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1

Runas

Rubén Vargas
Poeta boliviano

Pierde de lluvia
agua de pedernal
pulida
en el corazón de la mano
en la línea
cruzada
de todos los caminos

Un canto rodado
contra la corriente
contra la simiente
de los ecos
multiplicados
en el origen de los días

El santo y la señal
de la lengua redimida
su apacheta

Y a la vera
del crepúsculo anunciado
la más bellas ruinas
del aire
se levantan

Runas
Piedras
Hombres
Palabras
Una espiral
girando
en el vacío

La trenza de oro
La Torre Abolida

2
Poema 8

Pablo Neruda
Poeta chileno

Abeja blanca zumbas --ebria de miel en mi alma


y te tuerces en lentas espirales de humo.
Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.
Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última.
En mi tierra desierta eres tú la última rosa.
Ah silenciosa!
Cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche.
Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.
Tienes ojos profundos donde la noche alea.
Frescos brazos de flor y regazo de rosa.
Se parecen tus senos a los caracoles blancos.
Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa de sombra.
Ah silenciosa!
He aquí la soledad de donde estás ausente.
Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas.
El agua anda descalza por las calles mojadas.
De aquel árbol se quejan, como enfermos, las hojas.
Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.
Ah silenciosa!

3
Adiós

Enrique Molina
Poeta argentino

Un día más, sólo un minuto más, para estar vivo


y despedirme de cuanto amé.
Para decir adiós a las cosas que vi y toqué mientras moría
desde el instante mismo en que nací.
Y vino el niño con el premio que sacó en el colegio por su
sabiduría,
y el ala de la gaviota golpeando en lo infinito con su vuelo,
vino la cabellera derramada y el rostro de la misteriosa
mujer que estuvo a mi lado, en el lecho, sin que yo lo supiera,
y el río con su lenta corriente musculosa
a través de cada mueble, cada objeto y cada gesto
de quien me ve parir, ¡oh Dios mío!

Un instante más aún en el suelo que pisé,


en el aire de mi respiración
sofocada por el amor, en los vestigios de la pasión,
con cuanto -mosca o sol- me deslumbró en este extraño
planeta, donde perdure año tras año, presintiendo
este límite de espumas, este revuelto torbellino
de la despedida, yo, que tanto fui deslumbrado
por centelleante atracción de la tierra,
por cuanto fue caricia o solamente un espejismo del mundo
es mi destino.

Así, pues, despidiéndome de los caballos, de la canoa,


los pájaros, el gato y sus costumbres. Déjame
una vez más mirar las flores y la lluvia. Es éste
el trágico instante en que uno descubre
el delirio misterioso de las cosas, sus raíces secretas,
el instante supremo de decir adiós.
a cuanto se adoró en esta vida.

4
Poema

Cesare Pavese
Poeta italiano

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos


esta muerte que nos acompaña
de día y de noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo. Tus ojos
serán una palabra vana,
un grito acallado, un silencio.
Así cada mañana los ves
cuando sola te contemplas
en el espejo. Oh esperanza querida,
un día sabremos también
que son la vida y que no son nada.
Tiene la muerte una mirada para todos.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como renunciar a una mala costumbre
como mirar en el espejo
aparecer un rostro muerto,
como escuchar unos labios ya cerrados.
Descenderemos mudos al abismo.

Traducción del italiano: Mario Bojórquez

5
En un café de Dweersstraat

Daniel Ramos Autó


Poeta de Bélgica

Pasamos demasiado tiempo tratando de ser,


tratando de conseguir,
tratando de llegar a algún lugar.

Llenamos con nuestra vanidad,


con nuestros deseos de grandeza
la maleta de los enseres inútiles.

Sentado en la terraza de un café de Dweersstraat


pienso en todas aquellas cimas que jamás quise alcanzar,
en todas aquellas personas que jamás quise ser.

Podría, en este instante,


ser una mota de polvo,
menos que nada,
tirarlo todo por la borda,
y no me rasgaría las vestiduras.

