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ALDO FERRER
Por estas razones, industrialización, gestión del conocimiento y desarrollo son sinónimos.
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tecnológicas. Puede decirse que cada país tiene la globalización que se merece. En América
Latina, conquistaron su independencia en los albores de la Revolución Industrial a principios
del siglo XIX. Sin embargo, desde entonces hasta ahora no lograron erradicar el atraso y
generar respuestas a los desafíos y las oportunidades de la globalización consistentes con su
propio desarrollo.
El Estado es un requisito esencial para poner en práctica las ideas del desarrollo nacional y la
vinculación soberana con el contexto externo. El Estado es un protagonista principal en el
desarrollo de los sistemas nacionales de ciencia y tecnología para promover la innovación y la
incorporación de los conocimientos importados en el propio acervo. La complejidad creciente
de la actividad económica amplió y diversificó la demanda tecnológica. La elevación de los
niveles educativos y la promoción de la ciencia y la tecnología fueron objetivos importantes en
la acción pública de los países exitosos, mientras el desarrollo multiplicaba los incentivos para
que el sector privado llevara a cabo sus propias actividades de investigación y desarrollo.
EL PROGRESO TECNICO
La irrupción del progreso técnico transformó las bases del poder y su despliegue en olas
relaciones internacionales. Hasta entonces, el poder de los países y su proyección externa
estaban determinados por su contenido tangible (la dimensión del territorio y la población bajo
control del mismo soberano). Luego, el progreso técnico, al principio basado en el armamento
y en la organización y el desplazamiento de las fuerzas por mar y tierra, incorporó una fuente
de poder intangible que resultó decisiva en la resolución de los conflictos internacionales.
Hace alrededor de quinientos años, los pueblos cristianos de Europa comenzaron a ampliar el
conocimiento científico. A partir de entonces, el dominio de la ciencia y la tecnología, junto con
la capacidad de gestionar ese conocimiento y aplicarlo a la producción y la organización social,
se constituyeron en el motor fundamental de la aceleración del desarrollo. La influencia de las
naciones en el orden mundial emergente pasó a depender de las fuentes intangibles del poder,
es decir, de su capacidad de innovar y gestionar el conocimiento.
Unos y otros, ya sea mediante intercambios entre entes soberanos o por vínculos de conquista
entre dominadores y vasallos, se relacionaban en los mismos niveles tecnológicos y de
productividad. De este modo, permanecía la misma distribución de los recursos disponibles.
Las relaciones internacionales eran irrelevantes desde la perspectiva del desarrollo económico.
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La situación cambió con la progresiva irrupción del progreso técnico y la capacidad de gestión
del conocimiento como determinantes del aumento de la productividad y del desarrollo
económico. La división del trabajo implícita en el comercio internacional comenzó a determinar
quién y qué producía, y por lo tanto, quién se apropiaba de las actividades portadoras del
progreso técnico y demandantes de niveles más sofisticados de capacidad de gestión.
La globalización, sus vínculos con el desarrollo económico y la irrupción del poder intangible
como un factor determinante de las relaciones internacionales surgieron a fines del s. XV.
Desde entonces y hasta la actualidad, los lazos de cada país con su contexto externo ejercen
una influencia decisiva en su capacidad de desarrollo.
La globalización y sus relaciones con el desarrollo surgen en el momento en que convergen dos
acontecimientos:
1. La formación del primer orden planetario con el descubrimiento del Nuevo Mundo y la
llegada de los navegantes portugueses a Oriente;
2. La ampliación de las fronteras del conocimiento y la progresiva aplicación de nuevas
tecnologías en la actividad económica y social.
Ambos hechos tuvieron lugar en el transcurso del s. XV, cuando confluyeron la ampliación de
las fronteras del conocimiento en los pueblos cristianos de Europa y las epopeyas de Cristóbal
Colón y Vasco da Gama. De tal modo, se constituyó por primera vez un sistema de relaciones
que vinculó a la totalidad de los espacios continentales, dentro del cual la ciencia y la
tecnología comenzaron a transformar la actividad económica, la organización social de los
espacios nacionales y sus relaciones recíprocas.
LA DENSIDAD NACIONAL
La historia del desarrollo de cada país y del mismo sistema global abarca el conjunto de
circunstancias, internas y externas, que prevalecen en cada espacio nacional y son
determinantes de su realización y ubicación en la economía mundial.
Los países exitosos cuentan con liderazgos empresarios y sociales que gestaron y ampliaron su
poder por medio de la acumulación fundada en el ahorro interno y la preservación del dominio
de la explotación de los recursos naturales y de las principales cadenas de agregación de valor.
En los países exitosos prevalecen reglas institucionales del juego político capaces de negociar
los conflictos inherentes a una sociedad en crecimiento y transformación. En las sociedades de
esos países predomina un sentido de pertenencia y de destino compartido.
