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“Ahora o nunca.

Fue la llamada de auxilio que la UNESCO lanzó a la comunidad internacional a principios


de 1960. El Nilo, que marcaba la vida de los egipcios desde el nacimiento de su civilización
amenazaba con dejar sumergidos a una gran cantidad de monumentos tras la que sería la
construcción de la Alta Presa de Asuán para aumentar la superficie de tierras cultivables y la
producción de electricidad (la primera, Baja Presa, fue insuficiente).

Arrancó entonces la mayor operación de salvamento arqueológico de todos los tiempos.

La región comprendida entre Asuán (sur de Egipto) y la catarata de Dal o tercera catarata,
en Sudán, fue escenario de misiones de Polonia, Italia, Checoslovaquia, la URSS, Austria,
Francia, Alemania, España, Estados Unidos, los Países Bajos, Gran Bretaña, Suiza, o
Finlandia, que se sumaron al esfuerzo egipcio por salvar el patrimonio del olvido y de la
destrucción.

En una carrera contra el tiempo se desplazaron más de veinte templos como el


de Kalabsha, Kertassi y Bet el-Vali, o el conjunto de santuarios de la isla de
Filae (hoy en la isla de Agilkia). Otros como los de Dendur y Debod, salieron de
viaje hacia Nueva York y Madrid respectivamente, agradecimiento del gobierno
egipcio por la ayuda prestada. Lamentablemente algunos acabaron
sumergidos, a la espera de que se desarrolle una tecnología que permita su
rescate y lo haga económicamente factible.

Entre estos los templos de Abu Simbel, obra del gran Ramsés II allá por el siglo XIII aC
para conmemorar su supuesta victoria en la batalla de Kadesh y mostrar su poder a los
vecinos nubios al tiempo que reforzar la religión y presencia egipcia, además del templo
obsequio a su esposa favorita Nefertari.

De todos los rescates fue el más espectacular por su complejidad y coste.

Se barajaron distintos proyectos, como el de aislarlo en una especie de acuario de cristal


con ascensores hasta la superficie o protegerlos con un enorme dique, pero finalmente
Egipto optó por el plan de rescate de la firma de ingenieros suecos Vattenbyggnadsbyran:
serían cortados como piezas de un gigantesco rompecabezas y reconstituidos en la cima de
la meseta, por encima de la cota máxima que alcanzaran las aguas, a unos 200 metros de
distancia de su lugar original y unos 64 metros más elevados.
En noviembre de 1963 se iniciaron los trabajos, con la construcción de una empalizada de
360 metros de longitud y 25 metros de altura para proteger los templos del ascenso de las
aguas del futuro lago Nasser. Tras las operaciones previas de instalar un sistema de
drenaje para controlar el nivel de las aguas subterráneas, levantar andamios, instalar unos
enormes pasadizos de aluminio para acceder a su interior y recubrir las fachadas con arena
y cortinas de hierro para protegerlas de posibles daños, la primera tarea fue retirar
300.000 toneladas de roca de la colina que los albergaba para alcanzar sus techos y
facilitar el desmontaje. En mayo de 1965 se cortó el primero de los bloques, ingenieros y
obreros trabajaron en las duras condiciones del lugar para fragmentar con precisión
quirúrgica el conjunto de arenisca en 1.036 bloques de entre 7 y 30 toneladas cada uno.

Poderosas grúas trasladaron los bloques hasta su nueva ubicación donde se recompuso con
cuidado el puzle, tapando las señales de los cortes con arcillas, pinturas y arenas de tal
forma que hoy apenas son perceptibles. Estos trabajos finalizaron en septiembre de 1967.

La última etapa consistió en levantar encima de cada templo unas gigantescas cúpulas de
hierro, hormigón y cemento para soportar el peso de la rocas que recubrirían el conjunto,
simulando el promontorio original aunque algo menores que las primitivas. El 22 de
septiembre de 1968 se celebraba con una ceremonia solemne la conclusión del proyecto.

Tanto cuidado y fidelidad se intentó prestar a su reconstitución que se le quiso dar a los
templos la misma orientación con que fueron construidos, de forma que recibieran los
rayos de sol igual que durante los 3.000 años anteriores. Sin embargo, los más modernos
métodos de cálculo no lograron reproducir exactamente las circunstancias: en la
ubicación original dos veces al año, el 21 de febrero (probable fecha de
nacimiento de Ramsés II) y el 21 octubre (probable fecha de su coronación),
los rayos del sol penetraban en el templo hasta el santuario situado en lo
más profundo, iluminando las estatuas de Amón, Ra, y Ramsés, y quedando
en penumbra la cara del dios Ptah, seguramente de forma intencionada ya
que era considerado el dios de la oscuridad. Hoy este fenómeno ocurre con un
día de diferencia.

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