Entre bocanada y bocanada de realidad


la sombra de Dominique, que no es sino mi sombra,
bebe café conmigo y me explica
que las personas no somos más que un destello de luz,
que en el mundo sobra mucho miedo y falta mucho amor,
que las patrias son un engaño
y que es inútil buscar y buscar en hogares lejanos
lo que sólo puedes encontrar en tu interior.

6
Intima

Julia de Burgos
Poetisa puertorriqueña

Se recogió la vida para verme pasar.


Me fui perdiendo átomo por átomo de mi carne
y fui resbalándome poco a poco al alma.

Peregrina en mí misma, me anduve un largo instante.


Me prolongué en el rumbo de aquel camino errante
que se abría en mi interior,
y me llegué hasta mí, íntima.

Conmigo cabalgando seguí por la sombra del tiempo


y me hice paisaje lejos de mi visión.

Me conocí mensaje lejos de la palabra.


Me sentí vida al reverso de una superficie de colores y formas.
Y me vi claridad ahuyentando la sombra vaciada en la tierra desde el
hombre.

Ha sonado un reloj la hora escogida de todos.


¿La hora? Cualquiera. Todas en una misma.
Las cosas circundantes reconquistan color y forma.
Los hombres se mueven ajenos a sí mismos
para agarrar ese minuto índice
que los conduce por varias direcciones estáticas.

Siempre la misma carne apretándose muda a lo ya hecho.


Me busco. Estoy aún en el paisaje lejos de mi visión.
Sigo siendo mensaje lejos de la palabra.

La forma que se aleja y que fue mía un instante


me ha dejado íntima.
Y me veo claridad ahuyentando la sombra
vaciada en la tierra desde el hombre.

7
Arte poética

José Ángel Buesa


Poeta de República Dominicana

Ama tu verso, y ama sabiamente tu vida,


la estrofa que más vive, siempre es la más vivida.

Un mal verso supera la más perfecta prosa,


aunque en prosa y en verso digas la misma cosa.

Así como el exceso de virtud hace el vicio,


el exceso de arte llega a ser artificio.

Escribe de tal modo que te entienda la gente,


igual si es ignorante que si es indiferente.

Cumple la ley suprema de desdeñarlas todas,


sobre el cuerpo desnudo no envejecen las modas.

Y sobre todo, en arte y vida, sé diverso,


pues solo así tu mente revivirá en tu verso.

8
Versos órficos

Marguerite Yourcenar
Escritora estadounidense de origen francés

Según las tablillas encontradas en


tumbas de Grecia y de Grecia Grande

En el umbral de la puerta negra,


A la derecha, a los pies de un álamo,
Corre el agua de olvidar.

Brota a la izquierda el agua de Memoria;


Cristal helado, frío licor,
El agua de Memoria está en mi corazón.

Allí beben mi pena y mi alegría;


Residen en su ribera los sabios:
Yo les diré, Temo la muerte.

Soy hijo de la tierra negra


Pero también del cielo estrellado;
¡Abridme la puerta de la gloria!

La imagen del tiempo transcurrido


Se refleja en mi memoria;
El espejo puro no se enturbia.

Abridme el pozo de la gloria...

9
Verde es tu piel

Miguel Carmona
Poeta chileno

Estoy alucinando otra vez


contigo.
Invisibles pensamientos, naves espaciales
me llevan a un planeta verdelimón.
Penetro la fina atmósfera, membrana
de piel tersa, hasta llegar al punto de aterrizaje
Me bajo como un rey a conquistar tierra
desconocida y me pierdo en senderos, caminos sin hostilidad
Camino por un jardín verdeagua; piscina de los recuerdos,
extraño aroma a pétalos de rosas rojas
Desprendo una flor, esencia mágica
de la verdadera naturaleza femenina.

10
Mater, fons amoris

Tomi Kontio
Poeta finlandés

Lo escribimos en la sangre,
escribimos la tierra y todo
lo que nos venía a la lengua,
escribíamos y bebíamos sangre
como los pelícanos, encima de los párpados
la noche obscena, cascos,
algo en tu boca,
un cielo más espeso, alma Mater,
sin conocimiento y por eso tan cerca
de los dientes de la tierra, centenar de mordiscos,
una total piel
y carne, pájaros lira, flora mística, tú
tomaste el río y la barca, oíste
cómo el líquido se desbordaba, sin ritmo, con fuerza.

