You are on page 1of 206

La novela exprés es un contemporáneo subgénero literario concebido con la finalidad

de adaptarse a la fugaz época actual (siglo XXI), donde, gracias a los avances
tecnológicos, el intercambio de información es tan rápido que el público, muchas
veces, prefiere y busca contenido más conciso. En consecuencia, la novela exprés está
conformada por una pequeña cantidad de narración, es decir, la historia se desarrolla
con base en diálogos, y lo hace de una manera breve; pero conservando la esencia de
la novela tradicional. En otras palabras, los acontecimientos se desenvuelven muy
deprisa y no se colma al lector de descripciones o explicaciones, brindándole la
libertad de imaginar los detalles de la historia a su gusto o simplemente no hacerlo.

La primera novela exprés escrita comenzó a redactarse el 31 de diciembre del 2015, se


terminó de escribir el 4 de diciembre del 2016, y fue publicada de manera digital el 20
de diciembre del mismo mes.

El creador de este subgénero literario es el escritor mexicano Carlos de Hernáheson,


quien franqueó el concepto con la novela “El diablo de Estocolmo”, una historia
satírica de fantasía, ciencia ficción y filosofía; con tintes de novela picaresca, y
didáctica.

1
Dedicado a los que no tienen miedo...
o siguen adelante a pesar de tenerlo.

2
3
4
5
6
7
8
9
CAPÍTULO 1
GÉNESIS

—B-buenas tardes, señor.


—Buenas tardes, joven. ¿En qué le puedo ayudar?
—Necesito…, necesito que me dé todo lo que tenga.
—¿Disculpa?
—E-esto…, esto es u-un asalto, señor. Por favor, no quiero hacerle daño, s-sólo
deme lo que lleve en sus bolsillos —sollozó.
—¿Estás bien?
—Señor, por favor…
—Hijo, mírate, estás llorando. Tú no eres así, tú no quieres hacer esto.
¿Necesitas un poco de dinero?
—N-no, señor. Discúlpeme, en verdad no quiero hacer esto; p-pero necesito
comer y… pagar mis deudas.
—Todos necesitamos dinero, hijo; pero estas no son las formas de ganarlo.
—¡Señor! Dis… discúlpeme…, necesito que me dé su dinero ahora mismo.
—Está bien, sólo que… yo también tengo que comer y pagar deudas.
—Lo entiendo, señor. Y-yo… sé que todos tenemos necesidad; pero estoy
desesperado —masculló, con lágrimas en los labios—. Por favor, dese prisa, no
quiero lastimarlo.
—Bien…, si no hay otra opción…, ten, llévate esto, es todo lo que tengo en mi
cartera.
—G-gracias, señor, muchas gracias. S-si algún día… Algún día se lo devolveré,
lo juro. Gracias, gracias. Espero que la vida se lo multiplique, señor, muchas
gracias.
—Anda, vete de aquí antes de que alguien te vea.
10
II
—¿Cómo te fue?
—Conseguí 3,112 y… ¿Qué mierda es esto?
—Parece una menta.
—Ah… Esto quédatelo tú.
—Tienes que enseñarme a hacerlo, viejo. Desde que te conocí, has asaltado más
de 31 veces y ni siquiera le hablan a la policía.
—Sólo llora, idiota. Puedes decir lo que sea que se te venga a la mente; pero
tiene que parecer que eres un buen tipo que ha tomado una mala decisión. Sé
educado, suelta unas cuantas lágrimas, da lástima y deja que el cerebro de tu
víctima haga el resto.
—¿Síndrome de Estocolmo, eh?
—¿Qué? ¡Carajo! ¿Yo qué sé? Ponle el nombre que quieras —Y se detuvo un
segundo a considerarlo—. Mmm… Sí, supongo que algo tiene que ver con eso.
Ahora deja de arruinar el momento con tus «palabritas» cultas, pretencioso de
mierda.
—¡Jaja! Eres un maldito, ¿lo sabías? Tienes un lugar reservado en el infierno,
justo a un lado del diablo.
—¿De qué hablas, estúpido? —rio—. Estás hablando con el diablo.
—¡Oye! ¡Eso es! ¡El diablo de Estocolmo! —exclamó sonriendo—. Suena bien,
¿no? Buenos y malos merecen un apodo, un alias, un seudónimo. Ese podría ser
el tuyo. ¿O quieres que se te conozca por tu nombre de pila?
—Vaya, hasta que tuviste una buena idea. Te estás ganando un lugar en el
infierno, justo a un lado de mí —bromeó… el diablo, el nuevo diablo, El diablo
de Estocolmo.
—Veo que te estás acostumbrando al concepto.
—Digamos que es de mi talla —se vanaglorió—. ¿Y qué seudónimo quieres
para ti?
—No lo había pensado antes; pero ya que insistes, podría ser algo como «El
grande», «El magnífico», «El indomable», «El…».
—¿Sueco? —atajó el diablo entre risas.
11
—¿Qué? ¿Por qué «El sueco»? —preguntó consternado, con el amargo
presentimiento de que se quedaría con ese apodo aun cuando se negara
rotundamente.
—Tú escogiste el mío, lo justo es que yo escoja el tuyo.
—P-pero…
—Estocolmo, Suecia, ¿no? Eso significa que te llamaré «sueco».
—Por lo menos llámame con el gentilicio de Estocolmo, no de Suecia.
—¿Gentilicio? ¿Qué…, qué es eso? ¿Ya empezaste a usar tu palabrería rara?
—Sí, gentilicio. Un gentilicio es algo así como el apodo que llevan…
—Sí, sí, ya entendí, puedo intuir lo que significa. Termina de una vez.
—Bien, pues… «sueco» es el gentilicio de Suecia; «holmiense», el de
Estocolmo.
—¿Holmiense? ¿Holmiense? ¿En serio? ¿Estás sugiriendo que tu apodo sea
parecido a Holmes?
—Podría ser. Piénsalo bien.
—No te lo mereces.
—¿Qué tiene de malo que yo me…? «El diablo de Estocolmo y Holm, su
secuaz», ¿eh? ¿Eh?
—¡Jaja! ¿Ahora eres mi secuaz, intento de secretaria? —se mofó el diablo.
—Soy tu mano derecha, idiota. ¿Quién no necesita una mano derecha?
—Alguien que ya tiene una —repuso el diablo alzando su dedo corazón diestro.
—¡Bien! Entonces que sea «El sueco», imbécil —se resignó éste, indignado.
—Oye, tranquilo, sólo bromeaba, no soy tan malo como crees. Te quedarás con
«Holm». ¿Feliz? —le dijo, escondiendo su risa en el cuello de su abrigo blanco.
—¡¿En serio?!
—Sí, como sea, sólo no llores frente a mí.
—¡Genial! Ahora podríamos empezar a diseñar nuestro…
—No, no, no, no, no. Olvídalo, olvídate de esas cosas. Voy a salir un momento,
¿está bien? Necesito hacer unos trabajos.
—¿Se puede saber adónde vas?
—No.
—¿Y podrías hacerme el favor de pasar por una hamburguesa cuando vengas de
regreso?
—No.
—Vete al carajo.

12
—No, y limpia tu porquería de mi piso antes de que vuelva…, Holm —le
ordenó mientras cerraba la puerta—. «Holm»... Qué estupidez. Suena como una
maldita arcada.

III
—Disculpe que la moleste, señorita, ¿me podría decir la hora, por favor?
—Sí…, claro —titubeó—. Son las 7:03 PM.
—Gracias, muy amable… Oscureció rápido hoy, ¿no?
—... S-sí.
—¡Uff! ¡Vaya, qué día! Cómo me gustaría una hamburguesa en este
momento… Un poco de carne me vendría bien para relajarme… ¿Le sucede
algo, señorita?
—No…, no, estoy bien.
—Oh, lo siento mucho, creo que la estoy incomodando… Tal vez debería
alejarme, ¿no lo cree?
—…
—Vamos, pequeña, no seas así. ¿Podrías regalarme unas cuantas palabras? Me
gustaría ver qué tanto puedes abrir la boca.
—¡Estúpido!
—¡Oye, no seas tan quisquillosa! Deberías de sentirte halagada, niña. No
siempre tendrás a alguien como yo interesándose en ti y en tus… delicadas…
piern…
—¡No me toques, imbécil!
—¡Ey, ey, ey! Si cooperas conmigo, no te sucederá nada malo, ¿entendido?
—N-no…, p-por… fvr… No m… tqs… N…, no…
—¡Cállate! Te voy a quitar la mano de la boca y vas a caminar frente a mí como
si se tratara de una bella y colorida caminata por el parque, ¿está bien? ¡¿ESTÁ
BIEN?!...
¡Perfecto! Me encantan las que ponen de su parte. ¡Muévete!
—P-por favor, no me hagas nada. T-te puedo dar mi bols…

13
—¡Que te calles! —musitó con impaciencia, presionando el cañón de su pistola
en la cintura de la joven—. Sigue caminando… Así, exactamente así... Bien,
bien… Vamos, continúa… Uno, dos, uno, dos, uno, dos… Me gusta cómo te
mueves, hermosa… Sólo falta un poco más, no te detengas… Aquí está bien…
Agáchate.
—N-no, n-no, por favor, por lo que más quieras.
—¡YA! ¡Deja de llorar! ¿Acaso no te enseñaron a apreciar una obra de arte
como esta? Difícilmente encontrarás algo tan grande en este mundo.
—¡Oye, tú, imbécil! Lo estás haciendo mal.
—¿Pero qué mierda…? ¿Este idiota viene contigo?
—No, no vengo con ella; pero lamento decirte que me la tendré que llevar.
—¡Jajaja! ¿Te la vas a llevar? Lo que te vas a llevar son mis balas en tu pecho,
estúpido… ¡¿Qué?! ¿C-cómo…?
—Eres un novato en esto, ¿verdad?
—¡No tienes ni idea de con quién estás hablando! Probablemente ya violé a tu
hermana y a tu madre al mismo tiempo, idiota.
—Te daré un consejo: si vas a llevar una pistola en el pantalón, procura tener
siempre cerca tu pantalón, imbécil. Es tan básico… Das lástima.
—E-está bien, está bien, tú ganas. Llévatela; pero no dispares, por favor.
—Mmm… No lo sé… Ya la tocaste y tus manos me dan asco, así que...
—P-pero… ¡No, no, tranquilo, baja el arma! No le he hecho nada, te lo juro.
Apenas iba a empezar.
—Mmm… Está bien, te dejaré ir.
—¡¿Qué?! —saltó la joven, incrédula.
—Sin embargo —continuó el diablo—, tendrás que darle a la señorita todo lo
que tengas de valor.
—Eres un maldito, hijo de per… ¡Está bien, está bien! Toma esto y… esto...; y
esto también. Es todo lo que llevo.
—Perfecto. Ya nos estamos entendiendo.
—¿Entonces me puedo ir?
—No.
—Pero tú dijiste…
—¡Que no! Cállate... Disculpe, señorita, ¿tendrá un bolígrafo en su bolso?
—S-sí, c-creo que sí. Aquí está.
—¡Rojo! Qué conveniente. Gracias... Ven para acá, pedazo de estiércol.

14
—¿Q-qué vas a hacer con eso?
—Sólo pondré mi autógrafo en tu mano, tranquilízate.
—¿Y yo para qué quiero…? ¡AAAAAAH! ¡¡¿QUÉ HICISTEEE?!!
—Estoy marcando mi territorio, marica. Agradece que no soy un perro.
—¡¡¡MI MANO, ESTÚPIDO, MI MANOOO!!!
—No te molestes en devolverlo, te lo puedes quedar.
—¡¡ERES UN IMBÉCIL!!
—Ya, ya, cómo lloras. Vete de aquí antes de que te saque el bolígrafo con una
bala.
—¡Me las vas a pagar…, basura de… Estocolmo!
—¡Oh, sabes leer! ¡¡QUE DEJES DE LLORAR!! —le gritó el diablo con
impaciencia, disparando varias veces al suelo para hacerlo correr.
—¿Q-quién eres? Perdón, p-perdón, muchas gracias por ayudarme. ¿Eres algo
así como un suprahéroe? ¿Por qué ocultas tu rostro?
—Porque entonces sabría quién la rescató, señorita.
—Pues me encantaría saberlo.
—Lo único que debe de saber es que El diablo de Estocolmo estuvo aquí.
—¿El diablo de Estocolmo? Vaya, eso suena tan… intenso.

La joven, cautivada, se acercó lentamente y apoyó sus delicadas manos sobre el


pecho de su salvador. Un silencio después, le dio un beso en la mejilla, sobre la
máscara blanca inexpresiva.

—Quisiera conocerte más. ¿Dónde te puedo encontrar?


—En ningún sitio. Pero si se mete en problemas, tal vez aparezca.
—Tal vez lo haga.
—No se lo recomiendo. —Y se dieron un beso, mas la parte inferior de la
máscara esta vez no se entrometió.
—El diablo de Estocolmo —suspiró la joven mordiéndose el labio—. ¿Qué
significa?
—Significa… que me tendrá que dar todo lo que tenga —contestó el diablo…, y
eso fue lo que sucedió.

15
IV

—Toma, aquí tienes tu pizza. De nada.


—¡Pero te pedí una hamburguesa! ¡Ya habíamos comido pizza!
—Pan, queso, carne, condimentos… Es lo mismo. Y si no la quieres, me la
comeré yo solo.
—Sé de otra cosa que te puedes comer tú solo.
—¿En serio…, «Holm»? Vuelves a decir una tontería como esa y te voy a
decapitar la de abajo.
—¿A mordidas?
—¡Te lo advertí, hijo de…!
—¡Oye, ya, ya! Sólo era una broma, no lo vuelvo a hacer. ¡Jaja! No se puede
jugar contigo.
—No.
—¿Y bien? ¿Saliste a conseguir más dinero?
—Alguien tiene que salir a conseguirlo, ¿no?
—No me mires así, yo estoy a cargo del cuartel y de las finanzas.
—¿Le llamas cuartel a esta caja putrefacta de zapatos? Tenemos que buscar otro
lugar.
—Entonces tendrás…, tendremos que conseguir un botín más grande. ¿Cuánto
juntaste esta vez?
—Mmm… No lo sé, no lo he contado. Toma, cuéntalo tú, «señor finanzas».
—¡Vaya! No sabía que tenías esos gustos tan…
—Cállate. Hay unos tampones dentro, por si los necesitas.
—¿Asaltaste a una pobre jovencita y te quedaste con su bolso? ¿Cuántos años
tenía?
—Yo qué sé. Probablemente unos 19 o algo así. No vi su identificación, sólo se
la entregué.
—¡Mira esto! ¡Jaja! Un trozo de hamburguesa. ¿Qué mujer guarda un trozo de
hamburguesa en su bolso?
—¿Qué tiene de malo guardar un poco de…? Un momento…
—¿Cómo era la chica, eh? ¿Era bonita, fea, alta, «XXL»? ¡Jaja! Tal vez acababa
de romper con su novio y se refugió en el brazo consolador de la comida rápida.
—El imbécil mencionó algo sobre una hamburguesa... ¡Eso es! Entonces él
16
también la estaba siguiendo desde antes de llegar a la parada de autobuses.
¿Cómo no lo noté? ¡Mierda! Tal vez no era un principiante… Pero sí fue muy
descuidado, de eso no me cabe ni la menor duda. Además, él tampoco me vio en
el trayecto. Mmm…
—Tierra llamando a…
—Sí, era «XXL»; pero no ella, sino sus labios —atajó el diablo guiñándole un
ojo.
—¡¿La besaste?! ¡¿La asaltaste y luego la besaste?!
—No. Primero me besó, y luego le pedí sus cosas.
—¡Carajo! ¿Cómo sucedió todo? ¿Lloraste otra vez para hacerte la víctima
frente a tu víctima?
—Fue una situación diferente.
—Mmm… ¿No me lo piensas contar, verdad?
—No.
—No importa. La próxima vez iré contigo. Me vendría bien una investigación
de campo. Quién sabe, puede ser que me vuelva mejor que tú.
—Sigue soñando, tarado.
—¡Pff! ¡Por favor! ¿Qué tan difícil puede ser?
—No mucho; pero si te descuidas al momento de la acción, tal vez lo único que
consigas es el autógrafo del diablo… y una mano perforada.
—¡¿Le perforaste la mano a la chica?!
—¡No, tonto! No estás entendiendo. Yo… Olvídalo, no tengo que contártelo.
—Da igual. Mejor cambiemos de tema. ¿Has pensado en robar un banco? Eso
cambiaría nuestras vidas. Imagina poder vivir en una mansión llena de lujos,
comodidades...
—¿Y luego qué?
—¿Eh? ¿No es suficiente? B-bueno, podríamos comprar un avión, viajar por el
mundo, robar aquí y allá; y hacernos cada vez más ricos.
—En algún momento nos aburriremos. ¿De qué servirá todo eso? Nada de lo
que hagamos será suficiente en esta vida.
—¿Qué mierda estás diciendo? ¡Por un demonio! ¿Te vas a poner así de
dramático, viejo?

El diablo de Estocolmo no tenía más que decir, tan solo calló y tomó asiento en
su raído y polvoriento sillón. Luego de varios minutos de introspectivo silencio,

17
le habló por fin a su colega.

—Está bien, te concederé un deseo —le dijo—; pero, a cambio, tendrás que
hacer algo por mí. Soy el diablo, ¿no? Esas son las reglas.
—Habla.
—Tú escogerás nuestro siguiente trabajo. Puedes o no participar en él, como
quieras; y será tan grande o pequeño como lo desees: asaltar a un anciano, a una
jovencita, robar un banco, secuestrar al presidente, lo que sea. Cuando lo
logremos, el botín será completamente tuyo…
—Qué interesante, suena bastante bien. Continúa, continúa.
—Sin embargo, ese será nuestro último atraco, nuestro último trabajo juntos.
Después de eso, no nos volveremos a ver y cada quien seguirá su propio camino.
¿Qué te parece?

Holm miró al diablo con atención. Posteriormente, bajó la mirada,


decepcionado.

—Esto ya no me está gustando. ¿Qué te sucede?


—¿Lo tomas o lo dejas? Responde.
—¿No es obvio? No lo aceptaré, nunca lo haría. ¿En verdad creíste que
preferiría unos cuantos millones en lugar de tu amistad?
—A eso me refiero. Lo material, al final del día, no es tan relevante.
—Mmm… Puede ser… Bien, es cierto. Odio admitirlo; pero tienes razón. No
sirve de nada poseerlo todo si no tengo a alguien como tú para compartirlo.
—¿Lo ves? Estás enamorado de mí, maldito homosexual.
—¿Qué…? ¡Eres un imbécil! —repuso Holm entre risas—. Pensé que estabas
siendo… Ya me estaba poniendo sentimental, pedazo de basura.
—Te lo dije: soy el diablo. No confíes mucho en mí, por tu seguridad te lo digo.
—Ya, ya, sabes mover bien los sentimientos, ya entendí, no presumas. Mejor
dime dónde aprendiste a hacerlo.
—¿A hacerlo? Lo hice por primera vez con una chica que… ¡Ah! ¿Te referías a
lo de los sentimientos?
—¡Jajaja! Muy gracioso, muy gracioso.
—Y después de un chiste tonto, pero en el lugar indicado, cambias totalmente
de tema y te ahorras la respuesta a la pregunta anterior —suspiró

18
internamente—. ¿Por qué los humanos tienen que ser tan manipulables?
¿Entonces crees que sería buena idea robar un banco?
—¡Sí! ¡Jaja! ¡Claro!

V
—Esto está saliendo mal, Holm, muy mal.
—Apégate al plan y nos libraremos de esta, te lo prometo… ¡¡QUE ME DES
CADA MALDITO CENTAVO, ANIMAL!! ¡¿ACASO ESTÁS SORDO?! ¡TE
FALTAN ESOS BILLETES DE ALLÁ, NO TE HAGAS TONTO! ¿O me los
quieres esconder? ¿Eh, eh? ¿ME LOS QUIERES NEGAR A MÍ, AL GRAN
HOLM? ¡¿ESO QUIERES, IDIOTA?! ¡¡¿ESO QUIERES, EH?!!
—Oye, ya, tranquilízate. Recuerda que tienes que empatizar con la víctima para
que las cosas se den con naturalidad, sin traumas.
—Ese es tu estilo, viejo, no el mío. Déjame divertirme, ¿sí?… ¡¡TÚ!! ¡EL QUE
TIENE CARA DE MOSCA! ¡¡AGACHA LA MALDITA CABEZA SI NO
QUIERES MORIR AQUÍ MISMO, PERRA!!
—Holm, tenemos a la mitad de la policía afuera del banco. ¿Cómo demonios
ayudan tus gritos? Me estás irritando demasiado.
—Está bien, está bien, ya vámonos. ¡¿OYERON ESO, PERROS?! YA NOS
VAMOS; PERO NO NOS IREMOS SOLOS, ¿SABEN POR QUÉ? ¡PORQUE
NOS LLEVAREMOS SUS AHORROS, IMBÉCILES! ¡¡JAJAJA!!
—Estás a un grito de que te mate, Holm, ya cállate.
—No seas marica. Tenía casi dos semanas sin salir del cuartel. Necesitaba un
poco de interacción humana, ¿de acuerdo? Ve por la rehén y vámonos.
—¡Atención, atención, esto acaba aquí, queridos contribuyentes! ¡No hay nada
de qué preocuparse! ¡Podrán reunirse con sus familias este día! —exclamó el
diablo desde el centro del enorme banco.
—¡Diablo! Esa no, mejor que sea la rubia —lo interrumpió Holm cuando estaba
por tomar del brazo a una joven de cabello castaño.
—¿Alguna otra petición? ¿El helado lo quieres de chocolate, vainilla o…?
—Larguémonos de aquí de una vez.
—Por fin.
19
—¡¡QUÍTENSE DEL CAMINO, BESTIAS!! ¡¿NO VEN QUE VAMOS
DIRECTO A LA GLORIA?!
—¡Policía Federal! ¡Bajen sus armas o procederemos a disparar!
—¡Asaltabancos locales! ¡Pueden meterse sus disparos por el recto! ¡Colocamos
explosivos en todo el lugar! ¡Los tres llevamos explosivos escondidos en la
ropa! ¡Si no quieren publicar una masacre en los diarios de mañana, tendrán que
darnos todo lo que pidamos!
—¡No negociamos con terroristas! ¡Suelten a la rehén ahora mismo!
—¿Terroristas? ¡¿Qué?!… Ahora sí la cagamos, diablo, nos están confundiendo.
¡Mierda! El primer mundo en verdad está jodido; se la vive con el trasero en la
mano. Uno ya no puede salir a robar un poco, porque lo tratan como a un
maldito terrorista demente... ¿Diablo? C-creo que es tu turno, n-no sé qué hacer,
lo siento —musitaba Holm, aterrado.
—¿Eso es todo? ¿Es lo único que puedes dar? ¿Primero quieres hacer todo tú, y
al final te echas para atrás? Mira y aprende, novato... ¡QUÉDENSE CON EL
DINERO, NO LO QUEREMOS! —Y arrojó la maleta hacia enfrente; pero
sujetó con más fuerza a la rehén.
—¡¿ESTÁS LOCO?! —gritó Holm, confundido, atónito, desconcertado.
—Te dije que no confiaras en mí —susurró el diablo, y le disparó a su adepto
justo entre los ojos—, y que estabas a un grito de que te matara. Que disfrutes
el botín…, Holm.

La policía se había petrificado, la incertidumbre había endurecido sus gatillos.


Nadie reaccionó, hasta que lo hizo el diablo: guardó su pistola, tomó a la rehén
por los hombros, la empujó impetuosamente provocando que cayera sobre la
maleta con dinero, y aprovechó el caos del momento para salir corriendo.

—¡¡DISPAREN, DISPAREN!! —gritó uno de los oficiales, demasiado tarde.

El enemigo corrió hasta perderse en una solitaria calle, se deshizo de su máscara


de ciervo, se despojó de los explosivos falsos, de su gabardina negra; arrojó todo
a un contenedor de basura, guardó sus guantes en el interior de sus zapatos, y
volvió a correr, esta vez hacia el último lugar donde lo buscaría la policía: el
banco.

20
—¡Salgan todos! ¡Vamos, vamos, salgan! ¡Rápido!
—E-escuchamos disparos, oficial ¿qué sucedió?
—Salga, por favor. Tenemos que evacuar el lugar de inmediato.
—Muchas gracias, en verdad, muchas gracias. Son unos ángeles. Dios los
bendiga —le dijo aquel nervioso hombre con lágrimas de felicidad en los ojos.
Aquel hombre era el diablo… y también sabía rezar.

VI
—(…) Sí, puede ser que me haya sobrepasado un poco. Discúlpame por eso,
Holm, a veces me altero con facilidad, y tú no dejabas de gritar. Además, no me
agradaban tus métodos. Como sea, ya estás en un lugar mejor. Gracias por lo
de «El diablo de Estocolmo», conservaré el nombre... Nos vemos allá arriba. —
Terminó de leer lo que había escrito, asintió dos veces con la cabeza, impasible,
y arrojó el trozo de papel al suelo.

El diablo miró por última vez su departamento, se colocó una maleta en el


hombro, y le prendió fuego a todo.

VII
—Hola. ¿Me recuerdas?
—¡Oh, mierda…! ¡OH, MIERDA! ¡¿CÓMO SUPISTE…?!

21
—Descuidas muchos detalles; pero tienes talento. Te pareces a mí cuando
empecé.
—¡No pedí tu opinión!
—Vine a instruirte. De nada.
—¡ESTÁS LOCO, HOMBRE! ¡ERES UN MALDITO ENFERMO!
¡LÁRGATE DE MI CASA AHORA MISMO O TE VOY A DEJAR COMO
UN PUTO COLADOR!
—La última persona que gritó frente a mí, ahora está muerta. No lo vuelvas a
hacer.
—…
—Tengo una duda: la otra noche, cuando quisiste violar a aquella joven, sabías
que ella había estado en una hamburguesería. ¿Por qué lo sabías?
—¿Q-qué?
—¿Por qué lo sabías?
—¡Ya pagué por eso! ¡Mira!
—Responde.
—¡Porque la estaba siguiendo desde antes, genio!
—Estás a una tontería de perder tu lengua... ¡Ya sé que la estabas siguiendo
desde antes! ¡¿Por qué lo hacías, maldita sea?!
—¡¿Qué quieres de mí?! ¡Déjame en paz, por favor! ¡Yo sólo quería un poco de
diversión! ¡No me mates, por favor, no lo hagas! —gimió.
—¡CONTESTA LA PUTA PREGUNTA, MIERDA!
—Y-yo s-sólo… Y-yo…
—¡¡DEJA DE TARTAMUDEAR, MARICA!!
—Y… Yo —gimoteó— estaba haciendo unas cosas cerca de la
hamburguesería… —El diablo levantó una ceja—. ¡Cosas personales!... E-
entonces escuché que una pareja de mocosos estaba teniendo una discusión muy
acalorada.
—Vaya… Holm tenía razón.
—Cuando dejé de… hacer lo mío… y me acerqué para ver qué sucedía, vi que
la chica le había dado un golpe en la ingle a quien supongo que era su novio… o
exnovio. Después noté que se alejó llorando y decidí seguirla para…, para…
—Ya sé para qué, imbécil, no necesitas decírmelo.
—¡No me mates, por favor!
—¿P-pero qué mierda…? ¡Que no vengo a matarte, estúpido! ¡Pero si sigues

22
comportándote así, créeme que lo voy a hacer!
—E-está bien, está bien.
—Continúa. ¿Qué hiciste después?
—Yo… Vi que ella entró a comprar una hamburguesa y decidí esperarla afuera.
—Por eso no recordaba haberlo visto en alguna de las mesas... ¿Y qué hiciste
cuando salió del lugar? Habla.
—La n-noté muy deprimida y pensé que… ¿Podrías dejar de apuntarme a la
frente, por favor?
—No. Sigue hablando.
—Supuse que buscaría un autobús para regresar a casa o ir a otro lugar. No
levantaba la mirada, no hablaba con nadie, no utilizaba su celular, era lógico
pensar que quería aislarse.
—Pudo haber tomado un taxi. ¿Pensaste en eso?
—¡¿Por qué tantas preguntas?! ¡Me estás irritando! ¡Tú y tu ridícula máscara me
están irritando demasiado!
—Sigue-moviendo-tu-asqueroso-hocico —le ordenó el diablo, impaciente.
—¡Sí, sí, sí pensé en que podía tomar un taxi! Pero lo hubiera hecho desde que
salió de la hamburguesería y no lo hizo. Ella empezó a caminar, supuse lo del
autobús y decidí adelantarme a la parada más cercana para que no pareciera que
la estaba siguiendo.
—¡Ajá! Comienzas a agradarme, idiota. Resultaste ser más inteligente de lo
que pensé.
—El resto supongo que ya lo sabes.
—Sí.
—¿Tú también la estabas siguiendo?
—Eso no es de tu incumbencia.
—Es obvio que también la estabas siguiendo; pero… ¿por qué?
—Porque no me dejó disfrutar mi estúpida hamburguesa. Estaba en la mesa de
atrás, sollozando como un cachorro abandonado. Aquello me revolvió el
estómago, echó a perder mi momento de relajación y decidí que tenía que pagar
por eso.
—¡Jaja! Así que la pobre perra atrajo a dos «tipos malos» con su lloriqueo.
—¿Sabes? Me recuerdas a un amigo.
—¿Amigo? ¿Tienes amigos? ¿Tú?
—Tenía. Lo maté. Y si le vuelves a faltar el respeto a una dama frente a mí,

23
terminarás como él.
—Está bien, está bien. ¿Ya me puedes dejar en paz? Tengo cosas que hacer.
—No. Dije que vine a instruirte y eso es lo que haré. Acostúmbrate a mi
presencia, no te librarás de mí tan fácilmente.
—¿Necesitaré un cuaderno y un bolígrafo, maestro?
—¿Dónde dejaste el que te regalé?
—¡Ah! Buena esa. Veo que piensas rápido.
—Tú y yo podríamos hacer un buen equipo.
—¿Yo las intento violar y tú las rescatas? —preguntó con sarcasmo.
—No, claro que… Oye, podría ser...
—¿De qué diablos hablas?
—Tu técnica… no es tan mala. Vi cómo abordaste a la chica. Primero la trataste
con educación, amabilidad, caballerosidad y esas cosas. Pero te desesperaste,
perdiste la de arriba, se te calentó la de abajo y empezaste a cometer errores.
—Entiendo…, «sensei»; ¿pero eso qué tiene que ver con lo anterior?
—Que sabes cómo iniciar el trabajo, sabes cómo bajar la defensa de tu víctima;
pero no sabes cómo dar el siguiente paso. Eres observador, calculador y
perspicaz. Esos son
algunos de los ingredientes más importantes… Si te ayudo a perfeccionar tu
técnica, podrás hacer lo que se te plazca. Y cuando aprendas a hacerlo,
podremos juntar nuestras habilidades para crear otro tipo de empatía con
nuestras presas. Imagina esto: tú te haces pasar por el malo, yo por el bueno, y
luego nos quedamos con el botín sin tener que preocuparnos por represalias.
—¿Me estás diciendo que actuemos para conseguir lo que queramos? ¿Quieres
que sea un maldito actor callejero? ¿Y luego qué? ¿Me tendré que subir a un
monociclo mientras hago malabares para que la gente me dé limosna? ¡Me estás
ofendiendo, estúpido!
—Tenemos métodos y gustos muy distintos, estoy consciente de eso; pero
piénsalo: ¿cuántas veces has ido a la cárcel por hacer lo que haces de la forma
en que lo haces?
—Dos veces.
—¿Sabes cuántas veces me ha perseguido la policía por asaltar a alguien?
—…
—Ninguna.
—Lo mío ni siquiera es asaltar. Prefiero robar tiendas y casas mientras todos

24
duermen. No me interesa tu oferta.
—¿Y qué te parecería poder acostarte con las mujeres que quieras sin necesidad
de obligarlas ni tener que huir de la policía?
—¡JA! Ahora me vas a decir que tu técnica me ayudará a violar desconocidas
que mágicamente no pedirán ayuda después de eso.
—Mejor aún: tal vez hasta te llamen para más.
—Creo que la palabra que buscas es «ligar», pedazo de imbécil.
—Mmm… Sí, algo así.
—¡Jajaja! Eres patético. ¿En serio crees que me voy a rebajar a eso? ¿Acaso
nunca has sentido esa adrenalina por estar haciendo lo incorrecto cuando
destrozas a una mujer por dentro? Y no me refiero necesariamente a lo físico.
El diablo guardó silencio, expectante—. Ya veo… Sí, eso es. Mírate, tienes buen
físico, tu voz es profunda, varonil; dices que sabes hablarles a las mujeres, y
probablemente bajo esa estúpida máscara blanca se esconde un rostro delicado,
de niña, de esos que les gustan a las que sí son niñas. Ya tienes el cabello, no me
extrañaría que también tuvieras el rostro. ¿Cómo se les dice? ¿Andrógino? En
fin… Tal vez nunca te haya hecho falta obligar a una chica; pero aunque
pudieras tener a quien sea con tu método, nada se comparará con esa…
húmeda…, adictiva…, prohibida…, excitante… sensación de culpa y regocijo
mientras deslizas tus manos sobre su cuerpo sin su consentimiento, mientras
frotas tus dedos en sus partes más sensibles y la obligas a tocar las tuyas; esa
sensación tan placentera de poder, de fuerza, de dominio, de unión, de saber que
el cuerpo de tu víctima lo está disfrutando, aunque su cerebro pretenda ordenarle
lo contrario. Nada se compara con esa posibilidad que te brinda el violar a una
mujer e intentar hacerlo tan bien que la hagas desear más —rio, orgulloso—.
¿Tú qué sabes sobre eso? Seguramente nunca has sentido cómo una vagina
mojada se contrae tan fuerte por el pánico que tu pene termina siendo
succionado una y otra vez.

El diablo lo miró, sonrió, cargó su pistola y le apuntó en la entrepierna.

—Dame una buena razón para no destrozarte el pene.


—¿Sabes? Ya no me interesa lo que hagas. Lo que quise hacer en esta vida, ya
lo hice.
—¿Vivir en una pocilga era parte del plan?

25
—Me importa muy poco dónde viva. ¿Qué más da el lugar, la ropa, el
transporte? Yo vine a esta vida a disfrutar de sus verdaderos placeres, a
satisfacer mis necesidades corporales, mentales.
—Vaya…, su ambición es diferente a la del resto. Holm quedaría como un
estúpido a su lado. Tal vez sea hora de cambiar un poco el orden de las
cartas… ¿Ah, sí? ¿Y qué me dices de la manipulación? Al parecer te gusta
forzarlo todo; pero… ¿y si pudieras hacer que las personas hicieran lo que
quisieras? No tendrías que esforzarte demasiado.
—¿Eh? ¿Manipulación? ¿La psicología inversa cuenta?
—…
—Acabo de manipularte, ¿no lo notaste?
—¡Jaja! Está bien, está bien, te has ganado otra oportunidad, mocoso.
—¿Quieres que intercambiemos los papeles? Ahora podría ser yo quien intente
enseñarte algunos trucos.
—Supusiste que no te mataría y te mostraste confiado, no es para tanto.
—Dime una cosa: ¿por qué te molesta que obligue a alguien a darme algo? Tú
eres el mismo tipo de escoria que yo. Independientemente del método, estamos
arrebatándole sus pertenencias a los demás.
—Sin embargo, yo juego con sus mentes para que ellos mismos sean los que
decidan dármelas, sin tanta presión, sin traumas, sin pánico. Después de eso,
nadie intenta aprehenderme, y lo único que pierde mi víctima son cosas
materiales.
—¿En verdad nunca te han denunciado con las autoridades?
—No.
—Es digno de admirarse, lo admito; pero ¿qué ganas con tanta amabilidad?
¿Cuál es la diversión?
—Verás, yo juego y me divierto con la mente de mis presas, tú juegas con tu
mente. Mi objetivo es provocar emociones, tu objetivo es provocarte emociones.
Esa es la diferencia.
—Ya, ya, soy un egoísta, lo sé, no necesitas insinuarlo.
—¿Te gustaría dejar de serlo?
—Mmm… No lo sé, hombre. Ciertamente, no me interesa demasiado; pero…
no sé…, tal vez me guste. Creo que no pierdo nada con intentarlo una vez.
—Una vez, exacto. Si no te agrada, nos olvidamos de todo esto y cada quien
seguirá su camino. ¿Trato hecho?

26
—… Trato hecho.
—Bien. ¿Con qué quieres empezar? ¿Un robo, un secuestro, un…?
—Una violación.
El diablo gruñó—. Esa será la prueba de fuego. Necesito ver cómo funciona tu
técnica en eso. Es lo que más me importa, chico. Yo no tengo la culpa de ser
adicto al cuerpo femenino. Culpa a la vida, no a mí.
—Está bien, será una violación. Te enseñaré cómo hacerlo de la manera
correcta, y que no te extrañe si terminas besándome los pies.
—Ya lo veremos, ya lo veremos… Por cierto, hablas demasiado; pero ni
siquiera sé tu nombre, y no te has quitado esa máscara. ¿Siempre la usas? Es un
poco incómodo hablarle a esa cara tan… inexpresiva.
—Mi nombre ya lo sabes, y no creo que quieras que te lo recuerde.
—Pero me refería a un nombre real, no a un apodo… ¿No? Bueno, como
quieras…,
«diablo». ¿Y qué me dices de la máscara?
—Verás mi rostro cuando te lo merezcas.
—No sé cómo te va con las demás personas; pero tu misterio no me impresiona.
—Ya lo noté. Digamos que tú eres un tanto diferente.
—«Único» es la palabra que buscas.
—Estaba pensando en «idiota»; pero gracias por la sugerencia.
—¡Jaja! No eres tan mal sujeto. Empiezas a caerme bien.
—Sólo no te enamores.
—¡Ey, ey, ey! Alto ahí. Yo no juego en ese equipo.
—¿Seguro? Dicen que los que buscan muchas mujeres son los que más dudan
de su sexualidad.
—E-eso no pasa conmigo, te lo aseguro.
—¡Jajaja! Sólo era una broma, no te lo tomes tan a pecho… ¿Y bien? ¿Tú sí me
dirás tu nombre?
—Claro. Me llamo Gabriel, Gabriel Rangel. Ese es mi nombre real. Yo no
necesito apodos, no tengo 7 años.
—Sí, sí, muy gracioso. Pero ya verás por qué me llaman El diablo de
Estocolmo.

27
VIII

—¿Ves esa de allá? Ella es la indicada.


—¿Cómo lo sabes? Puede ser que guarde una pistola en su ropa.
—Sé que es ella porque está sola; pero su postura es la de alguien que está
acompañada. Su mente busca compañía, y su subconsciente la hace sentir que la
tiene… Vaya, es hermosa.
—Bien, estás aprendiendo. ¿Recuerdas el método? Dímelo.
—Me acerco con timidez, le hablo con amabilidad y me hago la víctima
contándole un problema personal para que baje su defensa cuando note que
estoy vulnerable, lo cual la hará creer que no represento una amenaza. Luego, su
instinto maternal le exigirá que me ayude. Mientras lo hace, le pregunto sobre su
vida, toco el tema de las relaciones, inquiero sobre sus fracasos amorosos para
obligar a su cerebro a recordarle las heridas del corazón, y con eso provocaré
que se sienta como una tonta, una ingenua y una pobre víctima del amor.
Después le cuento sobre mis supuestos fracasos amorosos para que ahora sea
ella quien se sienta vulnerable pero comprendida. Posteriormente, y
aprovechando su guardia baja, la halago para hacerla sentir deseada. Luego llega
mi parte favorita: le insinúo una aventura, hago un sutil y supuestamente
accidental contacto físico para detonar inconscientemente su libido; y la incito
sexualmente para hacer algo que no se ha atrevido en sus antiguas relaciones.
Esto ocasionará que se cuestione sus pudores, sus decisiones, las que la han
llevado a fracasar en el amor. Y terminaremos haciéndolo dentro de aquel baño
público.
—Correcto. Ve por ella.

El diablo lo miraba todo desde el ventanal de la cafetería, a unos 50 metros de


distancia, escondiendo su cabeza en un sombrero negro, sus ojos tras unas gafas
de sol, su rostro en una bufanda blanca, y sus manos dentro de unos guantes de
cuero.
Sorbió un poco de café, inclinó la cabeza, dobló el periódico y vio de soslayo
cómo Gabriel tomaba asiento a un lado de la joven. Segundos después, una fría
sonrisa de cortesía dio por concluida aquella breve conversación a lo lejos. La
chica se levantó del escaño y se alejó sin más. Apenado, el diablo pagó la
28
cuenta, se dirigió a la salida y caminó hacia su nuevo colega.
Gabriel lo vio acercarse lentamente, así que se puso de pie y secó rápidamente el
vestigio de una fugitiva lágrima.

—No funcionó —le dijo.


—No te preocupes, las circunstancias a veces impiden que el método resulte
efectivo.
—No. No funcionó y eso es lo único que importa. ¿Sabes qué significa?

El diablo guardó silencio unos momentos.

—¿Se terminó? ¿Cada uno seguirá su camino?


—Sí. Yo iré tras esa perra y la obligaré a desearme, a disfrutar de mí; y tú te
quedarás aquí sin poder hacer nada al respecto.
—… Sabes que no te permitiré hacerlo.
—No pedí tu opinión —sentenció Gabriel, enfurecido. Así, sacó su pistola, le
apuntó al diablo en la cabeza y disparó tres veces.

El diablo de Estocolmo cayó de inmediato al suelo, con la cara de frente,


tiñendo su sombra de rojo.

29
CAPÍTULO 2
EL DIABLO Y LA MUERTE

—M-mald… ¡MALDITO! ¡MALDITO SEAS, ESTÚPIDO! —gritó el diablo


encolerizado, segundos más tarde, mientras se ponía de pie.

Su rostro había empalidecido, su abrigo blanco y bufanda estaban empapados de


sangre, su sangre. Pero las heridas de bala ya no estaban, ni una cicatriz ni un
rasguño ni una marca. Con los ojos hundidos, los párpados negros, la piel lívida,
las pupilas contraídas, y sus entrañas ardiendo, el diablo miró sus manos, se
detuvo a considerarlo; y luego de observar la consternada multitud que lo
rodeaba, soltó una carcajada—. Interesante —susurró.

En el suelo no había rastro de su cuerpo ni de su sangre; pero sí dejó un rastro


cuando desapareció frente a todos, un olor en particular: azufre.

IX
—Hola, Gabriel.
—¿Q-qué…? ¿Q-quién…, quién eres? Tu voz…
—Querías ver mi rostro, ¿no?
—N-no, n-no puede…
—Te advierto que cambié un poco, eh. Antes no era tan atractivo. Pero tengo
que agradecerte por haberme matado. Ahora puedo hacer varias «cosillas», nada
importante, claro; pero sí divertidas —recitó el diablo con teatral modestia.
—N-no, no p-puedes ser tú. ¡YO TE MATÉ! —gritó Gabriel, desesperado,
acorralado, y disparó consecutivamente.
30
—¿Terminaste? —le preguntó el diablo, mirando con aburrimiento sus atezadas
uñas.
—¿Q-qué quieres de mí? ¡¿Qué mierda quieres de mí, maldita sea?! ¡Me uniré a
ti! ¿Eso es lo que quieres? ¡Me uniré a ti! ¡No volveré a traicionarte, lo juro!
—¿Y yo para qué te necesito? ¿Qué me puedes dar tú que no tenga ya? ¡Ah! Ya
lo sé.
¡Devuélveme-mis-malditas-cosas!
—¡Toma, toma, son tuyas, todas tuyas! ¡N-no las quiero, quédatelas! ¿Qué más
quieres? ¿M-mi billetera? Toma, quédatela también.
—¡Oh, gracias, no era necesario! Qué amable eres, Gabriel. Ahora bésame los
pies.
—… S-sí, sí, como tú digas.
—¿Y bien? ¿Cómo te fue con aquella chica? ¿Lograste jugar con ella?
—…
—Habla, no tengas miedo.
—… Y-yo… N-no, no la encontré.
—Mientes —sentenció el diablo, y jaló el gatillo al mismo tiempo que el último
aliento de Gabriel salía de su cuerpo—. Mmm… Lástima, pudiste haber sido un
buen aprendiz… Tal vez debería de conseguir un perrito. ¿O un gato? No, no,
los gatos son muy malos, no quiero competencia —bromeó en soliloquio.
—¿Q-qué sucedió?
—Bienvenido al infierno.
—P-pero es…
—Sí, es la Tierra.
—¿Estoy vivo? ¿Me mataste? ¿P-por qué…?
—No y sí. ¿Ves esto? Mi pistola ya no es una pistola ordinaria. Ahora mis balas
hacen
«magia». ¿Verdad que soy genial? Se me ocurrió todo de camino aquí, incluso
el diseño y estos grabados tan… intensos.
—¿D-de qué estás hablando? Mierda, estoy agotado. ¿Por qué estoy agotado?
—Mira abajo.
—… ¡¿QUÉ?! ¡¿QUÉ ESTOY HACIENDO EN EL SUELO?! E-espera, ¿esto
es un
sueño? Tiene que ser un sueño, tiene que ser un sueño. Estoy soñando, lo sé,
estoy soñando.

