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SOBRE EL TRASFONDO D E LA EMBAJADA DEL SHAH

ABBAS 1 A LOS PRINCIPES CRISTIANOS:


CONTRAPUNTO DE LAS RELACIONES
DE DON JUAN DE PERSIA

3 1. En 1604 vieron la luz en Valladolid las Relaciones de don Juan


de Persia', divididas en tres libros, los dos primeros consagrados a la his-
toria antigua y moderna de Persia y el tercero al relato de la embajada en-
viada a principios del verano de 1599 por Abbas 1 a los soberanos de Oc-
cidente, que llegó a la corte de España, a la sazón en Valladolid, el 13 de
agosto de 1601. Es esta última parte la más importante de la obra, por ha-
ber sido su autor testigo presencial de cuanto refiere, ya que fue miembro
de dicha embajada y viajó con el encargo regio de apuntar las cosas no-
tables observadas en el itinerario. De las anotaciones en persa que fue ha-
ciendo Umch Bec -pues así se llamaba nuestro personaje antes de reci-
bir el nombre de Juan de Persia con las aguas bautismales- nacerían las
actuales Relaciones, en cuya redacción castellana intervino fray Alonso
Remón, con las lógicas correcciones lingüísticas y cierta dosis de imper-
tinente erudición tomada de obras como la Monarchia ecclesiástica de
fray Juan de Pineda, las Relaciones de Juan Botero Benes, y la Historia
de la guerra entre turcos y persianos de Juan Minadoi2. Libro de gran ra-
reza, fue traducido al inglés en 1926 por G. Le Strange3, quien logró
identificar, con los debidos asesoramientos, los distintos lugares geográ-
ficos que en él figuran con las más pintorescas transcripciones. En 1946
fue reeditado por Narciso Alonso Cortés4 con un valioso prólogo, donde
se hacen, mediante la utilización de datos extraídos de Luis Cabrera de
Cói;doba5 y del Archivo General de Simancas, algunas puntualizaciones

' Relaciones de Don Ivan de Persia. Dirigidas a la Magestad Catholica de Don


Philippe III. Rey de las Espurias, y señor nuestro. Divididas en tres libros, donde se tra-
tan las cosas notables de Persia, la genealogía de sus Reyes, guerras de Persianos, Tur-
cos y Tartaros, y las que vido en el viaje que hizo a España: y su conuersion, y la de
otros dos Caualleros Persianos. A ñ o 1604. Con privilegio. En Valladolid, por h a n de
Bostillo: en la calle de Samano.
Cf. N. ALONSO CORTES (o.c. en nota 4, p. 13).
Don Juan of Persia. A Shi'Ah Catholic. 1560-1604. Translated and Edited with
an Introduction by G. LE STRANGE, Londres, 1926.
Relaciones de don Juan de Persia. Prólogo y notas de NARCISOALONSO COR-
SS, Madrid, Real Academia Española. Biblioteca selecta de Clásicos españoles, 1946
(citada Rel.).
S Cf. notas 69, 70, 72, 75 y 77.
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de importancia en lo referente a la cronología de la embajada en su etapa


española. No obstante, falta un estudio a fondo de tan curiosa obra, y a
suplir en algo esta carencia va encaminado este trabajo.
O 2. Gracias a don José Manuel Floristán, que me ha facilitado la
xerocopia de un considerable acervo documental del Archivo de Siman-
cas, me ha sido posible reconstruir en buena parte el trasfondo diplomá-
tico de dicha embajada, sobre el que lógicamente don Juan de Persia se
calla, bien por natural discreción, bien por simple ignorancia. Un joven
acompañante de un embajador, por abiertos que tenga los ojos y atentos
los oídos, no penetra fácilmente en los arcanos de la política internacia-
nal, incluso en los negocios donde cree intervenir como protagonista de
un modo directo. Y tampoco el más avezado diplomático logra enterarse
de todo lo que se cuece en la trastienda de las cancillerías a escala mun-
dial. No ocurre así en los grandes centros de poder de donde emanan las
decisiones que marcan la historia. Los servicios de información de la mo-
narquía universal austríaca funcionaban con asombrosa eficacia. Las co-
nexiones de los virreyes de Nápoles y Sicilia, de los embajadores en
Roma, Venecia y Praga, entre sí y con la corte, se ponían en marcha en
su momento, como podrá ver el lector, con la precisión de un mecanismo
de relojería. Quien relee los papeles donde aquellos tejemanejes queda-
ron registrados adquiere un conocimiento global de los hechos muy supe-
rior al necesariamente parcial de los mismos que tuvieron sus protagonis-
tas. La certeza de haber ascendido a una cima desde la cual era posible
vislumbrar un horizonte más vasto que el entrevisto por el joven Uruch
Bec en su largo viaje es lo que me movió a elaborar este trabajo. En él,
con la 'substancia' de aquella embajada, se pasa revista a sus vicisitudes
desde la nueva perspectiva ganada con el conocimiento de las acciones
que, paralelamente o entrecruzándose con ella, se emprendieron. Para el
relato circunstanciado ha sido preciso, aquí y allá, recurrir a una técnica
parecida a la del flash back. He de reconocer que, ya metido en faena,
más de una vez me figuré estar escribiendo una novela de intriga y de
aventuras. Aunque no sé si mi torpe prosa acertará a transmitir la misma
sensación a quien tenga la paciencia de leer estas líneas, me atrevo a ofre-
cerlas a la curiosidad erudita a la manera de un complemento o contra-
punto de lo escrito en su día por don Juan de Persia.
§ 3. En 1598 dos frailes portugueses, Alfonso Cordero, !ego de la or-
den del seráfico padre San Francisco, y Nicolás de Melo, agustino, se di-
rigían a Ormuz desde Goa para emprender por tierra el-viaje a Roma, en
ausencia de naos que les llevaran con más comodidad a Lisboa. Fray Al-
fonso Cordero hhbía sido despachado por el padre custodio de la India,
fray Simón de San Francisco, para tratar cosas tocantes a la orden y
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fray Nicolás de Melo había sido elegido para asistir al capítulo general de
los agustinos6. Ambos emprendieron el viaje juntos por consejo del padre
custodio, quien había entregado al agustino sendas cartas para Su Santi-
dad, Su Majestad Católica y el padre general de la orden. Yendo en corn-
pañía, si a uno de ellos le ocurría algún percance, siempre podría el otro
entregar las cartas a sus destinatarios.
5 4. Fray Alfonso Cordero llevaba casi dieciséis años en la India
oriental, adonde se había trasladado en 1584 en el séquito de don Duarte
de Meneses como compañero del custodio y comisario general, fray Gas-
par de Meneses. Su vida había transcurrido en el convento de Coachin y
en otros monasterios de Chaubaisain, Damaun, etc., en relativa tranqui-
lidad7. La de fray Nicolás de Melo (por otro nombre Moral) fue hasta en-
tonces la de un aventurero a lo divino. Criado de un mercader en Sevilla
en 1564, en 1576 estaba en México donde tomó el hábito, y en 1584 pasó
a Filipinas en compañía de fray Juan de Valderrama, todo según el tes-
timonio de fray Tomás Márquez, procurador de las islas Filipinas y defi-
nidor del capítulo general de los franciscanos (cf. Q 13). Virtuoso y buen
religioso, era, no obstante, «hombre de poco assiento y sustancia, i que
no ahonda mucho las cosas*, aunque «discreto i de buen trato y conver-
sación*, siempre a juicio del citado fray Tomás8. Y esta pincelada psico-
lógica puede tener su importancia para lo que se verá después.
5 5. Ambos religiosos partieron de Ormuz en compañía de un fraile
armenio de la orden de San Gregorio (5 22) y, una vez en territorio persa,
tuvieron noticia de que una embajada del rey de España estaba a punto
de emprender el camino de regreso, lo que les hizo apresurar'el paso para
poderse unir a la comitiva9. Llegados a Ispahán, salieron de su error. Los
supuestos embajadores resultaron ser dos caballeros ingleses, Antonio, el
mayor, y Roberto Shirley, los cuales habían sido llamados a la corte des-
de Casbín por el shah Abbas. Su presencia en dicha ciudad obedecía, se-
gún creyeron los frailes, a que portaban un mensaje de la reina de Ingla-
terra para el monarca iraní. Pero más bien parece tener razón don Juan
de Persia, cuando afirma que don Antonio

AGS, Estado, neg. de Alemania, leg. 706; neg. de Roma, leg. 972. Advierto
que, por no estar debidamente foliados, no siempre me ha sido posible dar la nume-
ración exacta de cada documento en el correspondiente legajo.
AGS, Estado, neg. de Alemania, leg. 706.
AGS, Estado, neg. de Roma, leg. 972. Respetamos la ortografía de los docu-
mentos, aunque en beneficio del lector, se altere la puntuación y se pongan acentos.
Ibid.
LUIS GIL

«dijo ser primo del rey de Escocia, y que, tan conocido de todos los
reyes cristianos, era enviado dellos para que, como embajador suyo,
tratase con el rey de Persia que se confederase con ellos, para hacer
la guerra al turco, como a enemigo común del lo^»^^
Si no es verosímil que Isabel, en buenas relaciones con el turco por
entonces, buscase una alianza en contra de sus intereses, tampoco lo es
que ningún soberano de Occidente le diese a Shirley comisión alguna. La
realidad era, como lo demuestra su ulterior comportamiento, que ambos
hermanos, con un séquito de «hasta treinta y dos personas»", habían ido
a parar a aquellas latitudes como caballeros de fortuna en busca de su me-
dro personal. Hombre de pelo en pecho, el tal don Antonio12 tenía en su
haber un pasado de aventuras en las Antillas, en Italia, en Flandes, en
Francia y como corsario por los mares de la India al servicio de la sobe-
rana inglesa, con la que se había enemistado después de la prisión y
muerte del conde de Essex del que decía ser muy deudo13.
9 6 . El sliah, que en 1590 se había visto obligado a firmar la paz con
Turquía a costa de importantes pérdidas territoriales, tras haber puesto
en orden la situación interna de su reino, restaurando la disciplina en el
ejército y sometiendo a su autoridad las levantiscas tribus turcomanas, es-
peraba impacientemente el momento del desquite. Desde hacía tiempo le
rondaba por la cabeza la idea de «enviar él mismo embajada por las In-
dias de Portugal, para sólo el rey de España»I4 con vistas a organizar una
acción conjunta que cogiese al turco entre dos fuegos. La caótica situa-
ción interna del imperio otomano y su guerra con Hungría, que ya duraba
algunos años, deparaban una oportunidad excelente para un ataque si-
multáneo. Poco antes el rey Simeón de Kartli en Georgia se le había an-
ticipado al persa, movido por las mismas consideraciones, a buscar una
alianza militar con Occidente. Shirley captó enseguida los deseos del so-
berano y las posibilidades de montar una operación diplomática de altura
que diera lustre a su nombre y dinero a su bolsillo. Y así
«dijo al rey que otros muchos reyes había en Europa, en el poniente,
también cristianos y poderosos que querían juntarse con su Majestad
para contra el turco, y ansí convenía que fuesen para los reyes que

lo Rel. 111 1, p. 98.