El cielo anda en la hierba helada,


pisa las flores del gran frío, pierde
su ropa de estrellas bajo la nieve
y entre los sueños de los animales.
La imagen de la mujer a los ojos de la escarcha
como un ataque
de debilidad, el bosque que quité lamiendo
de tu entrepierna, para subir
por la escalera de vello, para ver
a través de tus mucosas
cómo los niños tiran huesos
al sol, Mater dolorosa,
dulce, verde y luminosa.

11
Si he de morir lejos de mi tierra

Gabriel Chávez Casazola


Poeta boliviano

Si he de morir lejos de mi tierra


-¿cuál es a estas alturas, mi pedazo de tierra aquí en la tierra?-
quiero que sea en el nordeste brasileño y que canten forró mientras
me llevan a algún cementerio pequeño y colorido en una playa.

Que mi cortejo infúnebre esté compuesto por cordelistas y cantores de forró


y que entre los cordelistas y cantores y xilografistas
esté la mujer más hermosa
que conocí nunca
y que bailaba el forró de Chico Sales
cierta noche de trópico extasiado en la ciudad de Palmas

después de la cual puedo morir tranquilo


pues no es preciso seguir buscando y tentando cifrar la belleza
aquí en la tierra si ya la contemplé y era magnífica
e intimidante y oscura como suele serlo
en estas tierras.

12
La mujer transparente

Aldo Pellegrini
Poeta argentino

Escritor argentino
Tu voz era una bebida que yo sorbía silencioso
ante las miradas asombradas
un pájaro de luz
salió de tu cuerpo transparente
pájaro de luz
instante que revolotea
a una velocidad vertiginosa
atravesando calles y calles
persiguen tu cuerpo que huye
¿cuándo podrás alejar a la jauría enloquecida?
desamparada
te has destrozado al caer
los restos de tu cuerpo se arrastran por todos los rincones
del mundo
ah un día renacerás tú
la transparente
única, inconfundible
levemente inclinada , nunca caída
rodeada de impenetrable silencio
avanzando tu pie frágil entre la vacilante monotonía
ah un día renacerá tu risa
tu risa de pájaro transparente
tu risa herida.

13
Antes del reino

Homero Aridjis
Escritor mexicano

III

Antes del reino


de las aldeas flotantes
de los pies mensajeros
ya eras tú primera sombra
el presagio desatándose
en lenta destrucción de ángeles
ya eras la mano y la espada
y el rostro los dos rostros
y el cinturón que anuda los vientos contrarios

Ya eras la ventana última


los ojos últimos
el incendio de luz
y la noche sucia
con toses de enferma por las calles

eras tú misma
y tu doble atrás como un espía
Antes del reino
todavía no eras tú
sólo premonición
y ya eras la presencia
la señal como saludo
los cuerpos
la cópula cayéndose a pedazos

14
Oda al viento del sur

Héctor Dante Cincotta


Escritor argentino

II
Aquí, en este Sur donde la espera del tiempo
es una larga, desprendida, memoria
veo cómo el viento de la primavera arrastra
entre las estaciones un poco del alba y
las ruinas de ayer.

El soplo desata un comienzo y por el cielo se esparcen


algunos ángeles de la tarde. Sólo la búsqueda
del amor hará perdurable lo amado y las cosas
llegarán a su lugar de ayer,
como la unión entre la lluvia y la tierra.

El verano sigue guardando el tiempo para los hombres.


Disperso sobre esta planicie
donde el olvido es un poco de la nostalgia;
Dios es el semblante,
horizonte en el cenit.
¡Oh viento del Sur, alto y alejado
de tantos seres!

