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ALIANZA CRISTIANA Y MISIONERA

PASTOR: PEDRO LOPEZ JR.

“EL LUGAR DONDE PUEDES REPOSAR”

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Basado en el manual del
Distrito Hispano del Este
Comité Ejecutivo
Rev. Marcelo Realpe

INTRODUCCION:

Expresamos nuestra gratitud a Dios por el privilegio de servirle. Servir al Señor implica
enfrentarse a un desafío grande. Dada la naturaleza del llamamiento al servicio de Dios,
vemos que éste demanda la entrega total de nuestra vida. El Ministerio Cristiano
requiere un absoluto renunciamiento a todo lo que implica mundo para así desarrollar
un trabajo que dignifique el Nombre de Dios.
En la Biblia encontramos que el líder cristiano debe reunir una serie de requisitos
fundamentales para que pueda ocuparse en la obra de Dios. Dice el Apóstol Pablo, “El
que anhela obispado, buena obra desea, pero el obispo tiene que ser irreprensible…”
(1 Timoteo. 3). Escribiendo esta primera carta a Timoteo, continua el Apóstol
presentando una lista extensa de las obligaciones y requerimientos que cada uno de
ellos debe poseer para un servicio efectivo en la obra del Señor. Sin lugar a dudas, que
no todos cumplimos con la totalidad de esas demandas, pero es requerido. Para lograr
este objetivo debemos hacernos un minucioso examen de consciencia y confrontarlas
con las exigencias allí prescritas. Estas tocan todos los niveles de nuestra conducta. Para
ello, Dios ha elaborado un código de reglas (La Biblia), las mismas que se constituirán en
los parámetros que determinaran el comportamiento y el desarrollo de nuestro
ministerio.
Una de las razones que nos impulsa a escribir este Manual es que éste encaja dentro de
la visión de la excelencia ministerial. Además hoy se palpa en todos los ambientes
sensibilizados los problemas morales que plantea la sociedad moderna. Es una sociedad
de consumo y de ataque a los valores morales que pone en peligro la excelencia en el
ministerio. No pretendemos dar una exposición profunda del tema, ni presentar las
reglas únicas que determinen nuestro comportamiento. Es sencillamente una
información urgente y necesaria con el fin de lograr la excelencia ministerial.
Es urgente, de un modo especial, para los pastores evangélicos a quienes constriñe el
amor de Cristo por las ovejas que están a nuestro cuidado. Además el problema que
enfrentamos con ciertos líderes espirituales en quienes se ha visto desfigurado su
ministerio por los ataques de su moral. Líderes cristianos admirables, dotados de un
carisma, buena exegesis de la Palabra de Dios, acertada hermenéutica y excelentes
oradores con una homilética contextualizada que sin embargo, han demostrado
debilidades ajenas al principio de Dios en su vida y ministerio. De esto no se han librado
ni los grandes personajes de la Biblia como Moisés, Abraham, David, Elías, Juan el
Bautista, Pablo, Cefas y otros.

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Si esto sucede en los líderes más destacados y consagrados, que diremos de nosotros
que somos víctimas de las presiones del mundo. Para garantizar en cada circunstancia
una actitud genuinamente cristiana, se necesitan una armonía y equilibrio en todas sus
fases de lo moral y espiritual. Todo esto por el hecho de ser de Dios y vivir la iglesia en
plenitud. Para el hombre es muy fácil caer en las tentaciones del enemigo. Necesitamos
un código de reglas que nos permita adaptarnos a las circunstancias del “vivir con
Cristo”. (Gálatas 2:20)
Queremos clarificar algunos conceptos que nos ayuden como ministros a formarnos
unos criterios morales de acuerdo con una correcta ética de situación bíblica. Los
conceptos aquí vertidos deberán estar apegados a una fuerte interpretación de la
Palabra de Dios.
Estamos enfocados en una visión que abarca, entre otras cosas, la excelencia ministerial.
Si pretendemos apegarnos al propósito de Dios para su iglesia, que sea “santa y sin
mancha”, debemos reflejar esos niveles de conducta. Solamente con una clara sumisión
al Espíritu de Dios podrá ser posible moldearla.
La Ética juega un papel importante dentro del ministerio. El ministro necesita conocer
los principios fundamentales que tienen que ver con nuestra conducta ministerial.
Vivimos acosados por un mundo lleno de maldad. El enemigo anda buscando a quien
devorar. Es en el área ministerial donde más trabaja para destruir la tarea que el Señor
nos ha encomendado.
Antes de definir la palabra Ética, es muy importante conocernos a nosotros mismos.
Tenemos la seguridad de que conocemos a Dios. Aunque señalamos la imposibilidad de
un conocimiento exhaustivo tanto de Dios como del hombre. Pero podemos alcanzar el
conocimiento suficiente para ser salvos. Entendemos la salvación en el sentido más
amplio del término. En el sentido de plena realización del hombre que cumple la
voluntad de Dios y alcanza el mayor grado de eficacia de que es capaz.
Cabe importante señalar la dinámica del inconsciente. El inconsciente existe desde que
Dios creó al hombre. Ya en el tiempo de Platón encontramos quizás las primeras
reflexiones sobre el inconsciente al presentarnos al hombre como una carroza tirada por
dos caballos. Uno feo y malo que pretende conducirle por el camino de su elección y
otro bello y bueno que se esfuerza por dirigir la carroza por un camino diferente. Afirma
Platón: “Existe en cada uno de nosotros un cierto genero de deseos monstruosos,
salvajes, desenfrenados y que a menudo parecen enteramente normales. Estos deseos
aparecen sobre todo en sueños.” También se ha reflexionado en el sentido de que las
luchas consigo mismo, que Pablo presenta en Romanos 7, son claras alusiones a la
dinámica del inconsciente… “No hago lo que quiero sino el mal que no quiero…”
Existen tres niveles de la mente. Leslie Weatherhead nos presenta la imagen de un
tanque de agua al cual proyectamos una luz. Con la ayuda de una lámpara vemos lo que
esta flotando en el agua. También podemos ver un poco más abajo, pero resulta
imposible ver lo que hay en el fondo. Igual ocurre con la mente donde también hay tres
niveles: lo consciente, lo subconsciente y lo inconsciente.

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La conciencia, es aquello que se sabe con claridad, que podemos reconocer libremente.
La subconsciencia, es el dominio de emociones y complejos en oposición al reino
consciente de la razón. En el subconsciente suelen reinar pensamientos, sentimientos y
deseos egoístas, mientras que en el consciente pueden predominar las tendencias de
carácter social.
El inconsciente, es el reino de los pensamientos incontrolados, que no recordamos en
absoluto, pero que están activos. Freud afirma que el inconsciente es la base de toda
vida psíquica. De este abismo afloran fragmentos que terminan por hacerse conscientes.
Afirma la Escritura, que es el Espíritu Santo el que convence al mundo de pecado. (Juan
16:8), pero conspirando contra la acción del Espíritu Santo, el hombre usa una serie de
mecanismos inconscientes para no reconocer su condición de pecador, estos
mecanismos son difíciles de controlar y no son más que diversas manifestaciones de la
dinámica del inconsciente, que por un lado busca su completamiento y por el otro se
resiste a enfermarse con la realidad. Veamos algunos mecanismos:
Reprensión, algunos problemas los encerramos en el sótano del inconsciente por medio
de un olvido activo.
La conversión, son los conflictos espirituales o mentales que se convierten en síntomas
físicos. O también al revés, es decir, que las enfermedades crean conflictos espirituales o
emocionales.
La racionalización, consiste en dar razones aceptables pero no reales para la conducta.
Es un método de auto justificación del inconsciente.
La proyección, es la tentación de desviar la censura que debemos aceptar hacia otros o
hacia circunstancias que nos rodean. Es evitar reconocer nuestras deficiencias y culpas
atribuyéndolas a los demás.
El aislamiento, es un curioso mecanismo inconsciente, mediante el cual mantenemos
alejadas de la conciencia aquellas asociaciones que no son deseables.
La regresión, como su nombre lo indica, se trata de un regreso. Hay personas que
cuando se encuentran en dificultades, inconscientemente, recurren a actitudes
infantiles, que en sus años de vida les servían para resolver algunos problemas, pero
que ahora solo sirven para ponerles en ridículo. Por ejemplo, el niño que llora cuando
no se le da algo.
Tenemos que decir que nuestros conflictos y las faltas a nuestra ética, muchas veces
tienen su origen en las obscuras regiones inconscientes de nuestra mente. “El que sabe
hacer lo bueno y no lo hace, es pecado.” “No hago el bien que quiero sino el mal que
no quiero eso hago.”

