Preámbulo Desafiantes Nuevamente. Los Pueblos Indígenas y la Seguridad en Latinoamérica
(Vía: Instituto Nacional Para Estudios Estratégicos, Universidad Nacional
de Defensa)
Desde la Conquista, las comunidades indígenas a lo largo del
continente americano han tolerado en forma asombrosa una multitud de imposiciones e indignidades.1 Ocasionalmente esa tolerancia ha sido interrumpida por ciclos de rebelión y represión. Los enfrentamientos violentos entre organizaciones indígenas y el estado en los últimos dos años indican una creciente frustración en los pueblos indígenas que intentan formular sus reclamaciones políticas. Altercados importantes han ocurrido en México, Ecuador, y Bolivia, con enfrentamientos de menor escala que llegan a ser un suceso regular conforme las comunidades indias se hacen cada vez más desafiantes a la autoridad estatal como resultado de las repetidas violaciones de los derechos territoriales y humanos de los indígenas. Mientras que en algunos países esos grupos han logrado conseguir reconocimiento y protección mediante reformas legales y constitucionales, los indios en general, continúan siendo desproporcionadamente los más pobres de los pobres, y victimas corrientes de abusos de derechos humanos. En la política de cada país de las Américas se refleja una carencia crónica de adecuada representación. En tres artículos trataré de explorar el complicado vínculo entre los asuntos de seguridad que los gobiernos de América Latina y las comunidades indígenas de la región encaran al final del siglo XX. Un mejor entendimiento de la materia de seguridad desde la perspectiva de comunidades indígenas debería permitirnos estimar con más exactitud cómo las políticas nacionales juegan un papel que puede agravar o ayudar en la resolución del conflicto interétnico en América Latina. No obstante que los contextos nacionales de las relaciones indígenas-estatales difiere notablemente en la extensión del hemisferio, llama la atención que los puntos pertinentes a la seguridad nacional son en gran manera similares — el mantenimiento de fronteras internacionales, erradicación e interdicción de estupefacientes y drogas ilícitas, movimientos rebeldes armados, y refrenar el desasosiego rural. Los gobiernos nacionales, fuerzas armadas estatales, y pueblos indígenas, sin embargo, todos tienen concepciones diferentes del significado de “seguridad nacional”. Los gobiernos tienden a ver la seguridad desde el punto de vista de la soberanía: proteger la integridad de los linderos internacionales, retener el conflicto social manifestado en la violencia rural o alborotos urbanos, monopolizando los medios de fuerza legítima, protegiendo recursos naturales, y alentando el avance económico. La milicia en Iberoamérica tiende a ver la seguridad como una misión para defender a la nación de los ataques externos o de la subversión interna. Así la relación entre los pueblos indígenas y los militares cambia, dependiendo de la definición militar de la misión de seguridad, que puede incluir la eliminación de la subversión interna, mantener la seguridad pública, o el fomento del crecimiento económico. Los pueblos indígenas, sin embargo, se consideran a sí mismos como naciones, y su concepción de seguridad nacional se conecta íntimamente a su supervivencia como naciones. Así, además de la seguridad física — protección contra la violencia y coacción — los pueblos indígenas pugnan para proteger su seguridad cultural, que es su medio para conservar la nación indígena como una entidad social, territorial, y política. El punto de seguridad más importante no es solamente retener las tierras que ellos han dominado por generaciones, pero también el derecho de regirlas como bienes comunales. La tierra no es meramente un recurso económico para los pueblos indígenas (aunque para la mayoría de los indios quienes a duras penas sobreviven cultivándolas, es un asunto vital de supervivencia), la tierra es también la garantía material, de gobierno autóctono y autonomía. Da la base para la rearticulación de la comunidad indígena como una organización social — el medio a través del cual los pueblos nativos pasan su cultura y su identidad a sus descendientes. Las amenazas directas a la posesión o incursiones en sus tierras por aquellos a quienes consideran forasteros, siempre han sido rechazadas por un despliegue de fuerza, y muchas veces han llevado a enfrentamientos violentos en los que los indígenas por lo general sufren el mayor número de bajas. En aquellas ocasiones raras cuando los indios han formado organizaciones armadas, casi siempre lo han hecho para defenderse contra los intentos violentos de expulsarlos de sus tierras solariegas, o para protestar los intentos del gobierno de disolver derechos territoriales indios protegidos por la ley. Para comprender el asunto de la tierra es necesario, por lo tanto, contemplarlo desde la óptica de los pueblos indígenas, quienes cada vez más se proyectan por sí mismos en el ámbito internacional como naciones o nacionalidades, reclamando para sus pueblos el derecho de autodeterminación y autonomía bajo la ley internacional. Las nociones antiguas de que las comunidades indígenas eran herramientas de manipulación por la elite, objetos de política estatal, o barreras a la integración nacional y el desarrollo económico, son cuestionadas por la alta complejidad, refinamiento, y autonomía de los movimientos indígenas. Entender las aspiraciones indígenas, sus valores, y tradiciones es necesario para comprender como la etnia y el cambio político podrían funcionar en forma recíproca durante la próxima década; así como, hasta donde podría llegar el conflicto interétnico que se manifieste en un enfrentamiento violento. Es también importante distinguir entre las diversas tendencias políticas dentro de los mismos movimientos indígenas. Por ejemplo, el campesino — basado en la tradición de las diversas organizaciones y comunidades indígenas de México (arraigadas en la revolución social transformativa de ese país), es diferente de la pan-Mayanista de la intelectualidad indígena de Guatemala, que recibe su energía de la revitalización de las lenguas Mayas. De igual importancia es entender como las diferencias en ideología han dividido a las comunidades indígenas en la mayoría de los países del hemisferio. Otro factor que tiene que ver con el asunto es la definición exacta de “movimientos indígenas”. Tales movimientos continuamente cambian su estructura conforme fluctúan sus miembros (centrados en clases o etnocéntricos), sus metas políticas cambian (“conciencia” simbólica o legislación específica), o su táctica varía (basadas en actividades sindicalistas o alianzas sociales amplias). Los pueblos indígenas permanecen demasiado diversos. La protección de territorio indio, el idioma, la cultura, y la autonomía es un “asunto de seguridad” común a todos los pueblos indígenas de las Américas, originados por siglos de gran marginación. Sin embargo, hay problemas adicionales que han salido a flote en el pasado decenio como resultado de políticas de seguridad que no reflejan totalmente las complejas relaciones a nivel local entre los pueblos indígenas, los militares, las guerrillas, los traficantes de drogas, y las elites económicas. Los artículos que aquí publicaré tienen como punto de vista central tres asuntos importantes: Las contradicciones entre las políticas y metas de seguridad nacional en la América Latina contemporánea y las consecuencias de esas políticas para las relaciones cívico-militares. El brote de movimientos indígenas en Brasil y Colombia, donde activistas indígenas y sus defensores han sido capaces de conseguir reformas constitucionales impresionantes, a pesar de que su representación demográfica es minúscula. Un conflicto indígena-estatal que ha recibido mucha atención pero que permanece muy poco entendido — la sublevación armada en México en Enero 1994 por un grupo autodenominado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Se pueden sacar tres conclusiones importantes de estos ensayos:
Primero, con respecto a las “cuestiones tradicionales de seguridad” (protección de fronteras, control y desmantelamiento de guerrillas, y la pelea contra narcotráfico), los gobiernos cuyos policías y fuerzas militares, trabajan con las comunidades y organizaciones indígenas para resolver estos problemas tienen menor probabilidad de infringir los derechos humanos de los pueblos indígenas. También, tienen una mayor probabilidad de resolver los problemas a la mano. Por ejemplo, en Perú los militares no comenzaron su progreso contra el Sendero Luminoso hasta que se dieron cuenta que los campesinos peruanos tenían tanto interés como ellos en desarraigar la guerrilla. Una vez que unieron fuerzas, progresaron. Segundo, como trataré de hacer ver en el segundo y el tercer artículo que aparecerán en numeros subsiguientes, respecto a Colombia y Brasil, y México, el incremento en la movilización política indígena en la década de 1970, puede encontrar su origen en la presión creciente sobre las tierras indígenas durante ese período. En Colombia y Brasil, se puede encontrar el origen de esta intensificación a los esfuerzos para eliminar regímenes legales que protegían las tierras comunales y otros derechos étnicos especiales. Los indígenas probablemente también se movilicen alrededor de asuntos que complementen su actividad en la agenda internacional o nacional — la reforma constitucional, la protección del ambiente — y para buscar apoyo de aquellas organizaciones internacionales que comparten sus inquietudes. Tercero, el punto central más importante para el cambio es la resolución de derechos indígenas sobre la tenencia de tierras. La mayoría, si no todos los brotes de hostilidad han resultado de las incursiones en las tierras de los indígenas, que para ellos es la base de su estabilidad y supervivencia económica y cultural. Trabajar para resolver este problema fomentará estabilidad económica para los grupos indígenas, resultará en estabilidad política y seguridad nacional.
