¿Cómo revitalizar el rol docente posicionándome desde la pedagogía del

conflicto?

La Pedagogía y la Didáctica como disciplinas institucionales que circunscriben

el actuar del docente conformaron, a lo largo del siglo XX, las bases para el inicio
de una nueva etapa formativa en donde la imagen del profesor queda diezmada
a un plano secundario.

Los alumnos proporcionan un bagaje cultural y social tan amplio para la

institución educativa que el actuar de estas queda reducido a la creación de
políticas sociales que encubren cada vez más el papel que el educador debe
desempeñar en dicho entorno. Se ha reformulado, por ende, el papel del
pedagogo, ya no es más el que conduce el individuo hacia el conocimiento, sino
que es él quien necesita ser educado y preparado para sobrellevar las cargas
que presenta este cambio generacional, despojándose del paradigma educativo
conductista para ubicarse dentro de la teoría constructivista de la educación.

Dentro del aspecto formativo docente consideramos oportuno mencionar que

se está educando y formando educadores para un futuro incierto. Enguita nos
plantea en su obra “Educar en tiempos inciertos” (2001) que el cambio social
sobrepasa el ritmo del cambio escolar. Ante esto, el docente se ve inmerso en
un ambiente que día a día se vuelve más conformista y opaco en su forma de
actuar, aceptando propuestas sin armonía entre el educador y la institución
educativa.

Ante este nuevo panorama educativo me propongo realizar el presente

ensayo posicionándome dentro de las teorías filosóficas educativas trabajadas
durante el presente año lectivo, haciendo énfasis en la pedagogía del conflicto
propuesta por Moacir Gadotti, y considerando los enfoques educativos que nos
brindan Carlos A. Cullen , Esther Díaz, Andrea Díaz y Alejandra Birgin.
 En el transcurso del año observamos que el papel de la Filosofía de la
Educación no es generar una definición de lo qué es educar y construir una
definición exacta de dicha palabra sino generar un campo de reflexión de las
practicas educativas. La palabra reflexión significa “pensamiento o consideración
de algo con atención y detenimiento para estudiarlo o comprenderlo bien.”
(R.A.E). lo que permite genera el campo reflexivo es la autoevaluación que
cumplo “yo” docente dentro del entorno educativo institucional.

El estudiar mi desempeño docente, el papel que cumplo dentro de una

determinada institución me permite comprender, entrar en conciencia acerca de
la problemática educativa actual. La educación necesita docentes que sean
capaces de construir y reconstruir su realidad, su forma de educar y ser. Cuando
mencionamos el ser nos referimos a buscarnos a uno mismo.

Andrea Díaz toma las palabras de Sócrates y postula que para lograr
encontrar la verdad o la idea de verdad debo centrarme en la búsqueda de mi
verdad. Para analizar mi rol docente y reposicionarlo desde una pedagogía del
conflicto debo instaurar en el día a día una charla con mí mismo, un diálogo con
mi conciencia. De esta manera logro adquirir un papel crítico acerca de las
circunstancias que puedan surgir en mi desempeño docente.

“Mi propuesta es situarnos en medio del debate,

trayendo a la conversación (…) algunas formas de
preguntarnos por la educación, que reconstruye algunos
caminos para pensar sus razones” (A. Cullen)

Relacionando el pensamiento de Andrea con las palabras de Cullen,

observamos que el papel de la filosofía de la educación es poder generar una
visión objetiva del sistema educativa en el cual nos encontramos inmerso,
apartando la visión subjetiva del hecho educativo, pero desempeñando un rol
activo dentro del mismo. La reconstrucción, el buscar nuevas formas de mover
las propuestas ya estatuidas por las instituciones nos brindará la competencia
necesaria para revitalizar el papel del rol docente, tan cuestionado actualmente
e inmersos dentro de una sociedad abigarrada de conocimientos.

Es importante detenernos en lo que significa la palabra revitalizar y porque la

encontramos competente para formular la cuestión ensayística de la cual
estamos hablando.