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Colón y sus Diarios: entre la verdad y la mentira

Augusto Antonio Robles Soto

Los diarios de abordo de Cristóbal Colón que han llegado hasta nuestros días han sido
consecuencia de una constante reescritura de los originales. Ese hecho pone en entredicho la
veracidad de los textos y, además, origina una serie de interrogantes sobre el primer viaje del
almirante hacia el Nuevo Mundo y la visión que tuvo del mismo. El presente ensayo busca
ahondar sobre este tema analizando, entre otros elementos, partes del Diario del primer Viaje
de Colón transcrito por el fray Bartolomé de las Casas para presentar la manera en que el texto
fue escrito y que, desde mi punto de vista, contribuyó a preservar la visión canónica del
descubrimiento.

Cristóbal Colón es uno de los personajes históricos más importantes del mundo por su
“Descubrimiento de América” pero el Diario que recoge ese acontecimiento y que podemos
consultar en la actualidad fue escrito cincuenta años después de aquel hito. «[…] Es un hecho
bien conocido que el Diario, tal como nos ha llegado a través de la pluma de Las Casas, no es la
versión original colombina, no es una copia literal, sino un resumen, una selección, como afirma
el mismo Las Casas en su breve introducción […]» (Ruhstaller, 616). Este hecho, sumado a que
De las Casas no tuvo acceso al original, sino de una copia posterior, plantea una primera
problemática en cuanto a la veracidad del documento actual.

Las Casas no reprodujo literalmente el cuaderno colombino original sino que hizo una
selección subjetiva o un resumen del primer viaje. Describe la situación de a bordo, las
observaciones náuticas y meteorológicas, el encuentro con los indios, la vida en América y mucho
más. Habitualmente habla en tercera persona, pero a veces toma la voz del propio Colón
advertiendo a su lector con las palabras “Todas son palabras del Almirante”. Pero además de Las
Casas, se estima que también Hernando Colón, el hijo menor del descubridor, intervino en el
texto. Las adaptaciones suyas se orientarían más hacia el embellecimiento de la reputación de su
padre. Así pues, habría eliminado pasajes sobre los motines, las rebeliones, las guerras y otras
cuestiones penibles y llamaría sobre todo la atención hacia las referencias a Cathay (China) y
Cipangu (Japón), que subrayaban el aspecto heroico y aventurero del Almirante (Van Der Gucht,
11).

Debido a que el diario es un palimpsesto textual es de esperar que existan multitud de


voces y una selección intencional de los redactores por los temas a tratar. ¿Cómo contrastar
entonces entre la vos de Colón y la del resto? Una de las formas sería el de fijarse en los detalles
y en los datos objetivos que el documento presenta, ya que estos elementos por lo general
obedecen a una narración vivencial y cercana a la crónica.
El aspecto religioso también está presente en el Diario del Almirante. De esta forma,
encontramos referencias constantes a la religión y al paraíso. El exordio del texto colombino
menciona la misión evangelizadora que el viaje tiene para Colón y que de las Casas posiblemente
comparte, por lo que, a mi parecer, es posible que de las Casas puliera ciertos detalles en la
transcripción del texto para omitir o disminuir las referencias a los problemas que tuvo Colón
con los demás miembros de su tripulación y el trato que éstos tuvieron con los nativos.

vuestras altezas, como católicos cristianos y príncipes amadores de la santa fe cristiana


y acrecentadores de ella e enemigos de la secta de Mahoma y de todas idolatrías y heregías,
pensaron de embiarme a mí, Cristóbal Colón, a las dichas partidas de India para ver los dichos
príncipes, y los pueblos y las tierras y la disposición de ellas y de todo y la manera que se pudiera
tener para la conversión de ellas a nuestra santa fe (Colón, 385-386).

