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ESCUELA DE PSICOLOGÍA

TITULO: Investigación en Células madre embrionarias

ASESOR: María Elena Escuza Pasco

ASIGNATURA: Bioética

ESTUDIANTE: Walter Alfonso Peña Miranda

Noviembre de 2017.
Chiclayo, Perú.
INTRODUCCIÓN

La presente investigación está basada en intentar comprender un poco más de las


células madre embrionarias, responder que además de evidente, el hecho científico,
guarda una relación directa con la sociedad en general, además de las implicancias
directas con las personas humanas. Por ello se explica por sí sola la heterogeneidad de
agentes, que quedan a merced de las controversias científicas, de los debates morales,
sobre lo que es correcto y lo que no. Y es que los descubrimientos y avances científicos
socavan las bases morales, éticas e incluso creencias religiosas, tal fue el caso de la
reproducción humana asistida mediante la fertilización in vitro, que trajo consigo el
cuestionamiento de los procesos sobre los embriones, específicamente de los embriones
sobrantes, que a su vez han aperturado un nuevo panorama en la era médica de la
regeneración a partir de las células madre embrionarias, las cuales son “células genéricas,
capaces de generar todos los tipos diferentes de células que existen en un organismo”
(Ruiz, 2016, p. 9). Y que en opinión del mismo autor son el tesoro biológico del siglo
XXI. Estas células empezaron a ser utilizadas a comienzos de la década pasada desde tres
distintos orígenes según Robertson (como se citó en Cepero, Hernández y Carrero, 2011,
p. 530):

i. Los embriones producidos para fines reproductivos (reproducción


asistida) que han sobrepasado los requerimientos para este fin y han sido
donados a la investigación (incluye los embriones vendidos para la
investigación, aunque esto podría ser ilegal en muchas jurisdicciones).

ii. Embriones producidos específicamente para la investigación por fusión de


gametos, que han sido donados o vendidos.

iii. Embriones producidos por reemplazo nuclear (clonación terapéutica).

La meta científica de su utilización según se atribuye es “la cura o tratamiento de


cardiopatías, traumas raquimedulares, degeneración molecular y enfermedades
degenerativas del sistema nervioso, como la enfermedad de Parkinson o la de Alzheimer”
(Cepero et al., 2011, p. 530), por ejemplo. El debate se centra en cuestionamientos como
¿Cuándo comienza la vida? o según Bernard Baertschi y Mauron, que analizan las

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concepciones sobre la vida en base a Aristóteles, Descartes y otros, y que la asocian a la
racionalidad que diferencia al ser humano de los animales (Cepero et al., 2011), con los
cuales surge la segunda cuestión: ¿El embrión es también una persona humana?, o
incluso si queremos ir a la raíz o un poco más al comienzo, si el ovulo fertilizado es ya
una vida humana con plenos derechos como cualquiera de nosotros. Al respecto son dos
criterios los que existen en torno a las células madre embrionarias que según apunta
Cepero et al., (2011):

“uno es que el embrión obtenido en laboratorio es demasiado rudimentario en su


desarrollo para tener derechos y otro, esencialista, de que se trata de un ser viviente, tiene
su ADN y debe ser tratado como ser viviente con todos sus derechos porque si se implanta
en un útero puede llegar a adquirir todas sus características” (p. 531)

Desde un punto de vista ontogénico, las células madre se pueden clasificar como
células madre embrionarias que por excelencia es el zigoto, formado por la fecundación
del óvulo por un espermatozoide. El zigoto es totipotente, puede dar lugar a todas las
células del feto y la placenta (Moore et al., 2008)
Célula madre neonatal son células procedentes de cordón umbilical y/o placenta.
Hay evidencia de la existencia de distintos tipos de células madre en el cordón umbilical,
convirtiéndose en unas de las fuentes más aceptables para obtención de células con
capacidad regenerativa de múltiples tejidos (Steigman, 2007; Crisan, 2008)
Células madre adulta en un individuo adulto se conoce decenas de distitos tipos
de células madre adultas y progenitoras que son encargadas de regenerar tejidos en
continuo desgaste como la piel, sangre, hígado, tejido nervioso, intestino, etc puede estar
especializada en pocos linajes (Sell, 2004)