¿Cuál será el futuro para la política indígena? En el decenio de 1980 y
temprano en el decenio de 1990, los asuntos ambientales eran el foco de atención internacional. Los indios en América Latina hicieron sus más convincentes apelaciones públicas como protectores del ambiente. Conforme entramos en el Siglo XXI, los indios probablemente aumentarán su ya fuerte presencia en el esfuerzo internacional para codificar y proteger los derechos nacionales de las minorías étnicas mediante la ley internacional y los innovadores experimentos nacionales para compartir el poder y la autonomía regional. Los instrumentos internacionales que protegen los derechos de los pueblos indígenas están recibiendo consideración por ambas las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos. El poder de los movimientos indígenas para forzar concesiones del gobierno y atraer la atención de los políticos y los medios de comunicación pueden haber llegado a su cúspide, como sucedió con el Quingentésimo Aniversario y la cumbre ambiental de Río, que ya pasaron de la atención pública. El volumen demográfico, sin embargo, mantendrá los movimientos indígenas en América Latina en la agenda política y de seguridad, conforme el crecimiento relativo de la población que se autoidentifica indígena, supera constantemente el del resto de la población. La influencia y presencia de líderes indígenas fogueados y experimentados, y sus defensores en las organizaciones internacionales continuarán jugando un papel importante en el crecimiento internacional, el comercio, y la política ambiental. La solución para cada grupo indígena será diferente, la mejor estrategia para cada caso depende de la historia de las relaciones interétincas en cada país (y dentro de las regiones de cada país), así como también la factibilidad de un enfoque de cooperación versus uno de confrontación. Notas 1. Los términos “Indio,” “Amerindio” y “la gente indígena(s)” se usan en forma intercambiable cuando me refiero a esa gente y las comunidades definidas por la Subcomisión sobre la Prevención de Discriminación y Protección de Minorías de las Naciones Unidas, definición como se indica a continuación: Las comunidades indígenas, gentes y pueblos son aquellas que, tienen una continuidad histórica con preinvasión y sociedades precoloniales que se desenvolvieron en sus territorios, se consideran a sí mismos distintos de los otros sectores de las sociedades que ahora predominan en esos territorios, o partes de ellos. Forman en la actualidad sectores no dominantes de la sociedad y tienen la determinación de conservar, desenvolver, y transmitir a futuras generaciones sus territorios solariegos, y su identidad étnica, como la base de su existencia continua como pueblos, según sus propios modelos culturales, instituciones sociales y sistemas legales. Estudio del Problema de Discriminación Contra Poblaciones Indígenas, Naciones Unidas, Documento E / Cn.4 / Sub.2 / 1986 / 7Add.4, para.379 (1968).
Las poblaciones indígenas y la política de
seguiridad en América Latina
EL CICLO DE REBELIONES indias y la represión gubernamental que
caracterizó los primeros siglos de contacto entre los pueblos europeos y los amerindios aún no pueden asentarse en los libros de historia. El brote de un movimiento armado al sur de México, que constaba principalmente de indios Mayas destituidos, al igual que demostraciones de resistencia más pequeñas en Brasil, Ecuador y otros lugares manifiesta elocuentemente este hecho. Mientras que la mayoría de los conflictos entre los aproximadamente 40 millones de personas que componen los pueblos indígenas en América Latina y las sociedades en las que viven se llevan a cabo en el terreno político, los temas de la seguridad continúan generando conflictos violentos entre los distintos grupos étnicos.1 Desde los tiempos de la conquista, los intereses de las comunidades indígenas han estado en conflicto con las políticas de seguridad de los gobiernos nacionales. Estos incluyen una dimensión destinada explícitamente a controlar las tendencias autónomas de las comunidades indígenas, reprimir la organización política de los indios y borrar la identidad independiente de las naciones indias. Las relaciones entre las poblaciones indígenas de América Latina y el estado siempre han sido militarizadas. Los conquistadores europeos avasallaron los pueblos con armamento superior y mantuvieron el dominio mediante la fuerza sobre las poblaciones indígenas rebeldes de las colonias españolas y portuguesas de los centros administrativos establecidos en los virreinatos y las audiencias. Después de la independencia, los nuevos estados permanecieron centralizados, con la mayor parte del gobierno ubicado en la ciudad capital y algunos centros comerciales provinciales importantes. Para ese entonces, la mayoría de las poblaciones indígenas habían huido o habían sido forzadas a trasladarse a lugares más remotos en el país, tales como las selvas inexploradas, las montañas más altas y a lo largo de las fronteras de las naciones que recién surgían. Las fronteras constituían los lugares preferidos ya que representaban la distancia más larga entre el poder centralizado de los estados contiguos y por lo tanto la zona de poder estatal más débil. Hasta hace poco, estas remotas regiones de poblaciones indígenas eran regidas por dos instituciones: la Iglesia Católica, la cual en muchos países había sido encomendada con la tarea de cuidar a los indígenas física y espiritualmente; y los militares quienes estaban a cargo de mantener la tranquilidad en los pueblos indígenas, proyectando el poder del estado y patrullando las fronteras disputadas. Las zonas de valor comercial agrícola eran gobernadas por las grandes clases de terratenientes, quienes gozaban del respaldo de los militares cuando era necesario. A mediados del Siglo XX, habían surgido pocos cambios en las regiones indígenas de América Latina. Desde los altiplanos del Perú y Guatemala hasta Brasil, donde el concepto del estado permanecía una idea distante para los indígenas, los militares representaban el poder estatal. En la cuenca del Amazonas la presencia militar aumentó, particularmente a lo largo de las fronteras, bajo los regímenes de seguridad nacional de los años 60 y los 70 cuando los gobiernos militares de los países amazónicos, especialmente en Brasil, enviaron tropas para defender y patrullar sus fronteras. Cada uno exhortaba el establecimiento de los colonizadores en la vecindad para legalizar los reclamos territoriales. Conflictos entre las fronteras y la lucha por los recursos naturales Antes del 26 de enero de 1995, hubiese sido difícil convencer, incluso a los expertos en la región, sobre la seriedad de los conflictos fronterizos en América Latina. El machismo, el hipernacionalismo, la paranoia e incluso las oportunidades para llevar a cabo negocios ilícitos, son excusas que a menudo se utilizan para explicar las políticas que amontonan tropas a lo largo de las fronteras para defenderlas de amenazas aparentemente imaginarias. Cuando estalló la guerra entre el Perú y Ecuador, la inverosímil posibilidad de una guerra entre países latinoamericanos ese día se convirtió en realidad, especialmente para las decenas de miles amerindios que vivían en aldeas a ambos lados de la frontera, quienes soportaron el impacto de meses de ataques por parte de los militares. Tan pronto se dieron los primeros disparos, los líderes nacionales indios de ambos países apelaron tanto a los gobiernos combatientes como a la comunidad internacional a fin de que cesara la lucha, la cual había dado como resultado el bombardeo a varias comunidades Shuar y la evacuación de la zona de más de 8,000 Shuar. Entretanto, los líderes locales de ese grupo étnico lucharon entre sí desde ambos lados de la frontera. 2 Ambos ejércitos usaron exploradores indios para navegar el terreno prohibido en el teatro del conflicto; la BBC informó que el Ejército peruano empleó a los indígenas para barrer las minas y así penetrar los fuertes fronterizos (en territorio indio) que habían minado los ecuatorianos. A mediados de febrero, organizaciones indígenas y del medio ambiente hicieron un llamado para que se designara un territorio protegido binacional en la zona afectada y para donaciones de alimentos y medicamentos para los refugiados indígenas.3 Las bajas sufridas por las comunidades indígenas fronterizas en el Perú y el Ecuador se repetirían si ocurriesen hostilidades en otras fronteras de importancia militar. Las disputas aún permanecen sin resolverse entre Guyana y Venezuela, quienes reclaman 50,000 millas cuadradas de bosques tropicales, y en el lado oeste de Venezuela donde a menudo surgen disputas con Colombia sobre el uso del Golfo de Venezuela y las islas Los Monjes. Las tropas venezolanas también patrullan la zona del Arauca para evitar que las drogas y las guerrillas se infiltren desde la frontera con Colombia, especialmente desde el 26 de febrero de 1995, cuando de 120 a 150 guerrilleros colombianos asesinaron ocho soldados venezolanos e hirieron a otros tres durante una redada en el cruce de la frontera para robar armas. 