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Para entender a Calvino 500 años

La voluntad de Dios en todos los ámbitos de la vida.


¿Qué lugar ocupa la voluntad de Dios en mi vida? Una pregunta esencial que para Calvino se despliega en
varias direcciones: ¿Deseo verdaderamente seguir la voluntad de Dios? ¿Cómo conocerla? ¿Cómo ponerla en
práctica? Estas son las distintas preguntas que me gustaría abordar brevemente.

1. ¿Qué lugar ocupa la voluntad de Dios en mi vida?


Siendo francos, según Calvino nadie desea seguir espontáneamente la voluntad de Dios. A través de nuestras
facultades innatas, podemos percibir la bondad de diferentes formas, ya sea en relación con la justicia o con
nuestras obligaciones hacia los otros, y guardamos la esperanza que el prójimo haga lo mismo con nosotros,
pero no estamos interesados en la voluntad de Dios, como se encuentra, por ejemplo, sintetizada en la primera
Tabla del Decálogo. Honrar a Dios no es una cosa espontánea, ni tampoco amarlo con todo nuestro corazón. Lo
que nos vuelve sordos a la voluntad de Dios, es el amor hacia nosotros mismos1. Pensamos saber mejor que
Dios lo que contribuye a nuestra propia felicidad y llegamos a creer que Dios es nuestro enemigo cuando no
cumple nuestros deseos; si Dios establece prohibiciones, pensamos que éstas nos impiden vivir.
Así pues, es necesario en primer lugar que Dios nos descentre de nosotros mismos y nos despierte de nuestra
torpeza2, y debe hacerlo quebrantando la alta imagen que tenemos de nosotros mismos, haciendo tambalear
la confianza en sí mismo3, la virtud4, la voluntad, los pensamientos y los afectos5. Este momento de humillación
es necesario para “que nos despojemos de nosotros mismos y abandonemos nuestra natural condición”6, pero
a partir del momento en el que Dios se sabe escuchado, cambia de tono, no queriendo obligarnos por la fuerza
y prefiriendo la misericordia al rigor. Dios nos “atrae” designando lo que es la verdadera felicidad, que es más
una relación que un estado7: ser aceptados por lo que somos, a pesar de que seamos inaceptables. Liberados,
perdonados, recibidos y adoptados como sus hijos, sabemos que pertenecemos a Dios y que él no vacilará en
su amor8, y si hay algo que se nos exija a cambio es amar a Dios9.
Solamente entonces el creyente puede oír la ley, no como yugo, sino como una gracia por la que Dios le hace
conocer su voluntad, respondiendo así al deseo del hombre de “vivir bien” y de encontrar el camino a la
felicidad10. En concordancia con Lutero, Calvino admite que la ley tiene un uso denunciador (élenchtique),
confrontándonos a la santidad de Dios para que percibamos nuestra propia miseria, y un uso civil, asegurando
un orden humano por medio de la justicia. Pero esencial es el tercer uso que Lutero no había querido
reconocer, el de la ley como guía y referencia en expresión de la voluntad divina: “El tercer oficio de la Ley, y el
principal, que pertenece propiamente al verdadero fin de la misma, tiene lugar entre los fieles, en cuyos
corazones ya reina el Espíritu de Dios, y en ellos tiene su morada. Porque, aunque tienen la Ley de Dios escrita
y grabada en sus corazones con el dedo de Dios, o sea, que como están guiados por el Espíritu Santo son tan
afectos a la Ley que desean obedecer a Dios, sin embargo, de dos maneras les es aún provechosa la Ley, pues

1
Institución de la Religión Cristiana II, VIII, 1.
2
Inst. III, III, 7.
3
Inst. III, II, 23.
4
Inst. II, II, 1, III, III, 7.
5
Inst. III, III, 8.
6
Inst. III, III, 8.
7
Inst. II, X, 8.
8
Commentaires de M. Jean Calvin sur les cinq livres de Moyse; Genese est mis a part, les autres quatre livres sont disposez
en forme d’Harmonie, Genève : François Estiene, 1564 (harmonie), p. 126, sobre Ex 20, 1-2 y Dt 5, 1-6, cfr. Inst. III, III, 8:
9
Commentaires de Jehan Calvin sur le Nouveau Testament : le tout reveu diligemment et comme traduit de nouveau, tant
le texte que la glose, Paris : C. Meyrueis, 1854-1855 (reproduction textuelle de l’édition de C. Badius en 1561), t. I, 562,
sobre Lc, 10, 26.
10
Commentaires sur les cinq livres de Moïse (harmonie), p. 136, sobre Dt 6, 20-25.
Para entender a Calvino 500 años