" Ibid.
l2 Sobre ambos hermanos, cf. la bibliografía citada por N. ALONSOCORTÉS,
en
Rel., p. 20, nota 1.
l3 AGS, Estado, neg. de Francia, leg. K 1630, fol. 89.
l4 Rel. 111 1, p. 198.
LA EMBAJADA DEL SHAH ABBAS 1 351

él señalase embajada, carta y presente, lo cual supo proponer tan


bien que satisfizo al rey»15.
Abbas le nombró su embajador para los soberanos de Occidente. Se
determinó que don Antonio, con quince ingleses, quedase como rehén en
Persia. Se activaron los preparativos del viaje. Y en ese momento apare-
cieron en la corte del Sofí los frailes portugueses.
5 7. Al ceñir en 1580 Felipe 11 la corona de Portugal, la dinastía aus-
tríaca española no sólo se enfrentaba a la amenaza turca en el Mediterrá-
neo, sino también en el Mar Rojo y Sino Pérsico, donde desde mediados
del siglo las naves portuguesas habían medido sus fuerzas en repetidas
ocasiones con las galeras turcas. Por la estratégica posesión del islote de
Ormuz, ganada en 1510 para la corona de Portugal por Alfonso de Albur-
querque, el imperio español quedaba además en vecindad mediata con
Persia (O 40). La política de los reyes portugueses había sido la de man-
tener amistosas relaciones con la Persia sawáfida (chiita) y fomentar las
continuas guerras que a lo largo del siglo XVI sostuvo con el imperio oto-
mato (sunita), para apartar l u más lejos posible de sus posesiones de
Oriente la amenaza turca y la iraní (O 40). Felipe 11prosiguió en la misma
línea y en 1581 dio orden a don Francisco de Mascareñas, virrey de la
India, de enviar embajador al shah Tahmasp al objeto de reanudar los
anteriores lazos de amistad. Para esta misión fue elegido fray Simón de
Morais, provincial de los agustinos en la India, quien, recibido muy amis-
tosamente, fue despachado con otro embajador del persa para capitular
el tratado de paz y ayuda mutua. Por desgracia, ambos murieron en el
naufragio de la nave 'Buen viaje' que les portaba. Enterado de esto, Fe-
lipe 11 envió en 1585 al shah Khutabanda con la misma embajada a Mi-
guel Abreo de Lima, caballero portugués morador en la India, «el qual
se reportó tan mal que se salió de la Persia como huyendo, con lo qual
se quebró el hilo desta amistad con España»16.El shah Abbas, conocedor
de estos contactos, estaba deseoso de reanudarlos, aunque después de lo
ocurrido con el último embajador, no sabía cómo.
O 8. Antonio Shirley vio como caída del cielo la llegada de los frai-
les, súbditos ambos del poderoso rey de España. Así que jugó sus cartas
con (O 22) maestría. Uno de ellos, fray Nicolás de Melo, se avendría per-
fectamente por su manera de ser a convertirse en instrumento de sus pla-
nes. Ingenuo y megalómano, fue pronto convencido por el astuto inglés

l5 Ibid.
l6 AGS, Estado, Costas de África y Levante, leg. 495.
352 LUIS GIL

de que podría hacerse artífice de una gran empresa, si estaba dispuesto


a representar ante el soberano persa los intereses de Su Santidad y de Su
Majestad Católica. Y así, asombrado, podía comentar ante don Guillén
de San Clemente, embajador español en Praga (O 15), su más discreto
acompañante fray Alfonso Cordero <<queel dicho Nicolás de Melo, desde
Urmuz hasta Persia se ha nombrado embajador de Su Santidad y de Su
Majestad Católica y trató con el rey de Persia, diciéndole que haría que
se coaligasen con él»17. Que el rey de España le entregaría galeras y ar-
tillería y una fortaleza que se llama Vanguere, «que es de la otra parte
de la Persia en frente de Urmuz». Le aseguró también «que, si le quería
escuchar, le metería debaxo de sus pies la cristiandad». El shah Abbas,
por su parte, se ganaba la confianza del clérigo, extremando las defe-
rencias y muestras de amistad a los cristianos. «El rey los regaló mucho
- d i c e Juan de Persia-l8 y los llamaba a los frailes, padres, y los trataba
con mucha cortesía».
§ 9. Incorporados de esta manera los dos frailes a la embajada, «por-
que don Antonio había hecho su viaje por la Grecia en hábito de turco,
como hombre práctico en la lengua, y por allí no era posible volver, y el.
camino de la India también pareció de mucha navegación, se determinó
en que la jornada se hiciese por Tartaria y Mosc~via»'~. Al frente de la
legación iban un noble persa, Cusem Alibey (así llamado en los docu-
mentos, en tanto que en las Relaciones figura como Uzén Alí Bec) y An-
tonio Shirley, que era el cerebro de la empresa. El persa portaba sendas
cartas del shah para el gran duque de Moscovia, el rey de Polonia, el em-
perador de Alemania, Ia reina de Inglaterra, el rey de Escocia, el rey de
Francia, la señoría de Venecia, el rey de España y el papa. Una mezco-
lanza de intereses políticos tan encontrados y divergentes que abonaba la
opinión de fray Alfonso Cordero de que el shah en realidad no sabía «qué
sea Inglaterra, ni Flandes, ni tiene más noticia que los títulos»20.
«Los que salimos del palacio -afirma don Juan de PersiaZ1- a costa
de Su Majestad y grandes de la corte, en orden y hábito de camino,
eran el embajador, que se llamaba Uzén Alí Bec, y cuatro caballeros
y quince criados, y los dos frailes y don Antonio y cinco intérpretes,
y quince ingleses, y treinta y dos camellos cargados de los presentes,
y los demás caballos de camino y bestias de cargas necesarias para el
número dicho».

l7 AGS, Estado, neg. de Alemania, leg. 705.


Is Rel. 111 1, p. 199.
l9 Ibid.
20 AGS, Estado, neg. de Alemania, leg. 706.
2' Rel. 111 1 , p. 200.
LA EMBAJADA DEL SHAH ABBAS 1 353

Los cuatro caballeros persas eran Azán Alí Bec, Uruch Bec, el futuro
autor de las Relaciones, Alí Guli Bec, sobrino del embajador y Boniat
Bec. De ellos, salvo el primero, ninguno regresaría a Persia (O§ 42,43).
Iba también en la comitiva, a modo de capellán, el alfaquí Amir que
tendría un trágico fin (O 42). Entre los intérpretes cuatro, al menos, eran
cristianos, dos armenios y dos griegosz2.
3 10. La partida se efectuó, según las Relaciones, el «año de la En-
carnación de Cristo de mil y quinientos y noventa y nueve, jueves por la
tarde a nueve de junio»23. Sin embargo, el dato es inexacto. Antonio
Shirley con los ingleses, los frailes (y quizá los intérpretes armenios y grie-
gos) partió por lo menos con un mes de antelación y esperaron a los per-
sas en la ciudad de Casbín. Así se deduce de los documentos. La corni-
tiva, según los cálculos de fray Alonso Cordero, constaba de veinte o
veinticinco personas, lo que sólo puede convenir a la primera parte de la
misma. Francisco de Acosta, que llegó a Ispahán el 9 de julio de 1599,
afirmaba que los frailes portugueses habían abandonado la corte persa
dos meses antes (§ 22). El propio Antonio Shirley aseguró en Roma ha-
ber salido primero (§ 34). Lo confirman los hechos que vamos a conside-
rar a continuación. El 24 de mayo de 1599, fray Nicolás de Melo y An-
tonio Shirley escriben dos breves misivas al rey de España en la ciudad
de Gueilán para ponerle sobre aviso de la llegada en su día de la emba-
jada24. Decía el inglés que el poderoso Sofí de Persia le enviaba a su corte
y a la de los sobredichos príncipes para «tratar y concertar los medios
convenientes de poder coger con buen seso al enemigo común entre el
yunque y el martillo» y ponía como testigo de cuanto tenía hecho y ne-
gociado en aquella corte al reverendísimo padre fray Nicolás de Melo, «el
qual ha sido presente a parte dello, y a su poder me ha ayudado, el qual
trae tambien algun recaudo del Sofí para V. Magestad». Poniéndose así
bajo el resguardo de un religioso, pretendía disipar las dudas que sobre
sus creencias suscitase su nacionalidad.
§ 11. Con cierto candor el portugués aseguraba que el rey de Persia
le había «hecho su Comisario» para con la Majestad Catjlica y Su San-
tidad. Auguraba grandes bienes para la cristiandad como resultado de la
embajada y, para encandilar el interés del monarca español, añadía refi-
riéndose al Sofí:

22 AGS, Estado, neg. de Alemania, leg. 706.


23 111 1, p. 200.
24 AGS, Estado, neg. de Roma, leg. 972.
LUIS GIL

«Diome en prendas de su palabra un relicario de oro con un Chnsto


esmaltado y cortó un pedaco de la toca que traia en la cabeca y me
lo dio diziendo que io lo guardasse hasta que bolviesse ... Mostróme
una cruz que trae a raíz de las carnes de un palmo de grande y to-
cándome la manga de mi hábito halló unas disciplinas, las quales
guardó procurando primero de lo que simían, y lo mismo hizo de las
cuentas que yo traia al cuello las quales besó muchas vezes, dando
muestras de que sabía lo que aquello erapZ5.
El fraile insinuaba de este modo las simpatías procristianas del shah
Abbas.
12. Días después, estando ya en la ciudad de Casbín, fray Nicolás
de Melo entregó ambas cartas el 12 de Junio de 1599 a un armenio, Án-
gel~ de nombre, que había sido criado del duque de Mantua y que estaba
a punto de emprender viaje a Italia, juntamente con otra para el emba-
jador español en Romaz6. En ella le ponía en autos de su gestión y le in-
dicaba que sobre la persona de Antonio Shirley podía informarse del
«cardenal Alebrandinon (O 34) que era su agente en Roma. La vanidad
del portugués asomaba en su afirmación de que el gran Sofí «me ha mi
hecho tantas honras que es espanto, particularmente dándome siempre el
primer lugar». En la mencionada ciudad de Casbín, donde ambas comi-
tivas se reunieron, se demoró la marcha durante ocho días por haber
mandado el rey de Persia que de esta ciudad se Sacase algún presente
para los reyes cristianosz7.Y esto le sirvió de coartada a Antonio Shirley
para lo que después se verá (O 34).
13. El armenio desde Casbín se encaminó a Trebisonda; tomó allí
embarcación a Constantinopla, y desde esta ciudad prosiguió el viaje has-
ta Venecia, Mantua y Roma. En Mantua informó a su antiguo amo de lo
sucedido y éste, a su vez, escribió al papa. El 31 de diciembre de 1599
Ángelo entregó al embajador español las cartas que traía para Su Majes-
tad Católica, así como otras para don Cristóbal de Moura, don Álvaro
Cardona y el Secretario Juan de Ibarra. De viva voz le aseguró que el
Sofí era «moco de valor i inclinado a los cristianos, i trae un crucifixo es-
condido, sino que no osa declararse temiendo la alteración d e su reino»28.
Como excelente diplomático, el embajador, duque de Sesa, aprovechó la
estancia en Roma de fray Tomás Márquez para informarse de la persona-

