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Selección de cuentos de ajedrez - Club d’Escacs Sant Martí (Barcelona)

MOVIMIENTOS1

por Marina Castro

La mujer se quedó mirando las figuras; las manos sobre la mesa,


extendidas como si se fuera a apoyar en ellas para ponerse de pie,
pero la mirada iba del caballo al peón, del alfil a la torre, respirando
cada vez más fuerte; empecé a respirar a su mismo ritmo; podría
ser la proximidad de un parto, la llegada de una noticia anunciada
en un sobre que colocan frente a uno en forma imprevista, un dolor
físico moviendo súbitamente las vísceras, el brillo de la hoja
metálica de un puñal que se desliza fuera de su funda con la
mesura previa de un acto fríamente calculado. Noté mis manos
apretándose en puños dentro de los bolsillos de mi falda; sentí el
sudor que su cuerpo lanzaba, era una mezcla de piel joven y restos
de un jabón discreto que, tal vez, muchas horas antes formó
espuma sobre su cuerpo.

Nadie se movía; la intensidad era el lenguaje compartido allí; quise


retirarme, mis piernas permanecieron en la misma posición y el
dolor de tal quietud daba ciertas señales. Yo era el caballo negro y
si no me cambiaba de lugar iba a hacerlo mal; miré su rostro, el
sudor lo hacía brillar, la boca tenía el gesto furibundo del que está
luchando con una meta que sólo él mismo conoce.

Saqué mi mano del bolsillo y como un ladrón experto la fui


acercando a las figuras; sentí el calor de una bestia salvaje, sus
ojos penetraron en los míos y mi mano obediente retrocedió con la
misma decisión con que se había acercado. La mujer, sin dejar de
mirarme, tomó el caballo negro y lo colocó firmemente unos cuadros
más adelante; sonreí, y empecé a alejarme de esa mesa. Como un
felino sonaron sus dedos quitando otra figura y sacándola del
tablero. Los pasos que había dado me alejaron lo suficiente para
evitar el golpe, el tercer golpe de sus ojos. Di media vuelta y me
ocupé de traducir bien las tres señales del semáforo de la calle;
pasar en rojo ha sido siempre arriesgado. Además, es curioso su
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Originalmente publicado en el número 0 de la revista Antología 64.

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Selección de cuentos de ajedrez - Club d’Escacs Sant Martí (Barcelona)

reto; ¿acaso es la Edad Media?, ¿escogerá el arma con la que se


llevará a cabo el duelo? ¡No vi arrojar su guante blanco, pidiendo un
reconocimiento a la falta cometida! Al menos, no hablamos de la
misma falta; mi error fue no haber accedido a presenciar su triunfo o
su derrota; no me interesa, no quiero saber si ganó o perdió. ¡Yo no
juego!

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