31
—No, no lo es. Te maté hace unos segundos. Estás muerto, tu cuerpo se pudrirá
con el tiempo; pero… me quedé con tu alma.
—Me veo… vivo.
—Sin embargo, estás-muerto, idiota. No me hagas volver a repetirlo.
—N-no entiendo.

El diablo suspiró, impaciente.

—Pude haberte matado y enviarte a… como sea que le llames a allá arriba. No
obstante, aquello sería demasiado bueno para ti, sería como enviarte de
vacaciones, así que opté por dejarte atrapado aquí abajo. ¿Acaso conoces un
mejor infierno que la Tierra?

De pronto, los hombros de Gabriel comenzaron a saltar.

—¡JA-JA-JA-JA-JA! ¿Creíste que dejarme en la Tierra sería un castigo? ¿Estás


consciente de todo lo que podré hacer ahora que no puedo morir? ¡POBRE
ESTÚPIDO!
—Estando aquí, en tu estado, serás libre, podrás andar de aquí para allá sin
restricciones ni pasaportes; pero nadie podrá verte, nadie podrá escucharte,
nadie podrá sentirte. Nada de lo que hagas, digas o pienses afectará a los vivos.
¡Oye! ¡Tu risa! ¿Por qué desapareció?
—E-eres…, e-eres un… ¡HIJO DE PUTA! ¡ME LAS VAS A PAGAR!
Pero el puño de Gabriel jamás tocó a El diablo de Estocolmo, ni una ni dos
veces—. N-no, n-no lo creo. No p-puede ser cierto. Tiene…, t-tiene que haber
algo que pueda hacer.
—No.
—¡ERES UN MALDITO! ¡TE MALDIGO A TI Y A TU…!
—Oye, oye, ese es mi trabajo —atajó el diablo con tranquilidad—. Ahora vete a
vagar por ahí, animal. ¡Ah! Y ni intentes contactar a una vidente o esas cosas.
No funcionará, nada de eso funciona.
Gabriel sabía que no podía hacer nada contra el mismísimo diablo. Gruñendo, lo
rodeó y caminó hacia la calle sin detenerse. Los automóviles lo traspasaban, los
señalamientos no le impedían el paso, las personas no lo notaban, su vida se le
había escapado entre los dedos; pero, inesperadamente, un pensamiento llegó

32
hasta su abatido corazón y lo hizo levantar la mirada con una sonrisa de
esperanza—. ¡Tienes razón! Qué bueno que me lo recordaste. Por poco olvido
quitarte la vista, pervertido de mierda —le dijo el diablo, reprimiendo una
carcajada cuando apareció frente a él, al otro lado de la calle.

Desde ese momento, la existencia de Gabriel dejó de tener sentido alguno y,


resignado, decidió permanecer en ese último lugar que sus ojos lograron
presenciar. Y ahí estaba él, como una estatua, como un monumento: sin vida, sin
utilidad, sin movimiento. Mas para su mala suerte, a él ni siquiera podía verlo la
gente.
Victorioso, el diablo le dio unas palmaditas en la espalda y, sin esperárselo ni
desearlo, volvió a tomar su aspecto humano, el aspecto de aquel joven hombre
de 29 años.

—Vaya, esto se pone cada vez más interesante —pensó emocionado, y siguió su
camino.

X
—Oh, Japón, tierra de oportunidades, tecnología de punta y humanos
modificados genéticamente. Malditos ojos rasgados, son como máquinas. ¿Qué
mierda les dan de comer?... Bueno, como sea, ya estoy aquí, no puedo dar un
paso atrás, es hora de un nuevo comienzo. Mmm… ¿Por dónde empiezo?
Necesito un lugar dónde dormir, sí, eso es obvio; pero antes necesito conseguir
dinero… ¿Cómo serán los Toki… Tokianos, Tokienses, Tokieños? Mmm…
¿Cuál será el gentilicio?... Da igual… He escuchado que los asiáticos son muy
solidarios. ¿Serán igual de ingenuos que en occidente?¡Ah, aquí viene alguien!
Tendré que averiguarlo. Buenas tardes, amable nipona. Disculpe que la moleste,
¿dónde puedo encontrar un departamento?
—¿Uh?
—Un departamento. Migré a su hermoso país para comenzar una nueva vida.
Estoy en busca de un sitio donde pueda quedarme. Verá, soy sólo un joven
inversionista que desea crecer profesionalmente y encontrar su verdadero «yo».
33
Sé que en su bendita tierra son muy espirituales, eso me agrada. Yo no soy muy
espiritual… ni muy disciplinado. De hecho, ahora que lo pienso, soy muy
impaciente y ni siquiera me gusta el pescado, ¿qué carajos hago Japón?, por lo
que tal vez tenga problemas para adaptarme. Mmm… ¡Oh! Pero podría aprender
todo eso si es necesario para encajar aquí. Sería un honor poder conocer un poco
de su cultura y…
—私はあなたの言葉を理解していません。
—¡¿PERO QUÉ MIERDA…?! ¡¿Por qué no han creado un estúpido idioma
para todo el mundo, humanos inservibles?! A ver… Mmm… Póngame
atención, por favor. Yo-necesito-departamento. Lugar-vivir-yo. ¿No? ¿No me
entiende? —gruñó el diablo, desesperado—. Mmm… A ver, a ver… Picashu,
pocquemon, sushi, takataka, pocquedecs, uan-ponch-men, sensei, kung-fu,
dillimon, gocú, ¿no? ¿Tampoco?... ¡Carajo! Olvídelo, señorita. «Arigatō» —se
despidió, y apresuró el paso muy apenado—. Vaya, pensé que sería más fácil
establecerme en este lugar.

XI
—¿Lo ves? Mira bien. ¡Rigo, devuélvete al minuto 63, por favor!
—No veo nada, Des.
—¡Ahí, justo ahí! ¡Pausa la grabación, Rigo! ¡AJÁ! ¡¿Lo ves ahora?! ¡¿Lo ves?!
Mira con atención… cuadro… por… cuadro. ¿Notas el destello?
—Sí, sí noto el destello. Pero puede ser cualquier cosa. Estás viendo lo que
quieres ver, Des, y no tengo tiempo para eso.
—¡Por favor, Aaron! ¡Le disparan tres veces en la cabeza y se levanta un minuto
después como si nada hubiese pasado! No estamos tratando con cualquier cosa.
—¡Está bien! Sí, lo admito, es un punto a tomar en cuenta. Sin embargo,
piénsalo bien, hay miles de mocosos allá afuera haciendo tonterías en la calle
para grabarlas y subirlas a internet. ¿Cómo sabes que todo eso de la grabación
no fue actuado? ¿O ya olvidaste los 30 mil que me hiciste perder en esa estúpida
investigación de la muñeca que supuestamente lloraba sangre? ¡Tenemos que
darle a nuestro público material de calidad, no niñerías!
—No era necesario que me gritaras…
34
—E-estem… Creo que yo… iré a ver cómo está el clima allá afuera.
—¡Por dios, Desirée! ¡Tú…! Discúlpame; pero últimamente me has hecho
perder más de lo que he ganado. Siento que esto se ha vuelto un juego para ti,
unas vacaciones. Ya no veo a la mujer comprometida de hace 5 años.
—Pues ya no soy la misma de hace 5 años, y tú tampoco.

Aaron suspiró.

—Sólo… demuéstrame que valdrá la pena esta vez, ¿entendido? Confiaré en ti.
—¡¿En serio?!
—Sí, sí. Haz lo que tengas que hacer; pero hazlo rápido, me estoy quedando sin
fondos.
—¡Gracias, gracias! ¡Ven acá y dame un beso, cabeza de montaña!
—Está bien, ya, es suficiente —rio—. Empieza de una vez antes de que me
arrepienta de haberte traído a Canadá.
—¡RIGOOO! ¡YA PUEDES ENTRAR!
—¿Ya acabó el apocalipsis?
—Mejor aún: creo que acaba de comenzar.

XII
—¿Conseguiste la ubicación exacta?
—Al parecer, voló a Japón hace una semana. La última grabación que tengo de
él es un barrio de Tokio, cerca de un… ¿casino? ¿Crees que le gusten las
apuestas?
—Apostaría a que no.
—Mira, tienes razón. Salió de ese intento de casino tan solo 4 minutos después
de haber entrado. O tiene pésima suerte o…
—¿Tienes acceso a las cámaras de vigilancia del interior?
—¡Oye, me estás ofendiendo! Dame un segundo… ¡Oh, sí! Aquí tienes tus
grabaciones.
—Eres un genio. ¿Dónde aprendiste a hackear tan rápido?
—¿Dónde más? En internet.
35
—¡Mira! ¿Viste eso? Alguien le dio una envoltura.
—Parece un dulce. ¿Traficará droga?
—Mmm… No lo creo. Regresa de la muerte y comienza a vender narcóticos.
Ilógico, ¿no?
—Sí, sería muy tonto… Tal vez los consume.
—Eso suena mucho más tonto…; pero probable... ¿Hay algo más?
—No, es todo. El barrio en el que se esconde parece que se quedó en el siglo
pasado. ¿Notas la calidad de la imagen? Es como si grabaran todo con un
tenedor.
—¡Jaja! Entonces es hora de hacer las maletas…, corazón.
—¡Ey! —susurró muy nervioso, casi atragantándose con la saliva—. N-no me
digas así cerca de… —recorrió el interior del viejo hangar con la mirada—. El
jefe podría oírnos.
—¿En verdad crees que se enoje con nosotros cuando se entere de que me
comparte con su hijo?
—¡Des! —Rigo volteó nuevamente hacia todos lados, alarmado—. Deja de
recordármelo. Me da escalofríos pensar en eso.
—No te hagas el pudoroso conmigo. Además, ni siquiera es tu padre.
—Pero lo veo como a uno. No me agrada tener que hacerle una cosa como est…
—Sí, se ve que sufres mucho cuando me tocas —atajó Desirée, burlona y
sarcásticamente, mientras tomaba asiento sobre sus piernas para morderle el
labio inferior.

XIII
—Aquí tienes. Y no salgas de tu habitación mientras te metes esa porquería…,
maldito drogadicto.
—G-gra… gracias, muchas gracias. L-le debo una.
—Ya sabes cómo pagarme.
—No lo conozco, en-ent… entendido.
—Buen chico. Debo irme, ¿bien? Cerraré con llave. Si crees que necesitas más,
dejaré un poco en el suelo, del otro lado de la puerta... ¿Has practicado?
—S-sí, sí, sí, sí. Ya váyase, por favor.
36
—Bien, fingiré que te creo. ¡Ey! Pero te lo advierto: si haces una tontería, te voy
a arrancar las manos. ¡Ey, ey, aquí, te estoy hablando! ¡Oye, ponme atención!
—S-sí, sí. D-déjeme solo, por favor.
—¡Pff! Humanos. Llena a un humano de regalos y ganarás un esclavo. ¡Jaja!
Qué patético. Y pensar que su silencio me cuesta lo mismo que un refresco.
¡Hasta me salió más económico que un perro! ¡Y habla! ¡Jajaja! Pobre imbécil.
El muy estúp… Mmm… —bufó—. ¿Por qué estoy sintiendo lástima por él? Yo
no lo metí en eso. Ni siquiera lo obligo a consumir aquella mierda, sólo se la
doy. Es su decisión si la toma o la deja. Tenemos libre albedrío, ¿no? Que cada
quien se haga responsable de sus decisiones. ¡NO! No me vengas con eso
ahora. ¿Y qué si soy el que se la da? ¿Y qué si yo le pongo una pistola en la
frente y le ordeno que jale el gatillo? Por más que lo apremie, él tiene la última
palabra, es su decisión... Sí, sí, sería mi culpa si yo personalmente lo inyectara;
pero no lo hago, lo hace él. Mis manos están limpias. Ahora deja de
molestarme, imbécil... … … ¡¡AAH!! ¡ESTÚPIDO! ¡Está bien, lo liberaré, lo
sacaré de su prisión! ¡¿Feliz?!

XIV
—¡Bueeeenas nooooches, Guuuus! ¡Te tengo buenas nootiiiiciaaas! —recitaba
el diablo teatralmente, girando su escuadra maldita, de color blanco con bordes
grises, en el dedo índice una y otra vez—. Adivina, adivinador, ¿quién saldrá
hoy de su prisión?... … … ¿Gus?... ¿Gus? Qué raro, está abierto… ¡GUSANO!
¡¿Dónde te metiste?!
—Eh, eh, señor, por acá, por acá —susurró una sombra bajo el marco de la
ventana.
—¿Qué sucede aquí? ¡Oye! ¿Cómo mierda saliste de la habitación? ¿Y q-qué
carajos le pasó a la puerta? —inquirió el diablo muy desconcertado.
—Acérquese, acérquese, rápido. ¿Ve aquellos dos de allá?
—Mmm… ¿Los de la esquina? —le preguntó el diablo, sacando apenas la nariz
por la ventana.
—Sí, sí, ellos. Se acaban de ir. De milagro no lo vieron entrar.
—¿Ellos te sacaron? ¡¿Ellos violaron mi maldita puerta?! ¡Ahora mismo me la
37
van a pagar esos hijos de toda su…!
—¡No, no, no vaya!
—¿Por qué? Habla.
—Venían por usted.
—¡Ja! ¡Genial! Pues les facilitaré el trabajo. ¿Quiénes eran y qué querían de mí?
—E-eran…, eran… Y-yo… sé que lo recuerdo… La chica era… ¡Maldición! Sé
que lo tengo, d-deme un segundo, por favor, no se enoje… ¡Kimberly! ¡Sí, sí,
ese era su nombre! ¡Kimberly Esposito!
El diablo, muy abrumado, esperó—. E-el chico era… Empezaba con…, con…
Creo que empezaba con la misma letra.
—¿«Ka-boom»?
—¿Eh? ¿Qué quiere decir?
—Ka-boom —reiteró el diablo sin inmutarse. Un parpadeo después, el albo
proyectil de su pistola blanca atravesó el cráneo de Gus y le arrebató el alma;
pero ni el más mínimo ruido se escuchó afuera de esas cuatro paredes.
—Comienza a acostumbrarte y no te muevas de aquí. Vuelvo enseguida —le
ordenó El diablo de Estocolmo, y salió de su inmundo departamento para correr
hacia la calle.
—¿Qué…? ¿P-por qué…? ¿Qué es esto? Yo… P-pero…

XV
—¡Oigan, ustedes! ¿Me buscaban?
—Des…, es él.
—Cúbreme, yo hablaré.
—¡No, Desirée! Deja que yo… —musitaba Rigo; pero la repentina presencia del
diablo los interrumpió.
—¿Y bien? ¿Les puedo ayudar en algo? —les preguntó cortésmente al
abordarlos.
—Buenas noches, caballero. Disculpe que lo hayamos molestado en su morada.
Sólo

38
queríamos hablar con usted para conocernos un poco.
—¡Oh, claro, claro, con gusto! ¿Cuáles son sus nombres, perdón?
—Kimberly Esposito, mucho gusto —mintió Desirée, y extendió su mano al ver
que el diablo también lo había hecho.
—Mucho gusto…, Fernanda Desirée Bundy… Lindo nombre.
—¡OYE! ¡DÉJALA!
—¡No-te-muevas, imbécil! ¡¿Quieres que la mate?! ¡¿Eso quieres?!
—¡Ya, ya, está bien, tranquilízate! ¿Qué quieres que hagamos?

El diablo alzó un poco más la mano en el cuello de la fémina, mientras que con
la otra inspeccionaba el pasaporte de su prisionera.

—Así que son de Canadá, ¿eh? ¿Cómo está el clima por allá? ¿La nieve les dijo
que me buscaran?
—S-sm… Nostrs… Slo…
—¿Perdón? ¿Quería decir algo, «madame»?
—No venimos a hacerte daño. Sólo…, sólo queremos hacerte unas preguntas —
habló por fin, entre jadeos, luego de ser soltada y arrojada a los brazos de Rigo.
—¿Hacerme daño? —preguntó el diablo fingiendo sorpresa—. No saben con
quién están hablando. Ustedes no pueden hacerme daño, se los aseguro.
—Sabemos que no podemos matarte. O por lo menos eso especulamos —
declaró Rigo. Aquello causó verdadera sorpresa en su interlocutor.
—¡Ah! Interesante… Creo que me conocen bien. Una pregunta: ¿por qué me
conocen bien?
—Mi nombre es Rigoberto DeShields. Ella es…
—Ya sé su nombre, idiota. Continúa.
—Pertenecemos a una organización secreta, privada, autónoma e independiente
que se encarga de investigar fenómenos paranormales.
—¡Bien, bien, bien! Detente ahí, rarito. Dos preguntas: ¿Autónomo e
independiente no es exactamente lo mismo, estúpido? Y… ¿Fenómenos
paranormales?... Discúlpame, tal vez no estoy entendiendo. ¿Crees…? ¿Creen
que soy un fenómeno paranormal?
—Tenemos acceso a todas las videocámaras del mundo. Te vimos recibir tres
disparos en la cabeza y levantarte como si nada tan solo un minuto después de
haberte desangrado —atajó Desirée sin poder contener la emoción.

39
—Eso no es un fenómeno paranormal, es un fenómeno extraordinario. ¿Acaso
regresar de la muerte no es extraordinario? ¡Mírenme! ¡Me siento
extraordinario!
—¡Lo sé! ¿Verdad que es genial? —saltó la fémina, embelesada.
—Extraordinario y paranormal son técnicamente lo mismo, pedazo de… —
mascullaba Rigo. Pero, de pronto, sus murmullos fueron interrumpidos por un
sutil crujido. La escuadra blanca estaba sobre su frente, y el pulgar del diablo
había jalado el martillo.
—¿Alguna vez te han disparado un martes por la noche?
—N-no.
—¿Quieres saber qué se siente que te disparen un martes por la noche?
—N-no, lo siento.
—Agradece que estamos frente a una dama, imbécil.
—Puedes hacer lo que se te plazca frente a mí, corazón.
—¡¿Pero qué mierda, Des?!
—¡Ey! ¡No! Tú no. Tú no puedes hablar así frente a ella.
—P-pero…
—Lo acabo de decidir. ¿Quieres averiguar cómo hago que mi palabra se vuelva
un mandamiento?
—Me gusta tu cabello —le susurró Bundy al oído, acercándose por detrás para
pasar su mano por el abdomen del diablo.
—C-compórtese, por favor, señorita... M-mejor…, mejor vamos a mi
departamento, está haciendo mucho frío y no es seguro hablar en la calle tan
noche… Este barrio es muy peligroso.
—¿Es una broma, maldito fenómeno?

XVI
—Por aquí, por favor… ¡Oh, miren! La puerta está abierta. ¡Qué coincidencia!
—Lo sentimos mucho, cariño. Toma, esto es para que compres una nueva.
—Gracias, qué amable —repuso el diablo, irritado.
—¡MIERDA! ¡¿QUÉ LE SUCEDIÓ?! —gritó Rigo.
—Ah, sí, eso… Olvidé que estaba ahí…
40
—¡¿Lo mataste?! ¡¿Mataste al pobre chico?! ¡TÚ! ¡LO TENÍAS ENCERRADO
COMO A UN ANIMAL! ¡¿POR QUÉ LO MATASTE?!
—No estaba encerrado, estúpido. Estaba bajo un… estricto régimen de
abstinencia... o algo así. ¿Vieron la bolsa en el suelo? Era la verdadera droga y
se suponía que nunca la alcanzaría. La que le dejé dentro de la habitación estaba
adulterada para que surtiera el mínimo efecto.
—¿En serio hizo eso, señor?
—Te necesitaba alerta, Gus. No me servías drogado.
—¿Y por qué me mató?
—¿Sientes ganas de drogarte ahora que estás muerto?
—No…, siento que no lo necesito. De hecho, ya no siento muchas cosas.
—De nada.
—¡Oh, mierda! ¡¿C-con quién carajo estás hablando?!
—¡Rigo, cállate! Déjalo interactuar con… su realidad... Tal vez él pueda ver lo
que nosotros no.
—Señorita, por favor, no me mire así, me está incomodando.
—Continúa, cielo, continúa haciendo lo tuyo.
—E-estem… Bien… ¿Qué les parece si empiezan por contarme adónde quieren
llegar con todo esto? Ya me encontraron, ¿no? ¿Ahora qué?
—Bueno, cariño, seré sincera contigo: queríamos llevarte a Canadá para hacerte
algunas pruebas, aun cuando te rehusaras a ir… Ya sabes a qué me refiero... Sin
embargo, ahora que te conozco, me doy cuenta de que mi palabra es nada
comparada con la tuya, así que haz conmigo lo que quieras.
—…
—No puedo más con esta tontería. Me largo —suspiró Rigo, enojado.
—Siéntate, imbécil.
—¡No me interesa quién seas! ¡Me voy de aquí!
—¡Que te sientes, idiota! ¿Crees que es correcto dejar sola a una dama en un
lugar como este?
—¿En serio? ¡¿EN SERIO?! ¡ESTÁS LOCO! ¡¿QUÉ TIENES EN LA
CABEZA, MALDITO FENÓMENO?! ¡¿NO TE DAS CUENTA DE LO QUE
ERES?! ¡YA DEJA DE HACERTE EL EDUCADO CUANDO LE HABLAS A
ELLA!
—¿Sabes? No me gustan los gritos.
—E-es cierto. La última vez que le grité, perdí este dedo.

41
—No pueden oírte, Gus.
—Oh…, no lo sabía.
—¡ENFERMO! ¡EN-FER-MO! ¡ESTÁS ENFERMO!
—Disculpe, señorita Desirée, ¿necesita a este idiota para llevar a cabo su
trabajo?
—Sí, él es la cabeza del equipo. No lo mates, por favor, precioso.
—¿La cabeza del equipo? Oye, Rigoberto, ¿qué te parece si demuestras un poco
de tu inteligencia y te ahorras los gritos? Será mi última advertencia.
—Como quieran.
—Perfecto… Entonces… ¿Dicen que desean hacerme pruebas?
—Sería genial que nos permitieras examinarte… completo…, todo…,
completito.
—Temo que no accederé a eso.
—Podríamos llegar a un acuerdo —sugirió Desirée, mojándose los labios.
—… Eeeh… Creo que están perdiendo su tiempo. No hay nada qué probar en
mí. Yo nací humano, crecí como un humano, sigo siendo humano. Me da
hambre, sueño, ganas de ir al baño, me río, me enojo…
—¿En serio? No lo había notado —murmuró Rigo.
—¡ESTÁS A UNA PALABRA DE QUE TE REVIENTE LA PUTA CABEZA!
Perdón, señorita, me exalté. ¿En qué estaba? Ah, sí... La única diferencia es que
no puedo morir. Pero piénsenlo bien, ¿qué tiene de raro eso? Es obvio que no
moriré nunca, soy el diablo.

El silencio se apoderó repentinamente de la habitación. Ni siquiera el alma de


Gus sabía aquello.

—¿Lo dices en serio?


—¿El diablo? ¿Satanás? ¿Belcebú? ¿El maligno? ¿Mara? ¿Lucifer?
—No, «El diablo de Estocolmo».
—¿De Estocolmo? ¿Estocolmo, Suecia? ¿Eres de Suecia? —inquirió Desirée,
casi babeando.
—No. Soy de aquí, soy de allá; no soy de ningún lugar.
—... Qué intenso —suspiró.
—¡Pff! Qué patético. ¿Puedo decir algo? ¡A-algo rápido, algo rápido! ¡Por Dios!
—Contaré los segundos.

42
—Si dices ser «el diablo», ¿qué pasó con el otro diablo?
—¿Cuál otro? Nunca ha habido otro.
—El otro, el que se menciona en todas partes, la representación de lo prohibido,
la personificación del mal. Ese diablo.
—Nunca existió —repuso El diablo de Estocolmo con tranquilidad.

43
—¿Por qué estás tan seguro?
—¿Estaría yo aquí si existiera ese otro diablo que se menciona en todas las
historias de la historia de la humanidad? Créeme, si me enterara de que hay
alguien más intentando quedarse con mi título, me encargaría de él
inmediatamente.
—Mmm… Buen punto, lo admito.
—¿Y cómo puedes estar seguro de que tú eres… lo que dices ser?
—No puedo morir, puedo matar a alguien, puedo no matar a alguien, ¿qué otras
pruebas quieren?
—¿A qué te refieres con eso último?
—Verán, aquí, en este preciso instante, se encuentra con nosotros el alma que
estaba en ese costal inservible de huesos, carne y sangre.
—¿Como un fantasma?
—Los fantasmas no existen, imbécil. Es un alma, ya te lo dije.
—¡Es lo mismo! Como sea. ¿Qué pruebas tienes? No lo puedo ver, no lo puedo
escuchar, no lo puedo sentir.
—No, tú no podrás percibir nada de eso mientras estés vivo. Pero si lo deseas,
con mucho gusto podría arrancarte el alma para que le hagas compañía.
—…
—¿Podrías hacérmelo a mí? Sacarme… el alma… Toda.
—B-bueno, yo… p-preferiría no hacerlo, señorita. Lo siento.
—Mmm… Qué lástima. Entonces tendré que obligarte —suspiró Desirée
mientras desenfundaba su revólver.

El diablo no tuvo tiempo de reaccionar, y recibió un balazo en el pecho, justo en


el corazón. Una mirada de desconcierto después, cayó al suelo de rodillas.

—¿Qué… hizo?
—Veamos de qué eres capaz, amor —le dijo Bundy, sonriendo, cruzando las
piernas, apoyándose en el respaldo de la silla y esperando.
—Yo llevo la cuenta… 43…, 42…, 41…, 40…, 39…, 38…, 37…, 36…, 35…,
34…, 33… ¿Y si no se levanta?
—Entonces saldremos vivos de esta —contestó Desirée, expectante.

44
XVII

—¡NO-DEBIERON-HACERLO!

El diablo estaba furioso, la habitación se oscureció como sus ojos; y el ardor de


su interior casi podía notarse en su lívida piel, así como en los muebles que
empezaron a levitar junto con él.
—E-está bien, está bien, tigre, fue mi culpa. Yo disparé, ¿no? Haz lo que tengas
que hacer.
—¡T-TÚ! ¡TÚ…! —gruñó, y bajó la mirada al darse cuenta de que no podría
contra sí mismo—. No debió… hacerlo…, señorita.

Su aspecto volvió a la normalidad tan rápido como cambió hace unos


momentos, y ya no había marca que atestiguara una herida de bala.

—Mmm… Interesante… ¿Podrías dejarnos solos, Rigo?


—¿E-estás segura?
—Totalmente —contestó Desirée con una amplia sonrisa.
—Gus, acompáñalo —le ordenó el diablo, cabizbajo.
—Sí.
—¿U-un fantasma me está siguiendo?
—No seas marica, Rigo. Ya vete —lo reprendió Bundy.
—Bien, sé que ahora quiere averiguar por qué no le hice nada. No necesita
preguntármelo.
—Pues me has ahorrado la pregunta, amor.
—Sin embargo, no la pienso responder.
—¿Por qué?
—Porque es un motivo muy personal, totalmente privado.

Desirée asintió con la cabeza y volvió a dispararle, esta vez en la frente. El


diablo nuevamente cayó al suelo sin vida; pero regresó de la muerte un minuto
después. No obstante, su aspecto iracundo no duró ni tres segundos, y eso lo
sorprendió incluso a él.

45
—¿Ahora sí me lo dirás o quieres que siga probando tu paciencia?
—Si lo vuelve a hacer, aprovecharé mi poder para desaparecer de aquí, y no
volverá a verme jamás.
—Ya te encontré una vez, puedo encontrarte las veces que sean necesarias…,
Fernando Luciani.

El diablo tragó saliva, parpadeó, y luego suspiró para relajarse.

—Me tiene... Está bien, lo admito, me acorraló.


—¿En verdad eres capaz de soportar toda esa impotencia y furia sólo por no
lastimarme? Ni siquiera me conoces.
—Conteste una pregunta, por favor: ¿por qué tanto interés en mí?
—Porque no se ven cosas como estas todos los días. Y te lo dice alguien que
vive buscando sucesos que van más allá de lo cotidiano… Ahora te preguntaré
algo yo: ¿por qué no habría de interesarme el origen del diablo que pisa nuestra
tierra?
—Todos ustedes tienen un concepto idealizado del diablo.
—¿En serio? Continúa.
—Cualquiera puede decidir ser el diablo, incluso no eternamente. Puedes ser el
diablo un día, un minuto, un segundo o el tiempo que quieras. Esa es tu decisión,
tuya y de nadie más. Yo decidí ser el diablo de este mundo porque me di cuenta
de que no existía uno solo que valiera la pena. Todos buscan el poder, la fama,
la riqueza; pero esos son objetivos meramente superficiales. ¿Dónde está el
trasfondo? ¿Qué ganan con todo eso? Después de eso no hay nada. Diablos van,
diablos vienen, y ninguno es digno de ser el antagonista de la historia de la
humanidad.
—Pero tú puedes resucitar y ganar un poder inimaginable cada vez que lo haces.
Ningún otro humano lo ha conseguido.
—Porque ninguno se lo ha merecido.
—¿Y por qué tú sí?
—Porque no soy cualquier diablo, soy El diablo de Estocolmo.
—Dejemos a un lado lo teatral y vayamos directo a las explicaciones reales.
¿Qué te hizo inmortal? ¿Qué significa para ti ser El diablo de Estocolmo? ¿Qué
diferencia hay entre «El diablo de Estocolmo» y «El diablo de… cualquier otra
cosa»?

46
El diablo volvió a bajar la mirada; pero ahora para esconder su sonrisa—. ¿Dije
algo
graci…? —intentó preguntarle Desirée. No obstante, el rostro de su interlocutor
le cortó la respiración cuando apareció a centímetros del suyo. Bundy no sabía
cómo lo había logrado, y sus ojos no le permitieron ver qué pasaba de su cuello
para abajo; sin embargo, podía sentir que sus manos sostenían algo frío y duro
como el acero. El diablo le guiñó un ojo y se escuchó la detonación que lo sacó
de aquel departamento—. ¡Maldito! —gruñó Desirée con una expresión de
enojo, impotencia y admiración.

XVIII
—Gus, es hora de irnos.
—Escuché otro disparo. ¿Qué pasó con Des? —preguntó Rigo de inmediato,
algo asustado.
—Ella está arriba. Te está esperando.
—¿Esperándome? ¿Para qué?
—Para comenzar a buscarme de nuevo —rio el diablo.

Después de aquello, y sin darle oportunidad a Rigo de preguntar algo más, tomó
a Gus del hombro y desapareció junto con él, dejando como único rastro un olor
a azufre.

XIX
—¿Dónde estamos, señor?
—Seguimos en Tokio.
—¿En Tokio? ¿Entonces para qué…?
—Fue sólo una distracción. El departamento está justo enseguida. ¿Cuál crees
que será el último lugar donde buscarán? —repuso el diablo, conteniendo la risa
a duras penas. Su aspecto ya era el de siempre.
47
—¡Caray! ¿Cómo se le ocurren esas cosas?
—Yo no me meto porquerías al cuerpo, tal vez sea eso —contestó, ahora un
tanto más serio.
—Creo que no le he dado las gracias.
—Y tampoco necesitas dármelas, no seas tonto. Te maté, te robé el alma, ¿lo
olvidaste?
—Pero…, si lo piensa bien…, es como si siguiera vivo, y ahora mucho más vivo
que antes. ¡En mis 13 años nunca me había sentido tan vivo! Irónico, ¿no?
—Un poco. Sin embargo, todavía no me hagas un monumento. Robé tu alma
para poder usarte, no para dejarte en libertad.
—Bueno, de cualquier forma, también ahora soy más libre que antes. Gracias.
—Como quieras. Ahora cállate y escúchame: esperaremos aquí hasta que
aquellos dos se hayan ido. Cuando veamos que dan la vuelta en la esquina,
tendrás que seguirlos hasta que salgan de la ciudad. Después vuelve lo más
rápido que puedas y continuaremos con la parte 2 del plan.
—¿Se puede saber en qué consiste la segunda parte del plan?
—Ya lo verás, ya lo verás.
—Una pregunta, señor: ¿por qué no me había dicho que era el diablo?
—Porque no había sido necesario decírtelo.
—Y si es el diablo, ¿por qué no los mató para ahorrarse futuros problemas?
—No, ni lo pienses. A la chica no la tocaría ni en un millón de años. Al rarito
probablemente sí lo hubiera mandado al otro mundo; pero su muerte habría
destrozado a la chica, y eso sería lo mismo que lastimarla, cosa que no me
perdonaría.
—¿Por qué?
—Porque así lo decidí.
—Oh, es un secreto, ya entendí… Tengo otra pregunta.
—Siempre tienes preguntas, Gus.
—¿Por qué si puede aparecer en donde lo desee, no lo hace siempre?
—Porque no siempre puedo hacerlo. Mi poder como el diablo de este mundo
sólo aparece cuando me matan o me enfurezco.
—¿Y no sería mejor para usted estar siempre furioso… o muerto?
—… No, no es tan fácil como parece. Cuando me enfurezco y el poder surge de
mis entrañas, algo me quema por dentro, me duele… No es agradable tener que
soportarlo.

48
—Oh…, no tenía idea.
—Bueno, basta de preguntas. Baja de una vez y espera a que salgan. De seguro
están registrando mi departamento para encontrar información sobre mí.
—Sí —asintió Gus con determinación.
—Veamos qué tan bien puede servirme este niño.

XX
—Los seguí hasta el aeropuerto. Se fueron en un avión privado.
—Bien. ¿Escuchaste algo importante en sus conversaciones?
—… Eeeh… N-no pensé que usted…
—Olvídalo.
—Pero usted no me dijo que…
—¡Que lo olvides! Te falta iniciativa, niño.
—Perdón.
—Cállate. ¿Cuántas veces tengo que pedirte que lo olvides?... Vamos, hay que
volver al departamento. Si esos dos son tan inteligentes como dicen ser,
seguramente dejaron micrófonos o cámaras por si regresamos.

XXI
—¡Ese estúpido! ¿Cómo habrá conseguido tanto poder? ¡Mierda! Lo que daría
por su inmortalidad.
—Ay, cielo, él no es como nosotros, no es un humano aunque lo niegue.
—¿Por qué estás tan segura? ¿Qué te dijo mientras estaban a solas?
—Te preocupa más eso, ¿verdad, amor?
—¿Qué cosa?
—Que haya estado sola con él durante tanto tiempo.
—¿Preocuparme? Si eres una santa. ¿Por qué habría de preocuparme? Jamás he
conocido tu lado libidinoso.
—No te pongas celoso, corazón, sólo estaba jugando con el diablo.
49
—¿Y qué le vamos a decir al jefe cuando lleguemos? A él no le interesarán
nuestros testimonios, él quiere evidencias irrefutables de las investigaciones
para poder venderlas.
—No te preocupes, lo grabé todo.
—¡¿Qué?! ¡¿Cuándo?! ¡¿Cómo?!
—Si te lo digo, sabrás mi secreto… Lo importante es que ahora no sólo tenemos
evidencia, sino evidencia en alta definición.
—¡Eres…! ¡Eres…! ¡Por eso te amo!
—Lo tuyo no es amor, cielo, es deseo; no los confundas… Pero, bueno, por otro
lado, no podemos hablarle a Aaron sobre la grabación, ¿entendido? No todavía.
—¿Por qué?
—Cuando lleguemos, quiero que rastrees de nueva cuenta al diablo. Tenemos
que hacerle saber que su secreto nos pertenece. Lo quiero en Canadá cuanto
antes. Y una vez que me diga lo que quiero, le daremos la información a tu
amado y respetado padre.
—¿Cómo sabes que sus poderes son un secreto?
—Si no lo fueran, ya tuviera al mundo entero a sus pies.

XXII
—No había nada en la entrada.
—¿Seguro?
—Sí, sí, estoy seguro.
—Está bien, confiaré en ti... Parece ser que no dejaron nada. De cualquier
forma, para no correr riesgos, nos mudaremos al otro departamento... ¿Quieres
que lleve algo de tus pertenencias?
—Sí, por favor. ¿Podría llevar mi jug…?
—Pues no lo haré, no las necesitas, ya estás muerto —atajó El diablo de
Estocolmo.
—Oh…, está bien. Como usted diga, señor.
—¡Jaja! Me cae bien este chico.
—Disculpe, señor, ¿y cómo supieron dónde estaba?

50
—Usan la tecnología a su favor, no es la gran cosa. A estas alturas de la vida,
sería una tontería que alguien con una computadora no supiera dónde estás
parado.
—¿Cree que se den cuenta de que jamás salió de Tokio?
—Sí. Pero probablemente tarden unos días en averiguarlo.
—¿Qué haremos mientras tanto?
—Por ahora, dormir. Estoy cansado, así que mañana continuaré con el plan. Si
quieres, puedes ir a vagar por ahí. No te sucederá nada malo, ya estás muerto.
—Me gustaría dormir un poco.
—Tampoco eso necesitas. No te dará hambre, sueño, ganas de ir al baño, no te
podrás lastimar, nadie te verá, nadie te escuchará. Eres libre, puedes hacer lo que
quieras. Pero te recomiendo que estés aquí cuando despierte… Mejor dicho, te
ordeno que estés en el departamento a las 5 en punto de la mañana. Si no me
despiertas a las 5 en punto de la mañana, preferirás haber muerto de verdad.
—Eee… Está bien, señor. Descanse.
—Este niño…

XXIII

—Señor, señor…, despierte. Ya son las 5 en punto de la mañana.


—Ya estaba despierto —mintió el diablo, bostezando.
—¿Qué hará?
—Es hora de desayunar un poco de plomo —repuso el diablo, todavía sin
deshacerse de la somnolencia, y se disparó en la boca con su escuadra blanca.
Sin embargo, las balas albas no lo afectaban como a los demás; y un minuto
después, revivió como siempre, junto con su poder infernal—. Así está mucho
mejor.
—Vaya… —suspiró Gus, emocionado—. ¿Puede hacer todo lo que quiera?
—Supongo —contestó antes de desaparecer—. Dejaré esto encendido para que
no te aburras. Si quieres cambiar de canal, te quedarás con las ganas —le dijo el
diablo cuando volvió a aparecer, con una televisión de última generación en las
manos y un costal lleno de ropa en la espalda—. Volveré en un par de días, ¿de

51
acuerdo? Tengo que crear algunas distracciones para que sea más difícil
encontrarme.
—Sí…, gracias, señor —le dijo el muchacho, sonriendo de oreja a oreja.
—¡Ah! Casi lo olvido: si esos dos vuelven, escucha todas sus conversaciones y
síguelos —le ordenó El diablo de Estocolmo mientras arrojaba algunas prendas
por aquí y por allá; y metía otras tantas en algunos cajones de los viejos muebles
de aquel departamento abandonado.
—Disculpe, señor, ¿podría cambiarle a un canal… diferente? Me aburren los
noticiarios.
—No, quiero que me veas en acción —contestó el diablo, se colocó su adusta
máscara blanca y desapareció.

52
CAPÍTULO 3
BIPOLAR

XXIV
—Oh, Nueva York, «el gran pecado», «la Gran Manzana». ¿Qué mierda haré
aquí si parece que ya todo está hecho? No me extrañaría ver a un tipo pegado
en una pared y vestido con ridículas mallas… Bueno, yo soy un tipo con una
máscara blanca, supongo que tengo gustos muy parecidos. En fin… ¿Por dónde
empiezo? Tal vez con una… pequeña… … … ¿Qué es eso? ¿Es un hombre o un
niño? ¡Oh, Dios mío! ¡Es un hombre, es un hombre! ¡Qué genial!
—¡Ey, enano, por allá no está el circo! —escuchó de pronto a un lado de él,
seguido de unas burlonas risas.

Aquello fue tan sorpresivo que el diablo tardó unos segundos en darse cuenta de
lo que estaba pasando. Y al percatarse de la situación, miró a un costado y notó
a un sujeto tomando fotografías con su celular.

—Muy gracioso, ¿no? —le preguntó El diablo de Estocolmo al hacerse visible.


—¡Carajo! ¿C-cómo…?
—Te hice una pregunta.
—Mierda, amigo, ¿de dónde saliste? Me diste un buen susto. ¿Por qué llevas esa
maldita máscara? ¿Eres un retrasado?
—Muy gracioso, ¿no?
—¡Jajaja! ¡Sin duda! Tú y aquel enano me acaban de hacer el puto día. Hace
unas cuadras vi a un tipo vestido de pollo para vender más en un restaurante;
pero ustedes lo superan por mucho —decía el sujeto al mismo tiempo que
fotografiaba la máscara del diablo a pocos centímetros de distancia.

El diablo rio junto con él; pero, al terminar de hacerlo, lo tomó del cabello, y le
53
estrelló el rostro en su rodilla, fracturándole la nariz al instante.

—Camina, idiota.
—¡Agh! ¡B-bi dariz!
—Cállate y camina… ¡Oye, tú! ¡El de la mochila! ¡Ey, voltea!
—¿Eh?
—¿Escuchaste lo que este imbécil te gritó hace unos momentos?
—E-eh… Sí.
—Creo que yo no lo escuché del todo. ¿Me podrías repetir lo que dijiste,
estúpido?
—D-do puedo resfpirar.
—¡Que lo repitas! —le ordenó el diablo, y lo golpeó en las corvas para que
cayera al suelo.
—Y-yo… do puedo…
—¡Repítelo!
—O-oye, edado, p-por allá do está el… —se disponía a decir aquel sujeto; pero
el diablo volvió a golpearle el rostro, ahora con la acera.
—Una vez más —le ordenó. Sin embargo, su víctima se limitó a llorar y a
ahogarse con su sangre, por lo que el diablo lo sujetó con más fuerza del cabello,
y de nuevo lo lanzó contra el suelo—. No te escucho.
—Oy-ye, eda... edad-do, p-por…

El diablo repitió el mismo escarmiento.

—¡Más claro!
—P-por allá d-do-do está e-el…
—¡Desde el principio, idiota!
—Oy… Oye…, ed-da… do…
—¡No te entiendo! ¡Repítelo!
—¡P-perdódabe! ¡P-perdón, perd-dón! ¡D-do lo volv-veré a hacer! ¡Lo juro!
—¿Perdón? A nadie les sirven unas disculpas. Mejor deja de ser un estúpido y
comienza a ser un hombre. ¿Entendido? —sentenció El diablo de Estocolmo y,
sin esperar una respuesta, lanzó el rostro de su víctima una vez más contra la
acera ensangrentada. Al terminar, tomó el celular del sujeto, borró las últimas
fotografías que había capturado y se lo dio al perplejo joven de la mochila—.

54
Felicidades, te ganaste un celular —le dijo antes de desaparecer.

XXV
—Buenas tardes, dulces ancianitos.
—E-eh, disculpe, joven, ¿cómo entró a nuestr…?
—La puerta estaba abierta, lo siento mucho.
—No es cierto, John, yo cerré la puerta, lo recuerdo.
—No-diga-mentiras, señora, eso-es-muy-malo. ¿Me-escucha?
—¡No estoy sorda, muchacho insolente!
—Como sea… Temo que tendré que pedirles que se vayan. Este es un
vecindario muy peligroso para ustedes.
—¿Quién te envió, niño? ¿Fueron esos del gobierno? ¡Esos malditos…!
—Oh, no, señor. Yo vengo de parte de… la… El «Fondo para Ancianos… en…
Peligro… de Extinción por… Mala Residencia». Sí, eso.
—Yo jamás escuché sobre ese programa.
—Qué pena. Tomen, son diez mil quinientos dólares. Vayan a comprar algo
para sus últimos días.
—¡Cariño, son diez grandes!
—Yo…
—¡Diez grandes, señora! Este mugriento departamento vale mucho menos. Ya
váyase.
—E-está bien. ¡Diez grandes! ¡Sí!
—Sí, sí, dinero. ¡Wuju! Ahora retírense, por favor, necesito pasar el reporte a mi
jefe.
—Oye, ¿y nuestras cosas?
—¡Cómprense otras! ¡Adiós! —decretó el diablo apuntando hacia la puerta.

Los ancianos bajaron del edificio y tomaron el primer taxi que pasó por la
avenida de enseguida. Momentos más tarde, varios muebles, objetos y ropa de
todos colores salieron volando por la ventana y terminaron en la acera. La
cámara de vigilancia de la esquina lo captó todo; pero el diablo fingió que no lo
sabía.
55
XXVI
—Lo encontré, está en Nueva York.
—Bien —asintió Desirée con una ambiciosa mirada, y le dio un inesperado beso
a Rigo, quien, después de disfrutarlo, se dio cuenta de lo que estaba haciendo y
se apartó de inmediato para inspeccionar que Aaron no estuviera cerca.
—¡Desi! —susurró trastornado—. ¿Iremos por él? —le preguntó un tanto
nervioso, luego de recibir una sonrisa y un guiño como única respuesta.
—No. Dije que lo haría venir a Canadá y eso es lo que haré.

