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EL PODER DE LA MENTE

Cómo aprovechar al máximo nuestros


recursos

Herbert Benson, M.D. con William


Proctor
A Arman Simone y Joseph J. Schildkraut, con agradecimiento y en
amistad
Indice
Prólogo……………………………………………………………
Primera parte EL SECRETO PARA REMODELAR LA MENTE, LOS HABITOS Y LA VIDA
1. ¿Se puede cambiar realmente la manera de pensar y de actuar?
2. El Principio de la Maxi-Mente
3. Los canales del cambio
Segunda parte
CÓMO CAMBIAR SU VIDA
4. El sistema de autoayuda fundamental
5. Su salud al máximo
6. El secreto para ponerse en forma
7. El secreto para mejorar el poder mental
8. El lado espiritual
9. Las cimas de la mente
Prólogo
Este libro reúne hallazgos provenientes de más de veinte años de
actividades docentes, clínicas y de investigación en la Facultad de Medicina
de Harvard y en otras instituciones a ellas adscritas. En mi argumentación me
he basado en pruebas de campos a veces tan dispares como la medicina
clínica, la fisiología, psiquiatría, psicología, religión, filosofía y hasta el
atletismo. El conjunto de esta información interdisciplinar ayuda a definir una
notable capacidad humana, que yo llamo la Maxi-Mente (es decir, el poder de
la mente llevado al máximo). El libro ofrece también diversas orientaciones
prácticas para alcanzar resultados beneficiosos.
A medida que se profundice la investigación de las amplias
manifestaciones de la Maxi-Mente, es probable que nuevos datos aporten
comprobaciones nuevas. Pero nuestros convincentes resultados obtenidos con
muchos pacientes, e interpretados dentro de un marco científico unificador,
justifica que presentemos ahora a la consideración general el Principio de la
Maxi-Mente.
El Principio de la Maxi-Mente tiene potencialidades de transformar la
vida, y por esta razón es necesario tomar ciertas precauciones. En especial, si
cualquier lector o lectora decide valerse del Principio para cuestiones ya sean
médicas o espirituales, debe proceder bajo la dirección de lo que llamamos
“un guía mental máximo”.
El guía deberá ser un profesional de la salud si el mayor interés del lector
es el mejoramiento de su salud. Por ejemplo, si usted decide aplicar este
Principio al tratamiento de la hipertensión o de cualquier otra enfermedad,
debe hacerlo solamente con la aprobación y la consiguiente supervisión de su
médico. De modo similar, un sacerdote de la religión o culto que el lector
practique sería el guía adecuado para quien tenga como objetivo cambiar su
vida espiritual.
A veces puede ser útil contar con un guía mental máximo su uno quiere
usar el Principio de la Maxi-Mente para perfeccionarse en algún dominio
particular del conocimiento; por ejemplo para adelantar en el estudio de una
lengua extranjera podemos buscar un especialista que controle nuestros
progresos, o hablar con un entrenador si queremos mejorar nuestra capacidad
atlética o deportiva. Para cuestiones más sencillas lo más probable es que se
pueda trabajar sin guía, confiando en lecturas como las que se citan en las
secciones de la fase dos del libro.
Todos los casos que se presenten son reales, aunque el nombre, el sexo y
otras circunstancias de las personas han sido modificados para respetar el
anonimato.
Agradezco muchísimo a Nancy E. Mackinnon, Anna K. Arthur, Irene L.
Goodale, Anne Jacobs, Ferry A. Bard, Frederick Commoner, Gregory C.
Benson y Fafa Demasio la excelente ayuda que me han prestado en la
preparación del libro. Aprecio también las contribuciones del doctor George
S. Everly, hijo de Robert L. Allen y de Samuel S. Myers, quienes colaboraron
indirectamente en esta obra mediante nuestras conversaciones y nuestros
proyectos de investigaciones en colaboración. A Robert A. Cowden III, le
agradezco sus consejos. El interés y las sugerencias de mi buen amigo T.
George Harris me han sido muy útiles y los reconozco. Y nuevamente estoy
en deuda con Marilyn, mi esposa por sus excelentes consejos, su paciencia y
su apoyo.
Distintos aspectos de este libro fueron posibles gracias a fondos de la
John E. Fetzer Foundation, Arman Simone, la Ruth Mott Fund y William K.
Coors. Reconozco también con agradecimiento el apoyo financiero de
Laurance S. Rockefeller, George S. Warburg y Francis X. Meany. Para la
investigación y elaboración del libro se contó también, en parte, con becas
del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos (HL-22727 y HL-
07374), de la Fundación Nacional de la Ciencia (NSF INT 8016982) y del
American Institute of Indian Studies.
Herbert Benson
Primera parte
El secreto para remodelar la mente, los
hábitos y la vida
I
¿Se puede cambiar realmente la manera de pensar y de actuar?
El Dalai Lama, un gran estudioso de la mente humana a la vez que el líder
espiritual de los budistas tibetanos dijo en una ocasión: Nosotros, los seres
humanos, tenemos un cerebro evolucionado y un potencial sin límites. Si con
paciencia se puede entrenar gradualmente incluso a los animales, la mente
humana también puede ser entrenada gradualmente, paso a paso. Con
paciencia, cada uno puede llegar a saber esto por propia experiencia.
Tal como da a entender el Dalai Lama, el cerebro es una parte maravillosa
de la anatomía humana. Al mismo tiempo, es también muy misterioso. Hay
mucho que no sabemos y que quizá nunca lleguemos a saber acerca del
funcionamiento de la mente humana. Pero poco a poco algunos misterios se
van desvelando, para gran beneficio de la medicina moderna… y para
cualquiera que desee mejorar sus potencialidades personales.
¿Con tanta frecuencia no nos hemos criticado nosotros mismos porque
teníamos la sensación de no estar viviendo a la altura de nuestras
potencialidades? Muchas veces nos hemos dicho: Si pudiera:
-liberarme de este mal hábito;
-superar este problema de salud;
-ser una persona muy productiva;
-ser más disciplinado/a;
-perfeccionarme en tal o cual actividad o rama del conocimiento.
La mayoría de nosotros queremos salir adelante. Queremos mejorar, subir
otro peldaño en nuestros logros. Pero muchas veces parece que algo nos
bloqueará el camino.
Vuelva usted a pensar en lo que fueron sus aspiraciones durante los
últimos años. ¿Cuántos programas de autoayuda ha intentado o querido
intentar?
Quizá siempre haya querido ir a una escuela nocturna para obtener algún
título. O tal vez su principal objetivo sea estudiar un poco por su cuenta…
una lengua extranjera que siempre habría querido dominar, pongamos por
caso. Por otra parte, también puede haber pensado seriamente en iniciar un
programa independiente de lectura y estudio de las grandes obras de la
literatura que no alcanzó a leer cuando era más joven.
O bien, puede ser que sus intereses – y sus frustraciones-estén centrados
más bien en el área de la salud y de la buena forma física. Quizá se esté
acercando a los treinta o los cuarenta… o más, y vea que el físico de que
tanto se enorgullecía ya no es el mismo. Sabe que le sobran unos cinco o diez
kilos y quisiera (y en alguna ocasión hasta lo ha intentado, sin conseguirlo)
librarse de ellos desesperadamente.
Es obvio que un antídoto razonable para su problema sería un programa
de ejercicios, incluyendo un régimen regular de flexiones, extensiones, salto,
estiramiento o lo que fuere. Pero son muchas las veces que ha iniciado un
programa así, sólo para volver muy pronto a su antigua vida sedentaria.
Por otra parte, es posible que lo que le interese sea disciplinarse más en su
trabajo. Tal vez le preocupe mucho la idea de si está haciendo lo que debe
para obtener un ascenso. Usted sabe que para conseguirlo tendría que mejorar
en varios campos en los que flojea, en finanzas y contabilidad, digamos.
Pero, por más que se esfuerza, no consigue poner en práctica un programa
que convierta esas deficiencias en valores primitivos.
También podría ser que su principal preocupación está en el lado o
vertiente espiritual. En la lucha por triunfar en el mundo y mantener la vida
personal y social a tope, ha descuidado los niveles más profundos de la
existencia humana. En pocas palabras, quiere saber más acerca de Dios, de
las enseñanzas de su iglesia o templo, y de las apremiantes cuestiones
teológicas y espirituales para las que nunca ha podido encontrar respuesta
adecuada. Quizá quiera experimentar también otros niveles de conciencia
espiritual, pero estas preocupaciones, que usted reconoce como
importantísimas, van quedando de lado porque no parece que haya manera de
encontrar tiempo para ellas.
Todos hemos sentido estas frustraciones y presiones cuando encontramos
que no somos capaces de llevar una vida que esté a la altura de nuestras
expectativas personales. En última instancia, nos sentimos “atascados en una
rutina”. Parece que no pudiéramos quitarnos de encima los antiguos malos
hábitos o los problemas de salud que nos han limitado en el pasado,
impidiéndonos la adquisición de formas nuevas y benéficas de autodisciplina.
Con frecuencia, caemos en la tentación de decirnos: “Bueno, me parece que
no puedo hacer nada para cambiar y para superar mis limitaciones. Soy así, y
lo mejor será que lo acepte”.
Nada de eso. Mis investigaciones me han convencido de que es posible
esperar cambios importantes en nuestra vida:
-es posible superar los malos hábitos de antaño;
-es posible aliviar muchas enfermedades que han estado molestándonos;
-es posible cambiar los modos de pensar improductivos y cultivar disciplinas
nuevas que nos ayudarán a realizar nuestras potencialidades; y
-es posible iniciarse en un modo de vida realmente distinto.
Ahora bien, ¿cómo?
El principio de este cambio es lo que yo llamo llevar al máximo las
potencialidades de nuestra mente, y es un proceso que se relaciona
directamente con la Relajación.
La Relajación ha sido el punto central de mis investigaciones médicas y
de mi práctica clínica durante los últimos veinte años. Para los lectores que
no estén familiarizados con mi trabajo, diré que la Relajación se refiere a la
capacidad del cuerpo para entrar en un estado, científicamente definible que
se caracteriza por una reducción general de la velocidad del metabolismo, una
disminución de la presión sanguínea, del ritmo respiratorio y cardíaco y la
emisión de ondas cerebrales más nítidas y más lentas.
La Relajación ejerce más poderosamente su influencia cuando se combina
con lo que he llamado el Factor Fe, lo cual implica que la inducción de la
Relajación se haga en el contexto de un conjunto de creencias personales,
filosóficas o religiosas profundamente arraigadas.
Hasta ahora he recomendado que la Relajación se use principalmente para
combatir los efectos dañinos y desagradables del estrés, tanto sobre la mente
como sobre el cuerpo. Sin embargo, observaciones recientes han demostrado
que el alcance de este fenómeno es considerablemente mayor.
De hecho hemos descubierto que la Relajación actúa también, de manera
bastante extraordinaria, como una especie de puerta hacia una renovación
mental y un cambio de vida. Puede permitirnos cambiar incluso los malos
hábitos más profundamente arraigados. Puede permitirnos cultivar disciplinas
nuevas y benéficas, y mejorar nuestra salud por medios que siempre
habíamos considerado inaccesibles. Dicho brevemente, la Relajación es el
primer paso, y probablemente el más decisivo para conseguir el éxito en
cualquier programa de autoayuda que nos propongamos seguir.
¿De qué manera, exactamente, puede actuar la Relajación como un
catalizador que promueva una renovación mental? ¿Cómo puede ayudarnos a
cambiar de hábitos, a mejorar nuestra salud y transformar nuestro estilo de
vida?
LOS CANALES DE LA MENTE
A lo largo de los años, en el cerebro se van formando “circuitos” y
“canales” de pensamiento, es decir, vías físicas que controlan la forma en que
pensamos y actuamos, y con frecuencia también nuestra manera de sentir.
Muchas veces estas vías o hábitos llegan a estar tan fijados que se convierten
en lo que yo llamo una “instalación”, tal como hablamos de la instalación
eléctrica. Dicho de otra manera los circuitos o canales llegan a estar tan
“empotrados” que casi parece imposible transformarlos. De hecho, se
convierten en parte del cerebro; son parte de nosotros.
El funcionamiento del cerebro es demasiado complicado, y nuestros
conocimientos demasiado limitados como para que podamos resumir en
términos sencillos su funcionamiento. Pero los investigadores han
descubierto que hay algunas reglas elementales de validez general y cuyas
implicaciones prácticas son de vasto alcance.
Neurofisiólogos como los doctores Roger Sperry y Michael S. Gazzaniga,
han estado investigado los llamados fenómenos del split brain (cerebro
dividido), que permiten conocer las actividades de los hemisferios derecho e
izquierdo del cerebro. Entre otras cosas, estos investigadores han demostrado
que el hemisferio izquierdo es en gran medida responsable del control de
buena parte de los procesos del pensamiento y de las habilidades analíticas,
de inferencia y de las relacionadas con el lenguaje. El hemisferio derecho es
el área en donde reside en su mayor parte el pensamiento intuitivo, artístico y
creativo.*
Consideremos, por ejemplo, la cuestión de cómo se puede cambiar un mal
hábito o adquirir una habilidad nueva. Mediante diversas inferencias lógicas-
el cerebro izquierdo puede “decirnos” que ciertos cambios benéficos, ya sea
en nuestra personalidad, nuestros hábitos o nuestras habilidades, son
imposibles. Y pese a sus inexactitudes, nos creemos lo que estamos oyendo
¿Por qué? Porque con muchísima frecuencia, habrá muy poca oposición o
discusión de parte del hemisferio derecho.
En términos muy prácticos, pues, en gran parte son los circuitos
arraigados del lado izquierdo del cerebro los que nos dicen que no podemos
cambiar nuestro modo de vida, que los malos hábitos son para siempre, que
estamos hechos de tal o cual manera y que tenemos que aceptar que es así.
Pero todo eso, sencillamente, no es verdad.
Son posibles cambios importantes, e incluso espectaculares. ¿Cómo?
Induciendo la Relajación por medio de la meditación, la plegaria u otras
técnicas, puede uno preparar la escena para importantes cambios cerebrales
capaces de alterar la mente y los hábitos. Además, seremos capaces de
liberarnos para entrar a un modo de vida nuevo en que desarrollaremos al
máximo nuestras capacidades innatas.
Dicho de manera más específica, este cambio puede producirse como
resultado de un tipo de comunicación diferente entre ambos lados del
cerebro. La investigación científica ha demostrado que la actividad eléctrica
entre el hemisferio derecho y el hemisferio izquierdo se coordina mejor
durante ciertos estados de meditación u oración.
Mi propia experiencia con los pacientes me ha demostrado que mediante
estos procesos la mente se vuelve decididamente más susceptible de ser
alterada y más capaz de hacer funcionar al máximo sus capacidades.
Con el fin de producir cambios benéficos, en las páginas siguientes
estudiaremos de que manera puede usted aumentar sus probabilidades de:
-tener éxito en programas de autoayuda;
-fortalecer la autodisciplina;
-alcanzar objetivos difíciles en gimnasia y atletismo;
-aumentar su creatividad y habilidad para tomar decisiones;
-reforzar los efectos de la psicoterapia;
-disminuir alguna medicación que pueda estar tomando;
-superar sus miedos irracionales;
-abandonar sus pautas de pensamiento morboso y destructivo; y
-fortalecer y expandir su vida espiritual.
ALGUNAS REGLAS BASICAS PARA LEER ESTE LIBRO
Antes de seguir adelante me gustaría establecer algunas reglas básicas en
lo que se refiere a cómo abordar el tema de una renovación de la mente.
Lo primero de todo, la mayor parte de la fuerza para el cambio en su vida
se mantendrá a medida que aprenda usted a usar de diferentes maneras las
partes de su cerebro. En particular, tiene que aprender a utilizar en forma más
plena la actividad del lado creador e intuitivo de su mente, es decir, el
hemisferio derecho de su cerebro.
Cuando alguien intenta explicar a otra persona como expandir sus
posibilidades para usar el lado derecho del cerebro, aparecen ciertos
problemas inmediatos. El lenguaje, principal instrumento de la instrucción, es
en sí mismo, en gran parte, una función del hemisferio izquierdo. Por
definición, pues las operaciones del lado derecho no se pueden expresar con
palabras tan fácilmente como las del lado izquierdo.
En realidad, y como usted sabe, hay cosas que de ningún modo se pueden
expresar con palabras. Usted ya conoce muchas de esas experiencias
inefables; esa puesta de sol impresionante rojo anaranjado; ese
estremecimiento interior cuando se consigue un objetivo largamente buscado;
esa reacción profundamente positiva –o negativa- frente a una persona o
acontecimiento; ese destello de luz mental que de pronto nos ilumina con una
idea o concepto creativo; esa visión interior espiritual o mística que nos
cambia la vida, esa intuición o “sensación” de que algo está bien o mal; la
vivencia de estar enamorado.
Es indudable que todas estas cosas son reales. De hecho, con frecuencia
son más reales que las ideas o las vivencias que uno puede reducir con toda
exactitud a palabras. Estos acontecimientos profundos son algo que, sin que
sepamos bien por qué son inefables. Desafían a la lógica ordinaria al análisis
y a la descripción.
De modo similar, mucho de lo que hemos de analizar en las páginas
siguientes estará al menos en parte, más allá de nuestra capacidad mental de
organizarlo en pulcros paquetes analíticos verbales. La verdad es que
reducirlo todo a palabras, es imposible, debido a la forma en que está hecho
nuestro cerebro. Sin embargo, aunque las palabras se nos escapen, debemos
recordar lo más importante que el cerebro posee una capacidad inherente de
cambio, una capacidad que he llamado el Principio de la Maxi-Mente. De
hecho, como todos usted tiene el poder de alterar en forma espectacular su
manera de pensar y de actuar.
Como muchos de los conceptos de este libro sólo es posible vivenciarlos
de manera no verbal, quiero proponer una manera optativa de leerlo. Claro
que puede leerse como cualquier otro libro, y en este caso podrá sacar
abundante partido de él. Pero si uno de sus objetivos es alejarse de un
enfoque puramente analítico de la vida, la estrategia optativa está pensada
para ayudarle a que, según vaya leyendo pueda la ir liberando el Principio de
la Maxi-Mente. ¡Quizá termine por encontrarse, de hecho, con que a medida
que lee el libro puede usar el Principio para entender el Principio!
Pues bien he aquí lo que sugiero.
Primero léase el libro lo mismo que leería cualquier otro, pero con una
diferencia: intente, al comienzo de cada lectura, alcanzar la Relajación. De
esa manera se abrirá la posibilidad de cambios significativos en su vida, en la
medida que los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro se coordinen con
más facilidad. Digamos también que este enfoque será muy adecuado para
quienes ya estén familiarizados con el mecanismo de la Relajación. Por cierto
que este método le exigirá un poco más de tiempo que si se limitará a leer el
libro del principio al final, pero los beneficios potenciales que puede obtener
al transformar sus hábitos personales y configuraciones mentales justificarán
con creces la inversión de tiempo extra.
Imagínese algunas de las posibilidades: puede empezar efectivamente a
aprender un idioma , a practicar una especialidad atlética que le atrae desde
hace tiempo o a eliminar una fobia u otro problema médico, mientras va
leyendo el libro. Y la clave de esas experiencias que pueden cambiar su vida
puede no ser más que su disposición a dedicar un poco más de tiempo a sus
sesiones de lectura.
Si es realmente ambicioso, podría probar con una técnica algo más
rigurosa. Cuando llegue a una parte del libro que toque en usted una cuerda
muy sensible intente leer varias veces ese apartado antes de continuar.
Igualmente al comienzo de cada lectura induzca el mecanismo de la
Relajación. Esto le ayudará a poner en funcionamiento los poderes creativos
y renovadores de la mente que operan a niveles más profundos.
He ideado este libro de forma que le resulte fácil volver a él
repetidamente cuando, en el futuro, siga intentando cambiar o mejorar
diversos aspectos de su vida. Es probable que ahora lo que le interese
principalmente sea cultivar una actitud más positiva hacia la vida. Más
adelante, tal vez quiera trabajar con un programa regular de ejercicios. Sean
cuales fueren sus objetivos, siempre puede volver a aquella parte del libro
que más importancia tenga para usted en un momento dado. Durante un
período de días, semanas e incluso meses, le sugeriría que vuelva a leer
regularmente esa parte del libro que le interesa, luego de haber entrado en la
Relajación.
Como verá usted, la inducción del mecanismo de la Relajación – y el
período inmediatamente posterior- son muy importantes en sus esfuerzos por
transformar su mente y su vida. Esos son los momentos, creo, en que uno es
más receptivo para la alteración de sus circuitos mentales arraigados, y para
efectuar cambios benéficos. Es el momento en que su “pizarra” mental está
más limpia y más abierta. Por eso, inmediatamente después de terminada la
meditación o la plegaria, es importante que se concentre sin pérdida de
tiempo en cosas que se relacionen con los objetivos que cambiarán su vida,
tal como lo veremos en los capítulos siguientes. No tardará en ver que sus
pautas de pensamiento se desplazan, a veces muy sutilmente, hacia sendas
más productivas: de ello se seguirán cambios en las acciones y en la vida. Los
resultados serían emocionantes e incluso asombrosos, cuando aprenda las
maneras de incorporar plenamente a su vida el Principio de la Maxi-Mente.
Ahora antes de adentrarnos más en las implicaciones prácticas de estos
conceptos, vamos a examinar un poco más de cerca lo que sabemos sobre la
base científica del Principio de la Maxi-Mente.
2
El Principio de la Maxi Mente
El funcionamiento del cerebro humano sigue estando más allá de nuestra
total comprensión. Hemos dado pasos gigantescos en la comprensión de la
fisiología del cerebro y de su capacidad para controlar las múltiples e
intrincadas operaciones de nuestro cuerpo y de nuestras pautas de
pensamiento. Y sin embargo, es todavía mucho lo que no sabemos.
Por ejemplo, continuamos preguntándonos:
-¿Es maleable la mente en algún sentido? O, dicho de otra manera, ¿se la
puede moldear y cambiar de tal modo que se produzcan pautas de
pensamiento nuevas e impresionantes y hábitos que cambien nuestra vida?
-¿En qué medida exactamente, es posible amplificar el poder del cerebro,
en especial en lo que se refiere a influir sobre las reacciones y funciones del
cuerpo?
-¿Hay alguna diferencia entre la “mente” y el cerebro?
-¿Hay alguna relación entre lo que consideramos las dimensiones “mentales”
y “espirituales” de nuestra existencia?
¿Cuáles son las funciones exactas de las diferentes partes del cerebro, y qué
es lo que podemos hacer para favorecer tales funciones?
-¿Será posible alguna vez que la mente reflexione en forma significativa y
alcanzando un grado de entendimiento importante, acerca de sí misma?
Es probable que jamás podamos dar una respuesta completa a muchas de
estas preguntas. Algunas, sin embargo, van encontrando respuestas poco a
poco, a medida que seguimos investigando y haciendo retroceder cada vez
más las fronteras de la investigación psicofisiológica.
Uno de los principales descubrimientos recientes es que el cerebro no es
una entidad estática e inmutable. De hecho, es un órgano capaz de ser
transformado y utilizado de formas nuevas y extraordinarias. Mediante lo que
he llamado el Principio de la Maxi-Mente, las posibilidades de esta
plasticidad mental pueden ser realmente asombrosas, tal como lo demuestran
los casos siguientes:
DE REGRESO EN EL HIMALAYA
Los que hayan leído mis libros anteriores saben que uno de nuestros
proyectos de investigación en la Facultad de Medicina de Harvard fue la
exploración de las fronteras de la mente, en la vertiente india del Himalaya.
Aquella zona constituye el hogar en el exilio del Dalai Lama y de muchos
budistas tibetanos. Es indudable que otras religiones han registrado también
proezas físicas y mentales extraordinarias, curaciones y otros sucesos
espectaculares, pero hacía ya años que yo había decidido concentrar mis
esfuerzos en la investigación científica de los datos provenientes de una
tradición oriental, en particular, el budismo tibetano.
Una de las cosas que inicialmente me habían interesado en aquellos
monjes era la capacidad que se les atribuía de elevar en forma espectacular la
temperatura de la piel cuando se hallaban en un ambiente frío, valiéndose de
una forma de meditación conocida como yoga gTum mo. Se supone que con
esta práctica, cuyo nombre significa literalmente “mujer fogosa”, se crea en
el cuerpo humano un fuego interno de purificación que contrarresta la
falsedad y estimula un estado de conciencia elevado. Mientras meditan los
monjes siguen mentalmente una imagen de la energía corporal conocida
como “prana”, la cual se supone que enciende un intenso “calor interno”.
Lo que nos interesaba no era solamente el propósito religioso de tales
prácticas, sino también sus manifestaciones fisiológicas: si realmente
aquellos monjes podían elevar la temperatura en condiciones de intenso frío,
eso se podía medir con nuestros instrumentos y el resultado, esperábamos,
sería una comprensión más profunda de la interacción mente-cuerpo.
En nuestro primer viaje al Alto Dharmsala en las estribaciones indias del
Himalaya, nuestro equipo de investigadores descubrió que los monjes en
meditación, que estaban prácticamente desnudos podían elevar efectivamente
la temperatura de la piel en unos diez grados centígrados. Además, lo hacía
cuando la temperatura del aire no pasaba de unos quince grados centígrados.
Pero quedó mucho por investigar en este campo, mucho por explorar en la
forma en que la mente puede influir sobre el cuerpo.
Específicamente, en 1978 nos habíamos informado, leyendo las obras de
Alexandra David-Neel, de que estos monjes podían, según se afirmaba,
elevar la temperatura de la piel lo suficiente y durante períodos lo bastante
largos, como para secar sábanas mojadas sobre su cuerpo en condiciones
invernales. Pero hasta entonces ningún científico había conseguido
documentar el fenómeno. Los informes no tenían otro fundamento que el
comentario oral y la leyenda. Nuestros investigadores querían estudiar por si
mismos esa fascinante historia.
En el verano de 1984, como parte de nuestra continuada colaboración,
recibí una invitación del Dalai Lama para estudiar este fenómeno. Envié a la
India un equipo de filmación para que presenciara y registrara el hecho… si
es que realmente los monjes eran capaces de semejante hazaña. Nuestro
grupo que incluía a los realizadores Russel Pariseau y Michael Edwards,
llegó en febrero de 1985 a un monasterio tibetano situado en el valle de Kulu,
en el norte de la India. Allí los monjes celebraron una ceremonia secreta que
hasta donde nosotros sabíamos ningún occidental había presenciado jamás.
Con una excitación en constante aumento, los encargados de la filmación
instalaron su equipo en el pequeño monasterio y se quedaron esperando hasta
aproximadamente las tres de la mañana, cuando entraron en el recinto una
docena de monjes. La temperatura en la habitación no alcanzaba los cinco
grados centígrados. Los monjes se desvistieron completamente quedándose
solo con un mínimo taparrabo, y se sentaron en el suelo con las piernas
cruzadas. En unos cubos de agua que habían sido colocados frente a ellos
sumergieron sábanas de algodón de unos noventa centímetros por un metro
ochenta; el agua estaba a una temperatura aproximada de unos nueve grados
y medio.
Bajo la supervisión de un superior del monasterio, estrujaron entonces las
sábanas empapadas para quitarles el exceso de agua y se envolvieron con
ellas la parte superior del cuerpo. Las sábanas estaban tan mojadas que la tela
dejaba traslucir el cuerpo de los monjes cuya piel se podía ver claramente a
través de ellas.
En aquel momento, los monjes empezaron a practicar su meditación yoga
gTum mo… y empezó a producirse un fenómeno asombroso. Aunque la
mayoría de las personas habría empezado a tiritar violentamente el verse
expuesto así a la humedad y al frío, ellos no mostraron reacción alguna.
Permanecieron en cambio tranquilamente sentados, y habían pasado entre tres
y cinco minutos cuando las sábanas con que se envolvían empezaron a echar
vapor. La habitación se llenó de vapor de agua a tal punto que los lentes de
las cámaras se empañaban y había que estar secándolas continuamente. Entre
los treinta y cuarenta minutos las sábanas con que los monjes se habían
envuelto estaban completamente secas.
Entonces volvieron a empezar todo de nuevo. Sumergieron otro fuego de
sábanas en el agua fría, las estrujaron un poco y se las envolvieron sobre los
hombros. De nuevo empezaron a practicar la meditación gTum mo, y otra vez
las sábanas comenzaron a echar vapor a los pocos minutos y estuvieron
completamente secas en una media hora. Luego volvieron a repetir el proceso
una vez más y aunque la ceremonia entera llegó a durar varias horas, ni una
sola vez los monjes que participaron en ella temblaron ni se estremecieron de
frío, ni dieron tampoco ninguna otra señal de incomodidad.
EL EXPERIMENTO DE LOS 18 GRADOS BAJO CERO
A continuación nuestro equipo viajo a la ciudad india de Leh, situada en
la extensión occidental de la meseta tibetana de Ladakh. El destino era un
monasterio situado sobre un precario precipicio a más de cinco mil metros
sobre el nivel de mar.
El lugar es una planicie alta y árida, sembrada de gigantescos pináculos
rocosos que se elevan hacia el cielo. Los monasterios de Hemis y de Gotsang
se encuentran próximos a la cumbre de algunos de esos promontorios, a una
altura aproximada de unos cinco mil metros. Las observaciones habían sido
programadas para una noche que, según la predicción de los tibetanos, sería
una de las más frías del año: la del 5 de febrero de 1985. La verdad es que la
temperatura llegó a ser de 18 grados centígrados bajo cero.
Los filmadores vestidos como para las condiciones climáticas del Ártico,
partieron a medianoche, acompañados de un grupo de diez monjes, que a su
vez calzaban sandalias y se cubrían con un taparrabo y una ligera tela de
algodón. El grupo terminó por subir a mayor altura hasta un voladizo que se
asomaba sobre un acantilado, a unos seis mil doscientos metros sobre el nivel
del mar.
En ese lugar gélido e inhóspito, los monjes se quitaron las sandalias y se
sentaron en cuclillas. Después, inclinándose hacia delante, apoyaron la
cabeza sobre el suelo y se echaron sobre el cuerpo la delgada tela de algodón.
En esa posición, prácticamente desnudos, se pasaron toda la noche
practicando una forma especial de la meditación gTum mo, conocida como
Repeu. Casi parecía que habían entrado en un estado de muerte aparente. Ni
siquiera reaccionaron cuando, a primeras horas de la mañana, les cayó
encima una ligera nevada.
Ninguna persona ordinaria podría haber soportado tales condiciones; de
eso estamos seguros. Y sin embargo, los monjes no exhibieron ningún efecto
negativo. Se limitaron a permanecer inmóviles en su postura meditativa
durante unas ocho horas consecutivas, tan quietos y silenciosos que un
observador no informado podría haber temido que se hubieran congelado.
Finalmente, respondiendo al sonido de un pequeño cuerno, se pusieron de
pie, se sacudieron la nieve de la espalda, se calzaron las sandalias y volvieron
a bajar tranquilamente la montaña. Perfectamente podrían haber sido un
grupo de hombres de negocios al salir de las cómodas y abrigadas
habitaciones de su hotel, con la intención de desayunar tras una noche de
sueño profundo.
Es indudable que una persona común habría empezado en seguida a tiritar
violentamente tanto durante el ejercicio de las sábanas mojadas como al
permanecer toda la noche a una temperatura de dieciocho grados bajo cero.
Normalmente el cuerpo reacciona así para generar el calor suficiente para
poder mantenerse con vida. De hecho, es casi seguro que sin temblar – o sin
alguna otra forma de moverse- ni el lector ni yo habríamos sido capaces de
aguantar semejantes condiciones. E incluso temblando violentamente, con
una temperatura de dieciocho grados centígrados bajo cero no habríamos
podido evitar la congelación y hasta es posible que nos hubiéramos muerto.
¿Cómo era posible que esos monjes consiguieran semejante cosa?
Creo que un factor clave, subyacente a cualquier respuesta es su
capacidad para alcanzar la Relajación. A medida que, confiando firmemente
en su fe budista se entregaban a una forma específica y profunda de plegaria
y de meditación, en su mente y en su cuerpo se producían cambios
espectaculares. Pero la Relajación no es más que uno de los mecanismos
físicos y mentales que operan en estos monjes. Aunque todavía no
conocemos todas las respuestas, se han adelantado algunas explicaciones más
para estos poderes.
Una de estas teorías sostiene que los monjes pueden haberse valido de un
proceso al que se ha denominado “termogénesis sin temblores”, que pone en
juego la capacidad que tiene el cuerpo, en ciertas circunstancias de quemar o
metabolizar un tipo de grasa que es capaz de generar una elevada cantidad de
calor. Antes los científicos creían que solo cierto tipo de mamíferos no
humanos, en especial los que están sujetos al proceso de hibernación, podían
quemar ese tipo de grasa, pero ahora parece que también los seres humanos
podemos tener la capacidad de generar calor a partir de ella. Según nuestra
hipótesis, podría ser que los monjes hubieran aprendido a hacerlo valiéndose
de poderes mentales generalmente desconocidos.
En todo caso, está claro que tanto nuestra mente como nuestro cuerpo son
capaces de hazañas que hasta ahora se han considerado imposibles, y que
incluyen -sin limitarse ciertamente a ello- la capacidad de superar los efectos
de un frío intenso. Pero estas posibilidades espectaculares no se limitan a los
monjes tibetanos, también están abiertas para usted, en la medida en que
aprenda cómo valerse de esas capacidades mentales que hoy no usa.
LOS SECRETOS DE LOS SABIOS
El punto focal físico de este poder parece ser el estado especial que
hemos identificado hace más de una década, al que llamamos respuesta de
Relajación, y de la cual he dado una breve explicación en el capítulo
introductorio. ¿Cuál es exactamente, la forma de provocar esta reacción?
¿Cuáles son los pasos prácticos necesarios para abrir las puertas a cambios
extraordinarios en nuestra manera de pensar y actuar?
Son varios los pasos básicos que se requieren para alcanzar la Relajación.
Paso1 : Elija para concentrarse una palabra o una frase breve que esté
firmemente arraigada en su sistema personal de creencias. Por ejemplo, un
cristiano podría elegir las palabras iniciales del Salmo 23, “El señor es mi
pastor”; un judío la palabra “Shalom” y una persona que no sea religiosa, una
palabra neutra, como “uno” o “paz”.
Paso 2: Siéntese sosegadamente en una posición cómoda. Paso 3: Cierre los
ojos.
Paso 4: Relaje los músculos.
Paso 5: Respire en forma lenta y natural, y mientras lo hace, repita al exhalar
la palabra o frase elegida.
Paso 6 : Adopte una actitud pasiva y no se preocupe de si lo está
haciendo bien o mal. Cuando otros pensamientos acudan a la mente, limítese
a decirse: “Ya está bien” y vuelva apaciblemente a la repetición.
Paso 7: Continúe así de diez a veinte minutos.
Paso 8: Practique la técnica una o dos veces al día.
Nuestras últimas investigaciones han revelado que aunque todos estos
pasos son importantes, hay dos absolutamente importantes: son la repetición
de una palabra, un sonido, una plegaria, una idea o una acción muscular y la
actitud pasiva hacia los pensamientos que interfieran. Con estas dos
condiciones, se aminoran los efectos de la intrusión de pensamientos,
actividades y mecanismos que pueden impedirle a uno entrar en un estado
meditativo. Además, desentenderse pasivamente de los pensamientos
cotidianos le ayudará a ir desarmando algunas de las viejas pautas de
funcionamiento mental negativo, y a abrirse a las influencias positivas
renovadoras que pueden llegar a cambiar su vida.
Al seguir estos pasos –si lo hace en el contexto de sus creencias más
profundas- se encontrará usted con que va encaminándose hacia una
expansión increíble de sus capacidades mentales. Estará avanzando en las
direcciones exploradas por los monjes tibetanos, los místicos y sanadores
cristianos y judíos, y por otras personas que llevan una vida arraigada en la
plegaria y la meditación. Igualmente, a medida que su mente se expanda
hasta abrirle las puertas que le conducirán a nuevas aventuras interiores, irá
adquiriendo la capacidad de cambiar sus hábitos personales… incluso
aquellos que lo aplastan con su peso, como el proverbial albatros, e
incrementará sus probabilidades de cultivar disciplinas y nuevos hábitos.
EL CEREBRO MARAVILLOSO
Para hacerse una idea de cómo se puede adquirir esta capacidad para el
cambio, es importante considerar ciertas teorías referentes a la forma como
funciona el cerebro. Pero este es un tema, que debemos abordar con una dosis
de humildad. Aunque durante las últimas décadas los resultados de la
investigación del cerebro han ensanchado en forma extraordinaria nuestros
conocimientos, la comprensión que tenemos de la fisiología cerebral sigue
siendo relativamente rudimentaria, dada la increíble complejidad del cerebro
humano.
Anatómicamente, el elemento estructural básico del cerebro es la célula
cerebral o neurona. En cierto nivel se puede considerar a estas células como
fábricas vivientes, que utilizan como combustible el oxígeno y el azúcar
transportados por la sangre. Mediante pasos bioquímicos bien definidos, este
combustible produce la energía que posibilita una gran cantidad de trabajos
biológicos, necesarios para mantener la vida de la célula. Por ejemplo, cada
célula interactúa con otras, desempeña un importantísimo papel de apoyo en
las complejas redes que producen el pensamiento y la acción y finalmente,
produce elementos de deshecho que la sangre se lleva para eliminarlos.
Sin embargo, es importante recordar que cada una de esas células
cerebrales está realmente viva, con todo el potencial para el poder y la
debilidad que entraña el hecho de estarlo. Si la neurona se ve privada de su
combustible –que proviene principalmente de lo que comemos y del aire que
respiramos-, se morirá. En otras palabras, que si el aporte sanguíneo portador
de combustible al cerebro se encuentra bloqueado, como sucede cuando hay
un endurecimiento grave de las arterías, puede suceder que las células del
cerebro abastecidas por la arteria bloqueada dejen de funcionar. La
consecuencia es un “ataque” o “schock”, es decir, un accidente vascular
cerebral.
Entre otras cosas, un cerebro sano acumula y transmite información, y
ésta es lo que, en última instancia, se convierte en lo que llamamos
pensamientos. Es muy difícil escribir exactamente lo que sucede en este
proceso, porque el acto de pensar, como tal, es sumamente complejo y pone
en juego una cantidad enorme de neuronas cerebrales que interactúan en
nuestros procesos mentales. Piense el lector, por ejemplo que en su cerebro
hay aproximadamente 10,000 millones de células cerebrales.
Además, al observar cuidadosamente la estructura de cada una de ellas, se
comprende que todo el asunto es indescriptiblemente más complicado. Cada
una de las células nerviosas tiene numerosos tentáculos, es decir, axones y
dendritas. Durante la actividad cerebral estos elementos se “comunican” con
los tentáculos de otras células, a través de conexiones llamadas sinapsis; de
esa manera interactúan y hacen su trabajo las células cerebrales. Las dendritas
se comunican también con otras partes de su propia célula.
Pero ahora piense en lo siguiente: cada célula nerviosa tiene entre 1,000 y
500,000 conexiones y cada conexión tiene la potencialidad de comunicarse
con cualquier otra conexión celular del cerebro. Esto significa que el número
de conexiones posible en el cerebro es incomprensiblemente pasmoso.
¿Cuántas son las conexiones posibles? Por expresarlo con una sola
cantidad, la cifra sería de 25.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.
Dicho de otra manera: si usted empieza a apilar sobre su escritorio hojas de
papel de máquina, una encima de otra, igual al número de sus posibles
conexiones cerebrales, la pila llegaría más allá de la luna. Llegaría más allá
del planeta Plutón, más allá de nuestra galaxia, e incluso más allá de los
límites conocidos del universo, ¡a distancia de unos dieciséis mil millones de
años luz!
Con esta complejidad increíble, se entiende que jamás podamos llegar a
comprender la totalidad de las posibilidades inherentes al cerebro humano.
De hecho, cuanto más se investiga, más sobrecogedor resulta ser el proceso
del pensamiento.
Por ejemplo, sabemos ahora que esos billones y billones de conexiones
que alberga el cerebro “conversan” entre sí por medio de ciertas sustancias
químicas, a las que se denomina neurotransmisores, que son segregadas en
los extremos de las conexiones entre las células cerebrales. Es decir que las
conexiones existentes entre las células cerebrales no son conexiones físicas,
sino que más bien hay una brecha
– una brecha minúscula microscópica- en cada una de ellas. La conversación
entre una célula y otra se lleva a cabo mediante la acción de esas sustancias
químicas.
Para complicar un poco más las cosas, muchas células nerviosas
contienen dos o más agentes neurotransmisores, y hasta el momento se han
descubierto más de sesenta de ellos. Pero la complejidad no termina aquí. Al
comunicarse con otras células, los neurotransmisores también influyen sobre
otras conexiones en su entorno inmediato. Es decir, es como si se filtrarán a
otras conexiones en su entorno inmediato. Es decir, es como si se filtrarán a
otras conexiones neuronales. Estas penetrantes acciones químicas son lo que
permite que un mensaje pase de una célula a otras, y es así cómo creemos que
se produce la conversación entre las células.