A pesar de su diferente origen tisular y ontogénico, todas las células madre


comparten dos características comunes, si bien pueden expresarlas en diferente grados
(Liew et al., 2005)
Capacidad de auto-renovación: las células madre tienen capacidad para
perpetuarse mediante divisiones mitóticas simétricas que originan células hijas, de
características celulares a las células progenitoras. A través de este proceso una célula
madre puede proliferar para dar lugar a la expansión de un clon. Cuando tales células
están participando en un proceso de regeneración, permite a las células madre mantener

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al clon diferenciando durante largos periodos de tiempo, actuando de reservorio ante
distintas necesidades fisiológicas/homeostáticas.
Pluripotencia-. Es decir capaces de diferenciar a múltiples linajes celulares bajo
diferentes estímulos. Abandonan su estado indiferenciado y mediante un proceso da lugar
a múltiples tejidos somáticos, células nerviosas, cardiacas, sanguíneas, etc, adquiriendo
características morfológicas y funcionales propias de estos tipos celulares, es lo que
convierte a las células madre en una fuente importante para la obtención de distintos tipos
celulares.

De hecho los autores hacen mención que la Corte Suprema en los Estados Unidos,
todavía hacia el 2010 no tenía en absoluto ningún reglamento al respecto del estado
constitucional del embrión fuera del cuerpo de la madre, y sucede de este modo en
muchos países a lo largo del globo.

En ese sentido la cuestión problemática que aborda nuestro trabajo se concretiza


en ¿Si es lícito manipular las células madre para realizar investigaciones acerca de la cura
de enfermedades degenerativas? Pregunta que a su vez implica una cuestión que le
precede haciendo más agudo el problema y ante el cual nos centramos, pues: ¿Es
considerado el embrión una persona con los mismos derechos humanos con que cuenta
cualquier persona desde la primera infancia? Entonces nos abocamos a dos objetivos, los
cuales se desprenden de estas preguntas, responder a la licitud del uso de las células madre
embrionarias para la investigación científica, y aclarar la concepción de persona en el
embrión desde la fecundación.

EL PROBLEMA CIENTÍFICO ES TAMBIÉN UN PROBLEMA ÉTICO-MORAL.

A pesar del positivismo científico la ciencia sobrepaso el peldaño cuya cuña rendía
culto a los fenómenos objetivos y reducía los límites de la ciencia a la realidad sensible.
Sin embargo en nuestros días podemos hablar de los valores epistémicos de la actividad
científica, garantizando la integridad de los productos de la ciencia. Fue Robert King
Merton quien hacia la década de los sesenta, propuso un ethos para la ciencia:

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“Las normas se expresan en formas de prescripciones, proscripciones,
preferencias y autorizaciones. Se legitiman en relación a los valores
constitucionales. Estos imperativos, transmitidos por el precepto y el ejemplo y
reforzados por sanciones son interiorizados en grados variables por el científico,
formando así su conciencia científica” (Como se citó en Delgado y Vallverdú,
2007, p. 6)

Normas que hoy conocemos bajo el acrónico de CUDOS, comunalismo,


universalismo, desinterés, originalidad y escepticismo, valores epistémicos que Thomas
Kuhn subrayaría como importantes para la formulación de teorías. Sin embargo en
muchos casos estos preceptos y demás, vienen flexibilizados y adecuados
convenientemente según los intereses que se esconden detrás de ciertas actividades
científicas, en las que los resultados se manipulan categorizándose de modo implícito
como el adorno o la ciencia salami, por lo que a pesar de la estructura de valores
epistémica, no se asegura su ejecución. Pero queda más que claro que necesitamos
revalorar las concepciones más plenas posibles de la temática humana que la ciencia
positivista redujo a corporeidad. Al respecto afirma Delgado y Vallverdú (2007):

