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2017
UNIVERSIDAD DEL ACONCAGUA
FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y JURÍDICAS
DERECHO PRIVADO II – OBLIGACIONES
CICLO LECTIVO 2017/2018
GUÍA DE CLASE N° 20
2. ¿Qué es el daño?
Sentido Vulgar: Destrucción o menoscabo de un bien por cualquier motivo, sea por la acción del hombre o por
caso fortuito.
El daño a otro, causado o que amenaza causarse, constituye el elemento básico e indispensable de la
responsabilidad resarcitoria o preventiva del Derecho de Daños.
En sentido amplio, daño es la pérdida o menoscabo o lesión de un bien o interés jurídicamente protegido.
En sentido estricto, hay un daño resarcible (o la amenaza de que se configure) cuando la lesión incide
injustamente contra el interés de una o más personas determinadas o determinables, o sobre ciertos
grupos, cuya esfera jurídica ha sido invadida a resultas del hecho.
La noción jurídica de daño se extiende no sólo al caso de lesión efectiva, sino también al peligro
de que suceda: en el primer caso, se pierde o se mutila un interés, y en el segundo se lo perturba
y empeora, y en ambos casos surge responsabilidad.
Derecho Privado II - Obligaciones
2017
Fin de la responsabilidad: Reparación del perjuicio sufrido por la víctima y si fuera posible, su
evitación.
El concepto jurídico de daño, salvo restricciones queridas por el legislador, abarca la protección de todo
interés no reprobado por la ley. Comprende todo perjuicio susceptible de apreciación pecuniaria que
afecta en forma cierta a otro, a su patrimonio, su persona, sus derechos o facultades. (Cámara Nacional
de Apelaciones en lo Civil, sala D, 14/05/1997, “L., G. c. Municipalidad de Buenos Aires”, LA LEY 1997-E, 54)
Esta norma ha logrado consagrar legislativamente una definición moderna de daño resarcible que – vale
insistir – no existía en el ordenamiento normativo argentino, lo que había generado distintas posiciones
doctrinarias que intentaban definirlo.
El Código nuevo proporciona una definición comprensiva tanto del daño individual como del colectivo. En
el individual se afecta un derecho o un interés lícito y no contrario a derecho que tiene por objeto el
patrimonio o la persona, en tanto que en el daño colectivo se afecta un derecho o un interés que recae
sobre un bien de incidencia colectiva.
Desde la visión clásica de la responsabilidad, se exigía que el daño afectara necesariamente un derecho
subjetivo; el tránsito hacia la visión actual del Derecho de Daños ha hecho que resulten indemnizables
daños que afectan intereses legítimos o simples intereses, es decir, situaciones que no han merecido un
expreso reconocimiento jurídico en una determinada norma, siendo suficiente a los fines de la reparación
que se trate de meros intereses no reprobados por el ordenamiento jurídico considerado en su integridad.
Lo que el Derecho tutela, el daño vulnera. Si el derecho tutela un determinado interés humano, éste puede
ser atacado por un daño, que será un daño en sentido jurídico en cuanto contra él apresta el Derecho la
propia reacción. Es evidente que sólo tendrá relevancia jurídica el daño jurídico, aquel que posea un quid
iuris, por lo que el objeto de un menoscabo jurídico no es más que un interés jurídicamente tutelado. Todo
aquel interés que no encuentre tutela en nuestro Derecho y que sea lesionado, como todo aquel daño
simplemente naturalístico – que consiste únicamente en un simple menoscabo a bienes – no provocará la
reacción del sistema a fin de lograr una reparación del mismo.
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Recordar el posible objeto de la lesión…
El daño puede ser individual o colectivo: en el individual se afecta un derecho o un interés lícito y no contrario a
Derecho que tiene por objeto el patrimonio o la persona, mientras que en el colectivo se afecta un derecho o un
interés que recae sobre un bien de incidencia colectiva…
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Sólo son resarcibles los daños injustos, en el sentido de que una valoración axiológica rechaza que sean
soportados por la víctima sin compensación.
