El poeta y sus voces. Los versos de Evaristo Carriego.
Como el malevo y el gaucho te fuiste viejo organito
Cantando, Y con tu canción tajeando El rumor diverso De los crepúsculos Suburbanos. (…) Pienso en el bocinear del tiempo nuevo En mi querida y el ocaso flamante Que tengo enfrente Y en que tú y el pobre flaco Evaristo Carriego Cumplieron en la vida su misión Honradamente. “Tango”, Raúl González Tuñón
La poesía de Evaristo Carriego se ubica en un umbral mítico barrial en el cual se disuelve la contradicción entre oralidad y escritura. Sus poemas albergan y se nutren de innumerables voces que transmiten modos de vida propios. Precisamente, en esta selección de versos que realizó Jorge Luis Borges para la editorial Eudeba en 1963, dos formas de vida aparecen bien demarcadas: por un lado, el heroico y valeroso accionar de los gauchos Juan Moreira y Santos Vega; por el otro, la desolada existencia de los habitantes del suburbio. Ambos mundos conviven sin conflicto y se encuentran hermanados por un mismo clima, el de la continua violencia; la cual, no obstante, tomará distintos matices. Mientras que en la vida épica el valor y el coraje son cualidades enaltecidas que requieren necesariamente de una postura violenta que trasmita la valentía de los cuchilleros, en la “vida puerca”, como llama el poeta a la vida sufrida del barrio en “La queja”, al contrario, la violencia surge de la opresión social y se instala en la cotidianeidad de los sujetos que la sufren con resignación. De la misma manera, el tono de los poemas se reparte entre la nostalgia -para aquellos que entonan las hazañas de los bandidos- , y la queja o el lamento -para las historias mínimas del arrabal. Con un lenguaje simple y despojado, Evaristo Carriego -quien nace en Paraná, Entre Ríos, en 1883 pero se traslada rápidamente a Buenos Aires donde vive hasta su muerte, en 1912- delinea en su presente la figura de un poeta pasado pero también la de uno por venir. Es que si por momentos el yo poético se recubre de un estilo rapsódico convirtiéndose en una suerte de payador moderno que canta las hazañas y las glorias de sus antepasados, en otros momentos se convierte en un narrador que relata la intimidad dolorosa de aquellos que no ingresarán en la Historia con mayúsculas –sea ésta oral o escrita. Así, moviéndose entre la distancia enaltecedora y el afecto creador de comunidad, Carriego recupera y continúa una tradición popular en la cual a las proezas de los héroes legendarios se le suman las pequeñas vivencias de los hombres anónimos. Si aceptamos sin malicia aquella afirmación de Borges que propone que “Carriego pertenece menos a la poesía que a la historia de la poesía”, podemos pensar los versos carrieguistas como catalizadores de líneas poéticas que fuertemente se impondrán en la literatura argentina, entre otras: las que indagan en lo prosaico de la vida, en la experiencia cotidiana, las que denuncian las injusticias sociales con “realismo crítico”, las que explotan el ritmo conversacional y la coloquialidad del habla rioplatense, las que apelan a la dimensión afectiva de los sujetos.