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BE LA

(1UlI11I J ~eIVI.

BOGOTA
ARBOLEDA &: VALENCIA
EDITORES

Este libro fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
,- . REPUBX;.IOA DE OOLOMInA.
lJllllltrsldad llaelonal- Foeuftad de Oltdlolna lJ GlenGlllSllatunIfn

Pstcología patológtca
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'-Q @mottutbab y be la Ooluntab

5t!f! que patta ti DoctottabO


en mtbtdna y Ctttugia ptlt!tnta
DEmETRJO GflRCJR \7RSaU€Z
~r 611 FUoaofi •• y Letr ••
del Oole¡rlo Moyor de Nue.nra 8e!lora 4••1 Boeario,
exoluido de .salDen, por el voto de loa alumno.,
en el curso de Motatl~ca.
Dlaector anatómico, por opo!lioión, en el •• ir\lndo otu'flo
de ~lDla d66Crlptlva.
Praetitoan'te ex.tel'llo, por concnrso.
Pl"act.lcante .D 108 Serviololl de C11111ea interna.
y de ool1lca <¿ulnir¡rlcadel Bo.plWi>ll\lllltal'.
Practioante 1DMnao, POI"opoaio1ón, en el Servicio
4e OUnica d. Obetetrlola del B08pltal de 8An JuaD d. Dloe.
pre.ldente del PrI_ OoI1¡rrel5O lnternaelo"a¡ de Batudlantea
de la Gran 0010m\>la .

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;A~M0.G¡~CION
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Casa Editorial Arboleda (,. Valencia

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Señor doctor don E".r'sto a.rcta

HomenaJe ae ve",~ración
y gratitud

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fl Lfl

Juventud Universitaria
DE

Venezuela y Ecuador

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fI mi Presidente de Tesis

fll set\or doctor dOI)Pablo Gorda A.

fll senor dOr) Adolfo Posada


Profesor de la Uni"ersldad Central de Madrid

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pJ.lmSIDE~E DI<::TEAI/;¡

Dador J. m. [ombana Barreneche

J'URAlJO DFl CAr~lFlOAClO~

Dador Carlos Esguerra

Dador [uis Zea Uribe

Dador Julio manriqui

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1UtIIIE lit PIIMIIntE DE aSl$·

Bogofd, Junio 5 de 1912

8e/fof' Rectol' de la Pacultad de Ciencias No.


roles l' Medicina-E. b. C.

Senor Rector:
El senor don Demetrio Garda Vásquez, pre-
senta como Tesis un trabajo que se titula

P6icologla Pafol6gJea
de la BmollDidod p de la Polunlad
El estudio que él hace de la materia y el
desarrollo que le da son muy completos desde
los puntos de vista en que se ha colocado, y
las dimensiones naturales de una Tesis. L/aman
especialmente la atención los capitu/os que tra-
tan sobre las obsesiones, /0 abulia, la heren-
cia, etc. etc., y /0 quinta observadon sobre el
alienado criminal Eu/ogio Porrada, de la cual
hace el autor un estudio médico-legal muy con-
cienzudo para llegar a las conclusiones de cómo
la ciencia moderna interpreta la conducta que
se deba observar con estos individuos que no

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merecen castigo porque son irresponsables,. pero


que tampoco deben permanecer libres en el seno
de la sociedad que tiene el derecho de separar
de el/a a los que le pueden hacer daño. Para
esta clase de degenerados se necesitan asilos
dirigidos por personas de ciencia que sepan
llenar su misión,. no es ésta una obra de be-
neficencia, lo es de defensa social,. tampoco se
trata de una venganza, es simplemente el cum-
plimiento del deber ineludible de dar seguridad
a las sociedades contra quienes en alguna for-
ma puedan hacerle daño, como se separa de
su seno a los atacados de enfermedades infec-
to-contagiosas.
Esta Tesis inicia una éra muy fecunda en los
estudios de Patologia Mental, y señala los nue-
vos rumbos que es necesario adoptar en esta
materia, bastante descuidada entre nosotros. Los
médicos y los directores de los asilos de locos,
deben ser psicólogos profundás capaces de es-
tudiar y analizar la mentalidad de los desgra-
ciados encomendados a sus cuidados y vigilan-
cia,. sólo asl podrán dirigirlos, y llegado el
caso, mejorarlos, fortificando aquellas cualida-
des que se encuentran supeditadas por ideas
delirantes o adormecidas por impotencia ner-
viosa,. sólo asl podrán hacer la reeducación
de la voluntad, para lo cual no se encuentran
drogas en las boticas.

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El tratamiento de las enfermedades mentales
y el manejo de los individuos que las padecen,
que no sigan esta orientación, conducen a un
Jracaso seguro, sin que por esto haya de espe-
rarse de ellos resultados superiores a los que
pueden dar.
Termino este informe manifestando a usted
que este laborioso trabajo, tanto por su forma
como por su fondo, llena los requisitos que
exige el Reglamento de la Facultad para las
tesis, y que por lo mismo debe publlcarse.
Señor Rector.
J. M. bomhana Barroneche

lJniversidad Nacional-Pacullad de Medicina


p Ciencias Naturales-Bogotá, Junio 12 de
1912

PubUquese.
El Rector,
H. Machado b.

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PSICOLOGIA PATOLOGICA
DH LA

EMOTIVIDAD Y DE LA VOLUNTAD

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CAPITULO I

Teorfa fisiológica 02 las emoclonlZ5

Las pasiones, las emociones, los apetitos, los


deseos, las necesidades, los instintos constituyen
las múltiples manifestaciones de la vida afectiva,
que bajo el nombre genérico de sentimientos, re-
velan las TENDHNClAS innatas que mueven a la ma-
teria protoplásmica, tanto en las formas más ru-
dimentarias de los organismos un¡celulares como
en tu más complicadas de la serie superior de
toa- vertebrados.

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Merced a uno de los muchos errores consagra-
dos por la doctrina del dualismo metaflsico, que
desde su iniciación ha considerado al estado de
conciencia disociado de sus condiciones biológi-
cas, los fenómenos de la vida afectiva han sido
también clasificados entre las funciones del cono-
cimiento y comprendidos en la vaga denomina-
ción de «inteligencia confusa.» Según la doctrina
clásica, los sentimientos no tienen valor propio,
son elementos secundarios y derivados de los es-
tados intelectuales.
Esta concepción filosófica de los fenómenos
afectivos, ha informado los estudios de la antigua
psicologia donde ha servido de fundamento a la
TEORtA INTELECTUALlSTA de las emociones, que
las hace depender de un orden enteramente idea-
tivo: son meras expresiones tributarias de las fa-
cultades inmateriales del esplritu.
En oposición a la escuela intelectualista, la psi-
cología contemporánea ha precisado de un modo
concluyente la TEORtA SENSUALlSTA, que pue-
de llamarse, de acuerdo con los estudios recientes
del Profesor Ribot, TEORtA FISIOLÓOlCA de la emo-
ción. El Profesor Sergi, catedrático de Psicologia
experimental en la Universidad de Roma, le ha
dado el nombre de TEORtA PERIFÉRICA, en aten-
ción a que los fenómenos afectivos se desarrollan
primitivamente en los órganos de la vida de nu-
trición, que, con relación al cerebro, son perifé-
ricos.
En virtud de esta nueva teorla, los estados afec-
tivos, considerados enantes como secundarios y
subordinados a los estados intelectuales, son aho-

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ra atribuidos a las funciones de la vida vegetati-
va y constituyen fenómenos absolutamente inde-
pendieittes de la inteligencia, primitivos y autóno-
mos, provenientes de modificaciones ocurridas en
los tejidos esplácnicos encargados de las funcio-
nes de nutrición.
As{ pues, la emoción no es una entidad moral,
desligada de las mutaciones orgánicas, es un sim-
ple hecho biológico, dependiente de las reaccio-
nes somátlcas, una modalidad de la cenestesia
que representa el conjunto de las sensaciones in-
ternas.
Hay un principio que rige la psicologia moder-
na: es el que se enuncia diciendo que no existe
ninguna manifestación de la vida psíquica que no
esté estrechamente subordinada a las condiciones
biológicas. La emoción es quizá la manifestación
psiquica más intimamente vinculada al SUBSTRA-
TUM orgánico, tanto que está constituida por el
conjunto de reacciones somáticas que se reflejan
en la conciencia a la manera de una proyección
sensitiva.
El filósofo Spinoza fue quien colocó en sus es-
tudios de Etica la base fundamental de la cien-
cia psicológica, ciencia que, en sus análisis de la
vida mental, ha comprobado posteriormente la
doctrina establecida por aquel insigne pensador,
que redujo el proceso de la psicologia a dos fe-
nómenos irreductibles: sentir y obrar.
El critico Irons declara como a un precursor de
la teorla fisiológica de la emoción al filósofo Des-
cartes, quien en su famoso tratado sobre las Pasio-
nes del alma sostuvo que la emocion está causa-
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da por un cambio físico. Es justo mencionar tam-
bién el nombre de Morel, psiquiatra genial que
desde el año de 1866 trazó en sus estudios so-
bre el delirio emotivo los Iineamientos generales
de la teoría fisiológica de la emoción. Morel vela
en la obsesión una perturbación emotiva cuyo
punto de partida no lo colocaba en el cerebro
sino en el sistema nervioso ganglional-visceral,
en donde suponia el origen de las emociones.
A un notable fisiólogo danés, el doctor C. Lan-
ge, corresponde el mérito de haber compendiado,
en un interesante resumen, la teoria fisiológica de
las emociones, interpretándola desde un punto de
vista original, por la novedad de sus observacio-
nes y por la ulterior comprobación de sus ideas
acerca de los fenómenos emotivos, que los atri-
buía a e la conciencia de las variaciones neuro-mus-
culares. »
A su turno, el eminente Profesor de Psicología
en la Universidad de Harvard, Mr. Wm. James,
demuestra que las emociones no son otra cosa
que los sentimientos motivados por cambios cor-
porales.
De mi parte, me he adherido, para el desarro-
llo de esta Tesis, a la teoría fisiológica de los es-
tados emotivos, que a pesar de la ardorosa con-
troversia que ha suscitado entre psicólogos y psi-
quiatras distinguidos, creo que hasta ahora satis-
face a las ideas que he adquirido a través de la
observación y del estudio en esta clase de pro-
blemas planteados por la psico-fisiología contem-
poránea.

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Juzgo conveniente, pan dar una mejor explIca-
ción de esta teoria, exponer sucintamente las ra-
zones que aducen sus partidarios para otorgarle
el predominio a la doctrina sensua1ista.
Si admitimos que el sentimiento es un pro-
ducto de los órganos de la vida vegetativa y que
tiene su raiz en las capas visceral es, la lógica de-
ducción impone la prioridad de los fenómenos
afectivos en el orden genésico de los componen-
tes de la psiquis, es decir, que la vida afectiva es
anterior a la vida intelectual, y que en el proceso
de la conciencia la emoción aparece antes que el
conocimiento. Queda asl. formulado el concepto
trascendental de la humana filosoHa, creada por
el genio de Spinoza: el apetito es la esencia mis-
ma del hombre.
La biología obedece a una ley soberana que
actúa sobre todas las formas vivas de la materia
organizada: la conservación del individuo y la pro-
pagación de la especie. Dicha leyes la única gufa
que debe conducir los pasos de quien se propon-
ga escudriffar las tendencias primarias de todos
los gérmenes que sienten en si el fenómeno de
la vida.
'"Comparar,- dice Rlbot, e como lo han hecho cier~
tos autores,- la e sensibilidad» y la e inteUgencia _
para investigar si una de estas dos '"facultades»
es superior a la otra, es una cuestión vacía e irra~
cionaJ, pues no hay medida común entre las dos
y no tiene ninguna solución que no sea arbitraria.
Pero se puede proceder objetivamente y pregun~
tarse si una es primaria y la otra secundaria, si
una viene a ingertarse en la otra, y en este caso

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cuál es el tronco y cuál el ingerto. Si la vida
afectiva aparece la primera, claro es que no pue.
de ser derivada, que no es un modo, una función
del conocimiento, sino que existe por si misma y
que es irreductible.
Asl planteada, la cuestión es sencilla y la res-
puesta por consiguiente fácil. Las pruebas fisioló-
gicas de la prioridad en favor de la vida afectiva,
sólo necesitan un recuerdo sumario; pueden re-
ferirse todas a una sola: la vida orgánica, vege-
tativa, aparece en todas partes y siempre antes
de la vida animal: los fisiólogo s se complacen en
repetir que el animal está ingertado en un vege-
tal que le preexiste. Ahora bien: la vida orgánica
se revela directamente por las necesidades y ape-
titos, materia de la vida afectlva; la vida animal,
por las sensaciones, materia de la vida intelectual.
«Considérese, por otra parte, los miles de ani-
males que no son sino un conjunto de nece-
sidades, cuya psicología consiste únicamente en
encontrar alimentos, en defenderse, en propagar-
se; sus sentidos (y muchos están reducidos al
tacto solo) no son más que útiles, instrumentos
groseros, armas teleológicas al servicio de sus
necesidades, pero por cerrados que estén al mun-
do exterior, el apetito no es menos intenso en
ellos. En el hombre la vida fetal y aun la de los
primeros meses, ¿es acaso muy diferente? ¿ No
está compuesta casi por completo de necesidades,
satisfechas o nó, y por consiguiente de placeres
y de dolores? Desde el punto de vista fisiológi-
co, el conocimiento aparece, no como un amo, sino
como un criado .•

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El Profesor Sergi, que ha escrito un interesante
libro sobre Las Emociones, trae también una ex-
posición muy razonada en favor de la prioridad
de la vida alectiva. Demuestra, con pruebas incon-
testables, al tratar de los caracteres generales de
108 fenómenos psicológicos, que el sentimiento es
la manifestación primaria y fundamental de la psi-
cología. Llama estokinesis a la unidad psiquica
rudimentaria, compuesta de sensación y movimien-
to, que representa el único atributo psíquico en
los protozoarios y en los protofitos. No hay na-
die que ignore que la amiba, por ejemplo, es un
organismo unicelular, provisto de una masa infor-
me de protoplasma, en cuyo seno no se obser-
van sino moléculas de materia viva en incesante
movimiento. Todavía no se encuentra en su red
de protopJasma ni siquiera el esbozo de un tejido
diferenciado, como el muscular o el nervioso. Y
sin embargo, esa minúscula masa vibra y se es-
tremece bajo el influjo de una confusión de ape-
titos. que, como en todo sér viviente, se revelan
en las funciones nutritivas, reproductivas y psico-
lógicas. En la amlba se pone en evidencia la
condición primitiva de la materia orgánica: una
irritabilidad a la cual corresponde un movimien-
to de atracción o de repulsión. Mas no se obser-
va en esa condensación de protoplasma albumi-
noide, sin estructura y sin órganos diferenciados,
ningún fenómeno de PEJ«;EPCIÓN, puesto que el
protozoario carece de órganos sensoriales. En
eIJRbio, los médicos, que conocemos ese prodi-
gioSo fenómeno de la e fagocitosis,» representado
poi'ese otro organismo amiboide, el leucocito, si

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alcanzamos a apreciar las maravi1losas funciones
que cumplen en la intimidad de nuestros tejidos
aquellas células viajeras desprovistas de conoci-
miento, pero dotadas de una exquisita sensibili-
dad quimiotáxica que dirige sus tendencias atrac-
tivas:y repulsivas.
Además, la poderosa mentalidad de Arturo Scho-
penhauer ha analizado, con un admirable dón de
precisión y de acierto, esa psiquis obscura de la
voluntad innata. La brevedad de este estudio, que
constituye mi primer ensayo en el complicado ra··
mo de la psicologia patalógica, me impide tras-
ladar a esta Tesis toda la doctrina de la incompa-
rable obra maestra del autor de El Mundo como
Voluntad y como Representación.
Me bastará llamar la atención respecto a tal ó
cual concepto del filósofo de La Voluntad para
suministrar las pruebas psicológicas de la priori-
dad de la vida afectiva sobre la vida intelectual.
Dice Schopenhauer: -:Desear, apetecer, querer o
detestar, huir, no querer, son fenómenos propios
de toda conciencia y comunes al hombre yal pó-
lipo. Este ('s el hecho esencial, la base de la con-
ciencia.
-Tales consideraciones nos muestran que en to-
dos los animales la voluntad es el elemento pri-
mario y esencial; la inteligencia no es sino un
elemento secundario, accesorio, un mero instru-
mento al servicio de la primera, instrumento más
o menos perfecto y complicado, en relación con
las exigencias de la voluntad.
-Recorriendo la serie descendente de los anima-
les, observamos que la inteligencia va haciéndo se

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cada vez más débil y más imperfecta, pero no ve-
mos ninguna degradación correspondiente en la
voluntad. Esta conserva siempre una naturale-
za idéntica; se manifiesta como apego extre-
mado a la vida, en forma y cuidados por el in-
dividuo y por la especie; en forma de egoísmo y
de indiferencia absoluta hacia todos los demás,
con los afectos que de ahí dimanan. Hasta en el
insecto más pequeilo, la voluntad existe perfecta
y entera; lo que aquél quiere, lo quiere tan de-
cididamente como el hombre. No hay diferencia
más que en lo que cada uno quiere, es decir, en
los motivos, pero estos son asuntos pertenecien-
tes a la inteligencia. Esta úitima, secundaria y li-
gada a órganos materiales, posee grados infinitos
de perfección, y, en general, es limitada e imper-
fecta por naturaleza .
•Creer que el conocimiento determina efectiva y
enteramente a la voluntad, es suponer que la lin-
terna que llevamos de noche para alumbrar nues-
tros pasos es el PRIMUM MOBILE de nuestra mar-
cha.
«Y, de hecho, la inteligencia no es más que la
función del cerebro, mientras que el hombre en-
tero, su sér y esencia, son la función de la vo-
luntad. lO

Las pruebas fisiológicas y psicológicas demues-


tran que el sentimiento es el eje universal, funda-
mental y soberano, en derredor del cual se mue-
ven las manifestaciones primarias y autónomas de
la vida afectiva. Tenemos, pues, que la emoción
no es una abstracción espiritual, etérea e ¡ncor-
pórea, sino el conjunto de reacciones somáticas,

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provenientes de una propiedad inherente a la ma-
teria orgánica: la irritabilidad y la reacción. Hasta
ahora hemos expuesto los argumentos que favo-
recen a la teoria fisiológica de las emociones; para
una mejor comprensión de esa teorfa, es necesario
analizar en un caso concreto los caracteres par-
ticulares de un estado afectivo. Ante todo, cabe
preguntar cuál es la definición de la emoción. El
origen de una emoción, ha dicho el Profesor Ri-
bot, es una atracción o una repulsión, en una pa-
labra, un movimiento o una suspensión de mo-
vimiento. Las emociones, agrega, son manifesta-
ciones ORGANIZADAS de la vida afectiva, que re-
velan de una manera directa la constitución del
individuo. La emoción es, en el orden afectivo,
el equivalente de la percepción en el orden inte-
lectual, a saber: un estado complejo, sintético,
que se compone esencialmente de movimientos
realizados o contenidos, de modificaciones orgáni-
cas (en la circulación, respiración, etc.), de un es-
tado de conciencia agradable, penoso o mixto,
propio de cada emoción.
Ya me he referido también al Profesor William
james, que sin duda es quien mejor ha analiza-
do la psiquis emotiva, en un hermoso articulo
que inserta en su magistral obra titulada Princi-
pios de Psicologla. Para el ilustre psicólogo nor-
teamericano, los CAMBIOS CORPORALES QUE SIGUEN
INMEDIATAMENTE A LA PERCEPCIÓN DEL HECHO
EXCITANTE y LA CONCIENCIA QUE TENEMOS DE
ESTOS CAMBIOS, A MEDIDA QUE SE PRODUCEN, ES
LO QUE CONSTITUYE LA EMOCIÓN.

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El organismo entero, supone James, puede ser
comparado a una tabla de armonia que todo cam-
bio de conciencia, por ligero que sea, hace vi-
brar.
En contra de lo que cree el sentido común,
sostiene el citado autor, refiriéndose a la emoción,
que la aserción más racionai es que estamos afli-
gidos porque lloramos, irritados porque pegamos,
asustados porque temblamos, y no porque llore-
mos, peguemos o temblemos, estamos afligidos,
irritados o asustados, siguiendo el caso. Sin estos
estados corporales, la percepción tendría una for-
ma puramente cognoscitiva, vaga, incolora, sin ca-
lor emocional. ¿ Qué especie de emoción quedaría
8i no hubiese sensación de palpitación cardíaca,
o de respiración anhelosa, ni sensación de carne
de gallina o agitaciones visceral es ? ¿ Es posible
figurarse el estado de cólera sin agitación inte-
rtor, coloración del rostro, dilatación de las nari-
ces, rechinamiento de los dientes, sin la impulsión
de una acción vigorosa, y en vez de todo esto,
los músculos relajados, una respiración calmada
y un rostro tranquilo? ¿ Cómo se concibe la pena
sin sus lágrimas, sin sus sollozos, y sobre todo,
sin ese estado de perturbación interior? Para
wltnam James, lo mismo que para nosotros, es
inconcebible la emoción disociada de las reaccio-
nes orgánicas, porque ello equivaldría a suprimir
en nosotros la propiedad de sentir, y a llevar una
existencia exclusivamente cognoscitiva e intelec-
tual, sumergida en la desoladora frialdad de las
áridas especulaciones de la mente. Y aunque tal
existencia, como lo sugiere el Profesor de Har-

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vard, parezca haber sido el ideal de los antiguos
ascetas, era demasiado fria para los que nacieron
después de la renovación del culto a la sensibi-
lidad, que se inició con las generaciones de la
época moderna.
En resumen, creemos haber dejado establecido
que la emoción no es una entidad psiquica de
naturaleza espiritual, intercalada entre la percep-
ción y las reacciones somáticas, sino que estas
reacciones somáticas, que se han considerado
como LAS CONSECUENCIAS de una emoción, son
precisamente lo que constituye a dicha emoción.
El número y la calidad de las reacciones orgáni-
cas, coordinadas conforme a la constitución fisio-
l~glca de cada individuo, establecen la variedad
de las grandes emociones primarias, caracteriza-
das por 105 elementos que constituyen a cada una
de ellas, del mismo modo, como dice Hartenberg,
que una palabra se caracteriza por el orden y dis-
posición de sus letras constitutivas.
La psicología moderna, basada en los anterio-
res datos, suministra el siguiente análisis de un
estado emocional: primeramente, un estado inte-
lectual, que muchas veces falta; después, pertur-
baciones orgánicas que se traducen en síntomas
sensitivos, motores, vasculares, viscerales, secre-
torios y psiquicos, y por último, la conciencia de
esas perturbaciones, que es el estado psiquico co-
rrespondiente a lo que se llama la emoción.
No obstante la generalidad de los términos con
que James sostiene la verdad científica de la teo-
ria fisiológica de las emociones, se limita a apll-
carIa a lo que él llama las emociones groseras

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(COARSER). que son las que propiamente coloca
en una base orgánica, mientras que para las emo-
ciones delicadas (SUBTLER), que, según el mismo
autor, comprenden las emociones morales, intelec-
tuales y estéticas, juzga que, por el contrario, e nos
dan un placer que parece comprendido en la for-
ma misma de la representación, y que no ganan
nada con una repercusión cualquiera, proveniente
de las partes inferiores del cerebro.» A pesar de
esta declaración, que hasta cierto punto anula el
valor de la teorla por él sostenida, James vuelve
a i~sistlr en las condiciones orgánicas de los es-
tados emotivos, y añade que ela emoción estéti-
ca. pura y simple, el placer producido por ciertas
IIneas y medidas, por combinaciones de colores
o de sonidos, es un hecho absolutamente senso-
rial, unido a un sentimiento ocular o auditivo, que
es primario, y que no es debido a la repercusión
de otras sensaciones provocadas en otros pun-
tos .•• Y mb adelante corrobora con estas pala-
bras: e Un placer secundario puede, es verdad,
agregarse a este placer, primero e inmediato en
ciertaS sensaciones puras y en sus combinaciones
armoniosas; estos placeres secundarios juegan un
papel importante en el gozo real que las obras
de arte hacen experimentar habitualmente a la ma-
yoria de los hombres .•• Aun las sensaciones infe-
riores pueden estar acompañadas de una escolta
secundaria de nuevas sensaciones, resultado de
las Ideas asociadas que se repercuten en nuestro
organismo. Un olor puede hacemos casi desfalle-
cer por el recuerdo que evoca de e jardines que
no son más que ruinas y de lugares de placeres

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que no son más que polvo.,. «Un dia de verano,"
refiere M. Guyau, e después de una excursión
por los Pirineos, agobiado por la fatiga, hallé a
un pastor, al cual pedi ]eche; fue a buscar a su
cabaña, cerca de ]a cual pasaba un arroyo, un-
vaso de leche, que sumergido en el agua, estaba
casi helada: bebiendo esta leche fresca, en la cual
toda la montaña habia puesto sus perfumes, cada
sorbo me reanimaba y experimenté una serie de
sensaciones que la palabra AGRADABLE es insufi-
ciente para expresar. Era como una sinfonía pas-
toril, percibída por el gusto en vez de serio por
el oído."
El Profesor Sergi, en su notable obra Las Emo-
ciones, completa ]a teoría fisiológica, analizando
el extenso y variado proceso de los estados emo-
tivos, a la vez que critica con sobra de pruebas
la paradójica contradicción en que parece incurrir
James; y luégo señala a ]a génesis de las dos ca-
tegorías de emociones un idéntico movimiento or-
gánico. En efecto, demuestra el distinguido psicó-
logo italiano que los sentimientos morales derivan
su origen de los sentimientos individuales, cuya
base se encuentra en ]a perturbación y en ]a al-
teración funcional de la vida orgánica. Los senti-
mientos estéticos, por ejemplo, producen también
los mísmos fenómenos fundamentales que ]a otra
clase de emociones: alteraciones en las funciones
cardíacas y respiratorias, en las vasomotoras y 8e-
cretoras, especialmente las lacrima]es, solIozos en
la respiración, causados por fenómenos faríngeos,
y como manifestaciones cutáneas, sudor, palidez
o rubor, etc. etc.

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Hoy ya está probado por la nueva psicologla
que las emociones humanas o superiores que for-
man la categoria SUBTI..ER del Profesor James,
pueden reducirse a las formas fURdamentales de
las otras emociones animales o inferiores (COARSE)
que se derivan de las excitaciones de la vida real,
como los fenómenos de defensa, de temor y otros
semejantes.
Cada cual ha podido observar en sí mismo, so-
bre todo si es un individuo de ORGANIZACIÓN sen-
sible y acostumbrado a percibir las delicadas va-
riaciones de la sensación, esa serie de modifica-
ciones orgánicas que provocan todos aquellos es-
tados afectivos ligados a la percepción del mun-
do exterior.
La poesía, la música y la pintura son fuentes
inagotables de impresiones estéticas que conmue-
ven, por decirlo asl, los cimientos viscerales del
organismo, que vibra reflejando, a través de nues-
tros cambios corporales, la divina chispa de un
sentimiento desvanecido en el ritmo armonioso
de la IInea, del color y del sonido.
Se ha dicho con razón que sólo es artista de
verdad el que SIENTE en lo hondo de su sér los
motivos originales de las creaciones del arte.
El artista que en una representación dramática
se apropia al fiel carácter de una escena, no po-
drA fingir un estado emotivo sin que exprese en
sus facciones los rasgos de esa pasión y sin que
su organismo se sienta profundamente conturba-
do. Para representar CUM AMORB un estado pa-
sional, el actor de mérito ha menester provocar
en si mismo el sentimiento que deberá transfigu-

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-30-
rarlo ante las miradas del público. e La fatiga que
yo experlmento,1Oescribe la actriz Forbes Robert-
son, e está en relación con la emoción que debo
expresar, de ningún modo con la acción física lO...
e La emoción que acompaña el juego del actor,1O

dice M. Howe, e determina una transpiración ma-


yor que la fatiga flsica. Yo he transpirado siem-
pre desempeñando a Joseph Sinface, papel que
exige muy poca o ninguna acción lO ..... e Yo

he desempeñado continuamente Otelo,» escribe


M. Coleman, e desde la edad de diez y siete años,
y bien yo he procurado concentrar mis fuerzas lo
mejor que me ha sido posible, hé aqui un papel,
el papel de los papeles, que me deja siempre fí-
sicamente agotado. 10
En algún artículo de un insigne novelista por-
tugués recuerdo haber leído que se le hacia bas-
tante inaceptable el sentimiento artístico de la Sa-
rah Bernhardt, porque no se explicaba cómo la
afamada actriz hubiera resistido, sin desfallecer,
la representación de Hamlet, puesta en escena
tres veces en un mismo díal ...
Al contrario, se sabe de Flaubert, cuyo tempe-
ramento de artista seleccionado pre sentaba tal
grado de hiperestesia emotiva, que su organismo
experimentó los síntomas del envenenamiento por
el arsénico, bajo la sola impresión de haber des-
crito los efectos de ese tóxico mortal en Mada-
me Bovary.
La misma emoción intelectual, la forma más
fría de la vida afectiva, tan poco expresiva en sus
notas pasional es, está también ligada a un subs-
tratum orgánico que se conmueve en los que es-

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-31-
tán dominados por la viva inquietud de la curio-
sidad cientifica, o que tienen sus cerebros en per-
petua excitación por un constante divagar en las
regiones trascendentes del conocimiento. El céle-
bre caso que se cita acerca de Malebranche, a
quien el Traité de L 'Homme, de Descartes, e causó
palpitaciones de corazón tan violentas, que se vefa
obligado a dejar el libro a cada momento para res-
pirar," ha hecho decir a FQntenelle: e La invisible
e inútil verdad no está acostumbrada a encontrar
tAnta sensibilidad entre los hombres.»
Igual cosa ocurre con el sentimiento religioso,
mezcla confusa de amor y de temor; sentimiento
que, en 105 casos de exaltado misticismo, pone de
relieve su evidente origen orgánico, como que es
una de las primeras formas derivadas del instin-
to de conservación. Basta saber que todo creyen-
te se encomienda a una fuerza superior para que
le prodigue bienes acá en la tierra o le asegure
su salvación eterna.
Patologla de la emoción-Acaso haya juzgado
el lector de esta parte de nuestra Tesis que sea
un exotismo o quizá un acopio de erudición ¡ncon-
ducente, por el motivo de haberme extendido dema-
siado-a pesar de que se puede escribir un libro-
sobre la teoría fisiológica de las emociones. Mas
para quienes cultivan los estudios de psiquiatría
moderna conforme a los principios y a las pruebas,
basados en hechos, y nada más que en los hechos,
que desarrolla la psicologfa, no le será extraña la
lectura de este capítulo, de imprescindible necesi-
dad para la fácil comprensión de las alteraciones
morbosas de la emotividad y de la voluntad.