Doctrina tradicional: El daño debía lesionar un derecho subjetivo o a un bien protegido por la ley, agotándose,
por tanto, la protección jurídica en los contenidos normativos.
Doctrina actual: Pone el acento en la injusticia del daño, que es una noción más comprensiva y que tiene
vigencia aunque sea lícita la conducta lesiva.
Lo jurídico no se agota en lo legal: la injusticia del daño no presupone reconocimiento normativo del interés
lesionado.
Se protegen todos los intereses estimables positivamente, así no sean legales –aunque no estén reconocidos en
las normas, sino simples o de hecho con tal que se los perciba como reales y se los valore como dignos.
Los intereses simples son aquellos que configuran meras expectativas lícitas de continuar obteniendo el
objeto de la satisfacción, que se encuentran en la esfera propia de las personas, pero que carecen de un
medio de protección legal que autorice su obtención compulsiva a través del Derecho. Muchas veces hay
intereses lesionados que – sin ser sustratos de derecho subjetivo alguno y aun careciendo de protección
legítima expresa para asegurar su satisfacción – no resultan ser repugnantes al Derecho y su goce es
perfectamente licito, aunque su pretensión no es exigible.
La corriente doctrinaria predominante en la actualidad considera que ellos son pasibles de resarcimiento en la
medida en que posean el carácter de seriedad y licitud.
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1. Que sea suficientemente cierto:
La exigencia de que el daño sea cierto se refiere a su existencia y no a su actualidad o a la determinación de
su monto. El daño debe existir, es decir, debe ser real, efectivo y no meramente conjetural o hipotético.
En ello se diferencia del daño eventual que es meramente hipotético, de incierta realización, meramente
conjetural, y que, a criterio del juzgador, ofrece escasas posibilidades de ocurrencia, por lo que no
corresponde su resarcimiento..
Resulta improcedente indemnizar el rubro "peligro de vida", ya que el daño para ser indemnizable debe
ser cierto, pues no se indemnizan los peligros de daño que constituyen situaciones perjudiciales,
eventuales o hipotéticas, máxime cuando no se ha probado que las lesiones sufridas por el actor
pudieran haber puesto en peligro su vida. (Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Mar del
Plata, sala II, 21/06/2007, “Zibecchi, Pablo c. Trama, Fabián y otros”, LLBA 2007 (agosto), 809)
Es procedente la indemnización por pérdida de la chance toda vez que el servicio defectuoso de la
empresa demandada -en el caso, Encotel- al no entregar el telegrama en el que el actor intimaba a su
empleador a otorgarle tareas normales y habituales bajo apercibimiento de considerarse injuriado, lo
privó de la posibilidad de plantear con éxito sus pretensiones en el fuero del trabajo pues se trata de un
daño cierto y no meramente eventual al haber existido una probabilidad suficiente de beneficio
económico que se frustró por la conducta de la demandada. (Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil
y Comercial Federal, sala II, 16/03/2004, “Prieto, Roberto A. c. Empresa Nacional de Correos y
Telégrafos”, DJ 2004-2, 320 - RCyS 2004, 854)
Para el Nuevo Código, la pérdida de chance es indemnizable en la medida en que su contingencia sea
razonable y guarde una adecuada relación de causalidad con el hecho generador.
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El daño debe subsistir al tiempo del resarcimiento, es decir, cuando se habla de subsistencia del daño se
hace referencia a que el mismo no debe haber sido resarcido por lo que, si bien se trata de un perjuicio
pasado en los hechos, aún permanece jurídicamente en la víctima del perjuicio.
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Ejemplo: gastos médicos soportados por la víctima. Se han pagado, pero en el patrimonio de ésta, subsiste a
los efectos de la reparación como un daño indemnizable.