15
Despedida

Ingeborg Bachmann
Poeta austriaco

La carne, que envejeció muy bien conmigo,


la mano rugosa, que sostuvo fresca la mía,
ha de quedarse sobre el pálido muslo,
rejuvenecerse la carne, por un instante,
para que así venga más rápido el derrumbe en ella,
rápido llegan las arrugas, casi sanas,
y todo sobre la rígida musculatura.
No ser amada. El dolor podría ser aún
mayor, Se siente muy bien, toca a la puerta.
Pero la carne, con su línea abierta en la rodilla,
las arrugadas manos, todo ello sobrevino de noche,
el curtido omóplato, donde ya no crece ningún verde,
donde alguna vez se mantuvo oculto un rostro.
Avejentada en cien años, en un solo día,
El confiado animal fue llevado bajo latigazos
a su armonía preestablecida.

16
Son Diurno

José Lezama Lima


Escritor cubano

Ahora que ya tu calidad es ardiente y dura,


como el órgano que se rodea de un fuego
húmedo y redondo hasta el amanecer
y hasta un ancho volumen de fuego respetado.
Ahora que tu voz no es la importuna caricia
que presume o desordena la fijeza de un estío
reclinado en la hoja breve y difícil
o en un sueño que la memoria feliz
combaba exactamente en sus recuerdos,
en sus últimas, playas desoídas.
¿Dónde está lo que tu mano prevenía
y tu respiración aconsejaba?
Huida en sus desdenes calcinados
son ya otra concha,
otra palabra de difícil sombra.
Una oscuridad suave pervierte
aquella luna prolongada en sesgo
de la gaviota y de la línea errante.
Ya en tus oídos y en sus golpes duros
golpea de nuevo una larga playa
que va a sus recuerdos y a la feliz
cita de Apolo y la memoria mustia.
Una memoria que enconaba el fuego
y respetaba el festón de las hojas al nombrarlas
el discurso del fuego acariciado.

17
Fin de fiesta

Guillermo Bedregal García


Escritor boliviano

A través del aire el pino desdentado se ha difundido en la soledad de las orquesta


Y es un grito que se contrae antes de la alegría ahuecando para siempre la sangre
Inundando de orificios la respiración.
Por las calles alquilen regresa de besar su sombra
Y una mujer camina hacia el cementerio
Precedida de disfrazados que enfatizan en la piedra su olvido
Y huellas de pájaros aniquilados en alguna acerca:
Su alma en las humaredas con que agoniza la fiesta.
He deshojado el perfil del agua
En sus cenizas un rastro lunar cantaba como cantan los adoquines
Y la tristeza intercambiando facciones a la espera de una huella que difunda
El sol en la basura
De una niña donde depositar la identidad.
Cantaban, lejos, lejos,
Desalojando a la música del viento,
Cantaban la sequedad de los contornos
Y esperaban la noche para esperar el día
Entre el tumulto de las habitaciones donde la muerte de alguien
Aún prevalecía empañando los ojos y las ventanas
Sorprendiéndose en un abrazo tras las cortinas
Para mirar luego alejarse tras las arboledas
Los semblantes del afecto y de la muerte en busca de la vida
Tropezando conmigo en los tejados
En los reflejos de alguna llovizna escapada del recuerdo
En la altura donde germina el azul de la ciudad
En las corrientes profundas del río, donde nace la voz de todo
En la fecundidad del frío cuando te mira desde algún rostro,
Desconociéndome en el ámbito de las cabelleras
A la búsqueda común de un umbral donde alojar el abandono
Donde prolongar la ausencia luminosa del fuego,
Para encontrar un cuerpo
Que encuentre en mi cuerpo el lugar de la alegría,
El clima para oler algún aroma de tus ojos
Después de reconocerme en cada espectro del fin de fiesta.

18
Tomemos café

Lina Zerón
Escritora mexicana

Ah.
Y ahora dices que me amas,
ahora que como tela de araña
de la cara el pellejo te cuelga,
que el magnífico color de tus ojos
ahora lo enmarcan un par de cadavéricas cuencas
y tu vanidad de macho viste de luto.

Ah,
ahora me amas como el primer día,
hoy que dejaste de ser el más codiciado,
la nota principal en todos los diarios,
hoy que famélica se encuentra tu billetera
y se agotó la cosecha de rubias y trigueñas.

