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Dirigido por Andrés Ortiz-Osés y Patxi Lanceros

Diccionario interdisciplinar de

Hermenéutica
HG. Gadamer E. Dussel
P. Ricoeur L.A. Schokel
G. Durand M. Frank
G. Vattimo E. Neumann
J.L. Aranguren M. Maffesoli
R. Panikkar E. Coreth
J. Rof Carballo L. Cencillo
E. Trías J.L. Abellán
J. Oteiza J. Gómez-Tabanera
C. Moya M. Beuchot
X. Rubert de Ventós C. García Gual y otros

Quinta edición revisada y ampliada

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2006
Universidad de Deusto
Bilbao

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N1m111r1.-J prirlP de e,tJ publicJción, incluido 01 d1s0ño rlP lri rnb1Prt.-J, puPdP
ser reproducida, ;,lmrirPn.-Jd.-Jo tr.-J11c,111itid.-J
er1 1nJnerJ JlgunJ ni por ning1·m
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Heidegger: en los confines de la metafísica
Los inicios del pensador y el inicio del pensar El problf'ma plantearlo ya <ies<if'PI ini(io <iPI pensar
de Heidegger era exquisitamente hegeliano (o mejor:
M.:irtin Heideggl'r (1889 1976) nació en el pueblo de posthl'geliano), a sab!'r: ¿ qué oculto destino ha obli
Messkirch, en el corazón de la Alemania suaba. Allí está gado a la metafísica a confundirse últimamente con
enterrado, cabe la iglesia de la que su padre era sacris- la lógica, ya en tiempos de Hegel degradada a su vez
tán. La tumba no está resguardada por una cruz. En la en psicología -C.A. Eschenmayer- y antropología
sencilla lápida brilla una estrella: «Ir hacia una estrella ... -J. Fries-, y enseguida convertida en epistemología
sólo eso», dijo una vez (cf. Petzet, 1983). Entre 1903 y por el neokantismo, triunfante tanto en la llamada
1909 cursa el bachillerato en Constanza y Friburgo de Escuela del Sudoeste (capitaneada por W. Windel-
Brisgovia (ver Mi camino en la fenomenología. Trans- band y H. Rickert: con éste se doctorará Heidegger en
cripción y comentario en: Duque 1994, 125-157). En 1913: La doctrina del juicio en el psicologismo) como
1907 pone Konrad Grüber en sus manos el tratado so- en Marburgo (donde, enviado como «brulote» por
bre el significado múltiple de las maneras de ser en Husserl, enseñará nuestro autor de 1923 a 1928)?
Aristóteles, de Franz Brentano; esa obra orientaría para ¿Acaso el lógos, la «reunión» griega (cf. VA 111; 8, 9, 11 s.)
siempre su pensar en la dirección de la pregunta por el de ser y hombre, de cosas y declinaciones del decir,
ser. También sus estudios de teología en Friburgo, de habrá de convertirse en la Modernidad en un instru-
1909 a 1911, le harían entrar en la órbita de una neoes- mento ad maiorem Hominis g/oriam, o incluso en una
colástica fuertemente impregnada de hegelianismo (úl- secreción neurofisiológica? ¿No deberá ser considera-
timas derivaciones de la Escuela Teológica de Teología do, por el contrario, como una apertura del ser al
Especulativa, con Anton Günther y F.A. Staudenmaier, hombre, como el «lugar» privilegiado -el «ahí» en
prolongada en el profesor de Dogmática de Friburgo: el que el ser está-, sólo a partir del cual reconoce el
Carl Braig). Sin embargo, ya en esta temprana época, la hombre su esencia y determinación? Un camino hacia
lectura de las Investigaciones lógicas de Husserl (sobre esta segunda vía se dejaba entrever por la brillante
todo de la Quinta, dedicada a la «intuición categorial») recuperación hermenéutica de Schleiermacher por
y de la Critica de la razón pura kantiana (especialmente parte de W. Dilthey (adversario cordial de un neokan-
por lo que hace al esquematismo trascendental, y por tismo psicologizante y «científico»), descubierto por
ende al problema del tiempo) minarían su confianza en Heidegger a través de las clases de G. Hoberg en la
el edificio escolástico, hasta la ruptura total y definitiva Facultad de Teología. Tanto la citada tesis doctoral
de 1919 («Concepciones epistemológicas -€scribe a su como el escrito de habilitación (La doctrina de las ca-
mentor Engelbert Krebs, renunciando de este modo a tegorías y de la significación de Duns Scoto, 1916)
su puesto docente en la Facultad de Teología de Fribur- muestran el rechazo del psicologismo y la renovada
go-, que se extienden a la teoría del conocer histórico, atención a los modi significandi del lenguaje. Pero
han hecho que el sistema del catolicismo llegue a resul- Dilthey supondría no sólo un impulso decisivo en la
tarme cuestionable e inaceptable: no así el cristianismo orientación hermenéutica, sino también en la revalo-
y la metafísica (entendiendo a ésta, de todas formas, en rización de la historia (una perspectiva para la que
un sentido nuevo ...).» Cit. en Póggeler 1993, 374. Toda- tanto la escolástica como la primera fenomenología
vía en los Aportes de la filosofía (BPh, 1936-38) escribirá husserliana eran ciegas). De ahí que la conferencia de
como exergo al apartado dedicado a «El último dios»: habilitación tratara, consecuentemente, de El concep-
«El absolutamente Otro frente a los "dioses" sidos, es- to de tiempo en la ciencia histórica. Estas ideas cuaja-
pecialmente frente al cristiano.»; G.A. 61,403). rían en la decisiva conferencia de 1924 El concepto de

1111......
Heidegger: en los confines de ... 158

tiempo (poco accesible hasta su edición en 1989), ver- 2. El acabamiento de la metafísica