Rigo bufó.

XXVII
Después de reorganizar su nuevo departamento provisional y de ahuyentar a sus
vecinos con una pequeña broma que consistía en hacer levitar todas sus
pertenencias, incluyendo aquellas que llevaban puestas, el diablo se acostó en el
suelo a pensar.

—Tengo hambre... Maldición, odio perder tiempo comiendo. Debería de darme


un balazo.

Pero se resistió y salió de su departamento con tranquilidad, consciente de que la


cámara de vigilancia seguía grabándolo.
Lo primero que hizo fue comprar una pizza, de esas que cuestan apenas unos
cuantos dólares, ya que odiaba esperar media hora para que le entregaran su
comida. Pero luego de acabar con ésta, buscó un lugar donde vendieran batidos
de chocolate, así que caminó unas cuantas manzanas para encontrarlo. Al llegar
al sitio, pidió el vaso más grande y se sentó a disfrutarlo en las pequeñas mesas
de la acera. No obstante, justo cuando estaba por dar el primer sorbo, advirtió
56
que, del otro lado de la calle, una mujer estaba amamantando en público a su
hijo recién nacido, situación que le revolvió el estómago—. Mierda, esto no es
bueno... Creo que el batido tendrá que esperar —suspiró agobiado, y cruzó la
avenida al mismo tiempo que escuchó las palabras detonantes.
Aquel lado de la calle se había quedado solo, parecía desierto. Únicamente se
hallaban en él la mujer, su hijo y un sujeto que iba pasando; pero que se detuvo
frente a ellos al verlos.

—Qué asco. No deberías hacer eso en público. Ve a hacerlo a un baño o a tu


casa, cerda —reprochó, moviendo su cabeza de un lado a otro.

La mujer, algo apenada, bajó la mirada para ignorarlo; el diablo, en cambio,


sonrió abiertamente, y se colocó su máscara blanca para esconder cómo sus ojos
se hundían y su piel palidecía.
Nadie lo vio cruzar la avenida, nadie lo vio llegar a la otra acera, nadie lo vio
tomar del cuello a aquel tipo; pero su presencia se hizo manifiesta cuando lo
arrodilló, le puso el vaso de batido en la cabeza y le metió su escuadra blanca en
la boca.

—Adivina, adivinador, ¿quién tiene más hambre? ¿El niño, tú o yo?


Aquel joven y la mujer estaban aterrorizados. El primero no podía moverse, y la
fémina no sabía si lo mejor era correr o pasar desapercibida—. Contesta.
—O-ojaol, n-no d-disaes —balbuceó el joven, llorando.
—Respuesta incorrecta —sentenció el diablo. No obstante, quitó el dedo del
gatillo cuando un penetrante y fétido olor llegó a su nariz—… ¿Te… cagaste?
¿Te cagaste, marica? ¡JAJAJA! ¡¿TE CAGASTE?!
—P-por favor, d-déjame ir. N-no he… hecho n-nada malo.
—Usar tu lengua para decir estupideces es algo muy malo, pequeño idiota. ¡Ah!
Y te acabas de hacer en los pantalones, eso es todavía peor. Y adivina qué más:
eso sí es asqueroso... ¿Cómo podemos solucionarlo? Mmm… ¿Qué me
sugieres?
—Y-yo…
—¡Regalándome todo lo que tengas! ¡Qué buena idea! —exclamó el diablo
antes de darle un sorbo a su bebida, la cual seguía en la cabeza del joven—.
Ponte de pie —le ordenó al tomar el vaso y guardar su pistola—. Dame tu

57
laptop, tu celular y tu billetera.
—S-sí, toma, quédatelas, son todas tuyas.
—Ahora lárgate, cerdo asqueroso —le dijo al darle un fuerte empujón por la
espalda, dejando en ésta un letrero que decía: «¡Ayúdame! ¡La cagué!».
—Buenas tardes, señorita, y disculpe lo que acaba de ver. Tome, esto es para
usted —le dijo el diablo, inclinando su cabeza con las manos extendidas.
—E-eso es robado —contestó la mujer, asustada.
—Mmm… No, no es robado. Y cito: «S-sí, toma, quédatelas, son todas tuyas»
—se burló, remedando teatralmente al sujeto—. ¿Lo ve? El amable imbécil me
las regaló, y ahora yo se las regalo a usted. Si no quiere tomarlas, no hay
problema. Las dejaré aquí y desapareceré lentamente... Siga con lo suyo. Está
haciendo un gran trabajo —añadió, y así lo hizo, sonriendo; pero escondiendo la
sonrisa tras su máscara blanca.

XXVIII
—¡Vaya! ¡Qué día! —bostezó, frotándose el abdomen con una mano y
arrojando el vaso del batido de chocolate con la otra—. ¡Jojo! Espero que esos
cuatro lo hayan visto —se vanaglorió al conseguir que el vaso cayera en un
contenedor de basura, a unos metros de distancia.
—¡Oye, tú!

El diablo se detuvo y dio media vuelta girando sobre sus talones.

—¿Yo? —fingió despiste.


—¿Ves a alguien más en el callejón, imbécil?
—Sí, a ustedes cuatro. ¡BUM, idiota!
—¡Vas a pagar por lo que le hiciste a Rick, estúpido!
—¿Rick? ¿Así se llamaba el que apestaba a mierda o el que perdió la nariz?

58
—¿Eh?
—Olvídalo. Hagan lo que tengan que hacer —los retó, abriendo sus brazos.

XXIX
—¡Pff! El negro no resultó ser tan débil. Malditos negros, ¿por qué siempre
tienen que ser físicamente superiores a los demás? Y sus dientes son tan
perfectos... Maldita naturaleza, ¿por qué mierda no fui negro? ¡Espera!... … …
¿Qué pasaría si existiera un asiático negro o un negro asiático? ¡Mierda! Eso
sería como…, como la evolución del ser humano, el emperador perfecto para la
humanidad —se decía el diablo cuando acabó de arrojar al último sujeto al
contenedor de basura, donde antes echó el vaso de su batido de chocolate—. 50,
150, 182… Pensé que juntaría más. Estúpidos pandilleros pobres. Cuando
vuelva a ver a ese tal Rick, le voy a romper la nariz de nuevo... Bueno, ya creé
muchos distractores, es hora de regresar.

En eso, un teléfono público sonó al pasar junto a él. Suponiendo de qué se


trataba, el diablo siguió caminando. Más adelante, un segundo teléfono se hizo
escuchar; pero nuevamente el diablo lo ignoró. Sin embargo, después de evitar
el tercero, un sujeto de mal aspecto se acercó con miedo, volteando
nerviosamente a todos lados.

—E-es p-para ti. —Y corrió luego de arrojarle su celular al pecho.


—Pizzas Satanás, «el pecado en tu paladar». ¿Qué desea ordenar? —contestó
teatralmente.
—Hola, Fernando. ¿Cómo has estado?
—Muy bien, gracias. ¿Y usted, estimada señorita Desirée?
—Mucho mejor ahora que te veo.
—¿Me ve? ¿Dónde está? Yo no la puedo ver.
—Estoy en Canadá.
—Oh, ya, ya —dijo el diablo al notar la cámara de vigilancia de la tienda que
tenía enseguida—. ¿Y cómo consiguió que aquel buen samaritano me entregara

59
voluntariamente su celular?
—Vendió medio kilo de cocaína hace unas horas. Le pedí que te entregara el
celular si no quería ir a aislamiento.
—Vaya… «Aislamiento»… He oído de él. Eso sí da miedo. ¿Ya lo están
implementando?
—Está en etapa de prueba.
—¿Le gustaría probarlo personalmente? Puedo utilizar este celular y esta
llamada para mandarlos a aislamiento. No creo que al gobierno estadounidense
le agrade que alguien, aparte de ellos, claro, tenga acceso a cámaras de
vigilancia y demás.
—Trabajamos para el gobierno, amor, para varios gobiernos, inclusive. O los
gobiernos trabajan para nosotros, como quieras tomarlo. Verás, nuestro trabajo
es investigar ciertas cosas que el gobierno no quiere que el mundo conozca; y
nos pagan muy bien por ocultarlas o distorsionar la verdad para distraer a las
personas.
—¡No lo puedo creer! ¿El gobierno hace eso? ¿Segura? ¿El gobierno ocultando
cosas? ¡Vaya! Nunca lo hubiera imaginado.
—Así es esto, cielo. Y te sugiero que accedas a venir si no quieres que las
personas equivocadas vayan por ti.
—Los esperaré con ansias.
—… … … Escúchame. Entiendo que no tengas miedo. Supongo que yo
tampoco lo tendría si fuera tú. Pero varios gobiernos ya saben de ti. Si no te han
buscado es porque no son tontos.
—O me tienen miedo, como quiera tomarlo.
—Como sea. El punto es que quieren detenerte para experimentar contigo y
manipularte. No te han capturado porque pedimos ser nosotros quienes te
examinen primero, quienes corran el riesgo.
—O porque no pueden hacerlo, como quiera tomarlo.
—… Tengo grabaciones tuyas y de tus habilidades. Son pocos videos, lo
admito; pero son los suficientes para hacer que el mundo entero te conozca... Si
no quieres perder tu anonimato, tendrás que venir a Canadá ahora mismo. Te
doy 2 horas para decidirlo. Si te niegas a venir, autorizaré que el gobierno
estadounidense comience a buscarte, y, consecutivamente, todos los gobiernos
lo harán. Te capturen o no, el planeta entero conocerá tu rostro, te odiará y te
temerá tanto que tendrás que matarnos o resignarte a una vida solitaria y

60
aburrida.
—¿Eso es todo lo que tiene? ¿Cree que yo, siendo el ser más poderoso de esta
realidad, le temeré a la soledad y al aburrimiento? ¿Yo, siendo inmortal y
teniendo la capacidad de crear lo que se me plazca? ¿Yo, siendo el mismísimo
diablo?
—Sí.
—… … … Llego en 1 minuto.

XXX
—Nuestro millón de dólares llegará en cualquier momento. Quiero las cámaras
y los micrófonos funcionando a la perf… —se disponía a ordenar Desirée,
ansiosa; sin embargo, no pudo hacerlo.
—¿Cómo lo supo? —le preguntó el diablo apareciendo a su lado para luego
taparle la boca, desaparecer y aparecer nuevamente, sólo que ahora en la cima
de una montaña nevada, donde el frío era insoportable, casi tanto como el calor
abrasador de su mano.
—Te estudié, guapo —respondió Bundy, sonriente, muy sonriente.

El diablo la había soltado; no obstante, en el forcejeo, un delgado cable rojo se


asomó por su larga cabellera ondulada del mismo color. Advirtiendo lo que eso
significaba, el diablo dio un paso, se acercó a su prisionera y le destrozó la
camisa con una mano, dejando al descubierto un pequeño auricular detrás de la
oreja, un micrófono en la cerviz, una diminuta videocámara en el sostén, y un
rastreador en la cintura—. Ahora sabrán dónde estamos.
—Ya no —repuso el diablo, y todos los artefactos se calcinaron cuando posó los
dedos sobre el hombro de Bundy, lo cual también provocó que ambos
desaparecieran.
Esta vez, el par emergió en una montaña desértica. Allí, el diablo tomó asiento
en el suelo, se recargó en sus codos, y su aspecto volvió a la normalidad—. ¿Y
bien? ¿Qué desea a cambio de su silencio?
—Podrías matarme aquí mismo para ahorrarte las negociaciones.
—En ese caso, sus perros irían tras de mí. Y confío más en la prudencia del
61
dueño que en la de los perros. Aun así, dice que me ha estudiado. Si eso es
cierto, sabrá que no le haré daño.
—Sí, lo sé. Pasé toda la noche, y la mañana de hoy, viendo y analizando cada
video en el que apareces. Por lo que vi, las mujeres son tu debilidad, no sólo
físicamente. Sin embargo, ¿por qué lo son psicológicamente? En ningún video
pude encontrar la respuesta exacta a esa pregunta.
»Hace 6 años, de un día para otro, eliminaste a las mujeres de tu lista de
víctimas. Una tarde acosaste a una chica, la llevaste a su casa, las cámaras no
lograron captar lo que sucedió ahí dentro, nadie te vio salir; y al día siguiente, ya
ni siquiera te acercabas a las mujeres. Una semana después, lo hacías con miedo.
Luego, el miedo se convirtió en respeto; y ahora eres lo que eres. ¿Qué sucedió
en esa casa?

El diablo guardó silencio, cerró los ojos, bostezó, se rascó la cabeza y le dirigió
una inexpresiva mirada a su interlocutora.

—¿Para qué preguntármelo si ya conoce la respuesta?


—Sólo quiero corroborar lo que sé.
—Está bien —contestó El diablo de Estocolmo, aburrido—. Ella tenía como 20
años, yo tenía 23, la vi comprando ropa, la seguí hasta su casa, la violé, la maté,
fin. ¿Alguna otra duda?
—Ángela Bertoni, italiana, 19 años, 1.65 metros de altura, caucásica, cabello
largo teñido de azul. Sus padres la encontraron sin vida sobre la mesa del
comedor. Fue víctima de una violación y estrangulamiento. No se encontraron
huellas dactilares de otra persona, no se encontraron grabaciones de las cámaras
de vigilancia, no hay sospechosos —recitó Desirée como si leyera un escrito
mental—. El caso se cerró medio año después y jamás dieron contigo.
—No se encontraron grabaciones de las cámaras de vigilancia —iteró el diablo,
impasible—, porque me deshice de ellas. Y, sin embargo, usted vio una
grabación. Qué curioso, ¿no?
—Para mi buena suerte, alguien pasó hablando por teléfono celular enseguida de
esa casa, por lo que pude verte entrando a un lado de la chica, con el cañón de tu
pistola en su cadera. Sólo eso.
—Hagamos un trato: contestaré todas las preguntas que desee aquí y ahora; y
luego la llevaré a su casa. A cambio, me asegurará mi anonimato y se encargará,

62
mientras sus pies toquen esta tierra, ya sea con vida o siendo un alma en pena,
de que ningún gobierno, grupo u organización me busque, atrape y/o delate ante
el mundo. ¿Qué le parece? —le preguntó El diablo de Estocolmo mientras su
aspecto cambiaba lentamente.
—Trato hecho —repuso Bundy de inmediato, emocionada. Pero cuando
extendió su mano para tomar la del diablo, éste interpuso una hoja blanca que
sacó de su manga, en la cual se quedó grabada la palma de la fémina, tal como si
la sangre del interior de sus dedos se hubiese impregnado en la hoja.
—Con eso bastará.
—...
—Puede empezar cuando guste.
—E-eh, sí… ¿Qué sucedió dentro de esa casa? ¿Por qué el asesinato de esa
joven te alejó de las mujeres?
—Mejor pasemos a otra pregun…
—¡Oye, no! Dijiste que responderías todo.
—Sí, y cumpliré mi palabra. Sólo quiero dejar esa para el final… Jamás dije en
qué orden lo haría.
—Hijo de… Mmm… Está bien —contestó Desirée un tanto recelosa—.
Cuéntame sobre tu infancia, tus orígenes.
—Eso no es una pregunta.

Bundy gruñó teatralmente.

—¿Cuáles son tus orígenes? ¿Cómo fue tu infancia?

El diablo suspiró.

—Nací en la República Italiana, en la localidad de Quart, en Valle de Aosta,


para ser más preciso. Vengo de una familia en verdad pequeña, sin tíos, sin
primos y sin abuelos, ya que estos últimos murieron antes de que yo naciera —
explicó—. Mis padres eran las personas más solidarias y benevolentes que ha
visto la Tierra. Eran muy religiosos, devotos. Siempre iban a la iglesia, siempre
le entregaban todo a ésta. Eran tan buenas personas que eso los volvió tontos,
muy tontos.
»Todos se aprovechaban de ellos. Si alguien los traicionaba, mis padres

63
nunca borraban su sonrisa del rostro; si alguien los asaltaba, rezaban por ese
asaltante. Vivíamos en la pobreza porque todo se lo daban a los más necesitados.
Eran tan estúpidamente buenos que me inculcaron una creencia: «Todos vamos
al Cielo cuando morimos». Les pregunté si incluso las personas malas iban al
Cielo, y ellos me contestaron que no existen malas personas, sino malas
decisiones. Por eso todos van al Cielo sin excepción.
»Yo era feliz creyendo eso, era igual de ingenuo que ellos. De hecho, en la
escuela, era tan buen estudiante que los más grandes se burlaban de mí y me
golpeaban, me hacían daño, se aprovechaban de mí; pero yo no hacía nada. Y
cuando se lo contaba a mis padres buscando refugio, buscando consuelo, se
limitaban a decir que los ignorara y que rezara por ellos. Al principio, resultó
para mí. Pero cuando llegué a la edad de 12 años, ya no era el mismo. Tanto
odio contenido me estaba carcomiendo las entrañas. Un día, cuando el bravucón
tiró mi vieja mochila (que tanto trabajo les costó a mis padres comprarme) al
contenedor de basura, me enojé a tal grado que terminé golpeándolo hasta que
escupió 3 dientes. Desde ese momento no volví a dejar que me hicieran daño. Y
cada vez que alguien se aprovechaba de mis padres, por la noche buscaba a esa
persona y la hacía pagar por lo que hizo. En una de mis escapadas, cuando tenía
13, mis padres me descubrieron y lloraron durante horas. Estaban muy tristes.
¡Ni siquiera se enojaron, maldita sea! —exclamó, agobiado—. Nunca me
regañaron, nunca levantaron la voz, nunca me castigaron. Tan solo lloraron, se
tomaron de las manos y rezaron por mí. Eso me desesperó tanto que tomé mi
mochila con algunas de mis cosas y escapé, decidido a nunca más tener que caer
por culpa de otros. Desde entonces me dediqué a robar, a destruir, a odiar. Jamás
regresé a casa… Bueno, tal vez algunas veces, hasta que mis padres murieron
por culpa de un estúpido alcohólico que ya está bajo tierra.
—Lino Luciani y Francesca Sansixto —recordó Bundy. El diablo asintió con la
cabeza, impávido.
—Maldito internet.
—Tengo curiosidad... ¿Te duele matar a alguien?
—Cuando mato a alguien es porque sé que su muerte no me dolerá.
—Mmm… Ya veo. En otras palabras, haces justicia por tu propia mano, ¿no es
así?
—Exactamente.
—¿Por qué?

64
—A temprana edad descubrí que la vida no se encarga de nadie, la vida
simplemente es, independientemente de lo que hagas o dejes de hacer. Las
circunstancias, casualidades y causalidades hacen que a los buenos les sucedan
cosas malas; y a los malos, cosas buenas. «El Creador» ni siquiera se molesta en
intervenir. Él es más como un espectador. Por eso decidí hacer mi voluntad.
—Sin embargo, no eres precisamente un «chico malo», lo he visto. Por ejemplo,
hace unos días, en México, asaltaste a un sujeto con un maletín: un hombre
mayor que se dirigía a su oficina… No, no, no hagas eso, no finjas que lo
olvidaste. Vi y escuché cómo te hiciste la víctima frente a él para despojarlo de
su dinero. Admite que lo recuerdas.
—¿Y eso no me convierte en un «chico malo»?
—Sí, pero no. Minutos antes, una cámara de vigilancia te grabó observando
cómo ese pobre, inocente y buen hombre —lo describió con sarcasmo— se pasó
una luz roja y bajó de su automóvil deportivo último modelo que estacionó en
un lugar reservado para discapacitados.
El diablo guardó silencio, esperando a que su interlocutora siguiera hablando o
preguntara algo—. Aquel hombre no era discapacitado, no físicamente, claro
está; pero sí moralmente. Después interviniste. Y luego de conseguir un botín de
más de 4 mil pesos, te dirigiste a un centro de rehabilitación, donde
anónimamente donaste una parte del dinero. ¿Por qué?
—Las verdaderas buenas acciones son las que se hacen en el anonimato, ¿no?
—No me refería a eso. ¿Por qué decidiste asaltar a un hombre que hizo algo
moralmente incorrecto, para luego ayudar a otros con lo que obtuviste en el
asalto?
—Ya lo dijo con anterioridad: hago justicia con mi propia mano.
—Sí, pero… ¿por qué siempre haces algo bueno después de algo malo? ¿Es tu
forma de redimirte? ¿Crees que con eso estás pagando por tus pecados, que estás
saldando tu deuda?
—Mmm… No lo había visto de ese modo; pero, ahora que lo pienso, no, no lo
hago con ese objetivo. Me importa una mierda si mis acciones me condenan o
me abren las puertas del paraíso.
—¿Y bien? ¿Por qué lo haces? ¿Por qué haces cosas buenas?
—No lo sé —confesó el diablo, pensativo—. Tener demasiado me incomoda.
No necesito mucho, así que regalo lo que me sobra.

65
En eso, un breve silencio se fundió con el aire del desierto.

—¿De dónde salió «El diablo de Estocolmo»? El nombre.


—Tenía un amigo. Era un poco imprudente. Lo conocí cuando le robé, sin que
se diera cuenta, todo lo que llevaba. Él iba caminando hacia su casa, yo salí de
un callejón, tropezamos, le pedí la hora, le dije que esperaba a una persona; pero
que ya se había hecho tarde y que me había dejado plantado. Él se rio, me dijo
que seguramente se trataba de una chica, que así eran todas las mujeres, que
siempre se daban a desear. Entonces me invitó un trago para animarme. Yo no
bebo, no me gustan esas cosas, ya que prefiero estar siempre alerta y esas
mierdas te nublan la mente. Pero él bebía como si le pagaran por hacerlo. Se
llamaba Holm o, bueno, mejor dicho, ese era su apodo.
»Me cayó bien, era muy gracioso… Estando en el bar, al llegar la hora de
liquidar la cuenta, decidí confesarle que le había quitado la cartera cuando
tropezamos. Soy muy buen carterista. Algunos dicen que soy como un mago. En
fin... Se rio, me dijo que no era su cartera, que se la había robado a un hombre y
que prácticamente ese hombre había invitado las bebidas. Desde esa tarde nos
hicimos colegas. Yo le enseñé algunos trucos, y él accedió a ser mi secuaz.
Tiempo después, él fue quien me sugirió el nombre, pues pensaba que yo era
como el diablo: me encargo de seducir a mis víctimas para que hagan lo que
necesito que hagan, sin dañarlas, sólo atrayéndolas, usándolas. Luego, Holm
pasó a mejor vida. Pero eso ya es otra historia.
—Holm, ¿eh? ¿Es el que mataste frente a la policía, aquella vez en el banco?
—Tuve que hacerlo.
—Pero era como tu mano derecha, ¿no?
—Algo así. Sin embargo, noté una casi imperceptible debilidad en su interior.
Esa debilidad lo llevaría a traicionarme en un futuro, lo presentí, así que le di la
oportunidad de morir siendo todavía mi amigo. No sólo le debo mi apodo, sino
también palabras presuntuosas como «presuntuoso», «imperceptible», etc. Se
ganó una muerte digna, a mi lado, por detalles como esos.
—¿Nunca agrediste a alguien cuando lo asaltaste o…?
—Sí, cuando era más joven no tenía tanta paciencia ni era tan inteligente.
Muchos salieron heridos mientras aprendía a controlar mis impulsos.
—Te he visto trabajar solo la mayor parte de tu vida. Pero desde el incidente con
Ángela Bertoni, comenzaste a buscar secuaces, por así decirlo. ¿Por qué? Me

66
cuesta creer que los necesites.
—No los necesito, puedo hacer el trabajo yo solo; no obstante, prefiero siempre
tener a alguien que cuide mis cosas cuando no estoy, como un perro guardián,
pero que pueda hablar con él y ordenarle lo que por obvias razones no podría
confiarle a un perro.
—¿Ya podemos hablar de eso? De Ángela y…
—No, todavía no.
—¿Por qué? ¿Te afecta el recordarlo?... ¿Hay algún trauma?
—… … … Sí.
—Te aseguro que hablar de ello te…
—Hará sentir mejor, lo sé. Lo he escuchado muchas veces; pero no, no me hace
sentir mejor. Hablar de ello me enoja más. Los recuerdos sólo sirven para revivir
algo, y lo que sucedió ese día es algo que no quiero revivir.
—Enojo, ¿eh? Así que es eso.
El diablo bufó, ceñudo, evasivo—. ¿Enojo contigo…, con algo… o con alguien
más?
—Dije que no respondería aún.
—Está bien, está bien —se apresuró a decir Bundy—. Cuéntame algo:
específicamente hablando, ¿por qué no quieres que el mundo se entere de tu
eminente presencia y que conozca tu identidad?
—Porque, de enterarse, no conseguiré divertirme en mi anonimato. Gracias a
que nadie me conoce es que puedo seguir jugando con los humanos. El día que
la Tierra conozca mi rostro, que conozca lo que hago y que sepa que soy su
diablo, ese día los humanos sabrán que alguien los vigila, y entonces vivirán con
el miedo que les impedirá ser auténticos, genuinos, honestos. Vivirán actuando,
vivirán en un mundo mejor…, en un mundo más hipócrita de lo que ya es; pero,
aun así, mejor.
—No comprendo. ¿Eso no es bueno?
—No, claro que no. Es casi como quitarles el libre albedrío, como convertirlos
en títeres, como arrebatarles la vida misma. ¿Qué sentido hay en eso? Si quisiera
un grupo de títeres, me uniría al ejército. Fuimos creados con libre albedrío para
tener la libertad de equivocarnos. No puedes ir por la vida castigando a todos
por algo que está en su naturaleza, que implícitamente tienen permitido hacer.
Sería como reprimir la respiración sólo porque consume oxígeno que otros
pudieran respirar.

67
—¿Entonces lo haces por mera diversión? ¿Solamente por eso? ¿O cuál es el
verdadero objetivo?
—Te preguntaré algo: ¿por qué sigues aquí? ¿Por qué no te has suicidado si
sabes que nadie es indispensable, que nada de lo que hagas tendrá sentido en
esta vida, que todos moriremos independientemente de lo que seamos, y que
todos iremos al mismo lugar cuando muramos? ¿Cuál es tu objetivo? ¿Qué te
mantiene en el juego?
—… … … No lo sé… Supongo que… No sé… Obviando la búsqueda de la
felicidad, tal vez lo único que me mantiene viva es no darme cuenta de que lo
estoy… ¿Por qué sigo aquí?... Cuando lo piensas así, con tanta crudeza, te
percatas de la realidad. Pero… si no piensas en ello, tan solo sigues adelante.
—Bendita ignorancia, ¿no?
—… Sí…, supongo.
—Pues, contestando su pregunta anterior, hago lo que hago porque es la forma
en que me distraigo, dejo de pensar, me dejo llevar, me olvido de mi realidad.
Asimismo… Mmm… ¿Alguna vez ha visto la reacción de alguien cuando se le
escapa lo que tanto trabajo le costó conseguir? Eso lo obliga a salir de su prisión
mental, lo libera de la felicidad, le exige cuestionarse qué diablos pasa en la
vida.
—Oh… Ya veo. El objetivo es espabilarlos.
—Espabilarlos, despertarlos, sacarlos de su zona de confort, de la rutina, todo
eso. Si nada malo sucediera en la vida, no podrías estar seguro de que estás vivo,
pues la felicidad absoluta se reservó para la muerte. En cambio, la realidad que
nos atañe, nuestra realidad, es dual, está conformada por el bien y el mal. Sin
una de las dos partes, la realidad no existiría, ya que ambas son
interdependientes. Precisamos de la felicidad para disfrutar el camino; pero se
necesita del dolor para distinguir, valorar y anhelar la felicidad.
—Así que de eso se trata. Eres parte del equilibrio natural. Existes porque tienes
que existir, ¿no?
—Al parecer.
—Dices ser un humano ordinario; pero ¿cómo conseguiste tu poder, tu
inmortalidad?
—Todo surge desde adentro. Tienes que tener o completa paz o todo un caos en
tu interior. Tal como lo dije antes, la naturaleza es dual, bipolar, extremista,
radical, y su verdadero poder se encuentra en esos extremos: luz-oscuridad,

68
positivo-negativo, frío-calor. Sí, también existe lo neutral; pero eso es sólo un
capricho de la naturaleza misma, un capricho necesario para llenar un vacío, un
hueco… Verá, nadie se acuerda de una ola; sin embargo, jamás se olvida un
tsunami. Nadie les presta atención a las vibraciones de la tierra; no obstante,
todos recuerdan un terremoto. ¿Se da cuenta? Lo sumamente relevante son los
extremos, no lo que hay en el centro.
—¿Estás diciendo que cualquiera podría tener tu poder?
—Claro. Dudo que lo consigan; pero sí es posible.
—¿Y qué se necesita para conseguirlo? La última vez que nos vimos
mencionaste algo de merecerlo.
—Le confesaré algo: sé que estoy en uno de los límites, que en mi interior
bipolar existe lo necesario para obtener el poder que tengo. Sin embargo, cada
ser es diferente, único e irrepetible, por ende, tal vez muchos lleguen a sus
extremos, a su positivo o a su negativo; pero esos, sus límites, no sean lo
suficientemente radicales —caviló—. Todo es relativo. Lo que es para algunos,
no es para otros. Tal vez soy simplemente un capricho más de la naturaleza, el
capricho que tiene la posibilidad de conocer los extremos capaces de crear y
destruir dentro de esta realidad. Tal vez soy el resultado de incalculables
coincidencias. Tal vez, incluso, mi poder sea inferior en otras realidades o, en su
defecto, inmensamente más poderoso en algunas otras. Eso, lo admito, está fuera
de mi comprensión.
—¿Crees que existen otras «realidades»? ¿Algo así como otros universos?
—Sin duda. Sería muy tonto, egocéntrico y presuntuoso pensar que estamos
solos. La naturaleza es muy ambiciosa, no se conformaría, nunca, con unos
pocos millones de seres inteligentes.
—¿Qué me puedes decir de tu inmortalidad?
—Es parte de mi poder.
—¿Te agrada ser inmortal?
—¡Claro! Me permite no temerle a nada.
—¿Y… te da miedo morir?

El diablo borró su sonrisa al instante.

—No —contestó resueltamente, segundos después de una introspectiva pausa.


—¿Por qué?

69
—Porque tengo la certeza de que hay algo más allá de lo perceptible, algo que
se ocultó lo necesario para no conocerlo; pero se dejó lo suficientemente visible
para desearlo. Y llegar a conocer aquello es algo que en verdad me interesa.
—Pero si eres inmortal, ¿cómo…?
—Confío en que llegará el momento en el que mi presencia en esta vida ya no
sea necesaria, y entonces podré ascender como cualquier otro ser.
—Bien, dejémonos de rodeos. ¿Qué sucedió con Ángela? ¿Por qué cambiaste
después de matarla?
—¿Es la última pregunta?
—Sí.

El diablo asintió varias veces con la cabeza, irresoluto.

—Cuando vi a Ángela en aquel centro comercial, sentí un ardor inusual en mi


cuerpo. Verla fue como acercarme al fuego y desear la quemadura. Lo que
hice… A veces, tal vez cobardemente, justifico lo que hice pensando que no era
yo quien actuaba. Me gusta pensar eso, me libera de culpas.
»Algo en mi interior me dijo que la siguiera, que no la perdiera de vista. Y
estuve casi tres horas acosándola desde lejos. Cada minuto que pasaba, ese furor
crecía dentro de mí. La naturaleza me cegó.
—¿Estás culpando a la naturaleza por lo que hiciste?
—No. La naturaleza lo hizo, la naturaleza está en mí, yo soy la naturaleza…
Nunca lo había hecho, nunca tuve la necesidad de hacerlo. Las mujeres siempre
llegaban solas a mí; pero ella ni siquiera me miró, ella era diferente. En
ocasiones, pienso que existe alguien preelegido de alguna forma para interpretar
el papel de aquel que debe destrozarte la vida aun sin proponérselo.
»Lo que pasó esa vez fue totalmente mi culpa. Al estar en su casa, nuestros
cuerpos se unieron, ella me miraba con pánico y me aterré. De un segundo a otro
me desconocí, no sabía lo que estaba haciendo. La sujetaba del cuello, la forzaba
a permanecer acostada sobre la mesa y, de pronto, su vida se fue entre mis
dedos. No advertí lo que había pasado, tan solo sentí que ya no estaba conmigo,
que se había ido… Pude haberla ayudado; pero estaba asustado. Desaparecí.

Desirée bajó la mirada cuando notó una lágrima en la mejilla del diablo, y le
permitió unos segundos.

70
—Creo que ya es suficiente… Hemos acabado.
—… … … ¿Qué ganó con todo esto? ¿Para qué le sirvió escuchar mi historia?
No lo entiendo.
—Te seguiré estudiando. Posteriormente…, ya buscaré qué hacer con los
resultados. Por lo pronto, esto será todo.
—Está bien —asintió el diablo, acercándose.
—Una última pregunta: ¿qué me harás si no cumplo con mi parte del trato? —
inquirió

71
Bundy.
—No necesito hacer nada. Usted cumplirá con su parte, esté de acuerdo o no —
contestó El diablo de Estocolmo tranquila y confiadamente.
—¿Uh?
—El trato fue claro y conciso: «me asegurará mi anonimato y se encargará,
mientras sus pies toquen esta tierra, ya sea con vida o siendo un alma en pena,
de que ningún gobierno, grupo u organización me busque, atrape y/o delate ante
el mundo». No hay opción, no hay escapatoria, firmó con sangre.
—Eso significa que…
—He ganado un secuaz.
—¿Entonces te protegeré contra mi voluntad?
—Al menos que me mate… Le recomiendo que, para la otra, sea más precavida
con lo que firma.
—Maldita víbora —pensó Bundy con una sonrisa de resignación—. Llévame a
mi oficina.
—No. El trato dice que la llevaré a su casa. ¿Está lista?
—… Vámonos de una vez —rio Desirée mientras sacaba su revólver para
dispararle en el pecho.
—¡Ey! Sólo estoy cumpliendo con mi palabra —se mofó el diablo, tomó a
Bundy del hombro y desapareció junto con ella.

XXXI
—¿Quieres quedarte un rato?
—Nada me obliga a hacerlo. Mi parte del trato ya quedó saldada.

Desirée lo miró fijamente, se quitó el sostén y lo dejó caer al suelo, enseguida


del sofá.

—Podría ayudarte a superar… lo de aquella vez. Ya pasaron muchos años.


—¿Sabe? Creo que me ayudó bastante hablar sobre eso. Adiós —repuso El
diablo de Estocolmo, y desapareció inmediatamente después de guiñarle un ojo.

72
XXXII
—¡Señor!
—Hola, Gus.
—¡Lo vi en televisión!
—¿En serio?
—¡Sí! «Enmascarado ataca dos veces el mismo día. Nueva York ve el
surgimiento de un nuevo justiciero».
—¿Eso dicen de mí? ¡Vaya! Esa hubiera sido una buena distracción; pero ya no
necesitaré ocultarme, nadie nos molestará.
—¿Mató a sus enemigos, señor?
—Mejor aún: los hice mis aliados.
—¿Cómo lo logró?
—Con mi hermosa sonrisa, supongo. ¿Estás listo para salir a divertirnos? Japón
nos espera.
—¡Genial!... Oh…, aguarde, acabo de recordar algo. ¿Usted tiene hijos?
—¿Hijos? Ni que estuviera loco. La vida puede llegar a ser muy cruel, no se la
deseo a nadie. ¿Por qué lo preguntas?
—En las noticias salió un reportaje sobre alguien en Sudamérica que dice ser el
hijo del diablo. Tienen todo un templo para venerarlo.
—¡¿Pero qué mierda…?! Yo no tengo ningún hijo y tampoco necesito que un
grupo de ociosos me veneren. ¿Dónde dices que están?
—Si mal no recuero, en Colombia.
—Ahora mismo van a saber esos vividores quién es el diablo —masculló éste,
enfurecido.

XXXIII
—Qué rápido volvió, señor. ¿Qué sucedió?
—Sólo jugué un poco. Estaban rezando no sé qué tontería cuando le prendí
73
fuego al idiota de traje que se hallaba frente a esos ignorantes feligreses.
Hubieras visto cómo salieron corriendo después de que la estatua con cuernos
¡empezó a hablar con mi voz! ¡Jajaja! ¡Sus expresiones casi me matan de la risa!
—¿Feligreses? ¿Así se les llama?
—Sí.
—¿Por qué? ¿Porque son felices viviendo como reses?
—Oye, no, no digas eso. Qué mal educado eres. Respeta las creencias de las
personas.
—P-pero usted acaba de…
—Cállate, no me grites.
—Pero ni siquiera levanté la voz.
—Pues sentí que me habías gritado.
—Oh, lo siento, tal vez no me di cuen…
—Acabo de descubrir algo. No hay cosa más tierna en este mundo que ver a un
hombre gordo tropezar y caer sin poder meter sus torpes y cortos bracitos.
—¿Eh?
—Que no me grites.
—P-pero si yo…
—¿No es curioso?
—… ¿Qué cosa, señor? —inquirió Gus ya muy desconcertado por lo extraña
que se había vuelto la conversación.
—Que siempre nos encontremos con personas que sospechosamente hablan
español. ¡Hasta yo! Y eso que soy italiano.
—… Oh…, tiene razón. No lo había pensado.
—¡Y tú eres chino!
—Soy japonés, señor.
—Eh, sí, eso… Qué sospechoso, ¿no?
—Un poco.
—Quizá nuestras vidas sólo sean parte de una historia escrita por alguien.
Piénsalo: tal vez somos unos simples personajes creados para entretener a
personas con problemas mentales.
—… … … Eso es escalofriante, señor.
—Tal vez… —susurró el diablo, y volteó de inmediato a la ventana—, sólo tal
vez, ese payaso tuerto que acaba de pasar volando con unos globos se le ocurrió
a un estúpido escritor para demostrar lo que estoy diciendo y poder llenar, con

74
fines simbólicos, de palabras vanas la última página de un capítulo explicativo
basado en filosofía barata, en lugar de colmarlo de disparos, muertes,
explosiones y chistes sarcásticos, como lo haría cualquier producción
estadounidense para recaudar dinero fácil... «La naturaleza es dual, bipolar,
extremista, radical, y su verdadero poder se encuentra en esos extremos». Ni
siquiera recuerdo de dónde mierda saqué eso. No tengo ni puta idea de qué
significa…; pero me funcionó.
—No estoy entendiendo.
—Olvídalo, no tiene sentido. ¿Cómo se te ocurren esas estupideces?
—Pero usted fue el que empezó a…
—Cállate, no me cuestiones.
—Lo siento, señor.
—Te perdono.
—Gracias, señor.
—De nada, gusano.
—Mi nombre es Gusakee, no gusano, señor.
—¿Puedes dejar de hablar, maldita sea? No logro concentrarme.
—Oh, lo siento, señor.
—Te perdono.
—Gracias, señor.
—¡Que ya te calles, Gus!
—Sí, lo siento, señor.
—¡Mierda! ¡¿Cuánto falta para que acabe esto?!
—¿Qué cosa, señor?
—¡Que te calles!
—Oh, es cierto. Lo siento.
—¡CARAJO, GUS!
—…
—…
—…
—Oye…, ¿qué mierda son esos puntos sobre tu cabeza?
—¿Qué punt…? Oh, perdón. Olvidé que…
—¡Ssh! Guarda silencio. ¿No te das cuenta de que algo interesante está por
suceder?
—¿D…?

75
—¡SSH! Ahí viene, ahí viene, puedo sentirlo.
—…
—…
—…
—¡ESTÚPIDOS PUNTOS!

76
CAPÍTULO 4
LA CONDENA DEL DIABLO

XXXIV
—Señor, ya pasó una hora y no se ha movido de su lugar. ¿Está seguro de que
sucederá algo?
—Tienes razón, es una tontería. Creo que estoy un poco cansado… o me estoy
volviendo loco. En fin... Iré por algo para la cena.

Pero justo cuando el diablo dio el primer paso, una cegadora luz entró por la
ventana e iluminó el pequeño y deplorable apartamento. Un segundo más tarde,
El diablo de Estocolmo había caído al suelo, inconsciente; no muerto, sólo
dormido.

—¡¡Señor, levántese!!
—¡Hola, hola! Qué gusto volver a verte…, cariño. Adivina qué descubrí: en
ningún momento del trato prohibiste que una sola persona te buscara. Vengo
sola, bajo mis propios intereses. Bueno, no del todo, lo admito, Rigo me ayudará
en esto; pero ningún gobierno, grupo u organización me ordenó venir. Sólo
somos 2, un grupo es a partir de 3.
—¡Señor, despierte! ¡Esa señora se lo quiere llevar! ¡Despierte, por favor!

Desirée le quitó el dardo del cuello y le dio un beso en la herida. Posteriormente,


alguien más salió del helicóptero y entró por la ventana rota del departamento.

—Ten cuidado, Rigo.


—Lo cuidaré como a mi propia vida —repuso éste, y la cabeza del diablo
terminó golpeando un florero vacío que cayó al suelo y se destrozó de
inmediato.
—¡Que tengas cuidado! Si se despierta antes de que lleguemos… No quiero ni
imaginar qué sería capaz de hacernos.
77
—Este somnífero fue diseñado para dormir a una ballena azul. No creo que…
¡Ups! Se me cayó —se burló Rigo al soltarlo deliberadamente y dejar que de
nuevo se golpeara la cabeza, esta vez en el suelo.
—¡DÉJENLO! ¡DÉJENLO EN PAZ…, idiotas! ¡IDIOTAS! —les gritaba Gus
infructuosamente.
—Deberías de estar agradecido con él. Si no fuera por su existencia, ahora
mismo estaríamos tras de videos de supuestos ovnis editados por niños de 12
años.
—Está bien, te daré la razón en eso. Pero admite que gracias a mí y mis
recursos, por no decir miles de dólares, podrás experimentar todo lo que quieras
con este fenómeno. ¿Quieres que te recuerde de quién es el helicóptero?
—Yo tuve que ponerle el rastreador sin que se diera cuenta. Gracias a mí, tienes
algo más interesante que hacer que jugar videojuegos y crear aplicaciones para
celulares. No te debo nada.
—¡Por favor! ¡Se escondía en el departamento de enseguida! Justo estaba por
buscarlo de nuevo en las cámaras de Tokio cuando regresaste al hangar.
—Mejor olvídalo y vámonos. Si sigo discutiendo con tu cabeza dura, voy a
envejecer más rápido.
—Como quieras.
—No se preocupe, señor, estaré con usted hasta que despierte. Ellos no podrán
verme ni oírme, lo sé.
—¿Uh…? ¿Qué me…?
—¡MIERDA!
—¡PONLE OTRA DOSIS, RÁPIDO!
—¡Agh!
—¡Carajo! Este imbécil por poco…
—¡Señor! ¡Vamos, despierte! ¡Ya casi lo logra!
—¡Encárgate de suministrarle más somnífero cada minuto! Hasta que lleguemos
al laboratorio estaremos a salvo. Recuerda que estamos tratando con el diablo,
tenemos que ser precavidos.
—¿Crees que lo olvidé?

78
XXXV
—Hola, cielo.
—¿D-dónde est…? ¡PUTA MADRE!

El diablo había cambiado. Su cuerpo ahora ardía por dentro.

—No te molestes en molestarte, cariño.


—¡¿DÓNDE ESTOY Y CÓMO ME TRAJERON AQUÍ?! ¡¡ESTÁS
ACABANDO CON MI PACIENCIA, MUJER!! —le gritó en la cara. Su mirada
era tan penetrante como una bala.
—¿En serio? —le preguntó Desirée burlonamente.
—¡N-NO PUEDO DESAPARECER! ¡¿POR QUÉ NO PUEDO
DESAPARECER?!
¡¿QUÉ ME HICIERON, IMBÉCILES?! ¡¿QUÉ DIABLOS ME HICIERON?!
—Estás dormido. Yo sólo soy una huésped en tu… Oh, veo que no se te
dificulta hacer con tus sueños lo que se te plazca... Vamos, Fernando, no seas
dramático. ¿Para qué cambiar mi hermoso laboratorio por…? ¿Qué clase de
fijación tienes con las montañas? ¿Adónde me trajiste? ¿Al Pico de Orizaba? —
le decía Bundy, mofándose a sus anchas.
—¡TÚ! ¡ESTÚPIDA…!
—¡Jojo! Oye, tranquilo, vaquero.
—PAGARÁS… POR TODAS… LAS…
—¡¿R-RIGO?! ¡S-sácame… d-de aquí!
—Nos vemos luego, rarito —se escuchó una voz proveniente de todos lados, la
voz de Rigoberto DeShields en la cabeza del diablo. Éste, atónito, soltó el cuello
de Bundy, y la fémina desapareció en un parpadeo.

