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Los fines del matrimonio

Los fines en la esencia del matrimonio

Los fines hacen referencia a algo hacía lo que está orientado un objeto, es decir, el
objetivo planteado o adherido en un ser. Este fin puede entenderse como la
configuración de actos o logros que se plantea hacer; sin embargo, existen una
clase de fines que no son producto de una subjetividad, sino de una ordenación de
su naturaleza. Es a esa ordenación natural que nos referimos al hablar del
matrimonio, fines que no son producto del consenso entre los contrayentes, como
por ejemplo: tener una gran casa o viajar al extranjero; sino, fines que son naturales
del matrimonio o unión conyugal. “No se añaden desde fuera, ni son realmente
distintos de la esencia, sino que constituyen su estructura teleológica, su orientación
operativa natural”.
“El fin al que una realidad se ordena es, ciertamente, un objetivo, una meta que se
ha de alcanzar: pero en cierto modo está ya presente en la configuración de esa
realidad”1. Es decir, el fin del matrimonio es una ordenación natural a la que se
dirige en cuanto es lo que es, y nace con el consentimiento de los contrayentes que
se disponen a unir en matrimonio. Aunque los fines no se hayan logrado o conocido,
siempre la naturaleza de la unión estará orientada a ellos.

“Si las propiedades muestran estáticamente la esencia del matrimonio, los fines la
muestran en perspectiva dinámica”2. Dicho de otro modo, las propiedades del
matrimonio nos ayudan a entender lo que es el matrimonio, como está constituido y
que es necesario para realizarlo; por otro lado, los fines hacen referencia al
propósito de la unión y su camino después de haberse realizado el acto, según las
leyes natural, es decir, Dios.
“El consorcio de toda la vida que establecen los cónyuges por la alianza matrimonial
está ordenado por su propia índole natural al bien de los cónyuges y a la generación
y educación de la prole”3.
Los fines de los cónyuges en cuanto son matrimonio

El fin del matrimonio no se constituye a la meta que se planteen los cónyuges de


manera individual o colectiva, “pues es el consorcio el que está ordenado por su
propio índole natural”.

El mutuo consentimiento expresado por los contrayentes al unirse en matrimonio,


establece una relación íntima entre el varón y la mujer que posee como fin natural

1
Bañares,J. Matrimonio y Familia,7ª ed., RIALP, Madrid 2006, pp. 75
2
Ibídem, pp. 76
3
Ídem
la procreación de nuevas vidas. De esta manera, no podría comprenderse
plenamente la constitución de nuevas vidas si no se comprendiera toda la verdad
en el vínculo que los une4.

En relación a lo anteriormente señalado, no existiría una real institución matrimonial


que no tenga como fin el bien de los cónyuges y la apertura y educación a los hijos.
En consecuencia, no habría real consorcio si no se considera al otro cónyuge como
verdadero compañero y soporte para toda la vida y actor conjunto en la procreación
de la familia, pues esto se encuentra intrínsecamente en el matrimonio. Estos fines
están relacionados con la fidelidad, la indisolubilidad, la paternidad y maternidad
potenciales, como bienes que integran una relación de justicia, en cuanto son
productos de la unión marital.

Aclaraciones sobre los fines del matrimonio

a) Coordinación y jerarquía de los fines

Debido a la confusión que generaba el anterior Codex Iuris Canonici al


configurar la procreación como fin primario del matrimonio, mientras que, la
ayuda mutua de los esposos y el remedio de la concupiscencia como fin
secundario5, llevó al Concilio Vaticano II a remediar esta problemática, ya
que algunos interpretes identificaban fines secundarios como innecesarios,
estableciendo una visión personalista, según algunos autores.

Esta visión personalista identificó como fines primarios al amor mutuo y el


bien de los cónyuges como personas. Pero, esta interpretación no abolió la
idea del fin procreacional como primario, sino que, lo configuró de manera
implícita para no generar nuevamente confusiones.

Juan Pablo II aseguró que, aunque los nuevos documentos de la iglesia no


señalen a la procreación como fin primario, tratan de aquello mismo a lo que
se refieren las expresiones tradicionales6.

Esta jerarquía natural de los fines no supone excluir o infravalorar el bien de


los cónyuges respecto a la procreación, sino, simplemente, la ordenación
intrínseca del amor propiamente conyugal, que se falsearía se concibieran
los fines como paralelos o alternativos7.

4
Cfr. Bañares,J. Matrimonio y Familia,7ª ed., RIALP, Madrid 2006, pp. 76-77
5
Cfr. Ibídem, pp. 78
6
Cfr. Ibídem, pp. 79
7
Cfr. ídem
En conclusión, la unión marital no puede ser vista simplemente como una
unión procreativa, aunque este sea su fin primario. Por otro lado, la
comunidad de vida y amor de los esposos es más que una ordenación a la
generación y educación de la prole. Ambos fines señalados poseen
consistencia y dignidad individual y no pueden separarse, pues no cabe la
idea de hablarse de uno sin ser señalado el otro.

b) Inseparabilidad de los fines

Siguiendo la idea de lo señalado anteriormente, la nueva interpretación


hecha por el Concilio Vaticano II no debe ser vista como una forma de invertir
el orden jerárquico de los fines, pues, como ya se ha señalado, su propósito
no fue ese, sino, evitar más confusiones.

