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Neuropsiquiatría
ISSN: 0211-5735
aen@aen.es
Asociación Española de Neuropsiquiatría
España
Lasègue, Charles
Sobre la anorexia histérica
Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, vol. 20, núm. 74, 2000, pp. 271-282
Asociación Española de Neuropsiquiatría
Madrid, España
Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 2000, vol. XX, n.º 74, pp. 271-282.
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De las diversas etapas de que se compo- poco que éste sea. La experiencia muestra
ne la digestión, la mejor analizada por los que dos gotas de láudano valen más para
pacientes y la menos estudiada por los apaciguar el hambre imaginaria que la
médicos es, ciertamente, las ganas de ingestión de alimentos.
comer, el gusto por los alimentos. Si bien el A la sensación exagerada de apetito, a la
término anorexia se adopta generalmente suposición de que el alimento calmará la
para representar un estado patológico, no necesidad, corresponden en sentido inverso
tiene correspondiente fisiológico, y la pala- un apetito disminuido y la convicción de
bra orexia no pertenece a nuestro idioma. que la alimentación será perjudicial. El
De ahí que nos falten expresiones para enfermo se comporta entonces, como en el
designar los grados o las variedades de la primer caso, de acuerdo con una hipótesis
inapetencia; en éste como en otros terrenos, instintiva. Si es dócil, deseoso de ser libe-
la pobreza del vocabulario se corresponde rado de su temor, busca y adquiere la certe-
con la pobreza del saber. za o bien de que su salud gana más mante-
En ciertos casos, el apetito desaparece niendo la alimentación, libre de sufrimien-
sin que el enfermo experimente ninguna to, o bien de que sus aprensiones estaban
otra sensación más que la molestia de verse mal fundadas. Si es rebelde, preocupado
privado de un estímulo que le anime a ante todo por evitar un dolor hipotético,
comer. No experimenta repugnancia por la temeroso de antemano, mantiene esa mane-
comida, y a menudo encuentra justificación ra de tratarse a sí mismo y se abstiene de
el proverbio que pretende que el apetito comer. Tal es el caso de las histéricas cuya
viene comiendo. historia voy a intentar describir. Los histo-
En otras ocasiones, el enfermo experi- riales comprenden varios años y son impo-
menta una repulsión más o menos intensa sibles de contar; por tanto, en lugar de rese-
hacia ciertos alimentos; en otras por fin, ñar acontecimientos particulares creo que
cualquier sustancia alimenticia provoca el más vale presentar un esquema en cierto
rechazo. Por general que sea la inapetencia, modo paradigmático de la enfermedad.
siempre tiene una escala gradual y los ali- Una joven entre quince y veinte años
mentos no son rechazados indistintamente experimenta una emoción que confiesa o
con igual insistencia. que disimula. Lo más frecuente es que se
Por el contrario, existen afecciones, bien trate de un proyecto real o imaginario de
del estómago bien del sistema nervioso matrimonio, de una contrariedad relativa a
central, ya localizadas, ya diatésicas, que se alguna amistad o incluso a alguna aspira-
acompañan de una sensación apetitiva ilu- ción sentimental más o menos consciente.
soria, recurrente en intervalos desiguales o Otras veces nos vemos reducidos a hacer
a veces regulares. En algunas histéricas se conjeturas sobre la causa ocasional, sea
observan accesos de este falso apetito exi- porque la joven tenga interés en encerrarse
gente, imperioso, al igual que en algunos en el mutismo tan habitual de las histéricas,
diabéticos. Casi siempre las enfermas, obe- bien porque en realidad ella misma ignore
deciendo a una hipótesis teórica, parten de la causa principal, y veremos que entre sus
la idea de que su enfermedad se debe al múltiples causas muchas pueden pasar
ayuno, y creen que conseguirán conjurarla desapercibidas.