Pero aún hay más. Estos mensajeros químicos se incorporan al torrente
sanguíneo y pueden afectar a células cerebrales muy alejadas de la fuente
original. De hecho, los neurotransmisores producen cambios en su propia
“casa” o lugar de origen, e influyen incluso sobre su propia producción.
Tampoco en los mensajes hay una constancia rigurosa. Cada uno de los miles
de millones de células nerviosas emite diferentes señales en diferentes
momentos, además, le influyen las señales que recibe: la forma en que habla
depende de cómo le hablen.
Uno de los neurotransmisores es una sustancia de estructura parecida a la
del opio, conocida como endorfina. Las endorfinas pueden aliviar el dolor,
producir euforia en ciertas circunstancias, o bien actuar como sedantes.
Después de haber sido segregadas por ciertas células nerviosas del cerebro,
las endorfinas pueden hacer su trabajo en las inmediaciones de su lugar de
origen, pero también pueden hacer largos viajes y llegar hasta otras células
más alejadas para producir una sensación de bienestar o aliviar el dolor.
Se han obtenido en laboratorio ciertas sustancias capaces de imitar en
mayor o menor medida la operación de algunos de estos neurotransmisores.
Algunos afectan el estado anímico de una persona, o sirven de una manera u
otra para dar a los pacientes un tratamiento benéfico, pero la forma en que
actúan los fármacos en comparación con el funcionamiento natural,
delicadísimo y sutilmente afinado, de los neurotransmisores cerebrales.
Otras combinaciones de neurotransmisores se relacionan con la memoria.
Una teoría nos sugiere que son ellos los que nos dan la capacidad de tener
varios tipos de memoria: hay una memoria para las habilidades y los
procedimientos, que almacena hábitos o funciones relacionadas con el
“cómo-se-hace” algo. Hay una memoria declarativa, que almacena fechas,
números y otras cosas que uno dice tras haber expresado: “Recuerdo que…”
Gracias a los dos tipos de memoria, uno puede recordar como se anda en
bicicleta o se juega al tenis, y también lo que le pasó el día que cumplió los
dieciséis años.
Nuestros recuerdos se derivan en parte de nuestras propias experiencias
vitales. Surgen de las capacidades del cerebro, que permiten que nuestras
experiencias sean recibidas, codificadas, almacenadas, recuperadas e
interpretadas. Cuanto más vasta es nuestra experiencia, tanto más tiene para
almacenar el cerebro y por consiguiente, más debe interpretar.
¿De qué manera seleccionamos toda esta información para que, cuando
tenemos que abordar una tarea específica, no nos abrume y confunda la
cantidad de conocimientos que tenemos acumulados? ¿Cómo apartamos las
señales que son inmediatamente significativas y útiles de todo el “ruido” que
hay en la memoria?
Gradualmente estamos aprendiendo a reducir un tanto esta complejidad.
En el proceso, hemos ido descubriendo que podemos entender un poco mejor
qué es lo que pasa en el cerebro humano y cómo podemos usar de manera
más práctica esos poderes impresionantes. Ya me he referido brevemente a
un campo de reciente investigación – la del llamado split brain -, que nos
proporciona un acceso al entendimiento de las funciones de nuestros dos
cerebros, y de la posibilidad de alcanzar un máximo aprovechamiento de
nuestra mente.
Los científicos que investigan estos temas han demostrado de qué manera
el hemisferio izquierdo difiere del derecho, y cómo se relaciona con él,
especialmente en pacientes que han sufrido ataques, se han sometido a
cirugía cerebral o padecen algún otro problema neurológico. Los estudios de
los doctores Sperry, Gazzaniga y otros investigadores han comprobado que
ambos hemisferios tienden a tener funciones características. Y cada conjunto
de funciones es importante para que podamos tener una experiencia
plenamente integrada del mundo en cuánto seres humanos.
En el caso de las personas que usan la mano derecha, el hemisferio
izquierdo del cerebro actúa a la manera de un “super-agente de prensa”.
Procura encontrar sentido en esa enorme cantidad de información, tanto
nueva como almacenada; el hemisferio izquierdo selecciona y categoriza la
información. Extrae conclusiones y formula predicciones. Para facilitarse esta
función ilativa el hemisferio izquierdo recurre a sus amplios depósitos de
habilidades analíticas, lógicas y verbales. El hecho de que podamos verter
nuestros pensamientos al lenguaje y dar razones precisas de por qué hacemos
las cosas es en gran medida un resultado directo de esta función del lado
izquierdo del cerebro.
Este lado del cerebro nos presta, pues servicios inapreciables. Sin él no
podríamos desempeñarnos eficazmente como seres humanos. La mente
humana alberga demasiada información como para que podamos manejarla
en su totalidad, y el hemisferio izquierdo nos ayuda, momento a momento, a
seleccionar lo que es importante que sepamos.
Lamentablemente, esta función del lado izquierdo es tan importante que
tendido a hacer sombra al papel que corresponde al hemisferio derecho. Y sin
embargo, al lado derecho le cabe un papel clave en la plasticidad mental
humana, en nuestra capacidad para cambiar pautas y hábitos de pensamiento
profundamente arraigados. Y tiene un papel clave en el funcionamiento del
Principio de la Maxi-Mente.
El hemisferio derecho sirve como centro de muchas de nuestras funciones
mentales intuitivas y creativas. Muchas veces, uno tiene una intuición o una
idea que aparentemente viene “no se sabe de dónde”. Uno sabe que la idea es
válida, pero no llegó a ella mediante ningún proceso lógico ni analítico. Lo
más probable es que esa idea haya llegado a la mente por la acción de los
neurotransmisores del hemisferio cerebral derecho. Muchas de nuestras
capacidades y funciones artísticas entre ellas la capacidad de percepción
espacial de las cosas, suelen estar radicadas en el hemisferio derecho.
Entonces, después de recibir este tipo de aporte, el hemisferio derecho le pasa
la información al izquierdo para que la interprete, haga la selección y extraiga
las inferencias del caso. Específicamente la información pasa a través del
llamado cuerpo calloso, que conecta ambos hemisferios.
De hecho, el funcionamiento de los hemisferios cerebrales no es más que
un ejemplo de lo que el doctor Michael Gazzaniga ha llamado los “módulos”
del cerebro. Hay tareas específicas que tienden a ser abordadas por
determinadas partes del cerebro más bien que por otras. Una parte se
especializa en imágenes mentales; otra se concentra en las funciones
auditivas; puede haber otra que se ocupe principalmente de los sentimientos.
Pero usted se estará preguntado qué tiene que ver todo esto con su
capacidad de cambiar sus malos hábitos y de cultivar formas nuevas y
constructivas de auto disciplina.
El problema con que todos tropezamos es que ciertos módulos del cerebro
son tan fuertes, y sus pautas de funcionamiento están tan profundamente
arraigadas, que tienden a controlar a los otros. Este es, en particular, un
problema que parece haberse planteado muchas veces en la relación entre
ambos hemisferios, el izquierdo y el derecho. Al lado izquierdo del cerebro,
con sus poderosas capacidades de análisis y su poder de extraer inferencias
convincentes, se lo puede describir en este contexto como una especie de
“pequeño dictador” que tiene sometido al lado derecho. Muchas de nuestras
funciones intuitivas y creadoras, como también gran parte de la información
que necesitamos tener y usar para introducir en nuestra vida cambios
positivos, han estado efectivamente esclavizadas por la “autoridad” racional
del hemisferio izquierdo. Se podría decir que estamos prisioneros del lado
izquierdo del cerebro.
Entonces, es posible caracterizar nuestro objetivo como una especie de
revolución mental interna: debemos derrocar la hegemonía del hemisferio
izquierdo y permitir que el derecho se libere y asuma la estatura que le cabe
en el proceso pensante. De esta manera podemos abrigar la esperanza de abrir
la puerta de nuestra vida a un nuevo conocimiento y a cambios benéficos.
Pero ¿cuánto cambio podemos esperar de nuestros cerebros, y cuáles son los
procedimientos mediante los cuáles se produce?
3
Los canales del cambio
Los hábitos, las pautas de pensamiento y las actitudes que influyen sobre
nuestra manera de pensar y de conducirnos no son nada que tengamos
grabado en nuestra cabeza como en una losa de hormigón. Por el contrario, la
mente es en todos nosotros algo maleable, capaz de dejarse imprimir formas
y disposiciones nuevas, como una delicada escultura viviente.
Tal como hemos visto, el hemisferio izquierdo del cerebro – esencial e
importante como es en su función de ayudarnos a llevar una vida eficaz y con
sentido- tiende a interferir con los esfuerzos que hacemos por cambiar. En
cierto sentido, el hemisferio izquierdo puede actuar como una especie de
guardián intelectual rígido, que desbarata cualquier maniobra que realizamos
para cambiar, mejorándolos, nuestros hábitos y disciplinas personales.
No se trata de que el hemisferio izquierdo sea naturalmente malo, una
especie de enemigo con quien tenemos que enzarzarnos en una lucha a
muerte. Se trata, más bien de que ha sido condicionado para pensar de que
ciertas cosas son buenas para nosotros en cuánto seres humanos, cuando de
hecho son cosas que pueden ir en detrimento de nuestro crecimiento y de
nuestro bienestar.
Un ejemplo de cómo “cuida” su dominio el hemisferio izquierdo nos lo
proporciona una teoría que en la profesión psicológica se conoce como
“disonancia cognoscitiva”, y que es el concepto formulado por el doctor Leon
Festinger, pionero de la psicología social, de que cuando una creencia y un
comportamiento están en conflicto, la creencia debe cambiar para adaptarse
al comportamiento o el comportamiento debe cambiar para estar de acuerdo
con la creencia. El hemisferio izquierdo al hallarse frente a un conflicto
relacionado con la creencia, se ve impulsado a buscarle algún sentido, a
establecer alguna forma coherencia entre nuestros valores y nuestras
acciones. Y generalmente, según Festinger, lo que cambia es la creencia.
En un experimento que ayudó a llegar a esta conclusión participó un
grupo de estudiantes a quien se le preguntó qué les parecía hacer trampas.
Algunos dijeron que eso les parecía muy mal, en tanto que otros respondieron
que, en realidad, la cosa no era tan grave.
Posteriormente, a todos los estudiantes se les tomó un examen en el que
era muy fácil de hacer trampa, de una manera que era imposible descubrir,
aunque en realidad los investigadores podían determinar quiénes lo hacían y
quiénes no. Los que dirigían el estudio comprobaron que, aun cuando muchos
habían dicho inicialmente que les parecía mal hacer trampa, de hecho la
hicieron al verse frente a una oportunidad fácil. Luego, una vez terminado el
examen se les volvió a preguntar a todos los estudiantes qué pensaban acerca
de hacer trampas.
¿Los resultados? Los que la primera vez habían dicho que estaba mal
hacer trampa, pero efectivamente la habían hecho ahora dijeron que no era
tan malo. En otras palabras, los valores y las acciones terminaron por
conformarse unos a otros al entrar en conflicto con la situación de tener que
afrontar directamente la cuestión de hacer trampa.
En esta situación, el hemisferio izquierdo intervino intentando encontrar
algún sentido en el difícil reto que se les planteaba a los estudiantes.
Mediante un proceso de racionalización, los que al hacer trampa violaban sus
propias creencias encontraron razones para modificar sus valores. Además de
decidir que lo que habían hecho no estaba tan mal, el razonamiento parece
haber sido: “Si en una situación así todo el mundo hace trampa, también
puedo hacerlo yo. Puede que no sea perfecto, pero sigo siendo una buena
persona”.
Los sistemas de valores de algunos estudiantes cayeron atrapados en la
necesidad del hemisferio izquierdo de mantener la coherencia lógica. Y este
no es más que un ejemplo de un problema cuyo alcance es mucho mayor. De
manera muy semejante a ésta, el hemisferio izquierdo puede aprisionarnos
con otros problemas como las fobias.
Supongamos, por ejemplo, que está usted en la cola de un supermercado,
con la desagradable sensación de la multitud que se agolpa a su alrededor, y
empieza a sentir que le duele el estómago. Además, una vez fuera el dolor del
estómago no se le va y usted se pasa la noche descompuesto.
Es muy posible que el lado izquierdo del cerebro establezca una relación
entre el dolor y la cola en el supermercado, y le sugiera el siguiente mensaje:
“No tengo que hacer cola en supermercados, porque si la hago, la experiencia
será desagradable. Esta conclusión puede ser completamente errónea. Es
probable que no haya relación alguna entre el hecho de haber estado en la
cola del supermercado y aquel dolor de estómago, pero si la actividad de su
hemisferio izquierdo consigue llevarlo a esa conclusión, podría ser que usted
termine por tener miedo de hacer cola en un supermercado.
Evidentemente, este ejemplo es simplista; no es probable que a usted le
pase algo igual. Una experiencia más común se da con las aglomeraciones y
con las colas en los aeropuertos. Hay personas que les enferma viajar porque
en los aeropuertos han tenido una serie de experiencias desagradables,
exacerbadas quizá por otros problemas diferentes, pero que coincidieron en
aquellos precisos momentos. Estas personas pronto comienzan a asociar los
aeropuertos con circunstancias desagradables que les producen angustia, y
como resultado de ello, comienzan a ponerse nerviosas y a sentirse
incómodas ante la sola idea de encaminarse al aeropuerto.
Muchas fobias pueden originarse de esta manera, es decir, como resultado
directo de las interpretaciones y deducciones que hace el hemisferio izquierdo
a partir de las circunstancias y de los sentimientos que experimentamos.
Sin embargo, la gente que las padece no está condenada a seguir siendo
siempre esclava de sus miedos. Como veremos en el capítulo siguiente,
muchas formas de psicoterapia y psicología conductista han ayudado a la
gente a cambiar sus pautas de funcionamiento cerebral de modo tal que las
fobias empiezan a atenuarse y hasta llegan a desaparecer. He comprobado
que una forma de tratar con éxito las fobias consiste en hacer que el individuo
practique regularmente la Relajación durante varias semanas e incluso meses.
Cuando este hábito ha llegado a arraigarse es mucho más fácil corregir las
falsas interpretaciones que son parte de la situación que genera el miedo y
enfrentar los problemas de la forma más constructiva.
En otras palabras, el cerebro es realmente capaz de adaptarse para superar
muchas de estas trabas emocionales que nos limitan. Ahora bien en términos
físico, ¿cómo sucede esto?
CÓMO SE PRODUCE LA TRANSFORMACION MENTAL
Dicho brevemente, es probable que la consecución de un rendimiento
máximo de la mente funcione más o menos así: cuando cambiamos nuestras
pautas o modelos de pensamiento y de acción, las células cerebrales
comienzan a establecer conexiones adicionales, a hacer “instalaciones”
nuevas. Estas nuevas conexiones se comunican de maneras nuevas con otras
células, y entonces las “instalaciones” o vías nerviosas que mantenían vivo el
hábito negativo o la fobia son reemplazadas o alteradas.
Otro ejemplo, si usted decide que quiere aprender a jugar al tenis, puede
tomar lecciones y pasarse las horas en las pistas, practicando las jugadas y
puliendo su capacidad física. Durante este proceso, las células cerebrales que
controlan este tipo particular de habilidad establecen conexiones nuevas que
le permiten a usted jugar mejor de cómo jugaba cuando empezó.
Lo mismo pasa con el proceso de pensamiento. Si usted no hace ningún
esfuerzo por cambiar de manera de pensar o de cultivar habilidades o
disciplinas nuevas, las células cerebrales no llegarán jamás a establecer las
conexiones o pautas nuevas que para ello se requiere. De modo similar, si no
se esfuerza por mantenerlas, esas nuevas pautas de pensamiento y habilidades
físicas irán disminuyendo. Por lo que al cerebro se refiere, es cuestión de “o
lo usas o lo pierdes”.
Lo que ayuda y, a la vez fundamenta este proceso de cambio en el cerebro
es el hecho básico de que se trata de un órgano maleable y adaptable. El
sistema nervioso que incluye nuestros poderes mentales, no es inmutable. No
es algo imposible de cambiar, con hábitos, modelos de pensamiento y
habilidades fijados de una vez para siempre. Por ende, no hay absolutamente
ninguna razón por la cual usted no pueda hacer progresos considerables con
todos los programas de autoayuda que le resultaban tan difíciles. Realmente,
usted puede alcanzar muchas de las mejoras que usted siempre había querido
lograr en su salud, en su espiritualidad y en las demás dimensiones de su
vida. Una de las claves de este cambio es aprender a eliminar la nociva
dictadura del cerebro izquierdo y a armonizar mejor los dos hemisferios
cerebrales.
El mecanismo básico que favorece estos procesos de cambio es la
Relajación, es la puerta fisiológica que le abrirá el camino para cambiar sus
pautas de pensamiento y su vida.
De diversas maneras, la Relajación prepara el camino para esos benéficos
cambios cerebrales. Ante todo las mediciones que hemos efectuado en
personas que están practicando la Relajación demuestran que este fenómeno
excluye los aspectos que crean confusión, estrés o angustia de lo que se llama
comúnmente la “reacción de ataque-o-fuga”. Al activarse esta reacción, es
decir, cuando uno está exaltado, angustiado o enojado ante un reto o una
situación difícil, el cuerpo segrega ciertas hormonas llamadas catecolaminas,
que lo “aceleran”, preparándolo para enfrentar en forma rápida y decidida la
amenaza percibida.
Para el hombre primitivo, cuando el peligro de encontrarse cara a cara
con un animal salvaje, era cosa de todos los días este tipo de respuesta era
muy útil. En nuestra época, sin embargo, la reacción de ataque-o-fuga tiende
a ponernos más nerviosos e incómodos, e incluso a ser dañina. ¿Por qué?
Como ya no utilizamos los recursos físicos, la huída o la pelea, que
originariamente permitirían gastar las energías provenientes de los cambios
hormonales que se producen en el cuerpo en estas situaciones, nos sentimos
tensos e incómodos, y nuestra capacidad de lograr un cambio útil en nuestra
vida disminuye o desaparece por completo.
Tal como cabía esperar, la reacción de ataque-o-fuga tiende a dispararse
por obra de las conclusiones poderosas y casi automáticas, a que llega el lado
izquierdo del cerebro, por ejemplo, “es un tigre…hay que huir” o “es un
enemigo… hay que luchar”. Pero la Relajación puede ayudarnos a superar
estas reacciones tan arraigadas y que ahora, con frecuencia, son inadecuadas
y puede desconectar o impedir este tipo de reacción desproporcionada a las
circunstancias. La Relajación no altera en forma significativa la excitación
requerida cuando se presenta un verdadero peligro o una situación
apremiante. En una verdadera crisis, el riesgo real de las circunstancias anula
los efectos de la Relajación, probablemente porque lo que está en juego es la
supervivencia.
Además la Relajación también estimula una importante actividad cerebral
que intensifica la comunicación entre los dos hemisferios del cerebro. Se ha
confirmado, mediante estudios científicos, que durante el proceso de la
Relajación los dos lados del cerebro comienzan a interactuar más, como lo
evidencia la similitud de las pautas de ondas cerebrales que se observan
simultáneamente en el hemisferio izquierdo y en el derecho. En los
electroencefalogramas de individuos que estaban entregados a la práctica de
la Relajación, los investigadores han descubierto que en esos momentos hay,
entre ambos lados del cerebro, una mayor coherencia de las frecuencias de
ondas cerebrales alfa y theta.
Lo más importante de todo esto es que este estado mental prepara la
escena para cambios significativos. Entre otras cosas, parece que fuera más
fácil pensar en forma creativa cuando el cerebro está funcionando con mayor
sincronización entre sus dos mitades. Entonces, uno puede examinar y usar
con más facilidad la información que aportan tanto el lado izquierdo como el
derecho del cerebro, sin la interferencia de pensamientos ajenos que en otras
circunstancias podrían estorbar. Es decir, que cuando uno se encuentra en
este estado de comunicación intensa entre ambos hemisferios, es más fácil
procesar la información y considerar las situaciones de manera nueva e
innovadora. Dicho de otra manera, se produce entonces una “receptividad” o
“plasticidad” cognoscitiva en la cual cambia efectivamente su manera de ver
el mundo.
Esta plasticidad se utiliza en el proceso de la hipnosis. Nuestras
investigaciones han demostrado que para pasar a lo que se llama el estado
hipnótico, lo que primero que se provoca es la Relajación. Después el
hipnotizador puede sugerir diversas acciones al individuo a quién está
hipnotizado. Entre las sugerencias puede incluirse la de recordar
acontecimientos aparentemente olvidados o la de realizar ciertos
movimientos, como puede ser la levitación de un brazo.
Es un hecho interesante el que muchas personas que han logrado la
Relajación – y experimentado una mejor comunicación entre los dos lados
del cerebro- expresan la experiencia como una especie de “totalidad”. Se
valen de expresiones como “sin limitaciones”, “correlación infinita”,
“bienestar” y “más despiertos”. Además quienes se encuentran en ese estado
tienden a percibir con mucha mayor intensidad la riqueza de detalles en el
medio donde se hallan.
Con frecuencia, la gente dice que es un estado indescriptible, que está
más allá de las palabras y del lenguaje y que sólo es posible sentirlo, no
describirlo. En su forma más intensa, este tipo de experiencia es lo que se
conoce como una “experiencia cumbre”, y para el caso es lo mismo que se
esté hablando de una revelación espiritual, de un logro deportivo de un
importante progreso intelectual.
El profesor Stanley R. Dean, profesor de psiquiatría en las Universidades
de Miami y Florida, caracteriza a este tipo de experiencia cumbre como algo
que produce una transmutación suprahumana de la conciencia, que se resiste
a la descripción. Definitivamente embriagada, la mente es literalmente presa
del vértigo de sí misma a tientas, penosamente, busca palabras que tengan la
grandeza y la exaltación suficientes para expresar la visión trascendental.
Pero hasta ahora no hemos encontrado las palabras adecuadas.
Dean cita luego un pasaje de uno de los Cuatro cuartetos, de T. S. Elliot, aun
cuando el poeta lo usa en otro contexto:
Las palabras se cansan,
Restallan y a veces se rompen bajo la carga, Resbalan, vacilan, perecen bajo
la tensión, Se desmoronan con la impresión,
No quieren mantenerse en su lugar, No quieren estarse quietas.
Por supuesto que nadie tiene experiencias cumbres en forma constante.
De hecho, muchas personas no llegan a las cimas mentales o espirituales que
otras pueden alcanzar. Pero no importa a dónde pueda llegar usted; es
incuestionable que será más capaz de mejorar su vida con sólo que pueda
aprender a aumentar la coherencia entre los lados izquierdo y derecho del
cerebro, mediante el buen uso de la Relajación.
EL FACTOR FE
Otro factor importante que le permite a uno cambiar su cerebro y su vida,
y al que ya he aludido antes brevemente, es la intensidad del sistema personal
de creencias.
El cerebro reacciona y cambia cuando en la vida cobran importancia una
convicción y una fe personal profundas. Nuestras creencias y convicciones
son parte de nuestros pensamientos y, por ende, parte de nuestro cerebro.
Cuando pensamos o actuamos por una convicción profunda, estamos
recurriendo a una “instalación cerebral” ya existente. Por lo tanto, sentimos
que lo que estamos haciendo es auténtico y correcto, nos sentimos cómodos
cuando operamos apoyándonos en los cimientos de convicciones
profundamente arraigadas.
En estas circunstancias, las nuevas pautas de pensamiento y de acción se
pueden adquirir mucho más pronto. Las “vías” ya están, por decirlo así
“engrasadas”, y las nuevas pautas se instalan con más facilidad. De esa
manera, los neurotransmisores pueden transmitir más fácilmente los
mensajes, lo que a su vez simplifica el desarrollo de los nuevos procesos de
pensamiento y de las disciplinas y habilidades nuevas. Si bien son muchos los
factores que contribuyen al desarrollo de esas nuevas vías, surcos y
configuraciones de la “instalación” en el cerebro, la creencia sigue siendo a
menudo la fuerza impulsadora primaria. Lo que en las investigaciones
médicas se conoce como “efecto placebo” es un buen ejemplo del poder de
las creencias en las interacciones mente-cuerpo.
Este fenómeno que describí tanto en El efecto mente/cuerpo como en La
Relajación, tiene tres componentes esenciales: las creencias y expectativas
del enfermo, las creencias y expectativas del médico, profesional sanitario o
sanador, y las creencias y expectativas inherentes a la relación del profesional
sanitario con el enfermo, o del sanador con el enfermo.
Para descubrir tal poder de las creencias del paciente, los investigadores
estudiaron a un grupo de mujeres que sufría de náuseas y vómitos durante el
embarazo. Para empezar se les pidió que se traguen uno pequeños globos
intra-gástricos, que medían las contracciones del estómago. Estos detectaron
las ondas características de la náusea y del vómito. Después se les administró
una sustancia que, según se les dijo, les curaría ambos síntomas, pero en
realidad lo que se les dio era jarabe de ipecuana, un fármaco que se usa con
frecuencia para provocar el vómito.
¿Los resultados? En este caso la creencia triunfó sobre las fuerzas físicas
y la medicina. Como las pacientes creían que estaban tomando una
medicación contra las náuseas, a muchas de ellas les desaparecieron las
náuseas y los vómitos; además, según las mediciones del globo, también las
contracciones del estómago se normalizaron. Aquí tenemos una situación en
que la fe en una sustancia llegó a invertir, en los hechos, la acción fisiológica
del fármaco. La “instalación” del cerebro demostró ser más poderosa que la
droga.
Un ejemplo afín, pero más negativo, del poder de las creencias sobre el
cerebro se refiere a un tipo de muerte súbita, que es el que se da entre las
víctimas de diversos delitos. Hay veces en que el miedo agudo, o incluso el
terror inducido por la creencia llega a liberar en el torrente sanguíneo
cantidades muy grandes de noradrenalina, hormona relacionada con el estrés
y que puede tener efectos físicos devastadores. La liberación excesiva de esta
sustancia puede desencadenar una serie de pasos bioquímicos que provocan
terminan enormes cambios en el músculos cardíaco, y causando la muerte.
Un estudio científico demostró que, de acuerdo con las respectivas autopsias,
de quince sujetos que murieron a causa de agresión física, once no tenían
ninguna lesión interna. Lo que habían sufrido era un fenómeno conocido
como degeneración miofibrilar, un tipo de lesión del músculo cardíaco.
Este podría ser el mismo proceso, por el cual en algunas sociedades
primitivas, ocurren las muertes por vudú. Cuando un poderoso médicobrujo
sanciona con una maldición a un individuo, es frecuente que éste muere poco
después. Lo que lo mata más que ninguna otra cosa, es su convicción de que
va a morir. De modo similar, el hecho de que haya personas de que mueren
durante una agresión es resultado de su miedo al daño que puede provocarles
el asalto, más que del asalto mismo.
Otros estudios han demostrado que la creencia del médico o del sanador
también es sumamente importante. A un grupo de médicos que trabajaban
para una compañía le dieron el mismo tranquilizante, pero con dos marcas
distintas, de las cuales sólo una era de su compañía, pidiéndoles que
efectuarán pruebas con ambas.
Los resultados demostraron que la sustancia que llevaba el rótulo de la
propia compañía fue más eficaz que la otra marca, por más que entre las dos
no hubiera otra diferencia que la del nombre. En pocas palabras, que la fe de
los médicos en su propio producto representaba, al parecer, una diferencia en
la forma en que éste actuaba sobre los pacientes.
Un ejemplo del tercer elemento en el efecto placebo –el poder de la
relación médico-enfermo- se encuentra en un estudio que se llevó a cabo en
el Hospital General de Massachusetts con dos grupos similares de enfermos a
quienes se estaba preparando para cirugía, y que recibieron un trato diferente
del anestesista. A uno de los grupos se les dieron explicaciones rápidas y
someras. Con el otro grupo, el mismo anestesista se condujo de manera
mucho más cálida y afectuosa. Se sentó en la cama para explicar
detalladamente en que consistía la operación, explicándoles el tipo e
intensidad de dolor que cabía esperar, y les dio, en general, mucho más
apoyo. Estableció sólidamente la relación médico-paciente, y como resultado,
los pacientes llegaron a tener confianza y fe positiva en su médico.
Después todos los pacientes fueron sometidos a los procedimientos
quirúrgicos y post-quirúrgicos del caso. A todos se les permitió recibir tantos
analgésicos como pidieron. Durante esta fase, estuvieron al cuidado de
personal del equipo hospitalario que no sabía a qué grupo pertenecían los
pacientes, o incluso que no tenían conocimiento de que se estuviera haciendo
un estudio.
Terminado éste, los investigadores comprobaron que los pacientes que
habían recibido un trato cálido y afectuoso pidieron la mitad de los
analgésicos que el otro grupo. Además, los que habían tenido una relación
médico-paciente positiva fueron dados de alta, como promedio, dos y medio
antes que los del otro grupo.
En cada una de estas situaciones, es evidente el poder de las creencias
sobre la curación. La mente comienza a funcionar independientemente de la
medicación y de otros factores, y cobra efectivamente una vida propia que
influye sobre las reacciones corporales. En pocas palabras, que las creencias
son capaces de influir sobre la mente, y de transformarla con resultados
espectaculares.
¿CUALES SON LOS LIMITES DEL CAMBIO?
¿Cuáles son en última instancia, los límites a nuestro intento de cambiar
nuestras pautas de pensamiento y nuestra vida?
Es un hecho que el individuo puede cambiar muchísimo, pero si a los
cuarenta años alguien quiere hacerse músico, lo más probable es que no
pueda convertirse en un moderno Beethoven o Mozart. Si usted quiere
aprender a jugar al tenis, probablemente no podrá competir con Ivan Lendl o
una Martina Navratilova. Algunas habilidades hay que empezar a cultivarlas
desde temprana edad si uno quiere alcanzar el máximo de sus
potencialidades. E incluso si realmente se empieza temprano, hay
limitaciones genéticas a lo que puede lograr cada uno.
Yo Mozart
Antes Después Antes Después
Algo Mucho
CAPACIDAD MUSICAL
Para entender cuáles son los límites genéticos que pueden condicionar los
cambios cerebrales, es útil imaginarse una línea horizontal por cada aspecto
del comportamiento o del pensamiento que a uno le interese transformar.
Supongamos, por ejemplo, que usted quiera cultivar su capacidad musical
aunque tiene ya una edad mediana. Al lado izquierdo de la línea puede
escribir las palabras “Yo-Antes”, para indicar en qué nivel está su capacidad
antes de empezar a adquirir esa habilidad nueva. Al lado derecho de la línea
podría escribir “Mozart”. Y luego en algún lugar intermedio, puede anotar
“Yo-después de cinco años de trabajar y estudiar mucho”.
Dicho de otra manera: decididamente, usted tiene la potencialidad de
mejorar su capacidad natural con cierto esfuerzo y disciplina. Pero por más
que se esfuerce a esta altura de su vida, es probable que jamás se aproxime,
en esa línea, a los logros de Mozart, que para empezar, nació con dones
excepcionales. Por otra parte está la esperanza de que, si pone usted en la
disposición anímica adecuada y confía en el Principio de la Maxi-Mente,
reforzará sus probabilidades de alcanzar grandes logros, independientemente
de su edad y de sus capacidades innatas.
Uno de los problemas más enigmáticos y misteriosos con que se
enfrentan los investigadores de la función cerebral es la distinción entre la
mente y el cerebro. ¿Son los dos la misma cosa? ¿O la mente está hecha
características que van más allá de la estructura física del cerebro?
A lo largo de años, este punto ha sido sumamente discutido. Hay quienes
sostienen que la mente es la suma total de las capacidades físicas del cerebro:
nada más ni nada menos. Pero sir John Eccles, Premio Nóbel de Medicina en
1963, ha rechazado esta visión mecanicista de los procesos pensantes del
hombre. Eccles no cree que el poder la mente se apoye exclusivamente en las
células nerviosas, las dendritas, las sinapsis y los neurotransmisores, sino que
más bien sostiene: “Creo que hay un misterio fundamental en mi existencia,
que trasciende cualquier explicación biológica del desarrollo de mi cuerpo
(que incluye mi cerebro) con su herencia genética y su origen evolutivo”.
Y sigue argumentando: “Si digo que la peculiaridad del ser humano no se
deriva del código genético ni de la experiencia, entonces, ¿de qué se deriva?
Mi respuesta es la siguiente: de una creación divina. Cada ser humano es una
creación divina”.
En la misma vena expresó William Penfield, el famoso neurocirujano
canadiense, en su libro The Mistery of Mind (el misterio de la mente), que
probablemente el funcionamiento de la mente será siempre imposible de
explicar basándose únicamente en las acciones químicas o eléctricas en el
cerebro y en el sistema nervioso.
“La mente es independiente del cerebro- declaró- El cerebro es un ordenador,
pero está programado por algo que es externo a él, la mente”.
Roger Perry, el ganador del Premio Nóbel a quién se debe buena parte de
las investigaciones sobre el split brain, no va tan lejos como Eccles ni como
Penfield, pero llega a la conclusión de que la mente “es el logro que corona
unos quinientos millones de años –o más- de evolución”. Sugiere también
que la mente es más que la suma de los mecanismos y componentes físicos
del cerebro. En otras palabras, así como el oxígeno y el hidrógeno se
combinan para producir agua, que es totalmente diferente de sus
componentes, también las partes del cerebro se combinan para producir una
mente que trasciende sus cimientos puramente moleculares.
Cabe preguntarse si es posible definir la “mente”.
En términos científicos, simplemente no podemos ser definitivos. Con
seguridad, la mente reside en gran parte en el cerebro; en muchos sentidos
parece, también, que trasciende los componentes individuales del cerebro.
Los grupos religiosos han reconocido desde hace tiempo esta característica
trascendente de nuestra conciencia, y por eso usan expresiones como “el
espíritu humano” u otras formas de lenguaje metafísico. Entre la institución
religiosa y este fenómeno de la mente existe un vínculo, que da la impresión
de trascender de algún modo lo físico, y en este sentido me parece interesante
observar que la forma más frecuente y más efectiva de alcanzar la Relajación,
con todos sus beneficios psicológicos, ha sido mediante diversas formas de
plegaria.
Está claro que hemos alcanzado ya algunas fronteras del pensamiento y
del entendimiento científico. Aunque sea mucho lo que no sabemos y quizá
nunca sepamos, en lo referente al funcionamiento del cerebro y de la mente,
creo que tenemos justificación suficiente para reconocer –e intentar utilizarlo-
el fenómeno que he denominado el Principio de la Maxi-Mente, es decir, la
capacidad de los seres humanos para abrirnos paso a través de hábitos y
formas de pensamiento arraigados, y transformar nuestra vida. Los rasgos
fundamentales de este principio, tal como lo hemos visto incluyen:
-La capacidad para superar la “dictadura” del lado izquierdo del cerebro y
para aumentar la comunicación y la coherencia entre los hemisferios
izquierdo y derecho.
-La plasticidad del cerebro, o su capacidad de ser moldeado y configurado
mediante la transformación de las células y la instalación de vías nuevas;
-El papel central de las creencias en el desencadenamiento de cambios
importantes en el cerebro y en la mente; y
-El papel de eje que desempeña la Relajación para ayudar a abrir la puerta a
transformaciones capaces de cambiarnos la vida.
Ahora, teniendo bien presentes estos puntos básicos consideremos
algunas formas prácticas en que usted puede usar el Principio de la
MaxiMente para cambiar su vida.
Segunda parte
Cómo cambiar su vida 4
El sistema de autoayuda fundamental
Vivimos en lo que se podría llamar una sociedad basada en la autoayuda:
somos muchos los que nos centramos principalmente en ciertos problemas
personales que tenemos, y estamos constantemente buscando manera de
solucionarlos. Nos fascinan las técnicas y los programas prácticos muchos de
los cuales se nos ofrecen en diversos libros y revistas de gran difusión
popular, en forma de guías que nos proporcionan orientaciones o principios.
La verdad es que los libros de autoayuda son tantos que ya necesitan una
sección especial en las librerías.
En el fondo, esta insistencia en el intento de mejorar no tiene nada de
malo. A decir verdad, si fuéramos más los que nos preocupásemos por
eliminar nuestros defectos y malos hábitos, y por cultivar disciplinas nuevas
y constructivas, este mundo sería sin duda mejor.
Pero, ¿por qué es tan frecuente que los programas de auto mejoramiento
se frustren? Quizá la respuesta resida en por lo menos dos problemas
importantes que suelen plantearse con cualquier programa de autoayuda. Por
una parte, puede que nos falte disciplina para perseverar en el régimen de
autoayuda hasta experimentar realmente algún cambio en nuestra vida. Y por
otra, los esfuerzos por transformar la vida que se descontrolan y convierten
en obsesiones pueden hacer más mal que bien. La verdad es que, como
veremos en otro capítulo, abrirse a cambios significativos mediante un
programa de meditación no supervisado puede ser realmente peligroso.
ALGUNAS REGLAS ELEMENTALES PARA LA
AUTOSUPERACION
Para iniciar un método seguro y eficaz de auto superación, me permitiré
sugerirle que siga tres reglas básicas que harán rendir al máximo sus
esfuerzos, ayudándole a incorporar su vida el Principio de la Maxi-Mente.
Regla n° 1: No intente reemplazar un sistema básico de creencias por el
programa de autoayuda
Puede haber problemas con el seguimiento de programas de autoayuda si
éstos no son más que sustitutos de una búsqueda auténtica de un significado
más profundo de la vida. Muchas veces la gente se embarca en un programa
de mejoramiento personal en un esfuerzo consciente o inconsciente, de
encontrar una visión de mundo amplia y gratificante. El intento puede ocultar
incluso un deseo de burlar a la muerte y alcanzar la inmortalidad.
Una persona que comienza queriendo ponerse en buenas condiciones
físicas puede terminar convirtiéndose en un adicto de la cultura física que
dedica todas sus horas de vigilia al ejercicio y la dieta, además de lecturas
múltiples sobre el tema. He conocido personas –y usted también, estoy
seguro- que han llegado a estar tan obsesionados con la forma física que
descuidan otras preocupaciones y responsabilidades importantes, sus
compromisos familiares pongamos por caso. Algunos maratonistas, por
ejemplo, terminan creando una situación familiar crónica de auténtica
“viudez”, en que el cónyuge se queda solo en casa mientras el obsesivo se
entrena o participa en carreras. Cuando un régimen de autoayuda se
descontrola de esta manera, los resultados pueden ser tremendos.
Sé de un caso en que un profesional, a quién llamaremos Guillermo, se
obsesionó a tal punto con la idea de mejorar sus tiempos de maratonista que
al final de cada día se pasaba dos horas o más entrenándose. Guillermo estaba
casado, y tenía tres hijos, pero comprobó que no tenía tiempo suficiente para
dedicarle a su familia… por lo menos, si quería seguir con aquel programa de
ejercitación.
Si usted no es corredor ni atleta aficionado, tal vez se pregunte con
asombro en qué demonios está pensando un individuo así, para olvidarse de
su familia y pasarse todo el tiempo corriendo por las aceras. Pero si alguna
vez ha probado a hacer distancia, es probable que entienda un poco dónde
está el atractivo.
En parte, el interés de este tipo de deportes reside en que inducen la
Relajación. A medida que los pies del corredor de fondo golpean
rítmicamente el pavimento, se producen los efectos fisiológicos de la
Relajación, y la mente se abre más al cambio. Un estado así puede ser un
fenómeno muy apacible y placentero. Por eso los corredores en buenas
condiciones, después de haber estado corriendo durante quince o veinte
minutos, suelen sentir podrían seguir eternamente. De hecho, muchos relatan
una vivencia a la que se ha llegado a llamar el “cielo de corredor”.
Al parecer, a Guillermo, nuestro maratonista, las sensaciones placenteras
y la apertura mental que le daba acceso a niveles superiores del
condicionamiento físico le dieron la experiencia de un cambio de vida.
Guillermo no se había interesado para nada por el atletismo cuando era más
joven, y siempre se sentía incómodo junto a sus compañeros de tendencia
más deportiva. Muchas veces había querido mejorar su forma física, e
iniciarse en ese tipo de actividades, pero al parecer nunca tuvo la motivación
ni la capacidad atlética natural que se necesitan para embarcarse con éxito en
un programa de entrenamiento.
Sin embargo, cuando descubrió el maratón había encontrado por fin “lo
suyo”. Tras haber dedicado unas cuantas semanas a alcanzar un nivel básico
de condicionamiento, descubrió que realmente quería continuar con el
programa. Dicho de otra manera, después de haber dado el primer paso hacia
un cambio de vida, la regular experiencia de la Relajación en el acto
repetitivo de correr distancia, lo había abierto a nuevos cambios.
Casi antes de darse cuenta de lo que sucedía, toda su vida se había
transformado. Había reordenado sus prioridades y la distribución de su
tiempo de manera de poder dedicar dos horas diarias o más a correr. Además,
con frecuencia dedicaba todo el fin de semana a viajar fuera de la ciudad,
para poder participar en competiciones. De hecho su afición se convirtió en
su vida. Todo lo demás pasó a un segundo plano, incluso su matrimonio y su
familia.