De la misma manera a principios del siglo XX conceptos como ‘causalidad’,


‘espacio’ y ‘tiempo’ tuvieron que ser radicalmente redefinidos tras los avances de
la física cuántica y del modelo relativista de Einstein, creo que hoy en día estamos
enfrentando un cambio de paradigma parecido. Nociones como ‘individual’,
‘natural’, ‘familia’, ‘ser humano’, ‘vida’ y ‘normal’, por mencionar algunos
casos, han sido radicalmente modificados por los ímpetus de las biotecnologías;
algunas de ellas hasta afectaron a nuestra sociedad desde una perspectiva legal.
(p. 17)

Se concibe entonces que aquellos valores sociales no epistémicos, se implican


también en la ciencia, y no como presupuestos externos, sino más también internos en
cuanto al científico, específicamente en cuando a su actividad del día a día, en las
decisiones que toman, eligiendo los tipos de investigaciones y sus circunstancias,
reemplazando los valores epistémicos antes mencionados. A su vez es importante ir
marcando la diferencia entre la ética y la moral, que aunque en la cotidianidad de la vida
los términos se mezclen como iguales, no lo son:

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La Ética entre expertos, también denominada Filosofía Moral, trata de aquella
parte de la filosofía que se dedica básicamente a la reflexión sobre la moral. Y
precisamente porque pretende partir de la filosofía, es un tipo de saber o ámbito
del conocimiento que se intenta construir desde solo una metodología filosófica y
desde solo el pensamiento racional. (De Santiago, 2006, p. 356)

Vale decir, que la doctrina moral, es el conjunto de normas o de prescripciones


morales como por ejemplo la moral Cristiana, o la moral judía, mientras que la Ética, se
encarga de hacer la reflexión filosófica sobre los fundamentos racionales del obrar moral;
en otras palabras la moral expresa el contenido de la conducta moral y del bien moral, y
la Ética lo estudia. Su diferencia suele aclararse con un símil sino poco profundo,
enriquecedor para comprender el marco de acción, de la moral pensada para la Ética
respecto de la moral vivida que sería la Moral (De Santiago, 2006). Si bien es cierto la
relación entre ambas es complementaria y unívoca, aunque múltiple en cuanto a las
potencialidades que abre el obrar humano, el cuestionamiento sobre las células madre, en
nuestro caso, embrionarias –obtenidas a partir de las técnicas de la fecundación in vitro,
FIV- es un problema ético, por el cual afirmaríamos o negaríamos la validez o licitud
desde la razón que no se separa de la búsqueda de la verdad del uso de éstas células para
la investigación, pero a su vez de contenido moral, en cuánto es precisamente ésta ética
la que desarrolla el tejido moral y por ende, la cultura social en la que convivimos.

Es en ese sentido que incluso podría proponerse en ánimos de mejorar la


investigación a futuro y seguir abriendo más brechas para una mejor comprensión y por
ende, actuación ético-social, que en los gobiernos en lo que nos compete, debería existir
un organismo regulador y orientador de la práctica científica. De hecho en otros países de
Europa los hay, por ejemplo en Alemania y Austria, como señala Cepero et al., (2011),
en los cuáles existen:

Comisiones interdisciplinarias encargadas de asesorar al parlamento sobre


cuestiones bioéticas. Ellas cuentan también con representantes de organizaciones
de discapacitados. Dichas comisiones expresan sus puntos de vista sobre las
consecuencias de las nuevas tecnologías y cuentan con comisiones de estudio para
brindar reportes que permitan al parlamento tomar decisiones. p. 531

