Professional Documents
Culture Documents
Image caption
Image caption
Considere
Image
captionOtro experimento explosivo: meter una galleta en
oxígeno líquido.
Es cierto que los químicos pueden ser peligrosos. Mi
abuelo, que era horticulturista me lo enseñó. Tenía un
laboratorio en el que con los años acumuló lo necesario
para experimentar con sus plantas. Para un niño de 10
años, loco por la química, era como la cueva de Aladino.
Algunos abuelos le dan a los nietos dulces. El mío no.
Cuando nos portábamos bien, sacaba su sodio metálico y
con sus largas pinzas lo metía en un balde de agua:
¡FIZZZZ, BANG!
Usted quizás tuvo un profesor de química al que también le
gustaba ese truco. Créame, mi abuelo lo hacía más grande
y mejor.
Así que mi abuelo me enseñó que los químicos pueden ser
peligrosos y, si algo terrible hubiera pasado en su
laboratorio improvisado, sin duda los diarios habrían
reportado el papel que jugó la química. Pero si mi abuelo
no hubiera mantenido bien las rejas de su balcón y alguien
se hubiera caído, ¿habrían mencionado el papel que jugó
la física dado que la gravedad fue la que hizo que su caída
se acelerara a 9,8m por segundo?
Mea culpa
Finalmente entonces, ¿quién es culpable de que la gente le
tema a la química?
Yo.
Es mi culpa. Y la de mi abuelo.
¿Por qué?
Image
captionHay experimentos con llamas pero sin explosiones,
como éste, en el que los <br>colores los dan distintos
metales.
También debía contarles algunas de esas historias
entretejidas en la saga de la química.
Como cuando Georgy de Hevesy quería esconder de los
nazis las medallas de oro del Premio Nobel de sus amigos
Max von Laue y James Franck y las disolvió en aqua regia -
ácido nítrico y ácido hidroclórico-. Las puso en la repisa del
laboratorio y los nazis nunca las encontraron.
Luego de que los nazis fueran vencidos, en 1945, volvió a
valerse de la química para recuperar el oro y se lo mandó
al comité del premio Nobel para que volvieran a acuñar las
medallas y se las entregaran a sus dueños.
Esos son los trucos que despiertan la imaginación y
alimentan el amor por la química. Esas son historias que
pueden curar la quimifobia.