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IVÁN ZULUETA: EL RETORNO DEL VAMPIRO

En estas últimas semanas se está resucitando la olvidada figura del diseñador y cineasta
vasco Iván Zulueta, sobretodo con motivo de la muestra retrospectiva que se le dedica
en su San Sebastián natal y del reestreno en algunos cines españoles de la que es su obra
cumbre: Arrebato. Por todo ello creo que es un buen momento para poner nuestra
atención sobre una obra tan vasta como versátil, siempre caracterizada por la radicalidad
más extrema y por su exuberante modernidad.

Zulueta nace en el 1943 hijo de padres artistas (su madre pintora, su padre , uno de
los impulsores del Festival Internacional de cine de San Sebastián). Su afición por el
dibujo y la pintura se inicia en la infancia, época en la que inventaba dibujos
publicitarios para las películas que anunciaba la revista americana Screen´s stories.
Tambien en estos años descubre algunos de los temas que le obsesionarán a lo largo de
su obra y que están presentes constantemente en sus creaciones: el mundo de los
cromos, los cartoons de Walt Disney, los juguetes, las fotografías polaroid...todo un
mundo de fetichismo kitch que sume al joven Zulueta en el "arrebato", ese instante
mágico propio de la infancia en el que te quedas absorto con un objeto o una imagen y
el tiempo parece detenerse, ese instante que algunos adultos con alma de Peter Pan
intentan recuperar por medio de la heroína, un estado extático exento de
responsabilidades en el que el sujeto no actúa sino que se limita a observar el mundo
desde fuera.

Gran admirador de cartelistas cinematográficos de la época (por ejemplo Mac),


estudia decoración en el Centro de Nuevas Profesiones de Madrid y más tarde se
marcha a estudiar pintura y dibujo publicitario a la Arts Students League de Nueva
York, donde entra en contacto con los movimientos de vanguardia más en boga en
EEUU a finales de los sesenta. Sobretodo le influirá de lleno el pop art y el cine
underground de autores como Andy Warhol, Jonas Mekas, Kennet Anger, Paul
Morrisey...

A su regreso a España estudia en la Escuela Oficial de Cine y se instala en Madrid.


Comienza una frenética actividad creadora como cartelista cinematográfico, trabajando
entre otras para la productora El Imán de su amigo José Luis Borau. Realiza los
carteles de Camada negra, Sonámbulos, El corazón del bosque, Maravillas,
Demonios en el jardín, Laberinto de pasiones, Entre Tinieblas, ¿Qué he hecho yo
para merecer esto?, Furtivos, Viridiana, Mi querida señorita, Asignatura
pendiente, Ivanhoe, La jungla de asfalto, La señora Miniver, Solo ante el peligro,
Simón del desierto y un interminable etcétera, al que hay que añadir los de sus propias
películas y carteles-fachada para el cine California de Madrid y para el Festival de San
Sebastián.

Además de su importantísima aportación al mundo del cartel, Iván Zulueta filma


compulsivamente desde finales de los sesenta, rodando cientos de cortos en Super 8 (Mi
ego está en Babia, A mal gama, El mensaje es facial, Aquarium...) y algunos en 35
mm (Agata, Ida y vuelta...). En su primer trabajo de difusión amplia, titulado El
último grito, filma actuaciones musicales del programa homónimo que emitía TVE, del
que era guionista. Este trabajo constituye el precedente del que será su primer
largometraje Un, dos, tres...al escondite inglés (1969) un musical pop influenciado por
las películas de Richard Lester con los Beatles, aunque siempre marcado por la
personalidad de su director, el cual se encarga de realizar todo tipo de labores
(dirección, guión, decorados, vestuario), siendo el resultado de una gran sensibilidad
estética y desbordante sentido del humor. Hoy en día es una película de referencia en
festivales de música mod, adorada por los seguidores de la estética sixty, aunque en su
día se trató simplente de una práctica de fin de carrera, que Zulueta no pudo firmar por
no tener todavía el título de cineasta (un problema sindical que hoy suena absurdo pero
en la época no lo era ). De hecho lleva la firma de Jose Luis Borau, que en realidad
sólo realizó labores de producción. En esta época Borau será quien anime y produzca
los proyectos de Iván, multitud de cortos en super 8 y alguno en 35 mm como son
Frank Stein(1972) y Masaje(1972). Estos cortos tuvieron muy poca difusión, algunos
por su formato (sólo se proyectaban en los festivales de super 8 que proliferaron en los
setenta) y otros por ser repetidamente secuestrados por la policía franquista. A mediados
de los setenta Zulueta empieza a colaborar con el entonces productor de cine
independiente Augusto M. Torres. De esa colaboración sale Leo es pardo(1976), un
impactante cortometraje que se llega a proyectar en el festival de Berlín y obtiene un
relativo éxito en España.

A partir de ahí Zulueta buscará productor para un largo más ambicioso, barajándose
entre las posibilidades a una rica bilbaína deslumbrada por el encanto del cineasta, pero
que no tarda en desencantarse del proyecto. Finalmente el proyecto sale adelante
respaldado por Augusto M. Torres y el apoyo incondicional de los actores Eusebio
Poncela, Will More y el director de fotografía Ángel Luis Fernández (presente en casi
todas las películas españolas que gozan de un impactante trabajo fotográfico).

