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Quinientos Años de Confrontación

Las poblaciones indígenas y la política


de seguiridad en América Latina

Donna Lee Van Cott

Preámbulo
Desafiantes Nuevamente. Los Pueblos Indígenas y la Seguridad en
Latinoamérica

(Vía: Instituto Nacional Para Estudios Estratégicos, Universidad Nacional


de Defensa)

Desde la Conquista, las comunidades indígenas a lo largo del


continente americano han tolerado en forma asombrosa una multitud
de imposiciones e indignidades.1 Ocasionalmente esa tolerancia ha
sido interrumpida por ciclos de rebelión y represión. Los
enfrentamientos violentos entre organizaciones indígenas y el estado
en los últimos dos años indican una creciente frustración en los
pueblos indígenas que intentan formular sus reclamaciones políticas.
Altercados importantes han ocurrido en México, Ecuador, y Bolivia,
con enfrentamientos de menor escala que llegan a ser un suceso
regular conforme las comunidades indias se hacen cada vez más
desafiantes a la autoridad estatal como resultado de las repetidas
violaciones de los derechos territoriales y humanos de los indígenas.
Mientras que en algunos países esos grupos han logrado conseguir
reconocimiento y protección mediante reformas legales y
constitucionales, los indios en general, continúan siendo
desproporcionadamente los más pobres de los pobres, y victimas
corrientes de abusos de derechos humanos. En la política de cada
país de las Américas se refleja una carencia crónica de adecuada
representación.
En tres artículos trataré de explorar el complicado vínculo entre los
asuntos de seguridad que los gobiernos de América Latina y las
comunidades indígenas de la región encaran al final del siglo XX. Un
mejor entendimiento de la materia de seguridad desde la perspectiva
de comunidades indígenas debería permitirnos estimar con más
exactitud cómo las políticas nacionales juegan un papel que puede
agravar o ayudar en la resolución del conflicto interétnico en América
Latina. No obstante que los contextos nacionales de las relaciones
indígenas-estatales difiere notablemente en la extensión del
hemisferio, llama la atención que los puntos pertinentes a la
seguridad nacional son en gran manera similares — el mantenimiento
de fronteras internacionales, erradicación e interdicción de
estupefacientes y drogas ilícitas, movimientos rebeldes armados, y
refrenar el desasosiego rural. Los gobiernos nacionales, fuerzas
armadas estatales, y pueblos indígenas, sin embargo, todos tienen
concepciones diferentes del significado de “seguridad nacional”.
Los gobiernos tienden a ver la seguridad desde el punto de vista de la
soberanía: proteger la integridad de los linderos internacionales,
retener el conflicto social manifestado en la violencia rural o alborotos
urbanos, monopolizando los medios de fuerza legítima, protegiendo
recursos naturales, y alentando el avance económico. La milicia en
Iberoamérica tiende a ver la seguridad como una misión para
defender a la nación de los ataques externos o de la subversión
interna. Así la relación entre los pueblos indígenas y los militares
cambia, dependiendo de la definición militar de la misión de
seguridad, que puede incluir la eliminación de la subversión interna,
mantener la seguridad pública, o el fomento del crecimiento
económico.
Los pueblos indígenas, sin embargo, se consideran a sí mismos como
naciones, y su concepción de seguridad nacional se conecta
íntimamente a su supervivencia como naciones. Así, además de la
seguridad física — protección contra la violencia y coacción — los
pueblos indígenas pugnan para proteger su seguridad cultural, que es
su medio para conservar la nación indígena como una entidad social,
territorial, y política. El punto de seguridad más importante no es
solamente retener las tierras que ellos han dominado por
generaciones, pero también el derecho de regirlas como bienes
comunales. La tierra no es meramente un recurso económico para los
pueblos indígenas (aunque para la mayoría de los indios quienes a
duras penas sobreviven cultivándolas, es un asunto vital de
supervivencia), la tierra es también la garantía material, de gobierno
autóctono y autonomía. Da la base para la rearticulación de la
comunidad indígena como una organización social — el medio a
través del cual los pueblos nativos pasan su cultura y su identidad a
sus descendientes.
Las amenazas directas a la posesión o incursiones en sus tierras por
aquellos a quienes consideran forasteros, siempre han sido
rechazadas por un despliegue de fuerza, y muchas veces han llevado
a enfrentamientos violentos en los que los indígenas por lo general
sufren el mayor número de bajas. En aquellas ocasiones raras cuando
los indios han formado organizaciones armadas, casi siempre lo han
hecho para defenderse contra los intentos violentos de expulsarlos de
sus tierras solariegas, o para protestar los intentos del gobierno de
disolver derechos territoriales indios protegidos por la ley.
Para comprender el asunto de la tierra es necesario, por lo tanto,
contemplarlo desde la óptica de los pueblos indígenas, quienes cada
vez más se proyectan por sí mismos en el ámbito internacional como
naciones o nacionalidades, reclamando para sus pueblos el derecho
de autodeterminación y autonomía bajo la ley internacional. Las
nociones antiguas de que las comunidades indígenas eran
herramientas de manipulación por la elite, objetos de política estatal,
o barreras a la integración nacional y el desarrollo económico, son
cuestionadas por la alta complejidad, refinamiento, y autonomía de
los movimientos indígenas. Entender las aspiraciones indígenas, sus
valores, y tradiciones es necesario para comprender como la etnia y
el cambio político podrían funcionar en forma recíproca durante la
próxima década; así como, hasta donde podría llegar el conflicto
interétnico que se manifieste en un enfrentamiento violento.
Es también importante distinguir entre las diversas tendencias
políticas dentro de los mismos movimientos indígenas. Por ejemplo, el
campesino — basado en la tradición de las diversas organizaciones y
comunidades indígenas de México (arraigadas en la revolución social
transformativa de ese país), es diferente de la pan-Mayanista de la
intelectualidad indígena de Guatemala, que recibe su energía de la
revitalización de las lenguas Mayas. De igual importancia es entender
como las diferencias en ideología han dividido a las comunidades
indígenas en la mayoría de los países del hemisferio. Otro factor que
tiene que ver con el asunto es la definición exacta de “movimientos
indígenas”. Tales movimientos continuamente cambian su estructura
conforme fluctúan sus miembros (centrados en clases o
etnocéntricos), sus metas políticas cambian (“conciencia” simbólica o
legislación específica), o su táctica varía (basadas en actividades
sindicalistas o alianzas sociales amplias).
Los pueblos indígenas permanecen demasiado diversos. La protección
de territorio indio, el idioma, la cultura, y la autonomía es un “asunto
de seguridad” común a todos los pueblos indígenas de las Américas,
originados por siglos de gran marginación. Sin embargo, hay
problemas adicionales que han salido a flote en el pasado decenio
como resultado de políticas de seguridad que no reflejan totalmente
las complejas relaciones a nivel local entre los pueblos indígenas, los
militares, las guerrillas, los traficantes de drogas, y las elites
económicas. Los artículos que aquí publicaré tienen como punto de
vista central tres asuntos importantes:
 Las contradicciones entre las políticas y metas de seguridad nacional en la
América Latina contemporánea y las consecuencias de esas políticas para las
relaciones cívico-militares.
 El brote de movimientos indígenas en Brasil y Colombia, donde activistas
indígenas y sus defensores han sido capaces de conseguir reformas
constitucionales impresionantes, a pesar de que su representación demográfica
es minúscula.
 Un conflicto indígena-estatal que ha recibido mucha atención pero que
permanece muy poco entendido — la sublevación armada en México en Enero
1994 por un grupo autodenominado Ejército Zapatista de Liberación Nacional
(EZLN).

Se pueden sacar tres conclusiones importantes de estos ensayos:


 Primero, con respecto a las “cuestiones tradicionales de seguridad” (protección
de fronteras, control y desmantelamiento de guerrillas, y la pelea contra
narcotráfico), los gobiernos cuyos policías y fuerzas militares, trabajan con las
comunidades y organizaciones indígenas para resolver estos problemas tienen
menor probabilidad de infringir los derechos humanos de los pueblos indígenas.
También, tienen una mayor probabilidad de resolver los problemas a la mano.
Por ejemplo, en Perú los militares no comenzaron su progreso contra el Sendero
Luminoso hasta que se dieron cuenta que los campesinos peruanos tenían tanto
interés como ellos en desarraigar la guerrilla. Una vez que unieron fuerzas,
progresaron.
 Segundo, como trataré de hacer ver en el segundo y el tercer artículo que
aparecerán en numeros subsiguientes, respecto a Colombia y Brasil, y México,
el incremento en la movilización política indígena en la década de 1970, puede
encontrar su origen en la presión creciente sobre las tierras indígenas durante ese
período. En Colombia y Brasil, se puede encontrar el origen de esta
intensificación a los esfuerzos para eliminar regímenes legales que protegían las
tierras comunales y otros derechos étnicos especiales. Los indígenas
probablemente también se movilicen alrededor de asuntos que complementen su
actividad en la agenda internacional o nacional — la reforma constitucional, la
protección del ambiente — y para buscar apoyo de aquellas organizaciones
internacionales que comparten sus inquietudes.
 Tercero, el punto central más importante para el cambio es la resolución de
derechos indígenas sobre la tenencia de tierras. La mayoría, si no todos los
brotes de hostilidad han resultado de las incursiones en las tierras de los
indígenas, que para ellos es la base de su estabilidad y supervivencia económica
y cultural. Trabajar para resolver este problema fomentará estabilidad económica
para los grupos indígenas, resultará en estabilidad política y seguridad nacional.