es para ellos un excelente instrumento con el cual cada día pueden aprender a conocer mucho mejor cuál es la
voluntad de Dios, que tanto anhelan conocer, y con el que poder ser confirmados en el conocimiento de la
misma. Igual que un siervo, que habiendo decidido ya en su corazón servir bien a su amo y agradarle en todas
las cosas, sin embargo siente la necesidad de conocer más familiarmente sus costumbres y manera de ser, para
acomodarse a ellas más perfectamente. Pues nadie ha llegado a tal extremo de sabiduría, que no pueda con el
aprendizaje cotidiano de la Ley adelantar diariamente más y más en el perfecto conocimiento de la voluntad de
Dios. Además como no sólo tenemos necesidad de doctrina, sino también de exhortación, aprovechará
también el creyente de la Ley de Dios, en cuanto que por la frecuente meditación de la misma se sentirá
movido a obedecer a Dios, y así fortalecido, se apartará del pecado.”11El temor, la misericordia y la ley, son
para Calvino la matriz de la alianza, una alianza manifestada primero a Israel y después a las naciones a través
de Cristo.

2. ¿Cómo conocer la voluntad divina?


Como ya lo hemos dicho, esto ocurre mediante la ley y no solamente mediante la inspiración del Espíritu. Pero
¿qué tenemos que entender por ley? En un sentido se refiere a los 613 mandamientos de la Biblia hebraica, los
cuales deben alcanzar cada instante de nuestra vida. No obstante, es necesario además poder interpretar la ley
para decidir a qué mandamientos están sometidos los cristianos y cuáles han quedado sin efecto ni valor con la
llegada de Cristo12. Calvino descarta todo lo “ceremonial” de la ley, la mayor parte de las ceremonias del
Antiguo Testamento presagian físicamente el sentido espiritual que Cristo les da. Así también, estima que las
leyes jurídicas están obsoletas, ya que fueron determinadas por el contexto histórico en el que han sido
decretadas. Lo que permanece es la ley moral:

“Empezaremos, pues, por la ley moral. Contiene dicha ley dos puntos principales, de los cuales uno manda
honrar simplemente a Dios con pura fe y piedad; y el otro, que con verdadero amor y caridad amemos a los
hombres; por esta causa ella es la verdadera y eterna regla de justicia, ordenada para todos los hombres en
cualquier parte del mundo que vivan, si quieren regular su vida conforme a la voluntad de Dios. Porque ésta
es la voluntad eterna e inmutable de Dios: que sea honrado por todos nosotros, y que nos amemos
mutuamente los unos a los otros.”13

De esta forma, la ley se resume en el doble mandamiento del amor, sintetizada de una forma más desarrollada
en las dos Tablas del Decálogo. La primera concierne la relación con Dios: (1) “No tendrás dioses ajenos delante
de mí”, (2) “No te harás imagen”, (3) “No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano”, (4) “Acuérdate del día
de reposo para santificarlo”, (5) “Honra a tu padre y a tu madre”, (6) “No matarás”, (7) “No cometerás
adulterio”, (8) “No hurtarás”, (9) No hablarás contra tu prójimo falso testimonio”, (10) “No codiciarás..., no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ..., ni cosa alguna de tu prójimo” Sin embargo, es necesario además saber
interpretar correctamente esta ley. ¿Es suficiente no matar y no robar para amar al prójimo? Calvino no
sustenta esta idea, en cambio señala que cada mandamiento formulado de manera negativa (“no harás...”),
debe reformularse positivamente para comprender el sentido14. Así, por ejemplo, el sentido del séptimo
mandamiento es hacer todo lo posible para que la vida del prójimo sea considerada como “apreciada y
valiosa”15. La interpretación de la Ley mediante el mandamiento del amor abre ésta a una exigencia infinita,
que llama verdaderamente al fiel a la santidad.

11
Inst. II, VII, 12.
12
Inst. IV, XX, 15.
13
Inst. IV, XX, 15
14
Inst. II, VIII, 9.
15
Inst. II, VIII, 9.
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3. ¿Cómo poner la ley en práctica?