En el caso de Guillermo, su mujer terminó por divorciarse. Al principio él
se quedó muy afectado y sin poder entender lo que pasaba. Al volver a
reflexionar sobre la situación, recordó que su mujer y sus hijos se habían
quejado y le habían pedido que dedicase menos tiempo a correr y más a estar
con ellos. Pero él, sin saber por qué, había supuesto que en realidad no
estaban tan afectados como a veces parecían. Además, estaba tan fascinado
por el cambio que se iba produciendo en su cuerpo y en su vida que sentía
que no podía interrumpir lo que, en realidad era un comportamiento
destructivo.
Es evidente que Guillermo se había zambullido en su programa de
autoayuda sin tener en cuenta todas las consecuencias. No había llegado a
evaluar la forma en que su condicionamiento físico y sus compromisos como
maratonista debían adecuarse a todos los aspectos de su vida.
Aunque no tuviera una fe religiosa determinada. Guillermo defendía la
importancia de ciertos valores familiares. Al volver a pensar en su
matrimonio deshecho, reconoció que si tuviera que volver a hacerlo todo
nuevo intentaría más bien promover una vida familiar feliz y estable que sus
aspiraciones atléticas de hombre maduro. Era indudable que la actividad de
corredor de fondo era sumamente importante para él: le había dado un
sentimiento nuevo de su propio valor, y había reforzado su confianza
personal. Pero dejó que su afición se le escapará de las manos y siguió
adelante con un programa de auto mejoramiento demasiado exigente, que le
dejaba muy poco tiempo y energías para el resto de sus compromisos
importantes.
Guillermo esperó demasiado tiempo sin hacer ningún intento de salvar su
vida familiar. Usted puede aprender de los errores de él. Es cuestión de
empezar por decidir cuáles son sus creencias básicas en la vida. Después, hay
que hacer que cualquier esfuerzo de autoayuda se conforme a esas creencias.
Si su programa de auto superación se convierte en la única razón y objeto de
su vida, en la fuente de su forma de entender la existencia, bien puede
encontrarse con que su vida cambia, pero para empeorar. Pero si el programa
de autoayuda se integra adecuadamente en un sistema de creencias más
amplio, es probable que encuentre usted que su vida se vuelve mucho más
gratificante.
Regla n° 2: Confíe en un guía mental máximo
En mis escritos anteriores he insistido en la importancia, para los que
creen en Dios, de practicar la Relajación en el contexto de una fe y una
tradición religiosa probadas y verdaderas. Creo que cuando una persona así
se introduce en programas cuyo objeto es transformar la vida y llevar al
máximo las potencialidades de la mente, se hace más importante que nunca
que se apoye en la religión tradicional.
En particular, es importante que una persona de inclinación religiosa, no
sólo confíe, en general, en una fe religiosa establecida, sino también en un
guía espiritual específico perteneciente a esa fe. Para quien no sea
especialmente religioso, es conveniente que encuentre lo que yo llamaría un
“guía mental máximo”, es decir, una persona madura que pueda ayudarle a
mantener en perspectiva su sistema de valores básicos mientras comienza a
cambiar por mediación del poderoso Principio de la MaxiMente.
¿Quién debe ser, exactamente, su guía espiritual o mental máximo?
Si su programa se relaciona con la corrección de un problema de salud, es
aconsejable que cuente con la ayuda de un profesional médico cualificado,
comprensivo y de confianza. Si lo que desea es poner mayor énfasis en la
espiritualidad, en todas las religiones importantes hay quienes han llegado lo
suficientemente lejos en crecimiento y en técnicas espirituales como para que
puedan aconsejar y guiar a los recién llegados. El guía en este caso puede ser
un pastor o un sacerdote, según de qué religión se trate. La persona elegida
no debe ser un mero miembro nominal de esa tradición religiosa, sino alguien
realmente experimentado y versado en las sutilezas espirituales de ese preciso
sistema de creencias.
Un guía espiritual o mental máximo llega a tener especial importancia
cuando uno dedica más tiempo y energía a programas de auto superación
potencialmente eficaces, de los cuales espera obtener cambios en su vida.
Entonces necesita alguien que le ayude a ver si sus intentos de auto
transformarse se adecuan a su sistema fundamental de valores.
Por ejemplo, ¿no está yendo demasiado lejos, como el maratonista de
quien hablamos antes? O tal vez no vaya lo bastante lejos. Su programa de
auto superación, ¿favorece otros aspectos de su vida o está privándolo de
relaciones y actividades importantes? ¿Cuál es el objetivo final del programa?
Si no responde usted adecuadamente a esta última pregunta, puede
encontrarse con que ha dedicado menos, e incluso años a marchar en una
dirección que, de hecho, es improductiva. Una mujer que trataba de decidir su
cultivar su habilidad para jugar al bridge o consagrar su tiempo libre a ayudar
a los necesitados, optó por dedicarse al juego, que por cierto le daba mucho
placer, y llegó a hacer bastante buen papel en varios torneos.
Pero después de tres años de ese tipo de actividad, al recapacitar sobre su
vida, comprendió con tristeza que en efecto había cambiado de orientación y
cultivado sus capacidades, pero en dirección equivocada. Dado su personal
sistema de valores, se habría sentido finalmente mucho más satisfecha de
haber dado prioridad al objetivo de ayudar a sus semejantes. Un guía
espiritual o mental máximo podría haberle ayudado desde el principio a
tomar una decisión adecuada.
Sin embargo, no es necesario que el guía adecuado sea un gurú
omnisciente ni un mandamás que planifique todo detalladamente para que
uno lo haga sin chistar. Los guías más útiles son los que hacen preguntas
señalando aspectos que uno puede haber pasado por alto. Y cuando mejor
funcionan es cuando insisten en volver a considerar valores que quizá uno
haya descuidado temporalmente.
Regla n° 3: Comience cualquier intento de cambiar su vida con una actitud
positiva
Con la mayor parte de las personas, el problema principal no está tanto en
el programa de autoayuda que se descontrola como en la total incapacidad de
ponerse en marcha. Parecería que la mayor parte de nosotros no tuviéramos
ni siquiera la disciplina necesaria para iniciar un programa de autoayuda.
Decimos que queremos aprender tal o cuál lengua extranjera, adquirir
habilidad con la guitarra, perder diez kilos, ponernos físicamente en forma e
intensificar nuestra vida espiritual. Pero después de una serie de intentos
frustrados, terminamos por renunciar al intento. Decidimos que lo que pasa es
que no tenemos la fortaleza interior necesaria para “ponernos en marcha”, y
cambiar nuestra vida.
Debido a las experiencias de fracaso anteriores, es probable que
lleguemos a tener actitudes negativas hacia nosotros mismos y hacia nuestra
capacidad de cambiar. Nos convencemos de que la incapacidad de hacer algo
no es más que un “reflejo de nuestro modo de ser” y dejamos de intentarlo.
En realidad, puede que el cambio aún sea posible: sólo se trata de encontrar
primero la puerta por donde puede entrar esa benéfica mejora, y después,
simplemente, de aprender a abrirla.
Para la mayoría de las personas, el primer paso para iniciar con éxito un
programa de autoayuda es liberarse de las dudas y sentimientos negativos
hacia sí mismas y hacia sus capacidades. Aunque haya fracasado muchas
veces, todavía hay una posibilidad de que pueda triunfar. Es, primera y
principalmente, cuestión de creer que el progreso y la evolución son posibles.
A esta actitud de “puedo hacerlo” se le suele denominar “pensamiento
positivo”. Lamentablemente, la popularización misma de estos conceptos en
los escritos de Norman Vincent Peale y de otros autores los ha hecho tan
familiares que es probable que estemos demasiado prontos a desdeñarlos, o
quizá que creamos entenderlos mejor de lo que en realidad los entendemos.
En los años cincuenta, cuando apareció el libro de Peale, El poder del
pensamiento tenaz, en su edición original su impacto fue inmediato y
espectacular. Pese a la aparente novedad de las ideas, el evangelio del
optimismo que se predica en este volumen contaba con amplios precedentes.
Peale era el continuador de una tradición cuyas raíces en Norteamérica desde
el trascendentalismo de Ralph Waldo Emerson, hasta el movimiento del
nuevo pensamiento, desde mediados del siglo XIX, y también a una filosofía
cristiana de la vida de tendencia optimista. Millones de personas
respondieron a los libros y a los sermones de Peale porque sabían, quizás en
forma instintiva, que su autor había expresado un concepto que era
fundamental para alcanzar el éxito, satisfacción y felicidad en la vida.
El reverendo Robert H. Schuller, con su concepto de pensamiento “de la
posibilidad”, y otros autores y oradores posteriores han continuado
enfatizando los puntos principales popularizados por Peale.
EL PENSAMIENTO POSITIVO Y LA PIEDRA ANGULAR DE LA
AUTOSUPERACION
En muchos sentidos, la actitud del pensamiento positivo es condición sine
qua non del éxito de cualquier esfuerzo de auto superación. En otras palabras,
que debe usted creer que puede alcanzar un objetivo mediante la autoayuda,
antes de pretender lograrlo.
¿A qué se debe esto?
Hay varias razones por las cuales los pensadores positivos se imponen a
los negativos. Para empezar, si usted cree que es capaz de hacer algo, es más
probable que lo intente y que siga intentándolo hasta ver que realmente le es
posible alcanzar el objetivo. Claro que a veces puede equivocarse. Puede ser
que intente varias cosas y fracase. Pero al menos existe la posibilidad de que
sea capaz de lograr algo que valga la pena. A la inversa, si cree que no puede
hacer algo, lo más probable es que ni siquiera lo intente, o que haga el intento
con tan poca convicción que lo abandone a la primera señal de dificultades.
Además, una persona que piensa positivamente tiende a estar más alerta a
las oportunidades. Si usted piensa negativamente, será frecuente que se le
pase por alto las posibilidades sutiles de diferentes situaciones. Es probable
que se dé frente a frente con una oportunidad que podría cambiar su vida y
que no sea capaz de verla porque tiene la vista efectivamente obstruida por
sus anteojeras negativas.
Respecto a esto, recuerdo a un sabio perteneciente al movimiento
evangélico norteamericano, que tenía grandes dificultades para encontrar el
momento de la oración. Por la mañana era incapaz de levantarse lo bastante
temprano como para dedicar a sus devociones todo el tiempo que, a su
parecer, necesitaban. Durante la mayor parte del día estaba demasiado
ocupado con su trabajo y sus responsabilidades docentes, y por la noche
dedicaba la mayor parte de su tiempo a su familia. Es decir, que todas las vías
que le habrían permitido practicar esa forma particular de disciplina espiritual
parecían estar bloqueadas.
Pero el hombre era un pensador optimista y estaba decidido a hacer algo
con su necesidad de oración. Sabía que sin la plegaria no podría alcanzar los
niveles de crecimiento espiritual que deseaba, de modo que continuó
buscando. Finalmente, advirtió que por la noche, entre las nueve y media y
las diez y media, había una pausa en las actividades de su familia. Sus hijos
dormían o estaban totalmente entregados a una actividad, su mujer,
generalmente, estaba también ocupada en algo suyo a esa hora. De modo que
el hombre encontró que podía retirarse a su habitación y allí disfrutar de una
hora, por lo menos de tranquilidad sin interrupciones para dedicarse a la
oración.
El principal factor que le permitió encontrar la respuesta a su problema
fue una actitud de expectación positiva: no estaba dispuesto a permitir que un
enfoque negativo lo cegara, no dejándole ver las posibilidades de cambio que
había en su vida.
CÓMO JULIA LLEGO A SER MAS OPTIMISTA
¿Cómo logra uno tener una actitud optimista, especialmente cuando pasa
la mayor parte del tiempo cavilando sobre las cosas negativas que le pasan?
O, para decirlo con los términos que hemos venido empleando en este libro,
¿cómo puede uno empezar a “reinstalar” sus conexiones cerebrales de modo
tal que el pensamiento positivo empiece a hacerse más fácil y más
automático?
Una mujer de negocios llamada Julia pasó hace algunos años por una
época increíblemente difícil. Se quedó sin trabajo, se divorció, perdió a su
madre y a su hermano menor en un accidente de coche. Julia siempre había
tenido la tendencia a ver el lado negativo de las cosas más bien que el
positivo, y aquella serie de desdichas la volvió aún más pesimista.
Su predisposición naturalmente negativa se combinó con esta serie de
crisis personales para producir un ciclo de pensamiento negativo del cual
parecía incapaz de evadirse. Mediante el uso repetitivo de pautas de
pensamiento negativo, esas vías o “instalaciones” en su cerebro quedaron
relativamente “fijadas” en direcciones improductivas”. El hemisferio
izquierdo de su cerebro empezó a hacer un exceso de deducciones inútiles
acerca de la falta de posibilidades en su vida. Julia simplemente no podía
liberarse de aquella disposición de ánimo.
Tal como se podía esperar, esa manera de pensar negativa, se manifestaba
de diversas maneras, tanto emocionales como físicas. Julia empezó a creer
que no valía nada y por ese motivo tuvo grandes dificultades para encontrar
un buen trabajo. En las pocas ocasiones que la contrataron, sólo duró unos
pocos meses en el cargo y luego la despedían. El problema no estaba en sus
capacidades, sino más bien en que empezaba con la expectativa de que la
despedirían, y sus actitudes no tardaban mucho en convertirse en profecías
que se cumplían.
Además, sus relaciones personales se resintieron. Al retraerse cada vez
más dentro de sí misma, fue cortando sus conexiones con sus amigos y
amigas. No era que los amigos y los seres queridos querían interrumpir el
contacto, sino más bien que la propia Julia perdía el interés en los demás y
sentía que ella tenía muy poco para ofrecerles. Estaba avergonzada por sus
fracasos en la vida, y simplemente no quería tener que enfrentarse con otras
personas que le traían a la memoria la vida más feliz que antes había llegado.
Empezó, además a tener varias dolencias corporales. Primero fue un
malestar general, una sensación de no sentirse bien por las mañanas o de
sufrir, durante el día, diversas molestias y dolores imprecisos. Más adelante
la situación empeoró. Le apareció una dolencia crónica en la espalda, sin que
los médicos pudieran localizar ninguna fuente del dolor e incomodidad.
En suma, que su vida daba la impresión de ir irremediablemente cuesta
abajo. Parecía como si nada que ella ni nadie pudiera hacer o decir fuera
capaz de devolverla a un apacible equilibrio en su vida y en sus relaciones
personales.
Una cosa a la que había conseguido aferrarse durante aquella mala época
era la semilla de una fe que le habían inculcado desde pequeña. Aunque se
había apartado de la compañía de las personas que podrían haberla
estimulado y animado, es probable que fuera su propio aislamiento lo que
finalmente terminó por ayudarle.
Mientras se pasaba largas horas sola, empezó a confiar cada vez más en la
oración. Antes, cuando su vida estaba llena de las preocupaciones de la
familia y el trabajo, se había dedicado muy poco a la plegaria o a la
meditación. Sencillamente no tenía tiempo. Ahora, sin poder volver a otra
cosa que a su religión, empezó a pasar largos períodos, a veces de una hora o
más, orando o en meditación. En ocasiones las plegarias y las ideas que
ofrendaba a Dios eran tan negativas como el resto de sus actitudes, pero
empezó a encontrar cada vez más placer en esos momentos de comunicación
espiritual.
Por cierto que su vida espiritual empezó a tomar direcciones más
productivas durante este período, y al mismo tiempo era evidente que en su
cerebro se estaban produciendo cambios importantes. Tal como vimos, los
períodos de meditación que duran más de diez o veinte minutos cambian la
forma en que se comunican entre sí ambos hemisferios cerebrales. Además,
este aumento de la coherencia entre el hemisferio derecho y el izquierdo
tiende a hacer que la persona se abra al cambio. Parece que en esos
momentos somos capaces de procesar información nueva.
En el caso de Julia, esa mayor apertura podría haber tomado la dirección
opuesta, según a que tipo de influencia se hubiera sometido inmediatamente
después de los momentos de meditación. Si se hubiera quedado pensando qué
terrible era su vida, las vías negativas en su cerebro se habrían ido fijando
cada vez más.
Por ello siguió un camino más constructivo. Un día mientras recorría
distraídamente una librería, escogió sin pensarlo un libro de autoayuda que se
ocupaba del pensamiento positivo. El hecho es significativo, porque en
realidad Julia no era muy lectora, de modo que ese libro era prácticamente el
único que tenía en casa. Aparte, de eso lo único que leía con regularidad era
la Biblia.
Como resultado, durante largos momentos del día su cerebro estuvo más
expuesto a la influencia de ese pequeño volumen de autoayuda que a la de
ningún otro libro, revista o periódico. Algunos pasajes le parecían tan
fascinantes que tendía a quedarse mirándolos fijamente y a releerlos una y
otra vez.
Sin darse ni remotamente cuenta de lo que estaba haciendo, empezó así a
reprogramar su manera de pensar siguiendo líneas más positivas y
productivas. A medida que alternaba sus oraciones con el libro de autoayuda
y de la Biblia, empezó a encontrar que su visión de la vida se iluminaba
considerablemente. Después tuvo una de esas vivencias que no se dan más
que una vez en la vida: mientras se encontraba sentada en una mecedora,
meditando después de un período de oración y lectura, experimentó lo que
sólo se puede describir como una especie de conversión religiosa.
Tuvo nítidamente la sensación –que no tardó en convertirse en sólida
convicción- de que su vida podía cambiar totalmente, y junto a esa sensación,
se sintió abrumada por el sentimiento de la presencia de Dios. Ya no se sentía
sola. Por primera vez en meses descubrió que quería salir, restablecer los
viejos vínculos, iniciar otros nuevos y volver a poner en marcha su carrera.
Inmediatamente empezó a incluir en su agenda nota sobre las llamadas
que necesitaba hacer, y sobre la búsqueda de trabajo que quería reiniciar.
Después notó algo más, algo sensacional: ya no le dolía la espalda. Se apretó
varios puntos que solía tener muy sensibles, pero no sintió ninguna molestia.
En su próxima visita al médico, éste le dijo que su afección se había aliviado
mucho.
Julia necesitó un tiempo considerable para una recuperación emocional
completa. Tuvieron que pasar varios meses antes de que lograra volver al
mercado laboral y también necesitó tiempo para restablecer sus diversos
contactos personales. Había personas que no podían creer que en su
personalidad se hubiera operado un cambio tan espectacular. Era otra vez la
“vieja” Julia que habían conocido antes. En todo caso, era indudable que en
su vida había sucedido algo importante cuando se sumergió profundamente
en la plegaria y en la meditación.
EL MECANISMO DEL CAMBIO
¿Cuál fue, exactamente, el origen del cambio? Lo mismo que con muchas
experiencias que cambian una vida y que tienen sus raíces en una fe religiosa,
aquí hay que tener en cuenta el elemento espiritual por más misterioso e
inexplicable que parezca. Un factor importante fue, evidentemente, la
creencia cada vez mayor de que era posible cambiar su vida unida a alguna
otra fuerza, interna o externa, que inspirase o apoyase esa creencia.
Por otra parte, para mí es bastante obvio que al mismo tiempo, en Julia se
estaban produciendo ciertos cambios fisiológicos. Mediante la operación del
Principio de la Maxi-Mente, en su cerebro se iban abriendo vías nuevas que
iban alteraron, mejorándolos sus procesos de pensamiento y de
comportamiento. En otras palabras, mediante la palabra llegó a la Relajación.
Y, tras haberse abierto de esa manera al cambio, estuvo expuesta, tal vez
accidentalmente, a información e influencias que terminarían por efectuar una
transformación benéfica.
La poderosa combinación de estas fuerzas mentales y espirituales
produjo, al parecer, un efecto curativo sobre sus emociones y sus problemas
con la espalda, que no habían reaccionado a otros remedios. Creo que si sus
esfuerzos de renovación mental y espiritual hubieran estado bajo la
supervisión de un guía espiritual apropiado o de un médico versado en estos
principios, Julia podría haber conseguido más rápidamente aun esos cambios
en su vida.
En muchos sentidos, su experiencia –aunque ella no se diera cuenta
alguna de lo que estaba sucediéndole- es prototípica de la forma en que una
persona puede abrir una puerta interior hacia una vivencia que le transforme
la vida. Si queremos cambiar, debemos empezar por abrirnos mentalmente a
las fuerzas de la renovación, y esto significa usar técnicas de meditación o
plegarias que nazcan de nuestras creencias más profundas. Luego, debemos
exponernos a las influencias que puedan movernos en la dirección del cambio
que hayamos escogido.
Para muchas personas, ese primer paso esencial para iniciar el
movimiento hacia una actitud transformadora es adoptar un enfoque positivo
basado en la posibilidad y en la capacidad de hacerlo. Dicho de otra manera,
antes de embarcarse en cualquier programa de autoayuda –ya se trate de
mejorar su estado físico, de aliviar dolencias físicas, de aprender algo nuevo
o de fortalecer su creatividad o su vida espiritual –debe empezar por
convencerse de que usted es realmente capaza de hacerlo. Y eso significa
aprender a pensar en forma más optimista.
Con este objeto, quiero estimular al lector a que intente un ejercicio de
pensamiento positivo que será la primera “práctica” que ha de hacer para
cambiar su manera de pensar y de actuar. Primero, analice su plan de acción
con su guía mental máximo. Después pase a las dos fases del ejercicio, que
son los requisitos previos para incorporar a su vida el Principio de la Maxi-
Mente.
Primero, induciendo la Relajación, “abra las puertas” de su mente al cambio.
Inmediatamente después, expóngase a la información, o a otras
influencias que le ayuden a “reprogramarse” o “renovar la instalación” de su
mente siguiendo líneas productivas.
Ahora, resérvese veinte o treinta minutos y prepárese para convertirse en una
persona más positiva. Empiece por practicar la Relajación.
Paso 1 : Elija para concentrarse una palabra o una frase corta que esté
firmemente arraigada en sistema personal de creencias. Un cristiano podría
elegir las palabras con que se inicia el Salmo 23, “El Señor es mi pastor”; un
judío la palabra “Shalom”; y una persona no religiosa, una palabra neutra,
como “uno” o “paz”.
Paso 2: Siéntese sosegadamente en una posición cómoda.
Paso 3: Cierre los ojos.
Paso 4: Relaje los músculos.
Paso 5: Respire de forma lenta y natural y, mientras lo hace repita al exhalar
la palabra o frase que hayan escogido.
Paso 6 : Adopte una actitud pasiva. No se preocupe por lo bien o mal que
lo esté haciendo. Cuando acudan en su mente otros pensamientos, limítese a
decirse: “Ya está bien”, y vuelva apaciblemente a la repetición.
Paso 7: Continúe así de diez a veinte minutos.
Paso 8: Practique la técnica una o dos veces al día.
Inmediatamente después de haber pasado diez o veinte minutos
practicando la Relajación, ya está en condiciones de pasar a la segunda fase
del Principio de la Maxi-Mente. Empiece a fijar el pensamiento en algo
positivo, un concepto, pasaje o escrito, o incluso algo visual. Por ejemplo,
una imagen feliz y optimista, como la foto de un niño sonriente. Durante
cinco o diez minutos obsérvela. Fíjese en cada momento de felicidad y júbilo
que pueda encontrar en ella. O, si ha escogido un pasaje escrito, será útil
concentrarse en algo bien arraigado en su sistema personal de creencias;
puede ser un pasaje de las escrituras o un poema significativo para usted.
Antes de iniciarse en esta transformadora técnica de plegaria y
meditación, es importante establecer una distinción clave entre las dos fases o
etapas del Principio de la Maxi-Mente, entre la meditación y la plegaria que
ponen en marcha el mecanismo de la Relajación, y el pensamiento centrado
en algo, que contribuye a fijar la nueva dirección que usted quiere imprimir a
su vida.
En la primera fase, la obtención de la Relajación se logra mediante
plegarias y meditaciones libres y no dirigidas. No debe concentrarse en el
intento de cambiar. De hecho, si intenta concentrarse, perderá la actitud
pasiva que se necesita para alcanzar la Relajación. Por eso es importante que
en la primera fase se mantenga pasivo y sin dirección. En otras palabras,
usted está dando al hemisferio derecho total libertad para operar e interactuar
con el izquierdo…y para “abrir las puertas” de su mente al cambio.
Ahora, para que el Principio de la Maxi-Mente llegué a ser realmente
operativo en su vida es necesario dar el segundo paso, es decir, pasar a la
segunda fase a que nos referimos antes: después de haber logrado la
Relajación, tiene usted que hacerla seguir por una forma de pensamiento más
dirigida.
Aquí empezará a ponerse nuevamente en acción el hemisferio izquierdo,
especialmente si se concentra usted en algún pasaje que represente la
dirección que quiere dar a su vida. Este proceso de pensamiento, más
dirigido, le ayudará a renovar la instalación de sus circuitos cerebrales en
direcciones más positivas. Entre otras cosas, se encontrará con que, al influir
de maneras positivas sobre su hemisferio izquierdo después de haber
alcanzado la Relajación, se habituará a hacer -sobre sí mismo, sobre otras
personas y sobre su entorno- inferencias productivas con preferencia a las
improductivas.
Estará usted preguntándose sobre qué clase de cosas debe empezar a
concentrarse en esta segunda fase del empleo del Principio de la MaxiMente.
Tal como ya dije, si quiere empezar simplemente por convertirse en una
persona más optimista, y si se inclina por lo visual, puede concentrarse
simplemente en una imagen feliz. O, si se inclina más por las palabras podría
tratar de leer y releer uno o más de los pasajes siguientes, y de pensar
metódicamente en ellos. Yo le recomendaría que eligiera uno relativamente
breve y dedicara de diez a quince minutos a evaluarlo y a ver como puede
relacionarse de manera personal con usted. Si elige uno que de algún modo se
relaciona con su sistema personal de creencias, será más probable aún que
empiece a experimentar una actitud más positiva.
Para los lectores que encuentren en la Biblia una orientación positiva, he aquí
una breve solución:
Una mirada benévola alegra el corazón; y una buena noticia conforta los huesos. Panal de miel son
las palabras amables; dulzura para el alma y medicina para los huesos. El corazón alegre es buen
remedio; el espíritu abatido seca los huesos.
Proverbios, 15:30; 16:24; 17:22
Por lo demás hermanos, haced objeto de vuestra consideración todo lo que hay de verdadero,
honorable, justo, amable, virtuoso y digno de encomio.
Filipenses, 4:8
Alabad a Dios en su santuario; Alabadle en su augusto firmamento; Alabadle por sus magnas
hazañas; Alabadle por su inmensa grandeza; ¡Todo lo que respira alabe al Señor!
Salmo 150:1-2,6

Y en la Sabiduría de Ben Sira o Eclesiástico, encontramos:


No te dejes llevar por la tristeza,
no te abandones a pensamientos negros. La alegría del corazón es la vida del hombre, el contento es lo
que alarga los días…
Puede ser que a alguien le atraigan las palabras de la más antigua
autoridad del pensamiento positivo, Norman Vincent Peale. Todas las citas
que siguen son de El poder del pensamiento tenaz:
Formúlate y estampa indeleblemente en tu mente una imagen mental de ti
mismo triunfando. Mantén con tenacidad esta imagen. No permitas que
jamás se desvanezca. Tu mente intentará cultivar esta imagen. Jamás pintes
en ti mismo fracasando; jamás dudes de la realidad de la imagen de la
imagen mental…
Diez veces al día repite estas dinámicas palabras: “Si Dios con nosotros,
¿quién contra nosotros?” (Romanos, 8:31) (Interrumpa ahora la lectura y
repítalas YA, lenta y confíadamente.)
Piensa que para todo problema hay una solución …
No pidas cada vez que rezas, afirma, en cambio, que las bendiciones de Dios
están derramándose, y dedica la mayor parte de tus oraciones a la acción de
gracias…
Durante las próximas 24 horas, deliberadamente, habla con optimismo de
todo, de tu trabajo, de tu salud, de tu futuro. Haz el esfuerzo de hablar con
optimismo de todo. Te será difícil, ya que posiblemente tu hábito es de hablar
con pesimismo. De este hábito negativo debes apartarte aunque te exija un
esfuerzo de voluntad…Debes alimentar tu mente tal como alimentas a tu
cuerpo, y para que tu mente este sana debes alimentarla con pensamientos
sanos y nutritivos. Por consiguiente, empieza hoy mismo a cambiar tu mente
de una manera de pensar negativa al pensamiento positivo… Haz una lista
de tus amigos para determinar quién de ellos es el más optimista, y cultiva
deliberadamente su amistad. No abandones a tus amigos negativos, pero
durante un tiempo intima más con los que tienen un punto de vista positivo,
hasta que hayas absorbido su espíritu; entonces, puedes volver a frecuentar
a los amigos negativos y ofrecerles tu flamante pauta de pensamiento, sin
aceptar su negativismo.
El reverendo Robert Schuller es un exponente más reciente del
pensamiento positivo. He aquí algunos pensamientos suyos tomados de su
libro Es posible para que medites sobre ellos cuando pases a la segunda fase.
¡Tu imaginación puede transformar tu apariencia física! Imagínate con los ojos chispeantes, el
rostro resplandeciente y una personalidad radiante. Entonces mantén presente en tu mente esa imagen,
y te convertirás en esa clase de persona…
La belleza está en la mente, no en la piel. Porque si eres tan bello, o tan feo, como crees que eres. Si
te imaginas que eres agradable, amistoso, alegre y de personalidad chispeante, tu imaginación te
convertirá exactamente en ese tipo de persona.
Comienza hoy a ejercitar esta imaginación positiva. ¡Descubrirás que los músculos de la sonrisa se te
fortalecen tanto que tu aspecto facial se fortalecerá realmente!...
¡Dios nos ha diseñado a cada uno como individuos únicos, y nos ha concedido el equipo y las
oportunidades para triunfar!...
Tu vida no es un azar, ni eres tú una víctima de la muerte o del destino. Eres hijo de Dios, y si Le
entregas tu vida y te haces instrumento de Su voluntad, nada puede detenerte. ¡Tú puedes!...
El éxito no es lo opuesto del fracaso. Un corredor bien puede llegar el último, ¡pero si bate su propio
récord, es un éxito!
Los super-triunfantes conocen el secreto. El éxito sólo se mide por lo que uno es, no por lo que tiene.
¡Todos tienen dentro de sí el potencial para esa clase de éxito!
¡El pensador de posibilidades jamás dice que no a ninguna idea que tenga alguna posibilidad para el
bien!...
De todas las personas que viven sobre el planeta Tierra, no hay más que una que tenga el poder, con
su voto, de matar tus sueños ¡Y esa persona eres Tú! ¡Y también tienes el poder de un voto vivificante
y lleno de esperanzas, y que diga que sí a tus sueños!
Y de Sé feliz de ser amado
Tu libertad de elegir una actitud positiva es el único tesoro que Dios no permitirá que nadie te arrebate.
Si no eres de naturaleza religiosa, recorre esta selección de enfoques positivos
de la vida.
No fue más que un alegre “buenos días”, Cuando ella pasó por el sendero,
Pero dejó el día entero iluminado
Con la gloria de la mañana.
CHARLOTE AUGUSTA PERRY, “Buenos días”
Un solo pensamiento positivo pesa más ¿sabes? Que veinte negativos
MATHEW PRIOR “Epístola del pastor de Fleetwood”
No soy más que uno,
Pero soy uno,
No puedo hacerlo todo,
Pero puedo hacer algo:
Y porque no puedo hacerlo todo
No quiero negarme a hacer el algo que puedo hacer.
EDWARD EVERETT HALE, “Poema para una sociedad solidaria”
Mirar hacia arriba, no hacia abajo,
Mirar hacia delante, no hacia atrás,
Mirar hacia fuera, no hacia adentro,
Y echar una mano
EDWARD EVERETT HALE, “Diez por uno diez”
Lo que quieras hacer habitual practícalo; y si no quieres que algo se haga habitual, no lo practiques, y
habitúate en cambio a hacer alguna otra cosa.
EPICTETO, “Cómo se han de combatir las apariencias de las cosas”
Todos se destacan en algo en lo que otro fracasa. Poderoso ciertamente es el imperio del hábito. La
práctica es el mejor de los instructores. Ningún hombre es feliz sino cree que lo es.
PUBLILIO SIRIO
En verdad, ¿qué hay que no nos parezca maravilloso cuando tenemos por primera vez conocimiento
de ello? ¿Cuántas cosas, además, no consideramos totalmente imposibles hasta que han sido realmente
logradas?
PLINIO EL VIEJO, Historia Natural, libro VII
Muchos golpes pequeños derriban grandes robles. BENJAMIN FRANKLIN, El almanaque del pobre
Ricardo
La felicidad humana no es hija de los grandes golpes de buena suerte que rara vez se producen, sino
de las pequeñas oportunidades que ocurren todos los días.
BENJAMIN FRANKLIN, Autobiografía
Ha alcanzado el éxito quien ha vivido bien, reído con frecuencia y amado mucho.
BESSIE ANDERSON STANLEY, Concurso de la revista
Brown Book, 1904
¿De qué sirve preocuparse?
Es algo que nunca valió la pena.
Embolsa, pues, tus problemas en tu viejo saco,
Y sonríe, sonríe, sonríe.
GEORGE ASAF, “Embolsa tus problemas en tu viejo saco”
Tours les jours, a tous points de vue, je vais de mieux en mieux. (Día tras día, desde
todos los puntos de vista de me va cada vez mejor).
EMILE COUE, (psicoterapeuta francés).
El mundo sería mejor y más alegre si nuestros maestros insistieran tanto en el deber de ser feliz
como en la felicidad de cumplir con el deber, porque es nuestro deber ser tan felices como podamos,
aunque sólo sea porque ser nosotros mismos felices es un aporte sumamente eficaz a la felicidad de los
demás.
SIR JOHN LUBBOCK, Lord Abebury “Los placeres de la vida”

FINALMENTE,…
Le sugiero que empiece por rezar o meditar durante diez o veinte
minutos, siguiendo los pasos necesarios para alcanzar la Relajación. Esta es
la primera fase en el empleo del Principio de la Maxi-Mente. Después, pase
inmediatamente a la fase dos. Escoja uno de los pasajes positivos citados – o
algún otro que a usted le guste más- y léalo varias veces. Piense en él y
considérelo desde tantos puntos de vista como le es posible. Procure
determinar qué significa eso para usted, personalmente, y de qué manera
podría cambiar su vida y su manera de pensar para que coincidan más con esa
verdad. Dedique cinco o diez minutos a esta manera de pensar focalizada.
Después repita el proceso varias horas más tarde, el mismo día.
Cuando haya seguido este procedimiento durante un corto período,
alrededor de una semana, empezará a advertir un cambio sutil en su manera
de pensar y de actuar. Empezará a ver el lado más luminoso de la vida, y
reaccionará ante los demás de manera más esperanzada, optimista y
estimulante. En pocas palabras descubrirá que se está convirtiendo en una
persona más positiva.
Para algunos lectores, quizás este sea el cambio importante que querían
conseguir en su vida. Dicho de otra manera, ustedes saben que han sido
demasiado negativos, y les bastará con sólo aprender a vivir el lado más
luminoso de las cosas. Pero hay muchas personas que persiguen más
objetivos de transformación. A quienes deseen ir más lejos en la
incorporación del Principio de la Maxi-Mente a sus vidas, los invito a que
pasemos a considerar la forma en que es posible transformar, mejorándolo, su
bienestar emocional y físico.
5
Su salud al máximo
Cuando usted enferma, tiene ante sí múltiples alternativas terapéuticas.
Puede optar por no hacer nada, medicarse usted solo con fármacos que no
necesitan receta, o consultar con un médico. Hasta puede decidirse a ver un
sanador. Sea cual fuere la opción que elija el Principio de la Maxi-Mente
puede ayudarle.
Pero no me interprete mal, soy sincero partidario de que consulte a un
médico titulado. La medicina actual es la mejor que el mundo haya conocido.
Por primera vez en la historia de la humanidad, podemos curar la neumonía,
la sífilis, la gonorrea y la tuberculosis. Los diabéticos pueden llevar vidas
relativamente normales gracias a la administración de insulina. La cirugía
puede corregir traumatismos que de otra manera serían fatales, y devolver la
apariencia normal a personas desfiguradas. Es decir, que si enferma, deberá
consultar un médico formado en la tradición occidental, para poder sacar
partido de todas las pasmosas maravillas de la medicina moderna.
Así y todo, los modernos remedios de la ciencia occidental solo tienen
éxito en un 25 por ciento de los casos que un paciente promedio presenta a un
médico promedio. El otro 75 por ciento de las dolencias, o bien son auto
limitadoras –es decir que se mejoran solas- o bien se relacionan con la
interacción mente cuerpo.
En Occidente, la práctica médica se ha mostrado obstinadamente renuente
a aceptar que las interacciones mente-cuerpo pueden estar, como en el caso
del estrés, relacionadas con la causa y el curso de la enfermedad. De acuerdo
con tal actitud, este tipo de enfermedades caen en las “rendijas” entre los que
pueden ofrecer los tratamientos médicos y quirúrgicos por un lado, y la
psiquiatría por el otro. Aún más, incluso en las enfermedades que de hecho
caen dentro del 25% que la medicina es capaz de tratar eficazmente, la
interacción mente-cuerpo tiene una parte de responsabilidad.
Para entender mejor que los aportes relativos de la influencia
mentecuerpo sobre la enfermedad, consideremos durante un momento la
medida en que ciertas dolencias físicas pueden verse influidas por factores
mentales.
El SIDA y la neumonía son causadas por partículas infecciosas tales
como virus y bacterias. Nuestro estado físico de inmunidad y otros factores
que se utilizan para combatir la infección pueden verse influidos por las
interacciones mente-cuerpo y de esta manera alterar la infección, pero el
factor principal es, indudablemente, el agente infeccioso con que se ve
obligado a combatir el cuerpo.
La situación es diferente en el caso de los dolores de cabeza generados
por la tensión, con los ataques de angustia y sus síntomas –náuseas, vómitos,
diarreas, estreñimiento-, con el mal humor, el insomnio y las fobias. Todos
esos achaques están sometidos a la influencia de las interacciones mente-
cuerpo.
HIPERTENSION
MIGRAÑAS DOLORES DE CABEZA NEUMONIA ASMA
TRANSTORNO DE ANSIEDAD SIDA ULCERAS FOBIAS
POCO MUCHO
CONTRIBUCION DE LA INTERACION MENTE-CUERPO A LA SALUD
Otras enfermedades, tales como la hipertensión, las migrañas, el asma y las
úlceras pépticas tienen una relación no tan definida con esta interacción.
Por cierto que es sumamente difícil ser exactos en la determinación del
grado de influencia que tienen las interacciones mente-cuerpo sobre una
enfermedad determinada. En la medida en que tales influencias existan, el
Principio de la Maxi-Mente es sumamente provechoso. Así, en algunos casos
el uso del Principio es en sí mismo curativo. En otros, puede mejorar
notablemente los síntomas. En otras enfermedades, recurrir a él puede hacer
que el paciente se sienta mejor, pero tendrá poca influencia sobre el curso de
la enfermedad.
Algunos trastornos en los cuales es útil recurrir al Principio de la MaxiMente
incluyen:
-los ataques de angustia.
-las fobias, incluyendo varios tipos de miedos invalidantes;
-el asma;
-diversos tipos del dolor corporal intenso;
-las migrañas;
-la alta presión arterial;
-la angina pectoris, o dolores en el pecho relacionados con el corazón;
-los trastornos inmunológicos;
-el dolor de espalda; y
-otras dolencias diversas relacionadas con el estrés.
¿De qué manera funciona el Principio de la Maxi-Mente? Primero, es
menester abrir las puertas al cambio mediante la Relajación, y después se ha
de renovar la “instalación” cerebral valiéndose de los métodos que
describimos antes.
A los fines de este análisis, he separado algunos de los factores que
operan en el Principio de la Maxi-Mente en tres dominios: el del dolor, el de
los trastornos emocionales y el del estrés. Es importante que entienda usted
algo más acerca de cada uno de ellos antes de intentar mejorar su propia
salud.
EL FACTOR DOLOR
El dolor es subjetivo, es decir que su experiencia reside literalmente en la
mente. El estado de ánimo de una persona, que incluye su creencia en la
vulnerabilidad del dolor, se encuentra, pues inexorablemente ligado a las
sensaciones dolorosas. Por ejemplo, si por alguna razón usted cree que va a
empezar a dolerle alguna parte del cuerpo, eso aumenta muchísimo las
probabilidades de que realmente empiece a dolerle.
Pero esto no es todo. Así como nuestra actividad mental puede producir
dolor, también es capaz de aliviarlo. Y algunos medios eficaces de reducir o
eliminar el dolor corporal comienzan con el logro de la Relajación.
Consideremos un reciente estudio realizado por los doctores Andy T.
Wilegosz y JoAnne Earp, del Departamento de Medicina del Hospital
General de Ottawa, Canadá. Estos investigadores estudiaron a 106 pacientes,
63 mujeres y 43 hombres afligidos por enfermedades del corazón y de las
coronarias.
