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POLÍTICA AMBIENTAL, COMPETENCIA Y CRECIMIENTO

Ya hemos visto que el crecimiento económico no necesariamente conlleva una mayor


degradación del entorno de la que acontecería sin dicho crecimiento. A través de una relación
algo compleja entre progreso tecnológico, preferencias sociales y mejora de la renta, parece que
el crecimiento económico puede ayudar a la mejora del medio ambiente. De cumplirse esta
relación, el crecimiento económico se podría ver como la causa que tiene como consecuencia la
mejora de la situación ambiental. Sin embargo, se ha sugerido también que la relación causa –
efecto puede ser la inversa, en el sentido de que una política ambiental más estricta puede
mejorar la economía. Así, aquellos países que se adelantan a los otros en la aplicación de
políticas ambientales más ambiciosas pueden obtener ventajas comparativas, o sea, mejorar su
competitiva respecto a otros países en determinados campos. Y estas ventajas pueden reforzar
a vez el crecimiento económico. Uno de los avaladores de esta teoría en el profesor de la
universidad de Harvard, Michael Porter.

LA HIPÓTESIS DE PORTER:

De acuerdo con la teoría económica convencional, la creciente demanda para reducir


los impactos ambientales impone mayores costes sobre las empresas y los hogares.

En la visión convencional estos costes tienen dos componentes. Primero, las inversiones
ambientales tienen un coste de oportunidad, en la medida que desplazan a las inversiones
“productivas” Segundo, unos requerimientos ambientales más estrictos reducen la
productividad, con el consiguiente incremento de los costes de producción. La regulación
ambiental reduce las opciones que las empresas pueden tomar (algunas opciones no son
factibles por causa de la regulación). En este sentido, deberíamos examinar las relaciones entre
productividad y política ambiental, para entender como la política ambiental afecta la
competitividad.

La competitividad se puede ver también en el contexto de la teoría tradicional del


comercio. La competitividad de una empresa (o de un país) depende de lo bien que sepa
explorar sus ventajas comparativas en cuanto a costes. La teoría de comercio internacional de
Hecksher – Ohlin explican las pautas comerciales según las diferencias en la capacidad de los
factores (ya sea en la tecnología, en la especialización de la mano de obra, o en los recursos
naturales) Podemos utilizar esta teoría para el análisis de las regulaciones y de la calidad
ambiental para reinterpretar la capacidad de los factores. Así una empresa que contamina está
utilizando una de las capacidades, un recurso natural al que llamamos de forma genérica medio
ambiente. Una regulación que estipule un menor uso del medio ambiente hace que la empresa
ya no pueda explotar esta capacidad de la misma forma pierde competitividad. En consecuencia
se reducirá la exportación de aquellos bienes que utilizan bastante intensivamente el medio
ambiente. Por lo tanto, podemos pensar en la conexión entre competitividad y política
ambiental de acuerdo a las pautas comerciales.

En realidad, da igual cuál de las dos aproximaciones descritas utilicemos, porque la


conclusión es la misma. La regulación ambiental daña la competitividad de acuerdo con la visión
tradicional.

Sin embargo, cada vez se ha cuestionado más esta visión tradicional. Un buen ejemplo
es el de Michael Porter, quién sostiene que, si se aplica correctamente, la política ambiental
puede aumentar la productividad y la competitividad de las empresas, y por tanto de los países.
Así, un país podría mejorar su posición en la economía mundial si tuviera una política ambiental
más estricta, y al mismo tiempo “más acertada”.

Porter cree que la concepción tradicional de la política ambiental se basa en un concepto


erróneo. Lo habitual ha sido pensar en términos de equilibrio entre los objetivos ambientales y
económicos, pero eso es demasiado estático según Porter. En un mundo estático donde las
empresas tratan de minimizar los costes, un aumento de la regulación sele comportar mayores
costes. Porter y van der Linde proponen pensar en esta relación en términos dinámicos. La
competitividad depende de la habilidad para innovar y la capacidad de mejora. Una regulación
ambiental más acertada impulsa procesos de innovación que neutralizan el incremento de
costes. Sostienen que estas “compensaciones de la innovación” pueden comportar incluso la
reducción neta de costes, de forma que la medida le proporcione a la empresa una ventaja
comparativa en sus costes.