25 Ibid.
26 Ibid.
"
Rel. 111 1, p. 201.
28 AGS, Estado, neg. de Roma, leg. 972. El embajador habla aquí erróneamente
de «un cierto Surianon al referirse al armenio.
LA EMBAJADA DEL SHAH ABBAS 1 355

lidad de fray Nicolás de Melo, recibiendo las noticias apuntadas arriba


( 5 4). Asimismo, logró enterarse de que el armenio había entregado car-
tas de Antonio Shirley a los embajadores del emperador y del rey de
Francia, los cuales se habían mostrado bastante escépticos sobre su con-
tenido, y de todo ello dio cumplida cuenta a la corte de España. Su in-
forme con la documentación adjunta, despachado el 31 de enero de 1600,
fue recibido en el Consejo de Estado el 22 de febrero de 1600, con unos
cuantos meses de antelación a la llegada de la embajada a Praga que tuvo
lugar el 20 de octubre de dicho año.
§ 14. Sigamos ahora los pasos de ésta. Desde Gueilán, tras azarosa na-
vegación por el mar Caspio, llegó a Astracán, donde se encontró con otra
embajada del Sofí al moscovita. Todos unidos remontaron el Volga en bar-
cazas, hasta que, al helarse sus aguas, les fue preciso proseguir el camino
hacia Moscú en trineos. Al vívido relato de la jornada hecho por Uruch
Bec, fray Alonso Remón añadió algunas anotaciones tomadas de Botero
que pueden verse en las Relaciones 1 y 11 del libro 111. Llegados a Moscú en
noviembre, la doble embajada fue espléndidamente recibida y agasajada por
el gran duque. Cusém Alibey y Antonio Shirley, sin embargo, se vieron
obligados a permanecer en aquella corte cinco meses «detenidos por las
grandes lluvias y nieve», al decir de Juan de P e r ~ i aLa
~ ~verdad
. es que a las
inclemencias climáticas se unió el empeño del moscovita de no franquear el
paso a Polonia a la legación del persa y su insistencia en que debía poner
proa a Inglaterra en el puerto de San Nicolás (Arkángel). Evidentemente le
interesaba aprovechar la ocasión para abrir la vía de Moscovia a las 'mer-
cadurías' que llegaban al Mediterráneo por territorios dominados por el tur-
co. Hasta entonces sólo acudían al citado puerto dos mercaderes que tratan
en las partes septentrionales del Asia*, como se apunta en las relacione^^^,
procedentes de Francia, Inglaterra y Alemania. Y a dicho puerto efectiva-
mente tuvo que encaminarse la embajada de Abbas, que abandonó Moscú
por Pascua de Resurrección.
De la etapa rusa del viaje hay que destacar dos hechos. En primer lu-
gar la defección de fray Nicolás de Melo, que se quedó en Moscovia y se
negó a entregar las cartas que portaba, ya que, como le aseguró a fray Al-
fonso Cordero, se proponía tomar otro camino. Los motivos de esta de-
cisión, que no supo, o no quiso explicar al embajador español en Praga
su acompañante, los deja, sin embargo, en claro Uruch Bec. En Moscovia
se quedaron cuatro criados, que se volvieron a Persia, y el fraile, al que
«hicieron diligencia de buscarle» sin poder dar con él.
356 LUIS GIL

«Sospechamos -comenta-" que don Antonio Sherley le despare-


ció, porque cuando veníamos navegando en las galeras por el río
Eder (Volga), lo tenía para matar en lo bajo de la galera, en un ca-
marote, de donde lo sacamos los persianos. Decía el fraile que había
emprestado al dicho don Antonio mil escudos y noventa diamantes
pequeños, y que porque le pedía que le pagase, le quiso matar».
En el puerto de San Nicolás, don Antonio Shirley, bajo el pretexto de
que era mucho embarazo transportar los cofres con los presentes del shah
en la nave flamenca donde se disponían a embarcar, «por ser vieja para
llevar demasiado peso», y «que él tenía allí un grande amigo inglés, que
traía un navío muy fuerte y ligero, y aquél se los daría puestos en
Roma»32,consiguió que Cusem Alibey se los entregase, ya que traía ins-
trucciones de obedecerle siempre por ser más práctico. Y en qué paró
este asunto se verá después ( O 29).
§ 15. Bordeando Suecia, en accidentada navegación en la cual no
faltaron ni las tempestades, ni un ataque de corsarios ingleses, los envia-
dos del Sofí llegaron a Holanda, donde se tuvo que disfrazar de persa fray
Alfonso Cordero por indicación de Antonio Shirley, por ser aquél «lugar
de luteranos» que «harían pedazos al fraile, porque era p a p i s t a ~ Y
~ ~aquí
.
se modificó el plan del viaje. Desistiendo de zarpar rumbo a Inglaterra,
en una nueva embarcación se dirigieron al puerto de Endem en Alema-
nia. Los particulares del recorrido y la admiración que produjeron en
Uruch Bec la riqueza del país y la pulcritud de sus ciudades, los puede ver
el lector en las Relaciones IV y V. El 20 de octubre de 1600 hizo su en-
trada solemne en Praga la legación del Sofí34.Salió a su encuentro Cris-
tofal Popul, mayordomo mayor del reino a «un quarto de legua fuera de
la ciudad en nombre de Su Majestad Cesárean con toda la corte. A los
embajadores se les hizo subir a la carroza del emperador y al séquito en
otras nueve carrozas. Les escoltaron cuatrocientos hombres de a caballo.
Así al menos decía el informe del embajador don Guillén de San Clemen-
mientras que para los atónitos ojos de Uruch Bec fueron «más de
diez mil personas de ac~mpañamiento»~~.

3'
Rel. 111 3, p. 219, Uruch Bec menciona equivocadamente al fraile como domi-
nico.
32
Rel. 111 3 , p. 222. El retrato que hace aquí don Juan de Persia del inglés, como
«hombre de gran ingenio, aunque pequeño de cuerpo, amigo de grandes ostentacio-
nes, a costa de las rentas que no le dio propias la fortuna»,concuerda con lo que de
él diría don Guillén de San Clemente (8 16).
33
Rel. 111 4 , p. 225.
34
AGS, Estado, neg. de Alemania, leg. 706 (carta de don Guillén de San Cle-
mente del 21 de octubre).
35
AGS, Estado, neg. de Alemania, leg. 707, fol. 25.
36 Rel. 111 5, p. 233.
LA EMBAJADA DEL SHAH ABBAS 1 357

Si ese informe, con encomiable diligencia, lo envió don Guillén a la


corte de España al día siguiente de ocurrir los hechos, poco después (el
13 de noviembre) remitía una detallada relación del interrogatorio al que
había sometido a fray Alfonso Cordero, quien le puso debidamente en
autos de los fines de la embajada y de sus circunstancias ( O 8), le informó
de lo acontecido en Moscú con fray Nicolás de Melo ( 5 14) y le significó
las dudas que le producían las propuestas del gran Sofí37.Ofrecía libertad
de comercio a todos los príncipes cristianos a cambio de una liga contra
el turco. Pero esa oferta representaba un potencial peligro para la monar-
quía española, ya que a través del mar Caspio se podría dar paso a ingle-
ses, flamencos rebeldes y a otras naciones al corazón de Persia, abrién-
dose así otra vía de acceso a las «mercadurías» de la China. Prometía
también la libertad de culto a la iglesia católica en su reino, pero en él no
había católico alguno. El nuevo informe de San Clemente que fue reci-
bido en la corte el 2 de enero de 1601 venía a confirmar las noticias de
la embajada que, procedentes de Roma, obraban en poder del Consejo
de Estado con casi un año de antelación.
§ 16. Las instrucciones que en consecuencia recibirían tanto el
duque de Sesa en Roma, como don Guillén de San Clemente en Praga,
fueron las de especificar las proposiciones del rey de Persia y dar cuenta
detallada del protocolo seguido con sus embajadores en ambas cortes, ya
que la actitud del rey de España dependería de la adoptada por el empe-
rador y el papa. Al duque de Sesa se le comunicaba que, si en Roma era
desestimada la embajada del Sofí, se procurase cortéstemente excusar su
venida a España38. Don Guillén de San Clemente escribe el 10 de marzo
de 1601 lamentando que la cancillería imperial demore informarle sobre
la respuesta dada a la legación del Sofí con la escusa de que se encargaría
de ese menester el embajador imperial K e ~ e n h i l e r ~
Pero,
~ . como exce-
lente diplomático, hace constar que la «sustancia» de la misma era el
asentimiento del soberano a lo propuesto. Aprovechaba la ocasión para
incluir algunos datos de cierta relevancia. Los embajadores del persiano
estaban descontentos por las dudas surgidas en la corte imperial sobre si
era el persa o el inglés la 'cabeza' de la misión, cosa que, a su parecer,
carecía de importancia, al estar ambos de acuerdo en el mensaje transmi-
tido. Insinuaba la contrariedad del inglés por los regalos recibidos, que no
alcanzaron sus expectativas, ni a cubrir lo que había derrochado con com-
patriotas suyos que habían acudido a verle de toda Alemania. Por lo

