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Colegio Gimnasio Campestre San Sebastián

NOMBRE: ______________________________________ GRADO: DÉCIMO


AREA: FILOSOFÍA FECHA: SEPTIEMBRE - OCTUBRE PERIODO: CUARTO
TEMA: El gusto. La subjetividad y la universalidad del gusto.
DOCENTE: Vida Patricia Durán González
COMPETENCIAS: INTERPRETATIVA – ARGUMENTATIVA – PROPOSITIVA
DBA LC 1: Asume una posición crítica y propositiva frente a los medios de
comunicación masiva para analizar su influencia en la sociedad actual.
DBA LC 2: Planea la producción de textos audiovisuales en los que articula
elementos verbales y no verbales de la comunicación para desarrollar un tema o
una historia.
DBA LC 6: Comprende diversos tipos de texto, asumiendo una actitud crítica y
argumentando sus puntos de vista frente a lo leído.
DBA LC 7: Produce textos orales como ponencias, comentarios, relatorías o entrevistas,
atendiendo a la progresión temática, a los interlocutores, al propósito y a la situación
comunicativa.

Guía 7

Lo bello y lo sublime
Immanuel Kant

Con el título de «Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo


sublime» publicó Kant en Komgsbey (1764) este ensayo de vario y atrayente
contenido. Numerosas ediciones sueltas se han hecho de este encantador tratadito,
sin contar las varias ediciones de las obras completas del autor.
Más que de estética, en el sentido estricto de la palabra, tratan
las «Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime» de asuntos varios,
moral, psicología, descripción de los caracteres individuales y nacionales; en suma,
de toda suerte de temas interesantes que pueden ocurrirse alrededor del asunto
principal. Está escrito en estilo fácil y cómodo -extraña excepción en la obra de Kant-
, lleno de ingenio, alegría, penetración, con una sencillez encantadora. Se
comprende fácilmente que un crítico haya podido comparar a Kant -refiriéndose a
esta obra- con «La Bruyère», el autor de los «Caracteres».
En este ensayo es donde Kant ataca por primera vez el problema estético, y
aunque sus ideas fundamentales acerca del arte y la belleza se hallan
sistemáticamente expuestas en su obra posterior, la «Crítica del Juicio», tienen, sin
embargo, las «Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime» cierto
interés para el conocimiento de los orígenes de la estética kantiana. Pero sobre todo
constituyen, como hemos dicho, una serie de delicadas ocurrencias, de certeras
observaciones, de agudas críticas, sin el aparato solemne de la exposición
didáctica.
Capítulo primero
Sobre los diferentes objetos del sentimiento de lo sublime y de lo bello.
Las diferentes sensaciones de contento o disgusto descansan, no tanto sobre la
condición de las cosas externas que las suscitan, como sobre la sensibilidad
peculiar a cada hombre para ser grata e ingratamente impresionado por ellas. De
ahí proviene que algunos sientan placer con lo que a otros produce asco; de ahí la
enamorada pasión, que es a menudo para los demás un enigma, y la viva
repugnancia sentida por éste hacia lo que para aquél deja por completo indiferente.
El campo de las observaciones de estas particularidades de la naturaleza humana
es muy amplio, y oculta aún buena copia de descubrimientos tan interesantes como
instructivos. Por ahora dirigiré mi mirada sobre algunos puntos que parecen
particularmente destacarse en este terreno, y más con el ojo de un observador que
de un filósofo.
Como todo hombre sólo se siente feliz en tanto que satisface sus inclinaciones,
la sensibilidad que le capacita para disfrutar grandes placeres sin exigir aptitudes
excepcionales, no es tampoco cosa baladí. Las personas de fisiología exuberante,
para quienes el más ingenioso autor es el cocinero, y las obras de más exquisito
gusto se encuentran en la bodega, se entregarán a oír comunes y equívocos
chascarrillos con alegría tan viva como aquella de que tan orgullosas se sienten
personas de sensibilidad elevada. Un buen señor, que gusta de leer libros porque
con ello concilia mejor el sueño; el comerciante, para quien todo placer es mezquino
si se exceptúa el que disfruta un hombre avisado cuando calcula sus ganancias;
aquel otro, que sólo ama al sexo femenino porque lo incluye entre las cosas
disfrutables; el aficionado a la caza, ya sea de moscas, como Domiciano, o de fieras,
como A., todos ellos tienen una sensibilidad que les permite gustar placeres a su
modo, sin necesidad de envidiar otros y sin que puedan formarse idea de otros.
Pero dejemos ahora esto fuera de nuestra atención. Existe, además, un sentimiento