¿Cuál será el futuro para la política indígena? En el decenio de 1980 y


temprano en el decenio de 1990, los asuntos ambientales eran el foco
de atención internacional. Los indios en América Latina hicieron sus
más convincentes apelaciones públicas como protectores del
ambiente. Conforme entramos en el Siglo XXI, los indios
probablemente aumentarán su ya fuerte presencia en el esfuerzo
internacional para codificar y proteger los derechos nacionales de las
minorías étnicas mediante la ley internacional y los innovadores
experimentos nacionales para compartir el poder y la autonomía
regional. Los instrumentos internacionales que protegen los derechos
de los pueblos indígenas están recibiendo consideración por ambas
las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos.
El poder de los movimientos indígenas para forzar concesiones del
gobierno y atraer la atención de los políticos y los medios de
comunicación pueden haber llegado a su cúspide, como sucedió con
el Quingentésimo Aniversario y la cumbre ambiental de Río, que ya
pasaron de la atención pública. El volumen demográfico, sin embargo,
mantendrá los movimientos indígenas en América Latina en la
agenda política y de seguridad, conforme el crecimiento relativo de la
población que se autoidentifica indígena, supera constantemente el
del resto de la población. La influencia y presencia de líderes
indígenas fogueados y experimentados, y sus defensores en las
organizaciones internacionales continuarán jugando un papel
importante en el crecimiento internacional, el comercio, y la política
ambiental. La solución para cada grupo indígena será diferente, la
mejor estrategia para cada caso depende de la historia de las
relaciones interétincas en cada país (y dentro de las regiones de cada
país), así como también la factibilidad de un enfoque de cooperación
versus uno de confrontación.
Notas
1. Los términos “Indio,” “Amerindio” y “la gente indígena(s)” se usan
en forma intercambiable cuando me refiero a esa gente y las
comunidades definidas por la Subcomisión sobre la Prevención de
Discriminación y Protección de Minorías de las Naciones Unidas,
definición como se indica a continuación:
Las comunidades indígenas, gentes y pueblos son aquellas que,
tienen una continuidad histórica con preinvasión y sociedades
precoloniales que se desenvolvieron en sus territorios, se consideran
a sí mismos distintos de los otros sectores de las sociedades que
ahora predominan en esos territorios, o partes de ellos. Forman en la
actualidad sectores no dominantes de la sociedad y tienen la
determinación de conservar, desenvolver, y transmitir a futuras
generaciones sus territorios solariegos, y su identidad étnica, como la
base de su existencia continua como pueblos, según sus propios
modelos culturales, instituciones sociales y sistemas legales. Estudio
del Problema de Discriminación Contra Poblaciones Indígenas,
Naciones Unidas, Documento E / Cn.4 / Sub.2 / 1986 / 7Add.4,
para.379 (1968).