Como parte del estudio, los enfermos fueron sometidos a angiografías de
las coronarias, procedimiento que consiste en hacer radiografías de las
arterias coronarias para establecer si hay bloqueos u obstrucciones debido al
endurecimiento de las arterias. Los enfermos tenían los dolores de pecho
característicos de la angina pectoris, y los médicos querían estar seguros del
estado exacto de los vasos sanguíneos del corazón. Ninguno de los enfermos
tenía bloqueos importantes en las principales arterias coronarias. En realidad,
se los clasificó como expuestos a muy bajo riesgo de muerte por ataque
cardíaco o ataques de menor gravedad. Sin embargo, seguían afectados por
dolores en el pecho que exigían atención médica.
Pocos días después de la angiografía los investigadores se pusieron en
contacto con esos pacientes –ya informados de que no sufrían enfermedad
alguna en las coronarias- y les hicieron una serie de preguntas para establecer
sus creencias, formas de comportamiento y expectativas en lo referente a la
salud de su corazón y de sus arterias.
Cuando se les preguntó cuál suponían era la causa de su dolencia, el 59%
siguió contestando que era un problema cardíaco. Otro 29% creía que en
algún momento había tenido un ataque cardiaco, aunque la mitad de ellos
admitió que nadie les había dicho jamás tal cosa. También pese a mostrar
pruebas escasas o inexistentes de afecciones coronarias, el 23% creía que
había una elevada probabilidad de que entre los cinco y los diez años
siguientes, les aparecería una enfermedad cardiaca.
Aproximadamente, un año después los investigadores se pusieron en
contacto con estos pacientes para ver cómo les iba, especialmente en lo que
se refería a los dolores de pecho. ¿Qué descubrieron? Un cuarto de los
pacientes estaba totalmente libre de dolor y un 38% le habían disminuido los
dolores. Por otra parte el 30% de los pacientes tenía los mismos dolores que
había sentido al comienzo del estudio, y un 7% declaró que sus síntomas
habían empeorado. Ninguno de ellos, sin embargo, había sufrido ningún
ataque cardiaco durante el año de seguimiento.
Finalmente, los investigadores compararon los síntomas dolorosos
actuales de los pacientes con las creencias y actitudes que habían expresado
un año antes. De ello resultó el descubrimiento de una clara relación entre la
percepción que tenía el paciente de su vulnerabilidad coronaria y el grado de
dolor que sentía. Dicho de otra manera, que los que un año después de la
angiografía declararon que sus dolores no habían mejorado eran también los
que creían que habían tenido, o que iban a tener un problema cardiaco grave.
Es obvio, pues que las creencias representan una diferencia importante en
las sensaciones dolorosas del cuerpo. Así como la creencia o la actitud
pueden causar dolor, nuestros procesos mentales también pueden reducir o
eliminar las sensaciones dolorosas. Y muchos tratamientos efectivos ponen
en juego el uso de la Relajación y el Principio de la Maxi-Mente. En los
medios clínicos y hospitalarios, los médicos recurren cada vez más a
procedimientos que inducen la Relajación para aliviar el dolor. Dichos
procedimientos han tenido que satisfacer ciertas exigencias para quedar
establecidos como terapias válidas. Especialmente, las exigencias o pruebas
son tres:
Test 1: Los cambios que produce la terapia propuesta, ¿son de suficiente
magnitud?
Si el dolor solo se puede reducir en un 10% mediante un determinado
procedimiento la terapia es de valor limitado.
Test 2: El procedimiento, ¿puede ser transferido de un marco hospitalario o
de laboratorio a un medio normal cotidiano?
Si una terapia requiere de un marco especial de laboratorio, o mucha
supervisión médica, no va a ser de gran utilidad para la persona promedio.
Test 3: La terapia propuesta, ¿será efectiva durante un tiempo relativamente
largo?
En general cualquier terapia que vaya a ser usada para reducir el dolor
debe poder mantener su eficacia a lo largo de muchos meses, e incluso años.
Las soluciones a breve plazo no son deseables, y por consiguiente puede ser
más útil buscar mejores terapias.
Cuando las técnicas para inducir la Relajación fueron probadas en
función de estas tres exigencias, los resultados fueron impresionantes. En una
serie de investigaciones que el doctor John Kabat-Zin realizó en la
Universidad de Massachusetts, un grupo de pacientes que sufrían dolores
crónicos fue tratado durante un período de diez semanas con recursos
médicos ordinarios, sin mostrar ningún alivio importante. A un segundo
grupo comparable con el primero, se le impartió un programa de meditación
destinado a inducir la Relajación.
En esta investigación el grupo de meditación mostró un marcado alivio
del dolor, en tanto que el otro grupo no mostró ningún alivio significativo. De
acuerdo con un índice de evaluación del dolor ideado por los propios
investigadores, los niveles de dolor en el grupo de los que meditaban se
redujeron en más de un 33% en el 72% de los pacientes. Además, un 61% de
ese grupo experimentó una reducción de más del 50% en el dolor.
Los estudios de seguimiento que se hicieron pasados quince meses,
demostraron que la duración de los beneficios – en el sentido de reducción
del dolor- obtenidos en el grupo que practicaba la Relajación se mantuvo.
Además las técnicas de la Relajación que había aprendido este grupo eran
transferibles al ambiente lugareño, donde los pacientes practicaron la terapia
por su cuenta, sin supervisión médica.
Otros estudios han demostrado que técnicas similares para obtener la
Relajación han producido espectaculares alivios del dolor de la cabeza,
especialmente en los casos en que éste es producido por tensión. También las
migrañas y otros dolores de cabeza de origen vascular obtuvieron cifras de
alivio significativas. De paso, digamos que estos investigadores se han
centrado en diversos métodos diferentes para obtener la Relajación y que no
ha habido pruebas inequívocas de que alguna técnica sea superior a las otras.
En otras palabras, si quiere usted meditar usando oraciones cristianas, judías
o hindúes o concentrarse en frases o actividades no religiosas, por lo que se
refiere a su salud puede esperar esencialmente los mismos resultados, por lo
menos en lo relacionado con los beneficios directos de la Relajación.
¿De qué modo exactamente produce la Relajación este alivio de dolor?
He aquí una pregunta bastante difícil de contestar. Pero los investigadores
están estudiando varias explicaciones interesantes. Una hipótesis sugiere que
la Relajación libera endorfinas que suprimen el dolor. Otra se relaciona con la
producción de ondas alfa una vez alcanzada la Relajación, que al parecer
intensifica la producción de las lentas ondas alfa en el cerebro. Lo interesante
aquí es que, generalmente el dolor suprime la actividad alfa del cerebro.
Cuando se obtiene la Relajación durante una experiencia dolorosa, se
restablece la actividad de las ondas alfa y, simultáneamente el dolor se reduce
o desaparece.
También el hecho de que el paciente crea que este tipo de tratamiento le
dará resultado contribuye a aliviar el dolor. Para acentuar el alivio el paciente
debe seguir creyendo que va a mejorar después de conseguida la Relajación.
En muchos casos, esta expectativa puede intensificarse si la persona cuenta
con el apoyo y el consuelo de un médico que la mantenga informada. A
medida que las expectativas de mejoría van en aumento, el alivio se hace
mejor.
Brevemente dicho: el dolor disminuye a medida que se vuelven
operativos otros ingredientes adicionales del Principio de la Maxi-Mente. Las
pautas, con frecuencia profundamente arraigadas, que suelen ser la base del
dolor no tardan mucho en alterarse y tomar direcciones nuevas y el dolor
sigue disminuyendo y en ocasiones, desaparece por completo.
EL FACTOR EMOCION
Si usted tiene un problema emocional -o un problema físico arraigado en
la interacción mente-cuerpo-, la psicoterapia puede serle útil. Sin embargo,
los psicoterapeutas están probando cada vez la forma en que se pueden
combinar los métodos para obtener la Relajación con las técnicas terapéuticas
tradicionales.
En las tradiciones religiosas orientales, y especialmente en el budismo, se
acentúa enormemente la importancia de la comprensión de la propia
psicología. Esta psicología, o Abbidhamma, abarca un complejo análisis de
las operaciones de la mente humana en lo referente a pensamientos,
emociones y comportamiento. Los budistas piensan que es importante
entender de qué manera funciona su propia psicología personal antes de
intentar alcanzar estados de conciencia superiores. De modo similar, en la
tradición occidental muchas personas se vuelven hacia la psicoterapia para
alcanzar un mayor entendimiento de sí mismas. Creen que entonces podrán
alcanzar mayor equilibrio interior, más felicidad y satisfacción.
En el budismo, sin embargo, -a diferencia de lo que pasa con la
psicoterapia occidental-, la clave del entendimiento de la propia psicología ha
sido la meditación. Los meditadores budistas han aprendido que pueden abrir
las puertas a los cambios en la mente y en el cuerpo mediante varias técnicas
de meditación, todas las cuales inducen la Relajación. Una de ellas es la
conocida como meditación de concentración. Otra forma de meditación más
avanzada es la que se llama meditación consciente.
Al estudiar las técnicas básicas para alcanzar la Relajación, hemos visto
ya cómo funciona la meditación de concentración. El método implica
básicamente concentrar la atención en una palabra, sonido, plegaria o frase,
objeto visual o proceso respiratorio que se repite. Entonces, cuando la mente
se escapa hacia los pensamientos cotidianos, el meditador desatiende
pasivamente la intrusión y vuelve a centrar la atención en la palabra, sonido o
lo que sea el motivo escogido. De esa manera deja atrás el pensamiento
lógico y entra cada vez más profundamente en un estado característico, que
es el que designamos como la Relajación.
Por el contrario, con la meditación consciente el meditador se centra más
en los procesos emocionales y mentales que suceden dentro de él, de manera
semejante a lo que se haría bajo la orientación de un psicoterapeuta. Pero hay
unas claras diferencias entre esta forma de meditación y la psicoterapia. En la
meditación consciente se establece primero la conciencia de la respiración; es
decir, se obtiene la Relajación. Una vez conseguido este estado, uno
comienza a observar objetivamente la procesión de pensamientos e imágenes
mentales que se suceden en su interior.
A diferencia de la meditación de concentración, pues la meditación
consciente permite que la atención se desvíe de la palabra, frase u otra
actividad repetitiva escogida y que se desplace libremente de una percepción
a la siguiente. En este caso no se considera que ninguna sensación o
pensamiento constituya una intrusión. Más bien, cuando hacen su aparición
en la mente, uno los observa de forma imparcial, en vez de desatenderlos con
calma, tal como haría en la meditación de concentración.
Alguien podrá suponer que la meditación consciente es muy semejante al
pensamiento normal o a la ensoñación, pero no es así. A diferencia de estas
prácticas, la meditación consciente está pensada para impedir que uno se
entregue al contenido mental de sus pensamientos. Más bien uno debe
mantener la perspectiva de un observador. Si realmente llega a perderse en
sus pensamientos, es necesario concentrarse una vez más en la respiración, en
un esfuerzo por recuperar el punto de observación objetiva desde donde iba
siguiendo sus pensamientos, imágenes o emociones.
Quienes tienen experiencia en estas formas de meditación terminan por ir
más allá de las imágenes y pensamientos específicos, y empiezan a reconocer
pautas y hábitos que influyen sobre lo que piensan y lo que hacen. Por
ejemplo, si este tipo de meditador se enfada, aprende a hacer frente a su
enfado con objetividad. Primero, notará el hecho de que está enfadado.
Después, dejará de sentir “Estoy enfadado”, para adoptar la actitud de un
observador: “Hay enfado dentro de mí”. Mediante esta contemplación de sus
emociones a distancia, el meditador se pondrá en mejor situación para
entenderlas y manejarlas en forma constructiva.
Entre otras cosas, es frecuente que las personas avezadas en la meditación
consciente experimenten una intensificación en su conciencia perceptual de
los objetos, pensamientos y emociones. Esta mayor intensidad de la
experiencia interior aporta una mayor conciencia y nuevos significados a las
ideas y los hábitos antiguos. Se acentúa además la plasticidad o capacidad de
cambio del cerebro, a la cual ya nos hemos referido detalladamente. Y como
resultado el individuo es capaz de manejar en forma más eficaz y más
creativa los datos que recibe del mundo exterior como de su propio interior.
En todo este proceso de meditación hay un sentimiento de dejarse ir, que
describen con frecuencia los meditadores y otras personas con experiencia en
asuntos espirituales. En este intenso estado emocional se aflojan las trabas
que el hemisferio izquierdo impone a nuestra conciencia y a nuestras
acciones. El proceso va acompañado de una especie de indefensión o de
vulnerabilidad, y de un tranquilizador sentimiento de cercano y accesible
bienestar. Las emociones que pueden haber estado bloqueadas o suprimidas,
como el miedo, el amor, el enojo y el júbilo afloran a la superficie. De
manera que al individuo le resulta mucho más fácil manejar.
Todo este proceso de meditación consciente puede ofrecer lo que se ha
dado en llamar un “libro elemental de psicoterapia”. Las puertas de la mente
se abren a intuiciones más profundas y creativas, y el camino está preparado
para escapar de las obsesiones, compulsiones o malos hábitos del pasado. La
relación de este proceso meditativo con las técnicas y los objetivos de la
psicoterapia es evidente.
Por estas y otras razones, recomiendo que en el tratamiento de muchos
pacientes con malestares emocionales y físicos relacionados con el estrés se
combinen la meditación y la psicoterapia. Usted, como paciente en potencia,
debe tener presentes ciertos principios precautorios.
Ante todo, cuando combina psicoterapia y meditación uno está
intensificando en gran medida el poder de cambiar su cerebro y su vida. En
otras palabras, al aumentar la plasticidad de su mente, está abriéndose a
importantes transformaciones. Al mismo tiempo, si usted está haciendo
psicoterapia se encontrará con que ya está recibiendo de su psicólogo o de su
psicoterapeuta, la ayuda de una especie de guía mental máximo. Esa persona
es esencial, y de ella le estarán llegando algunas influencias sutiles
–y no tan sutiles- que apresuran e intensifican los cambios que se producen
en su interior.
Está claro que es sumamente importante que usted sepa quién es su
psicólogo o psicoterapeuta, y qué sistemas de valores intenta promover.
Puede estar seguro de una cosa: que en lo que se refiere a creencias y valores
básicos, todo psicoterapeuta tiene un punto de vista propio.
Tengo noticias de varios casos en que los psicoterapeutas estaban
igualmente dispuestos a favorecer el divorcio de un paciente como a salvar el
matrimonio. El valor principal que defendían esos terapeutas era el derecho
del individuo a controlar su propio destino y su potencial personal. Pero
supongamos que el paciente tenga un sistema de valores que insista en
mantener la unión matrimonial, aunque eso signifique hacer ciertos
sacrificios que afecten a su potencial individual. Los valores del
psicoterapeuta y del paciente no deben entrar en conflicto. En tal caso,
merced a la intensificada susceptibilidad al cambio que se da en el paciente,
podría que ser prevalecieran los valores del terapeuta y que se viera socavado
el sistema fundamental de valores del paciente.
No estoy sugiriendo nada relativo a lo que ningún psicoterapeuta en
particular debe aconsejar a un paciente en determinada situación. Lo que digo
es que es prudente entender cuáles son los valores de un –o de
unapsicoterapeuta antes de ponerse en sus manos. Esta precaución es
especialmente importante si está usted planeando abrirse al cambio mediante
alguna técnica de la Maxi-Mente.
Es tan importante tener muchísimo cuidado al tomar esta decisión como
lo es el que se ha de tener en la elección de la palabra o la frase que se va a
utilizar en la inducción de la Relajación. Tanto la frase meditativa como la
filosofía de su guía mental máximo deben tener raíces profundas en su propio
y personal sistema de creencias fundamentales.
EL FACTOR ESTRÉS
Las pruebas científicas tienden cada vez más a demostrar que las
presiones y tensiones de la vida pueden ejercer un influjo devastador sobre la
salud emocional y física de una persona. Como es obvio, hay una
pronunciada interacción mente-cuerpo en las tremendas influencias que
puede tener el estrés sobre nuestra vida, y ya en mis libros anteriores he
documentado ampliamente estos efectos.
En un estudio sueco publicado en 1956, 159 pacientes que padecían
dolores de estómago durante por lo menos dos meses al año fueron sometidos
a pruebas para ver con qué se podría aliviar su molestia. Se los dividió en tres
grupos el primero recibió un fármaco muy popular, de venta bajo receta; el
segundo un conocido antiácido de venta libre, y el tercero un placebo. Pasado
un período de tres semanas, todos los pacientes experimentaron
aproximadamente el mismo alivio, es decir, una disminución aproximada de
un 25% en la intensidad o la frecuencia de los dolores de estómago.
A partir de este estudio los investigadores concluyeron que la clave de la
disminución del estrés residía más en la fe del paciente en el tratamiento que
en cualquier especial valor curativo que pudieran tener las medicinas.
-A la mitad de la gente que viene a vernos quejándose del dolor de
estómago no podemos encontrarle nada –comentó uno de ellos-. Estamos
empezando a pensar que el problema es el estrés, que hay una interacción
entre la cabeza y las tripas, y que si ese es el caso, ningún antiácido en el
mundo dará resultado.
Otra forma en que el estrés puede minar la salud es atacando los sistemas
inmunológicos. De hecho hay una nueva disciplina científica, llamada
psiconeuroinmunología, que ha llegado a hacer una síntesis entre la
psicología, la neurología y la inmunología. De acuerdo con un breve informe
de la American Asociation for the Advancement of Science (Asociación
Norteamericana para el Derecho de la Ciencia), las funciones inmunológicas
pueden resultar dañadas en las personas que se ven sometidas a diversos
grados de estrés. Este grupo incluye a las mujeres desgraciadas y separadas, y
a los estudiantes de medicina que preparen exámenes. Pero estos problemas
inmunológicos se pueden anular practicando la Relajación y las técnicas del
pensamiento positivo. Todo esto ofrece nuevas pruebas de que hay relaciones
entre el estrés, el sistema nervioso central y el sistema inmunológico.
Las presiones internas y externas pueden provocar un estrés capaz de
forzar en el cuerpo manifestaciones emocionales y físicas. En términos más
precisos ¿de qué manera interactúa el estrés con el cerebro y con la mente?
Una explicación sugiere que ciertas partes del cerebro son el asiento de
las reacciones provocadas por la angustia. Es probable que estas zonas se
sensibilicen enormemente y se hagan más susceptibles a la excitación ante la
repetida exposición a presiones internas y externas.
Esta hipersensibilidad neurológica, que así se la llama, puede suponer un
proceso de encendido en los tejidos cerebrales, referido al fenómeno de
estimulación repetida de ciertas partes del cerebro, que produce la
sensibilización de esas partes. Responden a una estimulación menor, y con
más intensidad a la estimulación normal. Así pues, la exposición repetida al
estrés y a diversas presiones activa los mecanismos de excitación del cerebro
y aumenta la probabilidad de excitación de maneras que son físicas y
emocionalmente debilitantes. Dicho de otra manera: algunos individuos cuyo
cerebro ha sido sensibilizado pueden ser más propensos a intensa angustia o
ataques de pánico que otros menos sensibilizados.
En el nivel biológico cuando se da este exceso de estimulación, las
células cerebrales tienden a valerse de más dendritas para responder a la
estimulación. Con esos cambios en el cerebro, la situación puede seguir
empeorando. Se establecen nuevas instalaciones o vías neuronales y el
individuo se habitúa a reaccionar en forma excesiva ante las diversas formas
de estrés.
En los animales, se necesitan por lo general varias estimulaciones
repetidas de esta clase, producidas con intervalos menores de veinticuatro
horas, para inducir la respuesta de sensibilización y los consiguientes
cambios en la estructura física del cerebro. Y cuando la plasticidad de este
mecanismo mental ha permitido bastantes cambios, el aumento de la
sensibilidad al estrés puede prolongarse horas, días e incluso meses.
Pero no terminan aquí las cosas. Así como el cerebro puede cambiar de
maneras negativas como resultado del estrés, también puede volver a un
conjunto de vías más positivas. Los investigadores han encontrado que hay
cierta tendencia a que la hipersensibilidad del cerebro disminuya a lo largo de
un período de días o meses, siempre y cuando no haya más estimulación o
estrés del mismo tipo que inicialmente provocó el problema.
O sea que si está usted experimentando malas reacciones físicas o
emocionales a determinadas formas de estrés o presiones de su vida, es
probable que deba hacer todo lo posible por evitar durante un tiempo la
fuente de tales presiones.
En ocasiones, la escapatoria o la huída son imposibles. E incluso si de
hecho evitamos diversas situaciones inductoras de presión y de estrés, es
probable que estemos descontentos de la rapidez de nuestra recuperación
emocional y física. Para acelerar el proceso, el doctor George Everly, de la
Universidad de Maryland, aconseja usar como terapia ciertas técnicas de
Relajación.
Tal como él dice: “Solo recientemente, durante la última década, se ha
considerado a las terapias orientadas hacia la Relajación como intervenciones
que pueden tener un importante efecto terapéutico… La posibilidad de que
algún día descubramos que los trastornos producidos por la ansiedad y quizás
otros que semejan excitación, sean de naturaleza “biológica” no invalida en
modo alguno, como tampoco disminuye la aplicabilidad de intervenciones
terapéuticas conductistas.
Lo que equivale a decir que el cerebro puede establecer vías e
instalaciones negativas como resultado de las tensiones de la vida. En un caso
así, dentro de uno se produce un cambio físico al sentir que sus angustias,
preocupaciones y obsesiones van en aumento y se expresan en el cuerpo
como dolencias físicas. Un tratamiento para este tipo de trastornos es
conseguir la Relajación, y después usar el Principio de la Maxi-Mente.
Vamos a ver ahora algunos ejemplos específicos en que el Principio de la
Maxi-Mente, sólidamente cimentado en la Relajación puede aliviar diversos
problemas físicos y emocionales. En el resto del libro me propongo incluir
otros varios estudios de casos que demuestran los efectos saludables del
Principio de la Maxi-Mente. A esta altura, sin embargo, me limitaré a
referirme a unos pocos –e importantes problemas de salud para cuya solución
el Principio ha demostrado ser eficaz.
Primer problema de salud : Angina pectoris (dolores en el pecho
relacionados con el corazón). A lo largo de los siglos, las personas que
padecen estos dolores han encontrado alivio merced a diversos tratamientos,
muchos de los cuales no parecen haber tenido más relación entre sí más
relación que el hecho de que los enfermos, y muchas veces los médicos,
estaban profundamente convencidos de que el tratamiento en cuestión podía
funcionar y de que había además una sólida relación médico-paciente.
En nuestra propia época estamos comprobando que la fe sigue siendo tan
poderosa como siempre. Cuando podemos combinar esa convicción con una
técnica que alivia el estrés, a menudo nos encontramos con que tenemos una
solución que nos permite reducir o eliminar los dolores de la angina. Un
ejemplo excelente y sucinto de la forma en que esto funciona se puede hallar
en lo que le pasó a una de mis pacientes, que describe de la siguiente manera
su experiencia.
“Hace diez años, me diagnosticaron una angina. Desde entonces los
dolores han sido intermitentes, pero recientemente aparecieron con más
frecuencia y mayor intensidad. Hace más de un año, sentí dolores tan
intensos en el pecho que me tuvieron hospitalizada durante cuatro días.
Desde entonces he seguido teniéndolos de forma intermitente, hasta hace
unos doce meses. En esa época comencé a practicar la meditación dos veces
al día, como me lo enseñó mi médico. La frase “Cristo ten misericordia” me
brinda un especial sentimiento de paz y consuelo. Mi fe ha sido la fuente de
mis fuerzas durante toda la vida.
A pesar de antecedentes muy graves de angina, hoy la paciente ya no
sufre dolores. Sigue utilizando medicación, pero menos que antes. En este
caso, la mujer abrió las puertas al cambio de su mente, y dispuso su vida de
modo de favorecer una nueva orientación de las vías inductoras del dolor.
¿Cómo sucedió esto exactamente? Ante todo, con sabia intuición, la
paciente decidió fundamentar su técnica meditativa en su propio sistema de
creencias, es decir, la fe cristiana. Durante esas primeras fases de práctica de
la técnica se mantuvo, además, en contacto conmigo, y al convertirme en su
guía mental máximo pude ayudarla a reforzar los cambios benéficos que
estaban ya empezando a producirse en su mente. La paciente no abandonó
tampoco el tratamiento médico estándar.
Como sucede con muchos de estos problemas de salud, en el caso de esta
mujer no era realmente necesario que fuera demasiado específico en cuanto a
pensar o concentrarse exactamente en el cambio que quería que tuviese lugar
en su mente y en su cuerpo. No tenía que “visualizar” con precisión los
cambios que quería. Lo único que tuvo que hacer fue estimular el proceso de
cambio confiando en sus creencias básicas, y después seguir cuidadosamente
el consejo de su médico. De este proceso se derivó naturalmente la reducción
de los dolores en el pecho.
Segundo problema de salud : Presión arterial alta. Hemos alcanzado un
considerable éxito clínico con el uso del Principio para disminuir la elevada
presión sanguínea. Uno de mis pacientes vino a consultarme con una presión
muy alta y una gran diversidad de otros problemas físicos y emocionales.
Como muchas otras personas tenía que superar una larga historia de
instalación negativa en el cerebro.
Este hombre había llevado una vida bastante activa y atlética en su
juventud, pero al ir acercándose a los cuarenta empezó a tener problemas de
salud.
Un día sintió un dolor súbito en el pecho e inmediatamente consultó a su
médico, quien le dijo que no le pasaba nada. El dolor reapareció, y el paciente
volvió al médico, quien volvió a decirle que no le pasaba nada, hasta que
finalmente terminó por derivarlo a un psiquiatra.
-El psiquiatra me sugirió que me fuera y me pasara unas cuantas semanas
solo, aislado de la gente –recordaba el hombre.
Como ya señalamos, evitar las estimulaciones o presiones que pueden
producir estrés o angustia puede ayudar a que las partes sensibilizadas del
cerebro vuelvan a la normalidad, y a que las enfermedades emocionales y
físicas desaparezcan. Esta actitud de aislamiento o retraimiento no funcionó
en el caso de esta persona en particular, ya que el paciente en cambio
empeoró.
-Empecé a tener miedo de que un montón de cosas me anduvieran mal, y
los miedos iban en aumento, hasta que finalmente no podía entrar en un
ascensor, ni atravesar un puente o un túnel. Ni siquiera podía salir de casa si
alguien no me acompañaba. Me era imposible irme de vacaciones, con todos
aquellos miedos…, hasta miedo a volar, relata el hombre.
El paciente estaba acosado por múltiples fobias que lo aniquilaban. Y
como broche final, empezó a tener alta la presión sanguínea. Esta vez,
preocupadísimo porque su salud daba la impresión de ir cuesta abajo,
consultó a otros médicos, procurando encontrar un tratamiento eficaz. Cada
uno le recetó diversos tipos de medicación, pero eso era muy molesto. Por un
lado, le producía efectos secundarios, y el hecho mismo de necesitar
medicinas lo ponía aún más inquieto y reforzaba sus temores de las posibles
consecuencias de estar sufriendo de presión alta. Y como a su vez los miedos
le elevaban aún más la presión, el hombre estaba atrapado en un círculo
vicioso.
Finalmente, vino a nuestra consulta. Hicimos que siguiera con la
medicación y le preparamos un programa de meditación basado en su
formación religiosa. Además, le asignamos un guía mental máximo, un
médico que podía vigilar su progreso.
-En menos de un mes me empecé a sentirme estupendamente –relata el
hombre, que por cierto no se “curó” de todas sus dolencias de la mañana a la
noche.
Había necesitado veinte años para llegar al estado en que se encontraba
cuando vino por primera vez a nuestro consultorio, de modo que no podíamos
esperar que con una o dos sesiones quedara como nuevo. La verdad es que
hace unos tres años que está en tratamiento con nosotros, y durante ese
tiempo, sus progresos han sido notables.
-He aprendido a tener conciencia de mis miedos, incluso cuando estoy
meditando, y con la maravillosa ayuda de (mi médico), he superado el 99%
de mis miedos.
Y continúa evocando que en los tres últimos años ha volado con cierta
frecuencia a California; ya no tiene dificultades con los ascensores, con los
puentes ni con los túneles, y puede viajar solo a casi cualquier parte sin
ningún problema.
-En cierta época no podía siquiera ir con el coche a la visita médica si
alguien no me acompañaba –recuerda-, y ahora, ¡qué sensación estupenda
tengo al ir solo, con una gran sonrisa, conduciendo a cualquier parte! ¡Qué
bueno es estar vivo!
La presión arterial se ha normalizado, y apenas sí necesita medicación.
Es obvio que esta es la historia de un éxito importante, pero no es un
ejemplo aislado. Hasta una persona con tantos problemas emocionales y
físicos puede tener la esperanza de lograr cambios significativos, e incluso
espectaculares. El cambio no requiere más que la decisión de seguir las
sencillas rutinas que exige el Principio de la Maxi-Mente.
Este hombre tomó una actitud mental de apertura que le permitió cambiar
de hábitos practicando la Relajación. Además se valió de técnicas meditativas
que se relacionaban con su sistema de creencias, bajo la supervisión regular
de un director, en este caso un médico de nuestro equipo. La presencia de un
experto que simbolizaba la esperanza y la posibilidad de recuperación de su
salud física y emocional fue una influencia positiva constante en su vida a
medida que su salud mejoraba.
Tercer problema de salud : Fobias. Tal como lo muestra el ejemplo
anterior, el Principio de la Maxi-Mente puede ser muy eficaz para tratar
fobias combinadas con otras dolencias. A modo de variación sobre el tema,
veamos ahora un ejemplo “más duro” de fobia, que demuestra una aplicación
clásica del Principio de la Maxi-Mente.
Miguel, un hombre de negocios que había logrado llegar al cargo de
vicepresidente principal de una gran corporación, se encontró de pronto ante
una situación bastante incómoda. En un reciente viaje de negocios a Europa,
fue a comer a un pequeño restaurante en París, situado en un sótano, y se
encontró con un salón que parecía un horno y donde tenía la sensación de que
las paredes se le caían encima. No había ventanas, y él estaba sentado de
espaldas a la única entrada. El salón se fue llenando cada vez más de gente, y
la atmósfera estaba llena de humo.
De pronto Miguel, que siempre se había sentido ligeramente incómodo en
los lugares cerrados, sufrió un ataque grave de claustrofobia. El aliento
empezó a entrecortársele, sentía como si el estómago se le hubiera subido a la
garganta, y sabía que si no salía lo antes posible de aquel lugar, terminaría
por desmayarse. Masculló cualquier excusa, diciendo que se había olvidado
de otro compromiso, se despidió a toda prisa de la compañía y no tardó en
estar en la calle, recostado contra un poste, jadeante.
Después de aquella experiencia, se encontró con que la claustrofobia
empeoraba. No podía tolerar los ascensores atestados, y hasta le costaba ir en
el asiento de atrás de un coche si éste no tenía cuatro puertas. Como es obvio,
el problema que se le estaba creando podía complicarle la vida si tenía que
cenar con colegas en restaurantes muy cerrados, subir y bajar en ascensores,
viajar en según qué tipo de coches o verse en cualquier otra situación que le
diera una sensación de encierro.
Consiguió terminar aquel viaje sin otras crisis de claustrofobia, pero
cuando regresó, inmediatamente le comentó el problema a un amigo íntimo
que concurría a la misma iglesia que él. Afortunadamente, el amigo conocía
algunas de las técnicas básicas del Principio de la Maxi-Mente, y aconsejó a
Miguel que siguiera estos pasos:
-Ruega a Dios que te ayude a superar este problema.
-Después medita sobre un pasaje de las Escrituras, preferiblemente sobre
uno que sea importante para ti, aunque no es necesario que tenga relación con
la claustrofobia.
-Pasados quince o veinte minutos de meditación, pídele a Dios que guíe
tus ojos hacia otro pasaje de la Escritura que se relacione de alguna manera
con la buena salud o hasta con el problema de la claustrofobia. Cuando lo
encuentres concéntrate en él, piensa en profundidad en él, e intenta encontrar
de qué maneras prácticas puede aplicarse al problema con que te ves
enfrentado.
-Cuando te encuentres en otra situación de encierro, imagínate que el propio
Jesús está ahí contigo, brindándote consuelo y apoyo.
Miguel se mostró un poco escéptico porque nunca había intentado esta
forma de meditación y plegaria, pero como confiaba en su amigo, que ahora y
en relación con este problema se había convertido en su director espiritual,
decidió hacer el intento.
Escogió la frase “Dios es amor”, tomada de la primera epístola de San
Juan. Después cuando empezó a buscar entre sus pasajes bíblicos favoritos
alguno para usarlo después de los veinte minutos de meditación, se quedó con
unos pasajes del Salmo 139: “¿A dónde podré ir lejos de tu espíritu? ¿Y
adónde huiré de tu presencia?... Si tomo las alas de la aurora y si me retiro
hasta el confín del mar, aun allí me guiará tu mano y me asistirá tu diestra”
(Salmo 139:7, 9-10).
Durante varios días Miguel siguió este procedimiento de meditación, que
encontró muy reconfortante, pero todavía estaba por verse frente a la prueba
de cómo le resultaría aquello en la práctica y no tardó en dársele la
oportunidad.
Lo habían invitado a ir, en el asiento trasero de un pequeño coche
deportivo, hasta un restaurante situado en el último piso de uno de los
edificios más altos de Manhattan. Sabía que cuando subieran en el ascensor,
todavía habría mucho movimiento de gente por la hora punta. Ya llevaba
varios días meditando y practicando ejercicios para el cambio mental, y
además recordaba el consejo de su amigo, de imaginarse que Jesús estaba allí
con él mientras iba en aquel diminuto coche y subía en el ascensor atestado.
Incluso añadió un pequeño toque personal, practicando sus ejercicios
respiratorios habituales y concentrándose en la frase “Dios es amor” mientras
se encontraba en aquellas situaciones de tensión.
Su recuperación resultó ser bien rápida. De hecho, sintió algunas
punzadas de angustia al entrar en el coche y después en el ascensor. Pero se
había preparado a fondo, y realmente creía que la técnica le iba a funcionar
bien. Como resultado, se sintió relativamente cómodo durante toda la velada.
Siguió practicando aquellas mismas técnicas durante varias semanas, y en
todo ese período logró combatir con éxito otras situaciones claustrofóbicas.
Actualmente, su equilibrio emocional ha vuelto a ser el mismo que tenía
antes de aquella desconcertante experiencia en París.
Como dije al comienzo de este ejemplo, el caso de Miguel es un ejemplo
casi clásico de cómo puede funcionar el Principio de la MaxiMente para
combatir las fobias. Aquella claustrofobia era un problema que aún no había
durado mucho, e indudablemente esa fue una de las razones principales de
que pudiera liberarse tan rápidamente de ella. Pero aún así necesitó
motivación y disciplina para usar a conciencia las diversas técnicas y no tardó
en cosechar los beneficios. Si usted padece alguna fobia u otro problema
profundamente arraigado y que se remonta a muchos años, es probable que
tenga que seguir durante más tiempo el tratamiento, pero estoy convencido de
que en última instancia muchas personas pueden esperar ver al final el mismo
éxito que tuvo Miguel.
Cuarto problema de salud : Insomnio. En nuestra sociedad son muchas
las personas con dificultades para dormirse por la noche, especialmente a
medida que se hacen mayores. Con frecuencia, el problema es que nos
creamos “circuitos mentales” de preocupación: empezamos a pensar en algún
problema o dificultad antes de irnos a la cama, y después seguimos tocando
esa “cinta mental” una y otra vez cuando nos acostamos e intentamos dormir.
La fatiga al final del día, combinada con la acrecentada ansiedad provocada
por el problema, a veces hace que nos sea imposible tranquilizarnos y dormir.
Muchas personas encuentran que el solo hecho de inducir la Relajación
en posición de espaldas en la cama, es suficiente para quedarse dormidas en
cuestión de minutos, pero otras suelen estar tan agitadas cuando llegan a
acostarse que no pueden calmarse lo suficiente como para concentrarse en
este tipo de pensamiento. Una solución a este problema más grave, es
habituarse a la meditación o a la plegaria durante el día; esta práctica tiende a
poner la base para una mayor facilidad de concentración del pensamiento, y
hace que sea más fácil dormirse por la noche. De esta manera, estimulamos el
cambio en las vías mentales que crean la ansiedad y nos mantienen despiertos
y el resultado es un sueño reparador.
Adriana, una profesional que ronda los cuarenta, había tenido problemas
de insomnio desde su adolescencia. Generalmente tardaba por lo menos
treinta minutos, y en ocasiones tres o cuatro horas, en quedarse dormida.
Además se despertaba dos o tres veces durante la noche, iba al lavabo y
después volvía a acostarse, y a intentar dormirse.
Después de haber cumplido los treinta años, esta pauta se modificó.
-Solía despertarme por la mañana temprano, generalmente entre las dos y
las cuatro, y después tardaba una o dos horas en volver a dormirme – explica
Adriana-. Y a veces seguía despierta hasta la hora de levantarse, alrededor de
las siete.
Su problema se vio agravado por el hecho de que durante aquel período
tuvo dos hijos y se encontró con que mientras eran pequeños tenía que
despertarse muchas veces para atenderlos. Y cuando el menor ya tuvo edad
para dormir toda la noche. Adriana no pudo romper el hábito de levantarse
con frecuencia durante las horas de la madrugada.
Aquí tenemos un ejemplo del proceso de sensibilización que se produce
en algún momento en el cerebro. Adriana se volvió especialmente sensible al
insomnio durante este período porque su cerebro recibió una estimulación
constante, tanto a causa de sus antiguas tendencias a permanecer despierta
por las noches como por la presión exterior que le imponía ser madre de dos
niños muy pequeños. Nuestra hipótesis es que sus células cerebrales
emitieron nuevos tentáculos que convirtieron aquella sensibilidad, y el
consiguiente insomnio, en una parte de su vida profundamente arraigada.
Afortunadamente, se decidió a recurrir a una técnica basada en la
Relajación para superar este problema. Buscó un médico que supiera como
inducir la Relajación mediante una técnica meditativa tal que estuviera
arraigada en su propia filosofía humanista de la vida. En su caso, escogió
para la meditación unos pocos versos de uno de sus poemas favoritos, y
después de la práctica solía leer pasajes más largos de esos mismos poemas,
cuidando especialmente de que encerrarán un mensaje calmante y de paz.
Su médico le animó a practicar de esa manera la Relajación por lo menos
una vez al día, y los resultados fueron asombrosos. En apenas una semana,
Adriana se encontró con que, incluso si se despertaba a las dos o a las cuatro
de la mañana, volvía a dormirse enseguida. Y hasta comprobó que no
necesitaba levantarse durante la noche para ir al lavabo, como le estaba
sucediendo desde su adolescencia.
Ahora, -cuenta Adriana- mi mayor problema es seguir practicando
diariamente la Relajación. Es cierto que me cambia los hábitos del sueño,
pero una vez que empiezo a dormir bien, me descuido, es decir, dejo de dar
prioridad a la meditación y me encuentro con que otra vez duermo mal, y de
nuevo resuelvo que tengo que practicar regularmente, y así siguen las cosas.
Esta mujer puede ser un ejemplo excelente de cómo funciona el concepto
de sensibilización. Desde su juventud había venido ejercitando hábitos o
pautas que le dificultaban el sueño. En términos neurológicos, es bien
probable que en ciertos sectores del cerebro hubiera establecido dendritas o
tentáculos que la hacían excepcionalmente sensible al estrés y a las tensiones
que la mantenían despierta.
Entonces empezó a abrirse camino por entre aquellas pautas negativas
mediante la Relajación, practicada bajo la orientación de un guía mental
máximo, que era su médico. Y ella misma reforzó su evolución mental en un
sentido más positivo, con sus lecturas poéticas.
No pasó mucho tiempo sin que las dendritas “sensibilizadas al insomnio”
en su cerebro se debilitaran, y el sueño se le hiciera más fácil. Pero al mismo
tiempo, seguía siendo susceptible a un regreso a las antiguas pautas,
especialmente cuando – como ella decía- “se descuidaba” y dejaba de
practicar la Relajación y de emplear el Principio de la Maxi-Mente.
Quinto problema de salud : Angustia. Se dice que vivimos en una época
de angustia, y de corazón coincido en que las presiones que continuamente
nos bombardean son una característica distintiva de nuestra época. Y lo más
importante de todo es que en realidad no sabemos cómo manejar estas
ansiedades, y con gran frecuencia nos dejamos dominar por ellas.
Pero hay una salida. En un caso bastante extremo, una mujer de setenta
años me contó que había tenido una larga historia de angustia que, en
ocasiones, había llegado a ser abrumadora e incapacitante, y que había
intentando diferentes soluciones:
-El valium no hacía más que atontarme un poco, después recurrí a un
terapeuta profesional y participé en grupos de autoayuda… que me aliviaron
un poco, pero no tanto para llevar una vida soportable. Finalmente estaba
viendo por lo menos un médico por semana.