4 Como resultado de ello, tanto los militares colombianos como los venezolanos han incrementado su presencia en la frontera. La defensa agresiva a lo largo de la frontera ha conducido a la violencia en contra de los indios a quienes se les confunde con las guerrillas y las quejas de acoso por parte de los indios durante sus visitas a familiares al cruzar la frontera. A pesar de que no conllevará a una acción armada en el futuro cercano, el reclamo de Bolivia de una desembocadura en el Pacífico en la región de Antofagasta aún constituye un asunto político acalorado, especialmente en Bolivia. La ocupación de la región disputada por los militares ecuatorianos después del acuerdo de 1942 sobre el conflicto fronterizo con Perú, dio lugar a que a principios de los años 70 los militares descubrieran petróleo en el Amazonas. El control de este recurso, una fuente clave de divisas para un país tan adeudado, cayó en manos de las fuerzas armadas. En la actualidad, militares ecuatorianos retirados son dueños de grandes extensiones de terreno en el Amazonas y se han beneficiado de la producción del petróleo y la rápida colonización fomentada por el gobierno en los años 80. Por lo tanto, la explotación en el Ecuador de los recursos naturales para fines de desarrollo nacional, y para el enriquecimiento de los militares en calidad de institución, ha sido una razón importante para la militarización de las zonas pobladas por indígenas, y que en la actualidad se consideran ricas en recursos naturales (especialmente los minerales). Por mucho tiempo, Brasil ha mantenido una fuerte presencia militar en el Amazonas para proteger sus fronteras y controlar la explotación de sus recursos minerales y la madera. La primera agencia gubernamental brasileña a cargo de los asuntos indígenas fue creada en 1906 bajo la dirección de los militares, y se mantuvo a cargo de la política indígena hasta que la dictadura militar creó en 1967 la Fundación Nacional del Indio (FUNAI).5 Desde finales del gobierno militar en 1985, el gobierno ha fomentado la colonización y el desarrollo del Amazonas a fin de aliviar las presiones económicas y sociales en el sur y el deprimido noroeste, a fin de explotar los vastos recursos de la región y patrullar sus fronteras norteñas. Los militares han estado a la defensiva con respecto al control del Amazonas y de sus recursos. La comunidad internacional, particularmente las organizaciones privadas (NGO), comenzaron una campaña a finales de los años 80 para proteger los bosques tropicales del Amazonas de la explotación forestal y la quema de grandes extensiones de terreno para la cría del ganado y la agricultura comercial. Las NGO también se movilizaron para proteger a los indígenas y sus territorios de las predaciones ilegales de los garimpeiros (buscadores de oro) y otros buscadores de fortunas que han invadido las tierras indígenas prácticamente con impunidad.6 Los militares también están preocupados por los indios que habitan las regiones fronterizas. Las reservas indígenas abarcan un 10 por ciento del territorio brasileño, aunque sólo mitad ha sido oficialmente deslindado. Dos de los grupos más grandes, los Yanomami y los Macuxi, habitan a lo largo de las fronteras de Venezuela y Guyana, respectivamente.7 Los militares están cada vez más preocupados que los indígenas se unirán a sus vecinos, con quiénes tienen vínculos étnicos, para presionar a favor de una nación india independiente, y han comenzado a cabildear el gobierno central con respecto a la situación de las tierras indias en general. En febrero de 1994, el Presidente Franco le otorgó al Consejo de Defensa Nacional la autoridad para aprobar todos los deslindes subsiguientes de las tierras indígenas. En diciembre de ese año, el Senado brasileño aprobó un proyecto de ley el cual le exigía al Consejo de Defensa Nacional que revisara todas las deslindaciones de las tierras indias en las zonas fronterizas, al igual que consultara con anticipación a los gobiernos estatales antes de someter al Congreso Federal, para su aprobación, todos los futuros delimites. Según el Concilio Misionero Indígena, dicho procedimiento haría irrealizable toda futura deslindación de las tierras indígenas en Brasil.8 La masacre de 16 Yanomami en agosto de 1993 por garimpeiros brasileños en el lado venezolano de la frontera, llamó la atención de la comunidad internacional a las consecuencias de la falla del gobierno brasileño de regular las actividades económicas en el Amazonas o evitar las incursiones de los garimpeiros a las reservas Yanomami.9 Ninguno de los mineros acusados en la masacre de 1993 está encarcelado. Según el informe de 1994 del Departamento de Estado sobre los derechos humanos en Brasil, alrededor de 2,500 garimpeiros volvieron a entrar la reserva Yanomami en Roraima en 1994, haciendo estallar una epidemia de malaria y otras enfermedades que mataron por lo menos 26 Yanomami.10 En enero de 1995, la Comisión Pro-India de São Paulo (CPI-SP) y el Concilio Indígena de Roraima (CIR) informaron que la policía estatal de Roraima y el ejército expulsaron a 400 indios Macuxi de sus tierras cuando protestaban la construcción ilícita de una represa hidroeléctrica en el Río Cotingo. Durante el proceso, las fuerzas armadas destruyeron la zona donde los Macuxi mantenían el ganado y tres casas; golpearon a siete Macuxi e hirieron a dos de gravedad. Según las NGO en la zona, la violencia en contra de los Macuxi en la zona india de Raposa/Serra do Sol donde habitan es la norma. El Departamento de Estado de EE.UU., informa que cuatro Macuxi fueron asesinados en 1994. A pesar de la falta de aprobación por parte del Congreso y el consentimiento de las comunidades indígenas, según lo estipulado en la Constitución de 1988, el estado de Roraima ha continuado con la construcción de la represa. La Red de Noticias del Bosque Tropical informa: que la policía militar y miembros del Ejército continúan ocupando la zona. El Concilio Indígena de Roraima (CIR) le ha solicitado a FUNAI que retire a la policía de la zona y que le solicite al Ejército una aclaración acerca de su participación en esta operación ilícita, y que el Ministerio Federal tome las medidas del caso.11 El 9 de febrero de 1995, el Ministro de Justicia brasileño, Nelson Jobim, anunció que desplazaría una unidad del Ejército en apoyo a la deslindación de las tierras indias en la frontera de Guyana y Venezuela. Los conflictos entre los indios locales Krikati y los pueblos no indígenas en el estado de Maranhao dieron lugar al asesinato del líder Krokati, Manuel Mendes, el 17 de enero de 1995.12 No obstante, en vista de la intensa presión por parte de los militares, el Ministro de Justicia también dio a conocer sus intenciones de someter ante el Consejo de Defensa Nacional el reclamo de las tierras de los Macuxi en el estado de Roraima. Dicha decisión fue sugerida por el Senado brasileño en diciembre de 1994, cuando aprobó un proyecto de ley para revisar todas las demarcaciones de las tierras indígenas en la zona fronteriza del Amazona. El proyecto de ley fue apoyado por un senador de Roraima, y fomentado por las fuerzas armadas. Según el Concilio Misionero Indígena (CIMI), los que se beneficiarán de dicho proyecto de ley son los grupos económicos, quiénes están interesados en explotar los recursos naturales que se encontrarán en las zonas indígenas, y ciertos sectores de los militares que están insatisfechos con la manera en que, en la actualidad, se lleva a cabo la deslindación y quienes sostienen, erróneamente, que las tierras indígenas en la zona fronteriza constituyen una amenaza a la soberanía nacional. Hay un artículo en este proyecto de ley que requiere la aprobación del Consejo de Defensa Nacional para toda futura iniciativa de deslindar las tierras indígenas en la zona fronteriza. Dicho Consejo consta de cuatro ministros militares (Ejército, Armada, Fuerza Aérea y el Estado Mayor Conjunto) y desempeña el papel de agencia consultora para el Presidente de la República en asuntos relacionados con la soberanía nacional.13 Mientras tanto, en la frontera boliviana del Brasil, el CIMI informa que el ejército brasileño, quién ocupó y autenticó la propiedad de la Isla Insua, está contrarrestando la orden federal de deslindación de la isla como zona india. El comandante local ha rehusado permitir que los indios Guatos, quienes