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Falconi, de Guayaquil, una esoritu-
ra legalizada, firmada por varios
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Estado de Ecuador y ante la poste-
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argentino por residencia, nacido en
Hungria, pasaporte n° 4.361.689.
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especialmente en léminas metali-
cas; contienen probablemente el re-
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cién extinguida, de la cual no tenia-
mos hasta la fecha ef menor indicio.
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Los primeros meses del afio 1990
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dad de Cuenca (Ecuador) buscando
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niendo con el tiempo, y de los que
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del destino final de la, en principio,
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confirmaron que ésta era enorme y
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trataba, en definitiva, de piezas y ti-
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Materiales modernos. Ademas, am-
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zas fotografiadas por Daniken y que
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sentarnos a un tercer hombre: un
inglés llamado Leonardo que habia
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Patera nme aestuneles que recorren América?
DE LA CUEVA
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‘construyé el aeropuerto de Cuenca,
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selva, Leonardo trabaja en un lugar
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gun lugar de las galerias también
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Pema ae eamismo grabado nos hablaron tiem-
po después los jibaros que viven en
‘al rio Cuangos, afluente del rio San-
tiago, en las cercanias de la entrada
a los tineles.
Unos dias después de nuestro en-
‘cuentro con Salazar decidimos des-
plazarnos a la boca de la mitica
Cueva de los Tayos, en plena selva
ecuatoriana y en territorio jibaro,
‘aunque -para hablar con propiedad
y no utilizar el término jfbaro, que es-
ta tribu considera despective- debe-
riamos mejor hablar de shuaras. En
definitiva, tras ser aceptados por el
eacique del poblado shuar empren-
dimos el duro camino hacia la cueva
junto a ellos. Una cueva, dicho sea
de paso, que es considerada una de
las vias de acceso més importantes
a la presunta red de tineles que re-
‘corre todo el continente americano
(ver recuadro). Y los shuaras lo sa~
ben. Quizé por ello viven en las cer-
canias de la gruta, mostrandose en
todo momento expectantes por lo
‘que queriamos hacer. Tras llegar al
Punto buscado contemplamos du-
fante un momento, con respeto, el
ozo de sesenta metros que nos Se-
paraba de las polémicas galerias.
Del pozo emergia un pestilente vaho
34
que se mezclaba sutilmente con los
graznidos de toda una vasta pléyade
de pajaros nocturnos -los tayos—
ue habitan la cueva y que le dan su
nombre al luger.
En poco tiempo, con la ayuda de
ESCRITURA
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de los Tayos por Juan Moricz. Ju
jerias. En fa jonte, la ex
los diestros shuaras, estuvo prepa:
rada una estructura de troncos que
serviria de soporte para las cuerdas
de descenso. Uno de ellos se ofre-
cid a hacernos de guia dentro de
unas galerias que -segin él- cono:
a ella, obra de Erick V
cor 3 hallazgos dle Moricz. Abajo, imager
el rio Santiago cerca de fa entrada @
‘espafola desembarcando en el