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Cuando la tasa de interés sube, sube necesariamente el costo de

los créditos, lo que dificulta la capacidad del sector empresarial para


financiar las inversiones y afecta la capacidad de consumo de las
familias. Esto a su vez puede tener incidencia en el nivel de
desempleo, por la misma dificultad de las empresas para financiar su
crecimiento y desarrollo debido al encarecimiento del crédito el cual
disminuye el consumo, y si el consumo disminuye, el empleo también
suele hacerlo, por cuanto el sector productivo deber reducir la oferta, y
para reducir la oferta hay que disminuir la producción.
El hecho de que los créditos se encarezcan implica que la demanda
se vea disminuida, puesto que el consumidor estará reacio a consumir
con tarjetas de crédito o a realizar créditos de consumo.
Cuando las tasas de interés son elevadas, es atractivo para el ahorro,
por lo que mucha gente preferirá ahorrar que gastar, contribuyendo así
a contraer la demanda.
La disminución del consumo afecta directamente la demanda, por lo
que la inflación tiende a disminuir como respuesta a la sobre oferta
que se produce al bajar la demanda.
En el caso contrario, cuando las tasas de interés disminuyen, el
costo de los créditos disminuye, por lo tanto financiar inversiones
resulta atractivo, contribuyendo al incremento de la producción y del
empleo.
Igualmente, al disminuir las tasas de interés el consumo aumenta, en
especial el consumo financiado por créditos, lo que también
incrementa la producción y la demanda.
Una consecuencia directa del incremento de la demanda, es el
incremento de los precios tanto de los costos de producción como de
los bienes y servicios finales, que es lo que conocemos como
inflación.
Al disminuir las tasas de interés, ahorrar ya no es atractivo, ni invertir
en aquellos sectores en los que su rentabilidad está sujeta a las tasas
de interés, por lo que muchos inversionistas prefieren comprar divisas,
presionando el incremento de la tasa de cambio.
Cuando la tasa de interés aumenta, el precio del dólar tiende a
disminuir, puesto que ahora habrá algo más atractivo que comprar

El país ha presentado en los últimos dos años débiles cifras de actividad económica
general, que si bien no van en contra de lo que ocurre en otros países de la región como
consecuencia del fin del ciclo de las materias primas y del encarecimiento del crédito
externo, sí son reflejo del proceso de reversión a la media que inevitablemente las cifras
macroeconómicas tienden a mostrar una vez que las condiciones internacionales se
normalizan, para bien o para mal.

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Las más recientes cifras de desempleo publicadas por el Instituto Nacional de


Estadísticas siguen mostrando un panorama desalentador respecto al nivel de actividad
del mercado laboral. Si bien los números no presentan ribetes de alarma (6,6%, donde el
promedio enero de 2010-marzo 2017 es 6.7%), sí son para asumir cierta preocupación
dada la tendencia que se viene a confirmar. En particular, el alza en la tasa de
desempleo ha sido determinada esencialmente por la destrucción del trabajo asalariado
(-0,4%), el cual cae por cuarto mes consecutivo, siendo el alza en el empleo por cuenta
propia (6,6% en un año) lo que ha permitido evitar un crecimiento más fuerte de este
indicador. Esto da cuenta de una precarización en aumento del mundo del trabajo.

Más allá de posibles razones institucionales tales como la legislación laboral o el débil
poder negociador sindical, la porfía de la tasa de desempleo en descender a niveles por
debajo del 5%, incluso después de un cambio de metodología que permitió una
definición más amplia de lo que era estar empleado, es más probable que se deba a
factores estructurales de la economía chilena que guardan relación con la capacidad de
ella de incrementar su producción en el largo plazo.
En este sentido, y coherentemente con la tesis que planteo, el país ha presentado en los
últimos dos años débiles cifras de actividad económica general, que si bien no van en
contra de lo que ocurre en otros países de la región como consecuencia del fin del ciclo
de las materias primas y del encarecimiento del crédito externo, sí son reflejo del
proceso de reversión a la media que inevitablemente las cifras macroeconómicas
tienden a mostrar una vez que las condiciones internacionales se normalizan, para bien o
para mal.

Siguiendo la lógica del argumento, ha sido ampliamente documentado que la tasa de


crecimiento del producto potencial en Chile se redujo drásticamente desde comienzos
de los 2000, y que la razón principal para esta caída es un menor crecimiento de lo que
en macroeconomía se llama Productividad Total de Factores (PTF) (Fuentes, Larraín, y
Schmidt-Hebbel (2006), Fuentes y García (2014)). La PTF es el residuo que se obtiene
después de intentar explicar de la mejor manera posible la tasa de crecimiento de un
país por medio de la acumulación de factores de producción (capital físico, capital
humano, número de trabajadores, etc.), por lo que se asume que debe reflejar al menos
parcialmente la eficiencia con la cual un país usa sus recursos.