Las poblaciones indígenas y la política de


seguiridad en América Latina

EL CICLO DE REBELIONES indias y la represión gubernamental que


caracterizó los primeros siglos de contacto entre los pueblos europeos
y los amerindios aún no pueden asentarse en los libros de historia. El
brote de un movimiento armado al sur de México, que constaba
principalmente de indios Mayas destituidos, al igual que
demostraciones de resistencia más pequeñas en Brasil, Ecuador y
otros lugares manifiesta elocuentemente este hecho. Mientras que la
mayoría de los conflictos entre los aproximadamente 40 millones de
personas que componen los pueblos indígenas en América Latina y
las sociedades en las que viven se llevan a cabo en el terreno político,
los temas de la seguridad continúan generando conflictos violentos
entre los distintos grupos étnicos.1 Desde los tiempos de la conquista,
los intereses de las comunidades indígenas han estado en conflicto
con las políticas de seguridad de los gobiernos nacionales. Estos
incluyen una dimensión destinada explícitamente a controlar las
tendencias autónomas de las comunidades indígenas, reprimir la
organización política de los indios y borrar la identidad independiente
de las naciones indias.
Las relaciones entre las poblaciones indígenas de América Latina y el
estado siempre han sido militarizadas. Los conquistadores europeos
avasallaron los pueblos con armamento superior y mantuvieron el
dominio mediante la fuerza sobre las poblaciones indígenas rebeldes
de las colonias españolas y portuguesas de los centros
administrativos establecidos en los virreinatos y las audiencias.
Después de la independencia, los nuevos estados permanecieron
centralizados, con la mayor parte del gobierno ubicado en la ciudad
capital y algunos centros comerciales provinciales importantes. Para
ese entonces, la mayoría de las poblaciones indígenas habían huido o
habían sido forzadas a trasladarse a lugares más remotos en el país,
tales como las selvas inexploradas, las montañas más altas y a lo
largo de las fronteras de las naciones que recién surgían. Las
fronteras constituían los lugares preferidos ya que representaban la
distancia más larga entre el poder centralizado de los estados
contiguos y por lo tanto la zona de poder estatal más débil. Hasta
hace poco, estas remotas regiones de poblaciones indígenas eran
regidas por dos instituciones: la Iglesia Católica, la cual en muchos
países había sido encomendada con la tarea de cuidar a los indígenas
física y espiritualmente; y los militares quienes estaban a cargo de
mantener la tranquilidad en los pueblos indígenas, proyectando el
poder del estado y patrullando las fronteras disputadas. Las zonas de
valor comercial agrícola eran gobernadas por las grandes clases de
terratenientes, quienes gozaban del respaldo de los militares cuando
era necesario. A mediados del Siglo XX, habían surgido pocos cambios
en las regiones indígenas de América Latina. Desde los altiplanos del
Perú y Guatemala hasta Brasil, donde el concepto del estado
permanecía una idea distante para los indígenas, los militares
representaban el poder estatal. En la cuenca del Amazonas la
presencia militar aumentó, particularmente a lo largo de las fronteras,
bajo los regímenes de seguridad nacional de los años 60 y los 70
cuando los gobiernos militares de los países amazónicos,
especialmente en Brasil, enviaron tropas para defender y patrullar sus
fronteras. Cada uno exhortaba el establecimiento de los colonizadores
en la vecindad para legalizar los reclamos territoriales.
Conflictos entre las fronteras y la lucha por los recursos naturales
Antes del 26 de enero de 1995, hubiese sido difícil convencer, incluso
a los expertos en la región, sobre la seriedad de los conflictos
fronterizos en América Latina. El machismo, el hipernacionalismo, la
paranoia e incluso las oportunidades para llevar a cabo negocios
ilícitos, son excusas que a menudo se utilizan para explicar las
políticas que amontonan tropas a lo largo de las fronteras para
defenderlas de amenazas aparentemente imaginarias. Cuando estalló
la guerra entre el Perú y Ecuador, la inverosímil posibilidad de una
guerra entre países latinoamericanos ese día se convirtió en realidad,
especialmente para las decenas de miles amerindios que vivían en
aldeas a ambos lados de la frontera, quienes soportaron el impacto de
meses de ataques por parte de los militares. Tan pronto se dieron los
primeros disparos, los líderes nacionales indios de ambos países
apelaron tanto a los gobiernos combatientes como a la comunidad
internacional a fin de que cesara la lucha, la cual había dado como
resultado el bombardeo a varias comunidades Shuar y la evacuación
de la zona de más de 8,000 Shuar. Entretanto, los líderes locales de
ese grupo étnico lucharon entre sí desde ambos lados de la frontera. 2
Ambos ejércitos usaron exploradores indios para navegar el terreno
prohibido en el teatro del conflicto; la BBC informó que el Ejército
peruano empleó a los indígenas para barrer las minas y así penetrar
los fuertes fronterizos (en territorio indio) que habían minado los
ecuatorianos. A mediados de febrero, organizaciones indígenas y del
medio ambiente hicieron un llamado para que se designara un
territorio protegido binacional en la zona afectada y para donaciones
de alimentos y medicamentos para los refugiados indígenas.3
Las bajas sufridas por las comunidades indígenas fronterizas en el
Perú y el Ecuador se repetirían si ocurriesen hostilidades en otras
fronteras de importancia militar. Las disputas aún permanecen sin
resolverse entre Guyana y Venezuela, quienes reclaman 50,000 millas
cuadradas de bosques tropicales, y en el lado oeste de Venezuela
donde a menudo surgen disputas con Colombia sobre el uso del Golfo
de Venezuela y las islas Los Monjes. Las tropas venezolanas también
patrullan la zona del Arauca para evitar que las drogas y las guerrillas
se infiltren desde la frontera con Colombia, especialmente desde el 26
de febrero de 1995, cuando de 120 a 150 guerrilleros colombianos
asesinaron ocho soldados venezolanos e hirieron a otros tres durante
una redada en el cruce de la frontera para robar armas. 4 Como
resultado de ello, tanto los militares colombianos como los
venezolanos han incrementado su presencia en la frontera. La
defensa agresiva a lo largo de la frontera ha conducido a la violencia
en contra de los indios a quienes se les confunde con las guerrillas y
las quejas de acoso por parte de los indios durante sus visitas a
familiares al cruzar la frontera. A pesar de que no conllevará a una
acción armada en el futuro cercano, el reclamo de Bolivia de una
desembocadura en el Pacífico en la región de Antofagasta aún
constituye un asunto político acalorado, especialmente en Bolivia.
La ocupación de la región disputada por los militares ecuatorianos
después del acuerdo de 1942 sobre el conflicto fronterizo con Perú,
dio lugar a que a principios de los años 70 los militares descubrieran
petróleo en el Amazonas. El control de este recurso, una fuente clave
de divisas para un país tan adeudado, cayó en manos de las fuerzas
armadas. En la actualidad, militares ecuatorianos retirados son
dueños de grandes extensiones de terreno en el Amazonas y se han
beneficiado de la producción del petróleo y la rápida colonización
fomentada por el gobierno en los años 80. Por lo tanto, la explotación
en el Ecuador de los recursos naturales para fines de desarrollo
nacional, y para el enriquecimiento de los militares en calidad de
institución, ha sido una razón importante para la militarización de las
zonas pobladas por indígenas, y que en la actualidad se consideran
ricas en recursos naturales (especialmente los minerales).
Por mucho tiempo, Brasil ha mantenido una fuerte presencia militar
en el Amazonas para proteger sus fronteras y controlar la explotación
de sus recursos minerales y la madera. La primera agencia
gubernamental brasileña a cargo de los asuntos indígenas fue creada
en 1906 bajo la dirección de los militares, y se mantuvo a cargo de la
política indígena hasta que la dictadura militar creó en 1967 la
Fundación Nacional del Indio (FUNAI).5 Desde finales del gobierno
militar en 1985, el gobierno ha fomentado la colonización y el
desarrollo del Amazonas a fin de aliviar las presiones económicas y
sociales en el sur y el deprimido noroeste, a fin de explotar los vastos
recursos de la región y patrullar sus fronteras norteñas. Los militares
han estado a la defensiva con respecto al control del Amazonas y de
sus recursos. La comunidad internacional, particularmente las
organizaciones privadas (NGO), comenzaron una campaña a finales
de los años 80 para proteger los bosques tropicales del Amazonas de
la explotación forestal y la quema de grandes extensiones de terreno
para la cría del ganado y la agricultura comercial. Las NGO también
se movilizaron para proteger a los indígenas y sus territorios de las
predaciones ilegales de los garimpeiros (buscadores de oro) y otros
buscadores de fortunas que han invadido las tierras indígenas
prácticamente con impunidad.6
Los militares también están preocupados por los indios que habitan
las regiones fronterizas. Las reservas indígenas abarcan un 10 por
ciento del territorio brasileño, aunque sólo mitad ha sido oficialmente
deslindado. Dos de los grupos más grandes, los Yanomami y los
Macuxi, habitan a lo largo de las fronteras de Venezuela y Guyana,
respectivamente.7 Los militares están cada vez más preocupados que
los indígenas se unirán a sus vecinos, con quiénes tienen vínculos
étnicos, para presionar a favor de una nación india independiente, y
han comenzado a cabildear el gobierno central con respecto a la
situación de las tierras indias en general. En febrero de 1994, el
Presidente Franco le otorgó al Consejo de Defensa Nacional la
autoridad para aprobar todos los deslindes subsiguientes de las
tierras indígenas. En diciembre de ese año, el Senado brasileño
aprobó un proyecto de ley el cual le exigía al Consejo de Defensa
