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RESUMEN

El objetivo general de la ponencia es contribuir a la conformación de un acervo


académico en torno a la idea de paisaje, partiendo de la influencia que señala la
tecnología urbana sobre el desarrollo de la ciudad universitaria latinoamericana
entendida como recurso que da forma a un tipo específico de intervención sobre el
paisaje en general, y sobre la ciudad colombiana en particular.

Para expresar el impacto generado en nuestro paisaje, debemos tener como punto de
arranque una visión multidimensional del mismo, la investigación -de corte histórico
hermenéutico- partió de una delimitación del estado del arte para tomar a la ciudad
universitaria como un tipo particular de estructura institucional con un alto impacto en el
entorno urbano derivado de la capacidad de transformación de la misma dentro de un
proyecto modernizador propio de ciudades emergentes.

En dicho camino, una conclusión fundamental ha sido encontrar un vínculo efectivo


entre la definición moderna de actuación urbana y el surgimiento de un imaginario
particular de la república liberal latinoamericana que permitió la transformación de los
centros urbanos heredados de la colonia. En tal vía, la idea de conectar el prestigio de
la naciente ciudad moderna y sus herramientas de diseño urbano, con ciudades que
necesitan su inclusión en un panorama de globalización –también incipiente- encontró
en el desarrollo de este tipo de infraestructura una herramienta idónea.

El desarrollo de dichas herramientas de proyecto urbano, implica una transformación


de imaginarios en torno a la noción de paisaje urbano, que relaciona la idea de campus
con su ubicación en el territorio peri urbano, dada la conexión histórica entre ciudad del
conocimiento y retorno a la naturaleza que se expresa en múltiples visiones de utopía
en el siglo XIX.

Una vez enmarcado el surgimiento de la ciudad universitaria como escenario de


transformación del paisaje colonial en un paisaje moderno, la tecnología y la técnica
moderna operaron, a diferencia del caso europeo en que se dio un fuerte vínculo con la
construcción de vivienda, a través de la ejecución de un doble programa de urbanismo
–en esta ponencia referido al imaginario del paisaje- y arquitectónico. El nexo que se
establece con tecnologías como el concreto, con la formulación de una compleja oferta
de servicios relacionados con el programa arquitectónico, y particularmente con la
construcción de equipamientos alternativos que acojan los nacientes protocolos de la
ciudad liberal, será fundamental en la construcción de este topo de paisaje moderno.

En términos de gestión, la técnica y la tecnología están implícitas en la construcción de


dichos equipamientos, como momento de relación entre la ciudad universitaria y la
ciudad pre existente.

PALABRAS CLAVE: tecnología, paisaje, campus universitario, institución de


educación superior, arquitectura educacional, arquitectura universitaria, diseño
arquitectónico, edificio universitario.

INTRODUCCIÓN
Los espacios están mezclados
con vecindades contingentes.
No hay un solo espacio, sino un paisaje.
Un paisaje es un mosaico de espacios,
y no un conjunto de objetos puestos en
un espacio común.
Michel Serres

Al ver desde la idea de paisaje los procesos que describe la historia de la ciudad
latinoamericana, el profundo impacto que las diversas tecnologías modernas tuvieron
sobre la sociedad latinoamericana y sobre la producción de ciudad adquieren un nuevo
tinte.
El surgimiento de ciudades universitarias por todo el continente, pero particularmente
en el caso de Latinoamérica, apunta a una profunda transformación del territorio y de la
gestión de las tecnologías en la producción de ciudad. Estas apuntan a la consolidación
de una manera en que, mediante la puesta en práctica de las herramientas que surgían
en un plano urbanístico o arquitectónico, se iniciara una profunda transformación social
que apartara la mirada de los propósitos y objetivos que marcaron la producción de la
ciudad colonial.
En tal sentido, este momento de la historia señala el surgimiento de alternativas al
paisaje colonial como consecuencia de la llegada de dichas tecnologías, que tiene
como consecuencia una nueva visión de la relación hombre naturaleza como
escenario principal del debate en torno a la construcción de lo urbano.
Más que un objeto particular de estudio, sobre este campo de problemas existe una
abundante producción contemporánea que, sin embargo, no ha transformado la
manera tradicional de enfrentar la historicidad de los problemas urbanos o
arquitectónicos en términos de, si bien ha descrito a la ciudad universitaria como
escenario de llegada de una actitud y momento modernizante, que bien se puede
entender dentro de las lógicas de inicio del siglo XX.
Los estudios realizados por arquitectos como Silvia Arango, Rodrigo Cortés, y otros, en
torno a la Ciudad Universitaria de Bogotá (CUB), tienen como marco general una
historicidad de los planteamientos expresados por Leopoldo Rotter en la configuración
de los múltiples planos que guiaron el surgimiento del campus, mientras que
arquitectos como Beatriz García y Joaquín Arnau indagan los momentos de
transformación de la ciudad de las universidades como suma de una serie de impactos
que el emplazamiento de este servicio tiene sobre el tejido urbano.
La investigación busca, por lo tanto, profundizar en la construcción de un objeto virtual,
la ciudad universitaria, como elemento de transformación de la ciudad latinoamericana,
midiendo el impacto que ha tenido la gestión de los diversos campus y su relación con
la ciudad construida.