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Se ha dicho que la patología es la fisiologia
desordenada. También me aventuro a afirmar que
el estado fisiológico es una especie de sintesis
inestable y fugaz, que la más leve causa morbosa
disocia sus componentes a la vez que los revela
uno tras otro en toda su nitidez y precisión. Esto
ocurre en la patología nerviosa y mental: la slrin-
gomielia, v. gr., disocia la sensibilidad térmica, do-
lorosa y de contacto, y los estados morbosos de
la emotividad disocian uno o varios de los ele-
mentos psiquicos que integran la personalidad más
o menos armoniosa de un individuo normal. Pero,
antes de analizar la disgregación de un cuerpo o
de una función, se debe anotar, aunque sea para
reconstituírlos después, los caracteres del conjunto.
Además, una teoría como la que hemos sostenido
respecto de la naturaleza de las emociones, recibe
su amplia comprobación a través de los casos pa-
tológicos que presentan los estados afectivos. Y
también hay que tener en cuenta que las dos teo-
rias-Ia intelectualista y la fisiológica-vuelven a
disputarse la hegemonia en la interpretación de
los fenómenos psico-patológicos de la emotividad
y de la voluntad.
Si antes ha aparecido la teoría vinculada con
sus distintos puntos de vista a sus respectivos
representantes, James y Lange, partidarios del
concepto somático de la emoción, enfrente á Her-
bardt, para quien «todo sentimiento resulta de la
coexistencia en el espiritu de ideas que están acor-
des o se combaten,. ahora entrarán al campo de
la patologia ambas opiniones, muy bien sostenidas
por otros dos eminentes psiquiatras: Morel, que

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-33-
estudia la obsesión como a un fenómeno de base
emotiva, y Westphal, que se representa la obsesión
como fenómeno de base ideativa.
Los sentimientos primitivos y fundamentales, co-
mo el temor, la cólera, el instinto sexual, etc., re-
surgirán en la patologia con la forma correspon-
diente de POBIA, TENDENCIAS OBSESORAS O IMPUL-
SOS, ABERRACIONES Y PERVERSIONES OENIT ALES, Y
los sentimientos morales o derivados, como el
intelectual, el religioso y el estético, consecuentes
con sus nexos orgánicos, se revestirán de la for-
ma lúgubre, de la LOCURA DE LA DUDA, MELAN-
COLlA RELIGIOSA Y TEOMANrA, MEGALOMANrA y
PESIMISMO.
Hemos visto que la emoción es un fenómeno
afectivo normal de aparición brusca y de duración
transitoria. Cuando la emoción se torna permanente
y crónica, se convierte en el estado llamado PASiÓN.
La emoción puede exagerar todavia más su tona-
lidad afectiva hasta degenerar en un estado pato-
lógico. El Profesor Féré ha propuesto los siguien-
tes caracteres para distinguir una emoción mor-
bosa:
1.0 Cuando sus concomitantes fisiológicos se
presentan con una intensidad extraordinaria. Ri-
bot agrega: O con una depresión extraordinaria.
2.° Cuando se produce sin causa determinante
suficiente.
3.° Cuando sus efectos se prolongan fuera de
lo regular.
Entraré, en el próximo capitulo, al estudio de
la&:manifestaciones morbosas de la emoción, de

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-34-
acuerdo con los precedentes ya establecidos en
la teoría fisiológica, y merced a la cual puede
definirse la OBSESIÓN, según Morel, corno UN ES-
TADO MORBOSO FUNDAMENTALMENTE EMOTIVO •

•••
CAPíTULO 11

Las obsesiones

Delirio emotivo de Morel

Sinonimia: Manía sin delirio (Falret). Monoma-


nía (Esquirol). Locura lúcida (Trelat). Locura con
conciencia (Baillarger, Ritti). Paranoia rudimenta-
ria (Morselli). Sindromas episódicos de la dege-
neración (Magnan). Psicastenias Ganet). Neuras-
tenias (Regis). Ideas de obsesión (Westphal). Ideas
fijas (Buccola). Ideas imperativas (Hack- Tuke).
Neurosis de angustia (Freud y Hecker).
Caracteres psicopatológicos de la obsesión-El
concepto psicopatológico de la obsesión ha mo-
tivado dos corrientes de opinión enteramente
opuestas, que han caracterizado hasta hoy, la in-
dole de los numerosos trabajos que sobre este
interesante tema de patología mental han escrito
autores antiguos y modernos. Los diversos puntos
de vista que se han propuesto esclarecer la natu-
raleza de la obsesión, se reducen a dos catego-
rías: la de aquellos que, con Morel, consideramos

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-35-
la obsesión como una perturbación morbosa de
base emotiva. y lli de quienes, con WeatpliaJ.
la consIderan como una perturbación morbosa de.
base ideativa.
De mi parte, he procurado estudiar imparCial-
mente la doctrina sostenida por cada uno de esos
eminentes autores, y no he vacilado en dar mi ad-
hesión a la escuela de Morel, fundando esa pre-
ferencia hasta en razones de orden filosófico, que
quizá hayan parecido exóticas en el plan de una
tesis de medicina, pero que son indispensables
para la solución de este problema de altá ps}co-
logia. De alli que hayamos expuesto previamente,
en el capitulo anterior, las bases generales de la
teoría fisiológica y periférica de la emoción. Lué-
go he buscado apoyo en las pruebas de orden
clin}co, sustentadas por los distinguidos maestros
Pitres y Regis, quienes consideran también a la
emoción como el elemento primitivo y fundamen-
tal de los estados de obsesión.
Ya hemos anotado que para los partidarios de
la escuela de Westphal¡ la obsesión es una per-
tW'bación, ante todo intelectual, cuyo síntoma prin-
cipal es el elemento ideativo. Queda excluido el
elemento emotivo, o si existe, es secundario y
dependiente de una simple reacción provocada
por la idea. En fin, Westphal supone que las ob-
sesiones consisten en sólo ideas parásitas, aisla-
das de cualquier estado emotivo o pasional. En-
tre los que participan de igual opinión, se cuenta
a los ilustres tratadistas Magnan y Krafft-Ebing,
cuyos nombres deciden, por sr solos, del valor
de una doctrina en Clfestiones de psiquiatria.

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-36-
Es cierto que en el hombre adulto el conoci-
miento y la experiencia desempeñan un papel im-
portante en la emoción; se ha admitido que no
solamente pueden suscitarla sino modificarla, pero
no la CREAN. «El delirio emotivo,. ha dicho Mo-
rel, «se compone de reacciones de IMPRESIONABI-
LIDAD Y de EMOTIVIDAD con predominio de cier-
tas ideas fijas, de ciertos actos anormales, pero
sin que pueda argiiirse, en todos los casos, el
compromiso forzoso y absoluto de las facultades
intelectuales .•
Para WiIle, la ANSIEDAD coexiste con la idea
obsesora, unas veces la precede, otras es inde-
pendiente; y en todo caso hace parte integrante
de la obsesiono
Según Dallemagne, «la emoción, repercutiendo
en la corteza, despierta ideas apropiadas, y la idea
apenas nacida, retrocede a lo interno, reanimando
a los sentimientos de donde procede.»
Ch. Féré sostiene que las «ideas fijas tienen su
origen en la emotividad morbosa.»
Freud y Hecker llaman a la obsesión una NEU-
ROSIS DE ANGUSTIA. (Angstneurosis).
G. Ballet clasifica las obsesiones e impulsiones
entre las anomallas de la emotividad y de la vo-
luntad en los degenerados.
Nosotros creemos que para sostener determina-
da tesis, no basta citar a su favor la serie de nom-
bres consagrados por el mérito de las labores a
que están gloriosamente vinculados, tanto más que
en una como en otra tesis figuran, en el amplio
campo de las opiniones adversas, nombres valio-
sos que, como ya lo hemos advertido, imponen y
deciden del prestigio de una doctrina.

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-:rT-
Sin embargo, es necesario exponer razon~ lo
oolco que constituye el supremo argumento para
las mentes iconoclastas y rebeldes que indagan la
verdad relativa de los fenómenos naturales.
Vamos, pues, a dar las razones que nos asis-
ten para continuar participando de las ideas sos-
tenidas por la escuela morelista. Todo el mundo
tiene la idea de la rabia y el temor legitimo al
perro rabioso; sin embargo, todo el mundo no tie-
ne la FOBIA de la rabia. En realidad, comenta el
Profesor Arnaud, los obsesionados son enfermos
antes del desarrollo de la obsesión sistematizada,
y quedan enfermos en el intervalo de los accesos.
En efecto, existen estados de angustia obsesionan-
te e impulsiva, en los cuales el elemento intelec-
tual falta o se reduce a muy poca cosa; con el
nombre de angustia transitoria, Krafft-Ebing ha
descrito casos de esta naturaleza. Hay un ejemplo
de emotivIdad morbosa, común en la neurastenia,
. que Beard ha llamado panofobia o pantofobia,
caracterizado por un estado vago, pero permanen-
te, de ansiedad o de terror; es un estado, anali-
zado por la sutil perspicacia de Ribot, «en que
se tiene miedo de todo y de nada, en que la an-
siedad, en lugar de estar concentrada en un ob-
jeto que es siempre el mismo, flota como en un
sueño y sólo se fija por un instante, al azar de
las circunstancias, pasando de un objeto a otro .•
Todos tenemos noticia de esas personas que
llamamos aprensivas, pusilánimes y pesimistas que
"tienen miedo de todo y de nada.. No se atreven
ni a moverse de donde están, por temor de que
tes S()brevenga alguna desgracia: viven en per-

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-38-
manente sobresalto, angustiados por la perspecti-
va de ALOO ..•.• triste y doloroso. Permanecen
bajo el suplicio de 10 que Freud designa la e es-
pera ansiosa,- dominados por el eterno presenti-
miento de ese ALOO que les va a suceder .....
Féré asegura que en la panofobia el enfermo
llega a no moverse de un sitio, porque todo cuan-
to le rodea le asusta. Hé ahi un puro caso de
neurosis emotiva, exenta de todo principio idea-
tivo o intelectual.
No se encuentra un obsesionado que no sea
un emotivo. Las obsesiones sobrevienen general-
mente a consecuencia de un CHOQUE EMOCIONAL,
una mala noticia, caída de un lugar elevado, un
siniestro, como un incendio o un descarrilamien-
to, un asesinato, etc.
En las obsesiones varían frecuentemente el ob-
jeto o la idea; en cambio, el fenómeno emotivo
permanece fijo e inmutable. Además, no existe
ninguna relación proporcional entre la importan-
cia de la idea obsesionante y la intensidad de la
angustia; la obsesión de una palabra, el temor
de tocar el botón de una puerta o de pasar por
un lugar público, provocan una angustia terrible,
mientras que la impulsión homicida o suicida no
determina, en el mayor número de casos, sino una
ligera ansiedad.
Las anteriores razones prueban con certidum-
bre que la emoción, y no la idea, es el elemento
preponderante y fundamental en el proceso mor-
boso de la obsesión.
Antes de terminar, quiero llamar la atención so-
bre la ingeniosa teoría expuesta por el Profesor

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-39-
Amaud, respecto al origen de la obsesión. Me
ha intrigado lo bastante para entrar a interpretar-
la en lo que aparentemente se manifiesta en des-
acuerdo con la teoria que acabo de sostener.
También me ofrece el interés de que dicha teorfa
se apoya en una base de pura psicología que
requiere especial cuidado, debido a las consecuen-
cias trascendentales que de ella se desprenden.
En los psicasténicos es muy frecuente que ocu-
rra el fenómeno de disociación de la personalidad,
y entonces se observa en ellos la preponderan-
cia que en la vida mental asumen los elementos
automáticos, hasta el punto de constituir en el
mismo individuo otra personalidad accesoria y ab-
solutamente emancipada de la primitiva. La con-
ciencia, en aquellos enfermos, está invadida por
una serie de sistemas psicológicos, que no reco-
noce como propios, le son extraños, pero, a la
larga, terminan por imponérsele, violentarla Y per-
turbarla hasta reducirla a un estado de terrible an-
gustia. Esos sistemas, productos del automatismo
psicológico, son lo que se llama las obsesiones.
En definitiva, según Amaud, la obsesión es un
fenómeno bastante complejo que interesa simultá-
neamente, por una serie de acciones y de reaccio-
nes, toda la vida mental y una parte de las fun-
ciones orgánicas. La condición fundamental de la
obsesión es una perturbación primitiva y gene-
ralizada, que afecta, en sus asociaciones dinámi-
cas, los elementos comunes a la voluntad y a la
inteligencia. Dicha perturbación no es otra cosa
que la manifestación de una· debilidad de las estn-
tesis mentales una disminución del poder ede
,lO

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-40-
adaptación al medio y a las circunstancias,» es
decir, eso que se denomina el fenómeno patológi-
co de la ABULIA.
La anterior teoría de Arnaud, que a primera
vista parece que hiciera caso omiso del elemento
emotivo en la constitución de la obsesión, es más
bien una prueba confirmatoria de la teoría que
estamos defendiendo. El citado Profesor, en el des-
arrollo de su tesis, ha participado del concepto
emitido por los Profesores F. Raymond y P. Ja-
net sobre las neurosis y las ideas fijas, y, por
tanto, atribuye la obsesión a una manifestación
primaria y derivada de la abulia. Pero antes de
negar a semejante conclusión, es de capital im-
portancia esclarecer la naturaleza íntima del ca-
rácter de los abúlicos. y mientras debatiremos
más adelante tan interesante cuestión, nos apo-
yamos por ahora en la misma declaración del
Profesor Arnaud, quien ya nos ha hablado de «LA
EMOTIVIDAD MORBOSA de los enfermos atacados
de abulia.» Hase demostrado, en efecto, que la
emoción desempeña en el proceso psicológico de
la conciencia la misión más disociadora, puesta
en contra de la armonía mental que caracteriza
al individuo más o menos equilibrado.
La emoción es el disolvente más eficaz de la
personalidad Í1umana; aisla y reduce a los diver-
sos sistemas psicológicos que integran la unidad
psíquica; coloca esos sistemas en las condiciones
de un exagerado automatismo, listo para sostener
un permanente conflicto entre ellos; y por último,
va aniquilando la acción sinérglca de la voluntad
hasta crear ese nuevo tipo patológico del abúlico,

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- 41-
cuyo sfmbolo está representado en el hombre de8-
provisto de los resortes de una actividad fecunda
en pensamientos y en obras. Asf pues, penetrando
al fondo de la teoria del Profesor Amaud, pode-
mos sacar la siguiente conclu'3ión, favorable a
nuestra tesis: la abulia, con todo su cortejo de
obsesiones y de impulsos, constituye una forma de
la emotividad morbosa.

Caracteres cltnicos de la obsesión

Definición de la obsesión-Los maestros Pitrcs


y Regis, que han estudiado detenidamente los es-
tados morbosos de la emotividad, dan a las obse-
siones, en general, los siguientes atributos:
a) Surgen con frecuencia, en sujetos predispues-
tos, con ocasión de circunstancias, que en los su-
jetos sanos no determirtarfan emociones profundas.
b) Pertenecen siempre al grupo de las emocio-
nes depresivas, especialmente al de las emociones
ansiosas y angustiosas. Se podrfa decir, sin tras-
pasar los limites de lo que nos enseña la observación
clínica, que la ansiedad es la base necesaria de la
-obsesión.
e) Son conscientes en el sentido de que los en-
fermos que las padecen se dan perfecta cuenta de
las modificaciones que imprimen a su manera de
ser, a su carácter y a su afectividad.
d) Son involuntarias e incoerclbies, es decir, que
el enfermo no puede ni provocarlas voluntaria-
mente cuando no existen, ni rechazarlas cuando
existen.

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- 42-
e) Van acompañadas de concomitancias fisiol6-
~icas, de fuertes emociones angustiosas: palidez y
sudores fríos de la faz y las extremidades, sensa-
ción de angustia cardíaca, insomnio, etc.
/) No modifican el mecanismo general de la in-
teligencia, no perturban la memoria, el juicio, la
asociación de ideas. El obsesionado es, con fre-
cuencia, fuera de lo que constituye su obsesión,
un hombre muy inteligente, capaz de entender los
más intrincados asuntos, de tomar con oportuni-
dad las determinaciones más graves i analiza, con
una maravillosa penetración, la perturbación inte-
rior que le atormenta i se da cuenta de que su esta-
do es enfermo, y aun más, tiene conciencia pre-
cisa de que posee una doble personalidad. Reco-
noce, en sr, DOS YO: el uno anormal y sin razón,
preocupándose automáticamente de cosas fútiles;
el otro, sano y razonable, y esforzándose incesan-
temente por luchar contra las impulsiones desor-
denadas del primero.
Teniendo en cuenta el conjunto de estos carac-
teres, los autores citados definen asl la obsesión:
La obsesión es un sindroma morboso, caracte-
rizado por la aparición involuntaria y angustiosa
en la conciencia, de sentimientos o de pensamien-
tos parásitos que tienden a imponerse al yo, evo-
lucionando a su lado a pesar de sus esfuerzos por
rechazarlos, y creando así una variedad de diso-
ciación psíquica, cuyo último término es la exis-
tencia consciente de una doble personalidad.
Estado de obsesión-El estado de obsesión pre-
senta dos clases de síntomas. Los unos, que son
más reales y expresivos, proceden por PAROXlS-

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-43-
MOS y constituyen la ctUSIS DE O8SP.S1ÓN. Los.
otros constituyen la revelación del fondo psiquieo
permanente de los enfermos; aunque menos apa-
rentes que los primeros, son más importantes,
puesto que dan su razón de ser a la vez que su
explicación.
Slntomus interparoxisticos-Estos síntomas son
CONTINUOS y persisten mientraS dure el estado
morboso.
Según el Profesor Arnaud, tales síntomas carac-
terizan el terreno sobre el cual germina y se des-
arrolla la enfermedad; constituyen los estigmas-
de la predisposición hereditaria o adquirida. De
una manera general, no se diferencian de los sln-
tomas pslquicos y somáticos de la neurastenia.
Por tanto, el estado mental de los futuros obse-
sionados se caracteriza esencialmente por tres sln-
tomas: ABULIA, EMOTIVIDAD EXCESIVA Y ESCRÚPU-
LOS. Mediante lo que se sabe hoy respecto a la
cenestesia (1) es permitido considerar la neuraste-
nia, de acuerdo con el Profesor Remand, como
una afección que interesa la generalidad del sis-
tema nervioso, determinando un estado de debi-
lidad irritable; este estado de debilidad irritabl~
hace que todas las percepciones, aun las que
en Individuos normales no dan nacimiento sino
a reflejos, sean advertidas y conocidas por el
cerebro y determinen, por consiguiente, reacciones
especiales, que merced al estado de debilidad irri-
table exageran su finalidad. Tal parece que en

(1) Se da el nombre de c:eMStHia al conjunto de aensaeloDea 10-


terIIU que son Iodepeudlentes de laa sensac:lones sensoriales. Algunos;
creen que cOIIStltuye un ·sexto sentido.

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-44-
esta afección todo el sistema nervioso se haya
tornado consciente, como si el individuo que la
padece no tuviera sino cerebro y nada de medu-
la, debatiéndose así en un caos de sensaciones,
cuyo número e intensidad producen el desarreglo,
no sólo en la vida consciente, sino todavía en lo
que es o debiera ser su vida refleja.
Estos enfermos sufren mucho, porque, carecien-
do de resistencia contra las sensaciones, caen re-
tenidos en las redes de las preocupaciones hipo-
condríacas. fuéra de que la excesiva debilidad de
su voluntad no les permite reducir al dominio de
lo subconsciente todas las percepciones que en el
estado normal deben detenerse en ese circuito. Si
no resisten a las sensaciones físicas, tampoco re-
sisten a las impresiones morales; resulta de ello
una EMOTIVIDAD EXAGERADA, cuya exaltación de-
termina ese negativismo fatalista que caracteriza
a la apatía irascible, la que a su turno determi-
na una disminución del poder de voluntad, que
puede llegar hasta la abulia. Fácil es entonces ima-
ginarse que de esta astenia neuro-muscular surjan.
como por encanto, un tropel de obsesiones que
arrastren al enfermo sobre un yermo de afliccio-
nes y desdichas.
Los signos SOMÁTICOS de la obsesión, en su
mayor parte, son los mismos estigmas del estado
neurasténico: neuralgias diversas, cefalalgias; per-
turbaciones digestivas con alternativas de diarrea
y constipación; perturbaciones vaso-motoras tra-
duciéndose por alternativas de palidez y de en-
rojecimiento de la cara, bajo la influencia de lige-
ras emociones, etc~ etc.

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-45-
SIntomas del acceso-El paroxismo del estado
de obsesión comprende también cierto númerO de
sfntomas físícos y psfquicos.
Los S(NTOMAS FfslCOS no son sino la exagera-
ción de los signos habituales de la emoción. En
resumen, los signos ffsicos de la crisis de obse-
sión consisten esencialmente en modificaciones
musculares y vaso-motoras, en perturbaciones de
las secreciones y excreclones, y en sensaciones
particulares determinadas por esos diversos cam-
bios corporales.
Cualquiera que sea la circunstancia provocado-
ra de la descarga emotiva, estalla ésta en forma
de un verdadero ataque, con frecuencia repenti-
no, precedido algunas veces de un «aura· que
párte del centro eplgástrico, de la profundidad de
las entrañas, y se irradia en todo el sistema ce-
rebro-esplnal. (Morel).
En cuanto al ataque, está esencialmente consti-
tuido por un estado de angustia, ya simple, ora
asociado a una sensación fóbica cualquiera, y
acompañado de los sintomas f¡sicos habituales de
la emotividad morbosa, particularmente de la res-
piración, de la circulación, de la enervación vaso-
motriz y de la actividad glandular. En otros ca-
sos lo que predomina es los fenómenos vertigi-
RO$OS, sensaciones de calor o de enfriamiento en
las extremidades, accesos de sudores profusos,
de diarrea o poliuria. La ANGUSTIA que domina
en estos diversos estados, segun lo han observa-
do Pitres y Regis, es una emoción compleja, for-
mada de una mezcla de temor y de duda, cuya
expresión orgánica se revela en perturbaciones
cantiaeas y respiratorias.