Nacional que revisara todas las deslindaciones de las tierras indias en
las zonas fronterizas, al igual que consultara con anticipación a los
gobiernos estatales antes de someter al Congreso Federal, para su
aprobación, todos los futuros delimites. Según el Concilio Misionero
Indígena, dicho procedimiento haría irrealizable toda futura
deslindación de las tierras indígenas en Brasil.8
La masacre de 16 Yanomami en agosto de 1993 por garimpeiros
brasileños en el lado venezolano de la frontera, llamó la atención de
la comunidad internacional a las consecuencias de la falla del
gobierno brasileño de regular las actividades económicas en el
Amazonas o evitar las incursiones de los garimpeiros a las reservas
Yanomami.9 Ninguno de los mineros acusados en la masacre de 1993
está encarcelado. Según el informe de 1994 del Departamento de
Estado sobre los derechos humanos en Brasil, alrededor de 2,500
garimpeiros volvieron a entrar la reserva Yanomami en Roraima en
1994, haciendo estallar una epidemia de malaria y otras
enfermedades que mataron por lo menos 26 Yanomami.10
En enero de 1995, la Comisión Pro-India de São Paulo (CPI-SP) y el
Concilio Indígena de Roraima (CIR) informaron que la policía estatal
de Roraima y el ejército expulsaron a 400 indios Macuxi de sus tierras
cuando protestaban la construcción ilícita de una represa
hidroeléctrica en el Río Cotingo. Durante el proceso, las fuerzas
armadas destruyeron la zona donde los Macuxi mantenían el ganado
y tres casas; golpearon a siete Macuxi e hirieron a dos de gravedad.
Según las NGO en la zona, la violencia en contra de los Macuxi en la
zona india de Raposa/Serra do Sol donde habitan es la norma. El
Departamento de Estado de EE.UU., informa que cuatro Macuxi fueron
asesinados en 1994. A pesar de la falta de aprobación por parte del
Congreso y el consentimiento de las comunidades indígenas, según lo
estipulado en la Constitución de 1988, el estado de Roraima ha
continuado con la construcción de la represa. La Red de Noticias del
Bosque Tropical informa:
que la policía militar y miembros del Ejército continúan ocupando la
zona. El Concilio Indígena de Roraima (CIR) le ha solicitado a FUNAI
que retire a la policía de la zona y que le solicite al Ejército una
aclaración acerca de su participación en esta operación ilícita, y que
el Ministerio Federal tome las medidas del caso.11
El 9 de febrero de 1995, el Ministro de Justicia brasileño, Nelson
Jobim, anunció que desplazaría una unidad del Ejército en apoyo a la
deslindación de las tierras indias en la frontera de Guyana y
Venezuela. Los conflictos entre los indios locales Krikati y los pueblos
no indígenas en el estado de Maranhao dieron lugar al asesinato del
líder Krokati, Manuel Mendes, el 17 de enero de 1995.12 No obstante,
en vista de la intensa presión por parte de los militares, el Ministro de
Justicia también dio a conocer sus intenciones de someter ante el
Consejo de Defensa Nacional el reclamo de las tierras de los Macuxi
en el estado de Roraima. Dicha decisión fue sugerida por el Senado
brasileño en diciembre de 1994, cuando aprobó un proyecto de ley
para revisar todas las demarcaciones de las tierras indígenas en la
zona fronteriza del Amazona. El proyecto de ley fue apoyado por un
senador de Roraima, y fomentado por las fuerzas armadas. Según el
Concilio Misionero Indígena (CIMI),
los que se beneficiarán de dicho proyecto de ley son los grupos
económicos, quiénes están interesados en explotar los recursos
naturales que se encontrarán en las zonas indígenas, y ciertos
sectores de los militares que están insatisfechos con la manera en
que, en la actualidad, se lleva a cabo la deslindación y quienes
sostienen, erróneamente, que las tierras indígenas en la zona
fronteriza constituyen una amenaza a la soberanía nacional. Hay un
artículo en este proyecto de ley que requiere la aprobación del
Consejo de Defensa Nacional para toda futura iniciativa de deslindar
las tierras indígenas en la zona fronteriza. Dicho Consejo consta de
cuatro ministros militares (Ejército, Armada, Fuerza Aérea y el Estado
Mayor Conjunto) y desempeña el papel de agencia consultora para el
Presidente de la República en asuntos relacionados con la soberanía
nacional.13
Mientras tanto, en la frontera boliviana del Brasil, el CIMI informa que
el ejército brasileño, quién ocupó y autenticó la propiedad de la Isla
Insua, está contrarrestando la orden federal de deslindación de la isla
como zona india. El comandante local ha rehusado permitir que los
indios Guatos, quienes fueron desterrados de la isla por ganaderos en
1925, regresen a sus tierras. Según informes de los simpatizantes de
los indígenas, el reclamo del Ejército sobre la seguridad nacional es
para encubrir la razón principal por la cual la deslindación de las
zonas indígenas se ha demorado: presión por parte de poderosos
intereses políticos y económicos en los estados fronterizos que
ambicionan los recursos naturales de esas tierras.14
Política de contrainsurgencia
La relación entre los pueblos indígenas y los insurgentes armados, los
traficantes de drogas y las fuerzas de seguridad es compleja. Tal
como se destacó anteriormente, los indígenas habitaron las regiones
más remotas, especialmente aquellas en medio de las fronteras
internacionales. Los grupos de la guerrilla y los traficantes de droga
habitan estas regiones por las mismas razones: son excelentes
lugares para evadir el estado, para lanzar operaciones ofensivas y a
las cuales se pueden retirar cruzando las fronteras internacionales.
Como resultado, en lugares donde los movimientos guerrilleros, los
traficantes de drogas y los indígenas comparten el territorio, más
notablemente en Colombia, Guatemala y Perú, los indios deben luchar
por establecer una relación entre ellos y los diversos grupos armados
en la región.15 A fin de tratar el reto de los movimientos subversivos
armados, los gobiernos, especialmente los gobiernos militares, en el
hemisferio han señalado grupos dentro de la sociedad que, por su
naturaleza, se les considera subversivos o vulnerables a la influencia
de los grupos comunistas. Las comunidades indias y las
organizaciones políticas se encuentran entre esos grupos.
Desde los años 60, los indios en Colombia han luchado por ser
independientes del FARC, el M-19, el ELN y otras guerrillas con base
en las zonas rurales, defendiéndose de intentos por parte de los
insurgentes de infiltrar sus organizaciones políticas y forzar su
apoyo.16 Al mismo tiempo, experimenta ataques por parte de las
fuerzas de seguridad colombianas, quienes dan por sentado que los
indios apoyan a la guerrilla:
Las contradicciones aumentaron durante los años 80, un período de
“guerra total” en contra de varias organizaciones de las guerrillas.
Estas organizaciones, a su vez, conscientes de la represión de los
indios por parte del gobierno, intentaron en repetidas ocasiones
involucrarlos en su lucha armada, mientras que los indios buscaban
con insistencia la manera de cómo protegerse de ambos frentes sin
abandonar su propia lucha por la reivindicación. Hubieron varios
acuerdos de no agresión entre los cabildos (pueblos indígenas) y las
organizaciones de la guerrilla pero, en la medida en que la “guerra
total” se convirtió en una “guerra sucia”, los indios permanecieron en
medio de ambos frentes, como regularmente sucede, sufriendo
muertes y represión, tanto de la FARC y el M-19 como del ejército, la
policía y los “pájaros” o asesinos al servicio de los terratenientes. 17
Asimismo, los indios peruanos se encuentran entre las guerrillas
brutales del Sendero Luminoso y las tácticas de tierra abrazada de los
militares peruanos. Durante el período de 1983 a 1986, las tropas
peruanas en busca de miembros y simpatizantes del Sendero
Luminoso, asesinaron miles de campesinos peruanos. Los campesinos
en las regiones montañosas dominadas por el Sendero Luminoso
fueron asesinados por ambas partes durante la guerra de guerrillas,
cada parte asumiendo que la mayor parte de los campesinos
neutrales apoyaba a la otra parte. A finales de 1980, los militares
peruanos habían cambiado su estrategia a una de colaboración con
las comunidades campesinas, a veces organizadas en rondas para la
autodefensa, para combatir al Sendero Luminoso. A la larga, esta
estrategia tuvo éxito, con menos consecuencias violentas para la
población indígena.
El Sendero Luminoso, a pesar de que está a la fuga de la inteligencia
y las tácticas de contrainsurgencia de los militares peruanos en las
regiones montañosas, aún constituye una fuerza latente en el
Amazonas. Miles de Ashíninka, cuyos números alcanzan las decenas
de miles, en ocasiones han sido forzados a unirse a la guerrilla o
presionados a prestarles servicio para proveerle al Sendero Luminoso
una base económica, a veces mediante la producción de la hoja de la
coca. Si bien los Ashíninka han resistido a la guerrilla, tienen menos
acceso a recursos, tales como armamento, para defenderse que los
indios en las regiones montañosas. Como resultado, el Departamento
de Estado de EE.UU. calcula que:
de 20 a 40 comunidades Ashíninka han desaparecido como resultado
de la violencia del Sendero, y que más de 10,000 han sido
expatriados. Tantos como 3,000 Ashíninkas podrían estar atrapados
en zonas bajo la opresión del Sendero. A finales de agosto de 1994,
informes no confirmados indicaban que se habían descubierto fosas
comunes con los restos de Ashíninkas. Las autoridades opinan que
estas fosas podrían contener los restos de víctimas de la violencia del
Sendero.18
El Sendero Luminoso también se aprovechó de los conflictos sobre las
tierras entre los colonizadores nativos de las zonas montañosas y las
comunidades indias locales, para atraer a los indios a sus filas. El 18
de agosto de 1993, alrededor de 60 indios Ashíninka fueron
asesinados por una unidad del Sendero Luminoso que contaba con
conscriptos indios.19 Según Eusebio Castro, un Ashíninka y
vicepresidente del AIDESEP, una de las dos confederaciones indias