dadero palimpsesto de Ser y tiempo.
Ya en el joven Heidegger vemos reverberar, pues, las Y junto a esta atención a voces casi olvidadas, pero
palabras básicas de la metafísica: el ser (Aristóteles) y el que -como el Señor de Delfos en Heráclito-- siguen
lógos (Duns Scoto, Hegel), junto con su motor interno, enviando destellos y señales, el cuidadoso sondeo de
oculto para aquélla: el tiempo (Kant), y la consideración los gérmenes de acabamiento (Vollendung: un térmi-
histórica, interpretativa, de los textos (Dilthey), pronto no ambiguo en al. y cast.: lo «perfecto» es también lo
fundamentada y rebasada («asumida», diríamos con «acabado») en los grandes filósofos terminales: Hegel,
Hegel) en el curso más importante que el joven asisten- con su identificación lógica del ser y la nada, malen-
te de Husserl diera en Friburgo: Ontología (Hermenéuti- tendida -según Heidegger- al verla como resultante
ca de la facticidad); 1923. (G.A. 63). Con todo, la lucha de, y fundamentada por, el devenir «progresista» que
contra los adversarios de la «metafísica» no desviaría a acaba en la autotransparencia de la Subjetividad espi-
Heidegger de su intuición fundamental: el enemigo era ritual (cf. el curso de 1930/31; G.A. 32; tr. 1992), en lugar
interno. La degradación revelaba un destino. De ahí la de remitir esa «identificación» -en un «paso atrás»- a
lucha enconada contra los intentos contemporáneos de esa Mismidad entrevista por Parménides (Fr. 8: «lo mis-
«resurrección de la metafísica» (en Max Wundt o en Ni- mo hay para el pensar -noein- y para el ser»; ver
colai Hartmann, por ejemplo). Dicho sea de paso, ello WhD y VS); y Kant, primero -en 1929, KM- alabado
revela la inutilidad -como poco- de los otrora renova- por ser el primero en ver -a través de la «imaginación
dos intentos de asimilación o reconversión de Heidegger trascendental»- el trasfondo temporario del ser, y
a una remozada neoescolástica: quaedam perennins luego -Kants These über das Sein (1961); en WM-
philosophia (pero ornamentalmente aggiornata), con- reintegrado en el destino metafísico. Una más rica
tra la Modernidad. Tal «cruzada» antimoderna no tiene ambivalencia presentan los pensadores del ocaso:
sentido alguno, para nuestro pensador: el inicio mismo Schelling (cf. curso de 1936; G.A. 42), cuya escisión en-
de la metafísica muestra ya una errancia. En Platón, por tre fundamento-fondo (Grund significa ambas cosas) y
convertir la verdad como alétheia (desvelamiento de un existencia anuncia ya la diferencia ontológica ser/ente,
fondo de retracción) en conocimieto correcto, coman- aunque el propio Schelling se cegara la vía hacia ella
dado por la mirada del hombre -verdad como adecua- al interpretar el ser como «voluntad»; y Nietzsche, para
ción del ser al pensar- (cf. Doctrina de Platón sobre la Heidegger un «hiperplatónico» a su pesar (cf. N. 1-11),
verdad; ahora en G.A. 9). En Aristóteles, por la ambigua peraltador por un lado del tiempo como existencia,
e inestable mixtura de un «saber y entender que se bus- pero enseguida «traductor-traidor» de ello con su
ca» (dsetouméne epistéme) -y que plantea la pregun- doctrina del eterno retorno de lo igual. Nietzsche,
ta por las maneras de ser del ente (Metaph. IV)- y un que tuvo también el presentimiento del ser como ex-
«saber primero. teológico» (Metaph. VII y XII) que ve taticídad y descentramiPnto para oscurecerlo en el
como modelo de «primera ousia» a un «atractivamen· acto -según Heidegger, claro- por su «traducción»
te» erótico Ente máximo, abismado en su propio pensa- de la esencia tomo voluntad de poder y su empeno dP
miento, y pronto convertido en Hatedor y actu, e5'endi. confrrir ,¡I dPvPnir los rnsqos rlel ser.
luPqo Pn la moderna causa sui y por ende -máxima de- Y tras Nietzsche. «el de~ierto crece». Un de"erto en
graddtión ti~l 12n~ rt•dli'>">lf11t1n, f'll l.1 t1r.inica «opinión vano disimulado por la «tiranía» de la dialéctica (mi,s
pública» del Man (Don Uno de Tanto,, vierte tdHiLd lw<_1Pl1drl.--1 u« 011\urnic..tc:1»/lihPr~I/HdPmocrátic.a))-
que
mente García Bacca) de la actual sociedad de rnd,.is mJrxi~td, L'lllpt 1ro). Hv1dP<_1<j1c1r
ut1yú 1-_1n
1g4ó quP \olo ron
(\u/' 1/8; ~yT 14S). Marx -por asentar la e,erllía de Id redliddd ,•11,..1 ¡,.,
Por r,o ,e volwrñ <>IHPidN¡qN maduro a un pensar bajo-- podía su pensar iniciar un diálogo; ti. BH, 339 ~->
arcaico, previo til 1rw 10 ch• Id rnrt.--1f1')1C ñ, rn PI quf' t;Pñ o por los desgarramientos cordiales de los «existencialis-
posible atender a unil <l')Or1t1nuJ (AnkldrHJ, c_nrnoc_uan taw (un rn11IPnt!'ndido propiciado por la propia termi-
do decimos: «esto me suena a ... »; et. BPh 11;G.A. bl. nolog1a de ~uL ubico d Heider¡qer rn ,.,,1,
tf'ndencias). Y
107-1bb). Un pensar en el que ya se anuncia (como en luego, tras la guerra. el triunfo del Amenhmt>rmr>, de la
Urld <lLnor..t qu(• r<'Vl'Tbl•r._1 Pn nufu;;tro crPpúsculo) la muerte de la filosofía como cosmovisión y de su trasvase
posibilidad de otro ínítio, «po,tmetdfí"co», <1 t1Jvi•, "" Id ,-;l,,.mMi,a y la loqi<tica, que hacen -<>n la plane-
de: 1. la interpretación de la necesidad (rigídifícada tarízación de Id tétnitJ- d!!I dnt1gL10 ,H11111,1/fdtio11J/<'
por la lógica modal) como «usanza» (Brauch: las tradi una «bestia de trabajo» (ÚdM, Pn VA), de lo ente una
cíones, latentes en las raíces del lenguaje) en el primer «existencia en plaza» y de la naturaleza un disponible
fragmento legado por la filosofía: El dictum de Anaxi- «fondo de provisión» (FnT, en TK).
mandro (Hw); 2. la huella de la lethé («olvido») en el Quizá lo que más llame la atención, hoy, de Heideg-
«corazón de la verdad bien redonda» parmenidea (ver ger es su decidido empeño en situarse «al margen»
p.ej. WhD, o Moira, en VA, así como el curso de (¡no más allá!) de la entera filosofía (cf. la conferencia
1942/43: Parmenides; G.A. 54), frente a la mentada dis- -de título bien elocuente- El final de la filosofía y la
torsión «humanista» y «pedagógica» de Platón; y 3. el tarea del pensar (fr. 1964; al. 1969; ahora en WM).
lógos como fondo y abismo de la psiché en Heráclito, Toda filosofía es, para él, metafísica: pregunta por el
antes de la degradación del lenguaje, «usado» como ser del ente. De modo que sólo desde éste se remonta
«vehículo» y «medio» de comunicación empleado por al ser, entendido por tanto como condición de posibili-
los hombres al parecer ad libitum, convencionalmente dad e inteligibilidad. La metafísica es pues onto-teo-
(ver Logos, en VA, y sobre todo el curso de 1944: Lo- logía (cf. /0): sobre la base de una (supuestamente)
gik. Heraklits Lehre vom Logos; G.A. 55). omnímoda racionalidad lógica -o sea, y moderna-
159 Heidegger: en los confines de ...