METODOLOGÍA.
Para la primera parte de la investigación, de construcción de un objeto de estudio que
permita englobar las diversas nociones presentes en la idea de ciudad universitaria que
permean la literatura del tema, se propuso partir de la metodología planteada por
Panofsky como método iconológico, contrastando con sus tres momentos investigativos
los tres modos de control planteados en su libro Iconología. Este proceso de
interpretación, inscrito en una aproximación hermenéutica ha permitido explorar la
bibliografía existente en el tema para configurar un marco metodológico de
aproximación a casos particulares de Ciudad Universitaria.

En tal sentido, una forma de contrastar los avances planteados por el método ha sido el
análisis de discurso, relacionando con la literatura existente en el tema fuentes del
periodo, así como una revisión de carácter formal de los planteamientos de algunos
campus latinoamericanos con la idea de impacto, extractada del urbanismo y del
ordenamiento territorial.

Un segundo momento de la misma plantea el análisis desde el punto de vista


historiográfico, partiendo de confrontar los avances en esta materia con la idea de
paisaje, una noción que permite romper el discurso circular de la historia de la
arquitectura a través de un concepto que permitiría re estructurar el proceso de
investigación de tal manera que dé una mejor cuenta del objeto virtual planteado.

DISCUSIÓN
La profunda estructura narrativa que constituye la vida humana difícilmente podría
encasillarse en definiciones o normativas, en fichas tipológicas o planos satelitales,
procedimientos que, pese a todo, son la base fundamental para la construcción
histórica en arquitectura y urbanismo, tal como plantea Hernández (2006).

Sin embargo, durante el siglo XX e inicios del XXI hemos enfrentado como humanidad
la difícil tarea de la preservación de ese conjunto complejo de estructuras narrativas
que constituye el paisaje como medio fundamental de despliegue de la vida y la cultura
humana, tratando de superar los sesgos que la protección del edificio y el monumento,
y que el amor por la historia congelada en el tiempo -y por lo tanto muerta- han dejado
sobre nuestra idea de patrimonio (Rivera, 2010).

Así, la noción de patrimonio tuvo implícita durante buena parte del siglo XX la idea de
un paisaje construido frente a uno natural, de lo edificado frente a lo rural, una noción
que está presente también en la visión historiográfica tradicional que ha explorado la
relación autor – edificio - ciudad como eje fundamental para la construcción de
secuencias cronológicas que dan a la historia un tinte causal.
El surgimiento de la noción de paisaje cultural, una idea que trasciende la formulación
del paisaje desde las diversas dimensiones antrópicas, en la que la cultura como
agente y la naturaleza como medio sirven de elementos para calificar la actividad que
se localiza sobre el territorio, es un punto de partida fundamental para este siglo que
tiene la difícil tarea de promover el desarrollo de los pueblos marginados mientras
protege y preserva ese patrimonio natural que por encontrarse lejos de los anillos de
explotación del mundo industrial se encuentra intacto, pero también en el olvido,
Rossler (sf).

