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PREFACIO
La historia ha sido –y seguirá siendo– necesaria para la humanidad. Resulta difícil
concebir a los hombres del mañana desconectados de su pasado, desentendidos de los
aciertos y desaciertos de quienes hoy compartimos una misma contemporaneidad a escala
regional, nacional y mundial. De manera inevitable, quienes nos sucedan en el tiempo
tendrán que mirar hacia atrás para conectarse con un pasado que les asomará el reto de
construir en el presente una sociedad más humana en comparación con la que habrán
heredado.
Por ser una necesidad del hombre, la historia merece ser estudiada con interés por
todos, de manera especial por quienes han decidido dedicar parte de sus vidas a la
elaboración del conocimiento histórico, así como a su enseñanza y difusión.
En este sentido, el presente manual ha sido elaborado con el propósito de orientar la
fase inicial del proceso de formación de los estudiantes de historia en el nivel
universitario, incluyendo a quienes se preparan en el ámbito de la docencia.
Simultáneamente, se busca ofrecer –a los lectores en general– una síntesis de los
principales aspectos teóricos que a lo largo del tiempo han brotado de la reflexión
filosófica e historiográfica en torno a esta disciplina.
En correspondencia con lo antes expuesto, los cuatro capítulos que conforman este
manual recogen de manera clara y precisa –sin el uso y abuso de términos y frases
complejas– una serie de explicaciones acerca de diversos aspectos relacionados
directamente con la historia, entre ellos: conceptos básicos para el análisis de los procesos
históricos, el trabajo de investigación y la labor del historiador, el debate historiográfico
en torno a la naturaleza de la historia y algunas consideraciones sobre la pertinencia
social del conocimiento histórico.
Las reflexiones aquí expuestas se fundamentan –en buena parte– en obras de autores
que han dejado huella en la historia de la historiografía. Esto explica que en el primer
capítulo, donde se tratan una serie de conceptos y categorías, se incluyan lecturas
complementarias, a fin de colocar al lector en contacto directo con los escritos de quienes
pueden ser considerados una referencia obligatoria.
La consulta de esta obra no exime al lector, en particular a quienes se caracterizan
por ser críticos y deseosos de una mayor comprensión, de recurrir a las fuentes
primigenias de la reflexión teórica en torno a la historia. Dichas fuentes, aunque en cierta
medida están presentes en las páginas que conforman este manual, requieren ser
analizadas e interpretadas con detenimiento si se quiere alcanzar una visión integral de
los cimientos teóricos y metodológicos de la historia, los cuales son el resultado de una
vasta experiencia surgida al calor del mundo antiguo y enriquecida durante los últimos
siglos.
1
2
I
CONCEPTOS Y CATEGORÍAS
¿Qué es la historia?
Tiempo histórico
Hecho histórico
Coyuntura
Estructura
Historicidad
Espacio
Historiografía
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4
¿Qué es la historia?
Siglo XIX
Jules Michelet: “El estudio del hombre individual será la filosofía y el estudio del
hombre social será la historia”.
Ernest Bernheim: “La historia es la ciencia que investiga y expone los hechos de la
evolución humana, determinados en el tiempo y en el espacio, en sus acciones (lo mismo
singulares que típicas y colectivas) como seres sociales y en sus relaciones de causalidad
psicofísicas”.
Oswald Spengler: “La historia es la expresión, el signo de la vida del alma que ha
llegado a tomar sus formas; llegar a contemplar sensiblemente este proceso sintético es el
cometido de la historia, mientras que la comprensión analítica de los datos solamente
puede ser tenida en cuenta después”.
Johan Huizinga: “Historia es la forma espiritual en que una cultura rinde cuentas de
su pasado”.
C. Seignobos: “La historia es la ciencia de las cosas que no suceden más que una
vez”.
Seeley: “La historia es la política pasada, y la política actual es la historia futura”.
Miguel de Unamuno: “La historia no es el pasado sólo, no es la tradición, no es
tampoco el porvenir, el progreso. La historia es el presente eterno. Y es el crecimiento
íntimo de dentro afuera, el enriquecimiento del contenido espiritual. En la historia vive el
pasado con el porvenir y engendrándolo en un presente eterno. Porque la historia es el
espíritu y el espíritu es la creación”.
Henry Focillon: “La historia no es unilineal y puramente sucesiva, puede ser más
bien considerada como una sobreposición de presentes diversamente extensos”.
Rainer María Rilke: “La historia es el pasado, de pie sobre los siglos y más próxima
del porvenir que del presente”.
Gonzalo Picón Febres: “La historia es la repetición escrita de la vida, con todos sus
5
contrastes, con sus actos virtuosos y sus caídas infamantes, con sus resplandores y sus
manchas”.
G.W.F. Hegel: “La historia es el progreso en la conciencia de la libertad”.
F. Nietzsche: “La historia considerada como ciencia pura soberana, sería para la
humanidad una especie de balance y conclusión de la vida (...) Tenemos necesidad de la
historia para vivir y obrar, y no para desviarnos negligentemente de la vida y de la acción
(...) queremos servir a la historia en tanto ella sirva a la vida”.
J. G. Droysen: “Historia es lo que la humanidad sabe de sí misma, su certidumbre de
sí misma”.
B.G. Niebuhr: “La ciencia histórica (...) va más allá del interés erudito por detalles
notables del pasado, en favor de una más amplia reconstrucción de aspectos de la realidad
pretérita sobre la base de pruebas convincentes para establecer conexiones significativas
entre acontecimientos y estructuras”.
F. Guizot: “(...) Las relaciones de los acontecimientos, el lazo que los unifica, sus
causas y sus resultados, son hechos, es historia, exactamente igual que los relatos de
batallas y los sucesos visibles”.
Maurice Crouzet: “La historia no es elección, sino reconstitución de todos los
aspectos de la vida”.
Paul Valery: “La historia es el producto más peligroso que la química del intelecto
haya elaborado. Sus propiedades son muy conocidas. Hace soñar, embriaga a los pueblos,
engendra en ellos falsos recuerdos, exagera sus reflejos, mantiene sus viejas llagas, los
atormenta en su reposo, los conduce al delirio de grandeza o al de persecución, y vuelve a
las naciones amargas, soberbias, insoportables y vanas. La historia justifica lo que se
desee”.
Thomas Carlyle: “La historia de lo que el hombre ha realizado en la tierra es en el
fondo la historia de los grandes hombres que han trabajado en este mundo. Esos grandes
hombres han sido los conductores de los pueblos, sus forjadores, sus modelos y, en un
sentido amplio, los creadores de todo lo que la masa humana, considerada en su conjunto,
ha llegado a alcanzar”.
Fustel de Coulanges: “La historia consiste, como toda ciencia, en atestiguar hechos,
en analizarlos, en reunirlos, en señalar su lugar (...) El historiador persigue y alcanza los
hechos por la observación minuciosa de los textos, como el químico encuentra los suyos
en experimentos minuciosamente hechos”.
L. V. Ranke: “La historia es narrar las cosas tal como sucedieron”.
Siglo XX
R.C. Collingwood: “La historia es una ciencia, pero una ciencia de un carácter
especial. Es una ciencia que estudia hechos no accesibles a nuestra observación, y estudia
estos hechos por deducción, arguyendo hasta ellos a partir de algo que sí es accesible a
nuestra observación, y que el historiador llama ‘evidencia’ para los hechos que le
interesan”.
Raymond Aron: “La historia es la ciencia del pasado humano”.
W.H. Walsh: “La historia es, en cierto sentido, un estudio del pasado. ¿De qué
pasado? La respuesta es: el pasado de los seres humanos. La historia empieza a
6
interesarse por el pasado cuando por primera vez aparecen en él seres humanos. Su
principal incumbencia son las experiencias y las acciones humanas”.
Leon Halkin: “La historia es la disciplina que estudia el pasado de los hombres y
presenta un cuadro de sus acciones de alcance social. Representa para la humanidad lo
que la memoria para la persona; responde a la universal necesidad de conocer los propios
orígenes, de comprender su evolución, de asegurar la identidad profunda de los seres por
encima de su diversidad y a través de su evolución; ella es el nexo de toda personalidad”.
H.I. Marrou: “La historia es el conocimiento del pasado”.
H. Stynthese: “Historia es el estudio de los hechos humanos del pasado”.
Wilhelm Bauer: “La historia es la ciencia que trata de describir, explicar y
comprender los fenómenos de la vida en cuanto se trata de los cambios que lleva consigo
la situación de los hombres en los distintos conjuntos sociales, seleccionando aquellos
fenómenos desde el punto de vista de sus efectos sobre las épocas sucesivas o de la
consideración de propiedades típicas; y dirigiendo su atención principal sobre los
cambios que no se repiten en el espacio y en el tiempo”.
Ángel Lombardi: “La historia es una disciplina dinámica con enfoques diversos y
con tendencia integradora. Su objeto es el hombre – como fenómeno cultural, tomado en
su totalidad y situado en tiempo y espacio – : se pretende comprenderlo y explicarlo”.
Emilio Ravignani: “Historia es la rama del saber que revive, estudia y representa el
progreso de la cultura humana en forma especializada”.
Eugenio Petit: “La historia estudia la elaboración progresiva de la cultura por la
especie”.
E.H. Carr: “Historia, un proceso continuo de interacción entre el historiador y sus
hechos, un diálogo sin fin entre el presente y el pasado”.
Fernand Braudel: “La historia es una dialéctica de la duración; por ella, gracias a
ella, es el estudio de lo social, de todo lo social, y por tanto del pasado; y también, por
tanto, del presente, ambos inseparables”.
Luis Villorrio: “La historia puede verse en dos formas: como un intento de explicar
el presente a partir de sus antecedentes pasados, o como una empresa de comprender el
pasado desde el presente”.
Marc Bloch: “La historia es la ciencia de los hombres en el tiempo”.
G. Lombardo Radice: “Historia es aquella reconstrucción del pasado en la que
subsiste la conciencia viva de la continuidad del pasado en el presente”.
Manuel Tuñón de Lara: “La historia es mucho más que un simple pasatiempo o una
evasión; la historia significa nada menos que conocer los cimientos de nuestra vida
actual, saber de dónde venimos, quiénes somos y aumentar las posibilidades de saber a
dónde vamos”.
Lucien Febvre: “Defino gustosamente la historia como una necesidad de la
humanidad: la necesidad que experimenta cada grupo humano, en cada momento de su
evolución, de buscar y dar valor en el pasado a los hechos, los acontecimientos, las
tendencias que preparan el tiempo presente, que permiten comprenderlo y que ayuden a
vivirlo”.
Mario Briceño Iragorri: “La historia viene a darnos la respuesta de nuestra propia
existencia y nos explica el ritmo de nuestra vida presente. Sin conocer los hechos
pasados, no podemos valorar nuestro propio momento. Por ello, más que disciplina
científica y literaria, la historia es una disciplina moral”.
7
Álvaro Márquez Fernández: “La historia debe ser definida como el lugar de
aparición y de trascendencia de todos, unos y otros. En ella somos y estamos. Y esta es la
principal intención que alienta a los seres humanos como individuos, pueblos, naciones,
siempre esperanzados porque sus historias le sean reconocidas”.
Germán Carrera Damas: “La historia es la experiencia acumulada de la humanidad”.