Este requisito de la subsistencia resulta de suma importancia ya que pueden existir situaciones en las cuales
un daño exista durante un corto periodo de tiempo y luego desaparezca. Si la viuda de una persona
asesinada contrae nuevas nupcias y el segundo esposo cubre sus requerimientos de subsistencia, quedará
limitado el periodo durante el cual aquella experimenta el daño patrimonial derivado del homicidio, puesto
que la subsistencia en el tiempo del perjuicio encontrará su punto final en la fecha de su nuevo casamiento,
aunque situaciones como éstas deben ser apreciadas y valoradas por los magistrados ante cada caso
concreto.
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La personalidad del daño permite identificar al damnificado o a los damnificados que son titulares de la
acción de responsabilidad y define la legitimación sustancial activa del crédito resarcitorio.
ATENCIÓN:
Este presupuesto no se encuentra enumerado en el art. 1739 del Código. Sin embargo, surge del art. 1741 del
mismo cuerpo, que prevé que los damnificados indirectos únicamente tendrán legitimación para reclamar el
daño a título personal, y que la acción sólo se transmite a los sucesores universales del legitimado si es
interpuesta por éste en vida.
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b) Postura B: La distinción se sustenta en la relación causal que el menoscabo guarda con el hecho ilícito,
es decir, que serán daños directos los perjuicios que son consecuencia inmediata del evento dañoso,
mientras que serán indirectos los perjuicios que resultan de la conexión del evento con un hecho
distinto…
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c) Postura C: Puede entenderse la distinción del daño entre directo e indirecto partiendo del punto de
vista de quiénes son los legitimados activos para reclamar el resarcimiento del perjuicio que se les ha
ocasionado. Desde esta acepción, será daño directo el que padece la víctima, mientras que el daño
indirecto será el que sufre —como consecuencia del daño directo— otra persona par ricochet.
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SEGÚN LA CERTEZA DEL DAÑO Y SUS DIVERSAS MANIFESTACIONES…
Las principales vertientes del daño moral residen en lesiones que afectan la vida, la salud o la dignidad de las
personas; es decir, su existencia y su integridad psicofísica, espiritual y social.
El art. 1.078 del Código Civil, redacción originaria, brindaba las siguientes pautas para precisar este perjuicio:
“molestándola en su seguridad personal, o en el goce de sus bienes o hiriendo sus afecciones legítimas...”
El daño moral es la modificación disvaliosa del espíritu en su capacidad de entender, querer o sentir, o en la
aptitud para actuar, que se traduce en un modo de estar de la persona, diferente de aquel en que se encontraba
antes dl hecho, como consecuencia de éste y perjudicial para su existencia.
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El daño moral no se reduce al sufrimiento
Si bien las formas más frecuentes de daño moral residen en el dolor, la angustia, la tristeza, etc., la dimensión
espiritual de la persona no se reduce a su sensibilidad, sino que comprende la existencia intelectual y volitiva,
tanto en la soledad como en las relaciones con los demás.
Caso de los menores, los dementes y las personas en estado de vida vegetativa.
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¿EL DAÑO ES PATRIMONIAL O NO PATRIMONIAL O EL CÓDIGO INTRODUCE NUEVAS
CATEGORÍAS DE DAÑO ADEMÁS DE LAS TRADICIONALES?
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“La comisión ha discutido si es necesario clasificar el daño patrimonial, extrapatrimonial o moral, distinguiendo
distintos supuestos, pero se ha considerado que es una tarea que corresponde a la doctrina y la jurisprudencia, ya
que una norma general no podría dar cuenta de la enorme variedad de casos que se presentan.”
Las categorías de daños en las XXI Jornadas Nacionales de Derecho civil, Lomas de Zamora 2.007…
Posición A: Daño es la consecuencia perjudicial que deriva de la lesión a un interés jurídico patrimonial o
extrapatrimonial. Las lesiones a la estética, a la psique, al proyecto de vida, etc., no constituyen categorías
autónomas y se reconducen necesariamente en las dos únicas categorías que admite el derecho argentino, que
son el daño patrimonial y moral. Sin perjuicio de reconocerse que el daño se subdivide en patrimonial y moral, a
los efectos de la cuantificación se tendrán en cuenta los menoscabos incluidos en cada uno de los dos primeros
rubros, a la estética, a la psique, a la vida de relación, etc. (MAYORIA).