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Definición de “ETICA”:

Ética, en general, es la ciencia de la conducta. Entendemos por conducta la actitud


constante, conjunto de acciones conscientes, dirigidas hacía un fin. Una ética, viene a
ser un código de reglas o principios morales que rigen la conducta.
Esta palabra viene del vocablo griego “ethos” que significa carácter o costumbre. En
efecto, la ética estudia las costumbres humanas, los principios de sus acciones y
considera lo que constituye lo bueno y lo malo en tales principios y costumbres. En
general, más que dar un código de reglas, busca los principios básicos según los cuales
cada individuo procura determinar cómo debe actuar en cualquier situación que se le
presente en la vida.

¿Por qué el hombre es un ser ético?


A diferencia de los brutos animales, el ser humano está dotado por Dios de una mente
capaz de razonar y de un albedrio responsable. El animal nace ya hecho y sigue en su
conducta las leyes de la herencia y se adapta por instinto a las situaciones. Mientras que
el ser humano se va haciendo progresivamente, escogiendo continuamente su futuro de
entre un manojo de posibilidades, los bienes a conseguir, los mismos que le sirven de
motivación para obrar y le empujan a una decisión en cada momento de su vida.
Por estar dotado de una mente capaz de razonar, el hombre puede prefijarse un fin
determinado y tratar de hallar los medios necesarios para conseguirlo. El hombre no es
un ser autónomo, puesto que es un ser creado y por lo tanto es limitado y relativo. Nada
hay absoluto en el hombre, depende existencialmente de Dios que es su Creador y El le
ha señalado la meta a seguir. Por esta razón el mundo en el que vivimos se ha
degenerado moralmente, porque no se someten a la voluntad del Creador.

La Ética Cristiana o Ministerial:


A la luz del Nuevo Testamento Cristo esta en el centro de la historia de la salvación para
toda la humanidad. De tal forma que el destino definitivo de todo ser humano, (su
eternal salvación o perdición), depende sola y necesariamente de la siguiente
alternativa: CREER O NO CREER. Es decir, aceptar o rechazar a Cristo como único
Salvador necesario y suficiente. Toda la conducta, todo el comportamiento ético del ser
humano, están ya tipificados como fruto de una de estas dos raíces; fe o incredulidad.
(Juan 3:14-21; Romanos 3:19-31; 2 Corintios 5:14-21)
La genuina ética humana, la única normativa capaz de llevarle a puerto seguro, viene de
la acción del Espíritu de Dios. Esta es fruto de un “nuevo nacimiento” de la regeneración
espiritual realizada por el Espíritu Santo y la sumisión total a Él. (Juan 3:3-35; Romanos
8:14, 12:1-2; Gálatas 5:22-23, 2:20; 1 Pedro 1:22-23)
La Ética Ministerial esta afincada en la vida eternal, en la vida divina; tanto que la vida
del cristiano es “participación de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4), es decir de la
conducta moral de Dios. De este concepto ético que comporta la participación de la
naturaleza divina, arranca la temática moral de la Biblia, desde el primer “seréis santos
porque yo soy santo” de Levítico 11:44 hasta “todo aquel que tiene esta esperanza en

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El. (Jesucristo), se purifica a sí mismo, así como El es puro.” Así es como el Evangelio es
verdaderamente doctrina de vida y la fe es entrega total para recibir la vida y recibirla
en plenitud. Toda la Revelación está orientada hacia la conducta.
Una vez confrontando y entendiendo la Ética Cristiana, seremos responsables de
nuestra conducta en el Ministerio Pastoral, o sea la Ética Ministerial. No podremos
evadir la responsabilidad de nuestras acciones delante de Dios y de los hombres. Por
eso estamos llamados a tocar los “utensilios santos” con manos limpias. Hay tres
aspectos que debemos considerar muy importantes dentro del ministerio. A estos los
hemos llamado las “LAS TRES F”: Ética Moral (FALDAS), Ética Social (FAMA), Ética
Material (FORTUNA). Estos presentan un grave peligro para la vida de un creyente o
ministro del evangelio. Vamos a considerar cada uno de ellos:
I. ÉTICA MORAL (FALDAS):
A. Análisis del acto moral.
1. El acto moral tiene una contextura existencial. En cada acto moral se
expresa el hombre entero, en su situación presente y tras un juego de
reales o imaginarios valores, cuya influencia los vemos como motivos
de la acción que solo Dios conoce. De ahí que solo Dios puede juzgar
con imparcialidad y certeza.
2. Cada decisión humana está condicionada por la herencia, el ambiente,
la educación, los impulsos del subconsciente y del inconsciente.
3. El libre albedrio fue dañado en su base por el pecado original. El
hombre nace egocéntrico, “con un amor tal de si mismo que llega
hasta el odio de Dios” como escribe Agustín de Hipona. “Responsable y
voluntariamente está inclinado al pecado y marcha por el camino de su
propia perdición. No es el destino fatal o un agente exterior cualquiera
lo que le determina, sino su propio interior carácter pecaminoso, por el
cual es esclavo del pecado y de cuya esclavitud solo la verdad de
Jesucristo le puede librar. (Juan 8:32ss) Como líderes y pastores
estamos llamados a cuidar el área moral y los linderos de nuestra
personalidad para desarrollar un excelente ministerio.

B. Las áreas del acto moral:


1. Emocional
a. El área delicada que invade el aspecto moral está centrado en dos:
el amor a Dios y el amor al mundo con sus tres concupiscencias
(Santiago 1:14-15; 1 Juan 2:15-17). El sexo es obra de Dios y bueno
en sí. Se convierte en pecaminoso mediante el uso indebido por
contravenir la voluntad de Dios. Todo lo que induce al pecado a
causa de la condición actual del hombre caído, aunque se cubra con
capa de moda, arte, literatura, etc., es inmoral.
b. No descuidemos a la sociedad moderna vestida de “arte, cultura,
expresión musical, teatro, etc.”, donde se elevan muy alto los
“valores de inmoralidad”. Aquí encontramos organizaciones de
fama mundial que premian a hombres y mujeres que se escudan en
el arte y la música, pero que en realidad reflejan una vida de
inmoralidad. Matrimonios fracasados, forma de vida detestable,
hijos abandonados, que sin embargo, son galardonados con los ya
conocidos “grammys” o “premios latinos”. Todo esto es
inmoralidad.

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c. El evangelio de Nuestro Señor Jesucristo debe entrar en estas
esferas y revolucionar esta sociedad. Hombres y mujeres
verdaderamente comprometidos con el Señor han de irrumpir con
altos valores de moral. Pero que verdaderamente estén
comprometidos con el Señor. Vivan vidas como manda la Palabra
de Dios. Que hayan experimentado sinceramente ese encuentro
con el Señor y hayan hecho una formal y sincera decisión de seguir
a Cristo. Como dice la Biblia “De modo que si alguno esta en Cristo,
nueva criatura es, las cosas viejas pasaron y he aquí todas son
hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17) Esto es altura moral. No que se
escuden en el evangelio para impresionar a la sociedad cristiana
para cumplir “sus objetivos”. Como cristianos vivamos esa ética
moral de la que nos habla la Biblia. “El que sirve al Señor no se
enreda en los negocios de este mundo.”
d. En el ministerio pastoral el enemigo en potencia es el uso
descontrolado e indebido del sexo (mujeres). Hay circunstancias
que añaden nueva malicia a la acción pecaminosa, como la
fornicación y el adulterio. Esto causa tropiezo en la consciencia de
una persona de criterio moral bien formado. (Romanos 14:14-23;
1 Corintios 8:7-13) Esta toca el área de nuestra área sexual. Si no
sabemos administrar correctamente esta dimensión en la vida,
podemos caer.
e. La falta de ética en el campo sexual trae consecuencias. Es muy
difundida la idea de que está permitido hacer un mal menor, para
evitar un mal mayor. La única ética correcta es la del mayor bien
posible. Caso contrario es una falta de obediencia a la voluntad de
Dios y una falta de fe en su poder. Su deber es hacer lo que Dios
manda; de las consecuencias se encarga Dios. Más adelante
enfocaremos de una manera más amplia la Ética Sexual.
f. Hay consecuencias que pueden trascender el área ministerial. Estas
pueden llegar a la destrucción de un hombre, incluyo el área
familiar. A mas de estas consecuencias, el someterse al justo juicio
de aquel que juzga todo, Dios.
2. La motivación: Se llama “motivo” lo que mueve a la voluntad a obrar
en determinado sentido. Los motivos se dividen en determinantes o
influyentes. Estos son los que conducen a cambiar el rumbo del acto
moral. Determinantes son los que son parte de nuestra vida diaria,
como por ejemplo: visitar, relacionarse, etc. Si no se ejerce el criterio
moral en estos motivos determinantes, cae en el desenfreno moral.
Por eso se tiene que establecer una escala de valores para no allanar
los motivos determinantes. Es decir, no visitar a mujeres solas, no
establecer una relación muy cercana que pone en peligro su vida
moral. En caso de consejería a mujeres solas, cuidar el ambiente y
evitar los motivos que puedan producir una caída en el aspecto moral.
Los motivos influyentes, son los que impulsan a obrar de determinada
forma. Por ejemplo: creerse el que “soluciona” todo. El benefactor de
todas las cosas. El apropiarse de problemas ajenos. Muchas veces la
persona en problemas, especialmente las mujeres, llegan a depender
tanto del ministro que luego toman una actitud influyente en la vida
ministerial y conduce a la caída moral. Para adquirir un criterio moral
correcto sobre la escala de valores, es preciso en el hombre caído un
cambio de mentalidad (Marcos 1:15), que a su vez postula una
constante renovación de nuestro entendimiento (Romanos 12:1-2) por