con la ayuda de algún tipo de alimento, por La paciente siente al principio un males-
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tar después de las comidas: vagas sensacio- se han iniciado las hostilidades se atribuyen
nes de plenitud, de angustia, gastralgias el derecho de continuarlas con una tenaci-
post prandium o quizá ya desde el principio dad implacable. En este período inicial la
de las comidas. Ni ella ni quienes la rodean única conducta prudente es observar,
le dan importancia, no produce ninguna callarse y darse cuenta de que cuando la
incomodidad duradera. inanición voluntaria data ya de semanas
Al día siguiente se repite la misma sen- atrás se ha convertido en un estado patoló-
sación, aún insignificante pero pertinaz, y gico de evolución larga.
así continúa durante varios días. La enfer- Para apreciar en su valor los distintos
ma se dice entonces a sí misma que el elementos que concurren en la eclosión de
mejor remedio para esta molestia difusa, la enfermedad, es importante someter cada
particularmente penosa, consiste en comer uno de ellos a un minucioso análisis.
menos. Hasta aquí nada extraordinario, no El dolor gástrico, que es o parece ser el
hay gastrálgico que no haya sucumbido a punto de partida, merece especialmente
esta tentación hasta que llega el momento que nos detengamos en él. Varía de intensi-
en que adquiere la certeza de que la inani- dad, desde una sensación confusa de pre-
ción consiguiente no sólo no le produce sión hasta una especie de retortijón estoma-
ningún provecho sino que agrava sus sufri- cal que se acompaña de desfallecimiento,
mientos. En la histérica las cosas ocurren palidez, sudores y hasta escalofríos. No hay
de otro modo. Poco a poco reduce su ali- vómitos ni ganas reales de vomitar, ni
mentación, tan pronto pretextando un dolor siquiera en los casos extremos; sólo la
de cabeza como una desgana momentánea, enferma pretende que un grado más provo-
o bien ante el temor de que se repitan las caría vómitos.
sensaciones dolorosas que siguen a sus Si nos atenemos a las apariencias, las
comidas. Al cabo de unas semanas ya no crisis dolorosas no difieren en nada de las
son repugnancias presuntamente pasajeras que se tiene tan frecuente ocasión de obser-
sino que hay un rechazo de la alimentación var en todas las afecciones del aparato
que se prolongará indefinidamente. La digestivo. La alimentación es lo que las
enfermedad se ha declarado y seguirá su determina, no teniendo lugar fuera de las
marcha tan fatalmente que resulta fácil pro- comidas; si fuese así nos faltarían signos
nosticar su futuro. diferenciales y estaríamos reducidos a aña-
¡Desgraciado el médico que descono- dir la gastralgia a la ya demasiado numero-
ciendo el peligro considere como una fan- sa lista de las neurosis histéricas localiza-
tasía inmotivada y pasajera esta obstina- das.
ción a la que espera dominar mediante La sensación dolorosa no sólo se presen-
medicamentos, consejos amistosos, o me- ta por el hecho de alimentarse sino que per-
diante el recurso aún más equivocado de la siste más o menos intensa en los intervalos
intimidación! Con las histéricas un error entre las comidas, a veces insignificante, a
prematuro del médico jamás se puede arre- veces más incómoda, a veces tan atenuada
glar. Al acecho de las valoraciones que que la enferma experimenta un malestar
sobre ellas se hagan, sobre todo de aquellas general sin poder asignarle un punto fijo.
con las que la familia esté de acuerdo, las Cualesquiera que sean su forma, lugar y
histéricas no perdonan, y considerando que grado, ¿la sensación molesta se debe a una
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general sólo una de ellas podría calificarse más ágil: monta a caballo, emprende largos
como de alimenticia, bien el desayuno bien paseos, recibe y devuelve visitas, y lleva en
la cena. Casi siempre la enferma suprime caso de necesidad una vida mundana fati-
sucesivamente diferentes clases de alimen- gosa, sin acusar el cansancio del que se
tos, el pan, la carne, ciertas legumbres. A quejaría en otras ocasiones anteriores.
veces consiente en reemplazar un alimento No hay signos visibles de clorosis o de
por otro, al que dedica una predilección anemia, o al menos no estamos autorizados
exclusiva durante algunas semanas, por para decir que el ayuno los haya provoca-
ejemplo el pan, los bizcochos o las galletas, do, pues la mayor parte de estas enfermas
tras de lo cual renuncia también a éstos, ya eran antes más o menos cloro-anémicas.