Posición B: La clasificación de los daños a la persona no se agota en el daño patrimonial y extrapatrimonial, sino
que admite otros supuestos con basamento en la Constitución Nacional (Messina de Estrella Gutiérrez).
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El proyecto de vida se relaciona con las personas, casi sin excepción, y sus derechos más elementales. Todo ser
humano tiene forzosamente, dado su libertad y esencia, que ir forjando su existencia, construyéndola con
pequeñas o grandes cosas, en un cuadro único, irrepetible y exclusivo que irá llenando a su modo.
Existen personas que quizás no tengan firme y definidamente, en concreto decidido que es lo que quieren o
planean hacer; sin embargo aún así deberán llevar adelante su vida de relación, en sociedad y en familia.
Con mayor razón se vuelve tangible la existencia de un "proyecto de vida", cuando la persona va desarrollando
actividades y creando vínculos a lo largo de su existencia, que conducen a la construcción de una dirección que
se le imprime a la vida. De tal modo, la reparación de este daño tiene que ver con la pérdida total o parcial de
ese proyecto por la "interferencia" en ese "destino del sujeto, frustrando, menoscabando o postergando su
realización personal" (FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos, “El daño al proyecto de vida en una reciente sentencia
de La Corte Interamericana de Derechos Humanos", LA LEY, 2005-D, 987).
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El daño al proyecto de vida no es un daño moral.
El reconocimiento del daño al proyecto de vida resulta de un mandato constitucional y su reparación es
exigible en nuestro Derecho Positivo.
El daño al proyecto de vida es el impedimento, grave menoscabo o extrema dificultad impuesta en la
construcción de la subjetividad personal. No refiere a algo que "le hubiera gustado hacer" al damnificado sino a
quien él aspiraba legítimamente "a ser".
El proyecto de vida no es sino la ejecución de una elección personal viable. No es una apuesta ni
permite la indemnización de sueños o simples deseos. No refiere a un futuro episódico o eventual, sino a un
futuro con aptitud de ser sostenido, oportunamente, como presente.
Una persona puede tener más de un interés existencial o elección de vida. No todas ellas constituyen
un proyecto de vida resarcible como tal. Aun no siendo un daño patrimonial, el daño al proyecto de vida puede
recaer sobre preferencias personales susceptibles de generar dinero (por ejemplo, una profesión). Sin embargo,
no refiere a las ganancias que éstas puedan producir.
Es resarcible el daño "al" proyecto de vida y no "a los" proyectos de vida. Para configurarse, el daño
debe incidir sobre aquella preferencia personal en la que el dañado sustenta la construcción de su personalidad.
La existencia del proyecto de vida dañado debe probarse suficientemente. La apreciación ha de
realizarse, siempre, según las circunstancias (irrepetibles) de la persona, del tiempo y del lugar. A mayor
particularidad del proyecto alegado, mayor exigencia de prueba.
El daño al proyecto de vida es, siempre, un daño personal. Un mismo hecho puede afectar
concurrentemente el proyecto de vida de más de una persona, pero no puede alegarse un daño al proyecto de
vida colectivo. (BURGOS, Osvaldo R., “El resarcimiento de los daños al Proyecto de Vida en el Código Unificado.
Persona y reparación integral desde el enfoque de las capacidades”, RCyS2012-XI, 17)
"El proyecto amplía la legitimación para reclamar la indemnización de las consecuencias no patrimoniales teniendo
en cuenta los precedentes jurisprudenciales que acogen la visión constitucional del acceso a la reparación y la
protección de la familia. Por esta razón, si del hecho resulta la muerte o una gran discapacidad también tienen
legitimación a título personal, según las circunstancias, los ascendientes, los descendientes, el cónyuge y quienes
convivían con él recibiendo trato familiar ostensible".