fueron desterrados de la isla por ganaderos en 1925, regresen a sus tierras. Según informes de los simpatizantes de los indígenas, el reclamo del Ejército sobre la seguridad nacional es para encubrir la razón principal por la cual la deslindación de las zonas indígenas se ha demorado: presión por parte de poderosos intereses políticos y económicos en los estados fronterizos que ambicionan los recursos naturales de esas tierras.14 Política de contrainsurgencia La relación entre los pueblos indígenas y los insurgentes armados, los traficantes de drogas y las fuerzas de seguridad es compleja. Tal como se destacó anteriormente, los indígenas habitaron las regiones más remotas, especialmente aquellas en medio de las fronteras internacionales. Los grupos de la guerrilla y los traficantes de droga habitan estas regiones por las mismas razones: son excelentes lugares para evadir el estado, para lanzar operaciones ofensivas y a las cuales se pueden retirar cruzando las fronteras internacionales. Como resultado, en lugares donde los movimientos guerrilleros, los traficantes de drogas y los indígenas comparten el territorio, más notablemente en Colombia, Guatemala y Perú, los indios deben luchar por establecer una relación entre ellos y los diversos grupos armados en la región.15 A fin de tratar el reto de los movimientos subversivos armados, los gobiernos, especialmente los gobiernos militares, en el hemisferio han señalado grupos dentro de la sociedad que, por su naturaleza, se les considera subversivos o vulnerables a la influencia de los grupos comunistas. Las comunidades indias y las organizaciones políticas se encuentran entre esos grupos. Desde los años 60, los indios en Colombia han luchado por ser independientes del FARC, el M-19, el ELN y otras guerrillas con base en las zonas rurales, defendiéndose de intentos por parte de los insurgentes de infiltrar sus organizaciones políticas y forzar su apoyo.16 Al mismo tiempo, experimenta ataques por parte de las fuerzas de seguridad colombianas, quienes dan por sentado que los indios apoyan a la guerrilla: Las contradicciones aumentaron durante los años 80, un período de “guerra total” en contra de varias organizaciones de las guerrillas. Estas organizaciones, a su vez, conscientes de la represión de los indios por parte del gobierno, intentaron en repetidas ocasiones involucrarlos en su lucha armada, mientras que los indios buscaban con insistencia la manera de cómo protegerse de ambos frentes sin abandonar su propia lucha por la reivindicación. Hubieron varios acuerdos de no agresión entre los cabildos (pueblos indígenas) y las organizaciones de la guerrilla pero, en la medida en que la “guerra total” se convirtió en una “guerra sucia”, los indios permanecieron en medio de ambos frentes, como regularmente sucede, sufriendo muertes y represión, tanto de la FARC y el M-19 como del ejército, la policía y los “pájaros” o asesinos al servicio de los terratenientes. 17 Asimismo, los indios peruanos se encuentran entre las guerrillas brutales del Sendero Luminoso y las tácticas de tierra abrazada de los militares peruanos. Durante el período de 1983 a 1986, las tropas peruanas en busca de miembros y simpatizantes del Sendero Luminoso, asesinaron miles de campesinos peruanos. Los campesinos en las regiones montañosas dominadas por el Sendero Luminoso fueron asesinados por ambas partes durante la guerra de guerrillas, cada parte asumiendo que la mayor parte de los campesinos neutrales apoyaba a la otra parte. A finales de 1980, los militares peruanos habían cambiado su estrategia a una de colaboración con las comunidades campesinas, a veces organizadas en rondas para la autodefensa, para combatir al Sendero Luminoso. A la larga, esta estrategia tuvo éxito, con menos consecuencias violentas para la población indígena. El Sendero Luminoso, a pesar de que está a la fuga de la inteligencia y las tácticas de contrainsurgencia de los militares peruanos en las regiones montañosas, aún constituye una fuerza latente en el Amazonas. Miles de Ashíninka, cuyos números alcanzan las decenas de miles, en ocasiones han sido forzados a unirse a la guerrilla o presionados a prestarles servicio para proveerle al Sendero Luminoso una base económica, a veces mediante la producción de la hoja de la coca. Si bien los Ashíninka han resistido a la guerrilla, tienen menos acceso a recursos, tales como armamento, para defenderse que los indios en las regiones montañosas. Como resultado, el Departamento de Estado de EE.UU. calcula que: de 20 a 40 comunidades Ashíninka han desaparecido como resultado de la violencia del Sendero, y que más de 10,000 han sido expatriados. Tantos como 3,000 Ashíninkas podrían estar atrapados en zonas bajo la opresión del Sendero. A finales de agosto de 1994, informes no confirmados indicaban que se habían descubierto fosas comunes con los restos de Ashíninkas. Las autoridades opinan que estas fosas podrían contener los restos de víctimas de la violencia del Sendero.18 El Sendero Luminoso también se aprovechó de los conflictos sobre las tierras entre los colonizadores nativos de las zonas montañosas y las comunidades indias locales, para atraer a los indios a sus filas. El 18 de agosto de 1993, alrededor de 60 indios Ashíninka fueron asesinados por una unidad del Sendero Luminoso que contaba con conscriptos indios.19 Según Eusebio Castro, un Ashíninka y vicepresidente del AIDESEP, una de las dos confederaciones indias amazónicas, la presencia y la violencia del Sendero Luminoso ha disminuido, hasta cierto punto, en las zonas más estables de la selva, donde en la actualidad los militares y la policía peruana se han establecido. En las zonas rurales, particularmente donde no hay buenas carreteras, las comunidades indias deben defenderse. Si bien los Ashíninka, a principios de los años 90, expulsaron con éxito del territorio al Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), expulsar al Sendero Luminoso resulta más difícil.20 En 1987 la balanza comenzó a cambiar de la mayoría de la violencia en contra de los indios perpetrada por los militares, a una donde el Sendero Luminoso jugaba un papel más activo, ya que en la actualidad es responsable de la mayoría de los abusos en contra de los indios. Según la socióloga peruana, María Isabel Remy, la dominación y la intimidación eran parte de la estrategia del Sendero Luminoso. Las comunidades indígenas comenzaron a aliarse cada vez más con el ejército para defenderse. No obstante, al comienzo el gobierno peruano confundió el Sendero Luminoso con un movimiento social que atraía a las poblaciones indígenas marginadas: La acción de un partido maoísta organizado con una disciplina estricta y un dogma sólido no se analizó; más bien, el fenómeno se percibió como una especie de levantamiento en contra de la pobreza, la marginación y la injusticia. Es más, a principios de los años 80, era considerado como un movimiento indígena, una especie de “guerra de castas”. Dependiendo de la moda antropológica, se le identificó como “milenario” o “indígena”; era la “venganza de los siglos”, “la utopía andina”, el pachakutí. Esta última y errónea opinión de la violencia, urbana, distante y culturalista, también tenía una interpretación militar que condujo a la estrategia de represión brutal de la población por parte del ejército. Un indio (y peor aún, si era de Ayacucho) era catalogado como miembro activo o posible miembro del Sendero Luminoso. Bajo estas circunstancias, el ejército atacó y ocupó los centros de la población indígena. El miedo y la desconfianza del “otro” provocó que todo soldado que viera un indio Puna con un poncho, sospechara que escondía armas debajo del poncho, por lo tanto disparaba primero y después investigaba. El ejército era un ejército de ocupación.21 De hecho, el Sendero Luminoso contó con el apoyo inicial en las zonas rurales donde las condiciones de abandono por parte del gobierno favorecieron la introducción de cierto poder autoritario. No obstante, lo poco que el Sendero Luminoso podía ofrecer era la violencia y el apoyo de la comunidad se desplomó. Los militares guatemaltecos siempre han considerado que la mayoría de la población Maya del país constituye una base de apoyo para las antiguas fuerzas de la guerrilla en el país, organizadas bajo la protección de Unidad Revolucionaria Guatemalteca Nacional (URNG). Desde 1962 la actitud del gobierno, la cual era controlada por los militares, hacia la mayoría de la población Maya, ha reflejado cada vez más las inquietudes de la seguridad nacional de que esta población constituía una amenaza comunista potencial y actual. Esa preocupación de que el comunismo emanara de la población rural, pertenece a la época de la inquietud acerca del