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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

FACULTAD DE HUMANIDADES Y ARTES


ESCUELA DE HISTORIA
CÁTEDRA: HISTORIA DE ASIA Y ÁFRICA I
PROF. TITULAR: CRISTINA DE BERNARDI

LEPROHON, RONALD J. “Royal Ideology and State Administration in Pharaonic Egypt” en


SASSON, J. (Ed. in Chief) Civilizations of the Ancient Near East, Vol. I, Charles Scribner’s
Sons, Macmillan Library Reference Usa Simon & Schuster Macmillan, New York, 199 , pp.
273-287.
Traducción: Eleonora Ravenna, Leticia Rovira, Federico Luciani, Luciana Urbano, Germán
Krier, 2006

Ideología real y administración estatal en el Egipto faraónico

El Egipto faraónico debió su gran longevidad a muchos factores pero, posiblemente, a


ninguno más que a la institución de la realeza. El concepto de realeza permaneció
relativamente estable durante la larga historia del país. Fuentes de los diversos períodos
ayudan a brindarnos una pintura consistente de las ceremonias y rituales. Por supuesto, la
posición y el prestigio del rey cambió a lo largo del tiempo. Sin embargo, el hecho de que el
dogma oficial permaneciera básicamente inalterado, debe haber tranquilizado a la población
egipcia y contribuido al clima general de tranquilidad en el país. En realidad debería afirmar
que la tensión que existía entre la doctrina de un rey idealizado y la realidad de un
gobernante humano contribuyó a la vitalidad de la institución y, por extensión, del área
misma. Comprender el concepto y la naturaleza del gobierno faraónico es, por tanto,
imperativo para una cabal comprensión de la antigua civilización egipcia.
LA IDEOLOGÍA REAL
Existen cierto número de creencias que los egipcios tenían sobre su rey. Era un
monarca absoluto, el principal oficial ejecutivo del estado. Como Justicia Suprema, era
considerado la fuente de todas las normas y, por lo tanto, el fundamento de la rectitud moral.
Como Supremo Sacerdote, era el principal vínculo entre los dioses y los hombres, y por lo
tanto garantizaba en la tierra el triunfo del orden sobre el caos. Era un soberano fuerte y
noble, frente a quien ningún enemigo podía resistir: un defensor de la nación. Se lo
consideraba omnisciente, quien podía adivinar los pensamientos más íntimos de todos los
hombres. Por lo tanto, era el sabio gobernante, en quien la población podía depositar su
confianza. Se decía también que era el pastor de su gente, quien garantizaba el bienestar de
sus súbditos y protegía a todos, ricos y pobres. Un rey de Dinastía XI decía sobre su acceso

1
a la realeza, “Para ser el pastor de su tierra él [el dios sol] me hizo, ya que sabía quién podría
mantenerla unida para él”.
Al mismo tiempo, la realidad de gobernar una nación demandaba que el rey tuviera
una cierta cantidad de responsabilidades civiles considerando a sus súbditos. Era un
gobernante absoluto, aunque él mismo debía designar funcionarios honestos y diligentes que
pudieran cumplir sus órdenes para beneficio del estado. El rey estaba abierto a
deliberaciones, reflejadas en la categoría literaria de la “historia real” (Königsnovelle) que
presenta al monarca discutiendo sus planes con sus cortesanos. A pesar de que el rey
siempre se imponía al final, la descripción de un gobernante consultando con sus consejeros
que estaban /274/ autorizados a expresar sus dudas sobre los planes de la corona,
seguramente debe haber tenido una base en la realidad.
Como Justicia Suprema, el rey también estaba ligado a una autoridad más elevada,
aquella del principio cósmico del ma’at, la armonía primordial establecida por la deidad
creadora en los inicios del mundo. El rey puede haber sido considerado el dispensador de las
leyes, pero los textos constantemente señalan que él estaba regido por el ma’at, como el
resto de la humanidad. Como Sumo Sacerdote, tenía una obligación de servir a los dioses
construyendo nuevos templos y manteniendo los antiguos y observando el culto divino diario.
A cambio, los dioses aseguraban al rey –y por extensión, a toda la población de Egipto- paz y
prosperidad para esa tierra. Aún como noble guerrero, el faraón mismo era consciente de su
dependencia de una autoridad superior. El rey Ramsés II dejó saber, en el contexto del
recitado de su gran valor en la batalla de Qadesh, que cuando se encontró en severas
dificultades durante el fragor de la batalla inmediatamente imploró al dios Amun.
La realeza divina
Los egipcios creían que el rey era el poseedor del oficio divino que era derivado del
patrimonio de los dioses y que era parte del mundo ordenado por los dioses. Para ellos, las
raíces de la realeza se remontaban al comienzo de los tiempos, cuando los dioses reinaban
sobre la tierra. El Canon de Turín, que lista los nombres de los reyes y la duración de sus
reinados, comienza la serie con un número de deidades principales, a quienes se atribuyen
reinados fantásticamente largos, continúa con semi-dioses llamados los Seguidores de
Horus, y luego ofrece la lista de reyes humanos. Este vínculo con lo divino está también
señalado por la “titulatura” real, los cinco nombres oficiales del faraón. El rey era considerado
una encarnación de una forma del dios Horus y, desde la Dinastía IV en adelante, era visto
como el hijo del dios-Sol, Re.
Se encuentran otras asociaciones con el mundo de los dioses en sucesos míticos
tradicionales que servían para reforzar los reclamos reales. En el mito de Osiris, el dios-rey
es asesinado por su hermano Seth y luego vengado por su hijo, Horus. La lucha entre Horus
2
y Seth por el trono del occiso Osiris conducen al triunfo final de Horus, que demuestra a los
egipcios que la sucesión real correcta era de padre a hijo y no de hermano a hermano.
Los peculiares vínculos en los textos antiguos entre la información confiable y el
tratamiento hiperbólico subrayan la dificultad que enfrentamos en la comprensión de la
antigua realeza egipcia. Que existían lazos entre el rey y los dioses parece cierto, pero qué
tipo de lazos es aún poco claro. La visión, largamente sostenida por los estudiosos de
pincipios del siglo veinte, de que el rey era considerado divino por su misma naturaleza, debe
ser matizado por una aproximación más cauta. Debemos investigar todas las fuentes
primarias, desde los más elevados edictos reales e imágenes sagradas de los templos hasta
los clásicos relatos populares profanos, los que pueden retratar a los reyes con poco
respetuosos tonos. Debemos, además, escrutar todas las fuentes cuidadosamente, ya que la
interpretación literal de algunas palabras e imágenes es, a veces, contradicha por otras.
La titulatura real previamente mencionada parece igualar al rey con el dios Horus. Pero,
¿debe esto significar que el rey es una real encarnación del dios Horus en la tierra?, ¿o el
título sólo indica que el rey asume las cualidades de Horus? Como algunos textos señalan, el
rey es simplemente una “imagen del dios” Horus. Algunos textos del Período Tardío hacen
una clara distinción entre sus aspectos humanos y divinos: los primeros son introducidos con
una preposición que implica equivalencia (la “m de afirmación”), en tanto los últimos son
presentados con la preposición “como”. El otro título “hijo de Re”, asocia al rey con el dios Re
pero, de acuerdo a la terminología de parentesco egipcia, el uso de la palabra “hijo” sitúa al
rey en una posición inferior, con Re sirviendo no solo como su padre, sino como su amo y
protector. Asimismo, se dice del rey que “es” uno u otro dios o diosa, es difícil determinar si la
frase debe ser tomada literalmente o si simplemente iguala las acciones o el poder de ese
dios particular con aquellas del rey.
Las representaciones bidimensionales del rey raramente lo muestran junto con los
dioses, en un plano de igualdad con ellos. Más bien, el rey mira a los dioses frecuentemente
con una actitud de postración y adoración, y usualmente recibe el regalo de la vida de ellos o
simplemente, él mismo presenta ofrendas. En definitiva, este acto de ofrecimiento a los
dioses ilumina la real relación entre el rey y ellos. Sólo después de haber aceptado su
obsequio, los dioses se dignan a asegurarle vida, estabilidad y dominio. En otras palabras, se
puede decir que el rey ha ganado el favor de ellos. Su dependencia de los dioses está
acentuada en la bien conocida estatua de gneis1 del rey Kefrén (Khafre, Rekhaef) de la
Dinastía IV [Figs. 1 y 2]. El rey está sentado con Horus detrás, el dios despliega sus alas

1 Gneis: Roca de estructura pizarrosa e igual composición que el granito. [N. de T.]
3
cubriendo la cabeza del rey; este diseño claramente muestra la dependencia del monarca de
la protección del dios.