Una idea fundamental en la hipótesis de Porter es que las empresas no se comportan


en realidad tan racionalmente como sugiere la teoría económica Según él, la teoría económica
tradicional se mueve en un mundo ideal, donde constantemente las empresas no tienen acceso
a información perfecta. Tampoco es muy realista esperar que puedan gestionar eficientemente
toda la información que controlan. Además, siempre se da una cierta inercia en muchos tipos
de organizaciones, lo cual entorpece el flujo de la información y retrasa el proceso de toma de
decisiones. Según Porter, una de las diferencias esenciales que distinguen a las empresas en
competencia entre sí, es su capacidad de organizar eficientemente las diferentes partes de la
empresa.

Así, las regulaciones ambientales comportarían ciertas ventajas que generalmente se


ignoran. Por ejemplo, un impuesto ambiental puede incentivar la introducción de mejoras
tecnológicas que las empresas no utilizaban (debido a algunas imperfecciones), con la
consiguiente mejora de eficiencia. La regulación puede incluso ayudar a la empresa a elegir
mejores soluciones tecnológicas a determinados problemas de producción. Y puede también
contribuir al conocimiento ambiental entre las empresas debe hacer pública su propia política
ambiental. Además, las regulaciones tienden a hacer disminuir la incertidumbre generalmente
asociada a las inversiones. Si una empresa sabe de antemano que deberá realizar una serie de
inversiones ambientales, decrecerá la cantidad de alternativas disponibles para la empresa.

Se simplifica para la empresa su planificación a largo plazo, así puede anticipar algunas
de las restricciones con las que se encontrará en el futuro. La empresa tendría mayor reticencia
a invertir si no pudiera predecir lo que el gobierno le impondrá en el futuro. Finalmente, puede
que las regulaciones aumenten también la consciencia ambiental de los ciudadanos, lo cual a su
vez puede llevar a cambios en los comportamientos de demanda.

Según Porter, las regulaciones pueden impulsar las innovaciones de dos formas. Por un
lado las empresas pueden simplemente mejorar la forma en que gestionan sus problemas de
contaminación. Tanto en la reducción de comisiones contaminantes como en la gestión de
residuos, por poner dos ejemplos. La forma en qué se gestionan los residuos tóxicos y peligrosos
es especialmente importante. Las innovaciones introducidas al respecto pueden reducir los
costes de las empresas. Por otro lado, las innovaciones pueden mejorar tanto los productos de
las empresas como el propio proceso para producirlos. Como vemos, las innovaciones
desempeñan un papel central en la hipótesis de Porter.
Una forma de interpretar dicha hipótesis es a través de una función del tipo de frontera
de posibilidades de producción.

Ahora en lugar de representar en el eje horizontal las emisiones contaminantes,


sustituimos éstas por “calidad ambiental” (Z), sustituimos un mal por un bien, en la
representación gráfica. La otra variable es la producción (o consumo), Q, en el eje vertical. El
gráfico refleja los compromisos entre mayor producción y peor calidad ambiental, o mejor
calidad y menos producción. La curva “frontera” muestra la producción máxima para cada
calidad ambiental, dad la tecnología disponible, o la máxima calidad ambiental para cada nivel
de producción. A ella llegarán las empresas eficientes, mientras que las no eficientes, con la
máxima tecnología, conseguirán un volumen de producto por debajo del que indica la curva para
cada nivel de calidad ambiental. Por lo tanto, los puntos del área interior son todos factibles, así
como los puntos sobre la frontera, pero no las combinaciones de Q y Z que resultan en puntos
por encima de la frontera.

En un momento inicial se dispone de la tecnología I y la economía sólo puede acceder a


las combinaciones que describe la curva (Q´(Z)) en trazo grueso del Gráfico. Supongamos que la
política ambiental fija un estándar de calidad ambiental que no permite estar por debajo del
nivel de calidad ambiental de Z. Dicha política reduce las posibilidades de producción al conjunto
limitado por la línea vertical de Z y la frontera inicial a la derecha de esta vertical. Porter sugiere
que si Z no supusiera una restricción muy fuerte, las empresas no tendrían muchos incentivos
para ser eficientes con lo que en este periodo inicial, la economía quizás estaría en un punto
como A (El cual no está en la frontera, permite producir más sin alterar el nivel de calidad
ambiental).