bolchevismo en los años 20, al igual que el temor al contagio de la rebelión rural de 1932 en El Salvador que incluyó un gran número de indios.22 El antropólogo Richard Adams ha identificado un cambio crucial en las relaciones de los militares guatemaltecos con la población Maya. A raíz de la expansión de la insurgencia en los años 70 cuando los militares comenzaron a atacar de manera activa a los indígenas, “erradicaron por lo menos 410 comunidades Mayas, asesinaron alrededor de 50,000 personas e impulsaron por lo menos de doscientos a quinientos mil refugiados hacia México y los Estados Unidos.”23 El URNG es un movimiento izquierdista, fundado por los ladinos, basado en las clases sociales. No es un movimiento “indígena”, y su agenda política no se basa en las demandas culturales o étnicas de las diversas asociaciones políticas y sociales Mayas en el país. No obstante, la represión infundada de la población indígena por los militares, instó a miles de Mayas a unirse al URNG para defender sus comunidades, para evitar el reclutamiento forzado en las Patrullas de Defensa Civil del Ejército o para derrocar a un gobierno que por mucho tiempo había reprimido y despreciado a los Mayas. Sin embargo, la diferencia entre el URNG y el movimiento político Maya es clara: Las organizaciones Mayas insisten en representar sus propios intereses en las negociaciones de paz, que a veces se llevan a cabo y otras veces no, entre el gobierno y los insurgentes. Los grupos Mayas, tales como el Consejo de Organizaciones Maya de Guatemala (COMG), estaban especialmente enojados al saber que uno de los temas a tratar entre la URNG y el gobierno, del cual las organizaciones Mayas habían sido excluidas, era “la identidad y los derechos de las poblaciones indígenas”.24 Tal como expresara recientemente un escritor Maya-Caqchiquel, el “diálogo por la paz” es considerado un “monólogo” entre dos minorías (ladinas) que básicamente mantienen la “disertación colonial”.25 Los temas de los derechos de los indígenas y su identidad han demorado la resolución de la insurgencia que data de 34 años. En febrero de 1995, después de cuatro reuniones entre el URNG y el gobierno guatemalteco y sobre los asuntos indígenas, varios obstáculos clave permanecían vigentes, incluso medidas que conllevarían a la ratificación de la Convención 169 de la Organización Internacional Laboral26 sobre los derechos de los indígenas, la que exigiría la reforma de la Constitución guatemalteca. La Convención 169 reconoce los derechos de autonomía lingüística regional y de auto-gobierno de los indígenas. También habían demandas por el reconocimiento de la existencia de comunidades Mayas en Guatemala y sus sistemas de justicia, ideas que constituían un anatema para la élite del país. El país es uno de los pocos en el hemisferio cuya constitución no define su población indígena ni le otorga ninguna protección especial.27 Las guerrillas en Guatemala podrían estarse valiendo del tema indígena para mantener el apoyo de los grupos militantes Mayas. Por lo tanto, pueden demandar el tipo de reforma social intensa que el gobierno no aceptaría, eternizando la lucha armada hasta que la “correlación de las fuerzas mejore”, a la vez que mantienen una postura de buena voluntad para negociar.28 Según el Informe Centroamericano (Central American Report),29 los temas de los derechos de los indígenas son de importancia estratégica para el URNG desde el punto de vista de su futuro político inmediato y su credibilidad entre los grupos de la sociedad civil. Las guerrillas fueron severamente criticadas por las organizaciones Mayas cuando firmaron con el gobierno un acuerdo sobre los derechos humanos que no incluía ni la investigación ni la sanción de violaciones anteriores. El Coordinador de la Población Maya de Guatemala (COPMAGUA), un grupo que consta de cuatro federaciones que representan a más de 300 organizaciones Mayas, ha dejado en claro que no respaldará un acuerdo de paz que no haga reformas radicales en las leyes y la política de lo que ellos llaman la naturaleza “racista, etnocentrista, exclusiva, homogeneizante, centralista, clasicista y militarista” del gobierno de Guatemala. El COPMAGUA, tomando en cuenta la naturaleza pluriculturista y multilingüe del gobierno de Guatemala, ha hecho un llamado a que se den reformas similares a las de Colombia y Bolivia.30 El 31 de marzo de 1995, en la ciudad de México, el gobierno de Guatemala y el URNG firmaron un Acuerdo sobre la Identidad y los Derechos de la Población Indígena, un acuerdo histórico que le exige al Congreso guatemalteco que ratifique las provisiones controversiales mencionadas anteriormente, entre otras. Mientras que el gobierno finalmente capituló a las demandas de una reforma constitucional a fin de enterrar esta fase del proceso de paz, el partido mayoritario en el congreso, el conservador Frente Republicano Guatemalteco (RFG), dirigido por el antiguo dictador Efraín Ríos Montt, amenazó con bloquear la ratificación de todo acuerdo que exigiera cambios constitucionales y, hasta la fecha, ha bloqueado la ratificación del ILO 169. Al igual que sus contrapartes en Ecuador, la derecha militar y política en Guatemala consideran la autonomía indígena cónsona con la creación de “estados dentro de un estado” y, como tal, constituye una amenaza directa a la existencia de la “nación”.31 Todo parece indicar que el gobierno guatemalteco y las guerrillas finalmente han completado los acuerdos de paz y que el nuevo congreso los aprobará. En tanto que la mayoría de las insurgencias de la guerrilla en América Latina son movimientos no indígenas basados en la clase social, hay varios ejemplos de movimientos guerrilleros dirigidos por indígenas y otros donde el liderazgo y la orientación étnica del movimiento son sombríos. El caso más claro de un movimiento armado indígena es el de Quintín Lame, organizado en 1981 por indígenas en la región del Cauca al sudoeste de Colombia, para defender sus comunidades de los ataques de la guerrilla, los traficantes de drogas, los terratenientes locales y las fuerzas de seguridad del estado. Durante sus años de existencia, sólo contaba con 100 a 300 miembros. Mientras que el gobierno colombiano consideraba que el grupo no era muy distinto a las otras insurgencias que ocurrían en el país, el Quintín Lame era un movimiento local de autodefensa, sin aspiraciones políticas o militares. El 31 de mayo de 1991, un mes después que un representante de Quintín Lame, Alfonso Peza Chepe tomara posesión en calidad de miembro de la Asamblea Constitucional Nacional, el grupo se rindió y se convirtió en una organización política legal.32 No obstante, los ataques en contra de los líderes indios colombianos continúan. Siete líderes de la comunidad de la tribu Zenu fueron asesinados en 1994, al igual que Laureano Inampue, el activista de los derechos de los indios. Los ataques de la guerrilla colombiana continúan siendo un problema. Un torrente de ataques en contra de las comunidades indígenas en la región de Sierra Nevada de Santa Marta ocurrieron en septiembre de 1994, donde las guerrillas FARC ejecutaron a cuatro indios, quienes se sospechaba habían colaborado con el ejército.33 En Bolivia, han surgido varios pequeños movimientos armados provenientes de las facciones más militantes del movimiento Katarista, una casta del movimiento político indígena de a finales de los años 80. Entre ellos se encuentran la Ofensiva Roja de los Ayllus Katarista, el FAL-Willka y el Ejército Guerrillero Tupaj Katari (EGTK). Dos de estos grupos, Zárate Wilka y otro más grande, el Ejército de Liberación Nacional Nestor Paz Zamora, fueron desmantelados por el Ejército boliviano después de que ellos asesinaron a unos misioneros estadounidenses y a un importante hombre de negocios. El aumento de la ansiedad en Bolivia acerca de las insurgencias armadas brotando en el país, a raíz de la posible inspiración y los rumores de infiltración del aledaño Sendero Luminoso, instó a las fuerzas de seguridad bolivianas a erradicar y desmantelar estos grupos más débiles. Según el antropólogo Xavier Albó, estos movimientos marxista-leninistas, en su mayoría basados en la ciudad, usaban nombres y lemas indígenas y la bandera indígena para atraer el apoyo de las regiones rurales.34 En Ecuador el grupo guerrillero conocido como Puka Inti (Sol Rojo) por su nombre quechua, supuestamente influenciado o apoyado por el Sendero Luminoso, ha sido reprimido vigorosamente por los militares. Mientras que los militares alegan que los Puka Inti están atados al movimiento indígena, su base radica en el movimiento estudiantil en Guayaquil. Algunos antiguos miembros indígenas del ahora extinto grupo subversivo ecuatoriano Alfaro Vive, Carajo, se encuentran