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En el año de 1882, Bogotá, la capital de Colombia, tenía una población de menos de 100.000
habitantes y la industria estaba apenas representada por un sinnúmero de pequeños talleres y unas
pocas fábricas. La máquina de vapor, extendida en Europa y América del Norte, más de un siglo
antes, apenas si se estaba empezando a usar en el país. En esas condiciones llegó a Bogotá la
noticia de la instalación, por parte de Edison, de una central eléctrica para el alumbrado de Nueva
York. En Bogotá, muchos de sus líderes pensaron que ya era hora de que la ciudad tuviera un
alumbrado adecuado. En el mismo año de 1882, Fernando López de Queralta, un coronel cubano
exiliado en Estados Unidos, realizó en la ciudad una instalación, de unos 100 metros de longitud,
de varios postes de alumbrado eléctrico. López de Queralta nunca pudo concretar el negocio de
vender electricidad en Bogotá, pero unos pocos años más tarde, unos empresarios colombianos
crearon una empresa, la Bogotá Electric Light Company, que en 1890 inauguró el alumbrado
público eléctrico de la ciudad. A pesar de que esta empresa quebró un par de décadas después, el
negocio de vender energía eléctrica ya se había instalado en la ciudad y en 1896 se creó la firma
Samper Brush & Cía, de unos empresarios bogotanos, que sacó adelante, de forma exitosa, el
negocio y formó la base de las empresas que hoy le suministran el servicio de energía eléctrica a
la ciudad.
En las siguientes décadas, la ciudad experimentó un crecimiento acelerado que la llevó en los
años sesenta del siglo XX a tener un millón de habitantes (y hoy a tener cerca de ocho millones).
En esas primeras décadas tuvo lugar en Bogotá un considerable incremento de la industria y de la
construcción. La empresa de energía tuvo que ir creciendo a la par de la ciudad. Una vez se
instalaron las primeras lámparas eléctricas en las casas de los notables, la demanda empezó a
crecer de forma exorbitante. La organización que se había creado empezó a experimentar grandes
retos. El conocimiento tecnológico que tuvo que incorporar la empresa dentro de su organización
tuvo que tener un desarrollo acorde con el de la ciudad y el de la empresa. La labor inicial de un
experto extranjero dentro de la organización se empezó a difundir de modo formidable, tomando
cuerpo en las prácticas de trabajo, los reglamentos y los procedimientos, mediante los cuales se
fue construyendo milímetro a milímetro un sistema de potencia eléctrico con todos sus
elementos. A partir de la incorporación de los primeros trabajadores, sacados muchas veces de
labores agrícolas tradicionales, la empresa creció, requiriendo cada vez una mayor
especialización y necesitando, de forma creciente, cuadros que desarrollaran un conocimiento
administrativo y tecnológico cada vez más elaborado.
Las proporciones que alcanzó el negocio de la energía eléctrica hacia la mitad del siglo XX
ponían en crecientes dificultades a los pequeños capitales privados que se habían formado en el
país. La solución que se fue volviendo cada vez más evidente significó la intervención del
Estado, con una mayor capacidad de endeudamiento y de soporte de una empresa de esas
magnitudes.
En el presente trabajo se presenta el desarrollo de la empresa creada para abastecer de energía
eléctrica a Bogotá, desde los albores del siglo XX, hasta el año de 1959, en el que la organización
pasó a pertenecer totalmente al municipio de Bogotá. Paralelamente, se muestra el proceso por el
que atravesó el conocimiento tecnológico, desde los comienzos de la Empresa - en los cuales la
inmensa mayoría de los empleados eran personas con muy bajo nivel técnico y la cualificación se
basaba completamente en el conocimiento del que eran portadores los expertos extranjeros - hasta
convertirse en una organización con un espectro de especialistas muy amplio, que ya no
2
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Historia de la Electrificación
Ciudad de México, 17 al 20 de marzo de 2015
1
Mayor, 1989a, p. 314 y 315.
2
Ospina, 1955 , p. 347.
3
Valero, 1998, Anexos 7 y 9.