Figs. 1 y 2 Estatua sedente de Kefren (detalle y completa), 1,7 m de altura. Mueso de El


Cairo2

Esta distinción entre los varios aspectos del rey se presenta claramente en la
terminología utilizada durante el Reino Antiguo para designarlo. El vocabulario diferencia
claramente entre el rey como un ser físico y como el portador del oficio divino. La palabra
njswt, o “rey”, no es usada para designar al gobernante como ser humano, sino como el
representante de la justicia y del orden legal; de manera similar, el título njswt-bjtj, o “rey del
Alto y Bajo Egipto” se refiere no a lo humano, sino a la encarnación del poder de gobernar.
En cambio, el término ḥem, o “majestad” es usado cuando el texto menciona al rey como
gobernante enérgico. El rey como ḥem es el gobernante que asegura que sus órdenes son
obedecidas, y el término es usado en conjunción con verbos de acción tales como “dar”,
“decir” y “enviar”. Otros términos usados para referirse al rey tales como nb (señor/amo) y jtj
(soberano) son poco frecuentes antes del tardío Reino Antiguo y son simplemente sinónimos

4
del njswt. La palabra nṯr (dios) casi nunca es usada para referirse al rey viviente; raramente
aparece en textos de individuos privados en los que buscamos información sobre la
administración y el real funcionamiento de la realeza.
La bien conocida equiparación del rey con Osiris puede también resultar engañosa
porque, después de todo, se decía que el rey se convertía en un Osiris después de su
muerte. La construcción de templos funerarios para el rey tampoco puede ser tomada como
consecuencia de su atributo divino en vida, porque estos templos eran construidos para el
espíritu real ka y no para el rey viviente. Que el rey se convertía en dios después de su
muerte, es indiscutible. La Historia de Sinué, de la Dinastía XII, relata la muerte del rey
Amenemhet (Ammenemes) I: “El dios cabalgó hacia su horizonte ... ascendió al cielo y se
unió al disco solar y el cuerpo del rey de fundió con el de quien lo había hecho”. Sin
embargo, la evidencia muestra que el faraón viviente no era, como alguna vez se pensó,
divino por naturaleza o la encarnación de un dios en la tierra. Más bien, podemos pensar en
él como un recipiente humano de un oficio divino. Todo rey individual era una figura
transitoria, en tanto la realeza era eterna.
Los símbolos del poder.
El poder sacro era transferido al rey y se concretaba por un cierto número de símbolos
visibles. Debido a que la titulatura era inscripta en la mayoría de los monumentos, y parte de
estos elementos iconográficos eran fácilmente reconocibles hasta para aquellos que no
sabían leer, era posiblemente el símbolo más obvio de la realeza.
Otro símbolo obvio era la corona usada por el faraón. La Doble Corona, la sekhemty
[Figs. 3 y 3.a] era una combinación de la Corona Blanca del Alto Egipto [Figs. 4 y 4.a] y la
Corona Roja del Bajo Egipto [Fig. 5 y 5.a]; simbolizaba el dominio real sobre todo el país.
También era común la Corona Azul o khepresh [Fig. 6 y 6.a], que apareció en su forma final
por primera vez –una forma alargada con una leve curva en la parte posterior, un ureus
enrollado al frente y orejeras redondeadas- en el temprano Reino Nuevo y venía a
representar un símbolo de la coronación y de la legitimidad sucesoria. Su asociación con la
guerra puede haber sido un desarrollo posterior. Otra corona era la atef [Figs. 7 y 7.a], usada
en principio por Osiris, pero también vista comúnmente en el rey. Otros tipos de ornamentos
eran la nemes [Figs. 8 y 8.a] , el tocado real consistente en una tela estirada recogida detrás
de las orejas, y la khat o peluca en forma de bolsa3 [Fig. 9].

2
Ninguna de las imágenes incluidas pertenecen al texto original, se agregaron para su mejor comprensión. [N. de T.]
3
En ingles bagwig: una peluca con el cabello de atrás encerrado en un pequeño saco de seda. [N. de T.]
5
Figs. 3 y 3.a Horus con la Doble Corona, detalle del muro de la tumba de Horemheb.
Dinastía XVIII

Figs. 4 y 4.a Escultura de oro de Tutankamon con la Corona Blanca.

Figs.5 y 5.a Corona Roja. Reverso de la Paleta de Narmer, 63 cm de altura. Museo de El


Cairo.

6
Figs.6 y 6.a Seti I con la Corona Azul.

Figs. 7 y 7.a Imagen de Osiris con la Corona Atef, escultura de la Dinastía XXII.

Figs. 8 y 8.a Mascara funeraria de Tutankamon con el tocado Nemes. Museo de El Cairo.

7
Fig. 9 Tocado Khat
Alto relieve de Mujer con Flor de Loto, III Período intermedio. Dinastía XXV. 18,5 x 18,6 x 1,5
cm, Museo Hildesheim.

Sobre estas coronas y tocados estaba el ureus, un símbolo de Wadjit, diosa del Bajo
Egipto. Mostrada como una cobra erguida, se creía que representaba también el implacable
Ojo de Re, que escupe llamas a los enemigos del rey. Junto al ureus, el cuello y la cabeza de
la diosa buitre, Nekhbet, del Alto Egipto también puede ser vista en ocasiones. Otros
elementos iconográficos de la realeza eran la barba falsa, que en sí misma era un signo de
divinidad (la barba del rey es recta, en tanto la barba divina es más larga con una pequeña
curvatura al final), y la cola de toro colgando de la parte trasera del pollerín, la última
observada en la Paleta de Narmer de fines del período Predinástico.
El rey tenía una serie de cetros que indicaban su autoridad. Uno de los más
importantes era el cetro was, un largo cayado que estaba bifurcado en la base y en el tope
había una especie de cabeza de perro. La palabra was significaba “dominación” y este
símbolo, junto con el ankh (el signo de la vida) y el djed (el pilar de la estabilidad) es
frecuentemente observado como siendo ofrecido al rey por un dios. Otros cetros incluían el
cayado de pastor, llamado ḥeqat, de la raíz ḥeqa “gobernar”; el mayal o látigo, que consistía
en una vara corta coronada por cuerdas o tiras; la masa de cabeza redondeada, que el rey
portaba cuando aplastaba a sus enemigos en una representación simbólica de su
dominación sobre el mundo y el sekhem, una palabra cuya raíz significa fundamentalmente
“poder”.
El trono servía como un obvio emblema de la realeza. Subrayaba la diferencia social
entre el rey sentado todopoderoso y los nobles, que necesitaban aproximarse al rey en una
posición de postración, o la gente del común, que son observados agachados en el piso en la
designación jeroglífica común para “hombre”.

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Titulatura Real: El caso de Amenemhet III

El Horus: Horus Grande en


Fuerza.

“Las Dos Damas”: El que ha


tomado la herencia de las dos
Tierras
El “Horus de Oro”: Horus
dorado, de vida duradera.
“Rey del Alto y del Bajo
Egipto”: Nimaatre1.
“Hijo de Re”: Amenemhet1.

La titulatura de los reyes consistía en cinco nombres. El primero era el nombre de Horus, el cual era escrito
dentro del serekh, un rectángulo que mostraba un panel ahuecado en la parte inferior y representaba la fachada
del palacio; éste nombre simbolizaba al rey como encarnación de las cualidades del dios Horus. El segundo fue
1
el de Las dos Damas , su nombre es debido a las dos diosas que lo precedían, la diosa buitre Nekhbet y la
diosa cobra Wadjit, diosas protectoras del Alto y del Bajo Egipto, respectivamente. Este fue seguido por el
nombre Horus Dorado, otra asociación con el dios halcón. Los últimos dos nombres de la serie eran el nombre
de trono, o “prenomen”, y el nombre de nacimiento o “nomen”. Éstos eran escritos dentro de cartuchos ovales,
que simbolizaban los dominios del rey sobre el mundo entero. El nombre de trono seguido del título “Rey del
1
Alto y Bajo Egipto ”, y, desde la Dinastía VI, era usualmente compuesto con el nombre del dios Re. El nombre
de nacimiento fue el que a menudo era llevado por el rey como príncipe coronado y era precedido por la frase
“Hijo de Re”. Es por este nombre (por ejemplo, Senwosret, Amenhotep, or Ramesses) que nosotros
identificamos a los reyes de Egipto.
Los egipcios tenían un número de designaciones para ésta completa titulatura. Principal entre ellos era nekhbet,
usualmente traducido como “titulatura”, el cual representó el conjunto completo de los cinco nombres. Otro era
ren wer, “Gran nombre”, el cual podría referirse a cada uno de los cuatro nombres dados al joven mandatario
en su ascensión, aparte de su original nombre de nacimiento, pero podría representar también toda la titulatura
completa.

