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HO RA

S ANTA

San Pedro Julián Eymard, Apóstol de la Eucaristía


Iglesia del Salvador de Toledo (ESPAÑA)
Forma Extraordinaria del Rito Romano

 Se expone el Santísimo Sacramento como habitualmente.


 Se canta 3 de veces la oración del ángel de Fátima.

Mi Dios, yo creo, adoro, espero y os amo.


Os pido perdón por los que no creen, no adoran,
No esperan y no os aman.
 Se lee el texto bíblico:

L
ectura de la Carta del Apostol San Pablo a los Efesios 5, 17-21

Hermanos.: No actuéis como necios, sino procurad conocer cuál


es la voluntad del Señor. No bebáis vino hasta emborracharos,
pues eso lleva al desenfreno; al contrario, llenaos del Espíritu
Santo recitando entre vosotros salmos, himnos y cánticos
espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros
corazones, dando siempre gracias por todo a Dios Padre en
nombre de nuestro Señor Jesucristo. Respetaos unos a otros por
fidelidad a Cristo."
III. La comunión de la Virgen María
DIRECTORIO PARA LA ACCIÓN DE
GRACIAS DE LA COMUNIÓN
Gracias Deo super inenarrabili dono ejus
“Sea Dios loado por su inefable don” (2Co 9, 15)

III.- El mejor modelo de acción de gracias lo encontraremos en


María recibiendo al Verbo en su seno. El mejor medio de hacer una
recepción que plazca a Jesús y sea para nosotros buena y rica en
gracias es adorarle como presente en nuestro pecho uniéndonos
con María.
María, sin duda, comenzó su adoración en aquel solemne
momento haciendo un acto de anonadamiento de todo su ser ante
la soberana majestad del Verbo, al ver cómo había elegido a su
humilde sierva por su bondad a los hombres todos. Tal debe ser el
primer acto, el primer sentimiento de mi adoración después de la
comunión.
Este fue también el sentimiento de Isabel al recibir a la madre de
Dios, que llevaba al Salvador oculto aún en su seno: Unde hoc
mihi? ¿De dónde a mí dicha tanta, que tan poco merezco?
El segundo acto de María debió ser de gozoso agradecimiento
por la inefable e infinita bondad del Señor para con los hombres;
un acto de humilde gratitud por haber escogido para comunicar
esta gracia sin par a su indigna aunque muy dichosa sierva. La
gratitud de María exhálase en actos de amor, alabanza y bendición
ensalzando la divina bondad. Porque la gratitud es todo esto, es
una expansión en la persona bienhechora; pero una expansión
intensa y amorosa. La gratitud es el corazón del amor.
El tercer acto de la santísima Virgen debió ser de abnegación,
de ofrenda, de don de sí, de toda la vida al servicio de Dios: Ecce
ancilla Domini; un acto de pesar por ser, tener y poder tan poca
cosa para servirle de un modo digno de Él.
Ella se ofrece a servirle como Él quiera, a costa de todos los
sacrificios que le plazca exigirle; por feliz se tendría si pudiera así
corresponder al amor que a los hombres muestra en la
Encarnación.
El último acto de María sería, sin duda, de compasión por los
hombres pecadores, para cuya salvación se encarnaba el Verbo.
Ella supo hacer que la infinita misericordia se interesara por ellos
ofreciéndose a reparar y hacer penitencia en su lugar, con el fin de
lograr su perdón y retorno a Dios.
¡Oh, cuánto quisiera yo adorar al Señor como le adoraba esta
buena madre! Lo mismo que ella, le poseo en la Comunión. ¡Oh
Dios mío! Dadme a esta buena adoradora por verdadera madre;
hacedme partícipe de su gracia, de su estado de adoración
continua del Dios a quien había recibido en su seno tan puro,
verdadero paraíso de virtudes y de amor.
Quiero pasar este día en unión con María, y, como Ella, vivir sólo
para Jesús, presente en mi corazón.