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local, tecnologías relacionadas con máquinas de vapor (desde 1878), molinos, motores, hornos y
prensas. Bavaria también manejaba esas y otras tecnologías, para lo cual contrató muchos
técnicos extranjeros.
Desde las últimas décadas del siglo XVIII se había tenido en el país el convencimiento de que la
industria del hierro era fundamental para la prosperidad de la nación y para obtener una
independencia económica que respaldara la independencia política que cada vez se ansiaba más.
Luego de las guerras de independencia contra España, entre 1810 y 1819, el nuevo país, ya
independiente políticamente, empezó a buscar afanosamente el desarrollar ferrerías y varios tipos
de establecimientos metalmecánicos. En la región alrededor de Bogotá se desarrollaron dos
ferrerías muy importantes para el desarrollo industrial del país. La primera fue la de Pacho, la
pionera de las ferrerías en Colombia, que dio sus primeros pasos en la década de 1830 y que cerró
finalmente en 1889 y la otra fue la ferrería de La Pradera, en Subachoque, a unos 50 km, al
noroccidente de Bogotá, instalada a finales de la década de 1850 4 y que funcionó hasta 1911. El
desarrollo de esta última ferrería fue bastante importante para el avance del conocimiento
tecnológico de la región en varios sentidos. Por una parte, la empresa heredó el conocimiento
adquirido durante muchos años en la Ferrería de Pacho, ya que para su fundación utilizó técnicos
que habían estado allá por un buen tiempo. Por otra parte, La Pradera fabricó el primer riel y la
primera máquina de vapor en el país5 y, además, incorporó muchísimo conocimiento tecnológico
mediante la formación de trabajadores nacionales a partir del conocimiento foráneo importado.
Otras instituciones hicieron una contribución considerable al desarrollo tecnológico de la
sociedad bogotana. Vale la pena mencionar, en primer lugar, a los Ferrocarriles Nacionales, ya
que en sus Talleres, ubicados en Facatativá (a unos 50 km, al suroccidente de la ciudad) hubo
toda una escuela de formación práctica en oficios técnicos6. Los ferrocarriles tuvieron desarrollos
interesantes en las primeras décadas del siglo XX como, por ejemplo, el diseño de lo que se llamó
la ‘locomotora estándar colombiana’, a partir del cual se ordenaron fabricar ocho locomotoras a
tres fabricantes extranjeros, Baldwin de Filadelfia, Kitson de Leeds en Inglaterra y BMAG de
Berlín7 que luego fueron usadas exitosamente en el país.
Otras empresas como los molinos y la fábrica de gas también aportaron a la suma de
conocimiento tecnológico que se iba acumulando en Bogotá y sus alrededores a finales del siglo
XIX y comienzos del siglo XX. La primera aplicación de una máquina de vapor en el interior del
país se realizó en el molino de trigo de un inglés de apellido Sayer (trabajador y cofundador de la
Ferrería de La Pradera) que fue instalado en 1869 y funcionó por unos pocos años en el barrio
San Victorino de Bogotá. “El Gobierno Nacional compró a Sayer en 1875 la maquinaria de
vapor, con el fin de emplearla en la Casa de la Moneda de Bogotá. En 1879 se contrató al
norteamericano Thomas J. Agnew el montaje de esa máquina”8. La fabricación de gas, a partir de
carbón mineral, fue acometida por la Compañía de Alumbrado por medio de gas, que en marzo
de 1876 “inició su producción con maquinaria y equipos conseguidos en los Estados Unidos”9.
4
Mayor, 1997, p. 137.
5
Mayor, 1997, p. 140-141.
6
Acebedo, 2006, p. 26.
7
Arias, 1989, p. 62-68.
8
Valero, 1998, p.9.
9
Santos y Gutiérrez, 1985, p.55.
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Poco a poco la sociedad iba familiarizándose con los recursos de la revolución industrial ocurrida
en Europa durante el siglo XVIII.
De forma paralela a la adopción y adaptación de tecnologías foráneas también se estaba llevando
a cabo un proceso de transformación de las instituciones, asociadas con ese cambio tecnológico.
