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Tlatelolco 68 3

Jaime Sabines
Habría que lavar no sólo el piso; la memoria.
Habría que quitarles los ojos a los que vimos,
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asesinar también a los deudos,
Nadie sabe el número exacto de los muertos, que nadie llore, que no haya más testigos.
ni siquiera los asesinos, Pero la sangre echa raíces
ni siquiera el criminal. y crece como un árbol en el tiempo.
(Ciertamente, ya llegó a la historia La sangre en el cemento, en las paredes,
este hombre pequeño por todas partes, en una enredadera: nos salpica,
incapaz de todo menos del rencor.) nos moja de vergüenza, de vergüenza, de vergüenza.
Tlatelolco será mencionado en los años que vienen La bocas de los muertos nos escupen
como hoy hablamos de Río Blanco y Cananea, una perpetua sangre quieta.
pero esto fue peor,
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aquí han matado al pueblo;
no eran obreros parapetados en la huelga, Confiaremos en la mala memoria de la gente,
eran mujeres y niños, estudiantes, ordenaremos los restos,
jovencitos de quince años, perdonaremos a los sobrevivientes,
una muchacha que iba al cine, daremos libertad a los encarcelados,
una criatura en el vientre de su madre, seremos generosos, magnánimos y prudentes.
todos barridos, certeramente acribillados Nos han metido las ideas exóticas como una lavativa,
por la metralla del Orden y Justicia Social. pero instauramos la paz,
A los tres días, el ejército era la víctima de los desalmados, consolidamos las instituciones;
y el pueblo se aprestaba jubiloso los comerciantes están con nosotros,
a celebrar las Olimpiadas, que darían gloria a México. los banqueros, los políticos auténticamente mexicanos,
los colegios particulares,
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las personas respetables.
El crimen está allí, Hemos destruido la conjura,
cubierto de hojas de periódicos, aumentamos nuestro poder:
con televisores, con radios, con banderas olímpicas. ya no nos caeremos de la cama
porque tendremos dulces sueños.
El aire denso, inmóvil,
el terror, la ignominia. Tenemos Secretarios de Estado capaces
alrededor las voces, el tránsito, la vida. de transformar la mierda en esencias aromáticas,
Y el crimen está allí. diputados y senadores alquimistas,
líderes inefables, chulísimos,
un tropel de putos espirituales
enarbolando nuestra bandera gallardamente.
Aquí no ha pasado nada. ¿Y a esa luz, breve y lívida, quién? ¿Quién es el que mata?
Comienza nuestro reino. ¿Quiénes los que agonizan, los que mueren?
¿Los que huyen sin zapatos?
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¿Los que van a caer al pozo de una cárcel?
En las planchas de la Delegación están los cadáveres. ¿Los que se pudren en el hospital?
Semidesnudos, fríos, agujereados, ¿Los que se quedan mudos, para siempre, de espanto?
algunos con el rostro de un muerto.
¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie.
Afuera, la gente se amontona, se impacienta,
La plaza amaneció barrida; los periódicos
espera no encontrar el suyo:
dieron como noticia principal
“Vaya usted a buscar a otra parte.”
el estado del tiempo.
6 Y en la televisión, en el radio, en el cine
La juventud es el tema no hubo ningún cambio de programa,
dentro de la Revolución. ningún anuncio intercalado ni un
El gobierno apadrina a los héroes. minuto de silencio en el banquete.
El peso mexicano está firme (Pues prosiguió el banquete.)
y el desarrollo del país es ascendente. No busques lo que no hay: huellas, cadáveres
Siguen las tiras cómicas y los bandidos en la televisión. que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa,
hemos demostrado al mundo que somos capaces, a la Devoradora de Excrementos.
respetuosos, hospitalarios, sensibles No hurgues en los archivos pues nada consta en actas.
(¡Qué Olimpiada maravillosa!),
Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria.
y ahora vamos a seguir con el “Metro”
Duele, luego es verdad. Sangre con sangre
porque el progreso no puede detenerse.
y si la llamo mía traiciono a todos.
La mujeres, de rosa,
Recuerdo, recordamos.
los hombres, de azul cielo,
Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
desfilan los mexicanos en la unidad gloriosa
sobre tantas conciencias mancilladas,
que constituye la patria de nuestros sueños.
sobre un texto iracundo sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Memorial de Tlatelolco Recuerdo, recordamos
Rosario Castellanos hasta que la justicia se siente entre nosotros.

La oscuridad engendra la violencia


y la violencia pide oscuridad 2 de octubre, no se olvida
para cuajar el crimen. Ricardo Tello Castillo
Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche
Un recuerdo en este día es poco
Para que nadie viera la mano que empuñaba
porque es poesía en Tlatelolco.
El arma, sino sólo su efecto de relámpago.
Azteca de la gran Tenochtitlan,
de esta cultura primera,
contigo los muertos están, Se veían las rayas grises.
recíbelos en tu luna de primavera. Como pinzas
Son hombres, águilas caídas. se desplegaron los soldados.