RECIBIR LA COMUNIÓN CON MARÍA INMACULADA


Fr. Reginald Hoefer, OP, PildorasdeFe.net
María: Puerta del Cielo
Una de las formas más íntimas en las que podemos llegar a Jesús por
medio de María, nuestra “Puerta del Cielo”, es invitándola a recibir con
nosotros la Santa Comunión. Esto es, si nos entregamos completamente
a María justo antes de la Comunión, y le pedimos que nos preste su
corazón, entonces ella nos adornará con sus virtudes para que podamos
recibir a su Hijo con la misma pureza y fe con la que ella lo recibió en la
Anunciación.
Esa fue la razón por la cual María fue concebida Inmaculada en el
vientre de su madre, Santa Ana: para que María, pura y sin mancha,
pudiera ser un vaso digno para recibir el Cuerpo y Sangre de Jesús.
Por lo tanto, ella es quien nos puede preparar para recibirlo dignamente
en la Comunión.
María nos prepara para recibir la sagrada comunión
Santa Teresa de Lisieux, nos presenta una hermosa imagen de María
preparándonos para recibir la Santa Comunión, la cual aquí relatamos
un poco diferente.
Imagínate que tu alma es un niño de tres años que acaba de jugar en el
lodo, y que le avergüenza presentarse en ese estado en el altar para
recibir a Jesús. Pero en cuanto le pedimos a María, Madre Nuestra, que
se encargue de hacernos dignos y presentables, ella nos limpia del lodo
que nos cubre el rostro y el cuerpo, cepilla nuestro cabello y nos viste
con nuestro mejor atuendo.
Ahora, gracias a Nuestra Madre María, tenemos un aspecto pulcro, que
nos permite presentarnos sin vergüenza ante el “Banquete de Ángeles”
en el momento de la Comunión.
Necesitamos el apoyo de María
Aunque intelectualmente podamos comprender la importancia de recibir
este gran Sacramento, nuestros sentidos y nuestra naturaleza nos
impiden entender completamente este misterio.
Por lo que, al igual que un infante necesita que su madre le corte su
comida y le ayude a comer, nosotros necesitamos del apoyo de Nuestra
Madre para recibir la Eucaristía y que por sus méritos y pureza podamos
recibirlo dignamente como ella lo recibió y no perdernos de recibir
ninguna de sus gracias, debido a nuestra naturaleza inmadura y
pecadora.
Necesitamos a María antes y durante la Comunión. Y la necesitamos
también después para dar gracias y meditar el gran regalo que recibimos
en Cristo. Pero igual, como pequeños niños, no tenemos la paciencia ni
la tranquilidad para entender la Presencia de Dios en nosotros, porque
somos distraídos por nuestros pensamientos mundanos.
Queremos salir pronto de misa para ir a desayunar o a hacer lo que
vamos a hacer el resto del día. Una vez más, necesitamos a Nuestra
Madre.
Si le entregamos nuestra Comunión y le pedimos que Ella se encargue
de dar gracias por nosotros, podremos estar seguros que Ella le dirá lo
necesario al Señor, de adulto a adulto, para que Él sea propiamente
alabado y agradecido por su más grande regalo, en la magnitud que solo
Ella puede ver y entender.
María embellece nuestra oración
Cuando adoramos a Jesús con y a través del corazón de María, nuestra
oración se vuelve pura e infinitamente más agradable a Dios por haber
pasado a través de María, la Inmaculada.
Piensa en María como una custodia en la cual puedes colocar la Hostia
que acabas de recibir; a través de la pureza de María podemos adorar
con más pureza a quien hemos recibido: Jesús.
Por lo tanto demos gracias a Dios por la Inmaculada Concepción de
María. Demos gracias porque ella fue creada sin pecado desde el vientre
de su madre para que nosotros pudiéramos ser dignos de recibir al
Verbo Encarnado desde su propio vientre.
A través de su Inmaculada Concepción, ella puede ser nuestra
mediadora de gracias en la Comunión. No ignoremos cualquier
oportunidad de abrir nuestro corazón a estas gracias.

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