En definitiva, y como último recurso decidió someterse al tratamiento de
un médico que enseñaba técnica para inducir la Relajación, y eligió
concentrarse en la palabra hebrea shalom, que significa “paz”.
Lamentablemente su larga experiencia de angustia calaba tan hondo que no
experimentó una mejoría rápida.
-Decir que quedarme sentada pacientemente procurando relajarme me era
difícil es quedarse cortísimo –relató-. Tengo que admitir que me llevó
muchísimo tiempo, y que en muchas ocasiones estuve pensando que todo eso
era inútil, que no podía hacerlo y que no me servía de nada.
Para empeorar las cosas, esta señora padecía tinnitus, afección del oído en
que se oye un continuo campanilleo, y que tendía a distraerla, impidiéndole
concentrarse en la meditación. Pese a todo, perseveró durante más de un año.
-Con determinación y constancia, y meditando tres veces al día, empecé a
notar que el pulso se hacía más lento –contó-, y además, me iba sintiendo
menos angustiada. ¡Qué maravilla!
Desde su punto de vista, el cambio fue tan espectacular (ya no toma valium ni
ninguna otra medicación) que añade:
-Todavía no puedo creer que haya pasado por todo aquel sufrimiento, y que
ahora sea capaz de controlar mi ansiedad y mi impaciencia.
En la recuperación de esta persona fue un factor importante el guía mental
máximo, personificado por el médico. La paciente confió en el médico que le
enseñó la técnica de la Relajación que mejor se adaptaba a su sistema de
creencias, y había escuchado atentamente las explicaciones que él le dio
sobre las probables causas de su angustia. Pronto empezó a entender en qué
forma la angustia iba cediendo ante los cambios que iban produciéndose en
su cerebro.
Al actuar después de que la Relajación hubiera abierto al cambio la mente
de la paciente, el médico fue educándola y enseñándole los beneficios
prácticos que podía conseguir en su vida. El resultado final fue un cambio
importante.
Sexto problema de salud : Curación de recuerdos dolorosos. Aquí
empezamos a entrar en un territorio que, de hecho, es imposible de
cuantificar científicamente. Sólo contamos con los relatos en que personas
cuyos recuerdos dolorosos han sido realmente curados nos hablan de su
alivio. Este efecto de curación de los recuerdos es, en muchos sentidos, el
objetivo de la psicoterapia. Un psicólogo o un psiquiatra guía a una persona
en un viaje a su pasado en busca de las causas de las perturbaciones y
problemas que han llegado a abrumarla. Con una mayor comprensión de su
pasado, el paciente puede seguir avanzando hacia la salud emocional.
El que cumple la función de guía en la curación de la memoria no
siempre tiene que ser un psicoterapeuta o psiquiatra titulado. De hecho, si los
problemas no son demasiado graves, es frecuente que otros guías no
profesionales puedan desempeñarse tan bien como los terapeutas calificados.
Veamos ahora el caso de Arturo, un hombre bastante joven que con
frecuencia se sentía ligeramente deprimido y daba la impresión de vivir
continuamente bajo una nube que pesaba sobre su vida, aunque él no pudiera
identificar la causa de aquella sombra emocional.
Arturo era cristiano y creía firmemente en el poder de la oración. Pero no
sabía por qué la oración no llegaba a resolver sus problemas, por mucha que
fuera la frecuencia con que ofrendaba sus súplicas a Dios. Fue entonces a ver
a un amigo, también creyente, que le aconsejó ensayar una técnica meditativa
valiéndose de un versículo en la Biblia, “El Señor es mi pastor”, para
concentrarse en él.
Con esa técnica, Arturo logró efectivamente la Relajación durante varias
semanas, y consiguientemente preparó su mente para cambios importantes.
Cuando los dos amigos se reunieron, el mayor, convertido ahora en el
director espiritual de Arturo, dio comienzo a la sesión con unos momentos de
meditación y plegaria compartidos.
Con delicadeza, pero firmemente, el director empezó a estimular a su
amigo para que indagase en su vida anterior, procurando descubrir si no
estarían en ella las fuentes de la depresión y el letargo. Pasado un período de
más o menos una hora, empezaron a aflorar recuerdos durante largo tiempo
reprimidos. Arturo había pasado por una forma de “amnesia infantil”, que lo
llevó a olvidar por completo algunos incidentes traumáticos que le habían
sucedido en edad preescolar. Específicamente, en varias ocasiones había sido
objeto de abuso sexual por parte de un muchacho mayor que él. Fue entonces
cuando se apagó la chispa en su vida, y apareció la tendencia a la depresión y
al letargo.
Con eso se le abrió la senda hacia la curación. Con el nuevo conocimiento
de lo que le había sucedido en aquellos primeros años. Arturo pudo
enfrentarse en forma más directa con su situación y valerse de otros recursos
espirituales a los cuales le dio acceso su fe. Por una parte, a instancias de su
director espiritual, perdonó explícitamente al muchacho que había abusado de
él en su niñez, y además, rogó a Dios que le curase aquellas heridas que
habían vuelto a abrirse, de modo tal que pudiera empezar a llevar una vida
normal.
En el caso de Arturo, el recordar aquellos incidentes de su niñez no fue
más que el comienzo de un proceso que tardaría meses antes de estar siquiera
próximo a completarse. Pero aún así empezó a mostrar una mejoría gradual y
constante en sus actitudes y en su vida emocional.
Este tipo de ejemplos se ha repetido y sigue repitiéndose en sesiones de
orientación pastoral o de psicoterapia, y también en reuniones más informales
entre amigos. Cuando los procedimientos se llevan a cabo con la sensibilidad
y la constancia necesarias, se pueden obtener resultados positivos,
independientemente de quién sea el que asuma el papel de guía mental
máximo.
En casos así, la mente se va abriendo al cambio mediante la práctica de la
relajación a través de la plegaria y la meditación. En ocasiones, como en el
caso de Arturo, es útil prepararse con una serie de sesiones de meditación
durante varios días, e incluso semanas, antes de hacer ningún intento de
adentrarse más en los recuerdos excluidos de la conciencia. Una vez que se
haya completado ese proceso preliminar, y que las puertas de la mente estén
bien abiertas, las posibilidades de cambiar gracias al Principio de la Maxi-
Mente son asombrosas.
COMO RENOVAR NUESTRA PROPIA SALUD
Volvamos ahora a usted, a su salud emocional y física. ¿Tiene algún
problema que le preocupe? ¿Padece tal vez insomnio, o bien alguna forma de
angustia o de fobia? O quizás tiene dolores de cabeza intermitentes, o alguna
otra molestia física. En ese caso, y en la medida en que sus problemas de
salud estén condicionados por sus interacciones mentecuerpo, el Principio
de la Maxi-Mente puede serle sumamente provechoso.
Una vez más, quiero dejar en claro que los tratamientos por medio de la
Relajación no son necesariamente sustitutivos de la medicina. En realidad, si
usted está en tratamiento médico, es muy importante que siga consultando a
su médico mientras se vale del Principio de la Maxi-Mente. Como es obvio,
en estas condiciones su convierte en un guía mental máximo. Es probable,
que además de la Relajación o de alguna otra técnica orientada al cambio
mental, necesite usted de medicamento o incluso cirugía. En ese caso deje
que su médico decida si ha de cambiar o no la medicación que está tomando;
no intente tomar usted solo esta decisión.
Luego puede aplicar el Principio de la Maxi-Mente para ver si sus males
físicos y emocionales mejoran con ello. Si encuentra que todo va bien, lo más
probable es que su médico le reduzca o elimine la medicación prescrita. Pero
aun si encuentra con que no puede eliminar por completo los fármacos, es
casi seguro que la incorporación del Principio de la MaxiMente a su vida lo
ayudará en alguna medida.
Ahora intentaremos aplicar el Principio de la Maxi-Mente a los
malestares emocionales y físicos que quizá estén causándole problemas.
Como antes, debe empezar por conseguir la Relajación.
FASE UNO
Paso 1: Escoja una palabra o frase breve que esté firmemente arraigada en su
sistema personal de creencias.
Paso 2: Siéntese tranquilamente en una posición cómoda.
Paso 3: Cierre los ojos.
Paso 4: Relaje los músculos.
Paso 5: Respire lenta y naturalmente y, mientras exhala, concéntrese en
repetir la palabra o frase escogida.
Paso 6: Adopte una actitud pasiva y no se preocupe por lo bien que lo
esté haciendo. Cuando acudan a su mente otros pensamientos, dígase para sus
adentros: “Ya está bien”, y vuelva pacientemente a la repetición.
Paso 7: Continúe así durante diez o veinte minutos.
Paso 8: Practique la técnica durante una o dos veces al día.
FASE DOS
Ahora que su mente se ha abierto a cambios benéficos, es importante que
durante diez o veinte minutos empiece exponerse a informaciones e ideas
orientadas hacia la salud. He aquí sobre las cuales puede concentrarse usted
en esta del Principio de la Maxi-Mente. Como es obvio, tendrá usted que
elegir un pensamiento que concuerde con aquello que usted cree, o con lo
cual se siente más cómodo.
Inútil es que adelantéis el despertar, retraséis el descanso y comáis pan de fatiga, ¡que El colma a su
amado mientras duerme!
Salmo 127:2
El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es la muralla (refugio) de mi vida; ¿de
quién he de atemorizarme?
Salmo 27:1 Pero para vosotros los que teméis Mi nombre, saldrá el sol de justicia y traerá la curación
en sus alas; y avan
zaréis y saltaréis como becerros de la manada.
Malaquías 4:2 (NASB)
No tengáis inquietudes sino, orando, suplicando y dando gracias en todo, presentad vuestras
súplicas al Señor. Y la paz de Dios que supera toda imaginación guardará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús.
Por lo demás hermanos, haced objeto de vuestra Consideración todo lo que hay de verdadero, de
honorable, de justo, de puro, de amable, de virtuoso, de digno, de encomio…
Filipenses, 4:6-7 y 8
Todo surge y todo pasa. Cuando esto veas, estarás por encima del sufrimiento. Este es el camino
resplandeciente.
EL BUDA
Dadme salud y un día, y volveré ridícula la pompa de los emperadores
RALPH WALDO EMERSON, Nature
Mi larga enfermedad
De salud y vida comienza ahora a curarse… WILLIAM SHAKESPEARE, Timón de Atenas
Algo bello es un placer eterno:
Cada vez más adorable, no se hundirá
Jamás en la nada: nos brindará siempre
La quietud de un cenador, y un sueño
Pleno de dulces sueños, y salud, y tranquilo aliento.
JOHN KEATS, Endimión
… pide a ese Algo que entre en ti. Limítate a decirle “Seas quién fueres o
lo que fueres, entra ahora en mí y ayuda a la naturaleza (que hay) en mi
cuerpo a reparar este hueso, y sin pérdida de tiempo. Gracias, creo que lo
estás haciendo”. Entonces, hazte una imagen mental de la pierna curada.
Cierra los ojos para verlo así, el hueso reconstruido y la carne fuerte y
perfecta a su alrededor. Y haz como si vieras una especie de luz que brilla y
arde e inunda toda la pierna de arriba abajo…
Dios hizo, antes que nada, la luz. Entonces el Espíritu de Dios se movió
sobre la faz de las aguas, como nos dice el historiador, haciendo todo lo que
puede por expresar con las palabras de que dispone verdades que ni siquiera
nuestra moderna expresión “espacio interestelar” formula en forma
adecuada.
Por consiguiente, estamos hechos de energía, no de materia sólida e
impenetrable. Las sustancias químicas contenidas en el cuerpo –el “polvo de
la tierra”-viven por acción del soplo de Dios, de la energía primaria, de esa
fuerza originaria a la que llamamos Dios. Por ser así, no es en modo alguno
extraño que cuando establecemos una relación más íntima con Dios en la
plegaria, hayamos de recibir vida más abundante, en la forma de un fluir
incrementado de la energía.
AGNES M. SANFORD, The Healing Light
…superar el pánico es una parte esencial de cualquier programa de
recuperación de una enfermedad grave. Hay una tendencia notable,
especialmente si la enfermedad se prolonga, a esperar lo peor. La confianza,
una decisión profunda, una disposición alegre, la risa y la voluntad de vivir
son buenos agentes condicionales, cuyo valor no hay que subestimar jamás.
Como mínimo incrementan el valor del tratamiento médico que recibimos…
La actual investigación científica de los beneficios fisiológicos de la risa
bien puede no ser abundante, pero es importante. William Fry, de la
Universidad Stanford, ha escrito un artículo muy instructivo, con el título de
“Los componentes respiratorios de la risa alegre”. Me imagino que se refiere
a lo que se conoce comúnmente como risa visceral. Como Emmanuel Kant,
Fry afirma que la risa influye benéficamente sobre la totalidad del proceso
respiratorio.
Algunas personas, dominadas por una risa incontrolable, dice que les
duelen las costillas. Es posible que la expresión sea exacta, pero es un “dolor”
que deleita, que deja al individuo relajado casi al punto de desplomarse. Es
también una especie de “dolor” que a la mayoría de nosotros nos vendría bien
sentir cada día de la vida. Es tan específico y tangible como cualquier otra
forma de ejército físico. Aunque sus manifestaciones bioquímicas todavía
están por ser estudiadas y cartografiadas explícitamente, lo mismo que los
efectos del miedo, la frustración o la cólera, son igualmente reales.
NORMAN COUSINS, Anatomía de una enfermedad.
Aunque tenga remendados los pantalones, nunca tengo tristeza en las tripas.
FINNLEY PETER DUNNE, Acción de gracias Estas son unas pocas
ideas que pueden ayudarle a comenzar a modificar sus hábitos y sus pautas de
pensamiento, y a echar a andar por una nueva senda en dirección de una
mejor salud. Claro que todo eso puede sustituirlo por lecturas, citas o
imágenes de su elección. Lo que importa es que se exponga a influencias
benéficas, que favorezcan su salud, inmediatamente después de haberse
“abierto” mentalmente mediante la práctica de la Relajación.
Pasemos ahora a otro dominio de la vida, el de la forma física, en el cual a
muchos nos vendría bien una transformación benéfica.
6
El secreto para ponerse en forma
Un cuerpo bien condicionado y capaz de un alto rendimiento ha llegado a
ser, en nuestra sociedad, un símbolo de logro personal. Un físico musculoso y
bien formado –como la capacidad de correr, nadar o practicar cualquier
deporte durante horas, y no por eso quedarse sin aliento- puede contribuir a
convencerlo a uno de que es dueño de su vida.
Con frecuencia un buen estado físico provoca comentarios:
-Por la forma en que se cuida Fulano debe valorarse mucho a sí mismo.
-¡Cómo me gustaría tener un cuerpo como el de ella!
-Anda como una persona muy segura de sí.
Para tener mejor apariencia física, los norteamericanos, en gran mayoría
están haciendo ejercicio y sometiéndose a dietas. En 1961, el Instituto de
Sondeos Gallup investigó el número de personas que hacían regularmente
ejercicios físicos, y en aquel momento una cuarta parte de los encuestados
respondió afirmativamente. Para 1984, la cifra había registrado un notable
aumento: casi seis de cada diez adultos respondieron que hacían ejercicio
regularmente. Y en cuanto a los problemas de peso, alrededor de un tercio de
las norteamericanas entre los diecinueve y los treinta y nueve años
respondieron a la encuesta diciendo que hacían régimen por lo menos una vez
al mes.
Pero aunque no ceje en su empeño de estar en forma, la gente no está
satisfecha. Un buen número de personas, tanto hombres como mujeres,
siguen estando disconformes con su altura, peso, tono muscular y con las
proporciones de su cuerpo, según se desprende de una reseña publicada en el
número de abril de 1986 de la revista Psichology Today. La mitad de los
hombres y casi 6 de cada 10 mujeres, dijeron que no estaban satisfechos con
la región media del torso. En ese estudio más de un tercio de los hombres y
de las mujeres que respondieron dijeron estar insatisfechos con su aspecto
actual.
También es común que la gente se queje que no puede seguir un
programa regular de ejercicios o un régimen para bajar de peso. Es como si
no tuvieran suficiente disciplina, motivación, interés o tiempo.
En otros casos la gente que consigue empezar algo suele cansarse. Se
aburren del tipo de actividad deportiva que han elegido, y se les hace pesado
seguir con ella. Otros, especialmente, los que han llegado a cierto nivel en los
deportes competitivos, se frustran porque les parece que han llegado al límite
de su capacidad personal. Ya no pueden seguir avanzando en la práctica de
squash o de tenis en su club, o no llegan a vencer a un rival de fin de semana
que siempre resulta mejor que ellos.
Afortunadamente, el Principio de la Maxi-Mente tiene respuesta para todos
estos problemas, ya que puede permitirle a uno:
-Establecer nuevas disciplinas para ponerse más en forma, aunque no
haya llegado a la conclusión de que ciertos cambios en sus hábitos físicos son
importantes.
-Aumentar su capacidad de disfrutar de la actividad física o deportiva
escogida.
-Mejorar su rendimiento en los deportes competitivos, ya sea en nivel de
aficionado o de profesional.
Como con cualquier otro cambio en las pautas de pensamiento, la
transformación de nuestra disciplina para estar en forma depende en primer
lugar de nuestro sistema de creencias básico. La práctica de la Relajación en
el contexto de nuestras creencias más profundas pueden influir directamente
sobre los logros o las frustraciones en nuestras tentativas gimnásticas o
atléticas.
Un ejemplo del profundo efecto que pueden tener las creencias sobre la
experiencia deportiva se puede ver en el caso de un paciente sometido al “test
de los dos pasos”, de Masters, que consiste en que la persona sube a un
escalón elevado o un banco, primero sube un pie y luego el otro, y luego baja,
primero el primer pie y después el otro, repitiendo el procedimiento en una
serie constante de pasos hacia arriba y hacia abajo. El ejercicio tiende a elevar
el ritmo cardíaco, lo mismo que las pruebas de estrés que se realizan
actualmente con esos modernos aparatos de los que el test de Masters fue, en
realidad, precursor. Antes, muchos médicos confiaban en el test de los dos
pasos para acelerar el ritmo cardíaco con el ejercicio.
El doctor Bernard Lown, que recibió recientemente el Premio Nóbel de la
Paz por su trabajo con Physicians for Social Responsibility (Médicos por la
Responsabilidad Social) realizó un estudio con un hombre a quien le
aparecían los dolores de angina pectoris cada vez que se sometía al test de los
dos pasos de Masters. El doctor Lown descubrió que a su paciente le
aparecían los dolores cuando él llegaba a “cuarenta y cuatro” en la cuenta que
llevaba durante la práctica de la prueba. Como de costumbre, el doctor
empezaba a contar en alta voz cuando llegaba a “cuarenta”, y seguía con
cuarenta y uno, cuarenta y dos, cuarenta y tres, cuarenta y cuatro”.
Precisamente al contar cuarenta y cuatro se producían los dolores.
Tras haber observado las reacciones del paciente, el doctor Lown decidió
hacer un experimento. Empezando contando cuarenta en voz alta cuando la
cuenta real era “veintiocho, veintinueve, treinta, treinta y uno, treinta y dos”.
La cifra real no tenía importancia. Cuando él decía “cuarenta y cuatro” en
casi todos los casos al paciente le empezaban los dolores.
Para investigar más a fondo el problema, en las pruebas sucesivas volvió
algunas veces a contar bien, de modo que cuarenta fuera verdaderamente
cuarenta. En esos casos, los dolores de angina no aparecían hasta que el
médico no llegaba al verdadero número cuarenta y cuatro.
Finalmente, en una ocasión en que el doctor Lown estaba haciendo la cuenta
falsa, el paciente le dijo:
-Doctor, o usted no sabe contar o me está engañando: sólo van veintiocho.
Después de eso, al paciente ya no le aparecieron dolores cuando el médico le
hacía la cuenta más baja.
Este sencillo ejemplo demuestra que la creencia puede tener poderosos
efectos sobre la experiencia deportiva. En términos médicos, el estudio que
acabamos de citar es un ejemplo del “efecto placebo negativo”. El hombre
creía que al llegar al paso número cuarenta y cuatro del ejercicio iba a tener
dolores de angina y por supuesto que los tenía. Si creía que ya había dado
cuarenta y cuatro pasos, sentía dolores aunque la cuenta real fuese diferente.
Este ejemplo tiene importantes consecuencias en lo que se refiere a
transformaciones positivas en la forma física que pueden cambiar la vida. Así
como la mente de hombre estaba condicionada negativamente para sentir
dolor, usted puede condicionarse positivamente para que le sea más fácil
alcanzar la forma física que desea.
Veamos ahora cómo puede realizarse esto mediante la aplicación del
Principio de la Maxi-Mente en tres importantes ámbitos: la adopción de
nuevas disciplinas para ponerse en forma; el conseguir que la actividad que
ya está usted practicando le resulte más placentera, y el mejoramiento de su
actuación atlética o deportiva.
UNA NUEVA DISCIPLINA
Para la mayoría de las personas, sobre todo alcanzada una vez la edad
adulta, no es fácil iniciar un programa nuevo para ponerse en forma. A esa
edad tendemos a sentirnos cómodos con nuestras costumbres sedentarias, y se
hace muy difícil romper con los antiguos hábitos para iniciar otros nuevos,
especialmente cuando la empresa puede significar agujetas, músculos
doloridos y otras incomodidades físicas.
Lo primero que tiene que tener presente quien esté planteando un nuevo
régimen de ejercicios es que probablemente necesitará lo menos un mes para
obtener resultados apreciables. Ese tiempo de transición se necesita, por lo
común, para establecer en el cerebro nuevas pautas de pensamiento que
conformarán nuevos hábitos para el futuro. Además, generalmente son
necesarias dos o tres semanas para que el adulto sedentario promedio
empiece a recuperarse del dolor inicial proveniente de ejercitar músculos
relativamente inactivos.
En general, la mayoría de las personas que quieren poner en forma su
sistema cardiovascular recurren a las actividades de resistencia llamadas
aeróbicas, tales como caminar, correr, trotar, andar en bicicleta, nadar y
quizás el esquí de fondo. En la mayoría de los casos, el individuo escoge
alguna de estas actividades y se dedica a ella hasta que su nivel de forma
física mejora en forma significativa. La marcha y la carrera, que exigen
relativamente poca destreza y un mínimo de equipamiento suelen contarse
entre las actividades más populares en este terreno.
Emplear el Principio de la Maxi-Mente durante esta fase de transición, y
después de ella, contribuirá enormemente a que la nueva disciplina o hábito
deportivo quede integrado en su comportamiento.
¿De qué manera actúa el Principio cuando está usted tratando de adquirir una
nueva disciplina para ponerse en forma?
Como siempre la Fase Uno requiere que se empiece por inducir la
Relajación. Con ello se abrirá usted a las posibilidades de hacer mejor uso de
su hemisferio derecho. Cuando el cerebro está así preparado, es más fácil
transformar en sentido positivo cualquier interferencia negativa del
hemisferio izquierdo, como podría ser “Yo soy constitucionalmente incapaz
de ser deportista”.
A renglón seguido, en la Fase Dos deberá comenzar inmediatamente a
influir sobre el hemisferio izquierdo aportándole información benéfica, en la
forma de instrucciones e imágenes que promuevan los cambios que usted
quiere obtener y lo encaminen en la dirección de la disciplina deseada. De
hecho, durante la Fase Dos estará usted creando en el hemisferio izquierdo
nuevas inferencias que lo renovarán mentalmente, ayudándole a transformar
su vida.
En ocasiones, algo semejante a esta secuencia en dos fases puede suceder
aun cuando un individuo no sabe nada del Principio de la MaxiMente.
Recuerdo la experiencia de Bárbara, una ejecutiva publicitaria de poco más
de treinta años, que inició un programa de natación mucho antes de la actual
popularidad de los programas para ponerse en forma. Ya nadaba
razonablemente bien cuando empezó, pero eso no habría bastado para
mantenerla en marcha si ella no hubiera visto inmediatamente una relación
entre la actividad repetitiva de la natación y su propia necesidad de encontrar
alivio a la tensión producida por su trabajo en publicidad.
Desde que cumplió los treinta, había estado sintiendo la edad, como ella
decía. Había aumentado de peso y en general se sentía en mala forma, tensa y
apática. Aunque nunca había practicado ninguna forma de atletismo en serio,
solía gustarle nadar, de modo que decidió asociarse a un club local y ver si
allí podía mejorar su forma física.
Esta nadadora en ciernes nada sabía del Principio de la Maxi-Mente ni,
para el caso, de la Relajación. Además no tenía ninguna postura teórica de
autoayuda que le sirviera para empezar a cultivar esta nueva disciplina
deportiva. Lo más probable, si sus primeras experiencias en la piscina le
hubieran resultado incómodas, o sin interés, era que hubiese abandonado el
proyecto.
De hecho Bárbara tenía antecedentes de abandonar bruscamente su
actividad deportiva si no la encontraba inmediatamente satisfactoria. Había
empezado a jugar al tenis, pero lo había dejado enseguida porque le hacía
sudar y acalorarse más de lo que le gustaba, además no jugaba lo bastante
bien como para mantener la pelota en movimiento durante un tiempo
apreciable. Después intentó aumentar el tiempo que dedicaba a la marcha,
pero al andar por el duro pavimento de la ciudad, donde intentaba ejercitarse,
le dolían los pies y las rodillas.
La natación resultó ser algo muy diferente, principalmente porque en ella
acertó a tener una experiencia sumamente positiva que ponía en juego el
Principio de la Maxi-Mente. Inicialmente, tropezó con algunas dificultades,
tal como le había sucedido con los otros deportes: no podía hacer más de
cinco o seis largos en la piscina olímpica donde practicaba. Los músculos de
brazos y piernas se le cansaban demasiado para seguir, le faltaba resistencia
para hacer distancia. Pese a estas dificultades físicas, como le gustaba mucho
nadar, Bárbara empezó, sin darse cuenta, a practicar la Fase Uno del
Principio de la Maxi-Mente.
-Lo que realmente me gustaba de la natación, desde el comienzo mismo
era el hecho de que el agua fuese tan sedante –explicó-. Y también había algo
en el movimiento rítmico de los brazos y las piernas que me acunaba,
llevándome a un estado que no puedo acabar de explicar, pero que
indudablemente era placentero y me relajaba mucho.
Tenemos aquí un ejemplo de esa inefable vivencia del cerebro derecho,
que se produce con la inducción de la Relajación, y con la introducción del
Principio de la Maxi-Mente. Esa sensación se acentuó más a medida que
Bárbara adquiría mayor competencia en su deporte. Cuenta que después de
haber estado nadando dos o tres semanas, el número de largos de piscinas que
podía nadar se duplicó, y después se triplicó. Poco a poco su mente empezó a
concentrarse principalmente en la brazada que estaba dando. En particular,
cuando iba nadando el primer largo, cada vez que el brazo izquierdo entraba
en el agua, Bárbara se decía “uno…uno…uno”. Y después repetía el proceso
mientras nadaba el segundo largo, esta vez diciendo “dos” cada vez que el
brazo izquierdo se sumergía en el agua.
Sin darse cuenta de lo que hacía, esta joven nadadora estaba usando como
foco de meditación el número de largo que estaba nadando. Ese foco,
repetido una y otra vez, al combinarse con el movimiento rítmico del cuerpo
le provocaba la Relajación.
Bárbara no tardó mucho tiempo –unas tres o cuatro semanas- en descubrir
que periódicamente tendía a fusionarse con el agua. Tenía casi la sensación
de estar fundiéndose con las ondas que fluían suavemente a su paso. Varios
otros concurrentes a la piscina le comentaron que ellos también tenían esa
vivencia, y esto reforzó sus expectativas. Así que empezó a esperar, cada vez
con mayor ilusión, este nuevo y fascinante nivel de conciencia.
Bárbara se benefició también de otras formas de reforzamiento al alternar
con los otros nadadores que fue conociendo en la piscina. Después de nadar,
era frecuente que se pusiera a charlar con otros nadadores que esperaban para
hacer sus largos de piscina. Hablaban de técnicas de natación, del equipo,
gafas para el agua o tapones para los oídos, y del placer y la satisfacción que
obtenían de aquel deporte.
Aquellas conversaciones acentuaban el interés de la joven nadadora por
su actividad. Tal como ella lo expresaba, “se sentía como si hubiera llegado a
ser miembro de un club nuevo y estupendo”.
Una vez más sin saberlo, estaba aplicando el Principio de la MaxiMente:
primero, en la piscina, inducía la Relajación. Luego se concentraba en la
información y en los conceptos positivos relacionados con la destreza que
quería perfeccionar.
Bárbara jamás tuvo problema alguno con los antiguos impulsos de
abandonar su nueva disciplina, cosa bastante notable, ya que pasó por un
período durante el cual tuvo los músculos un tanto doloridos. Además las
sesiones de entrenamiento le tomaban generalmente entre una hora y una
hora y media, desde que salía de su casa o de su despacho hasta que
regresaba.
Lo que tenemos aquí es, pues, un compromiso importante con una
habilidad nueva, un compromiso que se vio muy facilitado por la acción del
Principio de la Maxi-Mente. Las inferencias negativas de su hemisferio
izquierdo acerca de los ejercicios cambiaron en forma espectacular. Sólo más
adelante pudimos definir con más precisión lo que probablemente le había
permitido iniciado y mantener con éxito aquella disciplina. En la actualidad
hace dieciséis años que Bárbara va a nadar entre tres y cuatro veces por
semana.
¿Qué se puede aprender de la experiencia de esta mujer, como de otras y
otros que finalmente han conseguido emprender alguna disciplina para
mantenerse en forma?
Como es obvio, Bárbara estaba motivada. Sentía que estaba perdiendo su
apariencia juvenil y como la mayoría de nosotros, había tropezado con
múltiples dificultades en sus intentos de embarcarse en un programa de
ejercicios. Sólo consiguió el éxito luego de haber escogido un deporte que
podía practicar en el contexto del Principio de la Maxi-Mente.
De la misma manera, deberá ser emplear el método en dos fases para
practicar el Principio de la Maxi-Mente. Dicho de otra manera: empiece por
inducir la Relajación, y luego concéntrese en informaciones y conceptos
tendentes a reforzar la disciplina a iniciar.
Hay límites para las nuevas disciplinas de forma física que es posible
establecer mediante el Principio de la Maxi-Mente. Por ejemplo, los aspectos
de la forma física, que exigen una disminución de peso pueden requerir un
esfuerzo considerable. Con las dietas hay un problema importante, que se ha
dado en llamar el “efecto yo-yo”, y que es la tendencia de la persona a rebajar
de peso para después volver a recuperarlo, y seguir repitiendo el mismo
proceso.
Por otra parte, si la reducción de la angustia es un factor importante en la
capacidad de adelgazar, entonces confiar en el Principio de la MaxiMente
puede ser muy útil y dar resultados duraderos. Puede que la angustia y las
preocupaciones contribuyan en forma significativa a su tendencia a comer en
exceso, pero valiéndose del Principio, usted puede reducir la angustia,
haciendo así desaparecer un importante factor que lo mueve a comer
demasiado.
Sin embargo, los problemas de peso y otros similares suelen ser bastantes
recalcitrantes y requieren algo más. Entre otras cosas, le será útil tener una
firme red de apoyo para su programa. Por ejemplo, podría participar en un
grupo integrado por personas que tengan el mismo problema. Y si tiene un
sistema de creencias sólido en qué apoyarse, será mucho más fácil que
alcance éxito en estos terrenos difíciles.
Arturo, un hombre de cuarenta años, quería rebajar unos siete kilos. No
tenía un gran exceso de peso, pero sí lo suficiente para que se le formará un
antiestético rollo de grasa en la cintura, que le hacía sentir mal consigo
mismo. Por más que se esforzaba, no podía perder peso. Sabía que la única
forma de conseguirlo era comer menos, pero eso le resultaba casi imposible,
porque le encantaban los dulces y los postres.
Además, no tenía tiempo para participar en un grupo de personas
empeñadas en adelgazar, ni le interesaba hacerlo. En cambio, era
profundamente religioso, no sólo sentía que él quería librarse de esos kilos,
sino que creía firmemente que Dios quería que lo hiciera.
A diferencia de Bárbara, la nadadora, Arturo tenía bien claro cómo podía
ayudarle el Principio de la Maxi-Mente, de modo que empezó a practicar la
Relajación por la mañana, con sus oraciones. Inmediatamente después de los
momentos dedicados a la meditación, se concentraba en algún pasaje de las
Escrituras que creía iba a reforzar la idea de que debía adelgazar. Los que
más le gustaban eran estos:
¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habita en vosotros…?
I Corintios, 6:19
…ofreceos a Dios como resucitados de entre los muertos, y vuestros miembros como instrumentos de
justicia para Dios.
Romanos, 6:13
En su opinión no poder adelgazar era ofender a Dios. Por eso, como creía
que era muy importante vivir de acuerdo con sus principios y sus escrúpulos
religiosos, estaba muy motivado para hacerlo. Incluso llevó el tema a un
grupo de discusión y de oración donde concurría regularmente, y los demás
participantes aplaudieron su resolución. Al combinar sus períodos de plegaria
y meditación con la cuidadosa consideración de pasajes específicos de las
Escrituras, Arturo consiguió adelgazar esos kilos en pocos meses.
Como ya he dicho, los problemas de peso son muy difíciles de resolver, y
el de Arturo no era la excepción, pese a su fe y al apoyo que recibió de sus
compañeros. Durante los dos meses siguientes, volvió a aumentar casi tres
kilos.
Sin embargo, después su peso se estabilizó y se sintió capaz de evitar los
dulces y otras cosas que podían hacerle engordar para mantenerse muy poco
por encima del peso deseado. Hasta podía rebajar un kilo extra de vez en
cuando, al volver a concentrarse en el uso del Principio de la MaxiMente.
Como veremos luego, cuando consideremos el uso del Principio de la
Maxi-Mente con las disciplinas espirituales, la relación entre los cambios
producidos en el cerebro y la fe religiosa es muy difícil –si no imposiblede
describir científicamente. Nuestra hipótesis es que lo sucedido con Arturo,
como con muchos otros que han conseguido éxitos similares, es que en el
cerebro se crean vías para nuevas pautas de acción. Arturo creó en su
hemisferio izquierdo nuevas inferencias relativas a sus hábitos de
alimentación. Es imposible medir el ingrediente espiritual de este proceso,
aún cuando haya sido evidentemente un ingrediente importante en el logro de
lo que se proponía.
Creo que cualquiera puede usar el Principio de la Maxi-Mente con el fin
de mejorar su estado físico, incluida la pérdida de peso; pero ha de tener en
cuenta que quizá necesite algo más –que puede ser un grupo de apoyo- para
reforzar su sistema de creencias. En otras palabras, según la dificultad de la
empresa, puede que necesite un apoyo comunitario si desea superarla.
DISFRUTE DE SU PROGRAMA DE ACTIVIDAD FISICA
Incluso después de haber avanzado bastante con uno de estos programas
puede suceder que uno vuelva a sus costumbres sedentarias. Puede pasar que
alguna lesión le obligue a suspender durante u tiempo su actividad y pierda
así el hábito de practicarla, o bien que se aburra y decida que en realidad
quiere descansar por un tiempo o intentar algo distinto. Es muy posible que
algo así le lleve a perder la disciplina que había logrado.
¿Qué puede hacer para incorporar su nueva disciplina a su vida y no correr el
riesgo de perderla?
Una de las mejores “pólizas de seguro” a que puede recurrir es encontrar
la forma de hacer placentera esa actividad. En la sección anterior vimos como
una nadadora empezó a tener una vivencia casi mística de fusión con el agua.
Ese era su equivalente del “cielo del corredor” del que tal vez los lectores
hayan oído hablar, o incluso lo hayan sentido. En la mayoría de las
actividades de resistencia que requiere el movimiento regular y repetitivo de
las extremidades es posible pasar por esa experiencia cuasi trascendente.
Como ya señalamos, este tipo místico de experiencia atlética conlleva la
inducción de la Relajación, Un factor clave en ella es que la repetición de los
movimientos físicos de la carrera, la natación o el ciclismo continúa durante
períodos relativamente largos. La cadencia transporta a la mente más allá de
las preocupaciones de la vida diaria, hacia un estado de conciencia
modificado, más trascendente. Una vez experimentado este estado mental, en
el cual creemos que la interacción entre ambos hemisferios cerebrales es
diferente, su carácter placentero bastará para que intentemos repetir la
vivencia, y eso puede ser una poderosa motivación para volver a una
actividad aeróbica, aunque uno haya tenido que dejarla durante un tiempo.
Recuerdo el caso de Horacio, un hombre a quien nunca le había gustado
correr. Tanto en la escuela secundaria como en la universidad se había visto
obligado a participar en actividades atléticas y correr tres o cuatro kilómetros
diarios. Lo mismo le había pasado con distancias bastantes largas, durante su
servicio militar en la Infantería de Marina, pero aún así, Horacio jamás
aprendió a disfrutar de la carrera ni del jogging.
Al dedicarse a una carrera civil en el ramo comercial, hizo varios intentos
de iniciar un programa de jogging, sabiendo que para mantenerse en forma
necesitaba alguna forma de condicionamiento regular en una actividad de
resistencia. Pero después de dos o tres frustrados intentos abandonó el
empeño.
Más adelante cuando a fines de los años setenta empezó el auge del
jogging, leyó una descripción del “cielo del corredor”, que lo fascinó porque
él nunca había tenido una vivencia así durante el tiempo, relativamente corto,
en que sin entusiasmo alguno lo había practicado en su juventud. En aquella
época, siempre suponía que correr le resultaría desagradable.
Empezó entonces a considerar el jogging con una actitud diferente.
Además de leer libros populares sobre el tema se sumergió apasionadamente
en la lectura de revistas para aficionados. Finalmente, decidió volver a
intentarlo, y esta vez su experiencia fue completamente diferente.
Gracias a sus lecturas, sabía que tenía que pasar un período de dos o tres
semanas para poner su cuerpo en condiciones y aumentar su resistencia.
Entonces resolvió practicar su programa de jogging durante un mes por lo
menos, y descubrió que se iba sintiendo más en forma, tal como lo había
leído. Al final del primer mes, los músculos doloridos y podía correr entre
cinco y seis kilómetros sin quedarse sin aliento.
Observe usted lo que estaba sucediendo, este hombre combinó sus
lecturas y estudios sobre el tema con los aspectos repetitivos del jogging.
Estos factores, unidos a la creciente sensación de bienestar que derivaba de la
actividad física, le ayudaron a alcanzar una intensa convicción de que el
jogging sería una actividad buena para él, y, mientras seguía con su
programa, continuó también leyendo sobre el tema.
Además descubrió que durante los entrenamientos pensaba continuamente en
los conceptos básicos del ejercicio que practicaba.
Era obvio que allí estaba actuando el Principio de la Maxi-Mente.
Horacio podía alcanzar la Relajación mediante el golpeteo regular de sus pies
al ir recorriendo una distancia de varios kilómetros. También, tanto mientras
corría como antes y después, se concentraba en ideas y pensamientos
positivos relacionados con su ejercicio. Es decir que estaba cambiando la
forma en que estaba estructurado su cerebro. Nuevas vías cerebrales estaban
permitiéndole desarrollar hábitos nuevos y positivos para su forma física.
Horacio estaba suplantando las antiguas inferencias negativas del hemisferio
izquierdo por otras nuevas y más positivas.
No pasó mucho tiempo sin que experimentase el “cielo del corredor”, es
decir, el análogo del fenómeno de fusión del que hablaba Bárbara, la
nadadora. Estas no son vivencias que se tengan en cada entrenamiento, es
posible que sólo se produzcan en forma esporádica, pero la sensación de
euforia ocurre con la frecuencia suficiente para que el atleta aficionado insista
en buscarla una y otra vez.
En el caso de este hombre, la primera vez que tuvo esta vivencia, fue
después de haber corrido, en uno de sus entrenamientos, unos seis kilómetros.
-Hasta ese momento- recordaba Horacio-, yo sabía que el que ponía la
energía para correr era yo. No sentía ninguna molestia y mi nivel energético
era excelente. Pero seguía siendo yo quien controlaba los movimientos de mi
cuerpo.
Entonces, repentinamente, tuve la sensación de que me llevaban. Correr
no me exigía absolutamente ningún esfuerzo. Me sentía como si pudiera
seguir eternamente. Además tenía una sensación de unidad con los árboles y
el agua que me rodeaban. Me sentí realmente muy exaltado y feliz… eufórico
sería la palabra justa. Ese día seguí corriendo hasta unos diez kilómetros y ni
siquiera entonces me apetecía detenerme.
Para Horacio fue una suerte haber tenido esa experiencia en ese momento,
porque más o menos una semana después se hizo una lesión grave jugando un
partido de baloncesto. Se rompió los ligamentos del tobillo izquierdo y tuvo
que andar con bastones e incómodamente enyesado durante más de un mes.
Naturalmente, durante ese tiempo no pudo seguir con su programa de
jogging.