Otro símbolo importante de poder era el palacio real, diseñado y decorado para
atemorizar al visitante. Una de las formas de designarlo era Per-aa (pr ‘’) “la Gran Casa”.
Esta expresión se usaba para mencionar al rey mismo y ha llegado a nosotros del hebreo
par’ô , la palabra “faraón”.
Ceremonias de la Realeza
Los símbolos antes mencionados eran usados por el rey y sus poderes renovados en
ciertas ceremonias, de las cuales las más importantes eran su ascenso y su coronación.
Estas ocasiones eran cruciales debido a que en su transcurso la esencia divina del oficio
sagrado era transferida al rey y se daba la fusión entre las naturalezas humana y divina del
faraón.
Estas ceremonias eran más que simples eventos seculares ya que los egipcios creían
que la muerte de un rey podía sumir al mundo en el caos primordial. Solo la coronación de un
nuevo rey podía restaurar el orden y este nuevo orden significaba el regreso al estado de
ma’at, la divina armonía cósmica anteriormente mencionada. Tutankamón decía de su propio
9
ascenso, “Él [Tutankamón] hizo que floreciera aquello que estaba en ruinas ... habiendo
expulsado la falta de armonía [jsft] a lo largo de las Dos Tierras, así la armonía [ma’at] pudo
ser reestablecida [en el lugar apropiado]. Hizo que la falsedad fuera considerada una
abominación, con la tierra regresando a ser como había sido en el Tiempo de la Creación”.
La ceremonia de ascenso tenía lugar al amanecer, la mañana siguiente a la muerte del rey
anterior. Así está expresado en la tumba de un oficial militar Amenhemheb: “Él [Tutmosis III]
ascendió al cielo ... Cuando amaneció la mañana siguiente, el disco solar apareció, el cielo
se iluminó y el Rey del Alto y del Bajo Egipto, Aa-kheperure, el hijo de Re, Amenhotep [II], a
quien se le dio vida, fue puesto en el trono de su padre y asumió la titulatura real”.
El primer evento importante en la ascensión fue la redacción de la quíntuple titulatura
del rey en la Casa de la vida, una suerte de lugar de los escribas donde los libros religiosos y
rituales eran compilados y guardados. Esta nueva titulatura era luego promulgada por
significar una comunicación administrativa enviada a todos los funcionarios a través de todo
el territorio. Un ejemplo es el decreto que anuncia la ascensión del Rey Thutmose (Tuthmosis
I) enviado al virrey de Kush, quien ocupaba su cargo en Nubia:

Envío real mandado para el Rey Hijo [de Kush] y Supervisor de las Tierras del
Sur, Turoy. Ahora mira, este envío real debe ser mandado a ti dejando saber que
Mi Majestad, viva, próspero y sano, presentándose como el Rey del Alto y el Bajo
Egipto sobre el Trono-de-Horus-el-vivo … Uso mi título como tal: [aquí siguen
cinco nombres de Thutmosis I]…Además, tu debes hacer el juramento [de
fidelidad] establecido en nombre de Mi Majestad, que viva, esté próspero y sano,
nacido de Madre del Rey, Seniseneb, esté ella sana. Esta es una carta para
dejarte saber que el Palacio esta a salvo y sólido. Copiado en el primer año de
reinado, tercer mes del invierno, día veintiuno, el día del Festival de la Aparición
(Sethe y Helck, vol. 4, pp. 79-81)

Entre la ascensión y las ceremonias de coronación, el nuevo rey emprendía un viaje a través
del territorio, visitando personalmente los templos de los dioses principales, donde su
demanda al trono era aclamada por todos.
Las ceremonias de coronación fueron más elaboradas, para ellas estaban los ritos por
los cuales el rey oficialmente recibía su regalía sagrada. Debe notarse, sin embargo, que
como ningún registro conectado con estas ceremonias ha sobrevivido, el orden exacto de
varias actividades es desconocido. Como es frecuente, los textos y los relieves sólo nos dan
escenas inconexas. Somos, de hecho, ignorantes igualmente de la fecha exacta en que
ocurría la coronación. Una fecha apropiada pareciera haber sido el Día de Año Nuevo, que
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es, el primer día del primer mes de la estación que era llamada Inundación. La reina
Hatshepsut relata, “Él [su padre, Thutmosis I] reconoció el augurio de una coronación en el
Día de Año Nuevo como el comienzo de sus años de paz”. Sin embargo. El primer día de
cada una de las otras estaciones fueron usadas por algunos reyes, tanto que esos días
también parecieran haber sido considerados apropiados.
Una ceremonia temprana de coronación parece haber sido la llamada Bautismo del
Faraón, una purificación simbólica del rey por los dioses de los cuatro puntos cardinales. Los
relieves muestran no sólo el agua sino también los símbolos de la vida y el dominio siendo
vertidos sobre el faraón. Otro rito era el Circuito de las Murallas, que simbolizaba al rey
tomando posesión de la tierra. Otras escenas tienen al rey siendo conducido por los dioses
hacia la recreación del lugar original del Alto y el Bajo Egipto; donde recibía su corona, el
ureus, el báculo y el mayal, tanto como el título hecho para su realeza. En este punto, la
corte entera, la cual era llamada como testigo del espectáculo, aclamaba al nuevo rey con
saludos de alegría elogiando al nuevo monarca.
Estaba también el decreto divino proclamado por el dios Thoth, anunciando la elección
del nuevo rey por la divina enéada de dioses, los que daban su aprobación. La duración de la
vida del rey era luego grabada sobre las ramas del sagrado árbol ished. Así decía Ramses III
de la Dinastía XX: “Su titulatura como rey benefactor se encuentra sobre el augusto árbol
ished, grabado en un cartucho, en la escritura de los dioses mismos” /278/
EL FESTIVAL SED
La ceremonia real que era de primordial importancia era el Festival Sed. Mencionada desde el comienzo de
la historia Egipcia, es uno de los más antiguos rituales reales conocidos. No es un verdadero “jubileo”,
como a veces fue llamado, el festival estaba más en la naturaleza de un renacimiento simbólico de los
poderes y reglas del rey. Este no debe ser sólo interpretado, como se ha hecho a menudo, reflejando una
asesinato prehistórico de un rey anciano incapacitado para llevar adelante sus obligaciones. Esta última
teoría no está basada en hechos y debe ser descartada completamente. El Festival Sed es frecuentemente
citado habiendo sido celebrado después de los primeros treinta años del reinado de un soberano y repetido
un número de veces después. Sin embargo, ciertos reyes son conocidos por haber celebrado el festival
antes de ese período de treinta años, así la exacta periodicidad del más importante de los festivales nos es
elusiva.
Los antiguos preparativos para el festival implicaban levantar varios salas festivas, tallar obeliscos, preparar
grandes sumas de provisiones para el próximo banquete, y recibir las estatuas de los dioses que habían
viajado hacia la ciudad capital en una expresión de homenaje y lealtad al rey. Durante el festival mismo, el
cual se mantenía durante un extenso período de tiempo, el rey, las estatuas divinas y sus sacerdotes
acompañantes, y los altos funcionarios participantes se visitaban y honraban unos a otros; en este tiempo,
el rey ofrecía regalos a los dioses. Otro rito importante era la Dedicación del Campo, en donde el rey, que
se ve en los relieves como corriendo o caminando rápidamente, cruzando un campo hacia los cuatro puntos
cardinales, tomaba simbólicamente así el control de la tierra nuevamente; seguía la imitación de un funeral
con rituales de revivificación por los cuales el rey volvía a despertarse; y la ascensión del rey a los tronos de
cara a los cuatro puntos cardinales, donde recibía varios emblemas de la monarquía y su poder era
proclamado para las cuatro partes de la tierra. Esta última parte del festival parece haber sido una nueva
proclamación simbólica de la coronación (Ver: “Ancient Egyptian Religious Iconography” en Parte 8, Vol. III,
para ver el Festival Sed)