sustituyéndolos o no por otros. Aunque no varíe la situación en cuanto a
Las cosas se prolongan así durante la anorexia y al rechazo de alimentos, las
semanas y meses sin que el estado general medidas que toman quienes las rodean se
se vea desfavorablemente influenciado; la modifican a medida que el mal se prolonga,
lengua se mantiene limpia y fresca, no hay y paralelamente el estado mental de la his-
sed. El estreñimiento pertinaz cede ante térica se va manifestando.
laxantes suaves, no hay retracción abdomi- El médico ha perdido hace ya tiempo su
nal, el sueño permanece más o menos regu- autoridad moral, tanto si había prometido
lar. No hay adelgazamiento aunque la ali- una rápida curación como si había sospe-
mentación represente apenas la décima chado la mala voluntad de la enferma. Sin
parte del régimen acostumbrado de la embargo, la paciente no rechaza la toma de
enferma. ningún medicamento. Cuanto más invenci-
Bien conocemos la capacidad de resis- ble se muestre respecto al rechazo de la ali-
tencia de la salud general de las histéricas mentación, tanto más dócil se mostrará
para que nos extrañe verlas soportar sin ante los remedios más molestos. He visto a
daños una inanición sistemática a la cual no algunas capaces de roer trozos de ruibarbo
se expondrían impunemente mujeres más y que bajo ningún concepto hubiesen pro-
robustas. Hay que tener en cuenta de todas bado una chuleta. Los estimulantes gástri-
formas que la disminución de la alimenta- cos más activos, los purgantes benignos o
ción se ha hecho gradualmente y sin brus- drásticos, las aguas minerales digestivas,
quedad; por tanto, la economía se habitúa no surten efectos útiles ni perjudiciales. Lo
más fácilmente de lo que pudiera parecer a mismo ocurre con los ambientadores esti-
esta disminución de la alimentación. Todos mulantes, gomas fétidas, valeriana, hidro-
nosotros hemos hecho la prueba en carne terapia, duchas de temperatura variada, y lo
propia durante el asedio de París, y también mismo con los reconstituyentes, los ferru-
constatamos que la dieta a la que se vieron ginosos, los vesicatorios, etc. Sólo los
reducidos los pobres no alteró sensible- laxantes tienen utilidad para suprimir el
mente su salud. estreñimiento; los otros agentes ni siquiera
Otro dato igualmente observado es que, procuran una atenuación de la anorexia.
lejos de acabar con la fuerza muscular, la Cuando al cabo de unos meses la fami-
disminución de los alimentos tiende a lia, el médico, los amigos, ven la persisten-
aumentar la aptitud para el movimiento. La te inutilidad de todos sus esfuerzos, la
enferma continúa sintiéndose más activa, inquietud comienza y con ella el tratamien-
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responde que jamás se ha sentido mejor, sustituye a la precedente: «No puedo comer
que no le duele nada, y que semejantes porque entonces tengo molestias». Tantas
temores serían contraproducentes para su veces he oído repetir a las enfermas esta
bienestar. frase que ahora representa para mí un sín-
En esta fase, los dolores del comienzo se toma, casi un signo.
han atenuado o han desaparecido, y si rea- Si otorgo al estado mental una importan-
parecen es sólo tras largos intervalos o son cia que parecerá quizá exagerada es porque
de intensidad fácilmente tolerable. Un toda la enfermedad se reduce a esa perver-
argumento más a favor del régimen al cual sión intelectual: suprímanla y tendrán uste-
la enferma achaca su mejoría. des una afección banal destinada a ceder a
Su ayuno, por otro lado, no es absoluto la larga ante los procedimientos clásicos
y nada tiene en común con el rechazo de del tratamiento; llévenla a sus extremos y
los alimentos que hacen los melancólicos. jamás irán muy lejos: tendrán ante ustedes
La anorexia no se agrava y sobre todo no se una dispepsia completamente diferente a
ha transformado en un rechazo análogo al todas las demás, que sigue un curso deter-
que sufren algunos tísicos y muchos cance- minado y que no podrá ser conjurada por
rosos. La enferma asiste voluntariamente a los métodos habituales.