Muchas veces, cuando se producen accidentes así, la inevitable
interrupción de los ejercicios hace que el individuo pierda el hábito que tanto
esfuerzo le costó adquirir. En el caso de Horacio, estaba desesperado por
volver a la práctica de su programa de jogging. El día después de haberse
quitado la escayola salió a caminar para así fortalecer el tobillo y volver a su
nivel anterior de condicionamiento. Lo interesante es que casi no tuvo
dolores musculares, cuando, unos diez días después, empezó a practicar el
jogging. Y uno de los principales factores que lo movían a volver a su
programa de puesta en forma era el recuerdo acuciante de aquella euforia o
éxtasis que había sentido algunas semanas antes.
Para la mayoría de los corredores, el período de preparación preliminar
puede ser relativamente corto, ya que generalmente correr no exige
demasiada destreza. Es decir, que con frecuencia basta un período de tres o
cuatro semanas para establecer la disciplina y ponerse en situación de tener la
vivencia de esa especie de éxtasis. En todo caso, son importantes la
repetición y una actitud pasiva de “dejar que la cosa suceda”, tanto para
adquirir y perfeccionar habilidades como para aumentar las probabilidades de
experimentar ese estado modificado de conciencia. Si ese es su objetivo, debe
usted evitar todo intento de forzarlo: la euforia se le dará si usted se limita a
dejar que se le dé.
PARA MEJORAR SU CAPACIDAD ATLETICA
A medida que dedique más tiempo al programa de puesta en forma que
haya escogido, es posible que comience a interesarse por los aspectos
competitivos de su deporte. Quizá le interese medir su fuerza y su habilidad
con las de otros, en diversos encuentros y torneos, y eso le dará una
oportunidad excelente de aplicar a su actividad atlética el Principio de la
Maxi-Mente.
En un nivel muy sencillo, también se han llevado a cabo estudios
controlados que demuestran que la Relajación mejora el tiempo de reacción
refleja en individuos normales. En un estudio realizado en 1980, las catorce
personas cuyas reacciones reflejas se controlaron pudieron reducir su tiempo
reflejo total en 14,41 milésimas de segundo después de haber practicado la
Relajación durante cinco semanas, dos veces al día.
En años recientes los atletas profesionales, lo mismo que los aficionados
que trabajan en serio, han tomado mayor conciencia de las dimensiones
mentales de un logro atlético importante. Diversas figuras cumbres del
mundo deportivo se han anotado en cursos en donde les enseñan a visualizar
el partido, el juego o el golpe perfectos. Este método conceptual, que es otra
aplicación del Principio de la Maxi-Mente, les permite alcanzar niveles de
concentración superiores cuando están entregados a una actividad
competitiva. Y el resultado puede ser una mejora significativa en su
actuación.
Un procedimiento eficaz empieza por inducir la Relajación. Luego, el
atleta se hace una imagen mental de lo que sería la expresión o actuación
atlética ideal o perfecta. Mediante este método, es frecuente que los atletas de
máximo nivel logren alcanzar un alto grado de serenidad interior y
disposición antes de un partido o competición. Finalmente, por medio de
diversas técnicas de relajación, visualización o imaginación pueden llegar a
mantener ese sentido de equilibrio interior durante buena parte de la
competición.
Algunas de las mejores técnicas de alto rendimiento se pueden hallar en
el tenis y en otros deportes que se practican con raqueta. Estos deportes
exigen un nivel de habilidad y entrenamiento excepcionales, hasta el punto de
que, entre jugadores de categorías superiores, hasta una ligera variación en la
ejecución de ciertos golpes puede decidir entre el triunfo y la derrota. Se ha
llegado a decir que en el tenis por lo menos la mitad, y quizá incluso un 80%
es mental.
Observar en las pistas a Chris Evert Lloyd y a Iván Lendl, dos de los
campeones mentales “duros” es un ejercicio instructivo. Lloyd y Lendl, son
ejemplos especialmente buenos porque al estudiarlos cuando la cámara
enfoca sus rostros, a menudo dan la impresión de encontrarse en un mundo
particular propio. Ninguno parece estar demasiado afectado por las
distracciones o las influencias del mundo exterior, y parecería que ambos se
encontrasen en un estado casi meditativo.
En la jerga del tenis se suele decir que un partido jugado a alto nivel de
pericia se jugó “en la zona”. Como lo explicaba un artículo del New York
Times del 5 de setiembre de 1986, esta “zona” significa un estado mental “tan
completo e intenso que sugiere un estado casi semiconsciente de euforia, al
que muchos atribuyen cierta semejanza con la hipnosis, y que permite a un
jugador o jugadora alcanzar su actuación cumbre”.
Se trata de lo que los psicólogos llaman un estado modificado de
conciencia, que se caracteriza por una tremenda sensación de felicidad,
intemporalidad, facilidad y optimismo. Por lo común, los que están jugando
en la zona realmente piensan que van a ganar.
“En estos dos últimos años he jugado partidos en los que todo ha ido bien
–confió Chris Evert Lloyd a un reportero del New York Times -. Estás
jugando en la zona, por encima de tu cabeza, donde todo es como un sueño.
Cuando juegas un partido así, quieres seguir jugando”.
Tenemos, pues, un caso de alegría eufórica que han experimentado los
corredores, nadadores y otros atletas, pero con una diferencia: en este caso la
euforia es un factor clave para el triunfo y no solo un agradable derivado de
la actividad atlética. Es evidente que aquí actúa el Principio de la MaxiMente,
cuando los jugadores alcanzan un estado mental trascendente que produce
una expresión superior de sus habilidades atléticas.
Cuando se encuentran en ese estado, las ya bien aguzadas habilidades de
los atletas “dan todo de sí”, manifestándose tal como ellos lo habían
preparado en su cerebro mediante las sesiones de visualización y de práctica.
También es muy importante que estén entrenados en el uso de una actitud
pasiva, en cuanto ese estado mental les permite desentenderse pasivamente de
las preocupaciones y las inferencias que podrían producirles ansiedad e
impedirles la acción.
Los atletas no profesionales tienen experiencias similares. Un jugador de
squash, tras haber estado jugando cuatro veces por semana durante un par de
años, llegó a un nivel de habilidad en el que se podía jugar largos rallies con
excelentes rivales. En sus mejores días, decía, tenía una sensación de andar
flotando por las pistas.
-Casi parece como si no pudiera cometer ningún fallo-. Mi oponente me
lanzaba la pelota desde ángulos muy diferentes, pero de algún modo yo
estaba siempre donde tenía que estar, sabía instintivamente hacía dónde iba a
ir su próximo tiro. Era casi como si alguien o algo externo me moviera, con
un mínimo gasto de energía. Uno de aquellos días, cuando salí de la pista, me
sentí durante una hora o quizá más, como si anduviera flotando en una nube.
En esos casos, el requisito previo para la experiencia trascendente es un
nivel de preparación física y de pericia relativamente avanzado. Uno tiene
que asumir el compromiso de ponerse en condiciones, y necesita también
cultivar un nivel de habilidad atlética lo suficientemente alto como para hacer
posible una actividad prolongada.
Otra forma muy relacionada en que puede funcionar el Principio con los
deportes de raqueta es mediante otras técnicas de visualización durante el
entrenamiento. Geoffrey C. Harvey, maestro profesional de tenis en el Club
de Badminton y Tenis de Boston, enseña a sus alumnos a inducir la
Relajación mientras aprenden a golpear la pelota. Luego visualizan un golpe
ideal mediante grabaciones de video y mímica. De esta manera imprimen en
su mente el concepto y la acción ideales para cada golpe.
Cabe preguntarse para qué sirve todo esto. Harvey sabe que la mente del
jugador se puede utilizar mejor en el proceso de entrenamiento, y que la
mente es también la peor enemiga de una buena actuación. Sus objetivos son,
primero, “programar” la mente, y segundo conseguir que ésta – y
específicamente el hemisferio izquierdo del cerebro, con todas sus angustias e
inferencias y expectativas negativas – se haga a un lado y deje que el cuerpo
haga lo suyo.
Mariana, una jugadora de fin de semana, al descubrir este tipo de técnica,
descubrió que le ayudaba a mejorar notablemente su juego contra una de sus
oponentes más difíciles. Mariana, que se acercaba a los cuarenta y cinco,
había comprobado que con esta otra jugadora se quedaba atascada a cierta
altura del juego. Típicamente, no podía ganarle más que uno o dos juegos en
cada set, en el mejor de los casos. Muchas veces, la puntuación interna de los
juegos era muy pareja, pero siempre Mariana se las arreglaba para perder la
mayoría de ellos. Por lo común, su oponente dominaba, o sea que ella
siempre se encontraba acorralada y jugando a la defensiva, intentando apenas
devolver los tiros que la otra mujer le colocaba con toda precisión.
Entonces decidió empezar a valerse de una técnica de meditación y
visualización muy semejante a la recomendada por Geoffrey Harvey. En la
primera ocasión antes de salir al campo se estuvo unos minutos en casa
practicando la Relajación con meditación. Después se imaginó como iba a ser
el partido que estaba por jugar. Mentalmente, se vio avanzando y
retrocediendo por la pista, anticipándose a los mejores tiros de su oponente y
tomando la iniciativa ella de enviar sus propios lanzamientos fuera del
alcance de su rival. Cuando finalmente llegó a las pistas, siguió meditando
antes y después de cada tiro.
Los resultados fueron realmente asombrosos –comentó-. En vez de perder
siempre los juegos, vi que realmente, al final del primer set, yo estaba
acorralando a aquella muchacha. Íbamos a cinco fuegos iguales, era la
primera vez que yo conseguía esto con ello. Finalmente ella gano ese set,
pero yo me di cuenta de que nuestra forma de competir ya no sería la misma.
Es especialmente interesante que este fuera el primer intento de Mariana
de usar el Principio de la Maxi-Mente en las pistas de tenis. Aunque era su
primera sesión consiguió una mejoría espectacular en su juego. Durante casi
todo el tiempo fue capaz de quitar de en medio a su hemisferio izquierdo con
su carga de ansiedades, dudas e interrogantes, y de limitarse a dejar que su
cuerpo avanzara y retrocediera como flotando, por la pista. A veces tuvo la
sensación real de saber hacia donde iría la pelota antes de que su oponente la
hubiera golpeado siquiera. Claro que también hubo ocasiones en que sus
técnicas de meditación le fallaron y volvió a su antiguo estilo. Pero la
diferencia que había notado al meditar en la pista era tan nítida que volvía
inmediatamente a la modalidad de la Maxi-Mente.
Aunque el cambio de sus hábitos se inició inmediatamente en el caso de
Mariana, muchas veces se requieren días y hasta semanas, para observar un
progreso significativo. En última instancia, y si nos atenemos a él, el
Principio de la Maxi-Mente debe elevar perceptiblemente nuestro nivel de
juego en casi cualquier deporte.
También Samuel, un buen jugador aficionado de squash, dio un
gigantesco paso adelante en su juego como resultado de una técnica similar.
Había llegado a dominar algunos potentes tiros bajos en diagonal y rápidos,
que le permitían vencer a muchos oponentes que no eran lo bastante ligeros
de pies. Cuando jugaba con otros más ágiles, y más o menos a su altura; se
daba cuenta de que su juego no era lo bastante variado como para tener la
seguridad de que les ganaría siempre.
Entonces Samuel se compró un libro elemental sobre las técnicas del
squash. Uno de los tiros que le interesaron en el volumen era una maniobra
muy difícil, un tiro de atrás, con efecto lateral. Desde la pared de atrás el
jugador golpea la pelota para que dé en la esquina de la pared frontal y luego
rebote, rozando, en la pared lateral, pelota imposible de contestar.
Samuel empezó por su sesión de meditación habitual para inducir la
Relajación. Inmediatamente después, se leyó y estudió los diagramas y la
descripción de este tiro en particular. Además se imaginó en la pista
efectuándolo frente a un par de sus oponentes más recios. Mientras lo
pensaba, preveía los problemas que podría tener con la ejecución de aquel
tiro. De hecho, realmente ensayó mentalmente una cantidad de jugadas, cada
una de las cuales terminaba con este tiro nuevo y difícil, que estaba
empeñado en dominar.
Al día siguiente al llegar a la pista, continuó meditando y recordando
mentalmente cómo deseaba ejecutar el tiro, de modo que, cuando tuvo la
oportunidad de probarlo, estaba preparado. Le llegó un tiro difícil y bien
colocado cuando estaba en el fondo de la pista. Dando impulso a su raqueta
golpeó la pelota dirigiéndola hacia la pared lateral que tenía más cerca.
-Fue increíble-comentaba-. La pelota hizo exactamente lo que describen
los diagramas en el libro. Golpeó exactamente en el ángulo superior de la
pared frontal y luego cayó rebotando abajo en la pared lateral.
Es claro que Samuel no siempre hacía perfectamente ese tiro, que es
demasiado difícil para que un aficionado de nivel intermedio lo logre siempre
de manera impecable, pero desde el comienzo logró un alto porcentaje de
tiros imposibles de contestar. También se creó la reputación de ser un jugador
cuyos recursos había que tener en cuenta.
Sin embargo, esa forma de sacar partido del Principio de la Maxi-Mente no
se limita en modo alguno a los deportes que se practican con raqueta.
Freeman McNeil, el zaguero del equipo de rugby New York Jets, decía en
el Boston Globe del 10 de setiembre de 1986 que él confiaba en una práctica
llamada “endodinámica”, que según dice es una especie de fusión mística de
pensamiento positivo y reacciones físicas.
-Fundamentalmente, el concepto es el de la mente y el cuerpo –le dijo al
periodista-. Todo lo que ves, lo correlacionas con tu cuerpo. Yo estaré
funcionando con puro instinto, y mi cuerpo irá siguiendo lo que mi
inconsciente vea en ese momento.
A veces, dice, cuando juega un partido, lo hace sin pensar lógica ni
analíticamente en lo que está haciendo.
-Es como repasar mis archivos (mentales) y limitarme a copiarlos – dice-.
Ahora es solo un sentimiento, en que ni siquiera vacilo. Simplemente lo sigo.
Experiencias como ésta son difíciles de formular con palabras. Ya
sabemos la razón de esto: McNeil y otros atletas que utilizan estas técnicas en
gran parte están tratando con experiencias del hemisferio cerebral derecho
que, por definición, no son fáciles de expresar verbalmente. Como los
jugadores de squash y de tenis que hemos considerado, lo que parece
conseguir McNeil es, simplemente, “que la mente no interfiera”.
Deja que sus movimientos corporales fluyan bajo la influencia del
hemisferio derecho y, cuanto más lo hace, tanto más graba en su cerebro esas
pautas de acción y de pensamiento, y tanto más condicionada queda su mente
para actuar con eficiencia y sin tropiezos en formas nuevas y más
productivas.
Parece que es un sistema que también funciona en el béisbol. Bruce
Hurst, lanzador del Boston red Sox y estrella en las Series Mundiales de
1986, ha asistido a la Sports Enhancement Associaton en Naples, Florida. Se
dice que el instituto cuyo motivo es fortalecer la confianza en sí mismos de
los atletas, es la fuente de buena parte del éxito de Hurst. El New York Daily
News (27 octubre 1986) informaba “Te enseñan a trabajar la imaginación y a
centrarte en lo que tienes que hacer –dice Hurst-. Es como lo que solía
predicar John Wooden cuando decía a sus jugadores que se tendieran y se
pusieran a visualizar cómo pasaba la pelota por la argolla. Y para mí, todo lo
que diga John Wooden está bien”.
En todas estas situaciones, el proceso de transformación mental parece ser
sustancialmente el mismo. Es decir, está operando el Principio de la Maxi-
Mente. Primero, el atleta se pone en una actitud relajada y meditativa con la
cual induce la Relajación, con sus rasgos fisiológicos típicos, y luego
visualiza, estudia o de alguna otra manera se concentra en los cambios que
quiere obtener en sus hábitos mentales o de juego.
El doctor Armand M. Nicholi, psiquiatra de la Facultad de Medicina de
Harvard, empezó a trabajar con los jugadores de rugby profesionales del New
England Journal of Medicine, tras ponerse en contacto conmigo para hablar
de nuestros estudios sobre la Relajación, ideó “un método para preparar el
equipo para las competiciones, del cual varios jugadores dicen que los han
mejorado mucho”.
Específicamente, un jugador puede ensayar mentalmente una determinada
jugada, y luego concentrarse con la que ejecuta con éxito en un partido. Por
ejemplo, en el último partido de la temporada 1983-1986, los Patriots tenían
que ganar a los Bengals de Cincinnati para conseguir el empate y quedar
clasificados. A menos de dos minutos de terminar el juego, entró un zaguero
suplente que hasta ese momento había estado visualizando la jugada, ¡y
consiguió el ensayo del triunfo!
Un estudio realizado recientemente por el equipo del doctor Stephen M.
kosslyn, sobre como se forman y se usan las imágenes mentales indicó que
todos podemos tener algún tipo de imagen mental. Un pequeño porcentaje de
personas alcanza un nivel extraordinario. Más del 80% de las imágenes
mentales son en color, en un 40% más o menos, hay movimiento, y un 10%
son imágenes que aparecen y desaparecen. Entre los usos que se les puede
dar están la toma de decisiones, la comprensión de las descripciones verbales,
el cambio de sentimientos, la auto motivación y el entrenamiento para llegar
a la cumbre en deportes.
Tengo la impresión de que aunque casi todos tenemos la capacidad de
usar técnicas basadas en la imaginación para mejorar, no la usamos tanto
como podríamos. El Principio de la Maxi-Mente, especialmente tal como se
aplica a la práctica del atletismo, ofrece una importante oportunidad de
cultivar y afinar estas capacidades de visualización, y también de mejorar
significativamente nuestro estado físico.
Vamos a ver ahora algunas formas prácticas de hacerlo, tras haber visto
cómo otras personas, en diversas circunstancias sacaban partido de estas
técnicas para adquirir nuevas disciplinas, disfrutar más de su actividad
deportiva y mejorar su actuación, es hora de que usted mismo intente obtener
tales beneficios.
Estúdiese y decida qué es lo que necesita mejorar (Primero, si padece
cualquier dolencia o tiene más de 35 años, hágase un examen médico
completo). Si es una persona completamente sedentaria, será mejor que mejor
que empiece con un programa de ejercicios moderado. O, si ya está en un
estado físico razonable puede ser que llegue a disfrutar más de su actividad
deportiva. Finalmente, si practica de forma regular el tenis, la natación o
algún otro deporte con ánimo competitivo tal vez le interese mejorar su
rendimiento.
En todo caso, póngase un objetivo y empiece a introducir cambios
provechosos en su mente y en su vida. Analice lo que se propone hacer con
su guía mental máximo. Lo mismo que antes, empezaremos por inducir la
Relajación en la Fase Uno del Principio de la Maxi-Mente, para luego pasar a
la Fase Dos, concentrando al hemisferio izquierdo sobre la información y los
conceptos claves para la organización de su disciplina, que le ayudarán a
establecer nuevas vías cerebrales para sus nuevas habilidades.
FASE UNO
Paso 1 : Concéntrese en una palabra o frase corta que concuerde con su
sistema personal de creencias. Ya hemos visto que un cristiano podría
escoger las palabras iniciales del Salmo 23, “El Señor es mi Pastor”, un judío
“Shalom”; una persona no religiosa, una palabra neutra como “uno” o “paz”.
Paso 2: Siéntese tranquilamente en una posición cómoda. Paso 3: Cierre
los ojos, a no ser que esté induciendo la Relajación mientras hace ejercicios.
A continuación encontrará una técnica para usar durante el ejercicio.
Paso 4: Relaje los músculos.
Paso 5: Respire lenta y naturalmente, y cada vez que exhale repita la palabra
o frase escogida.
Paso 6: Asuma una actitud pasiva, sin preocuparse por sí lo está haciendo
bien. Si interfieren otros pensamientos, dígase “ya está bien”, y continúe con
la repetición.
Paso 7: Continúe así durante diez o veinte minutos.
Paso 8: Practique la técnica una o dos veces diarias.
FASE UNO ALTERNATIVA:
PARA USAR DURANTE EL EJERCICIO
Paso 1: Si es mayor de 35 años o padece alguna dolencia física, pida consejo
a su médico.
Paso 2: Póngase en forma, o sea que debe ser capaz de ejercitarse sin
fatiga muscular ni dificultad respiratoria durante por lo menos 30 minutos de
actividad sostenida (jogging, marcha o natación). O debe ser capaz de
ejercitarse en forma continua durante un tiempo equivalente en algún otro
deporte.
Paso 3: Haga sus ejercicios de calentamiento habituales.
Paso 4: Mientras los hace, mantenga los ojos abiertos.
Paso 5: Fíjese en su respiración. Concéntrese en el ritmo de su respiración
mientras inspira y expira.
Paso 6: En el momento de la cadencia respiratoria o del movimiento que le
sea más cómodo, repita la palabra o frase escogido.
Paso 7: Mantenga una actitud pasiva. No se preocupe por si lo está
haciendo bien. Cuando se le ocurran otros pensamientos, limítese a decirse
“ya está bien” y vuelva a concentrarse en la respiración y en la palabra
elegida.
Paso 8: Cuando haya acabado su sesión de ejercicios, use una rutina relajante
para normalizar su metabolismo.
FASE DOS
Una vez inducida la Relajación, dedique diez o veinte minutos a recorrer
algunos de los pasajes que siguen y vea cuáles se aplican mejor a los cambios
que quiere conseguir.
Quizás encuentre que, debido a sus intereses particulares, tiene que acudir
a otras fuentes para encontrar la palabra o frase que le sirva para
concentrarse, o tal vez prefiera visualizar la habilidad que desea alcanzar. No
dude en pedir consejo a alguien en quien confíe y que comparta su sistema de
creencias. De cualquier manera aquí tiene algunos pasajes para empezar.
¿No sabéis que sois templos de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno
destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo
es.
I Corintios, 3:16-17
Para que la gente pueda ser feliz en su trabajo se necesitan tres cosas: deben ser aptos para hacerlo,
no deben trabajar demasiado, y deben obtener de él una sensación de éxito.
JOHN RUSKIN, Pre-Raphaelitism
Esta es la ley del Yukón, que sólo prosperaran los fuertes. Que sin duda perecerán los débiles y sólo
sobrevivirán los aptos.
ROBERT WILLIAM SERVICE, The Law of the Yukon
Oh, excelente es tener la fuerza de un gigante; pero tiránico es usarla como un gigante.
WILLIAM SHAKESPEARE, Measure for Measure … de la esperanza proviene la fuerza.
HOMERO, Iliada
Mi fuerza es como la fuerza de diez Porque mi corazón es puro.
ALFRED LORD TENNYSON, Sir Galabad
Mi fortaleza y mi cántico es el Señor, y en mi salvación se ha convertido
Éxodo, 15:2
Más los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas; correrán y no se
cansarán, caminarán y no se fatigarán.
Isaías, 40:31
Creo que el hombre no solo resistirá: se impondrá.
WILLIAM FAULKNER
Discurso al recibir Premio Nóbel en Estocolmo el 10/12/1950
Hay mayor grandeza en la resistencia que en la osadía; cansar a la fortuna hostil, no dejarse
amedrentar por dificultades, mantener el ánimo cuando todos lo han perdido, no dejarse manchar las
intrigas, renunciar incluso a la ambición una vez logrado el fin. ¿Quién puede decir que en esto no hay
grandeza?
WILLIAM M. THACKERAY, The Virginians
… si al joven nadador se le enseña a creer en sí mismo y a confiar en su capacidad…
fisiológicamente no hay límite para lo que es capaz de hacer. Las desventajas son psicológicas, falta de
suficiente confianza.
… si al nadador se le da la inspiración suficiente, y está dotado de imaginación en igualdad de
condiciones, no hay límites para los resultados que pueda lograr.
… cuantos más kilómetros haga un nadador a lo largo de los años, año tras año, mayores
probabilidades de éxito tendrá, especialmente nadando distancias intermedias. A un organismo fuerte y
vigoroso no se llega por atajos ni caminos fáciles. Este poder constitucional solo se puede construir,
como en el caso de la fuerza muscular, mediante la aplicación inteligente del trabajo, trabajo,
entrenamiento y trabajo, ad infinitum. Es un tipo de condicionamiento que no se puede comprar en
forma de píldoras. En
atletismo, el éxito y los logros, como todas las cosas buenas de la vida, solo se compran con trabajo
duro, sacrificio y disciplina.
R.J.H. KIPHUTH, Swimming (La natación)
Por qué hay que estar en forma
La investigación ha demostrado que.
La persona físicamente en forma es capaz de resistir la fatiga durante más tiempo que quienes no lo
están; la persona físicamente en forma está en mejores condiciones de tolerar el estrés físico; el corazón
de la persona físicamente en forma es más fuerte y más eficiente; y hay una relación entre una buena
disposición de alerta física, con ausencia de tensión nerviosa, y la buena forma física.
PROGRAMA DE EJERCICIOS PARA ESTAR EN FORMA DE LA REAL FUERZA AEREA
CANADIENSE
Uno de los grandes principios del universo es el principio del equilibrio. Para funcionar
adecuadamente, todas las partes de nuestro mundo hasta las más minúsculas, deben hallarse en un
estado de completo equilibrio.
Lo mismo pasa con nuestro cuerpo.
El cuerpo humano es otra parte del universo pensada para que esté en perfecto equilibrio. Hemos
sido construidos de manera tal que necesitamos exactamente cierta cantidad de ejercicio, no más ni
menos. Necesitamos exactamente cierta cantidad de cierto tipo de alimentos. Y necesitamos la cantidad
exacta de sueño y de alivio de las tensiones y sobrecargas de la vida… Donde hay equilibrio, hay un
sentimiento de bienestar.
Los ejercicios aeróbicos son aquellas actividades que requieren oxígeno durante períodos
prolongados e imponen al cuerpo exigencias tales que le obligan a mejorar su capacidad de administrar
el oxígeno. Como resultado del ejercicio aeróbico se producen resultados benéficos en el corazón,
pulmones y el sistema vascular.
Pero en el centro de cualquier programa eficaz de ejercicios aeróbicos se encuentra el principio del
equilibrio… Investigaciones recientes han demostrado que a menos que una persona esté entrenándose
para una maratón u otra actividad competitiva, es mejor que se limite a correr entre 20 y 25 kilómetros
por semana. Si corre más, aumentará mucho el riesgo de lesiones articulares y óseas, y otras molestias;
por otra parte, si corre menos no llegará a producir en el cuerpo el mejoramiento deseado.
Si corre usted más de 25 kilómetros semanales, no está corriendo solamente por obtener una buena
forma física y equilibrio emocional, con la buena salud y el buen aspecto que los acompañan.
DOCTOR KENNETH H. COOPER Programa aeróbico para un bienestar total
La mayoría de las personas con quienes he hablado me han dicho que correr las beneficiaba
psicológicamente. Esto no me sorprendió, pues hace mucho que a mí me sucede lo mismo. Algunos de
los beneficios son fáciles de describir: una sensación de mayor concentración y energía mental, un
sentimiento de agudeza mental. (Son cosas que no necesariamente se advierten todos los días, ni cada
vez que uno corre, pero que casi todo el tiempo están allí) Como no es frecuente que nuestro lenguaje
cotidiano describa tales fenómenos, hay otros beneficios que son más difíciles de expresar.
Cuando uno ya lleva algunos meses corriendo, advierte invariablemente algunas ganancias
psicológicas notables: una sensación de calma y de poder, de ser dueño de la propia vida. Los
corredores hablan también de una adicción… y en cierto sentido es incuestionable que la tienen. Es raro
encontrar a un corredor, por más ocupado que esté, que piense en abandonar su deporte. La verdad
suele ser lo contrario, alguien que corra cinco o seis kilómetros por día –mucho, si es sólo para estar en
forma- terminará, inexplicablemente, por doblar o triplicar la cantidad.
JAMES F. FIXX, El libro de la carrera a pie
Entre 30 y 40 minutos después (de haber empezado el ejercicio aeróbico), algunas personas
experimentan el fenómeno de la apertura. Empiezan a respirar más libremente, se les ensancha el pecho
y parece como si todo el organismo trabajase con más facilidad. Es una sensación poderosa,
maravillosa. Es como la sensación de que algo se despertara dentro de uno.
(Entre los) 30 y 45 minutos de correr… empieza a producirse la primera de las posibles
modificaciones en la conciencia. Son, generalmente, alteraciones sensoriales. Parece como si los
sentidos estuvieran más despiertos. Todos ellos responden: la vista, el oído, el tacto, el gusto, el olfato y
la disposición.
THADDEUS KOSTRUBALA, The Joy of Running
Como ya he dicho, éstas no son más que algunas posibilidades para
concentrarse al emprender un programa de este tipo. Es probable que después
de un período de oración y meditación usted quiera dedicar un tiempo
considerable a leer material referente al deporte o al programa de ejercicios
que le interesa. Es, ciertamente, una buena manera de ayudarse a renovar la
instalación de las vías cerebrales que se relacionan con el ejercicio y la buena
forma física. Con este objeto puede leer alguno de los libros sobre estos
temas que seguramente encontrará en las librerías o en la biblioteca de su
barrio. Lo importante es empezar abriéndose mentalmente mediante la
Relajación, para luego iniciar la lectura de materiales que ayuden a que el
cerebro comience a incorporar esos cambios benéficos.
Un cuerpo en forma no es, sin embargo, más que parte de una vida de
satisfacción y equilibrio. A casi todos nos interesa igualmente, por lo menos,
mejorar nuestro rendimiento mental, y eso incluye la adquisición de
habilidades intelectuales nuevas y el afinamiento de las que ya poseemos. El
Principio de la Maxi-Mente puede ser una poderosa ayuda si lo orientamos al
logro de tales objetivos.
7
El secreto para mejorar el poder mental
Prácticamente todos queremos sacar mejor partido de nuestra mente, y
eso puede significar una mayor capacidad de aprendizaje, más habilidad para
resolver problemas, creatividad u otras capacidades intelectuales.
Somos muchos los que hemos iniciado el estudio de un idioma extranjero,
y después de unas pocas lecciones lo hemos abandonado. Y somos muchos
los que seguimos tomando decisiones y resolviendo problemas laborales en el
antiguo estilo, aunque nos damos cuenta de que no somos tan eficientes como
podríamos. ¿Y los que nos enfrentamos con cualquier novedad diciendo que
ya no estamos para adaptarnos a las nuevas ideas?
El problema subyacente a muchos de estos atascos intelectuales y
bloqueos mentales es que con frecuencia nuestras pautas de pensamiento
están aprisionadas en formas ineficaces de afrontar problemas. Necesitamos
nuevas intuiciones y enfoques novedosos, pero la cuestión es cómo nos
liberamos de nuestras propias restricciones intelectuales. Una respuesta nos
da la aplicación del Principio de la Maxi-Mente.
Para que vea cómo se puede disfrutar de un aumento en la disciplina
intelectual y de lo que globalmente llamamos “poder cerebral”, permítame
contarle tres ejemplos representativos tomados de mi propia experiencia
clínica. Se centran en el mejoramiento del trabajo académico, de la capacidad
para escribir y de la eficiencia laboral diaria.
EL PODER MENTAL EN DISCIPLINAS ACADEMICAS
Con algo más de cuarenta años. Elena tenía una vida frenética y ocupada,
no solo como profesional de carrera sino también como madre de cinco hijos.
Pese a todo, quería retomar los estudios para obtener un título superior que le
permitiría ganar más y le ofrecería también mayores satisfacciones
personales.
Pero también sentía que estaba sometida a demasiadas presiones, y le
parecía que no estaba manejando el estrés lo suficientemente bien como para
afrontar una nueva aventura académica y un cambio de carrera.
Sus problemas se complicaron con un diagnóstico de presión
moderadamente alta, como resultado del cual empezaron a administrarle
medicación hipotensora. Aunque la presión sanguínea disminuyó un poco,
todavía no estaba en su nivel normal, y le preocupaban también los efectos
secundarios de la medicación, entre ellos una sensación de fatiga y una
incapacidad de concentración que le impedían sentirse bien del todo.
Como sabía que el estrés puede ser causa de hipertensión, nos visitó para
ver si podíamos aportarle algún alivio sin usar más fármacos; esa le parecía la
solución para controlar mejor su vida y sus objetivos académicos.
A la entrevista inicial vino bien preparada, ya que había leído uno de mis
libros y estaba convencida de que la Relajación podía ayudarle a romper el
círculo de angustia y de estrés que estaba contribuyendo a su problema con la
presión sanguínea.
-Este cambio no se produjo de la noche a la mañana- comentaría
después-. Me llevó tiempo y muchísima autodisciplina. En mi primera visita
me enseñaron la Relajación, además, empecé un programa para hipertensos
en el hospital, y eso añadió régimen y ejercicios a mi agenda diaria.
Desde su perspectiva actual, sin embargo, el principal factor de su
mejoría ha sido la práctica diaria de la Relajación, por la mañana y por la
noche.
-Ya no me siento como si el tiempo me viniera continuamente pisando los
talones –dice Elena-, ni siento las oleadas de adrenalina, la constricción de los
vasos sanguíneos y el inevitable ascenso de la presión. En cambio me siento
mucho más tranquila y poco a poco la presión sanguínea se me ha
normalizado.
Lo interesante es que su vida no tardó en plantearle más exigencias, no
menos. Durante su terapia con la Relajación, tomó la decisión de cambiar la
orientación de su carrera –un cambio que puede ser fuente de estrés para
cualquiera – e inició estudios de posgraduada.
Como resultado de las transformaciones internas que iba experimentando,
se sentía diferente. Cumplió con éxito las exigencias que le imponían sus
estudios y no tardó en aprobar sus exámenes. Además de la presión de los
estudios, mantenía un trabajo de dedicación parcial, y no había abandonado
tampoco los rigores –ni, como ella insiste en señalar, “las alegrías”- de la
vida familiar.
Ahora que estoy cerca de los cincuenta, me siento vigorosa y tengo una
intensa sensación de bienestar –resume Elena-. Tengo una auténtica
tranquilidad interior. He descubierto una manera de calmarme durante las
épocas de mucho estrés. Creo que es una manera que siempre he llevado
adentro, pero que estuvo dormida y latente durante gran parte de mi vida
adulta. El uso de la Relajación me ha dado un poder real y efectivo de
mejorar mi salud y consiguientemente, mi vida.
Elena constituye un ejemplo instructivo de cómo el Principio de la Maxi-
Mente puede reforzar la capacidad de una persona para permanecer tranquila
frente a graves presiones cotidianas, y al mismo tiempo, para promover el
éxito en una nueva actividad académica.
En realidad ella no eliminó ninguno de los puntos de su ya recargada
agenda; se limitó a cambiar de orientación y a asumir responsabilidades
nuevas, con lo que tuvo que ampliar y ejercitar su mente en un ambiente
universitario de mucha exigencia.
¿Cómo podemos explicar lo que sucedió con sus mecanismos de pensamiento
durante esta experiencia?
Para empezar, abrió las puertas a un cambio benéfico y redujo las
angustias contraproducentes que inhibían su capacidad de aprendizaje
practicando regularmente la Relajación. Dicho de otra manera, se valió de la
Fase Uno del Principio de la Maxi-Mente. Luego, utilizó la Fase Dos,
manteniéndose en contacto regularmente con nosotros en el centro médico,
donde le ayudamos a reforzar su resolución de imprimir esa nueva dirección
a su vida. Además, y quizá sea lo más importante, asistía a una universidad y
se metió de lleno en la vida académica, manteniendo contactos regulares con
profesores y alumnos intelectualmente afines a ella.
Respecto a este último punto, quiero insistir en que participar en una
situación formal de aprendizaje, especialmente cuando se exigen exámenes y
se tiende a la obtención de un título, es algo que respalda los esfuerzos por
cultivar una nueva disciplina académica. El intento de concretar en forma
aislada una empresa de este tipo –como sería aprender una lengua extranjera
valiéndose solamente de grabaciones y libros- es un camino más difícil de
seguir.
Si escoge usted una forma más individual y aislada de abordar el
aprendizaje, es importante que cultive algunas influencias que le ayuden a no
descaminarse; puede buscar un guía mental máximo, es decir, un tutor o un
experto en la disciplina que haya escogido, o bien ponerse de alguna manera
en contacto con personas, bibliografía o ideas que puedan ayudarle a
condicionarse durante la Fase Dos.
LA DISCIPLINA PARA ESCRIBIR
En un momento u otro, muchas personas experimentan el bloqueo del
escritor. Sucede por ejemplo, cuando a un aspirante a ejecutivo le encargan
que prepare un informe importante, que él sabe que será decisivo para el
futuro de su carrera. Sucede también con quienes tienen que levantar actas de
reuniones, preparar la presentación de una colecta que acompaña una colecta
de fondos o redactar discursos para promover una causa. En esos casos, uno
sabe que tiene que llenar de palabras la hoja en blanco que tiene por delante,
pero sencillamente las palabras no salen.
Algo así le pasó a Jaime, un joven de cerca de treinta años que no podía
terminar su tesis doctoral en una importante universidad. Cuando vino a
tratarse con nosotros hace unos tres años, su principal preocupación era que
la presión alta que padecía no respondía bien a la medicación que estaba
tomando. En sus conversaciones conmigo, me confió que creía que su
ansiedad se generaba en el profundo miedo de estar repitiendo el problema
que había tenido su padre: una grave enfermedad cardiaca que se lo había
llevado un par de años atrás.
Afrontaba además otro problema: que se ponía sumamente nervioso al
someterse a exámenes médicos, y eso tendía a subirle aún más la presión
sanguínea. De modo que se veía prisionero de un círculo de lecturas de
presión más altas, a pesar de que estaba tomando dosis cada vez mayores de
fármacos, como los llamadores diuréticos y bloqueadores beta.
-Tenía un miedo paralizante –evoca ahora-. Me sentía solo, pero no hacía
nada con mi soledad. En mi trabajo me faltaba entusiasmo y la tesis
prácticamente no avanzaba.
Era una excelente oportunidad para a aplicación del Principio de la Maxi-
Mente. Empezamos por enseñarle una sencilla técnica de meditación, la
misma que hemos descrito varias veces en este libro como la Fase Uno del
Principio. Jaime tenía una sólida formación católica y estaba ansioso por
recuperar algo de la vitalidad de aquella fe, que durante los últimos años
había sentido debilitarse. Eligió, pues una sencilla oración como centro de
meditación, y el resultado fue casi inmediato. En unas pocas semanas la
presión había vuelto a ser normal y ya no necesitaba medicación.
-La religión siempre había sido importante para mí –me contó-, pero la
oración diaria no había seguido siendo parte de mi vida. Aunque tuve muchos
años de educación católica, no me había dado cuenta del consuelo que podía
ser la oración. La meditación me ha ayudado a superar mis angustias.
Aquel no fue más que el primer paso en la experiencia de cambio vital
que tuvo lugar con Jaime, quien por entonces sufrió varias influencias
importantes que le ayudaron a modificar sus pautas de pensamiento.
Primero, inició una psicoterapia, y el terapeuta le sirvió como una especie
de guía mental máximo que le ayudó a enfrentar algunos problemas que le
planteaba su trabajo en investigación y a salvar el estancamiento de su tesis.
Además, se casó con una mujer que lo apoyaba mucho, estimulándolo
constantemente en su trabajo y en sus ambiciones.
Y se mantuvo en contacto con nosotros en el centro médico, desde donde
le ayudamos a reforzar los modelos de la transformación que estaba
empezando a operarse en él.
En cuanto al resultado final, es el propio Jaime quien mejor lo expresa.
-Todavía tengo muchos miedos, pero estoy enfrentándome con ellos
mucho mejor. Este año pasado fue muy rico para mí. Terminé mi tesis y me
gradúe en junio. Mi mujer y yo hemos comprado una casa vieja, encantadora
que estamos arreglando. Además, esperamos un hijo para el próximo mes de
mayo, y yo he encontrado un trabajo de investigación más interesante, que en
este momento estoy empezado. ¡Son muchas cosas positivas, y finalmente
tengo la sensación de que estoy avanzando otra vez!
En este caso, el bloqueo para escribir evidentemente era parte de un
problema mayor. En todo caso, Jaime empezó por reducir las ansiedades y
miedos excesivos que lo habían inmovilizado, y después dejó que la
influencia de personas y circunstancias le ayudará a promover su
transformación interna. Como resultado, consiguió resolver problemas que
eran muy importantes en su vida.
Cuando en su trabajo uno se ve en una tarea que le exige mucho y que
incluye la redacción de un texto muy difícil, un poco de presión y de estrés
puede hacerle bien, en cuanto le mueve a desempeñarse mejor y aumenta su
apetito de aprender y adelantar, pero un exceso de presión puede ser una
influencia negativa. Incluso como sucedió con Jaime, la presión puede
hacerse tan abrumadora que lo inmovilice a uno por completo.
De todas maneras, esta consideración no es ninguna novedad. En la
primera de este siglo dos investigadores de Harvard, Robert M. Yerkes y
John D. Dodson, demostraron que a medida que el estrés y la ansiedad se
intensifican, la eficiencia y el nivel de rendimiento también van subiendo,
hasta que llegado el estrés a cierto punto, la eficiencia y rendimiento
empiezan a descender.