La integración social contribuyó a formar liderazgos que acumularon poder dentro del propio
espacio nacional, conservando el dominio de las actividades principales e incorporando al
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LA HEGEMONIA ESROCENTRICA
Desde de la Antigüedad hasta los alrededores del s. xv las principales civilizaciones de Extremo
y Medio Oriente y Europa operaban con tecnología y capacidad de gestión comparables, es
decir, con el mismo stock de conocimientos y habilidades. China era en esa época la civilización
más avanzada. Sus logros incluían la imprenta de tipos móviles, la pólvora, la cerámica, la
fundición de hierro, las máquinas de hilar, el dominio de la hidráulica, la construcción de
navíos. La India era pionera en matemáticas y los sabios árabes eran depositarios de los
hallazgos científicos del mundo helénico. El stock de tecnologías disponibles no presentaba
mayores diferencias entre los pueblos cristianos de Europa Occidental y las grandes
civilizaciones de Medio y Extremo Oriente.
En el mismo escenario, los científicos y filósofos europeos – Bacon, Descartes, Kepler, Galilei,
Newton – fundaron el método científico en astronomía, matemáticas, física y medicina. Al
mismo tiempo, grandes pensadores políticos – Hobbes, Locke, Spinoza, Montesquieu –
buscaron y encontraron respuestas a los conflictos entre la fe y la ciencia, el ejercicio de la
soberanía y el derecho internacional, la secularización de poder, la representatividad y la
democracia, mientras tomaban nota de la diversidad cultural de las sociedades humanas
reveladas por la expansión de ultramar, la conquista y las relaciones de los pueblos cristianos
de Europa con civilizaciones remotas.
Los emergentes Estados nacionales fueron ganando aptitud para organizar el sistema y, en
particular, aplicar los avances en la tecnología militar las artes de navegación, necesarias para
la expansión de ultramar. El predominio militar y marítimo de las potencias atlánticas, a partir
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del s. XV, fue el resultado del progreso técnico y de la gestión del conocimiento disponible en
una actividad específica: la guerra.
La Revolución Industrial iniciada en Gran Bretaña a fines de s. VXIII y desplegada a los largo de
todo el s. XIX, hasta concluir en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), introdujo un nuevo y
gigantesco impulso al conocimiento científico y la tecnología. A partir de entonces tuvieron
lugar: el rápido aumento de la productividad, la transformación de las estructuras productivas y
la división del trabajo entre las sociedades y los países integrantes del sistema internacional.
Hasta mediados del s. XX Estados Unidos y las naciones industriales de Europa ejercieron el
monopolio de la generación de conocimiento científico y tecnologías, y su aplicación a los fines
del desarrollo económico. En el resto del mundo (Asia, África y América Latina), a excepción de
Japón, el avance de la ciencia fue muy escaso y el progreso técnico penetró selectivamente en
los sectores destinados a abastecer a los países industriales y las actividades conexas. Un
economista argentino, Raúl Prebisch, definió al sistema global en la década de 1940 como
modelo centro-periferia. El centro ejerció el dominio de las redes de la globalización en el
comercio internacional, las inversiones productivas, las corrientes financieras y la circulación de
la información y el conocimiento. Este estilo de relaciones internacionales agravó los factores
de atraso que, dentro de los países de la periferia, impidieron o limitaron el protagonismo del
conocimiento en su desarrollo económico.
El sistema económico mundial tal cual lo hemos conocido hasta fines del s. XX era un orden
organizado bajo la hegemonía de las naciones industriales de Occidente. En esos cinco siglos,
Occidente tuvo un monopolio casi absoluto de la ciencia, la tecnología y la capacidad de
gestión del conocimiento. Esto tuvo dos consecuencias principales. Por una parte, generó una
brecha de bienestar creciente entre las naciones occidentales desarrolladas y el resto del
planeta. Por la otra, los países avanzados extendieron su dominación a escala planetaria y
establecieron un orden mundial que privilegió sus intereses y contribuyó a reproducir las cusas
originarias de la brecha, es decir, a mantener al resto del mundo al margen de la capacidad de
gestionar el conocimiento. Uno de los vástagos europeos, el futuro Estados Unidos, se convirtió
en líder del avance científico y tecnológico, y su aplicación a la actividad económica y social,
mientras el resto del continente participó sólo parcialmente en el proceso de transformación.
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El primer país que rompió el monopolio del conocimiento de las naciones industriales de
Occidente fue Japón, a partir de la Restauración Meiji de fines del s. XIX. Después de su
derrota, a partir de 1945, registró un crecimiento vertiginoso hasta la década de 1970,
fundando en el desarrollo de las actividades industriales de frontera. Podo después otros dos
países asiáticos (Corea y Taiwán) y dos ciudades-Estado (Hong Kong y Singapur) desarrollaron
economías industriales avanzadas.