mente: de la representacionalidad de objetos para un rece que, en su lecho de muerte, confesaría Heidegger
Sujeto autoconsciente- investiga la fundación del a su hermano que, para él, el Ereignis seguía estando
ente en un Ente Supremo (dios) en el que, ad limitem, «como en un túnel» del que no se vislumbraba la sali-
se identificarían universo del discurso (fundamenta- da). Un término tan innombrable como el judío JHWH
ción: ens realíssimum et perfectíssimum) e incondicio- o el Tao. Desde luego, no un «sustantivo» (la represen-
nalidad causal (ens necessarium). Las cuestiones de la tación estable de una «cosa»), sino la alusión a una di-
filosofía/metafísica buscan una respuesta «verdadera» ferencia: que algo se diga en propiedad (o sea, que
(esto es: adecuada) al marco problemático previamen- sea adecuada, verdaderamente denominado) implica
te delineado por el principium rationis, por la posición que la propiedad misma en la que él es dicho (otros
del fundamento (cf. SvG), entendido éste en el triple «términos» para lo Mismo: el Da, el ahí en que ser y
respecto de sondeo (búsqueda de «cimientos» seguros hombre se corresponden; la Lichtung, o «despejamien-
y computables), fundamentación (ratio que al cabo se to» en que las cosas dan a ver sus «aspectos») quede
da razón a sí misma, imponiéndose como lo necesario, ausente, olvidada, no sólo por parte de aquello que de
trente a los modos de lo posible y lo real) y fundación este modo resulta «apropiado» ni por parte de aquél
(ba,e óntir<1 in.,,whrantable). Trf'S modulacion.-s d.- un por mor del cual ello resulta «apropiado», sino ausen-
mismo destino, de una misma historia: la del ser, en te, olvidada ... de y pard ,i rnisrnd (rn,í, que una inver-
wndido romo Suma ldt>ntidad de esencia y existencia. sión, una tachadura casi sarcástica del ser en y para si
hegelidno): expropidda de si, irremisihlemPntP PntrP-
gada a la alteridad en la que hay sentido. Nada se pre-
3. La pregunta por el 5er senta en""' brillo Lo qu<' il(ilf'CP, lo q11Pf'S «f'I caso»,
hace acto de presencia en gracia a esa ausencia.
En ldrnl.>10, l.i pregunta por PI ser: por su ,Pntido, ~ste PS a mi ver el (extrano) corazón del pensar hei-
verdad y localización (las tres estaciones del sendero deggeriano, la «estrelld» trds Id que - J veles J tien
,e<Juido por Heideqqer), no sería ya una prequnta tas- iba desde su juventud. El nihilismo, el desierto de
metafísica, sino que «desmantelaría», pondría al des- la TecnicJ y el Consumismo en que hoy estdmos, no
cubierto "" cimiPntos. No para establecer otros más consiste en un escéptico y agnóstico «no saber nada res-
sólidos, ni para superar a la metafísica, sino para repo- pecto a qué sea la Verdad». Ese escepticismo seria en el
nerse de ésta, para remontar/a (los dos sentidos del mejor de los casos (como ya se ve en Descartes) una
alemán Verwindung, tal como se dice p.ej. que al- duda metódica, una estrategia guiada por la creencia
guien se «repone» de una enfermedad; es más: habría de que todo está (o estará, al fin de los tiempos) a la
que entender ese «remonte» no como una «curación», mano del hombre: todo, disponible -«contante y so-
sino como una lúcida conciencia de la inevitabilidad nante», como el dinero- porque la realidad es en el
de esa enfermedad, vista ahora como un «síntoma», fondo un «producto», una «maquinación» del Hombre:
en un sentido parecido al de la «abducción» freudia- primero Lugarteniente y luego Señor del Ser, a través
na). La única pregunta de Heidegger no busca ni espe- de la ciencia y de la técnica. Esta creencia -esta que-
ra respuesta. ~¡ propone un 11problerna», lo hdce en el rPnciñ, puPs q,u, de «voluntad» se trata- ha sido des-
sentido griego del término: pro-bléma como algo baratada por el proceso mismo de IJ tecnología. En ella
«pro-yectado» (ya en SuZ se hablaba del «proyecto» se despliega una «esencia» (el término no tiene en Hei-
como «resolución» no hacia, sino desde un futuro en degger un sentido estático, ideal, sino transitivo, de
el que cabía leer las huellas de la tradición). Si las cosas despliegue de «posibles») hasta ahora impensada. La
«tienen», presentan un sentido (un fondo de inteligi- esencia de la tecnociencia es la «estructura de emplaza-
bilidad o, mejor, de lectura y descifrado) es porque ese miento» (cf. las dos conferencias de TI('¡, el Geste//: el
sentido se da. Se da en el ser-humano, en el Dasein o máximo «peligro» y a la vez un «destello» del Ereignis.
«estar»; pero ello no significa que el sentido venga Peligro, porque el «emplazamiento» es anónimo (como
dado por el hombre (una modificación del famoso lo son las «sociedades» en las que se muestra la esencia
aserto inicial de la Crítica de la razón pura kantiana: si de la empresa moderna): es inútil «echarle la culpa» al
el conocimiento se da en la experiencia, ello no impli- «sistema» o tildar a la técnica de «demoníaca»: «nadie»
ca que se extraiga de y se deba a ésta). En este carác- es responsable de lo que «pasa» (una curiosa -no sé si
ter transitivo, no reflexivo, de donación brilla -en cas- consciente- confirmación de la admonición hegeliana
tellano, brilla «por su ausencia», cuando decimos: contra esos reformadores y revolucionarios que quieren
«hay»- el pronombre im-personal «se» (al. es; es gíbt: «cambiar» el mundo según los dictados de su «cora-
«se da», «hay»). Sólo al final de su itinerario (en Tiem- zón»; adviértase que esa admonición hegelo-heidegge-
po y ser «ZS», de 1962; ZSD) expuso explícitamente riana era compartida también por Marx). Ello no signifi-
Heidegger este carácter transitivo, disimulado tras la ca, sin embargo, una quieta y «burguesa» conformidad
estaticidad del infinitivo «ser». Esta raíz olvidada del con el «orden establecido», como veremos. Ahora bien,
ser hiende y «tacha» ese carácter supuestamente defi- ese «anonimato» (se trata de una «estructura», no de
nitivo e inconcuso del «ser» (por ello, y de una manera una «imposición» --dicho sea esto contra una mala tra-
tipográficamente espectacular, tachado en cruz en ese ducción de Geste//-) amenaza con engullir al propio
homenaje-desafío a E. Jünger que es ZSF; en WM). Tal «hombre» que se creía señor de la Técnica, parcelándo-
raíz es aludida (no definida, ni determinada ni «nom- lo y disponiéndolo según las necesidades de la máquina
brada») por Heidegger a partir de 1936 (BPh) como y las previsiones de la lnformation (ver la conferencia
Ereignis («acaecimiento propicio»): en su sentido fuer- -homónima- al final de SvG). Pero esa «humillación»
te y literal, un término ... del pensar y del lenguaje (pa- (después de la copernicana, la marxista, la freudiana y