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la que vamos amoldándonos a la mente de Cristo (1 Corintios 2:16;
Filipenses 2:5ss; Juan 4:34)
3. Cultura: Hay ciertas normas en nuestra conducta que pone en peligro
nuestra ética moral. Por ejemplo la forma de saludar. En ciertos países
se acostumbra el “beso” en la mejilla. Si no se sabe administrar
correctamente esta parte de nuestra cultura, puede transformarse en
motivos determinantes o influyentes. Por consiguiente a la pérdida de
valores morales citamos las clases de motivos:
(A). Motivos dignos: (a). El buscar la Gloria de Dios, que explícita o
implícitamente ha de influir en todas las decisiones del ministerio. A esto
equivale el motivo de complacer a Dios (Romanos 8:8; 12:1; 2 Corintios
5:9; Efesios 5:8-10; Colosenses 3:20). (b) La edificación de la iglesia (1
Corintios 8:1; 10:23; Efesios 4:15-16; 1 Tesalonicenses 5:11).
(B). Motivos indignos: (a). El buscar la gloria humana (Mateo 6:1,2,5,16;
Juan 5:42-44). En efecto ya tienen lo que buscaban. No pueden reclamar
una recompensa celestial. (b) El temor humano, como el obrero que
trabaja recio para ser visto de los hombres (Efesios 6:6). En Lucas 9:23-24
Jesús asegura que todo el que quiera seguirle, ha de negarse a sí mismo,
tomar la cruz y estar dispuesto a perder la vida por su causa. ¿Qué significa
“negarse a sí mismo”? ¿Borrar el propio yo? ¿Destruir nuestra
personalidad? ¿Odiarse a sí mismo?
Antes de dar una respuesta categórica es necesario hacer referencia al
significado del amor y del “yo”. El verdadero amor es el que quiere el
verdadero bien. Por tanto el cristiano no puede menos de desear para sí
mismo el verdadero bien. Desear el bien es amarse a sí mismo de verdad.
Esto está acorde con la personalidad humana y con la misma Palabra de
Dios. Incluso Jesucristo Hombre se amó a sí mismo al escoger el oprobio
de la Cruz por el gozo que tenia puesto delante. (Hebreos 12:2; Isaías
53:11; Filipenses 9-11). Por otra parte, el propio “yo” fue creado por Dios
con amor. Si Dios ama a mi persona, ¿por qué voy a odiarme? El cristiano
debe acercarse a sí mismo como es, respetarse a sí mismo como es y así
será respetado y amado por los demás. Desarrollar sus facultades y
ejercer sus dones sin complejos ni aires de autoritarismo. Amarse a sí
mismo sin sentirse superior a los demás. (1 Corintios 12:13-30; Efesios
4:28). Pablo mismo dijo que estaba acostumbrado a escasear y a abundar.
(Filipenses 4:10-12; 1 Corintios 9:25). Les recomiendo reflexionar en estos
pasajes bíblicos.
4. La primacía del amor: Aunque parezca que la palabra “amor” ha
quedado degradada por la maldad del hombre, el origen del verdadero
amor es divino, porque Dios es amor. (1 Juan 4:8-16). El que me ama
cumple la Ley, pero este amor es solo el ágape. Podemos identificar
cuatro clases de amor:
a. “Epithymia” = amor de concupiscencia, que responde a los impulsos
del instinto y se encuentra en todos los malos deseos de la carne,
especialmente en la codicia, que es la peor idolatría (Colosenses 3:5) y
pretende, a base de riquezas, establecer un buen tren de vida
(1 Juan 2:16-37).
b. “Eros” = amor de posesión sexual. De suyo es bueno y ordenado por
Dios en el matrimonio, tanto que la LXX (septuaginta) lo emplea para
expresar su relación marital de Yahveh con su pueblo Israel. Su abuso
comprende una variada gama de pecados que aparecen con confusión
en los deseos de la carne. Esto previene su tremenda peligrosidad que

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destaca Pablo al decir: “Cualquier otro pecado que el hombre cometa
esta fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo
peca” (1 Corintios 6:18).
c. “Philia = amor de amistad, entrañable y correspondido. Es en sí bueno
y el Hijo de Dios no desdeñó al tenerlo (Juan 11:3) “phileis” (Juan
21:15-17).
d. “Ágape” = Amor de pura benevolencia, amor puro que mira al propio
interés que sigue amando aun sin ser correspondido (Juan 3:16;
Romanos 5:8-10; 2 Corintios 12:15), magnífico ejemplo de Pablo.
Dentro de la ética ministerial debemos aprender a identificar la clase
de amor que damos. Debe ir impregnado del influjo del Espíritu Santo
para discernir lo que es bueno y lo que es malo. Cada uno de los
ministros o quienes estamos en un liderazgo, debemos determinar por
los síntomas de nuestra consciencia lo que estamos haciendo.

II. ÉTICA SOCIAL (FAMA)


El hombre es un ser social. Nuestros primeros padres fueron creados por Dios
en familia que se había de multiplicar (Génesis 1:28). Fueron creados dotados
de la facultad de comunicarse con lenguaje articulado consciente (Génesis
2:19-20). Por tanto, el hombre fue creado un ser social y como tal necesita ser
justo también en este aspecto. Por eso hablamos de una ética social. Se
considera al hombre, no en cuanto a individuo, sino en cuanto a ser social.
Desde esta dimensión debe cooperar al servicio del bien común. Así como el
Estado tiene obligación de fomentar ese mismo bien común desde su altura.
Como ser social, Dios encomendó al hombre que trabaje. El trabajo dignifico
su condición social convirtiendo el trabajo en bendición y sin fatiga.
(Génesis 1:28). Por el pecado cambio el clima del hombre sobre la tierra, de
manera que esta quedo maldita. Resulto difícil y angustioso para él, el cual
tiene que extraer de ella el fruto con sudor y fatiga (Génesis 3:17-19).
Sin embargo, el trabajo conserva todavía los tres fines principales para los que
fue instituido: a). producir algo útil. b). desarrollar la propia personalidad y c).
cooperar al bien común, elevando el nivel de producción de bienes dentro de
la sociedad. Esto le obliga a llevar su responsabilidad social con dignidad, con
legitimidad y con responsabilidad.
Dentro del ministerio cristiano adquirimos una fama. Los pastores somos
personas públicas. Nuestro nombre trasciende fronteras y lugares. Como
buenos administradores de la multiforme gracia de Dios debemos cuidar esa
“fama”. Buscar la Gloria de Dios y no la nuestra. Que Cristo sea grande y yo
pequeño. Que busque el beneficio para el evangelio y no beneficiarme del
evangelio. Que sirva a la iglesia y no servirme de la iglesia. La fama es buena
cuando se busca la Gloria de Dios. Deja lo sublime cuando cambia de dirección
y busca su gloria personal. En la Biblia encontramos varios pasajes que
demuestran como la fama de nuestro Señor Jesucristo se difundió por toda la
tierra (Mateo 4:24; 9:26; 14:1). Lo mismo ocurrió en el ministerio de Pablo, su
fama recorrió varios lugares (2 Corintios 6:8). Pero debemos manejar con
sabiduría la fama que adquirimos en el ministerio. Produce gran felicidad
cuando se escuchan cosas positivas en el ministerio (3 Juan).