Estos países asiáticos, incluyendo Japón, generaron ventajas competitivas dinámicas fundadas
en el desarrollo de las industrias de tecnología avanzada, la educación, la capacitación científica
y técnica de sus recursos humanos, y el respaldo del protagonismo de sus empresas
nacionales, procesos todos sustentados por la intervención del Estado y las políticas públicas.
Esto fue posible porque esos países consolidaron su densidad nacional fundada en la cohesión
social, los liderazgos nacionales que retuvieron el dominio de los recursos y el proceso de
acumulación, la estabilidad institucional y las ideologías funcionales al desarrollo nacional.
La incorporación de China e India a la gestión del conocimiento está provocando la fractura del
dominio ejercido por las economías avanzadas occidentales. La consecuente transformación de
las redes de la globalización insinúa la apertura de un nuevo orden mundial. Estos hechos están
cerrando la brecha en los niveles de productividad y bienestar entre esos países y las
economías avanzadas de Occidente, pero subsiste y amplía la brecha con el resto de Asia,
Medio Oriente, América Latina y África.
Las escalas de la dimensión poblacional plantean una diferencia importante entre los países
asiáticos, por una parte, y China e India, por la otra. En los primeros fue posible, en plazos
históricos relativamente breves, la incorporación de la mayor parte de su población al proceso
de transformación y la elevación generalizada de los niveles de bienestar. En China e India, a
pesar de los avances recientes en ambos países, el principal problema es cómo incorporar
centenares de millones de seres humanos al desarrollo y evitar la ampliación de la brecha
entre los sectores productivos y humanos vinculados a la gestión del conocimiento y aquellos
que sobreviven dentro de las estructuras tradicionales.
El Atlántico Norte fue el espacio histórico dominante de la globalización desde sus orígenes. La
emergencia del espacio Asia Pacífico como un centro que comienza a compartir el liderazgo del
desarrollo en la economía mundial está transformando las redes de la globalización y el
comportamiento del sistema global.
El monopolio del conocimiento ejercido por las naciones occidentales avanzadas se reflejó en
su predominio absoluto en la producción industrial mundial. Por la misma razón, la
incorporación masiva de centenares de millones de personas del espacio Asia Pacífico a la
gestión del conocimiento se refleja, en primer lugar, en el acelerado desarrollo industrial en las
áreas que incorporan las tecnologías de frontera, como la microelectrónica, la informática y las
comunicaciones.
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Entre estos acontecimientos tuvieron lugar las diversas etapas de las relaciones de la
globalización, el desarrollo y la densidad nacional. A saber:
Primer Orden Mundial (1500-finales del s. XVIII): abarca desde el inicio de la expansión de
ultramar de las potencias atlánticas europeas hasta las vísperas de la Primera Revolución
Industrial. El acontecimiento más importante fue el descubrimiento y la conquista del Nuevo
Mundo, complementado con la apertura de la comunicación marítima de Europa con Extremo
Oriente. En esta etapa predominó el capitalismo mercantil. El período registra una influencia
todavía débil del progreso técnico en el aumento de la productividad, pero revela la creciente
capacidad de los pueblos cristianos más avanzados de Europa de crear y gestar el
conocimiento, incluso en las artes de la guerra y navegación. La etapa conforma los primeros
monopolios sobre ciencia, progreso técnico y gestión del conocimiento. Este se extendió hasta
finales del s. XX.
Segundo Orden Mundial (finales del s. XVIII-Primera Guerra Mundial, 1914-1918): incluye las
transformaciones extraordinarias desencadenadas por la Primera Revolución Industrial, bajo el
liderazgo inicial de la más avanzada de las potencias: Gran Bretaña. El progreso técnico fue el
principal factor determinante del aumento de la productividad, las ganancias y la acumulación
de capital. En Extremo Oriente surgía Japón como la primera potencia no occidental capaz de
gestionar el conocimiento e industrializarse. Desarrollo de la globalización y las corrientes
migratorias desde Europa que poblaron el Nuevo Mundo y Oceanía. La etapa incluye el período
del imperialismo, con el reparto de África y la creciente dominación de las grandes potencias
en Medio y Extremo Oriente. Las disputas en el espacio europeo y las rivalidades imperialistas
culminaron con el estallido de la Primera Guerra Mundial, que clausuró el Segundo Orden
Mundial.