Los fines son inseparables en su realización plena y verdaderamente


conyugal, pues cada fin contribuye e incluye al otro. De esta manera, no se
trata de fines aislados uno del otro, sino de una única realidad que contiene:
el bien de los cónyuges y la paternidad o maternidad potencial, como fines
inseparables8.

c) La ordenación natural a los fines y su obtención efectiva

Los fines al ser ordenaciones naturales que parten de la misma esencia del
matrimonio, “están siempre presentes en el matrimonio verdadero, con
independencia de que en la vida de cada matrimonio concreto se lleguen a
alcanzar en mayor o menor medida”9.

De esta manera, para considerar al matrimonio como válido no es necesario


que se realice la obtención plena y efectiva de todos los fines naturales en el
matrimonio, sino, la mutua convicción-aceptación de cada uno de los
cónyuges a unirse en matrimonio, aceptando lo que implica la unión
conyugal, de manera que se tenga conciencia de su intrínseca ordenación
natural10.

8
Cfr. Bañares,J. Matrimonio y Familia,7ª ed., RIALP, Madrid 2006, pp. 80
9
Ibídem, pp. 81
10
Cfr. Ibídem, pp. 82
El amor y el matrimonio

El matrimonio nace del amor, se expresa en el amor y desarrolla el amor, pero el


amor esponsal. La esencia misma del amor conyugal reclama unirse al otro en una
totalidad perpetua y exclusiva, que abraza también su paternidad o maternidad
potencial11.

El amor es el motor de la decisión de contraer matrimonio y es el acto del


consentimiento matrimonial. Los dos esposos se entregan mutuamente las obras
futuras debidas al desarrollo de su ser conyugal. Al madurar se transforma en un
deber, como manera humana de obligarse a durar para siempre, comprometido a
mantener la fidelidad a ese compromiso de amar. “El amor que hasta entonces era
gratuito se hace deuda de justicia, se convierte en debido: del deseo de ser tu
esposo o tu esposa porque te quiero, se pasa al te quiero, y te querré siempre,
porque eres mi esposo o mi esposa”12

De esa manera, el amor debe ser el motor que genere los actos de los esposos en
todos los aspectos que pueda abarcar su unión conyugal, pues amor y conyugalidad
siempre deben ir juntos.

11
Bañares,J. Matrimonio y Familia,7ª ed., RIALP, Madrid 2006, pp. 82-83
12
Hervada, Dialogos..., Citado por: Bañares,J. Matrimonio y Familia,7ª ed., RIALP, Madrid
2006, pp. 85
La sacramentalidad del matrimonio cristiano

La dimensión sagrada del matrimonio y su elevación a la dignidad


sacramental
a) Sacralidad natural de la persona y de la unión conyugal

La persona humana en cuanto es creación divina sobrenatural a imagen y


semejanza del Creador, es sagrada. De la misma manera, la institución
matrimonial posee una trascendencia sagrada en cierto en modo, en la
medida de que es imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama
al hombre13.

b) La significación natural del matrimonio y su elevación sobrenatural

El matrimonio, como institución marital, posee un significado sobrenatural, al


ser instituido como sacramento dispuesto a la realización cristiana de las
personas. Para aclarar esto, “Jesucristo elevó el mismo matrimonio original
a la dignidad de sacramento de la Nueva Ley, es decir, de signo eficaz de la
gracia”14. De esta manera, Jesucristo, al igual que el bautismo, necesario y
obligatorio para todo el rebaño, instituye el matrimonio como sacramento al
que bendice y configura como ayuda a la realización plena cristiana, pues
parte de la esencia del hombre unirse a otro u otra en matrimonio.

El matrimonio cristiano, sacramento de la nueva alianza

a) La realidad elevada a sacramento es el matrimonio mismo

“La realidad que ha sido elevada y asumida por Dios, en Cristo Redentor,
como cauce sacramental de la gracia, es la comunidad íntima de vida y amor
conyugal fundada por el creador, es decir, el mismo matrimonio querido por
Dios al principio”15. Esta comunidad conyugal encuentra sus raíces en la
naturaleza misma de la voluntad de los cónyuges al unirse y encuentra su
motor en el amor y la determinación de varón y mujer en compartir toda una
vida juntos. Pero, esta unión y todo lo que implica es confirmado y purificado
por Dios, quien conduce a la perfección el sacramento del matrimonio.

13
Cfr. Bañares,J. Matrimonio y Familia,7ª ed., RIALP, Madrid 2006, pp. 87
14
Ibídem, pp. 88
15
Ibídem, pp. 90.
b) La base de la sacramentalidad del matrimonio es el bautismo de los
contrayentes.

La base de la unión marital es la pertenencia de ambos contrayentes a la


comunidad cristiana, expresada mediante el sacramento del bautismo, el
cual los inserta en la alianza esponsal de Cristo con la Iglesia de manera
definitiva.
El bautismo es puerta de los sacramentos y, de la mima manera, fundamento
próximo e inmediato de la sacramentalidad de su concreto matrimonio16.

16
Cfr. Bañares,J. Matrimonio y Familia,7ª ed., RIALP, Madrid 2006, pp. 92

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