -Manifestar propiedades motivacionales y organizativas de funciones adaptativas. Según este mismo autor, las emociones que cumplirían estos requisitos son: placer, interés, sorpresa, tristeza, ira, asco, miedo y desprecio. Considera como una misma emoción culpa y vergüenza, dado que no pueden distinguirse entre sí por su expresión facial. Por su parte, Ekman, otro de los autores relevantes en el estudio de la emoción, considera que son seis las emociones básicas (ira, alegría, asco, tristeza, sorpresa y miedo), a las que añadiría posteriormente el desprecio (Ekman, 1973; 1989, 1993; Ekman, O'Sullivan y Matsumoto, 1991a y b). En general, quienes defienden la existencia de emociones básicas asumen que se trata de procesos directamente relacionados con la adaptación y la evolución, que tienen un sustrato neural innato, universal y un estado afectivo asociado único. Para Izard (1977), así como para Plutchik (1980), las emociones son fenómenos neuropsicológicos específicos fruto de la selección natural, que organizan y motivan comportamientos fisiológicos y cognitivos que facilitan la adaptación. Como hemos comentado, la cuestión de la existencia de emociones básicas es un tema controvertido, sobre el que no existe todavía el suficiente consenso entre los investigadores. Ortony y Turner (1990) señalan que no existen tales emociones básicas a partir de las cuales puedan construirse todas las demás, ya que cada autor propone un número y unas emociones determinadas que no suelen coincidir con las que proponen otros investigadores. Si realmente existieran emociones basicas claramente distintivas no debería existir tal desconcierto. Para Ortony y Turner (1990) existen dos corrientes principales que abordan las emociones básicas. Una biológica, que defiende que las emociones básicas han permitido la adaptación al medio, se encuentran en diferentes culturas y debe haber un sustrato neurofisiológico común entre las emociones básicas de los mamíferos, e incluso de los vertebrados. La otra corriente, psicológica, defiende que todas las emociones se pueden explicar en función de emociones irreducibles. Ambas concepciones están muy relacionadas y su distinción es fundamentalmente didáctica. Mariano Chóliz Montañés ---------------------- ------------------------------------------------------------------------------------ 8 8 Ekman (1992) sale al paso de las críticas de Ortony y Turner para defender la existencia de emociones básicas a nivel fisiológico corroborado por la existencia de una serie de universales en la expresión emocional demostrados transculturalmente, así como por un patrón fisiológico que caracterizaría a cada una de ellas. Las diferentes manifestaciones de actividad del sistema nervioso autónomo estarían a la base de las conductas motoras apropiadas para las distintas emociones, tales como miedo, ira o aversión. Tales emociones estarían directamente relacionadas con la adaptación del organismo, y por lo tanto es consecuente que tengan un patrón de actividad autonómica específica, no así otras emociones tales como felicidad o desprecio. No obstante, los resultados en este particular no son concluyentes, y la existencia de patrones fisiológicos de respuesta característicos de cada reacción afectiva es más un ideal que una realidad. El argumento que se ha esgrimido con mayor vehemencia para demostrar la existencia de emociones básicas es el hecho de que tanto la expresión como el reconocimiento sea un proceso innato y universal. Este argumento darwinista fue expuesto inicialmente por Tomkins (1962) y ha sido desarrollado especialmente por Ekman e Izard (Ekman, 1994; Izard, 1994). No obstante, tampoco sobre esta cuestión existe consenso, más bien al contrario aparecen estudios experimentales que no corroboran la hipótesis de la universalidad en la expresión y reconocimiento de la expresión facial de las emociones y que ponen de manifiesto que se trata de una conclusión producto de importantes sesgos metodológicos (Russell, 1994; Chóliz, 1995c).