ADMINISTRACIÓN ESTATAL

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En la superficie, la administración de Egipto parece bastante sencilla. Los símbolos del
poder daban al rey la autoridad máxima sobre cada aspecto de la vida. El rey era
teóricamente la fuente de todas las órdenes, que luego tenían que ser llevadas a cabo por
funcionarios subordinados. Sin embargo, tal como ocurría con la institución de la propia
realeza, existía una tensión casi constante entre el dogma del rey todopoderoso y la realidad
de un monarca que necesitaba delegar responsabilidades y que probablemente no podía
abarcar todos los asuntos su gobierno en todo momento.
Generalmente, las actividades administrativas de la corona consistían en un número
de tareas. La primera era la recolección de tributos. Recolectados en forma de bienes, estos
debieron ser luego depositados en los almacenes reales y redistribuidos según las
necesidades. A lo largo de todo el territorio se mantenían programas de construcción, lo cual
implicaba un despliegue de artesanos especializados y grandes cuerpos de trabajo. Los
templos eran erigidos en honor de los reyes muertos o de varios dioses locales. Los
primeros eran responsabilidad de los funcionarios del palacio a cargo de los dominios reales;
mientras que los segundos estaban bajo la supervisión de una administración religiosa, que
parece haber constituido una rama separada del gobierno central. Otras actividades reales
eran administrar y supervisar la minería y las expediciones a las canteras, para lo cual las
provincias estaban obligadas a contribuir con fuerza de trabajo. También se hallaba bajo la
supervisión del gobierno central el mantenimiento de la ley y el orden en el país y la
protección de sus fronteras, lo cual implicaba el mantenimiento de un ejército y una fuerza de
policía.
El reino Antiguo
Por la insuficiencia de registros escritos, se conoce poco sobre la administración del
país durante el período Dinástico Temprano. Sin embargo, los pocos títulos que se conocen
nos brindan algo de luz sobre la estructura administrativa del período. Como en las épocas
más tardías, la administración se centraba en la persona del rey, mientras que un número de
títulos cortesanos, tales como administrador de palacio (ḫrp-‘ḥ), así como importantes
instituciones y altos funcionarios, tales como el tesorero y el visir (ṯ’tj) ponen de manifiesto un
floreciente sistema encargado de la recolección de tributos, así como un sistema judicial
organizado.
Para la época del Reino Antiguo, ya existían los departamentos administrativos
básicos que se mantendrían a lo largo de la historia de Egipto – tesoro, agricultura, trabajo- y
estos departamentos eran administrados por funcionarios cuyos títulos cambiaron poco a
través del milenio.
En la cima de la organización estaba por supuesto el rey. Se conoce poco acerca de
los verdaderos trabajos de la residencia real durante el Reino Antiguo, pero un cierto número
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de títulos cortesanos atestiguan una vida palaciega y una estructura administrativa
desarrolladas. Reunidos bajo el título general de cortesanos (šnjt), los altos funcionarios que
trabajaban junto al rey tenían designaciones tales como Único Amigo (smr-w’ty) y Conocido
Real (rḫ-njswt); este título también puede leerse como Aquél que Atiende los Asuntos
Reales). El secretariado general fue creado en la Dinastía V, posiblemente para ayudar a
acelerar las ordenes del rey. Bajo la supervisión de un oficial llamado Supervisor de
Escribas de los Documentos del Rey, esta oficina era responsable de la redacción de los
decretos reales y las comunicaciones administrativas generales que eran trasmitidas a los
diferentes departamentos gubernamentales.
Luego del rey, el oficial de mayor rango era el visir. Se conoce poco sobre las
actividades del visir en los períodos tempranos, pero textos posteriores del Reino Nuevo
indican que éste estaba en contacto diario con el rey, asesorándolo en cuestiones de estado
y generalmente coordinando y supervisando los asuntos gubernamentales. Dado que el
palacio estaba en la ciudad capital, se cree que el visir puede haber sido el regente de la
capital. Su cargo también incluía importantes asuntos legales. El número de hombres que
llevaban el título de visir durante cualquier época del Reino Antiguo es problemático. Existe
evidencia de la existencia de dos titulares simultáneos del título en el palacio durante
algunos períodos, así como de un visir específicamente responsable de los asuntos del Alto
Egipto a partir de la Dinastía V en adelante. Estos hombres deben haber compartido las
numerosas responsabilidades de tal posición.
Dos de las posiciones más importantes del gobierno central eran aquellas de ministro
de trabajo y de jefe del tesoro. El primero, el Supervisor de los Trabajos Reales (jmj-r k’wt
njswt), era junto con el visir, el funcionario principal durante la Dinastía IV. Hacia el final de la
Dinastía V el título había sido cambiado por el de Supervisor de Todos los Trabajos Reales, y
la posición era aún uno de los cargos más importantes del gobierno central. La principal
preocupación de este oficial estaba en organizar y supervisar las fuerzas de trabajo que se
necesitaban para los proyectos de construcción reales y para los trabajos de agricultura.
Llamativamente, en este período no se conoce la existencia de una oficina centralizada de
trabajos independiente; quizás sus deberes caían bajo la jurisdicción de los otros
departamentos que necesitaban la mano de obra. Los deberes del Supervisor del Tesoro, o
“Casa Blanca” (jmj-rpr-ḥḏ) eran recolectar, almacenar, y distribuir las mercancías que
ingresaban al tesoro estatal: materias primas tales como granos, aceites, madera, o metal, o
bienes manufacturados tales como productos comestibles, ropa, equipamiento, y armas. En
el Reino Antiguo, había más de un Supervisor del Tesoro, y probablemente había una
división de responsabilidades entre los varios portadores del título.