A diferencia del art. 1.078 del Código Civil, modificado por la Ley 17.711, el art. 1.741 del Nuevo Código amplía los
legitimados activos para el caso de muerte o gran discapacidad, a los ascendientes, descendientes y cónyuge y a
quienes convivían con la víctima directa recibiendo trato familiar ostensible…
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GRAN DISCAPACIDAD…
La gran discapacidad configura una incapacidad psíquica y física agravada en la que la víctima pierde su
autonomía personal y económica; una suerte de destierro en vida…
Se trata de una gravísima afectación a las funciones vitales en las que más allá del porcentaje de incapacidad,
es decir aun cuando no sea total (del 100%), se genera un estado de imposibilidad absoluta de la víctima de
realizar cualquier tarea remunerativa, requiriendo generalmente de la asistencia de terceros, aún en forma
discontinua, para afrontar la satisfacción de las necesidades mínimas…
ARTÍCULO 1746.- Indemnización por lesiones o incapacidad física o psíquica. En caso de lesiones
o incapacidad permanente, física o psíquica, total o parcial, la indemnización debe ser evaluada
mediante la determinación de un capital, de tal modo que sus rentas cubran la disminución de la
aptitud del damnificado para realizar actividades productivas o económicamente valorables, y
que se agote al término del plazo en que razonablemente pudo continuar realizando tales
actividades. Se presumen los gastos médicos, farmacéuticos y por transporte que resultan
razonables en función de la índole de las lesiones o la incapacidad. En el supuesto de incapacidad
permanente se debe indemnizar el daño aunque el damnificado continúe ejerciendo una tarea
remunerada. Esta indemnización procede aun cuando otra persona deba prestar alimentos al
damnificado.
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“La tarifación legal que dispone el nuevo art. 1746 atenta contra la igualdad y dignidad de las personas al
prescribir en abstracto reglas generales que no contemplan los casos particulares e igualan a todas las
personas dañadas aunque sean en concreto individualmente bien diferentes. Esta generalización impedirá
en la mayoría de los casos que se coloque a la víctima en la misma situación anterior al daño sufrido, dado
que ello supone una correcta individualización del perjuicio, lo que no se logra con la uniformación de la
cuantificación”. (SCHICK, Horacio, “Un nuevo viraje regresivo en materia de reparación de daños en general,
con incidencia en los infortunios laborales: la tarifación del daño en materia de lesiones en el Código Civil y
Comercial unificado”, DT2014 (diciembre), 3248)
Alimentos del cónyuge, conviviente, hijos menores, incapaces o con capacidad restringida…
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El art. 1744 se refiere a la carga de la prueba del daño, y establece que el perjuicio: “(...) debe ser acreditado
por quien lo invoca, excepto que la ley lo impute o presuma, o que surja notorio de los propios hechos”.
De esta forma, y conforme a lo que disponen en la materia la mayoría de los ordenamientos procesales —
tanto nacional como provinciales (arts. 377 CPCCN; 179 CPCCM) —, la prueba del daño pesa sobre el
accionante, de forma tal que será él quien deberá acreditar que el perjuicio efectivamente se produjo, en
virtud de ser éste el extremo fundamental de la norma que invoca. Es que el daño es el elemento esencial
constitutivo de la acción, y es por ello que su demostración le incumbe a la víctima.
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El damnificado, entonces, deberá demostrar, a su vez, los requisitos del daño resarcible, esto es, la lesión
de un interés patrimonial o extrapatrimonial, personal, subsistente, y que presenta un grado de certeza
suficiente que amerita su resarcimiento.
Sin embargo, la carga del actor de demostrar la existencia del perjuicio se encuentra disminuida por las
diversas morigeraciones al principio general antes enunciado. En primer lugar, y como lo menciona el
mismo artículo, las presunciones que el Código Civil expresamente prevé en la materia. En este aspecto,
cobra especial relevancia el art. 1745, que específicamente establece diversas presunciones de daño en caso
de muerte de la víctima.
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