Dicho esto, la idea de un paisaje cultural evolutivo, cuyo excepcional valor universal
parte de una condición del territorio intencionalmente diseñado y creado nos permite,
también, enfrentar con visiones renovadas antiguos problemas de la historiografía,
particularmente del territorio latinoamericano. Sin tratarse propiamente de una
intervención que surge de la compleja conceptualización que implica pensar el paisaje -
dados los simplificantes modelos de gestión del urbanismo latinoamericano-, la
reflexión y análisis que implica pensar la manera en que se materializa nuestra ciudad
desde el caso paradigmático que recoge la historia se nos plantea como una pregunta
abierta que podemos utilizar en nuestro quehacer como arquitectos, tal como propone
Hernández (2006), desde un punto de vista pedagógico.
Las múltiples formas en que la técnica, la tecnología y su gestión han dado forma al
paisaje sociocultural son un campo abierto al que no deberíamos aventurarnos sin
hacer una profunda revisión disciplinar de nuestro quehacer hoy, en la construcción de
una epistemología que permita transformar nuestras praxis.
Entre tanto, la pregunta por el paisaje debería invitarnos a pensar en qué casos y
oportunidades el hombre ha transformado el territorio desde la perspectiva técnica, o si
bien la diferencia entre ésta y la tecnología tienen acá un pliegue particular que nos
permita descubrir un sentido nuevo de este actuar, si bien es obvio que la ingeniería
civil y la construcción de vías y otras formas de comunicación lo hacen
constantemente.
En este camino, ya en los años setenta el filósofo Jaime Rubio nos planteaba que:
Vivimos en un mundo donde el antiguo ‘lugar’ se ha convertido en
‘espacio de paso’, de tránsito, de transporte, de traducciones, de
interferencias y comunicaciones; de pasajes y distribuciones que
permiten dibujar un mapa fluctuante, inestable; a veces laberíntico
del espacio hermenéutico.
Es en el pasaje o el paisaje donde, al preguntarnos por el objeto virtual de investigación
que conforman las ciudades latinoamericanas, por la arquitectura y el urbanismo
moderno como técnicas de trasformación de la ciudad, la idea de paisaje cultural da un
carisma particular que aporta a la tecnología un sentido, un ser como recurso que
permite desarrollar la ciudad y ofrecer un marco a la siempre cambiante actividad
humana.

1er movimiento. Paisaje colonial y tecnología.


Para no apartarnos del tema que nos convoca, podríamos señalar que existe aunada a
esta visión, un imaginario que aún tras la independencia americana contempla al
territorio continental como una naturaleza donde todo está por hacer, tal como se
desprende de las palabras del Secretario del Interior en el acto de instalación de la
Academia Nacional de Colombia en 1826, recopilado por (Peña, 2001:30):

Si volvéis los ojos a las ciencias naturales y exactas, ¡qué sublimes objetos se
presentan a vuestra vista! Por doquiera halláis una naturaleza virgen y grandiosa
que os ofrece multitud de fenómenos en sus tres reinos e innumerables riquezas
con que aumentar la gran masa de los conocimientos humanos.

Nos encontramos ante una noción del paisaje, del gran paisaje como tema del periodo
neoclásico, bien sea desde el romanticismo alemán o el naturalismo inglés, pero que,
para no adentrarnos en diferencias que podrían alargar este estudio, señalaremos
como paisaje bucólico de una naturaleza virgen frente a una ciudad que representa el
culmen de la actividad humana. Se marca por lo tanto una oposición entre ciudad y
paisaje, entendido este último como paisaje rural, que pronto dará marco a una
oposición entre el ‘buen salvaje’ y el hombre de ciudad, sobre la que no nos
extenderemos en este momento.

En este apartado bien podríamos recordar las múltiples imágenes de viajeros que
formularon visiones del paisaje de este periodo que aún hoy pueblan los imaginarios
propios y extraños sobre la constitución del territorio colonial y sobre el cuál tantos
malentendidos se desplegaron en nuestra historia.

Para definir el papel que jugó la tecnología en el cambio de paisaje implícito en el


emplazamiento de la CUB, de aquél colonial a uno moderno, debemos diferenciar , por
lo tanto, el rol de la tecnología en la construcción del paisaje colonial que, siguiendo el
magistral texto de Jaime Salcedo Salcedo (1996) Urbanismo Hispano-Americano siglos
XVI, XVII y XVIII, estructuró una manera fundamentalmente única de construir ciudad,
señalando por lo tanto que la tecnología específicamente americana es el proceso de
fundación en sí, pues utiliza las herramientas del urbanismo europeo para proyectar un
elemento novedoso que corresponde a unos valores, propósitos y necesidades del
colonizador europeo, y no en las técnicas constructivas, como bien señalara el mismo
autor al referirse al Mudéjar.