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Heidegger: en los confines de ... 160

la nietzscheana) que echa por tierra todo hipócrita «hu- igual; un derrotismo victimista -y consumista: comer y
manismo» (esconda o no un «dios» humano, demasiado gozar en vista de la catástrofe inminente--- en vez de la
humano) es también --<on Heidegger- un «destello». «victoria» sobre la «naturaleza» que anunciara Bacon).
La admonición es una premonición. En ese destino ine- Tampoco es pasiva resignación «historicista» (en plan: si
luctable, el hombre deja de «hacerse ilusiones» y deja algo ha ocurrido es porque tenía que ocurrir; más vale
por ende «en paz» a las cosas, en cuanto cosas («cosa» «acomodarse» a lo que hay). Pues ese mostrenco acomo-
viene del latín causa -<:orno cuando se habla de «lu- do bien podría llamarse, nada menos, democracia (cf. la
char por una buena causa»-: una situación «decisiva» entrevista con Der Spiegel), entendida -interpreto yo--
en la que el hombre está comprometido; recuérdese lo como un «neoliberalismo» que da valor a cosas y hom-
que decía Ortega en Meditaciones del Quijote: «yo» soy bres (troquelados ambos según las necesidades de la in-
«yo y mis circunstancias; y si no las salvo, no me salvo dustria y del capital) sólo si «funcionan» como productos
yo». Sólo que Heidegger es más radical: «circunstancia» mecánicos (o electrónicos); que «usa» las palabras como
alude en definitiva al «yo» como centro. Pero en la instrumentos por «de fuera» bien empaquetados y cien-
cosa-causa no hay «centro», sino ajuste, ensamblaje del tíficamente unívocos y por «de dentro» retóricamente
decir y el hacer humanos con las posiblidades ofrecidas insinuantes y llenos de «maquinaciones» para persuadir
en situaciones que revelan una «falta»). de que «esto» es el «progreso» (y cualquier cambio de
ese -verdadero-- inmovilismo, una argucia «reacciona-
ria»). Un lenguaje informático del que no se sabe a cien-
4. De lo que hace al caso en la serenidad cia cierta de qué «informa», pero que en cambio «for-
ma» y troquela hombres y cosas según las exigencias del
Digamos: la cosa no es; la cosa se declina, es un intercambio de valores, en un «manejo» y manipulación
«caso». Y lo que «hace al caso» deja ver al ensamblaje de la que desaparece hasta la moderna «objetividad»,
entre acciones/disposiciones (el Ereignis) como oferta de para no dejar a la postre sino «existencias en plaza»: la
una cadencia. No como una «decadencia» (algo así plaza/mercado/almacén en la que se cambia «mano» o
como un «pecado» platónico-cristiano, por el que cosas «cerebro» de obra por dinero que sirve a su vez para
y hombres se muestran como nostalgia de un origen intercambiar cosas «que funcionen» dentro de un dis-
perdido; como «dejadas de la mano de Dios»). Tomemos positivo informatizado. No es vano que esta hueca cir-
el término «cadencia» en su sentido musical: en ella se cularidad tenga como modelo el feed-back, la retroali-
dice y destina la melodía (Heidegger no piensa el «desti- ment.ición.
no» como un fatum: la imposición --<ieqa y providen- La serenidad heideggeriana pretende alzarse contra
cia - de algo que ha de ser, ve/is no/is, sino en el sentido esta «entrega» pasiva en la que nadie domina pero
de un «envío» --como en una carta. que sólo «tienen donde. dada la universal y absoluta «admini,tración»
sentido cuando llegd «d de,tino» . ). En una cadPnza no de lo «real», los hombres se hacen reciprocarnente es-
hay un único tono dominante: la melodía se da a través clavos uno, di! otros (sin Arno omnisciente y aprovecha-
de la cadencia: existe solamente en ella, y aparece en su do), y donde «todos sueñan lo que son/aunque ninguno
redondez sólo al final; cudndo yd es d<>rn,lsi.:idotardP lo entienda», que decía Calderón. Serenidad serld. en
para vo/vpr a PmpPzar, da capo. La melodía deja ser a la tc1mbiCJ,unc.1v1qil;intP .::iHmción a los uencuentros» en los
cadencia. Digdrnos: el /::rp,r¡ms pnmite diversos «ensam- que se engendr.i el sentido. Ewu<>11tros,1 d,, yu,'>? No de
blajes» entre el ser y el ente. Pero no ,e ,onfi111dP ,nn rma< «listas para el consumo» ni de hombres µrodwto
ninguno de sus momentos, ni siquiera (un el (1últin10>) rrJconsurnidores, sobre el fundamento de la lógic..i cfo
(Pn Psto se diferencia de nuevo Heidegger de Hegel. /a producnon Aqui no hay fundamento, sino que se da
Jldr.i yuren la ,,!tima figura fenomenológica englobaba un<1wmarca (Geqcnd; e f Al-O,(,./\. 1 i: 47 s., 53, 55, 57,
y rP\1m1í.1 .1 toda\ 1.1\ ..1nt6}riores). De esta manera, cree 5'l. 72 s.). La mejor rnaner<i que en<11rntro de explicar
Heidegger, e1;.Id ,u•\tHH tur.1 dí~ l~nlplazamiento», o sea esta sede de encuentros es" trdvé, ,lf' un nwdro (o una
la esencia/destino de Id téulitd rnod<-•rn., lo qtJP bien serie de cuadros) amado por Heidegger: La monton1nr
mirado-- nos enseña a escapar de la lógic.i inqui,itorr.11, S.11111v,uoirP, dP U•zanne. El cu,idro «deja ser» al poi
dt>I«trib,mal» de la razón que, desde su altura de circular 1.,c1jfc!, 4u1.1rH1 {u.,t.J cnmpuºsto por relaciones jerárquicas
reflexron. du lnmina Uuzga y sentencia) el orden jerár- (corno lo, r<>ldblo, 11,..d1Pv.,1.,,) ni ha de ,er vísto @n
quico de lo real según los grddos de acercarnif'nto o dis- perspectiva desde un centro (como en la, 'l' dnd<>, ubr "'
tancia a la Identidad suprema (p.ej., en Leibniz). Esa «mi de los venecianos. por f'j!'mplo), sino que teje una «con-
rada» en lo que Occidente ha llegado a ,er (tras el formidad de remisiones», una symploké de trazas o
paréntesis de la forzosa inactividad docente tras la huell;,s por las que todo halla su lugar µroµio, ,in qul'
guerra, Heidegger volvió d la notoriedad pública con exista una «plaza» o sitio dominante. En el cuadro se
cuatro famosas conferencias en Bremen, tituladas con- dan espaciamientos; las cosas «maduran» en las alusio-
juntamente: Einblick in das, was ist; una traducción casti- nes y veladuras de los colores. El cuadro «abre» Mundo.
za sería: «Una mirada que penetra en lo que hoy existe y Por eso, la serenidad que se «deja ir» hacia la comarca
nos importa») se remansa en cambio -tras tanto ideal de -la reunión de «marcas» o huellas, sin origen ni térmi-
dominio y posesión- en la «serenidad» (Gelassenheit: no- no representa tampoco una acción, o sea, una
título de un opúsculo capital, de 1959. También podrá «operación» en vista de la voluntad de un «autor» que
verterse por «desasimiento» -los italianos tradujeron: pretende reconocerse a sí mismo en la obra, como si la
L'abbandono--). Serenidad no es «entrega» a las cosas innegable «alienación» y el «fetichismo» de la mercan-
(una especie de «bajar la guardia», cansados de «vigilar cía se «curaran» devolviendo al trabajador lo que es
y castigar»: eso no sería sino una inversión que daría «suyo»: su «tiempo de trabajo», valorado a su vez en un
161 Heidegger: en los confines de ...