Lesley Byrd Simpson: “Historia es un resumen de la experiencia humana y su
función es enseñar”.
Benedetto Croce: “La historia es el pensamiento vivo del pasado”.
R. Turner: “La historia bien entendida es la memoria social, merced a la cual se hace
inteligible la vida presente”.
Arnaldo Córdova: “La historia es, ante todo, memoria del pasado en el presente. Es
una recreación colectiva, incluso cuando se le convierte en ciencia, es decir, en
explicación, en respuesta a los porqué del presente y en afirmación demostrable o sujeta a
comprobación”.
Karl Jaspers: “Para nosotros historia es el recuerdo, no sólo para conocerlo, sino
para vivir de él. La historia es el fundamento ya asentado al cual quedamos vinculados
cuando no queremos disolvernos en nada, sino que aspiramos a participar en el ser del
hombre”.
F.V. Konstantinov: “La historia es la ciencia que estudia el proceso real de
desarrollo de la sociedad en su conjunto, y también de países concretos, naciones o
aspectos de la vida social, en toda su concreción y diversidad”.
Agnes Heller: “La historia es la sustancia de la sociedad. La sociedad no dispone de
sustancia alguna que no sea el hombre, pues los hombres son los portadores de la
objetividad social, y a ellos exclusivamente compete la construcción de cada estructura
social y su transmisión (…) la historia es, entre otras cosas, historia del despliegue de la
esencia humana, sin que se identifique con ese proceso. La sustancia no contiene sólo lo
esencial, sino también la continuidad de toda la heterogénea estructura social, la
continuidad de los valores. Consiguientemente, la sustancia de la sociedad no puede ser
sino la historia misma”.
Gibson: “Lo que llamamos historia, sin añadirle ningún adjetivo explicatorio, no es
más que el aspecto histórico de una especie determinada de investigación: la
investigación social”.
José Ortega y Gasset: “La historia es un sistema, el sistema de las experiencias
humanas que forman una cadena inexorable y única”.
Hans-Ulrich Wheler: “La historia de la sociedad es entendida como la historia de
fenómenos sociales, políticos, económicos, socioculturales e intelectuales. El tema
central es la investigación y exposición de los procesos y de las estructuras del cambio
social. Visto así, la historia de la sociedad es, a lo largo de períodos prolongados, la
historia de las estructuras sociales”.
Daval-Guilleamin: “La historia es la ciencia de los hombres en sociedad en la
perspectiva del pasado”.
Ottokar Lorenz: “Historia (…) ciencia experimental que expone y desenvuelve en su
sucesión temporal las acciones de los hombres según todas sus causas externas e internas,
con la mirada dirigida conscientemente a nuestros estados políticos y sociales”.
Jean Bourdeau: “La historia es la ciencia de los desarrollos de la razón”.
Juan Garzón Bates: “Historia es la realidad de los acontecimientos, es la serie de los
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hechos históricos; de estos hechos se ocupa, para determinarlos de una manera más o
menos pobre o más o menos científica, la historiografía o ciencia de la historia”.
Adolfo Gilly: “La historia, como la crónica, no es justificación, condena, juicio de
valor. Es ante todo narración e interpretación, combinados pero no confundidos. Significa
reconstruir intelectualmente el curso de los hechos y explicar por qué fueron así y no de
otro modo”.
P. Ricoeaur: “La historia es un relato de acontecimientos, todo lo demás deriva de
aquí. Por ser de entrada un relato, no hace revivir”.
M. Oakeshott: “La historia es la experiencia del historiador. Nadie la hace como no
sea el historiador: el único modo de hacer historia es escribirla”.
Whalter Schultze-Soelde: “Historia es la idea libremente producida por la
unificación (síntesis), en la desordenada soledad del ser racional, tal como se precipita en
una ola perceptible en el tiempo y en el espacio”.
Augusto Mijares: “La historia es la manifestación más viva y directa del carácter de
un pueblo, una vasta experiencia política y un conjunto de problemas sociológicos”.
Conferencia Internacional de la Historia, Ginebra, 1920: “Historia es el
conocimiento integral y sintético de la vida de la humanidad a través de las edades”.
Tiempo histórico
9
por condiciones específicas, las cuales se mantienen en el tiempo hasta agotarse y dar
paso a una nueva etapa.
Ahora bien, la periodización histórica es una tarea compleja, pues el cambio y la
continuidad se cruzan en el tiempo, por lo que resulta difícil identificar con exactitud
cuándo culmina una etapa y cuándo se inicia otra. A pesar de esto, los historiadores han
empleado diversos criterios metodológicos para poder visualizar en el tiempo cómo las
sociedades van transformándose progresivamente.
La sucesión de etapas, en el caso de las sociedades occidentales, indica que en éstas
el tiempo histórico es un tiempo lineal, es decir, una progresión de acontecimientos que
conducen a una meta. Esta percepción comenzó a introducirse con el cristianismo. San
Agustín y los principales Padres de la Iglesia sostuvieron a inicios de la era cristiana que
la humanidad transita por el mundo en espera de la consumación del plan de salvación, el
cual culminaría con la parusía o segunda venida de Cristo.
En contraposición a la explicación lineal del tiempo existe una visión cíclica, donde
el suceder histórico es entendido como una cadena de repeticiones (Suárez, 1976),
caracterizada por la aparición periódica y dialéctica de equilibrios y desequilibrios en
todos los ámbitos de la vida social.
Por otra parte, el tiempo histórico, de acuerdo con su prolongación o permanencia,
puede ser clasificado en: a) tiempo de corta duración (propio de los hechos o
acontecimientos); b) tiempo de mediana duración o coyuntural (característico de las
transiciones históricas); c) tiempo de larga duración o estructural.
Lectura complementaria
10
cruzado aún hacia el otro lado de la puerta. Así, cuando estoy frente al
campo de batalla de Lowa, esa batalla para mí va apenas a tener lugar, va
a comenzar de nuevo, porque dicha batalla no deja de vivir ni deja de
acontecer hasta que yo no deje de pensar en ella (...).
Sí, la historia está del lado de la vida, y ella misma es la vida. Y
dentro del mundo, en donde la muerte es algo absurdo, ¿acaso no es
entonces algo excelente esta fuerza vital que es la historia? Porque
nosotros los historiadores no sentimos con tanta precisión como sucede
dentro de las otras ciencias del hombre, a esa línea negra que divide el
pasado del presente. De modo que en las investigaciones sobre la
sociedad contemporánea, viva, tenemos por lo tanto el pleno derecho a la
voz. Y aun cuando no nos fuese otorgado, aún así nos lo otorgaríamos
nosotros mismos.
(...) Sin embargo, en la búsqueda de esta historia viva que nos rodea,
no es posible limitarse, como es obvio, a las experiencias personales, por
más interesantes y divertidas que puedan ser. Pero lo que sí es muy
pertinente es ese proceso de buscar, sobre todo, estas profundas huellas
del pasado, que penetran hasta el presente y en torno de las cuales dicho
presente se construye y se teje. Por lo tanto, lo que a mí me interesa
sobre todo son aquellos ámbitos de la actualidad que todavía no han
cambiado, o también los que apenas se han modificado. Así que cuando
observo alguna de esas permanencias, le llamo la atención sobre su
existencia, de inmediato, a los otros especialistas del presente, y en
especial a los economistas, ya que la mayoría de las ciencias están,
desafortunadamente, demasiado convencidas de que el mundo nació
apenas ayer.
Aunque debe ser muy claro que no quiero negar para nada el hecho de
que en los procesos de desarrollo se presentan también saltos y pausas.
Alrededor de 1950 el mundo rural francés comenzó a cambiar, y muy
pronto la Francia campesina será irreconocible, totalmente diferente a la
de la víspera, con la gran granja de tipo americano como su unidad básica
y con una población rural con una mentalidad completamente diferente
(...). Así que es claro que la historia no es solamente permanencias y
continuidades, sino también grandes cambios y mutaciones (...)”.
Hecho histórico
11
trabaja el historiador. Éste, de una manera selectiva, determinará cuáles
hechos han repercutido en la vida pública de los hombres y cuáles no pasan
de ser simples anécdotas. Sobre la labor del historiador a la hora de
seleccionar e interpretar los hechos, Lucien Febvre (1974) señaló que:
En relación con lo expuesto por Febvre, Carl Becker (citado por Schaff, 1983)
afirmó que “los hechos, por sí mismos, no dicen nada ni imponen significación alguna. El
historiador es quien habla y le da una significación” (p. 272).
Lo anterior quiere decir, entonces, que la reconstrucción y explicación del pasado se
logra a partir del análisis de los hechos por parte del historiador. A él le corresponde el
reto de descubrir la interrelación e interdependencia que puedan presentar, así como las
conexiones causales que los unen, las cuales, según Eduardo Meyer (citado por Suárez,
1976: 160-162) permiten identificar aquellos hechos que son causa de otros. De alcanzar
esta meta, el historiador podría aportar una síntesis sobre el porqué y sobre las
consecuencias de tales hechos en determinado espacio social.
Los hechos históricos –al igual que todo hecho en general– pueden ser ubicados en
los ámbitos espaciales y temporales. No hay hechos fuera del tiempo y del espacio. Son
hechos históricos –para citar algunos ejemplos– la toma de La Bastilla en Francia, el 14
de julio de 1789; y la firma del acta de independencia de Venezuela, el 5 de julio de
1811.
Lectura complementaria
En relación con los hechos históricos, Carr (1978: 14-16) escribió lo siguiente:
“(...) ¿Qué es un hecho histórico? Es esta una cuestión crucial en la que hemos
de fijarnos algo más atentamente. Según el punto de vista del sentido común, existen
hechos básicos que son los mismos para todos los historiadores y que constituyen,
por así decirlo, la espina dorsal de la historia: el hecho, pongamos por caso, de que
la batalla de Hastings se librara en 1066. Mas esta opinión sugiere dos
observaciones. La primera, que no son los datos como éste los que interesan
fundamentalmente al historiador. Sin duda es importante saber que la gran batalla
tuvo lugar en 1066 y no en 1065 ó 1067, o que se librara en Hastings, en vez de en
Eastbourne o Brighton. El historiador tiene que saber estas cosas con exactitud (...)
Ello es condición necesaria de su obra, pero no su función esencial (...) La segunda
observación que hemos de hacer es que la necesidad de fijar estos datos básicos no
se apoya en ninguna cualidad de los hechos mismos, sino en una decisión que
formula el historiador a priori (...) Solía decirse que los hechos hablan por sí solos.
Es falso por supuesto. Los hechos sólo hablan cuando el historiador apela a ellos: él
12
es quien decide a qué hechos se da paso, y en qué orden y contexto hacerlo. Si no
me equivoco, era un personaje de Pirandello quien decía que un hecho es como un
saco: no se tiene de pie más que si metemos algo dentro. La única razón por la que
nos interesa saber que la batalla se libró en Hastings en 1066 estriba en que los
historiadores lo consideran hecho histórico de primordial importancia. Es el
historiador quien ha decidido, por razones suyas, que el paso de aquel riachuelo, el
Rubicón, por César, es un hecho que pertenece a la historia, en tanto que el paso de
Rubicón por millones de otras personas antes y después, no interesa a nadie en
absoluto (...)”.