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-46-
La intensidad de los signos fisicos depende de
-causas que es imposible determinar con precisión;
varia de un acceso a otro, para una misma obse-
sión y en un mismo enfermo, con el estado de
la salud general, los incidentes de la vida cuo-
tidiana, las disposiciones interiores de los enfer-
mos, que también varían bajo la influencia de mo-
dificaciones orgánicas imperceptibles.
Síntomas psicológicos de la obsesión-Se ha di-
-eho que la obsesión es, con frecuencia, la forma
intelectualizada de la fobia; o, en otros términos,
que la obsesión es la transformación de una fo-
bia que ha perdido su carácter de simple pertur-
bación emotiva, para adquirir, por el hecho mis-
mo de su evolución, el de perturbación a la vez
emotiva e intelectual. (Pitres y Regis).
En el estudio del desarrollo de las ideas psico-
lógicas, se ha propuesto un principio que rige el
progreso de la vida mental, cuyas manifestaciones
complejas se hallan relacionadas con el grado de
cultura, que en sus diferentes fases puede pre-
sentar un individuo, colocado por encima de la
forma igualitaria de las inteligencias primitivas.
Aquel principio está formulado al decir que la
evolución de las ideas regula la evolución de los
sentimientos.
Ribot ha analizado un claro ejemplo de ese
principio, en la evolución de la tendencia sexual,
la que puede ser alternativamente fisiológica, psi-
ea-fisiológica, predominantemente psicológica, y,
por último, intelectual. En decto, la tendencia
sexual que en los microorganismos no tiene más
representación que la de un simple INSTINTO, se

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-41-
convierte luégo en la EMOCIÓN que nace con la
conciencia electiva de dos seres, vinculados por
un mismo SENTIMIENTO de simpatia, y después
se complica en la forma legendaria de e el amor
caballeresco," hasta transformarse en la esencia
mística y pura de una quimera confundida en los
ensueños del idealismo.
e Estas formas sutiles y refinadas" advierte Ri-
bot, e que los intelectuales califican de superio-
res, no son en realidad más que un empobreci-
miento del orden afectivo. Por otra parte, son
muy raras, y, salvo algunas excepciones, quedan
sin eficacia, porque es una regla que todo senti-
miento pierde de su fuerza a medida que se in-
telectualiza, y la fe ciega en "el poder de las
ideas" es una fuente inagotable de ilusiones
y de errores en la práctica. Una idea que no es
más que una idea, un simple hecho de cono-
cimiento, no produce nada, no puede nada; no
obra si no es SENTIDA, si no la acompaña un es-
tado afectivo, si no despierta tendencias, es decir,
elementos motores." La fobia, que es un fenóme-
no morboso, esencialmente emotivo, un miedo en-
fermizo que algunos han considerado como un
sfntoma de la neurosis de angustia, se asocia a
una idea para transformarse en obsesión, la que,
cuanto más tiende a intelectualizarse, tanto más
se reduce a la pálida sombra de un elemento
ideativo, escueto y frío, que sólo funcionará en
la esfera mental, sin que vaya estimulado de nin-
guna reacción emotiva.
En todo caso, la obsesión provista de un gra-
do más o menos contingente de emotividad, pre-

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senta siempre en su estructura psiquica una idea
fija , cuyos caracteres psicológicos resumirán los
de la obsesión. Muy variable en los diferentes en-
fermos, la idea da a cada caso particular su indi-
vidualidad y su fisonomía propia. Todo puede ser
materia de la obsesión, y existir tantas varieda-
des de obsesión como pensamientos en el cerebro
humano. Sin embargo, hay gran número de ideas
de obsesión, que se imponen con más frecuencia
a la mente, y son las que se refieren a la salud, a
la existencia, y por último, a un sentimiento cual-
quiera.
Hé aqui los caracteres de la idea de obsesión:
es una idea involuntaria y automática, parásita,
irresistible, discordante, y extraña al curso regular
del pensamiento y algunas veces asume el carác-
ter de contradicción; en fin, es una idea CONS-
CIENTE, pero independiente de las influencias que
regulan de ordinario la vida mental. Las ocupacio-
nes profesionales, los hábitos mentales, las aso-
ciaciones lógicas, la intervención de la voluntad
en un sentido discreto, obran sobre nuestras ideas,
favorecen o contrarían su aparición y desarrollo,
y las orientan en tal o cual sentido. Nada de esto
ocurre con la idea de obsesión. Nace a su tiem-
po, súbitamente, algunas veces anunciada por una
especie de «AURA- o por verdaderos prodromos;
aparece en el espíritu como una intrusa, se ins-
tala en él y lo invade en su integridad, a la ma-
nera de un cuerpo extraño, de un PARÁSITO que
deriva para su sólo provecho toda la actividad
mental. (Arnaud). La intervención persistente de
tal huésped en los dominios de la psiquis provo-

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ca la tendencia a la disociación o desdoblamien-
to de la .conciencia; y hay casos en que este des-
doblamiento de la personalidad es tan completo,
que la obsesión crea en el sujeto una segunda
vida aparte, automática, que coexiste con la vida
intelectual propiamente dicha.
Una enferma de M. Seglas, que padece desde
hace veinticinco años de obsesión, cuenta con es-
tas expresivas palabras lo que siente: e Me pare-
ce como si fuese DOBLE j me siento dominada
por dos pensamientos j uno que es el mlo, que
trata de razonar, pero sin éxito; otro, que se me
impone y al que siempre cedo. Con todo esto, ter-
mino por no reconocerme; mis ideas se embro-
llan y no puedo distinguir lo verdadero de lo
falso.»
La Idea obsesionante es para el Profesor f'REUD
una idea SUBSTlTUfDA, derivada por vía de aso-
ciación o de transformación, de una idea madre
primitiva, lo que parece cierto en muchos casos.
Una de las enfermas observadas por Pitres y
Regis, no puede comer ensalada debido a la emo-
ción que sintió al presenciar el Incendio de un
navlo cargado de petróleo y que produjo el de
la rada de Burdeos. Tuvo, en efecto, después de
esto, la obsesión fóbica al petróleo y a las lám-
paras; después al aceite, y por liltimo, a los man-
jares que preparan con aceite.
Otras veces, la idea surge de una asociación
POR CONTRASTE: ciertas ideas, ciertas palabras
evocan lo contrario, y es esta segunda idea la que
se impone irresístiblemente al espfritu. Hay obse-
sionados que no pueden en detenninadas circuns-
4

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tandas pensar en las personas que quieren, o ver
a dichas personas sin sentirse invadidas por la
idea de darles muerte. A pesar del horror que les
inspira tal pensamiento, no pueden dominarse, y
en ocasiones asumen el carácter de verdaderos im-
pulsivos.
Es curioso anotar que este fenómeno de la aso-
ciación por contraste se observa sobre todo en
los casos de obsesión religiosa. Los enfermos de
esta categoria, refiere Krafft-Ebing, son impulsa-
dos a blasfemar en las iglesias durante el sermón,
a pronunciar en sus plegarias la palabra INFIERNO
en lugar de la de CIELO, MALDITO en lugar
de BENDITO. Refieren Pitres y Regis que una se-
ñorita, de diez y seis años, estaba obsesionada,
en el momento de orar, por una idea impura, con
representación visual de la parte posterior de un
hombre, y con tendencia a decir, en lugar de «Dios
mlo: yo no adoro más que a Vos,» «yo adoro a
eso.» El fenómeno de contraste tiene su origen,
según Pitres y Regis, en una particularidad cu-
riosa del fenómeno de la asociación de las ideas,
merced al cual hace surgir en los sujetos de au-
tomatismo cerebral predominante, como los obse-
sionados, la imagen o el pensamiento opuesto a
la imagen o pensamiento que se pretende ex-
presar.
Otro carácter de la idea de obsesión lo consti-
tuye el de ser irresistible en su imposición sobre
la mente a despecho de todos los esfuerzos so-
brehumanos que le opone el enfermo. Esto no
quiere decir que la voluntad no tenga acción so-
bre la idea obsesionante, que sea impotente

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para desatojarla, sino que nace y se establece
a la fuerza sin que el sujeto intervenga en su
producción.
En este estado la obsesión está acompañada
de una ANGUSTIA especial cuya intensidad es va-
riable. Esta angustia es el resultado de la LUCHA
que se establece para alejar la idea extraña que pug-
na por imponerse a la voluntad, lo que logra al fin,
porque la idea, aun en el orden de la psiquiatrla co-
mo en el orden social, es de • esos enemigos que
crecen en fuerza y audacia al combatirlos directa-
mente.•
Pero en realidad, asf como ya lo hemos admi-
tido, la angustia resulta de las condiciones anor-
males y profundas que determinan la obsesión,
del sentimiento que tiene el enfermo de su impo-
tencia, de la emotividad patológica, de la indeci-
sión de la conciencia en el momento del acceso.
A menudo resulta también de la revivificación del
estado emocional que ha sido el punto de parti-
da de la obsesión, revivificaclón tan intensa que
merece el nombre de ALUCINACIÓN DEL SENTl.
MIENTO (Féré). Por el conflicto que suscita con
la voluntad y por las reacciones que determina,
la idea acaba de agravar más los efectos de la
angustia, pero en ningún caso la crea.
La obsesión ha sido clasificada y descrita entre
las locuras llamadas con conciencia, por habérse-
le reconocido desde tiempo atrás el atributo de
ser un fenómeoo consciente, es decir, que el en-
fermo reconoce la naturaleza morbosa de su afec-
ción mental. El Profesor J. Falret demostraba en
el año de 1886, ante la Sociedad Médico-Psicol6-

BAI'JCO C~ L\ r~;'U!lUCA
hllli:!OTKA L:';~:;·,\,;c". 1\~,.u~GO
'~'I'.A~'1AG1Obl
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gica la trascendental importancia de este carácter,
y, en su relación al Congreso de 1889, se lee lo
siguiente: «Los enfermos tienen perfecta concien-
cia de su estado, reconocen la naturaleza patoló-
gica de los fenómenos que experimentan .• La con-
ciencia del estado morboso, persistiendo en toda
la duración de una perturbación mental manifies-
ta, constituye un carácter clinico de una impor-
tancia capital, es un sintoma de los más impor-
tantes y útiles para el diagnóstico de los estados
de obsesión. Pero no debe deducirse, advierte
el Profesor Arnaud, que los enfermos conserven
la conciencia intacta, pues seria un error no sólo
psicológico sino clínico. Los enfermos de obse-
sión no aprecian exactamente la complejidad de
su estado morboso, y de ningún modo la concien-
cia queda en ellos completa, es decir, normal. Se
ha dicho con fundamento que la crisis de obse-
ción es una verdadera convulsión intelectual, un
estado espasmódico de la conciencia.
M. Seglas sostiene que la conservación de la con-
ciencia en la obsesión es relativa, que la obse-
sión implica una sintesis psiquica secundaria, rau_
tomática, que, lejos de refundirse en la sintesis
principal que representa la conciencia personal,
lucha con ésta hasta producir un comienzo de
disgregación, de disociación del yo. Ribot y Ja-
net han demostrado también que las percepciones
están alteradas en los obsesionados durante las
crisis. Entre las observaciones de M. Seglas, so-
bre la alteración más o menos grave de la con-
ciencia, cita la de un agoráfobo que se expresa
en la siguiente forma: «A los pocos pasos que

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-53-
doy me parece que soy dos. Pierdo la concieru:ta
de mi cuerpo, que estácomo delante de mi. Ando,
tengo perfecta conciencia de que debo andar,
pero no tengo conciencia de mi propia identidad,
de que soy yo quien anda. Hago esfuerzos por
demostrarme que soy yo, y con frecuencia me
hace falta interpelar al primer transeunte; entrar
a un almacén para hablar, pedir alguna cosa, a
fin de conocerme que soy realmente yo.•
Los autores Pitres y Regis opinan que todo de-
pende de lo que se entienda por conciencia. Si
se entiende con M. Seglas y M. Janet, desde el
punto de vista psicológico, que es la noción de
la unidad del sér,seguramente la conciencia no
es absoluta en la crisis de la obsesión, que es una
tendencia a la disociación de:la personalidad. Aho-
ra, si se entiende la palabra conciencia desde el
punto de vista clinico, en tanto que percepción
de fenómenos psfquicos sentidos, es evidente que,
salvo raras excepciones, la conciencia se conser-
va en la obsesión.
En resumen, conforme al estudio del Profesor-
Arnaud, podemos deClarar de una manera gene-
ral que la obsesión es consciente, en su carácter
de fenómeno mórbido, antes, durante y despub
dt la crisis. Mas es indispensable agregar que,
en estos enfermos, la conciencia está alterada como
las otras funciones mentales: está incompleta y
más o menos eclipsoda en el momento de los ac-
cesos; a veces queda todavfa incompleta en 108
periodos interparoxfsticos, y en este caso, la per-
turbación de la conciencia es permanente.

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Obsesiones alucinatorias
La patolog[a mental habia negado hasta hace
pocos años las obsesiones alucinatorias. Entre las
conclusiones de Falret, aprobadas por el Congre-
so Internacional de 1889, hubo una, según la cual
e las obsesiones no van acompañadas jamás de
alucinaciones.- Después de los trabajos de Tam-
burini, Seglas, Stafani y otros psiquiatras, se han
referido muchos casos de obsesiones alucinato-
rias. Para el Profesor Seglas, la alucinación pue-
de ser ya secundaria, ya primaria, con relación a
la idea de la obsesión. En el primer caso, la idea
se acompaña de una alucinación por ella provo-
cada (obsesión alucinatoria)¡ en el segundo, la
alucinación tiene una existencia independiente con
todos los caracteres comunes a las obsesiones en
general (alucinación obsesionante). Hé aqui un
caso de obsesión alucinatoria: Una muchacha ob-
servada por Vernicke, padecfa obsesión de conta-
minación por el polvo, el cardenillo, y, sobre todo,
por los piojos. Pasaba el dfa en buscárselos y
en lavarse la cara. Tenía la sensación de estar cu-
bierta de piojos, y afirmaba que en un tiempo los
vela y hasta ola su ruido.
Los Profesores Pitres y Regis llaman la aten-
ción que entre los hechos análogos, cita40s por
los autores, el más interesante seguramente, por
razón de la personalidad del sujeto, es el de
Pascal. e Es cosa cierta,- aseveran los menciona-
dos Profesores, e que el genial autor de Pensamien-
tos era neurópata y padeció muchas veces en su

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vida, accidentes en los cuales es diffctl no recono-
cer el histerismo .
•Fue vlctima, a los treinta y un años, de un ac-
cidente terrible, pues poco faltó para que los ca-
ballos del coche en que Iba, no lo arrojasen al
Sena, desde el puente de Neuilly. Este accidente
produjo a Pascal una emoción violenta: se des-
vaneció, y, al volver en si, quedó como si hubie-
se sufrido una pesadilla, dominado por una obse-
sión ansiosa. Por la noche se despertaba sobre-
saltado, reconstituyendo la horrible escena. En el
dia le parecia ver un precipicio abrirse a sus
pies, y entonces colocaba una sUla del lado iz-
quierdo, y asi fingia la Ilusión de que no veia el
precipicio y se quedaba tranquilo.,.
Los autores Pitres y Regís piensan, de acuerdo
con la expresión de uno de sus enfermos, que la
alucinación de la obsesión es una • alucinación
representativa,,, una materialización de la obse-
sión, la transformación de la idea emotiva en sen-
sación exteriorizada. Es algo semejante a lo que
ocurre con la intoxicación por el opio, en que
los pensamientos son corpóreos y casi palpables.

Naturaleza de la obsesión

Varios autores que siguen la doctrina del Pro-


fesor Beerd, consideran la obsesión como un sln-
toma neurasténico, que hace parte integrante de
la !qCIIFO nellFasfénica. Para otros, la obsesión es
siempre una manifestación de la degeneración
11feIlÚÚ, que la neurastenia también puede compli-
cat. Magnan, Krafft-Ebing y sus discipulos han

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adoptado este último punto de vista, y por tanto,
denominan a las obsesiones con el calificativo de
ESTIGMAS psfQUlCOS de la degeneración. Nume-
rosos observadores se adhieren a una opinión
menos exclusivista, merced a la cual la obsesión
se desarrolla sobre un terreno minado casi siem-
pre por la neurastenia congenital y degenerativa,
y otras veces, en número escaso, por la neuraste-
nia adquirida o accidental. Esta opinión mixta pa-
rece la más conforme con los hechos, tales como
se presentan a la observación clínica.
Los autores L. F. Arnaud, Pitres y Regis, cuyas
obras hemos consultado de preferencia, para la
exposición de la parte cllnica de nuestra Tesis, se
adhieren también a la última opinión. En efecto,
Pitres y Regis afirman que de todas estas opinio-
nes, al parecer contradictorias, se desprende una
visible conclusión, y es la de que todo el mundo
admite que la obsesión germina en un terreno
predispuesto y preparado constitucionalmente. Ade-
más, aseguran que en la obsesión se trata de un
estado neuropático intermediario entre la neurosis
y la psicosis, y que representa un modo de tran-
sición entre esas dos entidades. Desde luégo, la
obsesión no pasa de ser un sfntoma semejante al
de la alucinación, al delirio o a la impulsión; sfnta-
ma que reposa en la degeneración, la epilepsia,
el histerismo, el alcoholismo y la neurastenia, es-
. pecialmente en esta última, donde se observa con
más frecuencia.

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DiStinción entre la idea fija fisiológica


y la idea fija patológica

La idea fija es, fisiológicamente, como dice RI-


bOt, la hipertrofia de la atención. Una idea fija
del estado normal será, por ejemplo, la del sabio.
que está absorto. en la investigación de un fenó-
meno. A alguien que le preguntaba cómo. habla en-
co.ntrado. las leyes de la gravitación, Newton res-
po.ndióle: e Siempre pensando. en ello.- Igual ejem-
plo. es el casa tan canacida de Arquimedes. Sin
embarga, no. san fáciles de precisar las limites y
caracteres diferenciales entre la idea fija fisiológi-
ca y la idea fija pato.lógica. Basta indicar, por
aho.ra, que la idea fija fisialógica es voluntaria y
aceptada, nunca es dolorosa, y no. quebranta en
nada la unidad pslquica del individuo.. (Pitres y
Regis).
Otras autares establecen también la diferencia
entre la Idea fija y la o.bsesión. La inconscienc/Q
de la idea fija pato.lóglca apuesta a la conciencia
de la o.bsesión mórbida, tiene, sobre las o.tro.s ca-
racteres diferenciales de ambos estadas, el valo.r
de un signo. pato.gno.mónico. Además, la idea fija
se desarro.lla lentamente, sigue una evomción pro-
gusiwl; es continua, en lugar de proceder, co.mo.
.bLnIw>!liñn, por accesos transito.rias e inteman-
pidas par perio.do.s suspensivo.s más o. meno.s lar-
gos. Si se acompafta de fenómeno.s emativo.s, bajo.
lá forma de paroxismos análagos a los de las cri-
sis de obsesión, estos fenómenos san siempre
: SftlltuJarios, constituyen modos reaccionales que

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no hacen parte integrante de la idea. Aunque no
involuntaria, la idea patológica no encuentra opo-
sición en la conciencia, no suscita ninguna clase
de lucha, al contrario, domina y dirige toda la
actividad mental, como si se .hubiera confundido
con la personalidad misma del sujeto.

Clasificación de las obsesiones

Nosotros hemos acogido una clasificación de


los estados de obsesión fundados sobre la abulia.
Partidarios convencidos de la tesis sostenida por
el ilustre maestro Ribot, no hemos vacilado en
adoptar sus ideas en la apreciación referente a
los fenómenos morbosos de las tendencias cen-
trlfugas, que han ampliado el cuadro nosológico
con las enfermedades de la voluntad.
La voluntad presenta un doble aspecto relacio-
nado con el medio determinista en que se mueve:
ya incita a la acción, ora se opone a la ejecución;
en unas circunstancias es, pues, motora; en otras
es inhibitoria, pero en ambos casos su perturba-
ción constituye igualmente una abulia. Asi pues,
admitiremos dos grandes clases de obsesiones,
basadas en el grado de alteración que afecte a
la voluntad motora o a la voluntad refrenadora.
La primera clase comprenderá las obsesiones in·
hibitQrias u obsesiones propiamente dichas, divi-
didas en dos grupos: a) Obsesiones interrogati-
vas. b) Obsesiones-temores o fobias. La segunda
clase comprenderá las obsesiones impulsivas o im-
pulsos propiamente dichos.

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Obsesiones e impIllsos eonscientes

"1 L Obsesiones interrogativas (duda).


06mi0Re8 \11. ObseSiO-} De los objetos.
inltibitorlas ~ nes - te- De los elementos.
I
mores ó De los seres vivos.
J foblas. De las enfermedades_

"1 Dipsomanfa.
I Sitlomanfa.
II
KJeptomania.
Piromania.
I Impulsión homicida.
I Impulsión suicida.
Obsniones I Onomatomanfa.
impulsivas ~
CoprolaUa, ecolalia.
Tics.
I A I "1 Exhibicionismo.
I herracio- I Fetichismo.
I nes sexua- ~Sadismo.
les impul- I Masoquismo.
J
sfvas. Uranismo. J
Deseamos completar la enumeración de las ob-
sesiones impulsivas, inscritas en el anterior cua-
dro del Profesor Ar naud, con la inserción de una
nueva Impulsión. cuya importancia ha sido recien-
temente sellalada por el Profesor Lacassagne en
18 áltima edición de su obra de Medicina LegaL
Este sindroma de la degeneración, poco estu-
diado á la vu que muy interesante desde el pun-
to de vista médico-legal, ha sido designado por'

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-60-
-el Profesor Dupré con el nombre de MITOMAN(A
(fábula, relato imaginarío), y definido asl: e La
tendencia patológica, más o menos voluntaria y
consciente, a la mentira y a la creación de fá-
bulas. "
El niño es uno de los mitómanos que más se
presta para el estudio de esta nueva tendencia
morbosa. Todos los niños tienen una cactividad
mítica" muy marcada. Se vuelve fácilmente per-
versa, y por consiguiente, patológica.
En el adulto, las tendencias mitómanas son fre-
-cuentes en los degenerados, los locos morales y
las histéricas.
Magistrados y médicos deben desconfiar de los
mitómanos perversos i ellos crean, con su talento
-<lado al fabulismo y sus aptitudes para la menti-
ra, situaciones sociales y judiciales de una grave
complejidad. (Lacassagne) .

•••
CAPITULO 11I

Psico-fisiologia de la voluntad

Antes de tratar sobre el estado de abulia, que


"hemos considerado como la expresión permanen-
te de las perturbaciones morbosas de la emotivi-
dad, es indispensable, para la explicación de este
estado patológico, una breve exposición de ese
fenómeno dependiente de la actividad orgánica que
llamamos la VOLUNTAD.
Un punto de vista enteramente opuesto al nués-
tro, es el que sostiene, respecto a la naturaleza

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del fenómeno voluntad. la doctrina tomista, -te.
cual afirma-sin previa demostración-que la 110-
IIIntad es potencia ÍIlorgtínka o espiritual. A nues-
tro turno, vamos a demostrar que la volición no
es, bajo ningún aspecto, aquella entidad espiri-
tual que se supone independiente del organismo,.
sino que, como todos los otros fenómenos psf-
qulcos, es un agregado de hechos fisiológicos,
cuyos elementos constitutivos se pueden conocer
y analizar. Es una ley de fisiologia contemporá-
nea, que el reflejo representa el tipo y la base
de toda acción. A consecuencia de las geniaJes.
investigaciones del eminente sabio espaflol Ramón
y Cajal-Ia más valiosa gloria científica de una
raza-ha quedado comprobado que la célula ner-
viosa representa lina unidad aislada que ha reci-
bido el nombre de neurona. Dicha célula, de uno
a ocho centésimos de milimetro, por término ge-
neral, ..sin membrana de envoltura y con un núcleo
esférico y un nucleolo, está provista de prolonga-
mientos destinados a establecer conexiones funcio-
nales. a recibir impresiones, y sobre todo a ser el
origen de los movimientos denominados actos re-
fkJos. Los prolongamiento s han sido distinguidos
en dos variedades: los unos, llamados prolonga-
IIIiéiItos de protoplasnuz, se ramifican dicotómica-
mente para establecer una relación de contigilidaá
eonlos prolongamiento! de otras células; el otro
~gamlento, llamado cilindro-eje, entra en la
formación de una fibra nerviosa. La reunión de
estas células, que constituyen el sistema nervioso.
tieDe- por fW1CÍÓn recQ&er las. impresiones del me-
dio ambiente para transmitirlas hasta los elemen-

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-62-
tos anatómicos profundos, y provocar, de este
modo, el funcionamiento de los di versos órganos.
La forma más simple de esa actividad del siste-
ma nervioso es el fenómeno reflejo, representado
en el esquema titulado arco reflejo. Una excita-
ción producida al nivel de las terminaciones de
un nervio sobre una superficie cutánea o mucosa,
se transmite por una fibra llamada centrlpeta, a
una célula nerviosa, que la refleja, por una fibra
centrlfuga, sobre otro órgano o elemento, por
ejemplo, sobre un músculo, para provocar su con-
tracción, o sobre una glándula cuya secreción de-
termina. Hay, pues, nervios centrípetos o sensiti-
vos, y nervios centrífugos o motores.
En la serie de los vertebrados, cuyo tipo más
perfecto está representado por el hombre, el acto
reflejo no queda confinado a una sola célula ner-
viosa: dos neuronas por lo menos intervienen en
su realización; la una, neurona sensitiva, emite un
prolongamiento periférico, que es el nervio sensi-
tivo; la otra, neurona motora, emite también su
correspondiente prolongamiento periférico, que es
el nervio motor. Ambas neuronas se asocian en-
tre sí por relaciones de mera contigUidad.
La excitación no sólo está destinada a tradu-
cirse inmediata y directamente en un reflejo sim-
ple, sino que puede aun estacionarse o propagar-
se a otra célula o centro de células, para luégo
reflejarse, en un momento determinado, bajo la
influencia de nuevas excitaciones.
Así pues, se nota que los centros reflejos pre-
sentan fenómenos muy complejos, merced a los
cuales se transforman en los centros de la difa-

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si6n nerviosa, de la coordinaci6n de los mov~
mientos, de la memoria, ete.; esos centros, en fin,
son el sitio de la sensación de las excitaciones
- periféricas. En tal virtud, los órganos que reclbi-
rán finalmente la excltación inicial pueden ser ór-
ganos constituIdos, ya por elemento nervioso o
muscular, ora por una glándula o un parenqulma
visceral cualquiera, y e el acto terminal podrá ser
una idea o también una contracción muscular, o
una secreción» (Mathias Duval).
La anterior descripción fisiológica del reflejo
nos revela que ese trascendental fenómeno está
constituido por tres factores: una excitación, una
percepción y una reacción. Los dos primeros fac-
tores-excitación y percepción-son elementos
fijos, fatales e inmutables, sobre los cuales el or-
ganismo no ejerce dominio inmediato; respecto
a la reacción, está sujeta a múltiples variaciones,
y principalmente sometida a dos órdenes de con-
diciones, dependientes unas del hábito y otras de
la herencia. Admitiendo, pues, que la excitación
es necesariamente invariable, con relación al su-
jeto, basta ese solo carácter de invariabilidad para
que nuestros actos sean el resultado de un inelu-
dible determinismo. En 10 que se refiere a la reac-
ción, es decir, a la finalidad de los actos, también
está guiada por la naturaleza de la percepción: al
dotor corresponde la repulsión, al placer el apetito.
Una vez que no es posible negar, por la com-
probación experimental de los hechos, la prece-
dente necesidad de la determinación, pregunta el
UU5t-rado Profesor Remond: ¿qué es lo que llama-
mos voluntad, dónde "'está el libre albedrfo? ...

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-64-
El reflejo es un fenómeno absolutamente gene-
ral, que por sí solo constituye la base de lo que
se llama la conciencia. Aun, agrega Remond, pue-
de decirse que es toda la conciencia.
Mientras tanto queda establecido, con la eviden-
cia de una irrefutable demostración psico-fisioló-
gica, que el reflejo constituye el fundamento de
la vida orgánica como de la vida consciente.
Luego si se participa del concepto que sobre
la personalidad se han formado la mayoria de los
psicólogos modernos, que consideran a aquella
entidad psíquica como un agregado de elementos
materiales, o mejor dicho, de elementos orgánicos,
pasa a admitirse también que la personalidad es
un agregado de reflejos o de percepciones. En
efecto, es admisible que, subjetivamente, el YO
está representado por el sentimiento de unidad y
de identidad que nos revela que somos UNA per-
sona, siempre la misma, a pesar de los cambios,
y que parece resultar del conjunto de sensaciones
que todos los órganos llevan a cada instante al
cerebro, y también de una conciencia obscura de
la coordinación de nuestras tendencias y de nues-
tros deseos. De modo que, hoya la luz de la
psicología contemporánea, el clásico entimema de
Renato Descartes, quizás sea susceptible de for-
mularse de acuerdo con un hecho fisiológico más
bien que con un silogismo metafísico: SIENTO,
LUEGO EXISTO.
Mas como lo advíerte el notable Profesor Paulhan,
la unidad del YO es un absoluto que jamás
se logra; no es perfecta, siempre algunas ideas,
algunas tendencias y algunos deseos conservan

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relativa independencia y no se someten al con-
junto de que forman parte; pero desde el mo-
mento en que esta escisión o división de la per-
sonalidad toma cierta importancia, desde que hay
un eonflicto grave entre dos tendencias igualmen-
te poderosas, vemos aparecer el fenómeno del
desdoblamiento de la personalidad, el sentimien-
to de la dualidad, de la pluralidad del YO.
"El principio fundamental que domina la psico-
logia de la voluntad,. dice el eminente expositor
Ribot, "bajo su forma impulsiva, en el estado
sano como en el morboso, es que todo estado
de conciencia tiene siempre una tendencia a ex-
presarse o traducirse por un movimiento, por un
acto. Este principio, propio de la psicologra, no
es sino un caso particular, de la siguiente ley
fundamental: el nflejo es el tipo único de toda
acción nerviosa, de toda vida de relación. Propia-
mente hablando, la actividad en el animal no es
un comienzo sino un fin, no una causa, sino un
resultado; no un principio, sino una continuación.
Aqui está el punto esencial, que no hay que per-
der jamás de vista, el único que explica la fisio-
logía y la patologra de la voluntad: porque este
impulso del estado de conciencia, a traducirse en
un acto psicológico o fisiológico, consciente o
inconsciente, es el hecho simple a que se reducen
las combinaciones y complicaciones de la activi-
dad voluntaria más elevada.
-El recién nacido no es más que un sér espinal,
como lo ha definido VIrcl1ow. Su actividad es pu-
ramente refleja; se manifiesta por tal profusión
de movimientos, que el trabajo de la educación
.5

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debe consistir durante mucho tiempo en suprimIr
o restringir el mayor número de ellos. Esta difu-
sión de los reflejos, que tiene su razón en rela-
ciones anatómicas, traduce en toda su sencillez
las transformaciones de las excitaciones en mo-
vimientos. Que estos sean conscientes o que des-
pierten un rudimento de conciencia, en ningún
caso representan una actividad voluntaria i no ex-
presan propiamente sino la actividad de la especie,
lo que se ha adquirido, organizado y fijado por la
herencia, pero esos son los materiales con que
ha de constituirse la voluntad.
cEn cuanto una suma suficiente de experiencia
permite que nazca la inteligencia, se produce una
nueva forma de actividad, a la cual conviene el
epíteto de idea-motora, puesto que las ideas son
causa de movimientos. Tiene además la ventaja
de señalar su parentesco con los reflejos, de los
que no es sino un perfeccionamiento ....
cAteniéndonos a lo precedente, la actividad vo-
luntaria nos aparece como un momento en esa evo-
lución ascendente, que va del reflejo simple, cuya
tendencia al movimiento' es irresistible, a la idea
abstracta, cuya tendencia al acto es minima. No
puede fijarse ni el comienzo, ni el fin: la transi-
ción de una forma a otra es casi insensible.
«Para nada es, pues, necesario hacer del yo una
entidad o colocarla en una región trascendente
para reconocerle una causalidad propia .
•.Fisiológicamente significa esto que el acto vo-
luntario es el resultado de la organización nerviosa
entera, que refleja por si misma la naturaleza de
todo el organismo y reobra en consecuencia.

