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Sabogal y una escuela peruana de pintura

Nota periodística sobre la trayectoria artística de José Sabogal, entonces trabajando


en una nueva pintura de título Garcilaso. El autor señala que “en el rostro de la figura
defínense, gracias a un hábil efecto de luz, las dos razas”, y añade que el pintor
sigue “empeñado en la obra que hace tiempo inició y que hoy se ha convertido en
credo y escuela de raigambre netamente peruana”. A propósito de la primera
exposición de Sabogal en Lima (1919), se remarca que “en un ambiente de
influencia y copias extranjeras fue el primero que volvió los ojos hacia lo propio”.
Asimismo, el redactor incide en que, para Sabogal, “una pintura peruana debe
buscar el camino hacia las tres capas de formación: la india, la española y la chola”.
Tras su viaje a México (1923), donde pudo apreciar el auge que adquirió el
muralismo a través de la llamada Escuela Mexicana, este “intensificó su labor con
resultados amplios y constructivos”. Ello habría suscitado un ataque hacia lo que se
consideraba la “pintura fea” del indigenismo, descontento que, a su juicio, provenía
de “quienes se muestran partidarios de las influencias europeas”. Al contrario, si
este movimiento “llega a abrirse más amplio camino (…) y llega a las
representaciones murales en fresco, será posible que con el tiempo cristalice el
mote de Escuela Peruana”.

Comentarios críticos

Entrevistas tardías como esta no sólo se refieren a los aspectos señalados sobre el
pintor indigenista, sino que tienden además a presentar un balance de su
trayectoria, buscando reivindicar la figura de Sabogal en un período en que el
indigenismo (duramente criticado por los movimientos vanguardistas) ya no contaba
con el reconocimiento de épocas anteriores. El redactor se refiere además al apoyo
que el pintor recibió con motivo de su renuncia (en 1943) a la dirección de la Escuela
de Bellas Artes del Perú. Tras una pausa de ocho años, estaba en juego, todavía,
la esperanza en el desarrollo de un arte mural con contenido social. Sobre la
relación del indigenismo con las artes populares, se destaca la labor de Sabogal en
sacarlas del desprecio del medio artístico o bien de la indiferencia general en un
país de lastre indígena.

El indigenismo pictórico tuvo auge en el Perú entre las décadas de 1920 y 1940. Se
inserta en un movimiento más amplio dentro de la sociedad peruana: la redefinición
de la identidad nacional en función de componentes autóctonos. Si bien en
determinados momentos estuvo abocado a la revaloración de “lo indígena” y de un
pasado incaico, considerado glorioso, también asumió la defensa de una identidad
mestiza como integración de “lo nativo” y “lo hispánico”. El principal ideólogo y líder
indiscutido del indigenismo en las artes plásticas fue José Sabogal (1888–1956),
para cuyo profundo sentido de “lo raigal” influyeron decisivamente las tendencias
regionalistas en el arte de España (Ignacio Zuloaga [1870–1945], entre otros) y en
la Argentina (Jorge Bermúdez [1883–1926], por mencionar uno); países en lo que
Sabogal pasó largos años formativos. Al volver al Perú, a finales de 1918, se instaló
en el Cusco, donde pintó cerca de cuarenta óleos sobre personajes y vistas de esta
ciudad, luego exhibidos en Lima (1919). Tal exposición se considera como el inicio
formal del indigenismo pictórico en el Perú. Su segunda muestra individual limeña
fue en las salas del Casino Español (1921), y con ella consolidó su prestigio. En
1920, Sabogal se integró a la plana docente de la nueva Escuela Nacional de Bellas
Artes hasta asumir su dirección (1932–43). Allí formó a un grupo de pintores que se
adhieren al movimiento indigenista como Julia Codesido, Alicia Bustamante (1905–
68), Teresa Carvallo (1895–1988), Enrique Camino Brent (1909–60) y Camilo Blas
(1903–85).

Hacia mediados de la década de 1930 se articuló una fuerte oposición contra esa
tendencia —percibida como oficial y excluyente— hasta la destitución, en 1943, de
Sabogal de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Para los seguidores del
indigenismo se trató de una disposición injusta, produciéndose un movimiento de
adhesión al pintor expresado en cartas, notas periodísticas y eventos sociales.

El último período de Sabogal —definible entre mediados de la década de los


cuarenta y 1956 (año de su muerte)— está marcado por su retorno a una intensa
producción pictórica en su taller, la cual dio lugar a su última exposición realizada,
en 1954, en la Sociedad de Arquitectos del Perú (Lima). Destaca también, en esta
etapa, su preocupación tanto por difundir (siguiendo el modelo mexicano) la práctica
del muralismo en el Perú como su interés por el estudio del arte popular. Esto desde
el año 1946 cuando reanuda su labor como director del Instituto de Arte Peruano
(Museo Nacional de la Cultura Peruana), lo que le permitirá retomar el concepto de
“arte mestizo” reflejado en sus cuadros sobre el Inca Garcilaso de la Vega.

[Hay un gran número de textos sobre el artista en el archivo digital ICAA, de los
cuales destacamos los siguientes del propio Sabogal: “Arquitectura peruana: la
casona arequipeña (doc. no. 1173340); “La cúpula en América” (doc. no. 1125912);
“Mariano Flórez, artista burilador de ‘mates’ peruanos, murió en Huancayo: José
Sabogal su admirador y amigo, le rinde homenaje” (doc. no. 1136695); “Los mates
burilados y las estampas del pintor criollo Pancho Fierro” (doc. no. 1173400); “Los
‘mates’ y el yaraví” (doc. no. 1126008); “La pintura mexicana moderna” (doc. no.
1051636); y “Sala de arte popular peruano en el Museo de la Cultura: selecciones
de arte” (doc. no. 1173418)].

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