Al diferenciar estos dos apartados (técnica de tecnología), cabe señalar que si bien las
técnicas constructivas utilizadas para la edificación de la ciudad colonial incorporan las
sustanciales diferencias entre las materialidades españolas y las americanas en
términos de resistencias o luces permitidas, no implican un cambio significativo de los
procesos que alarifes y prácticos trajeran consigo de la península hispana. Aquí, la
diferencia entre técnica y tecnología, en cuanto a que esta última implica innovación y
ciencia, marca una diferencia importante tal como sugiere Conill (2005).

La técnica constructiva española dio al paisaje colonial un marcado acento de


introversión en el cual la calle, estructurada bajo la técnica renacentista del punto de
fuga, se convierte en la protagonista principal del espacio urbano, dejando de lado las
pretensiones de grandeza o unidad espacial que tuviera el urbanismo en otras
latitudes. En esta definición del territorio urbano, también las tierras que circundaban la
ciudad, y particularmente los ejidos, sirvieron de límite entre naturaleza y ciudad, bien
sea desde una visión de división funcional del territorio, o como franja de mediación
entre lo rural y lo urbano propiamente dicho.

La caracterización del espacio colonial latinoamericano como ‘espacio cuántico’


realizada por Chueca Goitía en su ‘Invariantes castizos de la arquitectura
hispanoamericana’, puede referir, entonces, al impacto que sobre las luces entre
apoyos tuvieran las posibilidades de las maderas, piedras y tierras americanas. El
paisaje urbano colonial podría definirse por características como la vivienda
introvertida, el predominio de la calle, y una específica visión de la plaza como lugar de
sociabilidad, del comercio y la política, definido por Salcedo (1996).

Se trata de un momento definitorio del paisaje en el que las tecnologías se distancian


de las técnicas en cuanto, tal como define Conill (2005:72):

Las técnicas son sistemas de acciones, se basan en conocimientos y están


guiadas por criterios pragmáticos (eficiencia y utilidad): las acciones técnicas
son la forma racional para intervenir y modificar la realidad para adaptarla a
los deseos y necesidades, es decir, para controlar la realidad de acuerdo
con las intenciones humanas. La técnica se rige por el principio de la
maximización de la eficiencia y el imperativo de la innovación. En definitiva,
ejerce la racionalidad práctica en el sentido instrumental.

Commented [A1]: Plaza Mayor de Bogotá, 1846. Acuarela


de Edward Mark, Colección del Banco de la República.

También cabría aquí señalar que esta disposición espacial, apoyada en las
posibilidades desplegadas por la técnica tras el muro portante, da predominio al eje
perpendicular a la calle, señalando el tránsito entre interior y exterior por el conjunto de
espacios de luz y sombra que cumplen el papel de ‘filtros sicológicos’ que median
entre interior y exterior, esto es, entre vida pública y privada, dando lugar a una ciudad
donde se oponen valores espaciales con fuertes contrastes que se apoyan en la
circulación y en estos ‘telones’ de transición espacial.

Commented [A2]: La Sabiduría a edificado su casa. Pórtico


del antiguo edificio de la Universidad Nacional, en el claustro
de San Bartolomé. Fotografía Fabio Vinasco.
Tránsito de luz a oscuridad sobre el eje de movimiento.
Commented [A3]: El acceso al Museo de Arquitectura
Leopoldo Rotter. Fotografía Fabio Vinasco.

El dinamismo del acceso frente a los ejes de composición del


recubrimiento.

Cabe acá señalar que el paisaje colonial reúne este diálogo de movimientos, surgiendo
de la calle, fundándose principalmente sobre el espacio público de sus calles, momento
inicial de la traza colonial, del surgimiento de la ciudad, apoyado en estrictos e
inmateriales ejes de movimiento que en raras ocasiones han sido explorados por la
historia de la arquitectura pues, tal como propone Jaime Rubio Angulo (1995: 106),

La escuela a menudo se limita a distribuir fósiles matemáticos, arqueológicos,


discursos, en suma, que nada tienen que ver con lo esencial de la geometría. La
escuela podría iniciar una transformación cultural de gran impacto traduciendo,
por ejemplo, esquemas que representen acciones espaciales, o reemplazar el
estudio de las formas por un análisis que toma al espacio en términos de
recorridos posibles.

Y más adelante,
A la persona se la narra, no se la deduce; se dibuja su movimiento, no se le
construye.