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-f11-
"Psicológicamente significa esto que el acto vo-
luntario, bajo su forma completa, no es la simple
transformación de un estado de conciencia en mo-
vimiento, sino que supone la participación de todo
ese grupo de estados conscientes y subconscien-
tes que constituyen el yo en un momento dado.
«Tenemos, pues, fundamento para definir la vo-
luntad COMO UNA REACCIÓN INDIVIDUAL, Y para
tenerla por lo que hay en nosotros de más Inti-
mo. El yo, aunque un efecto, es una causa. Lo
es en el sentido más riguroso, de forma que sa-
tisface todas las exigencias.
"En resumen, hemos visto que, desde el reflejo
más bajo a la voluntad más alta, es insensible la
transición y que es imposible decir exactamente
el momento en que comienza la volición propia,
es decir, la reacción personal. De un extremo a
otro de la serie, la diferencia se reduce a dos
puntos: de un lado, una extrema sencillez; de
otro, una extrema complejidad; de un lado, una
reacción simple, la misma en todos 108 individuos
de una misma especie; del otro, una reacción que
varia según el individuo, esto es, según un orga-
nismo particular limitado en el tiempo y en el
espacio. Sencillez y permanencia, complejidad y
cambio, van a la par.
«Es claro que, desde el punto de vista de la
evolución, todas las reacciones han sido, en su
origen, individuales. Se han hecho orgánicas, es-
pecificas, mediante repeticiones sin número en el
individuo y la raza. El origen de la voluntad está
en hl propiedad que tiene la materia viva de re-
obrar; su fin está en la propiedad que tiene la

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materia viva de habituarse, y esta actividad invo-
luntaria, fijada para siempre, es la que sirve de
soporte y de instrumento a la actividad indivi-
dual.
«Pero, en los animales superiores, el legado he-
reditario, los azares del nacimiento y la adapta-
ción continua a condiciones que varian a cada
instante, no permiten a la reacción individual fijar-
se ni tomar una misma forma en todos los indi-
viduos. La complejidad de su medio es una sal-
vaguardia contra el automatismo.»
Teniendo en cuenta las nociones que sobre el
acto voluntario nos ha suministrado la penetrante
comprensión de Ribot, que para nosotros es el
autor que con más precisión y sagacidad haya
estudiado estos puntos complejos de psicologia,
hemos deducido, de la tesis sostenida por aquel
profesor, que la voluntad es un modo de la reacción
individual, cuyos elementos constitutivos forman
una sintesis de ideas, deseos, sentimientos e imá-
genes motoras, para cuando una vez que dicha
slntesis esté compenetrada lntimamente con el YO,
pueda modificar o adaptarse a una circunstancia
nueva, originada en el medio ffsico y social don-
de actúa el individuo.'
Es indudable que todos nosotros nacemos con
el sentimiento de una personalidad adquirida, de
la personalidad ya formada a través de nuestros
ascendientes que han acumulado en el espacio de
siglos, bajo la acción de múltiples influjos, una
actividad refleja e instintiva, que constituye nues-
tro sér automático. Al mismo tiempo, es impor-
tante advertir, para anticipar la constancia de lo

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-ft)-
que se JJama el carácter. es decir, «lo que cons-
tituye la marca propia del individuo, en el senti-
do psicológico, lo que le diferencia de todos los .
demás individuos de su especie •• que al lado de
los reflejos de los actos automáticos que repre-
sentan lo que en nosotros corresponde a la expe-
riencia y a la herencia, a la especie, a la raza y
al medio en que vivimos, hay también reflejos
psiquicos, actos automáticos que representan más
especialmente eso que Paulhan llama nuestra na-
turaleza personal, o sea el carácter que, según
Ribot, es el resultado de estados aledivos, de una
manera propia de sentir, más bien que de una
actividad Intelectual.
Sobre aquella primitiva personalidad automática
es donde el individuo amplifica y perfecciona la
organización de su YO, por medio de las volicio-
nes, que no son sino lo que ya hemos dicho: una
nueva sintesis de adaptación. Tal parece que al
través de la educación y de la herencia, como
lo ha previsto el genio filosófico de Guyau, se
modelara una personalidad cada vez más expan-
siva y perfecta en el sentido de un alto ideal so-
cial. Piensa el dulce filósofo, en sus elevadas dI-
sertaciones, impregnadas de una inefable slmpatia
humanitaria. que influyendo por medio de la su-
gestión, que es para él un Inagotable elemento
generador de e instintos en estado naciente,» y
además, como cada Instinto es un sentimiento, se
puede crear para hacer parte integrante de una
nueva personalidad, e ya por la sugestión directa,
ya por la acción repetida, una serie de hábitos,
es decir, de impulsos reflejos, duraderos y capa-

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-70-
ces, bien de fortificar, los que tienen un origen
hereditario, bien de contrariarlos, substituyéndo-
los o aniquilándolos.,. En comprobación de la tesis
tan magistralmente desarrollada por Guyau, se ha
crefdo, por algunos autores, entre ellos el Profe-
sor Paulhan, que el hombre se forma a si mismo,
según su naturaleza y según sus circunstancias,
como e el poeta hace su poema y el novelista su
relato,» y luégo el mismo autor agrega diz gue
el hombre es una especie de obra de arte, que
se inventa ella misma a medida que se completa,
y que, por lo demás, en la mayor parte de los
casos, no alcanza sino al tipo de la mediocridad
y de la fealdad ....
Aunque seamos partidarios convencidos de la
doctrina evolucionista, tanto en el orden orgánico
como en el orden psicológico, no vamos hasta
el extremo de admitir que la naturaleza humana
esté formada de materia plástica y maleable para
ser forjada a imagen y semejanza de un modelo
de perfección suprema.
Las leyes de la degeneración, el sinnúmero de
circunstancias fisiológicas y patológicas, las in-
negables influencias del medio físico y social, el
peso ineludible de la herencia, y otros factores,
ejercen fatalmente una acción coercitiva en el
desarrollo del perfeccionamiento indefinido de los
seres organizados.
Es admisible, como lo sostienen Ribot, Garófa-
lo, Ferri, Despine y otros antropólogos, que el
individuo es susceptible, según las circunstancias
y según su naturaleza, de un mejoramiento relati-
vo, pero siempre sometido a la acción determi-

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-71-
Dista de la herencia y al medio ambiente. De otro
modo aceptaríamos el error, confirmado por la
doctrina dualista, de dotar al hombre de libre al-
bedrío, cuando tal absurdo está rechazado por la
prueba irrefutable y elocuentisíma de los hechos
de observación, que son las únicas bases sobre
las cuales reposan las demostraciones de la cien-
cia moderna.
Consecuentes con el propósito que hemos se-
guldo siempre de exponer las razones de nuestros
asertos, en la restríngida medida de nuestros co-
nocimientos y en el limitado espacio de esta Te-
sis, vamos, pues, a dilucidar un poco más el pro-
blema de la eficacia de la educación moral sobre
el hombre.
Ante todo, precisa fijar el concepto que se ten-
ga acerca de ese distintivo, de origen orgánlco~
propio a cada individuo. ¿ Qué debe entenderse
por el término de carácter? Contestaremos di-
ciendo que el carácter en un individuo es la ma-
nera de obrar y de reobrar, que tiene su fuente
en la organización de los sentimientos.
Una antigua teorla fisiológica que aún conser-
va su resonancia en los estudios de la cHnlea
moderna, resume la idiosincrasia en los cuatro tem-
peramentos que, según par«:ce, fue el legado que
nos dejó la doctrina médica, profesada por tos
discípulos del venerable Hipócrates: tales tempe-
ramentos se conocen con el nombre de sangulneo,
nervioso, bilioso y [in/ático.
Luégo ha venido, recientemente, la teoria psi-
cológica que, con Bain, admite tres tipos funda-
mentales del carácter: intelectual, emocional y vo-

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- 72-
Iitivo o enérgico. A su turno, el Profesor Fouillée,
ha dividido los temperamentos en tres categorfas:
los sensitivos, los intelectuales y los voluntarios.
Ribot ha establecido en la constitucion del ca-
rácter dos condiciones necesarias para determinar
la nota esencial de un individuo: la unidad y la
estabilidad.
La unidad consiste en una manera de obrar y
de reobrar siempre de un modo constante consi-
go mismo. Ocurre que en la individualidad ver-
dadera, las tendencias son convergentes, o a lo
menos hay una que domina a las otras.
La estabilidad no es sino la unidad constitufda
en el tiempo; es la permanente cohesión de las
tendencias que obran conforme una lógica más o
menos inflexible.
Debe observarse que muy raras veces el tipo
humano se encuentra moldeado en las rfgidas for-
mas de los caracteres fntegros e inmutables. A
cada momento nos sorprenden, aun en el reduci-
do escenario de nuestra sociedad, esa clase de
individuos incluidos en el grupo de los llamados
oportunistas, que no vacilan plegarse al azar de
todas las circunstancias. Son los hombres amor-
los e inestables que, al decir de Ribot. constitu-
yen los desperdicios y las escorias de la civili-
zación, la cual los produce cada dla más, aun-
que también observa el mismo autor, en el otro
extremo de la vida social. donde no existe más
que la tribu misonefsta y supersticiosa, ignara y
sumisa. tampoco es un medio propicio para el
desenvolvimiento individual.

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-73-
En fin, lo que nos Interesa notar es 11\ clasifIca-
ción que el Profesor Rlbot ha heého respecto a las
divisiones del carácter, que comprenden tres géne-
ros: Primero: el de los sensitivos, dividido en tres
especies: la de los humildes, la de los comemplati-
vos y la de los emocionales,' Segundo: el género
de los activos, dividido en dos especies, según que
la inteligencia sea mediana ó poderosa: la de acti-
vos mediocres (los sportmen, por ejemplo); y la de
los grandes activos; Tercero: el género de los apá-
ticos, dividido en dos especies: la del apático ne-
gativo, y la de los calculadores o razonadores.
La anterior clasificación de base psicológica
nos ha parecido bastante ajustada a la realidad
que nos muestra la diversidad de caracteres, a se-
mejanza de una serie de imágenes que se suce-
den en el complicado kaleidoscopio de la psico-
logia humana.
La lndole y la limitación de este trabajo nos
impiden describir cada una de todas aquellas mo-
dalidades del carácter, que el lector hallará admi-
rablemente trazadas en las obras de Ribot, de·
Baln, de M. B. Pérez, de Paulhan y de Foui1tée.
Mientras tanto, es suficiente, para sostener nues-
tra opinión respecto a la Ineficacia de la educa-
ción sobre el carácter, asegurar, una vez por to-
das, que la vida afectiva, heredada y transmitida
en la organización celular, con sus correspondien-
tes virtudes instintivas, tendencias, impulsos y
sentimientos, es lo que constituye la capa profun-
da y fundamental de donde dimana el carácter.
Ahora bien: querrán los optimistas y espiritua-
listas conferirle a la educación el mágico poder

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- 74-
de sustituir, por medio de artificios pasajeros, las
propiedades inherentes al funcionamiento orgá-
nico? ¿Pretenderán aniquilar en un determinado
individuo la esencia constitutiva de su organiza-
ción, con el fin de reemplazarle por otro quizás
mejor o peor dotado? ¿ Pretenderán impedir que
un individuo no obre fatalmente, conforme a los
impulsos innatos de su organismo?
La antropologia contemporánea sostiene que el
hombre es bueno o malo, no por reflexión sino
por instinto, y el instinto sólo es transmitido por
la herencia o adquirido inconscientemente al través
de muchísimas generaciones por una continua in-
fluencia del medio ambiente. Además, las ideas
no son sentimientos, ni el raciocinio crea instin-
tos, así como tampoco a nadie le es posible trans-
mitir a otro las aptitudes de que carece, o al con-
trario, aniquilarle las que naturalmente posee.
Lo que no puede concederse a la educación,
ha dicho un célebre antropólogo, es el poder de
sacar algo de la nada.
En este momento viene a mi memoria la signi-
ficativa sentencia que, en repetidas ocasiones, le
oí proferir a un distinguido catedrático, en los
tiempos en que hacia mis cursos de latín en al-
gún establecimiento educacionlsta de Popayán.
Ocurrfa así: cuando mi recordado profesor
se convencfa de la ineptitud o torpeza de uno
de sus discipulos, se limitaba entonces a excla-
mar con cruel ironía, quizá evocando algún pasa-
je biblico: De las piedras no se puede sacar hijos
de Abraham I ...

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-75-
e Lo que sSse puede afifmar aeguramente, .••opi--
na el eminente antropólogo Oarófaio, e es que la
influencia hereditaria en los instintos morales sr
está demostrada, mientras que la de la educación es
dudosa, si bien probable, siempre que se tome en
el sentido de ejemplos y de costumbres. de que se
la considere cada vez más débil a medida que la
edad adelanta y que se le conceda tan sólo una
acción capaz de modificar el carácter, es decir, que
puede disminuIr pero no extirpar los malos instintos
que quedarán siempre latentes en el organismo ps{-
quico.- Quienes hemos estudiado un poco las cien-
cias naturales sabemos que la auto génesis o des-
arrollo individual no es sino una rápida recapi-
tulación de la filogénesis o desarrollo de la es-
pecie. El hombre de la actual civilización fue en su
periodo primitivo un habitante de las cavernas, que
anduvo errante, como un animal salvaje, por bos-
ques y llanuras. Movido por instintos ofensivos y-
defensivos, satisfacia sus necesidades primordiales,
entregado a las rudimentarias faenas de la caza;
luégo, la tendencia de asociación atrajo a los indi-
viduos de la misma especie, para cons~ituir el pri-
mer agregado humano, bajo la organización del
clán o de la tribu; más tarde esa primera agrupa-
ción humana, merced a la herencia acumulada de
muchos siglos, fue atravesando por las diversas eta-
pas de su tormentosa vida social, hasta adquirir los
caracteres de cultura que distinguen a los pueblos
modernos. y no obstante la acción continuada de
millares de dos, la herencla ha mantenido los ins-
tintos del hombre primi~vo, profundamente arrai-
gados en el seno de su constitución orgánica, Ins·-

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-76 -
tintos que al favor de las circunstancias, estallan
violentos y doroinadores para revelar el origen de
la familia humana y para demostrar también que
nuestra decantada civilización, como decfa Carlyle,
no es sino una envoltura bajo la cual la natu-
raleza salvaje del hombre puede arder por siempre
con un fuego infernal.
Es oportuno añadir que las diversas religiones,
~sociadas a una persistente tarea educacionista, han
venido a~otando, hace siglos, el poder de una mo-
ral convencional, en el vano empeño de sustituir,
por otra menos imperfecta, la naturaleza primitiva
del hombre, y toda esa labor ha sido estéril, por-
que la herencia hase mostrado lrreductible en la so-
beranía de sus fatallsmos inexorables.
Reconocemos que la educación, especialmente en
·el sentido instruccionlsta, ejerce una influencia
prodigiosa en el desarrollo de las naturales aptitu-
des físicas e intelectuales del individuo, y asf es
útil, es indispensable, y es necesaria la instrucción
para el perfeccionamiento culturlsta de las socieda-
des modernas, pero respecto a su eficacia en la con.
ducta moral del sér humano, creemos que es muy
~imitada o casi nula.
El influjo natural de los instintos, es perenne y
.avasallador: bueno o malo, el sentimiento es lo
único que gobierna al hombre, y aunque vea el bien,
-como ya lo ha anotado un distinguido criminalogis-
ta, obrará mal, inspirado en la pavorosa máxima je-
suftica, es decir, justificando los medios por la santl-
·dad del fin, cuando el mal le convenga o le pro-
<luzca un placer.

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Cuántas veces, encadenada al sufrimiento fatalis-
ta de sus errores y desvfos, la atormentada natura-
leza de los humanos habrá exclamado como el poe-
ta latino:
e Video mellora, proboque
deteriora sequor."

La Abulia

La abulia es un término de patología mental


que se emplea para designar la debilidad de la
voluntad caracterizada ¡>Qr falta de impulso~
Hemos admitido que toda idea lleva en si el
germen de un movimiento, y toda idea de
un acto es un movimiento que comienza. En rea-
lidad, no hay sino una sola clase' de abulia, cuyas
manifestaciones difieren, según se les examine
Ror dentro (abulia intelectual) o por fuéra (abulia
motora). Ya sea la imposibilidad de elegir o de
aflnnar la via de una simple resolución voluntaria,
lo que constituye la alteración de un estado inte-
lectual conocido con el nombre de aprosexia, es
decir, dificultad para fijar la atención; o ya la im-
posibilidad de ejecutar un acto que la mente con-
cibe y desea; en uno y otro caso existe una al-
teración de la voluntad, que se denomina con el
término general de abulia. Esa imposibilidad no
es debida a ninguna de las causas que de ordina-
rio Impiden la ejecución de un movimiento o de
un aeto: los órganos dti. movimiento están sanos,
Jas vlas de transmisión de las incitaciones moto-
ras están libres, las imágenes cinéticas no han

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'Clesaparecido de la conciencia, en una palabra,
no hay ni parálisis ni amnesia motoras.
El Profesor Ouislain, en sus Lecciones orales so·
bre las frenopatlas, describe asi la abulia: e Los
enfermos saben querer interiormente, mentalmen-
te, según las exigencias de la razón. Pueden expe.
rimentar el deseo de hacer; pero son impotentes
para hacer convenientemente. Hay en el fondo de
su entendimiento una imposibilidad. Querrían tra·
bajar y no pueden .... Su voluntad no logra
franquear ciertos limites; se diría que esta fuerza de
acción sufre una suspensión: el vo QmERO no
se transforma en voluntad lmpulsiva, en determl-
·nación activa. Algunos enfermos se asombran
ellos mismos de la impotencia de que está afec-
tada su voluntad .... Cuando se les abandona a si
mismos, pasan dfas enteros en la cama o en una
butaca: cuando se les habla y se les excita, se
expresan convenientemente, aunque de una mane-
ra breve: juzgan bastante bien de las cosas."
Todos, cuál más, cuál menos, hemos sentido ese
~stado de aletargamiento de la voluntad, cuando,
en determinadas circunstancias, pasamos por esas
horas d~ aplanamiento en que nada nos excita a
obrar, en que n~s abandonamos poseídos de un
~entimiento de impotencia para resolver o cumplir
los actos que nos exigen las obligaciones de la
vida, y, en fin, cuando revelamos el sentimiento de
tedio en una especie de deliquio orgánico que nos
sumerge en el olvido y en la inercia. Mas este es-
tado transitorio de un decaimiento de ánimo, pue-
de convertirse en uno permanente en que e todas
:Ias incitaciones interiores o exteriores, sensaciones

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e ideas, quedan sin acción, nos dejan fríos." As!
empieza a desarrollarse el cuadro desolador de
'aabulia, cuyas variadas manifestaciones se confun-
den unas en otras hasta llegar al máximum del
anonadamiento de la voluntad individual.
Entre los curiosos e interesantes casos clínicos de
abulia que cita Ribot en su obra magistral sobre
Enfermedades de la voluntad, transcribiremos el
que refiere el médico inglés, Benett, de un hom-
bre «que frecuentemente no podla ejecutar lo que
deseaba. A menudo intentaba desnudarse y pasa-
ban dos horas antes de poder sacarse la levita;
todas sus facultades mentales, salvo la volición,
eran perfectas. Un dia pidió un vaso de agua; se
k>presentaron en una bandeja, pero no podla co-
gerto, por más que lo deseaba, y tuvo al criado de
pie, delante de él, por espacio de media hora, an-
tes de poder sobreponerse a tal estado. Le parecia,
dijo, que otra persona habla tomado posesión de
su voluntad .•
Un delicado escritor, Th. De Quincey, apasio-
nado fumador de opio, ha descfP.o con estas pala-
bras su estado abúUco: «&te estado de entor-
pecimiento intelectual lo he experimentado más o
menos durante cuatro ailos, que he pasado bajo el
influjo de los encantamientos circeos del opio.
Era tál, que podría decirse, en verdad, que he vi-
vidoen estado de sueilo. Rara vez he podido echar
sobre mi el compromiso de escribir una carta; una
respuesta de pocas palabras era todo lo que po-
dia hacer en ultimo extremo,y, a veces, la carta
que debía contestar llevaba sobre mi mesa sema-
nas- y basta meses. Sin el auxilio de M..... nin-

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-80-
guna nota se habría tomado sobre los recibos pa-
gados o por pagar. Toda mi economía doméstica,
a pesar de mi economía política, cayó en una con-
fusión inexplicable ..•
Pero el caso más notable de abulia es el anotado
por Lanteirés que, según el comentario de P. Lapie,
en ningún lugar están más claramente observados
los juicios relativos a los fines y a los medios. Una
enferma abúlica «no podla decidirse a preparar su
cesto de huevos para el mercado ..• V, sin embargo.
e tenía a su lado huevos, paja y el cesto, y sabia
muy bien cómo habla de disponerlo. Sus brazos.
dice ella, eran vigorosos y tenían la fuerza necesa-
ria para este trabajo; sus movimientos libres .•....
¿ Se dirá que no deseaba realizar su trabajo? Pero
«se entristece al notar su impotencia ..• Y no obs-
tante, continÚa sin poder ejecutar el acto.
¿ Cuál es la causa de esta falta de impulso de la
voiuntad?
El Profesor Hartenberg, para quien la enfermedad
de la voluntad consiste en una abulia por emotivi-
dad morbosa, ha dividido a los abúlícos en tres gé-
neros de enfermos: apáticos, irresue /tos y emotivos.
Los apáticos son los que carecen de estimulo
inicial para la acción, que no se sienten atraídos
hacía ella por un deseo bastante poderoso.
Los irresueltos no sólo están dotados de impul-
siones y de deseos, sino que muchas veces los tie-
nen en exceso, pero en ellos esa emotividad mor-
bosa impide la coordinación de los elementos cons-
titutivos de una volición.
y los emotivos, que no carecen de deseos ni de
resoluciones fijas; pero cuando llega el momento

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-81 -
de realizarlas, ejecutando el acto deseado y resuel-
to, se encuentran con el impedimento de una emo-
ción par81izadora, que se interpone, por decirlo
asf, entre la idea del acto y su ejecución. Tal es
el caso de los tímidos, cuya psicología ha sido su-
tilmente analizada por el Profesor Harten berg.
A pesar del consejo que hemos leído en las obras
de algunos autorizados psicofisiólogos, de no acep-
tar, en ningún caso, que el debate de los proble-
mas de psicología se plantee en el terreno metafí-
sico, donde se acostumbra partir de un principiQ
falso, para lnégo deducir una serie cuasi infinita
de deducciones aparentemente lógicas, sino que,
por el contrario, la discusión debe establecerse en
rededor de los hechos y nada más que de los he-
chos, suministrados por la biologia y por la psi-
cología; no obstante esa advertencia de expertos
veteranos en esta clase de polémicas, nuestra
humilde opinión es que a las ideas del adversario
debe combatírselas, si acaso es posible, hasta en
sus refugios más inaccesibles. Por tanto, vamos en
seguida a analizar la teoría que, respecto al ori-
gen de la abulia, ha formulado el distinguido psi-
cólogo Lapie, Intelectualista metafísico.
En efecto, el Profesor Lapie sostiene que la vo-
luntad es el conjunto de fenómenos que parecen
determínados por juicios. El acto es con frecuen-
cia la imagen fiel del pensamiento. El Profesor
Lapie explica las debilidades de la voluntad por
defectos intelectuales, así como por cualidades in-
telectuales las virtudes morales. A pesar de tan
francas declaraciones en favor de la doctrina in-
te/ectuaJista, el Profesor Lapie se expresa de este
6

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~82-
modo, al referirse a la doctrina de los partidarios
de la libertad de los actos humanos: "Sin duda,
esta doctrina, con su modo de ser ligero, coloca
entre la deliberación y la resolución, es decir, en-
tre los juicios y la volición, el golpe de Estado,
siempre amenazador, del libre albedrlo.l>
En resumen, segun la teorla del Profesor Lapie,
la abulia se explica por una duda intelectual so-
bre el deber o el poder; es decir, que el proce-
so del juicio, cuando está perturbado por las va-
cilaciones, da por resultado la inercia práctica.
A la anterior teoría, tan brillantemente desarro-
llada por el Profesor Lapie, nos permitimos ha-
cerle algunas objeciones.
En muchos casos de abulia no hay vacilación
en el juicio, al contrario, hay una decidida afir-
mación, y sin embargo no puede ejecutarse el
acto; y si acaso se ejecuta, como en los casos
de asociación por contraste, será en el sentido
opuesto al que se hubiera concebido o deseado.
La psicologla patológica ha encontrado muchí-
simos casos en los que la sola voluntad aparece
perturbada, sin que haya habido antes perturba-
ción intelectual. Precisamente, el tema de esta te-
sis que estamos desarrollando, versa sobre el es-
tudio de aquellos casos patológicos.
y por encima de todo, la prioridad de la vida
afectiva-origen de la voluntad-sobre la vida
intelectual, es un hecho indiscutible, que ya 10 he-
mos probado al principio de esta Tesis, fundados
en la fisiología y en la psicología. La vida afee-
tiva es autónoma y primitiva, y por tanto, si la
tendencia ha precedido en el desarrollo biológico

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-83-
a la idea, no es posible explicarse cómo más
tarde esa misma tendencia vaya a nacer de una
premisa intelectual. y todavía más: ¿ cómo expli-
carse que en los animales, por ejemplo, en los que
ocupan el último lugar de la escala zoológica,
que carecen de juicio, de conocimiento, que no
razonan sobre los motivos que les pudiera pre-
sentar una deliberación, tienen, no obstante, vo-
luntad, puesto que quieren y cumplen actos con-
forme a sus tendencias innatas? Y en el hombre
mismo, cuántas veces la voluntad, como dice
Schopenhauer, antes de que el juicio se haya cons-
titufdo, se levanta de las profundidades del orga-
nismo donde habita para impulsamos a proferir
palabras y cometer actos reprobables, seguidos
con frecuencia de arrepentimiento, cuando ya ha
acaecido 10 irremediable 1....
Según P. Janet, la abulia de los psicasténicos
seria debida· a una estrechez del campo de la
conciencia: el individuo se ha vuelto incapaz de
agrupar sus ideas, de reunir en una sintesis única
y actual los diversos elementos de que se com-
pone un acto cualquiera, por simple que sea. Lo
que está alterado en los abúlicos «es la síntesis
de los elementos psicológicos verificada en cada
momento de la vida, de una manera nueva; es la
adaptación del sér al medio y a las circunstan-
cias.» A esta teoría se adhiere el Profesor Ar-
naud, porque la juzga adaptable a la observa-
ción cHnica, donde se nota que la abulia se ma-
nifiesta a propósito de las ideas nuevas, mientras
que las asociaciones antiguas, ya transformadas
en automáticas por el hábito, serían muy poco

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perturbadas. Además, se funda también en la emo-
tividad morbosa de los enfermos atacados de
abulia, puesto que la emoción disocia la concien-
cia de la personalidad.
A dicha teoría psíquica, defendida por el Profe-
sor Arnaud, se le puede objetar que adolece del
defecto de estar exclusivamente formulada en los
términos de un proceso mental, talvez demasia-
do alejado de toda relación fisiológica. Nosotros
aceptamos la teoria psicofisiológica, que conside-
ramos más de acuerdo con el origen de los fenóme-
nos psíquicos, que parecen provenir de una fuente
netamente orgánica. Hemos creído que la vida afec-
tiva, es decir, el sentimiento y el apetito, consti-
tuyen la base fundamental de la expresión aními-
ca del hombre, y por esta razón admitimos y apo-
yamos la teoria de Ribot sobre la abulia, cuya
causa, según el eminente Profesor, consiste en
una debilitación de las incitaciones q\1e reciben los
centros motores. Si la teoría de Janet es perfecta-
mente aplicable a los abúlicos, irresueltos y emo-
tivos, no lo es de ningún modo a los abúlicos
apáticos, que son los que representan verdadera-
mente, y en el mayor número de los casos, el tipo
clinico del abúlico.
cComo hemos visto antes, dice Ribot, todo es-
tado del sistema nervioso, correspondiente a una
sensación o a una idea, se traduce tanto mejor
en movimiento, si va acompañado de aquellos
otros estados nerviosos, cualesquiera que sean,
que correspondan a sentimientos. De la debilidad
de estos estados es de lo que resulta la abulia,
no de la debilidad de los deseos, que no es sino