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Hay ciertas cosas que debemos evitar. El egocentrismo. Evitar que las
personas giren a nuestro alrededor. La vanagloria es otro peligro en la ética
ministerial. Existe el peligro de que nos encumbren más alto de lo que Dios
quiera permitir. Llegamos a tener un concepto demasiado alto de nosotros
mismos (Romanos 12:3). Esta es un área peligrosa, es mejor que El crezca y
que yo mengüe. Le recuerdo, Dios quiere una excelencia ministerial.
A. Personalismo:
Hay muchos aspectos que deterioran la imagen del ministro en el campo
de las relaciones humanas. El personalismo gira tan solamente alrededor
de su propia persona. Nos sentimos superiores a los demás. Los
menospreciamos y los creemos inferiores. En la mente de Dios está el
crucificar el orgullo y darse a los demás (Gálatas 2:20).
B. Incumplimiento:
Dada la situación de su egoísmo y orgullo es incumplido en todo. Llega
tarde a sus reuniones o en ciertas circunstancias tiene a aislarse. Huye del
compañerismo y pierde la unidad. No cumple con lo que promete
(Eclesiastés 5:4). Esto le pone en un peligro mayor todavía, no se somete a
nadie. Esto es causa para faltar el respeto a la autoridad. No responde a lo
que se le pide o ignora la comunicación. Este tipo de actitud no le
permitirá dirigir una iglesia o congregación que demanda que todo lo
llevemos en orden y con decencia. Si respetamos a Dios, respetemos pues
“su redil” que nos ha puesto para cuidarlo. Recordemos, la autoridad
moral le permitirá una excelencia ministerial.
En las relaciones que con los demás establecemos se reflejan
invariablemente nuestras tendencias y nuestras respectivas
personalidades. Es pues obvio que los tipos de relación, una vez que se
analizan de cerca, son tan variados como numerosas son las personas.
Aquí tomaremos en cuenta cuatro modelos característicos de
comportamiento social.
1. El complaciente, es el que lo impulsa la motivación de ir hacia los
demás y da la impresión de estar continuamente preocupado por la
duda. Usa expresiones como esta: ¿Le agradare a esta persona? Tiene
la necesidad de ser estimado y aceptado. Siempre tiende a evitar la
crítica y el rechazo. Le cuesta mucho trabajo dar órdenes porque es
buen subordinado, pero mal jefe. Es una persona afable, querida,
incluso el payaso. Siempre necesita estar rodeado de alguien.
2. El agresivo, tiene una fuerte carga de agresividad y tiende a ir contra la
gente. Se trata de un individuo que tiene los pies sobre la tierra y
mucha “garra”, que es capaz de imponerse y de dar batalla. Sabe
apreciar las dotes de los demás, pero no es capaz de amar con sencillez
y naturalidad. Hace del prójimo un instrumento para alcanzar sus
propósitos. De ahí esta pregunta: ¿Pude serme útil esta persona? Le
conduce a ser un manipulador.
3. El indiferente, también llamado “el distante” tiende a irse lejos de la
gente y a preocuparse continuamente por el que hacen los demás.
Podemos decir que es un “solitario”. Es un “espectador” que observa la
vida sin participar en ella a fondo. Da la impresión de ser apático. No le
gusta someter el prestigio ni la popularidad.
4. El tímido, es el que tiene dificultad para tratar con desconocidos,
también difícilmente hace amistades. Sufre continuamente de
ansiedad, depresión y sentimientos de soledad y aislamiento. Tiene

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dificultad para hablar en forma abierta y manifestar sus propias
emociones. Le cuesta poner de manifiesto sus cualidades.
Es importante conocer nuestras personalidades a través de nuestra
conducta. Es decir, que nuestras acciones demuestran que tipo de
personalidad tenemos. La Biblia nos invita a sostener la relevancia que
tiene nuestra conducta como ministros. Nos incita a autoevaluarnos y a
buscar modos de superación. Que andemos como dice la Biblia: “como
es digno de la vocación con que fuisteis llamados”, con la dignidad que
merece como portadores del evangelio. Esto quiere decir que debemos
caminar como es digno del evangelio que predicamos. Ciertamente
necesitamos buenos predicadores, buenos maestros, que edifiquen,
que evangelicen, que ensenen, pero más que eso “excelencia
ministerial”. Que haya madurez en la fe. Testimonio de un encuentro
personal con Jesucristo, su moral libre de todo reproche y mantener
una conducta clara en el hogar.
Cualquiera sea su actitud, si no sabe establecer un puente de
comunicación efectiva con los demás, pone en peligro su ética
ministerial. La conducta del ciervo no debe reflejar ningún ápice de
duda. La Biblia nos exhorta a cuidar nuestra reputación (Gálatas 2:2-4;
Gálatas 1:13). Miremos en este pasaje que Pablo se refiere a “falsos
hermanos…” (Gálatas 2:4,6,14,19; 5:13), sin lugar a dudas que no
demostraban a través de su conducta la veracidad de una vida
entregada a Cristo.
La personalidad incide fuertemente en la vida de un ministro.
Permítame dar una pequeña definición de esta. La personalidad es la
forma característica que un individuo piensa y se comporta al irse
ajustando a su medio ambiente. La personalidad presenta los rasgos
característicos de una persona, sus valores, sus actitudes, sus patrones
de conducta, su cultura, etc. Por esta razón los pastores y líderes están
sujetos a las más altas y exigentes normas de conducta y de moral
(Excelencia Ministerial). De ahí es que debemos cuidar nuestras
acciones. Evitar el exaltarse a sí mismo (Gálatas 6:3-4), en lo que sea
posible debemos ser sencillos y humildes para que el nombre de Cristo
sea exaltado.
C. El Soborno:
Otro de los grandes males que acosa nuestra sociedad moderna es el
soborno. En muchos países del mundo entero se practica este tipo de
conducta. Aun en las altas esferas. Destacados gobernantes han caído en
esta grave falta. Muchos gobiernos han sido destruidos por no controlar su
nivel de conducta en la esfera de la integridad. Es de dominio público que
aun han llegado a enredarse tanto que han caído hasta introducirse en las
esferas del terrorismo.
De esta práctica ni los líderes religiosos se han escapado. Posiblemente
evaden el principio bíblico de no incurrir en el soborno. Ya sea en
pequeños como en grandes detalles. Negocios ilícitos, evadir sus
responsabilidades financieras escudándose en el soborno, falta de respeto
y obediencia a las leyes civiles o militares, etc. Cito Amos 5:12-13: “Porque
yo sé de vuestras muchas rebeliones y de vuestros grandes pecados; se
que afligís al justo y recibís cohecho y en los tribunales hacéis perder su

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causa a los pobre.” Amos 2:6-7; Isaías 29:21: “Por tanto el prudente en tal
tiempo calla, porque el tiempo es malo.”
III. LA ÉTICA MATERIAL (FORTUNA)
Los seres humanos pasamos despiertos gran parte de nuestro tiempo
pensando y preocupándonos por asuntos de dinero. También de cómo
conseguir las cosas necesarias para la vida. Para muchos su preocupación
principal es donde van a conseguir lo necesario para asegurar el pan diario, la
ropa y el techo donde vivir. Para los ricos su preocupación principal es como
pueden ganas más y más, cuales negocios o inversiones van a resultar de
mayor éxito para ellos.
La época en que vivimos ha experimentado el conflicto y la competencia de
varios sistemas económicos y estos intereses siguen siendo de primordial
consideración. Junto a todo esto está el asunto de leyes y normas que deben
guiar a la humanidad con relación a la adquisición, la posesión y el consumo
de bienes materiales. Esto es de gran importancia para el creyente ya que
tiene que tomar decisiones. Pero cada cristiano tiene el deber de vivir con un
testimonio positivo del poder redentor de Dios en su vida y los efectos de esta
redención en sus decisiones diarias. Tenemos que vivir con la dignidad que
demanda Dios en su palabra (Efesios 4:28).
La ética material está enfocada a invertir nuestros valores morales dentro de
la dirección del Espíritu Santo en nuestra vida, mayormente tratándose del
manejo de dinero. Esta parte de la ética también la consideramos un fuerte
enemigo dentro del ministerio. El dinero y las riquezas: La Biblia previene de
los tremendos males que enfrenta alguien que tiene problemas en esta área,
o tal vez, un complejo de grandeza o riqueza (1 Timoteo 6:10-11). Un
complejo está constituido por una serie de ideas unidas por un fuerte lazo
emocional. El complejo no nace con nosotros, se forma en el curso de la vida.
Como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios, debemos
cuidar de no caer en la condenación del diablo. El Salmista dice: “amontona
riquezas y no sabe quien la recogerá” (Salmo 39:6; Job 27:16; Salmo 37:4-6 y
16-21; Proverbios 22:7; Ezequiel 18:13).
Si nos dejamos mover por el síntoma de ansiedad de las riquezas, haremos lo
imposible por obtenerlo. De no lograrlo podemos caer en un tremendo
“sentimiento de culpa”. ¿Qué es el sentimiento de culpa? El sentimiento de
culpa es la expresión de una tensión interna entre el yo y el súper yo. El
sentimiento de culpa produce nerviosismo, susceptibilidad, empeoramiento
del carácter, insomnio por remordimientos, sentimiento de inseguridad,
enfermedad, actividad compulsiva, la tendencia al suicidio y sensación de
sentirse alejado de Dios. Por eso dice la Biblia “…Oh hombre de Dios huye de
estas cosas…”
Si estamos dominados por este sentimiento de grandeza o riqueza, estas van
a incidir en el ministerio. Si se nos presenta la oportunidad de ministrar en
alguna área, no se va a mover si mira que no hay una buena recompensa
material. Su fe se desviara y será traspasado de muchos dolores. Puede caer
en compromisos materiales que pondrían en peligro su testimonio público.
Adquirirá deudas y de no cubrirlas, podrán conducirle, inclusive, a la
bancarrota; situación que ya ha pasado a muchos ministros. No cabe duda

12
que el amor o el amor al dinero, deteriorara la imagen de un excelente
ministro (1 Timoteo 6:9-10).