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APROXIMACIÓN A UNA SOLUCIÓN DEL CUESTIONAMIENTO DE DEBATE

Para el científico David Prentice, que forma parte de Do No Harm, una coalición
de científicos y otros profesionales que defienden una investigación ética sin dañar al ser
humano; y también miembro de Family Research Council, cuyo lema es “Defendiendo
familia, fe y libertad”, dedicado investigador de las células madre adultas, no admite la
investigación en base a las células madre embrionarias, porque considera que el blastocito
–su fuente principal- es un ser humano, con dignidad propia e irrefutable y con derechos
humanos equivalentes a los de un recién nacido (Delgado y Vallverdú, 2007). Según la
tradición cristiana la vida humana comienza cuando un espermatozoide penetra en un
óvulo, por lo cual en muchos países de religión cristiana se ha exigido la no investigación
con embriones humanos; aunque la perspectiva científica enfatice su argumentación
desde los valores epistémicos, y no desde lo que parecen ser los valores no epistémicos,
como los que menciona la tradición cristiana. Sin embargo la valoración ética, desde la
moral cristiana, podría avalarse en la neurociencia para fortalecer los argumentos con
base precisamente científica. Según Patricia Churchland (Como se citó en Delgado y
Vallverdú, 2007), nuestras creencias religiosas, nuestro comportamiento o la capacidad
de contemplar valores morales son producto de nuestro cerebro:

A medida que entendemos más acerca de los sistemas regulatorios del cerebro y
acerca de cómo emergen las decisiones en las redes neuronales, es cada vez más
evidente que en nuestra neurobiología residen estándares morales, prácticas y
políticas. A medida que aprendemos más acerca del desarrollo neuronal, la
evolución de los sistemas nerviosos y de cómo nuestros genes son regulados, se
ha hecho evidente que nuestra neurobiología está profundamente delineada por
nuestra historia evolucionaria. Nuestra naturaleza moral es lo que es porque
nuestros cerebros son lo que son.

Con lo cual, el argumento ético-moral cristiano, es uno basado en la razón


científica y práctica, en otras palabras, el juicio moral no es producto de un proceso
sobrenatural, aunque no se niega el factor emocional, sin embargo éste es también parte
del ser humano íntegro en cuestión.

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Ahora bien, respecto a las dos cuestiones planteadas en este trabajo, se toma como
referente por su continua actualización, la Declaración realizada por la Academia
Pontifica para la Vida, que según De Santiago (2006), señala con respecto a la primera
pregunta ¿es moralmente lícito producir y/o utilizar embriones humanos vivientes para la
investigación científica de las células madre -embrionarias-?, una respuesta sencilla:
“No”, por las siguientes razones:

i. El embrión humano viviente es, a partir de la fusión de los gametos, un sujeto


humano con una identidad bien definida.

ii. En cuanto individuo humano tiene derecho a su propia vida, por lo tanto
cualquier intervención que no sea a favor del embrión mismo, se transforma
en un acto que atenta contra ese derecho.

iii. La ablación de la masa celular interna del blastocisto (MCI) para obtener
células embrionarias (ES), que lesiona grave e irreparablemente al embrión,
es un acto gravemente inmoral y gravemente ilícito.

iv. Ningún fin considerado bueno, sea o no de carácter terapéutico, justifica una
intervención antes declarada inmoral.

En cuanto a la siguiente pregunta que nos hicimos, cabe resaltar que el embrión
humano alcanza, hacia el quinto día de desarrollo, la etapa de blastocisto, estadio en el
que aparecen ya establecidos dos tejidos diferentes (López, 2004), del cual surgen las
células madre. Antes de dar una aproximación que aclare la respuesta, es importante hacer
mención de la mortalidad, de los embriones producidos in vitro, frente a los que se
desarrollan de manera natural.