37 AGS, Estado, neg. de Alemania, leg. 706.


38 AGS, Estado, neg. de Roma, leg. 1856.
39 AGS, Estado, neg. de Alemania, leg. 707, fol. 23.
358 LUIS GIL

demás, aunque públicamente hacía profesión de hereje, le constaba que


se había confesado secretamente con el P. Buyza. Este ir siguiendo los
pasos de don Antonio le permitió a don Guillén concertar con él una en-
trevista y recabar su opinión sobre la situación interna de Inglaterra. De
gran secreto, don Antonio le confió que «Roberto Cicel, el secretario de
la reina, es el que sólo puede con ella». Hombre avaro y sensible al di-
nero, era el causante de su destierro. La guerra con Irlanda y Holanda,
el temor a Escocia y Francia, tenían «confundidíssimo aquel Reyno y a
todos muy cansados»40.
§ 17. El embajador español informó también que su colega francés
había tratado de apartarle a Shirley de su comisión, significándole la po-
breza del emperador, lo que había sentado muy mal en la corte imperial.
Añadía que el duque de Sesa le había escrito dándole cuenta de que el
papa estaba al tanto de toda la negociación y con la mayor objetividad
significaba: «yo ni la apruebo ni la condeno, sólo escribo a V.M. lo que
ha pasado en esta corte». A mayor abundamiento, enviaba un dibujo del
sello del persiano que figuraba en la carta destinada al rey de Espaiia4'
y remitía una traducción al italiano de la credencial del inglés, en la que
claramente el shah manifestaba quién era su verdadero embajador. Tras
la presentación de «il Sr"Antonio Cerli, il quale dopoi la residenza, et ser-
vitii sua fatta alla Regia Corte nía, et acquistato da noi gran stima, et li-
cenciato per tornar'alla sua istessa patria», el monarca hacía constar:
«habiamo espedito di queste parte per Arnbre.il nío stimatissimo et
considerato personagio Cusimali Bei, incompagnia del sopradetto Sr
Antonio et mandato in quelle parti per palesare et far sapere I'ami-
citia nía apresso la gran M'"
Para que en la corte española se tuviera noticia del protocolo seguido,
don Guillén, no sólo refería el recibimiento dispensado a los emisarios
del iraní, sino otras menudencias relativas a su alojamiento, manutención
y viático. A ambos embajadores se les asignaron aposentos separados
«con tapicerias, camas y otras cosas necessarias de su M.d». A1 inglés se
le dio «mesa franca con 48 platos de seruicio en dos uezes, y después
otras 24 tazas de postre». Cuando les recibía en audiencia el emperador,
les iban a buscar tres carrozas con sus lacayos. A su partida que tuvo lu-
gar el 5 de febrero de 1601 les entregó dos mil quinientos «talleres por
ayuda de costa del camino y 13 carrozas pagadas hasta Noremberg».
Aparte de esto, «su M.d les hizo presentar a todos dos, dos aparadores de

40 Ibid.,fol. 26.
41 Ibid., fol. 27.
42. Ibid., fol. 24.
LA EMBAJADA DEL SHAH ABBAS 1 359

plata dorada. Al Inglés dos fuentes con sus jarros, siete copas grandes y
doze tazas, y a cada uno de sus officiales una copa de plata, y al Persiano
otras dos fuentes con sus jarros, doze tazas, seis candeleros y seis saleros,
y assimesmo se presentó a todos sus criados>>43.
§ 18. Con fecha del 4 de agosto d e 1601 don Guillén de San Clemen-
te pudo enviar información pormenorizada de lo tratado por los embaja-
dores del persiano en Praga, cuando ya estaba a punto de llegar Cusém
Alibey a la corte vallisoletana de Felipe II14. El gran Sofí hacía una serie
de propuestas, ofrecimientos y recomendaciones que se puede resumir en
los siguientes puntos:
- su amistad a todos los príncipes cristianos por el odio común al
turco.
- ponerse en pie de guerra, siempre que el peso de la misma no re-
cayese por entero en sus espaldas.
- la supresión de todo comercio que reforzase las finanzas y recur-
sos militares de la Sublime Puerta.
- la coalición, dinmiendo las mutuas diferencias, de los príncipes
cristianos frente al enemigo común.
- un plazo fijo para la iniciación de las operaciones.
- la movilización para la campaña de sesenta mil mosqueteros y
otros tantos jinetes, o más si era preciso, por su parte.
- rechazo de la guerra defensiva por ser «una perdita del tempo,
ruina delli huomini, delle facolta, et della riputazione».
- la ofensiva desde distintos lugares, no sólo desde Hungría.
- el envío de embajadores plenipotenciarios por parte del empera-
dor y de los príncipes confederados.
- pacto de no tomar resolución alguna, sin el consentimiento
general o de la mayoría de los confederados.
- establecimiento en Persia de embajadas permanentes de los sobe-
ranos de Occidente.
- compromiso de no retirarse de la guerra sin el consentimiento de
los demás confederados.
- hacer la paz o pactar treguas conjuntamente.
A cambio d e la aceptación de estas condiciones el shah ofrecía:
- libertad a los cristianos de circulación y estancia en sus reinos,
con privilegios amplísimos para sus bienes, tráficos y negocios.
- garantías para el ejercicio público y privado de su religión.
- la imposición por parte suya a todos los cristianos de sus reinos
del acatamiento de la autoridad del papa.
- la observancia del pacto por sus sucesores.

43 Ibid., fol. 25.


" Ibid., fol. 28.
360 LUIS GIL

Frente a todo ello urgía el pronto envío de embajadores acreditados


para conocer las intenciones de los príncipes cristianos.

O 19. Don Guillén de San Clemente envió, asimismo, copia de tres


cartas latinas, fechadas a 12 de diciembre de 1600, con las que contestaba
Rodolfo 11 a la embajada del Sofí45. Para asegurar la rapidez de la res-
puesta, enviaba una de ella a Roberto Shirley, a fin de que de su propia
mano la recibiera el shah. El emperador agradecía las buenas intenciones
del soberano persa, le comunicaba que ya se hallaba en guerra con el tur-
co, asegurándole que pondría de su parte todo lo posible para comunicar-
se con los príncipes cristianos procul a se inuicem dissitos, et partim intes-
tinis bellis, partim aliis impedimentis distentos, a fin de impulsarlos a la
empresa común. De momento, sólo podía prometerle que impediría en
sus reinos todo comercio con el turco y que, aunque fuera a costa de au-
mentar la presión tributaria de sus súbditos, continuaría la guerra, deses-
timando las proposiciones de paz que le venían haciendo Ibrahím Bajá y
el Khan de los tártaros. Le instaba a su vez al shah a unir sus fuerzas con
las del georgiano y las del gran duque de Moscovia, a quien escribiría en
este mismo sentido. Le manifestaba su esperanza de que, aun sin la ayuda
de otros príncipes, entre los dos podrían quebrantar el poderío otomano.
Por lo demás, le agradecía las facilidades prometidas a los cristianos y en-
comiaba el celo puesto en el cumplimiento de su misión por Antonio Shir-
ley y Cusém Alibey. En la tercera de las misivas, a las consideraciones
anteriores añadía que rompería las hostilidades con el turco en la prima-
vera próxima y que estaba aprestando los preparativos bélicos.

§ 20. Cuando todavía no habían hecho acto de presencia en Praga


los emisarios del persa, llegó a Roma el jesuita portugués Francisco de
Acosta, que había salido de la India en compañía de un compatriota,
Diego de Miranda, antiguo capitán que anteriormente había estado en
Ormuz. En el camino se separaron. El militar tomó la vía de Babilonia
y el religioso la de Persia, adonde llegó poco después de partir la emba-
jada ( 5 22) y pudo, por tanto, recibir informes frescos sobre algunos par-
ticulares de la misma. Obligado a desplazarse a Venecia para cobrar cier-
to dinero que le habían remitido desde la India, Acosta se encontró allí
con don Diego de Miranda y con el armenio Ángelo que había llevado a
Roma las misivas de Melo y de Shirley ($9 12,13). Por entonces se hallaba
en dicha ciudad un noble persa, Assán de Bech, quien, bajo la apariencia

45
Zbid., fols. 50, 51, 52.
LA EMBAJADA DEL SHAH ABBAS I 361

de mercader, ocultaba la misión de reunirse con la embajada que le había


encomendado el ~ h a h ~ ~ .
5 21. Reconocido por Diego de Miranda, que había coincidido con
él en Ormuz, en ocasión de haberle enviado al prócer persa el shah como
emisario suyo al reino de Laor, pronto se entabló entre ambos una co-
rriente de mutua simpatía que condujo a que el fzlso mercader le abriera
su corazón. Don Diego de Miranda le presentó al obispo de Pistoya y en
su presencia el persa reveló su secreto cometido. Preocupado por la tar-
danza de la embajada y desesperando de que pudiera ya arribar a su des-
tino, Assán de Bech no tuvo empacho en confiar que su objetivo era el
de lograr la coalición de persas y cristianos contra el turco. Y llevando
aún más lejos las confidencias, les expuso las simpatías procristianas del
shah, basadas en la pertenencia a esta religión de su madre y esposa, y
su deseo de que el papa enviase a sus reinos sacerdotes de rito latino.
Dejó, asimismo, entrever una posible apetencia en su rey de conversión
y les confesó, en lo tocante a su persona, su íntimo afán de bautizarse que
reprimía el temor del escándalo que entre los suyos produciría semejante
ejemplo4'. Tan patéticas y conmovedoras fueron sus palabrás que el pro-
pio obispo y don Diego de Miranda no pudieron contener las lágrimas al
escucharlas. Se pensó en un primer momento que Assán de Bech fuera
a Roma a entrevistarse con el papa, pero, habida cuenta de los peligros
del desplazamiento, se decidió su regreso a Persia. No pudo, empero,
llegar, pues murió en el camino en tierra de turcos. El obispo envió una
detallada relación de los hechos al pontífice por medio de su hermano,
Antonio Abioso, a quien acompañaron Francisco de Acosta y Diego de
Miranda para dar cuanta información complementaria fuera menester.
§ 22. La del jesuita48 aportó algunos detalles de importancia, que
fueron omitidos ex profeso por Antonio Shirley y fray Nicolás de Melo
en el aviso de la embajada enviado desde Casbín. Francisco de Acosta
coincidió en Ispahán, adonde llegó el 12 de julio de 1599, con el hermano
del inglés, Roberto Shirley, y su séquito, con un mercader veneciano y
con el padre armenio que había hecho el viaje desde Ormuz hasta Ispahán
en compañía de fray Nicolás de Melo y fray Alfonso Cordero (§ 5). Nada
más llegar -decía- fueron a su encuentro «tres ou quatro mancebos In-
gleses a caualo» a pedirle que se alojara en casa de su patrono «como
tinháo feito os frades que vieráo pr.O», pero, con la lógica desconfianza