Bien,
te agradezco decir que soy todo en tu vida
- todo lo que te queda -.
Tus días dejaste bordados en decenas de almohadas
y los billetes verdes, los grandes,
repartidos en muchas bocas color ambición.

Pero ven, tomemos una taza de café,


noto cuánta falta te hace.
Hoy tienes mal semblante,
hueles a abandono,
a gripe ¿o será a viejo?

Pero pasa,
ahora la sala principal es la cocina,
mi refugio preferido en tantas noches de espera
las otras habitaciones ya tienen polilla
y han olvidado sonreír las puertas.

Acércate,
toma asiento en la que siempre fue tu silla
aún sin sentir el peso de tu cuerpo.
Alégrate, hoy tenemos visitas,
llegaron aquellos niños que no sabes ni cuándo
dejaron de serlo;
una trae consigo al primer nieto
el otro, como tú, es un gran ejecutivo
al que casi nunca veo.
19
Pero ven, acércate...
aprovecha este día y diles cuánto los quieres
tanto como me quieres hoy a mí.

20
Amor salvaje

Luis Zalamea Borda


Escritor colombiano

¡Ah, qué nidada de caricias salvajes descubrí!


Guardadas en tu bosque, desde el alba del mundo,
esperaban la mano que llegara a arrancarlas,
la mirada que las volcara sobre tus venas todas,
el temblor que iniciara tu espasmo y tu locura.

Vaivén en tus pupilas despertadas,


ojos que danzan al ritmo de los hombros,
larga piel en su raíz estremecida,
la ansiosa estalactita del deseo,
caracol que se incrusta en las orejas;
tus ojos súbitos, terribles. ¡Ah tus ojos!
Y locura, embeleso y más locura.

Pantera que se escapa, cervatilla rendida,


la sierpe envolvente de tus brazos,
abrazo de mil lianas zapadoras,
largo césped donde los senos nacen,
ensenada candente de los muslos,
playa con la blanca tersura de tu vientre.
Y locura, ternura y más locura.

Cadencia resonante de músicas selváticas,


tambor noctambulario suena sobre tu espalda,
la flauta imperceptible del suspiro,
largos gemidos de destrozados labios,
y el grito sempiterno, tan guardado,
al fin la noche rompe en agudos pedazos.
Y locura, cadencia y más locura.

Cavernas, grutas, lagos, musgos leves;


hongos colgantes, zarzas en tu boca;
frutos ignotos, zumos descubiertos;
mieses en la alborada, sed que ya se apaga;
venas que se rebelan, sangre libertada;
yegua ululante, jinete que espolea.
Y locura, locura y más locura.

¡Ah qué nidada de caricias salvajes descubrí!


¡Y qué voces intactas en tus prístinos fondos!
¡Y qué flores que se abren al tacto de mis manosl
Salvaje mía: ¡ámame así, envuélveme en tu brumal
¡Y bebamos del manantial de esta locura primitiva!
21
Poema funerario

Vicente Huidobro
Poeta chileno

El pájaro de lujo ha mudado de estrella


Aparejad bajo la tempestad de las lágrimas
Vuestro ataúd a vela
Donde se aleja el instrumento del encanto

En las vegetaciones de los recuerdos


Las horas en torno de nosotros hacen sus viajes

Va rápido
Va rápido impulsado por los suspiros
El mar está cargado de naufragios
Y yo he alfombrado el mar para su paso

Así es el viaje primordial y sin pasaje


El viaje instructivo y secreto
En los corredores del viento

Las nubes se apartan para que él pueda pasar


Y las estrellas se encienden para mostrar el camino

Qué buscas en los bolsillos de tu chaqueta


Has perdido la llave

En medio de ese zumbido celeste


Vuelves a encontrar en todas partes tus horas envejecidas

El viento es negro y hay estalactitas en mi voz


Dime Guillermo
Has perdido la llave del infinito

Una estrella impaciente iba a decir que hace frío

La lluvia aguzada comienza a coser la noche

22
Booz ve dormir a Ruth

Gilberto Owen
Poeta mexicano

La isla está rodeada por un mar tembloroso


que algunos llaman piel. Pero es espuma.
Es un mar que prolonga su blancura en el cielo
como el halo de las tehuanas y los santos.
Es un mar que está siempre
en trance de primera comunión.