Después de un largo e inconstante proceso de rodaje (en el cual se parte de un


cortometraje que se corresponde con la parte final de la película) va tomando forma una
película a medio camino entre los experimentos propios del cine underground
americano y el cine de difusión más comercial. La historia se construye por medio de
constantes flashbacks y en ella se entremezclan distintas estéticas de acuerdo con la
evolución de la historia, así como numerosos cortos en super 8 rodados por el propio
Zulueta. De todo ello resulta una amalgama absolutamente coherente centrada en las
fuerzas vampíricas del cine y de la droga, fuerzas entre las que oscilan los personajes
(en especial el protagonista Jose Sirgado interpretado por Eusebio Poncela) y entre las
que deberán escoger al final, con el objetivo de alcanzar ese nivel de trascendencia que
es pasar "al otro lado".

La película destaca sobretodo por su impecable factura estética y su magistral uso del
sonido, que actúa creando símbolos sonoros de refuerzo de la trama argumental
(graznido de un cuervo en las apariciones de Will More, sirena de ambulancia en los
momentos de tensión, cajas de música y sonidos de juguetes en pleno arrebato...).
Además Zulueta redacta unos diálogos absolutamente personales cargados de un gélido
humorismo sin parangón en ningún otro autor, reforzados por las diferentes
modulaciones de los actores, que sufren mutaciones también cargadas de simbolismo (la
heroína les envejece la voz y en el caso de Will More actúa como reflejo directo de los
cambios en el personaje). En ninguna otra obra se entremezcla de tal forma la sordidez
más áspera con el candor más infantil, hasta el punto de ser a la vez una película de
terror y todo un canto naif a la ingenuidad.

Otro de los grandes atractivos de Arrebato, como bien señala Pedro Almodóvar es
la sensación que consigue transmitir de que la película no es una simple ficción sino que
hay algo inquietantemente personal depositado en ella, de que se trata de un intento de
autoexorcismo de su director, de que el propio Zulueta deja su vida en cada plano hasta
acabar vampirizado por la cámara (tal y como les sucede a los dos protagonistas). Más
allá de todo el discurso teórico que pueda suscitar como obra que reflexiona sobre la
relación cine-realidad (ver el número 10 de la revista Vértigo), Arrebato se nos presenta
como una obra eminentemente humana.
La película pasa desapercibida para el público en el momento de su estreno aunque
con el tiempo, gracias a su exhibición en circuitos paralelos llegue a convertirse en la
principal película de culto del cine español, a pesar de sus escasísimos pases en
televisión y del hecho de no estar editada en vídeo. La crítica la alaba unánimemente y
personajes tan dispares como Jose Luís Garci o Julio Médem se manifiestan
"arrebatados" por la película.

Tras realizar su obra maestra, Iván Zulueta atraviesa una etapa de serios problemas
con la heroína a lo largo de la década de los ochenta, lo cual lo sume en una inactividad
creativa (nótese que a diferencia de los protagonistas de Arrebato, el vampiro de la
droga en su caso vence al del cine). Estas circunstancias lo hacen abandonar su proyecto
de largometraje Dos y dos son cuatro y regresar a su San Sebastián natal donde realiza
esporádicos carteles y compulsivas fotografías polaroid. En el año 1988 se instala de
nuevo en Madrid y en el 1989 realiza para TVE un capítulo para la serie Delirios de
amor titulado Párpados. El mediometraje plantea el tema de la simbiosis total entre
dos gemelas, representadas por ambos espectros simbólicos como son Marisa Paredes
y Eusebio Poncela, que actúan como imagen del amor y la unión de las gemelas . Todo
esto sucede en dos plantas de un vetusto e imponente edificio madrileño que parece
contener un desague a otra dimensión a través del techo. Se trata de un trabajo de
impecable estética y planteamiento trascendente, cargado de humor y optimismo, todo
un canto al amor y a todas las dualidades. La cinta contiene momentos impactantes
como la fusión de los rostros de Marisa Paredes y Eusebio Poncela o la enloquecida y
risueña Marta Fernández-Muro interpretando a un personaje muy similar al que dio
vida en Arrebato.
En 1991 Zulueta realiza otro trabajo para televisión española titulado Ritesti (para la
serie Crónicas del mal). En él observamos un simbolismo surrealista con tintes de
género fantástico, basado en iconos oníricos clásicos como la luna, el pozo, el fuego...y
en otros no tan clásicos que aporta Zulueta como los dulces con forma de cruz-corazón.

A largo de la década de los noventa su figura vuelve a cobrar cierta presencia


inspirando gran cantidad de artículos y monografías como Iván Zulueta. La vanguardia
frente al espejo, editado por el Festival de Cine de Alcalá de Henares. Asimismo, realiza
carteles para producciones recientes como Ataque Verbal (2000) de Miguel
Albaladejo o Leo (2000) de Jose Luís Borau. El programa Versión Española le dedica
tres programas en los que recuperan sus trabajos para TVE, la librería ocho y medio
edita el guión de Arrebato y, en definitiva, comienza a ser reconocido por una obra
que, por sus propias características nunca podrá tener una gran repercusión de público.
Todo esto lleva a Zulueta a plantearse la posibilidad de volver a rodar, siempre y
cuando encuentre alguien que financie los costes y confíe en su obra. Esperamos que así
ocurra y que el director de Arrebato nos depare unas cuantas películas más.

ANXO CUBA

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