amazónicas, la presencia y la violencia del Sendero Luminoso ha
disminuido, hasta cierto punto, en las zonas más estables de la selva,
donde en la actualidad los militares y la policía peruana se han
establecido. En las zonas rurales, particularmente donde no hay
buenas carreteras, las comunidades indias deben defenderse. Si bien
los Ashíninka, a principios de los años 90, expulsaron con éxito del
territorio al Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), expulsar
al Sendero Luminoso resulta más difícil.20
En 1987 la balanza comenzó a cambiar de la mayoría de la violencia
en contra de los indios perpetrada por los militares, a una donde el
Sendero Luminoso jugaba un papel más activo, ya que en la
actualidad es responsable de la mayoría de los abusos en contra de
los indios. Según la socióloga peruana, María Isabel Remy, la
dominación y la intimidación eran parte de la estrategia del Sendero
Luminoso. Las comunidades indígenas comenzaron a aliarse cada vez
más con el ejército para defenderse. No obstante, al comienzo el
gobierno peruano confundió el Sendero Luminoso con un movimiento
social que atraía a las poblaciones indígenas marginadas:
La acción de un partido maoísta organizado con una disciplina estricta
y un dogma sólido no se analizó; más bien, el fenómeno se percibió
como una especie de levantamiento en contra de la pobreza, la
marginación y la injusticia. Es más, a principios de los años 80, era
considerado como un movimiento indígena, una especie de “guerra
de castas”. Dependiendo de la moda antropológica, se le identificó
como “milenario” o “indígena”; era la “venganza de los siglos”, “la
utopía andina”, el pachakutí. Esta última y errónea opinión de la
violencia, urbana, distante y culturalista, también tenía una
interpretación militar que condujo a la estrategia de represión brutal
de la población por parte del ejército. Un indio (y peor aún, si era de
Ayacucho) era catalogado como miembro activo o posible miembro
del Sendero Luminoso. Bajo estas circunstancias, el ejército atacó y
ocupó los centros de la población indígena. El miedo y la desconfianza
del “otro” provocó que todo soldado que viera un indio Puna con un
poncho, sospechara que escondía armas debajo del poncho, por lo
tanto disparaba primero y después investigaba. El ejército era un
ejército de ocupación.21
De hecho, el Sendero Luminoso contó con el apoyo inicial en las zonas
rurales donde las condiciones de abandono por parte del gobierno
favorecieron la introducción de cierto poder autoritario. No obstante,
lo poco que el Sendero Luminoso podía ofrecer era la violencia y el
apoyo de la comunidad se desplomó.
Los militares guatemaltecos siempre han considerado que la mayoría
de la población Maya del país constituye una base de apoyo para las
antiguas fuerzas de la guerrilla en el país, organizadas bajo la
protección de Unidad Revolucionaria Guatemalteca Nacional (URNG).
Desde 1962 la actitud del gobierno, la cual era controlada por los
militares, hacia la mayoría de la población Maya, ha reflejado cada
vez más las inquietudes de la seguridad nacional de que esta
población constituía una amenaza comunista potencial y actual. Esa
preocupación de que el comunismo emanara de la población rural,
pertenece a la época de la inquietud acerca del bolchevismo en los
años 20, al igual que el temor al contagio de la rebelión rural de 1932
en El Salvador que incluyó un gran número de indios.22 El antropólogo
Richard Adams ha identificado un cambio crucial en las relaciones de
los militares guatemaltecos con la población Maya. A raíz de la
expansión de la insurgencia en los años 70 cuando los militares
comenzaron a atacar de manera activa a los indígenas, “erradicaron
por lo menos 410 comunidades Mayas, asesinaron alrededor de
50,000 personas e impulsaron por lo menos de doscientos a
quinientos mil refugiados hacia México y los Estados Unidos.”23
El URNG es un movimiento izquierdista, fundado por los ladinos,
basado en las clases sociales. No es un movimiento “indígena”, y su
agenda política no se basa en las demandas culturales o étnicas de
las diversas asociaciones políticas y sociales Mayas en el país. No
obstante, la represión infundada de la población indígena por los
militares, instó a miles de Mayas a unirse al URNG para defender sus
comunidades, para evitar el reclutamiento forzado en las Patrullas de
Defensa Civil del Ejército o para derrocar a un gobierno que por
mucho tiempo había reprimido y despreciado a los Mayas. Sin
embargo, la diferencia entre el URNG y el movimiento político Maya
es clara: Las organizaciones Mayas insisten en representar sus
propios intereses en las negociaciones de paz, que a veces se llevan a
cabo y otras veces no, entre el gobierno y los insurgentes. Los grupos
Mayas, tales como el Consejo de Organizaciones Maya de Guatemala
(COMG), estaban especialmente enojados al saber que uno de los
temas a tratar entre la URNG y el gobierno, del cual las
organizaciones Mayas habían sido excluidas, era “la identidad y los
derechos de las poblaciones indígenas”.24 Tal como expresara
recientemente un escritor Maya-Caqchiquel, el “diálogo por la paz” es
considerado un “monólogo” entre dos minorías (ladinas) que
básicamente mantienen la “disertación colonial”.25
Los temas de los derechos de los indígenas y su identidad han
demorado la resolución de la insurgencia que data de 34 años. En
febrero de 1995, después de cuatro reuniones entre el URNG y el
gobierno guatemalteco y sobre los asuntos indígenas, varios
obstáculos clave permanecían vigentes, incluso medidas que
conllevarían a la ratificación de la Convención 169 de la Organización
Internacional Laboral26 sobre los derechos de los indígenas, la que
exigiría la reforma de la Constitución guatemalteca. La Convención
169 reconoce los derechos de autonomía lingüística regional y de
auto-gobierno de los indígenas. También habían demandas por el
reconocimiento de la existencia de comunidades Mayas en Guatemala
y sus sistemas de justicia, ideas que constituían un anatema para la
élite del país. El país es uno de los pocos en el hemisferio cuya
constitución no define su población indígena ni le otorga ninguna
protección especial.27
Las guerrillas en Guatemala podrían estarse valiendo del tema
indígena para mantener el apoyo de los grupos militantes Mayas. Por
lo tanto, pueden demandar el tipo de reforma social intensa que el
gobierno no aceptaría, eternizando la lucha armada hasta que la
“correlación de las fuerzas mejore”, a la vez que mantienen una
postura de buena voluntad para negociar.28 Según el Informe
Centroamericano (Central American Report),29 los temas de los
derechos de los indígenas son de importancia estratégica para el
URNG desde el punto de vista de su futuro político inmediato y su
credibilidad entre los grupos de la sociedad civil. Las guerrillas fueron
severamente criticadas por las organizaciones Mayas cuando firmaron
con el gobierno un acuerdo sobre los derechos humanos que no
incluía ni la investigación ni la sanción de violaciones anteriores. El
Coordinador de la Población Maya de Guatemala (COPMAGUA), un
grupo que consta de cuatro federaciones que representan a más de
300 organizaciones Mayas, ha dejado en claro que no respaldará un
acuerdo de paz que no haga reformas radicales en las leyes y la
política de lo que ellos llaman la naturaleza “racista, etnocentrista,
exclusiva, homogeneizante, centralista, clasicista y militarista” del
gobierno de Guatemala. El COPMAGUA, tomando en cuenta la
naturaleza pluriculturista y multilingüe del gobierno de Guatemala, ha
hecho un llamado a que se den reformas similares a las de Colombia
y Bolivia.30
El 31 de marzo de 1995, en la ciudad de México, el gobierno de
Guatemala y el URNG firmaron un Acuerdo sobre la Identidad y los
Derechos de la Población Indígena, un acuerdo histórico que le exige
al Congreso guatemalteco que ratifique las provisiones
controversiales mencionadas anteriormente, entre otras. Mientras
que el gobierno finalmente capituló a las demandas de una reforma
constitucional a fin de enterrar esta fase del proceso de paz, el
partido mayoritario en el congreso, el conservador Frente Republicano
Guatemalteco (RFG), dirigido por el antiguo dictador Efraín Ríos
Montt, amenazó con bloquear la ratificación de todo acuerdo que
exigiera cambios constitucionales y, hasta la fecha, ha bloqueado la
ratificación del ILO 169. Al igual que sus contrapartes en Ecuador, la
derecha militar y política en Guatemala consideran la autonomía
indígena cónsona con la creación de “estados dentro de un estado” y,
como tal, constituye una amenaza directa a la existencia de la
“nación”.31 Todo parece indicar que el gobierno guatemalteco y las
guerrillas finalmente han completado los acuerdos de paz y que el
nuevo congreso los aprobará.
En tanto que la mayoría de las insurgencias de la guerrilla en América
Latina son movimientos no indígenas basados en la clase social, hay
varios ejemplos de movimientos guerrilleros dirigidos por indígenas y
otros donde el liderazgo y la orientación étnica del movimiento son
sombríos. El caso más claro de un movimiento armado indígena es el
de Quintín Lame, organizado en 1981 por indígenas en la región del
Cauca al sudoeste de Colombia, para defender sus comunidades de
los ataques de la guerrilla, los traficantes de drogas, los
terratenientes locales y las fuerzas de seguridad del estado. Durante
sus años de existencia, sólo contaba con 100 a 300 miembros.
Mientras que el gobierno colombiano consideraba que el grupo no era
muy distinto a las otras insurgencias que ocurrían en el país, el
Quintín Lame era un movimiento local de autodefensa, sin
aspiraciones políticas o militares. El 31 de mayo de 1991, un mes
después que un representante de Quintín Lame, Alfonso Peza Chepe
tomara posesión en calidad de miembro de la Asamblea
Constitucional Nacional, el grupo se rindió y se convirtió en una
organización política legal.32 No obstante, los ataques en contra de los
líderes indios colombianos continúan. Siete líderes de la comunidad