Una menor productividad impacta el mercado laboral de forma no trivial. Un


crecimiento más lento de la productividad implica un menor crecimiento del aporte
marginal de los trabajadores a los resultados de las empresas, lo que se traduce en costos
laborales crecientemente más altos y un consecuente menor ritmo de aumento de la
demanda por este factor.

En un mercado sin ningún tipo de fricciones, el ajuste natural sería mediante una
reducción en el crecimiento de los salarios sin ningún tipo de impacto en desempleo,
pero habitualmente los mercados laborales presentan rigideces que impiden una
adecuación total. Esto redunda en que el ajuste debe darse mediante otros márgenes,
tales como reducciones en la extensión de los contratos, aumentos en los trabajos de
medio tiempo, empleo informal, o lisa y llanamente, desempleo. En este último caso,
ante la imposibilidad de encontrar un empleo que se ajuste a sus expectativas, muchas
personas pueden ver en ser sus propios empleadores una alternativa de último recurso a
la cesantía.
Como componente añadido al efecto que la productividad tiene sobre el desempleo,
existe el desempleo que se genera por fricciones en el proceso habitual de calce entre
empleadores y trabajadores. Muchos trabajadores pueden estar muy calificados pero
pueden tener dificultades en encontrar la empresa ideal, la que demande exactamente las
habilidades en las cuales ellos se han especializado. Y viceversa, muchas empresas
pueden estar en búsqueda de trabajadores con ciertas características, y les puede ser
difícil encontrar el trabajador ideal. En este sentido, mayores costos de búsqueda
tendrán una influencia perjudicial en la tasa de desempleo de la economía, si bien
podríamos pensar que este desempleo es menos ineficiente si que las personas que
prefieren pasar desempleadas o las empresas que prefieren dejar una vacante abierta, lo
hacen con el propósito de conseguir un vínculo que maximice las rentas totales del
contrato.

Existen dos fenómenos que han convertido este hecho en algo especialmente relevante.
Uno de ellos es el acelerado desarrollo tecnológico, que ha hecho que muchas personas
que se encuentran en etapas avanzadas de la vida laboral y pierden su empleo, les
resulte muy difícil recuperarlo puesto que, por un lado, la demanda efectiva por sus
habilidades ha bajado y, por otro, las empresas que pueden estar demandando sus
habilidades son más escasas y es más difícil encontrarlas. Esta situación debiera ser
paulatinamente menos aguda a medida que la fuerza laboral chilena se vuelva cada vez
más alfabetizada digitalmente y los más viejos comiencen a jubilar.

El otro proceso es el que habla de los ciclos de exceso de profesionales en ciertas áreas
de especialidad. Típicamente, cuando los estudiantes toman decisiones acerca de qué
carrera seguir en el futuro lo hacen basados en información presente y pasada, que es la
que se encuentra disponible con mayor facilidad de forma pública. Esto causa que
carreras que tuvieron o están teniendo un buen desempeño en el mercado laboral se
saturen rápidamente de alumnos que buscan participar de este buen momento del cual
no hay ninguna garantía de que se mantenga cuatro o cinco años después, cuando sea
momento de egresar.

De esta forma, tal como en el caso de los trabajadores no alfabetizados digitalmente,


muchos profesionales salen al mercado laboral dándose cuenta que la demanda por sus
habilidades ha bajado, que por este motivo y el aumento gigantesco de la oferta las
rentas que esperaban conseguir ya no son tales, y que es muy difícil encontrar la
compañía que quiere contratarlos. Esto incide en que muchas de estas personas caen en
un desempleo prolongado post-egreso, mermando el capital humano que han adquirido,
y que finalmente se desempeñen en una función para la cual no se formaron o prefieran
iniciar actividades por cuenta propia.

Podemos ver que existen determinantes múltiples de la debilidad de la economía en


reducir el desempleo, y cada uno de ellos requiere acciones distintas de parte de la
autoridad. El revitalizar el crecimiento de la productividad en Chile es algo de suma
urgencia si el país no quiere caer en una trampa de ingreso medio donde ni se vuelve
más próspero ni los beneficios sociales existentes alcanzan para crear una red de
bienestar social densa. En este sentido es lamentable el dejo con que las últimas dos
autoridades presidenciales han abordado el tema, uno prefiriendo la adulación rápida
proveniente de cifras macroeconómicas espectaculares impulsadas básicamente por el
ciclo, otra restándole total y explícitamente relevancia dentro de su agenda.

Muchas de las reformas pro-productividad son probablemente impopulares, implicarán


desgastantes batallas políticas con los grupos minoritarios que rentan del status quo, y
sus frutos con toda seguridad no los verá la administración que las lleve a cabo. Sin
embargo, muchas de ellas, tales como una legislación más vehemente en defender la
libre competencia a la hora de penalizar los oligopolios y la formación de carteles, sí
tendrán importante apoyo popular y sus beneficios serán tangibles para el ciudadano de
a pie. Por otro lado, es de suma importancia que el Estado evalúe en qué medida el país
pierde en términos de recursos y en términos distributivos cuando existen trabajadores
que no tienen acceso a una capacitación adecuada que les permita reinsertarse en el
mercado laboral, así como cuando profesionales que han desembolsado recursos para
adquirir ciertas habilidades no encuentran demanda por ellas, causando que los escasos
empleos no sean asignados en base al mérito sino que en base a quién tiene las mejores
conexiones y contactos, usualmente no los que están ascendiendo socialmente.

dólares, y los recursos se dirigen a otras opciones distintas al dólar.