Coyuntura
El historiador Fernand Braudel (citado por Mitre Fernández, 1974: 17) sostuvo que
la coyuntura es la “historia de media duración”, con lo cual estaba refiriéndose a las
situaciones de orden social que se presentan en un período no muy prolongado y que
traen consigo cambios significativos.
En ese sentido, lo coyuntural puede entenderse como una etapa de
transición entre dos estructuras históricas: el agotamiento de una va
permitiendo paulatinamente el surgimiento de otra, hasta que finalmente ésta
se impone sobre aquella. Cabe destacar que lo transitorio es un rasgo fundamental
de la historia (Jaspers, 1968: 316), en contraposición a lo permanente y dura-
dero.
El paso entre una estructura y otra es conflictivo, lo cual es característico de los
procesos coyunturales. Según Tuñón de Lara (1981: 15), la coyuntura supone la
expresión abierta y manifiesta de una conflictividad que puede llevar al cambio
estructural.
Las coyunturas históricas pueden abarcar varios años e incluso décadas,
todo depende de lo que tarde en surgir la síntesis dialéctica que se desprende
de la conflictividad que éstas arrastran. En el caso del proceso histórico de
Venezuela, es posible identificar en él una coyuntura que cubrió las tres
primeras décadas del siglo XX: en dicho período, el país pasó de ser agro-
exportador para convertirse en una sociedad minero-exportadora y, por
consiguiente, una sociedad muy diferente a la del siglo XIX.
Lectura complementaria
“(...) Por coyuntura entendemos antes que nada movimiento: alzas y bajas en la
producción, fluctuaciones en el volumen de los intercambios, oscilaciones de los
13
precios... Así pues, los cambios, el movimiento de los componentes esenciales de la
vida económica son aludidos por la noción de coyuntura. En otro sentido, esta
palabra se usa también para designar a la rama de la economía que se dedica al
estudio y previsión de las fluctuaciones llamadas, justamente, coyunturales, o
cíclicas. Volviendo al primer sentido del vocablo, digamos rápidamente que no se
limita a la esfera económica. Hay también una coyuntura social –dada por las
variaciones en las relaciones de fuerza de los diferentes grupos y clases sociales–,
una coyuntura política, etc. Sin embargo, hasta el presente ha sido la coyuntura
económica la más estudiada (...)” .
Estructura
“(...) figura en que se nos muestra un conjunto de hechos dotados de una interna
articulación en la cual se sistematiza y cobra sentido la compleja red de relaciones
que entre tales hechos se da. Es, por tanto, un sistema de relaciones dentro del cual
cada hecho adquiere su sentido en función de todos los otros con los que se halla en
conexión” (p. 16).
El sistema de relaciones entre hechos –al que hace referencia Maravall– junto con la
permanencia y lenta transformación de éstos en el tiempo, constituyen dos aspectos
centrales que definen al concepto de estructura histórica.
En la historia de la humanidad hay múltiples estructuras históricas, entre ellas: la
esclavitud durante la Edad Antigua y el feudalismo en el medioevo.
Lectura complementaria
14
estructura es indudablemente un ensamblaje, una arquitectura; pero, más
aún, una realidad que el tiempo tarda enormemente en desgastar y en
transportar. Ciertas estructuras están dotadas de tan larga vida que se
convierten en elementos estables de una infinidad de generaciones:
obstruyen la historia, la entorpecen y, por tanto, determinan su
transcurrir. Otras, por el contrario, se desintegran más rápidamente. Pero
todas ellas constituyen, al mismo tiempo, sostenes y obstáculos. En tanto
que obstáculos, se presentan como límites (envolventes, en el sentido
matemático) de los que el hombre y sus experiencias no pueden
emanciparse. Piénsese en la dificultad de romper ciertos marcos
geográficos, ciertas realidades biológicas, ciertos límites de
productividad, y hasta determinadas coacciones espirituales: también los
encuadramientos mentales representan prisiones de larga duración (...)”.
Historicidad
15
Lectura complementaria
Espacio
16
históricos a partir de la identificación de coordenadas temporales y
espaciales. Al respecto, Salmon (1972) afirma que “ningún hecho histórico es
utilizable si no puede situarse de una manera precisa en el tiempo y en el
espacio: la cronología y la geografía desempeñan un papel principal al
agrupar los hechos” (p. 132).
El espacio geográfico es, en definitiva, una de las principales variables que los
historiadores toman en cuenta a la hora de analizar los procesos históricos de las
sociedades; esto es así no sólo por su incidencia en el curso de los
acontecimientos, sino también porque en éste se conservan las huellas que el
hombre va dejando a lo largo del tiempo, con lo cual es posible obtener diversas
fuentes históricas (específicamente obras de infraestructura) que dan testimonio de las
generaciones del pasado.
Lectura complementaria
Historiografía
17
Nace con la cultura griega clásica, al menos así se ha creído en vista de que no se
conocen evidencias que indiquen la presencia de algún tipo de reflexión historiográfica
en otras culturas, contemporáneas o anteriores a la griega. De hecho, en ésta se comenzó
a entender la historia como indagación de acontecimientos.
Uno de los precursores de esta noción fue Heródoto de Halicarnaso, quien le asignó
respuestas racionales a las causas de los acontecimientos, lo que significó un primer paso
en el proceso de superación de la hasta entonces hegemónica explicación mitológica,
según la cual todo hecho era una manifestación de la voluntad de los dioses. A juicio de
Collingwood (1952), “la conversión del relato mítico en ciencia histórica no responde a
algo ya inscrito en la mente griega; se trata de una invención del siglo V [antes de Cristo],
y fue Heródoto el hombre que la inventó” (p. 27). El llamado “padre de la historia” inició
la práctica del razonamiento lógico en la indagación y narración de los hechos, por lo que
en sus escritos pueden encontrarse deducciones como ésta:
La superación definitiva del mito en el relato de los hechos ocurre con Tucídides,
quien “centra sus investigaciones en el hombre y descarta cualquier explicación
irracional” de los acontecimientos (Salmon, 1972: 17). En su Guerra del Peloponeso los
dioses se ubican en un segundo plano y su preocupación se centra en explicar las causas
reales de la confrontación entre Esparta y Atenas. Este suceso transcurrió a la par con la
vida de Tucídides; esto da cuenta de su interés por ver la historia desde el presente y
ofrecerle a sus contemporáneos una explicación sobre la crisis de la sociedad helénica,
cuya mayor manifestación fue la guerra.
En Heródoto y Tucídides puede encontrarse un antecedente de la noción que siglos
después, durante la modernidad, va a construirse de la historia, concebida entonces como
conocimiento racional y total de los hechos. En efecto, la obra de esos dos representantes
de la cultura griega clásica se caracterizó por la búsqueda de respuestas racionales a las
causas de los hechos, con el propósito de construir una explicación que permitiera
entender en su totalidad el pasado y el presente de Grecia.
Lectura complementaria
18
“1. La historiografía narrativa, que se satisface con comunicar lo real del suceder
histórico.
2. La llamada historiografía pragmática, que tiende a entender el curso del suceder
histórico, según causas y efectos, y a extraer, según las circunstancias, de la
fundamentación así obtenida, consecuencias para la vida, el Estado, los partidos,
escuela, etc.
3. La historiografía genética, que concibe todo fenómeno histórico como algo que
se ha producido paulatinamente, como el punto final de este devenir, y hace
recaer el peso principal de su interés sobre las distintas etapas por las que ha
pasado la situación de aquel fenómeno.
4. La historiografía sociológica, que solamente ve en el suceder histórico un curso
de fenómenos, en los cuales encuentra su expresión la ley histórica que opera
detrás de los mismos”.
19
20
II
LA HISTORIA COMO CIENCIA
El conocimiento científico
La historia, ¿ciencia de qué?
Fuentes históricas
Crítica y síntesis histórica
Ciencias y disciplinas auxiliares
21
22
El conocimiento científico
De acuerdo con Marc Bloch (1997), la historia tiene como objeto de estudio las
acciones de los hombres en el tiempo. El historiador se propone investigar los cambios,
23
las modificaciones, los hechos que los hombres han venido realizando desde su aparición
como seres racionales. Todos los pueblos o colectivos humanos poseen un pasado que
intenta ser estudiado por el historiador con el propósito de conocer su convivencia a lo
largo del tiempo.
La historia es, pues, la ciencia que estudia el desarrollo y la evolución de la
convivencia humana a través del tiempo. Tiempo y cambio (dos nociones inseparables)
nos indican que lo real no es inmóvil, dado y acabado: es devenir, es movimiento. Los
elementos constitutivos, nucleares, de esta definición son, como se puede apreciar:
• Ciencia
• Hombre como ser social
• Tiempo
La reconstrucción del pasado no es tarea fácil, pues exige del historiador captar la
interrelación de los diversos hechos que incidieron en la aparición de los cambios
sociales. Quien elabora conocimiento histórico debe enfrentarse, en primer lugar, a una
multitud de hechos particulares que se le presentan aislados, los cuales debe ordenar para
identificar las conexiones o relaciones que entre ellos existen. El historiador descubre que
en las acciones de los sujetos de la historia (los pueblos, los hombres) influyen una serie
múltiple de condicionamientos: económicos, políticos, ideológicos, psicológicos,
geográficos. Esta multiplicidad y complejidad de relaciones causales dificultan la
comprensión del pasado.
Según el tipo de hechos que investigue, el historiador encontrará que, a su juicio,
algunas relaciones entre ellos son más importantes que otras; también podrá percatarse de
que existen hechos determinantes. Esto representa una selección subjetiva, lo cual
evidencia que la realidad no sorprende al historiador con la mente en blanco, entre otras
razones porque:
24
son los mismos, pero las explicaciones sobre sus causas y efectos son distintas.
Fuentes históricas
“Hay que utilizar los textos, sin duda. Pero todos los textos. Y no
solamente los documentos de archivo a favor de los cuales se ha creado
un privilegio... También un poema, un cuadro, un drama son para
nosotros documentos, testimonios de una historia viva y humana,
saturados de pensamiento y de acción en potencia (...)” (pp. 29-30).
“(...) Es testimonio histórico todo aquello que el historiador pueda utilizar como
testimonio histórico. Pero ¿qué es lo que puede utilizar así? Tiene que ser algo
25
perceptible para él, aquí y ahora: esta página escrita, esto que se dijo de viva voz,
este edificio, esta huella digital. Y de todas las cosas perceptibles para él no hay
ninguna que no pueda utilizar como prueba histórica en alguna cuestión, si la aborda
con la pregunta justa en la mente. El ensanchamiento del conocimiento histórico se
produce principalmente por el descubrimiento de cómo utilizar a manera de
testimonio histórico esta o aquella clase de hecho percibido, que hasta entonces los
historiadores han considerado como inservible.
Por consiguiente, la totalidad del mundo perceptible es
potencialmente y en principio testimonio histórico para el historiador
(...)” (pp.239-240).
En vista de que son múltiples los testimonios o fuentes históricas, éstas se han
clasificado en:
26
Crítica y síntesis histórica
27
Aunque el producto final de una investigación histórica sólo se centre en aclarar una
coyuntura específica, éste no debe estar desconectado de la tarea de aportar una visión
global del pasado de la sociedad que se estudie. En realidad, la historia tiene como
aspiración utópica lograr una síntesis del pasado donde converjan todas las condiciones
que se hicieron presentes en éste, para así presentarnos una interpretación de la
contemporaneidad.