de la tribu Zenu fueron asesinados en 1994, al igual que Laureano
Inampue, el activista de los derechos de los indios. Los ataques de la
guerrilla colombiana continúan siendo un problema. Un torrente de
ataques en contra de las comunidades indígenas en la región de
Sierra Nevada de Santa Marta ocurrieron en septiembre de 1994,
donde las guerrillas FARC ejecutaron a cuatro indios, quienes se
sospechaba habían colaborado con el ejército.33
En Bolivia, han surgido varios pequeños movimientos armados
provenientes de las facciones más militantes del movimiento
Katarista, una casta del movimiento político indígena de a finales de
los años 80. Entre ellos se encuentran la Ofensiva Roja de los Ayllus
Katarista, el FAL-Willka y el Ejército Guerrillero Tupaj Katari (EGTK).
Dos de estos grupos, Zárate Wilka y otro más grande, el Ejército de
Liberación Nacional Nestor Paz Zamora, fueron desmantelados por el
Ejército boliviano después de que ellos asesinaron a unos misioneros
estadounidenses y a un importante hombre de negocios. El aumento
de la ansiedad en Bolivia acerca de las insurgencias armadas
brotando en el país, a raíz de la posible inspiración y los rumores de
infiltración del aledaño Sendero Luminoso, instó a las fuerzas de
seguridad bolivianas a erradicar y desmantelar estos grupos más
débiles. Según el antropólogo Xavier Albó, estos movimientos
marxista-leninistas, en su mayoría basados en la ciudad, usaban
nombres y lemas indígenas y la bandera indígena para atraer el
apoyo de las regiones rurales.34
En Ecuador el grupo guerrillero conocido como Puka Inti (Sol Rojo) por
su nombre quechua, supuestamente influenciado o apoyado por el
Sendero Luminoso, ha sido reprimido vigorosamente por los militares.
Mientras que los militares alegan que los Puka Inti están atados al
movimiento indígena, su base radica en el movimiento estudiantil en
Guayaquil. Algunos antiguos miembros indígenas del ahora extinto
grupo subversivo ecuatoriano Alfaro Vive, Carajo, se encuentran en la
actualidad trabajando pacíficamente dentro de las organizaciones
políticas pacíficas indígenas.
Por último, el grado el cual se puede considerar a los Zapatistas
mexicanos (el Ejército Zapatista de Liberación Nacional o EZLN) como
un movimiento de la guerrilla indígena amerita discusión. La mezcla
peculiar de las circunstancias que dieron lugar a la fundación, y más
tarde a la transformación, de este movimiento, la extraordinaria
composición de sus participantes y los que lo apoyan, y la mezcla de
las demandas étnicas, culturales e izquierdistas nacionalistas que
componen su agenda política establecida, hacen del movimiento
Zapatista una anomalía tanto entre las organizaciones de la guerrilla
como en los movimientos indígenas de América Latina. El EZLN fue
creado por la fusión de dos fuerzas primarias. La primera constaba de
un pequeño grupo no indígena, de intelectuales que no eran de
Chiapas y de antiguos miembros de las originales organizaciones
guerrilleras izquierdistas de México, las cuales fueron casi
desmanteladas por el Ejército Mexicano en los años 60 y los 70. A
principios de los años 80, estos revolucionarios trasladaron su base de
operaciones al este de Chiapas, cerca de la frontera con Guatemala.
La segunda fuerza constaba de un pequeño grupo de activistas
indígenas militantes quienes en 1970 decidieron rebelarse en contra
del gobierno. Se apartaron del movimiento político indígena pacifista
que retoñaba en Chiapas y emigraron a la selva Lacandón.
El EZLN fue fundado en 1983 por las fuerzas revolucionarias indígenas
y no indígenas en el Lacandón. El grupo no obtuvo mucha atención o
apoyo sino hasta principios de los años 90 cuando bajaron los precios
del café en el mercado internacional, lo cual llevó a la quiebra a
muchas cooperativas campesinas, y que coincidió con la suspensión
abrupta de los subsidios agrícolas y fomentó el descontento entre la
población indígena del estado.35 El producto de esta unión entre estas
dos fuerzas militantes fue una organización con la estructura, la
estrategia, la nomenclatura militar y gran parte de la retórica de un
movimiento armado marxista, pero también con rasgos
característicos indígenas: un método de toma de decisiones basado
en la comunidad y el consenso, una agenda política que constaba de
muchas de las demandas esenciales de los movimientos indígenas
pacíficos de Chiapas, al igual que su característico llamado por la
dignidad, la autodeterminación y el respeto por la cultura y la
identidad indígena; y una membresía principalmente Maya, de la cual
un número significativo hablaban sólo idiomas indígenas.
Política contra el narcotráfico
A causa de la precipitosa caída a nivel mundial en los precios de los
productos agrícolas y las reformas neoliberales que eliminaron el
apoyo del estado a la agricultura campesina durante los años 80, lo
cual provocó la zozobra en Chiapas, cientos de campesinos a lo largo
de América Latina ahora se ganan su sustento cosechando
marihuana, la amapola y la hoja de la coca. En vista de que muchos
traficantes de estupefacientes pagan al contado y por adelantado e
incluso recogen la cosecha, para muchos campesinos es la única
siembra con la cual pueden ganarse el sustento, eliminando la
necesidad de hacer viajes largos y costosos a los mercados. En
calidad de agricultores, están a la merced de la mayoría de los
traficantes de drogas, no indígenas, de la región, a veces en
confabulación con los militares y la policía local. En Perú y en
Colombia, los vínculos entre la guerrilla y los traficantes de drogas
complican la ya volátil mezcla de intereses en las zonas rurales.
Esta violencia en contra de los indios no es a causa de la
discriminación sino del hecho de que los cultivadores en los países
andinos de la marihuana, la amapola y la coca son indios. Aún cuando
no están involucrados en calidad de cultivadores, son los blancos de
la violencia de los paramilitares y los carteles de la droga porque
están envueltos en disputas acerca de las tierras que ocupan el cartel
de la droga, ya sea legal o ilegalmente. Y, tal como se ha destacado
anteriormente en este estudio, las disputas sobre las tierras son el
punto central de los violentos altercados entre los indios y los no
indios. La etnicidad no es la causa de esta violencia relacionada con
la droga, pero si es un factor importante en idear una solución al
problema: las autoridades deben comprender los temas culturales
que están involucrados en la violencia en contra de los indígenas por
sus lazos con el negocio de la droga.
En diciembre de 1991, en una hacienda colombiana conocida como El
Nilo, 20 indios Paez, incluso mujeres niños, fueron ametrallados por
más de 60 pistoleros encapuchados. Los grupos de derechos
humanos, las organizaciones indígenas colombianas y los oficiales del
gobierno colombiano han vinculado a los asesinos con traficantes de
drogas y miembros del ejército colombiano al servicio de los
traficantes y atribuyen la masacre a las disputas sobre las tierras
entre los indios y los traficantes de droga en los alrededores.36 Según
Jesús Avirana, un líder del Concilio Indígena Regional del Cauca, a
pesar de que el gobierno colombiano y las organizaciones indígenas
han firmado numerosos acuerdos para detener el cultivo de la
amapola para la producción de la heroína, dicha producción continúa
en la actualidad a causa del descuido del gobierno de no cumplir con
sus promesas de asistencia.37
La producción de la coca es la única fuente de ingreso para la
mayoría de los 300,000 campesinos en las regiones altas del Valle
Huallaga en Perú, el cual es ideal para la cosecha de la coca. El
cultivo representa para los agricultores una ganancia neta de 4 a 34
veces la del cacao y el maíz, los productos agrícolas alternos, y los
compradores van directamente a los agricultores, eliminando el
problema de tener que transportar el producto hacia el mercado por
carreteras angostas y deterioradas. El Sendero Luminoso ha escogido
al valle como blanco a causa de su valor económico, y ha llegado a
controlar el lucrativo intercambio de la droga en la región,
protegiendo a los agricultores de las operaciones antidrogas del
gobierno peruano y cobrándole altas sumas a los traficantes de
drogas por cada vuelo para entrar a la zona y recoger los
cargamentos.38
El Presidente Fujimori ha hecho hincapié, al menos retóricamente, en
el cultivo de productos agrícolas alternos para participar en la guerra
contra las drogas, una política que va en contra de la preferencia de
EE.UU. de erradicación. En vista de la dependencia de gran parte de
la población indígena en la producción de la coca y la escasez de
alternativas, el gobierno boliviano a adoptado medidas similares. No
obstante, según Healy, los grupos traficantes en estupefacientes más
ricos y fuertes, y no los agricultores, son el obstáculo principal al
tratar de erradicarles. Además, la importancia del comercio de la coca
en la economía boliviana, con un valor del 75% de las exportaciones
legales del país, es mucho mayor en Bolivia que en economías más
diversificadas como son las de Colombia y del Perú. 39
Healy calcula que alrededor de 500,000 campesinos indígenas están
involucrados en el comercio de la coca. En Bolivia, donde es legal
cosechar la hoja de la coca para fines medicinales o tradicionales, los
cultivadores de la coca están representados por un sindicato bien
organizado y militante, la Asociación Nacional de Productores de la
Coca (ANAPCOCA). A través de esta organización, han participado en
protestas públicas, huelgas de hambre y bloqueo de carreteras para
impedir los esfuerzos del gobierno de controlar la producción y
distribución de la hoja de la coca. Algunas protestas han terminado en
violencia, tales como un bloqueo en Cochabamba en 1987 donde
murieron seis campesinos. Los agricultores de la coca respondieron
ocupando las oficinas del UMOPAR, la policía antidroga, en Chapare.
Antes de que el conflicto finalizara, el UMOPAR mató a 10 campesinos