Tercer Orden Mundial (1945-fines del s. XX): el rápido desarrollo de las tecnologías de la
información y la comunicación fundadas en la microelectrónica y el avance simultáneo en las
biotecnologías impulsaron el aumento de la productividad, una transformación profunda en las
cadenas de valor y la estructura productiva, e impusieron una complejidad creciente a la
gestión del conocimiento. A partir de la década de 1970, la sustitución del paradigma
keynesiano pro crecimiento y pleno empleo por el neoliberal promovió la desregulación
indiscriminada, funcional a la expansión de la especulación financiera. La economía de Estados
Unidos cumplió el papel hegemónico en todo el período.
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El Tercer Orden Mundial inaugurado al finalizar la Segunda Guerra Mundial fue el escenario de
la intensificación de la globalización de la economía internacional y dio lugar a inestabilidades
profundas en los equilibrios macroeconómicos del sistema mundial. Pero la crisis financiera de
2007 (iniciada por la insolvencia hipotecaria de Estados Unidos), con su profunda repercusión
en la economía real, refleja no sólo el descalabro de un mundo del dinero centrado en la
especulación financiera, sino también desequilibrios profundos en la economía central del
sistema, la estadounidense, fenómeno que, a su vez, resulta de las asimetrías en el proceso
ahorro-inversión en el mercado mundial.
LA ECONOMIA ESTADOSNIDENSE
La economía de Estados Unidos genera alrededor del 20% del producto mundial, es
protagonista principal del comercio internacional, las inversiones privadas directas y la
circulación de información; posee superioridad militar y además tiene el privilegio de que su
moneda nacional sea reconocida como el principal medio de pago internacional y de formación
de reservas en el resto del mundo.
A partir de 1945 y en el contexto de la Guerra Fría, Estados Unidos cumplió un papel decisivo
en la reconstrucción de las naciones que participaron en la Segunda Guerra Mundial. Los
déficits de pagos de esos países con Estados Unidos fueron cubiertos con programas
estadounidenses de ayuda (Plan Marshall) y medidas proteccionistas y de control de cambio de
los países deficitarios. Hacia finales de la década de 1950 la rápida recuperación de Europa y
Japón permitió la progresiva liberación del comercio y el abandono de las restricciones a los
pagos internacionales.
Sobre estas bases, a partir de la década de 1960, Estados Unidos pudo mantener y financiar en
su propia moneda un nivel de gasto que excede el ingreso generado por la producción nacional
de bienes y servicios más los ingresos por los capitales estadounidenses invertidos en el resto
del mundo. La economía estadounidense comenzó a generar crecientes déficits en su balance
comercial y en la cuenta corriente del balance de pagos. Las devaluaciones del dólar respecto
de las otras monedas principales no restablecieron el equilibrio perdido. La baja propensión al
ahorro de la población, las inversiones de filiales de empresas estadounidenses y el déficit
fiscal acrecentado por los compromisos militares en el exterior, agravados en situaciones de
guerra (Vietnam 66-72; Iraq y Afganistán actualmente), sostuvieron un enorme déficit a lo largo
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del tiempo. En definitiva, el país no se vio forzado a ajustar su gasto al ingreso debido a la
posición hegemónica de su moneda y su economía en el mercado mundial.
En la década de 1960 varios países cambiaron sus tenencias de dólares por las reservas de oro
estadounidenses. El 15 de agosto de 1971 el presidente Nixon suspendió las ventas oficiales de
oro. Ése fue el final del régimen de tipos de cambio con paridades fijas referidas al oro. En
diciembre del mismo año los gobiernos del Grupo de los Diez establecieron, en el Acuerdo del
Smithsonian, el nuevo régimen de paridades flotantes. No prosperaron iniciativas para sustituir
la creación de liquidez internacional en torno al patrón dólar por medios alternativos, no se
logró imponer un proceso de ajuste a la economía estadounidense. El sistema siguió así
funcionando con el déficit continuo de los pagos estadounidenses y la acumulación de dólares
en el resto del mundo.
¿Cómo se explica la disposición del resto del mundo a financiar el déficit de Estados Unidos,
absorbiendo papeles de deuda estadounidense y constituyendo reservas internacionales en
dólares? La respuesta radica en que el déficit estadounidense expande la demanda agregada e
impulsa la producción y la acumulación de capital del resto del mundo. Esto permitió sostener
la expansión de la economía mundial a pesar de que algunas de las economías más dinámicas
tengan una capacidad de ahorro que no es totalmente absorbida por la inversión si no fuera
por el déficit de Estados Unidos. Además, del ingreso en los mercados mundiales de bienes
producidos en economías emergentes de bajos costos y salarios contribuyó a moderar las
presiones inflacionarias en las economías avanzadas.