28
III
PRINCIPALES INTERPRETACIONES
DE LA HISTORIA
El providencialismo
El idealismo de Hegel
La concepción materialista de la historia
El historicismo
El positivismo
El presentismo
La propuesta de Annales
29
30
Para conocer las principales respuestas que a lo largo del tiempo se le ha
dado a la naturaleza y estructuración teórica de la historia, es importante
entender que dichas respuestas surgieron en el marco de una determinada
corriente filosófica o interpretación de la realidad. Al respecto, existen dos
grandes vertientes en el campo de la reflexión filosófica, a saber:
• El idealismo (de “idea”, hace referencia a forma pura o imagen), donde se parte de
la afirmación de que existe una fuerza ideal o elemento espiritual que arrastra e
impulsa la historia del hombre hacia unos fines concebidos de antemano, prefijados,
establecidos por dicha fuerza. El idealismo consiste en hacer de la realidad un espejo
de lo espiritual, que ostenta no sólo la primacía, sino el origen, la determinación y,
por lo tanto, la explicación de lo existente.
• El materialismo (del latín “materialis”, designa lo sustancial), en el cual se
“considera el ser, la naturaleza, la materia, como el dato primario, frente al pensar, al
espíritu, a la idea, como dato secundario” (Núñez Tenorio, 1977: 14). El
materialismo, de igual manera, “entiende que la conciencia es un producto de la
materia y la concibe como un reflejo del mundo exterior, con lo cual afirma que la
naturaleza es cognoscible” (Rosental-Iudin, 1965).
Con base en estas dos visiones del mundo han surgido las siguientes interpretaciones
de la historia:
El providencialismo
32
natural; en dicho proceso hay una intencionalidad, un sentido y un destino, el desarrollo
de un plan.
En este sentido, distingue dos planos en la obtención del conocimiento: el plano
fenomenológico del análisis científico de los fenómenos y sus relaciones, en el
cual, según Chardin, aún nos movemos en el exterior de las cosas. Si miramos
su interior, y apreciamos el movimiento de la materia en su totalidad y en su
continuidad, captamos en ella un proceso de mayor y creciente obtención y
desarrollo de conciencia: de lo inorgánico a los seres con vida, de las formas
más sencillas de vida a las más complejas hasta llegar al hombre, que es la
conciencia reflexiva.
Ese proceso de mayor obtención de conciencia, desde las partículas más
elementales hasta el hombre, es lo que la ciencia no ha captado aún, y es lo
que según Chardin vendría a completar, a culminar el conocimiento científico
tradicional; lo que uniría a las verdades científicas sobre el mundo y la
historia del hombre con las verdades de fe según las cuales Dios es origen y
meta del hombre. Esa progresiva concientización de la materia es producto
de la existencia de una energía en el interior de ella, la cual hace que la
materia evolucione hacia formas más complejas de organización y conciencia.
Dicha energía es Dios, quien se ha encargado de dirigir la evolución de todo
lo creado. En la concepción de este religioso, el hombre se encuentra en
medio de un proceso evolutivo que pasa por las siguientes etapas:
El idealismo de Hegel
33
teórico donde sobresale la acción del espíritu en la historia de la humanidad.
Tal acción se despliega en forma racional y por ello la sustancia de la historia
es la razón. La relación historia-razón estuvo plenamente identificada con el
contexto cultural en que Hegel produjo sus reflexiones: la modernidad, con su
culto a la razón, introdujo esta facultad del espíritu en el devenir histórico y
en la explicación de la causalidad de dicho devenir.
En la filosofía hegeliana el espíritu es “aquello que existe ante sí mismo, que puede
penetrar en sí mismo” (Cruz Prados, 1991: 37). Si bien el espíritu no es lo finito o lo
material palpable, es en lo real, en lo mensurable, donde éste actúa para autorrealizarse.
Por eso, los acontecimientos no son cognoscibles fuera de la relación de éstos con el
espíritu. Según Hegel (1987), “la historia del Espíritu es su producto porque el Espíritu es
solamente lo que él produce y su hecho es hacerse aquí en cuanto espíritu, objeto de la
propia conciencia” (p. 272).
La historia es, pues, dirigida por el espíritu. Dicha conducción se realiza
en forma racional, por lo que en las diversas etapas de los procesos históricos
puede observarse un orden lógico, donde los historiadores deben identificar la
realización y sucesión de las ideas (Suárez, 1976).
Según Hegel (1959), “la historia es un proceso de autodesarrollo de la
razón, que se vale de los hombres para conducirlos inconscientemente a una
meta que conscientemente no hubieran buscado” (p. 117). La razón o idea se
va desplegando o autodesarrollando y se vale de las pasiones de los hombres
para ir alcanzando en su evolución y desarrollo un mayor grado de
conciencia, de perfección; y aunque, llevados por la pasión, los hombres someten a sus
semejantes, esto no impide que la razón logre mayores grados de desarrollo y de
conciencia que le otorgan un continuo progreso al curso de la historia. En otras palabras:
Por otra parte, Hegel entendió la historia del mundo como “el despliegue del espíritu
en el tiempo, esto es, cómo la Idea se va realizando en el espacio, haciéndose naturaleza”
(citado por Burk, 1998: 214). Y la idea se hace naturaleza en un proceso dinámico,
dialéctico, en el cual surgen los cambios. La totalidad – concepto importante en la
interpretación moderna de la historia – se presenta como consecuencia de lo infinito
dinámico, no estático (Burk, 1998).
En relación con la dialéctica, este concepto ya había sido expuesto antes que Hegel
por su antecesor directo: el también alemán Juan Teófilo Fichte (1762-1814). La
dialéctica, en cuanto realidad “no es fija ni determinada de una vez por siempre, sino que
está en un constante proceso de transformación y cambio, cuyo motor es (...) tanto su
interna contradicción (...) como la relación en que está con otra realidad, que aparece
como su contrario” (Ramírez Sánchez, 2002). En cuanto método de conocimiento, “la
dialéctica es ley lógica, ley de la razón. La razón avanza en su conocimiento mediante
Enciclopedia de las ciencias filosóficas (1817); Filosofía del derecho (1821); Lecciones sobre filosofía de
la historia (1837).
34
oposición y síntesis de contrarios” (Cruz Prados, 1991: 40). En este sentido, este método
es atravesado por la idea en tres fases: a) la tesis: posición inmediata, afirmación; b)
antítesis: oposición, negación de lo afirmado; c) síntesis: unidad relativa que concentra la
diversidad de la tesis y la síntesis.
Hegel propone un esquema general de la historia universal con base en la dialéctica.
Según él, la historia de la humanidad atraviesa por varias etapas sucesivas y encadenadas
en espiral, proceso en el cual la razón va tomando mayor conciencia, lo que conlleva un
mayor grado de libertad. Hegel expresa que la historia universal no es sino el despliegue
de la conciencia de libertad; se trata de un proceso evolutivo que se ha materializado en
las siguientes culturas:
Jacques Maritain (1971) coincidiría años después con Carlyle al afirmar que “la
historia se ocupa de hechos y personas individuales”, para lo cual “no busca una
imposible coincidencia con el pasado; requiere selección y diferenciación, interpreta el
pasado y lo traduce en lenguaje humano; recompone o reconstituye secuencias de
acontecimientos resultantes unos de otros, y no puede hacer esto sino mediante una gran
capacidad de abstracción” (p. 18).
También el italiano Benedetto Croce (citado por Novack, 1975) afirmó al respecto
que:
2
Carlyle, Thomas (1799-1881). Filósofo e historiador británico. Autor de: Los héroes, el culto de los
héroes y lo heroico en la historia (1840); Pasado y presente (1843); Historia de la revolución francesa
(1837); Panfletos de nuestros días (1850).
35
“La historia es el registro de las creaciones del espíritu humano en cada terreno,
tanto teórico como práctico. Y estas creaciones espirituales están siempre en los
corazones y mentes de los hombres de genio, los artistas, los pensadores, los
hombres de acción, los reformadores morales o religiosos” (p. 33).
Con Karl Marx3 se superó la concepción materialista desarrollada antes del siglo
XIX, en la cual sólo se proporcionaban elementos para el estudio de la naturaleza o para
la enunciación de sistemas económicos. El viejo materialismo:
“(...) surgió sobre la base del capitalismo en gestación y del avance consiguiente
de las fuerzas productivas, de la nueva técnica, de la ciencia. Los materialistas,
como ideólogos de la burguesía, progresiva en aquellos tiempos, combatieron a la
escolástica medieval y a las autoridades eclesiásticas, tomaron la experiencia como
maestra y la naturaleza como objeto de la filosofía” (Rosental, Iudin, 1965: 298).
36
determinada época y lugar, desempeñando un trabajo como esclavo, obrero, burgués
o comerciante; según sea esta condición material que el hombre vive, así será su
visión del mundo, intereses, formas de pensar y de comportarse. Esto indica que al
analizar una sociedad debemos buscar en las condiciones materiales (como el
trabajo y la producción) la explicación última al porqué del comportamiento y
movimiento de dicha sociedad.
• Los individuos se agrupan en clases sociales: los hombres forman clases sociales
según sea el trabajo que desempeñen y el lugar que ocupen en el proceso de
producción. Para los marxistas lo que hace a un hombre obrero y a otro burgués es el
lugar que ocupa cada uno en el proceso de producción. Si posee los elementos de la
producción, entonces es propietario, es burgués; si no los posee, se trata de un
trabajador. Los burgueses tienen algo básico y determinante que los une y los hace
luchar y defenderse juntos: su condición de propietarios; igual pasa con los obreros
en lo que respecta a la carencia de medios de producción. Cada clase social posee
sus intereses: no son iguales los intereses de un burgués a los de un obrero, cada
clase defiende y piensa según sus intereses. No significa esto que no haya elementos
comunes; algunos intereses son compartidos por todas las clases, como por ejemplo
los sentimientos patrios. Aun así, cada clase tiene sus propios intereses, lo cual hace
que entre ellas exista una relación de oposición. No puede haber armonía ni
equilibrio entre quien posee y quien es desposeído; incluso, el rico es rico porque los
obreros producen para él; simultáneamente, el obrero es pobre porque la riqueza que
genera queda en manos de unos pocos. Esto, según el marxismo, es una relación
desigual de explotación. Y no puede haber armonía porque para dejar de ser pobre y
explotado, el obrero debe romper esa relación desigual y construir una nueva, una
sociedad distinta en la que todos compartan. En otras palabras, mientras existan
burgueses (poseedores) existirán obreros (desposeídos). No hay posible armonía ni
entendimiento, lo cual genera un enfrentamiento, una lucha de clases por parte de
los desposeídos para construir una sociedad igualitaria, y una lucha de los
poseedores para conservar sus privilegios.
• En sociedades del pasado puede observarse una organización conformada por
diversos estamentos: en la antigua Roma hallamos patricios, plebeyos y esclavos; en
la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros de gremios, oficiales y siervos.
La moderna sociedad burguesa, salida de las ruinas de la sociedad feudal, no ha
hecho sino sustituir las antiguas por nuevas clases, manteniendo las condiciones de
opresión y dando paso a nuevas formas de lucha. Sin embargo, el carácter distintivo
de nuestra época, la época de la burguesía, es haber simplificado los antagonismos
de clase. En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels afirmaron que la sociedad
capitalista va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos
grandes clases que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado.
