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La antropología –la más humanista entre las ciencias y la más científica entre las humanidades–
es una empresa irreduciblemente social. Entre nuestros objetivos está la difusión del
conocimiento antropológico y su uso en la resolución de problemas humanos. Al estudiar cada
uno de los aspectos de la experiencia humana, las/los antropólogos trabajan en una vasta
variedad de contextos y enfrenta un sinfín de dilemas éticos, modulados de formas muy
diferentes en función de los contextos en los que trabaja y el tipo de asuntos que aborda en cada
caso. Lo que aquí presentamos pretende reflejar los principios fundamentales compartidos a lo
largo y ancho de sus diferentes campos y contextos de práctica.
Estos principios fundamentales están definidos en forma de enunciados breves que pueden
recordarse fácilmente, con el fin de que las/los antropólogos puedan usarlos en su vida cotidiana.
Cada principio viene acompañado por discusiones concretas que lo sitúan en un contexto más
amplio, con análisis detallados de cómo pueden afectar o ser útiles para las/los antropólogos en
los diferentes campos y contextos de su trabajo. Dichos análisis se complementan con referencias
para ayudarles a enfrentar dilemas éticos complejos u orientarles en aquellas situaciones nuevas
que, inevitablemente, surgen en la producción del conocimiento.
La ética y la moral difieren en formas importantes. Los complejos asuntos que abordan las/los
antropólogos, rara vez se acomodan a los mandatos morales simples sobre el bien y el mal, siendo
una de sus obligaciones éticas principales sopesar –prudentemente y de modo deliberado– las
consecuencias y el alcance de las decisiones éticas que toma (por acción u omisión). De igual
modo, principios éticos y tomas de partido políticas no deben mezclarse; sus objetos de interés
son muy distintos. Finalmente, también ética y derecho difieren de manera importante y hay que
tener siempre cuidado de distinguirlas. Las decisiones éticas y legales implican procesos distintos
y están sujetas a regulaciones diferentes. Aunque, con frecuencia, los asuntos morales, políticos,
legales y de reglamentación son importantes en la práctica y disciplina antropológica, no se
consideran de forma específica aquí. Estos principios tratan exclusivamente de preocupaciones
éticas.
La obligación ética principal compartida por los/las antropólogos/as es no dañar. Antes de que se
emprenda cualquier trabajo antropológico –ya sea en comunidades humanas, con primates no-
humanos u otros animales, en yacimientos arqueológicos y paleoantropológicos–, es indispensable
que el investigador piense en los posibles daños que la investigación puede causar. Entre los daños
más serios que los/las antropólogos/as tienen que evitar, están los causados a la dignidad, al
bienestar corporal y material, especialmente, cuando la investigación se lleva a cabo en
poblaciones particularmente vulnerables. Asimismo, no deben únicamente evitar causar daño
directo e inmediato, sino que también tienen que sopesar cuidadosamente las potenciales
consecuencias y el impacto involuntario de su trabajo. Cuando la obligación de no dañar entra en
conflicto con otras responsabilidades, esta obligación principal puede primar sobre el objetivo de
buscar nuevos conocimientos, hasta el punto de llevar a la decisión de no emprender o de
suspender un proyecto. Añadamos que, dada la naturaleza irremplazable del registro
arqueológico, su conservación, protección y custodia es obligación fundamental de todo
arqueólogo. Definir y evitar daños en cualquier situación, tiene que ser una constante que debe
ser mantenida a lo largo de cualquier proyecto.
Como mínimo, el consentimiento informado debe dar a conocer a los potenciales participantes, las
metas de investigación, métodos, fuentes de financiación o patrocinadores, los resultados posibles y
los impactos previstos de la investigación, así como los derechos y responsabilidades de los
participantes en la investigación. También debe incluir el establecimiento de cláusulas sobre el
anonimato y el reconocimiento. Las/los investigadoras/es deben dar a conocer a los participantes
en la investigación los posibles impactos de su estudio y dejar constancia de que, a pesar de todos
sus esfuerzos, la confidencialidad puede quedar comprometida o los resultados finales pueden
diferir de los que han sido anticipados. Estos principios se aplican a todos los datos de campo,
con independencia de su formato. Debido a su propia naturaleza, los medios visuales, en
particular, deben utilizarse con cuidado y ser convenientemente archivados y contextualizados.