en la actualidad trabajando pacíficamente dentro de las organizaciones políticas pacíficas indígenas. Por último, el grado el cual se puede considerar a los Zapatistas mexicanos (el Ejército Zapatista de Liberación Nacional o EZLN) como un movimiento de la guerrilla indígena amerita discusión. La mezcla peculiar de las circunstancias que dieron lugar a la fundación, y más tarde a la transformación, de este movimiento, la extraordinaria composición de sus participantes y los que lo apoyan, y la mezcla de las demandas étnicas, culturales e izquierdistas nacionalistas que componen su agenda política establecida, hacen del movimiento Zapatista una anomalía tanto entre las organizaciones de la guerrilla como en los movimientos indígenas de América Latina. El EZLN fue creado por la fusión de dos fuerzas primarias. La primera constaba de un pequeño grupo no indígena, de intelectuales que no eran de Chiapas y de antiguos miembros de las originales organizaciones guerrilleras izquierdistas de México, las cuales fueron casi desmanteladas por el Ejército Mexicano en los años 60 y los 70. A principios de los años 80, estos revolucionarios trasladaron su base de operaciones al este de Chiapas, cerca de la frontera con Guatemala. La segunda fuerza constaba de un pequeño grupo de activistas indígenas militantes quienes en 1970 decidieron rebelarse en contra del gobierno. Se apartaron del movimiento político indígena pacifista que retoñaba en Chiapas y emigraron a la selva Lacandón. El EZLN fue fundado en 1983 por las fuerzas revolucionarias indígenas y no indígenas en el Lacandón. El grupo no obtuvo mucha atención o apoyo sino hasta principios de los años 90 cuando bajaron los precios del café en el mercado internacional, lo cual llevó a la quiebra a muchas cooperativas campesinas, y que coincidió con la suspensión abrupta de los subsidios agrícolas y fomentó el descontento entre la población indígena del estado.35 El producto de esta unión entre estas dos fuerzas militantes fue una organización con la estructura, la estrategia, la nomenclatura militar y gran parte de la retórica de un movimiento armado marxista, pero también con rasgos característicos indígenas: un método de toma de decisiones basado en la comunidad y el consenso, una agenda política que constaba de muchas de las demandas esenciales de los movimientos indígenas pacíficos de Chiapas, al igual que su característico llamado por la dignidad, la autodeterminación y el respeto por la cultura y la identidad indígena; y una membresía principalmente Maya, de la cual un número significativo hablaban sólo idiomas indígenas. Política contra el narcotráfico A causa de la precipitosa caída a nivel mundial en los precios de los productos agrícolas y las reformas neoliberales que eliminaron el apoyo del estado a la agricultura campesina durante los años 80, lo cual provocó la zozobra en Chiapas, cientos de campesinos a lo largo de América Latina ahora se ganan su sustento cosechando marihuana, la amapola y la hoja de la coca. En vista de que muchos traficantes de estupefacientes pagan al contado y por adelantado e incluso recogen la cosecha, para muchos campesinos es la única siembra con la cual pueden ganarse el sustento, eliminando la necesidad de hacer viajes largos y costosos a los mercados. En calidad de agricultores, están a la merced de la mayoría de los traficantes de drogas, no indígenas, de la región, a veces en confabulación con los militares y la policía local. En Perú y en Colombia, los vínculos entre la guerrilla y los traficantes de drogas complican la ya volátil mezcla de intereses en las zonas rurales. Esta violencia en contra de los indios no es a causa de la discriminación sino del hecho de que los cultivadores en los países andinos de la marihuana, la amapola y la coca son indios. Aún cuando no están involucrados en calidad de cultivadores, son los blancos de la violencia de los paramilitares y los carteles de la droga porque están envueltos en disputas acerca de las tierras que ocupan el cartel de la droga, ya sea legal o ilegalmente. Y, tal como se ha destacado anteriormente en este estudio, las disputas sobre las tierras son el punto central de los violentos altercados entre los indios y los no indios. La etnicidad no es la causa de esta violencia relacionada con la droga, pero si es un factor importante en idear una solución al problema: las autoridades deben comprender los temas culturales que están involucrados en la violencia en contra de los indígenas por sus lazos con el negocio de la droga. En diciembre de 1991, en una hacienda colombiana conocida como El Nilo, 20 indios Paez, incluso mujeres niños, fueron ametrallados por más de 60 pistoleros encapuchados. Los grupos de derechos humanos, las organizaciones indígenas colombianas y los oficiales del gobierno colombiano han vinculado a los asesinos con traficantes de drogas y miembros del ejército colombiano al servicio de los traficantes y atribuyen la masacre a las disputas sobre las tierras entre los indios y los traficantes de droga en los alrededores.36 Según Jesús Avirana, un líder del Concilio Indígena Regional del Cauca, a pesar de que el gobierno colombiano y las organizaciones indígenas han firmado numerosos acuerdos para detener el cultivo de la amapola para la producción de la heroína, dicha producción continúa en la actualidad a causa del descuido del gobierno de no cumplir con sus promesas de asistencia.37 La producción de la coca es la única fuente de ingreso para la mayoría de los 300,000 campesinos en las regiones altas del Valle Huallaga en Perú, el cual es ideal para la cosecha de la coca. El cultivo representa para los agricultores una ganancia neta de 4 a 34 veces la del cacao y el maíz, los productos agrícolas alternos, y los compradores van directamente a los agricultores, eliminando el problema de tener que transportar el producto hacia el mercado por carreteras angostas y deterioradas. El Sendero Luminoso ha escogido al valle como blanco a causa de su valor económico, y ha llegado a controlar el lucrativo intercambio de la droga en la región, protegiendo a los agricultores de las operaciones antidrogas del gobierno peruano y cobrándole altas sumas a los traficantes de drogas por cada vuelo para entrar a la zona y recoger los cargamentos.38 El Presidente Fujimori ha hecho hincapié, al menos retóricamente, en el cultivo de productos agrícolas alternos para participar en la guerra contra las drogas, una política que va en contra de la preferencia de EE.UU. de erradicación. En vista de la dependencia de gran parte de la población indígena en la producción de la coca y la escasez de alternativas, el gobierno boliviano a adoptado medidas similares. No obstante, según Healy, los grupos traficantes en estupefacientes más ricos y fuertes, y no los agricultores, son el obstáculo principal al tratar de erradicarles. Además, la importancia del comercio de la coca en la economía boliviana, con un valor del 75% de las exportaciones legales del país, es mucho mayor en Bolivia que en economías más diversificadas como son las de Colombia y del Perú. 39 Healy calcula que alrededor de 500,000 campesinos indígenas están involucrados en el comercio de la coca. En Bolivia, donde es legal cosechar la hoja de la coca para fines medicinales o tradicionales, los cultivadores de la coca están representados por un sindicato bien organizado y militante, la Asociación Nacional de Productores de la Coca (ANAPCOCA). A través de esta organización, han participado en protestas públicas, huelgas de hambre y bloqueo de carreteras para impedir los esfuerzos del gobierno de controlar la producción y distribución de la hoja de la coca. Algunas protestas han terminado en violencia, tales como un bloqueo en Cochabamba en 1987 donde murieron seis campesinos. Los agricultores de la coca respondieron ocupando las oficinas del UMOPAR, la policía antidroga, en Chapare. Antes de que el conflicto finalizara, el UMOPAR mató a 10 campesinos más, provocando aún más la militancia del sindicato. Según Healy un “medio ambiente de estado totalitario” prevalece en Chapare y el UMOPAR y los agentes de la Agencia para el Control de las Drogas (DEA) de EE.UU acosan continuamente a los agricultores. 