Que la sangre de tantas vidas Se inició el pánico.
despierte a los Dioses de Tlatelolco llenos de terror
La multitud corrió hacia las salidas
y castiguen al loco, por favor.
y encontró bayonetas.
Mexicanos de todas las culturas
En realidad no había salidas:
no olviden a sus muertos,
la plaza entera se volvió una trampa.
viejos, jóvenes y criaturas
que regaron los huertos con sangre y dolor. –Aquí, aquí Batallón Olimpia.
Tráeles flores el día de los muertos Aquí, aquí Batallón Olimpia.
y ponlas en las manchas que hay en el suelo, Las descargas se hicieron aún más intensas.
ellos te darán las gracias desde las nubes altas Sesenta y dos minutos duró el fuego.
que hay en el cielo.
El tiempo y la distancia todo lo cubre –¿Quién ordenó todo esto?
pero no olvides la matanza del 2 de octubre. Los tanques arrojaron sus proyectiles.
Comenzó a arder el edificio Chihuahua.
Las voces de Tlatelolco Los cristales volaron hechos añicos.
José Emilio Pacheco De las ruinas saltaban piedras.
Eran las seis y diez. Un helicóptero Los gritos, los aullidos, las plegarias
sobrevoló la plaza. bajo el continuo estruendo de las armas.
Sentí miedo. Con los dedos pegados a los gatillos
Cuatro bengalas verdes. le disparan a todo lo que se mueva.
Y muchas balas dan en el blanco.
Los soldados
cerraron las salidas. –Quédate quieto, quédate quieto:
si nos movemos nos disparan.
Vestidos de civil, los integrantes
del Batallón Olimpia –¿Por qué no me contestas?
–mano cubierta por un guante blanco– ¿Estás muerto?
iniciaron el fuego. –Voy a morir, voy a morir.
En todas direcciones Me duele.
se abrió fuego a mansalva. Me está saliendo mucha sangre.
Aquél también se está desangrando.
Desde las azoteas
dispararon los hombres de guante blanco. –¿Quién, quién ordenó todo esto?
Disparó también el helicóptero. –Aquí, aquí Batallón Olimpia.
–Hay muchos muertos.
Hay muchos muertos.
México: Olimpiada de 1968
–Asesinos, cobardes, asesinos. Octavio Paz
–Son cuerpos, señor, son cuerpos. A Dore y Adja Yunkers
Delhi, a 3 de octubre de 1968
Los iban amontonando bajo la lluvia.
Los muertos bocarriba junto a la iglesia. La limpidez
Les dispararon por la espalda. (Quizá valga la pena
Escribirlo sobre la limpieza
Las mujeres cosidas por las balas,
de esta hoja)
niños con la cabeza destrozada,
No es límpida:
transeúntes acribillados.
Es una rabia
Muchachas y muchachos por todas partes. (Amarilla y negra
Los zapatos llenos de sangre. Acumulación de bilis en español)
Los zapatos sin nadie llenos de sangre. Extendida sobre la página.
Y todo Tlateloco respira sangre. ¿Por qué?
–Vi en la pared la sangre. La vergüenza es ira
Vuelta contra uno mismo:
–Aquí, aquí Batallón Olimpia. Si
–¿Quién, quién ordenó todo esto? Una nación entera se avergüenza
Es león que se agazapa
–Nuestros hijos están arriba. Para saltar.
Nuestros hijos, queremos verlos. (Los empleados
–Hemos visto cómo asesinan. Municipales lavan la sangre
Miren la sangre. En la Plaza de los Sacrificios.)
Vean nuestra sangre. Mira ahora,
Manchada
En la escalera del edificio Chihuahua Antes de haber dicho algo
sollozaban dos niños Que valga la pena,
junto al cadáver de su madre. La limpidez.
–Un daño irreparable e incalculable.
Una mancha de sangre en la pared,
una mancha de sangre escurría sangre.
Lejos de Tlatelolco todo era
de una tranquilidad horrible, insultante.
–¿Qué va a pasar ahora, qué va a pasar?
Lectura de los “Cantares mexicanos” ante la montaña de las águilas
José Emilio Pacheco donde se tiende la niebla de los escudos.
El llanto se extiende Ah yo nací en la guerra florida,
gotean las lágrimas yo soy mexicano.
allí en Tlatelolco. Sufro, mi corazón se llena de pena.
(Porque ese día hicieron Veo la desolación que se cierne sobre. el templo
una de las mayores crueldades cuando todos los escudos se abrasan en llamas.
que sobre los desventurados mexicanos
En los caminos yacen dardos rotos.
se han hecho en esta tierra).
Las casas están destechadas.