Los/las antropólogos/as que trabajan en comunidades biológicas o con recursos culturales tienen
la obligación de asegurarse de haber conseguido los permisos apropiados para llevar a cabo su
investigación. La negociación con grupos o comunidades afectados, por este o por cualquier otro
tipo de investigación, constituye un aspecto importante del diseño de todo proyecto, y debe
continuar desempeñándose, a medida que progrese el trabajo o cambien las circunstancias. Se
entiende explícitamente que definir qué sea lo que constituye o afecta a una comunidad, es
necesariamente un proceso dinámico.
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4. SOPESAR EL CONFLICTO ÉTICO ENTRE SUS DIFERENTES OBLIGACIONES PARA CON SUS
COLABORADORES Y PERSONAS AFECTADAS.
Los/las antropólogos/as deben sopesar el conflicto ético entre sus obligaciones (con los
participantes en la investigación, estudiantes, colegas, empleadores y patrocinadores, entre
otros), aunque, normalmente, sus obligaciones primarias recaen sobre los participantes en la
investigación. En este sentido, los deberes respecto a poblaciones vulnerables son especialmente
importantes. Estas diferentes relaciones pueden entrar en conflicto, competir o suponer
obligaciones éticas transversales, lo que refleja tanto la vulnerabilidad de diferentes individuos,
comunidades o poblaciones – asimetrías de poder implícitas en un rango concreto de relaciones–,
como la diferencia de marcos éticos entre colaboradores, pertenecientes a otras disciplinas o
prácticas.
A menudo, los/las antropólogos/as tienen que decidir entre obligaciones éticas en conflicto, al
tiempo que mantienen su deber de no dañar. Las/los antropólogas/os no deben aceptar
condiciones que cambien el propósito, enfoque, o resultados previstos de su investigación de
manera inapropiada. La toma de decisiones éticas sigue siendo una responsabilidad individual
de los/las antropólogos/as.
Más aún, se debe dar prioridad a la protección de los participantes en la investigación, además de a
la conservación y protección de los registros de la investigación. Los/las investigadores/as tienen
la responsabilidad ética de tomar precauciones para que los datos en bruto y los materiales
recogidos no se utilicen con fines no autorizados. Hasta donde sea posible en el momento de
recoger los datos, el/la investigador/a es responsable de considerar y comunicar usos probables o
previsibles de los datos y materiales recogidos, como parte del proceso de consentimiento
informado u obtención de permisos. Los/las investigadores/as también son responsables de
consultar con los participantes en la investigación, en relación a la generación, uso y conservación
de los registros de la investigación. Esto incluye informar a cada participante sobre la posibilidad
de que los datos y materiales se transfieran a otras personas, el que otros puedan acceder a ellos,
cómo se podrían transformar o utilizar para identificar a los participantes en la investigación, así
como sobre su almacenamiento y la duración temporal del mismo.
Toda relación profesional tiene una dimensión ética. Tanto si se trabaja en un marco académico,
como aplicado, los/las antropólogos/as tienen la responsabilidad de ser respetuosos en sus
relaciones con los otros. Al asesorar a estudiantes, interactuar con los colegas, trabajar con
clientes, actuar como revisores, evaluadores o supervisores, los antropólogos deben comportarse
de manera que se fomente un ambiente equitativo, de apoyo y sostenible en el lugar de trabajo.
Deben trabajar en todo momento, para asegurarse de que no tienen lugar prácticas excluyentes,
en base a criterios no-académicos.
Las/los antropólogos pueden obtener ganancias personales de su trabajo, pero no deben explotar a
individuos, grupos, animales o materiales culturales o biológicos. Más aún, cuando vean
evidencias de mala praxis en la investigación, tienen la obligación de dar cuenta de ella a las
autoridades competentes.
Los/las antropólogos/as no deben obstruir los esfuerzos académicos de otros cuando tales
esfuerzos se llevan a cabo de manera responsable. En su rol como profesores y mentores, los/las
antropólogos/as tienen la obligación de proporcionar enseñanza sobre las responsabilidades
éticas asociadas con todos los aspectos del trabajo antropológico. Deben facilitar y animar a que
los/las estudiantes y el equipo de investigación dialoguen sobre problemas éticos, así como
desalentar su participación en proyectos éticamente cuestionables.