Nadie puede vivir la ley como llamado a la santidad mediante sus propias fuerzas. Sin embargo, el fiel puede
contar con la ayuda del Espíritu Santo que lo “vivifica” hasta el extremo de “mortificarlo” para que renuncie a
dirigir por sí mismo su vida. Juan el Bautista lo describe de la siguiente forma: “Es necesario que Él crezca, pero
que yo mengüe” (Juan 3,30). No obstante, esta formulación podría ser equívoca si se la entiende como una
destrucción de lo humano en beneficio de lo divino. Por el contrario, Calvino estima que el hombre o la mujer
santa son todavía más humanos de lo que ellos creían ser, habiéndose restaurado en ellos la imagen de Dios
progresivamente. En ese momento, la voluntad divina y la voluntad humana ya no se oponen, sino que
encuentran consonancia en “armonía y acuerdo” e incluso, según el texto en latín de este pasaje16, en simetría
y consenso:
“El blanco y fin de la regeneración es que en la vida de los fieles se vea armonía y acuerdo entre la justicia
de Dios y la obediencia de ellos; y de este modo, ratifiquen la adopción por la cual han sido admitidos en el
número de sus hijos.”17

Comprendemos entonces que no hay contradicción entre el llamado de Dios y la respuesta del ser humano en
esforzarse en su “manera de vivir”, para cumplir con la vocación a la que ha sido llamado18. La vocación se sitúa
entre dos mares: por un lado está enteramente subordinada a Dios y su gracia, y por el otro, pide al ser
humano que en agradecimiento movilice toda su energía para transformar su vida.
Esta realidad guarda relación con toda actividad humana, “Dios manda que cada uno de nosotros en todo
cuanto intentare tenga presente su vocación.”...19 y Calvino no duda en vincular la vocación con la
problemática de las “categorías”, heredadas del derecho romano. Para el derecho romano el rango de un
hombre es su condición estable, lo cual se traduce en sus derechos y deberes con el estado, comprendiéndose
tres tipos de categorías: el del hombre libre o esclavo, el de hombre casado (paterfamilias) a diferencia de los
derechos de mujeres y niños, y el de magistrado o simple ciudadano. Una categoría no excluye a otra, un
mismo hombre puede asumir varias categorías, si por ejemplo es hombre libre, paterfamilias y magistrado. No
obstante, cada persona puede situarse en cada uno de los niveles como alternativa a las situaciones dadas. Al
definir la vocación como una “categoría y manera de vivir”20, Calvino extiende la vocación más allá de las
“categorías” a actividades y particularmente a oficios. Él concuerda con Lutero21 en que si el fin de la ayuda
mutua es hacerse interdependientes, el oficio es una de las maneras más concretas de ayudarse
recíprocamente:
“No hay personas agradables ante Dios, sino aquellas que trabajan para aportar alguna utilidad a sus
hermanos”22.

Por lo tanto, la vocación reúne todos los aspectos de una vida afectiva, profesional, intelectual, espiritual en
una persona santa, quien por pertenecer a Dios se pone como único objetivo asemejarse a Él23. Pero Calvino no
abriga ilusiones, un proyecto así no se realiza en un instante, sino que es el proyecto y el sentido de toda una
existencia:
“Mas esta restauración no se verifica en un momento, ni en un día, ni en un año; sino que Dios
incesantemente va destruyendo en sus elegidos la corrupción de la carne, y poco a poco los purifica de sus

16
“Scopum regerationis esse diximus ut in vita fidelium appareat inter. Dei justitiam & eorum obsequium symmetria
&consensus atque ita adoptionem confirment qua recipti sunt in filios.” (Inst. III,VI,1)
17
Inst.III, VI, 1.
18
Inst. III, XVII, 6.
19
Inst. III, X, 6.
20
Commentaires de Jehan Calvin sur le Nouveau Testament, t. 3, p. 374, sobre 1 Cor 7, 20 ; Inst. III, X, 6.
21
Cf. F. Dermange y E. Fuch, article “vocation” en l’Encyclopédie du protestantisme.
22
Commentaires de Jehan Calvin sur le Nouveau Testament, t. 1, p. 506, sobre Mt 20, 7.
23
Inst. III, VI, 2.
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impurezas, consagrándolos como templos en que Él pueda habitar, reformando todos sus sentidos con una
verdadera pureza, para que durante toda su vida se ejerciten en el arrepentimiento y sepan que esta lucha
no cesará hasta la muerte.”24
Prof. Dr. François Dermange, Ginebra
Traducción del texto original en francés

24
Inst. III, III, 9.

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