las comidas familiares con la condición de Por otra parte, no creo que la histeria
que se le permita comer a su gusto. gástrica haga excepciones: en las otras lo-
Lo que domina en el estado mental de la calizaciones histéricas se encuentra al
histérica es ante todo una tranquilidad –yo menos la misma indiferencia, por incómo-
diría casi una placidez– verdaderamente das y penosas que sean en apariencia sus
patológica. No sólo no suspira por la cura- manifestaciones. La histérica con tos con-
ción, sino que se complace en su condición vulsiva no insiste para que la libremos de
a pesar de todas las contrariedades que le un espasmo irritante y a veces ridículo: se
suscita. No creo que sea excesivo comparar queja en unión de los que la compadecen,
esta seguridad satisfecha con la obstinación pero cuando se trata de luchar activamente
del alienado. Si nos fijamos en el resto de contra el mal aporta al tratamiento más des-
anorexias, veremos cuánto difieren de ésta. cuido que celo. Hay también parapléjicas
Incluso con la mayor repugnancia, el can- condenadas al reposo absoluto y que con-
ceroso espera y solicita un alimento que le sienten en vivir así sin exigir del médico,
despierte el apetito, está dispuesto a cual- cansado por inútiles tentativas, que recurra
quier tentativa aunque sea incapaz de triun- a métodos más drásticos.
far sobre su asco. El dispéptico sin lesión Con otros dos colegas he estudiado un
orgánica se las ingenia para variar su régi- caso raro que tiene bien manifiesta la ca-
men ayudándose por todos los medios, y se racterística que intento subrayar ante uste-
queja con la amargura habitual de los que des. Se trataba de una chica de veinte años,
sufren del estómago. En la anorexia histéri- presa de espasmos de laringe a raíz de unos
ca no hay nada semejante; por el contrario, ejercicios de canto. El dolor, si es que la
un optimismo inexpugnable contra el que sensación merecía ese nombre, era incons-
vienen a estrellarse súplicas y amenazas. tante, inexplicable, pero especialmente irri-
«No tengo molestias, por tanto me encuen- tante; desde el primer momento la enferma
tro bien», esa es la fórmula monótona que dejó de cantar, con obstinación y sin querer
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someterse a nuevos tratamientos que de an- aplicarse a otras funciones tan poderosa
temano consideraba estaban por encima de inercia. En una enferma de dieciséis años
sus posibilidades. Sólo quería cuidarse con que había sufrido varios ataques clónicos,
la condición de que no se le exigiese un la marcha y hasta la bipedestación provo-
nuevo esfuerzo. Los tratamientos más razo- caban, según decía, sensaciones dolorosas
nables no surtieron efecto. La enfermedad de los miembros inferiores y un malestar
ya duraba cerca de un año. general indefinible; no existía debilita-
Los mismos fenómenos semidolorosos miento muscular apreciable.
se reprodujeron no ya cantando sino por el Sin embargo, la niña empezó a restringir
simple hecho de hablar, igual de vagos e sus movimientos, únicamente abandonaba
igual de descorazonadores. La enferma se la cama para dar algunos pasos; más tarde
entregó a un mutismo completo, prefirien- sólo consentía en dejarse trasladar de la
do escribir en una libreta antes que articu- cama a un sillón en el que permanecía sen-
lar palabra. Se confinó así en un aislamien- tada algunas horas; más tarde, finalmente,
to voluntario que suprimía toda relación se condenó a un decúbito absoluto noche y
con los suyos y con el mundo, escribiendo día, y así estuvo durante más de dieciocho
entre otros pensamientos que su situación meses.
