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Por qué odiamos los químicos

Mark LorchQuímico, especial para la BBC


 8 diciembre 2013

Image caption

Cuando el sodio entra en contacto con el agua estalla... ¡un


gran truco!

La química está en todas partes... ¿por qué nos asusta


tanto entonces?
Realmente disfruto de mi trabajo: soy un químico en el
círculo académico. Puedo revolcarme en el fascinante
mundo de la investigación científica y luego transmitirle mi
pasión a mentes jóvenes.
Y es incluso mejor que eso: soy un académico al que dejan
salir de la torre de marfil e ir a colegios, centros
comerciales y festivales a presentar la química más
entretenida.
Echo nitrógeno líquido por todas partes, enciendo bombas
de hidrógeno como si fueran mini Hindenburgs y lanzo
cohetes impulsados por etanol.
La química es entretenida.
Siendo así, ¿por qué le tememos a los químicos?

Para construir el mundo

Image captionLa vitamina C, buena; E300, malo; la razón,


confusa.
La mera palabra "químico" a menudo es sinónimo de
toxinas o veneno. Usamos frases como "está lleno de
químicos" para decir que algo es artificial y, por ende, malo.
Etiquetas sin sentido, como "sin químicos", se ven en
productos que venden en las tiendas de alimentos sanos. A
nadie parece importarle: cuando puse una queja ante la
autoridad de estándares de publicidad británica me
respondieron que los consumidores entienden que eso
significa "libre de químicos sintéticos".
Yo, por mi parte, no entiendo la distinción. ¿Por qué son
peores los químicos sintéticos que los naturales? ¿Por qué
el aditivo sintético E300 es considerado malo mientras que
la vitamina C que le añaden a su jugo de naranja, buena?
(A pesar de que son la misma cosa).
La química es fascinante precisamente porque se puede
usar para sintetizar nuevas cosas. Es como un Lego
molecular. El que todo esté hecho de poco más de 100
componentes básicos es extraordinario.
Sólo con echar químicos en una olla de la manera indicada
se puede construir el mundo que nos rodea.
Reputación terrible
Entonces, ¿por qué la química es la chica mala de las
ciencias? ¿De dónde viene esa 'quimifobia'?

Image caption

La física tiene a Brian Cox de su lado, así como las


estrellas y el Colisionador de Hadrones.

La biología no tiene una mala reputación, todo lo contrario.


La biología tiene animales y plantas asombrosas, el
proyecto del genoma humano y a David Attenborough. Es
natural y buena.
¿Y la física? Todas las estrellas, rayos láser y la máquina
más impresionante que se haya construido jamás: el Gran
Colisionador de Hadrones. Y esas maravillas del Universo
son presentadas por Brian Cox (que además de físico, solía
ser rockero)... ¡difícil ser más atractivo que eso!
Y luego está la química que, por reputación, tiene polución,
veneno y armas tan terribles que justifican la existencia de
una organización galardonada con el Premio Nobel para
controlarlas. Lo más cercano a una celebridad con lo que
cuenta viene de la serie "Breaking Bad", en la que Walter
White -un profesor de química que se convierte en un capo
del mundo de las drogas- usa sus conocimientos
enciclopédicos de química para sintetizar drogas,
envenenar a sus enemigos y disolver los cuerpos de sus
víctimas.

Realmente no hace mucho para combatir la quimifobia.


En defensa de la química

Para mí, la mala reputación de la química es algo muy raro.


Considere las estimadas 1.300 muertes en Siria víctimas
de un ataque con gas sarín. Fueron, por supuesto,
absolutamente terribles. Sin embargo, ¿por qué son peores
que las estimadas 100.000 muertes causadas por armas
físicas convencionales?
Y más cerca de casa, ¿cuál es la causa más probable de
lesiones o enfermedades? Estoy dispuesto a apostar que si
tuvo que quedarse en cama recientemente fue debido a
algún bicho biológico o herida física, no a algún
envenenamiento relacionado con químicos.
¿Y qué se toma para aliviar los síntomas de ese resfrío
"natural", torcedura de tobillo o dolor de cabeza? Algún
analgésico químico, por supuesto.