más, provocando aún más la militancia del sindicato. Según Healy un
“medio ambiente de estado totalitario” prevalece en Chapare y el
UMOPAR y los agentes de la Agencia para el Control de las Drogas
(DEA) de EE.UU acosan continuamente a los agricultores. 40
El 18 de abril de 1995, el gobierno boliviano ordenó un estado de sitio
de 90 días de duración para interrumpir las cada vez más militantes y
destructoras huelgas por parte de los maestros y otros activistas del
sindicato que a diario tenían confrontaciones con los policías en La
Paz. El gobierno se aprovechó de este estado de sitio para arrestar a
Evo Morales, líder de ANAPCOCA, y más de otros 300 líderes
laborales, encarcelándolos en lugares apartados del país. Cinco días
más tarde, más de 100 cultivadores de la coca, que protestaban por
el encarcelamiento de Morales, fueron encarcelados en el Chapare,
donde sostuvieron confrontaciones con la policía y el ejército.
Mientras que la mayoría de los líderes encarcelados quedaron en
libertad 10 días después de que la Iglesia intercediera, Morales
permaneció encarcelado hasta finales de mayo. 41
En tanto que el aprovechamiento agrícola alterno es aparentemente
la única opción de independizar a los cultivadores de la coca de su
dependencia del negocio de la droga, la selva Chapare, donde se
cultiva la mayoría de la hoja de la coca y a donde los campesinos de
todo el país han emigrado en busca de tierras agrícolas, es una selva
tropical impropia para la agricultura comercial. En vista de la escasez
de oportunidades en otras partes del país para las más de 800,000
familias que viven en el Chapare, no es probable que la situación
actual cambie en el futuro cercano.
Conclusión
Muchos países en el Hemisferio Occidental están tratando de resolver
los retos de la marginalización de los pueblos indígenas y las
consecuencias de años de severa pobreza, discriminación y violencia.
La creación de un proceso para resolver los retos económicos que los
indígenas confrontan en la actualidad ante la expansión regional e
internacional de regímenes comerciales es de especial urgencia. En
1994, sucedieron dos violentos altercados entre las organizaciones
indígenas y los militares como respuesta a la adopción por parte del
gobierno de políticas económicas neoliberales que amenazaron la
existencia de las comunidades indias: la insurgencia en Chiapas en
enero de 1994 y las demostraciones de los indios ecuatorianos en
junio de 1994, quiénes protestaban la promulgación inconstitucional
del gobierno de una ley para modernizar la agricultura la cual
privatizaba los derechos a el agua, eliminaba la protección de las
tierras comunales, y amenazaba los intereses agrícolas de los
pequeños terratenientes.42 Cinco indios murieron en la última, la cual
duró varias semanas e interrumpió el abasto de comestibles a varias
ciudades importantes.
Las políticas económicas que ayudaron a provocar estos incidentes se
están poniendo en vigencia en otros países hemisféricos en
preparación a la integración económica a nivel subregional y a lo
largo del hemisferio. La Constitución de 1993 del Perú debilitó las
protecciones legales de la posesión de tierra por los indígenas, y el
proceso de privatización de los derechos a el agua ha comenzado. El
Consejo de Todas las Tierras, que representa a los indios Mapuche,
auspició en Temuco, Chile, en diciembre de 1994, una reunión entre
70 líderes indígenas de Bolivia, Chile, México y Perú para tratar las
implicaciones que tendrían para los indios el TLC y otros tratados de
libre comercio pendientes. Están particularmente preocupados acerca
de los cambios en el acceso a las tierras y los recursos naturales, la
protección de la propiedad intelectual del conocimiento indígena, el
desarrollo económico y la debilitación de su identidad como
indígenas. En esa reunión, el líder Mapuche, Aucán Huilcamán,
advirtió que la extensión del TLC a Chile causaría, al igual que en
México, la eliminación de la protección para los indígenas de sus
derechos a las tierras. Hizo un llamado a las partes del TLC para que
establecieran protecciones especiales para los derechos de los
indígenas una vez Chile se una al pacto. 43
El espíritu de cooperación establecido por la Cumbre de las Américas,
llevado a cabo en Miami en diciembre de 1994, le proporciona a los
gobiernos de la región la oportunidad de fomentar el proceso de
integración económica a lo largo del hemisferio. No obstante, en la
medida en que la integración económica es beneficiosa, en la
actualidad se lleva a cabo de manera que resulta destructiva para las
comunidades indígenas y las cuales provocan intensa oposición por
parte de los indios. Por lo tanto, los gobiernos regionales deben ser
más sensibles a estos problemas y aprovecharse del clima de
cooperación regional para promover el diálogo en el impacto que la
política económica tendrá sobre los indios. El resultado será menos
hostilidades entre los grupos étnicos y menos violencia entre las
comunidades indígenas y el estado, un incremento en la paz social
(seguridad) y la estabilidad democrática. Además, las políticas de
seguridad que se esfuerzan por trabajar con, en lugar de en contra
de, los intereses indígenas por desalojar las guerrillas y los traficantes
de drogas y administrar las fronteras internacionales, aliviaría el
conflicto y conllevaría a la desmilitarización del territorio indígena.
Todos los grupos indígenas tienen la misma meta, cual es alcanzar un
modus vivendi entre los gobiernos y los indios. No hay una solución
general para todo porque hay muchos temas complejos que
involucran distintos países y contextos culturales. Por ejemplo, decidir
cuál rama de los militares o la policía debe poner en vigor ciertas
operaciones antidrogas depende de si la policía estatal, local o
nacional es el primer agente; si las drogas constituyen un problema
para regiones específicas; si la policía es más competente que los
militares; y qué papel le asigna la Constitución a los policías y los
militares. Estos factores varían mucho de país a país. Asimismo, la
posición de los grupos indios hacia la autoridad estatal varía
dramáticamente desde el punto de vista confrontacional de los
Mapuche de Chile (quienes fueron severamente reprimidos durante el
régimen de Pinochet) y el punto de vista de cooperación de los
colombianos y las organizaciones indígenas regionales, quienes en su
mayoría hablan español y han librado batallas eficaces en los
tribunales del país. La mejor estrategia para cada uno depende de la
historia de las relaciones entre los grupos étnicos en cada país (y
dentro de las regiones de cada país) y la factibilidad de un enfoque de
cooperación en lugar de confrontación.
Sin embargo, el punto más importante para que se de un cambio es
resolver los derechos a la posesión de tierras de los indígenas. La
mayoría, si no todos, los levantamientos, han sido el resultado de las
incursiones en las tierras de los indios, la base de su estabilidad y
supervivencia económica y cultural. Trabajar por resolver este
problema estimulará la estabilidad económica para los grupos indios,
contribuyendo así a la estabilidad política y la seguridad nacional.
Notas
1. Aunque la información del censo sobre la etnicidad no es confiable,
la mayoría de los cálculos del porcentaje de indios en la población
total en la región concuerdan en la cifra del 10 por ciento. Este
promedio contradice la concentración de indios en varios países
donde ellos constituyen más de un tercio de la población, a saber:
Bolivia, Ecuador, Guatemala y Perú. La población indígena de Belice,
Chile, El Salvador, Guyana, Honduras, México, Panamá y Surinam es
de alrededor de un 5 a un 20 por ciento del total de la población,
mientras que en el resto de los países del hemisferio, los indios
constituyen menos de un 5 por ciento del total. R. Jordan Pandor,
“Desarrollo y Poblaciones Indígenas de América Latina y del Caribe”,
Instituto Indigenista Interamericano y la UN Food and Agriculture
Organization, 1990; Nina Serafino, Los pueblos indígenas de América
Latina y las consideraciones para la ayuda de EE.UU. (Latin American
Indigenous Peoples and Considerations for U.S. Assistance)
(Washington, DC: Congressional Research Service, 30 de agosto de
1991).
2. James Brooke, “La guerra del Perú con los indios del Ecuador”
(“Peru’s War with Ecuador Traps Indians”) New York Times, 2 de
febrero de 1995; W.R. Long, “La guerra peruano-ecuatoriana afecta a
los indios de ambos lados” (“Peru-Ecuador War Hurts Indians on Both
Sides”), Los Angeles Times, 9 de febrero de 1995.
3. “Coalición en apoyo a las poblaciones amazónicas y su medio
ambiente” (Coalition in Support of Amazonian Peoples and their
Environment), (Amazon Update, Washington, DC:, 20 de febrero de
1995).
4. Tres soldados de infantería de la Armada de Venezuela permanecen
desaparecidos. Un incidente similar tuvo lugar en noviembre de 1994,
en el cual dos venezolanos miembros de la Guardia Nacional fueron
asesinados “Protesta a Colombia” (“Protest to Colombia”), Latin
American Weekly Report, 9 de marzo de 1995, 101; Reuters News
Agency, 26 de febrero de 1995.
5. Paraguay es el otro país en América Latina donde los asuntos
indígenas permanecen bajo el control burocrático de los militares.
6. Carlos Frederico Marís de Souza, “On Brazil and its Indians” (Acerca
de Brasil y sus indios) en Indigenous People and Democracy in Latin
America (Las poblaciones indígenas y la democracia en América
Latina), ed. Donna Lee Van Cott (New York: St. Martin’s Press, 1994)
213–234.
7. En Brasil hay aproximadamente 9,900 Yanomami, la mayoría de los
cuales viven en reservas en el estado de Roraima, del tamaño de
Portugal y creada por la administración Collor. El número de Macuxi es
de alrededor de 9,000 y también viven en Roraima (LARR-Brasil 1995,
7). Bajo la Constitución de 1988, el gobierno federal se comprometió
a demarcar, para octubre de 1993, todas las tierras ocupadas
tradicionalmente por los indios. De las 519 que debían completar, 251