Impacto de la crisis Subprime
en Chile
Escrito por Revista Nos en diciembre de 2008

La crisis subprime ha generado la primera recesión global que


se produce en el mundo después de la segunda guerra mundial. La economía de Estados
Unidos ya entró oficialmente en recesión en el tercer trimestre de 2008 y lo han seguido
Europa y Japón. Esto significa que para 2009, al menos un 60% del producto mundial se
encuentra en recesión. El FMI está proyectando una caída del producto de Estados
Unidos de -0,7% para 2009, una caída de -0,5% para Europa y de -0,2% para Japón. Si
bien la caída proyectada es pequeña, se trata de una estimación bastante optimista y
conservadora de la evolución futura.
La causa básica de esta crisis fue el reventón de una burbuja inmobiliaria que se había
venido formando en los últimos años en Estados Unidos, y sus efectos sobre la deuda
hipotecaria securitizada de la banca de inversión y el sistema financiero en general.
Naturalmente, la pérdida financiera fue mayor en los segmentos hipotecarios más
riesgosos –Subprime-, lo que en definitiva le dio su nombre a la crisis. La caída del
precio de las casas en los Estados Unidos generó un default masivo en las deudas
hipotecarias, lo que a su vez arrastró a ejecuciones masivas de garantías (más de 2
millones de familias afectadas), y a una desvalorización dramática de los bonos que
respaldaban estas hipotecas. Ello arrastró a la quiebra a numerosas instituciones
financieras y a un “crash bursátil” que disminuyó el valor de las acciones a la mitad.
Las autoridades económicas norteamericanas reaccionaron, en general, en forma
bastante proactiva, intentando evitar un colapso del sistema financiero, rescatando las
instituciones más grandes y emblemáticas. De tener éxito, esto habrá evitado una
depresión económica mayor y la habrá transformado en una recesión más normal.
También hubo burbujas inmobiliarias que reventaron en algunos países europeos, lo que
transmitió la crisis financiera a Europa. En particular, las economías más afectadas
parecen ser las de España, Inglaterra e Irlanda, donde se habían generado burbujas
inmobiliarias especialmente agudas. La fuerte interconexión que tienen las economías
de la Unión Europea produjo una fuerte desaceleración en todo el continente.
¿Cómo nos repercute esto en Chile? A través de dos vías. En primer lugar, al contraerse
las principales economías del mundo habrá un impacto negativo sobre las exportaciones
físicas de Chile. En segundo lugar, la disminución de la demanda mundial producirá una
fuerte baja de los precios de nuestras exportaciones, en particular en el precio del cobre.
Con un precio del cobre inferior a la mitad del año previo, cambian los equilibrios
macroeconómicos del país. Se genera un fuerte déficit en la cuenta corriente de la
balanza de pagos y se evapora el superávit fiscal.
El deterioro en las cuentas externas llevará necesariamente a un alza importante en el
tipo de cambio y a una contracción de la demanda interna. Esto último, a su vez,
producirá un brusco freno en el crecimiento de la economía. Existe algún desacuerdo
acerca de la magnitud probable de la desaceleración de la economía. Mis cálculos me
indican una caída probable del gasto interno del orden de -3,5%, lo que a su vez
conduce a una caída del producto entre -0,5 y -1% para 2009, lo que la haría comparable
con la última crisis asiática.
La mayor caída probable es en la inversión, la que puede llegar a caer hasta 20%
comparado con el año 2008. Esta caída probablemente produzca un descenso en la
construcción del orden del 10%, lo que seguramente tendrá un fuerte impacto en la tasa
de desempleo del país. Es muy probable que volvamos a tener tasas de desempleo de
dos dígitos en un futuro próximo, por lo que éste debería transformarse en un problema
crítico el próximo año.
Afortunadamente el sistema financiero chileno está en una posición bastante fuerte para
resistir la crisis. La buena regulación bancaria parece estar dando sus frutos, lo que
permitiría que, a diferencia de Europa y Estados Unidos, no sea necesario hacer ningún
rescate financiero masivo en estas latitudes.
El alza probable del dólar dejará en buen pie al sector exportador, el cual deberá ser el
puntal sobre el cual se construya la futura recuperación de la actividad económica. Con
un buen tipo de cambio real se restituye la capacidad competitiva de la economía
chilena, por lo que el sector exportador vuelve a tomar un lugar protagónico en nuestra
economía.
Erik Haindl Rondanelli
Decano Facultad de Economía y Negocios
Universidad San Sebastián
Ph D (c) in Economics
Master of Arts in Economics
Magíster en Economía Industrial
Ingeniero Civil Industrial
Categoría: Columnas

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