Jaime, como muchos, tuvo que empezar por encontrar la manera de
reducir el exceso de estrés en su vida; sólo entonces pudo experimentar los
suficientes cambios benéficos para superar su bloqueo para escribir.
LA TRANQUILIDAD Y LA EFICIENCIA LABORAL
Entre la motivación y el logro tiende a haber una elevada correlación
positiva. Si a una persona muy motivada se le encarga un trabajo, lo abordará
con una intensidad y un entusiasmo que hace pensar a cualquier empresario
que ojalá todos sus empleados fueran de esa manera.
Sin embargo, también esto puede causar problemas. Estas personas
pueden tener gran dificultad para llevarse con sus compañeros de trabajo. Por
lo general, no son gente que se lo pase muy bien; es frecuente que estén
insatisfechas con su propio rendimiento, con sus jefes y con sus compañeros.
Sea por lo que fuere, es muy común que las exigencias que se imponen –y
que imponen- sean tan elevadas que impidan la consolidación de relaciones
satisfactorias.
Juana es una paciente mía, de unos treinta y cinco años, que tenía algunos de
estos problemas.
-Mientras crecía –explicaba-, tendía a ser nerviosa y exagerada. Siempre
me fue bien en la escuela, y tenía una vida familiar estupenda, de modo que
no sé bien por qué tendía a estar tensa.
Otras personas que advertían esa característica solían decirle que se calmara,
porque si no iba a subirle la presión.
-A mí me enfermaba que me dijeran eso- recuerda Juana-. Mientras crecía
tenía una salud excelente, sin rastros de hipertensión. De mayor me calmé
mucho, pero nunca tuve la sensación de poder relajarme realmente.
Después, hará unos cuatro años, una mañana advirtió que el corazón se le
había disparado. Un par de días después se sometió a un examen en un
hospital donde le diagnosticaron un trastorno cardíaco, un prolapso de la
válvula mitral.
Después de ese incidente, Juana empezó a hacerse chequeos
regularmente, y no pasó mucho tiempo sin que le dijeran que tenía la presión
muy alta. Su médico le recetó un medicamento contra la hipertensión, pero lo
que ella recuerda es que no apreció ninguna diferencia. No se sentía más
tranquila y la presión seguía haciendo picos.
Como el hecho de tomar fármacos le provocaba más ansiedad, la presión
sanguínea le siguió subiendo, y no tardó en verse atrapada en un círculo
vicioso que, en cierto sentido era una profecía que se auto realizaba.
Para controlar la hipertensión recurrió a algunas técnicas de autoayuda.
Empezó por asociarse a un club donde podía practicar ejercicios
regularmente, pero no conseguía ninguna mejora de la presión. Después
comenzó a prepararse las comidas sin sal, pero ese intento de llevar un
estricto control dietético no le hizo bajar la presión ni le redujo la angustia.
Finalmente, mientras comentaba su problema con un compañero de
trabajo, se enteró de la posibilidad de controlar la hipertensión usando las
técnicas de la Relajación, y terminó por venir a nuestro consultorio. Durante
la primera visita, estaba tan sensibilizada por los años en que habían estado
insistiéndole en que se calmara por que si no le iba a subir demasiado la
presión que se avergonzaba hasta de tener que hablar del asunto.
-Estaba convencida –explicó- de que la gente pensaría mal de mí si sabían
que estaba tomando remedios para la hipertensión.
Tal como Jaime en nuestro ejemplo anterior, Juana era una persona cuya
historia personal incluía una profunda fe religiosa, de modo que para ella fue
fácil iniciar un programa de meditación centrado en una oración, el Ave
María del catolicismo romano, que para ella tenía un sentido importante. Y
pronto su vida empezó a mejorar.
-Descubrí que al repetir para mis adentros la oración podía relajarme en
cualquier momento, aun cuando sintiera estrés –explicó.
Y agregó que, aún cuando no estuviera tratando de meditar, comenzaba a
experimentar un sentimiento de calma cada vez más profundo, tanto en su
trabajo como en situaciones sociales. En muchos sentidos, Juana se ha
convertido en la antítesis de aquella persona tan tensa que solía ser, y la
principal beneficiaria de ella ha sido su vida laboral.
-Si durante la jornada se plantea una situación de estrés –explica-, siento
que una vez pasada ésta, puedo volver muy rápidamente a sentirme relajada.
Durante la media hora que tengo para almorzar, llego a un nivel de calma que
antes era inalcanzable para mí, y encuentro que algunas cosas que antes me
exasperaban; como la temeridad al conducir, ya no me irritan de la misma
manera.
Antes, además, Juana había sido una persona muy impaciente… un rasgo
que puede hacer la vida muy desagradable, tanto para uno como para sus
colegas. Ahora ha aprendido a aceptar el hecho de que la vida tiene cierto
ritmo, y que en nuestro horario cotidiano todos tenemos interrupciones y
demoras. Entenderlo así ha facilitado sus relaciones personales y su manera
de encarar el trabajo.
Ahora comprende que la impaciencia contribuía a mantenerle la presión
alta; ya no necesita medicarse, y la presión sanguínea se mantiene normal.
Contrariamente a lo que ella misma esperaba, se ha producido un cambio que
constituye una convincente demostración del Principio de la MaxiMente.
Juana admite francamente que temía que la meditación no le diera resultado.
-Intentaba desesperadamente hacer pensar a la gente que era una persona
tranquila. Pero todos aquellos sentimientos eran los que aportaban el
combustible para hacer subir el mercurio en el aparato para medir la presión.
Cuando la meditación empezó a servirme a pesar de mis dudas, comencé
realmente a creer que era algo que podía hacerme bien. Ahora sé que meditar
diciendo el Ave María me calma y me pone en paz conmigo misma.
Juana, como muchas otras personas, abrió la puerta al cambio con sus
meditaciones y plegarias., que representaron la Fase Uno del Principio de la
Maxi-Mente. Y después se sometió a regularmente a influencias que podían
cambiar mentalmente, y sobre todo al estímulo y a la instrucción que recibía
en nuestro consultorio. Como resultado en su vida comenzó a adquirir
eficacia la Fase Dos del Principio, y empezaron a producirse cambios
importantes.
Ella había dudado de que este método le diera resultado, porque ya había
intentado sin éxito muchos otros, pero pese a sus reservas la transformación
se produjo. El poder del Principio de la Maxi-Mente empezó a operar antes
de que estuviera convencida de que se podía producir un cambio en su vida.
¿Podría ser este un ejemplo de cómo a veces es necesaria la fe para que el
Principio funcione? De hecho, en la experiencia de Juana la creencia más
importante estaba presente, porque se meditación estaba en el contexto de su
sistema personal de creencias. Su fe religiosa subyacente, expresada en la
elección de su plegaria, actuaba dándole un sentimiento de seguridad y
expectación positiva aunque no estuviera del todo segura de la técnica
específica que estaba usando.
En realidad, no tenía mucha importancia que Juana creyera o no que en su
cuerpo y en su cerebro se produciría algún cambio abstracto y, para ella,
indemostrado. Lo importante fue que el cambio ocurrió, y finalmente se
produjo a partir del contexto de sus creencias más profundas. Como
resultado, Juana se sintió mucho más feliz y más tranquila, y a la larga, se
volvió más eficiente en su trabajo y más hábil y agradable en otros aspectos
de su vida.
LAS PRUEBAS DE LA MEJORA INTELECTUAL
Desde el punto de vista científico, todavía hay que investigar mucho para
establecer la efectividad de las técnicas de la Relajación, y del uso del
Principio de la Maxi-Mente para favorecer la actividad intelectual. Con el
transcurrir del tiempo se van acumulando pruebas provenientes de la labor
clínica y experimental de diversos investigadores.
Por ejemplo, en un estudio realizado en 1981, los doctores M. S. Fiebert y
T. M. Mead estudiaron la capacidad de aprendizaje de un grupo de
estudiantes valiéndose de un programa de técnicas de meditación
especialmente ideadas para aumentar la capacidad de atención y
concentración y mejorar la percepción de la realidad.
Tras haberles enseñado las técnicas, se les pidió que les practicaran antes
de estudiar y someterse a exámenes. A un grupo de control que también usó
los ejercicios de meditación se les pidió que los practicara en otros momentos
que no tuvieran nada que ver con sus estudios.
Como se puede ver, el programa experimental estaba destinado a probar
la utilidad del Principio de la Maxi-Mente: un grupo de estudiantes empezaba
por inducir la Relajación e inmediatamente después se sometía a lecturas y
ejercicios relacionados con sus actividades de aprendizaje. Los estudiantes
del grupo de control al no pasar a la Fase Dos de la práctica inmediatamente
después de la Fase Uno, eran menos susceptibles a la operación del Principio
de la Maxi-Mente.
Los resultados finales demostraron que, en comparación con el grupo de
control, en el grupo experimental que había utilizado efectivamente el
Principio hubo una mejora significativa en las notas de los exámenes. Los
investigadores señalaron que los resultados del estudio no se podían atribuir a
diferencias en el tiempo de estudio, porque el que ambos grupos dedicaban a
prepararse era aproximadamente el mismo.
En otro estudio, una tesis doctoral del doctor A, I. Abrams, a un grupo de
niños de un nivel equivalente de enseñanza primaria le enseñaron diversas
técnicas de meditación contemplación o concentración. Después se comparó
su rendimiento escolar con el de un grupo de control que no las había
aprendido. Finalmente, los niños que usaron las técnicas se desempeñaron
mejor en las pruebas de rendimiento y, de acuerdo con una serie de escalas de
medición psicológica, exhibieron un nivel superior de crecimiento
cognoscitivo o, dicho de otra manera, demostraron que habían aprendido
más.
También en este estudio podemos ver cómo pudo haber actuado el
Principio de la Maxi-Mente. La fase meditativa operó la apertura mental de
los niños, cuyas pautas de pensamiento fueron luego modificadas con la
enseñanza recibida en clase después de la meditación. Los niños del grupo
experimental tendían también a estar más tranquilos después de haber
practicado la Relajación, y esa calma, al reducir su nivel de ansiedad y su
agitación, los preparó seguramente para aprender mejor.
Otros estudios hacen pensar que el Principio de la Maxi-Mente también
puede aumentar mucho la capacidad de resolver problemas de índole
comercial. Como parte de la preparación de su tesis doctoral, el doctor H. S.
Kindler enseñó ciertas técnicas de meditación y relajación a un grupo de
graduados administrativos sin experiencia previa en este campo. El grupo de
control se limitó a oír algunas conferencias grabadas sobre solución de
problemas o sobre meditación.
El investigador descubrió que las personas que usaron las técnicas de
meditación resolvían los problemas de equipo con más rapidez y con menor
cantidad de transacciones entre ellas, que las del grupo de control. Dijeron
también que se habían sentido menos tensas y que el trabajo de equipo les
había parecido más eficaz que a los del otro grupo.
Veamos ahora qué pudo haber sucedido con las pautas de pensamiento de
estos graduados. Primero, el grupo que usó la Relajación se abrió
mentalmente al cambio (Fase Uno del Principio de la Maxi-Mente), lo que no
solo los preparó para la transformación sino que redujo su nivel de angustia y
les facilitó la relación interpersonal.
Después, al participar en el grupo de solución de problemas, pasaron a la
Fase Dos, en la que sus procesos de pensamiento funcionaron con más
libertad y eficiencia al responder a las difíciles decisiones empresariales con
que se enfrentaban.
No todos los estudios han verificado que el uso de técnicas como la
meditación o la contemplación mejoren las capacidades intelectuales, algunos
han llegado a la conclusión de que con ellas no se observa ninguna
diferencia.
Sin embargo, al analizar estos estudios negativos se ve que en ellos sólo
se aplicó la primera fase del Principio. Es decir, que el individuo o grupo
practicó la Relajación y por ende redujo la ansiedad y disfrutó de otros
beneficios físicos y psicológicos, pero los participantes no llegaron a la
alteración de las pautas de pensamiento que se produce en la segunda fase, no
se expusieron a las influencias que podrían haberlos orientado mentalmente
hacia los cambios deseados.
Las pruebas van completando nuestro conocimiento del Principio y,
aunque todavía no entendemos bien todas las técnicas y métodos necesarios
para cultivar los poderes de la Maxi-Mente, se va progresando.
Antes de pasar a los ejercicios prácticos para aumentar el poder mental,
hay varias consideraciones que conviene que el lector tenga presentes por su
valor práctico para establecer nuevas disciplinas intelectuales y mejorar su
capacidad de resolver problemas y su creatividad.
1. No se olvide de su guía mental máximo. Tanto en el dominio
intelectual como en cualquier otro necesitará usted reunirse regularmente con
una persona o un grupo que lo estimule, lo oriente y lo instruya. Quisiera
recordar aquí algunas observaciones del doctor Frank R. Wilson, neurólogo
del Centro Médico de la Universidad de California, que en un artículo
publicado en New York Times publicado el 13 de julio de 1986 sostiene que
todos los seres humanos, incluso los de edad avanzada pueden ser músicos.
El doctor Wilson, que empezó a tocar el piano a los cuarenta años, está
convencido de que todos estamos hechos para ser músicos. Además, al tocar
un instrumento, un individuo puede refinar y cultivar su cerebro y su sistema
neuromuscular. He aquí la declaración que formuló a un reportero. “Es
imposible mirar el cerebro humano sin darse cuenta de que es el cerebro de
un organismo diseñado para tener una interacción musical con su medio”.
Entre otras cosas, dice el doctor Wilson, el cerebro humano permite a los
músculos del brazo y de la mano movimientos refinados que nos capacitan
para tocar instrumentos musicales; además, hay partes del cerebro que han
llegado a estar altamente especializadas en el análisis y el procesamiento de
sonidos, y estas capacidades, sostiene el doctor, son importantes para los
músicos.
Entonces, ¿por qué no estamos todos sacando hermosas melodías del arpa
o la flauta o algún otro instrumento musical? Uno de los principales
obstáculos con que tropezamos, dice el doctor Wilson, es que muchos
profesores de música no saben enseñar música. Son capaces de enseñar a
personas que ya tienen bastantes conocimientos musicales, pero que no saben
qué hacer con un principiante. En otras palabras, Wilson dice que nos faltan
guías o directores mentales máximos en el campo musical, e incluso en los
cambios benéficos que pueden producirse, si está bien guiada, en una persona
que trabaje con un programa musical eficaz. Dice que de hecho el cerebro
puede cambiar en la medida que la gente incremente su capacidad musical, y
que incluso hay indicios de que las transformaciones pueden contribuir a
retardar el proceso de envejecimiento.
2. Decídase a disfrutar del proceso de aprendizaje, no a preocuparse por
él. Durante su práctica pianística, iniciada en plena madurez, el doctor Wilson
ha descubierto también que es esencial dejar de preocuparse por impresionar
a los demás y limitarse a disfrutar del proceso.
-Nadie le dice nunca que practicar sea divertido –comenta-, Volver del
trabajo y ponerse a jugar con el teclado o con las cuerdas es una actividad
muy placentera.
Esta forma de encarar el aprendizaje y el mejoramiento personal implica
una pasividad que puede ayudar a uno que se sumerja en el proceso de
aprendizaje sin los lastres de angustia que tantas veces impiden que se pueda
iniciar y seguir practicando una disciplina intelectual nueva. Muchas veces,
cuando empezamos a relajarnos y a permitirnos el lujo de obtener placer de la
experiencia del aprendizaje, es cuando empezamos realmente a avanzar en
nuestras nuevas capacidades.
Un hombre de edad mediana que acababa de iniciar el aprendizaje del
violonchelo expresó: “Tengo la sensación de haber llegado a una meseta y de
ir progresando muy lentamente. Y después, de pronto, me doy cuenta de que
algo ha cambiado en mi manera de tocar. Es algo muy sutil y que se infiltra
muy lentamente, y de pronto me lo encuentro cara a cara, y me siento
tremendamente satisfecho”.
Como recordará el lector, uno de los pasos esenciales para inducir la
Relajación es mantenerse pasivo. Cuando aparecen pensamientos extraños
uno se dice: “Ya está bien”, y vuelve a la idea, plegaria o frase que usa para
meditar. Esa misma pasividad se ha de dar en el proceso de aprendizaje… y
se dará, si uno aplica en su debido orden el Principio de la Maxi-Mente,
empezando por la Fase Uno y prosiguiendo por la Fase Dos.
Al practicar el piano, por ejemplo, podría usted empezar por la Relajación
mediante la técnica de meditación o de oración que haya elegido. Entonces,
terminada esta primera fase, pasa a la segunda: condicionar su mente o influir
sobre ella en el sentido deseado. Si se trata de tocar el piano, puede ser
simplemente que después de haber practicado la Relajación se siente usted a
iniciar su práctica. O también podría hacer la práctica con su profesor de
música (su guía mental máximo) o, en alguna ocasión, dedicarse a la lectura
de algo referente a la música.
Si sigue usted este método, lo más probable es que tenga el mismo tipo de
experiencias placenteras que el doctor Wilson en su calidad de pianista
aficionado.
3. No subestime el poder negativo del estrés. Con frecuencia hemos
mencionado los efectos negativos de un exceso de estrés o de ansiedad. Estas
fuerzas destructivas pueden cortar de raíz sus intentos de disciplinarse para
aprender algo nuevo o de encontrar una forma eficaz de resolver problemas o
de aumentar su creatividad. Las fuentes del estrés se infiltran en todo.
Una encuesta reciente llevada a cabo por Lewis-Harris indicaba que son
los problemas de salud causados por el estrés, más que por alguna
enfermedad física, los que están causando buena parte del absentismo laboral.
En el estudio que citamos, un cuarto de los entrevistados dijeron tener
problemas relacionados con el estrés. Y la mitad de las personas con
problemas de estrés se habían visto obligados a restringir su actividad laboral
diaria.
En los Estados Unidos, los Centers for Disease Control (Centros para el
Control de la Enfermedad, conocidos por las siglas CDC) confirmaron esta
tendencia al verificar, recientemente que el estrés y el aburrimiento en el
lugar de trabajo causan importantes problemas de salud… y es muy posible
que la situación empeore. A la gente le preocupa especialmente cosas como
el exceso de trabajo, la falta de control sobre su trabajo, la falta de apoyo de
jefes y colegas, y las restricciones impuestas a las oportunidades laborales.
Los CDC observaron además que esas condiciones de estrés en el trabajo
pueden dar como resultado neurosis, depresión, ansiedad, irritabilidad, abuso
de drogas o fármacos, problemas con el sueño y otras diversas dolencias
físicas, como pueden ser dolores de estómago y de cabeza.
En una vena similar, Kenneth R. Pelletier, de la Universidad de California
en San Francisco, señala en su libro Healthy People in Unhealthy Places
(Gente sana en lugares insalubres): “Aunque el estereotipo del ejecutivo
acosado por prisa es la imagen más común que se le ocurre a uno al hablar de
estrés en el lugar de trabajo, este es un problema que afecta a todos los
trabajadores. De acuerdo con una encuesta nacional publicada por la Cruz
Azul, cinco de cada seis trabajadores de los niveles de empleo más diversos
indicaron que el estrés era un factor importante en sus ocupaciones, y que
daba como resultados insatisfacción, disminución de la autoestima, angina,
tos persistente y comportamientos neuróticos”.
Si diariamente se encuentra usted sometido a presiones excesivas, no está
en muy buena posición para aprender nada nuevo ni para aumentar el poder
de su cerebro. Uno de sus primeros objetivos debe ser cambiar su situación
para que le origine menos estrés; algo que a veces es muy difícil, e incluso
imposible. Si tal es su caso, puede usted por lo menos aprender a protegerse
de los efectos perjudiciales del estrés.
Tal como ya hemos visto en varios ejemplos de este libro, una de las
mejores técnicas para reducir los efectos dañinos del estrés es practicar la
Relajación, o la Fase Uno del Principio de la Maxi-Mente. Entonces, con el
flamante apoyo de esta capacidad de adaptarse a diversas situaciones, puede
uno pasar a la Fase Dos.
4. Experimente con su creatividad. La creatividad es un concepto muy
difícil de definir, porque significa diferentes cosas para diferentes personas.
Para algunos ser creativos significa tener ideas. Para otras, uno solo es
verdaderamente creativo si en sus estrategias o conceptos nuevos hay una
dimensión práctica.
Además está la cuestión de la relación entre la creatividad y originalidad.
Hay personas que creen que para ser creativo hay que ser original: la idea,
concepto o punto de vista que a uno se le ocurre debe ser completamente
nuevo. Otros dirían que no es necesario ser original, que basta con relacionar
cosas o ideas viejas de maneras nuevas. Como se dice en Eclesiastés: “¿Qué
es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo,
que se hará: y nada hay nuevo bajo el sol”.
La creatividad significa también cosas diferentes en diferentes campos.
Para alguien de orientación comercial, puede aludir a la capacidad de resolver
problemas financieros que dejan perplejo a casi todo el mundo. En
publicidad, el creativo es la persona que puede captar lo esencial de un
producto o servicio que hay que vender, y expresarlo con las palabras o las
imágenes justas.
Al ser tan difícil de definir, los científicos sociales se han encontrado con
grandes problemas para estudiar la creatividad. En la prensa popular, la
dificultad se refleja en titulares como “La ciencia se debate en el
rompecabezas creativo”, que apareció en The New York Times el 13 de marzo
de 1984.
En aquel artículo, el doctor Howard Gardner, investigador en psicología
en el Hospital de Veteranos de Boston y co-director del Harvard Project Zero,
describe la gran diversidad de definiciones y manera de entender la
creatividad. Gardner supone que para que una persona sea creativa – o se
entregue a un trabajo original e importante -, debe empezar por pasarse un
tiempo considerable cultivando las habilidades necesarias para realizar ese
trabajo. Además, dice entre los seres humanos hay inteligencias múltiples.
Por ejemplo, algunas personas tienen una capacidad y creatividad especiales
con las palabras, otras con los números, otras con la información espacial,
con la música y así sucesivamente. En opinión de Gardner, cada una de estas
inteligencias “pasa por una particular historia evolutiva y cada una tiene una
representación aparte en el cerebro humano”.
Otros investigadores de este nebuloso dominio de la creatividad subrayan
la importancia de dejar que el cerebro trabaje inconscientemente en un
problema. Algunos insisten incluso en la importancia de los sueños que
aportan ideas o conceptos nuevos, que la mayoría de las personas
considerarán creativos.
Una aplicación comercial del “pensar con el cerebro entero” –es decir,
con coherencia entre los hemisferios izquierdo y derecho – fue ideada por
Norman W. Brown, graduado de Harvard y jefe de ejecutivos de la firma de
publicidad Foote, Cone & Belding Communications, Inc. Cuando asumió su
puesto en 1982, Brown clasificó inmediatamente a los ejecutivos contables de
la compañía como “cerebros izquierdos”, y a los creativos como “cerebros
derechos”. Pero lo más importante fue que instó a cada grupo a reconocer los
puntos fuertes del otro y a tratar de trabajar más en colaboración en los
programas de publicidad.
Una de las razones por las que Brown decidiera insistir en una mayor
cooperación entre el personal del hemisferio izquierdo y el del hemisferio
derecho fue que advirtió que en la compañía “se estaban desperdiciando
muchas buenas ideas”.
Pues bien, ¿cómo va actualmente su creatividad?
La reputación de que goza la firma por su concepción novedosa e
inteligente de la publicidad va en aumento. Muchos observadores se
quedaron impresionados por un anuncio de Foote que promovía cierta marca
de rosquillas: una mujer se deleitaba con una rosquilla y el acompañamiento
musical destacaba sensualmente su placer. Aquí, por supuesto había sido el
equipo de “cerebros derechos” de la compañía el que llevó la batuta. En otro
anuncio esta vez de cerveza, un actor analizaba la alta calidad y los
ingredientes naturales de la marca: los que se apuntaron los tantos fueron los
representantes del hemisferio izquierdo.
Algo que se desprende de estos ejemplos es que el término creatividad no
es fácil de definir, y quizá la dificultad para describir y entender el concepto
se pueda atribuir a que sus orígenes están en el hemisferio derecho. Como ya
hemos visto, el hemisferio cerebral que controla el habla, las inferencias y el
análisis lógico es el izquierdo, y sin embargo, es probable que estas
cualidades no sean más que una parte, e incluso una pequeña parte, de la
creatividad total de una persona.
Por eso no siempre es fácil decir que es la creatividad y cómo ha de
expresarse en la vida. De ahí la necesidad de tener frecuentes experiencias del
Principio de la Maxi-Mente mientras uno intenta aumentar su creatividad.
Además, usted se encontrará generalmente con que debe empezar por cultivar
ciertas habilidades básicas –es decir, hacer la instalación cerebral necesaria-
antes de poder empezar siquiera a experimentar. Es bastante difícil, por
ejemplo, ser un escritor creativo si no tiene una cierta experiencia de cómo
organizar las palabras en oraciones coherentes. Es imposible ser un científico
creativo si no se tienen los conocimientos básicos de la disciplina científica
en que se quiere ejercitar esa creatividad.
Quizá todo esto parezca dolorosamente obvio, pero es sorprendente la
cantidad de personas que creen que la creatividad es una cualidad que se
instala por sí sola en la mente de alguien, en la espera de que la usen y sin
que se requiera para ello ninguna preparación, estudio ni experiencia previa.
Incluso cuando uno tiene finalmente las habilidades necesarias para ser
creativo, no siempre hay una línea directa que conduzca a la idea o la
solución creativa. Muchas veces uno tiene que enfocar las cosas desde
distintos ángulos, e incluso casi desde fuera de la mente para alcanzar un
nivel de creatividad aprovechable.
Y esto nos lleva a otra situación en que es útil valerse del Principio de la
Maxi-Mente. Primero entra usted en la Fase Uno con la práctica de la
Relajación. Después en la Fase Dos, empieza a ponerse en contacto con la
materia prima o el tema en que quiere mostrar su capacidad creativa. Y
llegado a este punto, es probable que haya que experimentar. En vez de
lanzarse de cabeza a atacar el problema principal, quizá tenga que esperar o
dar marcha atrás por un tiempo.
He aquí como puede funcionar esto: si se enfrenta usted con un problema
difícil en el trabajo, puede empezar practicando la Relajación en Fase Uno.
Después, váyase del despacho y desentiéndase totalmente de los problemas
de negocios que intenta resolver. Al tomar distancia de esta manera, es más
probable que su mente dé con el destello de luz mental creativa que le dará la
respuesta. Una probabilidad es que salga a correr un rato, o que se dé un
paseo mirando escaparates, o se llegue hasta su librería favorita a hojear las
novedades. O tómese un café con un colega mientras charlan de cualquier
cosa. Todas éstas son maneras de hacer que el problema que está reclamando
su creatividad desaparezca de su primer plano mental, y quizás eso sea
precisamente lo que le hace falta. Para que su hemisferio cerebral derecho
tenga la libertad y el estímulo necesario para chisporrotear de creatividad,
quizá tenga usted que distraer al izquierdo, no permitiéndole una
concentración analítica en el tema que le preocupa.
Es probable que en última instancia, esta manera de abordar las cosas lo
vuelva a usted más creativo. También puede ser que le resulte muy difícil
definir o cuantificar exactamente los factores causantes de los adelantos que
nota usted en su trabajo o en otras ocupaciones. La razón de ello es también
que su hemisferio derecho debe estar íntegramente sumergido en el
pensamiento creativo… y no podemos expresar fácilmente con palabras las
operaciones del hemisferio derecho.
COMO AUMENTAR LA POTENCIA CEREBRAL
Ocupémonos ahora de los aspectos prácticos. Para aumentar su potencia
cerebral lo primero es decidir qué quiere hacer para cultivar sus capacidades
intelectuales: aprender una habilidad nueva, resolver mejor los problemas o
adquirir mayor creatividad, digamos. Cuando tenga bien claro su objetivo,
empiece a aplicar el Principio de la Maxi-Mente. Le reiteramos aquí la
descripción de la Fase Uno y de la Fase Dos.
FASE UNO
Paso 1: Escoja para concentrarse una palabra o frase corta que esté
firmemente arraigada en su sistema potencial de creencias. Como ya hemos
visto, un cristiano podría elegir las palabras iniciales del Salmo 23, “El Señor
es mi Pastor”, un judío la palabra “Shalom” y una persona no religiosa una
palabra neutra como “uno” o “paz”.
Paso 2: Siéntese tranquilamente en una posición cómoda.
Paso 3: Cierre los ojos.
Paso 4: Relaje los músculos. Paso 5: Respire lenta y naturalmente, repitiendo
al exhalar la palabra elegida.
Paso 6: Asuma una actitud pasiva y no se preocupe por si lo está
haciendo bien. Si se le ocurren otros pensamientos, dígase simplemente: “Ya
está bien” y continúe con la repetición.
Paso 7: Hágalo durante diez o veinte minutos.
Paso 8: Practique la técnica una o dos veces por día.
FASE DOS
Ahora, con la mente abierta por la práctica de la Relajación, es el
momento de exponerse por lo menos durante unos quince o veinte minutos a
influencias importantes que le ayudarán a renovar su mente en función de las
vías intelectuales que haya escogido. Quizá ya tenga alguna información,
imágenes u otro material específico sobre el cual quiera concentrarse, pero
también puede ser que prefiera simplemente “tomar distancia” durante un
tiempo y dejar que sean sus propias e innatas capacidades creativas las que
asuman el mando. O, si necesita algunos conceptos más naturales para
concentrarse en ellos, pruebe con alguno de los siguientes:
Inventa, ingenio; escribe, pluma; que grandes volúmenes son mi intento.
SHAKESPEARE, Love’s Labour’s Lostt
Pues ¿Dónde hay en el mundo autor que enseñe Belleza como la que una mirada de mujer encierra?
Aprender es sólo un añadido a nuestro ser.
SHAKESPEARE, Love’s Labour’s Lostt
… Me embraga el miedo de dejar dé ser Sin que mi pluma haya expresado Lo que en mi mente
bulle.
JOHN KEATS, “When I have fears” Pero si el gran sol por sí solo no se mueve, sino que es como
un mensajero en el cielo, si ni una sola estrella puede girar si un poder invisible no la mueve, cómo
entonces ha de poder latir este ínfimo corazón, y pensar este mínimo cerebro, si no es porque Dios late,
y piensa y vive, y no yo. Por el cielo, hombre, damos vueltas y más vueltas en este mundo, como un
torno que el Hado moviera…
Donde yace mi corazón, yace también mi mente.
ROBERT BROWNING, Men and Women, One Word More
Pensar es, o debería ser, algo que refresca y calma, y nuestro pobre corazón, y nuestro pobre cerebro,
palpitan demasiado para eso.
HERMAN MELVILLE, Moby Dick
De todas las causas que a cegar conspiran El falible juicio del hombre, y a despistar su mente, La
que más torcidamente manda en su débil cabeza Es el orgullo, invariable vicio de los tontos.
Un poco de saber es cosa peligrosa,
De la fuente de las Musas bebe a fondo, o no la pruebes; En ella la moderación es lo que embriaga
Y beber sin tasa a la sobriedad nos vuelve.
ALEXANDER POPE, “Ensayo sobre la crítica”
Con arte curiosa el cerebro, tan delicadamente trabajando, hace de sí su presa, y pensando se destruye.
CHARLES CHURCHILL Epístola a William Hogart
Que el conocimiento de más en más crezca, Pero que en nosotros la reverencia more; Que mente y
alma, en armonioso acuerdo, Hagan, como antes, una música sola.
ALFRED, LORD TENNYSON, “In Memoriam”
Ningún hombre olvidó jamás la visita que a su corazón y su cerebro hiciera aquel poder que creó
todas las cosas de la nada; visita que fue para él la autora de la música, la poesía y el arte.
RALPH WALDO EMERSON, Essays: Love
Demasiada breve es la vida para Desperdiciarla en miradas críticas y cínicas palabras, En riñas o
reproches:
Pronto llegará la noche;
¡Ea! ¡En tu meta concéntrate,
Y que Dios te acompañe!
RALPH WALDO EMERSON, Poemas
La educación es la instrucción del intelecto en las leyes de la Naturaleza, nombre por el cual
entiendo no solamente las cosas y sus fuerzas, sino los hombres y sus costumbres; y el cultivo de los
afectos y de la voluntad en un serio y amoroso deseo de actuar en armonía con esas leyes…
Para cada hombre el mundo es tan nuevo como lo fue el primer día, y para quien tiene ojos para verlas,
está igualmente lleno de inéditas novedades.
T.H. HUXLEY, Una educación liberal
Por cierto que no sabe saber quien no sabe también des-saber.
SIR RICHARD FRANCIS BURTON La Caída de Haji Abdu El-Yazdi, VI, 18
El intelecto es a la emoción como la ropa es al cuerpo: mal podíamos llevar una vida civilizada sin
ropa, pero bien pobres seríamos si no tuviéramos más que ropa sin cuerpo.
ALFRED NORTH WHITEHEAD Diálogos de Alfred North Whitehead
El pensamiento es el trabajo del intelecto, la ensoñación su placer.
VICTOR HUGO, Los miserables
Los libros no son en absoluto cosas muertas, sino que llevan en sí una potencia vital tan activa
como el alma de la cual nacieron; e incluso preservan como en una redoma el más puro y eficaz
extracto del viviente intelecto que los engendró.
JOHN MILTON, Areopagitica
No poco beneficio se deriva, cuando está uno a oscuras de la cama, de volver a repasar en la
imaginación los principales rasgos de las formas antes estudiadas, o de otras cosas valiosas concebidas
por ingeniosa especulación.
LEONARDO DA VINCI, Cuadernos El objeto Verdad, o la satisfacción del Intelecto, y el objeto
Pasión, o la emoción del corazón, aunque alcanzables hasta cierto punto en poesía lo son mucho más en
prosa.
EDGARD ALLAN POE, Filosofía de la composición
La simplicidad del carácter no es obstáculo para la sutileza del intelecto.
JOHN, VISCOUNT MORLEY, Vida de Gladstone
Mientras para el intelecto o la voluntad Haya una senda no transitada,
Y el hombre sea libre de pensar y actuar, Aún vale la pena vivir la vida.
ALFRED AUSTIN, ¿Vale la pena vivir la vida?
En tanto que un hombre imagine que no puede hacer esto o aquello, está determinado a no hacerlo, y
por ende, es imposible que lo haga.
BARUCH SPINOZA, Ética
La prudencia te repudiara si tratas de indagar POR QUE las cosas son como son o de donde
vinieron, tu tarea es empezar por aprender LO QUE ES, y en la persecución del conocimiento el
intelecto puro hallará puro placer, y el único cimiento para una filosofía conforme con la verdad.
ROBERT BRIDGES, El testamento de la belleza
Hay tres clases de intelecto: uno que comprende por sí mismo, otro que aprecia lo que otros
comprenden, y un tercero que no comprende ni por sí mismo ni cuando otros se lo muestran, el primero
es el más excelente, el segundo es bueno, el tercero es inútil.
Cuando la disposición es grande, no pueden serlo las dificultades.
MAQUIAVELO, El príncipe
Una cita, una palabra oída al azar en un lugar insólito, me pone sobre la pista del libro destinado a
operar en mí un avance intelectual.
GEORGE MOORE, Confessions of a Young Man
Dos cosas que en mi opinión se refuerzan mutuamente y permanecen eternamente verdaderas son:
No sofoques tu inspiración y tu imaginación convirtiéndose en esclavo de tu modelo, y: Toma al
modelo y estúdialo, porque de otra manera tu inspiración jamás alcanzará la concreción plástica.
VINCENT VAN GOGH, Cartas a Theo
Lo más bello que podemos experimentar es lo misterioso, fuente de todo arte y de toda ciencia
auténticos.
ALBERT EINSTEIN, Lo que creo
8
El lado espiritual
La convicción personal, y con frecuencia los conceptos religiosos
tradicionales, han desempeñado un papel importante en gran parte de lo que
hemos venido viendo en este libro.
Por ejemplo, la palabra que le hemos estado animando a usar como foco
de concentración durante sus meditaciones debe estar arraigado en el Factor
Fe, o en el sistema personal de creencias que le sea a usted más caro. Con
frecuencia, esta relación con las creencias personales a menudo implica sus
convicciones religiosas. Sea cual fuere la fuente de la creencia, será muy útil
tener algún tipo de convicción personal profunda para conseguir el pleno
efecto de la Fase Uno del Principio de la Maxi-Mente, que, por cierto,
requiere la inducción de la Relajación.
Pero muchas veces el crecimiento espiritual deriva de otras formas de
progreso personal. Se ha comprobado que al mejorar su salud, su disposición
anímica, su condición física o sus capacidades intelectuales, muchas personas
experimentan también una ampliación y profundización de su visión del
mundo y de su sistema personal de valores.
A la luz de esto, no sería desatinado el intento de aplicar el Principio de la
Maxi-Mente a nuestro crecimiento espiritual. Pero aquí nos aventuramos en
un terreno muy delicado. Si en el capítulo anterior tuvimos dificultades para
definir lo que es “creativo”, más problemas nos plantea ahora el intento de
definir lo “espiritual”.
Sería fácil interpretar mal hacia dónde apunta nuestra tentativa de
relacionar el Principio de la Maxi-Mente con las cosas espirituales. Algo que
con demasiada frecuencia sucede cuando los defensores de la autoayuda y del
control mental empiezan a promover elocuentemente su causa es que, desde
un punto de vista espiritual, se tome el rábano por las hojas. Es decir, que de
hecho es más fácil que esos esquemas amenacen sustituir o desvirtuar las
respuestas más tradicionales sobre el sentido de la vida que a convertirse en
un camino eficaz hacia ellas.
Quisiera aclarar desde el principio que no me propongo ofrecer ninguna
alternativa a la religión o a la espiritualidad tradicional. Por el contrario, en lo
que a mí se refiere, éstas deben ser los mecanismos de control básicos para
mantener en la perspectiva adecuada cualquier programa de autoayuda u otra
forma de mejoramiento personal.
El objetivo principal de este capítulo, y de otras secciones del libro, es
describir la Maxi-Mente como una importante capacidad humana a la que no
sólo es posible recurrir para alcanzar ciertas formas mundanas de auto
superación, sino también para fortalecer la propia fe. De hecho muchas
personas que han logrado profundizar en su filosofía personal y en su
tradición religiosa están usando ya este método de meditación. Lo único que
yo puedo hacer por ellas es explicar, en la medida en que creo que lo
permiten el conocimiento científico y las palabras, parte de lo que va
sucediendo en la mente y en el cuerpo cuando la persona que ora y medita
comienza a ver que en ella se producen cambios importantes.
Tampoco me anima el propósito de explicar la espiritualidad restándole
valor. Creo que las fuentes últimas de la espiritualidad podrían provenir de
fuera de las personas y no lleguen jamás a ser accesibles a un análisis físico o
químico. En pocas palabras, lo que me propongo es aclarar en alguna medida
las implicaciones científicas de fenómenos que trascienden en mucho a la
ciencia tal como hoy la conocemos.
Aun cuando este es un terreno científicamente delicado, e incluso
peligroso, me siento obligado a buscar una senda razonable para atravesar
este laberinto rico y misterioso, y con frecuencia traicionero. La
espiritualidad no es simplemente una parte de la vida; si se la define en su
sentido más amplio, es su fundamento mismo.
Ya desde el comienzo de la historia los seres humanos buscan sin cesar el
sentido de la vida y de la muerte. En la antigua Epopeya de Gilgamesh – que
es el relato de la búsqueda espiritual del rey de una importante ciudad
sumeria, hace casi 4,600 años – el protagonista Gilgamesh busca
desesperadamente el significado de la vida. Su amigo Enkidu ha muerto por
una decisión arbitraria de los dioses, y Gilgamesh siente que debe conocer el
sentido de la muerte de su amigo.
Por mucho que lo intente, no puede resolver el enigma de la vida. Una y
otra vez le dicen que su búsqueda es infructuosa. La respuesta final – y
devastadora- que recibe es que no hay permanencia en el universo. Aunque
informado ya de lo peor, Gilgamesh es capaz de aceptar la indeseable noticia
y de volver a la vida cotidiana con un sentimiento de esperanza y de entrega a
su diosa, Ishtar.
Tampoco en las partes iniciales de la Biblia se plantean preguntas
profundas y se hallan respuestas enigmáticas. La vida de Adán y Eva, como
la de sus descendientes se centra por completo en su forma de relación con
Yahvé, el Dios fiel pero exigente que constantemente interactúa con ellos
desde el momento de la creación, durante la caída y después, en sus actos de
rebelión y obediencia.
La misma saga espiritual continúa en la actualidad, aunque a veces asuma
otras formas. Por cierto que los norteamericanos de hoy son un pueblo
sumamente religioso; según las encuestas Gallup llevadas a cabo durante los
últimos decenios, un porcentaje muy alto de la población, cerca de un 95%,
dice creer en Dios.
¿A qué se debe esta orientación religiosa de la humanidad? Por una parte,
el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro es capaz, aparentemente desde el
comienzo mismo, de inferir que nos vamos a morir. Quizá seamos las únicas
criaturas de la tierra capaces de reconocer esta eventualidad. Desde un punto
de vista lógico, tras haber inferido la realidad de la muerte, el paso siguiente
es buscar un antídoto o una respuesta para mantener a raya la desesperación.