Introducimos ahora un segundo periodo en el que la política ambiental sea más estricta,
lo que representamos en el gráfico con un incremento de Z´ a Z´´ el argumento de Portet, esta
nueva política forzaría a las empresas a ser más eficientes.

Por ejemplo pasando del punto A al punto B, la economía es eficiente, dado que no es
posible producir más sin empeorar la calidad. Como vemos, tanto la calidad ambiental Z como
la producción incrementan (esta última de Q a Q´´). La situación de política ambiental más
estricta genera también un proceso de innovación. Las empresas ponen quizás mejores
productos en el mercado y mejoran sus procesos. Se produce una innovación que permite pasar
de la tecnología 1 a la 2. Representamos esta situación con un desplazamiento hacia arriba de
la frontera de posibilidades de producción, hasta la curva Q´´(Z). Así, las innovaciones permiten
ahora que la economía crezca de B hasta C, con una ganancia en eficiencia igual a Q´´ - Q´, y una
ganancia en innovación igual a Q´´´ - Q´´.

CRITICAS A LA HIPÓTESIS DE PORTER:

Podemos criticar varios aspectos de la argumentación de Porter. Una de las críticas es


que quizás las empresas inviertan de forma voluntaria sin que se vean forzadas por la regulación,
como sugiere Porter. Podemos pensar que la razón por la que las empresas no adoptan estas
medidas voluntariamente es porque no las encuentran beneficiosas para ellas. Es verdad que
los impuestos ambientales u otro tipo de regulaciones dan a las empresas un incentivo claro
para introducir mejoras. Lo que nos dice la hipótesis de Porter es que algunas de las potenciales
mejoras sólo se concretarán gracias a la regulación. La razón es que hemos supuesto de entrada
que las empresas eran ineficientes (en el razonamiento explicativo del Grafico anterior la
empresa no se hallaba originalmente sobre la frontera).

Las empresas pueden no ser eficientes por diferentes razones. Como hemos visto,
debido a fallos en la información o algún otro motivo, puede que las empresas no estén al tanto
de ciertos cambios en los procesos que mejoren su productividad. Puede ser también que las
empresas no estén maximizando sus beneficios. Según Herbert Simón, por ejemplo, las
empresas se caracterizan por cumplir una labor de “Satisfacer” más que de “maximizar”. Así, a
veces el proceso de toma decisiones respondería en la práctica más a comportamientos
intuitivos o de sentido común a maximización de beneficios en cada momento.

En la práctica podemos encontrar casos que apoyan algunas de estas ideas. La Agencia
Norteamericana del Medio Ambiente (EPA) lanzó por ejemplo un programa voluntario para
prevenir la contaminación. Fue el llamado “Programa de luces verdes” (Green Lights Program),
que ofrecía a las empresas participantes consejo e información sobre medidas de ahorro
energético. Por ejemplo, aconsejaba utilizar tecnologías de iluminación de mayor eficiencia
energética que consumen menos electricidad y contaminan menos.

La EPA estimaba que alrededor de un 25 por ciento de electricidad se desperdiciaba


debido a la ineficiencia y el diseño de las tecnologías usadas. Se puede argumentar que ello pone
de relieve la importancia del acceso a la información, más que apoyar realmente la hipótesis de
Porter. En cualquier gran empresa seguramente encontraríamos fácilmente muchas
posibilidades de mejorar, quizás cambiando los contratos con los suministradores, modificando
la estructura financiera, rediseñando la estrategia de investigación y desarrollo, entre otros.
Seguramente todas las empresas están constantemente procurando introducir mejoras de este
tipo.

Estas mejoras requieren de una cierta cantidad de recursos humanos y de otro tipo, y
puede que una regulación ambiental más estricta induzca la adopción de algunas mejoras pero
puede que sea a costa de dedicar menos recursos a otras áreas. En otras palabras, todo uso de
recursos tiene un coste de oportunidad.

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