40 El 18 de abril de 1995, el gobierno boliviano ordenó un estado de sitio de 90 días de duración para interrumpir las cada vez más militantes y destructoras huelgas por parte de los maestros y otros activistas del sindicato que a diario tenían confrontaciones con los policías en La Paz. El gobierno se aprovechó de este estado de sitio para arrestar a Evo Morales, líder de ANAPCOCA, y más de otros 300 líderes laborales, encarcelándolos en lugares apartados del país. Cinco días más tarde, más de 100 cultivadores de la coca, que protestaban por el encarcelamiento de Morales, fueron encarcelados en el Chapare, donde sostuvieron confrontaciones con la policía y el ejército. Mientras que la mayoría de los líderes encarcelados quedaron en libertad 10 días después de que la Iglesia intercediera, Morales permaneció encarcelado hasta finales de mayo. 41 En tanto que el aprovechamiento agrícola alterno es aparentemente la única opción de independizar a los cultivadores de la coca de su dependencia del negocio de la droga, la selva Chapare, donde se cultiva la mayoría de la hoja de la coca y a donde los campesinos de todo el país han emigrado en busca de tierras agrícolas, es una selva tropical impropia para la agricultura comercial. En vista de la escasez de oportunidades en otras partes del país para las más de 800,000 familias que viven en el Chapare, no es probable que la situación actual cambie en el futuro cercano. Conclusión Muchos países en el Hemisferio Occidental están tratando de resolver los retos de la marginalización de los pueblos indígenas y las consecuencias de años de severa pobreza, discriminación y violencia. La creación de un proceso para resolver los retos económicos que los indígenas confrontan en la actualidad ante la expansión regional e internacional de regímenes comerciales es de especial urgencia. En 1994, sucedieron dos violentos altercados entre las organizaciones indígenas y los militares como respuesta a la adopción por parte del gobierno de políticas económicas neoliberales que amenazaron la existencia de las comunidades indias: la insurgencia en Chiapas en enero de 1994 y las demostraciones de los indios ecuatorianos en junio de 1994, quiénes protestaban la promulgación inconstitucional del gobierno de una ley para modernizar la agricultura la cual privatizaba los derechos a el agua, eliminaba la protección de las tierras comunales, y amenazaba los intereses agrícolas de los pequeños terratenientes.42 Cinco indios murieron en la última, la cual duró varias semanas e interrumpió el abasto de comestibles a varias ciudades importantes. Las políticas económicas que ayudaron a provocar estos incidentes se están poniendo en vigencia en otros países hemisféricos en preparación a la integración económica a nivel subregional y a lo largo del hemisferio. La Constitución de 1993 del Perú debilitó las protecciones legales de la posesión de tierra por los indígenas, y el proceso de privatización de los derechos a el agua ha comenzado. El Consejo de Todas las Tierras, que representa a los indios Mapuche, auspició en Temuco, Chile, en diciembre de 1994, una reunión entre 70 líderes indígenas de Bolivia, Chile, México y Perú para tratar las implicaciones que tendrían para los indios el TLC y otros tratados de libre comercio pendientes. Están particularmente preocupados acerca de los cambios en el acceso a las tierras y los recursos naturales, la protección de la propiedad intelectual del conocimiento indígena, el desarrollo económico y la debilitación de su identidad como indígenas. En esa reunión, el líder Mapuche, Aucán Huilcamán, advirtió que la extensión del TLC a Chile causaría, al igual que en México, la eliminación de la protección para los indígenas de sus derechos a las tierras. Hizo un llamado a las partes del TLC para que establecieran protecciones especiales para los derechos de los indígenas una vez Chile se una al pacto. 43 El espíritu de cooperación establecido por la Cumbre de las Américas, llevado a cabo en Miami en diciembre de 1994, le proporciona a los gobiernos de la región la oportunidad de fomentar el proceso de integración económica a lo largo del hemisferio. No obstante, en la medida en que la integración económica es beneficiosa, en la actualidad se lleva a cabo de manera que resulta destructiva para las comunidades indígenas y las cuales provocan intensa oposición por parte de los indios. Por lo tanto, los gobiernos regionales deben ser más sensibles a estos problemas y aprovecharse del clima de cooperación regional para promover el diálogo en el impacto que la política económica tendrá sobre los indios. El resultado será menos hostilidades entre los grupos étnicos y menos violencia entre las comunidades indígenas y el estado, un incremento en la paz social (seguridad) y la estabilidad democrática. Además, las políticas de seguridad que se esfuerzan por trabajar con, en lugar de en contra de, los intereses indígenas por desalojar las guerrillas y los traficantes de drogas y administrar las fronteras internacionales, aliviaría el conflicto y conllevaría a la desmilitarización del territorio indígena. Todos los grupos indígenas tienen la misma meta, cual es alcanzar un modus vivendi entre los gobiernos y los indios. No hay una solución general para todo porque hay muchos temas complejos que involucran distintos países y contextos culturales. Por ejemplo, decidir cuál rama de los militares o la policía debe poner en vigor ciertas operaciones antidrogas depende de si la policía estatal, local o nacional es el primer agente; si las drogas constituyen un problema para regiones específicas; si la policía es más competente que los militares; y qué papel le asigna la Constitución a los policías y los militares. Estos factores varían mucho de país a país. Asimismo, la posición de los grupos indios hacia la autoridad estatal varía dramáticamente desde el punto de vista confrontacional de los Mapuche de Chile (quienes fueron severamente reprimidos durante el régimen de Pinochet) y el punto de vista de cooperación de los colombianos y las organizaciones indígenas regionales, quienes en su mayoría hablan español y han librado batallas eficaces en los tribunales del país. La mejor estrategia para cada uno depende de la historia de las relaciones entre los grupos étnicos en cada país (y dentro de las regiones de cada país) y la factibilidad de un enfoque de cooperación en lugar de confrontación. Sin embargo, el punto más importante para que se de un cambio es resolver los derechos a la posesión de tierras de los indígenas. La mayoría, si no todos, los levantamientos, han sido el resultado de las incursiones en las tierras de los indios, la base de su estabilidad y supervivencia económica y cultural. Trabajar por resolver este problema estimulará la estabilidad económica para los grupos indios, contribuyendo así a la estabilidad política y la seguridad nacional. Notas 1. Aunque la información del censo sobre la etnicidad no es confiable, la mayoría de los cálculos del porcentaje de indios en la población total en la región concuerdan en la cifra del 10 por ciento. Este promedio contradice la concentración de indios en varios países donde ellos constituyen más de un tercio de la población, a saber: Bolivia, Ecuador, Guatemala y Perú. La población indígena de Belice, Chile, El Salvador, Guyana, Honduras, México, Panamá y Surinam es de alrededor de un 5 a un 20 por ciento del total de la población, mientras que en el resto de los países del hemisferio, los indios constituyen menos de un 5 por ciento del total. R. Jordan Pandor, “Desarrollo y Poblaciones Indígenas de América Latina y del Caribe”, Instituto Indigenista Interamericano y la UN Food and Agriculture Organization, 1990; Nina Serafino, Los pueblos indígenas de América Latina y las consideraciones para la ayuda de EE.UU. (Latin American Indigenous Peoples and Considerations for U.S. Assistance) (Washington, DC: Congressional Research Service, 30 de agosto de 1991). 2. James Brooke, “La guerra del Perú con los indios del Ecuador” (“Peru’s War with Ecuador Traps Indians”) New York Times, 2 de febrero de 1995; W.R. Long, “La guerra peruano-ecuatoriana afecta a los indios de ambos lados” (“Peru-Ecuador War Hurts Indians on Both Sides”), Los Angeles Times, 9 de febrero de 1995. 3. “Coalición en apoyo a las poblaciones amazónicas y su medio ambiente” (Coalition in Support of Amazonian Peoples and their Environment), (Amazon Update, Washington, DC:, 20 de febrero de 1995). 4. Tres soldados de infantería de la Armada de Venezuela permanecen desaparecidos. Un incidente similar tuvo lugar en noviembre de 1994, en el cual dos venezolanos miembros de la Guardia Nacional fueron asesinados “Protesta a Colombia” (“Protest to Colombia”), Latin American Weekly Report, 9 de marzo de 1995, 101; Reuters News Agency, 26 de febrero de 1995. 5. Paraguay es el otro país en América Latina donde los asuntos indígenas permanecen bajo el control burocrático de los militares. 6. Carlos Frederico Marís de Souza, “On Brazil and its Indians” (Acerca de Brasil y sus indios) en Indigenous People and Democracy in Latin America (Las poblaciones indígenas y la democracia en América Latina), ed. Donna Lee Van Cott (New York: St. Martin’s Press, 1994) 213–234. 