le parecía intolerable, sin rehusar ningún En este caso, al revés que en el de la
medicamento pero incapaz de decidirse a fonación y el de la alimentación, se podía
hablar pese a la persistente presión de su recurrir a una especie de gimnasia pasiva,
entorno. Interrogada con comprensible levantar a la enferma, mantenerla de pie,
insistencia sobre la naturaleza del obstácu- hacerla andar sosteniéndola. Se repitió tal
lo ante el cual retrocedía, respondió que su experiencia incalculable número de veces y
sufrimiento nada tenía de enorme, pero que siempre con el mismo fracaso. La familia
no se sentía con fuerzas para dominarlo. se inquietaba pese a las seguridades que los
Cuando por infrecuente condescendencia médicos le ofrecían, pensando en una para-
articulaba una o dos palabras, su voz era plejía; algunos médicos dudaban de su
sonora, bien timbrada y no acusaba ningu- naturaleza histérica ante la persistencia del
na lesión; la laringe, minuciosamente mal. La niña siguió igual durante el largo
explorada, estaba por demás indemne. período que indiqué más arriba, curando
Ahora bien, las ocasiones de estudiar tras una lenta mejoría atribuida a baños de
enfermas afónicas, enronquecidas, incapa- mar calientes.
ces de hablar sin sufrimientos diversos, son En la histeria, en la hipocondría, en gran
tan frecuentes como las que tenemos de ver número de enfermedades del sistema ner-
dispépsicas con anorexia. ¿Se encuentra vioso central, observamos temores despro-
una sola vez la particularidad que he men- porcionados respecto al dolor que los
cionado fuera de los estados histéricos, con causa. A primera vista, esto se explica por
conservación completa de la voz y repug- lo que llamamos una susceptibilidad exage-
nancia no menos completa a enfrentarse a rada; se admite que el enfermo aumenta
una molestia que parece exclusivamente desmesuradamente la importancia del mal
local? y que se inquieta debido a su propia teoría
Del mismo modo, en jóvenes histéricas sobre el mismo. Suponiendo que así fuera,
de edad más cercana a la pubertad he visto ya esto se trataría de una actitud mental
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patológica reservada a los enfermos imagi- Por fin, la tolerancia del organismo, por
narios; pero las cosas ocurren de otro maravillosa que sea en las histéricas, se
modo. Cada sensación local se acompaña extingue y la enfermedad entra en el tercer
de un malestar general, de una perturbación estadío.
imposible de describir, de un sentimiento La menstruación, hasta entonces escasa,
de colapso, de desfallecimiento tanto más irregular, deja de producirse, y se manifies-
penoso cuanto más confuso, y cuyo valor ta la sed. Esos son habitualmente las pri-
no se sabe bien con qué criterio medir. meras advertencias de inminentes compli-
Todos hemos experimentado más o menos caciones. La exploración objetiva permite
un efecto análogo al principio de una indi- detectar una retracción de las paredes abdo-
gestión, como preliminar de un vómito, minales que hasta entonces no existía; la
como primera señal de inicio de cualquier palpación indica una disminución progresi-
enfermedad. va de la elasticidad, síntoma habitual de los
Es cierto que la molestia estomacal de ayunos prolongados. La región epigástrica
las histéricas no se reduce a una simple se hace dolorosa a la presión, aunque la
gastralgia, sino que forma parte de un con- enferma no se queja de dolores espontá-
junto de síntomas inquietantes. La prueba neos. El estreñimiento pertinaz ya no cede
es que cuando después de administrar un a los purgantes. La piel está seca, rugosa,
medicamento el estómago está irritado, sin elasticidad. El pulso, acelerado.
dolorido, la enferma no confunde este El adelgazamiento hace rápidos progre-
dolor, por así decirlo, artificial, con los que sos y con él aumenta la debilidad general.