IV. ÉTICA TEOLOGICA


Llamamos Ética Teológica a la que identifica el bien con la voluntad santa de
Dios. Es aquella que está bajo el gobierno teocrático o absoluto de Dios. Esta
ética está relacionada con las demás, ya que tratan de los mismos temas: la
conducta humana y sus normas. También el mismo propósito, elaborar un
sistema de buena conducta, consideran cuestiones de la vida personal, social
y también las responsabilidades cívicas. Por otro lado, mientras que las demás
éticas sacan sus normas de diversas fuentes, ya sea del análisis de la conducta
humana y otros, la Ética Teocrática funda sus normas en el mismo carácter de
Dios, tal como se revela en su Palabra.
Cuando nos enfocamos en la ética ministerial teocrática, nos basamos en la
revelación divina. Esto indica que Dios ha revelado su voluntad en las
Sagradas Escrituras y tenemos que seguir esos principios. En muchos de los
aspectos de nuestro obrar como individuos, hablamos en el nombre de Dios.
Así tenemos que atenernos a nuestro juicio moral para saber cuáles son los
mandamientos divinos auténticos. Tanto el Antiguo como el Nuevo
Testamento es la revelación especial de Dios al hombre (Salmo 19). De esta
manera hablamos y actuamos dirigidos por su voluntad.
Por lo tanto, como cristianos, nuestra voluntad humana se limita y nos
sometemos al carácter absoluto y santo de Dios. Nunca la profecía bíblica fue
de antojo humano. Vemos así en las Escrituras: “Y hablo Dios todas estas
palabras diciendo: Yo soy Jehová tu Dios…” La Ley fue revelada al pueblo
elegido con el propósito, según revela el Nuevo Testamento, de convencer de
pecado y conducir a Cristo, como instrumento en el propósito divino de
redención (Gálatas 3:23-24). Los profetas invocan la misma autoridad: “La
palabra de Jehová vino a mi…” Dios revela que ha salvado a su pueblo para
que sean semejantes a Cristo en su vida moral (1 Pedro 2:21-25).

A. Viviendo en Santidad:
Debemos hacer notar que toda ética Cristiana se basa en el carácter santo de
Dios. Ahora bien, el concepto de santidad en Dios incluye dos elementos que
se complementan mutuamente. A. Una majestad trascendente por la que
Dios es totalmente distinto y distante de todo ser creado, por estar
infinitamente exento de toda mancha y de todo pecado. El es el Ser Puro
(Éxodo 3:14-15) Perfección Infinita. B. Una bondad inmanente por la que Dios
es el autor de todo bien (Hechos 17:25-28; 2 Corintios 12:9; Santiago 1:17). El
tiene la autoridad suprema y su perfecta capacidad de demandar santidad al
ser que El ha creado, es decir, el hombre. “Y seréis santos porque yo soy
santo…” Levítico 11:44. De la misma forma el Apóstol Juan dice de los
creyentes que aguardan expectantes la Segunda Venida de Cristo: “Y todo
aquel que tiene esta esperanza en El, se purifica a sí mismo, así como El es
puro” (1 Juan 3:33). La final comunión con Dios exige una pureza absoluta,
como la recalca en Apocalipsis 21:27: “No entrara en el cielo ninguna cosa
inmunda o que hace abominación o mentira…”

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B. Dos clases de Santidad:
Existen dos clases de santidad: A. De posición legal ante Dios mediante la
justificación de pura gracia por la fe en el que justifica al impío (Romanos 3 y
4). Con esta posición todo verdadero creyente es santo según el concepto
primordial de santidad. Es decir, queda separado, puesto aparte por Dios para
consagrarse a El mediante el injerto de Jesucristo (Romanos 6:3-11). Al
imputársenos la justicia de Cristo, quedamos exentos de toda culpa que
comportaba nuestros actos pecaminosos y nuestro estado anterior de
aversión a Dios. Dios nos mira ya como hijos. B. De posesión real, mediante la
obra santificadora del Espíritu Santo, que comienza en la regeneración
espiritual por la que nacemos de nuevo. La participación de la naturaleza
divina en constante renovación moral de nuestra conducta (Romanos 6:11-
12; 8:29; 12:2; Filipenses 3:12)
Queda pues clara la distinción entre justificación legal (instantánea en el
momento de la conversión) y santificación moral (progresiva en el desarrollo
de la vida). Una persona es salva por fe, no por obras (Efesios 2:8-9). En el
proceso de nuestra salvación, TODO ES DE GRACIA Y POR FE. Siendo la
santidad una participación de la vida divina, de la conducta de Dios, entonces,
solo el Espíritu de Dios nos puede llevar por el camino de la santidad.
Ineludiblemente este camino está impulsado hacia el bien. Por el pecado, la
imagen de Dios en el hombre quedo deteriorada, engañados por la seducción
de la serpiente.
Hay dos maneras de perderse, por estar fuera del lugar que pertenece y por
echarse a perder. De ahí que la vida eternal comporta un sanación al hombre
y una recuperación del Paraíso perdido (Apocalipsis 22). Por eso, para hacer
posible una conducta verdaderamente ética en el hombre, se requiere una
restauración de la imagen de Dios en El. Esto es posible a costa del sacrificio
del Hijo de Dios (Juan 3:14-16). El es nuestro sustituto, la expiación por el
pecado. Nuestro vaso de barro se rompió, pero el divino alfarero vuelve a
hacer otro vaso de honor, como hizo con Israel (Jeremías 18:1-10). De esta
manera quedamos aptos para conducirnos dentro de la ética moral y
cristiana.
C. La primacía del amor en la Ética Cristiana:
La primacía del amor, Pablo lo demuestra claramente como el mejor de los
dones divinos y el camino más excelente para el andar del cristiano (1
Corintios 12:31; 13). Esta forma de conducta nos lleva por un camino seguro y
de prosperidad en todo. Se viene a constituir como la regla de oro. Con este
nombre se suele designar a: Mateo 7:12 “todas las cosas que queráis que los
hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque
esto es la ley y de los profetas.” Este versículo muestra una vez más la
primacía del amor.
El amor a nivel individual y social: En el aspecto individual, implica el precepto
de la Ley: “amaras a tu prójimo como a ti mismo…” Levíticos 19:18. No hagas
a otro lo que no quieres que te hagan a ti. No es lo mismo desear a todos lo
bueno que deseamos para nosotros mismos, que no desear a otros lo malo
que nosotros no deseamos para nosotros. Este último es compatible con
nuestro egoísmo y nos permite desentendernos de los demás. Nos recuerda
la frase de Caín: “¿acaso soy guarda de mi hermano?” Génesis 4:9.

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A nivel social, la primacía del amor juega un papel importante porque el
creyente es salvo para formar una congregación. Con este le permitirá entrar
en una comunidad que es la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, el formar con los
demás creyentes un solo cuerpo de Cristo (Romanos 12:5). Para ello exige el
amor como requisito indispensable para la edificación de dicho cuerpo
(Efesios 4:1-16). En cierto aspecto es permitido el individualismo, pero por el
otro, demanda el colectivismo, la unidad. El principio del liberalismo
capitalista conduce a la explotación del pobre por el rico. Mientras que el bien
en la comunidad cristiana puede permitirnos entender los problemas ajenos y
tratar de remediarlos. Es difícil, casi imposible, ponerse en el lugar de otro,
pero un amor genuino, intuitivo, respetuoso, inteligente, hace todo lo posible
para llegar, por la empatía, a la simpatía y por consiguiente a la sintonía.
En la Biblia encontramos el amor fraternal (koinonía). Esta sirve para expresar
la comunión fraternal que todos los creyentes compartimos con Cristo, por el
amor del Padre, la gracia del Hijo y el poder del Espíritu Santo. El amor ágape
está en la raíz de esta comunión que constituye la unidad de la iglesia. Por
eso, de esta raíz comunitaria de la Iglesia se deriva toda ética cristiana. Es
menester el dar y el darse (Hechos 2:42-46; 2 Corintios 8:1-9; 12:15; 1 Juan
4:16:18). Soportarse mutuamente las cargas, los trabajos, los defectos, etc. Se
soporta mejor cuando todos arriman el hombro (1 Corintios 13:7; Gálatas 6:2;
Efesios 4:2). Bien se ha dicho: “Cuando uno de los nuestros cae, es porque los
demás no le hemos ayudado suficiente.” La iglesia tiene el derecho y el deber
de juzgar lo bueno y lo malo de la congregación. También de disciplinar a los
que no se comportan como exige el buen nombre del cristiano. Pero se deben
utilizar siempre los recursos del amor y la oración.