• El hombre como tal nunca se explica en sí mismo: él es producto de las condiciones
materiales en que vive, está determinado, obligado por el trabajo que realiza, por el
lugar que ocupa en el proceso de producción, por la clase a la cual pertenece. Esta es
una necesidad de la que ningún hombre puede apartarse. De hecho, el trabajo de los
hombres puede estar sometido a condiciones alienantes de esclavitud y
manipulación. Ante esta situación de explotación, el trabajador progresivamente se
ve obligado a organizarse con los de su misma clase para luchar y conseguir la
37
libertad, ya que ésta no vendrá automáticamente sola. En esta lucha, la clase
trabajadora asume el control del proceso histórico y produce una transformación
revolucionaria, dando origen a una nueva sociedad.
Por otra parte, el materialismo apareció como una corriente del pensamiento
histórico que perseguía establecer las bases para la comprensión del desarrollo de las
leyes generales de la sociedad, aspiración que también estuvo presente en Comte y los
positivistas en general.
Dichas leyes son el resultado de la interrelación existente entre los componentes
primordiales de la sociedad: la infraestructura y la superestructura. El primer componente
abarcaría un modo de producción (primitivo, esclavista, feudal, capitalista y socialista)
que definiría la naturaleza del segundo, donde convergen los hechos jurídicos, políticos y
culturales en general. Marx, con su propuesta materialista, desarrolló una filosofía de la
historia “cuya clave es la prioridad determinante de la vida material sobre la conciencia,
el espíritu y el pensamiento” (Cruz Prados, 1991: 60). De esta manera buscó comprender
en su totalidad la “interdependencia” de los aspectos que integran la sociedad. Marx y
Engels (1973) explican así su concepción materialista de la historia:
38
concreción al reintegrarse al conjunto. El carácter dinámico, el movimiento de la
totalidad social, se origina en las contradicciones entre sus elementos, principalmente las
contradicciones entre clases sociales, que son el motor de la historia.
En la totalidad social –como se ha dicho– las influencias e impulsos provenientes de
la estructura económica son determinantes, decisivos; es decir, explican en última
instancia el porqué de la conformación y el movimiento de la realidad humana. Esta
determinación económica no es simple ni mecánica. Al respecto, Marx (1974: 94-95)
señaló que en la Edad Media europea el sector social principal o reinante era el religioso,
pero eran las condiciones económicas que vivían esas sociedades las que explicaban en
última instancia por qué el factor religioso había alcanzado tal peso. Sobre este particular,
cabe mencionar lo expuesto por Federico Engels en septiembre de 1890 al dirigirse por
escrito a José Bloch:
“La situación económica es la base, pero los diversos factores de la
superestructura que sobre ella se levantan –las formas políticas de la lucha de clases
y sus resultados, las Constituciones que después de ganada una batalla, redacta la
clase triunfante, etc., las formas jurídicas e incluso los reflejos de todas estas luchas
reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas,
las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en un sistema
de dogmas– ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y
determinan predominantemente, en muchos casos, su forma. Es un juego mutuo de
acciones y reacciones entre todos estos factores, en el que (...) acaba imponiéndose
como necesidad el movimiento económico” (Marx y Engels, 1973: 514).
39
factores solo actúan por mediación del hombre y en última instancia, de su propio
espíritu” (p. 55).
Ahora bien, la acción transformadora del hombre parte del conocimiento de la
realidad: “conocer para transformar” es una máxima marxista. Ya no basta, asevera
Marx, con conocer el mundo y quedarse en una actitud contemplativa. El conocimiento
del mundo, su estudio, debe ser solamente el inicio de la actividad práctica de
transformación. Todo hombre debe ser siempre, en cualquier puesto y trabajo social que
desempeñe, un ente transformador. Esto es lo que se conoce como la unidad entre teoría y
praxis (entiéndase por praxis: acción, práctica transformadora del mundo). Quien conoce
una realidad y sus problemas debe actuar como sujeto transformador, de lo contrario se
hace cómplice de esa situación de injusticia, de explotación. No hay neutralidad posible
frente a la realidad de la explotación del hombre por el hombre: si no se toma parte activa
en la lucha por la transformación, se está apoyando esa situación de injusticia.
El marxismo sostiene que la neutralidad, imparcialidad y pasividad del sujeto
cognoscente –tal como ocurre en las ciencias naturales– es injustificable en el campo de
las ciencias sociales. En éstas (incluyendo la historia) el sujeto cognoscente y el objeto (la
sociedad) son una misma cosa, una unidad. El investigador es un ser social, forma parte
del objeto que está estudiando: en él obran sus intereses de clase, de grupo, de partido;
incluso –se afirma en el marxismo– aquellos historiadores que al analizar una situación
histórica permanezcan neutrales ante los conflictos de clase, en realidad, lejos de ser
neutrales, están dejando ocurrir la situación sin denunciarla, al no revelarla claramente a
la luz de la lucha de clases. Esto no quiere decir que para el marxismo sea imposible
lograr la objetividad. Si bien la neutralidad total es imposible, ello no niega que el
historiador deba aplicar el método científico, las operaciones de crítica histórica para
diagnosticar la falsedad o veracidad de un hecho. Más aún, al reconocer esa vinculación
del sujeto cognoscente con el objeto, el historiador marxista es más objetivo que
cualquier otro investigador. Esta concepción la exponen Calello y Neuhaus (1985) de la
manera siguiente:
“No es que disuelva las fronteras entre sujeto y objeto, no es que mezcle ambos
y los torne una unidad no escindible, sino que lo que hace es entender que toda
relación entre un objeto y un sujeto de conocimiento, no es una relación dualista,
sino una en la cual el sujeto debe penetrar al objeto del conocimiento de manera tal
que consumada su relación con él, asume la relación que existe, no la suprime” (p.
20).
40
revolución social, la burguesía obtiene el triunfo, y la sociedad feudal desaparece para dar
paso a una nueva sociedad: la sociedad de la burguesía o la sociedad capitalista. Pero al
mismo tiempo, la burguesía ha originado a su clase contraria: el proletariado, el cual
lucha a su vez para eliminar el dominio de la burguesía y construir una nueva sociedad
que para los marxistas es el comunismo, condición definitiva para la desaparición de las
clases sociales y el establecimiento de un régimen igualitario entre los hombres.
Marx y Engels entendieron el proceso histórico de la humanidad como
una evolución de formas de sociedades primitivas, comunitarias, (modo de
producción comunitario o modo de producción de la comunidad primitiva) a
formas de sociedades de clases (modo de producción asiático o tributario,
modo de producción esclavista, modo de producción feudal, modo de
producción capitalista). Una de estas formas de producción, el capitalismo,
generaría las condiciones para pasar a formas elevadas y superiores de sociedades sin
clases (modo de producción socialista, con su fase última, el comunismo).
Como se ve, hay una evolución necesaria, encadenada a través de una sucesión de
modos de producción, los cuales conducirán a la liberación del hombre. Sin embargo,
debemos aclarar que cada sociedad concreta tendrá su evolución social propia,
correspondiente a su situación particular. Hasta hace poco, se sostuvo que todas las
sociedades debían seguir una misma sucesión de modos de producción, a saber: modo de
producción de la comunidad primitiva del que se originaría el modo de producción
esclavista, el cual originaría a su vez el modo de producción feudal, al que seguiría el
modo de producción capitalista, de donde finalmente saldría el modo de producción
socialista. Esto es lo que se conoce como la ley de los modos de producción.
Posteriormente, los marxistas determinaron que esta línea de evolución social
correspondía básicamente a sociedades de la Europa occidental, y que otros países podían
llegar al socialismo por distintas líneas de sucesión. Así, se puso de manifiesto que
muchas sociedades de Asia y África, principalmente, habían tenido un desarrollo
histórico distinto que les hizo pasar del modo de producción de la comunidad primitiva al
modo de producción asiático o tributario, de donde se abre una línea de evolución propia
que no sigue inevitablemente la misma sucesión de modos de producción que se dio en
Europa.
Coincidiendo en lo antes expuesto, Federico Villalba nos dice que si para el
marxismo el progreso humano es sinónimo de liberación (liberación real, el hombre
como dueño de condiciones materiales, igualdad en las relaciones de producción y en el
disfrute de los bienes sociales), este progreso no sigue una misma línea automática ni
preconcebida. Cada pueblo, de acuerdo con sus condiciones particulares, las
contradicciones existentes, el nivel que presenta la lucha de clases y la misma capacidad
de lucha política de los trabajadores, seguirá su propio camino histórico. Por su parte,
Roger Bartra, autor marxista (citado por Villalba, 1984), sostiene que:
41
estancadas (ciertas regiones de la India), etc.” (p. 89).
42
laboral (qué hacer, cómo hacerlo y para qué hacerlo) está determinada
previamente. Él no es señor de su trabajo, es esclavo. Esto ocasiona que el
trabajador se sienta como un animal esclavizado y no como ser libre; el trabajo
se convierte en un tormento y sólo tiene sentido para él en cuanto le permite
obtener un salario para satisfacer sus necesidades. Por otra parte, también está
alienado porque vive en una sociedad donde el consumo es la meta suprema.
Mediante la propaganda, la astucia y el engaño, se impele a los hombres a
comprar cosas innecesarias, productos refinados para atender a necesidades
artificiales, al lujo, a la extravagancia. Ello va creando una dependencia de los
hombres para con los productos: se vive solamente para ganar un salario con el
que es posible comprar algunas cosas y no todas, por lo que se llega a la
frustración y a la infelicidad. El dinero se convierte en lo más importante y la
vida humana no vale absolutamente nada frente a la riqueza (Bermudo de la
Rosa, 1982).
El historicismo
El historicismo fue otro de los aportes del pensamiento histórico y filosófico alemán
en el siglo XIX. Como visión del mundo, el historicismo sostiene que la realidad sólo
puede ser comprendida en su desarrollo histórico (Iggers, 1998). El hombre y la sociedad
se encuentran en permanente transformación: todo cuanto existe, existe en devenir, como
proceso (Schaff, 1983). La historia, decía J. G. Droysen6, es la sucesión del devenir.
El historicismo no encuentra explicación a la esencia de la vida humana fuera de una
época o temporalidad, con sus ideas y valores específicos. Todo proceso histórico y todo
conocimiento serían el producto de una época. No hay nada en la sociedad que no sea
realidad histórica (Cruz Cruz, 2002).
Desde sus respectivas interpretaciones de la historia, dos de los grandes filósofos
alemanes del siglo XIX desarrollaron visiones antagónicas sobre el devenir y el cambio.
Hegel, al retomar de Johan G. Fichte el método dialéctico, buscó establecer una
explicación racional del devenir. Los cambios, a su juicio, son consecuencias de la acción
de lo infinito –el absoluto– sobre lo finito –el hombre, la sociedad, la naturaleza–; Marx,
por su parte, descarta la relación dialéctica infinito-finito y presenta la tesis según la cual
el cambio en el plano social es el resultado de la posesión desigual de los medios de
producción, que a su vez conduce a la lucha de clases.