XXXVI
—¡Mierda! Parece que ahora sí lo hicimos enojar.
—¿Estás bien?
79
—S-sí…, sí.
—¿Segu…?
—¡Mira! ¡Deprisa! ¡Incrementa la dosis y adminístrale el analgésico más fuerte
que encuentres!
—… ¡¿Y qué haremos cuando ya no lo necesitemos, cuando hayas terminado tu
experimento, eh?! En cuanto lo despertemos, nos matará a todos.
—Estoy pensando en varias alternativas; pero aún no sé cuál podría funcionar
sin comprometer nuestras vidas.
—Supongo que borrarle la memoria es una de esas opciones; mas sabes que no
es tan efectiva, y menos lo será con este idiota. ¿Cuál es la otra?
—Manipular sus recuerdos. Podemos hacerle creer que lo ayudamos de alguna
forma. Mmm… No sé, hacerle creer que el gobierno de Japón rompió el acuerdo
e intentó aprisionarlo para experimentar con él; pero nosotros intervenimos y lo
liberamos.
—Bien, suena convincente. Sin embargo, primero tenemos que estructurar a la
perfección esa mentira. Piensa bien la situación, detalladamente, y yo me
encargo de meterla en su cerebro.
—Espera.
—¿Qué sucede?
—¿Y si no funciona? Su cuerpo es diferente, resiste mucho más que cualquiera.
—Ya llegamos hasta aquí, no hay marcha atrás. Tenemos que intentar algo, lo
que sea, o confiar en que tu conejillo de Indias no explotará el mundo al
despertar.

Desirée suspiró. Se le veía excesivamente preocupada y no dejaba de masajearse


el cuello, pues aunque físicamente el diablo ni siquiera la tocó, el dolor que
sintió mientras estaba en el sueño de éste se había injertado como una pesadilla
que te atormenta incluso después de abrir los ojos.

—Nunca lo había visto tan furioso... Mis especulaciones se fueron al carajo…


No pensé que esto me haría cruzar la raya. ¡Mierda! ¡Lo arruiné, lo arruiné,
maldita sea!
—No se preocupe, señor, yo lo pondré al tanto de todo cuando despierte. Estos
tontos no se saldrán con la suya —le susurró Gus al oído.
El diablo de Estocolmo, por otro lado, gracias a los analgésicos, ahora se

80
encontraba flotando pacíficamente en un sosegado lago.

XXXVII
—¿Cómo van esos recuerdos?
—No me presiones, Des. Este animal se está resistiendo demasiado.
—¡Son códigos! ¡Son unos malditos códigos! ¿Cómo puede ser tan difícil?
¿Quieres que llame a alguien más competente?
—¿En serio, Bundy? ¿En serio me vas a fastidiar sólo porque tu amado no
reaccionó como pensaste? ¿Acaso tengo que pagar por tus malos cálculos,
doctora? —gruñó Rigo, arrojando la silla hacia atrás—. No eres nada sin mí.
—No me retes, Rigoberto.
—El estúpido cerebro de tu estúpido diablo está atacando la inserción… Mira,
para que me entiendas, tengo que hackear su hipotálamo si quiero que su
cerebro reconozca los impulsos nerviosos externos. ¿Sabes lo complejo que es
eso?
—No soy una tonta, niño. Sé lo que tienes que hacer, así que hazlo rápido. No
tenemos un cargamento de somnífero y analgésicos para mantenerlo dormido
toda la eternidad.
—Ya acabaste con la paciencia de él, y estás a poco de acabar con la mía. Te
sugiero que muestres más prudencia si no quieres terminar con la cabeza entre
las piernas un día de estos.

Desirée bufó indignada y le dio la espalda. Un segundo después, regresó la


mirada sobre su hombro, una mirada de arrebatamiento.

—Déjame sola.
—¿Qué?
—Sólo… dame 15 minutos. Tengo que intentar algo.
—Pero los falsos recuerdos no están listos.
—Eso puede esperar.
—¿No me piensas decir qué harás?
—¡Hazte a un lado, Rigoberto! ¡Por el amor de Dios, déjame intentarlo!
81
—¡Pff! Como quieras.
—Rigo…, confía en mí.
—Ese es el problema. Ya he confiado demasiado en ti. Ahora entiendo por qué
mi padre es tan receloso —le decía DeShields mientras caminaba hacia la salida
del oscuro laboratorio—. «Nunca confíes del todo en un poco de carne, hijo. La
carne se pudre con el tiempo y te hará daño si te la comes» —recordó en voz
alta.

XXXVIII
—Despierta, corazón, ya estás a salvo.
—… … … ¿Uh?... … … ¿Q-qué…?
—Dijiste que me encargara de que ningún gobierno, grupo u organización te
busque, atrape y/o delate ante el mundo. Eso hice, cariño.
—N-no recuerdo… nada.
—¡Señor, señor, no la escuche!
—¿Eh?
—¿Qué sucede? —le preguntó Bundy, desconcertada.
—¡Le está mintiendo, señor! ¡Ellos lo raptaron!
—¿Qué estás diciendo, Gus?
—¡Carajo! ¡El niño! ¡Me olvidé del fantasma! ¡Mierda, mierda, mierda! ¡Eres
una tonta, Fernanda, eres una estúpida!
—¡Estábamos en el departamento de Tokio y ellos lo durmieron para traerlo
hasta aquí! —le decía Gus con desesperación.

El diablo dirigió una intranquila mirada al rostro palidecido de Bundy.

—Come esto, guapo. Es como una goma de mascar. Te hará sentir mejor —se
apresuró a intervenir Desirée, metiendo en la boca del diablo una pequeña
pelotita roja. Y unos movimientos de mandíbula después, el diablo habló.
—No es bueno decir mentiras, niño.
—¡Pero, señor, ellos...!
—Ahora lo recuerdo: cuando apareció el helicóptero del gobierno nipón, me
82
inyectaron un somnífero y… escuché muchas palabras asiáticas antes de
quedarme dormido. Luego…, luego desperté en una especie de contenedor lleno
de un líquido muy denso. ¡Me tenían intubado! Ya lo recuerdo. Pero no podía
moverme, sólo podía ver a muchos chinos caminando de aquí para allá con
libretas en las manos y observándome de vez en cuando.
—Y después me viste llegar, corazón. ¿Lo recuerdas?
—Claro... Cuando…, cuando la vi entrar por aquella puerta, sentí que todo
estaría bien.
—¡Nada de eso es cierto, señor! ¡Todos son falsos recuerdos… o algo así! ¡Ellos
los metieron en su cabeza con esa computadora! ¡Lo vi todo!
—Gus, estás a una mentira más de que te corte la lengua. Estoy hablando con la
señorita, no seas irrespetuoso.
—¡Carajo!
—¡Gusakee! ¡No digas groserías!
—No te preocupes por mí, cielo, no puedo escuchar lo que tu amigo dice.
—Es mejor así… Pero, bueno, muchas gracias por ayudarme. Me alegra saber
que cumple con su parte del trato.
—Y me encanta hacerlo.
—Una pregunta: ¿por qué el gobierno de Japón me atacó? ¿No se suponía que
habían llegado a un acuerdo con ustedes y los demás países?
—Eeeh…, cosas de políticos. Pero no te alarmes, cariño, ya lo arreglé todo.
Hice que el emperador firmara tu fuero permanente.
—¡¿En serio?!
—Por supuesto. Un trato es un trato. Además, permíteme explicarte algo: la
goma de mascar que te di contiene un químico que te permitirá alcanzar tu nivel
máximo de enojo sin perturbarte. Con esto podrás expulsar todo tu poder sin
necesidad de perder la paciencia o recibir un disparo. Sólo…, sólo no dejes de
masticarla.
—¡Vaya, muchas gracias!... ¡Y sabe a manzana!
—Exactamente. Parece, se siente y sabe como una goma de mascar sabor
manzana; pero al hacer contacto con tu saliva, te ayudará a ser lo que eres… No
me lo agradezcas, guapo. Ahora vete, ya eres libre.
—¡Perfecto! —exclamó muy sonriente—. Empieza a caerme bien, eh —le
susurró a Desirée, guiñándole un ojo—. ¿Nos vamos, Gus?
—¡NO! N-no puedo creerlo… ¡U-usted váyase! ¡No quiero saber nada de usted!

83
—Bien —asintió el diablo sin inmutarse.
—Hasta luego, cariño.
—Hasta… pronto, señorita —se despidió con una coqueta sonrisa, y desapareció
luego de masticar un par de veces más aquella aparente goma de mascar roja.
—Muy pronto, más de lo que te imaginas —se regocijó Bundy.

XXXIX
—Qué niño tan raro, ¿por qué no habrá querido venir? Bueno, da igual, ya se le
pasará —se decía El diablo de Estocolmo recostado en su cama—. Oh, un
momento. Los gobiernos saben dónde vivo. Este departamento ya no es seguro
para mí… Mmm… ¿Adónde iré ahora? ¿Tombuctú? ¿Moscú? ¿Dubái?
¿Bácum?... Qué difícil decisión… Tal vez será mejor que vaya a Bác…
—¡No! —lo interrumpió Gus, apareciendo de pronto, con el rostro tan rojo
como un tomate.
—¡Gusakee! ¿Cómo apareciste?
—N-no lo sé… Yo sólo… ¡Wuau! ¡P-puedo desaparecer y aparecer!
—¡Oye! Bien por ti. No sabía que las almas podían hacer eso; pero qué bueno
que lo lograste.
—¡Sí! ¡Es geni…! ¡No, espere, olvídelo! ¡Entre a mis pensamientos! ¡Rápido!
—¿De qué hablas?
—¡Tuve una idea! ¡Tiene que poder entrar a mis pensamientos! ¡Usted es el
diablo, tiene que poder hacerlo!
—N-nuca lo he intentado —admitió algo confundido, sin dejar de jugar en su
boca con la goma de mascar.
—¡Ya escupa esa porquería! Le mintieron, sólo es sedante comestible. Mejor
entre en mi mente. ¡Inténtelo! ¡Vamos!
—Bueno, ya que insistes… … … —Y después de aquello, el diablo ya no era el
mismo—. ¿Qué…? ¿Q-qué… significa…? ¡¡ESOS HIJOS DE PERRA!! ¡¡SE
ATREVIERON A METERSE EN MI CABEZA!! ¡AHORA MISMO ME…!
—¡Cómo lloras, marica!
—¿Eh? ¡¡AAAGH!!... … … ¿Quién mierda…?
84
Algo había sucedido en aquella vieja habitación, algo había aparecido en aquel
desolado departamento.

—¿No me recuerdas?

El diablo, desde el suelo, con la mandíbula casi dislocada, entornó los ojos y por
fin lo reconoció.

—¡Gabriel! —gruñó, observando con atención y un poco de desconcierto la


marca negra que aquel sujeto llevaba en su pecho descubierto: una cruz invertida
con una guadaña enroscada.
—El mismo; pero más vivo que nunca.
—¿P-pero c-cómo…?
—¿Qué? ¿Tienes miedo?
—Por favor, no me hagas reír —se burló el diablo, y escupió la goma de mascar
al suelo. Un parpadeo después, Gabriel recibió un derechazo y atravesó, sin
tocar, la pared del edificio—. ¡Gus, vete de aquí! ¡Este idiota…! ¡No sé lo que
pasó; pero sé que no es nada bue…! ¡AGH! ¡IMB-BÉCIL! ¡ESO SÍ ME
DOLIÓ, ESTÚPIDO! —le gritó el diablo al caer de espaldas, luego de recibir un
gancho en la barbilla.
—¡Ven por mí, perra! —bufó Gabriel, arrojando uno de sus dientes
ensangrentados al piso.

Gusakee era su rehén.

—¡NO! ¡DÉJALO! ¡ÉL NO TIENE NADA QUE VER EN ESTO!


—¡Ah! Así que «El idiota de Estocolmo» tiene un pequeño amiguito. ¿Quieres
que lo deje en paz? Entrégame tu alma.
—¿Mi alma? ¡JA! ¡Vete al diablo! —se mofó este mismo, y apareció frente a
Gabriel para tomarlo del cuello, alzándolo hasta el techo—. ¡Dime quién mierda
te dio ese poder! —le ordenó, estrangulándolo.
—¡Ja…, ja…, ja!
—¿Qué es tan gracioso, idiota?
—Q-que… ¡AGH! Que al p-parecer n-no te imaginas el p-problema en el que…,

85
en el que te metiste. ¡Desafiaste a la muerte y eso sólo se puede pagar de una
forma!

Gabriel se liberó propinándole una patada en el pecho. De pronto, una densa


oscuridad se apoderó del edificio entero. El diablo empezó a recorrer el lugar
con la mirada, alarmado.

—Gusakee, es hora de que te vayas —le susurró, evidentemente nervioso.


—Pero, señor…
—Vete. Yo me encargaré de esto.
—No lo dejaré solo, señ…
—¡Mierda, Gus! —gruñó el diablo entre dientes, exasperado. Y justo cuando
aquella intrigante oscuridad estaba por llegar a sus pies, El diablo de Estocolmo
y Gusakee desaparecieron.

XL
—¿Q-qué…?
—Cuando te quedes solo, quiero que comiences a caminar sin rumbo, sin pensar
hacia dónde, sólo camina. No sé cómo nos encontraron; pero no me extrañaría
que puedan leer nuestros pensamientos.
—¿Adónde irá?
—Iré a distraerlos y averiguar quién me está buscando. Ese imbécil no pudo
haber obtenido tanto poder solo. Alguien lo está…
—La muerte —musitó Gusakee, temeroso.
—Te buscaré cuando esto acabe.
—¡Señor…!

XLI
—¡Hola! Bienvenidos. Disculpen la interrupción. ¿Gustan una tacita de té?
86
—Llegas justo a tiempo para servirnos —se regocijó Gabriel, sentado
plácidamente sobre la vieja cama, con las piernas cruzadas. Detrás de él, la
oscuridad tomó forma.
—Es un gusto conocerte, Fernando… Qué curioso, debí de haberlo hecho hace
mucho
tiempo; pero, oh, sorpresa, jamás llegó el momento, por más herido que
estuviste… o por más muerto. ¿Cómo lo hiciste? —le preguntó un extraño ser,
casi inapreciable, casi indescriptible…: inefable.

Parecía ser sólo un largo y delgado bulto, como un velo negro, una estela de
humo, una densa oscuridad, un agujero bruno, un vacío en la nada o un espacio
lleno. Apenas se lograba distinguir dónde estaba su cabeza. Sus ojos eran
blancos como tenues luces a punto de extinguirse, como el último instante de
una luz consumiéndose a falta de energía, de vida.

—¿Tú también quieres una maldita entrevista?


Gabriel desapareció, iracundo—. Esta vez no me tocarás, idiota —gruñó El
diablo de Estocolmo, deteniendo el puño de su rival a centímetros de él.
—Entonces lo haré yo —susurró la muerte, y el diablo quedó inconsciente a la
distancia, sin ni siquiera haber sido tocado.

XLII
—Buenos días, dormilón —le habló Gabriel antes de golpearlo en el abdomen
con todas sus fuerzas.

El diablo se hallaba colgado de las manos en un árbol marchito. La noche estaba


sobre ellos, y la Luna llena sobre la noche.

—¿Q-qué…, qué quieren de mí? —les preguntó el diablo, jadeando. Ya su torso


desnudo se veía muy lastimado, como si lo hubiesen golpeado una y otra vez
mientras estaba desmayado.

87
—¿Yo? Yo sólo divertirme un poco. Mi señor, la muerte, creo que quiere algo
más — repuso Gabriel, y le golpeó las piernas con una rama vieja del suelo.
—¡AAGH!
—Detente unos momentos, Gabriel.
—Como usted diga, mi señor.
—Fernando, Fernando, Fernando... ¿De dónde saliste?
—De las piernas de mi madre, supongo —bromeó el diablo con una risa
entrecortada por la sangre en su boca.
—Muy gracioso, sí, muy gracioso —contestó la muerte, impasible por dentro y
por fuera—. Permíteme confesarte algo: ya intenté matarte; pero no pude.

El diablo rio; sin embargo, una piedra golpeándole la sien detuvo de inmediato
su burlona risa.

—Lo siento… Es broma, no lo siento —se mofó Gabriel, apoyado en otro


marchito árbol de aquel sombrío bosque.
—Por favor —habló la muerte, pidiéndole que se comportara—. Fernando, mi
conocimiento es más grande que aun el del ser más inteligente de esta realidad
insignificante; no obstante, ignoro por alguna razón tu verdadera procedencia,
incluyendo la de tus poderes… Como recompensa…, te concederé el honor de
unirte a mis filas para que realices mis quehaceres.
—¡¿QUÉ?! —saltó Gabriel, incrédulo.
—Sin embargo —continuó la muerte—, tendrás que pasar ciertas pruebas.
—No me interesa el trabajo, gracias —escupió el diablo junto con un poco de
sangre.
En eso, se escuchó un disparo que atravesó la frente de Gabriel. El diablo de
Estocolmo empezó a reír cuando notó que éste ni siquiera parpadeó—. ¿No eras
alérgico a mis balas?
—Ya no puedes acribillarme, imbécil —se jactó Gabriel mientras su rival volvía
a guardar la escuadra blanca tranquilamente, pues las sogas que antes sujetaban
sus muñecas, ahora se encontraban calcinadas.
—Oigan, ¿era necesario destrozarme la camisa? La acababa de comprar —bufó
teatralmente enojado, y apareció otra camisa idéntica con tan solo sacudir un
poco su lívida mano—. ¿Ya me puedo ir?
—No —repuso la muerte—. Veo potencial en ti. Te unirás a mí aunque no lo

88
quieras —sentenció. De pronto, la oscuridad que conformaba su cuerpo se
movió de tal manera que una delicada hebra negra tocó el pecho todavía
descubierto del diablo, y le tatuó la misma marca que portaba Gabriel.
—¿Entonces iba en serio?... ¡Maldición! ¿Por qué obligar a alguien a que haga
lo que quieres sólo porque crees que tiene potencial? ¡Qué molesto eres!

Gabriel soltó una risa a secas, volteando los ojos.

—Ahora que eres parte de mi ejército, tu primera encomienda será enviar a mi


inframundo a las almas que has dejado en la Tierra.
—¡No! ¡Dije que no haría lo que tú quieras! ¡Gusakee se queda conmigo, he
dicho!
—El niño me pertenece. No puedes ir en contra de la naturaleza. Naces, vives,
mueres. El niño ya murió, es hora de que esté con los demás muertos.
—¡No!
—Fernando...
—¡No! Gabriel también era un alma en pena gracias a mí, y, sin embargo, lo
dejaste quedarse.
—Decidí dejar a Gabriel aquí para que pudiera buscarte y vengar su
interrumpido descanso que por naturaleza se merecía y que tú le arrebataste.
—¡Eso no es justo! ¡Exijo justicia! ¡Quiero a mi mascota conmigo para siempre!
—El niño no es una mascota, Fernando.
—¡Sí lo es! ¡Me sigue a todos lados y me da la pata si se lo pido! ¡No juzgues a
mi mascota sólo por ser un humano, maldito racista de mierda!
—Eres… irritante —suspiró Gabriel, impaciente.
—Mmm… … … ¡Lo tengo! Déjame conservar a Gus y te daré otra alma a
cambio.
—No hay alma en este planeta que me importe más que otra. Todas me
importan lo mismo, Fernando.
—Te equivocas —El diablo de Estocolmo sonrió ampliamente—. Deseas mi
alma, lo veo en tus… Bueno, si tuvieras ojos, sé que podría ver en ellos tu
deseo.
—… … …Interesante…, interesante, muy interesante... ¿En verdad eres capaz
de entregarme tu alma sólo para preservar la del niño?
—Sin dudarlo… ¿Nos vamos ya? Quiero conocer el paraíso.

89
—Claro.
—¡¿Qué?! ¡¿Así de fácil?! —exclamó Gabriel, atónito, desconcertado—. ¿Tanto
alboroto para vencerte tan rápido? ¿En serio te entregarás para dejar que aquel
mocoso se quede en la Tierra, siendo que podría estar mucho mejor en el
paraíso?
—Sí —repuso el diablo de inmediato—. No obstante —se apresuró a decir
cuando la muerte extendió su brazo de oscuridad para tomar el suyo—, lo
haremos a mi modo, con un trato: te entregaré mi alma para que me lleves a
conocer por fin el paraíso a cambio de permitir que Gusakee Yomimoto sea un
alma libre por toda la eternidad y sólo pueda morir plenamente cuando yo lo
decida. ¿Trato hecho?
—¿Cambiar el alma del mismísimo diablo de la humanidad por la insignificante
alma de un tonto niño? ¡JA! ¡Trato hecho! —contestó resueltamente la muerte.

Un parpadeo más tarde, El diablo de Estocolmo apareció junto con su enorme


sonrisa en un lugar totalmente diferente al viejo y sombrío bosque en el que
antes se encontraban.
Enseguida de él se hallaba un perplejo Gabriel y una satisfecha muerte.

—¿Q-qué…, qué le p-pasó a mi marca? —inquirió Gabriel, aterrado.

El diablo bajó la mirada y notó que en su pecho tampoco estaba su tatuaje


nuevo.

—Gabriel, encontraste a Fernando y lograste tu venganza. Fernando, decidiste


morir a cambio de tu amigo…
—Mascota.
—Ninguno de los dos necesitará el poder que antes estuve dispuesto a darles.
Vayan, pues, a descansar por toda la eternidad. El paraíso les pertenece ahora.
—Gracias; pero mejor regresaré a la Tierra. Esto se ve muy aburrido… El
ambiente está demasiado muerto.
—No podrás hacerlo, me entregaste tu alma, Fernando. Por fin has muerto, le
perteneces al paraíso, a la muerte.
—No, amigo mío, no. El trato era: «Te entregaré mi alma para que me lleves a
conocer por fin el paraíso». Jamás dije que aceptaría morir ni quedarme

90
eternamente aquí. Claramente dije que me llevarías a conocer por fin el paraíso.
Pues ya me trajiste hasta acá, ya lo conocí, y ahora volveré a mi hermosa,
mundana e inmunda vida en la Tierra. Como podrás notarlo, fuiste un estúpido...
Gabriel, tú también. ¡Hasta nunca!
—¿Q-qué? ¿C-cómo…?
—¡MALDITO HIJO DE PERRA! —gritó el alma de Gabriel cuando el diablo
desapareció de aquel blanco, vacío e inefable lugar: el paraíso.

XLIII
—¡Jaja! Pobres ilusos. Nadie le gana al diablo…, nadie…, nunca…, nadie,
nunca, nadie, nunca, nadie, nunca… —canturreaba en sus pensamientos—.
Mmm…, ¿dónde estará ese tonto de Holm? —se preguntó después mientras
caminaba tranquilamente por la nada, intentando ver algo más que eso—.
¡HOOOOLM!
—¿Me llamaste?
—¡Oh, mierda! ¡Carajo, Holm, me asustaste!
—¡Jaja! ¡Diablo! ¡Qué gusto verte! ¿Qué haces aquí? ¿Moriste?
—¿En serio te da gusto verme? Eeeh, no, no morí. Es una larga historia.
—¡Claro que me da gusto verte! ¡Gracias a ti, ahora estoy aquí! Este lugar es
genial: lleno de abundancia, tranquilidad, felicidad. Aquí no necesito drogas,
alcohol, sexo, ¡nada! ¿No es grandioso? ¡Mira, mira! ¿Ves ese árbol de allá? ¡Da
chocolates!
—¿Cacao?
—¡No! ¡Da chocolates, chocolates de verdad! En ese árbol crecen chocolates de
leche, chocolates con nuez, chocolate amargo, chocolates con avellanas,
chocolate blanco,

91
chocolate con chocolate, etcétera. ¡¿Verdad que es genial?!
—¡Vaya, sí!... ¿Qué árbol? No veo ningún árbol.
—¿Cómo que no ves ninguno, diablo? ¡El árbol de allá!
—Mmm… No, no veo nada. Creo que te volviste loco. Aquí no hay
absolutamente nada.
—¡Pero si estamos en el paraíso! ¡Mira, allá está mi familia! ¡Hola, mamá,
papá! ¡Él es el amigo del que les hablé!
—Holm…, allá no hay nadie —susurró el diablo, desconcertado.
—Debes de estar bromeando, hermano —repuso Holm entre risas—. Siempre
fuiste muy gracioso. Pero, bueno, ya tengo que irme. Nos vemos luego, amigo.
¡Esperaré con ansias esa larga historia de cómo llegaste aquí! ¡Hasta pronto! —
se despidió eufórico, sacudiendo su mano en el aire.

El diablo, aterrado, vio cómo Holm se perdió a la distancia, en la nada, y decidió


que era hora de regresar a la Tierra.

—Este lugar es una locura —musitó conmocionado—. Un momento —pensó—.


¿Estará ella aquí?… … … N-no, no, mala idea. Mejor me voy.

XLIV
—¡Señor!
—¡Ey! ¡Hola, Gus!
—¿Dónde estuvo todo este tiempo?
—… Es una larga historia. ¿Quieres oírla? Bien, te la contaré: todo empezó hace
algunas semanas, cuando conocí a un tipo que quería violar a una… —Y se lo
contó.
—¡Vaya! ¿En verdad pudo engañar a la muerte? Oh, espere…, ¿soy su mascota?
—¡Y entonces me dijo que había un árbol de chocolate! Me hubiera encantado
verlo… Qué extraño, ¿no? ¿Por qué crees que no pude ver nada?
—Eeeh…, no lo sé. ¡Ah! Una vez leí en un libro que, y cito: «Los ojos de un
vivo jamás podrán ver lo que los ojos de un muerto ven».
—¿En serio? ¿Quién fue el imbécil que escribió eso? Bueno, como sea. ¿Sabes
92
qué haremos ahora que nos deshicimos de la muerte?
—¿Qué cosa, señor?
—¡Ir a matar a los que me secuestraron! Gus, toma tus cosas, nos mudaremos un
tiempo a Canadá.
—Pero ya no tengo nada.
—Perfecto. Así nos largaremos de aquí más rápido. ¿Estás listo?
—¡A la carga!

XLV
—¡Toc, toc! —exclamó el diablo al abrir la puerta de una patada.
—¿Quién es? —preguntó Gus.
—¡MIS PUTAS BALAS! —repuso El diablo de Estocolmo, gritando, jalando
gatillos, quemando cartuchos, disparando a quemarropa, a diestra y siniestra;
destrozando todo lo que veía a su paso.

La acribillación («Acción y efecto de acribillar» ¡Daah!... ¡¿Me estás leyendo,


RAE?! Incluye esa maldita palabra en tu diccionario. ¡Carajo!... … … Por favor,
¿sí?) duró un minuto entero. Cuando todo terminó, el diablo notó que no había
nadie en aquel laboratorio.

—Qué extraño —susurró Gusakee.


—¡Gus! ¡Dijiste que recordabas dónde me habían tenido secuestrado!
—¡Sí, sí! ¡Mire, allí está la camilla! Pero… parece que se fueron.
—No hay absolutamente nada ni nadie, gusano.
—Tal vez imaginaron que se daría cuenta de todo y decidieron esconderse,
señor.
—Bien pensado —atajó el diablo chasqueando los dedos—. Mmm… ¿Dónde se
habrán metido? ¡Gus! Si tu fueras un idiota que secuestró al diablo y tienes
miedo de que éste te encuentre, ¿dónde te esconderías?
—Yo… Mmm… Tal vez… Mmm… Podría ser…; pero… ¡Lo tengo! ¡En
Tokio! ¡En el departamento del diablo!
93
—¿Qué? ¿Por qué harí…? ¡Ooooooh! Entiendo... ¡De vuelta a Tokio!
—¡A la cargaaaa!

XLVI
—¡Toc, toc! —exclamó el diablo al abrir la puerta de una patada.
—¿Quién es? —preguntó Gus.
—¡MIS PUTAS BALAS! —repuso El diablo de Estocolmo, gritando, jalando
gatillos, quemando cartuchos, disparando a quemarropa, a diestra y siniestra;
destrozando todo lo que veía a su paso.
La acribillación duró un minuto entero. Cuando todo terminó, el diablo notó que
no había nadie en aquel departamento—. ¡Mierda, Gus!
—Pensé que usarían su idea.
—Una excelente idea, por cierto. Pero al parecer no son tan inteligentes como
yo… ¿Dónde estarán esos dos?

XLVII
—Te dije que no nos encontraría.
—Lo admito, sí, esta vez estuviste a un paso adelante del diablo, Rigo.
—Fue fácil. Tal vez pueda aparecer en cualquier lugar que pase por su cabeza;
pero jamás pensará que estamos en un laboratorio bajo el agua.
—Lo…, lo siento, Rigoberto. Fui una tonta, no debí tratarte así. Tú…
—Está bien, olvídalo —DeShields esbozó una indulgente sonrisa.
—¿Le contarás todo a Aaron?
—…
—Rigo, entiendo que…
—Apártate, por favor, Des. No hagas esto más difícil. Mi padre corre peligro en
Canadá, tengo que contarle todo y traerlo aquí.
—Rigo, sólo déjame…
—No…, Des…, no lo… hagas.
94
—Déjame hacerlo. Quiero… agradecerte… por todo.

Lo besó.

XLVIII
—¿Y qué haremos ahora, señor?
—Mmm… … … No lo sé... … … ¿Será que ellos…? ¿Tienes hambre?
—¡Sí…! Ah…, no, no tengo. Olvidé que…
—Ya te acostumbrarás. Vamos, acompáñame por una pizza.
—¿Adónde iremos?
—¿Adónde? ¡A Italia! ¿Adónde más?
—¡Genial!

XLIX
—Bienvenido a Nápoles.
—Nápoles…
—En Nápoles, Italia, nació oficialmente la pizza… ¡¿Quieres ir a la primera pizzería
del mundo?!
—¡Siiií!
—Pues no sé dónde está. Mejor vamos a otra. De cualquier forma, tú no conseguirás
probar la pizza.
—Oh…, está bien.

L
—¿Está rica la pizza, señor?
—¡Carajo! ¡Esta pizza está deliciosa!
—… Me alegro por usted, señor.
95
—¡¿Deliciosa?! ¡Quise decir exquisita! ¡Por un demonio, es perfecta! ¡Oh, qué
pizza tan sublime! ¡Este queso, esta salsa, esta masa! ¡La comería todo el dí…!
¡¿Qué…?!
¡Demonios! ¡¿Qué mierda es esto?! —gritó encolerizado. Después bajó la voz
para dirigirse sólo a Gusakee—. Mira y aprende… ¡¿Cómo es posible?! ¡Esto es
una burla! ¡Una estúpida burla! —Y al levantar la última rebanada de pizza que
quedaba, apareció una zarigüeya muerta en su plato—. ¡MESERO! ¡VEN ACÁ!
—¿Qué necesita, caballe…? ¡Oh, mierda! ¡¿Qué es eso?!
—¡Yo me pregunto exactamente lo mismo! ¡¿Por qué hay una zarigüeya en mi
comida?!
—Y-yo… N-no… N-no es p-po… P-pero…
—¡No pienso pagar ni un centavo por esta pizza! ¡Me largo de aquí! ¡Todo el
mundo se enterará de esto en redes sociales! ¡Son unos cerdos asquerosos!
—N-no se preocupe, s-señor. Le pido una d-disculpa por…
—¡Adiós! ¡Pizzería tercermundista!

LI
—¿Cómo lo hizo?
—Es un viejo truco. Primero les elevas el ego con halagos, y luego provocas que
se sientan apenados por algo que no cometieron, pero que creen que sí. Eso te
asegurará que no sospechen de un posible fraude de tu parte. Psicología básica
—se vanaglorió—. Lo admito, no siempre funciona; pero corrimos con suerte
hoy, Gus, no tengo nada en los bolsillos. Será mejor que haga algo al respecto,
no se puede ir por esta vida sin dinero en mano.
—¿Irá a conseguir más dinero, señor?
—Sí. Te enseñaré cómo asaltar sin sufrir represalias. Mira, ese sujeto de allá
será mi víctima.
—¿Cómo escoge a sus víctimas, señor?
—Intuición, a veces improvisación, no lo sé. Por ejemplo, ese de allá me lo dijo
su cara: pide a gritos que alguien lo estafe… o lo golpee. Sígueme y pon
atención.
—Sí.
96
—¡Oye, tú!

El joven, de aproximadamente 20 años, volteó sobre su hombro y se detuvo.

—¿Yo?
—Sí, tú. ¿Esto es tuyo? —le preguntó el diablo, mostrándole un billete de 500
euros que había aparecido en su mano un pestañeo antes de hablarle al
muchacho—. Creo que lo vi caer de tu pantalón mientras caminabas.
—E-eh, sí…, sí, muchas gracias.
—Oye…, espera un momento. ¿Me estás mintiendo?
—No, no, sí es mío.
—¿Por qué estás tan nervioso?
—S-sólo estoy feliz por haber recuperado mi dinero. G-gracias.
—No, mientes. Este billete no es tuyo, ¿verdad?
—¡Te lo juro, te lo juro, es mío! Lo acabo de retirar de un cajero automático.
—Mira, vamos a hacer algo: sigo sin creer que este billete sea tuyo. Quizá se le
cayó a otra persona, así que podría quedármelo para comprarme algo… Pero te
lo daré.
—¡¿En serio?! Q-quiero decir…, sí, sí, claro, me pertenece.
—No obstante…
—¿Qué?
—A cambio, me llevaría un mal sabor de boca por pensar en la posibilidad de
que me estés mintiendo y haber perdido 500 euros. Si me das algo de lo que
traigas en tus bolsillos, me iré más tranquilo y tú te llevarás este billete. Ya
quedará en tu conciencia si mentiste o dijiste la verdad.
—¡Oh, sí, sí! Tengo… Mmm… 32…, 47…, ¡66 euros! Toma, quédatelos.
—¿Sólo 66?... ¡Bah! Está bien. No pareces tan mal muchacho. Confiaré en que
tus padres te enseñaron a ser un hombre honesto.
—¡Claro! Gracias por devolverme mi billete. ¡Hasta luego!

Y aquel joven se alejó.

—Estúpido rarito. ¿Lo viste, Gus?


—Eso fue gracioso —le dijo el chico, reprimiendo una carcajada con las manos.
—¿Ves qué fácil es conseguir dinero? Aquel idiota obviamente prefería perder

97
unos cuantos euros que 500. Lo que nunca se imaginó el muy imbécil fue que
era un billete falso, así que no sólo quedó como un maldito embustero, sino que
sus mentiras le costaron 66 euros... Pan comido.
—Señor…, una pregunta: si puede aparecer lo que sea y apareció la zarigüeya y
ese billete falso en su mano, ¿por qué no creó algunos billetes reales para
ahorrarse problemas?
—Oye, no, eso está mal, es como lavado de dinero, como un delito. Deja de
pensar así, Gus.
—Lo siento, señor.
—Te perdono. Además, para aclarar, todavía no puedo aparecer lo que sea,
solamente cosas pequeñas. En fin… Vayamos por más diversión.
—¿Adónde iremos ahora?
—Necesito una computadora.
—¿Comprará una con el dinero que consiguió?
—No, obviamente no. ¿Alguna vez has visto una computadora de 66 euros? Por
favor, Gus, no digas tonterías. Con este dinero compraré un automóvil
deportivo.
—¡¿Un automóvil deportivo?!
—¡Jaja! ¡Qué ingenuo! Claro que no, sólo estoy bromeando.
—Oh…
—Pero lo que sí necesito conseguir, sea como sea, es un submarino.
—… … … ¿Esa es otra de sus bromas?
—No, en verdad necesito uno. Sospecho que Bundy y Rigo se esconden bajo el
mar.

Pero mientras El diablo de Estocolmo y su fiel mascota caminaban en busca de


una biblioteca, alguien se acercó a ellos. Era un hombre de corta edad, tenía el
semblante trastornado, la mirada trémula como sus manos, encorvaba la espalda
y llevaba un arma escondida en el pantalón.

—B-buenas tardes, señor.


—Buenas tardes, joven. ¿En qué le puedo ayudar?
—Necesito…, necesito que me dé todo lo que tenga.
—¿Disculpa?
—E-esto…, esto es u-un asalto, señor. Por favor, no quiero hacerle daño, s-sólo

98
deme lo que lleve en sus bolsillos —sollozó.
—¿Estás… tonto? ¡Vete de aquí, idiota! —lo reprendió el diablo, despojándolo
de la pistola con un fugaz movimiento.
—L-lo siento, lo siento, no dispare, por favor.
—¡Largo! ¡Y busca un trabajo, maldito holgazán! —le gritó, arrojándole la
pistola (ya sin balas) en la cabeza.
—Ese sujeto se veía muy asustado, señor —opinó Gus cuando se quedaron
nuevamente solos y volvieron a lo suyo: caminar.
—Estos jóvenes de ahora sólo buscan el camino fácil. Qué vergüenza —pensó el
diablo en voz alta, exasperado—. Nunca seas como esos estúpidos, Gus.
—Ya no puedo serlo, señor, estoy muerto.
—Ah…, tienes razón. Sigue caminando.

LII
—¡Vaya! ¿Esto es una biblioteca?
—Así es. ¿Nunca habías entrado a una?
—No, nunca. ¡Qué bonita es!
—Pero no grit… Ah, olvídalo, nadie puede escucharte.
—¿Y cómo encontrará un submarino aquí, señor?
—Aquí no encontraré el submarino, encontraré la computadora que me
permitirá buscar el submarino.
—Oh, genial.
—¿Sabes usar una computadora?
—N-no…, nunca he usado una —confesó Gus, apenado.
—¿Te gustaría usar esa de…? Ah…, olvídalo, recordé que estás muerto.
—Esto de estar muerto comienza a ser un poco aburrido, señor.
—¿Sabes por qué piensas eso? Porque no le has sacado provecho a tu condición.
—¿Y qué podría hacer estando muerto? No puedo comer, no puedo dormir, no
puedo tocar nada. Esto apesta.
—Pero no puedes oler, Gus, estás muerto.
—¡En sentido figurado!

99
—¡No me grites, gusano!
—Oh, lo siento, señor, me exalté.
—Te perdono.
—Gracias, señor.
—De nada… Mira, tú puedes desaparecer y aparecer en cualquier lado, ¿no?
Eso no lo pueden hacer los vivos… También puedes atravesar cosas, volar, estar
en cualquier planeta…,
—¡¿Volar?!
—Obviamente, Gus. ¿Qué clase de muerto no puede volar?
—¡¿A cualquier planeta?!
—¡Pff! ¿Alguna vez he dicho mentiras?

100
CAPÍTULO 5
VIVA LA MUERTE

—¿Y p-puedo…, puedo ir a la Luna?


—Eeeeeeh… Claro. Te esperaré aquí.
—¡Genial! ¡Muchas gracias, señor!
—Sí, sí, sí. De nada. Adiós. ¡Uff! Por fin me deshice del niño.

Y en cuanto Gusakee desapareció, el diablo encendió la computadora, entró a


navegación privada y buscó aquello que todo hombre busca en internet cuando
está completamente solo… … …: «#VentaIlegaldeDinosaurios».
El diablo de Estocolmo se inclinó en la silla para esperar respuestas. Sólo
tardaron un par de segundos en llegar.
«¿En qué te podemos ayudar?», apareció en una ventana negra emergente.
«Necesito de LA Venta Ilegal de Dinosaurios. ¿Dónde puedo encontrarlos?»,
escribió el diablo. «Nosotros te encontraremos», le respondieron. Medio minuto
después, otro mensaje apareció en la pantalla: «Sal de la biblioteca, te estamos
esperando en el callejón de la avenida adyacente».

El diablo desconectó la computadora, se puso de pie y apresuró el paso hacia la


salida.

—¿Se va tan pronto, joven? —le preguntó la anciana encargada.


—Mi computadora tiene Un Virus Amiba. Me largo.
—Oh…, lo sentimos mucho —susurró la anciana, y colocó un pequeño costal
blanco sobre el escritorio.
El diablo lo tomó discretamente y se fue.

LIII
101
—Detente ahí, no te acerques demasiado. ¿Tienes la UVA?
—Aquí está.
—Bien… ¿Qué deseas?
—Encontrar a alguien.
—Di su nombre.
—Fernanda Desirée Bundy.
—Bien… Recibirás la información dentro de un máximo de 12 horas. «La VID
es vida. La VID está contigo. Pronto recibirás noticias de La VID». Adiós.

Luego de aquello, el encapuchado de negro arrojó algo al suelo, lo cual provocó


un cegador destello que no le permitió al diablo ver adónde se fue aquel par de
extraños sujetos.

—¡Jojo! Qué muchachos tan dramáticos… Me caen bien —rio, y dio media
vuelta para regresar caminando a la biblioteca; no obstante...
—¿Quiénes eran, señor?
—¡Ay, cabrón! No aparezcas así, Gusakee.
—Oh, lo siento, señor.
—Te perdono… Oye, ¿por qué no estás en la Luna?
—No pude llegar —repuso Gus frunciendo el ceño.
—¿No? ¿Por qué?
—Yo qué sé —bufó Gus, enojado.
—¡Ey! No me hables en ese tono.
—… Lo siento, señor —contestó Gus casi a regañadientes.
—Te perdono.
—Gracias, señor.
—De nada, Gus. Mierda, cada vez está más implacable... Creo que será mejor
que…
—¿Y con quiénes hablaba, señor?
—Con… unos viejos amigos… ¿Sabes? Tienes razón. Eso de estar muerto
apesta. Te regresaré a la vida.
—¡¿En serio?!
—¡NO! —se escuchó una aguardentosa voz, como un trueno. Una nubosidad
impenetrable se había apoderado del cielo. Las tinieblas habían caído desde las
nubes, y en medio segundo tocaron suelo—. Evades la muerte…, impides que
102
almas inocentes tengan su merecido descanso…, me engañas…, te burlas de mí
y… encima… pretendes revivir a alguien. ¡No! ¡No, no y no! ¡NO! ¡NUNCA
TE LO PERMITIRÉ! ¡Te condeno, Fernando Luciani Sansixto, a servirme
como nadie más me ha servido a lo largo de esta efímera eternidad! ¡AHORA
TÚ SERÁS LA MUERTE!
—Yo no quiero ser la muerte —respingó de inmediato el diablo, buscando el
origen de aquella voz entre los rayos del oscuro firmamento.
—Aunque no lo quieras, tomarás mi lugar hasta que perdone tu osadía vulgar.
—¡Pues no, no y no para ti también! ¡Estoy buscando a alguien! ¡No puedo
distraerme con otras cosas!
—Sé a quiénes buscas. Están escondidos en un laboratorio submarino en el
océano Pacífico.
—¡Sí! Lo sabía —se vanaglorió el diablo, agitando el puño.
—Pero no irás a ningún lado —lo detuvo la muerte, apareciendo frente a él,
cuando se disponía a desaparecer.

De pronto, la mirada del diablo cambió, sus pupilas se dilataron


desmesuradamente, su ropa se tiñó de tinieblas, su lívida piel se cubrió de
marcas negras, y en su pecho se dibujó el mismo símbolo de la cruz invertida
con la guadaña; sin embargo, en esta ocasión aquella marca se formó con la
sangre de su cuerpo.

—S-señor…, ¿se encuentra bien?


—¿Qué es… esto? —susurró El diablo de Estocolmo con una mirada
conturbada.
—Cada vez que alguien esté en peligro, sentirás unas incontrolables ganas de
estar cerca. Cada vez que alguien sea demasiado feliz, sentirás unas
incontrolables ganas de probar su fortaleza. Cada vez que alguien te quiera a su
lado, sentirás unas incontrolables ganas de abrazarlo —recitaba aquella silueta
negra: la muerte—. De ahora en adelante, sentirás lo que yo siento, harás lo que
yo hago, existirás como yo existo. —Y al término de esas palabras, las tinieblas
desaparecieron.
—Señor…, señor…, ¿me escucha?
—¡Ssh! Gus, calla. Los vas a asustar.
—¿De qué habla, señor?

103
—Allá, allá y allá también… ¡Mira! Allá, allá, allá y allá. ¿No lo ves? ¿No lo
ves? ¿En verdad no lo ves? Mira allá, esos dos. Ve al de allá y a ellos. ¿Los ves
a todos? Los de allá, allá, aquel y ellas. También allá y los de por allá. Y allá,
esos de allá también…

Los ojos del diablo se movían frenéticamente.

—Sólo veo personas caminando, señor.


—Todas ellas están a punto de morir.
—¡¿Todas?! ¿Cómo lo sabe, señor?
—N-no lo… sé… Yo sólo…

Y en eso…, una explosión.


En tan solo un parpadeo, decenas de personas terminaron calcinadas, edificios
enteros se convirtieron en nada, las avenidas pasaron de ser elegantes calzadas a
un descomunal cráter repleto de almas. En aquel sitio, a unos cuantos metros del
diablo y su fiel compañero, una bomba nuclear había sido detonada; pero
ninguno de los dos anteriores se vio afectado en lo más mínimo, pues ni el
diablo ni su pequeño amigo estaban, de ninguna forma, vivos.
Una decisión fue lo que separó a El diablo de Estocolmo de una insoportable
agonía aquella tarde. Jamás se imaginó que así sucedería, que la presencia de la
muerte sería su salvación.

