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La Educación en Valores.

Desafiar al consumismo.
Luis Dávalos.
Reporte por: Gabriel Lozano

El texto se divide fundamentalmente en tres secciones, a saber, un planteamiento de la cuestión


desde una perspectiva filosófica, una segunda que refiere una crítica general al pragmatismo y
la tercera y última de conclusiones y aplicaciones probables de las tesis discutidas en el escrito
a través de un sistema nuevo de enseñanza. Su tesis medular, donde relaciona las buenas
sociedades con las buenas comunidades escolares, me parece un primer acercamiento, certera.
Estoy de acuerdo con ellas en lo general. Las limitantes de su exposición vendrán, aunque
representa el valor político de la enseñanza, al momento de ejercitar la distinción política y
educación, su análisis queda bastante limitado pues reduce los aspectos fundamentales de la
política a una práctica pedagógica escolar. Su reduccionismo de la práctica ciudadana a aspectos
axiológicos es el talón de Aquiles del texto.

En general, diré que el autor se mueve en dos fundamentalismos; el fundamentalismo


democrático y el fundamentalismo axiológico. Lo que quiero apuntar en este momento es que
fina el campo de legitimización de sociedades y el actuar individual a los cánones reconocidos
como democráticos y a un esquema valorativo subjetivo. Esta es una recurrencia en los autores
de libros como este, el único criterio de legitimidad de un valor ha de ser el consenso ciudadano
y son estos valores consensados los que han de delimitar el rumbo de la enseñanza.

Un aspecto de constante recurrencia en mi práctica docente es que la idea de valor por sí sola
no dice absolutamente nada, y para poder realizar un análisis objetivo de la situación y sus
consecuencias, es necesario coordinarse en virtud de otra idea (valores económicos, valores
estéticos, valores morales, valores éticos). Hasta el comienzo del capítulo dos, no ha dicho sus
criterios de análisis, ni su plataforma de pensamiento (aunque se deje entre ver) y mucho menos
la finalidad de sus análisis más allá de generar en el lector la sensibilidad a la educación en
valores, pero la idea de valor sigue sin quedar clara en la primera sección.

La sección llamada perspectiva filosófica lleva este título solo en un sentido ornamental, la tarea
del autor se fina a hacer un recuento de lo que él llama valores a través de la tradición filosófica.
Aunque este es un primer momento inexcusable para el ensayo filosófico, en el autor no es más
que un recorrido monográfico donde, al carecer de sistema, no se sobrepasa el plano
monográfico. Esto no le resta interés a esta sección, me ha sorprendido la forma en la que el
autor fue capaz de dar cuenta de sus interpretaciones filosóficas de periodos tan amplios de la
historio de la filosofía en un espacio tan breve y con una claridad sobresaliente.

En la página 21 por fin se acerca a la definición, pero es aquí donde el análisis del valor se
reivindica como subjetivo (aunque sea una subjetividad colectiva). Si bien ciertos momentos del
ejercicio de la valoración si deben representar el papel del sujeto, su medio y circunstancias, no
es así en el caso de una audiencia tan dirigida como la que pretende disuadir Dávalos. Lo vemos
de caer en un psicologismo de manera general, el cual más adelante considerará fundamental a
la hora de generar un esquema axiológico.

Atinada es su crítica hacia el pragmatismo, aunque esta no es novedosa (lo cual ya es una virtud)
pues recoge la perspectiva vasconcelista de la educación, en tanto que debería ser crítica del
pragmatismo. Si bien busca desprenderse críticamente del pragmatismo, en su primera
definición en el texto desde su propia perspectiva, el autor no podría utilizar una definición más
pragmática y positivista que la de ética como ciencia y la moral como conjunto de valores. Una

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propuesta gremial de la educación, es curioso que hable de subjetivismo y la idea es la vida en
convivencia en un mismo momento. Los intereses cientificistas del autor al momento de
delimitar el campo gnoseológico se dejan ver.

Todos estos planteamientos los ha usado para generar un canon del profesor del futuro. Este,
en vistas de las grandes dificultades a las que se han de enfrentar, su labor ya no es el dominar
plenamente el contenido de su materia sino guiar al estudiante entre la basta información que
existe en el sistema. El profesor se convierte en una suerte coach lo cual, a mi juicio, desvirtúa
totalmente la labor del mismo. Si bien, la guía en los mares interminables de información es
indispensable, la labor del docente no se limita únicamente a eso. El pedagogo, desde esta
perspectiva, se convierte en el que enseña lo que no sabe.

El último capítulo, en el cual pretende cerrar los postulados antes planteados en una dura crítica
al consumismo, creo que carece de sustancia, pues usa el consumismo y la moda en los términos
más vulgares. Aplica una especie de canon psicológico, reduciendo el análisis de los valores a un
aspecto meramente subjetivo, sentimentalista y emocional. En conclusión, el libro no es una
opción base para llevar a realización un curso de ética y valores pero si serviría como un ejemplo
de la perspectiva imperante en la actualidad a la hora de llevar a cabo reflexiones éticas.

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