¿Por qué hay fragmentos en el diario que Bartolomé de las Casas prefiere transcribir, y
acentuar que es Colón el que narra, y hay otros que prefiere parafrasear? Esa es una de las
preguntas que abarcarían todo un ensayo académico, pero lo importante es que se da y es un
hecho en los Diarios. Pero también es importante resaltar que De las Casas advierte que lo que
vamos a leer es “fiel transcripción” de las palabras del Almirante, cambiando a un narrador a
primera persona y señalando con comillas la cita. De esta manera tenemos fragmentos como
«Yo —dize él— porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se
libraría y convertería a nuestra santa fe con amor que no por fuerza» (Colón, 398). Pero aún así
sigue estando latente la duda en que partes del texto son transcripción del Almirante y cuáles
no.

He discurrido sobre la intervención de otros autores en los Diarios de Abordo, pero para
finalizar he creído oportuno ahondar en la visión personal del Almirante. Por ello, un aspecto a
tener en cuenta es que Colón cambia de registro al llegar al Nuevo Mundo, con uso recurrente
de adjetivos que hiperbolizan la realidad, y una constante comparación entre los elementos
descubiertos y los pertenecientes a al viejo mundo. Así es común encontrarse en el Diario con
pasajes como «Martes 23 de octubre.—«Quisiera oy partir para la isla de Cuba, que creo que
deve ser Cipango […] veo mill maneras de árboles que tienen cada uno su manera de fruta y
verde agora como en España en el mes de mayo y junio» (Colón, 414). En este pasaje Cipango
hace referencia al territorio del actual Japón y ejemplifica la visión pre-establecida con la que
Cristóbal Colón llego al Caribe.

Esta concepción del mundo que “debía encontrar” es importante en Colón ya que actúa
como catalizador de la realidad, transformándola o trastocandola en algo que conviene al
Almirante. «Todo su camino es una búsqueda de las semejanzas […], lo hace principalmente, por
no decir exclusivamente, de manera analógica, comparando con lo que él conoce» (Etienvre,
28).

Heredero de utopías, quimeras y leyendas medievales, Colón aparece como prisionero


de un prejuicio que regula su interpretación. Integrado en un sistema de representación del
mundo en el que prevalece el modelo e impera lo maravilloso, no sólo no pone en tela de juicio
ese sistema (y esto quizá es lo que se le podría reprochar), sino que se apoya en él para
interpretar lo nuevo (Etienvre, 27).

Por lo expuesto puedo concluir que el Diario de Abordo es un documento que no puede
ser leído como fiel descripción de los hechos acaecidos. La elaboración de dicho texto por
distintas personas sumado a la ausencia del documento original hace imposible comprobar la
fiabilidad de los sucesos narrados. En concerniente al documento, la primera parte, que abarca
la salida de Colón del Puerto de Palos hasta su llegada a las Indias Occidentales tiene un
acentuado registro marítimo pero, la segunda parte, que narrar los elementos descubiertos, el
registro cambia y hay una abundancia de adjetivos que hiperbolizan la realidad y que atraviesan
el discurso científico-marítimo a uno más literario-maravilloso.

El “Descubrimiento de América”, uno de los sucesos más importantes de la historia, no


tiene una versión objetiva y fehaciente. Ya sea por los intereses que el Almirante tenía y que le
obligaron a “embellecer” la narración o por los intereses de terceros en “ignorar” ciertos pasajes
que, ciertamente, debieron haber tenido lugar en el viaje (como el enfrentamiento de los
marineros en contra de Colón o el trato de estos con los nativos) no es posible considerar a los
Diarios como una versión objetiva y real de los sucesos, pero si se puede utilizar para entender
la visión que tenían del mundo y, de modo general, analizar en gran escala los sucesos históricos
de dicho viaje.

Fuentes Consultadas

Van Der Gucht, Klara. “Cristóbal Colon: Entre historia y ficción”. 1-58
Colón, Cristóbal. (1492). Diarios de Colón. 385- 444.
Etienvre, Jean-Pierre (1994). “Lecturas de un malentendido: el Diario de Cristóbal
Colón”: 23-33
Ruhstaller, Stefan. (1992). “Bartolomé de las Casas y su copia del «Diario de Abordo» de
Colón” 615-637

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