—A-algo exp-plotó —titubeó Gusakee, aterrado.


—Necesito… estar cerca —siseó el diablo con la mirada fija en la nada.
—¡Señor, espere!
—Atrás. Déjame solo.
—P-pero, señor…
—Descansa ahora, pobre alma —susurró el diablo al acercarse a una de las
miles de personas—. Descansa ahora, pobre alma —iteró frente a otro muerto,
cerrando los ojos y alzando sus pálidos brazos a la altura de los hombros.
Posteriormente, las almas ascendían con rapidez al cielo, donde se perdían de
vista.

Gus retrocedió un poco. Ver aquella zona de desastre lo hizo perder la noción.

104
Sin embargo, cuando El diablo de Estocolmo se detuvo frente a otro grupo de
almas, el pequeño Yomimoto dio en ello.

—¡Señor, señor! ¡Alguien…! ¡Creo que alguien intenta matarlo! ¡Seguramente


esos dos tontos quieren deshacerse de usted!
—¿Qué?
—Piénselo: ¿por qué habría una explosión justo en el lugar donde se encuentra?
Esos dos lo secuestraron, experimentaron con usted y le hicieron creer cosas que
no eran ciertas. ¡Tienen miedo! ¡Esos imbéciles tienen miedo de que usted los
encuentre!
—No hay tiempo para eso. Tengo que seguir.
—¡Pero, señor…! ¡Por favor, hágame caso! ¡Carajo!
—¡Mierda! Ahora sé por qué tanto interés por no perder a ningún alma.
Dirigirlas se siente… bien, se siente… revitalizador... Pero… Gus tiene razón.
¡No! Tengo que seguir dirigiendo almas, no se van a dirigir solas. Necesito
hacerlo yo, necesito sentirlas…, necesito absorber su energía…, su extinta
vitalidad… ¡Gus tiene razón! ¡NO! ¡QUE TE CALLES! ¡Luego habrá tiempo
para venganzas! ¡Concéntra…! Será sólo… ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡YAAA!
Respira…, respira… Inhala…, exhala..., inhala…

LIV
—¡ERES UN ESTÚPIDO!
—¡CÁLLATE! ¡TENÍA QUE HACERLO!
—¡MATASTE A PERSONAS INOCENTES!
—¿Y QUÉ? ¡¿Y QUÉ, EH?! ¿ACASO NO ERES CAPAZ DE ARRIESGAR
UNAS
POCAS VIDAS PARA SALVAR A MILLONES?... ¡El imbécil de Aaron no
pudo controlar la situación! ¡No pudo controlar ni a sus propias perras, maldita
sea! ¡Todos le vieron la cara! ¡Tenían al diablo y lo dejaron escapar!
—…
—Ya quita esa expresión de estúpida rabieta. ¡Fue la mejor decisión que
pudimos tomar! ¡Admítelo!
105
—¿Pudimos tomar? ¡¿Pudimos tomar?! ¡NO! ¡TÚ TOMASTE ESA
DECISIÓN!
—¡Pues algún día me lo agradecerán! ¡Mira! ¡Tu diablo ya no existe!
¡Funcionó! Fin del problema.
—E-eh…, honorable señor p-primer min…
—¡YA! ¡¿Qué quieres?!
—¿N-no es e-ese el d-dia-b-b…?

Varias detonaciones se escucharon repentinamente en la sala, seguidas de


algunos gritos ahogados.

—Debí haberte matado hace mucho tiempo, escoria repugnante.


—¡¿Q-qué hiciste, Darcy?!
—¡El imbécil de John se suicidó después de ver lo que ocasionó su error!
¡¿Entendido?!... ¡SE-SUICIDIÓ! ¡USTEDES ESTÁN DE TESTIGOS!
Todos asintieron, unos nerviosos, otros temerosos, y unos pocos orgullosos—.
Llamen al presidente de Italia y díganle que lo esperaré en mi despacho.
¡Muévanse, inservibles!... ¡Y limpien este desastre!

LV
—Vamos, señor, tiene que detenerse. No puedo seguirlo por toda la eternidad.
—Haz lo que quieras, Gus. Yo… necesito… saciar mi ansiedad. Necesito…
guiarlos al Cielo.
—Pero tiene que haber una forma de liberarlo, señor. Piense.
—Apártate. No me dejas observar aquellas almas.
—Mmm… … … ¡Demonios! No se me ocurre nada —susurró el muchacho,
impaciente.
—¡Oiga! ¡Señor! ¡¿Me escucha?! ¡¿Se encuentra bien?! —gritó alguien a lo
lejos, incrédulo. Luego, ambulancias, helicópteros, aviones y demás comenzaron
a rodear el lugar.
—Señor, creo que las personas pueden verlo.
Y, entonces, el diablo desapareció para los ojos de los vivos, no para la mirada
106
de los

107
muertos.

LVI

Minutos antes:
—Perdimos la señal, jefe.
—Sigan el protocolo de emergencia.
—¿Qué salió mal?
—Interceptaron el llamado de «AnZ_049».
—Sabía que era mala idea permitirle seguir en la organización.
—Él no tiene la culpa, Akira. Los gobiernos de todo el mundo están buscándolo.
—¡Eso nos pone en peligro a nosotros!
—No si lo tenemos a él de nuestro lado… ¿A quién prefieres? ¿Al hombre o al
diablo?

LVII
—¡Señor! ¡Señor! ¡Vamos, voltee!
—Ahora no, Gus.
—… … … ¡Quiero morir! ¡Quiero conocer la muerte! ¡Diríjame al Cielo, por
favor!
—… … … ¿Eh?
—Usted es la muerte, su trabajo es llevarse a las almas de todos los muertos.
Lléveme a mí también, por favor.
—… P-pero…
—¡Haga su trabajo y mándeme al Cielo!
—… Es… cierto… Tienes razón.

El diablo se detuvo y dio media vuelta.

108
—¿Lo hará? ¿E-en verdad lo hará?
—Tengo que… ¿hacerlo? —musitó el diablo, desconcertado, confundido—. Es
mi deber.

Gusakee estaba aterrado; pero sostuvo su postura. Tenía un plan.

—¿Entonces aquí termina todo? ¿Esta será la última vez que lo veré?
—… Tú… tienes que… Yo… A menos que…

Un pestañeo después, la escuadra maldita cayó al suelo. El diablo se miraba las


manos con irresolución. Le había disparado al pequeño Yomimoto en el pecho.
Éste, luego de una profunda inhalación, levantó la mirada.

—Siento… hambre… … … ¡Estoy vivo! ¡Estoy vivo! ¡Sí! ¡Genial! ¡Muchas


gracias, señor! ¡Muchas gracias! ¡Me revivió!
—Tengo que seguir dirigiendo almas —repuso el diablo, abstraído, y algo
distraído, en su propósito.

LVIII
—¡Primer ministro!, mire esto… No es posible, ese niño apareció de la nada...
¿E-está sonriendo?
—¿Pero en qué mierda nos hemos metido? ¡Este mundo… se está volviendo
loco!
—Y-yo m-mejor me largo.
—¡No! ¡¿Qué estás haciendo?! ¡No juegues con eso!
—¡No estoy jugando! ¡Estoy harto! ¡Lo siento! ¡Díganle a mi madre que me
perdone!
—¡No lo hagas, Frank!

Pero el soldado se disparó.

109
LIX
—Así que están escondidos en el océano Pacífico. ¡Los encontraré! —bisbiseó
Gus, decidido—. ¡Volveré pronto, señor! ¡Lo sacaré de esta! —le gritó al diablo
cuando ya se había alejado varios metros corriendo; sin embargo, éste ni
siquiera le prestó atención.
—¡Oye, niño, por acá! ¡¿Necesitas ayuda?! —exclamó un paramédico, más que
perplejo, al ver que un chico había salido vivo de la zona de impacto de una
bomba nuclear.
—¿Eh? No, no, estoy bien. Yo… acabo de llegar. ¡Esto es espantoso! —mintió
Gus, y siguió corriendo, evadiendo los brazos de militares. Pero sus forcejeos no
funcionaron por mucho tiempo…
—Gus se fue… No importa, tengo que seguir guiando a las almas —pensaba El
diablo de Estocolmo, ignorando asimismo a la multitud que empezaba a
rodearlo sin advertir su intangible presencia. De pronto, un llanto.

El diablo volteó hacia un lado y vio a una mujer de rodillas en el suelo; lloraba
desconsolada. No obstante, la ignoró y siguió enviando almas al Cielo. Después
de un rato, los sonidos aquí y allá; los llantos, clamores, sirenas, todo eso fue
demasiado. Intentó seguir haciendo su trabajo, no darle importancia a aquello;
pero la presencia de una pequeña familia de jóvenes integrantes fue la gota que
derramó el vaso.
El diablo de Estocolmo se acercó a ellos. Estaban los 3 sentados, tomados de las
manos con la cabeza agachada, esperando su momento. Era un padre, una madre
y su pequeña hija en brazos. Hace apenas unos instantes aquella tercia de
turistas disfrutaba del italiano paisaje; pero en su presente ya sólo había cabida
para otro viaje.
Fernando Luciani se inclinó detrás de la terna. Los miraba con interés.
Posteriormente, se arrodilló y los observó en silencio durante algunos segundos.
Hombre y mujer rezaban entre siseos. El padre, un joven de 2 décadas y media,
sintió una ajena presencia y alzó la mirada poco a poco.

—Llévanos, por favor —gimoteaba—. Llévanos ya.

El diablo escuchó a la perfección aquellos frágiles lamentos. Ese «llévanos» le


110
supo a un implorante «libéranos». Entendió, pues, que mientras un muerto sigue
pisando la Tierra, sigue sufriendo la pérdida, sigue soportando la pena. Sólo
hasta que llegan al Cielo se olvidan de la tristeza… De pronto, sintió que no
estaba solo. Allí se percató de que se encontraba en un cráter de varios
kilómetros diametrales. En el interior de éste se hallaban decenas de personas,
no sólo muertas esperando ser guiadas o liberadas, sino vivas, entre ellas,
militares, muchos militares.
Ya habían pasado casi veinte minutos desde que la bomba dio en el blanco. A la
zona de impacto arribaban convoyes armados hasta los dientes, y varias
camionetas negras blindadas hasta las llantas. Los militares tenían la bandera de
Italia en los hombros. Las camionetas negras portaban banderas no de un país,
sino de una organización desconocida. El diablo escuchó algunas órdenes.
Todas ellas hablaban de él; pero ninguna de las almas. De improviso, El diablo
de Estocolmo se manifestó ante la mirada de los vivos. Tenía los ojos hundidos,
los párpados negros, la piel lívida, las pupilas contraídas y sus entrañas
ardiendo.

—¡¿ME BUSCABAN…, ESTÚPIDOS?! —gruñó a los cuatro vientos, y la


tierra comenzó a temblar.
—¡Código Delta 6! ¡Código Delta 6! ¡Repito: Código Delta 6!

El diablo recibió varios disparos. Eran somníferos. Ninguno le hizo efecto, pues
ninguno logró perforarlo.

—¡¡MIREN… LO QUE HICIERON!!


—¡Pon las manos sobre la cabeza y arrodíllate! ¡Te tenemos rodeado!

El militar cayó inerte al suelo en tan solo un parpadeo. El caos se apoderó de la


situación, y un par de tanques dispararon. Otro pestañeo después, un total de
setenta y nueve cuerpos terminaron sin vida. Entonces, un hombre vestido con
un impecable traje blanco descendió de la camioneta más cercana.

—No hay necesidad de hacer esto, Sr. Luciani. Mi nombre es Tobías Martini.
Soy secretario de relaciones exteriores de la OPD, la Organización Plurinacional
de Defensa. Estamos aquí para forjar una relación amistosa y civilizada con

111
usted.
—Pues vaya forma de hacer amigos. ¡Detonaron una PUTA BOMBA
NUCLEAR!
—Le pedimos de la manera más atenta y respetuosa que no confunda las
intenciones y formas de actuar de las fuerzas armadas aquí prese…, antes
presentes. Nosotros, la OPD, venimos con otras intenciones. Verá, cuando…
—No me interesa escuchar sus intenciones, señor Tobías Coctel. Tengo un
asunto pendiente con alguien.

Y sin más, El diablo de Estocolmo desapareció junto con las almas de los que
murieron en la explosión, ignorando a las otras setenta y nueve.

—… ¿Te…, te dijo coctel?


—Cállate.

LX
—¡TÚ! ¡Infeliz hijo de…!
—¿Ahora qué quieres, Fernando?
—¡Tu trabajo es una...!
—Me provocaste y te lo ganaste. No necesito escuchar tus lloriqueos.
—¡Eres un desgraciado! ¡Estás maldito! ¡Eres un maldito desgraciado!
—¿Algo más? Me gustaría seguir viendo tranquilamente mis caricaturas.
Retírate.
—¡NO! ¡No sé cómo puedes estar tan tranquilo! ¡Eres la escoria de esta vida!
¡Tu presencia sólo acarrea miseria, agonía, desesperación! ¡Renuncio! ¡Y tú
también deberías de renunciar!
—¡JA! ¡Qué cosas dices! No tienes ni la más mínima idea de lo importante que
soy.
—¡Eres la mierda de la mierda! ¡Te llevas a nuestros hijos, te llevas a nuestros
padres, a nuestros amigos! ¡Tú eres el único que debería estar muerto! ¡Este
mundo sería mucho más feliz sin ti!
—¿Soy yo o… te lo estás tomando más personal de lo que es?
—¡Cállate! ¡Hoy acaba todo! ¡¡Me desharé de ti para siempre!!
112
—No sabes lo que dices. Ni aunque pudieras…
—Ahora soy la muerte, ¿no?... Y sigo siendo el diablo.

Sacó su escuadra blanca y disparó.

—… … … ¿Qué… hiciste?
—Dime…, ¿qué se siente estar vivo?
—¿Yo?... ¿Vivo?... ¿Estoy vi…? ¿C-cómo es posible?
—Para ser honesto, te veías mejor todo de negro. La piel… no te sienta tan bien.
—¿Soy… humano? ¡¿Soy un asqueroso humano?!
—Y estás vivo, no te olvides de eso.
—¿Cómo lo… lograste?
—… … Pensé que estarías más molesto.
—E-estoy algo… Sí, sí, estoy molesto; pero… es extraña esta esencia tan
inferior. ¿Cómo pueden soportarlo?
—No me lo preguntes a mí, yo soy el diablo, mi poder es mayor que la de un
humano ordinario, así que no puedo sentir lo mismo que ellos.
—¡Vaya…, qué vida! —suspiró la muerte, sonriendo—. ¿Y ahora qué piensas
hacer, idiota?
—Bueno, ahora que estás vivo, me dieron unas incontrolables ganas de…
matarte.
—¿Ma…?
—Sí, matarte.
—Todo esto me está confundiendo un poco.
—Eras la muerte, luego ya no. Después te di una vida, y ahora te la quitaré.
Supongo que te irás al Cielo como todas las demás almas humanas. ¿Alguna
otra duda?
—Sí… ¿Por qué soy un maldito cerdo? ¿Cuántos kilos peso? ¿200?
—Algo así… No sé, fue lo primero que se me vino a la mente cuando te di vida.
Pensé: «Si la muerte se representa con una calavera, seguramente en vida fue un
maldito obeso». Y ya, te hice así.
—Tienes una lógica realmente preocupante.
—… … ¿Algo más?
—¿E-esto es todo? ¿Entonces acabarás con mi existencia?
—Al parecer. Me caías bien; pero me estorbas.

113
—Pues haz lo que quieras, ya estoy cansado de tanto trabajar. Sólo te advierto
que te arrepenti…
—Ya cállate, cerda. —Y disparó, eliminando a la muerte y todo indicio de ella,
incluyendo el tatuaje de su pecho que antes lo condenaba a servirle.

LXI
—Oh, México, mi México, el pequeño gigante, el mandadero del más grande, el
saqueado por los siglos de los siglos. Amén... Extrañaba volver aquí, a mi
segundo hogar, casi el primero. No hay nada como tu olor a tacos, tu gente tan
amable y sonriente... ¡Genial! Ya viene el autobús. Qué transporte público tan
más eficiente… Y mira a ese chofer. Se ve tan amigable... Muy buenas tardes,
señor.
—…
—…
—…
—Buenas… tardes.
—…
—…
—Son 10 pesos.
—¡CARAJO! ¡DIJE «BUENAS TARDES», PERRA SARNOSA! —gritó el
diablo,
exasperado, y le apuntó entre los ojos con su escuadra maldita. Todos los
pasajeros se alarmaron.
—¡Dile «buenas tardes»! ¡Díselo, por el amor de Dios! —gritó una mujer al
fondo.
—¡Usted cállese, señora metiche! ¡Esto es entre el imbécil que va manejando y
yo! ¡TÚ! ¡Estúpido! ¡Respóndeme como la maldita gente civilizada, pedazo de
mierda!
—B-buen…, b-buenas t-t-t-tardes, señor.
—¡¡BUENAS TARDES PARA TI TAMBIÉN!! ¡Toma tus asquerosos 10 pesos,
idiota!… ¡Mierda! ¡¿Por qué no pueden responder a un maldito saludo de
cortesía?! ¡Estúpida gente indecente! ¡Me lleva la chingada!... … … ¡YA
114
AVANZA EL PUTO CAMIÓN! ¡¿QUÉ ESTÁS ESPERANDO?!
—S-sí, sí.
—¡Usted, señora, deje de mirarme así, es de mala educación!
—Lo…, lo siento, señor. No me mate, por favor.
—¡La perdono!
—G-gracias, gracias.
—¡De nada! ¡Ya cállese! ¡Me está irritando!… … … ¡¿POR QUÉ NO ESTÁ
ENCENDIDO EL AIRE ACONDICIONADO, CARAJO?! ¡ESTAMOS A 40
GRADOS! ¡ENCIENDE ESA MIERDA! —le gritó de nuevo al chofer.
—S-sí, sí, lo siento.
—¡Y maneja bien! ¡No traes vacas, imbécil!
—E-entiendo, entiendo.
—¡Rayos! Lo que tiene que hacer uno para ser tratado como ser humano.

LXII
—¿Qué hacemos con el niño?
—Apareció de la nada después de la explosión de una bomba nuclear. ¿Tú qué
crees? Duérmelo y enciérralo en algún lado. Luego le haremos estudios.
—¡¿Qué?! ¡No, no, por favor! Necesito ayudar a mi amigo, está en problemas.
—¿Qué amigo, niño?
—El diablo. Él es mi amigo, él me mató y me devolvió la vida. Por eso aparecí
de la nada. Necesito ayudarlo a encontrar a unos sujetos que lo secuestraron en
Japón.
—Sigue hablando.
—Vaya… Parece que tengo un plan... Les diré todo lo que quieran si me dejan
en libertad y me ayudan a encontrar a los que secuestraron a mi amigo.

Los dos militares intercambiaron miradas de complicidad.

—Está bien, te ayudaremos.


—¿De verdad? ¡Qué bien! Gracias, señores.
—¡Jaja! Pobre inocente.
115
—¿Y bien? Cuéntanos todo lo que sabes.
—Mi nombre es Gusakee Yomimoto. Tengo 13 años. Nací en Fukushima; pero
a los 12 hui a Tokio cuando mis padres murieron. Viví en la calle un tiempo,
hasta que conocí a un grupo de chicos iguales a mí. Ellos me enseñaron a…
sobrevivir por mi cuenta. Luego, cuando ya tenía 13, conocí al diablo. Fue hace
tan solo unas semanas. Al verme se sorprendió mucho y me dijo que me
necesitaba para un trabajo. Les dijo a los demás chicos que se fueran y no me
buscaran jamás. Uno de ellos, el líder, al que llamábamos simplemente «N»,
intentó apuñalar al diablo; pero él se defendió hábilmente y lo mató, provocando
que todos los demás huyeran.
—¿Por qué tú no huiste?
—No lo sé. Al ver al diablo me sentí más protegido que cuando estaba con los
demás chicos. A decir verdad, nunca me sentí bien con ellos. Siempre era yo el
que se metía en problemas por un poco de… No importa. Además, en ese
momento no sabía que se trataba del diablo. Sólo vi a un buen hombre
sacándome de las calles.
—¿Qué trabajo tenía para ti el diablo?
—Quería a alguien que cuidara sus cosas mientras él no estaba. Me prometió
alimentarme y protegerme. Asimismo, me ayudaba a conseguir… «eso» que
aprendí a desear por culpa de los estúpidos que me lo indujeron… Ese tonto N
se lo tenía bien merecido. Todo el tiempo nos amenazaba con su navaja. Me da
gusto que el diablo lo haya matado con la misma. Nunca me cayó bien.
—¿El diablo te conseguía la droga?
—Al principio pensé que sí. Después, hace unos días, antes de morir, me enteré
de que en realidad no me estaba drogando del todo, sino que me daba pequeñas
dosis para ayudarme a dejarla poco a poco. Dijo que me necesitaba alerta.
—¿Antes de morir? ¿Estuviste muerto?... Pégate un poco más al micrófono, por
favor.
—Sí. El diablo me mató para liberarme. Fue la misma noche que conocimos a
un tal Rigo y una tal Des. ¡Esos dos tontos lastimaron a mi amigo! ¡Lo
secuestraron, se metieron en su cerebro y ahora hasta lo intentaron matar con
una bomba! ¡Son unos malditos! ¡Por eso necesito salir de aquí y buscarlos para
que paguen por todo lo que hicieron!
—Tranquilízate, niño.

116
Uno de los militares se acercó al oído del otro.

—Piensa que los empleados de Aaron arrojaron la bomba.

Regresaron la mirada a Gus.

—Sí, tienes razón, esos malditos deben pagar por lo que hicieron. ¿Sabes dónde
están?
—La muerte nos dijo que estaban escondidos en un laboratorio submarino en el
océano Pacífico.
—¿La muer…? Eeeh… ¡Bien hecho, chico! No te preocupes por buscarlos,
nosotros nos encargaremos de ellos.
—¡Genial! ¡Muchas gracias, señores!
—Mira, niño, mientras mi compañero le avisa a nuestros superiores dónde se
esconden esos malnacidos de los que hablas, quiero que me cuentes más sobre la
muerte y cómo apareciste de la nada en la zona de impacto.
—Sí. Conocí a la muerte este día. Se presentó en nuestro departamento junto a
otro sujeto, un tal Gabriel. Él, Gabriel, y el diablo, mi amigo, se pelearon
durante varios minutos. Parecía que ya se conocían. Entonces todo el
departamento empezó a oscurecerse, el diablo me sacó de ahí y me llevó a una
selva o algo parecido. Una hora después apareció en la selva y me trajo a Italia
para comer pizza. Yo no… podía… comer pizza porque… Disculpe, tengo
mucha hambre. ¿Me podría… traer… pizza?
—Claro, niño, cuando termines.
—… Creo…, creo que no tengo fuerzas para seguir. Necesito comer… pizza…,
de preferencia.
—… Hijo de… Está bien, ya vuelvo.
—¡Espere! ¡Que sean dos pizzas grandes, por favor!... ¡Y un jugo!
—… ¿Algo… más…, niño?
—No, eso es… ¡Ah! Y un chocolate… ¡Gracias, señor!

LXIII

117
—¿Y bien?
—E-espere un… poco… ¡Oh, sí! Está deliciosa. Muchas gracias.
—Niño…
—Bien… —tragó y volvió a morder la rebanada—. Deshpuesh de omer pizza
fuibmos a una biblio…
—¡Niño! ¡Primero trágate eso y luego habla!
—Sí —engulló—, lo siento… Como le iba diciendo, después de la pizzería
fuimos a una biblioteca a usar una computadora. El diablo quería conseguir en
internet un submarino para buscar a esos dos tontos en el fondo del mar, ya que
sospechaba muy inteligentemente que ahí se escondían. Después, el diablo dijo
que me devolvería a la vida, y ahí fue cuando apareció de nuevo la muerte;
intercambió unas palabras con el diablo, le confirmó que el par de tontos se
escondían en el océano Pacífico, y luego lo condenó a ser la muerte.
—¿A qué te refieres?
—Le dijo que ahora él, el diablo, sería la muerte. A partir de ese momento, mi
amigo se comportó muy extraño, y después la bomba estalló. Como el diablo se
había convertido en la muerte, ahora no podía estar lejos de las almas. Dijo que
tenía que guiarlas al Cielo. Luego me devolvió a la vida, ustedes me encontraron
y aquí estoy.
—Así que estamos tratando con la muerte y el diablo, simultáneamente —
masculló el soldado—. ¿Sabes algo más sobre tu amigo o sobre la verdadera
muerte?
—No, nada. El diablo es muy reservado, y la antigua muerte desapareció
después de condenar a mi amigo. No sé dónde se encuentra ahora.
—¿Entonces es todo lo que sabes?
—Sí, es todo… ¡Lo juro, lo juro, no me dispare, por favor!
—No te preocupes, no te mataré. —Y disparó.
Gusakee Yomimoto recibió en el cuello un extraño y muy pequeño dardo que,
luego de una fugaz descarga eléctrica controlada, lo durmió instantáneamente—.
Vengan por el niño —le habló el soldado al micrófono.

LXIV
118
—Te tengo una buena y una mala noticia.
—¡Fernando! No pensé que tardarías tanto en llegar.
—Quise distraer un poco a quien sea que me está buscando.
—¿Adónde fuiste?
—Sólo me paseé un rato por México para que creyeran que había regresado a mi
antiguo hogar.
—Bien pensado.
—Lamento lo que sucedió en Italia. Sé que después de la explosión…
—No te preocupes. Son tiempos de guerra, perderemos a muchos, hagamos lo
que hagamos. Además, La VID siempre está en guerra y conoce los riesgos de
lo que hace. Cuando te contactamos, sabíamos en qué nos estábamos metiendo.
—¿Y bien? ¿Quién intentó matarme?
—Seguramente ya los conociste.
—… ¿Fueron… los de las camionetas negras?... ¿La OPD?... ¡Mintieron!
¡Dijeron que ellos no habían mandado la bomba!
—Así es, mintieron. El ejército italiano no tuvo nada que ver con el ataque.
Según nuestro informante, el primer ministro de Canadá perdió los estribos y
detonó la bomba que te seguía día y noche.
—Ese imbécil… Ahora mismo sabrá…
—No hace falta. Darcy lo mató.
—¿Cranston? ¿Darcy Cranston? ¿Qué hace ese kiwi iniciando una guerra contra
Canadá?
—Intentando detener una guerra contra ti, Fernando. Además, no se iniciará
ninguna otra guerra por eso. La OPD inventará algo para encubrir el asesinato
del primer ministro. No hay nada que un poco de pan y circo no pueda ocultar.
—¡Já! No son tontos… Está bien, los dejaré en paz por ahora. Tanta política y
diplomacia me aburre. Supongo que ya sabes qué sí me interesa.
—La venganza, lo sé. Pero antes de que te diga cómo llegar a ese laboratorio,
quisiera escuchar tus noticias.
—¡Ah, sí! Casi lo olvido. La buena noticia es que me deshice de la muerte. La
mala noticia es que, antes de deshacerme de él, me advirtió que me arrepentiría.
¿Por qué?
—… ¿Qué… acabas de hacer, Fernando?
—¿Lo arruiné?
—Y a lo grande.
119
—¡Carajo!
—¿Qué crees que harán las personas cuando se den cuenta de que no pueden
morir?
—… ¿Qué?
—Dejarán de tener miedo.
—¿Y… eso es malo?
—Piénsalo un poco. ¿Te da miedo algo?
—Mmm… Miedo, lo que se dice «miedo», literalmente miedo, no. Pero me
preocuparía el aburrimiento eterno.
—Y por eso cuidas tu identidad, lo sé. Sin embargo, mírate, tú no le temes a
nada y eso te permite hacerlo todo. Si todos fueran como tú, si nadie sintiera
miedo, las personas harían cualquier cosa a sus anchas, sin miramientos. La
muerte no es sólo un acontecimiento, un proceso, una etapa del ciclo o una
desgracia; la muerte es la causante del mayor de los miedos. Gracias a ese
miedo, el miedo a la muerte, el ser humano ha logrado encontrar su punto de
equilibrio entre el caos y la paz; entre el temor y la valentía. Se escuchará
extraño y un tanto paradójico; pero gracias al miedo a la muerte, el ser humano
sigue vivo. Por eso es import…
—¡Aburriiidoooooo!
—…
—Ya entendí, ya entendí. Tengo que regresarle su poder a la muerte antes de
que todos los estúpidos humanos se coman entre ellos... Maldita naturaleza…
¡Pero ni creas que me disculparé con ese idiota! El muy insolente se atrevió a
marcarme un feo tatuaje en mi hermoso torso.
—Ve de una vez antes de que pase más tiempo.
—Está bien… No sé cómo te soporto. Tú también eres un idiota, Názar, no lo
olvides.

LXV
—¡Gorditoooo! ¡Gooooorditooooo! ¡PINCHE PUERCO! ¡¿DÓNDE ESTÁS?!
—¿Me buscabas?
—¡Jojo! Sí que estás obeso.
120
—Antes de que me digas para qué has venido al Cielo, quisiera darte las gracias.
—… … … ¿Qué?
—Nunca me había sentido tan bien. Siempre vine a este lugar y jamás pude
disfrutarlo como ahora. Creo que la condición humana, su naturaleza efímera, es
la que me permite gozar de este paraíso.
—¿Y tú también ves árboles de chocolate?
—¿Qué? No. Yo sólo veo amor y felicidad. Mira, allá están unos niños jugando
con sus padres. ¿Ves aquella familia de más allá? Van a todos lados tomados de
las manos.
—¿Qué clase de lugar es este? —susurró el diablo, desconcertado.
—Desde que llegué, siento una paz abismal dentro de mí. Ya nada me preocupa,
nada me molesta, todo me hace feliz.
—Bien, bueno…, es hora de regresar a la realidad.
—¿De qué hablas, Fernando? Esta es la realidad. La vida en la Tierra es sólo el
camino para llegar a esta meta.
—Como sea, vámonos.
—No iré a ningún lado. Aquí puedo descansar. Quédate con mi antiguo poder,
ya no me interesa.
—Suficiente, tengo que sacarte de aquí. Este sitio te está haciendo daño.
—No lo…

LXVI
—Bienvenido a tu trabajo. Aquí está tu tonto poder y tu vestido de oscuridad.
No es necesario que me agradezcas por la pérdida inmediata de peso.
—¿Qué es… esto? ¿Qué… estoy sintiendo?
—Eeeh… ¿Te quedaron gases por la gordura?
—¡ME DEVOLVISTE MI PODER, IDIOTA! ¡¡TE DIJE QUE ME DEJARAS
EN EL CIELO!!
—No eras tú el de allá. Sólo eras una pobre alma obesa e hipnotizada por una
mentira. Te liberé de esa realidad alterna llena de ilusiones ópticas.
—¡Eres un imbécil! ¡No sabes lo que es estar ahí! ¡¡No sabes lo que dices!!
¡ESPERO QUE TE PUDRAS EN LA INMORTALIDAD Y NUNCA
121
LLEGUES A TOCAR EL PARAÍSO COMO CUALQUIER HUMANO!
—Yo espero lo mismo. Ahora ve a matar personas o algo. ¡Ah! Hay por ahí
unos ochenta soldados italianos esperándote. Y ni te molestes en intentar
hacerme tu títere de nuevo. Antes de regresarte el poder, me encargué de limitar
tu alcance a otros seres. Ahora no puedes tocarme.
—Eres…, eres…, eres un… ¡Bah! Ya no importa… En fin… Sabía que tarde o
temprano tendría que regresar a tomar la guadaña. Te lo advertí antes de irme:
soy indispensable.
—Sí, sí, el ciclo de la vida, bla, bla, bla, la cigüeña y la guadaña, bla, bla, bla, el
miedo, bla, bla, bla. Adiós. Tengo prisa.

LXVII
—¿Cómo te fue con la muerte?
—Todo ha vuelto a la normalidad. Ahora dime dónde encontrar a Bundy y
DeShields.
—El océano Pacífico es muy vasto, y mis ojos no pueden abarcarlo tan rápido.
Al principio pensé que encontraría su laboratorio en el centro del océano, en la
nada, y ahí fue donde enfoqué la búsqueda. Pero después de no hallar ningún
indicio en donde hubiese sido el mejor lugar para esconderse, intuí que tal vez
habíamos sobrevalorado la magnitud de su presupuesto, así que moví el rastreo a
los lugares más cercanos a tierra, lo cual, por obvias razones, es mucho más
barato.
—Estás a una palabra de dormirme.
—… Esconden su laboratorio en el fondo del estrecho de Magallanes,
específicamente en el segundo sector, el central.
—¡Ah, claro, el estrecho de Magallanes! ¿Cómo no se me ocurrió?... ¿Dónde
diablos queda eso?
—Al sur de Chile.
—Gracias. Ya vuelvo.
—Espera un segundo.
—¡¿Qué quieres, Názar?! ¿No ves que tengo prisa por matar a esos imbéciles?
—Es curioso que vuelvas a mencionar a la muerte. ¿Te das cuenta de que no
122
pudieras hacerles nada como venganza si la muerte no existiera?
—¿Ya terminaste el sermón?
—Y, curiosamente, es la muerte lo que me preocupa en este momento. Pero no
la muerte de esos dos, sino la de Gusakee.
—¡Gus! ¡Lo había olvidado! ¡Mierda! ¡¿Qué le sucedió?! ¡¿Sabes dónde está?!
¡Carajo! ¡Obviamente sabes dónde está! ¡Dímelo!
—Ese es el problema. Sé dónde está; pero no cómo llegar a él.
—¡Demonios, Názar! ¿Qué clase de hacker eres?
—No soy omnipresente, Fernando. Mis alcances tienen un límite. Sé que la
OPD lo aprisionó luego de que lo devolviste a la vida, y naturalmente lo tienen
en alguno de sus laboratorios más restringidos y secretos. No obstante,
desconozco dónde lo esconden.
—Fue mi culpa, maldita sea. Si no lo hubiera regresado a la vida, jamás lo
habrían visto.
—En un momento así intentaría animarte; pero tienes razón, fue tu culpa.
—¡NO! ¡Fue culpa de la estúpida muerte que me poseyó para que hiciera su
trabajo! ¡Si no hubiera sido por él, yo no habría sentido ganas de mandar a Gus
al Cielo, y tampoco hubiese tenido la idea de revivirlo para que se quedara en la
Tierra!
—¿Y bien? ¿Qué harás primero?
—Sabes muy bien que Gusakee es prioridad.
—¿Y cómo piensas encontrarlo?
—… … … Mmm… ¡La muerte!
—¿De nuevo?
—¡Sí! ¡Eso es! ¡La muerte debe saber dónde se encuentra cada alma! ¡Él me
dijo que Bundy se esconde en el océano Pacífico!
—¿Y crees que querrá ayudarte a encontrarlo?
—Tendrá que hacerlo, le guste o no.
—¿Por qué estás tan seguro?
—Porque podrá ser la muerte; pero yo el diablo.

123
CAPÍTULO 6
66

LXVIII
—¡Muerte! ¡Gordito! ¡¿Dónde te escondes?! —gritó el diablo en medio de una
casi desolada calle—. Mmm… Creo que debe de estar trabajando. Tengo que
conseguir a alguien a punto de morir… ¡No! ¡Mejor aún! Mataré a alguien…
Oye, tú, ¿cuántos años tienes?
—¿Yo?
—Sí, tú, cara de idiota. ¿Cuántos años tienes?
—19…
—Bien, ya estás viejo. Llegó tu hora de morir.
—¿Mi hora de…? ¿P-por qué?
—Es por una buena causa. Cállate y no te muevas.
—¡N-no, por favor, señor! ¡No, no, no me haga nada, se lo suplico!
¡¡AUXILIOOOO!!
—¡Deja de moverte, estúpido! Necesito cortarte el cuello.
—… ¡Mierda! ¿Otra vez tú?
—Llegas justo a tiempo. Necesito tu ayuda… Niño, tuviste suerte. Ahora podrás
contarles a tus amiguitos que el diablo intentó matarte, y la muerte te salvó la
vida, literalmente… ¡Que te diviertas en el manicomio!… Lárgate.
—¡Ya déjame en paz, por el amor de Dios!
—Sólo vengo a preguntarte dónde está…
—¡Ya te dije que en el océano Pacífico!
—¡Déjame terminar, animal! Estoy buscando a Gusakee. Lo secuestraron esos
de la OPD. No sé si sepas quiénes son, y no me interesa saber si sabes; pero
quiero que me digas ¡dónde se encuentra Gusakee!
—¿Por qué tanto interés por ese mocoso? Consíguete otra mascota y ahórrate

124
problemas.
—… … … Si no me dices dónde está Gusakee, te atormentaré por el resto de la
eternidad, maldito pedazo de estiércol.
—Está bien, está bien… Dame un segundo… … … Mmm… Al parecer… está
en África…, en el Sahara…, en Níger.
—¿Nigeria?
—No. Dije Níger.
—… … ¿Algún otro dato? No tengo ni puta idea de dónde se encuentra ese
lugar.
—Es un país.
—Pues entonces sé más específico. No puedo perder tiempo buscando a
Gusakee en todo un país.
—Se encuentra en… Mmm… Parece ser un sitio al que llaman Área 32. Ésta se
halla escondida en el interior del desierto del Sahara, literalmente en el interior.
Es un cuartel-laboratorio subterráneo. Su entrada está cerca de la frontera con
Libia. Cuando veas una roca en forma de serpiente, ahí es.
—¡Bien! Gracias.
—Ya no me busques, por favor. Me vas a volver loco.
—Sí, como sea. Adiós.
—Hablo en serio.

LXIX
—¡Buenas tardes! ¡¡Bueeenaaas taaaaaaardeeeees!! ¡¡BUENAAAS
TARDEEEEEEEES!!
De pronto, explosiones—. Así que quieren jugar con eso, ¿eh?

El diablo destruyó las rocas de un puñetazo y comenzó a bajar unas sombrías


escaleras de metal.

—¡Alto! ¡No des un paso más!


—¡Ja! Por favor, no me hagas reír.

125
Las balas albas de su escuadra blanca salieron en todas direcciones. Minutos,
disparos y detonaciones más tarde, no quedaba nadie vivo, salvo El diablo de
Estocolmo—… Mmm… Qué extraño, no está por ninguna parte… ¿Me habrá
mentido ese estúpido?
En eso, los vestigios del Área 32 explotaron, dejando un enorme cráter en su
lugar—.
¿Qué… fue… eso?... … … Imbéciles. Seguramente guardaban información
clasificada... En fin.

LXX
—¡No, por favor! ¿Por qué te empeñas en molestarme? Ya te dije lo que
querías. ¡Lárgate!
—Deja de llorar, cerdo mentiroso.
—¡Oye, ya no estoy gordo!
—Pero sí eres un mentiroso. Gus no estaba en ese lugar…, y ahora tampoco ese
lugar está en ese lugar…; pero eso no importa. Lo importante es que me
mentiste y pagarás por eso.
—¡Espera! ¡Te dije la verdad! Su energía vital estaba localizada a… … ¡Oye,
tienes razón! Ya no puedo sentirlo en ese sitio… Qué extraño.
—No estés jugando conmigo.
—Calla… Estoy…, estoy sintiendo algo. Su energía se encuentra ahora en una
tal Área 47.
—… Por tu bien, espero que…
—Te lo juro. Se encuentra en el interior del Macizo Vinson, en la Antártida.
—Genial. Primero el lugar más caliente del planeta, y ahora el más frío. ¿Luego
qué? ¿El fondo del mar?
—Sé que ahora sí estará en esa Área. Si no está ahí, te prometo que te
acompañaré al siguiente lugar.

126
—Créeme, no tendrás opción.
—Lo sé —suspiró la muerte.

LXXI
—La montaña hizo ¡Ka-boom! y no encontré a Gusakee por ningún lado. ¡¿A
qué mierda estás jugando, estúpido?!
—N-no estoy jugando. Su energía vital desapareció justo momentos antes de
que regresaras.
—Esto no me está gustando.
—Ni a mí. Ahora su…
—¡Ya! ¡Estoy harto de esto! ¡Llévame adonde sea que esté, y cierra tu
asqueroso… lo que sea que uses para hablar!

LXXII
—Estamos en el Área 66. Este es el único lugar donde aún siento su energía;
pero mucho menos intensa que antes.
—Perfecto… Sí estaba bajo el agua… Cómo me gustaría matarlos a todos.

De pronto, una alarma.

—¡ENTIDAD NO IDENTIFICADA, ENTIDAD NO IDENTIFICADA!


¡MANTÉNGASE DONDE ESTÁ Y ESPERE CONTACTO! ¡ENTIDAD NO
IDENTIFICADA, ENTIDAD NO IDENTIFICADA!
—¡AARGH! ¡QUÉ ALARMA TAN MOLESTA!
—¡ENTIDAD NO IDENTIFICADA, ENTIDAD… NUO…
IDENTifuicaduaaaaa…!
—Eso le enseñara a esa estúpida computadora.
—Deja de pelear con los electrodomésticos de estos sujetos y mira, la puerta se
127
abrió.
—… … Un segundo… Yo conozco a ese idiota… ¡COCTEL! ¡Devuélveme al
niño ahora mismo!
—Sr. Luciani, nos da gusto volver a verlo.
—Cállate y dime dónde esconden a Gusakee si no quieres que tu tonto
laboratorio submarino acabe igual que los otros dos.
—No te preocupes. Este es el número 66. Tenemos varias decenas de ellos sólo
en este planeta. El hecho de que hayas llegado al 32 y al 47 fue solamente un
experimento. Sí, fuiste nuestro conejillo de Indias.
—Oh…, oh… Creo que no es buena idea insultar al diablo.
—¡HIJO DE PUTA! ¡¡TÚ SERÁS EL PRIMERO!!
—Y entonces el niño morirá.
—¿Morir? ¿Mo… rir? ¡JAJAJAJA! ¡Ni siquiera la muerte tiene permitido tocar
a Gusakee! No sabes en qué te estás metiendo, baboso.
—No hablo de una muerte natural. Sabemos que por alguna razón tienes el
poder de matar y revivir a quien se te plazca, así que vimos infructuoso
amenazarte con deshacernos físicamente de tu amigo. Decidimos que era mejor
idea aprisionarlo en vida, y no me refiero a meterlo en una celda, cosa que
podrías destruir sin problemas; me refiero a retener su conciencia en una
realidad a la que jamás tendrás acceso: la virtual.
—¿Q-qué estás diciendo, idiota?
—Mira quién ríe ahora… Te estudiamos…, te estudiamos tan bien que
conocemos tus límites. La materia y la energía tal vez no se te resistan; pero el
mundo artificial nos pertenece. Eres un ignorante, un imbécil que no sabe nada
de cifras, de datos, de ecuaciones ni informática. El futuro le pertenece a la
tecnología, a las computadoras, a la programación, a la realidad virtual. ¡¡El
futuro le pertenece a los programadores!! Bienvenido al nuevo mundo... Tarde o
temprano prescindiremos de ti y de cualquier otra ley de la naturaleza. Tu tonto
amiguito, Gusakee, ya forma parte de eso. Será nuestro viajero, nuestro ratón de
laboratorio.
—¿Qué… le hiciste?
—Ahora mismo está profundamente dormido en una Cápsula de Concentración
Cerebral por Anegamiento, la «3CA».
»Mientras su cuerpo permanece inmóvil y ajeno a nuestra realidad material,
su mente le pertenece a la realidad artificial, a la virtual. Probablemente se

128
encuentre yendo y viniendo por todo el universo que creamos. Y el truco no
acaba ahí. Quizá te jactes de ser el ente más fuerte que jamás ha existido; pero
no tienes ni conocimientos básicos de informática, y si desconectas al mocoso
sin antes haber finalizado correctamente la Transición, se perderá en algún
punto de la realidad virtual: su mente quedará en un trance eterno de
desorientación; y en nuestra realidad, se convertirá en un… costal inservible de
huesos, carne y sangre… En otras palabras, si quieres que el niño siga vivo,
tendrás que velar por la seguridad del Área 66 y todos los cerebros que hacen
posible su funcionamiento.

El diablo bufó.

—Hagamos un trato —masculló, segundos después.