46 AGS, Estado, neg. de Francia, leg. K 1630, fol. 121.


47 Zbid., fol. 68.
48 Ibid., fol. 69.
362 LUIS GIL

frente a herejes, rechazó cortésmente la invitación. Aceptó, en cambio,


la del armenio y esto le permitió enterarse de ciertos secretos, cuando en-
tre ambos hubo la necesaria confianza para sincerarse. Su testimonio con-
firma la opinión sobre el «poco assiento y sustancia» del bueno de fray
Nicolás de Melo que tenía fray Tomás Márquez ( O 4). Yendo de camino
por tierras del persa, afirmaba el armenio, «fez taes cousas que me temi
que os mouros o matassem». Y no mayor seso denotó tener en Ispahán.
Alojado y agasajado por el astuto Antonio Shirley, quedó convencido de
las protestas de catolicismo de su huésped y se avino precipitadamente a
secundar sus planes. El inglés vio pintiparada la ocasión de acrecentar su
prestigio ante el monarca, si comparecía frente a él acompañado del fraile
agustino y si éste, silenciando en beneficio de la cristiandad las enemis-
tades existentes entre Inglaterra, el Papado y España, se presentaba
como «procurador do Sumo Pontifice o do Rei de Hespanha» en viaje de
regreso para dar cuenta de su gestión. Más aún, le entregó al fraile «duas
boas espingardas e alguas pecas da India» para que se las ofreciese al ira-
ní como obsequio de sus soberanos. Recibido el clérigo en audiencia jun-
to con el inglés, que, por supuesto, abonaba sus aseveraciones, el shah
quedó convencido de la armonía existente entre los príncipes cnstianos y
de la «obediencia e o respeito que os Reis christiáos tem a o padre grande
de Roma», como así llamaba al Sumo Pontífice. De ahí esas sus grandes
muestras de deferencia al agustino, entre ellas el regalo de su cruz de oro
con diamantes y rubíes ( O 11) y las grandes esperanzas que concibiera en
el buen éxito de la embajada. Vista su manera de ser, tampoco extraña
que, a partir de ese momento, el bueno de fray Nicolás de Melo creyera
sinceramente representar los intereses del rey de España y de la Santa
Sede, como atónito comprobara fray Alfonso Cordero.
§ 23. También fue substanciosa la información que pudo obtener el
jesuita Acosta del mercader veneciano. Invitado éste a comer con Rober-
to Shirley por el shah en día de precepto, como se percatase el monarca
de que no probaba la carne, en tanto que el inglés daba buena cuenta de
ella, le preguntó el motivo de su abstinencia. Vino de esta manera a en-
terarse Abbas de las diferencias existentes entre católicos y protestantes
y en posterior audiencia le manifestó al veneciano su indignación por el
engaño de que había sido objeto por parte de Antonio Shirley y Nicolás
de Melo. Conocida la realidad, comenzaba a dudar del buen éxito de la
embajada. En posteriores entrevistas le comunicó que había enviado a
dos armenios con un nuevo mensaje al Sumo Pontífice y le confió su de-
seo de recibir sacerdotes católicos, pero no de la ralea del agustino, para
que predicasen y fundasen iglesias en sus reinos. Le demostró también
cómo, en gran parte, sus servidores eran cnstianos. Y todo ello lo pudo
LA EMBAJADA DEL SHAH ABBAS I 363

compulsar Francisco de Acosta con el testimonio concordante de dos


mercaderes portugueses y del sacerdote armenio.
§ 24. No podían, pues, ser más halagüeñas las perspectivas de una
eficaz labor de evangelización y de una acción bélica que aligerase la pre-
sión otomana sobre Europa. Todos los informes llegados a la Santa Sede
coincidían en resaltar la buena disposición del shah Abbas para recibir el
mensaje cristiano. De ahí que, sin pérdida de tiempo, Clemente VI11 des-
pachase a Francisco de Acosta y a Diego de Miranda a Persia con sendos
breves suyos (con fecha ambos del 24 de febrero de 1601) para el monar-
ca iraní49y su esposa50, así como con unas instrucciones sobre el modus
operandi redactadas por el cardenal de San Giorgio el 28 del mismo
mes51.
Notificábale el papa al persa que, pese a no haber llegado a Roma to-
davía su embajada, tenía noticia cierta de su propósito por la conversa-
ción sostenida entre Diego de Miranda y Assán de Bech. Se congratulaba
grandemente de la buena disposición del monarca hacia sus súbditos cris-
tianos y, de acuerdo con su deseo, estaba dispuesto a enviarle jesuitas
desde la India a predicar en Persia el Evangelio. Si con la ayuda de Dios
se convertía a la verdadera religión, sin duda alguna superaría en fama a
su antepasado Ciro y sojuzgaría a todos sus enemigos. Le notificaba la
llegada de sus emisarios Francisco Acosta y Diego de Miranda, buenos
conocedores de Persia y muy adictos a su soberano, esperando que los
acogiera con el mismo amor y honores con los que él recibiría a los suyos.
De la estrecha amistad entre la Iglesia de Roma, madre de todas las igle-
sias, y la corona de Persia dimanarían múltiples beneficios para ambas
partes, no siendo el menor la victoria sobre el enemigo común, qui into-
lerabili superbia, et insatiabili cupiditate dominandi omnia regna, omnes
prouincias sua tyrannide opprimere et durissimo servitutis iugo subjicere
auidissime desiderat. A tal efecto, el papa prometía no sólo seguir pres-
tando ayuda al emperador Rodolfo, sino poner de su parte todo lo posi-
ble para persuadir a todos los príncipes cristianos a entrar en guerra con
la Sublime Puerta. Si el rey de Persia, con la fuerza de su ánimo, se re-
solvía a vengar las injurias recibidas, profecto fera illa et immanis bellua
undique vulneribus confecta prosternetur.
§ 25. El mismo tono, pastoral y diplomático, tenía la misiva dirigida
a la reina. No sine magna divini numinis providentia el potentísimo rey de

49 Ibid., fol. 65.


Ibid., fol. 66.
51 Ibid.. fol. 67.
364 LUIS GIL

Persia, nacido de madre cristiana, se había desposado con una cristiana.


Con la ayuda de Dios podrían cumplirse las palabras del apóstol Pablo:
sanctijicetur vir infidelis per mulierem fidelem. Y jcuántos beneficios para
el rey y para sus súbditos aparejaría esa posible conversión, aparte, claro
está, de la salvación del alma, inalcanzable fuera de la santa fe de Cristo!
Por ello la exhortaba a comprometer su autoridad de esposa en tan santo
menester: Dabis operam ut negocium sanctae religiorzis et perfectae amici-
tiae inter nos et Regem feliciter conficiatur et Rex iste magnus summo cum
nostro et totius Populi Christiani gaudio se ipsum Christo dedat. El padre
Acosta la podría consolar y, si fuera menester, instruir en todo lo perti-
nente a la doctrina católica, ut Deo perjfecte seruias eique sis quam gratis-
sima.
O 26. Las instrucciones que Cinthio, cardenal San Giorgio, dio por
escrito a los emisarios de Clemente VI11 desarrollaban el doble aspecto
evangélico y político de una misión que se les encomendaba precisamente
a ellos por ser depositarios del secreto de Assán de Bech. Debían ocultar
el objeto de su viaje «con qualche pretesto colorato d'affari mercantili o
simile», salvo a las personas de las que pudieran esperar ayuda o consejo.
Una vez en Persia, se preveían las diversas contingencias con que podían
tropezarse. Si el shah estaba realmente dispuesto a convertirse, se le ha-
ría ver que para la culminación de su gloria sólo le faltaba salir «da gli he-
rrori che tengono il mondo miseramente diviso», de los cuales era autor
«un vile Arabo Apostata, che s'arrogo nome di Profetta*. El monarca era
hijo de madre cristiana y, por afiadidura, príncipe de una nobilísima
nación que nada tenía que ver con turcos ni con árabes. En caso de en-
contrarlo irresoluto, se debía acudir a los buenos oficios de la reina, «mo-
vendola con l'interese della salute dell'anima, et della sicurezza, e's am-
pliatione delli stati, et con ogni altro incitamento opportuno», procuran-
do, si pertenecía al rito griego, apartarla de su error. En caso de no tener,
como era presumible, el sacerdote acceso a la real fémina, debía procurar
al menos ponerse bajo su protección. Supuesto que el shah, «per manca-
mento di una perfetta illuminatione, o per timore di non alterare li Po-
puli, et subditi», rehusase cambiar de religión, se debía conseguir que
permitiera, como el Gran Turco, la predicación del Evangelio en sus rei-
nos, el libre ejercicio de la religión católica y la edificación de iglesias y
conventos, tanto más cuanto que así lo había prometido.
9 27. El cometido político de los embajadores se centraría en per-
suadir al soberano persa a romper inmediatamente las hostilidades contra
el turco. Que exaltasen la fama de su valor; que excitasen su deseo de
vengar las afrentas recibidas de la casa otomana «et quelle ancor che ven-
gono fatte a lui medesimo nelle persone di Principi Georgiani congionti
LA EMBAJADA DEL SHAH ABBAS I 365

seco con legami cosi stretti d'affinita, et d'amore»; que describiesen con
negras tintas la desolación de los territorios ocupados e hicieran hincapié
en la oportunidad del momento para declarar la guerra, señalando las de-
bilidades internas de Turquía, gobernada por un qrincipe o Tiranno sen-
za consiglio, et un gouerno pieno di debolezza». En cuanto a la situación
del Occidente, se les recomendaba minimizar los éxitos militares turcos,
encarecer la gran autoridad moral del papa y resaltar el poderío del
emperador y los recursos militares del Rey Católico, continuador de la
política de los monarcas portugueses, cuyas naves tantas veces habían de-
rrotado las galeras turcas en el mar Rojo y sino Pérsico, impidiendo así
la expansión de la Sublime Puerta por toda el Asia. IJna vez tomada la
decisión, el soberano persa debía comunicarla a Roma cuanto antes con
un enviado «senza strepito o pompa». A don Diego de Miranda, como
entendido en la materia, se le daba el encargo de informar urgentemente,
en lo relativo al persa, de «tutti i particolari della sua potenza, dell'ade-
renze, de i disegni, et d'ogn' altro simile particolare».
28. El Sumo Pontífice dio cumplida cuenta de todo este negocio al
embajador de España en la Santa Sede, el cual escribió, a petición suya,
a don Luis de Gama, gobernador de Ormuz5', y a don Arias Saldaña, vi-
rrey de la India53, sendas cartas de presentación para el padre Francisco
Acosta, quien, una vez cumplida su misión con el shah, debía rendir viaje
a la India para informar de su resultado y recabar, en su caso, el envío
desde allí de padres misioneros a Persia. A ese mismo efecto, el padre ge-
neral de los jesuitas escribió al provincial. Los dos portugueses, entre los
que surgieron al parecer algunas diferencias, decidieron tomar para su
jornada la vía de Moscovia. Fueron primero a Venecia, y allí les pudo ver
el embajador español, Francisco Vera, cuando estaban a punto de dirigir-
se a Praga.
O 29. Antes de su partida, se tuvo noticia en Roma de la llegada a
dicha ciudad de Antonio Shirley y de Cusém Alibey. Toca ahora seguir
los pasos de la embajada del persiano a la que dejamos ( O 17) en el mo-
mento de su despedida por el emperador. Desde Alemania prosiguió su
ruta por el itinerario descrito por Juan de Persia en su Relación VI. Una
vez en Italia, pasó de Mantua, donde fue bien acogida por el duque, a
Verona. Allí aguardó a que la Señoría de Venecia les concediese el per-
miso de entrada en la ciudad. Pero, hallándose en ella un embajador del
turco, no se atrevieron las autoridades a recibirla «porque no resultase

