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A dios rogando y con la intervención amenazando. El señor Trump fue al 73° periodo de sesiones de
la ONU a amenazar con el ejercicio de su rol imperial. Su discurso contradictorio de punta a punta,
estuvo ensalzado por extraño que parezca, del argumento contra la dominación.
El diseño de dicho discurso es absurdo por sus contradicciones entre los hechos y la realidad del
hegemón norteamericano, sin risas amargas. Pero es significativo por las intenciones cada vez más
agresivas e intolerantes respecto de los acontecimientos mundiales.
Dominar es tener e imponer la supremacía, entonces lo inexplicable está en cómo, quien a vista de
todo el mundo mantiene dicha condición, quien sustenta (en medio de su constricción) la
hegemonía global; ¿cómo es que se le ocurrió cuestionar una dominación global de otros, pero que
nadie más posee? A saber, la dominación es un rasgo que define el papel de los Estados Unidos en
estos tiempos, pero Donald el neo-libertador, el que en dos años ha hecho tanto por ganarse el
rechazo de los pueblos, tiene enredado el papagayo, al decir del bravo pueblo bolivariano.
Imperialistas al fin, arrogantes de toda la vida, la crisis de su hegemonía los hace más peligrosos, el
discurso de Trump en nombre de una muy abstracta libertad, es una amenaza a los pueblos del
mundo y al conjunto de Estados aliados y enemigos. El discurso del señor asienta la postura
inconmovible, el mundo al revés, ¿se está con él o qué?, en un acto le dio rango democrático al
fascismo israelí, al régimen saudita, a los gobiernos neoliberales del mundo, restableció el ideario
de “América para los norteamericanos”, instaló la bonanza capitalista en la India cuando esta se
dirige al despeñadero neoliberal, todo un mago.
De pronto el muro de nuestra frontera norte es un regalo y un acto de buena fe, ¿qué dirán los
pueblos de la India?, bautizó de socialistas a diestra y siniestra, satanizó al pueblo y gobierno
venezolano y cubano en su lucha por un país mejor, hasta amenazó a sus socios si no se portan
según una línea emanada de Washington, ni por asomo señaló sus responsabilidades en las
asonadas violentas, golpes de Estado, intentos de magnicidio, asesinatos, narcotráfico, guerras,
sanciones y bloqueos económicos, o la siembra del terrorismo en el llamado Medio Oriente.
Esta política de la restauración del orden global norteamericano, con su retórica de la amenaza, se
asienta en las tendencias e imperativos del gran monopolio, apoyándose en los viejos controles
financieros, militares, políticos, comerciales, e ideológicos. La paradoja está en que aquellos que
tanto llamaron a la unificación y se movieron por consolidar la economía global capitalista, hoy son
los impulsores del caos como medio para restablecer su dominación.
El discurso por la dominación norteamericana trae a cuento la entrada a una crisis política en el seno
de los Estados Unidos, las clases poderosas no encuentran consensos sociales y se afirman en
redoblar la opresión interna combinada con la política intervencionista exterior para recrear su
sueño americano armado.
Brasil y Argentina viven un intervencionismo político contra los deseos democráticos de sus pueblos,
sus líderes son sustraídos de la arena pública para someterles a las falsas instituciones de “justicia”,
México es amenazado ante cualquier intento de emprender un camino diferente al neoliberalismo,
Cuba y Venezuela son censurados como eje del mal, los países centroamericanos son etiquetados
de “agujero de mierda” y así sucesivamente. Latinoamérica en lo más riguroso y complejo de estas
agresiones tendrá que construir su unidad democrática y revolucionaria porque el señor capital ha
hablado.