medio universal y anónimo: el dinero ... para poder com- dad», de «lo que hace al caso» (Bewandtnisganzheit)
prar otros «productos», o sea para remediar necesida- para un «circunspecto estar al cuidado» de nuestra vida
des prescritas y controladas de una manera igualmente (que, de nuevo, nunca se da «aislada»: en ella ingresan
universal e indiferente. Otro círculo metafísico en el esencialmente la «significatividad» o no de lo «a mano»
que la vida (si por tal entendemos la conjunción, el ajus- «Zuhandenes», o sea de lo «ajustado a algo», por mor
te de hombres, cosas/«causas» y palabras) se ha hecho, del cumplimiento de una situación). Las «cosas» no nos
de nuevo, «cosa pública»: ese «sitio» anónimo en el que están «presentes» («delante de la mano»: vorhanden),
la privacidad (no sólo del individuo, sino de las cosas mí- sino que vienen entrelazadas en un contexto, «con el
nimas y humildes), el misterio de lo íntimo e indisponi- que andamos dando vueltas, tratando» (Womit des
ble brilla por su ausencia, se echa en falta. Umgangs), al estar «familiarizados» con ellas (vid. SuZ
La serenidad para con las cosas (en cuanto «reunio- $ 69). P1>rono siempre responden las cosas («encausa-
nes», condensaciones de sentidos, de senderos posibles das» como lo útil) a nuestras expectativas, pues unos
de v1d.:i, no cm cuanto algo computable e informática- 1>nt1>s velan, desplazan y disimulan a otros, «dándose-
mente dispuesto par;i su m;inipul,Kión) no Pxcluye pues las» de lo que no son (Urs., 52), de m.:inera que a veces
I;, critica. El mio hecho de que sea posible y pensable ese «echarnos en f.:ilta» digo quP dPhiPril f'StM a mano,
modo de JtercJrse .il misterio de• una donación dP npPr- apar1>c1> algo con lo qu1>no SI> «contaba» o bien la cosa
tur a desenmñsrarn il la rontrn las maquinaciones de un presenta una «resistenci.:i» 1nesperada. De este modo
sistema (no un mundo) en vias de uniforrrnLdción tot.:il: cde la ilusión dP quP PI homhrP pueda disponer a su an-
un sistem.i en PI que cada V<'ZSNán menos necesarios tojo del mundo. Para salir de este frustrante estado de
los uniformes militares al ir siendo sustituidos por Id gri ws.is caben dos pror0dimi<'ntos: 1. modificamos nu1>s-
,alla del empresario y del político funcionario (un sistP- tra prpornpada circunspección (et. SuZ $ 69, b) y la tor-
ma dond1> los «quías» «caudillos, para nosotros» han en- namo'.">en una «'.">upervÍ'.">1ónn,LHld mirdda cfr• (Onjunto
contrado su tálild continuación en los /pJdcr<, o sPa: (JUf> ordena el «todo de siqniticatividad» en un esque-
«los PmplPac-losde primer rango dentro del curso de ne- ma condition.il de medios J fines (origen de la razón
gocios del aprovechamiento incondicionado de lo ente. instrumental), separándonos del rnntexto y articulándo-
al servicio del Jsegur.irniento de la vaciedad del abando- lo como un «dominio» previament1> dis1>ñado concep-
"º del ,er»; ÜdM. VA l. 88). Es el pens;idor dP la serPni- tualmente, a fin de evitar ulteriores sorpresas: el útil es
ddd el que participa - -su única actividad política tras la ahora «descubierto» por una mirada supuestamente
guerra- en una manifestación contra la energía nu- aséptica, teórica (la mirada del «sujeto») y visto como
clear, o denuncia --en la entrevista con Richard Wiss1>r un objeto. El mundo qu1>da convertido en tema (e.d.,
para la cadena televisiva ZDF, en agosto de 1969- los en un conjunto de «tesis» -Satze- subsumidas bajo
peligros de la utilización «higienista» de la biogenética; una ley -Gesetz-); 2. sin n1>garesa «postura» ci1>ntifica
o bien, en los Seminarios d1>Le Thor, avisa del peligro de -ni menos, renegar de ella-, damos un «paso atrás» y
un nuevo y más virulento nacionalismo, basado esta vez nos preguntamos por lo que pueda significar «mundo»
no en la raza, sino en la conjunción de la industria arma- para que algo de él le «falle» y le «haga falta» al hom-
mentista y el aparato militar. Todos estos pronuncia- bre (cf. SuZ $ 69, c). Mundo no es un conjunto de cosas,
mientos, basados en una clara actitud ética y en el cuida- o su receptáculo (los ingleses hablan de forniture of the
do por preservar en lo posible un planeta desertizado y world), sino el plexo de modos posibles de vida. Incluso
contaminado en nombre del progreso y la técnica, dejan la actitud teórica es ya una manera de «ser en el mun-
ver cuán lejos se halla la serenidad del pensar meditativo do» (e implica una praxis). El hombre no «tiene» mundo
de una pasiva razón ascética, desembarazada del mun- (como si éste fuera su propiedad), al contrario: siempre
do para engolfarse en el ser (frase esta última sin sen- se es un «hombre de mundo». Existiendo, el ser-humano
tido dentro del pensamiento de Heidegger). (Dasein) es ya en cada caso su mundo, proyectado desde
el «espacio de juego» de cosas como posibilidades.
Así, ni éstas son primariamente algo «real» (algo pre-
5. Las cosas como eclosiones de Mundo sente y disponible) ni el ser-humano algo estático y du-
radero (ad limitem, inmortal), sino un poder-ser existen-
Sólo que: «una cosa es limitarse al aprovechamiento cialmente de una u otra manera (cf. SuZ $ 62), en base
de la tierra, y otra recibir su bendición y llegar a hos- -y esta «base» es el sentido: la «regla» del juego- no
pedarse-y-echar-raíces (heimisch) dentro de la ley de sólo a nuestras anticipaciones, sino a nuestra «deuda».
esta recepción (Empfangnis significa también 'concep- No «entramos» consciente y decididamente en «un»
ción': tierra como 'naturaleza', como lo que 'da a mundo, sino que ya de antemano estamos «arrojados»
luz', F.D.), a fin de resguardar el misterio-hospitalario a él (Geworfenheit). Todo proyecto es yecto (ésta es la
(Geheimnis) del ser, y de vigilar la inviolabilidad de lo facticidad, la «marca» o acuñación de nuestra existen-
posible». (ÜdM; VA 1, 90). ¿Qué quiere decir eso del cia). Yecto, arrojado desde tradiciones que ni son «pro-
«misterio» y de la «inviolabilidad»? ducto» nuestro, ni nos «producen» mecánicamente,
como si no cupiera otra cosa que atenerse pasivamente
a ellas (ver supra, sobre la «serenidad»). Tradiciones de
5.1. Sugerencia y fracaso
las que hemos de «hacernos cargo» y a las que «llevar
Al pronto, nosotros nunca nos las habemos con cosas a efecto»: desde las que «dialogar» con otros modos
en cuanto cosas, sino con incitaciones, sugerencias u de «ser hombre» (cf. Wege zur Aussprache, 1937, en
obstáculos cristalizados temporalmente en escorzos, donde el presunto secuaz del nacional-socialismo exige