52 Ibid., fol. 74.


" Ibid., fol. 75.
366 LUIS GIL

alguna novedad en daño de la cristiandad»54.En vista de ello, y con gran-


dísimo enojo de Cusém Alibey, continuó la legación su camino hasta Fe-
rrara, desde donde se le envió aviso al gran duque de Florencia de su in-
minente llegada. Acogidos y aposentados persas e ingleses con espléndida
hospitalidad en esta ciudad, se trasladaron después a Pisa donde se halla-
ba a la sazón el gran duque. De nuevo magníficamente agasajados, pasa-
ron a Siena y allí esperaron la licencia de Su Santidad.
«Aquí en la ciudad de Siena -cuenta don Juans5- riñó el embaja-
dor de Persia con don Antonio Shirley, y llegaran las cosas a mal, si
el cardenal que había enviado Su Santidad no se hallara presente».
El motivo del altercado fue que Cusem Alibey le reclamó al inglés los
cofres con los presentes que había prometido poner en Roma.
«Y a lo que pareció, todo fue engaño, pues tales cofres no habían
venido a Roma, y el don Antonio debió de vender o cambiar en el
mar Báltico o Océano Septentrional a aquellos mercaderes ingleses el
valor de los siete presentes; y pareció después ser ansí, porque tuvi-
mos aviso cómo se habían vendido las piezas de brocado y telas en
Moscovia».
§ 30. A partir de este momento la convivencia entre ambos embaja-
dores se hizo imposible. El día 3 de abril de 1601, cuando se hallaban en
Viterbo a sólo cuarenta millas de Roma, «vinieron a las manos i el Ingles
dexó mal herido a uno de los Persianos que trae consigo el otro»56.Cu-
sém Alibey no estaba en modo alguno dispuesto a consentir lo que le ha-
bía sucedido en Praga, tanto más cuanto que había descubierto la calaña
de su colega. De ahí que las disputas sobre la precedencia arreciasen al
pretender «cada uno de ellos ser el embajador principal». Las cosas Ile-
garon al extremo de que el papa tuviera que enviarles unos camareros su-
yos para ponerlos en paz, cuando todavía estaban en la huerta del mar-
qués Arriano fuera de la Puerta del Pópulo. Allí salió a recibirles el prior
de Roma con la nobleza seglar, ya que, al ser emisarios de un rey infiel,
no quiso el papa que fuera a su encuentro eclesiástico alguno. A la en-
trada en la ciudad «volvieron a la misma competencia, i no fue menester
poco trabajo para aquietarlos». Resuelto el problema del protocolo como
buenamente se pudo y alojados en el Burgo en estancias separadas con
sus respectivos séquitos, ambos embajadores presentaron por separado
papeles a Su Santidad «alegando sus razones y acusando al compañero»,

54 Rel. 111 6 , p. 239.


Rel. 111 6 , p. 240.
56 AGS, Estado, neg. de Francia, leg. K 1630, fol. 88.
LA EMBAJADA DEL SHAH ABBAS I 367

hasta el punto de que se planteó el problema de encontrar «personas


desapassionadas que supieran la lengua persiana para interpretar las car-
tas, ya que cada uno traía su propio intérprete». Así era cómo una mi-
rada imparcial, como la del duque de Sesa, veía los hechos. Pero, por
suerte, contamos con la versión al menos de una de las partes.
§ 31. Lógicamente, don Juan de Persia es en este punto más explí-
cito y conviene cederle la palabra. A los tres días de estancia en Roma,
el papa envió a llamar al embajador persiano y éste
«envió a responder a Su Santidad que no podía ir aquel día a besarle
el pie porque faltaba el presente; que don Antonio le había engaña-
do; y Su Santidad volvió a responder que fuésemos, que él se infor-
maría de lo que era y mandaría remediarlo^^'.
Con este tira y afloja pasó algún tiempo, hasta que al fin, recibido en
audiencia, Cusém Alibey entregó la carta del rey de Persia a Su Santidad,
no sin aprovechar la ocasión para insistir una vez más en «el engaño y
cautela de don Antonio con los presentes». A lo que Clemente VIII,
como buen diplomático, replicó:
«Yo no castigo a los que vienen a mí, y más enviándolo de paz el rey
de Persia; llévenlo al rey de España, que él lo castigará».
De las cosas que aducía el inglés en su descargo alguna noticia tene-
mos (§ 34), pero ignorarnos en qué momento fue recibido. Lo cierto es
que la proximidad de la Semana Santa demoró las audiencias y que el
compás de espera sirvió para el mejor conocimiento de las personalidades
respectivas de ambos emisarios.
9 32. Merced a esta dilación, el duque de Sesa tuvo la oportunidad
de cumplimentarlos y de tomar más estrecho contacto con el inglés. Así
pudo comprobar la sinceridad de su conversión al c a t o l i ~ i s m osu
~ ~temor
,
a regresar a Inglaterra, precisamente por haber servido al rey de Persia
cuando la reina era amiga del turco, y su deseo de dar informaciones de
utilidad sobre la India. La recomendación por el duque de Sesa de su per-
sona, como buen conocedor de los asuntos de Persia y del Oriente, habría
de pesar más adelante en la aceptación de ese ofrecimiento. Las noticias
del embajador en Roma sobre el inglés venían a coincidir con las que ha-
bía enviado desde Praga don Guillén de San Clemente (§ 16).
El persiano, por su parte, intimó con Antonio Abioso por el trato que
éste tuvo con Assán de Bech. Pero la demora no calmó los ánimos de los

57 Rel. 111 6, pp. 241-242.


58 AGS, Estado, neg. de Francia, leg. K 1630, fol. 121.
368 LUIS GIL

recién llegados; antes bien, parecía encresparlos. El persa insistía en su


rango de embajador, puesto que era el portador de las cartas regias, a lo
que reargüía el inglés que las traía precisamente por su calidad de secre-
tario. La disputa llegó al dominio público y la gente tomaba acalorada-
mente partido por uno u otro:
«a sido cosa graciosa -comentaba el duque de Sesa a Felipe 111-59
que, como si les importara algo, se a dividido toda esta Corte, desde
los ombres graves hasta los capateros i los mismos criados del Papa,
unos en favor del Inglés, i otros del Moro, i este parece que al fin a
quedado por más verdadero, porque siempre a hablado de una mis-
ma manera. El Inglés sin duda es ombre de invenciones i inconstan-
te, aunque mui plático i bien entendidos.
Q 33. El papa, que prudentemente los había recibido por separado,
pudo percatarse en dos o tres audencias de que el mensaje portado por
ambos era el mismo y coincidía en lo fundamental con las noticias que le
habían llegado de Assán de Bech. Con una diferencia, sin embargo, de
matiz en lo referente a los ocultos deseos de conversión al cristianismo
por parte del shah. De ahí que redactara un nuevo breve6", cargando el
tono en lo político, en el que instaba al persa a atacar inmediatamente al
turco, prometiéndole la zyuda de los príncipes cristianos. La parte pasto-
ral se limitaba a solicitar permiso para el envío a sus reinos de sacerdotes
católicos. La carta del shah, cuyos términos nos son desconocidos, no de-
bía de diferir mucho en su tenor de la enviada al emperador Rodolfo.
Como urgía la pronta llegada de la respuesta a su destino, Clemente
VI11 decidió que Antonio Shirley la portara «secretamente i desconocido
con sólo una lengua i pocos criados por la via de Ale~andria»~' y que a
España sólo fuera Cusém Alibey con los «moros» de su séquito. Era ésta
la forma más expeditiva y diplomática de acabar con tantos «dares y to-
mares». Aunque la catadura moral del don Antonio no fuera recomenda-
ble, su desenvoltura y su experiencia de las cosas de Oriente y Occidente
le hacía más adecuado para llevar con éxito el mensaje a su destino. El
papa le pidió al embajador español que escribiera sendas cartas de reco-
mendación para Shirley y Cusém Alibey (por si el shah se decidía a en-
viarlo de nuevo a Occidente por esa vía) al gobernador de Ormuz, don
Luis de Gama62,y al virrey de la India oriental, don Arias de Saldaña63,

59 Ibid.. fol. 119.


60 Con kecha de 2 de mayo de 1601 (AGS, Estado, neg. de Francia, leg. K 1630,
fol. 102).
ÁGS, Estado, neg. de Roma, kg. 1630, fol. 117.
62 Ibid., fol. 113.
63 Ibid., fol. 112.
LA EMBAJADA DEL SHAH ABBAS I 369

cosa que éste hizo con fecha del 27 de mayo de 1601, advirtiendo a los
destinatarios que, si bien el inglés había sido hereje y enemigo de España,
ahora que se había convertido estaba dispuesto a servir al Rey Católico
y sus avisos podrían ser de suma utilidad por ser hombre muy 'plático' en
lo relativo a las Indias Orientales.
3 34. El carácter irascible y la codicia del inglés se pusieron una vez
más de manifiesto cuando tenía ya puesto el pie en el estribo para mar-
charse. Los mil ducados que le diera para el viaje el Santo Padre le ya-
recieron insuficientes y el cardenal Aldobrandino tuvo que añadir otros
cuatrocientos de su bolsillo para contentarle. Por si el escándalo había
sido pequeño, Cusém Alibey vino a poner el broche de oro a la embajada
al exigirle a don Antonio la lista de los presentes para los príncipes cris-
tianos que le había entregado de parte del shah, «porque el dicho don
Antonio partió más de un mes antes i esperó al moro en un lugar de la
ribera del mar Caspio i aí le entregó el dicho presente» (4 De todos
ellos no quedaba el menor rastro. Shirley justificaba su ausencia afirman-
do que, por considerarlos de poca monta e indignos del soberano persa,
se los devolvió al rey secretamente, haciéndole creer a Cusém que se los
había enviado a la reina de Inglaterra. Su compañero de embajada argüía
«que la verdad es que assí del dicho presente como de otras cosas de va-
lor que en Moscovia i otras partes le an presentado.. . todas se las a to-
mado el Inglés i aun el dinero, i todo a gastado a su voluntad»65.Lo cual,
por desgracia, era muy cierto, y explica lo que de la prodigalidadde An-
tonio Shirley en Praga contaba a Su Majestad Católica don Guillén de
San Clemente ( O 16).
§ 35. Antonio Shirley debió de abandonar Roma a últimos de mayo
de 1601. La ironía del caso es que los persas no se enteraron en absoluto
de la resolución tomada por Su Santidad; tan grande fue el sigilo con que
la diplomacia vaticana y el embajador español llevaron el negocio. Y así
podía escribir ingenuamente don Juan de Persia: «Y cuando quisimos
partir de Roma y miramos por don Antonio, no pareció él ni los ingleses,
porque se habían El persa, por su parte, la dejaba el 6 de junio
de 1601 con un menguado séquito de «diez o doce moros», ya que tres de
los suyos se quedaron recogidos por el Romano Pontífice con el ánimo de
hacerse cristiano^^^. Clemente VI11 le dio a Cusim dos mí1 ducados como