Tanto Hegel como Marx ofrecen una visión rígida del historicismo, donde es posible
anticiparse a los hechos (Orcajo, 1998), pues, en el fondo, lo que ambos construyen es
una explicación teleológica de la sociedad. Así, para Hegel, la meta de ésta es la
formación del Estado liberal, mientras que para Marx la sociedad se enrumba hacia la
erradicación de las diferencias sociales.
Otros historicistas alemanes, como Oswald Spengler, Friedrich Meinecke y J. G.
Droysen, reflexionaron sobre el concepto de historia y se mantuvieron cerca del
planteamiento historicista de Hegel, según el cual la causa del cambio es la acción del
6
Droysen, Johan Gustav (1808-1884). Historiador alemán. Profesor de la Universidad de Berlín. Autor de:
Historia de la política prusiana (1855); Historia del helenismo (1877).
43
espíritu sobre aquello que percibimos.
Spengler7 entiende la historia como una consecuencia espiritual que se hace
concreta en la realidad del hombre. Así, “la historia es la expresión, el signo del alma que
ha llegado a tomar sus formas; llegar a contemplar sensiblemente este proceso sintético
es el cometido de la historia” (citado por Rama, 1959). Meinecke8 se aproxima a este
planteamiento cuando le asigna a la historia el papel de comprender las manifestaciones
divinas presentes en la humanidad. La historia, según él, “debe acoger y revivir
comprensivamente la revelación del elemento afín a Dios, ínsito en la humanidad”
(citado por Maravall, 1967). Droysen, por su parte, vincula el conocimiento histórico con
la memoria del género humano; la historia, a su juicio, “es lo que la humanidad sabe de sí
misma, su certidumbre de sí misma” (citado por Rama, 1959).
La historia y su esencia –el cambio– son en Spengler y Meinecke consecuencias de
algo que está fuera del mundo de lo sensible. Para el historiador es importante identificar
la causalidad del cambio, pero convendría aceptar que la historia no se ocupa del cambio
en sí, sino del sujeto que cambia en el plano de las relaciones sociales (Cruz Cruz, 2002).
El positivismo
8
Meinecke, Friedrich (1862-1954). Historiador alemán. Rector de la Universidad Libre de Berlín. Autor
de: Ciudadanía universal y estado nacional (1908); Die Deutsche Katastrophe Nationalstrat (1919); Dre
idea der Stratsräson in der neveren geschichte (1924).
9
Fustel de Coulanges, Numa Denis (1830-1889). Historiador francés. Catedrático de la Universidad de
Estrasburgo (1860-1870) y de la Sorbona (1878-1888). Autor de: La ciudad antigua (1864); Historia de las
instituciones de la antigua Francia (1875).
44
analizarlos, en reunirlos, en señalar su lugar (...) El historiador persigue y alcanza los
hechos por la observación minuciosa de los textos, como el químico encuentra los suyos
en experimentos minuciosamente hechos” (pp. 160-161).
Los historiadores positivistas Charles Victor Langlois10 y Michael Jean Charles
Seignobos11 entendieron que “para hacer la historia general, hay que buscar todos los
hechos que pueden explicar ya el estado de una sociedad, ya una de sus evoluciones,
porque han producido cambios” (Langlois y Seignobos, 1972: 184). También sostuvieron
que la única vía expedita que tiene el historiador para aproximarse a los hechos es la
aportada por el documento, recurso que para ellos es imprescindible en la reconstrucción
del pasado. La historia –afirmaron– se hace con documentos, y “los documentos son las
huellas que han dejado los pensamientos y los actos de los hombres de otros tiempos”
(Langlois y Seignobos, 1972: 17).
Para los positivistas, el trabajo de investigación científica de lo social debe cumplir
dos etapas: el análisis, para establecer los hechos; y la síntesis, en donde se descubren y
formulan las leyes que rigen la sociedad. En el caso de la historia, no todos los
historiadores cumplieron estas dos etapas del método científico. Muchos sólo aplicaron la
primera parte, el análisis, es decir, la observación y comprobación de los hechos
históricos usando diferentes fuentes, especialmente las primarias (testimonios directos de
la época que se estaba estudiando, como: documentos, cartas, censos, entre otros). Para
cumplir con el requisito de la verificación, de la veracidad, los historiadores sometían
estas fuentes a una severa crítica para descartar aquellos que resultaran falsos. En este
sentido, al aplicarse el análisis y la crítica de los hechos, el positivismo influyó en la
historia para que ésta adoptase el rigor en el método que debe tener toda ciencia.
Los positivistas pensaron que la historia puede ser considerada una
ciencia. Niebuhr nos presenta una “ciencia histórica” que debe ir “más allá
del interés erudito por detalles notables del pasado, a favor de una más
amplia reconstrucción de aspectos de la realidad pretérita sobre la base de
pruebas convincentes para establecer conexiones significativas entre
acontecimientos y estructuras” (citado por Moradiellos, 1999). Gil Fortoul 1 2 ,
por su parte, coincide con Ranke en el sentido de que la historia une la
ciencia y el arte. El conocimiento histórico debe moverse entre las fronteras
de la ciencia y el arte; por eso aspiró a pasar de la simple crónica a una
historia con particular estilo literario. Según Gil Fortoul (1942):
10
Langlois, Charles Victor (1857-1924). Historiador francés. Autor de: Manual de bibliografía histórica;
Introducción a los estudios históricos (1897), obra cuya autoría compartió con M.J.C. Seignobos.
11
Seignobos, Michael Jean Charles (1854-1942). Historiador francés. Autor de: Introducción a los estudios
históricos (1897).
12
Gil Fortoul, José (1861-1943). Historiador, novelista y político venezolano. Autor de: El hombre y la
historia (1896); Historia constitucional de Venezuela; Julián (1888); Idilios (1892); Pasiones (1895); El
humo de mi pipa; Filosofía constitucional.
45
crónica de sucesos más o menos encadenados o de la pura colección de documentos.
Por ambos motivos la historia no se acaba nunca de escribir” (p. 7).
13
Ranke, Leopoldo von (1795-1886). Historiador alemán. Autor de: Historia universal; Historia de
Alemania en tiempos de la reforma (1839); Historia de los Papas; Historia de Francia; Historia de
Inglaterra.
46
mueve obedeciendo a relaciones necesarias de causas y efectos, a leyes, para poder
estudiarla debería aplicarse el mismo método de investigación de las ciencias naturales.
El positivismo es, en otras palabras, un naturalismo; de ahí que habló del positivismo
como una nueva ciencia que llamó “física social”. Como ya se dijo, la sociedad la
concebía como organismo biológico, constituido por partes relacionadas entre sí y
cumpliendo funciones indispensables para la supervivencia del cuerpo social. Con el
positivismo se buscó extrapolar a la historia métodos propios de las ciencias naturales
(algo muy propio del naturalismo), los cuales pretendían ser incorporados a su campo de
estudio con el propósito de aportarle herramientas que le permitieran estudiar las
sociedades del pasado, entendidas estas como organismos en constante evolución hacia
su perfeccionamiento. Así, Taine14 se introdujo en el mundo de las ciencias naturales
para establecer analogías entre éstas y la historia, entre la sociedad y los seres vivos, lo
cual le llevó a afirmar que:
Asimismo, para los positivistas la historia del hombre ha sido un proceso gradual de
obtención de la verdad positiva, la cual es considerada un producto del conocimiento
científico. De acuerdo con este planteamiento, el proceso de desarrollo de la ciencia
permitirá ordenar la sociedad de una manera justa y equilibrada. Precisamente, una de las
consignas centrales del positivismo es la conformación del orden.
Otra consigna de esta corriente filosófica es el progreso del hombre, el cual va de la
mano con el desarrollo de la ciencia, de la verdad positiva (científica, demostrable): a
mayor grado de desarrollo científico, mayor bienestar y riqueza para las sociedades.
Por tal razón, el estudio de los hechos se consideró importante porque a través de
ellos se pretendía identificar leyes que permitieran descubrir las causas del progreso
social. El positivismo aparece, entonces, como continuación del pensamiento ilustrado
(Lombardi, 1996) y, en consecuencia, de la modernidad. Al abrazar la visión del mundo
propuesta en la filosofía de la ilustración, los positivistas dogmatizaron su teleología al
creer en el inevitable progreso de las sociedades. El desarrollo continuo del conocimiento
científico garantizaría este proceso ascendente que conduciría a la construcción de la
sociedad perfecta.
Esta posición optimista la podemos observar en Robert Mackenzie, historiador
positivista del siglo XIX, quien entendió la historia como un “registro de progreso, un
registro de conocimientos acumulados y sabiduría creciente, de adelanto continuo desde
un nivel inferior de inteligencia y bienestar a otro más alto. Cada generación deja a la que
le sigue los tesoros que ella heredó” (citado por Collingwood, 1952: 147).
Ciertamente, el progreso se ha hecho presente en la vida del hombre. Éste, con el
avance fundamental de la tecnología y la producción en masa de las fábricas, ha logrado
14
Taine, Hyppolite (1828-1893). Historiador y filósofo francés. Autor de: Filosofía del arte; Orígenes de la
Francia contemporánea (1876); Historia de la literatura inglesa.
47
una mejora sustancial de las condiciones de vida: mayores expectativas de vida,
crecimiento poblacional, desarrollo de la ciencia y de la salud, etc. No obstante, este
progreso ha venido acompañado de la explotación de unos hombres por otros y del
dominio de unas naciones sobre otras. El autor brasileño Josué de Castro, en su obra
Geografía del hambre, refiere que durante los últimos treinta años del siglo XIX, más de
veinte millones de habitantes de India murieron de inanición; sólo en el año 1877, cuatro
millones de indios perecieron por falta de alimentación y, sin embargo, mientras tantos
caían muertos, el puerto indio de Calcuta seguía mandando al extranjero considerables
cantidades de cereales. En esa época, India era colonia de Inglaterra y su producción era
vendida por los amos ingleses al exterior, ya que los desposeídos y marginales de India
eran demasiado pobres como para comprar el trigo que les hubiera salvado la vida.
El presentismo
48
compete estudiar acontecimientos inaccesibles a nuestra observación, y
estudiarlos inferencialmente, abriéndonos paso hasta ellos a partir de algo
accesible a nuestra observación y que el historiador llama testimonio
histórico de los acontecimientos que le interesan”.
A diferencia de Croce, quien en su primera etapa de reflexión teórica
visualizó la historia como arte y no como ciencia, Collingwood acepta el
carácter científico de la historia e identifica en ella un método particular:
observación indirecta de hechos a través de las fuentes históricas.
El proceso de observación del pasado a través de las fuentes o evidencias históricas,
representa en la historiografía un aporte significativo de los historiadores positivistas. En
el siglo XX, este aporte sería retomado por los historiadores franceses de Annales para
proponer que dicho proceso heurístico debía realizarse mediante la interdisciplinariedad:
la historia comenzaba a dialogar con las ciencias sociales.
La propuesta de Annales
49
sociología, sobre todo desde 1898 con Durkheim y su Année sociologique. Esta
disciplina pretendía ofrecer una teoría total de la sociedad, y proponía
hacerlo con métodos más rigurosos” (Prost, 1996: 49).
3. Consolidar la creencia en la condición científica de la historia y su aceptación como
una ciencia en permanente proceso de construcción (Cardoso, 1985).