V. ÉTICA SEXUAL
Esta es un área de especial cuidado dentro de la ética moral. Pedro, Santiago y
Pablo dan la mayor importancia a los pecados contra el amor, el odio, la falta
de compasión, los pecados de la lengua y la explotación. Su relevancia
proviene, sobre todo, del tabú del mito de la propaganda de que está
rodeado hoy, aparte de su peculiaridad como el pecado contra el cuerpo
propio, que profana el templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:18-20;
Santiago 3).
El sexo se ha revestido siempre de un tabú especial. Este se ha demostrado a
través de cultos falsos al misterio de la fertilidad, castigos al cuerpo,
pretender pensar que el sexo es un mito o algo sucio que hay que evitarlo.
Debemos ubicarlo en el lugar que le corresponde, es decir, que Dios dio como
un regalo dentro del matrimonio. Además es para que la pareja lo disfrute y
con el propósito de la procreación (Génesis 1 y 2).
La proliferación de esta provisión divina, el sexo ha llegado en la actualidad a
extremos que hubiesen resultados increíbles para los mismos paganos
sensuales de la Antigua Roma. No hay apenas anuncios en los medios de
información que no contengan algo, a veces muy solapado, de incitación a lo
sexual. Esto ya es, de por sí, una aberración sexual y una explotación de un
instinto que resulta tanto más morbosa cuanto más se canaliza la atención
hacia algo que esta creado para una función normal.
Es preciso tener en cuenta que el sexo no es una isla dentro de la

15
personalidad humana. Es algo entrañable en que se manifiesta el rumbo total
de la persona. Es decir, el sentido de comunidad. No olvidemos que el sexo,
como todo otro aspecto de la conducta, se ejercita con el cerebro. En otras
palabras, lo sicológico tiene mucha más importancia en cualquier acto sexual
que lo fisiológico. (comp. Génesis 2:25 con 3:7).
A. Sexo es creación de Dios:
Dios creó el sexo, no solo como instrumento de procreación, sino para
expresión de ayuda idónea y la mutua compenetración espiritual y afectiva
entre varón y mujer. Es en esta forma que llegamos a ser “una sola carne”.
Creemos que su impulso y urgencia son primordiales, pero no superiores a
la del instinto de conservación. Por eso viene que la falsa idea sobre el
sexo inducida en el hogar, el colegio, etc., ocasiona neurosis, complejos,
etc. En especial, podemos asegurar que el amor sexual alcanza su
perfección placentera y su continuidad fiel en el amor de entrega al otro.
Mientras que el egoísmo lo echa a perder en todos los aspectos, dañando
lo íntimo de la persona y su vida de relación.
Una falsa concepción de esta dimensión en la vida puede provocar
desajustes en la personalidad. Esta idea distorsionada del sexo va a afectar
los niveles de comportamiento y deslizarnos en violaciones a la ética moral
y cristiana. La llamada sociedad permisiva contribuye en gran manera a
que los alicientes pecaminosos y las ocasiones peligrosas de pecados
sexuales se multipliquen. Las crecientes insatisfacciones de la vida
conyugal, la inmodestia de la mujer en miradas, gestos, posturas,
desnudeces (2 Samuel 11:2). Esta sociedad en la que vivimos, por su
aberración provocan matrimonios a corto plazo, abortos,
homosexualismo, lesbianismo, etc. Nuestra ética demanda confrontar esta
situación desde la perspectiva bíblica. Dios ordena un respeto absoluto al
sexo y la dimensión sexual. Por eso al principio Dios nos hizo “varón y
hembra” para capitalizar Su amor. Por esta razón, Dios ordeno el
matrimonio para proteger su santidad (Efesios 5:22-33).
B. El aborto:
El cuanto al aborto Dios manda a preservar la vida desde su concepción
(Salmo 139:13,16; Job 10:11-12; Isaías 66:8-9). Todo tipo de
comportamiento que contradice el principio de Dios es pecado. El
desenfreno en el mundo cometiendo feticidios o infanticidios debemos
repudiarlo. Como lideres tenemos que enfrentar con una clara enseñanza
de la Palabra de Dios para inyectar en el corazón de toda la humanidad el
valor que tiene a los ojos de Dios todo ser viviente. Recordemos que quien
priva la vida de alguien comete un crimen y será condenado por Dios.
Como miembros de la Alianza Cristiana y Misionera, nos oponemos al
aborto. Nuestro Omnipotente, Omnisciente, Omnipresente Dios, según el
Salmo 127:3-5, ha pronunciado su bendición sobre la vida de un niño, por
tanto nos oponemos al aborto inducido.
La solución para esto no está en proveerles preservativos, sino en una
enseñanza de la Palabra de Dios. El sexo o la dimensión sexual es un regalo
de Dios para el matrimonio. Esta se ajusta a nuestros valores morales. Las
diversiones contribuyen cada vez más y más a la pasión sexual. La vida
social de hoy fomenta y alimenta el desenfreno entre los dos sexos;
revistas, grandes anuncios en los muros, las ciudades, los medios de

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transporte, televisión, etc., son como un combustible peligroso para la
pasión desordenada. Es cierto que la mujer, en su afán legitimo de
mostrarse muy atractiva, no se percata, a veces, del incendio que levanta.
(No olvidemos los ocultos manejos del subconsciente). Es preciso que la
mujer creyente reflexione sobre ello (Proverbios 7).
Todo lo que hemos mencionado provoca el peligro para caer en adulterio,
fornicación, infidelidad, violación a menores, homosexualismo y otros. La
ética cristiana no puede limitarse a los aspectos negativos y a una
detallada exposición de pecados. Por el contrario, ha de acometer la tarea
positiva de apuntar a los remedios. Dos motivos principales nos ayudaran
a resistir el peligro y la tentación y a comportarnos debidamente en esta
materia:
1. La norma suprema del cristiano es el amor. Si hay amor verdadero
hacia nuestro prójimo, no podemos desear cosa alguna que lo profane,
que le degrade, que le explote sexualmente, que arruine su condición
moral y espiritual. Apliquemos la “Regla de Oro” (Mateo 7:12) a cada
caso y no seamos egoístas.
2. La condición de miembros del Cuerpo de Cristo y de templos del
Espíritu Santo añade un elemento de primera categoría a nuestra
motivación en material sexual. La condición de la iglesia como Esposa
de Cristo confiere un mayor motivo de pureza en la total consagración
al Señor que todo creyente ha de ofrecer a Dios. Así lo entregamos
nuestro cuerpo como un Sacrificio a Dios (Romanos 12:1 comp 2
Corintios 11:2).
C. El homosexualismo:
La homosexualidad es uno de los tantos pecados que el ser humano
comete por el hecho de apartarse de su finalidad. Por lo general es
considerado como muy grave tanto en el hombre como en la mujer. En
casos como este “se manifiesta la ira de Dios”. Dice la Biblia que “los que
practican tales cosas son dignos de muerte…” (Romanos 1:1-31). Además
agrega: “No te echarás con varón como con mujer, es abominación”
(Levítico 18:22). La homosexualidad es un síntoma de la ambivalencia
existencial del ser humano que, siendo imagen de Dios, vive bajo los
efectos del pecado.
Reconocemos que la homosexualidad conspira contra la finalidad que Dios
nos ha otorgado. Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza, varón
y hembra los creo (Génesis 1:27). Un ser humano se puede completar
como hombre o como mujer, pero el homosexual no es ni lo uno ni lo otro.
Es alguien con una gran crisis de identidad; no es lo que desearía ser, ni lo
que siente que es.
Para todo pecador, la Biblia tiene un mensaje de esperanza y los
homosexuales no están excluidos. Pablo, dirigiéndose a los Corintios, les
dice: “Algunos de vosotros erais homosexuales” (1 Corintios 6:11). Vemos
aquí que la redención cristiana es integral. Tiene que ver con la totalidad
de la vida. Hay oportunidad si se arrepiente de todo corazón y Cristo lo
puede salvar.
De este desorden en la personalidad vienen ciertas clasificaciones o
inclinaciones a este tipo de desenfreno sexual. Por ejemplo: La Pedofilia