fueron completadas para el límite de tiempo (Congreso, Cámara de
Representantes, Comité sobre asuntos exteriores, declaración de
Stephan Schwartzman ante el Subcomité de Asuntos del Hemisferio
Occidental, 14 de julio de 1993), 3.
8. “El Senado brasileño desea revisar las demarcaciones de las tierras
indias” (“Brazilian Senate Wishes to Review the Demarcation of Indian
Lands”) Concilio Misionero Indígena, (Brasilia: Indianist Misisonary
Council — CIMI) 21 de diciembre de 1994; “Disputas sobre la
demarcación de las tierras indias: Cardoso cabildeó a favor de los
intereses privados” (“Row Over Indian Land Demarcation: Cardoso
lobbied to Rule in Favor of Private Interests”) Latin American Weekly
Report, 13 de julio de 1995, 7.
9. El Concilio Indio de Roraima informó en mayo de 1995 que, a causa
de la violencia y las enfermedades esparcidas por los mineros, la
supervivencia de los Yanomami está en duda. Durante los últimos
siete años, el 21 por ciento de la población ha fallecido. El índice de
muertes está aumentado, mientras que el índice de natalidad ha
disminuido. Se cree que la malaria, una de las enfermedades más
mortíferas, afectó al 80 por ciento de los Yanomami que carecen de
acceso a los cuidados de salud básicos. “La mortalidad crece entre los
Yanomami” (“Mortality Grows Among Yanomami”), Brasilia: Concilio
Misionero Indígena (Brasilia: Indianist Missionary Council — CIMI), 3 de
mayo de 1995.
10. U.S. Department of State, Informe del país sobre la práctica de los
derechos humanos de 1994 (Country Reports on Human Rights
Practices for 1994), (Washington, DC: Department of State, 1995).
11. “Acción urgente: escribir al Presidente y al Ministro de Justicia de
Brasil para protestar las acciones de los policías en contra de los
indios Macuxi” (“Urgent Action: Write Brazil’s President and Justice
Minister to Protest Police Action Against Macuxi Indians”), São Paulo:
Red de acción de las selvas tropicales y comisión pro india de São
Paulo (São Paulo: Rainforest Action Network and ProIndian
Commission of São Paulo); “Pensándolo bien acerca de los Yanomami.
La presión crece en la reservación más grande” (“Second Thoughts
About the Yanomami. Pressure on the Biggest Reservation is
Growing”), Latin American Regional Reports-Brazil, 15 de febrero de
1995, 7.
12. “La Administración Federal declara que demarcará la zona india
Krikati” (“Federal Administration says it will Demarcate Krikati Indian
Area”) Brasilia: Indianist Missionary Council, 3 de febrero de 1995.
13. “El Senado brasileño desea revisar la demarcación de las tierras
indígenas” (Brazilian Senate Wishes to Review the Demarcation of
Indian Lands) (Brasilia: Indianist Missionary Council, 21 de diciembre
de 1994).
14. Las relaciones entre los indios y los militares también estaban
tensas en Venezuela donde, en febrero de 1994, soldados
venezolanos le dispararon y mataron a tres indios Yupcas después
que las mujeres Yupca trataron de impedir que los soldados se
llevaran leña que recién habían cortado del territorio Yupca. (USDOS
1995) “Urgent Action: Write Brazil’s President and Justice Minister to
Protest Police Action Against Macuxi Indians” (São Paulo: Rainforest
Action Network and ProIndia Commission of São Paulo, 10 de enero de
1995); “Brazilian Government Deals with Indian Matters as a National
Security Issue” (Brasilia: Indianist Missionary Council, 29 de
septiembre de 1994); “Brazilian Senate Wishes to Review the
Demarcation of Indian Lands” (Brasilia: Indianist Missionary Council,
21 de diciembre de 1994); “Federal Administration says it will
Demarcate Krikati Indian Area” (Brasilia: Indianist Missionary Council,
3 de febrero de 1995).
15. Van Cott, Las poblaciones indígenas (Indigenous Peoples); Jesús
Avirama and Rayda Márquez, “The Indigenous Movement in
Colombia” (“El movimiento indígena en Colombia”) en Van Cott, 83-
0106; Richard N. Adams, “La condición política de los Mayas
guatemaltecos” (“The Political Status of the Guatemalan Maya”), en
Van Cott, 155–186; María Isabel Remy, “La construcción de la
democracia en el Perú” (“The Construction of Democracy in Peru”), en
Van Cott, 107–130.
16. Country Reports on Human Rights Practices for 1994.
17. Xavier Albó, “El retorno del indio,” Revista Andina 9, núm. 2
(diciembre de 1991): 310.
18. Country Reports on Human Rights Practices for 1994.
19. Ib.
20. Conversación personal con Eusebio Castro, 8 de marzo de 1995.
21. Remy, 124.
22. Adams, 160.
23. Ib.
24. Ib.
25. Estuardo Zapeta. “Las conversaciones de paz en Guatemala: ¿Se
pueden negociar los derechos de los Mayas?” (“Guatemala Peace
Talks: Are Maya Rights Negotiable?”) Abya Yala News 8, núm. 4
(invierno de 1994): 26, 37.
26. La Convención 169 del ILO (1989) ha sido firmada por Bolivia,
Colombia, Costa Rica, México, Noruega y Paraguay.
27. Según Adams, el gobierno ha fracasado consistentemente en
crear una definición legal de “indigenismo” o de conceder
protecciones especiales para los derechos y las tierras indígenas. Hay
cinco artículos en la Constitución de 1985 sobre las “comunidades
indígenas”, pero la legislación para implementarlos aún no se ha
promulgado (Adams, 156–8).
28. Zapeta, 7.
29. “Guatemala: Las conversaciones de paz en dificultades”
(“Guatemala: Peace Talks on the Rocks”), Central American Report (3
de febrero de 1995): 7–8.
30. “La visión Maya de una nueva Guatemala: Más allá de las
conversaciones de paz, un convenio de demandas espinosas” (“The
Maya vision of a new Guatemala: Beyond the peace talks, a package
of thorny demands”), Latin American Weekly Report, 9 de marzo de
1994, 534.
31. Ib., 335.
32. Según Harvey Kline, el Quintín Lame se organizó en 1984. Harvey
Kline, “Colombia: Construyendo una democracia en medio de la
violencia y las drogas” (Colombia: Building Democracy in the Midst of
Violence and Drugs), Conferencia Interamericana sobre los gobiernos
democráticos (Inter-American Dialogue Conference on Democratic
Governance), Washington, DC, 11–12 de diciembre de 1994; Avirama
y Márquez, 88–89; “¿Por qué abandonamos nuestras armas? Habla
Quintín Lame” (“Why We Abandoned Our Guns. Quintin Lame
Speaks”), Unidad Indígena núm. 99 (mayo), reimpreso en SAIIC
Newsletter 6, núm. 1 y 2 (primavera–verano de 1991): 10].
33. Country Reports on Human Rights Practices for 1994.
34. Xavier Albó, “And from Kataristas to MNRistas? The Surprising and
Bold Alliance Between Aymaras and Neoliberals in Bolivia” La
sorprendente y audaz alianza entre los Aymaras y los neoliberales en
Bolivia), en Van Cott, 79–21; Eduardo Gamarra, “Administrando la
democracia boliviana en los años 90” (“Managing Bolivian Democracy
in the 1990s”), Inter-American Dialogue Conference on Democractic
Governance, Washington, DC, 11–12 de diciembre de 1994, 12.
35. David Clark Scott, “La rebelión en Chiapas despierta la disidencia
de los indios a lo largo de México” (“Chiapas Rebellion Sparks Indian
Dissent Across Mexico”), Christian Science Monitor, 11 de febrero de
1994, 1.
36. Amnistía Internacional, las Américas: Violaciones de los derechos
humanos en contra de los pueblos indígenas, (The Americas: Human
Rights Violations Against Indigenous Peoples), Amnesty International
(New York: Amnesty International, 1992), 44–45; Avirama y Márquez,
90.
37. Conversación personal con Jesús Avirama, diciembre de 1993.
38. David Scott Palmer, “Perú, el negocio de la droga y el Sendero
Luminoso: Entre Escila y Charibdis”, (“Peru, the Drug Business, and
Shining Path: Between Scylla and Charybdis?”), Journal of
Interamerican Studies and World Affairs, 34, núm. 3 (otoño de 1992):
68–70.
39. Kevin Healy, “La coca, el estado y los campesinos en Bolivia,
1982–1988,” (“Coca, the State, and Peasantry in Bolivia, 1982–
1988”), Journal of Interamerican Studies and World Affairs 30, núm 2
y 3 (verano/otoño de 1989): 106; Kevin Healy, “El papel que
desempeñan el desarrollo económico y la guerra contra las drogas:
Un enfoque en las perspectivas del desarrollo de los campesinos en
Perú y Bolivia”, (“The Role of Economic Development and the War on
Drugs: A Focus on Peasant Development Prospects in Peru and
Bolivia”), manuscrito, 1993.
40. Healy, “Coca, the State, and the Peasantry in Bolivia”, 106–108,
115–116.
41. “El gobierno boliviano y los sindicatos llegan a un acuerdo”
(“Bolivian Government, unions reach agreement”), Associated Press,
28 de abril de 1995; “Sánchez de Lozada declara estado de sitio
mientras que las huelgas y las confrontaciones se esparcen”,
(“Sánchez de Lozada declares state of siege as strikers and clashes
spread”) Latin American Weekly Report, 4 de mayo de 1995, 1.
42. Donna Lee Van Cott, “Violencia y rebelión en Ecuador” (“Violence,
Rebellion in Ecuador”), Journal of Commerce, 14 de julio de 1994,
página editorial.
43. Declaración de Temuco, Consejo de todas las tierras, 2 de
diciembre de 1994; “Los indios Mapuche solicitan protección legal al
TLC” (“Mapuche Indians ask for Legal Protection from NAFTA”),
Andean Newsletter 97 (diciembre de 1994): 2.

Autora

La señora Donna Lee Van Cott es candidata para el doctorado en


la Facultad de Gobierno, Universidad de Georgetown. Su disertación
compara los recientes cambios constitucionales para incrementar la
participación de los pueblos indígenas de Bolivia y Colombia. Ella
culminará la investigación para dicho proyecto en calidad de
Fullbright Scholar. De 1992 a 1995 estuvo a cargo de un proyecto
sobre las poblaciones indígenas y la democracia para Diálogo
Interamericano; la investigación para este artículo fue parte de ese
proyecto.Van Cott es editora y coautora de “Las poblaciones
indígenas y la democracia en América Latina” (St. Martin’s Press,
1994), y ha publicado varios artículos sobre los aspectos políticos y
legales de las relaciones entre los indígenas y el estado en América
Latina. Es miembro del Consejo de Relaciones Exteriores.

No debe entenderse que nuestra revista representa la política de la


Secretaría de Defensa, la Fuerza Aérea de los EE.U.U. o la Universidad
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