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un signo. La causa es, pues, una insensibilidad
relativa, una debilitación general de la sensibi-
lidad; lo que está atacado es la vida afectiva,
la posibilidad de emocionarse. Tal estado morbo-
so ¿ de dónde procede? Este es un problema de
orden principalmente fisiológico. A no dudar, hay
en estos enfermos una depresión notable de las
acciones vitales. Puede ésta alcanzar un grado
tal, que todas las facultades están afectadas y que
el individuo llegue a hacer una cosa inerte. Es el
estado que los médicos designan con los nombres
de melancolia, lipemania, estupor, cuyos síntomas
físicos son el retardo de la circulación, la dismi-
nución de la temperatura del cuerpo, la inmovl1l-
dad casi completa. Estos casos extremos se exce-
den de nuestro asunto; pero nos revelan las cau-
sas últimas de las impotencias de la voluntad.
Toda depresión en el tonus vital, ligera o profun-
da, fugitiva o durable, tiene su efecto. La voluntad
se parece tan poco a una facultad directora, como
que depende a cada momento de las causas más
mezquinas y más ocultas; está a merced de ellas.
y sin embargo, como tiene su origen en las accio-
nes biológicas que se realizan en la intimidad
más profunda de nuestros tejidos, se ve cuán
verdad es aseverar que nosotros mismos somos la
voluntad.-
La psicología contemporánea ha probado que el
sentimiento y el movimiento son las verdaderas
causas de la volición. La vida intelectual, dice el
flsiológo Maudsley, no da el motivo o impulso a
la actividad; el entendimiento o la razón no son
causa de nuestras acciones. La causa de ellas está

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en los deseos. Nuestras energías más activas na-
cen de nuestras más urgentes necesidades. Tal pare-
ce que el criterio del Profesor Maudsley también es-
tuviera inspirado en el famoso postulado spino-
dsta, según el cual, lo que sirve de fundamento
al apetito y al deseo no es que se haya juzgado
que una cosa es buena, sino que, por el contra-
rio, se juzga que una cosa es buena, porque se
tiende a ella por el apetito y el deseo. (Ethica por
Benito Spinoza).
El acto voluntario, como lo sostiene Ribot, es-
tá compuesto de dos elementos distintos: un es-
tado de conciencia totalmente impotente para ha-
cer o para impedir la acción; y otros estados or-
gánicos, los únicos que tienen este poder. La vo-
lición, tal como la consideran algunos psicólogos
intelectualistas, aislada de sus concomitantes fisio-
lógicos, es decir, de la coordinación de las ten-
dencias, sentimientos e imágenes motoras, no que-
da reducida sino a un simple estado de concien-
cia, a un estado neutro e inerte que no se resuel-
ve en ningún movimiento ni en ningún acto. La
volición, de otro modo entendida, no viene a ser
sino la expresión última de la coordinación jerár-
quica constituída por las diversas etapas, que inte-
gran el desarrollo pregresivo de la voluntad, desde
su humilde iniciación en el reflejo simple hasta
su admirable coronamiento en la actividad ideo-
motora. El pensador Fouíllée, cuyo nombre, por
afinidad de ideas, se asocia al no menos ilustre de
Ouyau, para representar a dos de las más altas
figuras de la filosofía contemporánea, ha compro-
bado también nuestra tesis sobre el influjo direc-

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tor de los sentimientos en los actos humanos. Se-
gún Fouillée, la psicologia estuvo hasta hace poco
sometida a la influencia del intelectualismo, en
perjuicio suyo. No se observó bien que los fe-
nómenos psicológicos son siempre manifestacio-
nes de un impulso o de un apetito, que están
acompañadas de placer o de dolor, según estén
favorecidas o embarazadas.
El filósofo Fouíllée, que, al pensar del eminen-
te critico Haraldo Hoffding, es el continuador, en
el campo filosófico, de los trabajos de Taíne, tuvo
una misión divina, que fue la de «volver a traer
del cielo a la tierra las ideas de Platón, recon-
ciliando asl el idealismo con el materialismo.» En
efecto, es Fouillée quien ha creado el concepto
de las ideas-fuerzas, que pudiéramos denominar
también ideas-sentimientos. Las ideas-fuerzas sig-
nifican para fouillée los últimos términos de la
contemplación, de la acción y del goce, y por
tanto, se pueden llamar ideas-directoras de la in-
teligencia, de la voluntad y de la sensibilidad, es
decir, que se convierten en los ideales de la exis-
tencia. Para Fouillée todo estado de conciencia
es fuerza motriz que tiende a determinar movi-
mientos más o menos intensos y extensos. Toda
idea es fuerza que tiende a realizarse por sí mis-
ma. Bien entendido-lo cual es importantfsimo
respecto a la doctrina que nosotros hemos soste-
nido en esta Tesis-que para fouillée el aspecto
apetitivo en lo psicológico, es lo fundamental, y
por consiguiente, cada idea y cada estado de
con jencia es algo más que una pura representa-
ción: es una representación, más una emoción y

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un apetito; y asimismo en el reflejo hay algo más
que un puro acto mecánico, hay un fondo mental,
dice Fouillée, «consistente en el apetito: la sen-
sación, la emoción y la reacción motriz son los
tres momentos del proceso apetitivo.» En tal vir-
tud, en el proceso de la conciencia-que para nos-
otros es un proceso de naturaleza nerviosa-a una
idea está inmediatamente unida una tendencia.
Porque las ideas, conforme a la doctrina de Foui-
llée, dejan en su análisis Intimo un resultado, un
punto que, al decir del ilustre Profesor Posada,
es donde se afirma y afianza la vida: el impulso.
Después de la anterior disertación analltica so-
bre el complejo psicológico de la volición y de
las ideas-fuerzas, se explica ahora sin dificultad
esa debilidad morbosa de la voluntad, caracteri-
zada por una falta de impulso, cuya más clara
manifestación está en la abulia de los individuos
apáticos que dicen querer y no ejecutan. Es que
el organismo individual, fuente de donde todo
sale, dice Ribot, tenia que producir dos efectos
y sólo produce uno: el estado de conciencia, la
elección, la afirmación; pero las tendencias moto-
ras son demasiado débiles para traducirse en ac-
tos.
Mientras más avanza en sus exploraciones la
psicología, una tras otra van cayendo de las re-
giones trascendentes todas aquellas quiméricas
entidades que el escolasticismo medioeval había
elevado a la categorla de POTENCIAS DEL ALMA.
Del severo análisis que del espíritu ha realiz:ldo
en estos últimos tiempos la curiosidad escudriña-
dora de biólogos y psicólogos, se ha descubier-

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to, en el intrincado laberinto de la psiquis huma-
na, una sorprendente serie de transformaciones
del movimiento reflejo que vibra en los variados
tonos de la armonía orgáníca. Y a través de las
mutaciones de ese ritmo, sólo permanece sobera-
no el SENTIMIENTO, profundamente arraigado en
el protoplasma de la conciencia celular.
Terminaremos las páginas de este estudio re-
pitiendo que en toda la naturaleza hay una vo-
luntad nacida de un sentimiento universal, que se
confunde con la existencia misma de todos los
seres.
El sfmbolo de ese sentimiento supremo está en-
cerrado en la profunda frase del Fausto de Goethe:
«Al principio era la acción.»

•••
(APITULO IU

Etlologfa-Euoluclón y tratamiento
de las obsesiones

LA HERENCIA es el factor que predomina en la


etiologla de las enfermedades de la emotividad y
de la voluntad. Aunque para satisfacer el des-
arrollo de esta tesis nos bastarla demostrar nada
más que la influencia de la herencia nerviosa, juz-
gamos oportuno, para precisar mejor los caracte-
res de la familia neuropática, establecer siquiera
las bases de la herencia en general, antes de cir-
cunscribirla al grupo de las neuropsicosls.

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Hay un versículo blblico que ha cantado en el
tono de sus dolorosas lamentaciones el profeta
J~remias, para revelar la misteriosa influencia he-
reditaria, transmitida al través de los descendien-
tes: "Los padres han comido uvas verdes y sus
hijos nacieron con dentera."
Desde entonecs ha venido intrigando a la men-
te de los pensadores ese complejo fenómeno de
la herencia, que parece marcar con señales inde-
lebles el futuro destino de los seres que vienen
a la vida. El escritor y filósofo Montaigne, que
sintió á los cuarenta y cinco años de edad el
primer síntoma de la litiasis renal que habia he-
redado de su padre, preguntábase asombrado en
medio de su congoja: ¿ Qué monstruo es el que,
en esta gota de semilla, de que todos somos pro-
ducto, lleva en si las .impresiones, no de la for-
ma corporal solamente, sino de los pensamientos
e inclinaciones de nuestros padres?
Definición-La herencia la define Ribot diciendo
que es la ley biológica en virtud de la cual todos
los seres dotados de vida tienden a repetirse en sus
descendientes; es para la especie, lo que la identi-
dad personal es para el individuo.
En las obras de medicina se ha adoptado re-
cientemente la definición del Profesor Le Gendre,
que es menos general que la anterior: La heren-
cia es la transmisión al sér procreado de los carac-
teres, atributos y propiedades del sér o de los seres
procreadores. El Profesor Ch. Debierre ha dado
la siguiente definición, que corresponde, tanto a
la herencia fisiológica como a la patológica: La
herencia es la transmisión de los ascendientes a los

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descendientes, de las cualidades naturales o adqui-
ridas.
La fecundación-Para bien comprender el me-
canismo de la herencia se requiere conocer la ma-
nera como se verifica en los organismos el fe-
nómeno de la fecundación. Ya se sabe que todo
organismo está constituido por una colonia de
células, es decir, de unidades aisladas que se
agrupan y se asocian para distribulrse el funcio-
namiento regular y armónico de las diversas
partes del individuo perteneciente a determinada
especie. Toda célula se reproduce por división
directa o indirecta. El proceso que sigue la divi-
sión celular se designa en biologia con el nombre
de carioquinesis, o de cariomitosis, y consiste
esencialmente en la división de la célula primitiva
en dos células derivadas que reciben exactamen-
te una cantidad igual de nuclelna o cromatina pro-
veniente del filamento cromático del núcleo o espi-
rema de la célula madre. Es de este modo que
el e núcleo embrionario,. en la especie humana,
da nacimiento a los dos primeros blastómeros, de
donde salen, por divisiones sucesivas, todas las
demás células que constituyen los tejidos y los
órganos del cuerpo.
Al principio de la vida de las especies, es decir,
en las especies más simples, el modo de repro-
ducción es axesual o ágama: ya se reproducen
por escisión del individuo o por botonamiento
(gemación), ora por fragmentación del reproductor
en un determinado número de esporos (esporula·
ción). La reproducción de los protozoarios puede
hacerse también por autogénesis: un individuo·

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por sr solo da nacimiento a cierto número de des-
cendientes; pero talvez porque la naturaleza ma-
nifiesta horror a la reproducción solitaria, aquella
inmortalidad del protoplasma produciría fatalmen-
te la degeneración de los productos, cada vez
más débiles, si los elementos generadores no se
rejuvenecieran cambiando por conjunción una
parte de sus núcleos.
En los organismos pluricelulares o metazoarios
el modo de reproducción es sexual •. excepciona[-
mente el óvulo puede generar un embrión sin [a
intervención del espermatozoide (partenogénesis).
Asr pues, en las especies más elevadas, entre [as
cuales se cuenta al hombre, la reproducción se
hace merced a la concurrencia de dos célu[as:
un elemento macho, el espermatozoide, y un ele-
mento hembra, el óvulo. Cuando en el momento
del coito se efectúa la eyaculación, e[ espermato-
zoide que náda en el Uquido seminal se dirige
impulsado por los movimientos vibrátiles de su
cola, hacia la cavidad uterina, y de allí atraviesa
el orificio externo de la trompa para unirse en
este conducto con el óvulo que ha emigrado de
una de las vesfculas de Graaf situadas en el ova-
rio. De la conjugación de esas dos células resul-
ta la fecundación, que es en su esencia una fusión
rntima de la cromatina macho con la cromatina
hembra.
El óvulo, para obtener su madurez, ha debido de
expulsar previamente, por medio de su primero
y segundo glóbu[o polar, las tres cuartas partes
de sus cromosomos, tornándose asf en una .célu-
.la de núcleo incompleto que no podrá continuar

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por si sola su evolución. El espermatozoide es
también una célula incompleta, porque ha sufrido
una reducción semejante a la del Óvulo; en efec-
to, la célula madre o espermatogonia ha dado na-
cimiento a cuatro espermatocitos que a su turno
se transforman, cada cual, en un espermatozoide
que contiene una cuarta parte de los cromosomos
que constitulan el núcleo de la célula madre.
La masa de cromosomos que queda, terminada la
reducción, en e[ núcleo del óvulo y de cada esper-
matozoide, tomará en lo sucesivo el nombre res-
pectivo de pronúcleo hembra y pronúcleo macho.
En el momento de la fecundación aquellos pro-
núcleos, unidos por una atracción recíproca, se
conjugan, sin confundirse, en un núcleo único,
núcleo del huevo, núcleo embrionario u oosfero.
De modo, pues, que en último análisis, la fe-
cundación es una caryogamia. Y si la caryoquine-
sis ha tenido por objeto repartir igualmente la
cromatína de la célula madre en las dos células
hijas, la fecundación tendrá por fin acumular en
una sola célula una cantidad igual de dos cro-
matinas, provenientes, la una de [a célula macho
y la otra de la célula hembra.
A partir del momento en que los pronúcleos
macho y hembra se han conjugado, el núcleo de
la célula fecundada se comporta como una célula
ordinaria en vía de división: formación de la pla-
ca ecuatorial, desdoblamiento de los cromosomos,
en dos grupos, que van en sentido inverso hacia
los polos del huso acromático, reteniendo cada
cual un número igual de semi-ansas machos y
hembras, que formarán los cromosomos de los.

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núcleos pertenecientes a las dos primeras células
embrionarias. Resulta que estas dos células em-
brionarias o blastómeros, madres de todas las
otras, contienen en sus núcleos una cantidad ri-
gurosamente igual de cromatina paterna y mater-
na. La transmisión a la primera célula del em-
brión, por partes exactamente iguales, de los cro-
mosos y de los centrosomos pertenecientes al
óvulo y al espermatozoide, y la distribución no
menos exacta de esas partes, transmitidas a cada
división nueva, remiten, a través de la serie de
divisiones celulares de donde se deriva el orga-
nismo entero, las substancias del padre y de la
madre, y nos facilitan una prueba clara del fenó-
meno material de la herencia.
Las leyes de la herencia-La herencia es una
ley biológica que rige la vida en todas sus for-
mas: vegetal, animal y humana, normal y morbo-
sa, física y mental. Es una verdad demostrada
-que las leyes de la generación se aplican a todo
sér viviente; la planta, el animal y el hombre es-
tán estrechamente unidos por un idéntico origen
y se desarrollan bajo las influencias de un mis-
mo medio cosmológico, y, por tanto, todos que-
dan sometidos a la acción ineludible de las leyes
de la herencia.
Esas leyes, que son un simple resultado de la
observación, han sido formuladas por el sabio
D arwin, cuya austeridad y competencia cientlficas
han resistido a la más severa critica de sus ar-
dientes adversarios que, al fin, han reconocido el
mérito de esa poderosa mentalidad, que sorpren-
dió, al través de la génesis de los fenómenos na-

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-95-
turales, la prodigiosa ley que rige la evolución de
las formas orgánicas.
Hé aqui las leyes de la herencia: La LEY DE
LA HERENCIADIRECTA O INMEDIATA. Los padres
tienen una tendencia a legar a sus hijos todos
sus caracteres generales e individuales, antiguos
o recientemente adquiridos. 2.a LEY DE PREPON-
DERANCIAEN LA TRANSMISIÓNDE LOS CARACTE-
RES. La transmisión de uno de los padres a los
hijos puede ser preponderante de un modo direc-
to, de macho a macho, de hembra a hembra, o
de un modo cruzado, de macho a hembra y de
hembra a macho. 3.8 LEY DE HERENCIAREGRESIVA
o MEDIATA, ATAVISMO. Los descendientes heredan
con frecuencia cualidades Usicas y mentales, pro-
pias de sus antepasados, y se les parecen, sin
parecerse a sus propios padres. La herencia re-
gresiva es muy frecuente en Iinea directa (del
abuelo al nieto, de la abuela a la nieta, etc. etc.)
4.a LEY DE HERENCIAPOR HOMOCRONIA,O EN LOS
PERIODOSCORRESPONDIENTES DE LA VIDA. Cier-
tas disposiciones fisicas y mentales, de naturale-
za claramente determinada, [as más frecuentes
morbosas, se manifiestan en los descendientes a
la misma edad que en los ascendientes.
Los modos de la herencia-La herencia se ma-
nifiesta bajo la forma de herenciafisiológica, cuan-
do transmite la constitución anatómica y química
de los organismos, con sus respectivas aptitudes
funcionales, tanto físicas como mentales. La he-
rencia se manifiesta también bajo la forma de he-
rencia patológica, cuando transmite a [os descen-
dientes las enfermedades o las aptitudes morbo-

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-96-
sas de los ascendientes. No son generalmente las
enfermedades, propiamente hablando, las que se
transmiten por herencia, sino la aptitud, o mejor
dicho, la predisposición para adquirirlas. Además
de los caracteres especificas, la herencia trans-
mite los caracteres adquiridos por el individuo
durante su existencia.
La herencia es una fuerza esencialmente con-
servadora, pero merced a la complejidad del me-
dio donde se desarrolla el individuo, aparece otro
factor que es la adaptación, que modifica los se-
res y tiende a transformarlos, agregando asl un
elemento de evolución al proceso biológico de la
herencia.
Nosotros, ya lo hemos dicho, somos partida-
rios convencidos de la teoria evolucionista de las
formas orgánicas, pero en un sentido bastante res-
tringido, que no nos permite admitir en toda su
significativa amplitud las consecuencias demasiado
optimistas de Lamarck, Darwin, Huxley y Haeckel.
Respecto a la transmisión de los caracteres
adquiridos, no admitimos que sea siempre fatal
y persistente, y mucho menos que esa transmi-
sión de los caracteres individuales se fije rápida-
mente de una a otra generación, para aumentar
en un breve momento el legado hereditario, que
representa el capital acumulado de una infinidad
de generaciones en el lento transcurso de los siglos.
En resumen, creemos con Ribot que la heren-
cia rige siempre los caracteres muy generales que
constituyen la especie, siempre los caracteres me-
nos generales que constituyen la raza, y frecuente-
mente, pero no siempre, los caracteres individuales.

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-g]-
La herencia fisiológica-No nos detendremos
en esta clase de la herencia, sino en lo estric-
tamente necesario para aclarar mejor el pro-
blema de la herencia patológica, en lo referente
a la transmisión de las neurosis y de las psico-
sis. No es nuestro propósito desarrollar en estas
cortas páginas tema tan complejo como el que
comprende la herencia en general; nos basta sen-
tar algunas nociones que son indispensables para
el ulterior desarrollo del punto en que trataremos
sobre la familia neuropática.
La herencia fisiológica se manifiesta bajo dos
aspectos: somático y pslquico, y bajo una triple
forma: individual, familiar, ancestral. La herencia
individual es la transmisión de los caracteres y
cualidades propios dcl individuo. Una de las ex-
presiones más nctas de la herencia individual,
consiste en la transmisión de la conformación ex-
terior del cuerpo. Con frecuencia se oye decir que
un niño «es el retrato de su padre, de su madre,
de sus. abuelos.» La fisonomía es lo que más se
hereda de los antepasados; por eso han persisti-
do rasgos fisonómicos que en algunas familias
han pasado a ser algo as! como las marcas inde-
lebles de una estirpe legendaria, por ejemplo, la
nariz de los Borbones. La estatura, el color del
cabello y de la piel, la forma y el volumen del
cuerpo, constituyen un legado tradicional en los
miembros de una misma familia. La herencia indi-
vídual también se transmite en la conformación
interna: las formas y dimensiones dcl cráneo, del
tórax, de la pelvis, hacen parte del legado here-
ditario que un individuo deja a sus descendientes.
7

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.- 98-
El sistema circulatorio, el sistema digestivo, el sis-
tema muscular y el sistema nervioso, también
constituyen parte integrante de lo que se recibe
por herencia. Aun algunos caracteres propie- °
dades secundarias del individuo son susceptibles
de transmitirse a sus descendientes; tal cosa ocu-
rre, por ejemplo, con la fecundidad y la longe-
vidad. Respecto a esta última, dice Ribot, de-
pende mucho menos de la raza, del clima, de la
profesión, del género de vida y de la alimentación,
que de la transmisión hereditaria. Así, en algunas
familias es tan frecuente la muerte precoz, que
han ocurrido casos, como en la célebre familia
de Turgot, en que apenas se pasaba de la edad
de cincuenta y nueve años; y uno de sus miem-
bros, que ya había observado que sus predeceso-
res morían más o menos en derredor de este
término fatal, a pesar de gozar él de una perfecta
salud, arregló previamente sus asuntos, cuando ya
vio próximo a concluírse el lote de vida que le
había correspondido por herencia. En efecto, di-
cho sujeto murió a los cincuenta y tres años.
La herencia de las anomalias orgánicas tam-
bién actúa en la transmisión de los caracteres in-
dividuales: el albinismo, la polidactilia, el labio
leporino, el pie chapín, y así como otros caracte-
res adquiridos naturalmente durante la vida em-
brionaria, pueden ser transmitidos por herencia.
No sucede lo mismo con ciertas mutilaciones ar-
tificiales, que, por regla general, no se transmiten
de padres a hijos, como sucede con la circuncisión,
há siglos practicada entre los judíos. Al contra-
rio, en los conocidos experimentos que Brown

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-99-
Sequard ensayó en curies, practicando la hemi-
sección de la medula, con el objeto de volverlos
epilépticos, notó con asombro que aquellos ani-
males operados engendraban hijos enfermos de
epilepsia.
Se ha asegurado que el padre transmite, sobre
todo, la forma exterior, y la madre el tempera-
mento y los órganos de la vida nutritiva. El filó-
sofo Schopenhauer decía que habla heredado de
su padre lo que hay de fundamental y de primario
en el sér humano, esto es, el carácter, las pasio-
nes y las tendencias; y que de su madre sólo
habla recibido la inteligencia, facultad secundaria
y derivada. Entre los ingleses predomina la doc-
trina de que la herencia proviene exclusivamente
del padre, y de ahi ha salido la costumbre de no
hacer figurar en la genealogía sino el nombre
del padre. Hoy está demostrado que aquella doc-
trina constituye un prejuicio infundado, porque la
embriologla enseña que el producto de la concep-
ción recibe de cada uno de sus generadores, por
el núcleo del gameto correspondiente, óvulo o es-
permatozoide, parte igual de sus caracteres mono-
lógicos y de sus aptitudes funcionales, asi como el
generador los recibió de sus antecesores. Las in-
fluencias del padre y de la madre, aseveran Ha-
lIopeau y Apert, son iguales. Nada significa que
la madre aporte en la formación del nuevo sér un
elemento, el óvulo, miles de veces más voluminoso
que el espermatozoide; tampoco significa nada que
la madre, durante nueve m~ses, nutra al niño con
su propia sangre y luégo le alimente más tiempo
con su propia leche, pues no obstante, la influen-

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- 100 -
cia paterna será siempre igual a la influencia ma-
terna. Lo que parece cierto es que la porción de
materia viva con que contribuye cada uno es equi-
valente, bien sea que se haya adjudicado al núcleo
el valor de la transmisión de los caracteres, o que
el centrosomo y el citoplasma participen también
de e3a misma atribución funcional. En resumen,
puede asegurarse que en realidad el hijo hereda de
su padre y de su madre. Ninguno de los dos tiene
nunca acción exclusiva. Uno de ellos tendrá siem-
pre una acción preponderante que se dirige al sexo
del mismo nombre o al sexo de nombre contrario.
Una y otra preponderancia son muy frecuentes.
Por tanto, observa el Profesor Debierre que el
sugestivo proverbio de los cazadores: «Perro de
perra, y perra de perro,» o sea la tesis de la he-
rencia cruzada, resultan falsos. Parece que en ese
conflicto entre el macho y la hembra, la victoria
corresponde al generador de raza más antigua y
mejor consolidada.
Herencia consanguinea--Las influencias de los cru-
zamientos entre familias diferentes tienen por efecto
eliminar los caracteres aberrante s y aproximar los
productos al tipo medio, que es, en general, el tipo
más favorable desde el punto de vista de la salud.
Las uniones consanguineas, al contrario, tienen por
efecto exaltar con un poder particular los caracte-
res especiales, morfológicos, fisiológicos o patoló-
gicos que existen en una familia, y por consiguien-
te, revelar los que no existen sino en estado de
latencia. Hase observado que la bondad de esos
caracteres, cuando los reproductores son ambos
sanos y vigorosos, favorece en grado eminente la

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- 101 -
selección de una raza; pero también hay que te-
ner en cuenta que si los dos cónyuges presentan un
vicio de degeneración o una predisposición mór~
bida, es seguro que tales defectos orgánicos se
transmitirán a los hijos, aumentados con un poder
desastroso, que producirá irremisiblemente la este-
rilidad de la prole.
Herencia regresiva o atavismo-Siempre que un
niño, en lugar de parecerse a sus padres, se pa-
rece a uno de sus abuelos, o a un antepasado
todavia más antiguo, o a un miembro lejano de una
rama colateral de la familia-lo que se debe atri-
buir a que sus miembros descienden de un ante-
pasado común a todos-se dice que éste es un
caso de atavismo (Ribot).
Merced al atavismo, los caracteres especificos de
una raza se transmiten de generación en generación.
Dicha forma de herencia regresiva era conocida des-
de la más remota antigiledad. Plutarco refiere que
una mujer griega, habiendo dado a luz un hijo
negro, y siendo procesada por adulterio, alegó en
su defensa que descendía en cuarta línea de un
etlope. M. de Quatrefages confirma esta forma de
herencia, relatando el caso siguiente, presenciado
por el doctor Parsons: Dos esclavos negros,
que vivian en una misma habitación, situada en
Virginia, se casan. La mujer da a luz una niña
completamente blanca. Al ver el color de su hija,
se aterró .... declarando que jamás había teni-
do relación con ningún blanco, pero su marido
le devolvió la calma al explicarle la causa del
inesperado suceso: «Has tenido miedo de mi, di-
jo)e a su mujer, porque mi hija es blanca: pero

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yo la quiero mucho más por eso. Mi mismo pa-
dre era blanco, aun cuando mis abuelos eran tan
negros como tú y como yo.•
Según los estudios de Ribot, la herencia regre-
siva del talento, del carácter, de las aptitudes y
de las pasiones es tan frecuente como la pura-
mente orgánica en el orden fisiológico o en el
patológico. Para explicar el fenómeno de la he-
rencia atAviea, hay necesidad de recurrir a la no-
ción de los caracteres dominantes y de los carac-
teres latentes, ya bien precisados por la biologfa
darwinista. Entre los caracteres latentes más im-
portantes, están los sexuales secundarios, pron-
tos a manifestarse en cuanto las condiciones lo
permiten. Ribot cita el caso curioso, referido por
Watterton, de una gallina que, ••cuando cesó de
poner, adquirió el plumaje, la voz, los espolones
y la naturaleza belicosa de un gallo, y aparecia
dispuesta a combatir con el adversario que se le
presentase. Todos los caracteres, inclusive el ins-
tinto de combate, habían, pues, estado adormeci-
dos en aquella gallina, mientras los ovarios des-
empeñaban sus funciones.» Por tanto, el individuo
no manifiesta simultáneamente todos los caracte-
res que ha heredado de la serie genealógica de
sus antecesores; sólo aparecen claros y firmes
los caracteres predominantes mientras en el fon-
do de sus reservas orgánicas duermen, en esta-
do latente, los caracteres, aptitudes e instintos he-
redados a través de su lejano origen, y que, en
un momento dado, pasan a encarnarse en la apa-
rición de un nuevo sér, que será como el recuer-
do de lo que fue y ha vuelto a existir.