Muchos han encontrado una solución en la fe religiosa, la fe en Dios puede
ayudar a hacer tolerable la vida, incluso ante la certidumbre de la muerte.
Por otra parte, si la religión no desempeña un papel importante en la vida
de una persona, puede ser que ésta se oriente en cambio hacia algún sistema
de autoayuda o de superación personal para sustituirla. Es probable que lo
que motiva a muchos de los defensores de la puesta en forma, o a los
entusiastas de la auto superación sea un deseo –a veces inconsciente- de
vencer o de retardar la muerte. De hecho, muchos expertos piensan que
subyacente a la gran mayoría de nuestras angustias, miedos y fobias se
encuentra el gran miedo a la muerte. En su libro The Denial of Death (La
negación de la muerte), ganador del premio Pulitzer. Ernest Becker declaraba
que la muerte es “el miedo básico que influye sobre todos los demás, un
miedo ante el cual nadie es inmune, por más disfrazado que pueda estar”.
En los últimos años se han adelantado múltiples teorías sobre la forma en
que el lado espiritual de la vida humana puede estar relacionado con la
estructura de nuestro cerebro.
Una de ellas, propuesta por Julian Jaynes, psicólogo e investigador de la
Universidad de Princeton, sugiere que el cerebro del hombre se ha convertido
en una estructura bicameral, en la que el hemisferio izquierdo se concentra en
el discurso y el análisis, en tanto que el derecho emite los “comandos
internos”. En una etapa temprana de la evolución del hombre, las voces
internas empezaron a abrirse paso en la mente por mediación del hemisferio
cerebral derecho, y fueron aceptadas como una especie de “mandato divino”
que instaba a la gente a emprender tal o cual acción. Jaynes vio en ellas una
especie de resultado natural del desarrollo de las capacidades lingüísticas, la
volición personal y las reacciones ante situaciones generadoras de estrés que
exigían diferentes decisiones.
En opinión de Jaynes, aunque los seres humanos empezaron a usar el
lenguaje aproximadamente hacia el 100,000 a.C., hasta más o menos el
10,000 a.C., no llegaron a tener la capacidad ni la disposición necesaria para
la reflexión, y tampoco una verdadera comprensión del tiempo. En aquellos
primeros días, las “voces internas”, producto del hemisferio derecho, se
constituyeron en guías de las acciones de la gente, hasta llegar a considerarlas
divinas. Esta evolución, según Jaynes, contribuyó a dar origen a todas las
religiones.
Tal como él lo ve, en la Iliada no hay conciencia, es decir, que los héroes
no se interrogan, no cavilan ni deciden, sino que son tironeados de un lado a
otro por las voces de los dioses.
¿Sobreviven en la actualidad esas voces? Sólo en alucinaciones del tipo
que pueden experimentar los esquizofrénicos, responde Jaynes, o quizás en
estados místicos de gran intensidad.
Otro punto de vista, con más orientación biológica, es el que propone el
doctor Arnold Mandell, especialista en química cerebral y profesor de
psiquiatría en la Universidad de California en San Diego. Según Mandell, es
probable que haya un mecanismo neuroquímico que puede explicar las
experiencias espirituales y trascendentales de la conciencia.
Específicamente, Mandell cree que la plegaria y la meditación profunda,
el ayuno y los ejercicios de resistencia, como la carrera de fondo, pueden
detener la acción del neurotransmisor serotonina. El bloqueo de la serotonina,
que generalmente tiende a calmar la actividad cerebral, ayuda también a
intensificar la actividad eléctrica en aquellas partes del cerebro que controlan
los conceptos espaciales, la percepción del movimiento y también las
emociones. El resultado final, tal como lo expresa Mandell, son procesos
afectivos y cognoscitivos característicos del éxtasis religioso, y los cambios
de personalidad permanentes que van asociados con la conversión religiosa.
Otros han intentado integrar las operaciones del cerebro en categorías
religiosas. El doctor James B. Ashbrook, profesor de religión y personalidad
en el Seminario Evangélico y Teológico Garrett en Evanston, Illinois, cree
que las inexplicables formas de operación del cerebro –que él define como
“mente” – conectan con el ámbito de los significados trascendentes.
El cerebro no contiene el cosmos ni puede contenerlo –declara Ashbrook
-. No hay ningún proceso fisiológico que explique en forma adecuada la
intencionalidad humana. Lo que, sin embargo, sí expresa un cosmos son las
pautas de la fe, que ordenan y organizan lo que es importante en y para la
vida humana.
Tal como lo ve Ashbrook, las operaciones del hemisferio izquierdo,
analíticas y orientadas hacia el lenguaje, se relacionan con lo que en religión
se conoce como “proclamación”, la cual implica una enunciación verbal de lo
que es verdad, y que insta a la acción a quienes la oyen. En contraste, lo que
Ashbrook llama “manifestación” implica provocar la maravilla y la
participación sin recurrir al lenguaje formal. En su opinión la manifestación
no es susceptible de expresión verbal, y es más objeto de vivencia que de
expresión. Dicho brevemente, tenemos aquí como vía para la expresión
religiosa, un clásico canal del hemisferio derecho.
Mi propia opinión es que no es posible la vertiente espiritual de nuestra
experiencia solamente en función de procesos fisiológicos o biológicos. Es
indudable que las experiencias espirituales pueden ir acompañada de
reacciones físicas accesibles a la meditación con instrumentos científicos,
pero no creo que la ciencia médica objetiva como se la define actualmente,
permita explicar las bases subyacentes a tales experiencias.
Esta ciencia médica exige la presencia de “reductibilidad”, y esto
significa que es necesario reducir las causas de una enfermedad a sus bases
bioquímicas o fisiológicas específicas subyacentes. Entonces, se la puede
tratar con un fármaco u otro procedimiento que invierta la causa básica. Por
ejemplo, la causa de la neumonía es con frecuencia una invasión de bacterias.
Si se mata las invasoras con penicilina, se cura la enfermedad (hecho
objetivo).
Cuando a una enfermedad no se la puede definir o enmarcar en esos
términos reduccionistas, se considera que su estudio y su tratamiento
pertenecen a una ciencia menor psicológica, por así decirlo. La angustia, por
ejemplo, es un trastorno relacionado con los procesos del pensamiento y que
no puede reducirse a una única causa fisiológica.
El hecho de que tales fenómenos mentales no puedan reducirse más allá
de cierto nivel a causa de las interacciones tremendamente complejas del
cerebro no significa que sus efectos no existan. De hecho, no sólo existen,
sino que pueden dar como resultado cambios mensurables, reproducibles y
predecibles. Dicho de otra manera, satisfacen los criterios básicos del estudio
científico. Ese tipo de hechos que no admiten reducción tampoco se dejan
categorizar fácilmente en términos científicos, ni por ciertas mentalidades de
orientación científica. Como observó en una ocasión William James: “Si algo
hay que la historia humana demuestre, es la lentitud extrema con que las
mentalidades académicas y críticas ordinarias reconocen los hechos… que se
presentan como hechos inexplicables, sin encasillamiento ni calificación
previa, o como hechos que amenazan con desintegrar el sistema establecido”.
Cuando James habla de “las mentalidades académicas y críticas
ordinarias”, se refiere a aquellas en que predominan las funciones del
hemisferio cerebral izquierdo. El pensamiento reduccionista es una función
del hemisferio izquierdo porque se basa en la lógica y está sometido al
análisis y a la descripción verbal.
La espiritualidad, por el contrario, suele ser una manifestación de las
funciones del hemisferio derecho, que no se dejan describir fácilmente con
palabras. Por eso me parece cortedad de vista denigrar el estudio científico de
fenómenos humanos tales como la espiritualidad, por el solo hecho de que no
entran en un marco referencial actualmente aceptado.
En pocas palabras, me pregunto si los que más enérgica y exclusivamente
respaldan el reduccionismo de la ciencia médica estrictamente objetiva no
estarán demasiado conectados con el modo de pensar del hemisferio
izquierdo. Es probable que por estos motivos tengan dificultades para
vivenciar los conceptos del hemisferio derecho. Es algo comparable a la
situación de un adulto que tratara de explicar a un niño de cinco años lo que
es el amor físico. Quizás el pequeño reconozca que el adulto intenta
transmitirle algo importante, pero su capacidad de entender plenamente lo
que se le dice todavía no está desarrollada.
En cierto sentido, desde un punto de vista científico-práctico, no tiene
importancia hasta qué punto los hechos espirituales se den como
acontecimientos internos en nuestro cerebro, o como entidades aparte. De
cualquiera de las dos maneras saldremos ganando.
Por una parte, si los hechos espirituales, y entre ellos las funciones
curativas, tienen una dimensión cerebral y existen exclusivamente dentro de
nuestra cabeza y de nuestro cuerpo, los investigadores futuros quizá
descubran capacidades humanas insuficientemente utilizadas, y susceptibles
de ser aprovechadas mediante diversos tratamientos médicos y técnicas de
autoayuda. Por otra parte, si resulta que nuestro cerebro es un receptor de
potencias, fuerzas y energías que existen fuera de nosotros, es probable que
jamás podamos llegar a hacer de ellas un análisis científico completo, pese a
lo cual aún se podría demostrar que esas fuerzas externas son totalmente
reales, poderosas y potencialmente benéficas para nosotros.
Muchos de estos puntos referentes a los peligros de un pensamiento
científico reduccionista inciden sobre nuestras actitudes hacia la investigación
futura. También hay implicaciones que tienen aplicación directa en el
presente. Para empezar las reacciones físicas que acompañan a la experiencia
espiritual pueden orientarnos ahora a un mejor entendimiento de dicha
experiencia, que puede incluso enriquecerla.
Por ejemplo, no creo que sea por accidente que muchos servicios
religiosos de hoy estén estructurados de tal manera que la primera parte de la
sesión incluya música, meditación, oración y liturgia. Después, la parte final
del servicio consta habitualmente de una proclamación que se concreta en un
sermón, homilía o lectura. Y finalmente, en algunos grupos, especialmente en
aquellos con orientación evangélica, es probable que el servicio religioso
concluya con alguna forma de llamado a la acción.
Examinemos a la luz del Principio de la Maxi-Mente lo que sucede en
tales circunstancias. En la primera parte del servicio se dan una serie de pasos
que incluyen oración, meditación y liturgia, y que pueden servir para inducir
la Relajación, es decir, la Fase Uno del Principio. Por cierto, que se trata de
un enfoque que acentúa el uso del hemisferio cerebral derecho.
Luego, a medida que los concurrentes se acercan a la última parte del
servicio, están preparados para oír el sermón, destinado a influir sobre su
pensamiento y sus acciones. En la primera parte del servicio se los ha
preparado para esta exhortación y esta experiencia de cambio, de mente y de
vida. Finalmente, es probable que el ministro, sacerdote o rabino concluya
con un toque enérgico, que puede ser un llamado a la decisión o a la acción.
En este caso, el servicio religioso todo estará envuelto en la proclamación de
manera tal que constituya una poderosa aplicación del Principio de la Maxi-
Mente.
Lamentablemente, como pueden atestiguarlo muchas personas que
acuden a ellos, es frecuente que la estructura de los servicios religiosos no
esté a la altura de tales objetivos. Pero cuando un servicio se organiza en la
forma adecuada –y cuando quienes participan en él lo hacen con un
sentimiento intenso de fe y de expectativa -, pueden suceder transformaciones
vitales pasmosas.
Incluso en esta descripción de la secuencia de lo que pasa en un servicio
religioso, temo ir demasiado lejos. La presentación de este análisis no es
hacer una presentación mecanicista de cómo un sacerdote o ministro puede
manipular la vida de las personas, aparte de la actuación de una deidad o
fuerza exterior divina. Es, más bien, un modo de señalar que la obra del
espíritu, si queremos llamarla así, se puede facilitar mucho si quienes planean
los servicios religiosos están al tanto de la posibilidad de que haya un diseño
maestro subyacente en el funcionamiento de nuestra mente.
Veamos ahora algunos ejemplos concretos de cómo en ciertos individuos
se ha intensificado y transformado la faceta espiritual como resultado del
Principio de la Maxi-Mente. Empezaré por dar algunos ejemplos tomados de
mi propia experiencia.
1. La oración meditativa puede reforzar la fe. Durante casi veinte años,
Roberta ha estado enferma del corazón. Ha sufrido una serie de ataques
menores, registrando incidentes de fallos cardíacos congestivos y ataques
graves de angina pectoris. También ha estado semanas enteras hospitalizada y
en más de una ocasión debió faltar dos o tres meses al trabajo a causa de sus
problemas cardíacos.
Cuando acudió a nosotros en busca de ayuda, la gravedad de su afección,
unida a un problema de diabetes, la obligaban a tomar muchos
medicamentos. Le enseñamos una técnica de la Fase Uno que le permitiera
inducir la Relajación, y para practicarla, Roberta escogió “Señor Jesús” como
frase basada en su fe, aunque a veces decía también “Padre celestial”.
He aquí como describe Roberta el influjo de este tratamiento sobre su salud.
-Cuando empiezo a sentir que me amenaza el dolor de la angina, uso la
Relajación para hacerlo desaparecer. Para practicar este ejercicio,
generalmente desconecto el teléfono para que nadie me distraiga, y me siento
en una silla de respaldo recto.
A veces, sigue diciendo Roberta, cuando tiene la sensación mientras está
con amigos o viajando en un transporte público “me limito a cerrar los ojos y
a practicar mi ejercicio de Relajación, y la sensación nunca llega a
convertirse en dolor. Según donde esté, si no puedo sentarme en una silla de
respaldo recto, me limito a respirar lenta y tranquilamente, repitiendo mi
breve oración cada vez que exhalo. Entonces siento que los latidos del
corazón se van haciendo más lentos, y me invade una sensación de calma y
de paz. Y tampoco en este caso la sensación de la angina llega a convertirse
en dolor en el pecho”.
En un nivel puramente físico, la experiencia de Roberta es realmente la
historia de un éxito. Como ella dice: “Cuando practico asiduamente la
Relajación estoy durante meses y años absolutamente libre de los dolores de
la angina”.
Pero igualmente importante es que la práctica de la Relajación mediante
esta oración meditativa le ha ayudado a reforzar e intensificar su antigua fe
cristiana.
-El hecho de sentirme activa, seguir viva y poder caminar diez o quince
manzanas sin cansancio ni dolores de pecho me confirman sin lugar a duda
que lo que me ha sostenido durante todos estos años ha sido mi fe en el
Todopoderoso.
Históricamente, diversos tipos de curación han significado un tremendo
impacto personal y espiritual para quienes se han visto así devueltos a la
salud. Por ejemplo, en el capítulo nueve del Evangelio de San Juan, que
relata como Jesús curó al ciego, vemos como el sanado estaba dispuesto a
imponerse y defender audazmente a su sanador ante las autoridades locales.
Y también cuando Pedro curó al cojo (Hechos, 9) éste se convirtió en una
suerte de evangelista y predicador que iba saltando y proclamando las
alabanzas de Dios. Y además, se mostró dispuesto a defender a Pedro y a
Juan de las acusaciones que les imputaban cuando los llevaron ante las
autoridades del gobierno local.
En el caso de Roberta, la mejoría no fue instantánea, pero tuvo una
influencia significativa para reforzar y confirmar su fe. Tal como ella lo
sentía, la mejoría en su salud se relacionaba con los efectos fisiológicos
habituales de la práctica de la Relajación. Sin embargo, al mismo tiempo su
experiencia tenía una dimensión espiritual que ejerció un efecto benéfico
sobre su fe.
Con frecuencia veo que muchas personas profundamente religiosas no se
dan cuenta de que, de hecho hay diversas formas de meditación que son parte
de su tradición histórico-espiritual. Esas personas pueden empezar usando la
Relajación para tratar sus dolencias físicas y psicológicas, pero además
pueden encontrarse, como le pasó a Roberta que han aprendido una técnica
que les sirve para cultivar su espiritualidad.
Otra de mis pacientes, Edna, era hipertensa. Iniciamos con ella un
programa consistente en la práctica de la Relajación mediante una oración
significativa para ella: “Señor, ten misericordia de mí”. Con frecuencia tras
haber practicado la Relajación, leía algún tema de naturaleza espiritual o se
sometía de alguna otra manera a influencias benéficas que reforzaban su fe.
No tardó mucho en descubrir que la presión sanguínea se le había
reducido significativamente, y los efectos de la oración meditativa que usaba
empezaron a hacerse sentir más allá de su problema específico con la
hipertensión. Entre otras cosas, descubrió que algunos problemas de
insomnio que había tenido comenzaban a desaparecer, como también otras
molestias y dolores.
También ha experimentado notables beneficios espirituales: con su
programa oración y meditación –ideado inicialmente como tratamiento para
disminuir la presión sanguínea – ahora pasa más tiempo en comunicación con
su Dios, y como resultado tiene una sensación de calma y paz interior. Por
otra parte, suele estar más atenta a las cosas por las que tiene motivos para
estar agradecida que a las que son causa de preocupación.
En estos dos casos se produjo naturalmente un paso de la Fase Uno del
Principio de la Maxi-Mente –la práctica de la Relajación- a la Fase Dos. A
ambas pacientes, la Fase Dos las llevó a intensificar sus actividades religiosas
normales, que incluían lecturas de la Biblia, el estudio de temas espirituales y
la concurrencia a diversos servicios religiosos. Todas estas actividades
espirituales favorecieron el cambio en su actitud mental y, como resultado, la
salud de estas mujeres mejoró, se profundizó su fe, y su comprensión
espiritual fue en aumento.
2. Las experiencias religiosas en grupo bien diseñadas pueden sacar
buen partido del Principio de la Maxi-Mente. Una experiencia de este tipo se
comenzó hace varias décadas en España, donde en la Iglesia Católica
organizó un cursillo sobre cristianismo. La experiencia, estilo retiro también
es conocida en la Iglesia presbiteriana y otras en las tradiciones protestantes
con el nombre de Tres Días, y en ocasiones ha tenido una influencia
impresionante, en forma de profundos cambios espirituales en quienes
participan en ella. En muchos sentidos, esta experiencia puede constituir un
buen ejemplo de lo benéfico que es aplicar en grupos el Principio de la Maxi-
Mente.
En uno de esos cursillos, todos los participantes llegaron el jueves por la
noche para permanecer hasta el domingo por la tarde. Excepción hecha de los
miembros del equipo que dirigían los ejercicios religiosos, nadie sabía
exactamente lo que iba a suceder.
Desde el momento de su llegada, los participantes se encontraron
sumergidos en lo que uno de ellos llamó “una maratón de vivencias
religiosas”. Las charlas y conferencias se sucedían, ofreciendo lúcidas
explicaciones de los principios fundamentales de la fe cristiana y de sus
expresiones en el servicio y en el culto. Se reservaba mucho tiempo adicional
para la meditación y la contemplación, y las reuniones se celebraban en una
capilla donde las velas y el incienso intensificaban el sentimiento de
solemnidad.
Durante el fin de semana, los participantes fueron constantemente
atendidos por los miembros del equipo, tal como expresó uno de ellos,
recibieron un “diluvio de amor”, en la forma de un fuego cruzado de
pequeños presentes y notas afectuosas.
Pronto empezaron a observarse cambios notables en varias de las
personas que participaban. Una mujer dijo que por primera vez entendía lo
que significaba amar a Jesús. Aunque su experiencia anterior al cursillo se
caracterizaba ciertamente por la profundidad de su compromiso y de su fe, en
su espiritualidad faltaban vitalidad y armonía, y los cambios producidos en
ella vinieron a llenar ese vacío.
Otra mujer experimentó una especie de conversión. Aunque había
concurrido regularmente a la iglesia, la experiencia no había sido más que
una parte de su vida, reservada para fines religiosos. Ahora sentía que debía
permitir que aquella espiritualidad que antes apenas sí había llegado a
percibir invadiera otros aspectos de su vida familiar y laboral.
Otro participante, un hombre que se había dejado absorber por los
aspectos administrativos de su condición religiosa, se dio cuenta, como
resultado de las charlas y de las experiencias de meditación, de que debería
estar dedicando más tiempo a los necesitados, y resolvió participar
regularmente en un programa de ayuda a las gentes sin hogar.
Un análisis del cursillo en función del Principio de la Maxi-Mente revela
una dinámica interesante. Como dijo un colega mío que participó en uno de
esos fines de semana:
-Hubo ante todo una apertura lograda mediante los momentos de oración
y recogimiento. La mayoría de los presentes lograron un estado meditativo
que sin duda en muchos casos conllevaba la inducción de la Relajación. A
veces, sentados en la capilla a oscuras, alternábamos el recitado litúrgico con
la contemplación de los cirios encendidos y la ofrenda de nuestras plegarias y
meditaciones.
“Con frecuencia, las experiencias más intensas de este tipo tenían lugar
por la noche, antes de acostarnos. Las instrucciones que tenían los
participantes eran que inmediatamente después del servicio no debían hablar
con nadie, sino más bien irse directamente a sus habitaciones y ponerse a leer
y meditar sobre las actividades del día, o bien acostarse. Muchos de ellos se
pasaban algún tiempo leyendo y reflexionando y, como es natural, esta es una
actividad que corresponde exactamente a la Fase Dos del Principio de la
Maxi-Mente. Dicho de otra manera, esa gente ya estaba mentalmente abierta
y, por ende, era más susceptible a recibir nuevas influencias y a cambiar
como resultado de sus reflexiones, lecturas y estudios.
Además, también durante el día era frecuente que las experiencias de
meditación fueran seguidas por conferencias, charlas y otras proclamaciones.
Para decirlo en términos más científicos, la actividad meditativa del
hemisferio derecho durante la Fase Uno iba seguida por la actividad analítica
y de orientación verbal del hemisferio izquierdo, característica de la Fase
Dos.
Mi amigo se apresura a señalar, como tantas veces lo he hecho yo mismo,
que el pleno impacto espiritual de una experiencia como la de estos cursillos
no se puede explicar totalmente valiéndose de categorías científicas o
biológicas. Es claro que probablemente durante la experiencia hubo actividad
de los dos hemisferios cerebrales, y quizás en este contexto sea mejor
considerarlos como “conductos” transmisores de fuerzas trascendentes, y no
como algo que en sí mismo explica las transformaciones espirituales que se
produjeron.
Aunque positivas, este tipo de experiencias –los cursillos- me traen a la
memoria otro aspecto espiritual más negativo, e incluso, en ocasiones,
peligroso, del Principio de la Maxi-Mente. Llamo a esta dimensión, más bien
sombría, la “zona de peligro”.
LA ZONA DE PELIGRO
Así como el Principio de la Maxi-Mente puede ser usado de manera
positiva para favorecer la evolución espiritual de una persona, también se
puede emplear de una manera que se puede llamar demoníaca.
Piense el lector en las técnicas usadas en varios cultos que durante las
últimas décadas han sido objeto de amplia publicidad. Se trata de grupos que
hacen que sus adeptos mediten o realicen alguna repetitiva, que puede ser una
salmodia incesante o un movimiento de danza simple y rítmica. En muchos
casos, a los nuevos miembros se les da poco tiempo para reflexionar sobre lo
que está sucediéndoles. Por lo común, a las personas a quienes se está
introduciendo en el culto se las hace acompañar por uno de los guías o
instructores, que las bombardean con informaciones y conceptos destinados a
cambiar sus creencias y a crearles nuevos compromisos.
Los que se ven expuestos a la influencia de un medio así durante un
período prolongado empiezan a cambiar. Las actividades repetitivas y las
meditaciones los preparan para el cambio mediante la práctica de la
Relajación, que los introduce en la Fase Uno del Principio de la MaxiMente.
Después, mediante la influencia de los directores del culto e inundándolos
con información especialmente seleccionada, logran en ellos la alteración
mental necesaria para imprimirles las pautas seleccionadas por los líderes del
culto. En pocas palabras: en la estructura fisiológica del cerebro de las gentes
que han sido sometidas a períodos largos e intensos de este tipo de
adoctrinamiento se producen realmente cambios.
Muchas personas se han asombrado de que hayan sido tantos los que se
dejaron arrastrar a la práctica del culto de Jonestown, la comuna fundada por
el reverendo Jim Jones, en Guyana hace casi diez años. Como se recordará el
18 de noviembre de 1978 el senador estadounidense Leo Ryan y otros cuatro
investigadores fueron muertos a balazos en la pista de aterrizaje de
emergencia de Jonestown, y 911 fieles seguidores del reverendo Jones
murieron en la selva, algunos de ellos bebiendo, a instancias de Jones, una
bebida adicionada con cianuro, y los que se resistieron cayeron también bajo
las balas de sus compañeros.
Los seguidores de Jim Jones no fueron realmente engañados; al menos no
lo fueron durante la última y trágica fase de su experiencia en Jonestown. Lo
que sucedió fue más bien que, apartados de otros puntos de vistas más
responsables y aisladas en las selvas de la Guyana, sufrieron al parecer una
transformación grupal de sus procesos de pensamiento como resultado de una
aplicación tremenda y demoníaca del Principio de la Maxi-Mente. Sus
compromisos espirituales, sus creencias y sus pautas de pensamiento
cambiaron así a tal punto que se encaminaron por una senda que los llevó en
última instancia a la autodestrucción.
En el mundo de los negocios se han introducido otras aplicaciones,
mucho menos extremas pero igualmente cuestionables, del Principio de la
Maxi-Mente. Considérese este informe publicado en el New York Times del
17 de abril de 1987: “En su empeño por llegar a ser más competitivos, los
empresarios norteamericanos recurren a gurús motivacionales que dicen ser
capaces de cambiar la forma de pensar de los empleados”. Las técnicas
usadas por los empresarios incluían la meditación, la relajación y diversas
visualizaciones, que evidentemente son aplicaciones del Principio de la Maxi-
Mente.
Creo que es esencial que técnicas tan poderosas estén controladas por el
individuo bajo la dirección del guía mental máximo que él – o ella - haya
escogido. Además, el individuo ha de sentirse a gusto con la ideología del
programa ya antes de iniciarse en su práctica.
Es obvio que estamos manejando un instrumento poderoso. Hasta el
momento he insistido en los usos positivos del Principio de la Maxi-Mente, y
sigo creyendo que todos debemos entenderlo y utilizarlo, tanto en el ámbito
espiritual como en otros aspectos de nuestra vida. Al mismo tiempo, debemos
tener siempre presente que es potencialmente peligroso.
Por esta razón debo insistir en lo absolutamente esencial que es,
especialmente cuando empieza uno a enfrentarse con cuestiones tocantes a la
realidad fundamental y a la espiritualidad, encontrar un guía responsable que
lo oriente en el transcurso de las transformaciones interiores que sin duda
experimentará. Los cultos son especialmente peligrosos porque no han
pasado por la prueba del tiempo ni han demostrado que son benéficos para
sus seguidores. Por esta razón soy inflexible en lo que se refiere a la
importancia de buscar apoyo en una fe antigua cuya seguridad haya sido
demostrada, y que lleve siglos, e incluso milenios, difundiendo enseñanzas
altruistas.
Otra preocupación, relacionada con el problema de los cultos, es la forma
en que puede generarse un sentimiento de misión entre aquellos que han
experimentado este tipo de transformaciones personales. El cambio
producido puede ser tan profundo y conmoverlo a uno a tal punto que se
sienta obligado a compartirlo con sus semejantes. Esa actitud, per se, no tiene
nada de malo. Es más, tiene mucho de bueno.
Algunos de los movimientos más importantes y benéficos de la historia
humana han sido iniciados por creyentes fervorosos que estaban totalmente
comprometidos con su causa o su fe.
Pero en esto hay también un peligro. Cuando uno ha pasado por una
intensa transformación interior, es natural que dé por sentado que ha
encontrado el único camino verdadero. También esta creencia puede ser no
solo algo positivo, sino también una parte esencial de un impulso y de una
motivación que por primera vez emergen desde nuestro interior. Pero lo que
puede empezar a causar problemas es el paso siguiente. La intensidad de su
experiencia puede hacer que uno se ciegue al hecho de que también otras
personas, provenientes de otras tradiciones o sistemas de creencias, pueden
haber pasado por experiencias similares e igualmente conmovedoras, a las
cuales se les ha de otorgar el mismo respeto que espera uno para la suya. Y
esas personas pueden estar tan convencidas como usted del valor único de sus
intuiciones y vivencias.
De manera que si como resultado de su transformación personal se genera
en usted un sentimiento misionero, disfrute de él libremente. Al mismo
tiempo, procure ver su experiencia desde la perspectiva de la comunidad.
Sobre todo, sea comprensivo y tolerante con otros que también hayan
experimentado cambios inefables, que han alterado la dimensión de su vida,
pero cuya experiencia ha tomado una forma diferente de la suya.
Finalmente, una palabra sobre los medios de comunicación modernos, es
decir, la televisión, la radio y la publicidad: con más frecuencia de lo que nos
damos cuenta, nuestros valores morales y espirituales (y los de nuestra
familia) están influidos por lo que vemos y oímos en la televisión y en
diversos anuncios. En este campo, el peligro va en aumento si uno se expone
a la influencia de estos medios inmediatamente después de haberse abierto
mentalmente mediante la práctica de la Relajación.
Supongamos que acaba usted de practicar una sesión satisfactoria de
meditación o de plegaria. Si en ese momento en que está relativamente más
abierto a otras influencias encendiera la televisión, podría ser más susceptible
que lo normal al programa o a la publicidad, es decir, que correría el riesgo
de experimentar cambios indeseables en sus ideas. Tras haber terminado su
sesión de Relajación, puede usted pasar su tiempo disfrutando de la compañía
de su familia, leyendo algo que considere provechoso o concentrándose de
alguna otra manera en temas positivos y edificantes.
Claro que en última instancia le corresponde a usted, en su condición de
individuo independiente, seleccionar de su personal sistema de creencias el
material que considere más adecuado a sus propias necesidades. Pero quizá
sea prudente, además, que usted mismo identifique y analice las zonas de
peligro que existen en nuestra cultura antes de tomar alguna decisión
definitiva. Entender cuáles son las trampas puede ser un primer paso en la
elección del sendero espiritual más benéfico.
LA ADQUISICION DE UNA DISCIPLINA ESPIRITUAL
Para ayudarle en el desarrollo de su espiritualidad, resumimos aquí las
dos fases del Principio de la Maxi-Mente capaces de ayudarle a estar abierto
a transformaciones benéficas. Recuerde que el Principio como tal no tiene
poder alguno para enseñarle nada referente a la verdad fundamental ni a la
naturaleza de Dios. No es más que una capacidad humana que puede
contribuir a que se abra usted a determinadas circunstancias que pueden
reforzar su espiritualidad.
FASE UNO
Paso 1: Concéntrese en una palabra o una frase que esté firmemente
arraigada en su sistema personal de creencias. Como ya hemos visto, un
cristiano podría elegir las palabras iniciales del Salmo 23, “El Señor es mi
pastor”, un judío la palabra “Shalom”, una persona que no sea religiosa algo
neutro, como “uno” o “paz”.
Paso 2: Siéntese tranquilamente en una posición cómoda.
Paso 3: Cierre los ojos.
Paso 4: Relaje los músculos.
Paso 5: Respire lenta y naturalmente y, al exhalar, vaya repitiendo la palabra
o frase elegida.
Paso 6: Adopte una actitud pasiva. No se preocupe por lo bien que lo esté
haciendo. Cuando se le ocurran otros pensamientos, limítese a decirse “Ya
esta bien” y vuelva a iniciar la repetición.
Paso 7: Siga así durante diez o veinte minutos,
Paso 8: Practique así la técnica una o dos veces al día.
FASE DOS
Lo más probable es que usted conozca ya la tradición espiritual que le
interesa o le parece más promisoria para su evolución interior. En vez de
intentar conducirse como una especie de teólogo improvisado, yo le diría que
pasara revista a los textos básicos de su fe para exponerse a sus enseñanzas.
En las transformaciones espirituales es especialmente importante encontrar
un director espiritual competente, que puede ser un sacerdote, ministro o
rabino, en quien usted confíe y que esté de acuerdo con sus objetivos.
Lo mismo que sucede con cualquier consideración de orden espiritual,
con éstas usted está usted abordando los problemas más importantes que
puede afrontar un hombre, como son sus valores morales básicos y su visión
del mundo. No olvide que es un campo por donde ha de moverse con la
sensibilidad adecuada.
9
Las cimas de la mente
A medida que se avanza en la investigación del Principio de la MaxiMente,
¿qué predicciones se pueden hacer para el futuro?
En mi opinión, hay varios frentes importantes que esperan ser mejor
investigados, entre los que se cuentan el dominio auto controlado de la
química cerebral, una expansión del entendimiento y empleo del efecto
placebo, y una más amplia utilización del Principio de la Maxi-Mente como
ayuda para el cultivo de nuestras posibilidades espirituales, intelectuales y
atléticas. Veremos ahora un poco más de cerca cada uno de estos tres
campos.
EL CONTROL DE LA QUIMICA CEREBRAL Y EL EFECTO
PLACEBO
En otros capítulos de este libro hemos visto cómo las células del cerebro
se comunican o conectan entre sí por medio de sustancias químicas a las que
se conoce como neurotransmisores. Allí donde se usan reiteradamente las
conexiones cerebrales terminan por establecerse vías o instalaciones
permanentes. Estas conexiones contienen nuestros recuerdos, de hecho, son
nuestros recuerdos.
Las conexiones entre las células cerebrales pueden recordar un dolor de
cabeza y también pueden recordar lo que es sentirse bien. Son capaces,
además de recordar el alivio que se produce naturalmente o por obra de una
medicación, y esta capacidad, especialmente, ofrece un gran potencial
curativo para el tratamiento médico.
Estoy convencido de que mediante el uso del Principio de la MaxiMente
será posible recurrir a las vías nerviosas que recuerdan el alivio de un dolor,
por ejemplo, un dolor de cabeza. Entonces se podría utilizar el Principio para
provocar ese alivio mediante la acción de los mismos neurotransmisores que
se activaron para detener el dolor cuando, por ejemplo, en otra ocasión uno
tomó un fármaco.
Todo esto no es tan disparatado como inicialmente podría parecer. Los
investigadores han descubierto que alguno de los fármacos que tomamos para
aliviar el dolor actúan como lo hacen porque imitan a los neurotransmisores
que ya tenemos en el cerebro. Esos neurotransmisores imitados, que los
científicos agrupan bajo la denominación de “ligandos”, funcionan como una
especie de llave que libera ciertas reacciones cerebrales. Y a este respecto,
tanto los fármacos como los neurotransmisores pueden servir de llaves.
Por ejemplo, la morfina es una droga que alivia el dolor y produce una
sensación de euforia… y lo mismo hacen las endorfinas, como se llama a los
neurotransmisores que actúan en forma semejante a la morfina. Últimamente
hemos aprendido que correr y otras actividades naturales pueden liberar
endorfinas y, sin la intervención de ningún fármaco, producir un efecto
semejante al de la morfina.
Es indudable que hay muchos otros neurotransmisores que también
pueden producir el mismo efecto que los fármacos u otros similares; sólo
falta que aprendamos a liberarlos de manera más controlada. Se ha sugerido,
por ejemplo, que los fármacos que llamamos tranquilizantes, como el Valium
y el Librium, son eficaces porque imitan el efecto de otros neurotransmisores
que ya poseemos. Quizá podamos aprender a conectar más eficazmente los
neurotransmisores mediante pautas de pensamiento adecuadas.
¿Cómo podemos alcanzar un resultado así? Creo que mediante el uso del
Principio de la Maxi-Mente podríamos aprender a poner en funcionamiento
esos elementos químicos internos. Es decir que es bien posible que
interiormente contemos con la posibilidad de aliviar el dolor y de aumentar
de otras maneras nuestro bienestar sin recurrir a ninguna droga.
Nuevas investigaciones podrían darnos una mejor comprensión del efecto
placebo, además de sugerirnos otros usos prácticos para este fenómeno. Para
empezar, deberíamos aumentar nuestros conocimientos de la base fisiológica
de las curaciones realizadas por aquellos que practican la imposición de
manos. ¿Hay, como sostienen algunos, transmisión de energías, poderes o
fuerzas del sanador al paciente, o las curas se relacionan más bien con la fe
del paciente en las capacidades curativas del sanador? ¿Recordamos
efectivamente cómo era estar bien, y de acuerdo con ello recreamos en
nuestro cerebro las conexiones del “bien estar”? Y de manera similar,
podemos preguntarnos si sustancias inactivas como las píldoras de azúcar no
producirían su saludable efecto placebo porque creemos que se trata de
medicamentos eficaces y activos, o si tal vez pueden producir un bienestar
recordado. La respuesta a estas cuestiones y a otras semejantes está pendiente
de investigaciones.
Ciertamente hay muchos fármacos valiosos que no poseemos en la forma
de neurotransmisores, y que por consiguiente seguirá siendo necesario
usarlos como medicación. Dos de esos agentes son la penicilina y la
tetracilina. Además, es obvio que no podremos reemplazar las grandes
capacidades curativas de la cirugía moderna por más control que tengamos de
la química cerebral.
Recordará el lector que aproximadamente un 75% de las enfermedades
que hacen que el paciente promedio acuda al médico pertenecen al dominio
de la interacción mente-cuerpo. Es obvio que en este amplísimo aspecto de la
práctica médica puede caberle un papel muy importante a la adecuada
aplicación del Principio de la Maxi-Mente. O dicho de otra manera: la
comprensión y aplicación del Principio podrían servirnos para tratar aquellas
dolencias que caen entre lo que pueden resolver la medicina y la cirugía
modernas por un lado y, por otro, lo que pertenece al campo de la psiquiatría.
La aplicación del Principio de la Maxi-Mente nos llevaría también a una
práctica médica más personalizada, menos tecnificada y más barata. En
primer lugar, para mejorar la salud recurriríamos más a nuestras propias
pautas personales de pensamiento y dependeríamos menos de medicaciones y
otros recursos impersonales. Segundo, el uso del Principio impondría la
necesidad de que el médico u otro profesional de la salud se convirtieran en
guía mental máximo. Como resultado, el médico necesitaría conocer más
íntimamente las necesidades y las creencias más arraigadas de cada uno de
sus pacientes. Y finalmente se podría llegar a una práctica menos onerosa de
la medicina porque es probable que la utilización del Principio sea el mejor
camino hacia todas las formas eficaces de autoayuda.
LA FORMA FISICA, EL INTELECTO Y LA VERTIENTE
ESPIRITUAL
Preveo también una aplicación mucho más amplia del Principio de la
Maxi-Mente en la instrucción atlética, educacional y religiosa, y este es un
movimiento que en los Estados Unidos se está produciendo ya en muchas
escuelas y en instituciones dedicadas a la práctica del atletismo.
En el aspecto espiritual, será importante que las organizaciones y los
líderes religiosos distingan entre lo que es una capacidad humana, accesible a
todas las personas, sean de la fe que fuere, y lo que es la sustancia inviolable
de su fe, peculiar de su propia tradición, cuya comprensión nuestra humana
capacidad busca a tientas. Quines perciban que el Principio de la Maxi-Mente
se centra en una capacidad humana y no en una sustancia espiritual irán
utilizándolo cada vez más para realizar la disciplina espiritual.
Al acercarnos al término de esta exploración del potencial máximo de
nuestra mente, honestamente espero que lo he intentado expresar haya
resultado coherente, espero que el hemisferio izquierdo de su cerebro haya
captado estos puntos, aun cuando muchos de ellos tengan firmes raíces en ese
hemisferio derecho no verbal. Quizás en el proceso ya haya conseguido usted
modificar alguna de las poderosas inferencias negativas que pueden haber
estado limitando el funcionamiento productivo del hemisferio izquierdo.
Como ejercicio final, le sugiero que termine con una aplicación práctica
del Principio de la Maxi-Mente. Para afirmar bien estos conceptos y técnicas,
de modo que en el futuro pueda recurrir a ellos para cambiar su vida, podría
empezar por ponerse en contacto con un guía mental máximo, y luego entrar
en la Fase Uno practicando la Relajación.
Entre después en la Fase Dos, volviendo a echar una mirada al libro y
releyendo las secciones que más le interesen. Al hacerlo, tenga en cuenta los
mensajes que ha recibido y decida qué cambios necesita introducir en su vida
en un futuro inmediato. Espero fervientemente que este libro no solo haya
sido en su vida una pausa agradable dedicada a la lectura, sino que funcione
también como una puerta abierta que le indique el camino hacia las
importantes transformaciones personales que usted desea.
Al usar el Principio de la Maxi-Mente, tan fácil de aprender y de
practicar, también usted puede disfrutar –y disfrutará- de los beneficios de
una existencia más positiva y que ponga en juego la totalidad del cerebro.
Usted puede acceder a las impresionantes posibilidades de su propia y
particular Maxi-Mente.
Lo que ahora suceda será cosa suya. Tiene una opción: su Maxi-Mente, para
emplearla con todas sus maravillosas posibilidades.
FIN

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