64 Ibid., fol. 121.


65 Ibid.
66 Rel. 111 6 , p. 243.
67 Uruch Bec es más explícito. Como al partir advirtiese Cusém Alibey la ausen-
cia de tres persas, volvió a Roma y acudió a Su Santidad, «y Su Santidad respondió
370 LUIS GIL

dietas de viaje hasta Barcelona y pasaportes para que pudiera atravesar


seguro con los suyos la Provenza y el <<Lenguadoc».Les hizo acompañar
de un intérprete, Tomás Armeno, que había servido años antes en la Bi-
blioteca Vaticana, y de un canónigo de Barcelona, Francisco Guasch, en
calidad de «guía y mayordomo». Como la intención de Cusém Alibey,
quien en un primer momento parecía quererse ir por Ancona a Ragusa,
era la de ponerse en manos del rey de España y regresar por Lisboa en
las naos de las Indias, para demostrar la verdad de su misión, el emba-
jador español tomó las medidas oportunas. Escribió al duque de Feria, vi-
rrey de Cataluña, y al duque de Alburquerque, virrey de Aragón, para
que atendieran debidamente al embajador y a su séquito, advirtiéndoles
que, fuera de los dos mil ducados que les había dado el papa, no llevaban
«más blanca» y sugiriéndoles que alguien les acompañase hasta Vallado-
lid. El día 8 de junio enviaba a Felipe 111 una relación global de la em-
bajada6*, de cuyos pormenores había ido informando tan puntualmente,
no olvidándose incluso de añadir que «el dicho embax."' Persiano sabe la
lengua Turquesca i assí no faltará en España quien también le entienda».
Que si de cautivos españoles abundaba la Sublime Puerta, tampoco an-
daba escasa por entonces de cautivos turcos la Católica Majestad.
8 36. Cusém con los suyos llegó a Génova el 21 de junio, prosiguió
el viaje por mar hasta Saona, y de allí por tierra hasta Perpiñán, donde
el alcaide les dio una escolta de treinta soldados para protegerles de los
bandoleros de Cataluña. ~ s ~ l é n d i d a m e nrecibido
te por el duque de Feria
en Barcelona el 18 de julio69,como también lo fuera después en Zaragoza
por el de Alburquerque, ambos ya debidamente informados e instruidos,
hizo su entrada en Valladolid el 13 de agosto70. De los festejos y agasajos
de que fue objeto, así como del recibimiento del embajador por parte de
Su Majestad Católica da una vívida descripción don Juan de Persia en sus
Relaciones. Nada dice, como es lógico, del contenido de la embajada. Cu-
sém Alibey entregó a Felipe 111 una carta que contenía muchas alabanzas

que la ley de Dios era muy suave y que a nadie llamaba por fuerza; que libres eran,
que hiciesen lo que quisiesen, que su voluntad estaba en sus manos». El embajador
«los habló aparte, y viéndolos tan constantes y firmes en ser cristianos, los dejó» (Rel.
111 6, p. 243).
68 «Relacion de la embax.*" que el Rei de Persia envio con Don Antonio Sirlei
Ingles i Cussain Alibech Persiano* (AGS, Estado, neg. de Francia, leg. K 1630, fol.
121).
69 Consigna la fecha Luis CABRERA DE C ~ R D O B Relaciones
A, de las cosas sucedi-
das en la Corte de Esparía, desde 1599 a 1614, p. 109 (citado por N. ALONSOCORTÉS,
Rel., p. 23, nota 1).
Luis CABRERA DE C ~ R D O B A , p. 111 (cf. N. ALONSOCORTGS,Rel., p. 23,
o.c.,
nota 2 ) .
LA EMBAJADA DEL SHAH ABBAS 1 37 1

de su grandeza y la expresión del «deseo vehemente de estrecha amistad


y confederación» con el rey de España del soberano persa. Con ella en-
tregó un memorial e n el que se pedían cosas muy concretas: la inmediata
respuesta por medio de un embajador que acompañase al suyo en su
regreso y la corrección de ciertos abusos que se daban e n Ormuz e n lo
tocante al comercio con Persia. Examinados ambos documentos, el Con-
sejo de Estado emitió dictamen de que
«tiene por de mucha consideración e importancia la amistad y confe-
deración con el Rey de Persia, assí por su grandeca, como por ser
enemigo capital del turco y tan vezino a Ormuz que se podrá esperar
mucho prouecho de su buena correspondencia; y assí será muy bien
acetar su offerta y responder a sus cartas con mucha demostración de
buena voluntad, y que para assentar esta amistad y confederación va-
yan de acá dos personas, una seglar que sima de embaxador, y otra
ecclesiástica que le assista y procure introduzir allá el culto divino,
pues este embaxador a dicho que se permitiría al que fuere de acá
que tenga iglesia y sacerdotes, y podría ser que por este camino
abriese nuestro señor puerta a la conuersión de aquellas gentes, ma-
yormente siendo la Reyna, como se entiende que es, christiana~~'.
§ 37. Sobre la respuesta, el despacho y las dietas de viaje de Cusém
Alibey, hubo pronto acuerdo72y con fecha de 8 de octubre ya estaba pre-
parada la carte de Felipe 111 al shah Abbas y la contestación al memorial.
Era el tenor de la ~ r i m e r a ' ~ :
«Don Phelipe por la gracia de dios Rey de Castilla, de León, de Ara-
gón, de las dos Sicilias, de Hieru(sal)em, de Portugal, de Nauarra y
de las Indias, etc." Ser(eníssi)mo y Potentíssimo Príncipe Sah Abbas,
Rey de Persia, n(ues)tro muy charo y muy amado amigo.

71 AGS, Estado, Costas de África y Levante, leg. 493.


72 El Consejo informó el 7 de septiembre de 1601 proponiendo que se le entre-
gasen 2.000 ducados para el viaje a Lisboa. Que allí se le diera de comer y otros 8.000
ducados «y si pudiesen ser diez, sería mejor, y que demás desto se le dé matalotaje
para la navegación*. El rey aprobó la propuesta, con la salvedad de que se le descon-
taran de dicha suma los gastos de manutención (AGS, Secretaría de Estado, leg.
2636, fol. 44). Narciso ALONSO CORTCS, que cita este documento, añade (Rel., p. 251
notas 1 y 2) un pasaje de CABRERA DE C ~ R D O B (o.c.,
A p. 122) en el que se precisa
que, a los 2.000 escudos y a los 8.000 que se le habrían de entregar en Lisboa, el rey
añadió el regalo de una «cadena de 600 y cuatro de 200 a los que con él venían». Allí
mismo se afirma, lo que no es cierto, que al embajador no se le dio «carta porque no
la trajo de su Rey, sino solamente de creencia, y lleva respuesta a boca»; cf. nota 75.
73 AGS, Estado, Costas de Africa y Levante, leg. 492. Se conserva copia en el
Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, fondo Santa Sede, leg. 15, fol. 257.
LUIS GIL

Hauiendo llegado a esta Corte Cusem Alibei embax(ad)or de V.


Ser(enida)d fue acogido con mucho amor y Voluntad, como cosa
suya, y yo rescibí part(icu1a)r contentami(ent)o con dos cartas que
me dio de V. Ser(enida)d y todo lo que me ha d(ic)ho de su parte,
con lo qual y la buena fama que ay por el mundo de las obras de V.
S(erenida)d muestra bien lo que se precia de corresponder al antiguo
Valor de sus antecesores, y aunque por esto he hecho yo mucha
estimación de su persona, será de aquí adelante mayor, por Ver el
generosso ánimo con que me offresce su amistad y lo que muestra
dessear la mía, de que quedo muy agradecido. Y para que V.
Ser(enida)d esté mas cierta della he resuelto de embiar persona,
como lo pide, para que le Vissite de mi parte y trate de lo que con-
viniere, dándome nueuas de su salud y de todo lo que fuere gusto
suyo, a que acudiré yo con la Voluntad que es justo y siempre espe-
raré de parte de V. Ser(enida)d muy buena correspondencia en todo.
Y holgaré mucho que nos comuniquemos n(uest)ros intentos y lo que
se huviere de hazer contra el enemigo común, según el tiempo y las
occasiones. Y acepto la ayuda y confederación que me offreze con la
buena Voluntad y ánimo que del embax(ad)or n(uest)ro que allá yrá
se entenderá más particularmente y también de lo que se ha respon-
dido por escrito al d(ic)ho embax(ad)or Cusem Alibei, el qual se ha
gouernado por acá tan cuerdamente que muestra bien la prudencia
de quien le ha embiado y por esso se ha tenido con su persona, re-
galo y comodidad, la quenta que él dirá, con lo demás que V. Sere-
nidad quisiera saber. Dios g(uar)de a V. Ser(enida)d y le dé mucha
felicidad en lo espiritual y temporal de su persona e Intentos.
§ 38. También se dio respuesta por escrito a lo representado por
Cusém Alibey de parte del ~ h a h ' ~Que
. Su Majestad se había holgado
mucho con la venida del embajador y que la confederación q u e ofrecía el
rey de Persia era digna de príncipe tan valeroso y habría de ser muy pro-
vechosa para ambos. Que estaba de acuerdo también con lo propuesto
acerca del repartimiento de tierras que se conquistasen al turco mediante
dicha confederación. Que por despacho firmado de su real mano se
ordenaba al capitán y gobernador de la fortaleza de Ormuz (y al virrey
de la India que vigilase su cumplimiento) que a los vasallos del rey d e
Persia .se les hiciera «buen tratamiento y acogimiento en Ormuz», sin
imponerles más

74
«LOque Su M.d del Rey Catt.Mnfo seiior es seruido que se responda de su
parte a lo que Cusem Alibey embax.Or del Ser.moRey de Persia le ha representado
dela de su Ser.d»(AGS, Estado, neg. de Roma, leg. 1856). Copia en el AMAE, SS,
leg. 15, fols. 254-256.
LA EMBAJADA DEL SHAH ABBAS 1 373

«tributos y derechos que los que ordenaren los regimientos y provis-


siones, conforme a lo que de tiempos antiguos hasta agora se ha acos-
tumbrado y a los que acudieren allí con cauallos y otras mercadurías
las dexen vender por los precios y estado de la tierra y que no lo im-
pidan, ni dilaten la venta dellas, ni se las tomen contra su voluntad
ni por menos de lo que valieren y que las mercadurías que les dieren
vendidas o en pago de otras no sean por mayores precios de los que
valieren comúnmente en la tierran.
Que desde Lisboa se enviaría persona que fuese con el embajador
para estrechar la amistad, ya que se había decidido su regreso desde dicha
ciudad por la «facilidad de embarcación que allí ay cada año para Or-
muz». Que encargaba al marqués de Castel Rodrigo, su virrey, que en la
primera flota de naos «que saliere de allí para la India le haga acomodar
y auiar dandole el matalotaje necessario y que mientras allí estuuiere es-
perando embarcación le haga la comodidad y regalo que es justo». Por ú1-
timo, atendiendo a la queja del shah, se ordenaba que las barras de hierro
que se exportaban de Portugal a Ormuz para hacer espadas se hicieran
«quatro dedos más largas*, por ser las enviadas hasta el momento cortas
«y no tener allá industria para añadirlas».
§ 39. Aprobadas las dietas que se debían dar al embajador y a su sé-
decidido que le acompañase hasta Lisboa el canónigo catalán
Francisco Guasch, que no se había separado de la comitiva en ningún mo-
mento, y puesto a su disposición (probablemente porque el armenio ce-
dido por el papa había regresado a Roma, una vez cumplida su misión)
como intérprete a Diego de Urrea76,criado de Su Majestad, Cusém Ali-
bey salió de Valladolid el 11 de octubre77para dirigirse a su destino, con
la calma que le daba el saber que las naos de las Indias orientales no zar-
parían hasta marzo de 1602. Con muy distinta rapidez, el 14 de octubre
Felipe 111 enviaba una carta a don Cristóbal de Moura, marqués de Castel
Rodrigo, su virrey en Lisboa, consultándole sobre el despacho y la per-