Considere
Image
captionOtro experimento explosivo: meter una galleta en
oxígeno líquido.
Es cierto que los químicos pueden ser peligrosos. Mi
abuelo, que era horticulturista me lo enseñó. Tenía un
laboratorio en el que con los años acumuló lo necesario
para experimentar con sus plantas. Para un niño de 10
años, loco por la química, era como la cueva de Aladino.
Algunos abuelos le dan a los nietos dulces. El mío no.
Cuando nos portábamos bien, sacaba su sodio metálico y
con sus largas pinzas lo metía en un balde de agua:
¡FIZZZZ, BANG!
Usted quizás tuvo un profesor de química al que también le
gustaba ese truco. Créame, mi abuelo lo hacía más grande
y mejor.
Así que mi abuelo me enseñó que los químicos pueden ser
peligrosos y, si algo terrible hubiera pasado en su
laboratorio improvisado, sin duda los diarios habrían
reportado el papel que jugó la química. Pero si mi abuelo
no hubiera mantenido bien las rejas de su balcón y alguien
se hubiera caído, ¿habrían mencionado el papel que jugó
la física dado que la gravedad fue la que hizo que su caída
se acelerara a 9,8m por segundo?
Mea culpa
Finalmente entonces, ¿quién es culpable de que la gente le
tema a la química?
Yo.
Es mi culpa. Y la de mi abuelo.

¿Por qué?

Image captionEl culpable:


Mark Lorch. En vez de destrucción, debía mostrar creación.
El truco con el sodio de mi abuelo ciertamente alimentó mi
entusiasmo por la química pero no lo despertó. Y despertar
interés es lo que deberíamos hacer.
Atizar las brasas del entusiasmo es fácil, especialmente
cuando se trata de química. El teatro es fácil también... las
explosiones, las llamas, los silbidos, el humo y los cohetes
son fabulosamente entretenidos. Me encantan, y adoro los
'¡uuus!' y '¡ooos!' y el aplauso de la audiencia.
Pero al final, ¿qué recuerdan los espectadores? Sólo esos
"PUMS", y nada de química. Las demostraciones
explosivas no muestran lo que la química puede hacer y
destacan todo lo que puede destruir. Y, en el proceso,
sofocan cualquier soplo de interés por esa ciencia y lo
remplazan con temor.
En vez de prestarle atención a los chicos que claman por
más explosiones, debía prestarle atención a la niña que
está atrás, tapándose los oídos.
Sin explosiones
Debí mostrarle cuán fácil es hacer cosas maravillosas con
la química que no son peligrosas.
Meter un poquito de repollo rojo en agua para hacer un
poderoso indicador de pH que cambia de color
milagrosamente cuando uno le añade vinagre.
O mezclar bicarbonato de sodio con papel aluminio para
limpiar químicamente las cucharas de plata.
Tomar unos lápices, juntarlos con una pila de 9v y ponerlos
en un vaso de agua, para ver cómo se forman burbujas en
el grafito: hidrógeno en un lápiz y oxígeno en el otro. Y si
uno recoge esas burbujas, tendría dos veces más de
hidrógeno que de oxígeno, la prueba de la fórmula del
agua, H2O.

Image
captionHay experimentos con llamas pero sin explosiones,
como éste, en el que los <br>colores los dan distintos
metales.
También debía contarles algunas de esas historias
entretejidas en la saga de la química.
Como cuando Georgy de Hevesy quería esconder de los
nazis las medallas de oro del Premio Nobel de sus amigos
Max von Laue y James Franck y las disolvió en aqua regia -
ácido nítrico y ácido hidroclórico-. Las puso en la repisa del
laboratorio y los nazis nunca las encontraron.
Luego de que los nazis fueran vencidos, en 1945, volvió a
valerse de la química para recuperar el oro y se lo mandó
al comité del premio Nobel para que volvieran a acuñar las
medallas y se las entregaran a sus dueños.
Esos son los trucos que despiertan la imaginación y
alimentan el amor por la química. Esas son historias que
pueden curar la quimifobia.

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