El análisis cromosómico de embriones humanos generados y cultivados in vitro


ha puesto de manifiesto que hasta un 40% de ellos contienen anomalías
cromosómicas. Aproximadamente el 50% de los embriones preimplantatorios de
2 ó 4 células que se cultivan in vitro no llegan al estadio de blastocisto. Además,
solo cerca del 20% de los embriones de 4 células transferidos se implantan en el

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útero31, y hasta un 75% de los embriones humanos cultivados in vitro presentan
fragmentación del citoplasma de sus células (López, 2004, p.22).

Con lo cual, los embriones generados en laboratorio son más enfermos, que el
producido de modo natural que tiene más viabilidad intrínseca, vale decir desde ya la
práctica in vitro, no debería producirse, sobre todo cuando se trata de personas, como lo
es también el embrión humano, pues cada individuo en sus diversas etapas vitales, hace
siempre autorreferencia intrínseca e ineludible a la identidad, y el embrión no escapa a la
identidad humana, la misma que se hará más evidente en su nacimiento. Al respecto
López (2004) señala:

Y al mismo tiempo cada individuo concreto es inseparable de su desarrollo. En


cada fase de su vida, el fenotipo que adquiere es cambiante con el tiempo de
desarrollo y maduración. Es decir, en cada momento de la vida actualiza la
plenitud de su ser biológico en esa etapa concreta. La autorreferencia al material
genético, recibido con la fecundación de los gametos de sus padres, aporta la
conexión del cigoto con el embrión preimplantatorio, y de este con el término de
la embriogénesis (el feto), y del feto con el término del desarrollo fetal (el nacido),
y del nacido con el joven, y así sucesivamente. El embrión es realidad humana,
individuo de la especie, persona, desde que es cigoto, porque posee toda la
información del sistema respecto al término: tiene como propia la capacidad de
un desarrollo orgánico. Y actualizará en cada tiempo de su vida toda la
información de ese momento vital (p. 10).

Entonces, ninguno de los estados del desarrollo humano -apunta el mismo autor,
posee un diferente nivel de realidad ontológica: es el mismo individuo en plenitud de vida
embrionaria o fetal, o joven o anciano. La vida como organismo individual es un proceso
unitario e integrado.

La Berta A. González Muñoz, nos dice que el embrión humano es un organismo


unicelular vivo, que se encuentra en la etapa inicial de su vida como individuo de la
especie humana, con plena expresión de sus capacidades. Ya posee identidad propia,
singularidad, porta toda la información genética que corresponde a un miembro de su
especie. Todavía está desprotegido en sí mismo, pero le corresponde toda la dignidad

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inherente a un ser humano: no debe ser considerado como (ni convertido en) un almacén
de células o tejidos, ni en un negocio más o menos lucrativo.

En suma, el embrión es desde la fecundación una persona humana, y por ende,


con los mismos derechos que defiende la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Llegado a este punto es muy importante señalar que desde una aproximación diferente se
podría decir que una severa alteración de la esencia de lo humano -de lo material- a nivel
genético, adecuadamente realizada y de forma previa a la existencia, es al modo de una
herida ontológica mortal, suficientemente profunda para negar humanidad a la estructura
biológica resultante (De Santiago, 2006, p. 373). Si se niega la humanidad del embrión,
negaríamos por consecuencia la identidad humana en general.

LAS ALTERNATIVAS DE INVESTIGACIÓN

Una de las preguntas que pueden leerse entre líneas en esta investigación es
precisamente el tema acuciante de su proveniencia: ¿de dónde provienen estas células que
se utilizan para la investigación o para algún tratamiento experimental? Pues sabemos
que por definición provienen en un principio del blastocito, la etapa primaria del embrión
formado a los pocos días hecha la fertilización, con aproximadamente 200 células que
pueden generar a su vez cualquier otro tipo de célula en el cuerpo humano. Por ser capaces
de generar células de cualquier tipo, a las células madre embrionarias, se les considera
pluripotenciales (Ruiz, 2016), sin embargo para obtenerlas hay que destruir el blastocisto,
por lo que la investigación con células madre pluripotenciales abre una implicancia
directamente ética y social.