Quién habitara tu veraz incendio


rodeado de azucenas por doquiera,
quién entrara a tus dos puertos cerrados
azules y redondos como ojos azules
que aprisionaron todo el sol del día,
para irse a soñar a tu serena plaza pueblerina
—que algunos llaman frente—
debajo de tus árboles de cabellos textiles
que se te enrollan en ovillos
para que tengas que peinártelos con husos.
He leído en tu oreja que la recta no existe
aunque diga que sí tu nariz euclidiana;
hay una voz muy roja que se quedó encendida
en el silencio de tus labios. Cállala
para poder oír lo que me cuente
el aire que regresa de tu pecho;
para saber por qué no tienes en el cuello
mi manzana de Adán, si te la he dado;
para saber por qué tu seno izquierdo
se levanta más alto que el otro cuando aspiras;
para saber por qué tu vientre liso
tiembla cuando lo tocan mis pupilas.
Has bajado una mano hasta tu centro.

Saben aún tus pies, cuando los beso,


al vino que pisaste en los lagares;
qué frágil filigrana es la invisible
cadena con que ata el pudor tus tobillos;
yo conocí un río más largo que tus piernas
—algunos lo llamaban Vía Láctea—
pero no discurría tan moroso
ni por cauce tan firme y bien trazado;
una noche la luna llenaba todo el lago;
Zirahuén era así dulce como su nombre:
era la anunciación de tus caderas.

23
Si tus manos son manos, ¿cómo son las anémonas?
Cinco uñas se apagan en tu centro.
No haber estado el día de tu creación, no haber estado
antes de que Su mano te envolviera en sudarios de inocencia
—y no saber qué eres ni qué estarás soñando.
Hoy te destrozaría por saberlo.

24
El estudiante puede leer los dos poemas

El miedo

Alejandra Pizarnik
Poetisa argentina

En el eco de mis muertes


aún hay miedo.
¿Sabes tú del miedo?
Sé del miedo cuando digo mi nombre.
Es el miedo,
el miedo con sombrero negro
escondiendo ratas en mi sangre,
o el miedo con labios muertos
bebiendo mis deseos.
Sí. En el eco de mis muertes
aún hay miedo.

No quiero rosas mientras haya rosas

Fernando Pessoa
Poeta portugués

No quiero rosas mientras haya rosas.


Las quiere cuando no las pueda haber.
¿Que he de hacer con las cosas
que puede cualquier mano coger?

Solo quiero la noche si la aurora


la diluye en azul y rosicler.
Lo que mi alma ignora
es lo que quiero poseer.

¿Para qué?... De saberlo, nunca haría


versos para decir que no lo sé.
Siento a mi alma pobre y fría...
¿Con que limosna la calentare?

25
Nocturno muy obscuro

Pablo de Rokha
Poeta chileno

La noche inmensa no resuena, estalla


como un bramido colosal, retumba
con un tremendo estruendo de batalla
que saliera de adentro de una tumba.

Fue un pedazo de espanto que restalla


o una convicción que se derrumba,
una doncella a quien violó un canalla
y una montura en una catacumba.

Calla con un lenguaje de volcanes,


como si un escuadrón de capitanes
galopara en caballos de basalto.

Porque el silencio es tan infinito


tan espantoso y grande como un grito
que cae degollado desde lo alto.

26
A una y otra mano...

Paul Celan
Poeta alemán

A una y otra mano, allí


donde me crecían las estrellas, lejos
de todos los cielos, cerca
de todos los cielos:
¡Cómo
se vela allí! ¡Cómo
se nos abre el mundo a través
de nosotros!

Tú estás
donde tu ojo está, estás
arriba, estás
abajo, yo
encuentro salida.