Las cuentas de Uruch Bec no cuadran exactamente con las de CABRERA DE


CORDOBA(cf. nota 72). Según el persa, «su Majestad mandó enviar una cadena de
oro al embajador, que pesaba quinientos escudos, y a cada uno de los tres caballeros
que habíamos quedado, una cadena de 3.000 reales de valor, y otras de menor peso
para los criados, y una carta para el rey de Persia, y diez mil ducados de ayuda de
costa, y mil ducados para hasta Portugal y ayuda de costa al canónigo que vino con
fiosotros, y orden para que se nos diese embarcación en Lisboa a costa de su Majes-
tad, ansí el flete como los mantenimientos, sin que nos costase blanca hasta ponernos
dentro del reino de Ormuz y de Persia» (Rel. 111 7, pp. 248-249).
76 Rel. 111 7, p. 249.
77 Señala la fecha CABRERA
DE CORDOBA.
374 LUIS GIL

sona que había de «ir al Rey de Persia en compañía de su embajador»,


así como sobre el importe de sus dietas78. El Consejo había propuesto
para este cometido a Antonio de Escobar. A vuelta de correo, Cristóbal
de Moura contesta el 27 de octubre79, estimando acertada la elección de
la persona, por «las buenas partes, Amor y cuydado, con que siempre ha
tratado los negocios que se le han cometido», aunque advierte que, si ha-
bía «de llevar nombre de embaxadom, convendría «que fuesse persona
de más qualidad», conforme lo habían sido los anteriores legados, porque
«los Moros son vanos, y este es gran Rey como V. Mag.d saue, y su em-
baxador lleuará bien entendida la qualidad del embiado, pues le ha co-
noscido acá». Si no llevaba ese nombre, le parecía bien la designación.
En cuanto a las dietas, calculaba que «se le podrían dar mil1 ducados, y
en la India dos para salir de allí y otros tantos cada año de los que se de-
tubiesse allá».
§ 40. En lo tocante al despacho con el rey de Persia del eventual
embajador, don Cristóbal de Moura advertía:
«para esta Corona no tenemos que pedir al Rey de Persia, porque el
está lexos del castillo de Ormuz, que es lo mas cercano que V. magd
tiene hazia aquel Reyno, y métense en medio otros Reynos menores
como son el de Ormuz, y el de Lara, que son súbditos del Persiano,
aunque el de Ormuz paga parias y Vasallaje a V. M.d; y assí para
estas partes, como queda dicho, no ay que aduertir al que fuere, mas,
si en algun tiempo fuesse necessario hazer pessar al Mogor, que es el
mayor Rey que tenemos en la India Vezino y Amigo a ora, le podría
el Persiano hazer guerra por el Reyno de Sinde, que es del Mogor,
y confina con el de Persia, mas no se le puede tratar desta plática, si
no fuesse en secreto, por no ofender al Mogor, que, como queda di-
cho, es el que más se puede temer en las partes de la India, por lo
que de poco acá ha acrescentado a su Imperio, metiendo en él los
Reynos de Bengala, y de Camboya, que todos son Vezinos
n(uest)ros. Y assí las Vezes que el Rey que aya gloria le escriuió,
nunca trató de otra cosa, que de ariimalle contra el Turco, y offres-
celle que por acá sería gallardamente ayudado, para que todos en vn
mismo tiempo hiziessen daño al enemigo commún*.
8 41. El virrey de Portugal insinuaba que el embajador «también pu-
diera ser persona plática de las cosas de la India», recalcando que «así las
mas Veces se ha commetido a los Vireyes que de allá los embien». Y el
tiempo habría de darle la razón. Comunicado a Antonio de Escobar el

78 AGS, Estado, Costas de Africa y Levante, leg. 493.


" Ibid.
LA EMBAJADA DEL SHAH ABBAS 1 375

nombramiento de Su Majestad, agradeció la merced que se le hacía, pero


se excusó «por hallarse con edad, poca salud y quebrado de ambos lados
y no poder por esto andar a cauallo ni acudir como conuiene a las obli-
gaciones de aquel puesto»80. Visto el escrito de don Cristóbal de Moura
y la justa disculpa de Escobar, el Consejo de Estado el 6 de noviembre
de 1601 entendió que «se podría ordenar al d(ic)ho marqués proponga
personas de la calidad y partes que entiende debe tener la que huuiere de
yr con nombre de Embax(ad)or, que sean de las que acá ay, por que se
tiene por más conueniente el embialle de acá que no que vaya de la In-
dia>>81.A finales de mes todavía no se tenía dilucidada la cuestión, según
lo indica el informe enviado por el rey a sus embajadores en Praga y en
Roma, con fecha del 24 del mismo, sobre «lo que se hizo con el emba-
jador de Persia».
«Todo se ha hecho --decía Felipe 111 al duque de S e ~ a ~ con ~ - el
fin de prendar más al Rey de Persia en su buen propósito y de no de-
xar perder por mi parte la occasión que allí assoma de tanto ser-
vi(ci)o de Dios y bien común de la chnstiandad a que van endereca-
dos mis desseos, y por dar más calor a esto, se trata agora de embiar
persona de mi parte, como lo ha pedido el dicho Rey. He querido
auisaros de todo esto, para que lo tengays entendido y lo digais a
quien os paresciere que conuiene, supuesto que Vna de las causas
mas principales que me mueuen a procurar conseruar esta amistad es
aliuiar al emperador, mi tío, con la diuersión que por aquella parte
se le puede hazer al Turco, que es de tanta consideración como ha
mostrado la experiencia».
§ 42. Cusém Alibey abandonó Valladolid con el buen recuerdo de
los miramientos que con él y los suyos se habían tenido, pero con la enor-
me amargura de ver la defección de su propio sobrino Alí Guli Bec, que
allí se quedó, entregado a los padres jesuitas «para que lo instruyesen en
la fe, y lo hiciesen catecú me no^^^. Sorpresas mayores le aguardaban en
su camino a Portugal y en su estancia en Lisboa. Con su ya harto men-
guado séquito de moros, eligió un itinerario, por decirlo así, «turístico»,
para encaminarse pausadamente a su destino. Segovia, Balsaín, El Esco-
rial, La Zarzuela, la Casa de Campo, Madrid, Aranjuez, Toledo, Trujillo
fueron algunas de sus etapas. Pero un trágico percance vino a enturbiar
en Mérida la placidez y el gozo del camino. Como se arremolinase un

Ibid.
si Ibid.
s2 AGS, Estado, neg. de Roma, leg. 1856. El original de la carta puede leerse en

el AMAE, fondo SS, leg. 15, fol. 254.


83 Rel. 111 7, p. 248.
LUIS GIL

gran gentío a la puerta del aposento de los persas, movido por la curio-
sidad de contemplar tan exóticos personajes, y les impidiese la entrada el
alfaquí Amir, «un hombre descomedido y de malas entrañas* le mató de
una puñalada, sin que fuera posible, dada la oscuridad de la noche y el
consiguiente revuelo, encontrar al asesino. Al dolor de la pérdida del
compañero, a la amargura de no hallar la satisfacción debida al crimen,
se vino a sumar la vergüenza del escarnio. El cadáver fue enterrado «a la
usanza de Persia, con las ceremonias de allá, en el campo» por los siiyos.
«Cosa -comenta don Juan de PersiaS4- que salió toda la ciudad a verla
y causó mucha risa». Así que, con esta macabra despedida, los persas
prosiguieron su camino hasta Badajoz y desde allí rindiercn viaje en
Lisboa.
§ 43. Recibidos con gran pompa por el virrey, don Cristóbal dc
Moura, y regalados con la proverbial hospitalidad portuguesa, pasado al-
gún tiempo Cusdm Alibey despachó, junto con el canónigo Guasch, a
Uruch Bec a Valladolid para que diera cuenta a Su Majestad de lo suce-
dido. Con las visitas que en esta ciudad hizo a su compañero Guli Bec y
a los padres de la Compañía, el persa sintió la comezón de la fe y, adoc-
trinado por don Álvaro de Carvajal, capellán mayor y limosnero mayor
del rey, recibió el bautismo, junto con el sobrino del embajador, en bri-
llante ceremonia, en la que actuaron de padrinos los propios reyes. To-
maron, respectivamente, los nombres de Juan y Felipe de Persia. Disimu-
lando su conversión, con sus ropas de persiano, don Juan regresó a Lis-
boa con el intento de volver a su país para traerse de allí a su mujer y a
su hijo. Su nueva condición le hacía rehuir el trato de sus compañeros,
con excepción de Boniat Bec, su íntimo amigo, que también acabaría
convirtiéndose al cristianismo y habría de llamarse don Diego de Persia.
Y así anduvo fingiendo, hasta que, descubierto su secreto por el emba-
jador, la situación se hizo insostenible. Tras un violento altercado entre
ambos en el que salieron a relucir las espadas, tras librarse de un intento
de asesinato, don Juan y Boniat Bec se pusieron bajo la protección direc-
ta del virrey, quien a escondidas de Cusém Alibey les envió a Valladolid.
Desde ese mismo momento ambos amigos sabían que el regreso a la pa-
tria les estaría vedado para siempre.
§ 44. Y así, según se mire, con un éxito o un fracaso, terniin6 la em-
bajada. Cusem Alibey regresó a Persia con una exigua parte de su séqui-
to, sin que le acompañase el embajador del rey dE España solicitado por
su soberano. Felipe 111 finalmente siguió el consejo que le diera don
LA EMBAJADA DEL SHAH ABBAS 1 377

Cristóbal de Moura y ordenó al virrey de la India, Arias de Saldaña, y al


arzobispo, Alejo de Meneses, que enviaran a Persia religiosos agustinos
para que «fuessen continuando con la persuasión de guerra contra el Tur-
co» y prometiendo de parte de Su Majestad «que haría continuar la gue-
rra contra el Turco por Alemania». Para este menester fueron elegidos
fray Jerónimo de la Cruz, fray Antonio de Gouvea y fray Cristóbal del
Espíritu Santo, quienes, a fuer de leales vasallcs, cumplieron lo mejor
que pudieron ese poco cristiano cometidos5. De esta manera se iniciaron
unas relaciones diplomáticas que durarían varios años, hasta que Abbas
1, harto de engaños y de falsas promesas, decidió en 1622 recabar la ayu-
da de naves inglesas para tomar el islote de Ormuz. Pero, esto, así como
el destino ulterior en Espaiia de los tres caballeros, don Juan, don Felipe
y don Diego de Persia, es otra historia.
Luis GIL
Universidad 'Complutense

AGS, Estado, Costas de África y Levante, leg. 495.

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