—A eso iba. Gracias por recordármelo… Soltaremos a Gusakee a cambio de tu
cuerpo y mente. Si dejamos en libertad a tu amigo, te comprometerás a ser
examinado minuciosamente sin condiciones ni represalias de tu parte. Esto
incluye permitirnos experimentar con tu entidad.
—Me entregaré…; pero no te molestes en experimentar conmigo. Bundy y el
otro imbécil ya lo hicieron. Me secuestraron para hacerme no sé qué cosa.
Desconozco las conclusiones a las que llegaron; pero si quieres resultados,
búscalos en su laboratorio submarino en el océano Pacífico. Y cuando tengas lo
que quieres, hazme un favor y mata a esos idiotas.
—Veo que no estás al tanto.
—…
—Desirée y Rigoberto abandonaron el laboratorio antes de que pudiéramos
encontrarlos. Cuando llegamos, no quedaba rastro de ellos, sólo máquinas
destruidas. Borraron toda evidencia. Incluso… ¡Jaja! Descubrimos que
asesinaron a Aaron antes de desaparecer.
—No sé quién demonios es o era Aaron y no me interesa. ¡¿Dónde se esconden
ahora esos dos?!
—Nuestros satélites lograron captar un campo gravitatorio no identificado justo
en la exosfera…, y luego nada. Según nuestras hipótesis, salieron de la galaxia
en menos de un parpadeo.
—… … Gordito, debes de saber dónde se encuentran.
—¿«Gordito»? ¿Con quién hablas?

129
—No…, no lo sé… Mi poder se limita a este planeta, pues esta tierra fue
asignada a los humanos… Sólo…, sólo sabré dónde están cuando mueran.
Entonces mi instinto me dirá adónde tengo que ir para liberar sus almas y
enviarlas al Cielo.
—Mmm…
—¿Se siente bien…, Sr. Luciani? —se burló Martini.
—¡Cállate! No estoy hablando contigo, estúpido coctel rancio.
—Lo siento, diablo, en verdad no te puedo ayudar en esto… N-no me lastimes,
por favor.
—…
—… … … ¿Y bien? ¿Ya tomaste una decisión?

En eso, aquel domo subacuático empezó a sacudirse violentamente.

—No es que esté de parte de ellos, diablo; pero ya te advirtieron que no debes
de…
—¡GGH! Está bien. Hagamos el trato —gruñó el diablo. La cúpula se detuvo.
—Es una decisión muy inteligente de su parte, Sr. Luciani.
—Trae a Gusakee para saber que está bien. Cuando lo vea, haremos el
intercambio.
—¡Ja-ja! Nos subestimas, idiota. No confiamos en ti. Te conocemos tan bien
como para saber que en cuanto despertemos al niño, destruirás todo.
Tobías sacó su celular, se aceró tranquilamente al diablo y extendió su mano
para mostrarle la imagen de Gusakee dentro de la 3CA—. Es una transmisión en
vivo; y… si presiono este botón…, podrás ver cómo ahogo a tu amiguito... Es el
riesgo de sumergirte en una de esas cápsulas. Si algo falla, te mueres.
—Detente. Dije que acepto el trato. ¿Qué tengo que hacer?
—Entrarás conmigo al laboratorio y te meteremos en otra 3CA. Cuando estés
dormido, soltaremos al niño.
—No sólo lo liberarán, lo dejarán donde yo les diga. Quiero que lo saquen de
aquí y lo lleven a Japón. El trato será el siguiente: me comprometeré a ser
examinado minuciosamente sin condiciones ni represalias de mi parte. Esto
incluye permitir que se experimente conmigo. A cambio, ustedes regresarán la
mente de Gusakee a su lugar, lo liberarán y lo llevarán hasta Nagasaki,
específicamente a las puertas de la catedral de Urakami. Una vez allí, ustedes se

130
alejarán y jamás volverán a tener contacto con Gusakee Yomimoto. ¿Trato
hecho?

Tobías esbozó una sonrisa e intercambió un apretón de manos con el diablo.


Cuando Martini alejó la suya, se percató de que el diablo sostenía una hoja
blanca que posteriormente incineró sin decir ni una palabra.

—Eeh… Por aquí, por favor —dijo Tobías algo desconcertado.


—Un segundo. —El diablo dio media vuelta y se dirigió a la muerte— No
confío en estos sujetos. Busca a un tipo llamado Názar y cuéntale todo lo que
está sucediendo. Llévalo hasta Gusakee para que le explique lo que pasó
conmigo y que le diga al niño que me espere y haga todo lo que Názar le ordene.
¡Ah! Y dile a este último que no intente hackear la OPD, yo me encargaré de
ellos. Cuando cumplas con mi mandato, puedes seguir haciendo tu trabajo como
la muerte —le susurró.
—No sé en qué momento me convertí en tu paloma mensajera; pero está bien, lo
haré. De cualquier forma, supongo que no tengo escapatoria.

131
—¡Ve y lleva mi palabra hasta su destino, oh, gran amiga muerte aquí presente!
—exclamó el diablo con teatrales ademanes.
—No soy mujer —masculló la muerte, agobiado, y desapareció.
—¿En verdad estabas hablando con la muerte? —le preguntó Martini al diablo,
nervioso.
—Sí, es una vieja amiga. Ya sabes, son cosas que sólo alguien como yo puede
hacer.
—B-bueno… Como sea. Sígueme.

LXXIII
—Ya está lista la segunda 3CA, Sr. Secretario.
—Gracias. Retírate, por favor.
—¡Gus!
—No haga nada estúpido, Sr. Luciani.
—¡Cállate! Sólo quiero corroborar que no tenga ningún rasguño… Te voy a
sacar de aquí, amigo. Resiste.
—Ya lo viste, ahora ven aquí… Desnúdate.
—… … … ¿Qué?
—No puedes sumergirte en la 3CA con ropa.
—… … … Est…, está bien… Hazte a un lado, no quiero picarte un ojo.
—… Idiota.
—Listo. ¿Ahora qué? ¿Quieres que te baile?
—Sólo métete en la cápsula y guarda silencio.
Varios cables, tubos y conductos terminaron en todo su cuerpo. Tan solo
segundos después de haberse cerrado la cápsula y haber sido anegado, el diablo
comenzó a ser vencido por la somnolencia. Del otro lado del cristal ya sólo
podía ver la silueta de Martini—. Dentro de poco conocerás el futuro de la
humanidad —le dijo.

El diablo de Estocolmo frunció el ceño, hizo algunas señas para recordarle a


Tobías que debía liberar a Gusakee, y sus ojos por fin se cerraron.

132
LXXIV
—¿D-dónde estoy? —musitó el diablo, intranquilo.

Se hallaba en la mitad de una amplia calle. Edificios colosales lo rodeaban. No


había absolutamente nadie.

—Bienvenido al UniAversus —se escuchó una voz en el cielo. El diablo volteó


hacia todos lados—. No se asuste, Sr. Luciani. Ya sabe quién soy.
—Ah, eres tú —suspiró el diablo, abrumado—. ¿Ya liberaste a Gusakee?
—Descuida. En este momento está saliendo del domo. Llegará a Japón en un
abrir y cerrar de ojos.
—¿Y bien? ¿Para qué me necesitas aquí?
—Primero que nada, para quitarte de nuestro camino en la Tierra. Segundo, para
que nos ayudes con algunos… pequeños problemas de código. Verás, puedes
pensar en el UniAversus como nuestra maqueta de Realidad Virtual Incrustada o
«RVI». Ya está casi lista; pero sigue siendo tan solo una maqueta, y, como tal,
aún tiene algunos errores. Hemos perdido más de 3 mentes en el trayecto.
Usamos a Gusakee como la mente número 5 para la etapa de prueba. En él no
encontramos ningún problema: su mente ingresó y salió de la RVI sin
inconvenientes. No obstante, hay algo que no logramos hacer con el niño, y es
ahí donde entras tú.
—Te escucho.
—Cuando diseñamos el UniAversus, nos esmeramos en crearlo lo más fiel
posible a la realidad material, así que reprodujimos en programación las leyes
que rigen nuestro universo. Esto nos llevó a crear algo implícitamente: la nada.
—A-a ver, a ver, pequeño imbécil. ¿Me estás diciendo que crearon una realidad
virtual igual a la que pertenecemos?
—Así es.
—¿Y no era mejor, simplemente, no hacerlo y levantar sus traseros de las sillas
para jugar con lo que ya fue creado?
—Me sorprende su falta de visión, Sr. Luciani… A oídos profanos, nuestra
creación puede sonar absurda e innecesaria. Pero para oídos más perspicaces, la
133
creación de la RVI emite el sonido del siguiente escalón evolutivo de la raza
humana… Te lo explicaré de este modo…, pequeño imbécil: a simple vista, no
hay diferencia alguna entre la realidad material a la que pertenecemos y la RVI,
ya que ese era el plan. ¡Compruébalo tú mismo! Observa y siente tu alrededor…
No obstante, la gran disimilitud entre ambas realidades es que la primera es
inmanipulable. La segunda, en cambio, está completamente en nuestras manos.
Piénsalo un segundo: actualmente, si queremos explorar el espacio, tenemos que
invertir millones en infraestructura, y pasarían años antes de que logremos
nuestro objetivo, no sin correr una gran cantidad de riesgos. Pero si lo
hiciéramos a través de un simulador virtual, el riesgo sería nulo y sólo se
necesitaría una única inversión: la construcción del simulador, pues una vez
creado éste, se podría hacer lo que sea sin comprometer nada real, ni vidas ni
dinero ni materia prima.
—Ya veo —musitó el diablo, realmente cautivado por la idea.
—Bastaría con escribir unos cuantos comandos para enviar a un ser humano a la
galaxia vecina, incluso sin necesidad de una nave que lo traslade ni de un traje
que lo proteja, pues con la misma programación se pueden cambiar ciertas…
limitantes que nos impone la naturaleza… En palabras más simples, la RVI es
como un videojuego. De hecho, ¡jaja!, así le vendimos la idea a los gobiernos
para que cayeran en nuestra red. Permíteme confesarte que ellos también son
unos ignorantes. Se sienten plenos al invertir en tecnología; pero ni siquiera la
entienden. Sólo buscan el aplauso del público que opaque el ruido de las
monedas que se roban. Por eso fue fácil convencer a todos y cada uno de los
países de que invirtieran en la RVI.
—¡¿A todos?! ¿En qué demonios les beneficia esto a los gobiernos?
—Todo empezó, nosotros, inclusive, luego de «La Depresión del 21» y «La
Guerra del 22». La OPD se formó posterior a esos sucesos.
—Estúpidos adolescentes y su música rara.
—Pero gracias a ello, la mente de las personas se abrió a tal grado que nos
permitió surgir como organización. Los gobiernos se percataron del poder de la
tecnología aunada con la mente humana. «¿Qué sucederá después?», se
preguntaron muchos a causa de La Guerra del 22. El miedo, la incertidumbre,
hizo presa fácil a los gobiernos. Unos invirtieron en armamento, otros en
seguridad, otros más en mejorar la calidad de vida de sus pueblos para evitar una
segunda Depresión. Pero todos estuvieron de acuerdo en unir sus recursos para

134
crear una organización que…
—Me estás aburriendo.
—…, que garantizara —atajó Martini— la seguridad mundial con vigilancia las
24 horas, tanto en el mundo real como en internet. Así nació la OPD. Pero al
principio éramos un simple cuerpo policiaco más.
»Tiempo después, a uno de nuestros programadores más sobresalientes se le
ocurrió crear un videojuego gratuito que acaparara la atención de todos los
humanos, sobre todo niños y jóvenes, donde pudieran hacer cualquier cosa que
en la Tierra no podrían…: sin leyes, sin impedimentos, y con código abierto...
Esto para ayudarnos a rastrear comportamientos violentos de una forma más
rápida… Durante media década atrapamos pedófilos, violadores, asesinos, etc.
¿Te suena el «Vida Alterna Virtual»?
—… Oh, ya, ya, lo recuerdo.
—El «VAV» fue la mejor idea que pudo haber tenido la OPD. Todos los
gobiernos estaban fascinados con el proyecto, pues el videojuego les permitía
conocer y predecir las acciones de los jugadores, por ende, de las personas en la
vida real. De esta manera no sólo ganábamos tiempo al encauzar nuestra
vigilancia en individuos específicos con altos índices de proclividad criminal,
sino que también atraíamos, con el código abierto, a los mejores programadores
autóctonos del internet.
»El tiempo pasó y el VAV siguió cosechando frutos... ¿Puedes creerlo?
Algunos grupos criminales utilizaban el juego para planificar sus atracos. Qué
estúpidos. En fin... En una de las reuniones con los cargos mayores de todas las
naciones: presidentes, reyes, ministros, etc., el presidente de la República
Democrática del Congo, Fulbert Zambaia, pidió que se le facilitara
infraestructura para implementar el VAV en todas sus universidades, pues
deseaba introducir un plan de estudios alterno-virtual que le permitiera
incursionar en ciertas ingenierías y ciencias. Los demás gobiernos aplaudieron la
idea, y muchos hasta la adoptaron. Como verás, ¡jaja!, es cierto aquello de que
la escasez agudiza el ingenio. Pero yo, en cambio, mucho más visionario que esa
caterva de políticos, descubrí el verdadero potencial de aquella, aparentemente,
cándida concepción. Si se podía utilizar el VAV como simulador para casi
cualquier tarea humana, ¿por qué no habría de poderse utilizar como una
alternativa de vida?
—¡Vaya! Sí que fumas de la buena —susurró el diablo, impresionado, mientras

135
recorría cautelosamente las impecables calles desiertas de aquella metrópolis
virtual.
—Pero no soy tonto, no expuse mi idea de inmediato. Me reuní, primero, con
mis programadores más destacados y confiables para proponer la nueva etapa
del VAV. Algunos creyeron que sería una tarea imposible de terminar; pero, al
final del día, todos estuvimos de acuerdo en que debíamos de intentarlo aunque
nos costara años, mentes y millones. Sobre eso último se encargó el mundo
entero. En otra reunión de la OPD le presentamos la idea a los gobiernos. Esta
vez lo hicimos no como un videojuego, sino como un salvavidas de la raza
humana. Tan solo les recordamos lo que sucedió en el 2022 y les dijimos que
teníamos la solución a todos nuestros inminentes problemas: en caso de otra
guerra mundial o catástrofe natural, se podría dormir a la raza humana en
cápsulas de

136
anegación, enviar éstas a un lugar seguro y llevar a cabo la Transición de sus
mentes a la realidad virtual, donde empezarían de nuevo; pero no desde cero.
—¿Dónde he visto eso? ¿Dónde? ¿En qué película? —preguntó el diablo. Ahora
recorría el interior de una habitación... Todo era tan real.
—Se le llama ciencia, y antes era ficción; pero hoy en día es una realidad.
—Como sea… ¿Qué sucedió después, abuelito? Continúa con tu historia, por
favor —se burló desde la cama, arropándose con las cobijas virtuales.
—Imbécil… Otro de los atractivos de esta idea era que mientras la anegación de
la humanidad no fuese necesaria, se podía utilizar la RVI para experimentar en
ella antes que en la vida real: pruebas nucleares, teorías científicas, viajes
intergalácticos, etc., lo cual les ahorraría muchas cosas a los gobiernos. Eso y
más sin comprometer la realidad. Como era de esperarse, todos alzaron la mano,
maravillados. No obstante, sabían que la inversión necesaria era tan grande que
los países no lograrían juntar lo necesario, por lo que la RVI se le presentó a los
empresarios más poderosos. Éstos, mucho más ambiciosos y avispados, de
inmediato aseguraron sus bienes en la nueva realidad, es decir, decretaron en el
contrato que se les daría el doble de propiedades que la atesorada en vida.
Posteriormente, los gobernantes pidieron lo mismo, y nosotros aceptamos sin
titubear, pues lograr aquello era tan fácil como escribir un par de códigos. Y
teniendo listas las firmas y la inversión, nuestro equipo creció. Llegaron físicos,
químicos, biólogos, filósofos, psicólogos, etc. Los mejores de todo el mundo.
Trabajamos día y noche sin descanso. En tan solo 2 años terminamos la RVI…,
y henos aquí.

El diablo de Estocolmo se incorporó, bajó de un salto de la cama y aplaudió


entusiastamente al aire.

—¡Se acabó! ¡Se acabó! ¡Gracias al Cielo!... Hablas demasiado. Ya me estaba


quedando dormido.
—Sí, sí, muy gracioso. Pero ¿sabes? Al parecer, cuando hiciste el trato conmigo,
olvidaste lo mismo que olvidaron los inversionistas que hicieron posible la RVI:
quien majea el código se convierte en dios. No importa lo mucho que le
hayamos prometido a los gobiernos o a los magnates. En cuanto la RVI salga a
la luz pública y todos deseen ser parte de ella, porque lo harán, lo desearán como
nada en el mundo, de eso nos encargaremos la OPD, así tengamos que regalar

137
mansiones virtuales, el mundo entero será dormido; y sólo aquel que quede
despierto para escribir el código, será el amo de todo. Como dicen en mi pueblo:
«El que reparte se lleva la mejor parte»… Permítame mostrarle un poco de mi
poder, Sr. Luciani.
De pronto, silencio. El diablo volteó hacia todos lados sin moverse. En aquella
habitación no había nada fuera de lo normal. Por lo menos él no advertía ningún
cambio—. Los detalles, Fernando, no olvides los detalles.

El diablo entonces se percató de que uno de los floreros había cambiado de


color. Luego cambiaron sus flores.

—¿Qué más tienes? —lo retó el diablo, aparentemente impasible; pero


internamente alerta.
—¡Señor! Está aquí.

El diablo miró de inmediato sobre su hombro.

—¡¿Gus?! P-pero se suponía que te…


—¡Señor!
—¿Qué?
—¡Señor! ¡Por acá!
—¡Señor! ¡No, por acá!
—¡Señor!
—¡Señor!
—¡¡YA!! —gritó el diablo, encolerizado.
—No soy Gus, sólo soy un par de códigos —dijo el niño; sin embargo, su voz
era la de Tobías Martini.
—Ya entendí. Deja de hacerlo.
—Como podrás verlo, el mundo me pertenece…
—Este mundo, querrás decir.
—Y este se convertirá en el nuevo y único mundo, tenlo por seguro. Sin
embargo, aparecer niños no es la gran cosa. Todavía hay más por admirar.

En eso, el suelo de aquella habitación se empezó a convertir en lava. El diablo


retrocedió hasta quedar atrapado con la espalda en la pared.

138
—No clamaré —gruñó.

El piso volvió a la normalidad, y el diablo aprovechó aquello para salir deprisa


del edificio.

—¿Adónde va, Sr. Luciani?

Repentinamente, estando en la solitaria calle, el diablo se doblegó y cayó de


rodillas.

—¡AGH!
—Sólo es un cáncer de páncreas. ¿No eras tú el diablo? Desaparécelo.
—¡¡AAAGH!!
—¿No puedes? Bien. Dejemos el cáncer a un lado.
El diablo se puso de pie sin el más mínimo dolor. Lo desconcertó—. ¿Alguna
vez has estado en un terremoto de 9 grados en la escala de Richter? —le
preguntó Martini.
El diablo esperó, expectante. Inmediatamente, todo comenzó a sacudirse de
forma violenta. En cuestión de un parpadeo, los edificios cayeron uno a uno. El
diablo tuvo que correr para esquivar los escombros. Pero luego de unos
segundos, aquella ciudad pasó a ser un verde campo—. Bonito, ¿no?... ¿Qué te
parecería si le agregamos una manada de leones hambrientos?

Los leones aparecieron, rodeándolo.

—No me gustan los gatos. Prefiero los perros —bromeó el diablo, atento a los
movimientos de los félidos que lo acechaban.

Martini soltó una risa a secas. Aquellos leones triplicaron su tamaño, se


volvieron bípedos y sus rasgos se mezclaron con los de lobos. La noche cayó
con tan solo escribir unos comandos más.

—Vamos, Sr. Luciani. Tenía entendido que guardaba ciertos poderes bajo la
manga. ¿Por qué no aparece su pistolita blanca o cambia su aspecto para ganar

139
más fuerza?... ¿O necesita estar entre los colmillos de mis híbridos para sacar
ese poder oculto?

Dos de los leones se abalanzaron sobre el diablo. Éste intentó protegerse,


intentó, incluso, hacer lo que Tobías sugirió; pero no lo consiguió, y una de las
bestias le prensó un brazo entre sus fauces. La otra le arrancó parte del hombro.

—¡¡¡AAAAGGGH!!!
—Decepcionante…, muy decepcionante.
Todo aquello se esfumó. Ahora el diablo se encontraba, ileso, en el escaño de un
concurrido parque. Sostenía un helado de fresa en una mano; y en la otra, un par
de globos con helio—. ¿Te gusta el de fresa o prefieres de chocolate?

El diablo dejó caer su helado y soltó los globos; se recargó en sus rodillas para
contemplar a las personas. Había niños jugando por doquier… Todo era tan real.

—¿Terminaste? —bufó.
—No, viene la mejor parte —se regocijó Martini—. Verá, Sr. Luciani, como
recordará, al principio de nuestra hermosa aventura virtual mencioné que al
momento de crear el UniAversus nos esmeramos en conseguir que fuera fiel a la
realidad material. Por esa razón tuvimos que programar las mismas leyes que
rigen a ésta. Y como la piedra angular de nuestra realidad natal es la dualidad, al
instante en que creamos la materia virtual, implícitamente recreamos otra
particularidad de la naturaleza: la antimateria.
»El UniAversus estaba formado, desde su concepción, por materia (virtual,
obviamente); pero en algún lado tenía que existir la antimateria que recreamos.
Posteriormente, nos percatamos de que esa antimateria se hallaba depositada en,
técnicamente, todos los tipos de enigmáticos agujeros espaciales: negros,
blancos, de gusano, etc. Quisimos, pues, explorarlos. Para no correr riesgos,
enviamos códigos, es decir, personas virtuales como las que estás viendo en este
momento. No son mentes reales, así que no había peligro alguno. Sin embargo,
al introducir a una de estas personas en los agujeros, sus presencias desaparecían
de nuestras bases de datos y no se volvía saber de ellos, por ende, no obteníamos
retroalimentación. Tuvimos que experimentar con mentes reales. Así fue como
perdimos a la número 2 de nuestras mentes. La primera fue con un error muy

140
tonto: un código mal escrito intercambió un automóvil por la cabeza de nuestro
programador, y su mente se fue al demonio. Incineramos su cuerpo real hace un
año. Pero, bueno, continúo: a aquella segunda mente la introdujimos en un
agujero negro, esperando que saliera de un agujero blanco; no obstante, jamás lo
consiguió. Su última señal de vida fue un «Us» como despedida. El mensaje
apareció por sí solo en nuestro código. Supusimos que quiso escribirnos «Luz»,
pues probablemente quería ver algo en el interior del agujero negro; pero no lo
consiguió, aunque nunca supimos realmente qué significaba. Podían ser muchas
cosas… También incineramos su cuerpo real luego de semanas de nula
respuesta. En fin… Para no aburrirte con las demás historias, te diré que nunca
obtuvimos un resultado favorecedor en la investigación. Uno de nuestros
programadores pensó en Gusakee para seguir con los experimentos; pero se me
ocurrió que nos serviría más como carnada. Él te trajo aquí.
—No, yo vine solo. Él no tiene nada que ver en esto.
—... ¿Por… qué?... ¿Por qué tanto interés en ese niño?
—Ni te imaginas lo que acabas de dejar ir.

El diablo sonrió de oreja a oreja. Martini, desde su silla, frunció el ceño.

—Como sea. Llegó la hora de continuar con la última prueba… En nuestra


realidad natal nadie ha podido llegar a un agujero negro y nadie sabe con certeza
qué hay en su interior o qué sucede del otro lado. Gracias a la RVI, esto está por
cambiar… o no.
»Sr. Luciani, está a un paso de probar si es merecedor del título que se
adjudica. De lo contrario, su mente se perderá en la nada.
De pronto, el parque empezó a girar y a oscurecerse. El diablo apareció en el
espacio, a la deriva, flotando. A kilómetros de distancia, un vórtice—. No tengo
muchas expectativas en ti. Verás, mientras estuvimos conversando
tranquilamente, tu cuerpo fue examinado con minuciosidad por los mejores
científicos del mundo. Adivina qué descubrieron… Nada… Hasta el momento,
no han encontrado nada anormal. Simplemente no posees ninguna anomalía que
te permita hacer lo que haces: desaparecer, aparecer, sanar, cambiar tu aspecto,
etc. Me informan que todo lo que puedes hacer, al parecer, lo haces sólo porque
sí, como por arte de magia. Eso quiere decir algo muy importante: definitiva e
indudablemente, eres el diablo de la Tierra…; pero no del UniAversus. Hasta

141
nunca…, Sr. Luciani.

El diablo de Estocolmo fue arrastrado sobre todo el espacio por una fuerza
invisible que lo lanzó hacia el agujero negro, el cual lo abdujo en un parpadeo y
lo hizo desaparecer para siempre.

LXXV
Minutos antes:
—Adiós, niño.
—E-eh, n-no me dejen aquí, por favor, no conozco este lugar.
—Son órdenes del diablo.
—¿Eh?
—¡Gus! ¡Gus! Acá. Voltea.
—¡Tú! ¡Tú eres la muerte!
—Sí. El diablo me envió.
—¿Dónde está? ¿Qué sucedió con él?
—¿Ves esos hombres de allá? Los que te dejaron aquí. Trabajan para la
organización que te secuestró. El diablo se entregó para que te dejaran en
libertad, y ordenó que te trajeran a este lugar.
—¿Por qué?
—Porque tenemos que hablar, Gusakee.

El niño giró de inmediato sobre sus talones. Detrás de él se hallaba otra persona.
Era un joven de 16 años, de cabello largo y con anteojos rectangulares.

—¡N!... P-pero…, pero si tú… Yo vi cómo te… mataron.


—Todo fue parte de una farsa.
—Es cierto. Este chico nunca murió. Te lo dice la muerte… Pero vaya que has
estado más cerca de la muerte que muchos adolescentes de tu edad. ¿Quién
demonios eres, muchacho?
—Gus, señora muerte, mi nombre...
—No soy mujer.
142
—…, mi nombre real es Názar Reilly, líder y fundador de La VID, la
agrupación de hackers más grande del mundo, la cual puede ufanarse de haber
acabado con La Guerra del 22... Exhibimos lo oculto, y ocultamos lo que la
humanidad no está preparada para ver. Esa es, a grandes rasgos, La VID, mi
pequeña gran creación. Pero no estoy aquí para entregarles mi «currículum
vitae», sino para ponerlos al tanto de algo de mayor importancia que acontece en
nuestros días.
—¿Por qué este lugar? Las iglesias me ponen nervioso —opinó la muerte.
—Porque esta catedral es mucho más segura que, incluso, la guarida de La VID.
¿A qué se debe esto? A la radiación que aún emanan estas tierras gracias a la
bomba nuclear arrojada el 9 de agosto de 1945. Lo más curioso de este suceso es
que Nagasaki no era el blanco principal, sino la ciudad de Niigata; pero una
oportuna lluvia impidió que ésta fuese el objetivo, así que se optó por Kokura;
no obstante, esa mañana el cielo nublado impidió la visualización del blanco. Y
como el bombardero se estaba quedando sin combustible, Nagasaki terminó
siendo la ciudad elegida, la víctima de las circunstancias. Y así ha sido siempre
la vida…
»A tan solo 500 metros de esta catedral cayó la llamada «Fat Man». Pues la
radiación provocada por ese hombre gordo estadounidense impide que ciertos
artefactos funcionen a la perfección, artefactos como localizadores, micrófonos,
radiotransmisores, etc... Incluso el internet es pésimo en este sitio… Síganme.
Los llevaré a mi despacho.
—¡No! ¡Tenemos que ayudar al diablo! Él me rescató de ese laboratorio y yo
lo...
—El diablo pidió que no interfiriéramos, Gus —le dijo la muerte.

LXXVI

—Tomen asiento, por favor…, sobre todo tú, Gusakee.


El niño tragó saliva. Názar sólo tenía 16 años; pero transmitía la madurez de un
hombre de 30—. Primero que nada, quisiera disculparme contigo por lo que te
hice pasar en Tokio. Drogarte fue necesario para que no hicieras nada malo.

143
—¡Pero yo nunca quise hacer nada malo!
—Lo sé…; pero está en tu naturaleza hacerlo.
—…
—Es momento de que lo sepas… … … Eres uno de los extremos de nuestra
realidad…, eres… la encarnación del mal, Gusakee.
—¿La encarnación del…? ¿Eh?
—¿No tenía ese papel Fernando Luciani, el diablo? —inquirió la muerte.
—No, no lo tiene y nunca lo ha tenido. Fernando es una particularidad de la
naturaleza. Él es la encarnación de la neutralidad, es lo necesario para equilibrar
las fuerzas opuestas e interdependientes de la realidad. Pero él, a diferencia de
Gusakee y yo, no precisa que uno de nosotros exista. Nosotros, en cambio,
requerimos del otro para seguir con vida.
—Tú… ¿Tú eres…?
—Soy tu contraparte, Gusakee. Por eso… —sonrió— nunca he logrado que nos
llevemos bien.
—¿Tú eres la encarnación del bien, niño?
—Así es.
—¿Por qué nadie me cuenta nada sobre esto? ¡Soy la muerte! Tengo que saberlo
todo.
—Tu trabajo es otro, es independiente al nuestro.
—E-eh… Era una pregunta retórica; p-pero…, bueno, gracias por aclararlo.
—¿Y qué se supone que haga en el mundo? ¿Destruir todo? —preguntó
Gusakee con la voz entrecortada. Una lágrima cayó a su mejilla.
—… No hoy, quizá no mañana; pero en algún momento tendrás que hacerlo.
—¿P-por qué? Me gusta vivir aquí. No quiero… ser el malo.
—Decidirlo no te corresponde. Sería como si el fuego se negara a quemar.
—¡Yo no quiero ser la encarnación del mal o lo que sea que tú digas! ¡No te
creo nada! ¡Eres un mentiroso!
—¡Gusakee! ¡Ven aquí!
—¡NO! ¡Quiero estar con el diablo! ¡Él sí es mi amigo!
—¡Él te necesita, Gusakee!
—… ¿Qué?... ¿El diablo me…?
—Siéntate, por favor, te lo voy a explicar... ¿Quieres un poco de agua?
—N-no... B-bueno, sí.
—… … … Toma, bebe despacio.

144
—… Gra…, gracias.
—Verás, Gusakee, todos, hasta la muerte aquí presente, fuimos creados con
libre albedrío; sin embargo, hay cosas que se salen de nuestras manos, que no
podemos manipular, ya que nuestra condición nos lo impide. Tal vez seamos las
encarnaciones de las fuerzas que equilibran la realidad en la que existimos; no
obstante, seguimos siendo humanos y, como tales, tenemos limitaciones.
Fernando es como es porque su condición, su propia naturaleza, su esencia, lo
obliga a ser de esa manera: ignorante, imprudente, explosivo, bipolar…, eterno.
El diablo jamás dejará de existir porque es quien se encarga de darnos vida a ti y
a mí. Si tú mueres, yo muero; si yo muero, tú mueres; pero si uno de los dos
muere, el diablo nos resucitará, y es quien se ha encargado de unirnos desde que
se concibió la eternidad, siempre que el universo lo necesita, siempre con otros
cuerpos y otros rostros; pero siempre nosotros… ¿Sabes por qué yo estaba en
Tokio y pude conocerte?
—N-no.
—Soy australiano e ininterrumpidamente viví en mi ciudad natal, en Adelaida.
Pero un día, el diablo llegó buscando algo que hacer. No tenía adónde ir ni un
objetivo en los pensamientos, sólo se estaba dejando guiar, inconscientemente,
por su instinto. Él pensó que llegó a Australia para meterse en algunos
problemas, ganar un poco de dinero, conocer nuevas tierras, etc. No obstante, la
realidad es que llegó a mi ciudad para ayudarme a arribar a Tokio. Él no lo sabe,
actualmente no lo sabe; pero en una de sus imprudencias, mató a un sujeto que
se dirigía a su hogar para reunirse con su familia. Aquel sujeto era mi padre,
quien nunca llegó a casa. Y, a causa de su muerte, mi madre murió a los pocos
días por depresión... Gusakee, una pregunta: ¿tienes hermanos, padres, tíos o
algún familiar?
—N-no.
—Exacto. Eres hijo único, tus padres eran hijos únicos, tus abuelos lo eran, tus
bisabuelos también, y así sucesivamente; y todos están muertos… Mi historia es
la misma: soy hijo único de hijos únicos. ¿Sabes por qué?
—… No.
—Porque así debe ser… Cuando mis padres murieron, fui enviado a un
orfanato. Pero hui a las calles. Al morir tus padres, huiste a las calles; y cuando
estabas por ser recluido a un orfanato, te encontré y escapamos.
»Llegué a Tokio un año después de la muerte de mis padres. Si el diablo no

145
los hubiera matado, a uno con una bala, y al otro con el sentimiento, la historia
hubiese sido muy diferente. Y escogí Tokio porque te estaba buscando y quería
protegerte. Cuando te encontré, de inmediato supe que sería imposible convivir
contigo, así que empecé a drogarte. Eso mantenía dormida tu naturaleza
negativa, pues, repito, aunque seas la encarnación del mal, primero eres
humano; y si tu humanidad te hace susceptible de ser manipulado, no podrás
hacer nada al respecto... Las drogas fueron el ancla que me permitió mantenerte
cerca sin correr riesgos. Y una vez teniéndote cerca, sabía que era cuestión de
tiempo para que el diablo nos encontrara. Semanas después, lo hizo… Él nunca
me había visto ni sabía quién era aunque yo ya lo había contactado hace años a
través de La VID… Pero esa es otra historia… Cuando nos topamos de frente, vi
en su mirada que ni siquiera recordaba a mi padre. Pero también sus ojos me
dijeron que había encontrado lo que tanto había buscado: su verdadera misión en
esta vida.
»Esa tarde tú no estabas conmigo. Te había enviado por más droga. Yo
caminaba por una calle que sabía que debía transitar sin detenerme a
reconsiderarlo. Entonces lo vi llegar a la esquina, seguí caminando y me vio. Se
detuvo de inmediato y se asustó. «¿Quién diablos eres?», me preguntó. Le
respondí que yo era su respuesta, y lo entendió.
»Procedí a explicarle quién era yo, quién eras tú y quién era él. Lo puse al
tanto, también, de lo que había acontecido todos esos años y cómo, sin desearlo,
la vida nos había unido a los tres. Le aclaré que él siempre había existido; pero
que hasta hace unas décadas su esencia se encarnó, puesto que un gran cambio
en el universo acontecería. Por eso tuvimos que nacer tú y yo; primero yo, y
luego tú, por una diferencia de tan solo 3 años… Me preguntó cuál sería
específicamente ese gran cambio, y le dije la verdad: «No lo sé, sólo sé que
sucederá en poco tiempo». Me preguntó entonces qué debía de hacer él para
contribuir, y le confesé que no había nada en especial que debiera hacer, sólo ser
él y hacer lo que se le placiera, pues su instinto, su inconsciente, lo llevaría a
hacer lo que la naturaleza necesita que se haga para que nosotros…, tú y yo…
…, nos enfrentemos una vez más a muerte.
—… … … ¿Q-qué..?
—Así es. No sé cuándo, dónde, por qué ni cómo; pero ocurrirá dentro de poco.
—¿Tendremos que morir?
—Todos morimos, sólo lo haremos más rápido que otros humanos. Sí, nos

146
enfrentaremos tarde o temprano porque así debe ser.
»Aquella tarde, Fernando insistió en conocerte. Quería verte y convivir
contigo. Me dijo que deseaba pasar los últimos días de paz enseguida de la
encarnación del mal. Acepté sin objetar, pues no era el diablo quien hablaba,
sino su instinto… Sugirió que fingiéramos un enfrentamiento para que tú
pensaras que el diablo te había librado de esa vida de perdición, y también
accedí a hacerlo, porque así debía ser.
»Esa misma tarde, tú conociste al diablo, y él te alejó de mí. Esa misma
tarde yo tuve otra revelación. Esa misma tarde supe que el diablo dejaría este
mundo antes que nosotros; pero la revelación nunca especificó cómo lo haría.
Pues esta tarde, cuando la muerte llegó a la guarida de La VID para darme un
mensaje del diablo, lo supe… El diablo acaba de dejar este mundo. Mientras
hablamos, se me reveló que Fernando Luciani Sansixto, el diablo, El diablo de
Estocolmo, se ha ido.

147
CAPÍTULO 7
UNUSTELÉCTUM

—¿Q-q…, qué? ¿S-se fue?

Su voz se quebró. Gusakee no lo podía creer.

—¿Es en serio? —dudó la muerte.


—Sí. El diablo ya no se encuentra en nuestra realidad.
—¡¿Dónde está ahora?! —preguntó el niño, consternado.
—Un momento… —intervino la muerte—. No…, no siento nada… El diablo
no… No puedo sentir que haya muerto.
—Jamás dije que Fernando murió, sólo que se había ido, pues su mente ya no
está en este mundo, ya no está entre nosotros.
—¡¿Volverá?! ¡¿Volverá?! ¡¿Cuándo?! ¡Tenemos que ayudarlo a que regrese!
—No lo sé, no sé cuándo ni cómo; pero si Fernando dijo que no interfiriéramos,
y que él iba a solucionar todo, es porque así lo dijo su instinto, es porque así
debe ser y no queda más que guardar la calma y seguir con nuestras vidas hasta
que el diablo regrese; y el caos profetizado, por fin comience.
—¿Cómo sabes todo eso, N?
—La clarividencia es uno de los dones que se me otorgaron por ser la
encarnación del bien. Uno de tus dones, Gusakee, por ser la encarnación del
mal, es el «Omniexitio», cualidad de «Omniexitente», es decir, tienes el poder
de destruir y destruirlo absolutamente todo con sólo desearlo. Por eso es
imprescindible evitar que te enojes.
—¿Por qué yo tengo que tener un poder tan malo?
—La destrucción no es mala, Gusakee, la destrucción forma parte de la vida.
Inclusive, el universo, esta realidad, la vida, todo lo existente actualmente, se
creó gracias a una explosión. En otras palabras, un poco de esto y de aquello
tuvo que destruirse para crear una reacción en cadena que creó vida.
Gusakee se sorprendió—. Por otro lado, volviendo a lo de los poderes, los
148
poderes característicos de Fernando, la encarnación de la neutralidad, son la
indiferencia, la independencia, la inmortalidad, y un poder de creación y
destrucción; pero este último no tan grande como el tuyo.
—Vaya —suspiró el niño.
—Bueno, jovencitos, me dio gusto enterarme de todo esto; pero no me gustó
enterarme hasta ahora, así que, si me disculpan, iré a buscar a El Creador. Tengo
que hablar seriamente con él. Hasta luego…, encarnaciones del bien y el mal.

La muerte desapareció sin más. Názar y Gusakee se vieron las caras en silencio
durante unos segundos.

—¿Entonces a esperar? —preguntó el último.


—A esperar.

LXXVII
Todo era blanco en aquel lugar; pero no un blanco sólido, sino como un destello
perpetuo y ubicuo. Nada se veía, nada se escuchaba, nada se olía, se sentía ni se
cataba. Al parecer, ninguno de los sentidos funcionaba.

—¿Estoy en el… Cielo? ¿Morí? ¿En verdad morí?


—Hola, humano.
—¡AY, CABRÓN! ¿Q-quién…? ¿Qué eres tú? ¡Oh, mierda! ¡Hay otro! ¿Q-qué
son ustedes?

Entre aquel eterno destello, el diablo logró distinguir dos siluetas. Ambas
aparentaban ser tan blancas como el entorno; pero, en realidad, eran
transparentes. El único rasgo de otro color que tenían eran sus ojos: negros
como el espacio.

—Al inicio de los tiempos nos bautizaron como «Unusteléctum»; pero puedes
decirnos simplemente «Unus». Bienvenido a nuestro dominio, el
«Unuscéntrum».
149
—¿Y qué es aquí? Se parece mucho al Cielo.
—No, para nada, esto no se parece ni en lo más mínimo al Cielo. Es evidente
que no has estado ahí.
—Créeme, cosa con ojos negros, sí he estado ahí y se parece mucho a esto.
—Mmm… Hay algo distinto en ti. No eres un humano ordinario. Tus
pensamientos no se encuentran libres en el Unuscéntrum.
—¿A qué te refieres, cosa?
—Pon atención y lo verás.

Aquellos seres figuraron girarse hacia un lado. El diablo, irresoluto, miró hacia
el inexistente horizonte.

—No veo nada.


—Exacto. No se trata de ver.
—¿Y de qué… mierda se trata entonces?
—Percibe.
—… ¿Y… eso qué significa? —El diablo entornó los ojos, agobiado—.
¡Esperen! ¡Lo ve…, lo percibo!

Cerró por completo los párpados. Aquel entorno cambió para él: lo blanco se
volvió negro, lo negro se volvió blanco; y lo transparente, se volvió luz, luz
celeste, destellos eléctricos. De eso estaban formados aquellos Unusteléctum.

—Ahora lo percibes.
—¡¿Qué es?!
—Son los pensamientos de todos los seres vivos.

El diablo miró a su alrededor. Estaba ceñido por hebras infinitas de luces


conectadas entre sí por finas ramificaciones.

—Creo…, creo que he visto esto en otro lugar.


—Las conexiones neuronales en algunos seres vivos fueron inspiradas en el
Unuscéntrum.
—Oooh, ya veo, qué impresionante… ¿Y cómo salgo de aquí?
—No pareces realmente sorprendido.

150
—Tengo cosas más importantes que hacer, no puedo quedarme a ver lucecitas.
¿Dónde está la salida?
—Eso depende de ti.

El diablo gruñó.

—No me gustan los acertijos. Habla claro, maldita luciérnaga.