de naturaleza más fina, llamado así, bien porque tolera ser disfrutado más
largamente, sin saciedad ni agotamiento, bien porque supone en el alma una
sensibilidad que la hace apta para los movimientos virtuosos, o porque pone de
manifiesto aptitudes y ventajas intelectuales, mientras los otros son compatibles con
una completa indigencia mental. Este es el sentimiento que me propongo considerar
en algunos de sus aspectos. Excluyo, sin embargo, aquella inclinación que va unida
a las sublimes intuiciones del entendimiento y aquel atractivo que sabía percibir la
impresión de que era capaz un Kepler cuando, como Bayle refiere, no hubiera
cambiado uno de sus descubrimientos por un principado. Es esta afección
excesivamente fina para entrar dentro del presente ensayo, destinado sólo a tratar
la emoción sensible de que las almas más comunes son también capaces.
Este delicado sentimiento que ahora vamos a considerar es principalmente de
dos clases: el sentimiento de lo sublime y el de lo bello. La emoción es en ambos
agradable, pero de muy diferente modo. La vista de una montaña cuyas nevadas
cimas se alzan sobre las nubes, la descripción de una tempestad furiosa o la pintura
del infierno por Milton, producen agrado, pero unido a terror; en cambie, la
contemplación de campiñas floridas, valles con arroyos serpenteantes, cubiertos de
rebaños pastando; la descripción del Elíseo o la pintura del cinturón del Venus en
Homero, proporcionan también una sensación agradable, pero alegre y sonriente.
Para que aquella impresión ocurra en nosotros con fuerza apropiada, debemos
tener unsentimiento de lo sublime; para disfrutar bien la segunda, es preciso
el sentimiento de lo bello. Altas encinas y sombrías soledades en el bosque sagrado,
son sublimes; platabandas de flores, setos bajos y árboles recortados en figuras,
son bellos.
La noche es sublime, el día es bello. En la calma de la noche estival, cuando la
luz temblorosa de las estrellas atraviesa las sombras pardas y la luna solitaria se
halla en el horizonte, las naturalezas que posean un sentimiento de lo sublime serán
poco a poco arrastradas a sensaciones de amistad, de desprecio del mundo y de
eternidad. El brillante día infunde una activa diligencia y un sentimiento de alegría.
Lo sublime, conmueve; lo bello, encanta. La expresión del hombre, dominado por el
sentimiento de lo sublime, es seria; a veces fija y asombrada. Lo sublime presenta
a su vez diferentes caracteres. A veces le acompaña cierto terror o también
melancolía, en algunos casos meramente un asombro tranquilo, y en otros un
sentimiento de belleza extendida sobre una disposición general sublime. A lo
primero denomino lo sublime terrorífico, a lo segundo lo noble, y a lo último
lo magnífico. Una soledad profunda es sublime, pero de naturaleza terrorífica.(1)
De ahí que los grandes, vastos desiertos, como el inmenso Chamo en la Tartaria,
hayan sido siempre el escenario en que la imaginación ha visto terribles sombras,
duendes y fantasmas.
Lo sublime ha de ser siempre grande; lo bello puede ser también pequeño. Lo
sublime ha de ser sencillo; lo bello puede estar engalanado. Una gran altura es tan
sublime como una profundidad; pero a ésta acompaña una sensación de
estremecimiento, y a aquélla una de asombro; la primera sensación es sublime,
terrorífica, y la segunda, noble. La vista de las pirámides egipcias impresiona, según
Hamlquist refiere, mucho más de lo que por cualquier descripción podemos
representarnos; pero su arquitectura es sencilla y noble. La iglesia de San Pedro en
Roma es magnífica. En su traza, grande y sencilla, ocupa tanto espacio la belleza -
oro, mosaico-, que a través de ella se recibe la impresión de lo sublime, y el conjunto
resulta magnífico. Un arsenal debe ser sencillo; una residencia regia, magnifica, y
un palacio de recreo, bello.
Un largo espacio de tiempo, es sublime. Si corresponde al pasado, resulta noble;
si se le considera en un porvenir incalculable, contiene algo de terrorífico. Un edificio
de la más remota antigüedad, es venerable. La descripción hecha por Halles de la
eternidad futura, infunde un suave terror; la de la eternidad pasada, un asombro
inmóvil.

REFERENCIA BIBLIOGRAFICA

Tomado de http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/lo-bello-y-lo-sublime-
ensayo-de-estetica-y-moral--0/html/fefdabe2-82b1-11df-acc7-
002185ce6064_2.htm
VALORACIÓN INTEGRAL
CALIFICACION GUÍA FIRMA FIRMA
DESEMPEÑO
CUALITATIVA CUANTITATIVA DOCENTE ACUDIENTE
SUPERIOR
(96 – 100)
ALTO
(86 – 95)
BASICO
(75 – 85)
BAJO
(10 – 74)

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