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(se deriva de paidos = niño y filia = amor o amistad). Esta es una
perversión sexual en la que un adulto busca satisfacciones sexuales en
tratos con niños. Otra es Pederastia: esta es parecida a la anterior, pero el
desenfreno sexual esta siempre relacionado con niños del sexo masculino
y procura la satisfacción sexual solo con niños varones. Este tipo de
personas merecen un trato especial y profesional. Es seguro si no se trata
adecuadamente, representan un peligro en la sociedad. No pueden estar
cerca de ningún niño. Son una constante amenaza.
Como pastores, debemos enfrentar esta situación tratando con la
dirección de Dios. En caso de encontrarnos en situaciones como estas,
debemos consignarnos a un profesional catalogado. Este debe ser tratado
por un Psicólogo para que lo analice y pueda encontrar la razón de su
deformación o pérdida de identidad. Luego sería imprescindible
encausarle por el camino de la salvación de Cristo.
El orientador siempre ayuda al homosexual a comprender las dinámicas de
su trastorno. Juntos pueden discutir las condiciones de los antecedentes
del ambiente familiar y quizás de la persona que lo ha llevado a este
extremo de su conducta desviada. Conforme el homosexual comienza a
comprender las fuerzas que le han llevado a su conducta anormal, estos
impulsos comienzan a debilitarse. Además de una plena comprensión de
las dinámicas del desarrollo de su personalidad, el homosexual debe, con
ayuda, restablecer actitudes sanas hacia el sexo y el matrimonio. Una
discusión de las funciones del cuerpo y del sitio que corresponde a las
relaciones heterosexuales, las mismas que son instituidas por Dios,
ayudara al individuo a su recuperación.
El crecimiento espiritual no solamente convence al hombre de sus actos
homosexuales; también lo capacita para vencerlos. De esta recuperación
habla claramente la Palabra de Dios: “¿No sabéis que los injustos no
heredaran el reino de Dios? No erréis, ni los fornicarios, ni los adúlteros,
ni los que se echan con varones…” (1 Corintios 6:9-11). En el versículo 11
descubrimos que las personas a quienes se refiere el versículo 9 vencieron
sus problemas de pecado: “Y estos erais algunos. Mas ya han sido
lavados…”
Cuando Cristo controla la vida de la persona, controla también el apetito
sexual. Guarda a los hombres de la lujuria respecto a mujeres y evita que
los hombres se enciendan de lujuria por otros hombres. Esta demostración
del Espíritu Santo para dominar la vida del creyente es a menudo visible al
evaluar los exámenes psicológicos del homosexual. El homosexual típico,
quizá diga: “así fue como yo nací y me gusta. No quiero cambiar.” Es muy
posible que no quiera cambiar. Puede engañarse con una descarga de
racionalizaciones. Pero es necesario que entienda que la homosexualidad
no es una elección voluntaria. Es el resultado de una serie de factores que
condicionan su conducta. La homosexualidad no es una forma de vida
normal. Es algo que está en contra de los principios de Dios. Pero después
que recibe la terapia adecuada y confía en Cristo como su Salvador
personal, es convicto por el Espíritu Santo en cuanto a sus actos
homosexuales y entenderá que estos, no agrandan a Dios.
La doctrina bíblica del ser humano como imagen de Dios, es al mismo
tiempo punto de partida y el objetivo final del asesoramiento pastoral.

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Todo ser humano, aun el que nos parezca el mas depravado, posee la
dignidad inherente a su condición de imagen de Dios. Por la infinita
provisión divina es objetivo del sacrificio expiatorio de Jesucristo.
Además de la imagen de Dios, en cada ser humano está presente el
pecado. El hombre se ha convertido en el antagonista de si mismo
despreciando su origen y oponiéndose a su destino. Esto crea una grave
ambivalencia existencial que sume al ser humano en la angustia de odiarse
a sí mismo a pesar de que se ama.
No es posible alcanzar la plenitud de vida sin aceptar los designios de Dios
para su vida. La identidad sexual es un designio inexorable de Dios. “Varón
y hembra los creo.” Así está escrito en la Biblia y es Palabra del autor de la
vida, que es Dios. No cuestione este designio infinito del Creador.
Sométase a la voluntad Suprema de Dios y El dirigirá nuestro destino
eterno. (Declaración de la Homosexualidad ACM 2004)

VI. ÉTICA CONYUGAL


Este tema adquiere una peculiar relevancia si se considera la importancia del
estado matrimonial. Dios revistió con una considerable santidad a la vida
matrimonial desde el principio de la creación. Esta se constituye en un estado
tan digno, tan importante y al mismo tiempo, tan frágil, por la corrompida
condición en la que se encuentra la naturaleza humana. La vida matrimonial
está en peligro.
La dignidad y la seriedad del estado conyugal estriban en tres factores
fundamentales:
1. Su duración – Dios estableció el matrimonio como un estado para toda la
vida. No hay ningún elemento humano o carnal que lo pueda destruir. “Lo
que Dios unió, no lo separe el hombre.”
2. Su intimidad – La intimidad conyugal es la máxima en todos los órdenes.
Esta se va fraguando con la convivencia, con la cohabitación o con el
compartir las mismas penas y alegrías y aguantar juntos el yugo que
impone la vida en común. Esta intimidad tiene profundidades y exige
adaptaciones que rebasan inmensamente las del sexo. Por eso se ha dicho
que el amor es física y el matrimonio es química.
3. Su influencia en la personalidad humana – La influencia del matrimonio
en el desarrollo y proyección de la personalidad humana es inmensa. En
realidad, el estado conyugal manifiesta y proyecta en cada momento el
talante fundamental de cada individuo. El hogar contribuye notablemente
para la formación del individuo. El ambiente que en el existe definirá el
futuro de nuestros hijos. Ahora bien, cuando hay fe en Dios y verdadero
amor, como fruto del Espíritu, el matrimonio refina la calidad espiritual de
la persona. Aun se logra interactuar los comportamientos a través de
todas las pruebas y dificultades que presenta la vida y la misma diferencia
de criterios y gustos de los esposos.
4. Su finalidad – La finalidad del matrimonio es manifestar la imagen de Dios
en el hombre de una manera completa (Génesis 1:27). Une estrechamente
las facetas “a imagen de Dios los creo; varón y hembra los creo.” La
imagen de Dios se halla completa y equilibrada cuando el predominio de
cabeza y razón en el hombre se contrapesa y equilibra con el corazón e

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intuición de la mujer. Por eso la mujer lo ve todo a través del hombre; el
amor, la maternidad, el hogar, la sociedad. En cambio, el hombre dispersa
mucho mas su atención y su interés; tiene muchos más problemas. Aquí se
entiende la idea de ayuda idónea.
5. Su legitimidad – El matrimonio es una institución divina creada y fundada
por Dios en el mismo día de la creación (Génesis 1-2). No es una institución
social ni creada por el hombre. Por lo tanto, cualquier compromiso
matrimonial debe estar fundamentado en las reglas que Dios instituyo.
Estamos en contra de la posición moderna y del mundo actual. No existen
los matrimonios a prueba. Ataca nuestra ética cristiana y viola los
principios de Dios. No existen los matrimonios del mismo sexo porque
contradice la santidad y el propósito para el cual Dios lo instituyo.
(Hebreos 13:4) “Honroso sea en todos el matrimonio y el lecho sin
mancilla…”
Por estas y otras razones se debe conservar el matrimonio en dignidad y
altura moral. Se debe preservar así, por la santidad que Dios le confiere.
Además por la gravedad que la Biblia imputa a los pecados contra el
matrimonio (Levítico 18:24). El mutuo amor y respeto en todas las
dimensiones ha de prevalecer en toda la existencia de la vida conyugal
(Efesios 5:22-34; 1 Pedro 3). Si hay verdadero amor todo marchara bien,
superando las dificultades y el paso de los años. Con un amor en esta
dimensión permitirá una paternidad responsable y digna (Efesios 6:1-4).

