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Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra. José Martí.

PUNTO DE VISTA

EL COCO
Por Ricardo Villa Sánchez
@rvillasanchez

La gente piensa que la guerrilla ganó con los Acuerdos de Paz lo que
perdió en sus años de lucha armada. Pese a que renunciaron a la guerra,
seguirá por mucho tiempo su rechazo social. No se imaginan que para
que se logren los cambios que demanda una sociedad en tránsito a la
reconciliación, se requiere voluntad política de las partes. Aunque no se
ha producido algún impacto significativo de la construcción de la Paz, hay
visos de movimientos en el establecimiento, amenazas de irrumpir una
tercera fuerza distinta a la clase emergente y a la dinástica, así pareciera
que se estuviera reforzando el perpetuo modelo o se estuviera frustrando
el irreversible cambio de época.

Frente a esta coyuntura crítica, es clave el diálogo entre las diversas


fuerzas y de los movimientos alternativos, en la búsqueda de salidas a
esta crisis y para que se avance en la Paz completa. El acontecimiento
histórico de la humanidad, de la dejación concertada de las armas, del
grupo insurgente más antiguo de América, no puede quedar como una
rueda suelta en nuestra sociedad, terminar desdibujado en un conflicto
armado peor o llevar a que se legitime un sistema excluyente, que
imposta dirigentes carismáticos que en su plan de negocios, piensan que
el país es suyo, y que todo lo que hagan está bien, por lo que quien se
monta a su tabla, recibiría sus favores, y viviría de la apariencia de poder,
bajo el sometimiento a una estructura basada en la lealtad intrínseca al
patronazgo de turno; que suelta la pita, con las prebendas, y la amarra,
en las contiendas.

Quizás por esto, continúa la táctica de generar el manto de duda frente a


los avances que como sociedad, traerá la construcción colectiva de la
Paz, para lo cual, a quienes detentan el poder, se les hace clave irradiar
el relato del enemigo común: el coco que les sirve a sus intereses
particulares y para preservar sus privilegios; la idea del peligro, que todo
lo puede y que para detener su amenaza “omnipresente” hay que
destinar el grueso del presupuesto a la defensa, a la infraestructura, a
contener los riesgos, mientras se le quita a la justicia social.

El coco de las guerrillas, de los maduros, de los mafiosos mejicanos, de


las disidencias, de la diferencia, de las invisibles águilas negras, de la
criminalización de la protesta social, de los inmigrantes irregulares, de las
demás cortinas de humo que más adelante se inventarán, para ponerle
anteojos polarizados a la cruda realidad de que hay una crisis, de que los
recursos públicos no son un barril sin fondo; que las fuerzas políticas y
sus liderazgos, han perdido su real sentir ─el servicio a la comunidad─
para convertirse en un cartel más de la corrupción, hasta con
gobernantes de fachada, puertas giratorias entre lo público y lo privado, y
sultanatos imposibles de modificarse desde adentro ─sin que haya
cesiones de poder─, que en su gula, han desbordado la capacidad de
ingresos de la nación, por lo que el sistema va a necesitar aumentar la
base contributiva, ─en su credo fallido de la leche derramada─, a toda la
clase trabajadora, mientras exonera cada vez más a los que pueden.

En ese escenario, la tormenta perfecta para evitar la desmoralización de


la gente, su emancipación o engordar su indiferencia, es el miedo. El
coco en su real esplendor: el de la manipulación y de la especulación.
Con la prisma mediática de temas que se vuelven los prioritarios ─como
la movilidad y la seguridad─, o que son los grandes negocios, y por los
que más la gente se endeuda, para esclavizarse a los bancos. Sin
embargo, florece una generación de la Paz, que se está educando, que
amplía su pensamiento, que ha asumido otros discursos transversales,
que ha dejado de mirar para otro lado, que desechó el debate belicista
que nos legó 8 millones de víctimas. A esta generación de la Paz es a la
que la sociedad le debería apostar. Aún hay esperanza. Vale la pena la
Paz.

Santa Marta, DTCH, 20 de septiembre de 2018.

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