Cuando todos se hubieron reunido, Enrojecidos tienen sus muros,
los hombres en armas de guerra, Gusanos pululan por calles y plazas.
los hombres que hacen estruendo, Golpeamos los muros de adobe
ataviados de hierro y es nuestra herencia
fueron a cerrar las salidas, una red de agujeros.
las entradas, los pasos. Esto es lo que ha hecho el Dador de la Vida
(Sus perros van por delante, allí en Tlatelolco.
los van procediendo.)
Entonces se oyó el estruendo,
Lectura de Shakespeare
entonces se alzaron los gritos.
Gabriel Zaid
Muchos maridos buscaban a sus mujeres.
Unos llevaban en brazos a sus hijos pequeños. (Soneto 66)
Con perfidia fueron muertos, Asqueado de todo esto, me resisto a vivir.
sin saberlo murieron. Ver la Conciencia forzada a mendigar
y el olor de la sangre mojaba el aire y la Esperanza acribillada por el Cinismo
y el olor de la sangre mojaba el aire. y la Pureza termida como una pesadilla
y la Inquietud ganancia de pescadores
y los padres y madres alzaban el llanto.
y la Fe derrochada en sueños de café
Fueron llorados,
y nuestro Salvajismo alentado como Virtud
se hizo la lamentación de los muertos.
y el Diálogo entre la carne y las bayonetas
Los mexicanos estaban muy temerosos:
y la verdad tapada con un Dedo
miedo y vergüenza los dominaban.
y la Estabilidad oliendo a establo
y todo eso pasó con nosotros.
y la Corrupción, ciega de furia, a dos puños:
Con esta lamentosa y triste suerte
con espada y balanza.
nos vimos angustiados.
En la montaña de los alaridos, Asqueado de todo esto, preferiría morir,
en los jardines de la greda de no ser por tus ojos, María,
se ofrecen sacrificios y por la patria que me piden.
-1968
nacido en junio, en junio muerto,
No hay que perder la paz testigo, testimonio,
dolorido hasta los ascos,
Gabriel Zaid
ardido por mis hijos y mis hermanos apaleados,
¿Sigue usted indignado, asesinados.
Señor Presidente?
Dios nos bendiga,
Mala cosa es perder
diez, dieces de junio, dioses de siempre,
por unos muertitos,
y compadezcamos a Dios
que ya hacen bostezar
que tampoco vio nada.
de empacho a los gusanos,
la paz.
Todo
Septiembre
es posible en la paz.
Paco Ignacio Taibo
1971
Un día,
el día en que no me detuvieron,
Del miedo y la compasión en que ni siquiera me tocaron los golpes,
Efraín Huerta porque la ley y el orden
me desprecian un rato
A mis amigos y compañeros del IPN
descuidados
Noviembre 24 de 1971.
(era de tarde, llovía).
A las 5:30 del día diez se olvidaron de mí.
fulguré como un elemental agonizante. Era un día en que caminé por Insurgentes y los
No veo el año ni el mes coches azules
ni los secretos podridos llenaban la calle
ni los silencios rotos pero prolongados hasta sacarla.
como los gusanos y las babosas.
Ese día
Hoy debo repetir mi miedo
tenía de papelitos arrugados
la fisura de mi pánico
llenando los bolsillos.
la verde costa de los desnudos pies
Si me hubieran registrado
sobre las calles ultrajadas.
me hubiera sido imposible explicarles
Dulcemente a solas me miento la madre, cómo fueron escritos
porque yo SI procure, procuro algo, (es difícil explicar cosas así),
canceroso procurador bajo qué luz,
-hígado roto, riñones de cemento-, con quiénes,
procurador de la miseria y de los muertos, en qué horas del día
muerto vivo, poeta funeral, repartía mis pequeños odios con el odio grande
de los miles que éramos.
Es difícil explicarles a ellos.
Los papeles del bolsillo, digo,
eran poemas, o casi,
eran días asustados, gastados, sonrisas repartidas como
volantes en las
esquinas,
eran pintas chiquitas,
casi para mí mismo,
para situarme en el planeta genial
que era hoy la ciudad,
declaraciones insólitas de mi complicidad conmigo mismo,
con lo que estábamos haciendo.
Si entonces ese día,
alguien hubiera dicho
¿de dónde han salido?;
¿quién los hizo?
Son subversivos, reflejan tu anarquismo, tu desconfianza
del mundo,
tus problemas sexuales, tu falta de tristeza, tu soledad
corrupta;
son muestra de que eres aún adolescente, de que en el
fondo desconfías de tí mismo.. .
yo hubiera dicho:
ivete a la mierda! Son sólo poemas; poemas solamente,
y reflejan (nada refleja) todas esas cosas...y además,
todos tenemos papeles en los bolsillos.
Pero hoy, otro día,
si me preguntan qué pasó con ellos,
sería difícil explicar
explicar que estaban por aquí,
que se fueron por las alcantarillas mientras su autor
(corría,
que se derritieron de sudor entre los dedos,
o que están aquí porque los he guardado.
¿Acaso importa? Los volvería a hacer.

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