“Bavaria se preocupó por controlar su rentabilidad en el orden administrativo haciendo que
fábrica, maquinaria, utillaje, materias primas y fuentes de energía figuraran desde un principio en
términos de su valor monetario, en términos de capital fijo, en el asiento de su contabilidad”10,
haciendo más nítido el cálculo de la ganancia del capital, requisito de una industria moderna. Los
capitales nacionales que se habían estado acumulando desde finales del siglo XIX con el auge de
la exportación cafetera empezaban a buscar negocios de asegurada y creciente rentabilidad. Los
nuevos establecimientos industriales presentaban oportunidades de ese tipo. Al ir creciendo las
empresas también se hacía evidente la necesidad de incorporar conocimiento tecnológico más
especializado y de esa forma Bavaria recurrió a personal extranjero que aportara dicho saber
práctico: “La empresa incorporó para la dirección de la producción una figura profesional sin
antecedentes culturales en el país: el maestro cervecero alemán, conocedor de todo el proceso de
fabricación de la cerveza y de los ‘secretos’ de cada uno de sus pasos, cuyo aprendizaje se había
producido – sin ningún costo social para Colombia – en Escuelas de Cervecería y aún en las
mismas fábricas de Alemania”11. Se incorporaba así en la empresa esa forma de saber
representada en conocimiento tácito, con alto nivel de especialización, aunque no exhibiera un
alto nivel teórico.
El desarrollo tecnológico y el del conocimiento tecnológico en la región, en las primeras décadas
del siglo XX, fue considerable. Se crearon multitud de fábricas, el crecimiento de la población
fue muy grande y cada vez aumentaron más las vías de comunicación que ampliaron la zona de
influencia de Bogotá. “Todos los estudiosos del proceso de industrialización de Bogotá y de la
región de la Sabana coinciden en afirmar la importancia de los años treinta y cuarenta en la
acentuación de un proceso de industrialización más o menos significativo”12. Poco a poco
Bogotá se fue consolidando como el centro urbano más importante del país, ubicación que
Medellín, la segunda ciudad del país en población, trató de disputarle en las primeras décadas del
siglo, en especial, por su fuerte liderazgo a nivel industrial. Sin embargo, al finalizar la primera
parte del siglo, Bogotá ya se constituye, también, como la capital industrial del país13.
Uno de los principales factores para el crecimiento de la ciudad fue el aumento de población de
Bogotá cuya velocidad se aprecia en el Cuadro 1:
10
Mayor, 1989b, p. 13.
11
Mayor, 1989b, p.13.
12
Acebedo, 2006, p.21
13
En Zambrano, 2008, p.153, el autor dice que para 1966, si no antes, Bogotá es la capital industrial del país.
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Cuadro 1
Población de Bogotá entre 1905 y 1951
14
Santos y Gutiérrez, 1985, p. 66.
15
Hughes, 1993, p. 42.
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domicilios selectos de Bogotá y para transmitir la fuerza eléctrica a unos pocos motores eléctricos
de la ciudad. Para hacer esto tuvieron que trabajar de forma constante y meticulosa durante los
cuatro años que transcurrieron desde el 14 de agosto de 1896, en que firmaron el acta de
constitución de la empresa y empezaron la tarea de adquirir en el mercado internacional todos y
cada uno de los elementos que se necesitaban para instalar este naciente sistema de potencia
eléctrica, que ya tenía todos los elementos de cualquier sistema de potencia moderno, aunque
todavía en un número reducido.
Sólo unas semanas después de la inauguración, el 13 de septiembre, el número de bombillos
instalados ya había subido a 12.000. La empresa, cambió en 1904 su razón social a Compañía de
Energía Eléctrica de Bogotá (CEEB) y sólo se encargó a partir de 1906 del alumbrado público
que había comenzado a suministrar en 1890 la Bogotá Electric Light Company (BELC), la cual
finalmente tuvo que vender sus activos a la ciudad en 1905. En la celebración del centenario de la
independencia nacional, en 1910, la CEEB llegaría a su punto máximo de prestigio al donarle a la
ciudad el Pabellón de la Luz e iluminar de forma fastuosa las principales calles. El Pabellón de la
Luz era la primera construcción del país que usaba cemento nacional, producido, precisamente,
por Cementos Samper, de propiedad de la misma familia creadora de la CEEB.