Los países superavitarios generan más ahorro del que pueden invertir en virtud de su demanda
interna. La brecha se expresa en el superávit de sus pagos internacionales. En contrapartida,
países atrasados que tienen necesidades, que demandarían inversiones masivas, no generan
ahorro suficiente para hacerles frente. La teoría suponía que el capital iría de los países ricos a
los países subdesarrollados, pero lo que sucedió en realidad fue que el dinero fue a la
economía más desarrollada del mundo y al casino planetario. Los países subdesarrollados no
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absorbieron los excedentes de ahorro, sino que las condiciones de inestabilidades de dichos
países provocaron la fuga de su propio ahorro interno, con el mismo destino.
El surgimiento del espacio Asia Pacífico, como un nuevo centro dinámico del desarrollo de la
economía mundial, está transformando el orden mundial en tres cuestiones principales.
Primero, la valorización de los recursos naturales y el consecuente aumento de los precio de los
alimentos y las materias primas; segundo, el surgimiento de un nuevo polo financiero
constituido por los grandes excedentes en los pagos internacionales de las principales
economías asiáticas; tercero, la incorporación de corporaciones transnacionales asiáticas a las
inversiones internacionales y la formación de cadenas de valor a escala global.
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El dilema que deben resolver Argentina y los países hermanos de América Latina es si el
impulso que actualmente vuelve a venir de afuera, por la valorización de los recursos naturales,
va a quedar, como en el pasado, en los límites de la producción primaria, la semi-
industrialización y las sociedades socialmente fragmentadas; o si, por el contrario, va a
constituir una plataforma para el desarrollo integrado y la formación de economías industriales
avanzadas.
El medio ambiente: es previsible un mayor énfasis en los llamados global commons, referidos a
la defensa del medio ambiente y la explotación de los recursos naturales. Es probable que las
preocupaciones ambientalistas lleven a los centros de poder mundial a proponer limitaciones
en el uso de los recursos naturales en los territorios de los países de la periferia. Al menos en el
futuro previsible no cabe esperar, del lado de las políticas ambientalistas, modificaciones
significativas al funcionamiento y reparto del poder y bienestar en la economía global.
América Latina: en América Latina, las organizaciones de los pueblos originarios el Nuevo
Mundo se desplomaron ante la presencia de los conquistadores. Sobre la población nativa
sobreviviente y sometida los europeos implantaron su propia presencia y, enseguida, otro
hecho extraordinario: la esclavitud de más de 10 millones de africanos destinados a la
producción de las minas y las plantaciones tropicales.
Para defenderse de las turbulencias externas, es preciso tener la casa en orden, es decir, operar
con sólidos equilibrios macroeconómicos en las finanzas públicas y en los pagos
internacionales. El desarrollo económico sigue siendo lo que siempre fue, es decir, la
construcción de cada sociedad, en su espacio nacional, de las sinergias esenciales para
desplegar su potencial de recursos, generando y asimilando el conocimiento disponible.
El desarrollo de América Latina y del resto del mundo sub-industrializado seguirá dependiendo
esencialmente de la calidad de las políticas nacionales y de estrategias de inserción
internacional compatibles con el despliegue de su capacidad de gestionar el conocimiento. La
densidad nacional de los países –vale decir, su cohesión social, los liderazgos nacionalistas, la
estabilidad institucional y el pensamiento crítico- seguirá siendo la condición básica para
desplegar políticas válidas en el orden global que emergerá después de la crisis.
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La conquista y la ocupación del territorio que sería el espacio de la futura República Argentina,
formó parte de la incorporación del Nuevo Mundo al primer sistema global creado por los
pueblos cristianos de Europa bajo el liderazgo inicial de España y Portugal. Poco después del
descubrimiento, se sumarían Francia, Gran Bretaña y Holanda. En ese Primer Orden Mundial (c.
1500-1800), los objetivos económicos iniciales de los conquistadores fueron explotar minas de
metales y piedras preciosas y las tierras aptas para cultivos tropicales, en primer lugar, el
azúcar. Éstos eran los productos que, con las especias provenientes de Oriente, constituían la
mayor parte del comercio internacional del mundo pre-industrial. En pleno auge del
mercantilismo, la disputa fue a muerte por el dominio del territorio y el control de las rutas
mercantiles, bajo regímenes monopólicos de las potencias coloniales.
En ese orden mundial, el actual territorio argentino fue absolutamente marginal, porque no
disponía de ninguno de los recursos buscados por los conquistadores. Los pueblos originarios
de este espacio no habían acumulado, como sucedía con las grandes civilizaciones de
Mesoamérica y del Imperio incaico, grandes riquezas de metales y piedras preciosas. Eran
etnias de un nivel civilizatorio inferior al de las grandes culturas precolombinas. Estas
características del actual territorio argentino darían lugar a su marginalidad dentro del Imperio
español en América, a tal punto que recién en 19776 se creó el Virreinato del Río de la Plata
(América se descubre en 1492) y se desvinculó a estos territorios de la tutela de Lima, cabecera
del Virreinato del Perú.
