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Diego Gonzalo Rivero Vallejo

Misterio de Dios
Docente: Alberto Múnera S.J.
Facultad de Teología

HETERODOXIA Y PATRÍSTICA

Luego de la muerte de Jesús y la de sus apóstoles, la comunidad post-apostólica


necesitó dar razón de su esperanza, explicando sus afirmaciones de fe sobre Jesús, el
Padre y el Amor Santo de Dios. Fue en este contexto donde surgieron formulaciones que
inicialmente no correspondían a lo expresado por la comunidad apostólica, no siendo
aceptables porque no coincidían con las tradiciones entregadas por los primeros
cristianos.
Ante ello quienes presidían las comunidades como supervisoras de las mismas
comenzaron a combatir duramente estas nuevas opciones, pues los obispos garantes de
la autenticidad del cristianismo apostólico y eslabones de la legítima tradición,
conscientes de su ministerio y carisma propios, se orientaban a preservar la formulación
original de la experiencia de fe. Cabe resaltar, que quienes proponen las opciones y
muchas de quienes las combate son los teólogos de la época, cristianos de profunda
experiencia y fe, dotados, a su vez, de capacidad analítica y reflexiva, marcados
frecuentemente por las filosofías propias de su mundo y deseosos de presentar
públicamente la fe cristiana en un discurso coherente y comprensible para la gente de
su tiempo.
La fe de los cristianos del segundo y tercer siglo se nutrió de los textos
neotestamentarios. Las expresiones que en el Nuevo Testamento se encuentran nos
manifiestan a Dios como Padre, como Hijo y como Espíritu; no obstante la interpretación
que le dieron a estas afirmaciones fue distinta. De este modo, surgieron dos tendencias:
la primera de tipo “monarquista” que consideraba que las expresiones “Dios-Padre”,
“Dios-Hijo” pueden indicar una especie de diteísmo, dándose el ser Padre o ser Hijo
como modos de aparecer el único Dios. La otra tendencia, en cambio, insistió tanto en
la identidad de cada uno de ellos y en su divinidad, que dio la impresión de que se
trataba de tres dioses diferentes, desapareciendo la unidad y unicidad de Dios.
Dentro de la tendencia monarquista, se ubica el gnosticismo, el primer
movimiento que surge y que tomó fuerza a fines del siglo I y comienzo del siglo II. El
gnosticismo consideró que la materia es mala y el espíritu bueno, deduciéndose de allí
que el Dios del Antiguo Testamento es malo por ser autor de este mundo material, en
cambio, el Dios del Nuevo Testamento será bueno por ser Espíritu; manifestando, de
este modo, el gnosticismo una tendencia dualista, pero a la vez monarquista porque
mantienen la unidad y unicidad de Dios. Por otra parte, al intentar explicar quién es el
Hijo, asume la figura del eón “Logos”, desprendido de Dios uno y único, que se introduce
en el hombre Jesús y en él habita. Es monarquista también el gnosticismo porque no
admite que el “Logos” sea Dios sino una realidad distinta de Dios e inferior a Él,
desprendida de Él por vía de emanación.
El docetismo es una corriente específica dentro del gnosticismo que se refiere a
la humanidad de Jesús. Para el docetismo la corporeidad y materialidad de Jesús, es solo
aparente, negando su verdadera humanidad, considerándola una simple apariencia.
Contra esta tendencia escribe Juan su Evangelio.
Otra tendencia monarquista es el modalismo que considera que el Hijo no es sino
una manera o modo de mostrarse el Padre, afirmando después que el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo son “modos” de manifestarse el Dios único. Una formulación específica
dentro del modalismo es el adopcionismo que afirma que Dios es solamente Padre, que
adopta el buen hombre Jesús como hijo suyo, con quien establece una forma de relación
muy profunda y novedosa hasta que Jesús lo reconoce como Padre suyo.
En todas tendencias específicas el Hijo aparece como subordinado al Padre,
porque se las llama también “subordinacionistas”, presentando a Jesús como una
creatura del Padre, nunca poseedor de su misma naturaleza divina. Asimismo también
existieron los neumatómacos quienes negaron la divinidad del Espíritu Santo.
En cuanto a la tendencia triteísta no presenta a Dios como uno y único por
afirmar la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo como divinidades distintas y
diferentes. Dentro de esta tendencia se intenta explicar la unicidad de Dios en términos
de colectividad o de confluencias por semejanza.
Podemos concluir, afirmando que sucedió un distanciamiento de la experiencia
vivencial de los comienzas, despreciando la experiencia y formulación primitivas de la
divinidad crística y de la centralidad de la persona del Señor Jesús para la comprensión
de la divinidad.

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