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El otro departamento prominente del gobierno central en esa época era el de
agricultura. El cargo de Supervisor del Granero (jmj-r šnwt) fue creado durante la Dinastía V;
quizás esos graneros habían estado anteriormente bajo la supervisión del visirato o del
ministerio de trabajo. Este cargo debe haber sido primordial en una economía agraria como
la del antiguo Egipto, que se basaba en la distribución de bienes en lugar de salarios. Como
tal, debe haber estado estrechamente ligado al tesoro.
El control del gobierno central sobre las provincias en el Reino Antiguo es un tema
más problemático. La autoridad real completa sobre el país aumentó gradualmente, pero los
gobiernos locales nunca estuvieron totalmente subsumidos durante este período. Las
responsabilidades de los jefes locales eran principalmente agrícolas, y tales asuntos locales
solían dejarse en sus manos. Dada la prosperidad general de la tierra, es de suponer que las
aldeas usualmente eran capaces de autosubsistencia aún después de pagar su parte de los
tributos requeridos por la corona.
El país estaba dividido en un cierto número de provincias, o “nomos”, que fueron
probablemente creados en el período Dinástico Temprano por las autoridades centrales
emergentes, quizás para facilitar la administración de los tributos que ingresaban. Hay un
numero de títulos conocidos por las fuentes del Reino Antiguo que se encargan
específicamente de la administración provincial. Uno es el de Supervisor del Alto Egipto (jmj-
r’šm’w), cargo que fue creado durante la Dinastía V para actuar como ministro de los asuntos
provinciales. Sin embargo, no es hasta la Dinastía VI que encontramos un título que puede
ser interpretado de manera inequívoca como administrador provincial o “nomarca”. El título
Gran Jefe del Nomo X (ḥrj.tp‘’n X) se encuentra por primera vez en la zona más meridional de
Egipto y designa a un oficial nombrado por el rey para que sea su representante en una sola
provincia. Esto es un cambio administrativo con respecto a los funcionarios más antiguos,
que tenían títulos más generales y estaban a cargo de un área más amplia. El Gran Jefe del
Nomo en realidad residía en su propia provincia y elegía ser enterrado allí antes que en la
gran necrópolis Menfita.
Para la época de la Dinastía VI, el Alto Egipto estaba dividido en tres sectores
administrativos principales y algunos menores, incluyendo un total de veintidós nomos. Los
“Nomos del Norte” consistían en la región del Egipto Medio hacia el norte, desde el nomo
Oryx (Alto Egipto 16, con su capital en Beni Hasan) hasta la ciudad capital Menfis (justo al
sur de la moderna ciudad de El Cairo), incluyendo la región de Faiyum. Los “Nomos Medios”
estaban formados por los nomos 9-15, es decir, desde la región de la moderna Akhmim al
norte hasta el Nomo Hare, con su capital en Hermopolis. La Región Sur incluía desde el
nomos 1 (la región más meridional del país) hasta el 8 (al sur de Abydos). Dos distritos más,
Abydos y Aswan, parecen haber permanecido como entidades administrativas separadas: el
14
estatus especial del primero proviene de ser el lugar de enterramiento de los reyes del
período Dinástico Temprano, en tanto que la relación del segundo con los asuntos militares u
económicos del sur de Egipto explicaría su tratamiento especial.
Se conoce poco de la administración del Bajo Egipto en este período. Existen
testimonios, en algunas áreas de la región, de representantes del gobierno central, como los
Administradores de los Estados Reales (ḥq’-ḥwwt) y los Supervisores del Nomo X (jmj-r’ x).
Estos residían en la ciudad capital de Menfis y, como sus contrapartes anteriores del Alto
Egipto, administraban más de un nomo.
El Reino Medio
El Primer Período Intermedio se produjo la caída de las grandes familias menfitas que
habían reinado en Egipto por siglos y la ruptura de la autoridad en la mayor parte del país.
Durante este período, los gobernantes provinciales asumieron más responsabilidades,
mientras la necesidad de alimentar a su propia población y protegerla de los vecinos
merodeadores se volvió más grave. El período de guerra civil finalizó cuando la Dinastía XI
Tebana bajo Nebhepetre Mentuhotep derrotó a la dinastía norte de Herakleópolis (la actual
Ihnasya al-Madina) y se proclamó a sí misma la reunificadora del país.
La Dinastía XI estableció su capital y corte en Tebas, y desde allí comenzó a
reconstruir el país. Su triunfo, sin embargo, fue efímero; ya que otra familia, la Dinastía XII,
tomó pronto las riendas del poder. Uno de los primero pasos de la Dinastía XII fue apartarse
de Tebas, donde posiblemente había muchos partidarios de la dinastía Tebana; y decidió
instalar su propia corte y palacio en la parte norte del Alto Egipto, en una ciudad llamada
Itjawy, que significa “Control de las dos Tierras”, probablemente cerca de la actual localidad
de al-Lisht, al sur de la vieja capital de Menfis. Itjtawy era la residencia real así como
también la ciudad capital.
Si la evidencia del Reino Medio tardío de aplica a toda la Dinastía XII, el palacio
estaba dividido en tres sectores principales: los depósitos y las áreas de cocina general, el
sector exterior o comercio, y el de los cuartos interiores o privados. Títulos como jefe de
administración (Gran Supervisor de la Casa), chambelán de cámara, chambelán (Él Que
Está en la Cámara Exterior), y administrador de la residencia interior (Supervisor de la
Cámara de la Audiencia) permiten ver algunos destellos dentro de la administración del
palacio real; pero como antes, la real persona del rey es bastante elusiva. Los registros
oficiales muestran al rey desempeñando varias tareas, pero de forma muy llamativa está
ausente en la mayoría de los documentos administrativos.
Como antes, el oficial mayor era el visir. La sede de este funcionario en la ciudad
capital (de la cual, como en el Reino Antiguo, el visir era el superior) generalmente
funcionaba como el archivo central del gobierno, y estaba involucrada con una enmarañada
15
colección de funciones administrativas y judiciales. Un problema con las titulaturas del Reino
Medio es que éstas no sólo eran ostentadas oficialmente por quienes tenían un título en la
corte real sino también falsamente por algunos señores provinciales. De modo que tenemos
gran cantidad de visires en algunos reinos; por ejemplo más /281/ de media docena son
conocidos para el reino de Senwosret I (Sesostris) solamente. Es posible que haya sido una
simple sucesión de visires a lo largo de un reinado prolongado o que, como ha sido sugerido
para el Reino Antiguo, algunas de las funciones del visir hayan sido compartidas entre varias
personas que utilizaban el mismo título. El uso del título puede a veces ser verdaderamente
funcional, pero otras, ser simplemente honorífico.
El principal brazo del gobierno en el país era el tesoro. Aún llamado Casa Blanca (pr-
hd), el Tesoro era el almacén principal, así como también el centro de contabilización y
redistribución de los ingresos nacionales. Numerosos títulos asociados a esta institución en
el Reino Medio muestran que contaba con una burocracia en vías de expansión, que incluía
representantes a lo largo del país y posiblemente incluso en las cortes de los gobernantes
provinciales. El Tesoro poseía su propia flota, que recogía y desembolsaba distintos
productos de los cuales el ministerio era responsable. Éstos productos eran presumiblemente
todo lo que no caía bajo la jurisdicción del granero central, que estaba principalmente
ocupado con la cosecha, los registros y el almacenaje de los cultivos.

Corregencias

Como cabe esperar, una automática sucesión real de padre a hijo no estaba garantizada. Para desviar disputas
sobre la sucesión, el rey acudió a la institución de la corregencia, en la cual investía a su hijo con todos los
privilegios de la realeza cuando él aún reinaba, colocando de este modo a dos Horus en el trono. Aunque varias
de tales asociaciones entre reyes hayan sido postuladas a lo largo de los años, la lista de corregencias con
evidencia rotunda es comparativamente pequeña. Las corregencias son conocidas en varios soberanos de las
Dinastías XII, XVIII, XIX, XXII, XXIII, así como también algunas durante el período ptolemaico. Uno de los
mecanismos más seguros que los egipcios utilizaron para indicar corregencia era el sistema de doble datación,
en el cual los años de reinado de ambos gobernantes compañeros eran indicados en determinado monumento,
con los años de reinado de un rey equiparados con los de su corregente. Por ejemplo, un grafitti dejado en
Aswan que data la corregencia entre Senwosret II y Amenemhet II de la Dinastía XX comienza de la siguiente
manera: “Hecho en el año de reinado tres bajo la majestad del Horus Líder-de-las Dos-Tierras [Senwosret II],
correspondiente al año de reinado treinta y cinco bajo la majestad del Horus Dichoso-en-Ma’at [Amenemhet II]”
Evidencia de otro tipo incluye representaciones pictóricas de los dos reyes en la cual ambos gobernantes se
muestran en un pie de igualdad. La dificultad aquí es establecer una corregencia entre dos reyes, en contraste
con instancias en donde un rey deseaba asociarse con otro, usualmente por razones propagandísticas.

En una corregencia, el rey más joven hacía de compañero subalterno. Estaba involucrado en los
aspectos más extenuantes del gobierno, como viajar por el país o, si se necesitaba, participar en campañas
militares, mientras el superior mayormente se quedaba en el palacio y se hacía cargo de los asuntos de
Estado. Aunque ambos reyes eran iguales en teoría, la terminología usada por los egipcios para referirse al rey
más antiguo era no obstante más prestigiosa y revelaba de este modo que mantenía un estatus superior.
Con respecto a las implicaciones teológicas de tener dos Horus sentados en el trono, los egipcios no dejaron
indicaciones de que esto presentara algún problema. El Antiguo Egipto nunca desarrolló un verdadero canon de
pensamiento religioso que pudiera hacer tales circunstancias dificultosas. Debe recordarse también que los
egipcios reconocían muchas formas del dios Horus, las cuales provenían de diferentes lugares y
tenían diferentes atributo.

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El control del gobierno central sobre las provincias era un asunto delicado para el rey
de la Dinastía XII. Después del período de guerra civil, cuando los señores provinciales
habían gozado de bastante independencia, la corona debía tener un cuidado extremo al
tratar con estos gobernantes semi-independientes. Esto era especialmente cierto al
comienzo de la dinastía, cuando el reclamo del nuevo rey sobre el trono era aún algo
inestable. De ahí, el gobierno central necesitó tanto mano dura como diplomacia en sus
relaciones con los poderosos jefes. Esta tensión entre la corona y las provincias
permanecerá a lo largo de toda la dinastía.

El rey ejercía el control en primer lugar nombrando personalmente a todos los nuevos
nomarcas. Mientras que no podía ignorar siempre la línea natural de herencia de los
nomarcas, el mero poder de rehusar una nueva designación le dio autoridad suprema /282/
sobre esta sucesión. Fuentes del comienzo de este período también indican que el rey
personalmente visitaba los nomos, donde hacía de árbitro en disputas de carácter local entre
las provincias vecinas. De este modo la biografía de Khnumhotep de Beni Hasan, del reino
de Amenemhet II, dice que los nomos tenían “sus piedras límite que los hacían seguros
como el cielo, y sus aguas reconocidas según lo que estaba en las escrituras y confirmados
según como había sido en la antigüedad, a través de su amor [del rey] a ma’at”. Una fuente
adicional de poder real era el hecho de que la oficina del gobernante provincial concedía a su
titular ciertos beneficios materiales. Contenidos en los llamados dominios del gobernante
local, por oposición a los dominios poseídos de manera privada y heredables por vía paterna,
los ingresos provenientes de los primeros eran inalienables.