anteriormente había sentido. Eso es carac- El ejercicio se vuelve trabajoso y la enfer-
terístico de los dolores reflejos, y me basta ma procura permanecer siempre tumbada;
recordarlo sin extenderme más allá en la cuando se levanta siente vértigos, tenden-
descripción del fenómeno. cia a encontrarse mal, o incluso sufre crisis
Durante esta segunda fase ya establecida sincopales. El rostro está pálido, sin deco-
(falta de apetito, temor a una sensación loración de los labios. Se ausculta un soplo
indefinida, rechazo absoluto y creciente de cardiovascular casi constante, de causa
colaborar a los intentos de alimentarla), la anémica, que a menudo había precedido a
enfermedad se mantiene invariable. La la enfermedad y que raramente deja de apa-
obstinación dura meses, cuando no años. recer en sus fases avanzadas. Esta descrip-
En un caso en el que sucedí como médico a ción contiene casi todas las variaciones
uno de nuestros maestros, la enferma había individuales que observamos. A veces pre-
recibido cuidados asiduos durante diecio- domina el adelgazamiento, a veces la debi-
cho meses y, con una indolencia mezclada lidad, a veces el estado anémico con su cor-
con un punto de causticidad, repetía la con- tejo de síntomas locales o generalizados;
versación invariable que se producía dos excepcionalmente, aparecen síntomas ner-
veces al día entre ella y su médico: viosos espasmódicos, neuralgias, etc.; los
–Mi niña, ¿ya te has decidido a comer síntomas activos parecen borrarse a medida
algo? que disminuye las fuerzas vitales.
–Doctor, he hecho lo que he podido, La aparición de estos signos, cuya gra-
pero no lo he conseguido. vedad a nadie se le escapa, redobla las
–Sigue esforzándote y todo irá bien. inquietudes; los amigos, los padres, tienden
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a ver la situación como desesperada. Que pira su enfermedad. Esta segunda tenden-
nadie se extrañe de que en contra de la cos- cia, mucho más común, complica enorme-
tumbre ponga siempre en paralelo el estado mente la situación. No es cosa fácil resta-
morboso de la histérica y las preocupacio- blecer el funcionamiento regular de un
nes de su entorno. Ambos términos son estómago condenado durante tanto tiempo
solidarios, y se tendría una noción errónea al reposo: alternan éxitos y fracasos, y a
de la enfermedad limitando el examen a la menudo no se obtiene más que un resulta-
enferma. Desde el momento en que inter- do insuficiente. Conozco enfermas que
viene un elemento moral cuya existencia diez años después del comienzo de la
está aquí fuera de dudas, el medio en que enfermedad no han recuperado la capaci-
vive la enferma ejerce una influencia que dad de alimentarse como todo el mundo;
sería tan lamentable omitir como descono- están vivas, su salud no se ha afectado pro-
cer. La aflicción verdadera, sincera, ha fundamente, pero habría que ver si este
sucedido a las reprimendas tanto por la estado supone una curación.
fuerza de los sentimientos como por las A veces un suceso inesperado viene a
necesidades que inspiran las complicacio- romper el curso de la enfermedad, un ma-
nes aparecidas, se concede a la histérica el trimonio, una contrariedad, una perturba-
status de enferma, no pertenece ya al libre ción moral profunda. Otras, puede ser un
curso de la vida en común. incidente físico, un embarazo, una enfer-
Me ha parecido que este cambio incons- medad febril; pero también muchos casos
ciente en las posiciones respectivas de la resisten a estas dos clases de potentes mo-
enferma y de sus familiares desempeñaba dificadores.
un gran papel. La joven comienza a inquie- Como tesis general, hay que prever que
tarse ante la tristeza que la rodea, y por pri- el cambio a mejor se operará muy lenta-
mera vez su indiferencia satisfecha la des- mente en escalones sucesivos, pero cuidé-
concierta: llega el momento en que el monos mucho de afirmar por adelantado el
médico vuelve a echar mano de su autori- grado de la mejoría con que habrá que con-
dad, si es que tuvo cuidado en conservarla tentarse.
en previsión del futuro; ahora el tratamien- Por fundadas que estén nuestras inquie-
to no es aceptado con condescendencia tudes, aún no he visto a una anorexia termi-
pasiva sino acogido con una apetencia que nar directamente en la muerte, aunque a
la enferma aún intenta disimular. La lucha pesar de esta seguridad experimental he pa-
que se establece entre el pasado y el pre- sado por repetidas perplejidades. Probable-
sente resulta curiosa de seguir y fácil de mente ocurre que la sensación patológica,
constatar, con la condición de que no se le causa primera del ayuno, desaparece ante
deje percibir nada de esta investigación. el hecho de la creciente caquexia. No sólo
Dos caminos se abren entonces ante la debe achacarse a la fiebre la resolución de
enferma. O bien está lo bastante debilitada los espasmos, la misma propiedad pertene-
como para volverse obediente sin restric- ce a gran número de situaciones morbosas.