—Para salir de aquí, primero tienes que saber cómo entraste, ¿no?
—… … … Buen punto. Continúa.
—¿Cómo entraste?
—¿Eh?
—Es una pregunta.
—¡Ya sé que es una pregunta! ¿Por qué me lo preguntas a mí? Tú vives aquí,
dime por qué o cómo es que estoy en este lugar.
—No lo sé. Nadie aquí sabe por qué llegaste al Unuscéntrum. Como te lo
dijimos antes, eres un ser humano inusual, tus pensamientos no se encuentran
libres... Hace unos momentos, llegó un niño con una mente parecida a la tuya...;
pero se fue de inmediato. Ni siquiera logró quedarse lo suficiente para
pronunciar la primera letra de «Hola».
—… ¿Un niño?... ¿Gusakee? ¿Názar?
—No lo sabemos. Como te lo dijimos antes, su mente era muy similar a la tuya,
pues sus pensamientos no estaban libres en el Unuscéntrum, no formaban parte
de él.
—No estoy entendiendo. ¿Por qué llega alguien aquí?
—Verás, humano inusual, el Unuscéntrum se encuentra en el centro de «El
TODO». El TODO es la realidad que engloba todas las demás realidades
existentes e inexistentes. Éste, El TODO, se divide en 3 realidades más
pequeñas: la inferior es la «Realidad material»; la central, donde nos
encontramos, es la «Realidad mental»; la superior, donde se encuentra El
Creador y el Cielo, es la «Realidad espiritual».
—Pues en realidad no deseaba saberlo; pero, bueno...
—Los seres vivos, al igual que El TODO, se dividen en 3 condiciones o
esencias: la inferior es la materia, la central es el alma, y la superior es el
espíritu. El cuerpo, la condición inferior, la materia, está diseñada para ser
autosuficiente, es decir, funcionar por sí sola, mediante el instinto, sin la ayuda

151
de las demás condiciones. Sin embargo, El Creador diseñó una mente para cada
ser, una mente que permite controlar a la esencia inferior, a la máquina, al
cuerpo. Y para lograr eso, a cada mente la creó con libre albedrío; y al momento
de dotar a los seres vivos de libre albedrío, implícitamente los dotó de
receptividad, que les ayuda a percibir, evaluar e interactuar con su entorno en la
medida de sus posibilidades, en la medida que su individualidad se los permita.
A esa segunda esencia, a esa mente, a ese libre albedrío y receptividad se le
llamó alma. Por último, pero principalmente, está el espíritu, la condición
superior que conforma a los seres vivos. El espíritu es el don que da vida, es el
equivalente a la sangre que ocupa el cuerpo, es lo que une a cada creación con
El Creador. El espíritu es la herencia que le dejó el padre al hijo.
—Estás a una palabra de matarme de aburrimiento.
—Esas tres esencias, en orden descendente, es decir, de superior a inferior, son
las que El Creador utiliza para crear a un ser vivo. Y cuando éste muere, cuando
la vida del ser vivo se acaba, desaparece en orden ascendente, es decir, de
inferior a superior. Primero desaparecerá el cuerpo, la materia, y liberará al alma
y al espíritu. Cuando el cuerpo muere, inmediatamente el espíritu regresa al
Cielo a fundirse con el espíritu de El Creador, a fundirse con El Creador mismo.
Paralelamente, el alma, la mente, la segunda condición, asciende al
Unuscéntrum para fundirse con los pensamientos de todos los demás seres
vivos. Una vez absorbida toda la información, el alma inmediatamente se eleva
al Cielo para disfrutar del descanso eterno.
—Entonces supongo que si estoy aquí es porque morí y vengo a absorber todo el
conocimiento. Sin embargo, eso no es posible, ya que…
—El Unuscéntrum aloja las mentes de todos los seres vivos: humanos, animales,
plantas, piedras, etc. Todos los pensamientos salen y entran de aquí; se
encuentran transitando libremente por el Unuscéntrum, por lo que todas las
mentes de los seres vivos están conectadas a través de este gran transmisor, lo
cual permite que una especie reconozca y comprenda a otra; y que la acepte
como a su semejante.
»El viaje que realiza un alma por el Unuscéntrum cuando el cuerpo muere es
para que se purgue de los pensamientos negativos ganados por el cuerpo, por
ejemplo, los prejuicios, y pueda ascender al Cielo con el conocimiento real y
absoluto de El TODO. Ahora bien, la muerte no es la única puerta para entrar al
Unuscéntrum. En ocasiones, la primera esencia, la materia, sufre algún daño y la

152
mente no puede habitar de forma correcta ese cuerpo. En esos casos, la mente
regresa al Unuscéntrum y permanece aquí hasta que el cuerpo se arregle, lo cual
la haría regresar a la Realidad material o, por el contrario, hasta que el cuerpo
muera definitivamente, lo cual la liberaría y la regresaría a la Realidad
espiritual. Un caso muy usual es lo que ustedes llaman muerte cerebral. En esta
situación, el cuerpo, específicamente el cerebro, el receptor material de lo
transmitido por el Unuscéntrum, sufre un daño que lo deja paralizado, pero aún
con vida. Esto provoca que la persona no muera ni viva. Su alma, su mente, su
libre albedrío, su receptividad, no puede permanecer dentro de su cuerpo; pero
tampoco puede deshacerse de él. Por eso el alma no logra quedarse en la Tierra
ni ir al Cielo, así que se queda un tiempo en el Unuscéntrum. Mientras una de
las dos posibilidades sucede, las almas aprovechan para explorar los
pensamientos de todos los seres vivos.
Lamentablemente, es tanta información la que acumulan, y tan pequeña la
condición corpórea, que cuando el cerebro vuelve a funcionar y el alma regresa
al cuerpo, olvidan todo lo que absorbieron aquí. A veces, mentes excepcionales
conservan un poco de lo que vieron; pero olvidan el 99.9%. Lo normal es que
algunos recuerden una luz blanca y es todo.
—C-creo que ya lo entendí. Si es imposible que haya muerto y que esté aquí
sólo para absorber la información del Unuscéntrum y posteriormente ascender al
Cielo, entonces tal vez mi cuerpo sufrió una muerte cerebral. Pero…
—¿Por qué es imposible que mueras, humano inusual?
—¡Cállate! No me dejas concentrar… Pero, si sufrí una muerte cerebral, mi
magnífico cuerpo se hubiera regenerado de inmediato… Entonces… no sufrí
ningún daño físico…, sino mental… Mental… ¡Eso es! ¡Martini tiene la culpa!
Si transfirió mi mente a su tonto proyecto RVI, quiere decir que vació mi
cerebro. Éste no murió, sólo está vacío. Pero como seguía conectado a la RVI,
mi cuerpo nunca percibió que mi mente se había ido. Sin embargo…, cuando
entré al agujero negro… ¡mi cerebro se vacío! ¡Mi cerebro ya no sintió a la
mente en su lugar! ¡Exacto! ¡Ahora tiene sentido! Estar dentro de la RVI era
como engañar a mi cerebro; pero cuando caí al agujero negro, debí de haber
salido de la RVI, por lo tanto, ¡salí por completo de mi cerebro!
—Lo que dices se escucha como una muerte cerebral artificial. Sí, eres un
humano inusual.
—Mi cerebro está vacío, mi alma no puede habitarlo, y por eso ascendí a este

153
lugar. ¡Soy un genio! Sólo necesito…
—¿Qué eres, humano inusual?
—Soy el diablo, ya cállate.
—Oh… Así que era eso…
—Si quiero regresar a mi cuerpo, tendré que… regresar por donde vine…
¿Cómo podré regresar a ese agujero negro?... ¡Oye, tú, cosa!, ¿cómo puedo
llegar a un agujero negro?
—Los agujeros negros no existen en la Realidad mental. Tendrías que salir del
Unuscéntrum y buscar uno en la Realidad material.
—¡Carajo! ¿Y cómo mierda salgo de esta mentada Realidad mental?
—Eso depende de ti.
—… … … ¡Mierda! ¡Explícate, cosa! ¡Tengo prisa!
—Tu cuerpo es el que debe funcionar correctamente para que tu alma regrese
instantáneamente. Depende de tu cuerpo en la Realidad material.
—¡Pero ya sabemos que mi cuerpo está fuera de servicio temporalmente!
¡¿Cómo regreso sin un cuerpo?!
—Algunos humanos, cuando llegan al Unuscéntrum, aprovechan su estadía para
explorar…
—¡Eso ya lo mencionaste!
—Cuando exploran, algunos corren con suerte y encuentran rápidamente los
pensamientos de sus seres queridos. Entonces se comunican con ellos por medio
de la mente.
—Por medio de la… ¡Gracias, cosa rara! ¿Dónde están los pensamientos de los
humanos?
—Están por todos lados. Como te lo dijimos antes, los pensamientos van y
vienen por todo el Unuscéntrum. Por ejemplo, cuando alguien en la Tierra tiene
una idea es porque su mente logró capturar ese pensamiento mientras viajaba de
aquí para allá en busca de una mente que la tomara. Si la persona en la Tierra
rechaza la idea, el pensamiento regresa al Unuscéntrum para seguir viajando de
un lado a otro en espera de otra mente, y la primera mente olvida esa idea. Pero
a veces las mentes se retractan y buscan las ideas que rechazaron. A veces sólo
encuentran parte de ellas. A veces no las encuentran. Otras veces, si tienen
suerte y nadie más las han capturado, pueden recapturarlas íntegras, tal como la
primera vez que las capturaron. En ocasiones, dos o más personas tienen la
misma idea; pero en realidad no son la misma, sino sólo muy parecidas. Ningún

154
pensamiento es perfectamente igual a otro.
—… ¿Y toda esa cháchara qué tiene que ver conmigo?
—Los pensamientos viajan por todos lados más rápido que la luz, y a veces
hasta se fragmentan o se mezclan cuando chocan con otros. Tendrías que poner
a prueba tu suerte e intentar capturar el pensamiento de uno de tus seres
queridos de entre todos los existentes.
—¿Y… cuántos pensamientos hay en total?
—Mmm… Contando pensamientos espontáneos, recuerdos, ideas, fragmentos
de pensamientos, sueños, deseos, «déjà vu», entre otros, son… varios trillones.
—¡¿QUÉ? ¡¿QUÉ ACABAS DE DECIR, COSA DE MIERDA?!
—Varios trillones.
—¡¡TE ESCUCHÉ LA PRIMERA VEZ!!... ¡No puedo quedarme a buscar entre
tantos pensamientos!… Tiene que haber otra forma, tiene que haber otra…
—Eres el diablo, ¿no? La encarnación de la neutralidad.
—Sí. ¿Y qué?
—Cuando El Creador le dio vida a «Las Tres Eminencias», a la encarnación del
bien, a la encarnación del mal y a la encarnación de la neutralidad, los dotó de
espíritu, es decir, vida; y alma, es decir, libre albedrío y receptividad. Pero no les
dio un cuerpo que los limitara, y tampoco metió los pensamientos de sus almas
en el Unuscéntrum.
—¿Siempre le dan tantas vueltas a lo que dicen?
—Sin embargo, les obsequió una conexión especial e íntima para que pudieran
encontrarse cuando que se alejaran, una conexión fuera del Unuscéntrum. No
obstante, hace unos años humanos, cuando El Creador decidió darles un cuerpo
a Las Tres Eminencias para que resolvieran un conflicto en el que se metería la
raza humana, creó una sección temporal y privada en el Unuscéntrum con el fin
de que los pensamientos de Las Tres Eminencias viajaran de un lado a otro sin
mezclarse con los de los demás seres vivos.
—¡Genial! ¡¿Por qué no lo dijeron antes?!
—Pero esa sección la creó tan distante de la otra que ni siquiera los
Unusteléctum pueden llegar a ella. Sólo las almas de Las Tres Eminencias saben
encontrarla y visitarla incluso sin haber muerto. Si quieres comunicarte con
algún humano ordinario, estás en el lugar correcto; pero tendrás que intentar
hallar sus pensamientos e interferirlos. Si quieres llegar a la sección temporal de
Las Tres Eminencias, no podemos ayudarte.

155
—¡Pff!… Genial… Volvemos al mismo problema… ¿Por qué tienen que hacer
todo tan complicado?
—Eres una de Las Tres Eminencias, está en ti ese conocimiento. Busca dentro
de ti.
—Sí, sí, la respuesta está en mi corazón, bla, bla, bla… … … ¡Carajo! Deberían
de darte un instructivo cada vez que te dan un cuerpo. Tal vez no lo leería; pero
me gustaría tener la posibilidad de hacerlo cuando lo necesite…
El diablo de Estocolmo volteó hacia todos lados. No reconoció nada—. ¡Es
imposible!
¡Sólo hay luces y más luces! ¿Dónde está el letrero de «Sección VIP de
pensamientos»?
—Intenta hacer algo diferente.
—¿Qué quieres decir?
—Deja de pensar y mueve la boca.
—… No comprendo.
—Deja de pensar.
—¡¿Qué mierda significa eso?!
—Estás pensando. Deja de hacerlo. No nos necesitas, deja de pensar.
—¡¡QUE NO ENTIENDO!! ¡¡ME ESTÁN ESTRESANDO!!
—Tal vez eso funcione. Grita; pero hazlo con la boca.
—… ¿Qué?... ¿Cómo que…? ¿Entonces no estoy…?
—En el Unuscéntrum nos comunicamos sin boca, es decir, telepáticamente, y
vemos con los ojos cerrados. Quizá encuentres la sección de Las Tres
Eminencias si abres los ojos, despegas los labios y haces algo que no se haga
aquí.
—¡Carajo! ¡Es cierto! ¡Había olvidado que tenía los ojos cerrados!
El diablo los abrió. Aquella constelación de pensamientos desapareció. Todo
volvió a ser blanco. Después posó los dedos sobre su boca—. Vaya… Entonces
no estaba hablando… … … ¡¿Hola?! ¡¡OH, MIERDA!! ¡Mi voz! ¡Mi voz!
¡Hace eco!... ¡HOOLAAA! —Y recibió otro «¡HOOLAAA!» como respuesta—
. ¿Por qué esta sensación? Es como si fuese la primera vez que utilizo mis
sentidos.
—En el Unuscéntrum no existen los sentidos corporales, sólo los pensamientos.
Pero tú eres una de Las Tres Eminencias, eres parte de la excepción… Intenta
usar el poder que se te confirió… Ordena.

156
—Ordenar… … … ¿Ordenar?... … … ¡MUÉSTRAME LAS TRES
EMINENCIAS! —gritó.
De pronto, el diablo sintió que su alma fue atraída violentamente hacia enfrente,
dejando atrás los ojos negros de los Unusteléctum. Cuando su entidad se detuvo,
estaba completamente solo, en la nada; pero frente a él se manifestó una red de
pensamientos similar a la que había visto antes. Sin embargo, esta era tan
pequeña como la palma de su mano; y en lugar de luces y destellos celestes, los
pensamientos y sus conexiones eran negros cual tinieblas—. Así que esta es
nuestra conexión mental… … Bien… … … ¿Y ahora cómo entro ahí?... … …
¡Cosas! ¡Cosas raras de ojos negros! ¡Ey! ¡Necesito ayuda! ¡Olvidé preguntar
cómo entro a los pensamientos!... … … —No obtuvo respuesta alguna—.
¡Diablos!... … Mmm… Tal vez… funcione igual… … ¡QUIERO HABLAR
CON NÁZAR!

El diablo desapareció y fue enérgicamente abducido por aquella constelación


negra.

LXXVIII
—¡¡OMAIGÁ’!! ¡¡Estoy en el cerebro de Názar!! ¡¡No puedo creerlo!!... ¡Ey!
¡Názar!
¡Oye! ¡Pst! ¡Pst! ¡¿Me escuchas?! ¡Názar! ¡¿Me escuchaaaaaas?!
—… … … ¿Eh?... ¿Qué…?
—¡Soy yo! ¡El diablo! ¿Sí me escuchas? ¡Estoy en tu mente! Por cierto, en
verdad eres muy aburrido… … … ¿Me escuchas? ¿Hay buena señal?
—¿El…? ¡Fernando! Fernando, ¿en verdad eres tú?
—¡Claro! Me encuentro en un sitio muy raro; pero estoy bien. ¿Cómo están
ustedes? ¿Y Gus? ¿Está contigo? Oye…, un segundo, no sabía que te salía
barba tan rápido.
—B-bien, bien, estamos bien… Te estábamos esperando... E-eh… Gusakee no
está aquí. Se encuentra… con la muerte. Le ha estado ayudando a guiar almas.
—¿En serio?
—S-sí, ya sabes, estar cerca de mí no era de su agrado, así que se ofreció a
157
ayudar a la muerte mientras tú regresabas.
—¡Vaya! Pobre Gusakee, encuentra un trabajo y tiene que dejarlo el mismo
día.
—… ¿De qué hablas?
—Bueno, ya regresé. Es hora de poner manos a la obra, ¿no?… Como sabrás,
tuve que entregarme a la OPD para que liberaran a Gusakee. Un tal Martini me
metió en una especie de videojuego llamado RVI. Significa Realidad Virtual no
sé qué cosa.
—Realidad Virtual Incrustada, sí.
—Oh, ¿ya sabías sobre él?
—… Hace un par de años salió a la luz.
—… … … ¿Hace un par de…? Pero si Martini dijo…
—Fernando…
—¿Sí?
—Creo… que no te has dado cuenta…
—… ¿Eh? ¿De qué?
—Han…, han pasado 4 años desde que desapareciste.
—… … …
—…
—¿4…?... ¿4… años?... ¿4 años?… E-estás bromeando, ¿verdad?
—No, Fernando.
—P-pero…
—Hace cuatro años, cuando la muerte apareció para darme tu mensaje y
reunirme con Gusakee, se me reveló que tu mente había desaparecido por
completo. Tus órdenes fueron claras: no debíamos interferir entre tú y la OPD.
No lo hicimos. Sólo esperamos, y esperamos durante 4 años tu regreso... Han
pasado muchas cosas desde que te fuiste.
—… ¿C-cuáles?
—La OPD creó un chivo expiatorio para sacar a la luz todo lo que les convenía:
fundaron una organización fantasma de hackers. Digo «fantasma» porque eran
ellos mismos, la OPD; pero le hicieron creer al mundo que se trataba de un
grupo caritativo de hackers anónimos provenientes de las calles. Se ganaron la
aceptación de las masas publicando esporádicamente toda la información sobre
la RVI, el UniAversus y… sobre El diablo de Estocolmo.
—¡¿Qué?! ¡¿Qué dijeron de mí?! ¡¿Qué se atrevieron a decir esos idiotas

158
sobre mí?!

Názar suspiró, cansado.

—«Los Iluminados», como se hicieron llamar un grupo de ineptos


programadores de la OPD, publicaron en internet los documentos que admitían
internacionalmente tu presencia; videos y grabaciones que evidenciaban tus
poderes; información sobre la «Dead devil» (la bomba nuclear que se detonó en
Italia), las grabaciones de tu arribo al Área 32, 47 y 66; y otros tantos videos y
fotografías sobre ti siendo encamado, intubado, conectado y supuestamente
asesinado dentro de esta última Área… Ese mismo día, Tobías Martini declaró
que lo revelado por el grupo de hackers Los Iluminados era totalmente cierto, y
le pidió una disculpa al mundo entero por guardar esa información,
argumentando que lo hicieron en favor del orden público, y que irían tras Los
Iluminados por atentar contra la paz internacional.
»Al día siguiente fue cuando Los Iluminados, como supuesta réplica,
subieron a internet la evidencia de la RVI y el UniAversus, junto con una
presunta lista de ventajas que el programa traería a la humanidad, además de un
mensaje para la OPD: «Queremos la RVI en todos los hogares del mundo». Esa
tarde, la OPD hizo pública su respuesta: «La RVI sigue siendo un prototipo y
aún no se conoce a ciencia cierta los riesgos que podría ocasionar en la
sociedad». Con la atención del mundo entero en la disputa, Los Iluminados de
inmediato respondieron: «No pueden negarnos lo que se construyó con los
recursos del pueblo. La RVI nos pertenece». Y eso provocó que las redes
sociales explotaran a favor de Los Iluminados. Todos exigían probar la RVI…
La OPD y aquellos que auspiciaron el proyecto habían logrado su objetivo.
—Hicieron de la RVI algo prohibido…, algo deseable… ¡Es psicología inversa
para principiantes!
—Así es.
—¡Malditos humanos estúpidos!... … ¿Ya… todo el mundo está dentro?
—No, aún no. Gracias a la intervención de algunos grupos de activistas,
incluyendo a La VID, sólo pocos humanos han probado la RVI. Tenemos suerte
de que tu regreso no haya demorado tanto.
—¡FUERON 4 MALDITOS AÑOS!
—Pero llegas con unas semanas de anticipación.

159
—¿Por…, por qué lo dices?
—Luego del buen movimiento de la OPD, el mundo cayó en un estado de
permanente incertidumbre, e incluso segregación. El caos se desató en gran
medida y hubo enfrentamientos en diversos sectores a causa de las opiniones
divididas. Muchos comenzaron a especular que se repetiría algo similar a La
Depresión del 21. Ese temor inestabilizó a las masas, las volvió presa fácil de
propuestas prematuras. La OPD aprovechó la situación para sacar el as que
escondía bajo la manga. Le propuso al mundo hacer algo que jamás se había
hecho antes en la Tierra: unir a las naciones.
—…
—Tobías fue la cara del «Proyecto PangeAZ». Esa fue otra de sus estrategias:
promocionar su imagen como la mejor opción de salvación. Y les vendió la idea
a las personas mezclando demagogia, filosofía y miedo.
—P-pero… Ahora que lo pienso… ¿Unir a las naciones es mala idea?
—No, no me malinterpretes. Aunar todas las naciones es el primer paso para
empezar a reconocer a la raza humana como una sola; pero es una teoría difícil
de llevar a la práctica. La única forma de que unir a los pueblos resulte
favorecedor para la humanidad es teniendo a un verdadero líder que guíe, no a
falsos profetas que arreen… Y, lamentablemente, Tobías va arriba en las
encuestas.
—¿Contra quién?
—… Contra nadie... Sólo él se ha postulado.

160
CAPÍTULO 8
Venganza con «V» de Realidad Virtual
Incrustada… O “Apocalipsis con «V» de
Virtual” (porque la “V” es como una “A”
volteada)… O simplemente “Apocalipsis”.
Escojan el título que quieran.

—¡¿QUÉ?!
—Al parecer, tiene a todos en los bolsillos. Por un lado, ningún civil quiere
tremenda responsabilidad con tan pocos beneficios. La propuesta de la unión de
naciones y un solo líder incluía que éste no gozaría de ningún tipo de lujos. Un
movimiento muy astuto de su parte, pues de esa forma se aseguró una carrera sin
competencia por parte de la clase obrera. Por otro lado, los empresarios,
gobernantes y políticos no quieren saber nada de «El nuevo viejo mundo», como
burlonamente le están llamando ahora a nuestra realidad material... Todos ellos
sólo buscan asegurarse una copiosa realidad alterna en la RVI, así que competir
contra quien estará a la cabeza de ésta es una idea muy tonta… Saben que si
Tobías se convierte en el nuevo «Líder Mundial», hará que todo el mundo entre
al UniAversus, y entonces lo virtual se convertirá en realidad.
—¡Mierda! ¡¿Cuándo se llevarán a cabo las elecciones?!
—El próximo viernes 31 de diciembre será la votación mundial a través de una
plataforma en internet, y se dará el resultado en punto de las 12 de la noche del
día primero para que en pleno año nuevo las naciones pasen a ser una sola, se
llame «PangeAZ», Tobías sea el primer Líder Mundial, y la RVI se lance
oficialmente al público, por lo que, deduzco, esa tal PangeAZ quedará desierta
en un parpadeo y será el fin de nuestra era… Se tenía pensado que el inicio de
esto fuese hasta mediados del año que viene; pero las personas exigieron
adelantar las votaciones para poder ingresar al UniAversus cuanto antes y que
161
coincida con el año nuevo terrenal.
»Afuera es una bomba de tiempo. Lo único que mantuvo a la sociedad
cuerda fue la amenaza de la OPD: «Se les dará en el UniAversus aquello que
poseían legalmente en la Tierra». Tuvieron que lanzar esa advertencia porque
muchos entusiastas abandonaron sus trabajos, descuidaron sus vidas y hasta
cometieron crímenes con el pretexto de que tendrían la posibilidad de iniciar
desde cero en la RVI.
—Espera. ¿Qué día es hoy?
—30 de noviembre.
—¡¿30 de nov…?! ¡Carajo! ¡Sólo tengo un mes para deshacerme de Martini! Y
si regreso para buscar sus pensamientos… ¡voy a volver cuando todo esto se
haya ido a la mierda!
—¿Dónde estuviste todo este tiempo? Lo único que supimos, por medio de
Tobías, así que ya te imaginarás la veracidad de esto, fue que lograron matarte a
través de la RVI para liberar al mundo de la amenaza que representabas. Eso,
por cierto, le sumó simpatizantes a la OPD y sus… métodos: espionaje, tortura,
pruebas nucleares, creación, posesión y venta de armas de la misma índole;
manipulación genética, etc… Pero, obviamente, no te mataron, no pueden
hacerlo… ¿Dónde estuviste todo este tiempo?
—En un lugar muy, muy extraño. Unos seres me dijeron que me encontraba… o
me encuentro, no lo sé, en el centro de El TODO. Se llama algo de Un…,
Uncentro…, Unoscentros.
—Unuscéntrum.
—Ah, sí… ¿Ya lo conocías?
—Hace algunos años tuve un sueño muy… peculiar. Me hallaba en el interior de
un cerebro, entre sus conexiones neuronales. Después aparecieron unos seres
que me explicaron que no era un cerebro, sino «el cerebro», y que se llamaba
Unuscéntrum. Desperté de inmediato sin poder saber nada más al respecto.
Investigué por todos los medios y no encontré nada que hablara sobre ese tal
Unuscéntrum. Meses después tuve otra revelación onírica: estaba meditando
sobre un volcán. De pronto, el volcán me tragó y me expulsó de nuevo en el
Unuscéntrum. Desperté repentinamente. Supuse entonces que debía recurrir a la
meditación para intentar saber algo más sobre ese lugar. Luego de mucha
meditación, logré separar mi mente de mi cuerpo y ascendí hasta el verdadero
Unuscéntrum. Sin embargo, en cuanto lo hice, a mi mente llegó el conocimiento

162
de que un minuto en ese lugar equivalía a varios meses en la Tierra, así que
decidí regresar, pues dejar mi cuerpo en trance, solo, sin protección, durante
meses, era muy peligroso. Jamás volví a intentar ascender; no obstante, logré
conservar una ínfima parte del conocimiento que ahí transitaba. Sé qué es el
Unuscéntrum y qué son los Unusteléctum. El tiempo de ellos es diferente. De
hecho, el tiempo es relativo en todos lados. Por eso unos minutos de ellos
equivalen a meses enteros de nosotros.
—Créeme…, ya lo noté… Pero creo que sé cómo salir de aquí…
—Tu instinto está hablando. Prosigue.
—La OPD no puede matarme, así que sólo devolviendo mi mente a mi cuerpo
conseguiré descender a la Tierra. Este es el plan: levantas tu trasero de esa
silla, vas por mi cuerpo, juegas un poco con tus códigos mágicos de
programación y enciendes de nuevo mi cerebro para que pueda regresar mi
alma a él.
—Pero hay un problema. Tal vez no lo sepas aún: como la OPD no pudo
destruir tu cuerpo, lo guardó en un ataúd de alta seguridad en una cámara
resguardada las 24 horas en uno de sus laboratorios subterráneos. Estaban
seguros de que nunca regresarías; pero tomaron sus precauciones. Incluso,
cambian el ataúd de laboratorio cada cierto tiempo. Tengo semanas que no logro
descifrar dónde lo tienen actualmente… No diré que intenté sacarte alguna vez;
pero reconozco que en una tarde de aburrimiento descubrí que la entrada a los
laboratorios, donde normalmente te esconden, son simplemente imposibles de
pasar sin autorización.
—¡Ja! Eso crees tú, pequeño ingenuo. Sólo necesitamos un arma para entrar
allí, darles un pequeño sustito de muerte a los que intenten impedírnoslo y sacar
mi hermoso cuerpo.
—Fernando, creo que olvidas que sólo soy un hacker y tengo a unos cuantos de
ellos a mi disposición, no a un grupo terrorista. Sabes muy bien que no me
gustan las armas.
—Sí, sí, eres un maldito pacifista aburrido de mierda, lo sé. Pero recuerda que
tenemos un arma infalible de nuestro lado.
—…
—Oh, sí… Lo sabes…, lo sabes muy bien.
—Gusakee.
—Él mismo… Un poco de esto, un poco de aquello, y Gusakee nos dará lo que

163
queremos. ¿Qué clase de apocalipsis sería sin la encarnación del mal presente?
—P-pero… Hace años que no lo veo. No he sabido nada de él desde que se fue
con la
muerte… … … ¿Tú puedes…? ¡Claro! Tú puedes comunicarte con él desde
donde estás, ¿no es así?
—Y sin pagar ni un centavo por larga distancia.
—¡Perfecto!
—Sigue con lo tuyo, y yo me encargo de traer al niño. Vuelvo enseguida.
—¡Oye! Recuerda que el tiempo es relativo. No tenemos otros 4 años.
—Lo sé. También de eso me encargo yo. Adiós.
—Que así sea.

LXXIX
—… Gusano…, gusano… ¿Me escuchas?
—¿Eh?
—¡Buuu! Soy tu… consciencia…
—¿Mi qué…?
—Nah, es broma.
—¿Eh?
—¡Soy el diablo! ¿No me reconoces?
—¿Señor?
—Has crecido mucho, Gus. Oye, ¿cómo demonios ganaste esos bíceps? Pásame
la receta, niño.

A diferencia de Názar, quien conservó sus 170 centímetros de altura y a quien el


tiempo sólo le obsequió unas cuantas arrugas y barba, el pequeño Yomimoto,
ahora con 17 años, medía 1.90 m. y pesaba el doble que antes.

—¡Señor! ¡¿Dónde está?!


—Estoy en tu cabeza y, por lo que veo, encontraste algo que hacer estos últimos
4 años.
—E-estuve supliendo a la muerte.
164
—Sí, lo sé. Por cierto, te queda el tatuaje. A mí nunca me sentó.
—G-gracias, señor... ¡Pero ya regresó! Le diré a la muerte que dejaré la
guadaña.
—No, consérvala, no molestes a esa gorda asquerosa todavía. Vamos a ocupar
del poder que te dio.
—¡¿Por fin atacaremos?!
—Así es. Es tiempo de venganza.
—¡Genial! ¿Qué haremos primero?
—Tengo un trabajo… muy explosivo para ti.
—Eeh… Pero, señor, si quiere que conserve mi guadaña, no podré hacer mucho.
Ya controlo mi ansiedad por guiar almas; pero tengo que seguir liberando.
—Lo sé, lo sé. Hablaría con la muerte para que te dé un descanso; pero el
tiempo pasa volando aquí donde estoy, y no…
—¿Dónde está, señor? ¿Por qué no lo veo?
—Es una larga historia. Názar te la contará después. Vamos, desaparece y ve a
su oficina en Nagasaki.
—Como usted ordene, señor.
—Buen chico.

LXXX
—¡Gusakee! ¡Cómo has crecido!
—E-eh… ¡Jeje! Sí, sí, un poco.
—Bueno, basta de reencuentros amorosos. Tenemos que ponernos a trabajar.
—¿Tú también lo estás escuchando, N?
—Sí. Fernando se encuentra en el Unuscéntrum, el centro de El TODO. Desde
allí puede comunicarse con cualquier ser vivo.
—¡Vaya! ¿Cómo llegó hasta allí, señor? ¿Consiguió salir de la máquina de la
OPD?
—Algo así. Názar, explícale todo cuando me vaya. Por ahora…
—¡¿Se volverá a ir, señor?!
—Sólo un instante. Primero tengo que dejarles mis órdenes para que recuperen
mi cuerpo. Después, mientras ustedes están ocupados rescatándome, iré tras ese
165
estúpido de Martini para retorcerlo hasta que agonice y me implore la muerte.
—¡NO! Tobías se ha ganado a prácticamente todo el mundo. Matarlo sólo lo
convertiría en un mártir y no se lo merece… Fernando, si lo matas…
—Mmm… ¡Carajo! Tienes razón. Es mejor que el mundo no sepa que he
regresado.
—¿Por qué? Si la humanidad se entera de que regresó, sabrán que es imposible
deshacerse del diablo, y se postrarán ante usted. PangeAZ será suya. ¡Usted es el
líder que necesita el mundo!
—Oh, calla, me estoy sonrojando.
—Siento decirlo; pero Fernando no es…
—¡Tú qué sabes! Sólo eres un cuatrojos.
—Niños, no se peleen, concéntrense… Como ya quedó descartado el
sanguinario y jugoso asesinato de Martini, tendré que idear algo más para
vengarme por haberme arrojado a ese estúpido hoyo negro virtual.
—¿Con quién hablan ustedes dos?
—H-hola, Shinigami, lamento no haber avisado que iba a dejar de guiar almas;
pero el diablo regresó. ¡¿No es grandioso?!
—¿El diablo? ¿Por fin regresó? ¿Dónde está?
—Pensé que tardaría menos en llegar este cerdito —se mofó el diablo.
—El diablo dice «hola» —mintió Gusakee.
—¿Está aquí? No puedo verlo.
—Se encuentra en el Unuscéntrum —intervino Názar—. Se está comunicando
con notros por telepatía; pero está en una sección donde sólo puede hablarnos a
nosotros dos.
—¿Unuscéntrum? Ah, sí, ya, lo recordé.
—En cuanto termine el trabajo del diablo, regresaré a…
—Déjalo, déjalo, Gusakee. Sé cómo trabaja este sujeto. Ni siquiera yo pude
contradecirlo. Tómate tu tiempo… Diablo…, idiota…, ¿me escuchas? Yo no te
escucho; pero sé que debes de poder escucharme a través de lo que están
escuchando estos chicos. En fin… Ahora que sé dónde está mi adepto, sólo me
queda aprovechar el transmisor para decirte, y me ofusca un poco decirlo, he de
admitirlo, que me alegra saber que has vuelto. Las cosas se han puesto muy
raras con los humanos. Si esa tal RVI se apodera de todas las mentes, nadie
morirá materialmente. ¿Sabes dónde me deja eso a mí? ¡En la calle! ¡Sin
trabajo! Haz algo rápido. Ya descansaste demasiado.

166
—¡No estuve des…! ¡Bah! Este imbécil no me escucha.
—El diablo dice que hará todo lo posible… y que también le da gusto saber de ti
—mintió de nueva cuenta Gusakee, sonriente.
—Bien. Sé que el diablo nunca diría eso; pero estoy seguro de que sí hará hasta
lo imposible por solucionar esto… Bueno, Gusakee, ya no necesitarás…
—¡NO! ¡Dile que no!
—¡No, espera! El diablo quiere que conserve este poder.
—Oh, ya veo. ¿Tienen planeado algo grande?
—Creo —dijo Gus.
—Eeh… ¿Estoy… interrumpiendo…?
—¡Sí! ¡Dile que sí!
—No, no, está bien, puedes quedarte.
—¡Mierda, Gus!
—P-perdón… Pensé que tal vez la muerte podría ayudarnos.
—¡Agh! Está bien… … … Pero no se lo preguntaré. Le ordeno que nos ayude.
—El diablo quiere que nos ayudes, Shinigami.
—Mmm… ¿Ser parte de esto e interrumpir mis más que merecidas
vacaciones?... No lo sé, no…
—¡Carajo! ¡Que no era opción!... Dile…, dile que haremos explotar muchos
lugares.
¡Tendrá almas por doquier!
—El diablo dice que mataremos a muchas personas, que…
—¡Acepto!
—Bien. Ahora dile que busque en todas las propiedades de la OPD dónde
esconden mi cuerpo.
—El diablo dice que busques en todas las propiedades de la OPD dónde
esconden su cuerpo actualmente.
—Será pan comido. Vuelvo en unos minutos.
—La muerte dice que será pan…
—¡Oh, oh, oh! ¡Dile que espere, dile que espere!
—¡Espera!
—¿Qué sucede?
—Pregúntale si ya sabe algo de Bundy y DeShields.
—El diablo quiere saber si ya sabes algo de Bundy y DeShields.
—Mmm… No, aún no. No han muerto.

167
—La muerte dice que…
—¡Ya lo sé, Gus! ¡Lo estoy escuchando!... ¡Mierda! Esos dos imbéciles… … …
¡Pero tengo el Unuscéntrum!... No… Eso me llevaría años… Tendrá que ser
después de que acabe todo esto… Como sea… Dile a ese idiota que ya se vaya y
que no se tarde demasiado.

LXXXI
—Tengo noticias.
—¡TARDASTE DE MÁS…! ¡Dile que tardó demasiado!
—Eeh… El diablo quiere saber las noticias.
—No sólo hay un cuerpo.
—¡¿QUÉ?!
—¡¿QUÉ?!
—¡¿QUÉ CARAJOS…?!
—Creo que la OPD no subestimó al diablo… Vi 49 diferentes diablos en 49
diferentes laboratorios… Créanme, a simple vista no se puede saber cuál es el
real.
—P-pero…
—Son… señuelos —caviló Názar.
—¡¿Y los 49 tienen vida?!
—El diablo quiere saber si tenían vida.
—No entiendo de máquinas humanas. Sólo vi lucecitas y números; sin embargo,
los cuerpos parecían estar dormidos. Respiraban; pero sólo eso.
—Puede ser cualquier cosa. Lo más probable es que estén hechos de silicona por
fuera, y algunos motores por dentro… Si la OPD pensó en todo, supuso que en
algún momento alguien más buscaría el cuerpo inerte de Fernando, incluso él
mismo. No necesitaban darles vida, solamente hacer creer que físicamente la
tenían.
—¿Y cómo saber cuál es el real?
—Fácil. El que esté más custodiado.
—Ahora que lo dices —intervino la muerte—, me pareció que algunos estaban
sospechosamente desprotegidos.
168
—¡Déjense de sospechas y suposiciones, y vamos de una vez por todas a
recuperar esos 49 cuerpos, así tengamos que explotar todos los laboratorios!
—Recuerda que tenemos que ser discretos, Fernando.
—¡Ya lo sé! ¡Cállate, no me lo recuerdes!... Sólo quería desahogarme.
—¿Entonces cuál es el plan? —preguntó Gus.
—Mmm… Mmm… … Mmm… … … Mmmmmmmmm… Pues ya qué. Tendremos
que robar… pacíficamente… los 49.
—La idea es obvia y casi imprescindible; pero para nuestra situación no est…

El diablo suspiró.

—Ser tan negativo no te llevará a ningún lado, N.


—Estoy siendo realista, Gusakee.
—Pues realmente me está irritando mi posición —gruñó el diablo—. Si tan solo
estuviera en la Tierra.
—Si estuvieras en la Tierra, no tendríamos que ir por tus clones.
—Oh, es cierto. Bueno, el punto es que me bastaría con aparecer y desaparecer
a mi parecer. Nadie podría detenerme. Pero ustedes… Mírense. Son el peor
equipo: la muerte no puede hacerle nada a un vivo, sólo nos sirve para observar
aquí y allá. Názar es pésimo con su cuerpo. Si la muerte lo llevase a uno de esos
laboratorios, lo acribillarían de inmediato. El único que podría ayudarnos en
esta situación es el mastodonte que está entre ustedes. Pero si dentro de uno de
esos 49 laboratorios alguien lo hace enojar…, el plan se va a la mierda junto
con la Tierra… Bueno, lo siento por la Tierra. Gus, tendrás que ser tú quien
vaya por esos cuerpos.
—¿Y-yo solo?
—Sí. No necesitas a la muerte para aparecer y desaparecer. Por eso pedí que
conservaras el poder. Además, físicamente eres el más apto. Názar no podría
cargar ni el cuerpo de un niño. Názar, demonios, la adolescencia no te ayudó en
nada. Mira a Gus.
—Mi fortaleza está en el interior —opinó Názar escuetamente.
—¿Puede acompañarme la muerte?
—Como quieras.
—¿Y ella qué hará?
—Mmm… No sé, dile que te cante, te tome una foto o algo así.

169
—La muerte podría ayudarlo a vigilar mientras él saca los cuerpos de las
Cápsula de Concentración Cerebral por Anegamiento... Tenemos que ser lo más
discretos posible para no alertar a los demás laboratorios. Nuestra ventaja es que
no hay cámaras de vigilancia en esas habitaciones, ya que la OPD quiso evitar a
toda costa que alguien como yo los vigile con sus propias cámaras.
—¿Y qué hago si me descubren de otra forma? Probablemente haya personas
dentro, alrededor de los cuerpos.
—Yo me encargaré de que nadie te vea. Acabo de tener una idea —intervino la
muerte con determinación.
—Bien. Entonces el equipo panteón irá por los clones. Názar estará aquí
esperándolos. Si uno de esos clones es mi cuerpo, le introducirá códigos
mágicos de computación a diestra y siniestra para reanimarlo. Cuando lo
consiga, podré volver a la Tierra. ¡Muévanse!

LXXXII
—¿Por qué aparecimos aquí, Shinigami?
—Porque necesito traer a alguien antes de ir a la primera Área. Vuelvo
enseguida, no te vayas.
—E-es…, está bien.
—Listo.
—¡Wuau! Eso fue rápido… ¿Q-quién es él?
—Se llama Gabriel, es…
—¡OYE! ¡ÉL ES QUIEN…!
—¡Espera, Gusakee, no le hagas nada!
—¿D-dónde…, dónde estoy?
—Tengo un trabajo para ti, Gabriel.
—¿T-tú eres…? ¡¡¿QUÉ MIERDA HICISTE, IDIOTA?!!
—Te devolví a la vida. Pero ahora formas parte de mi ejército…, de nuevo.
—¡¡YO NO PEDÍ UN TRABAJO!! ¡¡INTERRUMPISTE MI SEXAGÉSIMA

170
HAMBURGUESA!!
—Pero fue por una buena razón. Ayudarás a tu amigo el diablo.
—¡¿QUÉ?! ¡¿QUÉ?! ¡¿QUÉ DIJISTE?! ¡ESE IDIOTA NO ES MI AMIGO!
¡NO PIENSO AYUDAR A ESE…! Un momento… … … ¡Ja, ja, ja! Cometiste
un gran error al darme nuevamente este poder. Ahora iré tras ese estúpido para
vengarme por lo que me hizo.
—¡¡Ni te atrevas!!

La muerte detuvo a Gusakee.

—No podrás encontrarlo. El diablo ya no está en esta realidad. Se encuentra en


un lugar llamado Unuscéntrum.
—¿Unusqué?
—Larga historia. Luego te la contaré… o no. Por ahora, lo mejor será que me
acompañes si no quieres que te deje como un alma en pena aquí en la Tierra.
¿Recuerdas cómo te encontré aquella vez que el diablo te mató?

Gabriel bufó.

—… ¿Y qué carajos tengo que hacer para que me regreses al paraíso y pueda
seguir tragando hamburguesas como si no hubiese mañana?
—Qué bueno que lo preguntas.

En eso, la vestimenta de Gabriel cambió en un parpadeo. Ahora llevaba una bata


blanca y anteojos.

—¿Y esto es obligatorio?


—Sí. Agradece que esconden el cuerpo del diablo en un laboratorio y no en un
prostíbulo… ¡Jojo! ¿Entendieron?
—Tu sentido del humor está muerto —suspiró Gabriel, agobiado—. ¡JA! Está-
muerto.
¡Jajaja! ¡Ese sí es un chiste!
—No me dio risa —opinó Gusakee adustamente.
—¿Y él quién es?
—¿Recuerdas al niño que el diablo protegía?

171
—¡CARAJO! ¡¿EN ESO SE CONVIRTIÓ?!... Los esteroides no son buenos,
chico.
—¡No me inyecté ester…!
—Bueno, ya, tranquilícense. El diablo nos espera.
—Un momento. ¿Fue mi imaginación o dijiste que el cuerpo del diablo se
encontraba en un laboratorio?
—Sí; pero eso es parte de la larga historia que luego te contaré… o no.
—Eeeeh… Está bien… ¿Y qué haremos?
—Apareceremos en el interior de un laboratorio.
—¿Laboratorio de quién?
—Los detalles son parte de la larga historia. No me interrumpas.
—…
—Apareceremos en el interior de un laboratorio. En él se encuentra el cuerpo
del diablo, específicamente dentro de un ataúd o algo parecido. Tú caminarás
tranquila y confiadamente hasta la puerta de la habitación donde lo esconden;
tocarás la puerta, y le pedirás a las personas que están ahí dentro que desalojen
la habitación, que son órdenes de Tobías Martini.
—¿Tobías Martini? ¿Quién…?
—Tobías Martini. Es lo único que tienes que decir. Cuando todos estén afuera,
Gusakee, aquí presente, y yo apareceremos enseguida del ataúd. Gusakee lo
abrirá, sacará el cuerpo del diablo y desapareceremos de inmediato. Volveremos
a este bosque con el cuerpo.
—¿Por qué no vamos a la oficina de N?
—Tal vez no te has dado cuenta; pero, al parecer, el diablo no está en tu cabeza.
Por eso no ha dicho nada sobre que Gabriel nos ayude. Imagino que su mente
está ahora con ese otro chico. Si llevamos a Gabriel a esa oficina, el diablo se
enfurecerá.
—¿Y por qué no trajiste a otro que nos ayudara?
—Porque ya he trabajado antes con Gabriel y vale más diablo por viejo que
viejo por diablo…, o algo así dicen los humanos. El caso es que Gabriel es la
mejor opción que tenemos en nuestra posición.
—… … Mmm… Está bien.

172
LXXXIII
—Ejem… Hola, traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar
la habitación de inmediato.
—¿Y tu identificación?
—… ¡Mier…!
—Dile que sí la tienes. Apareceré una en tu bolsillo —le dijo la muerte, quien
no podía ser visto ni escuchado por los demás.
—Mier… Mi e… Mi identificación está aquí.

Aquel guardia la observó unos segundos, y luego asintió.

—Un momento, por favor… … … Salgan todos de aquí. Son órdenes del
Secretario Martini… … … Adelante, Sr. Gadiel.
—¿Gadi…? Gracias. Ahora váyase usted también y dígale a todos que no entren
hasta que yo salga.
—Entendido.
—… ¡Oye! ¡Escribiste mal mi nombre!
—Disculpa. Lo que pasa es que…, normalmente…, la muerte…, no escribe
nombres, sólo mata seres vivos.
—Ya, ya, como sea.
—Gusakee, ¿cómo vas con…?
—El ataúd está sellado. Mira, parece que se necesita un código… No entiendo
nada de esto, soy pésimo para las computadoras.
—Mmm… Tenemos que hacer algo rápido.
—¡Ya sé! Regresaré con N y le preguntaré qué hacer. Vuelvo en un parpadeo.

173
LXXXIV
—¡N! ¡Veo el cuerpo del diablo; pero no puedo abrir la caja! Necesito una
contraseña o… algo así… ¡¿Qué hago?!
—Tranquilo, Gusakee… Dame un segundo… … … Mira, usa esto.
—¿Qué es?
—Es un obstructor de energía. Adhiérelo a la cubierta del ataúd y presiona este
botón de aquí. Si la pantalla se pone azul, quiere decir que la obstrucción se
llevó a cabo con éxito. Si cambia a rojo…, salgan de ahí de inmediato.
—¿Eh? ¿Por qué?
—Porque, habitualmente, cuando se instalan controles de acceso con cerraduras
de esa naturaleza y se detecta una anomalía eléctrica en el circuito, se envía un
mensaje de alerta que activa alarmas externas incluso a kilómetros de distancia,
lo cual, de suceder, evidenciaría que estamos intentando violar los mecanismos
de seguridad.
—… … Eeeh… Bien… Azul: bueno. Rojo: corre… … Entendido.
—No te preocupes. Este obstructor de energía lo construí con sumo cuidado, no
les fallará.
—… … Eeeh… Bueno.
—No confías en mis capacidades, ¿verdad?
—… … Adiós.

LXXXV
—¿Por qué tardaste tanto, muchacho?
—Cállate.
—Gusakee, ¿qué es eso que llevas en las manos?
—Me lo dio N. Sirve para abrir esta cosa… Esperemos.

Gusakee adhirió el obstructor a la cubierta del ataúd metálico, presionó el botón


que le indicó Názar y esperó.