VII. ÉTICA CIVICA


Por su condición de “cristiano peregrinante” (1 Pedro 2:11), el creyente tiene
dos ciudadanías: la del cielo (Filipenses 3:20), donde está registrado en el
padrón del libro de la vida del Cordero (Filipenses 4:3; Apocalipsis 3:5; 13:8;
20:12-15; 21:27; 22:19). La otra ciudadanía, la de la tierra, en razón de estar
en este mundo (Romanos 13:1-8; 1 Pedro 2:13-17). Esta doble ciudadanía
exige que el cristiano piense en sus deberes cívicos y se esfuerce por
cumplirlos.
Dondequiera que existe una comunidad de seres humanos, se precisa una
organización. La “polis” o ciudad, siempre ha sido el núcleo natural
organizado. Esta está configurada de diversas maneras y se han constituido en
los diversos Estados o Provincias a lo largo de la historia de cada nación. El
Estado, como la Iglesia y la familia ha sido fundado por Dios. Pablo nos dice en
Romanos 13:1 que toda autoridad viene de Dios: “y las que hay, por Dios han
sido organizadas.” La Biblia, ya en Génesis 10, donde se detallan los primeros
descendientes de Noé, emplea un mayor número de nombres de pueblos
organizados que de personas individuales. La organización del pueblo elegido
comienza propiamente en el desierto. Aquí Jetro, el suegro de Moisés, da a su
yerno un magnífico consejo, que contribuyó decisivamente a la buena
organización de Israel (Éxodo 18:13-26).
El sistema político del pueblo judío era la “teocracia”. Yahveh era el único
Señor y Rey soberano de su pueblo. Este régimen del desierto continuó
durante el periodo de los Jueces hasta que el pueblo insistió en tener un “rey”
lo cual constituyo un pecado a los ojos de Dios (1 Samuel 8:7): “…a mi me ha
desechado, para que no reine sobre ellos”. Tras los tres primeros reyes, Saúl,
David y Salomón, el reino se dividió en dos: Israel y Judá, hasta la cautividad

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de Babilonia. La monarquía hebrea había permanecido durante unos 450
años.
Durante la vida terrenal de Jesús, Palestina estaba bajo el yugo de los
romanos que gobernaban por medio de un procurador, gobernador o pretor,
mientras el Sanedrín, con un presidente y setenta ancianos. El pueblo tenía
que pagar los impuestos a César y los recaudadores de impuestos
(publicanos), que eran para los judíos una casta pecadora. Jesús responde en
Mateo 22:21, “dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios”. Este
es un principio básico para la ética cívica de un creyente.
A. Los Sistemas Políticos:
La fe cristiana no está ligada a ningún sistema político. Por lo tanto, el
creyente es libre de simpatizar, adherirse, votar, etc. a favor de cualquier
partido político que salvaguarde el concepto de autoridad, la libertad y
dignidad de la persona humana. Los creyentes pueden y deben acatar y
obedecer en todo lo que no sea contra su consciencia de cristianos. Debe
respetar y someterse a las autoridades de cualquier sistema político.
La capacidad de convivencia libre y democrática esta en razón directa con
la educación social y política. De la misma manera la madurez cultural,
psíquica y moral, (honestidad cívica) de los ciudadanos esta en armonía
con nuestros principios cristianos.
B. Iglesia y Estado:
La iglesia y el Estado son dos tipos distintos de sociedad. Tienen también
dos objetivos distintos: El estado está destinado a procurar el bien común
de la nación en el terreno de las realidades temporales. Mientras que la
iglesia se mueve en el terreno de los valores del Espíritu, vivir la fe,
proclamar el evangelio y pregonar la justicia de Dios (Éxodo 9:27; Salmo
19:9; Jeremías 12:1).
Por esta razón los creyentes evangélicos, siguiendo el ejemplo de Cristo
(Mateo 22:21), defendemos la separación de la iglesia y del Estado, de tal
forma que cada uno sea soberano en su propia esfera. Ni la iglesia tiene el
derecho de ingerirse en lo político, ni el estado tiene el derecho de
ingerirse en lo religioso.
C. Deberes Cívicos del Creyente:
Rigiéndose única y exclusivamente a las enseñanzas del Nuevo
Testamento, podemos decir lo siguiente:
1. El creyente debe esmerarse en la obediencia y sumisión a las
autoridades y a las leyes. No solo por temor al castigo, sino en
consciencia (Romanos 13:1-5). Esas leyes incluyen, por supuesto, las
del tráfico, contratos, negocios, etc.
2. El creyente debe esmerarse en pagar puntualmente tasas, tributos,
contribuciones e impuestos, sin procurar excepciones ni favoritismos
(Romanos 13:6-8).
3. El creyente debe a las autoridades, no solo sumisión y obediencia, sino
también respeto y honor (1 Pedro 2:13-17).
4. El creyente no debiera inmiscuirse en la política, pero debe contribuir
aportando ideas, eligiendo a los mejores, gobernando y administrando
con equidad, honradez y responsabilidad en los casos que se estime
conveniente. Dentro del contexto donde vivimos (USA), la Iglesia es

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“entidad no lucrativa” (Non-Profit Organization), por lo tanto, el Pastor
y la iglesia deberán mantenerse fuera por razones de las leyes del país.
En caso de hacerlo, perderá los derechos que le compete como
“entidad no lucrativa” (Non-Profit).
Debo concluir la ética cívica diciendo que el creyente es ciudadano del
mundo, pero no es del mundo (Juan 15; 19; 17; 14). Para entender bien el
papel del cristiano en el mundo debemos considerar las palabras que Jesús
dio a las tres metáforas de “sal”, “luz” (Mateo 5:13-14) “levadura” (Mateo
13:33; Lucas 13:21).
La sal tiene dos características principales: a). Es diferente del medio en
que se coloca y ahí radica su poder. Así el creyente tiene que ser diferente
(1 Pedro 4:4), cosa extraña del medio en que se mueve, como la sal en el
plato de carne. b). Su objetivo es preservar de la corrupción; también
preservar el alimento de los gérmenes. Esto se aplica a los creyentes que
pierden su razón de ser como testigos de Cristo. Esta se hace inútil (Lucas
14:35), si no ejerce su función antiséptica en medio del mundo, tanto con
su conducta como su palabra, “sazonada con sal” (Colosenses 4:6).
La “luz” ilumina en la obscuridad. Para ello necesita tener potencia,
dirección, elevación y ausencia de rayos que interfieran en el rayo que
emite el foco. De la misma manera el creyente debe emitir la luz de
testimonio de palabra y de obra en contacto directo y continuo con el que
es “la luz del mundo” (Juan 8:12). Este mundo insatisfecho, confuso y
doliente, necesita amor, animo, guía, consuelo; y todo ello solo lo
encontrara en Jesucristo a través de sus testigos.
Por último, la levadura, es siempre en la Biblia, sin excepción alguna,
símbolo de corrupción de creyentes que viven el misterio con falsos
síntomas de sinceridad y de verdad (fariseos) (1 Corintios 5:7-8). Comparto
la idea que encontramos en la Biblia, la levadura en un sentido peyorativo
(Mateo 13:33; Lucas 13:21; Colosenses 2:8). Puede decirnos algo de estas
tres medidas de levadura que han infectado la iglesia desde el principio.
Debemos cuidarnos de caer en los extremos, el mantenernos lejos de la
sociedad y pretender evadir sus compromisos cívicos. Como creyentes
debemos ser sal y luz para alumbrar y dar sabor compartiendo el evangelio
de Jesucristo. Cumplamos las leyes y obedezcámoslas. En cuanto a las
iglesias, deben proclamar el mensaje de paz, educar para la paz y dar su
apoyo a las organizaciones mundiales que luchan por la paz.

CONCLUSION
Dios nos ha llamado a tener un ministerio limpio y productivo. La
excelencia ministerial es parte de la voluntad y el propósito de Dios. Para
lograrlo, debemos evitar todo procedimiento que atenta contra nuestra
conducta que pone en peligro la Ética Ministerial. Reconozcamos que los
tres enemigos poderosos son: LAS FALDAS, LA FAMA Y LA FORTUNA. Si
cuidamos el perímetro de nuestra conducta, lograremos el éxito en todo lo
que emprendamos.

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¿Es posible cambiar de conducta?
Esta es una pregunta importante. En realidad es el asunto más interesante
para cada uno de nosotros, para nuestra familia y para la sociedad. De la
debida solución de este problema depende nuestro futuro y
probablemente el de otras personas. Después de haber estudiado cual es
nuestro tipo ético, nos toca mejorarlo.
La máxima, Conócete a ti mismo. Véncete a ti mismo. No solo es héroe el
aventurero atrevido, el navegante solitario, el soldado valiente o el
guerrero victorioso, sino también lo es y aun más el que vence el mal, el
que asciende a costa de grandes luchas, hacia la perfección moral. Héroe
es el que mejora su conducta, el que sublima su apetito, el que con todas
sus fuerzas de su ser, se yergue contra el tirano (su yo) y lo destrona y lo
coloca el Bien Supremo. “El mayor vencimiento es vencerse a si mismo”.
Para cambiar de conducta es menester cambiar de actitud vital. Devuelva
la supremacía a los valores morales mirando hacia arriba a los altos ideales
(Hebreos 12:1-2; Colosenses 3), no hacia abalo al placer material del
momento presente.
Para lograr esto, es necesario fijarse un ideal, un modelo como punto de
mira (1 Pedro 2-3), un modelo personal y viviente. Debemos fijarnos un
propósito más alto, más moral y más digno. Debemos ir hacia el propósito
de Dios. Solamente así la Mano de Dios estará siempre en nuestra vida.
Quiero concluir con este, mi versículo favorito, y apropiémonos de la
oración de Jabes: “¡Oh si me dieras bendición y ensancharas mi territorio
y si tu mano de bendición estuviera conmigo y me libraras del mal para
que no me dañe! Y le otorgo Dios lo que le pidió” (1 Crónicas 4:9-10).

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