Para el control directo sobre los asuntos provinciales, la evidencia sugiere que un
representante del tesoro central estaba apostado en la corte de un nomarca; lo que no es
evidente, sin embargo, es si este enviado real residía en una provincia permanentemente o
simplemente durante la recaudación anual de impuestos, supervisando la contabilidad
adecuada de los ingresos de la corona. El gobierno central también se reservaba el derecho
de reunir contingentes de hombres de las provincias para organizar expediciones a las minas
y canteras, guiados por los representantes reales, los Portadores del Sello del Dios (i.e. del
rey)

A pesar de todos estos controles, los nomarcas todavía se las arreglaban para gozar
de una gran cuota de libertad. Se les permitía datar sus textos autobiográficos para su propia
glorificación de igual modo que para el rey gobernante. Sus séquitos se organizaban a la
manera del séquito del rey, con los mismo títulos que se encuentran en la residencia real.
Para reforzar aún más su poder, los nomarcas se aliaban con provincias vecinas por medio
del matrimonio. Los nomarcas eran responsables de recaudar sus propios ingresos, y
17
poseían de este modo grandes graneros y almacenes. Las escenas de hombres armados
acompañandolos indican que los normarcas podían incluso tener sus propias milicias. Como
Supervisores de los Sacerdotes de sus dioses regionales, actuaban como los sumos
sacerdotes, un privilegio que había existido desde los días del Reino Antiguo; esta posición
también les confería una cierta cantidad de ingresos personales. Hacia el final de la dinastía,
una escena en la tumba de un nomarca aún muestra su enorme estatua de piedra, la que
presumiblemente fue a parar a un edificio aún mas monumental.

La situación para entonces se había vuelto intolerable para la corona. Hacia el final de
Dinastía XII los nomarcas fueron destituidos a la fuerza, y la estructura administrativa entera
cambió hacia un sistema más centralizado. Es difícil datar este cambio con precisión, pero la
evidencia sugiere el reino de Senwosret III, cuando las grandes familias de los
administradores locales desaparecieron de las fuentes. Esta reorganización de la
administración parece haber afectado muy poco a los dos departamentos más importantes,
la oficina del visir y el tesoro. El primero debe haber tenido representantes y por lo tanto
pequeñas oficinas a lo largo del país; como antes, la oficina del visir supervisaba la mayoría
de los aspectos de la vida administrativa egipcia. El tesoro en realidad puede haber asumido
mayor importancia que antes, ya que los antiguos graneros administrados en el ámbito
provincial cayeron en las manos el gobierno central. Una creación importante, sin embargo,
fue la de una efectiva oficina de trabajo. Llamada la Oficina del Proveedor de Gente, era
responsable de registrar y asignar la mano de obra para los variados proyectos de trabajo
iniciados por el gobierno. Su creación en este momento probablemente tuvo la intención de
reemplazar el método de conscripción empleado anteriormente en la dinastía.

El otro cambio importante se refiere a la división administrativa del país en tres


sectores. Responsables de varias partes del país, se denominaban Región del Norte, Región
del Sur y Región de la Cabeza del Sur , y mantenían el dominio sobre el área al norte de la
capital, Egipto Medio (nomos 22-9 del Alto Egipto), y los ocho nomos mas meridionales hasta
Aswan, respectivamente. La nueva administración era administrada desde dos centros
importantes, la ciudad capital en el norte y Tebas en el sur, y poseían un ejército de
burócratas los que afanosamente supervisaban los asuntos del gobierno. Cada distrito
estaba encabezado por un heraldo, asistido por un segundo heraldo; bajo ellos había
Consejos de Funcionarios y un gran equipo de escribas. Otros funcionarios enviados a las
provincias en asuntos de gobiernos eran denominados qenbet “consejeros”. Las fuentes
muestran que los últimos estaban involucrados en tareas administrativas generales, desde
supervisar el adecuado mantenimiento de la irrigación local hasta llevar adelante las órdenes

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en los campos de trabajo obligatorio. En los niveles más bajos, los poblados estaban bajo la
autoridad de regentes locales.

Otra rama de la administración central era lo que podría ser calificado como la Oficina
de Asuntos Exteriores. En el Reino Medio, esta oficina se encargaba de administrar las
posesiones nubias en el sur de Egipto. El hecho digno de mención sobre los títulos
administrativos hallados en inscripciones en el área, es que abarcan cada aspecto, incluso
cada rama, de la administración central. Desde los representantes del palacio real hasta los
administradores de las propiedades reales, y desde las oficinas mas importantes -como la
del visirato, el tesoro, las oficinas de los campos y de los graneros- hasta los administradores
locales, los funcionarios enviados a Nubia por negocios revelan una administración central
decidida a organizar sus nuevas posesiones a la manera plenamente egipcia.

Como era de esperar, muchos de los títulos hallados en sitios nubios son de naturaleza
militar. Ya que eran los militares quienes primero conquistaban el área, era natural que el rey
establezca primero un ejército. De este modo, encontramos altos oficiales, supervisores tanto
del ejército como de la infantería (jmj-r’ mš, jmj-r’ mnf’t); los distintos grados de dependientes
(šmsw), comandantes locales (‘tw [‘’] n njwt) así como también los soldados rasos (‘nhwt),
personal (‘h’wtj), y arqueros (pdtjw). Además, una fuerza completa de patrullas estaba
siempre visible, como la armada naval.