..
perspectivas o envíos, dentro de un «plexo de conformi- de alemanes y franceses «voluntad de largo aliento
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para oír unos de otros y sostenido coraje para con la siempre «precarios» (estamos en medio de lo «ente en
propia determinación», como vía para el entendimiento total»; pero nunca veremos la «totalidad de lo ente»;
-Verstandigung- y para «estar así de manera origina- simplemente porque no hay tal justa y ordenada distri-
ria abiertos al otro». AED, 21). Heidegger, para bien o butividad -p.ej., la leibnizo-wolffiana omnímoda
para mal, no cree en la Humanidad, sino sólo en «ma- determinatio-: tampoco para un dios). Y el ser-humano
neras humanas» -Menschentümer- sólo parcialmente corresponde a ellos (la variedad de correspondencias
traducibles y conmensurables entre sí. (Diríamos: somos constituye las épocas) de una manera temporal e históri-
«semejantes», nunca «iguales».) ca, sin que sea posible establecer criterio alguno de
«evolución» o «progreso» en una Historia Universal
(cf. Hegel y los griegos, en WM), aunque sí podamos
5.2. La muerte como lo que «da juego»,
apreciar el agotamiento de un modo general de envío
y el «estar a la muerte»
(p.ej., el que ha dado a luz a Occidente: el ideal metafísi-
Ahora bien, ese juego -<:uyo «campo» siempre móvil co de la presencia constante y de la identidad) y estar
es el mundo- entre las cosas como posibilidades y el prestos a un «nuevo inicio» (BPh trata enteramente de
ser-humano como «poder-ser» no es ni estable ni, mu- estos síntomas de acabamiento y de esta «prestancia»).
cho menos, eterno (no está leibnizianamente fundado Ya hemos apuntado antes cuáles son esos síntomas:
en una «región de verdades eternas»; el proyecto de SuZ los correspondientes a la planetarización técnica, la
es el de un «ateísmo metodológico»). El juego se estre- computabilidad (la «contabilidad» general) del Geste//;
lla en la muerte, entendida no como un «suceso termi- ver todas las cosas como «productos de consumo» (in-
nal» de la vida (por caso, indefinidamente prolongable cluido el «productor», que se entiende a sí mismo como
en «otra», con lo que se hace de la muerte un «tránsi- un «producto» de la fábrica de la Historia). Ahora, y a
to», si es que no una farsa), ni como algo a lo que está través de lo que en aquellos síntomas «se echa en falta»
«abocado» el hombre, sino como algo a lo que entera y cabe entender a la contra lo disimulado y reprimido en
simplemente el ser-hombre «está» (y a lo que siempre esa «historia del ser» que llamamos Occidente.
intenta uno zafarse, como cuando negativamente se
dice de alguien que «no está a lo que está»). «Estar a la
5.3. La cuadratura, desde el ser tachado en cruz
muerte» (no «ser para la muerte», como aviesamente se
suele traducir) es estar ya de siempre abierto, «resuelto» Las cosas no están en el mundo ni son para el hom-
a la posible imposibilidad de toda posibilidad, en cuanto bre. En cada cosa está en «causa» el Mundo en su inte-
algo de lo que se está cierto, aunque de manera indeter- gridad (algo que entreviera -si bien metafísicamen-
minada: algo que no se refiere a nada (la muerte no _es te- Leibniz con sus miroirs de l'univers). Lo que la
lo «contrario» de la vida, como si ambos tuvieran un cosa ofrece en su «aspecto» remite a una materialidad
fundamento común: p.ej., la eternidad); algo que me es que dispensa abrigo, que da a luz sin salir ella misma a
propio y me singulariza, y que es irrebasable. Abrirse a la luz (algo que los griegos barruntaron como moira, y
estas características es experimentar la angustia, en la Kant como cosa en s1). Pero esa terrazón no está nun-
que de consuno se advierte mi finitud y el carácter vacío ca presente. sin más. Aparece como «retracción» sólo
del mundo (d. SuZ, $ 53). cuando la mano trabaja algo (no «trabaja sob,e ..ilgo»,
La patencia instantJnl'd de l.i muerte se rnuestrd en l.i torno si se tratara de una materia dócil y penetrable}
angustia como un «estar precursándola» (no (orno un para n1hrir llflrl nt'<C'sidild. Lil opc1tidc1dde la predrd no
<itenPrlñ Pn nwntdn, de v1dan),
,11modo de lo">u'.>equro'"> estii en el roquedo. sino. p.ej .. en el carácter macizo de
e, delir lomo aceptación del hecho desnudo de que el las columnas de un templo dórico, o en la solidifica-
íntegro «poder-ser» es estar «a las resultas» de un fondo ción de la arcilla qup pPílllltP P\fclllfldf PI VIII() dl--1Ufl
de indisponibilidad, abierto f>n cada c•.so Pn un <«lllP J·" "' L.,""'""º" d<!I l<!t/J11lte} (del térnito en general,
rvr '"""' <º'" u•nud» (SuZ 307, SuT 334) de un.i «deu- incluyendo al actual ingeniero de la inteligencia artifi-
da» recibida como herencia (que da sentido precario a cial} sigue en gener;il pronedimiento,, lint>r1, dr rnrdi
nuestros «posibles»). Lo que en es;i anqustia (protoknó d,, y enfoque que nunta ,on arbrtrnrras. Sr queremos
rrwno PxistPn(iñl) se dd d ver e, la frrntud. no ,ólo del llamarlas «convencionales» habrá de entenderse por
ser humano, sino también del ser («el ser mismo, en ello lo mentado en el término cum-venire: <>Ifrágil y
esencia, es finito»: WiM?; en WM 120). Por este último tPmporal dju,t<! <!ntre l..is nelesrdad<1~ hu111.ind~y el
rasgo se separa Heidegger de toda la filosofía occiden- «obsequio» de posibilidades por part!' de las cosas. Y.
tal. Siempre se había entendido que el «error» (y el mal) por último, se tiene confianza en ese ajuste porque en
es algo puramente humano (o sobrehumano: demonia- él se antitipa tácitamente la dimensión de sentido de
co; pero no «divino»), de modo que una correcta y desa- una «región». Por via alusiva (y no como si se menta-
pasionada atención a lo que «es», sine ira et studio, per- ran con ello potencias míticas}, y de acuerdo con viejas
mitiría el «ajuste» con la cosa y, en definitiva, con el tradiciones (cf. p.ej., el Gorgias platónico), Heidegger
«Ordenador» de cosas y hombres (et. p.ej., las actitudes llama a esa opacidad retráctil tierra; a la medida que
de Sócrates y Descartes). Recordemos, en cambio, que da apertura y sazón, cielo (concavidad en la que han
para Heidegger lo ente desplaza y disimula a lo ente, lugar constelaciones); a los seres que soportan esas ne-
nos incita -sin «culpa» por su parte, desde luego- a cesidades ambiguas (pues son ellas quienes les permi-
error. Es este desajuste, al que el hombre por su parte ten, a la vez, estar en el mundo y estar a la muerte,
contribuye -al estar a su vez situado en perspectivas no siempre «pudiendo ser», sin ser nunca «por entero»:
conmensurables-, lo que avisa de la muerte (la retirada no hay ser entero), mortales; y a los portadores de las
de remisiones). Los envíos o constelaciones de lo ente son dimensiones de sentido regional, seres divinos. El jue-

J
163 Heidegger: en los confines de ...