Sin embargo, las opciones no se cierran solamente sobre el embrión, los estudios
de las últimas dos décadas han descubierto reservas de células madre en el organismo
adulto, con la desventaja en número y en flexibilidad, pues son pocas y no son muy
duraderas como las del embrión. Por otro lado la doctora Mayana Zatz, de la Universidad
de Sao Paulo en Brasil, especializada en la investigación sobre distrofia muscular con
células madre, ha podido obtenerlas a partir del tejido adiposo que se extrae durante la
liposucción. El proceso que augura una mejora en los tratamientos de las personas con
distrofia muscular, está basado en la producción de distrofina, una proteína esencial para
el funcionamiento de los músculos, aunque su tratamiento por ahora solo se ha probado

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con éxito en perros y roedores; a pesar de todo ello, éstas células son una fuente primordial
para la investigación en células madre, no embrionarias (Ruiz, 2016).

En el 2006 el médico japonés Shinya Yamanaka, hizo un descubrimiento que


revoluciono el camino de la investigación en la fisiología celular. Yamanaka brindo una
perspectiva diferente a la que sus colegas habían ofrecido hasta ese momento,
interesándose el proceso inverso de la creación de las células madre para llegar hasta su
origen, intentando encontrar la esencia de su principal propiedad, la pluripotencialidad.
En palabras de Austin Smith, de la Universidad de Cambridge, a Yamanaka le atrajo el
momento en el que la célula madre tiene que tomar una decisión: dar lugar a células hijas
que a su vez actúen como células madre, o dar lugar a células hijas que continúen procesos
fisiológicos de diferenciación hasta convertirse en células especializadas. Yamanaka
comenzó por identificar los factores capaces de fomentar la reprogramación celular.
(Ruiz, 2016)

“Inicialmente, el investigador y su equipo consideraron una centena de proteínas


que podían actuar juntas o separadas. Esto daba lugar a más de un millón de
combinaciones, pero la respuesta final resultó sorprendentemente sencilla: bastó
añadir, mediante un retro-virus, cuatro factores al cultivo de células de piel para
obtener la reprogramación celular. Estos factores, llamados Sox2, Oct4, c-Myc y
Klf4, actúan al mismo tiempo en las células madre embrionarias y en conjunto
constituyen la esencia de la pluripotencialidad. A las células madre resultantes
Yamanaka las bautizó como células madre pluripotenciales inducidas (iPS, por
sus siglas en inglés)” (Ruiz, 2016, p. 11)

De este modo su investigación abrió una oportunidad como solución al problema


ético, de hecho por el hallazgo Shinya Yamanaka recibió el Premio Nobel de Fisiología
y Medicina en el 2012, aunque las investigaciones continúan para revisar los efectos
adversos que podría tener. “El grupo de la Universidad de Kyoto ha determinado que un
conjunto de tres factores de transcripción podrían ser suficientes para generar iPS
humanas sin el riesgo de formación de tumor asociados a los primeros estudios” (Cepero
et al., 2011), que incluían cuatro factores, uno de ellos el c-Myc, mencionado
anteriormente el cual está asociado a algunas formas de cáncer humano.

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CONCLUSIONES

Si bien es cierto, no es lícito el uso de células madre embrionarias en la investigación


científica, porque el embrión (blastocito) del cual se extraen éstas células con capacidad
regenerativa, es una persona humana, con identidad y con plenos derechos, no podemos
cerrarnos a la posibilidad que brinda su descubrimiento, que sería una salida válida,
necesaria, e incluso urgente para la problemática de la salud a nivel mundial, en cuanto
se pueda estudiar el proceso por el cual surgen, o pueda lograrse al mismo nivel, el uso
de las células madre en adultos. Cabe destacar que éstas “prácticas alternativas” merecen
a su vez, una investigación a fondo para determinar cuáles son las formas idóneas sin
socavar el espíritu de la verdad y del bien, al que estamos llamados en todo momento.

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