Al principio del siglo la carga industrial era bastante reducida. Sólo ante la propaganda realizada
por los Samper, al comenzar el servicio de energía eléctrica, varios empresarios de la ciudad se
apresuraron a adquirir motores eléctricos. En 1909, aunque el número de bombillos había
seguido creciendo, el número de motores no llegaba aún a 100 como consta en un informe interno
de la Empresa: “El 21 de agosto un informe del cajero sobre el servicio dejó consignado que se
tenían 22.442 lámparas incandescentes de 10 bujías, 3 de arco de 1.000 bujías, 2 de 300 bujías y
81 electromotores con 260 HP”19. En las siguientes décadas la demanda industrial tuvo un
impulso mayor, como se ve en los datos sobre la potencia máxima demandada (potencia pico) en
cada año, en el período 1907 - 1928, que se muestran en el Cuadro 2, tomado de los Archivos de
la Empresa.
Cuadro 2
Evolución de la carga pico de Bogotá entre 1907 y 1928
Para 1910 la carga diurna (que era básicamente industrial) ya se había elevado hasta algo más de
la tercera parte de la carga nocturna (que era básicamente de alumbrado) y en 1928 la carga
industrial equiparó a la carga domiciliaria. Entre 1910 y 1928 la carga industrial se multiplicó
casi 24 veces, mientras que la carga de alumbrado sólo se multiplicó por 9 (lo cual no es poco si
se observa que la población apenas se había duplicado entre 1912 y 1928). Esta situación
significó en la práctica que la Empresa de energía siempre se quedara corta en sus ensanches de
capacidad y que estos significaban cada vez un número mayor de Megavatios.
19
Rodríguez, 1999, Tomo I, p. 174.
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EUEE, en septiembre de 1927, el municipio de Bogotá adquirió una buena parte de las acciones
de la nueva empresa y se fue intensificando, poco a poco, el lento proceso que culminó el 10 de
febrero de 1959, cuando se expidió el Acuerdo 18 del Concejo de Bogotá que le dio vida a la
Empresa de Energía Eléctrica de Bogotá (EEEB), la cual ya era propiedad absoluta del Distrito
Especial de Bogotá. La Empresa fue ingresando, paulatinamente, en el ámbito de la política
municipal, con todas sus ventajas y desventajas.
20
Berger y Luckmann, 1979.
21
Harry Collins ha realizado muchos trabajos sobre el tema en las últimas 3 décadas, uno de los más recientes es
Collins y Evans, 2007.
22
Mayor, 1997, p. 120.
23
Mayor, 1997, p. 121.
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que le permitiría estar al frente de la operación de turbinas y generadores eléctricos que, aunque
no existían en La Pradera, sí tenían problemas en común con la maquinaria rotativa de grandes
dimensiones y con otros aparatos de uso industrial (turbinas hidráulicas y de vapor, grúa de 6
toneladas, sierras, taladros, ventiladores, etc.24) que había en la ferrería. La pericia metalmecánica
general de Cifuentes era algo que había adquirido como conocimiento tácito transmitido, que
había podido obtener por estar inmerso en un medio industrialmente avanzado para el país en ese
momento. Tampoco se debe pasar por alto otro ingrediente importante. Cifuentes, como muchos
otros trabajadores de La Pradera, estaba fuertemente convencido de que él y sus compañeros eran
capaces de sacar adelante proyectos tecnológicos de alto nivel, lo cual presentaba una actitud
adecuada para poder aprovechar el conocimiento venido del extranjero para ser adaptado y
adoptado en una institución nacional.
A continuación se describe la evolución que tuvo el conocimiento tecnológico a lo largo de los
años comprendidos entre 1896 y 1959, diferenciando tres etapas: la de conformación de la
empresa entre 1896 y 1910; la época de crisis ocurrida entre 1910 y 1927 y la época de cambio
institucional que se presentó entre 1927 y 1959.
24
Valero, 1998, Anexo 6.
25
Archivo de la EEB en el Archivo de Bogotá, Tomo 604.3324, Folio 11.
26
Rodríguez, 1999, Tomo I, p. 114.