Por las mismas razones no existían producciones aptas para la explotación con mano de obra
esclava. De este modo, nunca se instaló en este espacio una economía esclavista. Esto marca
una diferencia radical respecto de la experiencia de otras regiones del Nuevo Mundo y,
consecuentemente, del poblamiento y las raíces étnicas de sus habitantes. Sin embargo, en la
magra demografía colonial los esclavos tuvieron una participación relativa significativa. A partir
de la segunda mitad del s. XIX (1850), el aluvión inmigratorio europeo redujo radicalmente el
componente afro de la población argentina. (Poca población –españoles ricos; negros
esclavos)- Inmigración Formaron la clase media.
Por esta suma de factores, durante todo el período colonial y aún después de la Independencia
hasta la presidencia de Nicolás Avellaneda, dos terceras partes del territorio continuaron
despobladas u ocupadas por los pueblos originarios.
En los primeros tiempos de la ocupación del actual territorio argentino el sometimiento de los
pueblos originarios y la concentración de la propiedad de la tierra configuraron un sistema
social basado en la desigualdad de la distribución de la riqueza y la subordinación de las
mayorías. Después de la Independencia los criollos de las clases altas (hijos) heredaron los
privilegios del sistema social de la colonia. Los conflictos políticos y militares, hasta la
Organización Nacional, reflejaron las disputas entre los grupos dominantes en los diversos
puntos poblados del territorio.
Desde fines del s. XVIII surgió en el hinterland (+ alta) del puerto de Bs. As., en la región
pampeana, un incipiente polo dinámico asociado a la producción y exportación de productos
de la ganadería -inicia esta actividad- (tasajo, cueros, luego lana). Comenzó así el conflicto
entre la provincia de Bs. As. (Asiento de las mejores tierras y con el control del puerto) y con la
Confederación Argentina de las provincias del interior.
Finalmente, las oligarquías provinciales se acomodaron al nuevo modus vivendi con el centro
hegemónico pampeano. Bartolomé Mitre, el caudillo bonaerense, fue electo presidente en
1862 y organizó el país bajo la Constitución Nacional de 1853.
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La globalización en el transcurso del Segundo Orden Mundial provocó un cambio radical en las
ideas económicas dominantes. El paradigma mercantilista, fundado en el monopolio, las
barreras al comercio y el control de las rutas mercantiles, fue sustituido por las ideas
innovadoras de los economistas y filósofos británicos. El librecambio apareció, entonces, como
la vía segura a la prosperidad mediante las ventajas comparativas y el uso eficiente de los
recursos a escala planetaria. Muy pronto la potencia hegemónica estableció el canon
ideológico por medio del cual potenciaba su predominio competitivo de base industrial y
establecía el modelo para la gestión del conocimiento a escala planetaria.
Esta revolución mundial, en los hechos y en las ideas, transformó radicalmente el contexto
externo de la nueva República Argentina. Hasta entonces estos territorios del extremo sur del
Nuevo Mundo eran considerados inútiles por la inexistencia de los recursos demandados en el
orden preindustrial. Todo cambió en pocas décadas, al promediar el s. XIX (1860). La
ampliación de la demanda de alimentos y materias primas en las emergentes naciones
industriales, la rebaja espectacular del costo de los fletes, las comunicaciones en tiempo real
convirtieron a Argentina en un importante punto de interés para el nuevo orden mundial. La
Revolución Industrial descubrió una nueva Argentina, importante productora y exportadora
potencial de lanas, cereales y carnes, e importadora de manufacturas y capitales.
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y ampliaron su posición hegemónica, con el control del recurso que sería la plataforma de un
rápido proceso de crecimiento y fuerte inserción del país en el orden mundial.
Este hecho marca una diferencia fundamental con el proceso de ampliación de la frontera y
poblamiento en Estados Unidos, Canadá y Australia, los cuales, hacia la misma época, se
integraron al mercado mundial como exportadores de alimentos y materias primas. En ellos,
los nuevos colonos fueron, en gran medida, los que expandieron la frontera y retuvieron el
dominio de la tierra. Se conformó, entonces, un sistema agrario con fuerte presencia de
medianos y pequeños productores, que contribuyeron a la construcción de la democracia
estadounidense, canadiense y australiana, y de una visión auto-centrada del desarrollo.
En Argentina, cuando llegaron las corrientes inmigratorias desde Europa, a partir de la segunda
mitad del s. XIX, las tierras más fértiles y cercanas al puerto tenían dueño. En consecuencia, por
falta de oportunidades de progreso, buena parte de los inmigrantes volvieron a sus países de
origen y otros se radicaron en los centros urbanos. La mayor parte de los inmigrantes europeos
que se afincaron en las zonas rurales no tuvo acceso a la propiedad de la tierra y se
convirtieron en peones y arrendatarios.