Oh ese centro errante, vacío,


hospitalario. Separados,
te caigo en suerte, me
caes en suerte, uno del otro
caído, vemos
a través:

Lo
Mismo
nos ha
perdido, lo
Mismo
nos ha
olvidado, lo
Mismo
nos ha -

Versión de José Luis Reina Palazón

27
El estudiante puede leer los dos poemas

Cielo despejado

Giuseppe Ungaretti
Poeta italiano

Después de la creciente
niebla
una
por una
las estrellas
se quitan el velo
Respiro
el aire fresco
que el color del cielo
me ofrece
Sé soy
una pasajera
imagen
atrapada en un círculo
inmortal
Versión de Rafael Díaz Borbón

La última inocencia

Alejandra Pizarnik
Poetisa argentina

Partir
en cuerpo y alma
partir.

Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.

He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más formar fila para morir.

He de partir

Pero arremete ¡viajera!

28
Líneas que pude haber escrito y perdido hacia 1922

Jorge Luis Borges


Escritor argentino

Silenciosas batallas del ocaso


en arrabales últimos,
siempre antiguas derrotas de una guerra del cielo,
albas ruinosas que nos llegan
desde el fondo desierto del espacio
como desde el fondo del tiempo,
negros jardines de la lluvia, una esfinge de un libro
que yo tenía miedo de abrir
y cuya imagen vuelve en los sueños
la corrupción y el eco que seremos,
la luna sobre el mármol,
árboles que se elevan y perduran
como divinidades tranquilas,
la mutua noche y la esperada tarde,
Walt Whitman, cuyo nombre es el universo,
la espada valerosa de un rey
en el silencioso lecho de un río,
los sajones, lo árabes y los godos
que, sin saberlo, me engendraron,
¿soy yo esas cosas y las otras
o son llaves secretas y arduas álgebras
de lo que no sabremos nunca?

29
Fragmentos de una alabanza inconclusa

Eduardo Chirinos
Poeta peruano

Debe haber un poema que hable de ti,


un poema que habite algún espacio donde pueda hablarte sin
cerrar los ojos,
sin llegar necesariamente a la tristeza.
Debe haber un poema que hable de ti y de mí.
Un poema intenso, como el mar,
azul y reposado en las mañanas, oscuro y erizado por las noches
irrespetuoso en el orden de las cosas, como el mar
que cobija a los peces y cobija también a las estrellas.
Deseo para ti el sencillo equilibrio del mar, su profundidad y su
silencio,
su inmensidad y su belleza.

Para ti un poema transparente, sin palabras difíciles que no


puedas entender,
un poema silencioso que recuerdes sin esfuerzo
y sea tierno y frágil como la flor que no me atreví a enredar
alguna vez en tu cabello.
Pero qué difícil es la flor si apenas la separamos del tallo dura
apenas unas horas,
qué difícil es el mar si apenas le tocamos se marcha lentamente
y vuelve al rato con inesperada furia.
No, no quiero eso para ti.
Quiero un poema que golpee tu almohada en horas de la noche,
un poema donde pueda hallarte dormida, sin memoria,
sin pasado posible que te altere.

Desde que te conozco voy en busca de ese poema,


ya es de noche. Los relojes se detienen cansados en su marcha,
la música se suspende en un hilo donde cuelga tristemente tu
recuerdo.

Ahora pienso en ti y pienso


que después de todo conocerte no ha sido tan difícil como escribir
este poema

30
Canto del sur

Nan Ge Zi
Poeta chino

Vía Láctea:
río de estrellas
girando por el cielo

todos los estores se han bajado

el frío va conquistando
mi lecho y mi almohada
llenos de lágrimas

entonces me levanto

me desabrocho el vestido de seda

solo quiero saber


qué tiempo es ya de la noche

se han desprendido algunos pétalos verdes


de los lotos que ornan mi ropa
y hay menos filamentos de oro en sus raíces

pero todo es igual que siempre:


la estación
este vestido

únicamente mi pena
no es la misma de antes

31
Arioso

Erik Lindegren
Poeta sueco

Estamos siempre juntos,


en alguna parte dentro de nosotros nuestro amor nunca puede huir.
En alguna parte
en alguna parte
todos los trenes han partido y todos los relojes se han parado:
en alguna parte dentro de nosotros estamos siempre ahora y aquí,
somos siempre tú hasta confundirnos y fundirnos,
metamorfosis y la maravilla de maravillarnos,
ola que se quiebra, nieve y llama de la flor.
En alguna parte dentro de nosotros donde los huesos han blanqueado
después de la sed del buscar y la sed del dudar
hasta la huidiza negación
hasta el secreto de ceder
¡nube de consuelo!
en alguna parte dentro de nosotros
donde estos huesos blanquean
y los espejismos se reconocen
brota la certeza en la lejanía como la ola en la oleada
reflejas nuestra lejanía como la estrella en la ola
y el sueño deja siempre la máscara y se vuelve tú
que te escapas
para volver a volver
para volver
más y más dentro de nosotros
más y más tú.

32
Surrealismo al aire libre

Jorge Enrique Adoum


Poeta ecuatoriano

(…)
o relojes con ojos.
De modo que pensabais
que había que inventar los increíbles.
Pero, entonces, ¿no habéis estado
en mi país, en mis países, nunca supisteis
lo que pasa en su paisaje de colores
en cólera, por ejemplo una bota
con espuela y un sombrero de cura
encima de un cadáver, de un indio
por más señas, como si no bastaran
los piojos de su historia, cuentas
de avemarías? Oh loca simetría de uniformes
en la humilde dictadura del difunto,
y es tan sabido el cada día americano
que también lo morimos de memoria,
y es tan igual a la vejez el hambre
cuando empieza por adentro a desvestirnos,
y están los dientes importantes que nos muerden
la tierra, y la Virgen con gorra y con polainas.
Eso es así, es así, es así más que qué, más
Américas en las bodegas del olvido, más
eco regresando a la puerta del grito,
buscándose la culpa como una culebra.
Qué sabíais, entonces, si no éstas estampas,
si no ésta atroz baraja del delito,
ni cómo inventaríais nada igual a ese
muerto que murió sin decir nada, llorándose
los gusanos que le quedaban desde
cuando le dejaron un rato sin matarle.
Pero esto no es pintura ni palabra
lograda: sucede, nada más, después
de misa, después de la independencia y otras
tonadas de larga duración. Pero la sangre,
no el llanto, tiene ahora la palabra
y ha de reír mejor al último de tanto.

33
Segunda naturaleza

Paul Eluard
Poeta francés

De rodillas la juventud de rodilla la cólera


El insulto sangra amenaza ruinas
Los caprichos no tienen ya corona los locos
Viven pacientemente en el país de todos.

El camino de la peligrosa muerte está cortado


Por soberbios funerales
El esparto es cortés la miseria encantadora
Y el amor hace reír a los obesos inocentes.

Adornos naturales elementos de música


Virginidades de barro artificios de mono
Respetable fatiga honorable fealdad
Trabajos deliciosos donde el olvido se sacia.

El sufrimiento se halla aquí por casualidad


Y somos el suelo donde todo se ha edificado
Y estamos en cualquier parte
Donde se eleva el cielo de los demás.

Allí donde negarse a vivir es inútil.

34
Soy un vagabundo solitario

Bob Dylan
Artista estadounidense

Soy un vagabundo errante,


Sin ningún lazo de amistad.
Donde la vida de otro empieza,
La mía debe terminar...
He estado en el margen.
Por chantaje y falsedad...
Probando suerte en juegos de azar
Buscando mi propia verdad.

En otro tiempo yo era rico,


Nada me podía faltar.
Tenía oro entre los dientes...
Joyas y sedas que comprar...
Pero no confié en mi hermano,
Como Caín opté por la maldad...
Y me llegó este destino adverso
De andar errante sin parar.

Señoras y señores,
Ya pronto no estaré aquí.
Pero dejad que os ponga en guardia...
Ahora antes de partir
Vivid lejos de los celos...
Y sin el código de los demás...
Y pensad por vuestra propia cuenta
Si no queréis acabar mal.

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