27
Rodríguez, 1999, Tomo I, p. 116.
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con estos técnicos extranjeros. En los archivos de la Empresa se ve que el montaje de la Unidad
V de “El Charquito” (la cual entra en operación en 1914) ya es dirigido por montadores
nacionales (M. Cifuentes y E. Samudio).
El conocimiento técnico inicial, cuyo principal portador era Giuseppe Vergnano, siguió creciendo
y a la vez fue quedando sedimentado, objetivado y condensado, en la organización, el lenguaje, el
repositorio de conocimiento y las prácticas, propios de la Empresa. Con respecto a los
trabajadores locales contratados para ayudar en las obras, Juan Camilo Rodríguez comenta que
“De ese período (1898) data una hermosa colección de fotografías, en las que los fatigados
rostros de las amarillentas fotos transparentan el orgullo de los jefes que, gallardos, dirigieron las
obras y la cándida vanidad de unos atareados campesinos que gracias a los Samper Brush fueron
arrancados de la violencia partidista de la época, y por obra y gracia de la tecnología se
convirtieron en los primeros obreros de la energía eléctrica de Bogotá”28.
Una vez instalado el equipo inicial, Vergnano asumió el papel de pedagogo y controlador
permanente de sus trabajadores. El ingeniero italiano escribía bastante correctamente en
castellano y dejó una abundante correspondencia laboral que ilustra su papel de guía y
sancionador permanente. La correspondencia que existe es más que todo dirigida desde Bogotá al
Jefe de Planta de El Charquito, ya que aunque Vergnano pasaba algunas temporadas viviendo en
El Charquito, la mayoría del tiempo estaba en Bogotá donde impartía las instrucciones
verbalmente. En la Planta de El Charquito estableció un Reglamento que incluía multas por
incumplimientos u otras infracciones. El 29 de julio de 1901, por ejemplo, Vergnano le escribía
al Jefe de Planta Constantino Cifuentes, a raíz de la demora en suministrar, antes de las 7:30 de la
mañana, la excitación a la dínamo (un procedimiento manual para producir el campo magnético
por el accionar de una manivela): “Por este motivo la Dirección se ve en el caso de invitar a Ud. a
que indique a quien se le debe aplicar la multa correspondiente, la cual es de $2.00 en el caso
presente”.
En este primer período se tomaron todas las decisiones que habrían de definir cómo sería la
Empresa. Por una parte las decisiones puramente técnicas. La primera era escoger si se haría
generación hidráulica o térmica. Si se ofrecería o no alumbrado público, el nivel de voltaje para
usuarios, el nivel de voltaje de la línea de transmisión, si debía ser aérea o subterránea; las
estructuras típicas que se usarían. La forma en que se iba a responder al aumento de la demanda
eléctrica: si se iba a hacer un embalse (Alicachín), si se debían instalar nuevas unidades
hidroeléctricas o si se debía desarrollar una Termoeléctrica en El Charquito. Además había
decisiones en las que se mezclaba lo técnico con lo administrativo. Se escribieron Reglamentos.
Quedaron establecidas todas las rutinas de trabajo, las prácticas empresariales, la estructura
jerárquica de la Empresa, los procedimientos.
En esta época Vergnano no estuvo acompañado de personal que tuviera el tercer nivel en el
conocimiento tecnológico, el nivel teórico explícito y diferenciado. Constantino Cifuentes, que
era la persona de mayor conocimiento técnico después de él, se había formado en la práctica, en
la Ferrería de La Pradera, por lo cual su nivel teórico era, con seguridad, muy básico (segundo
nivel) aunque sí tenía un grado de especialización práctica, en trabajos metalmecánicos, muy alto.
Al ingreso a la Empresa el conocimiento de los guardias de líneas, los tableristas y los turbinistas
(encargados de vigilar que las máquinas rotatorias estuvieran funcionando bien) era pre- teórico y
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Rodríguez, 1999, Tomo I, p. 119.
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29
Rodríguez, 1999, Tomo II, p. 95.
30
Rodríguez, 1999, Tomo II, p. 65.
31
Rodríguez, 1999, Tomo III, p. 94.
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Rodríguez, 1999, Tomo II, p. 60.
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