go -epocalmente mudable- de estas cuatro remisio- destina, que «acaece» (Ereignis). Tal es la radical inter-
nes (no «cosas», sino respectos tejidos por las cosas) es pretación heideggeriana del dictum aristotélico: «Lo
el Mundo, abierto en esa «cuadratura» (Geviert; cf. ente se dice de muchas maneras.» Y como en Aristóte-
EHD 170 s. y VA 11,23-25, 50-52; el término viene del les, esas «maneras» vienen del ser (que no es género al-
lenguaje arquitectónico y recuerda, p.ej., a la planta guno) y tienen en cada caso una «referencia», un «desti-
«en cruz» de una iglesia: hincada en la tierra, desde y no»: la ousia, vista como la «reunión» o «asamblea»
contra la cual tiene lugar su «alzado» hacia el cielo, al (irreductible con todo a un rasgo dominante: el eidos o
cual remeda con la curvatura de sus bóvedas; lugar ín- deútera ousia) a la que llamamos «cosa»: los lugares en
timo del sacrificio, en el que se corresponden y mutua- los que «se da» Mundo (cf. El arte y el espacio «KR»; y
mente se entregan -guardando las distancias- lo también: La cosa, en VA).
mortal y lo divino). El arte es el modo privilegiado de Y en segundo lugar, el Mundo no es para el hombre
instaurar ese juego de espaciamientos, esa verdad (y menos el ser, o mejor el Ereignis, «modulado» de
como alétheia. Y lo es porque la «armonía» (de donde manera diversa en cada época). Y sin embargo, tam-
el lat. ars). al sacar a l.i luz una obr d wrno entrucij.id.i poco el hombre está nunca «dentro» del mundo,
del cuádruple respecto. hace presentir a la vez (nunca como el animal en su nicho ecológico.
«ver» o «dominar») el ocultamiento o «tachadura» del La relación es verdaderamente <Ui generis, y ha dado
ser, 1r1dorninable e indisponible trds la donación, tras lugar a muchos malentendidos. A pesar de todas las
i-1 (nunca perfi-cto) loqrar~I' di- lil obril. «sendas perdidas» que Heidegger. con Id Modernidad a
Dos puntos importantes hay que resaltar aquí. Pri- la que al fin pertenece, ha recorrido, un aserto perma-
mero, ol usern no es ment.adu cxtlu~ivJmentc por Id nece, imperturbable: «Sólo "hay" ("gibt es": "se da")
«tiNra», pui-s E'stil tamhii'n «sill!' il lil 1117»(palpamm vNdild i-n la medida i-n quP PI hombre es (ist), y mien
Id 1mpenelrdbiliddd de Id columna. vernos la sombra que tras lo es.» (SuZ $44, e: 226; SuT, 247). La peor interpre-
su opacidad proyecta). Tampoco la lumino\idad dPI t<Kión s:Prí<1 la «id0.-1li~td». la v0rdad como «µropiedadn
«cielo» JgOtJ el «ser». justo porque nJdd seriJ sin su del hombre. La distinción de los verbos. y el entreco-
oposi(ión-coincidi-ncia con la tiNrn: i-1 cielo si- «hun- millado dpl primero. ponen ya en guardia contra ese
de». es penetrable; y por ello, paradójicamente, nunca malentendido. El ser del hombre es el «ahí» (Da) del
es «aforrable», conceptu.ilizable: deja ver, «despeja» (JI ser. Y d Id inversd, el hombre sólo lo es de veras (e.d.:
igual que un «claro» o despejamiento: Lichtung) sin que corresponde a su Dasein) en la «puesta en franquía»
él mismo sea nunca accesible directamente, sino sólo (Erschlossenheit: significa también «explotación» mine-
«de soslayo» (esto fue entrevisto por Kant al hacer de la ra. a cielo abierto) de lo ente, a través de cuyo cuidado
extrafia y contradictoria «intuición formal» de la Estética -y de la «procura» para con los otros- se desvela su
trascendental algo nunca intuible de suyo, sino siempre ser como «cuidado» o «cura» (Sorge). De ahí la denomi-
y sólo como condición de posibilidad, o sea y literalmen- nación ulterior (que sólo en la coloración «poética» se
te: como «espacio» o «tiempo»; no una «cosa», sino distingue de la de SuZ) del hombre como «pastor del
nada: ens imaginarium. En general, sería conveniente ser» y «lugarteniente de la nada» (BH 330 s., 342; Hw
leer a Heidegger desde los filósofos, en vez de despa- 287 s.; ZSF 419). El pastor reúne y guarda sus ovejas al
char sus alusiones como metáforas «místicas»). Lo mismo igual que el hombre, con su hacer y su decir, recoge-y-
ocurre con los «mortales»: ellos -seres «técnicos» y distingue a lo ente de su dispersión y confusión. La
«temporales»- no advierten sus necesidades, o sea las «verdad del ser» (esto es: el ser mismo cuando no se lo
«faltas» que se adensan como la falta (la muerte), en un extrae especulativamente como mera «causa» o condi-
supuesto «interior» (el alma o la psique: un «mundo» ción del ente, sino como la retracción que hace aflorar,
por de dentro que «copiaría» más o menos bien el mun- o sea: como la physis griega, de la que sería «ridículo»
do «de fuera»). Eso es pura fantasmagoría. La falta se el querer nombrarla directamente, según Aristóteles:
aprecia en las cosas por el mortal trabajadas (los ejem- Phys. 11,1; cf. VWB-Ar., en WM), la verdad tout court
plos de Heidegger -<orno en Rilke- remiten siempre a «acaece» en y como el «ahí» del ser-hombre. En este
«artefactos», nunca a cosas «naturales»). El mortal está sentido, el hombre pertenece a la verdad, y no a la in-
siempre, literalmente, «fuera de sí», sin poder recogerse versa. Hay al menos dos maneras señaladas (en los tiem-
íntegramente desde sus cosas o propiedades (por eso se pos «sombríos», Heidegger admitía también al «políti-
cubre falazmente con el manto sonado de la identidad co» como fundador de ciudades y pueblos) de «hacer
autorreferencial). Y lo «divino», en «sí mismo» conside- que sea la verdad» (alétheuein): la «técnica» (en el sen-
rado, no es nada: también la dimensión que abre los tido lato del término, como téchne) y la «lingüística».
sentidos y senderos de la vida se da siempre «fuera», y
no como una redonda y sensu stricto «repelente» causa
sui (cf. ID); se da en el sacrificio, donde se recogen las 6. La copertenencia de pensar y ser en el lenguaje
tradiciones y costumbres de un pueblo histórico (algo y la pertinencia del lenguaje para la mismidad
que el cristianismo entrevió, al hacer de su dios una de pensar y ser
amorosa e íntegra «entrega» al mundo). Y en suma: el
«ser» tampoco es el Mundo (contra la interpretación de Al ser en la verdad a él «transferida» (y sólo en esa
E. Fink); éste es siempre una «manera», acontecida histó- transferencia el ser «se da»; Heidegger no es -no quie-
ricamente, de ser. Ni menos es el «ser» algo extramun- re ser- judeocristiano), el hombre «responde» (corres-
dano, algo así como un soporte (la «Sustancia» de ver- ponde y se responsabiliza) a y de esa verdad por el len-
dad) o causa del Mundo, porque en cada «manera» se guaje (cf. WiPh? 23 s.; UzS 29). Nuevo embate al orgullo
agota -a su manera- el ser, como un destino que se del hombre moderno: al igual que acontece con la técni-