El reino nuevo.
Las campañas militares necesarias para liberar a Egipto de conquistadores extranjeros
y las subsiguientes expediciones dentro de Sirio-Palestina introdujeron una cantidad de
elementos dentro de la estructura administrativa del país. Mientras los gobernantes de los
periodos anteriores habían estado mayormente satisfechos con los asuntos internos, los
gobernantes del Reino Nuevo estuvieron bruscamente enfrentados, con una nueva
responsabilidad, con los asuntos externos, los cuales en su mayor parte constaban de dos
departamentos.
Al sur de Egipto, la estructura administrativa de los asuntos de Nubia tenia su
precursor en el Reino Medio, cuando los reyes de la Dinastía XII habían conquistado por
primera vez la Nubia inferior haciendola parte del dominio egipcio. El jefe administrador en el
Reino Nuevo fue un virrey, nombrado Hijo del Rey de Kush y Supervisor de las tierras del sur
(s’ njswt n h’s, jmj-r’ h’ swt rsjwt). La evidencia textual muestra que el territorio bajo su
autoridad se extendía desde el tercer nomo del Egipto superior, en el sur de Egipto, que va
hacia el sur río arriba de la tercera catarata, hasta Napata. Sus deberes consistían
principalmente en conducir a salvo los tributos llevándolos desde las tierras del sur a la
tesorería central, y la vigilancia de la construcción y reparación de monumentos en todos los
19
lugares del área bajo su control. El estaba asistido por dos gobernadores sustitutos (jdnw),
los cuales eran responsables de las regiones de Wawat y Kush, respectivamente. Wawat
estaba en el área sur de la frontera con la Segunda catarata, mientras Kush se encontraba
en una región recientemente conquistada desde la Segunda catarata a la Cuarta. En suma,
comandantes militares (tsw) aseguraban la vigilancia del área. En los niveles locales la
mayoría eran funcionarios egipcios residentes, y “cabecillas”, gobernantes locales amigables
a la presencia egipcia. El Levante fue gobernado por un número de Supervisores de Todas
Las Tierras Extranjeras del Norte, los que estaban asistidos por comandantes militares, pero
dependían grandemente de los gobernantes vasallos amigables, para asegurar una tranquila
transferencia de los tributos a la tesorería central.
El imperio trajo una larga cantidad de fortuna adicional al país, que el Rey fue capaz
de usar con mucho provecho. Como siempre, la ideología dictaba que el Rey era el directo
responsable de toda la buena fortuna de Egipto. Para él fue el crédito por las victorias
militares, escenas que estaban talladas en las paredes exteriores del templo para que todos
las vieran. Para él también eran los ingresos extra, los cuales podía distribuir como deseara,
así aseguraba la fidelidad de sus cortesanos como nunca antes. De hecho, excepto por las
posibles excepciones en la “edad de las pirámides” de la Dinastía IV, el periodo del Reino
Nuevo fue probablemente la cúspide del prestigio real, un tiempo en el cual la administración
real manejó exitosamente la autoridad suprema en todo el país.
El gobierno civil fue altamente centralizado, mostrando que las reformas del final de la
Dinastía XII todavía eran válidas, la principal excepción fue que ahora el país no fue dividido
en la tradicional división bipartita del Alto y el Bajo Egipto. La carencia general de títulos
medios de gobernantes administrativos, perece mostrar /284/como si la administración
misma girara más que nunca entorno a la persona del rey. Las fuentes indican que él visitaba
regularmente a los visires, interviniendo en los asuntos de estado, y que hacía un viaje anual
de inspección por todo lo país, tal vez en algunas de estas escapadas él visitaba las obras de
reconstrucción de algún viejo templo que estaba en ruinas.
El palacio, como antes, estaba generalmente dirigido por el administrador real, cuyos
derechos a veces incluían administrar los vastos dominios reales de todo el país; un canciller,
con cuyo titulo de Supervisor del Sello desempeñaba una multitud de funciones y un regente
de la residencia interior, el cual servia como regente general de los cuartos residenciales y
estaba encargado del protocolo. Otros miembros del entorno real incluían un heraldo real
(whmw-njswt), un escriba real (ss njswt) que actuaba como secretario privado del rey; y el
Poseedor de Abanico del Lado Derecho del Rey (t’y-hw-hr-wnmy-n-njswt).
Los funcionarios del visir estaban ahora divididos en dos posiciones: uno en el norte,
el cual estaba asentado en Menfis, y uno en el sur, el cual generalmente residía en la nueva
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ciudad capital de Tebas, los dos hombres eran responsables de Los Asuntos del Alto y Bajo
Egipto, respectivamente. Rekhmire, visir de Thutmose III, grabó en su tumba un largo texto
que detalla la instalación de un visir por el Rey y una descripción de los menesteres del
oficio. Todo el texto puede ser simplemente una crónica paradigmática de un cargo
importante, las responsabilidades de este oficial como está documentado en el texto de
Rekhmire son asombrosamente amplios y uno se maravilla de cómo puedo ser conseguido
por un solo hombre. Pero una lectura cuidadosa del texto sobre los derechos del visir revela
que su rol principales era de supervisor, asegurando la apropiada ejecución de las diversas
instrucciones departamentales. Para cumplir con sus múltiples tareas, el visir era asistido por
una vasta serie de funcionarios, la cual incluía escribanos y heraldos del visir, los cuales lo
representaban en todos los lugares del país y mantenían una comunicación entre los
funcionarios del visir y los dependientes locales de gobernante
Actuando estrechamente con los oficinas de los visires estaba el tesoro central. Esta
tenía ahora dos Supervisores de la tesorería, los cuales intercambiaban diariamente reportes
con los visires sobre los asuntos de sus respectivos departamentos. Los menesteres del
erario central eran esencialmente los mismos que en el Reino Antiguo y Medio. Otros
departamentos mayores provienen desde periodos anteriores, como por ejemplo las oficinas
del granero, los campos, y el ganado, estaban activos en el Reino Nuevo. Sus actividades
continuaron siendo la recolección, el almacenamiento y la apropiada conservación de las
mercancías recolectadas para el gobernante central. Un quiebre organizativo con el anterior
Reino Medio, sin embargo, fue el desmantelamiento de la Oficina del proveedor de personas,
la cual no fue remplazada por un verdadero departamento de trabajo. Más bien, uno
encuentra, como en el Reino Antiguo, el tradicional titulo de Supervisor de Todos los
Trabajos Reales que tenían los funcionarios de otros departamentos, estando bajo su
jurisdicción la mano de obra que era necesaria.
Esta mano de obra era tanto extranjera como local. Los reyes con frecuencia traían
esclavos de campañas militares realizadas en el extranjero. Estos eran luego instalados en
los trabajos para varias instituciones gubernamentales y puestos bajo la directa autoridad de
los representantes locales de las instituciones particulares. La naturaleza propagandística de
los documentos oficiales egipcios hace difícil determinar el número de trabajadores
extranjeros en Egipto, pero algunos reyes de la Dinastía XVIII alardearon de haber deportado
decenas de millares de personas desde Canaán a Egipto. Hay también alguna evidencia del
comercio privado de esclavos que introducía gente en Egipto, pero esto debe haber
acontecido para un número relativamente pequeño del conjunto total de los esclavos.
Una rama del gobierno central que cobró mayor importancia en el Reino Nuevo fue la
administración religiosa, en gran medida debido a la gran cantidad de riquezas que fluía
21
hacia las arcas de algunos miembros del clero. El sacerdocio de Amun recibía la parte del
león de la generosidad real y terminaba siendo dueño de grandes extensiones de tierra,
quizá segundo con respecto al rey mismo, así como también de gran cantidad de fuerza de
trabajo, de ganado, y de toda clase de materias primas, que se convertían en bienes
manufacturados en los talleres del templo. No es de extrañar que con tal cantidad de riqueza
acumulada, los cuadros administrativos del templo se parecieran a mini-cortes, con templos
con sus propios tesoros, graneros, tierras y ganado.
Los asuntos de cada divinidad principal estaban a cargo de sus propios sumos
sacerdotes. De esta manera, el administrador en jefe de las propiedades de Amón era el
Primer Sacerdote de Amón, bajo quien estaban unos sacerdotes llamados Padres del Dios,
seguidos por los Segundos, Terceros y Cuartos Sacerdotes de Amón. El cuadro se
completaba /285/ con sacerdotes lectores, escribas del Mundo Divino, supervisores-horarios
(quienes determinaban los momentos adecuados para los rituales durante le día y la noche),
sacerdotes wab comunes y músicos.
La comunicación entre el gobierno central y el resto del país se efectuaba
principalmente por intermedio de mensajeros que visitaban regularmente áreas locales,
representando sus respectivas ramas de la administración principal. Estos mensajeros se
relacionaban directamente con los jefes locales, cuya responsabilidad principal hacia la
corona era recaudar y almacenar bienes provenientes de tributo y generalmente asistir en el
trabajo a los representantes del gobierno. Tal como en caso de períodos anteriores, los
gobiernos locales parecen haber tenido carta blanca en cuestiones locales, tales como la
administración de sus cultivos y sus canales de irrigación.
El Tercer Período Intermedio.
Con la gradual desintegración del prestigio y la autoridad real continuando la tardía era
ramésida, después la Dinastía XX la realeza se dividió entre dos facciones, una en el norte
en Tanis (bíblica Zoan) y la otra en el sur, en Tebas. Esta carencia de autoridad central fue
mas enfatizada cuando fuertes familias regionales, consolidadas en sus posiciones oficiales
desde hacía tiempo por sucesión hereditaria, se liberaron de la corona y establecieron
jefaturas independientes. Éstos pequeños pero semi-autónomos territorios locales
significaron un temporario final del dogma de una autoridad centralizada controlando el país.
El problema se volvió tan agudo que cuando el rey kushita Piye (Piankhy) vino del
norte a conquistar Egipto alrededor del 730 a.C., encontró un país fragmentado en muchas
pequeñas áreas dirigidas por gobernantes que usaban el titulo de rey o reclamaban
autonomía sobre sus territorios particulares. La limitada autoridad de varios dinastas los forzó
a depender cada vez más de la ayuda administrativa y logística de sus propias familias, de
éste modo gran número de funcionarios bien preparados y experimentados eran
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reemplazados por parientes reales quienes deben haber sido leales a sus gobernantes pero
no necesariamente competentes. Un mayor grado de coerción fue usado para establecer
autoridad sobre los países limítrofes, erosionando más tarde el prestigio real.