—… … … ¿Y bien?
174
No sucedía nada.

—Listo.

La pantalla se iluminó de azul, la cubierta metálica profirió un chasquido, y el


extraño líquido que contenía el ataúd descendió por unos conductos hasta que el
cuerpo del diablo terminó sin una gota.

—¡Genial! ¿Crees que este sea el verdadero?

Gusakee posó su mano sobre la frente del diablo.

—N-no…, no lo sé... Está muy helado; pero se siente como piel... Mejor
salgamos de aquí. Ustedes regresen al bosque, y yo le llevaré el cuerpo a N. Los
veo en un minuto… ¡Ah! Oye, tonto, despega ese aparato y llévatelo. Nos
servirá para los otros ataúdes en caso de que este no sea el diablo.

Gabriel bufó.

—… … … No porque parezcas actor porno vas a venir a darme órdenes, niño.


—Pero yo sí. Haz lo que Gusakee te dijo.
—… … Idiotas.

LXXXVI
—N, aquí está el cuerpo.
—Bien.

Názar lo tocó.

—¿Es el…?
—… … No. Es silicona, indudablemente, aunque debo de admitir que se siente
175
muy real.
—… Oh… … ¿Y qué hacemos con él? ¿Lo regreso al laboratorio?
—Mmm… No, déjalo aquí. Quiero hacerle una autopsia.
—… Qué lástima. Esperaba que sí fuese… Oye, ¿y el diablo? ¿Dónde está? No
lo escucho en mi cabeza.
—Salió de mi mente segundos después de que se fueran. Tiene otras cosas en
que pensar. Volverá cuando hayamos encontrado su cuerpo.
—Oh… Entonces regresaré de inmediato. Nos vemos.

LXXXVII
—Y que ni se te ocurra desapa… ¡Ah, Gus! ¡Volviste! Bien… Vamos al
siguiente laboratorio.
—Sí. En marcha.

LXXXVIII
—Hola, traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar la
habitación de inmediato.
—¿Y el memorándum?
—¿Eh?
—El memorándum con la orden.
—Ah… Claro… Lo tengo… Aquí…, en mi bolsillo derecho… Justo aquí.

Gabriel, nervioso, metió la mano y sintió con alivio una hoja de papel.

—Mmm… «Ordeno directamente que se desaloje la habitación de inmediato.


Atentamente, Tobías Martini» —leyó el guardia. La hoja estaba sellada por la
insignia de la OPD, la cual podía verse en todas las paredes de los
laboratorios—. Mmm… Está bien… —asintió algo receloso—. Un segundo…
… … … ¡Salgan todos! Son órdenes directas del Secretario —les gritó a los
176
investigadores del interior—. Listo.
—Gracias. Puede irse.
—… … … Sí.
—Lo hiciste bien, Gabriel.
—¡¿No le viste la cara?! ¡Probablemente ya nos delató! De seguro así ni son los
memorándums. ¡Eres un idiota!
—¿Tú sabes cómo son?
—… N-no…
—Entonces cierra la boca... Iré a vigilar. Gusakee, haz lo tuyo mientras vuelvo.
—Sí.

LXXXIX
—N, aquí está el otro cuerpo. Creo que este tampoco es el verdadero.
—Déjame observarlo un segu… No, no es. No importa, déjalo aquí.
—Sí.
—¿Cómo les está yendo con la vigilancia en los laboratorios?
—Creo que estamos bien por ahora.
—Perfecto. Sigan así.
—¿Qué encontraste en el primer cuerpo?
—Nada interesante. Como lo sospeché, sólo era un muñeco de silicona con
algunos mecanismos básicos en el interior para hacer creer que respiraba.
—Bueno, iré por el tercero… Espero que, como dicen, la tercera sea la vencida.

XC
—Traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar la habitación
de inmediato.
—Mmm… «Ordeno directamente que se desaloje…». … … Entendido. Espere
aquí.
—Gracias... … … Ahora retírese usted también.
177
—Gus, muévete.
—Sí.
—Oye, huesuda, ¿crees que este…?
—¡Maldición! Este también parece ser de silicona… ¿Cuántos más tendremos
que llevar? ¡Carajo!

XCI
—También es falso… No te preocupes, Gusakee. Cada vez estamos más cerca.

El chico gruñó, agobiado.

XCII
—(…) Tienen que desalojar la habitación de inmediato.

XCIII
—… … Tampoco es.
—¡MIERDA!
—Paciencia, paciencia.

XCIV
—Gracias. Retírese usted también.
178
—¡TAMPOCO ES ESTE!
—¡Gusakee, no grites!

XCV
—Lo siento, Gus. No es…

XCVI

—(…) Tobías Martini.


—Un momento.

XCVII

—No, tampoco.

XCVIII

—Mmm… No, no es.

179
XCIX

—Este tampoco.

C
—(…) desalojar la habitación de inmediato.

CI
Názar movió su cabeza de un lado a otro.

CII
—(…) habitación de inmediato.

CIII
—Ya casi, Gus, te lo prometo.

CIV
180
—(…) de inmediato.

CV
—Falta muy poco. Paciencia.

CVI
Luego de más de 20 cuerpos, el muchacho ya estaba a una provocación de
perder los estribos.

—Hola, traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar la


habitación de inmediato.
—A ver ese memorándum.
—Tome.
—Mmm… Está bien… … …
—¡Gus! Ten cuidado con la máquina. No debemos causar destrozos.
—Cállate.

CVII
Názar suspiró.

—Este tampoco es.


—¡YA! ¡ESTOY HARTO!
—Te entiendo, Gusakee. Sólo te pido un poco más de paciencia. Estamos a
menos de la mitad.
—Tú y tu paciencia… ¡Mira tu maldita oficina! ¡Parece una fosa común!
181
—No importa.
—¡Claro que importa! ¡Tal vez ese idiota de Tobías nos tendió una trampa! ¡Tal
vez ni siquiera está el cuerpo del diablo en este planeta!
—… … … Lo sé; pero primero tenemos que descartar…
—¡Descartar nada! ¡Voy a ir al siguiente laboratorio y mataré a todos!
—¡NO! ¡APÉGATE AL PLAN!
—… … … No… te atrevas… a gritarme… de nue-vo.
—¡Gu…! Gusakee, Fernando está de acuerdo en que tenemos que actuar con
prudencia.
—¡¿Y dónde está él?! ¿Eh? ¡¿EH?!
—Te he estado observando todo este tiempo, gusano.
—¡S-señ…!… No sabía que… … … ¿Por qué nunca lo dijo? ¿Tú sabías sobre
esto, N?
—No.
—No quise interferir, Gus... Y mira que deseé hacerlo cuando vi que viste que
la muerte había traído al idiota de Gabriel… Pero Názar tiene razón, tenemos
que ser pacientes e inteligentes en nuestros movimientos.
—Pues ya me harté de eso. Hemos recorrido más de la mitad de los laboratorios
y aún no damos con su cuerpo.
—Pero lo harán, tarde o temprano. La meta siempre estará ahí. Lo único
susceptible de cambio es el trayecto.
—Empieza a sonar como N. Y yo no soy como ustedes dos.
—¡Gusano! ¡No alimentes tu enojo! ¡Ni el mío! Te necesitamos tranquilo allá
afuera.
¿Harás lo que te pedimos?
—… … …
—¡Vamos! Sé un hombre y aprende a tomar una decisión. O estás con nosotros
o en nuestra contra. Decídete ahora mismo. ¿Estás con nosotros? ¿Sí o no?
—… … … Yo…, yo… … ¡No! ¡Decido que no! ¡Decido hacer las cosas a mi
modo! ¡El siguiente laboratorio sabrá quién es Gusakee Yomimoto!
—¡Cualquiera puede romper cosas! ¡Romper cosas es de niñitos! No tienes
opción, tu respuesta será un «sí». ¡Ahora ve a la siguiente Área y haz el trabajo
como se debe! ¡Es una orden!
—… … … E-está… bien —masculló el muchacho, y desapareció en un abrir y
cerrar de ojos.

182
—Pensé que lo perderíamos.
—No, no te preocupes. Gracias a este sitio donde estoy, descubrí que Gusakee
no expulsará su poder con un enojo mundano.
—¿Eso fuiste a hacer?
—Sí, eso…, entre otras cosas... Quería ver si esta rara sección del raro
Unuscéntrum sabía cómo provocar a La Tercera Eminencia. Ahora sé qué
hacer y qué no... Gusakee necesita mano dura.

CVIII
Las Áreas pasaron, los muñecos de silicona siguieron apareciendo; pero
Gusakee guardó la calma.

—Hola, traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar la


habitación de inmediato.
—¿Y el memorándum?
—Aquí está.
—… Bien. Vuelvo enseguida.
—Gracias.
—Listo. Pueden pasar.
—… … … ¿Notaron algo extraño en ese guardia?
—¿A qué te refieres?
—No lo sé… Fue como si…
—Eeeh… Oigan…, ¿es normal que…?
—¿Qué?
—Oh…, oh…
—¿E-es…, e-es… el diablo?
—S-señor…, ¿es usted?
—¡Ja, ja, ja! No, no soy el diablo, muchacho.
—¿E-eh?
—¿Creyeron que no nos daríamos cuenta?... 43 cuerpos extraviados, un estúpido
con una identificación falsa y un papel barato con un sello inexistente. ¿Creen
que la OPD nació ayer?
183
Aquel cuerpo que salía del ataúd, sin que Gusakee lo hubiese abierto, era
idéntico a Fernando Luciani Sansixto. La única diferencia física eran sus ojos.
Sus ojos también eran fieles copias; pero sin vida. Y su voz, su voz era
diferente.

—¿Eres…?
—Soy la OPD…, soy Tobías Martini.
—¿Y qué harás ahora? ¿Eh? ¿Atacarnos? Tal vez no lo sepas; pero la muerte
está de nuestro lado.
—¿Atacar? No sé quiénes sean; pero no valen la pena. Sólo necesito salir a las
calles con este cuerpo para que el mundo entero pida a gritos los servicios de la
OPD... La Realidad Virtual Incrustada está a punto de ser la nueva realidad.
—¡Ja! No irás a ningún lado. Podrás parecerte al diablo; pero te aseguro que no
tienes ni el mínimo de su poder.

De pronto, Gusakee atacó. Con un solo derechazo a la mandíbula arrojó aquel


cuerpo al suelo.

—¡Mierda! ¡Pensé que sería un robot o algo parecido! ¡Esta cosa es real!
—Mira quién ríe ahora, niño.
—¡Cállate! Te recomiendo que te quedes en el suelo si no quieres que te
arranque los ojos.
—No te atreverías.
—¿Quieres verlo?
—Me da igual. Este cuerpo es sólo uno de 6 clones perfectos. Los otros 43 eran
simples señuelos de silicona para distraer a los curiosos. Si le haces algo a este
clon, tengo otros 5 para habitar… Hubiéramos creado 49 clones perfectos; pero
salía demasiado caro.
—¿Por qué… lo hiciste?
—Utilizo la imagen del diablo a mi favor… Tengo al planeta entero en la palma
de mi mano; pero en caso de que surja un contratiempo que aleje a las personas
de mí, puedo presionarlas psicológicamente para que corran buscando refugio en
mis brazos. ¿Cómo crees que se sentirían si vieran que el diablo, el que
supuestamente fue derrotado por la organización internacional más poderosa,

184
resurge de la nada para cobrar venganza? La gente suplicaría de rodillas que la
OPD salga al rescate, ya sea que invierta más dinero en armamento o que metan
a todos al UniAversus. Luego, si la situación lo amerita, puedo matar a uno de
estos clones para ganar más confianza. Y si de nuevo la determinación del
mundo fluctúa, tengo más clones a mi disposición.
—Bien. Veamos si es cierto —gruñó Gusakee, y con tan solo una patada
destrozó la cabeza de aquel diablo. Los sesos quedaron esparcidos por todos
lados.
—¡Oh, carajo! ¡Eso… fue…! —exclamó Gabriel con inquietantes náuseas.
—No. Podrá parecer un humano; pero no lo es.
—¿Y qué haremos ahora? —inquirió la muerte.
—Darnos prisa. Tenemos que matar los otros 5 clones antes de que salgan a la
luz.
—… ¿Eso… quiere decir que ningún cuerpo que vi en los 49 laboratorios es el
verdadero? ¿Sólo son réplicas?
—Averigüémoslo.

CIX
—Vaya, tardaron más de lo que pensé.
—¡¿Qué?!
—¿Por qué te sorprendes, chico? ¿Creíste que controlaba esos clones por medio
de hilos y tenía que viajar hasta la otra Área para tomar los del nuevo clon?
Estamos en el futuro, muchacho, ni siquiera necesito estar en la Tierra para
controlarlos.
—Felicidades.

Y Gusakee saltó sobre el clon para romperle el cuello.

—Realmente me estás asustando, niño —opinó Gabriel, conturbado.


—Vámonos —atajó Gusakee.

185
CX
—Oye, eres un maleducado. No me has dejado terminar de explicarles mi plan.
—No queremos escucharte.
—Ese es el punto. Con el clon anterior estaba por decirles que no sólo no
necesito estar presente, sino que tampoco necesito ser yo quien lo manipule.
—¿A qué te refieres?
—Ya destruiste 2 de mis 6 clones. No dejaré que destruyas el tercero.
—¿Y qué harás al respecto, eh?
—Dejar que el diablo haga su trabajo.
—… Explícate.
—Ah, ahora sí quieres explicaciones.
—… Te lo ganaste.

Y en menos de lo que cae un rayo, Gusakee había partido por la mitad al clon.

—¡Jojo! Sí que perdiste la paciencia, Gus.


—Sigamos… Sólo faltan 3.

CXI
—¡NO ME GUSTA QUE ME INTERRUMPAN!
—¿Sigues siendo tú? ¿No habías dicho que…?
—¡Mocoso insolente! ¡Ahora verás lo que…!

Pero Gusakee le aplastó la cabeza con ambos puños antes de que Tobías pudiera
terminar su amenaza.

—Lento.

CXII
186
—¡¡ME LAS PAGARÁS!!
—¿En serio? Sólo te quedan 2.

En eso, justo cuando Gusakee dio un paso, aquel clon empezó a levitar. Los tres
partidarios del verdadero diablo se detuvieron.

—¿Ahora sí me dejarás…?
—No.

Gusakee apareció bajo los pies del clon, lo tomó del tobillo, lo arrojó con todas
sus fuerzas al suelo, y aquel diablo terminó como un charco de sangre y
órganos.

—¡Deprisa! Sólo le queda el último. Tenemos que evitar que salga a las calles.

CXIII
Los tres aparecieron en el laboratorio definitivo; pero el ataúd de metal no sólo
estaba abierto, estaba destruido.

—C-creo que… se fue.


—No, la verdad es que no —se escuchó una voz detrás de la terna.

Gusakee recibió un fuerte golpe en la sien que lo lanzó hasta la pared, la cual
atravesó.

—N-no… debiste…
—Quería desquitarme antes de salir. Nos vemos luego —se despidió el clon, y
destruyó el techo del laboratorio con su cabeza cuando levitó a gran velocidad.

Gusakee estaba furioso. Se puso de pie luego de agitar la cabeza, y se dispuso a


seguir al diablo; no obstante, Gabriel se adelantó.

187
—¡Déjamelo a mí!... Hace mucho que quiero golpear a ese animal… aunque sea
un clon —se carcajeó el esclavo de la muerte, y ascendió por el enorme agujero
que estaba creando cual máquina perforadora la réplica parlante.

Gabriel alcanzó a su enemigo justo al llegar a la intemperie. Aquel laboratorio


subterráneo se encontraba sorpresivamente bajo un estadio de béisbol.

—Hola, extraño.
—¡Vaya! Qué forma de esconder un laboratorio…
—Agradece que esta noche no hay juego. ¿Te lo imaginas? Más de 15 mil
personas atentos al terreno; cientos de teléfonos celulares al acecho, el suelo
abriéndose bajo la segunda base, y…, de pronto…, aparece el diablo, quien
supuestamente había sido vencido por la OPD. ¿Qué crees que sucedería
después?
—Ahora que lo pienso…, no me interesa...

188
CAPÍTULO 9
D. D. D. (D3)

—¿Eh?
—Yo ya estaba muerto. Disfrutaba del paraíso tranquilamente; pero la muerte
apareció y me obligó a venir… Lo que le suceda al mundo, al Cielo no le afecta,
así que me importa un carajo lo que hagas con tus juguetitos tecnológicos. Pero
he de admitir que me ofrecí a seguirte no para detenerte, sino porque tengo una
deuda pendiente con el diablo y… me encantaría… tener la oportunidad de
volver a partirle el hocico.
—¿Me estás amenazando? ¿Te atreves a amenazarme?
—No…, una amenaza es la que puede o no cumplirse.

Gabriel desapareció frente a los lívidos ojos del clon y reapareció con su rodilla
bajo éstos.

—¿Sabes qué es lo mejor de manipular un cuerpo que no es tuyo?


—Déjame adivinar: no sientes dolor.
—Exacto —se regocijó Tobías, retrocediendo unos metros todavía en el aire.
Sus labios sangraban copiosamente; pero su expresión era de total satisfacción.
—Qué lástima… El dolor se siente tan bien.

El clon del diablo entornó los ojos al ver que Gabriel había materializado una
navaja en su mano derecha para después abrirse, con un fino corte, la piel que
revestía sus nudillos izquierdos. Tobías estaba por abrir la boca cuando su
enemigo desapareció una vez más y se manifestó a centímetros de él para
propinarle un gancho siniestro que lo arrojó hasta el graderío. Gusakee apareció
en el preciso lugar donde quedó el cuerpo desfigurado.

—¿Te diviertes en ese cuerpo, Tobías?


—Mucho —profirió.
—Pues será la última vez que lo hagas.
189
Gusakee lo tomó del cabello y lo alzó unos metros.

—Te equivocas. —El clon de El diablo de Estocolmo sonrió ampliamente—


Dije la verdad cuando mencioné que sólo teníamos 6 réplicas perfectas. Sin
embargo, aún escondemos el verdadero cuerpo del diablo.
—Y lo encontraremos.
—No, amigo, no… Él los encontrará primero.
—…
—Ahora mismo estoy conectado a una de nuestras creaciones tecnológicas más
prometedoras, la cual me permitía controlar a los 6 clones. Pero en el instante en
que te decidas a exterminar esta última réplica de tu amiguito, mi grupo de
científicos llevará a cabo la implantación de mi mente en el cerebro vacío del
diablo. Sí, puedes destrozar estos clones y decirle a la muerte que reviva a
escoria como ustedes una y otra vez; pero el cuerpo de Fernando es un arma y
una armadura infalible. Cuando me encuentre en su cabeza y mi mente tome el
control de sus manos, no habrá bala que me dañe ni materia que se me resista.
—… … …
—Bendita sea la tecnología, que nos deja sin palabras, ¿no lo crees?
—Te encontraré —masculló Gusakee, furioso.

El diablo sonrió burlonamente, y el muchacho lo dejó caer a las gradas para


clavarle los dedos en sus cuencas y arrancarle los ojos. En ese instante, Tobías
ya no tenía dominio sobre el último clon. A lo lejos, en el campo, la muerte
apareció enseguida de Gabriel.

—¿Qué haremos ahora? —preguntó.


—N sabrá qué hacer. Yo iré a su oficina, ustedes busquen a Tobías y
deténganlo; pero no lo maten… De eso me encargaré yo —respondió Gusakee
al materializarse junto a ellos, con una gélida seriedad.

CXIV

190
—¿Qué sucedió?
—Tobías tiene control sobre el verdadero cuerpo del diablo.
—¡¿QUÉ?!
—Nos deshicimos de todos los clones; pero antes de matar al último, ese idiota
me confesó que una de sus máquinas trasferirá su mente al cerebro del diablo.
—N-no tenía idea de… q-que eso fuese posible.
—¡¿QUÉ ACABAS DE DECIR?!
—¡Señor!
—¡¿Eso es posible?!
—A-al parecer.
—¡Názar! ¿Qué sabes sobre eso?

Názar agitó lúgubremente su cabeza.

—¿Por lo menos sabes dónde se esconde el verdadero cuerpo del diablo?


—La VID no me ha informado nada. Tengo a un equipo de cien personas
revisando las cámaras de vigilancia a las que tenemos acceso; pero tampoco
logramos ver cada rincón de la Tierra.
—Fantástico. Qué tipo tan eficaz —gruñó Gusakee.
—¡Oye! ¡Deja a Názar en paz y no estés «sarcasmando»!
—¿Eh?
—Sarcasmando: gerundio del verbo «sarcasmar». Sarcasmar: hablar
sarcásticamente. Su participio es «sarcasmado». Su conjugación es: yo
sarcasmo, tú sarcasmas, usted sarcasma, él sarcasma, nosotros sarcasmamos,
ustedes y ellos sarcasman... ¿No fuiste a la escuela? ¡Todo mundo lo sabe!
¿Verdad, Názar?
—¿E-eh? No…, n-no lo sabía.
—¡Sarcasmar! ¿No? ¿No conocían el verbo?... … ¡Vaya! Entonces lo saqué de
un pensamiento proveniente de una Tierra alterna… ¿Eso quiere decir que estar
en el Unuscéntrum me está volviendo más inteligente que Názar?
—¿Estuviste… en el Unuscéntrum? Es decir, ¿en la otra sección? ¿Fuera de…?
—Oh, sí. Salí un instante de nuestra sección VIP para experimentar un poco.
—¡¿QUÉ?! ¡¿Te das cuenta del riesgo que eso implica?
—No me grites, Názar.
—¡¡Pudiste haber regresado meses después!!

191
—Pero no lo hice. Comienzo a dominar esto de cazar pensamientos en el
Unuscéntrum. Sólo tienes que ser certero.
—¡Demonios, Fernando!
—¡Názar! Tú nunca maldices…
—No fue una maldición.
—Sí lo fue.
—No, no lo fue.
—Sí, definitivamente lo fue. ¿Verdad, Gus…? ¿Gusakee? ¡¿Dónde está ese
gusano?!
—¿Eh? ¡Fernando, ve a buscarlo de inmediato! ¡No permitas que arruine el
plan!
—Dame medio segundo.

CXV
—¿Encontraron algo?
—No…, nada.
—¿Y si dejamos a un lado las batas de laboratorio y las identificaciones falsas, y
empezamos a abrir puertas a patadas?
—… ¡Rayos! Me encantaría; pero… N y el diablo tienen razón. Si provocamos
a Tobías, podría hacer algo que comprometa la imagen del diablo.
—¡Lo tengo! Vayamos a una ciudad grande y veamos los televisores. Si ese tal
Tobías decide aparecer con el cuerpo del diablo, seguramente le avisará a todos
los medios de comunicación para que transmitan la noticia en vivo a nivel
mundial —opinó Gabriel.
—¡Bien pensado! ¡Dile a ese imbécil que digo que «bien pensado», y que me
las pagará por golpear a un clon mío!
—¡Eh! Está aquí.
—Sí. Quería asegurarme de que no harías nada estúpido.
—No, no lo haré…, no se preocupe —respondió Gusakee, cabizbajo—. Siento
ser tan explosivo a veces.
—Descuida… Créeme que si supieras lo que sé sobre ti gracias al
Unuscéntrum, sabrías que no has sido nada explosivo a comparación de lo que
192
podrías ser.
—¿Tan… poderoso soy?
—Eres casi como un «Big Bang», muchacho.
—Wuau… Nunca lo hubiese imaginado.
—Pero ya llegará el momento de verlo. Por ahora, será mejor que hagamos lo
que dijo el baboso de Gabriel. Estaré contigo. Necesito ver lo que ven tus ojos.
—Bien.
—Oye, chico, ¿te sucede algo?
—Seguramente está hablando telepáticamente con el diablo. Cállate.
—No, está bien, ya terminé… Vayamos a… … Mmm…
—¡Moscú! ¡Que sea Moscú! Nunca tuve tiempo de ir.
—Moscú, sí, vamos al centro de Moscú… El diablo nos acompañará. Verá y
oirá a través de mí.
—¿A través de ti? ¿Cómo…?
—Es parte de la larga historia que luego te contaré… o no —atajó la muerte.
—Como quieran.
—Ah, por cierto…, el diablo dice que tuviste una buena idea y que... … le da
gusto saber que estás ayudando.
—Oh… ¿En serio?... B-bueno —titubeó Gabriel con un gesto de sorpresa y
desconcierto.
—¡NO ES CIERTO, GUSANO! ¡DEJA DE HACER ESO!

Gusakee sonrió y desapareció.

CXVI
La nieve cubría soberbiamente a la noche en aquella gran ciudad. El frío
abrasador corrompía los huesos; pero gracias a ciertos sucesos, Gusakee,
Gabriel, la muerte y el diablo no tenían que pasar por eso.

—Miren allá. Es una tienda de electrodomésticos.

Los cuatro entraron a ese sitio sin ser vistos. Estaba cerrado, así que ningún ojo
193
humano los percibió; pero tampoco ojos artificiales. Ahí pasaron toda la noche,
observando diferentes televisores. El diablo en ocasiones regresaba con Názar
para preguntarle si La VID había visto algo; no obstante, la respuesta era
siempre desalentadora.

—Tal vez ni siquiera piensa salir todavía… Quizá tiene otro plan, quizá utilizará
el cuerpo del diablo para algo más —dijo Gusakee al amanecer.
—¡Oh! También podría estar ganando tiempo para que se acerquen las
elecciones — exclamó la muerte.
—Tienes razón… Incluso pudo habernos mentido. ¿Y si no tiene esa máquina
para meter su mente en el cerebro del diablo? Señor, ¿ha sentido algo en estas
últimas horas?
—Sí. Aburrimiento.
—No eso. Me refiero a algo que le haya indicado que su cuerpo fue reanimado;
pero que su alma no pudo regresar. ¿Sintió algo así?

El diablo negó con la cabeza. Después recordó que nadie lo podía ver por estar
en el Unuscéntrum.

—¡Ah! No, nada.


—Eso debe de ser una señal. Tobías es un mentiroso. Estoy cien por ciento
seguro de que no tiene control sobre su verdadero cuerpo.
—No lo dudo. Soy demasiado genial como para que un humano cualquiera me
controle.
—Muchacho, me incomoda que te quedes viendo a la nada de esa forma.
—Estoy hablando con el diablo. Al parecer, no ha sentido nada que le indique
que Tobías revivió su cuerpo.
—Bien. Entonces es todo. Vámonos de aquí —suspiró Gabriel, estirándose
incómodamente por estar varias horas sentado observando los televisores.
—Mmm… … No. Quédense.
—¿Eh? P-pero… Esperen. El diablo quiere que nos quedemos.
—¿Por qué? No tiene caso. Esto es estresante.
—Iré a hablar con Názar. Tengo un plan. Ustedes sigan observando. No se
muevan de aquí hasta que regrese. No tardaré.
—E-es… está bien. El diablo dice que regresará en unos instantes. Esperaremos.

194
Gabriel bufó y volvió a tomar asiento. La muerte ni siquiera les prestó atención.
Llevaba media hora viendo una comedia mexicana.

—¡Jaja! Esos aztecas y sus tacos.

CXVII
—¡Názar!, tengo un plan.
—¿No han visto nada en las noticias de Rusia?
—Ya olvidémonos de eso. Probablemente Martini nos mintió y sólo está
ganando tiempo para el día de las elecciones.
—… … … No lo había pensado. Tienes razón.
—… … Sí…, tengo razón... A mí se me ocurrió… … Bueno, da igual, tengo un
plan. Saldré de nuestra sección VIP para buscar el pensamiento de Martini que
me indique dónde esconde exactamente mi cuerpo.
—¡NO! ¡NO! ¡Sólo tenemos un mes!
—Názar…
—¡Es…, es muy arriesgado!
—Mi instinto, Názar, mi instinto… ¿Acaso olvidas que si mi instinto me dice
que te golpee, tengo que hacerlo?
—… … … Está… bien… Te escucho.
—Buen chico... … … Ahora dame la pata.
—Fernando…
—Mejor te ordeno que no me des la pata… Bien hecho. Así me gusta. Buen
chico.
—¡Fernando! ¡El tiempo!
—Como te iba diciendo, tengo un plan. Mi instinto ha hablado y dice que debo
ir a ese ordinario Unuscéntrum lleno de pensamientos comunes y corrientes…
¡Brr! Qué asco… En fin. Tengo que salvar al mundo. De nada.
»Una vez allí, no perderé tiempo buscando los pensamientos de Martini que
me indiquen dónde se encuentra él o qué planea. No, eso no, no nos sirve de
nada. Me dedicaré a buscar el pensamiento sobre dónde escondió mi cuerpo.
195
En cuanto tenga la localización, regresaré, te la daré, la buscarás en tu mapa
mágico de internet, mandaré a la perra de la muerte por mi cuerpo, te lo traerá
y te encargarás de reanimarlo para que yo pueda regresar. ¿Qué te parece?

Názar suspiró.

—Que así sea…, que así sea.


—Pero eso no es todo. Mientras yo me encargo de eso, tú postúlate para Líder
Mundial. Es una orden.
—¡¿QUÉ?!
—Tú sabes quién eres. El mundo estará mejor en tus manos que en cualquier
otras. Tienes que darte a conocer, decirles a todos lo que has hecho estos
últimos años, informarles sobre los riesgos naturales de la RVI y, bueno,
abrirles los ojos a los humanos. Tú mejor que nadie sabe cómo hacerlo. ¡Tienes
algo enorme a tu favor! Si no hubiera sido por lo que hiciste en La Depresión
del 21, ni siquiera estaríamos vivos… Y no te preocupes por el imbécil de
Martini. Cuando el mundo te conozca, nadie votará por él. Confío en la
inteligencia y comprensión de las personas; y en la democracia aún existente…
Sé que entenderán tus acciones e ideales, y te elegirán… Eres la encarnación
del bien, Názar, La Segunda Eminencia… Y, no lo sé, tal vez, si cuando regrese
ya eres el primer Líder Mundial, no tengan que enfrentarse a muerte La
Eminencia del bien y la del mal… Nada está escrito, ¿no?
—F-Fernando…, no…, no sabía que tú… confiabas de esa forma en mí.
—Sí, pero no intentes besarme… Mejor me voy antes de que te pongas más
sentimental.
—Oh, espera… ¿Cuánto tiempo pasaste en el Unuscéntrum antes de lograr
comunicarte conmigo? Quizá pueda calcular cuántos minutos terrestres
equivalen a un minuto en el Unuscéntrum, y así sabríamos...
—Oye, no lo sé. No acostumbro llevar un cronómetro a todos lados.
—Mmm… Está bien… Entonces no pod…
—Pero conté 230 líneas en 6 páginas, en la primera edición de la historia.
—¿Eh?
—Eso quiere decir que aproximadamente 4 líneas equivalen a 1 mes terrestre.
—¿C-cómo…?
—Sólo tengo que tardar menos de 5 líneas para llegar antes de las votaciones.

196
Pan comido. ¡Ah! Y cuando ganes, por lo que más quieras, no le pongas
PangeAZ al mundo. Nos vemos.
—¡No! ¡Espera!

CXVIII
—Hola, Unus. ¿Cómo están? ¿Bien? Qué bueno. Me da igual. Como sea. No
estoy aquí por ustedes. Hasta luego.
—¿Podemos ayudarte en alg…?
—No. Terminé. Hablan mucho. Vine rápido. Ya conseguí lo que quería. Adiós.
—Sabemos dónde está el pensamiento que nos pediste la vez pasad…
—¡¿En serio?!...

CXIX
—Listo. Ya sé dónde esconden mi cuerpo. Te sorprendería saber que en este
momento se encuentra flotando a la deriva en el interior de Júpiter. La OPD fue
muy astuta, tengo que admitirlo. Un mes terrestre después de mi llegada al
Unuscéntrum, le dijeron al mundo que enviarían una sonda a ese planeta para
explorar su atmósfera. Pero después de lanzarla, montaron una escena a
computadora donde se observaban las supuestas últimas imágenes que captó
antes de ser destruida por un supuesto asteroide. Buena farsa. En realidad,
habían enviado mi cuerpo en un contenedor que se desintegró de inmediato,
dejando mi hermosa figura solita en aquella bola de gases.
—… Fernando… —musitó Názar, cabizbajo.
—… … ¿Sí?
—Feliz año nuevo y… bienvenido a PangeAZ… … … Ayer, Tobías fue elegido
como el primer Líder Mundial.
—¡¿QUÉ?! ¡¡ESTÚPIDOS HUMANOS!! ¡¡NO SABEN LO QUE ES MEJOR
PARA ELLOS!! ¡¡DEMONIOS!!
—Hice lo que pude, lo siento. Lo dije todo y… no gané.
197
—… … … Espera… … … ¿Gusakee y los demás siguen en la tienda de
electrodomésticos?
—¿Eh?
—… N-no, nada… Ahora vuelvo.

CXX
—… No pensé que sucedería…
—¡Miren aquí!

En una de las pantallas, un noticiero transmitía imágenes aéreas en vivo de


cientos de personas formando una brutal fila afuera de un inmenso
establecimiento con la insignia de la OPD en el techo.

—¡Vaya! Sí que tenían prisa por probar ese estúpido simulador virtual.
—¡Señor! ¡¿Por qué tardó tanto?! Tobías ya gan…
—¡¿Por qué no se fueron de este lugar?! Son unos idiotas.
—Usted nos dijo que…
—¡Ya, ya! Eso no les quita lo idiotas… En fin... Tardé más de lo esperado; pero
ahora sé dónde está mi cuerpo. Es hora de arreglar este desastre… Dile a la
muerte que se dirija a Júpiter y traiga mi perfecta entidad. No sé la ubicación
exacta; pero no creo que sea difícil encontrar un cuerpo en ese planeta.
—¡Genial! ¡Shinigami! ¡El diablo regresó!
—Ya era hora.
—¡Quiere que vayas a Júpiter! ¡Allá está su cuerpo! ¡Lo encontramos! ¡¡Lo
encontramos!!
—… … Gus…, yo no…
—Oh, por Dios… ¡Dile que no se atreva a decir que no puede ir a Júpiter!
—Fui asignado a la Tierra, no a…
—¡BASTA! ¡¡Que se calle!! ¡Ya escuché suficiente! ¡Dile que es un inservible!
—El diablo dice que…
—¿Sabes qué? Ya estoy harto de esto, ya perdimos mucho tiempo… Gusakee, es
hora de explotar.
198
—… ¿Q-qué?
—Llegó la hora, muchacho.
—… ¿Y-ya? P-pero… No estoy listo… N-no pensé que este día tendría que… d-
desaparecer… para siempre… Si tan solo me hubiera dicho días antes…
—Necesito que comas más pollo.
—¿Para qué?
—¡Para ver si así te salen huevos!
—…
—¡Vámonos! Tenemos que ver a Názar para el gran final… Dile a la muerte y
a ese tonto de Gabriel que… …, que hicieron un buen trabajo; pero que ya no
los necesitaremos.

CXXI
—¿Llegó la hora? ¿Ya? ¿Esto…, esto será todo para nosotros? —suspiró el
joven Názar.
—… S-señor…, no estamos listos.
—No necesitamos estar listos, sólo estar presentes. El instinto hará el resto…
No hay nada que temer, hermanos… Confíen en mí…, confíen en el diablo.
—P-pero…
—¡AGH! ¡Ya cállense! ¡Haremos esto juntos y desapareceremos juntos!
¿Entendido?
—S-sí —asintieron las dos Eminencias al unísono, temerosos.
—… No se preocupen, muchachos… Cuando vuelvan a necesitarnos…,
regresaremos.
—… Una pregunta… Al morir, ¿la muerte nos guiará al Cielo?
—Ustedes dos irán al Cielo, sí; pero yo no. Mi espíritu se fundirá con El TODO
para seguir equilibrando las fuerzas que lo dominan, y mi alma se quedará en
nuestra sección del Unuscéntrum en espera de que mi reencarnación sea
necesaria para reencarnarlos a ustedes… Pero basta de plática. Názar, mata a
Gusakee.
—… ¿E-eh?... P-pensé que sería algo más de… meditación… o algo parecido.
199
—¿Qué? ¡No! Eso es para gente trastornada. En nuestra sección del
Unuscéntrum descubrí que para que La Eminencia del mal expulse todo su
poder, La Eminencia del bien tiene que matarla.
—… O-oh… … E-está bien, N…, hazlo —le dijo Gusakee un tanto nervioso;
pero decidido, y le ofreció un «kunai» que guardaba en su pantalón.
—No… Yo n-nunca he matado a nadie… L-lo siento, no puedo hacerl…
—Bueno…, tú me obligaste.
—¿Qué? ¿Q-qué harás?
—Hasta luego, Názar… Muchas gracias por todo.

De pronto, en tan solo un parpadeo, los ojos de Názar cambiaron. Ahora eran
negros en su totalidad.

—¿N? ¿Estás...?
—Me dio gusto conocerte, gusano. Gracias por ser siempre tan fiel…, amigo…
Nos vemos luego.

Aquel era Názar Reilly; pero su voz era la del diablo. Y fue éste, en el cuerpo
del muchacho, quien levantó su mano derecha cual hoja de espada y la dirigió
hacia el pecho de Gusakee, justo en el corazón, atravesándolo de inmediato,
pulcramente, como un rayo de luz perforando una nube.
Los ojos de Gusakee también cambiaron. Se habían vuelto, en su totalidad,
blancos. Y, en eso, su cuerpo, asimismo, mutó… En tan solo un par de
segundos, la figura del joven medía ahora 3 metros de altura, pesaba media
tonelada de puro músculo, y un halo rojo lo abrazaba—. Vamos, muchacho,
daremos un paseo antes del descanso —se dijo. Su voz era la del diablo.

Gusakee desapareció de aquella iglesia dejando un mar de fuego en su lugar, y


reapareció levitando, sin dificultades, en el espacio… Miró de un lado a otro…
A lo lejos lo vio. Era el cuerpo del diablo.
El enorme muchacho se deslizó sobre la atmósfera del planeta a gran velocidad
sin ser afectado por absolutamente nada. Kilómetros después logró tomar con
suma delicadeza el inerte ser. Estaba íntegro, a pesar de las circunstancias…
Desaparecieron.
El joven Gusakee apareció esta vez frente a una inmensa estrella de fuego

200
blanco y levitó hasta su interior. Allí dejó el cuerpo del diablo, el cual fue
envuelto por las llamas; sin embargo, no le hicieron daño, sólo lo acobijaron…
Desapareció.
Gusakee reapareció en la Tierra. Se hallaba afuera de una oficina muy elegante,
cuya ubicación era las entrañas de un sofisticado laboratorio subterráneo. Entró
sin tocar la puerta. No cupo en la pared. Alguien dentro de la habitación le
disparó consecutivamente.

—¡NECESITO REFUERZOS! ¡DEPRISA!


—Disculpa, no sabía que se caería. Bueno, tal vez sí; pero qué importa, ¿no? En
el UniAversus podrás tirar y levantar paredes a diestra y siniestra.
—T-tu voz… Tú… P-pero… ¿Y ese cuerpo?
—Es de un viejo amigo. Pero explotará en unos minutos, no te preocupes. Sólo
vine a despedirme y a agradecerte.
—… ¿Uh?
—Sí. Quiero darte las gracias por enviarme a este lugar donde me encuentro
actualmente. Desde aquí tengo acceso a todas las mentes de todos los seres
vivos… Por cierto, cuando te haga renunciar, confesarás algunas verdades, y…
otras las inventaré por pleno gusto, así que tal vez, cuando llegues al
Unuscéntrum, te enteres de que el mundo ahora aborrece tu nombre y tus
creaciones; y bautizó a la nueva era en mi honor —sentenció con tranquilidad.
Era el cuerpo de Gusakee Yomimoto, La Tercera Eminencia; pero la voz le
pertenecía a La Primera, al diablo, a «El diablo de Estocolmo».

201
EPÍLOGO

Luego de haber usado el cuerpo de Gusakee para su último cometido, EL


DIABLO DE ESTOCOLMO envió al muchacho hacia el interior de la
singularidad espacial más cercana, donde su cuerpo se comprimió hasta
reventar, ocasionando que la explosión creada por La Tercera Eminencia fuese
absorbida por la naturaleza del vórtice negro. Y, desde ese momento, Fernando
Luciani se apoderó de la entidad de su enemigo: Tobías Martini.
Lo primero que hizo fue revelar en un comunicado las consecuencias negativas
de la Transición al UniAversus. Posteriormente, prohibió y condenó el uso de la
Realidad Virtual Incrustada. Asimismo, reconoció la valiosa e impresionante
labor humanitaria de Názar Reilly a lo largo de sus cortos 20 años. En
consecuencia, cambió el nombre de PangeAZ por «Názion». Esto a través del
mismo comunicado que se difundió simultáneamente en todos los medios,
comunicado que aprovechó para explicar detalladamente cómo EL DIABLO DE
ESTOCOLMO, en su infinita sabiduría y atractivo sin igual, le había abierto los
ojos, mostrándole lo equivocado que estuvo todo ese tiempo con respecto a sus
ideales. Al final, como último mandato que decretaría siendo Líder Mundial,
Tobías Martini legisló que jamás habría otro Líder Mundial y que el planeta se
regiría a sí mismo mediante una democracia sin intermediarios, siendo el
internet la única vía para sugerir cambios y votar por ellos. En su despedida,
Tobías Martini le pidió al mundo que venerara el recuerdo de los héroes que
lucharon en todo momento contra aquella tentación tecnológica llamada
UniAversus, y exhortó al planeta a que no se olvidara de sus orígenes y no
volviera a intentar ir en contra de la naturaleza.
La Tierra escuchó, consternada, aquellas palabras. Había sentimientos
encontrados; pero todos ellos se unieron al oír la despedida terminal de Martini,
cuyas palabras incluía la confesión de sus verdaderas intenciones con el
UniAversus y todas las mentiras que la OPD, junto con los gobiernos, le
hicieron creer al mundo.
La Názion permaneció fría. No había alma que no estuviese atento a aquella
transmisión. Y aunque la rabia se hizo presente en cuanto el primer y último
Líder Mundial confesó sus crímenes, la consternación tomó el papel protagónico
al ver cómo sacó una escuadra blanca de su ropa y posó el cañón de la pistola en
202
su sien.
«No fui un buen hombre en esta vida. Espero encontrar el perdón en la otra.
Pero aun si no lo encuentro, seré feliz si consigo que el diablo se apiade de mi
alma», fueron sus últimas palabras, que pronunció con lágrimas en los ojos y
una mirada de súplica… La transmisión se detuvo antes de que jalara el
gatillo… El mundo jamás volvió a saber de Tobías Martini.

203
EPÍLOGO del EPÍLOGO
(¿DUPÍLOGO?)

La Názion reconoció la vida de EL DIABLO DE ESTOCOLMO y la de todos


los involucrados en la reinserción de la humanidad. Ese mismo día, el mundo
votó para que se dejara atrás lo acontecido en años pasados, por lo que a partir
de ese 1 de enero del 2033 inició una nueva era para la humanidad y se escogió
«D3» como nombre.
Así, desde el primer día del primer mes del primer año de la era «Después Del
Diablo», los países y demás territorios fueron rebautizados. Ninguno conservó
su nombre anterior, ni siquiera los océanos; y fue precisamente en uno de éstos
donde, unos años después, por la noche, la sexta noche del sexto mes del sexto
año de la era D3, una nave espacial arribó con severas averías. Sin embargo, no
lo hizo en la superficie. El vehículo estaba tan deteriorado que no respondió
debidamente y se materializó dentro del agua. Para buena suerte de su único
tripulante, sólo fueron unos metros de diferencia y logró salir con vida, así que
nadó hasta la costa más cercana. Cuando llegó a tierra firme, se sacudió la arena
del traje y caminó exhausto hasta un sombrío sendero. En el lugar se estacionó
con urgencia un automóvil blindado. Del automóvil salió un hombre. El hombre
le apuntó con una extraña arma al piloto de la nave, y le pidió que se
identificara. El piloto se despojó de su traje y se exprimió el agua de su oscuro
cabello. Aquel piloto era mujer. Su nombre: Leonor Luciani Bundy.

204
ADVERTENCIA:
Esta es sólo una novela (exprés) de fantasía, léase como tal.

Carlos de Hernáheson

205
ÍNDICE

Capítulo 1. Génesis.
Capítulo 2. El diablo y la muerte.
Capítulo 3. Bipolar.
Capítulo 4. La condena del diablo.
Capítulo 5. Viva la muerte.
Capítulo 6. 66.
Capítulo 7. Unusteléctum.
Capítulo 8. Venganza con «V» de Realidad Virtual Incrustada… O
“Apocalipsis con «V» de Virtual” (porque la “V” es como una “A” volteada)…
O simplemente “Apocalipsis”. Escojan el título que quieran.
Capítulo 9. D. D. D. (D3).
Epílogo.
Epílogo del Epílogo (¿Dupílogo?).
Advertencia.

206

You might also like