Es en tal dimensión del movimiento, del tejido de la ciudad colonial sobre el territorio,
en este paisaje de espacios anudados por la experiencia de luz y sombra donde toma
forma una universidad republicana que poco se aleja de los patrones de asentamiento
colonial, ocupando los claustros expropiados a la iglesia, conventos y monasterios que
servirán escasamente a los propósitos pedagógicos de las naciones independientes.
De allí que en escritos de la época se oponga a la oscuridad reinante en la universidad
imbricada en el claustro monacal, la necesidad de una luz que llene el espacio
educativo. Como señala Luz Amorocho:

Tales edificios fueron concebidos para llenar exigencias que en este momento
son las mismas: sitios de reunión, refectorios, bibliotecas, capillas y dormitorios
tendrán similares funciones en esta Universidad que, aunque ‘radical y atea’
(según la apodan sus detractores de la época) está metida en el corset de la
más estricta moral y vigilancia. (Amorocho, 1982:9)

Esta imagen de la arquitectura como cincha que simbólicamente la institución


universitaria a la vigilancia religiosa, está presente en la abundante bibliografía sobre la
historia de la universidad colombiana, en la que podemos rastrear cómo los gobiernos
conservadores y liberales luchan por separar la educación del control de la iglesia
hasta el siglo XX, particularmente con la fundación de la República Liberal.

2do movimiento. El emplazamiento del centro.


En el campo de la ciudad universitaria se encuentra construida una fuerte historiografía
que es de fácil consulta para quienes se interesen en la génesis de los casos de
Bogotá, Caracas o México, configuraciones paradigmáticas en la historia de la
arquitectura latinoamericana. Sin embargo, puesto que el tema del presente artículo es
la Ciudad Universitaria de Bogotá (CUB), bien vale la pena reconocer que desde el
concepto de paisaje hay un vacío histórico, en cuanto a la delimitación de lo que fue el
paisaje colonial y republicano de nuestra ciudad frente a lo que representa la fundación
de esta institución.

Una de las principales contribuciones en la construcción de una historicidad de la


institución universitaria se debe a la arquitecta Luz Amorocho quien con la editorial
Proa publicara en 1982 un corto libro sobre la CUB en el periodo 1867-1982.

Con este escrito podemos señalar el vínculo fundamental entre la Universidad Nacional
de los Estados Unidos de Colombia y el paisaje de la ciudad colonial, de tal manera
que la primera toma forma en una serie de edificios y claustros de caracteres y estilos
diversos, que se encontraban dispersos en la trama de la ciudad. Se trata por lo tanto
de una idea de paisaje que tradicionalmente se ha expresado en el término Ciudad
Universitaria, es decir, aquella forma en que la institución universitaria se encuentra
imbricada en el recinto urbano pre existente.

Las doce entidades que agrupa la Universidad Nacional hacia 1867 son inquilinas de
trece edificios distribuidos en la trama colonial, dejando de lado, hasta la visita de la
misión alemana de 1923, las consideraciones de tipo pedagógico, centrándose en las
necesidades prácticas de espacio para acoger esta institución. La arquitectura
neoclásica de alguna de sus dependencias contrasta con el férreo trazado urbano, que
no conocerá, hasta ya entrado el siglo XIX modificaciones significativas.

En tal sentido, este proceso está signado por la oposición entre ideologías
conservadoras y liberales, pero también por una clara oposición al papel que debería
jugar la iglesia en el control y vigilancia de la educación, siendo en particular la
educación universitaria un ámbito de formación del ciudadano, frente a la educación
básica o secundaria. Es característica en este movimiento la visión de la universidad
como institución edificante, pero también su marcado sentido nacional, como se
desprende de las palabras del Secretario del Interior en el acto de instalación de la
Academia Nacional de Colombia, al referirse particularmente, en 1836, a los estudios
de ciencias políticas y morales:
Instituciones y leyes que reformar, para que hagan la felicidad de los pueblos:
hábitos, usos y costumbres que mejorar, para que reine entre nosotros la virtud y
se consoliden instituciones liberales; ignorancia y preocupaciones que combatir;
y, en fin, establecer, sostener y perfeccionar una educación general, que difunda
las luces por todos los ángulos de Colombia; he aquí, señores, en compendio, lo
que tenéis que hacer en las ciencias políticas y morales, que ejercen un tan
poderoso influjo sobre la felicidad común. (Peña, 2001:30)

Podemos concluir por lo tanto, que se trata del paisaje colonial al que se sobrepone la
máscara de lo neoclásico, la cultura colonial en un escenario de carácter francés (que
ha valido el dudoso calificativo de republicano al seguir desde la historia de lo urbano la
historia política), que recuerda las puntualizaciones realizadas por Santiago Sebastián
en la Historia Extensa de Colombia sobre el fenómeno manierista del enmascaramiento
en la constitución de la arquitectura colombiana, apoyado en la técnica constructiva del
muro portante que confiere cierta independencia estructural a la fachada, enfatizando el
eje de movimiento interior – exterior que hemos descrito anteriormente.