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Hacia 1914 se exportaba más del 50% de la producción primaria. A su vez, el capital extranjero
cumplió un papel decisivo en el financiamiento público y en las cadenas de valor. Mientras la
producción de las estancias y las chacras provenía de emprendedores locales, el transporte por
los ferrocarriles, el comercio internacional, la banca, los frigoríficos y gran parte de la
infraestructura de servicios públicos pertenecían a empresas extranjeras. Argentina fue en esa
época uno de los países más extranjerizados del mundo, como volvería a serlo en la década de
1990.
El Segundo Orden Mundial llegó a su culminación, dando lugar a un período de apenas tres
décadas (1914-1945), que abarcó la Primera y la Segunda Guerra Mundial, la efímera
recuperación de los años veinte, el costoso intento de Gran Bretaña de restablecer su
hegemonía volviendo al patrón oro y la paridad preguerra, las tensiones desatadas por el pago
de las reparaciones de guerra impuestas a Alemania, el surgimiento de regímenes totalitarios
en Rusia, Italia y Alemania y, en 1929, el descalabro de Wall Street y el inicio de la gran crisis
mundial de la década de 1930.
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial la euforia globalizadora del Segundo Orden Mundial
había sido sustituida por el comercio administrado, los acuerdos bilaterales, los controles de
cambio y el repliegue de cada país dentro de sus propias fronteras.
La gran crisis económica mundial de 1930 terminó de demoler las reglas del juego del sistema
global, incluyendo el patrón oro, el régimen multilateral de comercio y pagos y la fluidez en el
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La gran crisis de 1930 transformó radicalmente el contexto internacional dentro del cual se
había desarrollado la economía argentina. Los mercados mundiales de alimentos y materias
primas se desplomaron. Las corrientes de capitales cambiaron de dirección cuando los países
inversores comenzaron a rescatar sus colocaciones en el resto del mundo.
Bajo el liderazgo intelectual de Keynes, Gran Bretaña sustituyó el credo librecambista por la
intervención del Estado. En Estados Unidos, el New Deal del presidente Roosevelt abandonó el
canon liberal e instaló las políticas públicas en el centro del escenario político del país. Los
regímenes autoritarios en Alemania e Italia practicaban también un activo intervencionismo
del Estado. La Unión Soviética operaba con una economía totalmente estatizada y planificada,
que parecía provocar el milagro del crecimiento en un mundo en recesión.
Desde la crisis, Estados Unidos sustituyó a Gran Bretaña como centro ordenador del sistema.
Un país de gran dimensión, con una economía esencialmente auto-centrada y un gran
superávit comercial, sin disposición a ser prestamista de última instancia, no fue capaz de
asumir el liderazgo que, bajo el patrón oro y el libre comercio, había ejercido la vieja potencia
hegemónica.
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a sostener las bases del modelo anterior y dar lugar a un incipiente proceso industrial de
sustitución de importaciones, impulsado por la insuficiencia de la capacidad de pagos externa
para sostener los abastecimientos importados. La capacidad de mano de obra y de gestión
empresaria estaba disponible para abordar el rápido desarrollo de las industrias sencillas.
“livianas”, como la textil y la mecánica ligera.
La industria ganó participación en la generación del producto y del ingreso. El mercado interno
ganó posición como destino de la producción, mientras disminuía la participación de las
importaciones en el PBI.
El país comenzó a vivir más con los suyo, pero muy lejos aún de un sistema auto-centrado
realmente dinámico, con una inserción en el mundo simétrica y no subordinada. El despliegue
de la actividad económica en el territorio reforzó el centralismo en torno al puerto de Buenos
Aires y su zona de influencia. La industrialización promovió el desplazamiento de población
desde las zonas rurales hacia las ciudades. Al finalizar el período Argentina contaba con una
sociedad esencialmente urbana.
Entre 1929 y 1945 comenzó a abrirse la brecha en el ingreso per cápita de Argentina respecto
de Canadá y Australia. La escasez de abastecimientos de bienes de capital importados provocó,
en Argentina, la descapitalización en la infraestructura y restricciones al equipamiento
industrial. El rezago argentino respecto a Canadá y Australia se explica, principalmente, por la
debilidad relativa de su estructura productiva y, en definitiva, de su densidad nacional.
En 1943 otro golpe militar sustituyó al gobierno del régimen conservador. Éste dejó un
escenario de confrontación y desconfianza con la nueva potencia dominante: Estados Unidos.