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- 103 -

El hombre, cuando viene al mundo, no es, como


se lo habian imaginado Bonnet y Condiltac, una
estatua virgen de impresiones. Dentro de su or-
ganización psicofisiológica, el sér humano encie-
rra la experiencia de generaciones infinitas, no
sólo tiene una organización nervo-sensorial que lo
predispone a sentir y a pensar, y a obrar de una
manera que le es propia y personal, sino que
puede afirmarse que, sin los cruzamientos y las va-
riaciones espontáneos, el hombre sería impulsado
a sentir y a pensar de un modo idéntico al de
sus antepasados.
Antes de terminar este breve resumen de la
herencia regresiva, queremos incluir en este tra-
bajo la «ley de Mendel,» que permite reducir a
cifras las probabilidades de transmisión de cier-
tos caracteres hereditarios, a la vez que propor-
ciona una explicación racional de los hechos de
atavismo fisiológico y patológico. Tenemos el
caso, por ejemplo, de que si se une una raza
pura de ratón blanco (B), a una raza pura de
ratón gris (A), todos los descendientes (A+B) se-
rán de color gris, porque la experiencia demues-
tra que el pelaje gris es un carácter dominante
con relación al pelaje blanco. Se expresa la prue-
ba anterior as!: A+B=A (8). Los nuevos indivi-
duos A (B) no difieren en nada aparentemente de
los individuos A. Su carácter distintivo, el pelaje
blanco que parece haber desaparecido, existe, sin
embargo, en potencia, pues permanece en estado
latente. En efecto, si se reproducen entre si los
individuos A (B), qué fenómeno ocurrirá? Enton-
ces sucede que los caracteres A y B se distribui-

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- 104 -

rán entre los descendientes conforme a la ley de


las probabilidades; 50 por 100 de los individuos
le tomarán al padre su carácter A, 50 por 100 le
tomarán su carácter B, que aunque ha permaneci-
do en estado de potencia, no por eso deja de
existir; de igual manera procederán los descen-
dientes respecto de la madre; y el resultado para
cien individuos será el siguiente, de acuerdo con
la ley de las probabilidades:

100 (A. (B)xA' (B')=25 A A'- ¡ -25 A (B')


+25 (B) A'+25 B B)
Se obtendrá, pues, 25 por 100 de ratones blan-
cos atávicos, B B', Y 75 por 100 de ratones gri-
ses. Entre estos últimos, 25 por 100 (A A') no
presentan ningún rastro de B, y por tanto, ja-
más reaparecerá el carácter B en ninguno de sus
descendientes; pero 50 por 100 poseen B al es-
tado latente, como se puede verificarlo por medío
de uniones posteriores, ora entre sr, ora con una
u otra raza.
Herencia psíquica-Hemos demostrado que en
psicología la palabra EspfRITU significa un fenó-
meno sintético que tiene su origen en la biología.
Ya hemos probado que no puede existir el esta-
do de conciencia disociado de sus condiciones fi-
siológicas, pues el sentimiento en cualesquiera
de sus manifestaciones es siempre el resultado
de una causa orgánica. Si se admite que el pen-
samiento no es síno una propiedad de la materia
viva cuyas funciones se cumplen por medio de
órganos, la inteligencia, que es una función del

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- 105 -
órgano cerebral, estará sometida a las influencias
de la herencia, ley general que rige todas las
formas de la vida. Y si se heredan las condicio-
nes organicas con las cuales van indisolublemen-
te unidas las modalidades del espiritu, es admisi-
ble que las facultades sensoriales, las aptitudes
intelectuales, las inclinaciones, los instintos, y las
pasiones pueden ser transmitidas por la herencia.
El hombre, ha dicho con razón Debierre, piensa
y obra, no espontáneamente, sino según la san-
gre que circula en sus venas, es decir, según la
calidad de herencia que haya recibido.
A pesar del clima y de los cruzamientos, ad-
vierte el mismo autor, las razas humanas han con-
servado más o menos intacta su antigua fisono-
mia característica. En el francés del sit-,:o xx se
encuentra todavía encubierto al Galo de César;
el alemán moderno será siempre el Germano de
Tácito.
Repetidas veces, en el curso de esta Tesis, nos
hemos fundado en el fenómeno de la cenestesia
para desarrollar varios puntos de la psicología
normal y patológica del sentimiento. En alguna
memorable ocasión, cuando estudiábamos el curso
de Medicina Legal, adquirimos en la fácil y lumi-
nosa exposición que de ese curso hacia entonces
el Profesor Camargo, una noción que, a pesar de
su aparente simplicidad, guarda el secreto de mu-
chas cosas .. " Hay en el fondo de nuestro sér,
nos decía el mencionado profesor, una sensibili-
dad tenazmente arraigada en nuestras entrañas,
íntimamente ligada a nuestra constitución orgáni-
ca, sensibilidad cuya genuina expresión está en

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- 106 -

el sentimiento bueno o malo que, por su con-


substancialidad con el organismo, se habrá de
transmitir necesariamente al través de la herencia.
De aquella sensibilidad orgánica o cenestesia, que
es una especie de tacto interno, proviene nuestro
modo de ser, o lo que es lo mismo, nuestro ca-
rácter, al mismo tiempo que constituye el funda-
mento de la personalidad y sirve de soporte a la
vida mental. «Si el análisis psicológico,:> agrega
Ribot, «pudiera hacer uso del microscopio, resol-
verla la cenestesia en millares de excitaciones va-
gas del organismo. Por eso, este sentimiento ge-
neral de la existencia se reduce a estados psico-
lógicos elementales, todos los cualés tienen su an-
tecedente fisiológico.:> Es, pues, innegable que todo
fenómeno psíquico tiene su base en algún órga-
no o en algún tejido, de donde se concluye que
con la organización somática se transmiten tam-
bién las aptitudes y los sentimientos, como otras
tantas manifestaciones vitales.
Por último, la herencia psicológica está plena-
mente confirmada en la fatal transmisión de sus
formas morbosas: la locura, la dipsomanía, la alu-
cinación, el idiotismo, el suicidio y los demás es-
tígmas de la familia neuropática, recuerdan toda-
via, en el éxodo de sus dolorosos exterminios, a
la implacable maldición bíblica que habrla de
transmitirse hasta más allá de la quinta genera-
ción....
El sabio M. De Candolle asegura que, según sus
propias observaciones, la transmisión .hereditaria
es más sensible en los fenómenos morales que en
los intelectuales, lo cual tiene su explicación en

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el origen más arraigadamente orgánico de los sen-


timientos que de la inteligencia, forma derivada
en el desarrollo psicológico de la especie animal.
Además, hase preguntado por qué un hombre
de gran inteligencia no engendra hijos igualmen-
te inteligentes. El aforismo de Linneo: Lo seme-
jante produce lo semejante, si acaso se impone
con la evidencia de un axioma en el vegetal y
en el protozoario, en las formas superiores de la
escala zoológica, entre las cuales se halla el hom-
bre, ya el axioma es menos categórico, porque
las condiciones de la generación están sometidas
a las variaciones de diversas influencias. En pri-
mer lugar, en el acto de la generación intervie-
nen dos sexos; hay, por consiguiente, dos heren-
cias en lucha; fuera de esto, hay también causas
accidentales que obran en el momento mismo de
la generación, y, en fin, los influjos internos y
externos que actúan durante la gestación. El ilus-
tre Mlchelet, partidario fervoroso de la herencia
cruzada, atribuía la mediocridad mental de los
hijos de muchos grandes hombres, al hecho de
haber heredado las cualidades intelectuales de sus
madres. Debe también tenerse en cuenta que, en-
tre los otros factores, invocados recientemente,
está la ley de vuelta al promedio formulada por
Galton, quien, apoyándose en estadísticas, conclu-
ye que la transmisión hereditaria oscila en derre-
dor de un término medio que mantiene á la espe-
cie humana en los límites infranqueables de la
mediocridad.
El Maestro Ribot, en su notable obra sobre La
Herencia Psicológica, demuestra, con un acopio·

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abundantísimo de observaciones, que todas las


formas de la actividad mental son transmisibles:
instintos, facultades perceptivas, memoria, hábi-
tos, imaginación, aptitud para las bellas artes,
para las ciencias y para los estudios abstractos,
sentimientos, pasiones y energías del carácter.
«En el orden físico como en el moral,» conclu-
ye aquel eminente profesor, «todo animal hereda
fatal, necesariamente, los caracteres de su espe-
cie. Un animal que, por un imposible, tuviera con
el organismo de su especie los instintos de otra,
seria un monstruo en el orden psicológico: la
araña no puede sentir ni obrar como una abeja,
ni el castor como un lobo.» Comprobados los
hechos, no falta sino formular el siguiente prin-
cipio, admitido por la ciencia moderna: LA HE-
RENCIA PSIQUICA ES UN CASO DE LA HERENCIA BIO-
LÓGICA.
La herencia patológica-La anterior exposición
sobre la herencia fisiológica equivale, en el enun-
ciado de sus leyes, a la herencia patológica, que a
su turno se manifiesta bajo otras varias formas:
herencia teratológica, herencia nerviosa, herencia
de las diátesis, herencia de los neoplasmas, heren-
cia de las infecciones e intoxicaciones. De estos
diversos modos, sólo describiremos el que se re-
fiere a la herencia nerviosa, el cual nos da la clave
de la etiología de los casos patológicos, que hemos
analizado en el curso de nuestra tesis.
Herencia nerviosa. La familia neuropática. Los
degenerados-La clínica contemporánea ha diluci-
<lado con admirable acierto la naturaleza morbosa
<lel desequilibrio mental, que en todos los casos

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revela una perturbación funcional, causada por mo-


dificaciones físico-químicas de la célula nerviosa.
Hoy está ya fuera de duda que las enfermedades
mentales residen en una lesión anatómica o quí-
mica de los diferentes territorios del cerebro. Si
acaso una técnica insuficiente no permite todavia
descubrir en el núcleo y en el protoplasma ner-
vioso hasta las más imperceptibles huellas de un
proceso ana tomo-patológico, no por eso habrá de
buscarse el origen de la perturbación psiquica en
una causa inmaterial, cuya intervención imaginaria
no se manifiesta bajo ninguna forma en el funcio-
namiento psicológico del organismo humano.
Tampoco es viable la germinación de una enfer--
medad mental sino en un terreno de estructura
propicia a su desarrollo, que exige, ante todo,
cierto grado de predisposición orgánica de parte
del individuo, que ha de estar en aptitud para con-
traer alianza con la polimorfa agrupación de las
neuro-psicosis. Todas las enfermedades mentales
reconocen una causa orgánica; ase ITerar lo opuesto
seria admitir la tesis de los espiritualistas que,
como Leuret, sostienen que la locura depende de
una aberración del entendimiento .. " o partici-
par de la insostenible opinión de otros que, como
Heinroth, afirman que la locura no es enfermedad
del cuerpo, sino un pecado del espíritu. e La locura,
ha dicho el mencionado psiquiatra, no es ni puede
ser hereditaria, porque el yo pensante, el alma, no
es hereditaria. El hombre que durante toda su vida
tiene ante los ojos y en el corazÓn la imagen de
Dios, jamás tiene que temer la pérdida de la razón.»
Consecuente con su modo de pensar, Heinroth pre-

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-conizaba que la única profilaxia contra la enajena-


ción mental era la fe cristiana. A pesar de ser un
distinguido profesor de su época, quizás porque la
magnanimidad de su corazón de sabio ingenuo
rechazaba los crueles infortunios que suelen acom-
pañar desde su germen la mlsera existencia de
~eres inculpables, jamás se supuso Heinroth que
las más de las veces pudiera nacerse con el estig-
ma del vicio y de la locura ....
En los tiempos presentes, es unánime la opinión
en el sentido de «que la mayor parte de las enfer-
medades nerviosas, con o sin lesiones accesibles
a nuestros medios actuales de investigación, tienen
un fondo común de origen, hacen parte de una
misma familia y están unidas entre si por un mismo
vinculo, que es la herencia.»
Las diferentes neurosis, ha dicho Morel, desde
que se ha convenido en llamar exageración del
temperamento nen'ioso, excitabilidad nerviosa, aun
a la locura, constituyen una familia, cuyos diversos
productos patológicos guardan relaciones directas,
afinidades intimas con sus causas generales.
Moreau de Tours ha demostrado también las re-
laciones de la locura con las convulsiones, el his-
terismo, la epilepsia, la corea, el idiotismo y otras
enfermedades del sistema nervioso. Baillarger, en
SllS notas al Traité des Maladies Mentales, de
Griesinger, sostiene, según sus observaciones per-
sonales, «que la locura es de temer en los niños,
si uno o muchos de sus parientes se han encon-
trado en una de las condiciones siguientes: locura,
extravagancia, rareza, debilidad del espiritu, vio-
lencia en el car,ícter y en las pasiones, imaginación

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desarreglada, afecdones del sistema nervioso, sui-


cidio, grandes excesos en las bebidas .•
Se ha observado también que las perturbacio-
nes mentales alternan con el reumatismo, el asma,
la gota y la diabetes, lo que revela que hay una
relación intima entre el artritismo y las diversas
neurosis, relación tan estrecha que el eminente
Charcot no vaciló en reunir esos varios estados
bajo la común denominación de familia neuro-ar-
tritíea. ¿ El artritismo tiene, con relación a las afec-
ciones mentales, sólo un poder excitador particu-
larmente activo? ¿ O bien el artritismo y la diáte-
sis neuropática son dos estados congéneres que
resultan de una perturbación de la nutrición dife-
rentemente especializada? Según el Profesor Le
Gendre, la última interpretación es la más verda-
dera: es a título de estados de degeneración que
la neuropatía, la escrófula, la tuberculosis, el ar-
tritlsmo, etc., se encuentran diversamellte combina-
dos en las familias; y en ciertas condiciones sus
manifestaciones se transforman o se excitan recí-
procamente. Lo que se transmite, pues, en la he-
rencia nerviosa, no es propiamente una enferme-
dad determinada, sino una tara orgánica, un vi-
cio inicial y permanente de las mutaciones nutri-
tivas, es decir, que lo heredado es la predisposi-
ción mórbida, y no el germen de tal o cual en-
fermedad.
«La tendencia actual, dice Dejerine, pretende
ver en la más común, en la más vulgar de las
neurosis, en la neurastenia (debilidad irritable), el
centro de todas las afecciones del sistema nervio-
so, la fuente de la familia neuro-patológica ....

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La neurastenia ha sido quien la produce y la sos-


tiene al mismo tiempo. La crea en virtud de las
leyes de la herencia, cuyos efectos de acumula-
ción, obrando a través de varias generaciones,
se traducen en los descendientes de neurasténi-
cos, en formas morbosas cada vez más graves,
que llevan consigo la degeneración fisica y men-
tal, asi como la extinción de la raza. La mantie-
ne o conserva porque, pudiendo desarrollarse de
una vez en un sujeto, sin vicio hereditario, es, por
tanto, la única de las afecciones del sistema nervioso
que jamás reconoce la herencia por causa, que pue-
de adquirirse bajo el influjo de ciertas circuns-
tancias, sin ninguna predisposición anterior. La
neurastenia es la que, suministrando sin cesar nue-
vos alimentos a la gran familia neuro-patológica,
se opone a la extinción de esta última por las le-
yes fatales de la herencia convergente, combina-
da con los estados de degeneración.
«Asi, el dominio de las afecciones del sistema
nervioso irá siempre en aumento. Es una de las
consecuencias fatales de la lucha por la existen-
cia, tal, sobre todo, como se entiende en nuestra
época. »
Es evidente que la neurastenia ocupa, en la se-
rie de los degenerados, un lugar intermediario en-
tre la ascendencia artritica y la correspondiente
descendencia de epilépticos o de idiotas; repre-
senta un estado mixto que, según la gráfica ex-
presión de Raymond, «cabalga en las neurosis y
las psicosis.»
De acuerdo con lo que acabamos de exponer,
hemos aceptado la siguiente definición de la he-

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rencia nerviosa: Es la aptitud para producir alec-
ciones nerviosas, conferida a un organismo vicia-
do en sus caracteres anatómicos aparentes, o en
su funcionamiento psiquico, o en ambos a la vez,
por generadores colocados en las mismas condi-
ciones de herencia o sometidos a ciertas influen-
cias que pueden obrar sobre el sistema nervioso,
tales como el alcoholismo, la sifilis, la tuberculo-
sis, etc.
La transmisión de las enfermedades nerviosas
puede verificarse de dos modos: por herencia si-
milar (homóloga), cuando el descendiente hereda
la misma enfermedad de sus padres; o por heren-
cia transformada (heteróloga), si la herencia ner-
viosa se manifiesta en el descendiente con una
forma diferente a la de sus generadores. Esta úl-
tima es la que más se observa en las neuro-psico-
sis, estados nerviosos que son esencialmente va-
riables y polimorfos. Ha pasado a ser una regla
general en psiquiatría. lo que se ha llamado las
metamorfosis de la herencia nerviosa, merced a
las cuales las neuropatías no se transmiten sino
transformándose. La herencia similar en la epilep-
sia, por ejemplo, constituye una excepción; en la
histeria sólo aparece en un tercio de los casos;
en la neurastenia, ya hemos dicho que es una
afección nerviosa, vaga, de manifestaciones pro-
teiformes, susceptible de transformarse, a través
de la herencia, en otras perturbaciones mentales
más graves, tales como los estados patológicos,
que hemos estudiado en esta Tesis, agrupados
en lo que Janet ha llamado psicastenia, cuyos ca-
racteres comunes son la obsesión y la impulsión
8

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con sus diversas modalidades: la cleptomanla, la
dipsomanla, la agorafobia, la coprolalia, la locura
de la duda. Debido a este transformismo de la he-
rencia psicopática, se ha dicho que la descenden-
cia de un degenerado es como la nidada de una
gallina que hubiera empollado huevos de toda cla-
se de aves, inclusive las de rapiña, sus más fe-
roces enemigos. Asl se observa en una misma
generación, tarada por la herencia nerviosa, una
serie de individuos neurópatas, histéricos, epilép-
ticos, psicasténicos, imbéciles, idiotas, originales,
semilocos, excéntricos y pervertidos morales. Hé
aquí un caso muy instructivo acerca de la meta-
morfosis de la herencia nerviosa, que el distingui-
do Profesor Priory refiere en su importante obra
De l'heredité dans les maladies, y que nos ser-
virá de comprobante para las conclusiones que
hemos sostenido en esta Tesis: Un platero, cura-
do del primer acceso de enajenación mental, cau-
sada por la revolución de 1879, se envenena;
más tarde su hija mayor es víctima de un ataque
de manía, que se convierte en demencia. Uno de
sus hermanos se da una cuchillada en el estóma-
go. Otro, se entrega a la embriaguez, y acaba
por morir en la calle. Un tercero rehusa toda
comida, a consecuencia de disgustos domésticos,
y muere de anemia. Otra hermana, llena de extra-
vagancias, se casó, y tuvo un hijo y una hija: el
primero murió demente y epiléptico; la segunda,
pierde la razón por un parto, se hace hipocon-
dríaca y quiere dejarse morir de hambre. Dos
hijos de esta misma señora mueren de una fiebre
cerebral; un tercero muere sin haber podido co-
ger el pecho .•

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Se cita también un caso en que la hiperestesia
del padre ha irradiado en los hijos y ha produ-
cido la monomania, la manía, la hipocondría, el
histerismo, la epilepsia, las convulsiones, el es-
pasmo .... Nosotros pudiéramos aumentar el nú~
mero de observaciones agregando los datos ob-
tenidos de varias famillas que cuentan, entre sus
ascendientes y descendientes, una serie de indi-
viduos neurópatas y desequilibrados, pero nos
abstenemos de suministrar pormenores, porque la
lealtad y la caridad que informan los principios
de la moral médica, nos fijan reglas de conducta
social que en ningún caso es permitido infringir.
Como la herencia normal, la nerviosa se trans-
mite: directamente (herencia inmediata), con pre-
ponderancia de los caracteres de uno u otro de
los generadores; por atavismo j en periodos corres-
pondientes de la vida (herencia homócrona). Esta
última clase de herencia no sólo se transmite fa-
talmente, sino que también aparece en los descen-
dientes a la misma edad en que se manifestara
durante la vida de los progenitores. Voltaire, en
su obra titulada Dictionaire Philosophique, ha sido
uno de los escritores que con más anticipación ha
llamado la "atención de los físicos sobre la he- l>

rencia homócrona del suicidio: "He visto con mis


propios ojos, dice, un suicidio que merece la aten-
ción de los físicos. Un hombre de una profesión
seria, de edad madura, de conducta regular, que
no tenía pasiones, que estaba muy lejos de la in-
digencia, se ha matado el día 17 de Octubre de
1769, y ha dejado al Concejo de la ciudad en que
habla nacido la apologfa escrita de su muerte vo-

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- 116 -

luntaria, apología que no se ha creldo prudente


publicar por temor de estimular con ella a los hom·
bres a dejar una vida, de la cual tánto malo se ha
dicho. Ejemplos como éste se ven en todas partes.
Hé aqul lo sorprendente: su hermano y su padre
se hablan matado a la misma edad que él. ¿ Qué
disposición secreta del esplritu, qué simpatla, qué
concurso de leyes físicas hace perecer al padre y
a los dos hijos por su propia mano y con el mis-
mo género de muerte, precisamente cuando han
llegado a la misma edad? Las obras de Esquirol,
Lucas, Morel y Moreau de Tours registran también
un gran número de casos de herencia homócrona.
Fuera de aquellas influencias hereditarias perma-
nentes, hay otras accidentales y temporales, que de-
penden del estado en que se encuentra transito-
riamente uno de los generadores, en el momento
del coito: se sabe que Hesiodo recomendaba abs-
tenerse de relaciones sexuales al regreso de las
ceremonias fúnebres. Ch. Féré y Christian han pro-
bado que los hijos concebidos de padres que es-
tán ebrios en el momento del coito, tienen proba-
bilidades de nacer idiotas, epilépticos o débiles.
La herencia de las malas pasiones, advierte Le
Gendre, como el juego, la crápula, la avaricia, que
confinan con el estado patológico o conducen a la
morbosidad, es una herencia que se caracteriza
por la insuficiencia hereditaria del yo, que carece
de resistencia ante las excitaciones exteriores.
Todo lo que hasta aquí hemos escrito correspon-
de a ese estado que los psiquiatras Morel y Magnan
han designado con el nombre de degeneración he-
reditaria.

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- 117 -

La degeneración, ha dicho Ribot, cualquiera


que sea su valor explicativo y el abuso que se
hace de él, no es una pura palabra; expresa una
realidad, resume una s urna de caracteres. Actual-
mente se entiende por degeneración una predis-
posición morbosa que tiene sus señales propias,
sus «estigmas" físicos y psíquicos.
La degeneración hereditaria se extiende desde
la debilidad y la inconsistencia de la personalidad
moral hasta la psicosis plenamente confirmada. El
tipo del degenerado está representado en el idio-
ta, el imbécil y el impulsivo nato, como en las
formas superiores del desequilibrado utopista y de
genio. Por esto se ha imaginado que en las raí-
ces del árbol geneal6gico de la familia neuropá-
tica fructifica el crimen, como en sus más altas
ramas florece la locura genial.
Repetimos que la degeneración consiste en una
predisposición orgánica que espera ocasión pro-
picia para sistematizarse en alguna de las varia-
das formas de neuro-psicosis. La prueba confir-
matoria se halla, por ejemplo, en el caso de una
catástrofe ferroviaria, sufrida en un tren que lle-
va diez personas, de las cuales sólo tres resul-
tan, después del accidente, la una con histeria
traumática, la segunda con parálisis agitante, y la
tercera con neurastenia, lo que significa que en-
tre aquel concurso de personas había sólo tres
predispuestas hereditaríamente a padecer pertur-
baciones nerviosas. Además, todas las causas pa-
tOlógicas provocan, en un terreno predis puesto,
la revelación de la degeneración latente, que se
hace ostensible bajo el influjo de las infecciones,

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- 118 -

intoxicaciones exógenas y endógenas. Y no sólo


las enfermedades suscitan las manifestaciones de
la degeneración, pues es muy frecuente que éstas
aparezcan en determinados periodos del funcio-
namiento orgánico, como acontece en la puber-
tad, la menstruación, la prei'iez, el parto y la me-
nopausa.
Clasificación de los degenerados-El célebre psi-
quiatra Morel, fundador de la teorfa de la dege-
neración hereditaria, habla propuesto la división
de los degenerados en tres clases: 1. los i~io- 0,

tas; 2. los Imbéciles; 3. los débiles.


0, 0,

El Profesor Magnan, que ha desarrollado y com-


pletado la te orla anterior, establece una cuarta
clase: los degenerados superiores.
La serie de los degenerados está caracterizada
por un grupo de estigmas somáticos y psíquicos,
más o menos numerosos y acentuados, según el
grado de inferioridad orgánica y mental.
Signos psicológicos-El trayecto de regresión
psiquica que recorren los individuos degenerados,
viene a corroborar la tesis que hemos sostenido
en este trabajo, de que la vida afectiva precede
en su desarrollo a la vida intelectual, y que el
proceso psicológico está regido primitivamente
por los sentimientos antes que por las ideas. To-
davía más: si hasta ahora se han mirado con ex-
cesivo desdén las funciones afectivas del sér hu-
mano, reduciéndolas a un puesto apenas de or-
den secundario, la patologia mental ha reivindi-
cado la primacia que, de acuerdo con la natura-
leza de la organización biológica de los indivi-
duos, corresponde a los fenómenos afectivos en

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la formación de· la mentalidad. La degeneración,
que es esencialmente un decaimiento orgánico, un
estado de miseria fisiológica, se traduce ante todo
por una alteración primitiva y a veces exclusiva
en el orden de las emociones, de las tendencias,
de los actos y de los movimientos. De allf que
la degeneración haya sido comparada, por Culle-
rre, a una verdadera neurastenia de la sensibili-
dad moral.
Así, se observa en los idiotas, que constituyen
el tipo ínfimo en la escala de la mentalidad hu-
mana, que si la actividad intelectual se manifies-
ta todavia en ellos por una buena memoria para
las cifras y los nombres propios, tienen, por el
contrario, sus facultades afectivas casi nulas, y
sobre todo adolecen de un carácter muy inesta-
ble: vengativos, versátiles y rencorosos; mastur-
badores y pederastas, sacian sus instintos perver-
sos atormentando a 108 animales inofensivos. Igual
cosa se observa en los imbéciles, que ocupan un
lugar intermediario entre los idiotas y los indivi-
duos de inteligencia mediocre, pero normal. Los
imbéciles, como lo observa el Profesor Vibert,
están dotados casi siempre de una excelente me-
moria, pueden llegar a ser hasta notables artistas
y adquirir una instrucción completa; pero coor-
dinan mal sus ideas, porque, careciendo de sindé-
resis, no utilizan, como lo haría un individuo nor-
mal, todas sus nociones adquiridas. Ocurre en
ellos, según Magnan, que los centros de- percep-
ción son desigualmente impresionables, desigual-
mente aptos para recoger todas las huellas que
deben dejar impresas las sensaciones. Y si acaso

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su actividad intelectual se revela algunas veces


de modo brillante, el sentido moral de estos de-
generados está siempre profundamente perverti-
do o aniquilado.
Es principalmente en los degenerados heredita-
rios donde se observan los «sindromas psiquicos
de la degeneración,» cuyo estudio hemos com-
prendido en esta Tesis bajo el nombre de fobias,
obsesiones, impulsos y abulias que determinan la
inestabilidad e incoordinación psicológicas de los
obsesos, impulsivos, excéntricos y perseguidores,
misticos, pervertidos y sexuales.
El degenerado superior es el exponente más
alto del ciclo evolutivo que recorre en su destino
más o menos brillante una familia, una raza o
una nación. Cada hombre de genio o de talento,
ha dicho Renán, es un capital acumulado de mu-
chas generaciones. En las familias que han selec-
cionado progresivamente sus productos, al fin
se agota la savia fecundante que ha engendrado
generaciones privilegiadas, para luégo decaer es-
terilizándose en los débiles vástagos de una pro-
le viciosa y enfermiza. Además, la vida febril de
las ciudades, que, al decir de Rousseau, son los
e abismos» de la especie humana, sostiene un ve-
nero inagotable de ;taras sociales; alll el influjo
disolvente del poder y de la riqueza, asociado
con los estragos de la miseria :ingertada en la
sífilis y el alcoholismo, precipita a la humanidad
civilizada en los antros pavorosos de la locura y
de la degeneración.
El esbozo psicológico de la extraña persona-
lidad moral del degenerado hereditario, de tipo

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superior, ha sido admirablemente trazado por el
Profesor Cullerre, con los expresivos caracteres
que se asignan a esta interesante clase de neuró-
patas, atediados por lo que se ha llamado el mal
del siglo:
"Desde muy temprano, escribe Cullcrre, se abs-
traen del medio ambiente y viven aislados en la
contemplación de sus pensamientos y en el estu-
dio de sus sensaciones.
" A fuerza de interrogar y de contemplar su pro-
pia personalidad, acaban por viciar sus sentimientos
y disolverse en el egoísmo, en un excesivo orgullo
o en la hipocondría. Un degenerado hereditario
puede poseer una gran Inteligencia, ser un notable
magistrado, un matemático insigne, un gran artis-
ta, un politico distinguido, un administrador de
primer orden: la falta de equilibrio recaerá enton-
ces en el dominio de la sensibilidad moral, y aquel
hombre inteligente presentará bajo este aspecto
grandes imperfecciones. Se ven atormentados por
ideas fijas, por singulares obsesiones, y es tal la
necesidad que sienten - de ciertos actos extrava-
gantes, que unicamente cuando los han realizado
recobran, pero por poco tiempo, la tranquilidad de
su esplritu y la libre posesión de sí mismos. Pero
las ideas fijas y las obsesiones revisten, en algunas
ocasiones, el carácter más peligroso: tales son
los impulsos al homicidio, al suicidio, al robo, al
incendio, a los excesos alcohólicos, a actos in-
morales; impulsos que en numerosos casos aca-
ban por ser irresistibles y acarrear las más funes-
tas consecuencias.