7. En Brasil hay aproximadamente 9,900 Yanomami, la mayoría de los cuales viven en reservas en el estado de Roraima, del tamaño de Portugal y creada por la administración Collor. El número de Macuxi es de alrededor de 9,000 y también viven en Roraima (LARR-Brasil 1995, 7). Bajo la Constitución de 1988, el gobierno federal se comprometió a demarcar, para octubre de 1993, todas las tierras ocupadas tradicionalmente por los indios. De las 519 que debían completar, 251 fueron completadas para el límite de tiempo (Congreso, Cámara de Representantes, Comité sobre asuntos exteriores, declaración de Stephan Schwartzman ante el Subcomité de Asuntos del Hemisferio Occidental, 14 de julio de 1993), 3. 8. “El Senado brasileño desea revisar las demarcaciones de las tierras indias” (“Brazilian Senate Wishes to Review the Demarcation of Indian Lands”) Concilio Misionero Indígena, (Brasilia: Indianist Misisonary Council — CIMI) 21 de diciembre de 1994; “Disputas sobre la demarcación de las tierras indias: Cardoso cabildeó a favor de los intereses privados” (“Row Over Indian Land Demarcation: Cardoso lobbied to Rule in Favor of Private Interests”) Latin American Weekly Report, 13 de julio de 1995, 7. 9. El Concilio Indio de Roraima informó en mayo de 1995 que, a causa de la violencia y las enfermedades esparcidas por los mineros, la supervivencia de los Yanomami está en duda. Durante los últimos siete años, el 21 por ciento de la población ha fallecido. El índice de muertes está aumentado, mientras que el índice de natalidad ha disminuido. Se cree que la malaria, una de las enfermedades más mortíferas, afectó al 80 por ciento de los Yanomami que carecen de acceso a los cuidados de salud básicos. “La mortalidad crece entre los Yanomami” (“Mortality Grows Among Yanomami”), Brasilia: Concilio Misionero Indígena (Brasilia: Indianist Missionary Council — CIMI), 3 de mayo de 1995. 10. U.S. Department of State, Informe del país sobre la práctica de los derechos humanos de 1994 (Country Reports on Human Rights Practices for 1994), (Washington, DC: Department of State, 1995). 11. “Acción urgente: escribir al Presidente y al Ministro de Justicia de Brasil para protestar las acciones de los policías en contra de los indios Macuxi” (“Urgent Action: Write Brazil’s President and Justice Minister to Protest Police Action Against Macuxi Indians”), São Paulo: Red de acción de las selvas tropicales y comisión pro india de São Paulo (São Paulo: Rainforest Action Network and ProIndian Commission of São Paulo); “Pensándolo bien acerca de los Yanomami. La presión crece en la reservación más grande” (“Second Thoughts About the Yanomami. Pressure on the Biggest Reservation is Growing”), Latin American Regional Reports-Brazil, 15 de febrero de 1995, 7. 12. “La Administración Federal declara que demarcará la zona india Krikati” (“Federal Administration says it will Demarcate Krikati Indian Area”) Brasilia: Indianist Missionary Council, 3 de febrero de 1995. 13. “El Senado brasileño desea revisar la demarcación de las tierras indígenas” (Brazilian Senate Wishes to Review the Demarcation of Indian Lands) (Brasilia: Indianist Missionary Council, 21 de diciembre de 1994). 14. Las relaciones entre los indios y los militares también estaban tensas en Venezuela donde, en febrero de 1994, soldados venezolanos le dispararon y mataron a tres indios Yupcas después que las mujeres Yupca trataron de impedir que los soldados se llevaran leña que recién habían cortado del territorio Yupca. (USDOS 1995) “Urgent Action: Write Brazil’s President and Justice Minister to Protest Police Action Against Macuxi Indians” (São Paulo: Rainforest Action Network and ProIndia Commission of São Paulo, 10 de enero de 1995); “Brazilian Government Deals with Indian Matters as a National Security Issue” (Brasilia: Indianist Missionary Council, 29 de septiembre de 1994); “Brazilian Senate Wishes to Review the Demarcation of Indian Lands” (Brasilia: Indianist Missionary Council, 21 de diciembre de 1994); “Federal Administration says it will Demarcate Krikati Indian Area” (Brasilia: Indianist Missionary Council, 3 de febrero de 1995). 15. Van Cott, Las poblaciones indígenas (Indigenous Peoples); Jesús Avirama and Rayda Márquez, “The Indigenous Movement in Colombia” (“El movimiento indígena en Colombia”) en Van Cott, 83- 0106; Richard N. Adams, “La condición política de los Mayas guatemaltecos” (“The Political Status of the Guatemalan Maya”), en Van Cott, 155–186; María Isabel Remy, “La construcción de la democracia en el Perú” (“The Construction of Democracy in Peru”), en Van Cott, 107–130. 16. Country Reports on Human Rights Practices for 1994. 17. Xavier Albó, “El retorno del indio,” Revista Andina 9, núm. 2 (diciembre de 1991): 310. 18. Country Reports on Human Rights Practices for 1994. 19. Ib. 20. Conversación personal con Eusebio Castro, 8 de marzo de 1995. 21. Remy, 124. 22. Adams, 160. 23. Ib. 24. Ib. 25. Estuardo Zapeta. “Las conversaciones de paz en Guatemala: ¿Se pueden negociar los derechos de los Mayas?” (“Guatemala Peace Talks: Are Maya Rights Negotiable?”) Abya Yala News 8, núm. 4 (invierno de 1994): 26, 37. 26. La Convención 169 del ILO (1989) ha sido firmada por Bolivia, Colombia, Costa Rica, México, Noruega y Paraguay. 27. Según Adams, el gobierno ha fracasado consistentemente en crear una definición legal de “indigenismo” o de conceder protecciones especiales para los derechos y las tierras indígenas. Hay cinco artículos en la Constitución de 1985 sobre las “comunidades indígenas”, pero la legislación para implementarlos aún no se ha promulgado (Adams, 156–8). 28. Zapeta, 7. 29. “Guatemala: Las conversaciones de paz en dificultades” (“Guatemala: Peace Talks on the Rocks”), Central American Report (3 de febrero de 1995): 7–8. 30. “La visión Maya de una nueva Guatemala: Más allá de las conversaciones de paz, un convenio de demandas espinosas” (“The Maya vision of a new Guatemala: Beyond the peace talks, a package of thorny demands”), Latin American Weekly Report, 9 de marzo de 1994, 534. 31. Ib., 335. 32. Según Harvey Kline, el Quintín Lame se organizó en 1984. Harvey Kline, “Colombia: Construyendo una democracia en medio de la violencia y las drogas” (Colombia: Building Democracy in the Midst of Violence and Drugs), Conferencia Interamericana sobre los gobiernos democráticos (Inter-American Dialogue Conference on Democratic Governance), Washington, DC, 11–12 de diciembre de 1994; Avirama y Márquez, 88–89; “¿Por qué abandonamos nuestras armas? Habla Quintín Lame” (“Why We Abandoned Our Guns. Quintin Lame Speaks”), Unidad Indígena núm. 99 (mayo), reimpreso en SAIIC Newsletter 6, núm. 1 y 2 (primavera–verano de 1991): 10]. 33. Country Reports on Human Rights Practices for 1994. 34. Xavier Albó, “And from Kataristas to MNRistas? The Surprising and Bold Alliance Between Aymaras and Neoliberals in Bolivia” La sorprendente y audaz alianza entre los Aymaras y los neoliberales en Bolivia), en Van Cott, 79–21; Eduardo Gamarra, “Administrando la democracia boliviana en los años 90” (“Managing Bolivian Democracy in the 1990s”), Inter-American Dialogue Conference on Democractic Governance, Washington, DC, 11–12 de diciembre de 1994, 12. 35. David Clark Scott, “La rebelión en Chiapas despierta la disidencia de los indios a lo largo de México” (“Chiapas Rebellion Sparks Indian Dissent Across Mexico”), Christian Science Monitor, 11 de febrero de 1994, 1. 36. Amnistía Internacional, las Américas: Violaciones de los derechos humanos en contra de los pueblos indígenas, (The Americas: Human Rights Violations Against Indigenous Peoples), Amnesty International (New York: Amnesty International, 1992), 44–45; Avirama y Márquez, 90. 37. Conversación personal con Jesús Avirama, diciembre de 1993. 38. 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Autora
La señora Donna Lee Van Cott es candidata para el doctorado en
la Facultad de Gobierno, Universidad de Georgetown. Su disertación compara los recientes cambios constitucionales para incrementar la participación de los pueblos indígenas de Bolivia y Colombia. Ella culminará la investigación para dicho proyecto en calidad de Fullbright Scholar. De 1992 a 1995 estuvo a cargo de un proyecto sobre las poblaciones indígenas y la democracia para Diálogo Interamericano; la investigación para este artículo fue parte de ese proyecto.Van Cott es editora y coautora de “Las poblaciones indígenas y la democracia en América Latina” (St. Martin’s Press, 1994), y ha publicado varios artículos sobre los aspectos políticos y legales de las relaciones entre los indígenas y el estado en América Latina. Es miembro del Consejo de Relaciones Exteriores.
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