Contrapunto. La Universidad Nacional.

Para cerrar este corto recorrido del paisaje universitario vale la pena enfatizar el
significado que tiene la ruptura de las hegemonías conservadoras sobre la constitución
de la ciudad del siglo XIX frente a la República Liberal del siglo XX. Este proceso de
transformación de las ideologías presentes en la sociedad tendrá un espacio particular
en la Ciudad Universitaria de Bogotá, que desde el punto de vista del paisaje
representa el emplazamiento lejano del campus respecto a una ciudad colonial pre
existente, una decisión que sin duda opone a la ciudad de universidades la idea de una
ciudad como universidad, esto es, una ciudad liberal, cuya vocación principal es la de
servir de entorno educativo.
Commented [A4]: La Universidad Nacional de Colombia
hoy. Fotografía Fabio Vinasco.

Al respecto, el imaginario de una ciudad impactada por la insipiente industria bogotana,


de calles maltrechas, cafés y tecnologías ‘modernas’ como el cinematógrafo,
expresada en el discurso de Caballero (1928):

¿Qué hará la escuela a la mañana siguiente con ese niño que ha pasado la
velada o la noche en el teatro o en el cinematógrafo, llenando su fantasía
impresionable de un mundo de imágenes halagüeñas y seductoras, que le
deicen, en un lenguaje persuasivo, todo lo contrario de lo que debe decirle una
escuela educativa? Las enseñanzas abstractas no hallarán entrada en él, porque
la imaginación está poblada de fantasmas de mil colores vivos. Los medios
intuitivos palidecerán y perderán todo interés entre ese mundo iluminado de
brillantes matices. La doctrina moral parece cosa insípida, ante los halagos de
las pasiones idealizadas por el arte.

Si bien este texto se refiere a los adolescentes urbanos, imaginarios similares se


ocupan del universitario, en los que particularmente el café como lugar de reunión y
epicentro de la actividad de los universitarios, en la trama colonial, vinculando tanto la
higiene física como la moral a una decadencia de la ética ciudadana, antecedentes en
el discurso de la necesidad de romper el vínculo paisaje colonial – universidad.

Commented [A5]: Edificio que ocupara durante los


primeros años de su fundación la Universidad Nacional,
ejemplo del paisaje colonial. Fotografía Fabio Vinasco.

En tal sentido, tras el objetivo de reunión del disperso programa de la Universidad


Nacional en un conjunto edilicio único, también se percibe la necesidad de una re-
fundación de la ciudad en un conjunto ‘moderno’. Suficiente se ha escrito sobre los
diagramas que ocuparon a Rotter y a Karsen en el sentido de reunir el programa
docente y potenciar la ocupación de laboratorios y servicios de apoyo.

Para este artículo quisiera, sin embargo, anotar que los diversos esquemas, ya sean de
Rotter, Karsen, o de los mejicanos Prieto Souza y Parra, presentan un interesante
contraste de paisaje, que nos mueve entre una estructura neoclásica de palacetes de
corte palladiano sobre una trama que recuerda las ideas de Sert, en estos últimos, a un
campo matemático abstracto en el que priman vectores de relación sobre cualquier
referencia urbana concreta en los primero. Esta noción de diagrama que presenta un
no-lugar sobre el cual se reúnen las particularidades dispersas en el antiguo entramado
colonial, tejidas desde un punto de vista funcional, recuerda el tema del no-lugar, y por
lo tanto de la u-topía presente en el nacimiento del urbanismo moderno.