ciones, y es el caso más raro, o bien accede Liberada de su preocupación subdelirante,
a una semidocilidad con la esperanza evi- la histérica entra en la condición de todos
dente de que conjurará el peligro sin renun- los dispépticos y no ofrece a la cura dificul-
ciar a sus ideas ni quizá al interés que ins- tades distintas de las acostumbradas en ta-
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les casos. En sí misma y por más intensidad encuentra en el estado de salud más satis-
que alcance, la histeria no es una enferme- factorio, aunque aún con una delgadez
dad mortal, pero se convierte en causa oca- excesiva.
sional, o si se quiere, indirecta, de enferme- Lo más habitual es que el apetito se limi-
dades de fatal desenlace, y en el factor más te a alimentos de elección no tan extraña,
importante de la tuberculinización pulmo- dándose entonces curso libre a la fantasía.
nar. Sólo en una ocasión, en una mujer ca- Recuerdo una enferma soltera, de ventiséis
sada, de treinta años de edad e histérica de años y habitante de una lejana provincia,
larga evolución, he asistido a un desenlace quien no quería y no podía comer sino las
como los que acabo de mencionar. La re- galletas sin azúcar que preparaba un pana-
pugnancia a los alimentos se produjo a raíz dero de París; otras se limitan a una única
de disgustos más imaginarios que reales, clase de legumbres, rechazando la carne y
pero profundamente vividos, y mi primera el pan; otras no consienten comer más que
sospecha consistió en que se tratase de una alimentos cuyo sabor se haya atenuado con
tentativa encubierta de suicidio. La suce- especias.
sión de los acontecimientos no tardó en Aunque estas caprichosas restricciones
desviarme de tal suposición, y la enferma sean un signo favorable, las enfermas
hizo ya demasiado tarde auténticos esfuer- siguen sufriendo sin ganas el alimento que
zos por apegarse a la vida. han escogido a falta de otro mejor. La ano-
Siempre las histéricas han curado más o rexia persiste indefinidamente, incluso
menos completamente al cabo de los años, mucho tiempo después de que las enfermas
y siempre pasando en el período de apaci- hayan vuelto al régimen normal. Jamás he
guamiento de la enfermedad por gustos ali- visto recidivas de esta enfermedad: la cura-
mentarios selectivos, incluso exclusivos y a ción relativa o completa se mantiene una
veces bizarros. Junto con Trousseau atendí vez instaurada. En la fase en que la afec-
a una joven, en el fondo histérica desde la ción histérica había cedido o había adopta-
edad puberal, quien sin causa apreciable do otras formas clínicas, he solicitado a las
había sido afectada por una invencible ano- enfermas información más precisa sobre
rexia. La enferma había llegado a una ema- las sensaciones que experimentaron y que
ciación y a una debilidad tales que no podía les apartaron de la alimentación: ninguna
dejar la cama. Su alimentación se compo- me aportó en esta encuesta retrospectiva
nía exclusivamente de alguna taza de té con otras reseñas que las que hasta aquí he
un poco de leche. El estreñimiento pertinaz comentado. La fórmula tipo seguía siendo
tuvo como consecuencia una diarrea serosa como al principio de la enfermedad: «No
con exudados pseudomembranosos. Pese a podía, era más fuerte que yo, y además me
eso se quedó embarazada, y con el pretexto sentía bien».
del embarazo se las ingenió para buscar un Los casos clínicos que han servido de
alimento a gusto de su estómago. Durante base a esta memoria han sido ocho, todas
seis meses no se alimentó más de café con mujeres, la más joven de dieciocho años y
leche, en el cual echaba en lugar de trozos la mayor de treinta y dos. La histeria se
de pan pepinillos en vinagre; poco a poco manifestó en ellas mediante síntomas
pero muy lentamente añadió algunas fécu- diversos; sólo una, cloro-anémica, no había
las a este régimen singular. Hoy en día se tenido ataques, pero su madre había sufrido
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