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Heidegger: en los confines de ... 164

ca, el lenguaje no es algo «en las manos» del hombre, hiciera el «despertador» Hume con el buen Kant), sino
algo con lo que hacer lo que uno quiera. Ni medio ni que despierta a/ olvido (cf. Protocolo de Zeit und Sein;
«vehículo» de comunicación, el lenguaje es la «naturale- ZSD, 32, 44). Así es, como al cabo de su camino del
za» (la physis) del hombre (UzS 9). Para empezar, un len- pensar, «traduce» Heidegger aquella frase: «En la me-
guaje es siempre histórico (UzS 253): si queremos, un dida en que ser y tiempo sólo hay en el acaecer-propi-
idio/ecto a través del cual (diá) un pueblo religa vivos y cio (im Ereignen), esto entraña el carácter-de-propio
muertos y los coliga con las cosas. No un «habla», sino (das Eigentümliche: «la peculiaridad») de que ese acae-
«lo que permite» hablar (lektón). Todo lenguaje es pues, cer lleva al hombre a lo que le es propio; al hombre:
radicalmente, dialecto: «El dialecto (Mundart) no es sólo aquél que se percata del ser al inmorar en el tiempo pro-
el lenguaje materno, sino a la vez y ante todo la madre pio. Así apropiado, el hombre pertenece al Ereignis.»
del lenguaje». (Sprache und Heimat; AED 156). No es el (ZS, en ZSD, 24). Sólo así el pensar deja de ser considera-
hombre quien primariamente habla, sino el lenguaje: do a su vez como una «propiedad» en manos del hom-
pero éste sólo habla -siempre de manera diversa- a bre (o en manos del Ser-Dios, que luego reparte por
través de una Menschentum, de un pueblo que históri- «participación»; tanto da), para acercarse a él como ám-
camente se va constituyendo. El lenguaje es, así, el «lu- bito memorante y agradecido de una donación graciosa
gar» de la reunión de lo ente: la «casa del ser» (BH 313, (cf. WhD 134 s.)... no dada por Nada ni por Nadie (al
333,358 s., 361; SvG 161; VA 111,23 s.; UzS 156, 255). El contrario, hombres y «dioses» se dan en él). Aquí no
lenguaje no se «usa»: se usan «maneras de hablar», gi- queda ya, al parecer, sino pensar lo que Parménides
ros y tropos; y normalmente se tiene por habla (Rede) lo dijo -quizá sans le savoir-: «Pues lo mismo hay para el
que es cansina repetición de «dichos» (Gerede; SuZ $34). pensar y para el ser.» Dos ramas de lo mismo. El pensar
Al lenguaje sólo cabe aludir indirectamente (al igual que ya no «habla» de otras cosas. Ni siquiera habla de «co-
en la «casa» se vive ... y se muere; mas, al contrario de la sas»: dice lo Mismo. Por vía bien distinta a la de la lógi-
casa, no hay «fuera» del lenguaje. El lenguaje no es el ca desenmascarada por el Tractatus de Wittgenstein (di-
«exterior» de las cosas, sino su exterior: el modo en que gamos, por «exceso» y no por «defecto»), el pensar de
éstas remiten -significantes- unas a otras). Esa men- Heidegger desemboca explícitamente en la tautología
ción alusiva, la más alta, es la poesía (cf. EHD, passim; (KTS, en WM 479; UzS 10, 30).
también UzS 66 s.). ¿Por qué? El poeta da nombre a lo «¿Qué queda por decir? Sólo esto: El acaecimiento
sagrado: en cada palabra del poema reverbera per ab- propicio acaece propicio (Das Ereignis ereignet. Ad-
sentiam la integridad -y eso significa «sacralidad»- del viértase con todo que esto no es exactamente una tau-
lenguaje. En ella se reúnen tiempos y espacios. Por ella tología, sino un anacoluto en el que se "echa en falta"
es el hombre Augenblicksstatte: la «estación del ins- algo. Si hubiera usado "correctamente" su lengua,
tante». Y por eso todo decir poético es, con Hólderlin, Heidegger habría tenido que decir: Das Ereignis ereig-
Andenken (cf. el ensayo homónimo en EHD, malamente net sich. No es una "falta", aunque apunte a la falta.
vertido en espariol como «Recuerdo»). Andenken, esto El "acaecer" es puramente transitivo, no reflexivo;
es: un «conmemorar», un vivificar lo aparentemente F.D.). Con esto, partiendo de lo mismo, nos referimos a
«muerto» (por usado sin parar mientes en ello, romo lo mismo y apuntamos .i lo rni,mn. En apartencia. e,to
tmil monf'dil qastddd;, f. Niet,~dw: Verd<1dy ment1r<1en niJda dite.» (Z5. en ZSD 24 s.).
'J{'nt,do extrt1moraf): no un r<recuerdon de lo pasado. Al lector curioso y mortal dejamos el cuidado de
sino al contrario: una promesa enraizada de futuro. El considerar -trali. tant;¡s vuPlta~ - si P~to Qn vPrd.uJ
poema abre vias. alamedas de la memoria. En el fondo, ((nada)) dice, y ~1 e~d nad.-1 P\ un...i 11.uh•ri.1.
el poema sólo «habla» de una extrana «cosa»: dP l.~ 11w
ludibilidad esquiva del ser, de la retraccton dP f•sl!• .il
darse (al igual que en la p,ll.Jbr.1 P\l,'i u111t,•qron PI IPn Qibliografía
quajfl, fllci\ i;.oln ((Hllo t•I brillo dP un fo(o uhoy,Hn:
1. Obras de Heidegger citadas (según siglas)
HP11ll.it p,tr.i "'-'"'P'" perdido). El µoemd guarda (el)
~ilentio: dice que todo (el Todo) no se puede decir (y G.A. Martín HPidPqgPr C,Psomra11~qa/w (K, mnR-
menos, para si mismo, rnmo quien rrf•e f'n un Dios sabe MANN.V.). hankfurt/M. 1975 s.
lotodo en eterno coloquio consigo mismo). El poema es A[D «Aus der Erfahrunq des Denkem (1910/1976)».
la guarda de la pérdida. G.A. 13. Frankfurt/M. 1983.
BH «Brief über den Humanismus» (ver WM) (Hay tr.
«Carta sobre el humanismo» de GuTtFRRF7 GIRAR-
7. El pensar tautológico ooT, R., Madrid 1970 3 ).
BPh «Beitrage zur Philosophie» (VOMERFIGNts). G.A. 65.
También el pensador (ya no el «filósofo») alude a Frankfurt/M. 1989.
esta pérdida del ser: al ser como pérdida ... de sí mismo. EHD Erlauterungen zur Hólderlins Dichtung. Frank-
El «abandono» moderno del ser no se «remedia» captu- furt/M. 198l5 (Hay tr. Interpretaciones sobre
rándolo de nuevo (no hay «nada» que capturar), sino (sic!) la poesía de Holder/in, de VALVERDE, J.M.,
reconociendo que el ser mismo es abandono, olvido, y Barcelona 1983).
que sólo gracias a esa retirada (Entzug) los entes son y FnT «Die Frage nach der Technik» (ver TK). (Hay tr.
el hombre existe. Ahora puede quizá empezar a enten- «La pregunta por la técnica», de CARPIO,A.P., en
derse aquel dictum aparentemente idealista: «Sólo Epoca de Filosofía 1, 1 (Barcelona 1985, 7-29).
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