El Período Tardío.
Hacia la Dinastía XXVI, el prestigio de la monarquía cayó posiblemente al nivel más
bajo, indicado por una lectura de todas sus fuentes, desde los expedientes oficiales a la
literatura popular y los semi-contemporáneos registros clásicos. A pesar de ello, los
soberanos de la dinastía saíta, registran alguno éxitos , especialmente en la reorganización
del país. Después de forjar alianzas con muchas de las facciones competidoras, reunificaron
Egipto y, utilizaron el modelo del Reino Nuevo, dividieron el país en las dos áreas
tradicionales del Alto y el Bajo Egipto. En ese momento, los soberanos participaron
activamente en los asuntos de gobierno, recuperando de este modo un cierto grado de
control sobre el estado.
Los gobernantes saítas rápidamente reconocieron la importancia de designar
personalmente a los funcionarios del reino, sin duda para contrarrestar las viejas demandas
hereditarias de los que tenían aspiraciones para ocupar cargos de poder a lo largo del país.
Otra notable característica de la administración saíta fue la reorganización de la flota, la cual,
una vez correctamente equipada y tripulada, aumentó los réditos de la corona, permitiéndole
al rey comerciar con el exterior.
El séquito real estaba compuesto de funcionarios que llevan los títulos cortesanos
tradicionales y por funcionarios del palacio, así como un gran surtido de funcionarios
militares. Otros que poseían el título de visir, Supervisor de los Trabajadores adscriptos a la
casa, y el Supervisor de las Granjas son también conocidas en la administración central del
período. Bajo ellos, el Alto y el Bajo Egipto eran gobernados cada uno por sus propios
administradores civiles y militares. Adicionalmente, el Alto Egipto tenía un departamento de
asuntos religiosos, dirigidos por la Divina Adoratriz de Amón (dw’t-ntr n jmn) o
alternativamente, “Esposas divinas de Amón” (hmt ntr n jmn), quienes habían reemplazado
tempranamente al alto sacerdote de Amón.
Los asuntos provinciales estaban dirigidos por dos gobernadores, uno para el Alto Egipto y
otro para el Bajo Egipto. La unidad administrativa que les continuaban eran los nomos. En
este momento, eran cuarenta semejantes a provincias a lo largo de todo Egipto, cada una
gobernada por un nomarca, cuyo principal deber era recaudar tributos, manteniendo la
vigilancia de su área, y teniendo algunas responsabilidades legales. Dentro de los nomos
había ciudades, dirigidas por sus propios regentes.

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Después del período saíta hubo una serie de gobernantes extranjeros. La Dinastía
XXVII /286/ vio persas sentados como faraones en el trono, mientras que desde el 332
Alejandro el Grande y sus sucesores asumieron el control bajo las formas tradicionales del
reino egipcio.
Bajo el control extranjero, los principales cambios administrativos parecen haber ocurrido a
nivel de los funcionarios de rangos altos y medios, mientras que la administración mas local
fue apenas afectada. En la Dinastía XXVII la cabeza del gobierno fue un sátrapa persa
(gobernador de una provincia) establecido en Menfis, su deber más importante fue recolectar
los tributos debidos hacia Persépolis, y quien era asistido por un oficial persa menor. Bajo
ellos estaban vasallos locales nativos quienes eran leales a los gobernantes persas. La
actitud general de liberalismo que se encontró en todo el Imperio persa también fue aplicada
en Egipto.
Las reglas macedonias no alteraron demasiado el anterior sistema saíta o persa.
Alejandro el Grande instaló dos gobernadores nativos, uno para el Alto y otro para el Bajo
Egipto. Estos distritos también poseían sus propios tesoreros. Él mantuvo, sin alterar,
algunas estructuras de la administración local, y egipcios ocuparon los puestos como
nomarcas y alcaldes. Como antes, los tributos eran recogidos por funcionarios nativos de
menor rango.
En conclusión, lo mas perceptible en las casi treinta centurias de administración egipcia no
es la cantidad de cambios sino más bien el grado de continuidad. Con el rey en el centro, la
estructura administrativa ideada en el antiguo período siguió permaneciendo igual en toda la
historia egipcia. Esto no es debido a que lo egipcios eran por naturaleza adversos al cambio
sino en gran parte a que ellos demostraron un verdadero rechazo a alterar un sistema que
funcionaba. Independientemente de las circunstancias, las metas de la administración central
continuaron siendo las mismas: la recolección y almacenaje de bienes imponibles, que
posteriormente serían redistribuidos entre los distintos niveles de la población; y el
mantenimiento del orden, la seguridad y la justicia a lo largo del país. Que estas metas se
hayan cumplido –con algunas excepciones- durante tan largo tiempo, es un testimonio de la
eficiencia y durabilidad del sistema.
BIBLIOGRAFIA
Sobre la sociedad egipcia es pertinente para la realeza y la administración, ver los varios
capítulo de B. G. TRIGGER (sobre el período prehistórico), BARRY J. KEMP (sobre los
Reinos Antiguo y Medio), DAVID O`CONNOR (sobre el Reino Nuevo), y ALAN B. LLOYD
(sobre el Período Tardío) en un excelente compendio Ancient Egypt: A Social History (1983).
Sobre la institución de la realeza en general, un número de estudios han sido escritos. Entre
los más útiles están: H. W. FAIRMAN, “The Kingship Rituals of Egypt,” in Myth, Ritual, and
24
Kingship, edited by SAMUEL H. HOOKE (1958); HANS GOEDICKE, Die Stellung des Königs
in Alten Reich (1960); and DAVID LORTON, “Towards a Constitutional Approach to Ancient
Egyptian Kingship,” Journal of the American Oriental Society 99 (1979). Ua síntesis reciente
en MARIE-ANGE BONHÊME y ANNIE FORGEAU, Pharaon: Les secrets du pouvoir (1988).
Un conjunto de estudios compilados por DAVID O´CONNOR y DAVID P. SILVERMAN, eds.,
Ancient Egyptian Kingship: New Investigations, Probleme der Ägyptologie (1994).
Sobre la realeza en los períodos tardíos, es particularmente recomendado lo siguiente:
JANET H. JOHNSON, “The Demotic Chronicles as a Statement of a Theory of Kingship,”
Journal of the Society of the Study of Egyptian Antiquities 13 (1983): and ANTHONY J.
SPALINGER, “The Concept of Monarchy During the Saite Epoch-An Essay of Synthesis,”
Orientalia 47 (4978).
Sobre temas particulares en el presente articulo, importantes trabajos son: ALAN H.
GARDINER, “The Coronation of King Haremhab,” Journal of the Egyptian Archaeology 39
(1953); ERIK HORNUNG, ELIZABETH STAEHELIN et al., Studien zum Sedfest (1974);
DAVID LORTON, “The King and the Low,” Varia Aegyptiaca 2 (1986); WILLIAM J.
MURNANE, Ancient Egyptian Coregencies (1977): and GEORGE POSENER, De la divinité
du pharaon (1960).
Sobre la administración general de Egipto en los períodos de los Reinos Medio y Nuevo, ver:
WOLFGANG HELCK, Zur Verwaltung des Mittleren und Newen Reichs (1958). Sobre la
administración en el Reino Antiguo, ver particularmente: KLAUS BAER, Rank and Title in the
Old Kingdom (1960); HANS GOEDICKE, “The Origin of the Royal Administration,” in
L´Égyptologie en 1979 (1982): and NIGEL STRUDWICK, The Administration of Egypt in the
Old Kingdom (1985). Para el Reino Medio, ver: WILLIAN C. HAYES, “Notes on the
Government of Egypt in the Late Middle Kingdom,” Journal of Near Eastern Studies 12
(1953); y STEPHEN QUIRKE, The Administration of Egypt in the Late Middle Kingdom
(1990). For the New Kingdom, G. P. F. VAN DEN BOORN, The Duties of the Vizier (1988);
and WILLIAM C, HAYES, “The Civil Service,” chap. 9, sect. 8, in Cambridge Ancient History,
vol. 2, pt.1 (3rd ed., 1973), son particularmente útiles. Para el perído Tardío, MARY FRANCIS
GYLES, Pharaonic Policies and Administration, 663 to 323 BD (1959), es aún la de más facil
acceso a recursos.
/287/Muchas de las traducciones de las fuentes utilizadas en este artículo pueden ser
encontradas en: JAMES H. BREASTED, Ancient Records of Egypt, 5 vols. (1906); and
MIRIAM LIGHTHEIM, Ancient Egyptian Literature, 3 vols. (1973-1980). Muchos de los texto
jeroglíficos egipcios utilizados en este artículo pueden ser encontrados en: KURT SETHE
and WOLFGANG HELCK, Urkunden der 18. Dynastie, 7 pts. (1906-1958); KENNETH A.
KITCHEN, Ramesside Inscriptions, 8 vols. (1968-1990), and Ramesside Inscriptions
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Traslated and Annotades 1- (1993- ); y LANA TROY, Patterns of Queenship in Ancient
Egyptian Myth and History (1986).

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