4. Alcanzar la meta de ofrecer un conocimiento histórico que abarque la
totalidad social. Según Fernand Braudel (citado por Pereyra, 1980): “la
historia (...) es el estudio de lo social, de todo lo social, y por lo tanto
del pasado; y también, por tanto del presente, ambos inseparables”.
Sobre el particular, Lucien Febvre18 (citado por Salmon, 1972) afirmó lo siguiente:
Marc Bloch (1886 – 1949). Historiador Francés. Fundador de la revista Anales de historia económica-
social (1929). Profesor de la Sorbona. Autor de: La sociedad feudal; Introducción a la historia (1949).
Lucien Febvre (1878 – 1956). Historiador Francés. Fundador de la revista Anales de historia
económica-social (1929). Profesor de la Universidad de Estrasburgo. Autor de: La contrarreforma y el
espíritu moderno; Martín Lutero: un destino; Combates por la historia (1953).
50
51
52
IV
ALCANCE Y LIMITACIONES
DEL CONOCIMIENTO HISTÓRICO
53
54
Los historiadores suelen asumir posiciones diversas cuando se trata de
precisar qué puede aportar la historia a los sujetos sociales que comparten
una misma contemporaneidad: para algunos ésta le ofrece al hombre la
posibilidad de comprender y corregir en el presente los errores del pasado;
para otros, la historia sólo brinda un conocimiento estéril del pasado, en el
sentido de que no trasciende la conservación de la memoria de los pueblos
para repercutir en la praxis social; finalmente, también hay quienes asumen
una posición moderada frente a tan escabroso tema y se inclinan por
reconocer que el conocimiento histórico juega un papel significativo en la
tarea de comprender y transformar la realidad social, sin considerar que éste
sea tan eficaz como para evitar que los hombres reincidan en los errores
cometidos en el pasado.
Ya desde los orígenes de la historiografía se ha venido discutiendo este tema. La
visión cíclica de la historia, propia de griegos y romanos, los condujo a la creencia
en una estrecha conexión entre el pasado y el presente, en cuyo devenir
aspiraban entender el eterno movimiento protagonizado por el caos (guerras,
inestabilidad política, tragedias naturales) y la prosperidad; condiciones éstas
que se establecían periódicamente en sus respectivas sociedades y a las cuales
visualizaban en relación directa con la “fortuna”.
Como consecuencia de lo anterior, Tucídides (citado por Childe, 1974) aceptó que
“la historia es útil para quienes deseen alcanzar una idea clara de los acontecimientos que
han ocurrido y de los que algún día, en el curso probable de los asuntos humanos,
ocurrirán de nuevo del mismo o de semejante modo”.
Polibio y Tácito recurrieron a la historia para aleccionar e instruir a sus
contemporáneos, a fin de mantener la memoria del pasado y poder así, en palabras de
Polibio, “soportar con igualdad de ánimo las vicisitudes de la fortuna”. Heródoto, por su
parte, expuso sus investigaciones para dar a conocer diversos hechos que él consideró
dignos de ser recordados.
La célebre frase de Cicerón: “historia, maestra de la vida”, recoge en
buena parte lo que griegos y romanos le atribuían al conocimiento histórico
en cuanto a su pertinencia social, aunque también asumieron que las
enseñanzas de la historia no les iba a librar de las fatalidades arrastradas por
la fortuna. El mundo moderno marcó distancia del fatalismo histórico de las
sociedades antiguas, mas no perdió la herencia recibida de éstas en cuanto a
la aceptación de la historia como conocimiento de hechos cuyo recuerdo debe
conservarse.
La consecuencia inmediata de lo que la historia enseña es el recuerdo. De hecho, las
reflexiones de griegos y romanos en relación con la naturaleza de la historia se centran en
el recuerdo que de ésta se obtiene. Recordar es el primer paso para transformar el
presente; es, además, “interpretación de nuestra vida, de lo que hemos sido, e influye en
nuestro ‘ahora’ precisamente porque es interpretación” (Ortega y Gasset, 1965: 179).
Ahora bien, mantener vigente el recuerdo a lo largo del tiempo es algo
que depende de la sociedad en general, de todos quienes la conforman y en
particular de aquellos que tienen la responsabilidad de dirigirla. A la
sociedad le es necesario mantener el recuerdo, pero esto debe hacerse
55
partiendo de un consenso y no de una imposición ideológica. Las
agrupaciones políticas, económicas y religiosas no deben imponer una
determinada visión del pasado, con el propósito de establecer qué hechos
merecen ser recordados y cuáles llevados al olvido.
El recuerdo y la memoria de los pueblos han sido frecuentemente distorsionados en
diversos contextos sociales, como consecuencia de intereses sectarios que dejan a un lado
el bienestar colectivo. Algunos casos de esta índole son los siguientes:
56
usuales, que aseguran la continuidad de nuestra marcha vital” (Carrera Damas, 1995:
311).
El conocimiento que se desprende de la historia está orientado a la comprensión de
la realidad social de los hombres. El carácter transformador de dicho conocimiento
dependerá de su inserción en la conciencia colectiva de los pueblos; es allí donde las
enseñanzas de la historia deben traducirse en valores y actitudes que favorezcan el
bienestar del conjunto social, sin exclusiones de ningún tipo. Este grado de conciencia
puede ser calificado de conciencia social o histórica.
En el caso de las sociedades con mayores índices de pobreza a escala mundial, esta
dinámica podría iniciarse una vez que sean superadas algunas dificultades que se han
ido prolongando en el tiempo. Una de ellas es la persistente atención que en
el plano historiográfico se le presta a las acciones protagonizadas por
individuos que son convertidos en el centro de la historia. El relato histórico
en torno a los “héroes” no ha permitido construir una interpretación del
pasado en la cual esté presente una muestra significativa del conjunto de actores
sociales estudiados. La historia ha sido vista a través de la exclusión de las mayorías,
favoreciendo la inserción de una minoría.
De igual manera, puede observarse que en la historia de diversos pueblos los hechos
narrados son aquellos que han sido protagonizados por los vencedores de los procesos
históricos, mientras que los vencidos quedan relegados a un segundo plano. A escala
mundial se ha ido imponiendo periódicamente una determinada moda historiográfica, la
cual varía según las tendencias aprobadas en los países industrializados. Es por ello que
los estudios históricos eurocéntricos se han propagado en forma indetenible, por lo que en
el plano historiográfico ha estado presente una relación desigual entre las sociedades de
los hemisferios norte y sur, donde estas últimas –por omisión y producto de la
dominación, al mismo tiempo– cuentan muy poco a la hora de definir la orientación de
los estudios históricos.
Una herramienta eficaz para la construcción de la conciencia histórica de los pueblos
es el sistema escolar. A pesar de su susceptibilidad ideológica, la escuela es un escenario
que favorece la formación de valores en torno a un pasado común. En el caso de
Venezuela, los problemas antes mencionados han anidado en los programas de estudio y
en los procesos de enseñanza. Según Lombardi (1996):
58
Anexos
Ejercicios para la identificación
de diversas interpretaciones
de la historia.
59
60
Ejercicios para la identificación de diversas interpretaciones de la historia.
Mediante la lectura del capítulo III de este manual es posible identificar en los
siguientes textos –en su mayor parte correspondientes a la historiografía venezolana -, la
concepción de la historia que está presente en el pensamiento de sus respectivos autores.
Con esta actividad no se logrará establecer conclusiones definitivas sobre la
afiliación de dichos autores a determinadas interpretaciones de la historia; no obstante,
los ejercicios son válidos si se desea lograr una aproximación sobre el particular. Al final
de este segmento se indica la procedencia de los textos y la respuesta de cada ejercicio.
Texto 1
“La contradicción entre la realidad social y las ideas políticas es clave en nuestra
Historia. Los ideólogos de la Independencia, incluso Bolívar, el más sagaz, no
comprendieron que el funcionamiento regular de la reforma republicana de gobierno
a la cual aspiraban no podía lograrse sin una modificación económica previa o
correlativa. Sin ella imperaría, como aconteció, un orden político contrario al soñado
por los grandes dirigentes emancipadores. Y no podían comprenderlo porque
carecían de una teoría económica acorde con las aspiraciones de ese orden. No
tenían una noción clara de la vital correlación existente entre economía y política y,
por ende, de la necesidad–condición sine qua non– de crear condiciones
económicas determinadas para estabilizar un régimen político
determinado. Además, aun admitiendo en las mentes rectoras esa noción,
¿qué clase social la iba a realizar? No existía entre nosotros el estamento
llamado históricamente entonces –como sucedió en Europa– a concretar esas
reformas indispensables al arraigo de la anhelada innovación política. Se tejió el
ideario político pero no se le construyó asidero material. El naufragio había de
sobrevenir irremisiblemente”.
Texto 2
“Tres siglos de combate le valieron al cristiano la posesión del mundo: al cabo
de ellos se veía ya a la religión asentada en el solio de los Césares. Sin embargo, el
imperio no había muerto aún; conservaba la rudeza de las batallas, era duro y feroz
hasta para morir: quería morir como sus propios héroes; sobre el escudo. Así fue:
después de dos centurias, todavía respiraba. Entonces la providencia de Dios llama
a los bárbaros del norte, que estaban como aguardando su voz: los bárbaros se
precipitan por la Europa, la inundan, la infestan, llevan derecho al puñal al seno de
la gran Nación, y la matan: echan por tierra tronos, instituciones, gobiernos, todo...
No parece sino que estaba en el orden de las cosas que no quedase ni rastros de la
antigua sociedad, que hasta lo bueno pereciese, para hacer germinar las nuevas
semillas en una sociedad del todo virgen”.
61
Texto 3
“No creo que haya hombre de bien que emprenda la dura tarea de escribir sin
una convicción que le domine: y como no aspiro al honor de una triste
independencia, que consistiría en no creer ni amar nada, debo decir con franqueza
que mi fe es católica en el sentido más absoluto de esta palabra. ¿Puede escribirse
acerca de los puntos más misteriosos de la historia, subir al origen de los pueblos,
asistir al espectáculo de sus religiones, sin tomar partido en las eternas cuestiones
que ventilan? ¿Y puede tomarse partido, en un siglo sobre todo de controversia y
duda, sin que el pensamiento sea serio y la palabra conmovida? Dos cosas pueden
exigírsele únicamente al escritor: que su convicción sea libre e inteligente, y que el
deseo de justificar una creencia no le lleve a desnaturalizar los hechos y a
contentarse con testimonios equívocos y consecuencias prematuras. Yo sé que en el
extremo de toda ciencia está Dios.”
Texto 4
“La serenidad de criterio, la ausencia de prejuicios y de pasiones a que he
llegado a fuerza de estudio y observaciones (usted tiene la grandísima ventaja –me
decía Pérez Triana en carta que conservo– de ver y juzgar todas las cosas políticas
en Historien) me alejan de ese ambiente en que toda curiosidad científica
desaparece. Yo no concibo al bacteriólogo que odie a unos microbios y sienta amor
por otros... Hay que estudiarlos, analizarlos, seguirlos en su evolución, sin otra
pasión, sin otro interés que los de extraer de la observación toda la utilidad posible
en bien de la humanidad; y es también ésta la misión del historiador y del
sociólogo”.
Texto 5
“Encontrará, pues, el benévolo lector en una gran síntesis los orígenes de
Venezuela y los más notables sucesos de las que llamaremos sus historias antigua y
moderna; trabajo que hemos creído indispensable para destacar mejor nuestra labor
sobre la Historia Contemporánea, que datamos en 1830, época en que la
nacionalidad venezolana se constituyó definitivamente.