EL PRIMER PERONISMO
En el seno del gobierno de facto instalado con el golpe de Estado del 4 de junio de 1943 surgió
un jefe que comprendió los reclamos populares contra la injusticia social, el fraude y la
subordinación a la potencia imperial. El coronel Juan Domingo Perón se hizo cargo de la
protesta. Desde la cartera laboral del gabinete puso en marcha diversas medidas de protección
al trabajador, en el marco de un discurso de contenido nacionalista y reivindicatorio del respeto
a la voluntad popular. El gobierno popular y legítimo de Perón adoptó prácticas
antidemocráticas que profundizaron la fractura entre sectores populares y, finalmente,
determinaron su caída en 1955.
El primer gobierno de Perón se inició recién concluida la Segunda Guerra Mundial; hacia la
misma época estalló la Guerra Fría. Al mismo tiempo comenzaban a desplegarse las nuevas
fuerzas de la globalización del orden mundial, con la expansión del comercio, las inversiones de
las corporaciones transnacionales y las corrientes financieras. El predominio de las políticas
públicas y del keynesianismo en las mayores economías coincidía con la progresiva
liberalización del comercio, las inversiones y las finanzas internacionales.
El Tercer Orden Mundial emergente al finalizar la guerra, era radicalmente distinto al Segundo y
al del paréntesis desglobalizador. En este último, tuvo lugar la transformación de la física
teórica, que culminó con el dominio del átomo y el descubrimiento de las propiedades
electromagnéticas de cristales imperfectos, fundamento de la revolución de la
microelectrónica e informática. Al final de la guerra, 1945, se abrieron nuevos y más profundos
cauces a la globalización de las relaciones internacionales.
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El comercio internacional duplicó la tasa de crecimiento del PBI mundial, las manufacturas
portadoras de las nuevas tecnologías desplazaron a los productos primarios como líderes de los
intercambios, las empresas transnacionales se desarrollaron a un ritmo mucho más acelerado
que la economía real, sobre la base de la especulación en los mercados de dinero.
El primer peronismo, para sustentar el cambio y la inclusión social sobre bases sólidas de largo
plazo, era necesario expandir las exportaciones de productos primarios y manufacturas,
superando los límites del modelo primario exportador, pero también las bases iniciales de la
industrialización sustitutiva de importaciones. La nueva etapa reclamaba una estrategia de
desarrollo nacional para gestionar el conocimiento sobre la base de una estructura industrial
integrada y abierta, complementada con una avanzada cadena agroindustrial.
Fue en este escenario complejo, interno y mundial donde se desplegó la densidad nacional en
el período. Su avance fue notable en el plano de la inclusión social. El fortalecimiento de los
sindicatos, el aumento del empleo y los salarios reales, derivados del proceso de
industrialización, contribuyeron a reparar agravios del pasado. Desde el mismo gobierno se
impulsaron políticas de transformación productiva con ambiciosos programas en la frontera
tecnológica, como el desarrollo nuclear y la industria aeronáutica. Los nuevos grupos de
industriales y el propio sindicalismo proporcionaron liderazgos asociados al proceso de
transformación productiva y al abandono de la subordinación a la vieja potencia hegemónica.
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El acceso al crédito externo resultó un paliativo que, más tarde, a partir de 1976, concluyó por
instalar la deuda externa como otro factor estructural del desequilibrio de los pagos
internacionales. Con la crisis de 1952, el gobierno intentó recomponer su relación con el sector
agropecuario, que había soportado la crisis mundial, la guerra y el manejo en su contra de los
precios relativos. Ni entonces, ni ahora, ni nunca pueden construirse procesos profundos de
transformación y de acumulación, de largo plazo, sobre la base del desorden y la dependencia
del financiamiento externo.
Revolución cubana: su triunfo, a fines de 1958, tuvo una enorme repercusión en América
Latina. Abrió la expectativa del cambio social por la vía armada en sectores contestatarios del
orden establecido. La relación establecida entre La Habana y la entonces Unión Soviética
convirtió a la región en un espacio privilegiado de la Guerra Fría, la cual no tenía nada que ver
con los problemas reales del desarrollo económico y social de nuestros países. El resultado de
la amenaza revolucionaria fue el triunfo de la alianza de los sectores conservadores con los
establishments militares, fundad en la “doctrina de la seguridad nacional” y respaldada por
Estados Unidos.
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Sin embargo, el regreso de Perón al poder en 1973, en el marco de la violencia desatada por los
terrorismos de izquierda y de derecha, impuso nuevos desafíos que el caudillo y sus sucesores
no pudieron resolver. Comenzó entonces otra historia. El país, que en ese momento contaba
con una población cercana a los 30 millones de habitantes y había dado pruebas de un
respetable nivel cultural y de una capacidad de gestionar conocimientos de frontera, inició un
período trágico de su existencia política y la peor etapa de su desempeño en todos los planos.
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