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La necesaria permeabilidad de la ética

Nunca más una educación sin perspectiva de género, ni que ignore a la diversidad cultural

FRANCISCO AYON*
22 MAY 2017 - 04:39 CEST

Hace unos días asistí a una reunión de gobernadores y coincidí con algunos homólogos
de las Secretarías de Educación de otros Estados del país. Como siempre sucede,
intercambiamos puntos de vista, conversamos sobre cómo están avanzando diferentes
programas o estrategias, y cuando hay dudas es momento de resolverlas o de llevarse algún
consejo a casa.

Sin embargo, también es muy común que se den esas charlas en las que me doy cuenta
que existen historias delicadas que compartimos en todo México y que, en mayor o menor
medida, todos vemos reflejadas en nuestras aulas, ya sea de educación básica o media
superior.

Casos como que un niño atacó a otro con un lápiz, que en tal lugar un grupo de jóvenes
hizo una broma sin límites que terminó con la hospitalización de alguien, que el sexo precoz
en los baños aparece y alarma a toda una comunidad, o que hay un plan de venganza con
toda premeditación digno de un adulto; tal fue el caso del 18 de enero en Monterrey,
cuando un joven atacó a su maestra y compañeros con un arma de fuego.

¿Cómo llegamos aquí? ¿Qué factores están dinamizando estas conductas?, pero sobre
todo, ¿Cómo podemos resolverlo? ¿Qué debemos de hacer para coadyuvar en bien de la
sociedad y que prevalezcan los valores y el respeto entre todos?

Cito palabras de Fernando Savater en la conferencia Ética y Ciudadanía que dictó hace
algunos años en el Tecnológico de Monterrey. En ella hablaba de que lejos de bajar los
brazos, por más malos que sean los signos en una colectividad, es el momento de apostar
por la ética, pues es justo en los momentos de crisis cuando una sociedad crea valores que
necesita que permeen en su infancia y juventud para ofrecer soluciones contra acciones
que les están dañando.

“Precisamente porque el mundo en conjunto no es ético, es por lo que hay que preparar
éticamente a las personas; precisamente porque el mundo no es como nos gustaría que
fuese, tenemos que intentar inculcar ideales de transformación y de reforma en los jóvenes,
si no, no tendría ningún sentido [enseñar ética]”, dijo Savater en dicha conferencia ofrecida
en el marco de la Cátedra Alfonso Reyes.
Suele decirse que la escuela es como nuestra segunda casa, o al menos así lo considera
gran parte de la sociedad, la realidad es que de 24 horas que tiene el día, alrededor de seis
de éstas son las que niñas y niños pasan en las aulas con nosotros, los educadores.

Las niñas y los niños repiten lo que ven y eso es algo que quiero subrayar, me queda
claro después de diversas investigaciones, que hemos hecho cuando se presentan
conductas inadecuadas, que todo lo que hacen los infantes es porque lo vieron
previamente, ya sea de los padres, familiares, internet o algún profesor/a.

Si entendemos esta máxima juntos, podremos trabajar deontológicamente en conjunto,


tanto en casa como en el aula somos partícipes de su educación; padres y profesores
hacemos una simbiosis para que los infantes aprendan y desarrollen habilidades cognitivas
y sociales que nos permitan crecer como conjunto, como país.

El ejemplo es clave y cuando una de estas dos partes falla, el educando es el que lo
resiente y en el que de inmediato se cobra la factura, es por ello que todas y todos debemos
conocer los principios de la ética, entenderla, razonarla y, sobre todo, aplicarla.

Sapere Aude, una locución latina que Immanuel Kant usaba, significa atrévete a saber
por ti mismo o ten el valor de usar tu propia razón, en pocas palabras pensaba que la gente
debía de ser “mayor de edad” cognitivamente y no sólo obedecer lo que les decían.

Este filósofo, famoso por su Crítica de la razón pura, tiene otro trabajo en donde aborda
la ética en una forma profunda. Crítica de la Razón Prácticaes un escrito en donde diserta y
da una gran luz a la forma de entender la moralidad y la correlación entre las personas en
los conglomerados sociales.

Por principio de cuentas, Kant hablaba de la necesidad de hacer referentes morales


racionales, dicho de otra forma, dejar de lado el pensar que las personas se deben de portar
bien debido a que hay premios o castigos, sino pensar en cómo usar la libertad que tenemos
todos los seres humanos con base en una buena voluntad.

Para ello creó el concepto Imperativo categórico, el cual dice: obra sólo según aquella
máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal.

En resumidas cuentas, lo que quiso decir es que una persona debe ejercer su libertad
tomando decisiones no porque su religión le diga que tendrá un castigo, sino porque cree
que esa acción no se debe hacer porque dañará a la colectividad; por ejemplo, no robo
porque voy a tener un castigo, sino porque no robar es una acción universal que quiero que
toda la sociedad siga, porque sin robar habría paz y armonía entre la gente.
En este sentido, con el fin de alcanzar una consolidación integral en la formación del
nuestros estudiantes, el nuevo modelo educativo nos propone tres ejes principales:
persona, para el autoconocimiento del alumno y el ejercicio responsable de su libertad;
ética, para desarrollar un sentido de pertenencia y valoración de la diversidad, convivencia
pacífica y solución de conflictos, y por último, ciudadanía, para tener un sentido de justicia
y apego a la legalidad, así como de democracia y participación ciudadana.

Esta propuesta curricular que nos marca el camino que deberá seguir la educación,
también nos abre la puerta hacia una nueva etapa en la vida de las comunidades educativas,
ya que ahora más que nunca, la participación de padres de familia, maestros y directivos
debe prevalecer por encima de cualquier interés en particular. El trabajo en conjunto se
convierte en un ejercicio de corresponsabilidad, en el que de alguna manera tomamos parte
de la construcción de la sociedad en la que queremos vivir.

El nuevo modelo educativo nos marca una ruta curricular clara en contenidos y
programas, pero también en la formación y desarrollo del sujeto. Esta ruta nos indica una
sola cosa: nunca más una educación sin perspectiva de género, ni tampoco una que ignore
a la diversidad cultural como su gran fortaleza y, por supuesto, nunca más una educación
sin corresponsabilidad, en la que todas y todos, madres y padres de familia, profesores y
directivos, trabajemos bajo una misma perspectiva, la formación del sujeto como persona
y como parte de una comunidad.

*Francisco Ayon es secretario de Educación del Gobierno de Jalisco

Fuente
Ayón, F. (2017). La necesaria permeabilidad de la ética. Recuperado de
https://internacional.elpais.com/internacional/2017/05/22/america/1495420473_219690.html

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