Hemos invertido largos años en acumular documentos públicos y
particulares y en recoger toda especie de verídicas informaciones que nos
sirviesen de base para la narración, procurando dar a ésta el más sólido
fundamento y buscando exhibir los hechos tales como acontecieron y de
ninguna manera como los pudiera pintar nuestra fantasía . Natural es que
alguna o muchas de nuestras apreciaciones hayan caído bajo la presión
de nuestros afectos, pero protestamos que en la exposición de los hechos
cumplidos hemos rendido leal tributo a la verdad. Fuera de los
antecedentes contenidos en la primera parte, nuestro trabajo abarca en las
siguientes un espacio de sesenta años, y es indudable que no hemos podido narrar
todos los sucesos ocurridos, por más empeño que hayamos tomado en ser
escrupulosamente minuciosos; de manera que las deficiencias u omisiones nos habrá
62
de perdonarlas el benévolo lector, tanto más cuanto que otros escritores de más
ciencias y de mejor estilo que nosotros podrán con ventajas llenar esos vacíos.
Para nuestra labor hemos tenido a la vista infinidad de obras y documentos, y
nos hemos cuidado en cada oportunidad de citar a los autores. En lo oficial hemos
examinado todas las publicaciones hechas por los distintos gobiernos habidos en
Venezuela, así como hojeado la mayor parte de las publicaciones periódicas
particulares, porque ellas dan idea de las palpitaciones de la opinión en cada época y
forman la mejor tabla cronológica de los sucesos.”
Texto 6
“La historia no puede ser ahora sino lo que ha sido siempre: ‘Espejo de lo
pasado’. Verdad que contribuye a la educación de la humanidad, si se toma en
cuenta la tendencia docente que le asigna Herder, y en el sentido de ‘interrogación
que ella es en el pasado de los problemas que nos inquietan en el presente’, si se le
agrega el fin social que le señala Spengler. De todos modos su objeto es más
efectivo como factor de cultura que como móvil de fantasía para la recreación; y de
más trascendencia como elemento filosófico de progreso, que en la calidad
estadística de casos clínicos, de enfermos que desde hace centurias están en la
gloria. Todavía más, lo práctico y exacto es utilizar la historia como fuente creadora
de voluntad. Porque de eso es que necesita, de voluntades, la humanidad para
marchar... De tal manera la historia universal para el mundo y la nacional para cada
país constituye tesoro espiritual de necesidad invalorable. En tal aspecto, los héroes,
los sabios y los artistas, y sus acciones y sus obras, son patrimonio común. Debe el
pueblo venerarlos y el gobierno cuidarlos. A lo primero tienden las
conmemoraciones como la presente, por cuanto además de merecido recuerdo son
incitaciones de respeto, gratitud y admiración”.
Texto 7
“La función del Estado en Venezuela como representante de los intereses
colectivos se ha orientado hacia la reducción de las contradicciones, de manera que
la reproducción de la clase dominante se desenvuelva en el marco del orden y la paz
social. Difusión ideológica, coerción y populismo han sido los instrumentos
fundamentales para ello. En efecto, la expansión y la complejidad del aparato de
dominación ideológica (particularmente el sistema educativo y los medios de
comunicación de masas), el desarrollo del aparato militar y la política de corte
populista, han sido las vías más utilizadas para mantener la reproducción del
sistema, al mismo tiempo que se ha experimentado una creciente apertura a la
participación política”.
Texto 8
“Napoleón ha sido la figura más poderosa de los tiempos cristianos, y quizás el
hombre más extraordinario de la historia.
63
Su prodigiosa inteligencia, la más pronta y la más lúcida que pueda concebirse,
estaba maravillosamente ordenada y disciplinada. ‘Los diversos asuntos, decía, están
colocados en mi cabeza como un armario. Cuando quiero interrumpir un asunto,
cierro su cajón y abro el del otro. Así no se entremezclan, y jamás me molestan ni
fatigan’. Espíritu positivo ante todo, no podía sufrir los teóricos ni los constructores
de sistemas a priori, en los que nada reposa sobre la experiencia, y a los que llamaba
‘los ideólogos’, o una plaga.
Sin embargo, la imaginación era en él tan prodigiosa como la inteligencia. Su
reinado fue en gran parte consagrado a procurar realizar tanto como pudo
los sueños de su imaginación. Estos sueños, revelados por él mismo en
muchas conversaciones, hacían del imperio francés ‘la madre patria de
las otras soberanías’; de Napoleón, el heredero de Carlomagno, el jefe supremo de
Europa...
(...) Quería el poder entero, sin participación alguna por parte de los demás; ni
siquiera admitía que después de él hubiera alguno que pudiese pensar en codiciarlo.
Esta celosa pasión del poder absoluto no cesó de aumentar hasta la catástrofe final.
Y se puede decir que, en la última parte de su reinado, gobernó realmente la mitad
de Europa.
Napoleón llevó a cabo esa tarea colosal gracias a un poder de trabajo casi
sobrehumano. Él mismo decía que no había podido conocer jamás el límite de su
trabajo. Raramente trabajaba menos de dieciocho horas por día, casi sin descanso
(...)”.
Texto 9
“La insignificancia de la burguesía rusa hizo que los objetivos democráticos de
la Rusia retardataria, tales como la liquidación de la monarquía y la liberación de un
campesinado sometido todavía en parte a la servidumbre, no pudieran alcanzarse
sino a través de la dictadura del proletariado. Luego de conquistar el poder a la
cabeza de las masas campesinas, el proletariado no pudo limitarse a las realizaciones
democráticas. La revolución burguesa se confundió inmediatamente con la segunda
fase de la revolución socialista. Esta no fue casual. La historia de las últimas décadas
demuestra claramente que, en las condiciones de la decadencia del capitalismo, los
países atrasados no pueden alcanzar el nivel de las viejas metrópolis del capital (...)
Rusia entró en la vía de la revolución proletaria no porque su economía fuera la más
madura para la transformación socialista, sino porque esa economía ya no podía
desarrollarse sobre bases capitalistas. La socialización de los medios de producción
se había convertido en la condición necesaria y más primordial para sacar al país de
la barbarie: tal es la ley del desarrollo combinado de los países atrasados.”
• Respuestas
Texto 1
Concepción materialista: para Irazábal (1980: 73), las condiciones materiales
64
son determinantes: el fracaso del ideario republicano se debió a que no estaban
dadas las condiciones materiales, económicas y sociales, para la instauración de una
República. Esto trajo varias consecuencias: tiranías, movimientos anárquicos y
guerras constantes que asolaron al país.
Texto 2
Providencialismo: según Cecilio Acosta (citado por Carrera Damas, 1961: 6-7),
la providencia de Dios actuó a través de los pueblos bárbaros de Europa para que
ellos dieran cumplimiento a su designio de terminar con el imperio romano y dar
paso a una nueva sociedad dominada por el cristianismo.
Texto 3
Providencialismo: Juan Vicente González (citado por Carrera Damas, 1961:
235) reconoce que sus escritos se fundamentan en convicciones de fe. Expresa que
la explicación última de la ciencia, en este caso la historia, es Dios.
Texto 4
Positivismo: Laureano Vallenilla Lanz (citado por Carrera Damas, Salazar y
Caballero, 1966: 8) aboga por la ausencia de prejuicios y de emociones al estudiar
los hechos sociales e históricos. Según su criterio, el método debe ser de rigurosa
observación y análisis.
Texto 5
Positivismo: el autor, Francisco González Guinán (citado por Carrera Damas,
1961: 241), considera de suma importancia la consulta exhaustiva a las fuentes
históricas (documentos, obras) para presentar y constatar los hechos de interés, a los
cuales aspira presentar tal y como acontecieron, sin ningún grado de subjetividad.
Texto 6
Idealismo: Antonio Álamo (citado por Carrera Damas, 1961: 27) identifica lo
espiritual como móvil de la historia. Postula la necesidad de que el historiador se
ciña al hecho, a lo que fue, pero revelando las fuerzas espirituales que son el
patrimonio de los pueblos.
Texto 7
Concepción materialista: para Lourdes Fierro y Yoston Ferrigni
(1981: 129) el Estado venezolano está al servicio de la clase dominante,
y sus funciones se han orientado a que dicha clase conserve su papel
privilegiado y dominante. En este sentido, la lucha de clases está
presente en todos los sectores de la totalidad social y el Estado no escapa a esa
afirmación.
65
Texto 8
Idealismo: Alberto Malet y J. Isaac (1940: 58-59) consideraron que Napoleón –
con su voluntad, imaginación e inteligencia– se convirtió en el motor de la historia
de Europa. Esta percepción idealista se conoce como el culto a los héroes y a las
grandes personalidades.
Texto 9
Concepción materialista: para Trotsky (1969: 11-12) las condiciones
económicas y el estado de las clases sociales determinaron el curso de la historia en
la Rusia de las primeras décadas del siglo XX. En este proceso histórico, el
proletariado desempeñó un papel protagónico, el cual estuvo vinculado con el
surgimiento de una etapa revolucionaria.
Cardoso y Pérez (1981) identificaron algunos pasos que suelen dar los historiadores
al llevar a cabo una investigación. La propuesta de estos profesionales constituye una
referencia válida y que podría encauzar las inquietudes de quienes deseen realizar por
primera vez una investigación histórica. Conviene enriquecer y complementar dicha
propuesta a partir de las innovaciones de la informática, específicamente en todo lo que
tiene que ver con las técnicas para la recolección, clasificación y análisis de los datos
presentes en las fuentes históricas. También es importante tomar en cuenta que la manera
de elaborar y presentar las listas de referencias (bibliográficas, documentales,
testimoniales, etc.) varía en el tiempo, por lo que las pautas deben localizarse
periódicamente en publicaciones científicas reconocidas.
Ante la pregunta: “cómo organizar y llevar a cabo una investigación histórica”,
Cardoso y Pérez (1981: 397-400) respondieron de la siguiente manera:
Entre los grandes peligros que acechan al investigador están la dispersión o pérdida
67
de tiempo y la mala organización del trabajo de recolección de datos, haciendo que se
sienta ahogado por la masa de fichas y papeles. He aquí algunos consejos prácticos para
evitarlos:
68
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WALSH, W. H. (1980). Introducción a la filosofía de la historia. 9a edición.
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ÍNDICE
Prefacio, 1
I. Conceptos y categorías, 3
¿Qué es la historia?, 5
Tiempo histórico, 9
Hecho histórico, 11
Coyuntura, 13
Estructura, 14
Historicidad, 15
Espacio, 16
Historiografía, 17
II. La historia como ciencia, 21
El conocimiento científico, 23
La historia, ¿ciencia de qué?, 23
Fuentes históricas, 25
Crítica y síntesis histórica, 27
Ciencias y disciplinas auxiliares, 28
III. Principales interpretaciones de la historia, 29
El providencialismo, 31
El idealismo de Hegel, 33
La concepción materialista de la historia, 36
El historicismo, 43
El positivismo, 44
El presentismo, 48
La propuesta de Annales , 49
IV. Alcance y limitaciones del conocimiento histórico, 53
Anexos, 59
Bibliografía, 69
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