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«En su mayor parte tienen de la moral un sen-
timiento por extremo débil y les inquietan muy
poco las leyes sociales; tienen queridas bajo el
techo conyugal, se casan con sus criadas o con
mujeres de mala vida; no siempre retroceden ante
el incesto, se entregan secretamente a los vicios
más innobles y se abandonan con exaltación a
todos los excesos. Unos se dejan dominar por las
pasiones más viles, la avaricia, el juego, la bebi-
da; otros son perezosos e imprevisores, disipado-
res; todos carecen de espiritu de orden y se de-
jan llevar a los extravíos más peligrosos para
ellos mismos y para los demás.
«La menor cosa los apasiona, los exalta y mo-
difica sus ideas y sus sentimientos. Tienen opinio-
nes raras, originales, heréticas, paradógicas, siem-
pre en contradicción con las ideas corrientes.
e En una palabra, estos individuos pecan sobre
todo por la imperfección de su personalidad moral.
Sin embargo, no es raro verlos ocupar en socie-
dad altas posiciones y desempeñar cometidos de
importancia, ejerciendo enorme influencia sobre
los negocios de este mundo. Y, cosa notable, bien
digna de la atencion de los historiadores y filó-
sofos, esta influencia no es siempre nociva. Puede
ejercerse en sentido favorable al bien general, si
se pone al servicio de una idea justa. Con la ener-
gfa de las convicciones, la perseverancia, la ausen-
cia de escrúpulos y la estrechez de espíritu que
caracteriza a estos individuos, no hay obstáculos
de que no lleguen a triunfar. Exponiendo estos pun-
tos de vista, casi no hacemos otra cosa que resumir
la historia de más de un célebre reformador.»

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En resumen, tenemos que la degeneración se-
acusa por un desarrollo desigual de las diversas.
funciones de la corteza, y ese desequilibrio in-
armónico de los centros cerebrales coincide con
una perturbación muy marcada de la emotividad
y de la voluntad, que se traducen especialmente
por desórdenes en la esfera del sentido moral.
La casta de los degenerados en los centros de
civilización europea aumenta de día en día hasta
tal extremo, que ya algún filósofo pesimista ha
anunciado que el fin de la humanidad culta será
la locura. Nosotros creemos que la degeneración
de las mentes excelsas es una consecuencia in-
eludible de la complejidad creciente de la vida mo-
derna, y, por tanto, mientras subsista el artificia-
ltsmo con todos sus refinamientos, se elaborarán
las formas del degenerado superior, que, con ra-
ras excepciones, son los que introducen las nue-
vas tendencias e imprimen las orientaciones au-
daces, ora en la filosofía y en la política, ora en
el arte y en la literatura. Muchos han previsto en
el amoralismo del Uebermensch nietzscheano el
evangelio de los apóstoles degenerados, que guiarán
en los siglos venideros a las sociedades atormen-
tadas por el ansia de una total trasmutación de la fal-
sa tabla de valores humanos que ha prevalecido
hasta ahora al amparo de un errado concepto de la
realidad.
y con sobra de razón ha aseverado el Profe-
sor Cullerre, al consignar un dato histórico en el
prólogo de su meditada obra Las fronteras de la
locura, que el dia que no haya semilocos, pere-
cerá el mundo civilizado, no por exceso de sabi-
duría, sino por plétora de mediocridad.

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- 124 -

Signos somáticos-Los estigmas somáticos, mu-


ocho menos constantes que los psíquicos, se fijan
en el aparato circulatorio y respiratorio, en los
sistemas óseo y muscular, y especialmente en el
sistema cerebro-espina!.
Hé aquí los más frecuentes: deformaciones del
cráneo, cuya asimetría coincide comúnmente con
la asimetría de la cara; el prognatismo; las malfor-
maciones de las orejas; las anomalías del ojo y
de sus anexos; las anomalías de la boca, de la
bóveda palatina y de los dientes; las desviacio-
nes de la columna vertebral, la espina bifida, la
hipertricosis lumbar; las anomalías de forma y
proporción de los miembros superiores e inferio-
res, de las manos y de los artejos, de los órga-
nos genital es y del bacinete; las modificaciones
de la piel y el sistema piloso, etc. etc.
Hemos terminado esta breve exposición sobre
la herencia, considerada como el factor etiológi-
co que predomína en los estados morbosos de la
emotividad y de la voluntad. Siempre hemos opi-
nado que cualquier trabajo de psiquiatría que no
esté documentado con las demostraciones de la
herencia, es una labor que no sólo resulta in-
completa, sino que confunde en el misterio impe-
netrable el origen y la significación de los fenó-
menos de la vida menta!. Y de paso anotamos
que durante nuestra permanencia en la Facultad,
muy rara vez escuchámos una disertación sobre
la magna cuestión de la herencia. Quizás no nos
aventuraríamos en la interpretación de ese dis-
creto silencio en torno de la herencia, aceptando
·el supuesto de que su motivo reside, n6 en el rf-

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- 125 -

dículo temor de inculcar en la inteligencia de la


juventud estudiosa el concepto filosófico de que
e las leyes de la naturaleza son fuerzas bárbaras
e inexorables, que no reconocen moral ni bene-
volencia,» pero si talvez en la santa precaución,
de conservar la fe optimista en los devotos inge-
nuos que todavía conceden a las mentiras con-
vencionales de la terapéutica el maravilloso po-
der de contrarrestar los inviolables designios de
la herencia morbosa.
Nosotros hacemos votos por que la c1inica con-
temporánea, seducida por los bellos optimismos
de la bacteriología y confiada a la acción des-
tructora del escalpelo implacable, retorne a bus-
car en la diátesis hereditaria el secreto de las do-
lencias que sacrifican el bienestar humano. Es una
verdad incontrovertible de patología general, que
el germen patógeno requiere un terreno propicio.
para su desarrollo y para la elaboración de sus
toxinas letales. iY cuántas lesiones orgánicas apa-
recen y evolucionan fatalmente sin el concurs(}
del microbio homicida l
Por fortuna, la antigua enseñanza que tuvo cul-
tivadores eximios por su saber y sobre todo por
la lucidez de criterio con que juzgaban el com-
plicado proceso de la enfermedad, nos legó la
valiosa tradición de una verdadera doctrina clíni-
ca, inspirada en la máxima sapientlsima de que
en patologfa no hay enfermedades sino enfermos.
En conclusión, la predisposición hereditaria que
rige la etiologfa de las obsesiones, aparece en la
forma de herencia similar y homócrona, es decir,
que las perturbaciones mentales de los dcscendien-

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tes son idénticas a las que padecieron sus proge-
nitores y sobrevienen a la misma edad, en las mis-
mas condiciones y con los mismos caracteres sin-
tomáticos. Los Profesores Pitres y Regis han
comprobado, fundados en la estadística, que las
mujeres son más propensas que los hombres a las
obsesiones, en una proporción de tres, dos: que
en más de la mitad de los casos, la obsesión se
manifiesta en la infancia o en la adolescencia, an-
tes de los quince años; y en el resto de casos,
antes de los treinta años; que en las cuatro quintas
partes de los casos (cien veces en ciento veinte
Qbservaciones), se encuentra entre los ascendientes
directos o colaterales de los obsesionados, ora
obsesionados y locos, ora alcohólicos y neuróticos.
También se ha comprobado, en algunos casos,
que existen relaciones entre la obsesión y la tuber-
culosis. Al lado de las causas predisponentes fIgu-
ran las ocasionales, que en la mayoría de los casos
se reducen a emociones morales, tales como las
provocadas por temores y escrúpulos religiosos,
muerte y enfermedades de parientes o amigos,
preocupaciones de negocios o querellas conyuga-
les. «Entre los estados emotivos, dicen Pitres y
Regis, que determinan las obsesiones, es preciso
señalar muy especialmente las preocupaciones reli-
giosas. Son éstas perjudiciales, sobre todo en la
primera edad, en que la sensibilidad moral es muy
viva y está insuficientemente refrenada por la ra-
zón.» El Profesor Freud ha sostenido la tesis de
que las fobias y las obsesiones son debidas exclu-
sivamente a la acumulación de la tensión genésica,
provocada por la abstinencia, o a la excitación geni-

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tal frustrada. La critica ha hallado demasiado exclu-
sivista la teorfa de Freud, porque, si es verdad que
el coito incompleto, los fraudes matrimoniales y la
abstinencia, provocan la aparición de obsesiones,
se ha observado que en más de la mitad de los
casos las obsesiones se inician desde la infancia o
la adolescencia, cuando todavía la actividad geni-
tal está enteramente adormecida.
Al lado de la herencia se colocan las influencias
patogénicas de la vida fetal, y también el estado
de los padres en el momento de la concepción.
Los excesos de toda naturaleza, el surmenage inte-
lectual y los traumatismos; las enfermedades cró-
nicas y las infecciones constituyen otros tantos
agentes que provocan en los individuos predis-
puestos la aparición de perturbaciones morbosas
de la emotividad.
Evolución y pronóstico-La marcha de las obse-
siones, como la de todo proceso patológico, pue-
de ser aguda o crónica. En el primer caso, la
perturbación emotiva se manifiesta en la forma de
fobia difusa o sistematizada, cuyos concomitantes
fisiológicos se exageran hasta producir el estado
de ansiedad angustiosa. Transcurridas algunas se-
manas, el paciente recobra su estado normal, pe-
ro queda amenazado a sufrir un nuevo ataque,
cuando los mismas causas ocasionales, que en
general son una fuerte emoción moral, o una in-
fección, o una intoxicación, perturben otra vez el
equilibrio de los predispuestos. La forma crónica
se presenta bajo la triple variedad de intermitente,
remitente y continua. El tipo más frecuente es la
remitente, cuyos caracteres han sino analizados

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en el segundo capítulo de esta Tesis. La forma


crónica de la obsesión tiene una duración más o
menos indefinida de años. Sin embargo, hase ob-
servado, en muchos casos, que la obsesión se
atenúa o aun desaparece por completo, cuando el
enfermo I1ega a una edad de más de cincuenta
años.
Ha sido un punto muy discutido si los obse-
sionados pueden terminar e'l la enajenación men-
tal. El Profesor J. Falret formuló una conclusión
aprobada por el Congreso de 1889, en el sentido
de que la obsesión jamás evoluciona hacia la lo-
cura. Aunque de igual opinión participen la ma-
yoría de los autores, nosotros nos inclinamos a
creer, con el Profesor Seglas, que los obsesiona-
dos llegan a veces a ser hipocondríacos deli-
rantes, o presentan indicios de un delirio sistemá-
tico, con frecuencia el de persecuciones. Los Pro-
fesores Pítres y Regís, que han levantado una es-
tadistica de cuatrocientas observaciones de ob-
sesionados, aseguran que, en ciertos casos, la ob-
sesión verdadera puede convertirse en enajena-
ción mental; luégo agregan que las formas psi-
copáticas que asumen las obsesiones, son como
algunos autores lo han dicho, pero en orden in-
verso: ).0 La me/anco/la ansiosa, propia de los
enfermos de obsesión emotiva o fobias; y des-
pués, la paranoia rudimentaria o delirio sistema-
tizado razonador, correspondiente a los estados
obsesionantes de síntomas intelectuales u obsesión
ideativa.

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Tratamiento-Hemos admitido que la obsesión
es un síntoma semejante al de la alucinación, al
delirIo o a la impulsión, y que reposa, las más
de las veces, sobre el substractum morboso de
la degeneración, la epilepsia, la neurastenia, el
alcoholismo, etc. Existe una clase de obsesiones
adquiridas o accidentales que se desarrollan du-
rante la convalescencia de las enfermedades in-
fecciosas, con el surmenage intelectual, y después
de cualquier exceso agotador del sistema· nervio-
so. Las obsesiones adquiridas son curables, so-
metidas al tratamiento de las medicaciones tóni-
cas del sistema nervioso: preparaciones ferrugino-
sas, fosfatos, arsenicales y estricnina combinados
con la hidroterapia fría o caliente, según 10 indi-
que el temperamento del enfermo. A esto se aña-
de la permanencia en el campo, al aire libre, los
viajes, las distracciones, ejercicios corporales, es-
grima y juegos; electroterapia, especialmente en
la forma estática; alimentación lacteo-vegetariana
y laxantes para combatir la constipación rebelde
y tenaz que en esta clase de enfermos hace parte
de su «debilidad irritable.-
Es preciso advertir que el médico no debe pro-
digarse en la suministración inconsulta de drogas
estimulantes y excitantes que, lejos de atenuar la
sensibilidad mórbida y exasperada de los ator-
mentados neurasténicos, les aumentan la intensi-
dad de las crisis nerviosas. Domina la censurable
costumbre de inyectar o de hacer ingerir dosis
exageradas de fósforo y estricnina, asociadas a
otros excitantes, que transforman al paciente en
una especie de diapasón, cuyas agudas vibracio-
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nes acusan de un modo desproporcionado los


más ligeros contactos y rozamientos con el mun-
do exterior. Cuando no existe una depresión ex-
trema, la conducta del médico ha de subordinar-
se al objetivo de calmar y apaciguar la excita-
ción nerviosa, por medio de los bromuros y los
hipnóticos, y en ningún caso empleará la morfi-
na, que no sólo congestiona el cerebro sino que
ofrece el riesgo de enviciar a esta clase de enfer-
mos que, por su naturaleza neurótica, gustan de
las sensaciones extrafias.
Tampoco debe olvidarse atender al estado ge-
neral-epilepsia, histeria, neurastenia-con sus co-
rrespondientes perturbaciones viscerales.
La psicoterapia reclama también sus reservas,
pues si acaso la sugestión hipnótica obtiene gran-
des éxitos en las obsesiones dependientes de la
histeria, en los otros casos, como en la neuraste-
nia, es casi imposible sugestionar a los enfermos,
aun con el auxilio de la cloroformización. Ade-·
más, la psicoterapia no obra sobre el estado ob-
sesionante, y a veces acentúa más el automatis-
mo y la escisión de la personalidad.
En resumen, las obsesiones adquiridas son cu-
rabies; las otras cogenitales, constitucionales y he-
reditarias, apenas son mitigadas por el tratamien-
to médico, pero no persisten en la mejoria, cuya
estabilidad ha de constituir la suprema aspiración
del práctico, que antes de agotar los ineficaces
recursos de la farmacopea, confortará, con suaves
amonestaciones, la vacilante y atormentada perso-
nalidad psíquica del degenerado, que no por cul-
po suya vino al mundo dotado con el mal here-
ditario de un sistema nervioso frágil o averiado ....

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Psiquiatría

OBSERVACIONES

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OBSERVACiÓN I

X. X. Joven de veintidós años, estatura media-


na, euritmia morfológica correcta, de temperamen-
to neuropático. Funciones nutritivas normales.
Facciones simétricas i sólo la bóveda palatina es
bastante ojival. Motilidad y sensibilidad normales.
Sabe leer y escribir; culto en sus modales i re-
vela alguna instrucción; se expresa con facilidad.
No da antecedentes hereditarios ni personales de
significación para su estado actual. Ha estado
siempre empleado al servicio de congregaciones
religiosas, donde, por los certificados que exhibe,
parece que ha observado una conducta intacha-
ble. Es un piadoso observante de prácticas mís-
ticas, que han contribuido en parte a exaltar las
reacciones de una emotividad morbosa.
X. X. declara que desde los diez y seis años
empezó a sentir «una opresión en el pecho. que
le impedía casi respirar, una « angustia» que, cuan-
do llegaba a su máximum, le producía una espe-
cie de desvanecimiento. Dice que esta emoción le
ha venido siempre con ocasión de escuchar una
lectura o un sermón que traten sobre el temible
problema de la muerte.
X. X. declara también que desde tiempo atrás
le preocupa, con la insistencia de una idea fíja, la

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incertidumbre de si habrá de morir bien o mal.


Tal idea le determina, cada vez que medita so-
bre ella, una «profunda pesadumbre en el corazón .•
El pasado mes de Marzo, día de la fiesta del
Patriarca San José, asistió a un sermón que espe-
cialmente versaba sobre el punto de la muerte. Hale
quedado grabado en la memoria el exordio de
aquel elocuente sermón que le conmoviera en lo
más sensible de su emotividad mfstica: Oh mors /
quam amara est memoria tua!
Nos dice X. X. que en ese instante se sintió
dolorosamente impresionado por una« emoción
intensísima que le subió a la cabeza," hasta el
punto de perder «la conciencia,. pues desde que
le sobrevino ese accidente, a las seis de la tarde,
no volvió a «darse cuenta de nada." Agrega
X. X. que no recuperó la conciencia hasta el dfa
siguiente a las 2 p. m., en que, con gran sorpre-
sa, viose encerrado en el Asilo de Locos. Tuvo
un intervalo de veinte horas de absoluta ausencia.
En el transcurso de este tiempo estuvo por la
noche en su dormitorio, donde él mismo se afei-
tó el bigote (cosa que nunca habfa hecho); lué-
go, poseído por una extraña agitación, envolvió
el tendido de su cama y arregló la ropa de su
baúl diciendo diz que guardaba parque con el fin
de ir a pelear a las fronteras ..... Al otro día
fue entregado a la autoridad por los Superiores
del Colegio de San Bartolomé. En la Oficina Mé-
dico Legal, interrogado X. X. por su nombre, dijo
llamarse Hebadano Planeta.
Cuando nosotros observAmos a X. X. en el
manicomio, ya habia recuperado el pleno uso de

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- 135 -
sus funciones Intelectuales. Nos comunicó, atóni-
to y sorprendido de encontrarse en el manicomio,
que ignoraba por completo lo que le hubiera ocu-
rrido. Sólo recuerda haber asistido a ofr el ser-
món al coro de San Ignacio, y haber sentido, mo-
mentos después de meditar sobre el exordio del
mencionado sermón, «una penosa emoción que
le produjo trastorno.» Todo lo que nos ho rela-
tado lo sabe por referencia de su Superior en el
Colegio.
En el Asilo no se le ha notado hasta ahora nin-
gún slntoma de perturbación mental; al contrario,
es una persona cuerda y afable, que presta sus
servicios en calidad de asistente en la sección de
pensionados.
Diagnóstico-Por lo expuesto, juzgamos que
X. X. sufre ataques de epilepsia larvada-forma de
vértigo y ausencia-precedidos de aura emotiva.

OBSERVACiÓN 11

X. X., de treinta y seis años de edad, estatura


mediana, jornalero, de raza indigena. Facciones si-
métricas y buena constitución orgánica. Funciones
de nutrición fisiológicas. Reflejos tendinosos, mo-
tilidad y sensibilidad normales. Hay perturbaciones
cenestésicas. Emotividad morbosa.
Respecto a sus antecedentes hereditarios no su-
ministra datos de importancia. Entre sus antece-
dentes patológicos merece citarse que hace unos
cinco años se cayó de un tercer piso y sufrió una
fuerte contusión en el cráne o.

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Desde hace varios meses se - le ha metido en la


cabeza la idea de que unos vecinos lo quieren
asesinar.» Pronto aparecieron las alucinaciones au-
ditivas y visuales, que le atormentan noche y dia.
No puede dormir porque teme un asalto de sus
perseguidores, y con el fin de prevenir el ataque de
sus imaginarios enemigos, ha permanecido durante
algunas noches recostado contra la puerta de su
habitación, atento a las voces y a los pasos de un
grupo de individuos que rondan su casa hasta la
madrugada. Nos dice que vive en un estado de
angustia y de miedo, porque se cree injustamente
perseguido y atormentado por las acechanzas úe
sus implacables enemigos.
En vista de la perturbación mental que le ator~
menta, su familia resolvió someterlo al aislamiento
del manicomio.
Cuando verificámos el examen clínico de X. X.,
anotámos que el conjunto de sus manifestaciones
llena el cuadro de la timidez patológica. Es un
emotivo que vive en una permanente angustia. Su
aspecto es el de un individuo atormentado por el
miedo: habla con actitud humilde y suplicante para
que no se le haga daño. En pleno acceso de an-
gustia, exclama arrodillándose cn el suelo: -Doc-
tor, si me han de matar, prefiero que sea con es-
copcta, pero no con puñal.» La sola representaciÓn
imaginaria de un puñal le hace temblar y gemir, do-
minado por una especie de fobia hacia dicha arma.
Hemos podido estudiar en este labriego las per-
turbaciones funcionales del miedo enfermizo. Cuan-
do se le anuncia que morirá de una puñalada,
acusa una especie de dcsfallecimiento, se pone

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- 137 -

pálido y demudado, el ritmo respiratorio se pertur-


ba, las pulsaciones aumentan a ciento cinco por
minuto, y dice, colocándose las manos sobre el
pecho, que siente una e angustia espantosa, como
si se le saliera el corazón,» Todo esto, acompa-
ñado de un temblor con calofrio que le «anda de
los pies a la cabeza.»
X. X. presenta el hecho curioso de que su es-
tado de angustia y de miedo se atenúa y aun
desaparece durante el día, pero apenas llegan las
primeras sombras de la tarde, el labriego, afligi-
do por el temor, huye y se oculta en alguno de
los rincones del manicomio. Es en este momento
cuando oye ruidos y voces extrañas que le per-
siguen y le atormentan con sus amenazas.
Diangóstico-Creemos que X. X. es un emoti-
vo que ha entrado en el período inicial de un de-
lirio de persecución, asociado a una obsesión fó-
bica.

OBSERVACiÓN III

X. X., de veintiocho años de edad, tempera-


mento nervioso; entre sus antecedentes heredita-
rios domina la diátesis artrítica.
Declara X. X. que ha sido de un carácter muy
impresionable y pesimista. Siempre ha desconfia-
do de sí mismo porque se cree un «decepciona-
do irremediable» ... , Dice que • penas secretas»
le han entenebrecido el porvenir de su vida, has-
ta el punto de considerarse un sér desgraciado,
atormentado por la «obsesión del suicidio .•

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- 138 -

Muchas veces se ha sentido atacado de acce-


sos de angustia, acompañados de ansiedad con
palpitaciones cardiacas, sensación de calofrIo, pa-
lidez de la cara y sudores profusos en todo el
cuerpo. Agrega X. X. que avanzada la noche se
despierta afligido por el presentimiento de un algo
doloroso que le pudiera ocurrir al día siguiente.
Entonces resuelve rec1uírse en su cuarto porque
teme que en la calle o aun dentro de su misma
casa le sorprenda un acontecimiento desgraciado.
En este estado dura varios días entregado a lu-
cubraclones pesimistas; abandona sus ocupacio-
nes habituales, «porque se siente "falto de ini-
ciativa" para entrar en actividad física y mental..
Sufre de cefaleas frecuentes, astenia muscular, dis-
pepsia, insomnio y constipación.
Diagnóstico-X. X. es un neurasténico cuya
emotividad morbosa se refleja en un estado de
panofobia con crisis de angustia y de abulia.

OBSERV ACION IV

X. X., de cuarenta años de edad, temperamen-


to nervioso. La diátesis artritica se ha manifesta-
do en su madre bajo la forma de accesos de
asma. Algunos de sus hermanos son neurasténicos.
Desde muy joven ha sufrido de una constipa-
ción rebelde a todo tratamiento. Actualmente pre-
senta la mayor parte de los síntomas de neuras-
tenia: sensación de fatiga acompañada de debili-
dad irritable; astenia y cefaleas; perturbaciones
digestivas; reflectividad exagerada. Acusa una pér-

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dida notable de la memoria. De carácter voluble
e irascible, se inquieta desesperadamente por co-
sas fútiles y contrariedades pasajeras. La emoti-
vidad morbosa de su temperamento, que flota
vaga y difusa, le hace temer y preocuparse de
todo y por nada, hasta reducirlo a un estado de
verdadera panofobia. En ocasiones, aquella emo-
tividad difusa se ha fijado en la fobia a los re-
lámpagos y truenos que le han obligado, en los
momentos de tempestad, a encerrarse en su habi-
tación y buscar refugio en los cobertores de su
lecho, aun cuando la tempestad, cuyos reflejos
haya advertido, se desarrolle a una lejana distan-
cia. En un tiempo creyó que estaba enfermo del
corazón, y fue tánta la inquietud motivada por
esa sola suposición, que llamó a todos los médi-
cos de la ciudad para que le examinaran las con-
tracciones cardlacas, pues su «estado de angustia»
no le dejaba un momento de tranquilidad. Luégo
que los médicos le aseguraron que no tenía nada
en el corazón, volvió a recuperar la calma, pero
siempre le aterra el solo pensamiento de contraer
una enfermedad cardíaca. Más tarde le ha atormen-
tado la congoja de morir antes de llegar a la más
avanzada vejez. Cuando por casualidad se infor-
ma que ha muerto alguna persona de menos de-
sesenta años de edad, cae en un estado de triste-
za y pesadumbre que le aflige durante varios dias.
Diagnóstico-X. X. es un neurasténico cuya
emotividad morbosa, difundida en un estado de
panofobia, se ha fijado sucesivamente en una se-
rie de obsesiones fóbicas, como la queimofobía, la
cardíofobia y la tanatojobia.