En dicha condición, si bien la técnica de los nuevos edificios sea vinculable a las
preexistentes tradiciones de muros portantes y cubiertas en teja romana, la tecnología
juega un papel importante en el trazado urbano, partiendo de su doble anillo de
circulación que da un papel primordial al automóvil y el tránsito, enfatizando con su
forma la distancia de lo colonial, pero también una relación tipológica diversa del
edificio de tipo claustral con los edificios de aulas. Esta concepción fundamentalmente
antípoda a la colonial requiere también de una re constitución de la esfera pública que
lleva al surgimiento de la Plaza Santander (conocida hoy como Plaza Ché) , frente al
proyecto original que contemplaba un espacio vacío como núcleo del proyecto urbano.
Commented [A6]: Interpretación de Rotter del esquema de
Facultades de Karsen. Amorocho (1982:13)
El territorio como campo de relaciones, como diagrama casi
matemático.

Es también el momento de surgimiento de una estética de lo blanco que pronto se


esparcirá por la ciudad, promovida por diversas instituciones, en particular la Sociedad
de Mejoras y Ornato, que impulsa una idea de higiene y modernidad con el uso
extendido de este color frente a los de la ciudad tradicional, de allí la idea de una
‘Ciudad Blanca’ como ciudad universitaria.

El contraste de estas concepciones de ciudad nos permiten abordar el rompimiento de


la tradición técnica colonial como momento fundamental de construcción de este nuevo
paisaje urbano con el impacto que tiene en edificaciones de un segundo momento de
planeación de la CUB del diálogo entre estructura en concreto y envolvente de material
tradicional, pues tan solo el sistema de planta abierta, libre, podría dar soporte a la
nueva perspectiva del espacio pedagógico que desde la misión alemana de 1927. Es
en la disposición dinámica de bloques blancos sobre un campo verde donde se
construye esta nueva ciudad liberal que, con el diálogo que pasa por momentos de la
técnica a la tecnología, propone un tipo edilicio en que el principio de enmascaramiento
vuelve a ser el germen edilicio en los diálogos arquitectónicos tras los edificios de
Rotter, que pronto utilizarán el concreto como medio posibilitador del uso del ladrillo en
su naturaleza textil de recubrimiento.
Commented [A7]: El complejo campo de relaciones
pedagógicas planteado por Karsen. Amorocho (1982:13)

Este nuevo paisaje constituido desde esta visión del urbanismo como tecnología, esto
es como una técnica tras la que se encuentra la ciencia de la ciudad, de lo urbano,
formula una concepción de ciudad en la que el paisaje está constituido desde una
relación dinámica de edificios en los que las diversas perspectivas que abre el desfase
de edificios, utilizando como elemento aglutinador la experiencia misma y no la calle,
crea un paisaje urbano novedoso en que la naturaleza representada en árboles y
prados no es un telón de fondo sino un activo campo de confluencia de fuerzas
constructoras de ciudad.

En tal sentido, Cortes (2009:49) expone esta naturaleza como el impacto que tiene una
‘cuarta dimensión’ del espacio en la obra del arquitecto Rotter.
Commented [A8]: Dibujos extractados por Cortes (2009:49)
de las carpetas de Rotter.

CONCLUSIÓN.
A modo de conclusión quisiera exponer la dificultad explícita de rastrear la idea de
paisaje en nuestras historias de la arquitectura tratándose de un concepto
relativamente nuevo.

La Ciudad Universitaria como ciudad liberal constituye ante todo una nueva narrativa
de la relación hombre – naturaleza, en la que toma una importancia primordial la
propuesta de formas edilicias como expresión de valores e ideologías presentes en la
sociedad, que si bien no trascienden principios técnicos hasta ya entrado el siglo XX,
convierten al urbanismo moderno en una forma de tecnología de gran impacto sobre el
paisaje colonial.

En tal sentido, al examinar el impacto que tiene sobre la ciudad la presencia del
paisaje, posibilitado por la técnica, pero no debido a ella, quisiera terminar con las
palabras de Michel Serres en el Libro de las Fundaciones invitando a la reflexión y
construcción epistemológica de este tema (Rubio, 1995:104):

Los espacios están mezclados con vecindades contingentes.

No hay un solo espacio, sino un paisaje.

Un paisaje es un mosaico de espacios, y no un conjunto de objetos puestos en


un espacio común.

REFERENCIAS
Amorocho, Luz. (1982) Universidad Nacional de Colombia Planta Física 1867-1982,
Bogotá. Ediciones Proa. Bogotá.

Caballero, Eduardo (1928) El gamín bogotano, Revista Cromos, Abril. Bogotá.

Conill, Jesús. (2005) Ciencia, técnica y filosofía en nuestra situación intelectual desde
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http://www.condesan.org/unesco/Cap%2006%20metchild%20rossler.pdf

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