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- 140 -

OBSERVACIÓN V

El procesado Eulogio Parrado, oriundo del Dis-


trito de Quetame, Provincia del Oriente de Cun-
dinamarca; de treinta años de edad; sabe leer y
escribir incorrectamente; profesa la religión cató-
lica; casado, y jornalero de profesión.
Antecedentes hereditarios y familiares-Su pa-
-dre, según refiere el mismo Parrado, era de un
carácter irascible y violento; tomaba, con bastan-
te frecuencia, chicha y aguardiente. En el primer
matrimonio tuvo cuatro hijos; en el segundo, al-
canzó al número de once. Respecto a su madre,
el procesado no suministra datos de importancia.
Tiene actualmente una hermana que, desde hace
tres años, fue remitida, en estado de enajenación
mental, al manicomio de esta ciudad. Dicha her-
mana proviene del primer matrimonio, lo que per-
mite deducir que la tara nerviosa ha sido un le-
gado hereditario transmitido por vía paterna.
Antecedentes individuales-No podemos consig-
nar ningún dato acerca de la infancia, adolescen-
cia y pubertad de la vida de un labriego indige-
na, que creció espontáneamente a semejanza de
los otros seres silvestres que habitan la veredas
de nuestra altiplanicie. Nos basta anotar que en
Parrado todavía persiste la pristina rusticidad del
hombre primitivo.
La etnografía ha demostrado que la civilización
.de una época no se reparte de manera homogé-
nea en todas las zonas de un país, 10 cual signi-

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- 141 -
lica que los sentimientos, ideas y costumbres de'
la cultura moderna no se distribuyen igualmente
en las diversas partes de un agregado social, ni
la luz del progreso penetra con igual intensidad a
través de todas las capas humanas. Nada influye,
en los moradores indigenas de Runta o Queta~
me, su aproximación a los centros civilizados,
si, protegidos por la densa malla de atavismos an-
cestrales, continúan viviendo con los mismos hábi-
tos de la prehistórica familia chibcha.
La supervivencia de la barbarie primitiva se
manifiesta en esos pueblos indígenas, sobre todo
en las ideas supersticiosas, que les ha mantenido
la representación antropomorfista de un sér sobre-
natural. La práctica ritual de la antigua tribu, per-
siste en el culto a las sombras, el totemismo, lb
creencia en las virtudes de amuletos, la adivina-
ción y la brujeria, con todo su cortejo de agUeros,
y en la creación fantástica de un «espiritu ma-
ligno» que persigue a las criaturas humanas. En
tales agregados embrionarios es donde también
se observa que la apreciación moral de las actos
difiere por completo de la convenida en las so-
ciedades constituidas de acuerdo con los precep-
tos cristianos.
Hémonos informado que, por ejemplo, en esos
poblados de indigenas, el anciano o jefe de fami-
lia permite la práctica del amaño.
En virtud de esta costumbre, se tolera que el
hombre se amancebe previamente con su prome-
tida, para luégo resolver, por mutuo consentimien-
to, si les conviene contraer matrimonio. A esto se
agrega la promiscuidad de los sexos en el dor-

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- 142 -

mitorio de una misma familia, lo que, fomentando


~I incesto, relaja las bases del hogar doméstico.
Tal fue el deficiente medio social donde nadó
y se desarrolló la personalidad degenerada del
labriego Parrado, que representa el producto en-
fermizo de una raza abatida por el fanatismo y
la miseria, y envenenada por las endemias y el
alcoholismo. Fuera de estos defectos, el organis-
mo de Parrado sufrió, durante su adolescencia, va-
rias infecciones, como viruela, sarampión y palu-
dismo. Anotamos estos antecedentes patológicos
de naturaleza infecciosa, cuya influencia en la
constitucion de un degenerado es particularmente
nociva para el normal funcionamiento del sistema
nervioso. La región donde ha habitado Parrado
,es de un clima de veintidós grados, y sus habi-
tantes beben en exceso aguardiente y café, a usan-
za de los lIaneros.
Enfermedad actual-La enfermedad hereditaria
,de Parrado empezó a manifestarse durante el mes
de Octubre de mil novecientos nueve. Fue cuan-
do sintió, según él mismo refiere, una especie de
e angustia y de susto - porque habia ocultado al-

gunos pecados en la confesión sacramental, y te-


mía que por esta falta podria llevárselo el diablo.
En efecto, diz que a poco tiempo oyó unas voces
que le amenazaban .... En tan aflictíva situación
se encomendó a la Virgen, pero las súplicas fueron
inútiles, pues las voces le repetían: «entre más rue-
gue más rinde.- Declara el procesado que más tar-
de se le revelaron las sombras de sus padres en la
-forma de diablos. Luégo las voces le ordenaron
c que tenía que abandonar su casa.- Atormentado

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- 143 -
por la incesante persecución de esas voces, huyó a
esconderse en la soledad de un monte. Dos veces
se arrojó, con intención de ahogarse a las aguas
del riachuelo Contador impelido por la deses-
peración de esas voces que a cada momento le
obligaban a ejecutar aun actos peligrosos contra
sí mismo, tal como la herida que, por obedecer
a los ocultos mandatos, se hizo con un cuchillo
en el dedo meñique de su mano izquierda. Dice
que en varias ocasiones tuvo que resistir a la or-
den de las voces empeñadas en que se cortara un
brazo.
Cuando ya las voces se apaciguaron, Parrado
volvió a la casa donde residla en compañia de su
esposa Magdalena. Jamás tuvo quejas de su mujer;
al contrario, ambos vivían felices en asocio de sus
cinco hijos. No obstante, las voces mandan darle
unos foetazos, orden que inmediatamente cumplió
descargando una violenta azotaina sobre la ino-
cente mujer.
Las voces continúan ahuyentándole de la casa y
le obligan a refugiarse de nuevo en el monte,
donde permanece atormentado por la persecución
de sus invisibles enemigos. Aterrado por tan ince-
sante persecución, el infortunado labriego acude
personalmente a pedir protección al señor Alcalde
de Quetame, quien, de acuerdo con la familia de
Parrado, resolvió enviar a éste al manicomio de
Bogotá. Consta en el libro de registros de la Ofi-
cina Médico Legal que, con nota número 3,517, de
lecha 10 de Marzo de 1910, fue trasladado al ma-
nicomio el señor Eulogio Parrado, en calidad de
enfermo en observación.

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- 144 -

Parrado permaneció recluido en el manicomio


durante un mes, sin que su presencia atrajera la
atención de los circunstantes por ninguna palabra,
gesto o ademán que revelara la más leve pertur-
bacion mental. Confiados en la aparente actitud
apacible de Parrado, cuya locura no era una de
esas manías que se denuncian por la locuacidad
estrepitosa, ni por el desorden escandaloso en los
movimientos y actos, se creyó que no era un ena-
jenado, ni mucho menos un degenerado peligrosí-
simo por la naturaleza del delirio que había prin-
cipiado a trastornar la psiquis del futuro criminal.
No hubo la precaución de indagar siquiera cuáles
eran los antecedentes que habían justificado el en-
cierro de aquel labriego en las celdas de un mani-
comio. Quizá si se hubieran inquirido los ocultos
trastornos de la enfermiza personalidad psfquica
de Parra do, se habría encontrado, en el fondo de
su mente desequilibrada, el lúgubre fantasma de
esas voces que ya se habían apoderado de su vo-
luntad para reducirlo a la condición del autómata
que piensa y obra solicitado por el capricho de
una dirección extraña. Y una vez que se hubiem
descubierto la simiente del delirio que estaba ger-
minando en el terreno de aquel degenerado impul-
sivo, fácil habría sido entonces evitar la tragedia qUt~
conmovió de espanto a la tribu indígena de los al-
redores de Quetame, cuya supersticiosa ignorancia
ha forjado la leyenda de que algún espiritu maligno
hablase encarnado en la persona del hechicero Pa-
rrado .... Mas en tan peligroso estado se puso en
libertad a Eulogio Parrado. Cuando regresó a su
hogar, presintió en las conturbaciones de su psiquis

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EUL0610 PARRADO
Alienado criminal

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deficientealgO'·trjgico que fatalmente le habrla de
ocurrir en el curso de su enfermedad. En previsión
de llegar a cometer un atentado contra la vida de
alguno de su familia, Parrado intentó abandonar la
cabaña que daba abrigo a su esposa y a sus hijos,
y emigrar a otra región donde no hubiera voces que
le persiguieran con tan implacables amenazas. Co-
municado el plan del viaje a su esposa, ésta le rogó
que desistiera de tal aventura. El infeliz labriego,
por acceder a las súplicas de su mujer, continuó
viviendo en su rancho, dedicado al cultivo de la
labranza que le suministraba el sustento para su
familia.
A poco tiempo, refiere el procesado, «volvf a
oír voces en la cabeza.» Mientras trabajaba en
su huerto, percibió, en el canto de los pajaritos,
voces que le pronosticaban sufrimientos. Escuchó
llenó de miedo que los taches le decían: «Eulo-
gio va a sufrir-; luégo vio a unos copetones que
escondidos entre las ramas de un arbusto le can-
taban: "vendiste la chiva.»
La noche anterior al asesinato de su esposa,
oyó en el canto del gallo una voz que le gritaba:
«Mortecino de los diablos.- Agrega Parrado que
«entre los pajaritos habían unos que estaban en
su favor y otros en contra.» El lector entendido
en psiquiatría tendrá en cuenta este curioso epi-
sodio de las voces de los pajaritos, divldldos en
dos bandos, que sirve para establecer el diagnós-
tico de un delirio de persecución, en el ·caso de
Parrado.
Muchas veces, nos ha confesado Pareado, estu-
vo tentado a suicidarse, para librarse del tormen-
\O

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- 146 -
to de esas voces que no lo dejaban un momento
tranquilo.
El acto delictuoso-EI delirio de persecución,
que habia desatado la tormenta de sus alucina-
ciones auditivas sobre la inconsistente personali-
dad de un degenerado, culminó en la pavorosa
tragedia de los impulsos criminales. El dia 12 de
Agosto de 1911,a las cinco y media de la maña-
na, el citado Eulogio Parrado, según declaracio-
nes de testigos presenciales, se hallaba tan «jubi-
lado» que la noche anterior fue necesario impe-
dirle se saliera de la casa, pues intentaba arro-
jarse al rio. «Toda la noche, declara uno de los tes-
tigos, estuvo bregando por salir, pero el exponente
y Luis Gutiérrez se acostaron contra la puerta, tran-
cándola bien para impedir la salida al enfermo.»
A la madrugada de aquel dia, continúa el decla-
rante, «al ver la luz el mencionado Eulogio, dijo:
que vivan todos los diablos que se aclaró el día,
que toquen y bailen y les voy dando al primero, y
en ese momento se paró el exponente de donde
estaba sentado, e inmediatamente le tiró su tio
Eulogio un gaznatón y lo votó de la puerta para
afuera; al ver esto su tía Magdalena le dijo a él
" Ave Maria, por qué le pega," y entonces salió él
de para afuera y le pegó a ella. que estaba pa-
rada junto a la puerta, dos gaznatones.» En ese
momento la mujer huyó perseguida por Eulogio,
quien, «al pasar por el borde del corredor vio una
hacha que estaba en el corredor y la cogió en
la mano y dijo: ahora sí mato este diablo ya que
me repararon la hacha aqul en la mano.» Cuando
alcanzó a la víctima la ultimó a golpes de hacha en

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- 147 -
la cabeza y «una vez que la vio que no se movía
y que no se paraba, entonces empezó a bailar y a
gritar, y decía: que suba, que suba ¡carajo 1 si no
le doy más.»
Personalidad fisiopsiquica del de/incuente-Eu-
logio Parrado representa
en su conjunto un es-
pécimen de la raza indlgena, que habita todavía
en la altiplanicie de la antigua comarca chibcha
de Cundinamarca. Es de observar que el tipo ét-
nico de Parrado está bastante modificado por la
tara degenerativa que ha impreso la marca de sus
estigmas en las facciones de un impulsivo nato.
Tiene más o menos treinta años de edad. La en-
vergadura o brazada de ) metro 59 1'2 celltímetros
es mucho mayor que la longitud de la ta1\a, que
mide 1 metro 54 centímetros. Presenta una robus-
ta constitución orgánica, y la proporción de sus
formas está dotada de una euritmia morfológica
bastante correcta. El cráneo, revestido de pelo
negro y tupido, no presenta ostensibles deformi-
dades atávicas o patológicas. Su circunferencia
mide 57 1/2 centímetros. El diámetro antero-poste-
rior de 195 centimetros, y el transverso de "156
centímetros, suministran un índice cefálico=80 por
100, que corresponde, conforme á la clasificación
de Broca, a la forma mesaticéfala.
La cara presenta deformaciones de conjunto y
anomaHas de deta1\e que revelan una asimetría bas-
tante pronunciada. La frente deformada, los zigo-
mas arqueados y abultados; los ojos con ligero
estrabismo interno; la comisura bucal, irregular;
las orejas de lóbulo adherente; la bóveda palatina
visiblemente asimétrica; las mandíbulas gruesas y

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pesadas y la implantación transvecsa de los cani-


nos inferiores, son signos somáticos que consti-
tuyen los caracteres de una franca degeneración.
A primera vista, la recia masculinidad de Parrado
ofrece el aspecto descrito por el Maestro Lombro-
so en el criminal nato: macicez muscular muy des-
arrollada, facies caracterizado por la salida de los
zigomas, y pesantez de la mandibula.
Las funciones respiratoria, circulatoria y diges-
tiva no presentan perturbación en ningún sentido.
Los órganos sexuales, de normal desarrallo y con-
formación.
En el sistema nervioso existen perturbaciones
de la inervación vasomotriz, que se manifiestan se,-
bre todo bajo la influencia de sacudimientos emo-
tivos; los reflejos sensoriales, cutáneos, muscula-
lares y patelares un poco exagerados. La tonici-
dad de los estinteres es normal. La sensibilidad
al tacto, al dolor y a la temperatura, no parece
perturbada.
Durante los varios días que visité a Parrado
en su actual permanencia en el Asilo, procuré insi-
nuarme discretamente en la intimidad de su per..
sonalidad psicológica, hasta lograr infundirle la
confianza suficiente para estudiar en sus diversas
modalidades su defectuoso funcionamiento mentaL
El procesado Eulogio ofrece el aspecto del in-
dio que al través de una ingénita malicia se mues-
tra humilde, afable y sumiso. La viva animación
de su rostro, lejos de revelar el aire grotesco y
sombrío del criminal inveterado, atrae por la sim-
pática expresión del hombre rústico que confía
en la bondad de su protector. Sin embargo, la

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- 149 -

impresión que se conserva después de un tra-


to intimo con Parrado, es la que deja el hombre
que en su evolución individual ha permanecido
estacionario en el periodo primitivo, caracteriza-
do por una organización mental incompleta, de-
bida a la suspensión de desarrollo, que recuerda
la regresión atávica hacia el principio de una vida
enteramente instintiva.
La esfera de la inteligencia se halla en Parra-
do profundamente perturbada por los conceptos
delirantes e ideas falsas que encaminan a un pro-
ceso de persecución asociado a la exaltación
morbosa de un sentimiento mistico que ha dege-
nerado en superstición. De alll depende que el or-
den asociativo se resiente de falsedad en el jui-
cio y raciocinio; la imaginación está pervertida
por las alucinaciones auditívas, que en este en-
fermo constituyen el signo fundamental de su per-
turbación psicológica. En la esfera de los senti-
mientos también se nota una perversión morbosa
causada por el delirio, que ha falseado el motivo
de sus afectos. Me ha confesado que no le pro-
fesa a su hijo Ubaldino, de tres años de edad, el
mismo cariño que a sus otros hijos, porque las
voces le hablan mal de él y le han anunciado que
cuando éste crezca se transformará en diablo. No
seria para nosotros una sorpresa, que si Parrado
volvicse •.alJad? de su familia, en un acceso alu-
cinatorio matara a aquel hijo, como aconteció con
la eliminación de su esposa. Habiéndole exigido
que escribiera en un papel, ¿por qué Eulogio
Parrado mató á su mujer? en seguida cogió el
lápiz, y con la mayor impavidez escribió: «Eulo-

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- 150 -
gio Parrado mató a su mujer pro que sentí unas
bosez que me dijieron que ya eran todos diablos
que tenia que matar esa taya.»
Parrado no demuestra la más pequeña señal de
arrepentimiento, ni de pesar, ni de vergilenza, ni
siquiera de temor por el horroroso crimen que ha
cometido. «Eso tenía que suceder,» es la única
respuesta que da al preguntarle si no le pesa
haber matado a su mujer inocente de toda culpa.
«Eso tenía que suceder» es la frase fatalista que
abre los labios del individuo sometido a la fuer-
za mayor de una «voluntad ajena» que determina
la realización de actos automáticos.
La voz imperativa de una alucinación arrastró
a Parrado, con la fatalidad de la piedra que rue-
da en la pendiente de un precipicio, a triturar a
golpes de hacha la cabeza de su esposa, que en
ese instante aparecia a sus ojos transformada en
la figura diabólica de una taya ....
El dato de la autopsia está de acuerdo con lo
que nos ha declarado el procesado Eulogio, al
confesamos que fue con el ojo o lomo del hacha
que golpeó la cabeza de su mujer, tal como se
mata a una víbora o taya. En efecto, en el infor-
me que extendió el señor médico ofjcial de la Pro-
vincia de Oriente, sobre el resultado de la autop-
sia practicada en el cadáver de Magdalena Parra-
do, dice así: «del lado izquierdo la aponeurosis,
los músculos temporal, parietal y occipital macha-
cados y formando un putrílago con la masa cere-
bral y los fragmentos de los huesos del lado iz-
quierdo del cráneo.»

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- 151 -
Mas no se crea que en Parrado la sensibilidad
afectiva esté completamente abolida. En ocasio-
nes nos ha conmovido la suplicante actitud del
desdichado labriego que nos ha rogado le resca-
temos su libertad para cuidar de sus hijos, que
teme se hayan quedado abandonados. Me ha pro-
metido que si recupera su libertad está resuelto
a emigrar de Quetame para establecerse en otra
región donde las voces no lo persigan, y si acaso
éstas insistieran en la temida persecución, él re-
gresaría a tocar a las puertas del asilo, a fin de
favorecerse de la incitación impulsiva hacia otro
delito. Vana promesa, pues está demostrado que
Eulogio Parrado es un degenerado sometido a la
fuerza ciega de un delirio de persecución. La vo-
luntad inhibitoria está suprimida en el funciona-
miento de su personalidad psíquica, es decir, que
carece de autonomia en la dirección de sus reac-
ciones motoras, cuando éstas son desviadas por
la influencia de las alucinaciones auditivas que
han promovido una síntesis mental de base mor-
bosa. En una palabra, falta el acto voluntario,
que en este caso se encuentra sustituído por el
automatismo de un impulso consciente pero irresis-
tible, y por consiguiente, las acciones fortuitas y
ocasionales carecen de todo propósito racional.
El seis de Mayo pasado me dirigí al manico-
mio, en asocio de mi distinguido Profesor doctor
Gabriel Camargo, a fin de que me expusiera su
dictamen acerca del diagnóstico clínico que su-
ministrara la perturbación mental del procesado
Parrado. En efecto, el doctor Camargo anotó,
fuéra de algunos conceptos delirantes, los signos

CATALGGACION
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somáticos que confirman un caso de degeneración


hereditaria. Ocurrió que en el momento de despe-
dimos del enfermo, éste entró en un acceso d,~
cólera, y golpeando furioso sobre una mesa, se 1;~
oye exclamar: no permito que se manche la san-
gre de Cristal Y luégo agrega, entre otras pala-
bras incoherentes, que sus imaginarios enemigo:>
son «usureros y perros.»
Este nuevo dato nos afirmó en la idea de ca-
lificar a Parrado como a un impulsivo nato el
plena degeneración mental.
Conclusión médico-legal-De todo lo expuestJ
se deduce: que en este Eulogio Parrado hay un
delirio de persecución asociado a una exaltación
morbosa de misticismo religioso, todo lo cual
evoluciona en el terreno de un degenerado here-
ditario.
La función de defensa social, fundada en los
datos de la criminologia positiva, que con sobra
de argumentos ha refutado al criterio clásico im.-
pirado en tres nociones científicamente falsas, cua-
les son el libre albedrío, la responsabilidad y d
castigo, en vez de declarar irresponsable, confor-
me a la doctrina de tendencias medioevales qt;e
informa a nuestro deficiente y vetusto Código
Penal, al procesado Eulogio Parrado, debe orM-
nar la segregación ad vitam de este alienado cri-
minal, teniendo en cuenta solamente las exigencias
imprescindibles de la seguridad social. Se ha di-
cho que la ética es el cartabón de la conducta
individual en la lucha por la vida. Dicho concep-
to tiende a reflejarse en las ínstituciones jurídicas
modernas, que conciben la legislación penal, en

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- 153 -

el sentido de la garantta recíproca de los dere-


chos fundamentales del individuo en la lucha por
la existencia.
«El bién y el mál, la virtud y el vicio, la hon-
radez y el crimen,» dice un distinguido penalista
contemporáneo, «aplicados a la calificación de
un acto aislado o de una conducta permanente,
son conceptos efimeros, provisorios. La evolución
de los agregados sociales los deforma y subvier-
te cada vez que la utilidad colectiva lo exige,
cada vez que los intereses biológicos lo requie-
ren. La humanidad, considerada como grupo bio-
lógico, no tiene misión alguna que desempeñar
en el universo, como no la tienen los peces o la
mala hierba: esa falta de finalidad excluye la
existencia de principios morales aprioristas .•
De manera, pues, que al psiquiatra forense nada
debe preocuparle el convencionalismo de la res-
ponsabilidad moral que impone la pena, como
castigo, expiación o venganza; lo único que debe
preocuparle es averiguar, fundado en el punto de
vista de la responsabilidad social, si el alienado
delincuente podrá continuar-siendo un individuo
peligroso para la vida o los intereses del agre-
gado humano que reclama una eficaz protección.
Ceñidos á los principios de la escuela positi-
vista, terminamos la historia clínica del delin-
cuente Parrado con las siguientes conclusiones:
si el mencionado Eulogio Parrado mató a su mu-
jer dominado por el impulso irresistible de un de-
lirio alucinatorio de forma. paranoide, es irrespon-
sable ante la ley; pero también se advierte que
el delincuente es un degenerado hereditario con

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- 154 -

delirio mfstico y de persecución, y que, por tanto,


como medida de defensa social, se impone la re-
clusión a perpetuidad, en lugar conveniente y se-
guro, porque su libertad es en extremo peligrosa
para la vida de sus semejantes.

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Indice
Págs ..
~rt~a .. 1
Dedicatoria. 3
Dedicatoria. 5
Dedicatoria. 7
jurado de calificación. 9
Informe del Presidente de Tesis .. 11

CAPÍTULO I

TEORfA FISIOLÓGICA DE LAS EMOCIONES

La vida afectiva: pasiones, emociones, apetitos, ne-


cesidades, etc. etc.-Doctrina del dualismo me-
taflsico.- Teoría intelectualista.- Teoria sensua-
lista, o fisiológica, o períférica.-Ribot y Ser-
gi. -La emoción es una modalidad de la ce-
nestesia.-La vida pslquica está subordinada a
las condiciones biológicas. -Base de la ciencia
psicológica, formulada por Spinoza.-EI crítico
Irons y Descartes.-Morel, C. Lange, Wm. Ja-
mes, fundadores de la teona fisiológica de la
emoción. El apetito es la esencia misma del hom-
bre.-La sensibilidad y la inteligencia: prioridad
de la vida afectiva sobre la vida intelectua1.-La
estokinesis del Profesor Sergi.-Irritabilidad de
la materia orgánica.-Concepto fundamental de
Arturo Schopenhauer: la voluntad es el elemen-
to primario y esencial. Página 15.

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- 156 -

CONCEPTO SOMÁTICO DE LA EMOCiÓN

Definición de la emoción según Ribot.-La emo-


ción según WilIiam james.-Análísis de un es-
tado emocional.-Las emociones coarser y subtler
del Profesor james.-Génesis orgánica de am-
bas categorías de emociones.-Los sentimientos
morales, religiosos, estéticos e intelectuales de-
rivan su origen de las emociones animales o
inferiores.-La poesía, la música y la pintura.-
Sarah Bernhardt y la representación de Ham-
let.-Flaubert y Madame Bovary.-Un caso de
emoción intelectual en el filósofo Malebranche.-
El sentimiento religioso deriva del instinto de
conservación. Página 24.
PATOLoafA DE LA EMOCiÓN
Morel considera la obsesión como fenómeno de
base emotiva.-Westphal como a fenómeno de
base ideativa. -Caracteres de una emoción mor-
bosa. Diferencia entre emoción y pasión. La
obsesión es un estado morboso fundamental-
mente emotivo. Página 31.
CAPITULO Il
LAS OBSESIONES
Delirio emotivo de More1.-Caracteres psicopato-
lógicos de la obsesión.-Escuelas de Morel y
de Westpha1.-La panofobia o pantofobia.- Teo-
ría de Arnaud sobre el origen de la obsesión.-
Poder disolvente de la emoción sobre la per-
sonalidad humana. La abulia es una forma de
la emotividad morbosa. Página 34.
Caracteres clinicos de la obsesión.-Definición de
la obsesión.-Estado de obsesión.-Sintomas

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interparoxisticos.-Estado mental de los obse-
sionados: abulia, emotividad excesiva y escrú-
pulos.-Concepto de Remond sobre la neuréis-
tenia.-Signos somáticos de la obsesión.-Sin-
tomas del acceso o paroxismo.-Fenómeno de
angustia.-La evolución de las ideas regula la
evolución de los sentimientos.-Evoluci6n de la
tendencia sexual.-Caracteres de la idea obse-
sionante: involuntaria, automática, parásita, Irre-
sistible y discordante.-Desdoblamiento de la
personalidad. -La idea obsesionante es una idea
substituída. (Freud).-La obsesión por contras-
te.-Origen de la angustia en los obsesiona-
dos.-Alucinación del sentimiento.-Estado de
la conciencia en la obsesión. Página 41.
Obsesiones alucinatorias.-EI caso de Pascal.-
La alucinación obsesionante es una alucinación
representativa.-Naturaleza de la obsesión.-La
obsesión es un sintoma. Página 54.
Distinción entre la idea fija fisiológica y la idea
fija patológica.-Clasificación de las obsesio-
nes.-Obsesiones inhibitorias.-Obsesiones im-
pulsivas.-La mitomanía. Página 57.
CAPiTULO lI1
PSICOFlSIOLOotA DE LA VOLUNTAD

Doctrina tomista.-Doctrina psicofisiológica.-EI re-


f1ejo.-lnvestigaciones de Ramón y Caja1.-Ca-
ractcres anatómicos de la neurona. -Arco refle-
jo.-Concepto de Mathias Duval sobre el fun-
cionamiento de los centros reflejos.-Factores.
del reflejo: excitación, percepción y reacción.-
Invariabilidad y determinismo.-¿ Dónde está el
libre albedrio?-EI reflejo constituye la base de
la conciencia.-La personalidad es un agregado-

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de reflejos o de percepciones.-EI clásico enti-


mema de Renato Descartes.-La unidad del yo
no es un absoluto.-Principio fundamental de
la psicología de la voluntad.- Todo estado de
conciencia tiene siempre una tendencia a tra-
ducirse en un movimientO.-EI recién nacido es
un sér espina/.-Concepto de la idea motora.-
Fisiológicamente el acto voluntario es el re-
sultado de la organización nerviosa.-La volun-
tad es una reacción del individuo.-EI origen de
la voluntad está en la propiedad que tiene la
materia viva de reobrar.-Personalidad adqui-
rida, refleja, instintiva y automática.- Teoría de
Guyau sobre la educación.-La sugestión direc-
ta.-Argumentos en contra de esta teoría.-¿ Qué
es el carácter?- Teorías fisiológica y psicoló-
gica.-Divisiones de Bain, Fouillée y Ribot.-
La unidad y la estabilidad del carácter.-Los
caracteres oportunistas, amorfos e inestables;-
Clasificación de Ribot: sensitivos, activos, apá-
ticos.--Ineficacia de la educación sobre el ca-
rácter.-El hombre es bueno o malo, no por
reflexión sino por instinto.-Opinión de Garó-
falo sobre la influencia de la educación.-La
herencia y la civilización.-La influencia nega-
tiva de las religiones sobre la naturaleza primi-
tiva del sér humano. Página 60.

LA ABULIA

Toda idea de un acto es un movimiento que co-


mienza.-Abulia intelectual y abulia motora.-
Aprosexia.-Descripción de la abulia, por el
Profesor Guislain.-EI caso del escritor L. De
Quincey.-Los abúlicos apáticos, irresueltos y
emotivos. - Teoria del psicólogo Lapie, acerca

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de la abulia.-Refutación de f1anterior teorla.--'-
Teo. de P. Janet.- Teoría de Ribot.-EI fisió-
JogoMandsley y el filósofo Spinoza.-Las lIa-
'--madas ideas-fuerzas o directoras, según Fouillée.
Las potencias del alma ante la psicologla mo-
derna.-La soberanía del sentimiento. Página 77.
CAPITULO IV
ETIOLOOIA. EVOLUCIÓN y TRATAMIENTO
DE LAS OBSESIONES
La herencia.-Definición.-El fenómeno de la fe-
cundaciÓn.-Las leyes de la herencia.-Los mo-
dos de la herencia.-Herencia fisiológica: indi-
vid,ual, familiar, ancestral o atávica.-La ley de
Mendet.-Herencia psíquica.-Herencia nervio-
sa.-La familia neuropática.-Los degenerados.-
Clasificación de Morel y Magnan.-Los idiotas,
los imbéciles, los débiles y los degenerados su-
periores.-Las fronteras de la locura.-EI Ueber-
mensch niejzscheano.-Las mentiras convencio-
nales de la terapéutica.-La bacteriolog{a y la
cirugfa ante la diátesis hereditaria. Página 89.
Evoludón, pronóstico y tratamiento de los esta-
dos de obsesión. Página 127.

PSIQUIATRÍA
OBSERV ACIONES

Eulogio Parrado, alienado criminal.-Antecedentes


hereditarios y familiares.-Antecedentes indivi-
duates.-y. etnografía y ]a civilización.- Super-
vivenci,a de la barbarie primitiva.-La práctica
del amaffo.-La enfermedad hereditaria de Pa-
rrado.-c Las voces.,.-Parrado es recluido en
el manicomio.-EI futuro criminal es puesto en

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libertad.-EI canto de los pajaritos y las "vo~
ces.»-El acto delíctuoso.-Personallf1d lisio-"
pslquica del delincuente.-Antropología~'criminat
El impulsivo nato del maestro Lombroso.-4;EI
hombre retrasado.-Psiquis patológica de 'Pa~
rrado.-Conceptos delirantes e ide-as falsas.-La
imaginación y las alucinaciones auditivas.-Per~
versión morbosa de los sentimientos.-Insensi~
bilidad moral.-Sustitución del acto voluntario
por un impulso consciente pero irresistible.-
Conclusión médico-lega 1.-Tres nociones cier.tí-
ficamente falsas: el libre albedrío, la respolwa-
bilidad y el castigo.-La función de defensa BO-
cial.-La humanidad considerada como grupo
biológico.-La ética posilivista.-Segregación ad
vitam. Página 140..

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